Giraudo Maria
Giraudo Maria
Giraudo Maria
La historia del acompañamiento está signada por constantes intentos de conceptualización. Desde
la caracterización como agente de salud pasando por recurso clínico hasta llegar a concebirlo
como dispositivo.
En este contexto la adaptación de este dispositivo a teorías clínicas ajenas al marco teórico
en el que se originó, produjo en algunas situaciones la inclusión del acompañamiento en
estrategias terapéuticas con propuestas estandarizadas y consecuentemente estandarizantes. Al
decir de Pulice (2012) se produce cierta “confrontación entre una orientación clínica sostenida en la
estandarización y generalización de los conocimientos, los métodos y los objetivos terapéuticos,
por un lado; y, del otro, aquello que desde Freud denominamos una clínica del caso por caso”
(p.349)
El cambio se manifiesta en relación al tipo de subjetividad, vinculada al sostenimiento de la
marginalidad y la pasividad, que se promueve desde la posición del acompañante. De modo que el
acompañamiento se convierte en una estrategia preestablecida que se reproduce en cada caso,
independientemente de la subjetividad del paciente, es decir que tal como lo plantea Leonel Dozza
se sostiene una postura psiquiatrizante por más que se esté con el paciente en la vida cotidiana.
Estos cambios han significado un desafío respecto a los intentos de cercar teóricamente al
acompañamiento terapéutico, ya que dificultan la diferenciación entre las transformaciones
inherentes a lo sociohistórico y las que modifican aquellos aspectos que lo definen como tal.
Susana Kuras (2011) postula: La historia del acompañamiento fue construyendo un cuerpo
teórico, una técnica, instituciones asistenciales, espacios de formación y leyes que regulan su
ejercicio. Pese a la enorme variación y diversidad que plantea en la práctica clínica, en todas las
categorías nosográficas, y en todas las edades de la vida el ejercicio del acompañamiento está
atravesado por algunas marcas que la definen (p.18)
3 La inclusión del acompañamiento en prácticas clínicas cuyas líneas teóricas difieren y/o se
contraponen a los sustentos teóricos en los que se originó.
Más allá de las transformaciones inherentes al acontecer histórico, como son los cambios
en la subjetividad que implican nuevos modos de intervenir en la clínica y por lo tanto
modificaciones en cómo se configura el dispositivo, existen ciertos aspectos que son estructurales
en tanto constituyen las coordenadas teóricas en las cuales se originó el AT y por lo tanto lo
definen. Es decir, que la concepción de sujeto producido socialmente y la concepción de salud que
de esta se deriva, son aspectos fundamentales para que un acompañamiento devenga terapéutico,
independientemente de la modalidad que este dispositivo asuma en cada intervención.
El acompañamiento se originó como una alternativa a los tratamientos que reproducían una
lógica desubjetivizante, corre el riesgo de convertirse en un objeto más de consumo y ser utilizado
para la normalización subjetiva.
Es por ello que se torna necesario problematizar teorías y sus consecuentes prácticas, en
pos de construir una mirada crítica respecto a los saberes que circulan y se transmiten en relación
al acompañamiento.
La posición del acompañante adquiere un lugar central para conceptualizar al AT, en tanto
refiere a un marco teórico-ético superador de la transposición de encuadres que fueron teorizados
para otros dispositivos, una posición teórica que sustenta una determinada concepción de sujeto, y
que a su vez conlleva una posición ética.
Entonces, más allá de las transformaciones históricas del dispositivo, las intervenciones
cobran sentido terapéutico cuando en primer lugar se realizan en relación a un sujeto que es
siempre entendido como producto del vínculo con el otro y determinado por su inconsciente. Y en
segundo lugar se enmarcan en una postura ética en el sentido que le otorga Silvia Bleichmar “La
ética siempre está basada en el principio del semejante, es decir en la forma con la que yo enfrento
mis responsabilidades hacia el otro. La ética consiste en tener en cuenta la presencia, la existencia
del otro” (2008:28).
Asumir esta posición implica un miramiento por la singularidad subjetiva y requiere, más que
una serie de técnicas estandarizadas, una postura que interpele la propia subjetividad y
problematice el sentido de nuestras intervenciones, en pos de construir un dispositivo que posibilite
el despliegue del padecimiento psíquico de cada sujeto para acompañarlo a habitar su modo
singular de estar en el mundo.
Cambios en las estrategias clínicas Se han producido cambios en las estrategias terapéuticas
en general, lo que ha llevado a adaptar el
acompañamiento terapéutico a diferentes enfoques
teóricos y prácticas clínicas. Algunas de estas
adaptaciones han generado tensiones entre una
orientación clínica estandarizada y una clínica del caso
por caso, poniendo en juego la singularidad de cada
sujeto y la postura ética del acompañante.