437-Texto Del Artículo-879-1-10-20180315
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un acercamiento a su fundamentación
socio-política
SUMARIO: 1. Los principios generales de la cultura jurídica maya (algunos aspectos) / 2.Su derecho penal
/ 3. Su derecho familiar / 4. El derecho sucesorio / 5. Los contratos / 6. El derecho laboral y agrario
/ 7. El derecho procesal / 8. El derecho de clases / 9. El derecho a la guerra.
*
Profesor investigador del Depto de Derecho de la UAM-A
**
Museo Nacional de Antropología e Historia. Sala Maya. Ciudad de México. Julio de 2007.
[155]
Sección Artículos de Investigación
la valorización de la prue-
ba los jueces empleaban el Su administración de justicia era expe-
sistema de la sana crítica o dita y definitiva. La impartían los
lógico. Partían del indicio y batabs, quienes eran importantes
llegaban a la prueba plena. funcionarios, designados directamente
La sanción era proporcional por
al valor y al resultado de la el halach uinic o autoridad suprema.
prueba. Existía la prueba preconstituida. Ante los jueces no era factible mentir. Las
decisiones judiciales se cumplían inmediata e irremediablemente. Los procesos judi-
ciales no admitían medios de impugnación.
En su estructura jurídica podemos apreciar una fuerte influencia del medio am-
biente.
2. El derecho penal
Los pueblos mayas contaban con leyes que sancionaban los actos ilegítimos que
per- judicaran bienes fundamentales, las aplicaban de manera significativa al
adúltero, que era entregado al ofendido para que le matase soltándole una piedra
grande desde lo alto sobre la cabeza, o lo perdonara si quería; y a las adúlteras, a
quienes no daban otra pena más que la infamia, que entre ellos era cosa muy
grave; y al que violaba a una doncella lo mataban a pedradas; en algunos de sus
pueblos sacrificaban a los adúlteros extrayéndoles las vísceras por el ombligo.
La gente del pueblo construía a su costa las casas de los señores. Ninguna casa
tenía puerta, y si alguien la allanaba para causar daño en las personas o los bienes,
recibía severo castigo, que casi siempre era la muerte antecedida de tortura.1
Los mayas no aplicaban sanciones penales por deudas civiles. Sí por adulterio,
hurto y otros delitos, pero había de ser sorprendiendo al infractor en flagrancia. La
prisión consistía en atar las manos del delincuente a su espalda y ponerle en la
gargan- ta una collera hecha de palos, y cordeles. Todavía en el año 1688 se valían
de dicho medio, especialmente con los que sacaban de los montes, habiendo estado
fugitivos. De aquella forma eran llevados a unas jaulas de madera, que servían de
cárcel, y en ellas eran puestos los condenados a muerte, los esclavos fugitivos y los
presos en la guerra. Esas jaulas, dicen las fuentes, eran pintadas de diversidad de
colores. Castiga- ban los vicios rigurosamente. De las sentencias no había apelación.
Merecía pena de muerte quien seducía a mujer casada o a hija de familia. Son varias
y autorizadas las voces que refieren el caso de un señor de la ciudad de Mayapán,
cabeza del señorío,
1
Landa, fray Diego de. Relación de las Cosas de Yucatán. Ed. Consejo Nacional para la Cultura y las Artes.
Colección Cien Textos Fundamentales para el Mejor Conocimiento de México. 1a. ed., 1994. pp. 97-113.
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Sección Artículos de Investigación
2
Cruz Barney, Oscar. Historia del Derecho en México. Oxford. 1a. ed. México, 2002. p. 6.
3
Hagen, Victor W. Von. Los Mayas, edit. Joaquín Motriz. 19a. reimp. de la 1a. ed. México, 1987. p. 82.
4
Landa. op. cit. p. 131.
5
Cfr. Chimay Marcos de. Supersticiones y leyendas mayas, en Revista de Mérida, 1905
El hoolpop exclamó: quien quiera que tú seas, el que has tomado lugar entre los
baldzames de Mayapán, puedes referir al pueblo tus cuitas.
El penúltimo de la fila alzó la voz y dijo:
¡Pueblo de Mayapán! Vengo a contarte una historia triste; escúchala y advierte
cómo se cumplen tus leyes!
La liviandad, continuó, ha sido siempre un crimen y la seducción de una joven se
ha castigado con la muerte; pero esto acontece con el pueblo; los grandes del reino
pueden divertirse sin temor a las leyes; pueden abusar de la inocencia impunemente
y menospreciar los derechos del desvalido.
Calla, baldzam, gritó el hoolpop; estás faltando a la verdad y ofendiendo a la
justi- cia; en Mayapán, rigen las leyes con igualdad.
Y luego, dando un gran suspiro, el baldzam se puso la diestra sobre el corazón y
dijo:
Llamó un pobre a las puertas de Yelmal, rogándole que le diese albergue durante
la noche que era lluviosa.
Al día siguiente las pobres mujeres lloraban inconsolables la ofensa más grande
que se las podía inferir.
Al cabo de algunos días volvió el joven a la casa de su amada y sorprendió
huyen- do al traidor.
Yo soy, noble hoolpop,
yo soy, pueblo de ¡Pueblo de Mayapán. Vengo a
Mayapán, el amante de contarte una historia triste;
Yelmal muerta a escúchala y advierte cómo se
consecuencia de un cri- cumplen tus leyes!
men que no se ha castigado
por tratarse de un noble de
sangre real.
Calla, baldzam, gritó el hoolpop; muéstranos al traidor y verás si no hay justicia
en Mayapán, y si el rey Xocbitun no hiere por igual al pobre y al poderoso.
Ha huido, dijo; pero buscadle en el palacio real y allí le encontraréis.
¡Zamná nos asista! exclamó el hoolpop. ¿En el palacio real? ¡Calumnia!
¡Traición! la familia real es incapaz de ese crimen.
¿Incapaz? ¿Incapaz? Interrogó amargamente el baldzam; pues bien, llamad al
príncipe Ozil, preguntadle, y si su aspecto, y si su voz, y su confusión no os
denuncian al traidor, no os persuaden de su crimen, traedlo a mi presencia, y yo,
Nolmail, peche- ro de Mayapán le diré al noble príncipe sois el infame que traicionó
a Yelmal. Y si el poder le ampara, si el rey le protege, y no hay justicia contra él, si
por tratarse de un vástago de sangre real, la ley es letra muerta y una irrisión sus
preceptos, aún queda del veneno que apuró Yelmal; él me librará de presenciar la
impunidad.
159
El derecho maya prehispánico..., pp. 155-178
3. El derecho de familia
Nacimiento y pubertad
Antes de alcanzar la edad necesaria para el matrimonio, los mayas debían cumplir
tres ceremonias que señalaban otras tantas etapas de su vida, y fijaban su situación
civil ante la sociedad. Esas etapas eran:
11
Durand Alcántara, Carlos Humberto, coordinador; Antonio Salcedo Flores, et. al. El Derecho al
Desarrollo Social. Una Visión desde el Multiculturalismo. El Caso de los Pueblos Indígenas. Un
Acercamiento al Uni- verso Jurídico de los Aztecas. ed. Porrúa. 1a. ed. México, 2008. pp. 221-242.
12
Margadant S., Guillermo Floris. Introducción a la Historia del Derecho Mexicano. ed. Esfinge. 15a. ed.
México, 1998. pp. 21 y 22.
13
Museo Nacional de Antropología e Historia. Sala Maya. Ciudad de México, 2007. Valga precisar que con-
forme a estudios desarrollados por la filología, se sabe que los mayas elaboraron un silabario iconográfico,
de ahí que establezcamos las codificaciones señaladas.
14
Basauri, Carlos. La Población Indígena de México. Tomo II, ed. Consejo Nacional para la Cultura y las
Artes. Instituto Nacional Indigenista. 2a. ed. México, 1990. p. 77.
161
Sección Artículos de Investigación
El paal. A los cinco días de vida, el recién nacido recibía su nombre o paal kaba.
Recibía también el apellido de la estirpe de su padre, el apellido combinado de
las estirpes de su padre y madre, así como su sobrenombre.
El hetzmek. A los tres meses de edad en el caso de las mujeres y a los cuatro
meses en los hombres, se celebraba el hetzmek, que consistía en llevar a
horcajadas sobre la cadera al niño por primera vez, acto que simbolizaba, en el
caso de la mujer, la cocina maya compuesta de tres piedras, y en el caso del
hombre, la milpa, con sus cuatro esquinas.
El caputzihil. Cuando cumplían los doce años de edad se celebraba de manera
colectiva el rito de la pubertad, que habilitaba a todos los participantes para
contraer matrimonio.
El matrimonio
Los mayas se casaban a la edad de veinte años. Con demasiada facilidad dejaban los
hombres a las mujeres, sin temor de que otro las tomara o después volver a ellas, no
obstante los varones mostraban muchos celos y de ninguna manera toleraban que
sus mujeres les fueran infieles.
Si cuando el varón repudiaba a su mujer los hijos eran niños, dejábanlos a las ma-
dres; si ya eran grandes, los varones quedaban con los padres, y las niñas con las
madres.
15
Landa. op. cit. pp. 121-122; 125 y 126.
16
Cruz Barney, Oscar. op. cit. pp. 5-6.
17
Riva Palacio. op. cit. p. 353.
18
Landa. op. cit. p. 100.
163
Sección Artículos de Investigación
4. El derecho sucesorio
“Los indios mayas no admitían que las hijas heredaran con los hermanos sino por
vía de piedad o voluntad; y entonces dábanles algo del montón y lo demás lo
repartían igualmente los hermanos, salvo que al que más notablemente había
ayudado a allegar la herencia, dábanle su equivalencia; y si eran todas hijas,
heredaban los hermanos del padre o los más indicados; y si eran de edad que no era
prudente entregarles la ha- cienda, dábanla a un tutor, deudo más cercano, el cual
asignaba cierta renta a la madre para criarlos porque no usaban dejar nada en poder
de las madres, o quitábanles los niños, principalmente siendo los tutores hermanos
del difunto. Estos tutores daban, lo que así se les entregaba, a los herederos cuando
eran de edad y si tal no hacían era gran deshonra para ellos, y causa de muchas
contiendas. Cuando así lo entregaban era delante de los señores y principales,
quitando lo que habían dado para criarlos; y no daban de las cosechas de las
heredades sino cuando eran colmenares y algunos árboles de cacao, porque decían
que harto era tenerlos en pie. Si cuando el señor se moría no estaban los hijos en
edad de regir y tenía hermanos (el difunto), regía el ma- yor de los hermanos o el
más desenvuelto, y mostraban al heredero sus costumbres y fiestas para cuando
fuera hombre; y estos hermanos, aunque el heredero (tuviese ya la edad) para regir,
mandaban toda su vida; y si no había hermanos, los sacerdotes y gente principal
elegían un hombre suficiente para ello.”20
El cargo de halach uinic o ahau, se heredaba por el hijo mayor.21
“Si moría el señor, aunque le sucediere el hijo mayor, eran siempre los demás
hijos muy obedecidos, ayudados y tenidos por señores.”22
Las mujeres no heredaban derechos, sí obligaciones y esclavitud. Esta es una de
las raras excepciones en que vemos que a la mujer se le da un trato desventajoso en
comparación con el hombre.23
“Las leyes sobre las herencias eran tan precisas que no hacía falta testar. Hereda-
ban primero los hijos y, en su defecto, los parientes más cercanos, pero no las hijas.
Parece que las mismas leyes hereditarias regían para el mando de la Nación, y
que el hijo heredaba el poder real del padre; sabemos que así sucedía con los
batabs o
19
Coe, Michael D. Los Mayas, Incógnitas y Realidades. ed. Diana. 3a. impr. México, 1989. pp. 203-204.
20
Landa. op. cit. pp. 120 y 121.
21
Soustelle, Jacques. Los Mayas. ed. Fondo de Cultura Económica. 1a. ed. en español, México, 1988. p.
168, y Margadant, op. cit. p. 21.
22
Landa. Ib. p. 114.
23
Landa, Ib. p. 121; López Cogolludo, op. cit. p. 181, y Riva Palacio op. cit. p. 353.
5. Los contratos
En los mercados trataban todas cuantas cosas había en esa tierra. Fiaban, prestaban
y pagaban cortésmente y sin usura.
En las ventas y contratos, no había escritos que obligasen, ni cartas de pago, que
satisficiesen; pero quedaba el contrato válido, con que bebiesen públicamente
delante de testigos. Nunca el deudor negaba la deuda, aunque no la pudiese pagar
tan presto; pero quedaba asegurada para los acreedores confesando; porque la
mujer, hijos y parientes del deudor, la pagaban después de su muerte.25
24
Riva Palacio. op. cit. p. 353.
25
López Cogolludo, fray Diego. Historia de Yucatán. Editorial Academia Literaria. Colección de Grandes
Crónicas Mexicanas. México, 1957. pp. 180-181.
26
Coe. pp. 205 y 206.
165
Sección Artículos de Investigación
Cada familia recibía, con intervención de los sacerdotes, una parcela de 20 por 20
pies (alrededor de 37 m2), para su uso personal (parece que, fuera de esta parcela, se
cultivó bajo un sistema colectivo).27
El halach uinic nombraba gobernadores, los batabs, cuya misión era tanto admi-
nistrativa (sobre todo debían velar por la buena ejecución de los trabajos agrícolas
y por el pago del tributo) como judicial y militar. A la gente común se le designaba
mediante el término náhuatl de macehual, aplicado a los trabajadores libres aunque
sujetos al pago del tributo.
Las dimensiones grandiosas y la perfección artística de las pirámides, los
templos, los palacios, las estelas y los altares de las ciudades clásicas, prueban que
la jerarquía social funcionaba, que su autoridad se obedecía, que los especialistas
(albañiles, ta- lladores de piedra, escultores, pintores y cinceladores) ejecutaban sus
trabajos y sus obras según los planos de los dirigentes, y que los campesinos
producían excedentes de subsistencias a la medida de las necesidades.28
Los sacerdotes, después de consultar sus calendarios, talismanes y sortilegios, en-
tregaban a los padres del pequeño, una hoja de amate, plumas y tierras colorantes.
Ello significaba que su hijo estaba destinado a pintar los códices, labor muy
preciada porque de ella dependía registrar la historia y todo el conocimiento. 29
Los esclavos. Llamados penta, eran mayas que habían sido capturados en la guerra.
Cuando un guerrero capturaba a un enemigo en la batalla, el aprehendido se
convertía en su propiedad personal. Podía utilizarlo para trabajar o venderlo.31
Cuando un guerrero capturaba a un La nobleza. Estaba integra-
enemigo en la batalla, el aprehendido da por el gobernante halach
se convertía en su propiedad personal. uinic y su familia o almehe-
Podía utilizarlo para trabajar o noob. Después del cacique,
venderlo. existían los batahoob o jefes
27
Margadant. pp. 20-21.
28
Soustelle. pp. 168-172.
29
Sodi M; Demetrio. Los Mayas. ed. Panorama. 6a. ed. México, 1987.
30
Ruz Lhullier, Alberto. Los Antiguos Mayas. ed. Fondo de Cultura Económica. 3a. ed. México, 2000. p. 130.
31
Hagen. op. cit. pp. 81-82.
32
Cruz Barney. op. cit. p. 5.
33
Landa. op. cit. pp. 113-134.
34
MNAH. Sala Maya.
167
Sección Artículos de Investigación
por causa de las guerras, salvo aquellas heredades para sembrar árboles frutales, y
tierras que hubiesen sido compradas por algún respeto de mejoría. También eran co-
munes las salinas, que estaban en las costas del mar, y los moradores más cercanos
a ellas, solían pagar su tributo a los señores de Mayapán, con alguna sal de la que
recogían.35
7. El derecho procesal
Los señores regían el pueblo, concertaban los litigios y ordenaban las cosas de sus
“repúblicas”, todo lo cual hacían por manos de los más principales, que eran muy
obedecidos y estimados, especialmente de la gente rica a quienes visitaban; tenían
palacio en sus casas donde concertaban las cosas y los negocios, principalmente de
noche.
Los agravios que
hacían unos a otros,
mandaba satisfacer el
señor del pueblo del
dañador; y si no, era
ocasión y nutrimento
de más pasiones. Y
si eran de un mismo
pueblo lo comunica-
ban al juez que era
árbitro, Y examina-
do el daño mandaba
la satisfacción; y si
no era suficiente, los
Uxmal en tiempos Postclásico (900 dC a
amigos y parientes
del dañador ayuda-
ban a pagar.
La sucesión de de-
rechos, el albaceaz-
go, la administración
de los bienes y su ad-
judicación, se
Halach uinic, el hombre verdadero, era el más grande de los capitanes. llevaba a cabo con la
Fungía como jefe de varias otras ciudades mayas. presen-
35
López Cogolludo. op. cit. p. 180.
“Trascendió el caso de un indio que fue enjuiciado bajo el cargo de tratar de hacer cir-
cular falsas semillas de cacao como si fueran auténticas. Dentro de una de las casas de
piedra labrada, a un lado del mercado, estaba sentado el indio con las manos atadas a
su espalda. Sobre un estrado cubierto con una estera tejida estaba sentado el juez.
Escu- chó a ambas partes en conflicto: al hombre que había recibido el dinero falso y
al que lo había entregado. Si se le encontraba culpable, quien había entregado el
dinero sería
36
López Cogolludo, fray Diego. Valiéndose de la Relación de Gaspar Antonio Xiu (Indígena Intérprete por
el Rey en el Juzgado Mayor de Yucatán), y siguiendo a Pedro Sánchez de Aguilar. Libro Cuarto, Capítulo
IV. pp. 180-182.
169
Sección Artículos de Investigación
convertido en esclavo. Si lo había hecho circular sin saber que era falso, sólo tendría
que pagar al ofendido.”37
cabezados por un plebeyo importante, escogido cada año entre los cuatro sectores
que formaban cada asentamiento. Además de sus deberes de administrador y
magistrado (juez), el batab era un jefe guerrero.41
Los batahoob ejercían, en sus respectivos distritos, el poder ejecutivo y el
judicial; el batab, en su carácter de juez, sentenciaba a los criminales y resolvía las
causas civiles. Si estas últimas eran de mucha importancia, consultaba al halach
uinic, antes de dictar sentencia.42
8. El derecho de clases 43
La sociedad maya parece haberse dividido en cuatro clases generales: la nobleza (en
maya almenehoob); el sacerdocio (ah kinoob); los plebeyos (ah chembal uinicoob),
y los esclavos (pentacoob).
La nobleza
171
Sección Artículos de Investigación
44
MNAH. Sala Maya. Dintel 32.
172 alegatos, núm. 71, México, enero/abril de 2009
El derecho maya prehispánico..., pp. 155-178
Cada estado maya poseía su propia dinastía gobernante y un territorio, más o me-
nos definido, bajo su control. En las guerras, los territorios conquistados no siempre
se anexaban al del vencedor, sino que seguían existiendo como estados autónomos,
a diferencia del Centro de México, donde se desarrolló una unidad política hegemó-
nica que centralizaba el poder y controlaba a los estados conquistados. Por ello, la
historia de los mayas debe entenderse como una compleja red de relaciones
persona- les y familiares establecidas entre dinastías residentes en cada ciudad y en
continua competencia. Se conoce la existencia de al menos cincuenta ciudades
autónomas con su propio K’uhua ajaw, las cuales establecieron vínculos que iban
desde alianzas po- líticas y comerciales hasta alianzas por motivos de guerra.
Fue en el período clásico temprano, que se originó la consolidación de la estruc-
tura económica y social, y surgieron las clases sociales y la concentración del poder;
mientras que en el clásico tardío (600-800 d.C.) tuvo lugar el máximo desarrollo
de las artes y las ciencias. La sociedad fue altamente jerarquizada con presencia de
linajes reales. De esta manera encontramos que era necesario pertenecer a una deter-
minada estirpe noble para obtener y ejercer el poder.
En el clásico terminal (800-1000 d.C.), en la zona central, cesaron las actividades
constructivas y de registros cronológicos. La élite gobernante dejó el poder por
razo- nes, hasta hoy, desconocidas.45
Los Sacerdotes
La gran masa del pueblo eran los humildes sembradores de maíz, con cuyo trabajo
se sostenían no sólo ellos, sino también el halach uinic, los señores del lugar
(batahoob) y los sacerdotes. Fueron los constructores de todo. Pagaban el tributo al
halach uinic y daban regalos a los señores de la localidad, también hacían a su
costa, las casas de los señores y vivían en los márgenes de las ciudades.
Los esclavos
45
MNAH. Sala Maya.
173
Sección Artículos de Investigación
de determinados delitos, por haber sido hecho prisionero en la guerra, por haber
que- dado huérfano, o por haber sido comprado.
9. El Derecho de la guerra
Para las cosas de la guerra tenían siempre dos capitanes: uno perpetuo (cuyo cargo
se heredaba, y otro elegido por tres años. A éste llamaban nacom; durante tres años
no podía tener acceso carnal ni siquiera con su esposa, tampoco podía comer carne;
le tenían mucha reverencia, no se emborrachaba ni trataba mucho con la gente del
pueblo. Pasados los tres años, volvía a vivir como antes. Los dos capitanes trataban
la guerra y ponían sus cosas en orden.
Cada pueblo tenía gente
escogida como soldados, Cada pueblo tenía gente escogida
que, cuando era necesa- como soldados, que, cuando era necesario,
rio, acudía con sus armas; acudía con sus armas; eran llamados
eran llamados holcanes, holcanes, y no bastando éstos, convocaban
y no bastando éstos, con- a todos aquéllos que estuvieran
vocaban a todos aquéllos disponibles.
que estuvieran
disponibles.
Guiados por una bandera alta, salían muy silenciosamente del pueblo para ir a arre-
meter a sus enemigos con grandes gritos y crueldades. Después de la victoria quita-
ban a los muertos la quijada, la limpiaban y se la ponían en el brazo. Si cautivaban
a algún hombre principal, le sacrificaban enseguida, por no dejar quien les dañara
después. Los demás cautivos eran esclavos de quien los prendía. A los holcanes si
no era tiempo de guerra, no pagaban soldada, sólo cuando había guerra recibían
algunas monedas, que salían de las bolsas de sus capitanes y del pueblo, éste
también les proporcionaba comida.
La guerra, por sus altos costos, no duraba mucho tiempo; una vez terminada, los
vencedores cometían grandes vejaciones contra los vencidos, de quienes se hacían
servir y regalar; si alguien había matado a algún “capitán” o señor, era muy honrado
y festejado.46
El nacom electo, además de formular los planes estratégicos de la guerra, era una
especie de Jefe del Estado Mayor, mientras que los batahoob, o jefes hereditarios,
dirigían a sus propios contingentes en la batalla.47
Cuando un guerrero capturaba a un enemigo en la batalla, el aprehendido se con-
vertía en su propiedad personal. Podía utilizarlo para trabajar o venderlo.48
46
Landa. op. cit. p. 130.
47
Ruz. op. cit. p. 132.
48
Hagen. op. cit. p. 81.
A los mayas les obsesionaba la guerra, los dieciséis estados de Yucatán comba-
tían incesantemente entre sí por diferencias de fronteras y por honores de linaje. Los
holcanes o valientes, eran los infantes, que se protegían con corazas de algodón. Las
hostilidades típicas comenzaban con una incursión, por sorpresa, de guerrilleros en
territorio enemigo, para tomar cautivos, pero la batalla formal se iniciaba con
horrible estruendo de tambores, silbatos, trompetas de caracol y gritos de guerra.
Cuando el enemigo penetraba en territorio que no le pertenecía se sustituía la guerra
formal por la irregular, con emboscadas y toda suerte de celadas. Los cautivos
menores termina- ban en esclavos, los nobles y los jefes guerreros eran
sacrificados.49
El enjuiciamiento y castigo de los prisioneros de guerra se encuentra plasmado,
entre otros vestigios, en las pinturas murales de Bonampak, Chiapas; en las cuales
podemos ver a los soldados vencidos comparecer ante el “capitán” vencedor, hacen
fila en espera del momento de su ejecución. Un prisionero herido, magistralmente
dibujado, se recuesta sobre las gradas, proyectando una perspectiva de tercera
dimen- sión que es única en la pintura precolombina.50
Para la guerra también existían normas: en ningún caso se aniquilaba por
completo a poblaciones ni ciudades, por la pérdida económica que esto representaba
para el vencedor. Sólo ciertos cautivos eran exhibidos de manera humillante,
despojándolos de sus atuendos (lanza dardos, escudo y pectoral de algodón) y
sustituyendo sus ore- jeras de jade por simples papeles, para posteriormente ser
torturados y sacrificados en el juego de pelota, la máxima representación de la
guerra mítica. Un complicado ritual acompañaba a los conflictos bélicos; en él se
mezclaban lo divino y lo profano. El dios representante del planeta Venus era el
regente de la guerra, y es posible que en alusión a ese astro, algunos textos glíficos
hablen de una guerra de las estrellas, para referirse a un enfrentamiento bélico.51
Los yucatecos eran muy esforzados, valientes e industriosos en las guerras, nunca
daban batalla sin hacer primero muchos cumplimientos y ceremonias.52 En este
tenor encontramos el siguiente pasaje que relatan Landa, Chimay y López
Cogolludo:
En el pueblo de Mazanahó se preparaban los naturales para resistir y, en caso
dado, agredir a los españoles.
El cacique de Chetumal convocó a sus aliados y amigos, y deseando saber si
llega- rían a tiempo las fuerzas que debían reforzar a las que defendían el pueblo,
llamó al adivino para consultarle. El adivino (h’naat) tomó una pequeña lámina de
pedernal un tanto transparente, la remojó en un líquido fermentado que llaman
balché, y después de varias palabras a media voz que más parecían murmullos que
voces articuladas, exclamó: Veo venir en tu ayuda y defensa ¡oh batab! A nuestros
valerosos hermanos;
49
Coe. op cit. p. 206.
50
Bonampak, Ruinas arqueológicas de Chiapas, México, 1990.
51
MNAH. Sala Maya. La Guerra.
52
Las Casas. op. cit. pp. 191-192.
175
Sección Artículos de Investigación
Chakan, el del certero brazo y ojo de águila encabeza a los que vienen de Chablé;
veo un gran número por otras direcciones; a Cocom, de indomable patriotismo, y a
Tacú, el de prudente consejo y esforzado corazón. Ya vienen, ya llegan llenos de
cansancio; apresta el férvido balché y el confortante kah para hacerles reparar sus
quebrantadas fuerzas, pero el sol quiere ocultarse y las sombras de la noche harán
que se detengan en el bosque, y los soldados de Dávila tal vez los sorprendan
¡dioses! ¡qué hecatombe de guerreros harían los invasores!
¡Detente sol! ¡Para un instante y la patria aproveche tan esforzados combatientes!
Ya veo que llegarán. Llegarán batab, y la defensa con tan aguerridas huestes será
heroica.
Llegaron los aliados a punto de cerrar la noche y fueron colocados en puestos
avanzados con la orden de guardar absoluto silencio y, en caso de presentarse los
invasores, resistir hasta lo último, con el objeto de dar tiempo a que las familias eva-
cuasen la población. Hicieron frente al enemigo, hasta que adquirieron la
convicción de que habían evacuado las familias del pueblo. Entonces se retiraron
con orden.
En la lucha hubo un incidente que llamó la atención, y fue que en lo más reñido
de ella, un ballestero español que causaba numerosas bajas entre los naturales, se
pro- puso tirar a un indio que igualmente se distinguía por la precisión con que
disparaba las flechas, ocasionando algún daño entre sus contrarios. Ambos valientes
buscábanse en los combates, como deseando realizar un duelo concertado
tácitamente. El indio permaneció como distraído esperando que se disparase la
ballesta para lanzar la fle- cha; el español, creyó verdaderamente la distracción y
disparó la jara; pero con suma rapidez lanzó el indio la flecha, y a tiempo que se oyó
decir al Capitán Dávila: “Guar- daos, Treviño, que estáis herido”, el indio se
arrancaba del pecho la jara castellana exclamando: “No moriré a tus manos, perro
cristiano;” y alejándose algo, se ahorcó con un bejuco.53
Conclusiones
Penal. Entre los mayas no existió la pena de prisión, sí las de muerte, del Talión y
de esclavitud, que eran trascendentales. Diferenciaron el dolo de la culpa.
Neutralizaban al delincuente matándolo o esclavizándolo.
Civil. Conocían los contratos y su formalización. Celebraban las diversas fases
del desarrollo humano. Conocían el divorcio y el repudio. Aplicaban la ley por
igual. Los derechos de la mujer, en ciertos casos, se restringían. No conocían la
usura ni impo- nían pena por deudas civiles.
Laboral. Los trabajadores eran de tres clases: asalariados, siervos y esclavos.
53
Chimay, op. cit. capítulo I; Landa, op. cit. p. 108, y López Cogolludo, op. cit. libro segundo capítulo VII.
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