Monológo Maria Josefa

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TRILOGÍA MORÁZANIDA

POYECTO TEATRAL PARA LA FORMACIÓN POLITICA DEL ESTUDIANTE

Dirección
Oscar Armando Zelaya
MARÍA JOSEFA ENTRE LA ESPADA Y EL AMOR

MONOLOGO

MARIA JOSEFA entra por el extremo derecho del escenario, cantando la canción Las tres
heridas, en un estado catatónico sumida en la más profunda melancolía. Al terminar la
canción se coloca de rodillas en posición de oración, con chalina y camándula. suena
música del ave maría.

Padre nuestro que estás en el exilio


casi nunca te acuerdas de los míos
de todos modos, donde quieras que estés
santificado sea tu nombre.

(se pone de pie iracunda)

no quienes santifican en tu nombre


cerrando un ojo para no ver las uñas
sucias de la miseria
en esta hora
ya no sirve pedirte
venga a nos él tu reino
porque tu reino también está aquí abajo
metido en los rencores y en el miedo
en las vacilaciones y en la mugre
en la desilusión y en la modorra
en esta ansia de verte pese a todo

( estrujando el rosario y en forma de reclamo…)

cuando hablaste del rico


la aguja y el camello
y te votamos todos
por unanimidad para la Gloria
también alzó su mano el indio silencioso
que te respetaba, pero se resistía
a pensar hágase tu voluntad

(hace un pequeño silencio y continua con voz resignada)

sin embargo, una vez cada tanto


tu voluntad se mezcla con la mía
la domina
la enciende
la duplica
más arduo es conocer cuál es mi voluntad
cuando creo de veras lo que digo creer

(abre sus brazos en cruz con la cabeza inclinada hacia atrás)

así en tu omnipresencia como en mi soledad


así en la tierra como en el cielo
siempre
estaré más seguro de la tierra que piso
que del cielo intratable que me ignora

(vuelve a posición neutra y va a derecha abajo)

pero quién sabe


no voy a decidir
que tu poder se haga o se deshaga
tu voluntad igual se está haciendo en el viento
en el Ande de nieve
en el pájaro que fecunda a su pájara
en los cancilleres que murmuran yes sir
en cada mano que se convierte en
claro no estoy segura si me gusta el estilo
que tu voluntad elige para hacerse
lo digo con irreverencia y gratitud
dos emblemas que pronto serán la misma cosa
lo digo sobre todo pensando en el pan nuestro
de cada día y de cada pedacito de día

(retadora y molesta)

ayer nos lo quitaste


dánosle hoy
o al menos el derecho de darnos nuestro pan
no sólo el que era símbolo de Algo
sino el de miga y cáscara
el pan nuestro
ya que nos quedan pocas esperanzas y deudas
perdónanos si puedes nuestras deudas
pero no nos perdones la esperanza
no nos perdones nunca nuestros créditos

(va al centro, desafiante)

a más tardar mañana


saldremos a cobrar a los fallutos
tangibles y sonrientes forajidos
a los que tienen garras para el arpa
y un panamericano temblor con que se enjugan
la última escupida que cuelga de su rostro

poco importa que nuestros acreedores perdonen


así como nosotros
una vez
por error
perdonamos a nuestros deudores

(va al proscenio con mucha rabia)

todavía
nos deben como un siglo
de insomnios y garrote
como tres mil kilómetros de injurias
como veinte medallas a Carrera
como una sola Guatemala muerta

no nos dejes caer en la tentación


de olvidar o vender este pasado
o arrendar una sola hectárea de su olvido
ahora que es la hora de saber quiénes somos
y han de cruzar el río
el dólar y su amor contra rembolso
arráncanos del alma el último mendigo
y líbranos de todo mal de conciencia
amén.

(conversadora coloca una butaca al frente y se sienta con elegancia)

Siempre he sido devota a los preceptos religiosos, nací, crecí y fui educada a la usanza de
las familias de bien, ¿así se dice no? Pues para muchos soy JOSEFA LASTIRI. Pero en mi
fe de bautismo en la parroquia de san miguel en Tegucigalpa, consta…

(se levanta y se coloca en posición de orgullo)

que El 20 de octubre de 1792 nació una niña a quien le pusieron por nombre: MARIA
JOSEFA URSULA FRANCISCA DE LA SANTISIMA TRINIDAD LASTIRI LOZANO.
Un nombre más extenso de lo que los biógrafos escribirán sobre mí en el paso de mi vida
terrenal, pero no es nada extraño en la historia de la humanidad: MARIA, la madre de
Jesús. MARIA, la etaria de Magdala, Y tantas otras MARIAS que han fecundado los
embriones que forjaran los destinos de la humanidad

(pensativa y resignada)

Me case muy joven, como también enviude pronto. Viniendo de una familia de grandes
haberes económicos, y distinguida, tuve la oportunidad de frecuentar los salones elegantes
de Tegucigalpa.

(soñadora)

Por 1824, tuve la oportunidad de conocer en ellos a un joven culto, versado en


Matemáticas, Gramática Latina, Dibujo, que leía en su lengua a los enciclopedistas
franceses; era admirador de la gloria de Napoleón y, en la Escribanía tegucigalpense de
Don León Vásquez, había adquirido firme conocimiento de las leyes. Tenía otra
característica notoria: siempre expresaba con fervor sus sentimientos democráticos a favor
del pueblo humilde de Centro América. Este joven era FRANCISCO MORAZAN
QUEZADA.

( se va colocando una levita, para representar a Morazán mientras continua con el texto)

“era blanco y parecía revelar en sus perfiles su origen corso, aproximadamente algún
tanto al tipo griego. Alto, (unos 5 pies y 10 pulgadas), delgado, recto, marcial y de
continente digno, sereno, agradable y simpático. Sus maneras suaves, su acción
desenvuelta con cultura y palabra fácil, iba acompañada de una modulación
irresistiblemente atractiva” …

“Su figura se imponía en todas las reuniones en donde estaba presente, y su voz, bien
modulada, sus gestos varoniles, sus ideas elevadas, lo convertían en uno de los hombres
más sobresalientes de su época”

(Suena una pieza de minué. personificando a MORAZAN se dirige a un extremo, extiende


su mano derecha y con la izquierda en la espalda)

MORAZAN:

¿Me concede esta pieza?


JOSEFA:(con coquetería sutil extendiendo también su mano y levantándose)

! ¡Con gusto!

(bailan, luego se despoja de la levita)

¿Quién puede desconocer la fuerza social del amor como elemento básico de la
solidaridad humana? ¡El amor explica, comprende, otorga, concede, perdona y ata!
Atravesamos el mundo con nuestro ideal de amor y de justicia: dichosos dentro de la
pobreza; resignados ante el desengaño y firmes ante la adversidad…Porque el amor es un
canto sobrio no aprendido todavía, que nos empuja a vivir con dignidad y a morir sin
cobardía. Y como Don Quijote, siempre hambriento de generosidad y humanismo.

en 1825 contraje matrimonio con él. Soñaba en mis afanes de esposa recién instalada, con
vivir apaciblemente aquel amor. Sin embargo, el destino nos deparaba a ambas épocas
insospechadas de sufrimiento y de lucha.

La Historia de cinco pueblos había decidido que este hombre fuera el encargado de atacar
las fuerzas oscurantistas de una casta carcomida por las riquezas y privilegios; de luchar
por el mantenimiento y consolidación de un sistema federal para Centroamérica; de ser el
iniciador de una gesta reivindicadora contra las fuerzas expedicionarias enviadas a
Honduras y El Salvador por Manuel José Arce; de convertirse por los méritos de su
espada republicana en el digno Presidente de la Federación por diez años. Quería el
devenir social del istmo, que él fuera el más sobresaliente reformador a través de sus ideas
liberales, para vivir, muchos años después, como un símbolo y como un estandarte de
lucha, marcando nuevo rumbo al desenvolvimiento de los anhelos libertarios que
involucran a la América toda.

Este joven singular era firme en sus convicciones sobre la dignidad de la conciencia, en la
fe sobre el progreso de los pueblos y por ende, en la salvación a través de la libertad del
hombre.

yo no podía más que ser cómplice de tan hermosos anhelos, lo amaba a igual que muchas
otras mujeres, a las que no culpo. Ni ensombrecieron nunca nuestro lecho, porque yo
tenía las armas suficientes para vencer a cualquier adversaria. A todas, menos a la más
grande y poderosa, la que siempre me lo arrancaba de los brazos, la que gemía
constantemente por que el saliera presuroso a socorrerla. Mi única y poderosa rival:
CENTRO AMERICA.

Ustedes deberán comprender que es imposible hablar de mi vida sin la presencia


imponente de mi hombre en cada pedacito de patria o en cada corazón, ya sea por
admiración o por los instintos más perversos de los traidores.

En cada partida eran prolongadas lunas de oraciones por su regreso a salvo, porque cada
partida era un coqueteo a la muerte. Pero cada regreso eran nuevas nupcias.

(Suena canción: te amare, ella se despoja del vestido para quedar en ropa interior de la
época. Danza por la escena y sube a la viga que da el aspecto de una cuerda floja de circo.
Al terminar la danza queda acostada boca arriba en la viga,)

Yo soy para mi amado,


y él se siente atraído hacia mí.
¡Ven, amado mío,
salgamos al campo!
De madrugada iremos a las viñas,
veremos
si se abren las flores,
si florecen las granadas...
Allí te entregaré mi amor.

Las mandrágoras exhalan su perfume,


los mejores frutos están a nuestro alcance:
los nuevos y los añejos, amado mío,
los he guardado para ti.

Grábame como un sello sobre tu corazón,


como un sello sobre tu brazo,
porque el Amor es fuerte como la Muerte,
inflexibles como el Abismo son los celos.
Sus flechas son flechas de fuego,
sus llamas, llamas del Señor.
Las aguas torrenciales no pueden apagar el amor,
ni los ríos anegarlo.

(Se incorpora y se sienta sobre la viga)

Hay quienes opinan que fue por mi fortuna heredada que me amaba.

Si alguien le ofreciera toda su fortuna


a cambio del amor,
tan sólo conseguiría su desprecio.

Si solo se tratara de comprar caricias. Las hubiera tenido a cantaros llenos, sin necesidad de
los peligros a los que siempre estuve expuesta.

Como la noche en que, aprovechando la ausencia de FRANCISCO, Llegaron a mi hogar los


esbirros de CARRERA a secuestrarme junto a mi pequeña ADELA de menos de un año de
nacida, y le exigen deponer el mando, so pena de pasarnos por cuchillo. Era más terrible mi
miedo de verlo doblegado ante aquella repugnante petición que la suerte a la que estábamos
sentenciadas.

(Se pone de nuevo la levita)

MORAZAN:

Los rehenes que mis enemigos tienen en su poder son para mí sagrados y hablan
vehementemente a mi corazón; pero soy el jefe de estado y mi deber es atacar. Pasare sobre
los cadáveres de mis hijos. Haré escarmentar a mis enemigos, y no sobreviviré un tan solo
instante a tan escandaloso atentado.

(se quita la levita)

Llego justo como lo había prometido, y salimos ilesas. Centro América se convulsionaba en
sus bases. Y por nuestra seguridad dispone que embarque hacia costa rica.

(Suena efecto de oleaje y toma su vestido por las faldas simulando una embarcación, luego
escribe una carta)
“El temor a la Revolución de los Estados de Honduras y el Salvador, me han obligado a
abandonar mi país, y mucha parte de mis desgraciada familia, para buscar en cualquier
punto un lugar en donde vivir pacíficamente con el resto de mi familia que he podido traer
conmigo; y atendiendo a la paz de que goza este Estado, a las buenas circunstancias que
lo caracterizan y a los consejos de muchos de mis amigos, me he resuelto a venir a pedir
un asilo, segura de que su Gobierno protegerá la inocencia y permitirá internarme al
punto que parezca más conveniente a mis circunstancias”.

(deja la embarcación)

-el presidente CARRILLO nos impuso la condición de que deberíamos residir sin salir de
la población de ESPARTA, acto que considere atentatorio para la esposa de quien había
sido el primer hombre de Centro América por una década. Por lo que continúe mi viaje al
puerto colombiano de Chiriquí. Para luego reunirnos en David.

Allí lo recibí con la tristeza que cargaba por el fracaso de la federación, su derrota en
Guatemala y la de Cabañas en Honduras marcaban el fin de la unidad Centroamericana.
Y todavía nos esperaban días de peligro y de suprema angustia al llegar las suplicas del
pueblo costarricense para que los socorriera de toda clase de oprobios, inseguridades y
perdida de todo derecho a las garantías que en sus buenos tiempos mi marido había
instaurado. Pude ver sus pupilas dilatadas, por acudir a aquel llamado, para el
imperativo,

(a punto de llanto)

Yo no quería que partiera, pero ¿Cómo aplacar el alma desenfrenada por su amada,
Centroamérica? es que yo también a mi manera alzaba mi espada de Juana de arco y en
espíritu marchaba a su lado, el luchando por su ideal. Y yo porque la patria grande no se
lo tragara en el fragor de la batalla.

Díganme ustedes mujeres de todos los vientos, si una puede ensordecer al constante
percutir de esos tambores que nos agitan el pecho cuando el amor nos envuelve, mi sangre
también, a raudales me empujaba a permanecer al lado de la razón y la justicia, y no solo
yo, también todas esas Josefa que horneaban los totopostes que alimentaban las tropas
curaban heridos, y hasta cargaban los fusiles que disparaban las balas de la esperanza.
Hablo por todas. Viudas, novias vestidas y madres que se han quedado llevando flores a
un sepulcro, con patria, pero sin amo.

(de manera poética y enamorada)

Y cuando el amor os llame, seguidlo. Sus caminos son arduos y escarpados. Pero cuando
sus alas os envuelven, entregaos a él, aunque la espada oculta en su plumaje os hiera, y
cuando os hable, creed en el aunque su vos sacuda vuestros sueños, así como el viento del
norte destroza el más bello jardín. Porque, así como el amor os corona, también os
crucifica.

(Entra don MARIANO MONTEALEGRE, ella se apresura a saludarlo)

¡Don MARIANO!

(Trae el pañuelo que MORAZAN Le enviara,)

DON MARIANO:

¡Señora! el general me encargo que le entregara esto)

(El gesto es suficiente para comprender que MORAZAAN ha muerto, ella toma el pañuelo,
suena canción de LAS TRES HERIDAS. No suelta ningún llanto melodramático, es más
bien el conjunto de todas las penas, el dolor silencioso, y el grito atorzonado en la garganta.
Su figura es como un retrato al que le va cayendo un siglo de un solo golpe)

(iracunda)

Todo está consumado:

Cinta central, América angostura


que los golpes azules de dos mares
fueron haciendo, levantando en vilo
cordilleras y plumas de esmeralda:
territorio, unidad, delgada diosa
nacida en el combate de la espuma.
Te desmoronan hijos y gusanos,
se extienden sobre ti las alimañas
y una tenaza te arrebata el sueño
y un puñal con tu sangre te salpica
mientras se despedaza tu estandarte.
Ya viene el tigre enarbolando un hacha.
Vienen a devorarte las entrañas.
Vienen a dividir la estrella.
Vienen,
pequeña América olorosa,
a clavarte en la cruz, a desollarte,
a tumbar el metal de tu bandera.
Invasores llenaron tu morada.
Y te partieron como fruta muerta,
y otros sellaron sobre tus espaldas
los dientes de una estirpe sanguinaria,
y otros te saquearon en los puertos
cargando sangre sobre tus dolores.
Es hoy, ayer, mañana y siempre

(limpia con rabia las lagrimas y se empodera del manifiesto de David, que va discursando
en pose de samuray, y el abanico se transforma en espada)

Y en fin, para complemento de vuestro triunfo, todas las apariencias acreditan que el pueblo
que nos va a juzgar os pertenece. Pero no importa. Nosotros tenemos la justicia. Vamos a
los hechos.

Cuando vosotros disfrutabais de una patria, no podíamos nosotros pronunciar este dulce
nombre. Recordadlo. Vosotros habéis gozado muchos años de los bienes de esa patria que
buscáis en vano. ¿Encontraréis en la República de Centro-América algunas señales de ella?
No. Aunque le dais hoy este nombre, más extranjeros sois por vuestros propios hechos en el
pueblo que os vio nacer, que nosotros en Méjico, en el Perú y en la Nueva Granada. Por la
identidad de nuestros principios, con los que sirven de base a los gobiernos de estas
Repúblicas, nosotros hemos hallado en ellas simpatías que vosotros no encontraréis en el
propio suelo de vuestros padres (que ya no os pertenece) desde el momento mismo que se
descubran vuestros engaños. Pero si aun queréis buscar vuestra patria, la hallaréis sin duda
por las señales que voy a daros. Oíd y juzgad.

En vuestra patria cometías culpas que se olvidaban por unas tantas monedas, y a nosotros se
nos exponía a la vergüenza pública.

En vuestra patria perpetrabais los más atroces delitos, a los que se les daba el nombre de
debilidades para dejarlos sin castigo, y nosotros sufríamos la nota de infames hasta nuestra
quinta generación.

En vuestra patria ejecutabais los crímenes que siempre se quedaban impunes, porque
vosotros mismos erais los jueces, y nosotros perdíamos la salud y la vida en los cadalsos.

En vuestra patria ostentabais los honrosos títulos de tiranos, y nosotros representábamos el


humillante papel de esclavos.

En vuestra patria tenías la gloria de apellidaros los opresores del pueblo, y gemíamos
nosotros bajo la opresión.

Y cuando en vuestra patria, ensanchando la escala de los opresores, defendíais hasta los
infames oficios de carceleros y de verdugos, a nosotros se nos exigían los reos y las
víctimas.

Y para que nada faltase a vuestra dicha y a nuestra desgracia, así en la tierra como en el
cielo, ¡Hasta los santos sacabais de vuestras propias familias!, y los malvados, a vuestro
juicio, sólo se encontraban en las nuestras.

Vosotros oíais, continuamente en sus revelaciones, la felicidad que os aguardaba, en tanto


que a nosotros sólo se nos anunciaban desgracias.

Vosotros dirigíais con confianza vuestras súplicas al pie de los altares, porque hacíais
propicios a sus sacerdotes con las riquezas que exigíais al pueblo, en tanto que éste temía
elevar sus plegarias, por no poder acompañarlas con ofrendas….
Y por último, para llenar la medida de vuestro poder y nuestro infortunio, aun más allá de
la tumba, en tanto que las almas de nuestros padres vagaban sin consuelo en derredor
nuestro, para demandarnos los medios de lograr su eterno descanso, vosotros comprabais el

Cielo que no habías merecido, con los tesoros que os proporcionaban las leyes de un infame
monopolio.

He aquí vuestra patria. Recordadla. Pero si aun insistiereis en disputarnos la que por tantos
títulos nos pertenece, exhibid vuestras pruebas, que nosotros daremos las nuestras; y si
resultase un solo hecho en vuestro favor contra mil que presentemos nosotros,
consentiremos, gustosamente en ser a los ojos del mundo lo que hoy somos a los vuestros.

No es vuestra patria. Porque en 1812, que por la primera vez se ventilaron los derechos de
americanos, vosotros hacíais de injustos jueces, de viles denunciantes y de falsos testigos
contra los amigos de la independencia del Gobierno absoluto.

Es nuestra patria. Porque en la misma época nosotros nos la procurábamos difundiendo


ideas de libertad y de independencia en el pueblo, sin que vuestras amenazas nos arredrasen
ni nos intimidase la muerte, ya sea que se nos presentase en la copa de Sócrates, que la
encontrásemos al cabo del dogal que quitó la vida al Empecinado o que se pronunciase en
vuestros inicuos tribunales.

No es vuestra patria. Porque cuando triunfaron las ideas de libertad en la metrópoli, cuando
los patriotas españoles quitaron algunos eslabones a la pesada cadena de nuestra esclavitud,
revelándonos de este modo lo que éramos y lo que podíamos ser, vosotros conspirasteis
contra el Gobierno Constitucional que se estableciera en toda la monarquía como enemigos
de las luces, cooperasteis con aquellos que pretendieron, entonces, independizarse del
Gobierno de las cortes y trasladar a la América el Gobierno absoluto de los Borbones.

Es nuestra patria: Porque en el mismo tiempo hacíamos resonar el grito de independencia


en todo el Reino de Guatemala. Todo aquel que tenía un corazón americano se sintió,
entonces, electrizado con el sagrado fuego de la libertad. Por una disposición de la
Providencia, los amigos del Gobierno absoluto de los Borbones, enemigos de la
independencia de España constitucional, se unieron con los independientes de ambos
Gobiernos, y proclamaron la separación de la antigua metrópoli el 15 de septiembre de
1821. Y de este modo, vuestros nombres figurarán en la historia al lado de los Reyes Luis
IX, Luis XI y otros muchos que trabajaron sin pensarlo, a favor de la democracia, sistema
que hoy gobierna en la República de Centro América.

Aquí queda el testimonio de las que tuvimos la suerte de caminar a la par de los hombres
más enamorados de la justicia
(se sienta y escribe)
Supremo Poder Ejecutivo de Costa Rica.
María Josefa Lastiri de Morazán, vecina de Cojutepeque, con el respeto y consideración
debidos, ante el Jefe Supremo del Estado digo: que reducida como estoy a la desgracia
consiguiente a los sucesos ocurridos en esa capital de San José el 15 de septiembre de 42,
donde a la pérdida de mi bien amado esposo el señor Francisco Morazán, se siguió la de los
pocos intereses que me quedaban para la escasa subsistencia de mi familia, me veo en la
dura necesidad de reclamar de ese Supremo Gobierno el pago de la pequeña cantidad que
en razón de sueldos se adeuda a mi difunto esposo como gobernante que fue de Costa Rica
por espacio de cinco meses.
(se dirige al público)
Mi demanda no ha sido escuchada
(suena música de carrusel infantil, se transforma en niña)
NIÑA:
Mami, tengo miedo

JOSEFA:
¿Por qué mi niña?

NIÑA:
Últimamente he soñado que una sombra negra me persigue

JOSEFA:
No digas eso, eres demasiado pequeña para soñar esas cosas, vete a dormir, a lo mejor
debajo de la almohada se encuentra el Ada de los sueños hermosos, y al despertar
florecerán las orquídeas, monjas blancas, guarias moradas, los izotes y sacuanjoches.

NIÑA:
Si mamita, pero antes… ¿Qué es la muerte? Últimamente he escuchado mucho esa palabra.

(Contesta con gran tristeza)

JOSEFA:
Es la nada, el vicio, dejar de soñar,
NIÑA:
¿mi padre ha muerto?

(Sobresaltada)

JOSEFA:
No niña. Tu padre es de los hombres que nunca mueren

NIÑA:
¿Es cierto que somos pobres?

JOSEFA:
Sin riquezas pequeña, pero pobres jamás. Vete a dormir…

(Se sienta y recuesta sobre la burra como agotada)

JOSEFA:
Como explicarle a mi niña lo precario de nuestra situación, que si no fuera por la
solidaridad de estos nobles salvadoreños que nos traen provisiones nuestra desgracia seria
mayor. Cuánta razón tenía Francisco en considerarlos tan leales

(va hacia la burra mostrando cansancio y depresión, casi al punto de locura pasiva, se
tiende acostada de lado sobre la burra y de frente al público)

JOSEFA:
Esta tierra que quería ver compartida es lo que me toca de este latifundio,
Esta tierra que se parte y no se reparte es lo que me queda de este latifundio.

En los olivos gime el condenado mientras se adorna de guirnaldas el afiche de los tiranos.

Esta tierra que quería ver compartida es lo que me toca de este latifundio

Se tapiza de alfombras el paso del cortesano, mientras se siembra de espinas el camino del
descalzo

Esta tierra que se parte y no se reparte es lo que me toca de este latifundio.

(se incorpora lentamente y va saliendo mientras canta como poseída por una enorme
depresión)

JOSEFA:
Duérmete niña duérmete ya, que viene el lobo y te comerá, duérmete niña duérmete ya…

(Desaparece, luego regresa y saluda)


FIN.

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