Apuntes Bloque 3 Rev. Industrial Ilustrada

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UNIDAD DIDÁCTICA 3

LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL

El trabajo infantil en la Revolución Industrial

Introducción
Pese a que el término “revolución” sugiere que se trata de un fenómeno brusco y corto en el
tiempo, la Revolución Industrial se trata de un proceso de larga duración en el que se producen
cambios tecnológicos, económicos y sociales. Estas innovaciones se llevan a cabo de forma
gradual a lo largo del siglo XVIII, acentuándose en la segunda mitad de la centuria.

En muchas partes de Europa se puede hablar del surgimiento de focos “protoindustriales”,


como es el caso de los Países Bajos, el norte de Italia o el noreste de España; con familias
campesinas que llevaban a cabo labores manufactureras a las
tradicionales agrícolas y ganaderas; mediante el denominado
domestic system, dado que algunos empresarios facilitaban
instrumentos y materias primas para su realización en casa, fijando
los precios y recogiendo la producción. Sin embargo, la nación
pionera en la Revolución Industrial fue Gran Bretaña.

1.-La industrialización británica

Que este proceso se produjera en Gran Bretaña no se debe al azar, sino que existieron una serie
de factores que permitieron este fenómeno en la isla, a saber:

➢ Control de un gran imperio colonial: Tras haber derrotado a los


holandeses a finales del siglo XVII y exhibiendo un mayor
poderío naval que Francia y España, los británicos dominaban
las principales rutas marítimas mundiales, importando materias primas de diversos
lugares del planeta y teniendo a su disposición mercados extraeuropeos donde vender
sus productos. Además, se tomaron medidas políticas y legales para favorecer a los
productos británicos, como las Navigation Acts de 1651, que obligaba que el transporte
de mercancías se realizase con barcos ingleses o la prohibición que instauró el
Parlamento en 1701 a la venta de tejidos de algodón indio. Los beneficios obtenidos en
el comercio exterior (con privilegios tan rentables como el “asiento de negros” o el
“navío de permiso” con el Imperio Español) permitieron reinvertir capitales en la
industria y en el desarrollo del sector financiero.
➢ Consolidación y crecimiento de un mercado interior: Orográficamente Gran Bretaña no
tenía grandes barreras físicas que dificultasen el transporte terrestre, sino que, al
contrario, el país contaba con una importante red de canales que facilitaba el transporte
fluvial. A esto hay que sumar el tráfico
portuario insular, destacando Londres por
encima de todos ellos. En 1830 hay que sumar
el ferrocarril. Todo ello, sumado al crecimiento
demográfico y del poder adquisitivo de los
británicos, hizo que creciese la demanda de
bienes.
➢ Un sistema político estable: tras las convulsiones del siglo XVII que supusieron el final
de la dinastía Estuardo al frente de la corona británica; con los Hannover arraigó una
monarquía parlamentaria que favorecen a los intereses comerciales y empresariales. La
legislación blindaba derechos como el de propiedad y la libertad de comercio.
➢ Espíritu de innovación: debido a un factor cultural y científico. Dada la iniciativa
privada de artesanos y fabricantes, muchos ingenieros y técnicos experimentaron con
nuevos inventos que supusieron a la larga grandes avances en la producción.

2.-La revolución agraria:

El despegue industrial británico no se puede explicar, sin hablar antes de la revolución agrícola
que tuvo lugar a lo largo del siglo XVIII. Estos cambios en el sector primario permitieron un
aumento de la producción y la productividad agraria, abasteciendo a una población creciente y
produciendo beneficios que se invertirían en los avances técnicos de la industria. Entre las
causas de esta revolución, hay que destacar las siguientes:
➢ Cambios en la propiedad y la explotación de la tierra: El Parlamento Británico aprobó
las Enclosure Acts (“leyes de Cercamiento”), que obligaba a
cercar campos y dehesas comunitarias, pasando a ser propiedad
privada y perjudicando a pequeños propietarios, ya que no tenían
recursos para cercar sus campos, viéndose obligados a vender sus
tierras y emigrar a las ciudades. Estos terrenos fueron a parar a grandes propietarios que
pudieron invertir para aumentar el rendimiento de sus propiedades.
➢ Novedades tecnológicas como la mejora de los arados de hierro
(arado Rotherham) y en los herrajes de los caballos, amén de la
aparición de maquinaria agrícola como la sembradora de Jethro Tull
o las primeras trilladoras mecánicas.

➢ Implantación del sistema Norfolk o rotación cuatrienal. Con dicho sistema de cultivo
se combinaba la plantación de cereales con plantas forrajeras leguminosas, permitiendo
nitrogenar el suelo y prescindir del barbecho. El aumento en la producción del forraje
permitió el crecimiento de la cabaña ganadera,
produciéndose más carne y leche, además de estiércol
para abonar la tierra.

➢ 3.-La revolución demográfica:


Si hay un aumento destacable en Gran Bretaña entre los siglos XVIII y
XX, es la población. En el año 1700 contaba con poco más de 5 millones
de habitantes, mientras que en 1900 la cifra subía a 37 millones. Esto se
debe al mantenimiento de una elevada tasa de natalidad y el brusco
descenso de la mortalidad, proceso que en demografía se denomina
“transición demográfica”.

La mortalidad cayó por la mejora de la alimentación (debido al crecimiento de la producción


agraria), de la higiene (generalización del uso de jabón y ropa interior de algodón, implantación
de los sistemas de alcantarillado) y de la medicina (desarrollo de las vacunas). Esta mejora de
la calidad de vida garantizó también la natalidad, lo que proporcionó mano de obra abundante
y barata, además de una mayor demanda de los productos elaborados, entrando así en un ciclo
de crecimiento sostenido, que hizo que algunos teóricos como Malthus, temiese que el
crecimiento de la población fuese mayor que el crecimiento de la producción de alimentos
(“Primer ensayo sobre la población”).

4.-La industria:

La Revolución Industrial no puede entenderse sin la aparición de las fábricas: espacios que
concentraban el capital, los trabajadores, la maquinaria, las materias primas y las fuentes de
energía. Los dos sectores industriales pioneros fueron el textil y la siderurgia.

En lo que respecta a la industria textil, destacar que la disponibilidad de importar algodón de


las colonias (India, Egipto, Trece Colonias Norteamericanas hasta su independencia...), dio una
gran ventaja a los productores británicos, lo que sumado a la aparición de una serie de máquinas
que permitieron incrementar la producción y la productividad, convirtiendo a la industria textil
británica en la más poderosa del planeta. Entre estos inventos cabe destacar la lanzadera volante
de John Kay (1733), la water frame de Richard Arkwright (1769),
la mule Jenny de Samuel Compton (1779) y
el telar mecánico de Cartwright. Pero sin
lugar a dudas, el invento más importante fue la máquina de vapor,
inventada por James Watt en 1769, cuyo uso se extenderá a otros sectores
industriales y a nuevos medios de transporte.
La demanda de hierro y carbón en la industria textil fomentó el desarrollo de la siderurgia. Este
sector mejoró con la difusión de los altos hornos y el carbón de coque (con mayor poder
calorífico que el carbón vegetal). En 1783, Onion y Cort
inventaron el pudelado y el laminado de hierro, facilitando un
mejor acabado de este. Con el convertidor de Bessemer (1856),
comienza una nueva etapa en la industria siderúrgica, ya que
permitía la transformación del hierro fundido en acero.

5.-El comercio, las finanzas y los transportes:

Paralelo al proceso de industrialización, se va a producir una revolución de los transportes. A


lo largo del siglo XVIII, Gran Bretaña incrementó su red de carreteras y canales, aunque será
con la máquina de vapor cuando aparezcan nuevos medios de transporte, ya en el siglo XIX.
Stephenson construyó la primera locomotora a vapor en 1814, obteniendo la concesión de la
primera línea ferroviaria en 1829 (conectando Manchester con Liverpool). El trazado de la red
ferroviaria estimuló la producción de carbón y hierro, además de potenciar el capitalismo
financiero, creándose diversas compañías y sociedades de inversión para tal fin.

En lo que respecta a la navegación a vapor, el primer barco lo desarrolló Robert Fulton en 1807
para recorrer el río Hudson. Pese a ello, los barcos de vela convivirán con los de vapor hasta
mediados del siglo XIX, cuando los barcos de rueda de paletas
fueron sustituidos por los de hélice,
mucho más potentes y mejor
preparados para las travesías
transatlánticas; además de permitir un mayor tonelaje y velocidad

Estos avances en los transportes permitieron un incremento del comercio exterior a larga
distancia, acercando diferentes mercados situados en países y continentes distintos. Todo ello
requería grandes inversiones de capital, por lo que las empresas familiares fueron sustituidas
por sociedades mercantiles que agrupaban a múltiples inversores (como las sociedades
anónimas). También creció la actividad bursátil, desarrollándose las Bolsas de todo el mundo
como centros de operaciones financieras. Por último, los bancos también se beneficiaron de la
circulación de capitales, facilitando todo tipo de productos financieros: cheques, letras de
cambio, pagarés...

6.-La expansión de la Revolución Industrial:

A partir de mediados del siglo XIX, el proceso de modernización económica y tecnológica


experimentó un fuerte impulso. Pese a que Reino Unido siguió siendo la potencia hegemónica
(siendo la libra esterlina la moneda de referencia en el comercio internacional), diversos países
del continente europeo (Bélgica, Francia, Alemania...) y de otros continentes (EEUU y Japón)
se fueron incorporando a este fenómeno, denominado como Segunda Revolución Industrial.

Tras la unificación alemana en 1870, Alemania se convirtió en la segunda potencia industrial,


con una red de transporte ferroviario bien vertebrada, grandes
yacimientos de carbón y hierro en regiones como el Ruhr, Alta
Silesia y el Sarre; un potente sistema educativo y científico, una
concentración industrial que facilitó la creación de grandes
empresas (Krupp en siderurgia, BAYER en la química...) y el
intervencionismo estatal.

En el caso de EEUU, tras el final de


la Guerra de Secesión en 1865, se
dio un vertiginoso crecimiento
económico que la convirtió en la
primera potencia industrial en
vísperas de la Primera Guerra Mundial. Entre las causas que
lo explican se encuentran la gran disponibilidad de recursos naturales (oro, hierro, petróleo,
carbón...), abundante mano de obra (debido a la inmigración masiva europea), rápida
construcción de una red ferroviaria y telegráfica (que permitió crear un potente mercado
nacional) y un sistema empresarial que facilitó la creación
de grandes empresas, en algunos casos auténticos
monopolios como la Standard Oil.

Japón inició su industrialización con la Revolución Meiji de 1868,


restaurándose el poder imperial y terminando con el feudalismo. El
Estado japonés monopolizó la actividad económica, promoviendo la
formación de empresas públicas, desarrollando un sistema educativo
moderno y una armada de guerra potente. Los zaibatsu (empresas monopolísticas japonesas)
se convirtieron en las grandes exportadoras de manufacturas en el Extremo Oriente.

En lo que respecta a los cambios en la industria, hay que destacar la paulatina sustitución de la
máquina de vapor, el carbón y el hierro por la electricidad, el petróleo y el acero
(posteriormente acero inoxidable), este último gracias al convertidor Bessemer. También se
mejoró la obtención y acabado de nuevos metales como el aluminio, el cobre y el níquel.

La invención de transformadores, alternadores y


cables de alta tensión; permitieron el desarrollo de
la electricidad, tanto en el alumbrado público como
para aparatos eléctricos de uso doméstico (teléfono, fonógrafo, radio...) e industrial.

El petróleo alcanzó gran importancia tras la invención del motor


de explosión por Karl Benz, alimentado por gasolina (1885) y el
motor de aceite pesado por Rudolf
Diesel, alimentado por gasóleo
(1897).

Junto a las tradicionales industria textil y siderúrgica, se sumaron otros sectores como la
automovilística, que incorporó novedades como la cadena de
montaje (el pionero fue el modelo Ford T, por iniciativa de Henry
Ford). También se impuso el “taylorismo”
o gestionar científicamente las líneas de
producción para aumentar la productividad.
A la expansión del automóvil le siguió el desarrollo de la industria aeronáutica. A los globos
aerostático de los hermanos Montgolfier, los inventores del globo aerostático. 1783. En 1900,
Von Zeppelin crea su primer
dirigible y el primer avión desarrollado por
los hermanos Wright hacia 1890.

La industria química fue otro sector de creciente importancia, con aplicaciones


en campos tan diversos como abonos para la agricultura, fabricación de papel,
medicamentos, explosivos...

7.-El desarrollo de las ciudades:

Uno de los cambios más importantes de las sociedades europeas del siglo XIX, fue el desarrollo
y expansión de las ciudades. El aumento de la producción agraria y las transformaciones
económicas impulsaron un masivo éxodo rural, reconvirtiéndose el campesinado en
trabajadores urbanos, generalmente yendo a parar al sector secundario. Este proceso fue
especialmente notable en las grandes capitales europeas como Londres, París, Berlín, Viena y
San Petersburgo; aunque también dejó ver sus efectos en otras múltiples ciudades (Manchester,
Turín, Milán, Barcelona, Madrid, Marsella, Hamburgo, Moscú...).

No toda la emigración fue a parar a las grandes ciudades europeas,


sino que emigró a otros continentes: EEUU, Argentina, Brasil,
México, Canadá, Sudáfrica, Australia, Nueva Zelanda...

En las primeras décadas del siglo XIX, las ciudades tuvieron un crecimiento desordenando,
surgiendo barrios obreros que no contaban con las mínimas condiciones de higiene y
salubridad: Las viviendas eran de mala calidad, siendo frecuente el
hacinamiento de varias familias en las mismas, cerca de las fábricas
(en la periferia urbana). Además, tampoco contaban con servicios
básicos como agua potable, alcantarillado, iluminación, mercados,
transporte público, escuelas y hospitales, entre otras.
En contraste, también surgieron barrios burgueses, en
zonas residenciales situadas en el centro urbano y que
sí gozaban de dichos servicios.
En la segunda mitad del siglo XIX, ante el crecimiento
desmedido, las autoridades empezaron a diseñar políticas
de planificación urbanística para intentar corregir esas
desigualdades y modernizar a las grandes urbes. Se
remodelaron los cascos históricos; derribando las murallas,
trazando calles rectas, amplias avenidas y grandes plazas
donde se situaban los edificios públicos. Rodeando el casco histórico se situaban los ensanches
burgueses, que conectaban con los barrios obreros del extrarradio. Los servicios básicos fueron
llegando a todos los emplazamientos y surgieron nuevos edificios como las estaciones de
ferrocarril. En lo que respecta al transporte urbano, surgieron los metros y tranvías, que
acortaban las distancias en unas ciudades que empezaban a tener dimensiones nunca vistas.

8.-La sociedad de clases:

La tradicional división por estamentos, típica del Antiguo Régimen se vio sustituida por la
sociedad de clases, siendo el nivel de riqueza el factor que marcaba el estatus social. La
nobleza, si bien conservó parte de su antiguo prestigio
social y siguió marcando en cierta medida algunos
patrones de sociabilidad, será sustituida en la cúspide
social por la alta burguesía, formada por los grandes
hombres de negocios (financieros, industriales o
comerciantes). En algunos casos se produjeron
enlaces matrimoniales entre nobles y burgueses, en el que los primeros ponían los blasones y
el prestigio social; mientras que los segundos aportaban el dinero. Serán estos grupos los que
controlen los niveles más altos de la Administración y del Ejército, además de ser los únicos
con derecho al sufragio, mientras éste fue censitario.

Un escalón por debajo estaría la denominada clase media. Este grupo


englobaría a los sectores sociales intermedios, que no formaban parte de la
élite social pero tampoco de los trabajadores manuales (cualificados y sin
cualificar). Estarían pequeños y medianos comerciantes, propietarios de
talleres artesanos, profesionales liberales (abogados, médicos, ingenieros,
farmacéuticos, periodistas...), funcionarios... Esta mesocracia sería vital para la consolidación
de los sistemas políticos liberales y la formación de los Estados nacionales.
La sociedad burguesa estaba marcada por la búsqueda de la riqueza económica y el bienestar
material. También se fue consolidando una identidad cultural con sus propios espacios de
sociabilidad pública (estando dominada completamente por los hombres, como los cafés, los
casinos y los clubes). El ocio era un elemento de distinción social y respetabilidad, con nuevas
modalidades como los balnearios, teatros, óperas, excursiones campestres o deportes).

La clase obrera, proletarios, sería el grupo más numeroso,


compartiendo todos ellos la condición de asalariados:
dependían de la fuerza de sus manos para conseguir un
jornal. Si bien, la industria fue el sector económico en
expansión, en
buena parte de Europa siguió existiendo un
importante contingente de población que seguía
trabajando en el sector primario (como era el caso
de Rusia, España, Portugal o Italia).

Las condiciones de vida estaban marcadas por el desarraigo y la inseguridad (a la permanencia


en el puesto de trabajo, a la enfermedad, a un accidente laboral, a la vejez...), abusos como la
explotación laboral de los niños no se empezarán a corregir hasta mediados de la centuria (en
1839 se prohibió el trabajo en las minas a los menores de nueve años en Prusia y en el Reino
Unido a los menores de diez años en 1842. En Francia no se suprimirá el trabajo infantil en las
fábricas hasta 1874) y no será hasta el último tercio del siglo XIX cuando se desarrollen
programas estatales de protección social, siendo Alemania la pionera en este campo: seguro de
enfermedad para los trabajadores industriales (1883), de accidentes (1884), vejez (1889).

Los obreros especializados gozaron de mayor estabilidad laboral, amén de mejores salarios que
sus compañeros sin cualificar; que tenían que hacer frente a durísimas jornadas laborales de
hasta 12 e incluso 15 horas. La prevención de riesgos laborales brillaba por su ausencia y la
insalubridad de las naves industriales era una constante. Los salarios de los hombres eran muy
bajos, pero aun así solían ser el doble que el de mujeres y niños.

9.-El movimiento obrero:

Durante el siglo XIX, los trabajadores, conscientes de la explotación laboral y la exclusión


política que padecían, comenzaron a organizarse para intentar mejorar sus condiciones de vida.
A este proceso de organización y lucha se le ha denominado como “movimiento obrero”,
aunque no se trata de un fenómeno unitario, sino que existieron multitud de enfoques y
corrientes distintas.

Entre las primeras acciones de protesta obrera, destacan los


episodios de destrucción de máquinas, frecuentes en el
Reino Unido durante el primer tercio del siglo XIX, debido
al temor que producía la introducción de maquinaria
moderna, que les podría dejar sin trabajo. Esta corriente
adoptó el nombre de ludismo, debido a una serie de
pasquines y anónimos firmados por Ned Ludd, una figura
ficticia que amenazaba a los empresarios textiles que pretendían incorporar hiladores y telares
mecánicos en sus fábricas.

El paso siguiente, tras estas protestas esporádicas y desorganizadas, fue la creación de


asociaciones de obreros estables, prohibidas por el Gobierno británico entre los años 1799 y
1800. Los numerosos incidentes, con represión violenta incluida, llevaron a replantear la
postura gubernamental, autorizando en 1824 a la creación de Sociedades de Socorros Mutuos;
con una finalidad asistencial. Los miembros de dichas Sociedades se comprometían a prestar
ayuda a los otros miembros en caso de accidente o enfermedad; aunque también se organizaron
huelgas, usando los fondos como “caja de resistencia”.

Otro tipo de asociación obrera fueron las Trade Unions, que agrupaban
a diversas organizaciones de un sector productivo. Sus reclamaciones
no eran solamente laborales, sino que también reivindicaban conquistas
políticas como el sufragio universal masculino, el voto secreto y la
reforma de los distritos electorales (para evitar la manipulación de los
sufragios). Esto derivó en la publicación de una “Carta del Pueblo”
(People’s Charter), por la Asociación de Trabajadores de Londres; que pedía llevar al
Parlamento todas estas reformas y surgiendo un movimiento de masas denominado “cartismo”.
Durante una década los obreros se movilizaron en defensa de la democratización del Estado,
siendo duramente reprimidos en la gran manifestación londinense de 1848. Pese a su derrota,
los gobiernos británicos asumieron que la reforma social para mejorar las condiciones de la
clase obrera era inevitable. Como gesto de buena voluntad, los diferentes gobiernos europeos
legalizaron el asociacionismo obrero durante la segunda mitad del siglo XIX.
Paralelos a estos episodios de protesta, fueron surgiendo una serie de pensadores e intelectuales
socialistas, denominados despectivamente por Engels como “utópicos”, que defendían la
creación de una sociedad ideal basada en la igualdad, la armonía social y la solidaridad; con un
enfoque filantrópico, no revolucionario. Algunos de los principales socialistas utópicos fueron:

➢ Robert Owen (1771-1858). Fue un industrial inglés que


mejoró las condiciones laborales de sus obreros en su
fábrica de algodón de New Lanark. Entre otras medidas,
redujo la jornada laboral, aumentó los salarios y creó
escuelas para los obreros y sus familias. Su éxito en la
fábrica le llevó a crear una comunidad ideal en EEUU (New Harmony), que fracasó,
aunque sirvió de inspiración para otras iniciativas cooperativistas.
➢ Conde de Saint-Simon (1760-1825). Noble francés que
creía en el progreso técnico y en la creación de una nueva
sociedad basada en la producción. Al frente del Estado
deberían figurar científicos y técnicos que velasen por el
bienestar.
➢ Charles
Fourier
(1772-1837).
Propuso la
creación de cooperativas agrícolas e industriales autosuficientes, denominadas
falansterios.
➢ Pierre-Joseph Proudhon (1809-1865). Autor de la obra
“¿Qué es la propiedad?”, denunció la propiedad privada
como un robo y defendía la creación de sociedades
mutualistas. Es considerado uno de los precursores del
anarquismo.

Frente a las críticas morales y las propuestas


idealistas de los socialistas “utópicos”, Marx y
Engels definieron sus propuestas como de
“socialismo científico” (y posteriormente
“marxismo”), defendiendo la participación activa en
el movimiento obrero. En 1848 publicaron el
“Manifiesto comunista”, defendiendo ideas como la lucha de clases, teniéndose que lanzar la
clase obrera a la conquista del poder. Karl Marx publicó “El capital” en 1867, en la que
analizaba el funcionamiento de la economía capitalista, acusando a la burguesía de acaparar
los medios de producción y la plusvalía (la diferencia entre el valor de la producción de un
trabajador y lo que realmente recibe como salario). Para acabar con esto, había que suprimir la
propiedad privada y derribar el capitalismo. La vía para conseguirlo, según Marx, era la toma
del poder político mediante una revolución.

Junto con el marxismo, el anarquismo se convirtió en la otra gran


ideología que defendía la acción revolucionaria de los trabajadores. Sus
bases doctrinales hay que verlas en los escritos del ruso Mijáil Bakunin.
A diferencia del marxismo, que consideraba solamente a los trabajadores
industriales como potencialmente revolucionarios, los anarquistas
también incluían al campesinado en esta categoría. Perseguían la
destrucción del capitalismo, aunque a diferencia de una toma planificada
del poder político que planteaban los marxistas, los anarquistas creían en un movimiento
revolucionario espontáneo y generalizado. Algunos anarquistas siguieron la vía de “la
propaganda por el hecho”, que justificaba el terrorismo para acabar con el sistema capitalista.
La otra vía era la sindical, creando un rico entramado sociocultural (ateneos libertarios,
escuelas, periódicos, centros sociales...) donde se difundían los principios de libertad
individual, solidaridad, anticlericalismo y antimilitarismo.

En la década de los 60 del siglo XIX, el movimiento obrero intentó articularse y coordinarse a
escala internacional, uniéndose las tendencias socialista, marxista y anarquista. El primer
intento se produjo en Londres en 1864, creándose la Asociación Internacional de Trabajadores
(AIT) o Primera Internacional; con delegaciones británicas,
francesas, suizas, alemanas, italianas y polacas; a las que
posteriormente se fueron uniendo otras. Pese a que todos estaban de
acuerdo con mejorar las condiciones de vida de la clase obrera, existían discrepancias sobre el
rumbo político que había que adoptar y las estrategias a seguir. El
fracaso de la Comuna de París (1871), gobierno obrero que surgió
en Francia, tras la guerra Franco-Prusiana, las divisiones internas
fueron en aumento, hasta la disolución definitiva en 1876.
En 1889, coincidiendo con la Exposición Universal de
París y la celebración del primer centenario de la
Revolución Francesa, se creó una nueva alianza
internacional obrera, aunque esta vez sólo incluía a
partidos socialistas. Su denominación fue de II
Internacional y aunque no renunciaban a la lucha de clases, aprobaron su participación en la
vida política parlamentaria para conseguir reformas. En los congresos de la II Internacional se
aprobaron medidas como que el 1 de mayo fuese un día de protesta para exigir la jornada
laboral de ocho horas.

En el año 1891, el papa León XIII publicó la


encíclica “Rerum novarum”, en la que, pese a que
defendía la propiedad privada, reconocía el derecho
que tenían los trabajadores sindicarse. Creía que la
Iglesia debía practicar un catolicismo social que
frenase la “descristianización” de la sociedad, creando sindicatos que aunasen a los patronos y
los obreros, mejorando las condiciones de vida de los segundos sin amenazar la riqueza de los
primeros. Desde ese momento se potenció la creación de sindicatos católicos basados en los
principios de la doctrina social de la iglesia.

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