Etica Profecional (Ensayo)
Etica Profecional (Ensayo)
Etica Profecional (Ensayo)
La ética de las profesiones puede ser contemplada en la actualidad como una de las llamadas
éticas aplicadas. La ética aplicada ha ampliado el estudio de la ética más allá de los ámbitos del
discurso filosófico académico. El campo de la ética aplicada, tal como aparece hoy, surgió del
debate en torno a los rápidos avances médicos y tecnológicos a principios de la década de 1970
y ahora se establece como una subdisciplina de la filosofía moral. Sin embargo, la ética aplicada
es, por su propia naturaleza, una materia multiprofesional porque requiere una comprensión
especializada de las posibles cuestiones éticas en campos como la medicina, los negocios o la
tecnología de la información. Hoy en día, existen códigos de conducta éticos en casi todas las
profesiones.
En ellas se orienta la acción elaborando un saber ético al que hacen su aportación distintas
fuentes: los profesionales actuales, las tradiciones heredadas de la profesión, las demandas de
los usuarios y de la sociedad en general y el aporte de la reflexión filosófica. En cada profesión
se elabora una ética específica que es revisada y puesta al día periódicamente. Las profesiones
que aspiren a estar a la altura de la conciencia moral de nuestro tiempo, buscan la excelencia y
superar el burocratismo.
La ética de las profesiones que pretenda estar a la altura de la conciencia moral alcanzada por
nuestra época ha de ser un discurso coherente y capaz de orientar la acción de las personas
interesadas en ser buenos profesionales en el sentido completo del término, esto es,
profesionales técnicamente capaces y moralmente íntegros en el desempeño de su labor
profesional. Hay quienes creen que es imposible articular tal discurso, puesto que opinan que
las cuestiones éticas pertenecen al fuero interno de cada cual, de modo que no resulta viable
tomar como referencia una ética compartida. Sin embargo, si realmente no hubiese, al menos
tendencialmente, alguna ética compartida por todos o casi todos los ciudadanos de una
sociedad moderna, tal sociedad habría desaparecido hace tiempo, entre el fragor de la violencia
de los grupos enfrentados. Por tanto, lo primero que hemos de reconocer cuando hablamos de
ética de las profesiones es que hay un marco de ética cívica que todas las profesiones tienen
que respetar para que puedan existir y prosperar las sociedades pluralistas modernas,
caracterizadas por el hecho de contener en su seno una gran diversidad de grupos ideológicos
que rivalizan por captar adeptos entre la población. La ética de cualquier profesión ha de partir
del reconocimiento y apego a los valores de convivencia que componen esta ética cívica
compartida: valores como la libertad, la igualdad, la solidaridad, el respeto y la actitud de
diálogo.
Ese compromiso activo de respeto y promoción de los derechos humanos ya supone
importantes cambios en el carácter propio, que tradicionalmente han adoptado la mayor parte
de las profesiones. Porque ahora no es suficiente con que los profesionales decidan en solitario
cuáles son las buenas prácticas de la profesión y cuáles no lo son, sino que ahora es preciso
redefinirlas de tal modo que se vean respetados los derechos de los usuarios y de los demás
colectivos afectados por el ejercicio de la profesión (otros profesionales, proveedores,
competidores, etc.). La realización de los valores de la ética cívica compartida en las sociedades
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ÉTICA HERMENÉUTICA DE LAS PROFESIONES
abiertas y pluralistas exige que todos nos reconozcamos mutuamente como personas, esto es,
seres dignos del mayor respeto y consideración. Tratar a cada cual como persona supone
reconocerle como interlocutor válido, y esto implica que todo profesional ha de tener en
cuenta, en la medida de lo posible, el punto de vista de las personas afectadas por su labor
profesional: no para plegarse a cualesquiera exigencias de éstas, pero sí para adaptar el
ejercicio actual de la profesión a exigencias que hoy consideramos justas a la luz de los valores
mencionados.
Ahora bien, el deber que tiene toda profesión, en las modernas sociedades pluralistas, de
respetar el marco de la ética cívica, no agota, ni mucho menos, el contenido de la ética de cada
profesión. Sigue siendo importante que cada profesión se interrogue por los bienes internos
que le corresponden como fines o metas de su labor: la medicina seguirá teniendo como meta
la promoción de la salud de las personas, la docencia mantendrá como objetivo el de formar
personas cultas y críticas, el periodismo reconocerá como su meta específica la de informar de
forma veraz a los ciudadanos, etc.
Todo ello no será obstáculo para que los buenos profesionales, al llevar a cabo honestamente el
ejercicio de la profesión, se hagan acreedores a ciertas porciones de bienes externos, que son
principalmente el reconocimiento, el poder y el dinero. Estos últimos son llamados bienes
externos por dos razones principales: porque se consiguen con cualquier actividad y porque su
logro no es lo que constituye la entraña de la profesión, sino que son únicamente medios
siempre necesarios en cierta medida para lograr el bien interno correspondiente.
Lo que exige el nivel de desarrollo moral alcanzado en las sociedades modernas es que los
profesionales se comprometan de lleno con los bienes internos de su profesión, puesto que son
justamente esos bienes los que dan sentido y legitimidad a sus actividades profesionales, y de
ese modo pueden llegar a ser excelentes en su ejercicio profesional. La búsqueda de la
excelencia profesional ha de ser la orientación principal de quienes ingresan en la profesión, de
modo que desaparezca, en lo posible, el fenómeno de la corrupción en este ámbito: La
corrupción de las actividades profesionales se produce a mi juicio cuando aquellos que
participan en ellas no las aprecian en sí mismas porque no valoran el bien interno que con ellas
se persigue, y las realizan exclusivamente por los bienes externos que por medio de ellas
pueden conseguirse. Con lo cual esa actividad y quienes en ella cooperan acaban perdiendo su
legitimidad social y, con ella, toda credibilidad. Ahora bien, la raíz última de la corrupción reside
en estos casos en la pérdida de vocación, en la renuncia a la excelencia.
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