Wilhelm Gustloff
Wilhelm Gustloff
Wilhelm Gustloff
WILHELM GUSTLOFF
(El mayor siniestro
marítimo de la historia)
La operación «Hannibal»
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El Wilhelm Gustloff
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pista de baile, gimnasio y piscina climatizada; estaba atendido por 417 tripu-
lantes y costó a los contribuyentes alemanes unos 25 millones de marcos de
los de entonces. Fue el primero del mundo concebido especialmente para
cruceros turísticos, hoy tan en boga, en una época en que su coste era tan alto
que sólo se lo podían permitir personas adineradas y ociosas. La organización
Kraft durch Freude (KdF), o «La Fuerza por la Alegría», había ideado así
poner al alcance de los obreros y toda clase de trabajadores, junto con diver-
sos programas culturales, conciertos, lugares vacacionales, etc., algo hasta
entonces reservado a niveles sociales privilegiados. En consecuencia, no había
distinciones, sino una clase única, sin lujos superfinos pero con todas las
comodidades necesarias. Incluso la tripulación disponía de alojamientos idén-
ticos a los de los pasajeros, cuyo pasaje, por otro lado, estaba en gran parte
subvencionado. Su reducido calado le permitía utilizar casi cualquier puerto y
su modesta velocidad era adecuada al uso previsto. Pero era también un
importante instrumento de propaganda, en el interior, para atraer a la fuerza
laboral mostrando la preocupación del «nuevo Estado» alemán por sus traba-
jadores, y en sus visitas a otros países, para exhibirlo ante los extranjeros
como muestra de su «sociedad sin clases».
La botadura, el 5 de mayo de 1937, constituyó un espectáculo presidido
por el propio Hitler, al que asistieron 50.000 personas, actuando como madri-
na la viuda de Gustloff, que había sido secretaria de Hitler. El 15 de marzo de
1938 entró en servicio y realizó su primer crucero turístico a los fiordos
noruegos el 2 de abril. A partir de entonces hizo más de cincuenta viajes, visi-
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El cazador y su barco
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cada caso los cursos y pruebas correspondientes, así como el curso de subma-
rinos. Su primer destino fue como oficial de derrota del Sh-306 Piksya, y su
primer mando, en 1937, fue el submarino costero M-96, de 200 toneladas en
superficie. Aunque era un barco de limitadas características, le sirvió para
adquirir gran experiencia en el golfo de Finlandia, logrando un alto grado de
eficacia y adiestramiento de su dotación: consiguió reducir el tiempo
de inmersión rápida a 19,5 segundos cuando el promedio de los demás era
de unos 28. En 1941 echó a pique a un mercante de 1.800 toneladas que él
infló hasta 7.000.
El artículo 191 del Tratado de Versalles prohibía a Alemania la construc-
ción de submarinos, pero en previsión de que esto sería transitorio y para no
perder una experiencia técnica tan valiosa, los alemanes fundaron la compañía
en 1922, con personal técnico propio y capital de las empresas A. G. Vulkan
de Hamburgo, Germaniawerft de Kiel y A. G. Weser de Bremen, nominal-
mente holandesa con domicilio social en La Haya, Ingenieurskantoor voor
Scheepsbouw (IvS). Comenzó ofreciendo sus proyectos a diversos países,
entre ellos España; así fue cómo los astilleros Echevarrieta y Larrinaga adqui-
rieron, con parte de sus componentes, el del E - l , basado principalmente en el
tipo alemán UB-III, cuya botadura se efectuó el 22 de octubre de 1930 en
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La caza
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El submario
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E l ataque
A las 2035 Marinesko echó una última ojeada al periscopio antes de emer-
ger para la noche. El teniente de navio Yuri Yefremenkov entró de guardia en
el puente y a los pocos minutos —la visibilidad había mejorado bastante—
avistó una débil luz. De acuerdo con el teniente de navio Nikolai Redkoboro-
dov, que se encontraba a su lado, avisó de inmediato al comandante, aun
dudando si se trataría del faro de Hela; Marinesko, en cambio, comprendió
que el faro debería estar apagado y sabía que su situación era mucho más al
norte; se trataba de un buque: ordenó zafarrancho de combate y envió a
Yefremenkov abajo para pasarle las marcaciones del blanco.
A las pocas horas de navegación los retretes del Gustlojf, que no estaban
previstos para aquella multitud, estaban atascados, el pasaje se mareaba, y sus
vómitos aumentaban el hedor. El cortante frío exterior impedía aliviar el
ambiente mejorando la insuficiente ventilación y muchos pasajeros se despo-
jaban de sus prendas de abrigo, lo que les resultaría fatal. En el puente, el
oficial de guardia Weller informaba al capitán Petersen: «Hemos pasado
Rixoft a las 1924; sobre las 2100 estaremos a 12 millas de Stolpemünde y a
las 0400 tanto avante con Swinemünde». Lo previsto era desembarcar al
personal militar en Kiel y a los civiles en Flensburg.
En el S-13 Marinesko decidió emplear la táctica alemana prescrita por
Donitz ya en 1935: ataque nocturno en superficie e inmediata retirada en inmer-
sión. También optó por atacar desde la banda de tierra, a fin de confundir su
silueta con el perfil de la costa en lugar de recortarse contra el horizonte, lo que
podría hacerle más visible; esto aumentaba el peligro de las minas y, sobre todo,
de los bajos fondos de sólo 30 metros en la mayor parte de la zona hasta calados
de sólo 16 en el banco Stolpe. Cortó, pues, la estela de su víctima y con su
mayor velocidad adelantó por babor hasta llegar a la posición de lanzamiento.
El cabo torpedista Pichur había escrito en cada uno de los torpedos de proa
las siguientes dedicatorias: en el núm. 1, «Por la Madre Patria»; «Por Stalin»,
en el 2; «Por el pueblo soviético», en el 3, y «Por Leningrado», en el número 4.
Torpedero Ldwe, cuando todavía llevaba el nombre de Gyller, bajo bandera noruega.
(Foto: Altenposten, Oslo, 1937).
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Piscina del Wilhelm Gustlojf donde se alojaron 373 jóvenes del Cuerpo Femenino de la Armada
alemana. Sólo dos de ellas salvaron la vida.
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El hundimiento
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Regreso
En la noche del 10 de febrero todavía se apuntó Marinesko su segundo
hundimiento: el General von Steuben, de 14.600 toneladas, que transportaba
unos 3.000 heridos, refugiados y personal sanitario, al que atacó a cota peris-
cópica lanzándole los dos torpedos de popa; dio la voltereta y se hundió en
siete minutos: sólo pudieron rescatarse 300 náufragos. El torpedero que lo
escoltaba, T-196, reaccionó atacando con cargas, pero el S-13 se evadió rápi-
damente. El 14, regresó a Turku, donde el jefe de flotilla, capitán de navio
Oryel le informó de la identidad de sus dos víctimas, pues Marinesko creía
que el segundo había sido el crucero Emden.
Marinesko esperaba sin duda ser recibido como un héroe, se ufanaba de ser
autor de la matanza de quizá más de ocho mil nazis, equivalentes a los efecti-
vos de una división; poco importaba incluir entre ellos a miles de niños, heri-
dos y mujeres —detalle por lo demás aún desconocido—, todos eran nazis y
merecían esa suerte según el criterio oficial. Su asuntillo con la NKVD sería
Aspecto de parte de la cubierta superior del Wilhelm Gustloffen la actualidad. Las secciones de
proa y popa del buque están relativamente en buen estado; los mayores destrozos se encuentran
en el centro del buque. (Foto: Bradley Sheard).
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Secretos y leyendas
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Plano del golfo de Danzig y situación de los hundimientos.
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tos de los aviones que llevaron a cabo la operación nada menos que hasta
1975, aunque ellos no podían haber dejado de ver las grandes banderas blan-
cas que arbolaban los buques. En cuanto a los rusos, la extraña situación de su
«héroe» aconsejaba, quizá, que era «mejor no meneallo». Y en el gran teatro
del mundo el reparto de papeles ya había asignado el de víctimas y no se iba a
admitir la irrupción de otras. ¿Y si empezaran a llover reclamaciones de
indemnizaciones?
Sobre el desastre del Titanic se han hecho más de una decena de películas,
entre ficción y documentales, pero del Gustloff tan sólo se filmó a finales de
los cincuenta una bastante mediocre. La noche cayó sobre Gotenhafen, que
sólo vieron algunos en Alemania Occidental (en la «Democrática» fue prohi-
bida): las víctimas del GM^Í/OJ^" sextuplicaron a las del Titanic, pero el de éste
fue un accidente y además iba cargado de millonarios, mientras que el alemán
sólo embarcaba pobres fugitivos y fue hundido por voluntad humana. La eclo-
sión vino de la publicación de una novela, A paso de cangrejo, gracias al pres-
tigio de su autor, el premio Nobel Günter Grass, que ha levantado considera-
ble marejada en el mundo cibernético. Pero poco más.
La leyenda entronca con el célebre «Salón Ámbar», capricho del rey de
Prusia Federico I que estuvo a punto de arruinar al país en 1709 y que acabó
en manos de Pedro el Grande de Rusia como obsequio personal, éste lo instaló
en su palacio de Tsarskoie Seló, cerca de San Petersburgo. En 1941 el jerarca
nazi Erich Koch, conocido por sus saqueos de obras de arte, se llevó a
Kónigsberg las veinticuatro cajas en que estaba embalado y allí se perdió su
pista. Circulan todavía hoy varias versiones sobre su paradero y una de las
tenidas por más verosímiles fue que se embarcó en el Wilhelm Gustloff p&m su
fatídico viaje, hasta que una expedición angloamericana de buceadores dirigi-
da por Mike Boring, realizada en mayo de 2003, despejó cualquier duda: no
está allí. Lo que sí parece claro es que ésta no fue la primera vez que habían
sido visitados los restos por buceadores —rusos, sin la menor duda—, coinci-
diendo con ciertas informaciones de testigos polacos. La escasa profundidad
en que se encuentra el otrora orgulloso trasatlántico parece que facilitaría
investigaciones más prolijas, pero tiene que imponer mucho respeto, pese al
tiempo transcurrido, el hecho de ser también la tumba de miles de personas
que se llevó al fondo del Báltico.
BIBLIOGRAFÍA
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