Apuntes Bloque 3 Rev. Industrial Ilustrada
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LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL
Introducción
Pese a que el término “revolución” sugiere que se trata de un fenómeno brusco y corto en el
tiempo, la Revolución Industrial se trata de un proceso de larga duración en el que se producen
cambios tecnológicos, económicos y sociales. Estas innovaciones se llevan a cabo de forma
gradual a lo largo del siglo XVIII, acentuándose en la segunda mitad de la centuria.
Que este proceso se produjera en Gran Bretaña no se debe al azar, sino que existieron una serie
de factores que permitieron este fenómeno en la isla, a saber:
El despegue industrial británico no se puede explicar, sin hablar antes de la revolución agrícola
que tuvo lugar a lo largo del siglo XVIII. Estos cambios en el sector primario permitieron un
aumento de la producción y la productividad agraria, abasteciendo a una población creciente y
produciendo beneficios que se invertirían en los avances técnicos de la industria. Entre las
causas de esta revolución, hay que destacar las siguientes:
➢ Cambios en la propiedad y la explotación de la tierra: El Parlamento Británico aprobó
las Enclosure Acts (“leyes de Cercamiento”), que obligaba a
cercar campos y dehesas comunitarias, pasando a ser propiedad
privada y perjudicando a pequeños propietarios, ya que no tenían
recursos para cercar sus campos, viéndose obligados a vender sus
tierras y emigrar a las ciudades. Estos terrenos fueron a parar a grandes propietarios que
pudieron invertir para aumentar el rendimiento de sus propiedades.
➢ Novedades tecnológicas como la mejora de los arados de hierro
(arado Rotherham) y en los herrajes de los caballos, amén de la
aparición de maquinaria agrícola como la sembradora de Jethro Tull
o las primeras trilladoras mecánicas.
➢ Implantación del sistema Norfolk o rotación cuatrienal. Con dicho sistema de cultivo
se combinaba la plantación de cereales con plantas forrajeras leguminosas, permitiendo
nitrogenar el suelo y prescindir del barbecho. El aumento en la producción del forraje
permitió el crecimiento de la cabaña ganadera,
produciéndose más carne y leche, además de estiércol
para abonar la tierra.
4.-La industria:
La Revolución Industrial no puede entenderse sin la aparición de las fábricas: espacios que
concentraban el capital, los trabajadores, la maquinaria, las materias primas y las fuentes de
energía. Los dos sectores industriales pioneros fueron el textil y la siderurgia.
En lo que respecta a la navegación a vapor, el primer barco lo desarrolló Robert Fulton en 1807
para recorrer el río Hudson. Pese a ello, los barcos de vela convivirán con los de vapor hasta
mediados del siglo XIX, cuando los barcos de rueda de paletas
fueron sustituidos por los de hélice,
mucho más potentes y mejor
preparados para las travesías
transatlánticas; además de permitir un mayor tonelaje y velocidad
Estos avances en los transportes permitieron un incremento del comercio exterior a larga
distancia, acercando diferentes mercados situados en países y continentes distintos. Todo ello
requería grandes inversiones de capital, por lo que las empresas familiares fueron sustituidas
por sociedades mercantiles que agrupaban a múltiples inversores (como las sociedades
anónimas). También creció la actividad bursátil, desarrollándose las Bolsas de todo el mundo
como centros de operaciones financieras. Por último, los bancos también se beneficiaron de la
circulación de capitales, facilitando todo tipo de productos financieros: cheques, letras de
cambio, pagarés...
En lo que respecta a los cambios en la industria, hay que destacar la paulatina sustitución de la
máquina de vapor, el carbón y el hierro por la electricidad, el petróleo y el acero
(posteriormente acero inoxidable), este último gracias al convertidor Bessemer. También se
mejoró la obtención y acabado de nuevos metales como el aluminio, el cobre y el níquel.
Junto a las tradicionales industria textil y siderúrgica, se sumaron otros sectores como la
automovilística, que incorporó novedades como la cadena de
montaje (el pionero fue el modelo Ford T, por iniciativa de Henry
Ford). También se impuso el “taylorismo”
o gestionar científicamente las líneas de
producción para aumentar la productividad.
A la expansión del automóvil le siguió el desarrollo de la industria aeronáutica. A los globos
aerostático de los hermanos Montgolfier, los inventores del globo aerostático. 1783. En 1900,
Von Zeppelin crea su primer
dirigible y el primer avión desarrollado por
los hermanos Wright hacia 1890.
Uno de los cambios más importantes de las sociedades europeas del siglo XIX, fue el desarrollo
y expansión de las ciudades. El aumento de la producción agraria y las transformaciones
económicas impulsaron un masivo éxodo rural, reconvirtiéndose el campesinado en
trabajadores urbanos, generalmente yendo a parar al sector secundario. Este proceso fue
especialmente notable en las grandes capitales europeas como Londres, París, Berlín, Viena y
San Petersburgo; aunque también dejó ver sus efectos en otras múltiples ciudades (Manchester,
Turín, Milán, Barcelona, Madrid, Marsella, Hamburgo, Moscú...).
En las primeras décadas del siglo XIX, las ciudades tuvieron un crecimiento desordenando,
surgiendo barrios obreros que no contaban con las mínimas condiciones de higiene y
salubridad: Las viviendas eran de mala calidad, siendo frecuente el
hacinamiento de varias familias en las mismas, cerca de las fábricas
(en la periferia urbana). Además, tampoco contaban con servicios
básicos como agua potable, alcantarillado, iluminación, mercados,
transporte público, escuelas y hospitales, entre otras.
En contraste, también surgieron barrios burgueses, en
zonas residenciales situadas en el centro urbano y que
sí gozaban de dichos servicios.
En la segunda mitad del siglo XIX, ante el crecimiento
desmedido, las autoridades empezaron a diseñar políticas
de planificación urbanística para intentar corregir esas
desigualdades y modernizar a las grandes urbes. Se
remodelaron los cascos históricos; derribando las murallas,
trazando calles rectas, amplias avenidas y grandes plazas
donde se situaban los edificios públicos. Rodeando el casco histórico se situaban los ensanches
burgueses, que conectaban con los barrios obreros del extrarradio. Los servicios básicos fueron
llegando a todos los emplazamientos y surgieron nuevos edificios como las estaciones de
ferrocarril. En lo que respecta al transporte urbano, surgieron los metros y tranvías, que
acortaban las distancias en unas ciudades que empezaban a tener dimensiones nunca vistas.
La tradicional división por estamentos, típica del Antiguo Régimen se vio sustituida por la
sociedad de clases, siendo el nivel de riqueza el factor que marcaba el estatus social. La
nobleza, si bien conservó parte de su antiguo prestigio
social y siguió marcando en cierta medida algunos
patrones de sociabilidad, será sustituida en la cúspide
social por la alta burguesía, formada por los grandes
hombres de negocios (financieros, industriales o
comerciantes). En algunos casos se produjeron
enlaces matrimoniales entre nobles y burgueses, en el que los primeros ponían los blasones y
el prestigio social; mientras que los segundos aportaban el dinero. Serán estos grupos los que
controlen los niveles más altos de la Administración y del Ejército, además de ser los únicos
con derecho al sufragio, mientras éste fue censitario.
Los obreros especializados gozaron de mayor estabilidad laboral, amén de mejores salarios que
sus compañeros sin cualificar; que tenían que hacer frente a durísimas jornadas laborales de
hasta 12 e incluso 15 horas. La prevención de riesgos laborales brillaba por su ausencia y la
insalubridad de las naves industriales era una constante. Los salarios de los hombres eran muy
bajos, pero aun así solían ser el doble que el de mujeres y niños.
Otro tipo de asociación obrera fueron las Trade Unions, que agrupaban
a diversas organizaciones de un sector productivo. Sus reclamaciones
no eran solamente laborales, sino que también reivindicaban conquistas
políticas como el sufragio universal masculino, el voto secreto y la
reforma de los distritos electorales (para evitar la manipulación de los
sufragios). Esto derivó en la publicación de una “Carta del Pueblo”
(People’s Charter), por la Asociación de Trabajadores de Londres; que pedía llevar al
Parlamento todas estas reformas y surgiendo un movimiento de masas denominado “cartismo”.
Durante una década los obreros se movilizaron en defensa de la democratización del Estado,
siendo duramente reprimidos en la gran manifestación londinense de 1848. Pese a su derrota,
los gobiernos británicos asumieron que la reforma social para mejorar las condiciones de la
clase obrera era inevitable. Como gesto de buena voluntad, los diferentes gobiernos europeos
legalizaron el asociacionismo obrero durante la segunda mitad del siglo XIX.
Paralelos a estos episodios de protesta, fueron surgiendo una serie de pensadores e intelectuales
socialistas, denominados despectivamente por Engels como “utópicos”, que defendían la
creación de una sociedad ideal basada en la igualdad, la armonía social y la solidaridad; con un
enfoque filantrópico, no revolucionario. Algunos de los principales socialistas utópicos fueron:
En la década de los 60 del siglo XIX, el movimiento obrero intentó articularse y coordinarse a
escala internacional, uniéndose las tendencias socialista, marxista y anarquista. El primer
intento se produjo en Londres en 1864, creándose la Asociación Internacional de Trabajadores
(AIT) o Primera Internacional; con delegaciones británicas,
francesas, suizas, alemanas, italianas y polacas; a las que
posteriormente se fueron uniendo otras. Pese a que todos estaban de
acuerdo con mejorar las condiciones de vida de la clase obrera, existían discrepancias sobre el
rumbo político que había que adoptar y las estrategias a seguir. El
fracaso de la Comuna de París (1871), gobierno obrero que surgió
en Francia, tras la guerra Franco-Prusiana, las divisiones internas
fueron en aumento, hasta la disolución definitiva en 1876.
En 1889, coincidiendo con la Exposición Universal de
París y la celebración del primer centenario de la
Revolución Francesa, se creó una nueva alianza
internacional obrera, aunque esta vez sólo incluía a
partidos socialistas. Su denominación fue de II
Internacional y aunque no renunciaban a la lucha de clases, aprobaron su participación en la
vida política parlamentaria para conseguir reformas. En los congresos de la II Internacional se
aprobaron medidas como que el 1 de mayo fuese un día de protesta para exigir la jornada
laboral de ocho horas.