Supervivencia 1
Supervivencia 1
Supervivencia 1
CONSTRUCCIÓN DE UN REFUGIO.
La función principal de un refugio es de protegernos de los peligros del medio ambiente. Un calor extremo puede producir
un síncope o un golpe de calor; por el contrario, el exceso de frío puede producirnos hipotermias y congelaciones. En las
zonas pantanosas nos pueden devorar los mosquitos y si nos humedecemos demasiado mientras dormimos podemos
contraer una neumonía, aparte de la incomodidad, la ausencia de descanso y el golpe contra nuestra moral que esto
supone.
Un buen refugio, además de protegernos de los elementos anteriores, proporciona comodidad, seguridad y firmeza
psicológica.
El tipo de refugio que construyamos dependerá de nuestras necesidades, del tiempo que vamos a permanecer en ese lugar
y de las herramientas de las que dispongamos. Siempre deberíamos incluir en nuestro equipaje al menos una navaja, un
cuchillo de monte y un lámina de plástico de 2x2 metros o similar que ocupa y pesa poco y nos proporciona un techo
impermeable. Si el peso no importa, también podemos incluir un hacha pequeña o un machete.
Emplazamiento. Evidentemente buscaremos en lo posible un lugar seco y al abrigo del viento, lejos de aguas estancadas o
pantanos para evitar los mosquitos, aunque una fuente cercana o un pequeño curso de agua, sería ideal.
Es aconsejable, para minimizar los riesgos, huir de las orillas de los ríos, pues puede sorprendernos una crecida, incluso en
tiempo soleado, por la rotura de una presa formada de manera natural a causa de la acumulación de ramas. Lo mismo se
puede decir de los cauces secos de los ríos, que con una tormenta pueden convertirse en torrentes antes de que nos
demos cuenta.
También se desaconseja acampar bajo los árboles por el riesgo de que nos caiga una rama encima. Muchas veces esta
norma puede ser pasada por alto puesto que los árboles pueden protegernos del rocío, pero si se va a hacer esto hay que
fijarse bien que el árbol no tenga ramas sueltas que supongan un riesgo. Evita también los lugares con peligro de
desprendimiento de rocas o riesgo de aludes o avalanchas.
Es importante prestar atención a los alrededores para no darnos cuenta, una vez terminada nuestra construcción, que
tenemos un hormiguero o un avispero como vecinos.
Tipos de refugio.
Vehículo. Si nos encontramos en una situación de supervivencia real por haber sufrido un accidente y nuestro vehículo aún
está habitable, se puede construir un buen refugio. De lo contrario prestemos atención del material que lleva dentro y que
nos puede ser útil. Los periódicos son un buen aislante; si disponemos de ellos utilicémoslos para cubrir las ventanas y
protegernos del frío. Si necesitamos hacer fuego y no disponemos de cerillas ni mechero podemos empapar con gasolina
un trozo de tela, de papel, de esponja de los asientos, etc. Y hacer chispas sobre él cruzando los terminales de la batería.
Si quemamos o añadimos aceite de motor al fuego conseguiremos humo negro y denso excelente para hacer señales.
Refugios naturales. Son refugios cuya construcción requiere poco o ningún esfuerzo por nuestra parte. Se improvisan en
hendiduras y oquedades de rocas, cuevas, formaciones del terreno y de la vegetación. Una hendidura en una pared rocosa
que nos proteja de la lluvia y el viento y no ofrezca riesgos de desprendimientos es ideal. Sólo tendremos que preocuparnos
por construir un lecho seco y confortable.
Refugios improvisados. Son los que construimos con los materiales que encontramos en la naturaleza o que llevamos en
nuestro equipaje.
Refugio con una lámina de plástico. Si disponemos de una lámina de plástico suficiente
grande podemos improvisar un refugio tendiendo una cuerda entre dos árboles y colocando
la lámina como una tienda de campaña clásica. En los extremos envolveremos unas
piedras que luego sujetaremos con unas orquillas de madera o las anudaremos y las
afirmaremos con cuerdas o piquetas improvisadas con unos palos de madera resistente. Si
cavamos una zanja alrededor evitaremos que se nos
acumule el agua en caso de tormenta.
Refugio con un bote salvavidas. Si se tiene un bote salvavidas, éste vuelto al revés y
elevado por un lateral con ayuda de unos palos sustituye un refugio excelente.
Cobertizo. Es probable el más clásico de los refugios de supervivencia. Utiliza un armazón de madera, pero si utilizamos
uno o dos árboles como columnas nos ahorraremos mucho trabajo y el refugio ganará en solidez. En climas fríos
utilizaremos un fuego para calentarnos y un reflector e troncos detrás para aprovechar
mejor el calor. Por ello es importante tener en cuenta la dirección de l viento si no
queremos terminar ahumados. El techo lo cubriremos de materia vegetal. En algunas
zonas es fácil encontrar grandes hojas con las que construir un techo impermeable
ensamblándolas a modo de tejas. También se pueden improvisar tejas con trozos de
corteza. Si no, un techo de hierba seca y paja, si es lo suficientemente grueso,
también nos proporciona cierta impermeabilidad.
Refugio con un árbol caído. Hay que cortar algunas ramas para hacer una oquedad
en la copa caída. Es un refugio acogedor y, si el árbol es frondoso, nos protegerá del
viento, pero no de la lluvia.
Refugio con soporte de ramas en forma de A. Es otro refugio clásico y que ofrece mayor
abrigo que el cobertizo. Se construye con armazón de palos que adoptan la forma de una
tienda de campaña tradicional o de una A. Se cubre con una capa de hojas grandes a modo
de tejas, y por encima de éstas una capa de hierba, hojarasca, ramas que no perforen las
tejas para evitar que el viento nos levante el techo.
Refugio de tronco. Es un tipo de refugio únicamente apropiado para pasar cortos periodos de tiempo porque no suele ser
muy cómodo, a no ser que el tronco posea un gran diámetro. Consiste en un sencillo cobertizo que se realiza apoyando una
serie de ramas sobre un tronco caído y cubriéndolas con los materiales indicados.
El lecho.
Es una parte fundamental de nuestro refugio. Debe ser blando, seco, horizontal y caliente (excepto en los desiertos, que
será fresco). Esto lo lograremos escogiendo bien el emplazamiento (huir de zonas con humedad), quitando los palos y
piedras que pueda haber en el suelo, y aislándonos bien de la hojarasca, helechos, ropa, etc.
Refugios para condiciones especiales.
Desiertos cálidos. La función del refugio en el desierto es la de protegernos del sol y
del calor. Otros factores importantes son las tormentas de arena y en ocasiones las
frías temperaturas nocturnas. Se recomienda enterrarse en la arena para minimizar
las pérdidas de agua y protegerse del sol. También podemos cubrirnos con una tela si
disponemos de ella.
Para construir un refugio o desplazarse, se deben escoger las horas más frescas del
día, al amanecer o al atardecer.
La temperatura suele ser varios grados más baja a unos centímetros por debajo del
suelo, por lo que excavaremos un hoyo y cubriremos con una tela o el material que
dispongamos y que nos ofrezca sombra.
Zonas frías y de montaña.
Cuando el frío se acerca a valores extremos, el refugio se convierte en el elemento del que dependerá nuestra
supervivencia, y su construcción pasa a ser la principal prioridad.
No debemos olvidar que el viento agrava los efectos negativos del frío.
El propósito fundamental del refugio en zonas frías es retener nuestro calor y el producido por otras fuentes de calor que
podamos emplear. Para esto es necesario que no haya corrientes de aire y que el refugio no sea grande en exceso. Un
refugio pequeño es más caliente y da menos trabajo que uno grande.
Cueva de nieve. Después del iglú, probablemente sea el mejor refugio para zonas frías. Se necesita una pala u otro
utensilio improvisado (un plato, un palo…) con el que cavar donde hay nieve amontonada.
Debe excavarse una cueva pequeña (cuanto más grande más difícil será de calentar) con un lecho a unos 40 cm por
encima del nivel del suelo, y si se desea, también podemos añadir una plataforma para cocinar
en un hornillo 30 cm más alta. No debemos olvidarnos de practicar un agujero de ventilación en
la parte de arriba y otro en el bloque de hilo o nieve compactada que sirva de puerta. La pala
debe guardarse dentro por si es necesario utilizarse para salir de la montaña. Encendiendo una
vela en el interior de este refugio conseguiremos que la temperatura aumente varios grados.
Trinchera. Si no existe suficiente nieve para excavar una cueva, se puede hacer una trinchera y cubrirla con bloque de
nieve compactada o el material que se tenga a mano.
Cobertizo. En las zonas donde no hay mucha nieve y tenemos madera abundante, podemos
construir un cobertizo clásico con el lado inclinado apuntando en la dirección de viento.
Haremos un fuego y colocaremos un reflector de troncos o piedras que refleje el calor hacia
nosotros.
Iglú. Es el mejor refugio contra el frío. Sin embargo requiere de un previo apredizaje de la técnica, de herramientas, (como
mínimo un cuchillo) y de varias personas para realizarlo. Sólo merece el esfuerzo si vamos a pasar bastante tiempo en ese
lugar.
Selva tropical. Debido a la gran abundancia de mosquitos, todo el que se disponga a atravesar una selva deberìa uncluir
en su equipaje una tela mosquitera. Una hamaca ligera y aislada del suelo. Si no disponemos de ella quizá tengamos un
material con el que improvisarla (tela de paracaídas, una manta, etc…) Un techo sobre nuestra hamaca o nuestro lecho nos
protegerá de la lluvia.
El refugio con soporte de ramas en forma de A es muy indicado para protegernos de la lluvia.
Plataforma con tela mosquitera. Este refugio nos aisla del suelo y nos protege de los insectos.
Si se le añade un techo nos protegerá además de la lluvia. El lecho lo cubriremos con hojas de
palmera u otra materia vegetal.
EL FUEGO.
En zonas frías, nuestra vida puede depender de nuestra capacidad para encender y mantener un fuego. Sin llegar a esos
extremos, podremos necesitar fuego para secarnos, calentarnos, hacer señales a los equipos de rescate y cocinar
eliminando los posibles gérmenes y parásitos de nuestros alimentos.
También, como excursionistas, podemos sentirnos tentados a sentarnos bajo una hoguera bajo las estrellas. En este caso
se deben tener en cuenta la leyes que regulan estas prácticas en las diferentes zonas. En ciertos lugares, esta práctica es
severamente penalizada durante los meses más calurosos.
En cualquier caso, no se debe olvidar que un fuego es muy peligroso, se deben seguir todas las normas de seguridad:
- No hacer hogueras más grandes de lo necesario, son más difíciles de controlar y de mantener.
- Eliminar las ramas pequeñas y todo material combustible en un radio de dos o tres metros alrededor del fuego.
- No hacerlo cerca de la maleza o ramas bajas.
- Tener siempre cerca un recipiente con agua y/o una rama frondosa para apagarlo rápidamente si es necesario.
Siempre debemos llevar en nuestra mochila o equipaje, especialmente si vamos a atravesar montañas inhóspitas, un
encendedor o cerillas en un recipiente impermeable (una caja de carrete fotográfico por ejemplo) o impermeabilizadas (con
esmlate de uñas o parafina). Si así lo hacemos, nuestras posiblidades de supervivencia aumentarán y no tendremos que
preocuparnos de hacer fuego con medios improvisados.
Preparar, encender y mantener el fuego.
Antes de nada debemos decidir donde lo ubicaremos, prestando atención al viento, a la vegetación y preparar el lugar
teniendo en cuenta las precauciones que ya hemos mencionado antes.
Es buena idea excavar un hoyo de unos 10 ó 15 cm y rodearlo con piedras para alojar en él la hoguera. Cuando
deshagamos el campamento, taparemos las cenizas con la tierra que sacamos, devolveremos la piedras a su sitio y
dejaremos todo de manera que nadie pueda notar que hemos estado allí. Esta norma es bueno seguirla así se haga o no
fuego.
Hay que buscar el material combustible: ramas secas de diferentes grosores, la más menuda para encenderlo y la más
gruesa para mantenerlo. No será difícil de encontrar en zonas boscosas y con tiempo seco. Las crecidas acumulan ramas
en las orillas de los ríos y en ocasiones las convierten en un auténtico filón. Las ramas más bajas de los árboles están con
frecuencia secas y se rompen con facilidad. En este caso de tiempo húmedo debemos buscar en los huecos de los troncos
secos, que proporcionan madera podrida que arden bien, en zonas resguardadas al lado de rocas, caminos, grutas. Si no
ha llovido demasiado, quizá logremos madera seca simplemente descortezando las ramas húmedas. Si no, tendremos que
coger las ramas gruesas y cortarlas en pedazos longitudinales para aprovechar las astillas secas que obtengamos.
Pondremos la madera húmeda a secar cerca al fuego.
Para prender el fuego usaremos al principio leña más fina que dispondremos en forma de cobertizo con ayuda de una roca
o un tronco para que el aire circule bien y se inflame rápido. Por encima de la leña fina podemos hacer astillas, la más
gruesa con ayuda de un cuchillo.
En la base del cobertizo habremos puesto la “yesca”, que es el material inflamable que encenderemos. Consistirá en
hojarasca, hierba seca, ramitas resinosas de pinos, sus hojas o agujas, su resina. La madera podrida es una buema yesca
en tiempo húmedo, pues suele ser fácil arrancar las partes externas de los troncos para alcanzar las zonas interiores secas.
Algunos frutos secos, como las nueces, poseen un aceite que las hace inflamables y arden lentamente. Especialmente útil
es la corteza de abedul cortada en tiras, pues se inflama rápido, y arde despacio y con buena llama. Se puede incluso,
hacer una antorcha improvisada enrrollando una tira de corteza a una vara.
En los lugares donde no hay leña el hombre recurre a otro tipo de combustibles. En los desiertos se queman los
excrementos de los camellos; y en las zonas polares, la grasa de las focas y otros animales.
Tipos de leña.
No todas las leñas arden igual, desprenden el mismo calor , las mismas llamas ni forman una brasa duradera. Cada madera
tiene sus propias características.
Leñas duras: dan poca llama, pero su calor lento y prolongado las hace excelentes para la cocina y la calefacción.
Leñas tiernas: se consumen rápidamente con llamas continuas; resultan, por lo tanto excelentes maderas para encender o
iluminar.
Leñas resinosas: sus ramas de madera, dura son un coombustible mejor que su tronco, de madera más tierna. Arden co
nuna llama viva, pero poco duradera. A menudo desprenden in fuerte humo.
Fuego con métodos improvisados.
Lo mejor es no cometer el error de no llevar una reserva de cerillas o un mechero. Pero si nos vemos en estos medios
convencionales para encender un fuego existen otros sistemas improvisados, unos sencillos y efectivos y otros más
complicados si no tenemos práctica. En estos casos se hace especialmente importante tener preparada suficiente yesca,
leña fina y seca para no desperdiciar ni una llama que puede habernos costado mucho esfuerzo conseguir. Suele ser
efectivo soplar suavemente cuando aparece el primer puntito rojo para avivar la llama. Los métodos son los siguientes.
Las lentes. Una lupa o las lentes de una cámara fotográfica, los prismáticos o determinadas gafas son un medio efectivo
para encender un fuego, pero no nos servirá si no hace sol. Prepara primero una buena yesca que prenda con facilidad y
apunta hacia ellas el punto de luz más potente.
Pedernal y eslabón. Es un buen sistema que funciona el cualquier ciecunstancia. Sino disponemos de pedernal podermos
probar con una piedra dura (hay que probar hasta que encontremos una que desprenda buenas chispas, y entonces
guardarla para otras ocasiones). Sostendremos el pedernal cerca de la yesca y lo golpearemos con un tronco de acero,
como puede ser la hoja de un cuchillo, tratande de dirigir la chispas hacia la yesca.
Arco de rodamiento indio. Es un conocido sistema de fricción de aire muy aventurero, pero si no
sabemos escoger la madera que vamos a usar lo más probable es que no logremos encender el
fuego.
Consiste en girar répidamente una vara con ayuda de un arco sobre otro trozo de madera.
Construitemos el arco con un rama flexible y un cordón cualquiera. Si queremos que el método
funcione debemos frotar madera blanda contra madera dura. En cualquier sistema de fricción de
madera, si obtenemos un polvillo negro, como de carbón, habremos acertado con la madera
adecuada, en cambio si obtenemos un polvo basto y arenoso, desechémosla y busquemos otra.
Cuando empiece a salir humo se añade la yesca bien compactada para que la brasa se propague con facilidad y se sopla
con suavidad mientras se continúa frotando para lograr la llama.
Método de la sierra. Es un método propio de la jungla, y consiste en usar una madera blanda,
normalmente bambú para “serrar” (efectuaremos un movimiento de sierra) otra dura, frecuentemente
cáscara de coco. Como yesca se emplea la fibra algodonosa de la base de las hojas de cocotero, el
recubrimiento piloso marrón de algunas palmeras o la membrana que encontraremos dentro del
bambú.
Método de la correa. Usaremos una tira de ropa u otra fibra fuerte y una rama de madera blanda.
Elevaremos la rama ligeramente colocándola sobre una piedra y tiraremos alternativamente de un
extremo y del otro para producir la fricción. Previamente habremos colocado la yesca debajo de la
rama, tocando a la correa.
Otro métodos. Podemos emplear una batería para hacer chispas uniendo los cables de ambos polos.
También, en teoría, es posible fabricar una lente con un pedazo de hielo que labraremos con un cuchillo y terminaremos
dando forma con las concavidades de la manos. Aunque si el frìo es intenso el riesgo de congelación de nuestras manos
puede se demasido alto. También es posible usar un objeto cóncavo para hacer la lente, vetiendo
agua sobre él y dejando que se congele. Si hacemos dos, podemos pegarlos con un poco de
agua que, si el frío es intenso, se congelará enseguida. En ocasiones, echar unas gotas de
gasolina o alcohol sobre la yesca puede facilitar la inflamación, pero no hay que empaparla
completamente.
Si usamos gasolina u otro combustible en un recipiente para calentarnos, hay que tomar en
cuenta que existe un riesgo potencial de accidente. Nunca agreguemos combustible hasta que la
llama se haya apagado por completo y el recipiente enfríe.
Fuego para calentarse. Para aprovechar mejor el calor del fuego debemos construir u reflector con unos leños o utilizar
uno natural ( una formación rocosa, una depresión de terreno, un árbol grueso) hay que prestar atención a la dirección el
viento para que el humo no nos venga a la cara. Entre el feugo y el reflector preparemos un leño seco, blando y cómodo
donde nos calentaremos nosotros. Es mejor hacer el fuego mucho antes de la hora de descanso.
Fuegos para cocinar. Para cocinar es mejor una hoguera pequeña, que consume
menos leña y es fácil de mantener. Siempre es más prático cocinar sobre las
brasas que sobre la llama.
Podemos construir un hogar que nos servirá para poner la cazuela haciendo un
pequeño fuego entre dos troncos, dos piedras, etc.
Si nuestra cazuela tiene un asa como la de los cubos podemos sujetarla sobre el fuego con una “grúa” improvisada con una
rama inclinada sujeta entre unas piedras y otra rama que funcionrá comp percha.
EL AGUA.
En una situación de supervivencia, después de tratar a los heridos, la búsqueda de agua suele ser la más apremiante.
Si carecemos de agua nuestras esperanzas de vida se cifran en torno a los dos días en el desierto y a algo más de una
semana en climas frescos.
La cantidad de agua que necesitemos depende de la temperatura y humedad ambiental y de la actividad física que
desempeñemos, pero nunca ser{a menos de dos litros diarios. En un desierto necesitaremos 10 ó 12 litros para llevar una
actividad normal.
Encontrar agua. En las zonas templadas no suele ser difícil encontrar aga. En las zonas secas y desérticas la cosa puede
complicarse más. Escarbar en los lechois secos de los ríos o arroyos da a veces buenos resultados. Los cúmulos de
vegetación son indicativos de existencia de agua.
En los terrenos calcáreos podemos buscar en el interior de las grutas. Los animales
también necesitan beber, observar sus desplazamientos a primera hora de la mañana o
última hora de la tarde puede darnos pistas de dónde se encuentra el agua.
Determinadas plantas, que varían según la zona geográfica, sólo crecren donde hay
agua.
En caso de que no encontremos ninguna fuente de agua aún podemos aprovechar la de
la condensación que se produce incluso en los desiertos improvisando un destilador.
Necesitaremos un plástico de 2*2m y un cubo o cualquier otro recipiente para recoger el
agua. Un tubo de plástico para beber sin desmontar el destilador es también muy útil. Con este sistema podemos obtener
entre 0,5 y 1 litro de agua al día.
Hay que cavar un hoyo en cuyo fondo colocaremos un recipiente que recibirá el agua de la condensación que se produce
en las paredes del plástico con que cubriremos el hoyo. Una piedra en el centro del plástico conducirá las gotas hasta el
recipiente. El destilador será más efectivo si introducimos plantas en el egujero para aprovechar su humedad.
Peligros. En muchas zonas del globo, especialmente en el tercer mundo existe un alto grado de intoxicación al consumir
agua, bien sea por contaminación bacteriana, o bien por ingerir parásitos con ella. También en el primer mundo existe cierto
riesgo al consumir agua de arroyos que discurren entre prados sometidos a abonos con purinas altamente contaminantes.
El consumo de agua contaminada puede producir enfermedades como la fiebre tifoidea, cólera o disentería, además de
otros transtornos provocados por parásitos que podemos contraer no solo al beber sino también al bañarnos en aguas
estancadas y contaminadas.
No se debe beber agua salada, su concentración de sal es tan alta que colapsa los riñones entre fuertes dolores. Tampoco
se debe beber orina y no debemos olvidar que los savias de aspecto lechoso son con frecuencia venenosas.
Purificar el agua. Si existe el riesgo de contaminación hay que purificar el agua con alguno de los siguientes métodos y
esperar el menos una hora antes de consumirla.
* Pastillas potabilizadoras. Es el método más práctico y efectivo al 100%. Consiste en añadir al agua pastillas purificadoras.
Estas liberan iones de plata que acaban con los gérmenes y no producen daño alguno aunque se sobrepase la dosis. Se
venden en número variable de pastillas según sea cada pastilla para purificar 1,5 ó 20 litros de agua. Se pueden encontrar
fácilmente en cualquier tienda o droguería.
* Yodo. Para desinfectar el agua con tintura de yodo usaremos unas 10 gotas por litro. La coloración tarda un rato en
desaparecer.
* Lejía. La lejía deja un sabor poco agradable al agua. Usaremos de 4 a 6 gotas por litro.
* Ebullición. Hervir el agua no termina con todos los gérmenes (el de la hepatitis resiste la ebullición por ejemplo), pero
acaba con la mayor parte de ellos y con todos los parásitos. Hay que hervirla durante unos 10 minutos. En este caso se
puede beber en cuanto se enfríe.
Filtrando el agua. En ocasiones el único agua que podamos beber será la que se encuentre estancada en charcos, sucia
por el barro. Antes de beberla y sin olvidarse de los métodos de purificación, debemos clarificarla para eliminar las
partículas en suspensión.
La manera más sencilla es dejarla reposar varias horas en un recipiente, y después con un tubo de plástico o el tallo flexible
de una planta (por ejemplo un nenúfar) traspasarla a otro recipiente situado en posición más baja.
También se puede filtrar usando varias capas de tejidos o con arena limpia, ayudándonos de un filtro improvisado con un
pedazo de caña de bambú, cuyo extremo, agujereado, taponaremos con unas briznas de hierba.
PELIGROS AMBIENTALES.
El sol y el calor.
Incluso cuando tenemos suficientes alimentos y agua podemos sucumbir si desconocemos el efecto que el medio físico
puede causar en nosotros y no nos preparamos para ello. El frío y el calor pueden ocasionarnos numerosos trastornos, en
ocasiones letales. Debemos conocerlos para prevenirlos, y en el peor de los casos, poder identificarlos y tratarlos. Si el
trastorno es grave hay tratar de evacuar al enfermo para que lo reconozca un facultativo.
Sol y calor. Si no nos resguardamos convenientemente de del sol y del calor podemos sufrir diverosos tipos de
transtornos, algunos de los cuales, como las quemaduras, no los percibimos hata que el daño ya está hecho. Otros como
los calambres en las extremidades y el abdomen, son síntomas que deben alertarnos de otras alteraciones mucho más
graves, como el agotamiento por calor.
Quemaduras solares. Como se ha dicho anteriormente, las quemaduras solares no se manifiestan hasta que ya nos
hemos quemado. Si además, sopla una brisa fresca, tardaremos más aún en percatarnos. Los rayos ultravioleta, causantes
de las quemaduras, atraviesan las nubes, por lo cual no debemos confiarnos porque el día esté nublado. En zonas
nevadas, en el mar o en los desiertos los rayos solares se reflejan en la nieve, el agua y la arena respectivamente
incrementando los efectos del sol.
Lo ideal es no cometer la torpeza de quemarse evitando la exposición al sol especialmente cuando las radiaciones son más
intensas, entre las 12 y las cuatro de la tarde. Usar sombrero de ala ancha, un pañuelo que nos proteja el cuello si es
necesario llevar cubiertos los brazos y piernas así como usar protector en las zonas descubiertas del cuerpo, es la mejor
forma de prevenir.
Si se viaja a zonas de riesgo debemos llevar un protector de alto factor solar o FPS, 30 o más y una crema para las
quemaduras.
Si por cualquier razón no disponemos de protector solar debemos cubrirnos
bien. Podemos improvisar un protector son aceite de coco que se obtiene
dejando la pulpa al sol. También podemos quemar coral, triturarlo y hacer una
loción mezclándolo con agua o aceite.
Las quemaduras se manifiestan con enrojecimiento, aumento de la
temperatura de la piel y dolor en la zona quemada, en los casos más severos
pueden aparecer escalofríos y dolores de cabeza. Hay que evitar volver a
reincidir para no agravar el problema. Si no disponemos de pomada para
quemaduras podemos emplear el jugo de la sábila o aloe vera. También podemos aplicar compresas de aceite de hipérico
que se obtiene dejando macerar unos días foles de hipérico en aceite. Con la flor de primavera también se puede preparar
una loción contra las quemaduras.
Agotamiento por calor. El agotamiento por calor aparece cuando perdemos exceso de líquido por una sudoración
excesiva al estar expuestos a temperaturas y humedad altas. No es necesario estar expuesto al sol para sufrir agotamiento
por calor. Si la deshidratación es muy grave puede sobrevenir la muerte.
Se manifiesta con calambres en las extremidades y abdomen provocados por la pérdida de sales minerales por la
sudoración, piel pálida y sudorosa, aunque no tiene porque aumentar la temperatura corporal, confusión y falta de
coherencia en la víctima, se reduce la cantidad de orina.
El tratamiento consiste en tumbar al enfermo a la sombra y con las piernas en alto. Se dará agua con una pizca de sal y
azúcar que beberá en sorbos frecuentes.
Si es posible mantener al enfermo en esta sitiación hasta que la expulsión de orina sea normal.
Insolación. La insolación es un trastorno de la regulación térmica interna de nuestro organismo, es un problema muy serio
que puede incluso llevar a la muerte si no se trata convenientemente. Cuando realizamos ejercicios físicos intensos en
ambientes de calor descuidando el descanso y la deshidratación podemos sufrir una insolación.
Los síntomas dependen del tiempo que hayamos estado expuestos al sol y de la gravedad. En princiìo se manifiesta con
dolor de cabeza, fatiga, vértigos, falta de apetito, fiebre ligera. Si continuamos al sol pueden aparecer náuseas, vómitos,
calambres, trastornos en la visión, fiebre alta (por encima de 40ºC), pulso y respiración acelerada, colapso
cardiorrespiratorio y la muerte.
Debemos reducir el ritmo de absorción de calor y bajar la temperatura del cuerpo. Se tumbará la enfermo al a sombra en un
lugar lo más fresco posible. Para enfriarlo se le dejará en ropa interior, se le rociará con agua y se aireará para aumentar la
evaporación del sudor de la piel. También se puede envolver al paciente con una manta que se debe empapar con agua
regularmente para mantenerla fría.
Si la insolación es muy grave, tras el período inicial de enfriamiento, se puede sumergir al paciente en agua lentamente y
aplicarle masajes por el cuerpo. Cuando la temperatura baje se puede detener el proceso de enfriamiento pero sin dejar de
vigilar por si vuelve a subir la temperatura. Además es importante rehidratar al paciente del mismo modo que en caso de
agotamiento por calor.
Miliaria. La miliaria es un sarpullido molesto pero que no presenta gravedad. Puede sobrevenir en climas cálidos cuando no
hay buena aclimatación, el sudor no se elimina correctamente y las ropas rozan contra la piel. Entonces las glándulas
sudoríparas se bloquean. Comúnmente se presenta como pequeñas ampollas poco molestas o vesículas rojas e
onflamadas en torso, brazos y piernas, más molestas que las anteriores.
Conviene lavarse bien y ponerse ropa seca para destaponar los poros. Beber puede empeorar la situación al aumentar la
sudoración, pero no debemos cometer el error de deshidratarnos.
Inflamación ocular. Si vamos a zonas donde las radiaciones solares son muy intensas, como los desiertos, montañas,
trópicos o el mar, debemos llevar unas gafas que nos protejan de los rayos ultravioleta (UVA, B y C). Si
viajamos a zonas donde el sol es especialmente fuerte de debe tener además un filtro infrarrojo.
La exposición prolongada al sol, sin la protección ocular puede causar deslumbramiento, dificultades para
adaptarse a la visión nocturna, dolores de cabeza, se ven halos alrededor de las luces. Hay que dejar
descansar los ojos inmediatamente, buscar un refugio oscuro, vendar los ojos y reposar unas dieciocho
horas.
Si no tenemos gafas para protegernos del sol, podemos pintarnos con corcho quemado o ceniz alrededor
de los ojos o omprovisar unas gafas con corteza de abedul.
El Frío.
En las zonas frías, como el ártico o la alta montaña, la primera necesidad para sobrevivr es protegerse del frío Esto se
consigue desde tres frentes: La ropa, el refugio y el fuego. Trataremos los peligros que acechan al superviviente en las
zonas frías, cómo reconocerlos y cómo tratarlos.
Hipotermia. La hipotermia es un descenso de la temperatura corporal por debajo de los 35ºC provocado por una exposición
excesiva a las bajas temperaturas. Si la temperatura corporal desciende por debajo de los 33ºC la hipotermia es grave y
puede provocdar la pérdida del conocimiento y la muerte. El viento fuerte, las ropas mojadas o la inmersión en el agua
pueden agravar los efectos del frío. También la mala alimentación, el agotamiento, la extrema delgadez, el estrés y la
ansiedad o el uso de ropa poco adecuada pueden ayudar a la aparición de hipotermia.
Sus síntomas varían según la gravedad de los mismos, y en ocasiones puede ser difícil de diagnosticar, por lo que, si
vamos en un grupo, debemos prestar atención unos a otros para detectar posibles síntomas.
La hipotermia puede sobrevenir rápidamente o irse desarrollando a lo largo de horas y no mostrar al principio anomalías en
el pulso, respiración y presión sanguínea del afectado.
Los síntomas más frecuentes son cambios súbitos de humor, energía, falta de concentración y lentitud en las respuestas,
pédida de la coordinación con tropiezos y caídas, temblores, palidez, pérdida de agilidad en las extremidades.
El tratamiento consiste en proteger al paciente de nuevas pérdidas de calor introduciéndolo en un refugio que lo proteja del
viento y la lluvia. Hay que aislarlo también de la frialdad del suelo y ponerle ropa seca si es necesario. Se le proporcionará
calor, bien por medio de una hoguera, o bien por calor corporal de sus compañeros, cubrirlo con mantas o mantas térmicas.
Administrarle comida y líquidos calientes, pero NO ALCOHOL, té u otros dieuréticos.
Si la hipotermia leve no se trata, puede derivar en una hipotermia grave con pérdida de consciencia. Se hace necesaria la
evacuación inmediata a un hospital. Si no podemos o mientras no llega la ayuda, se envuelve al paciente en mantas y
capas impermeables y aplicaremos calor, por ejemplo con piedras calentadas en la hoguera y envueltas en tela en los
siguientes lugares: axilas, muñecas, nuca, zona lumbar, boca del estómago y muslos. Hay que mantener al paciente en
posición lo más horizontal posible y si hay que moverlo, se hará con mucho cuidado. En casos extremos puede hacerse
necesario a resucitación cardiopulmonar (CRP).
Congelación. Se produce cuando el frío intenso provoca la formación de cristales de hielo bajo la piel. Las partes del
cuerpo más expuestas son las manos, los pies, el rostro, especialmente los dedos, orejas y la nariz. Puede provocar
importantes lesiones e incluso la pérdida de miembros y la muerte. La forma de prevenir la congelación es ir provistos de
buenas botas y calcetines térmicos, guantes y manoplas adecuados, y gorros, máscaras y bufandas que cubran la mayor
parte del rostro. Hacer muecas y mover los dedos ayudará a activar la circulación sanguínea y a detectar la congelación en
los primeros estadios. En su estado inicial, cuando se congelan las capas superficiales de la piel, la congelación se
manifiesta con pinchazos y entumencimiento de la zona congelada, la piel está muy fría y adquiere un aspecto blanquecino
como de cera o rosada en personas de raza negra.
Hay qua actuar rápidamente para evitar que la situación se agrave. Se procederá a calentar al afectado aplicándole calor
corporal o de otra fuente. Si la congelación es en las manos se colocarán en los muslos o en las axilas, si es en los pies se
los calentará un compañero colocándolos en su vientre. El rostro, orejas, nariz los calentaremos con nuestras manos (pero
sin frotar), las de un compañero o por medio de otra fuente de calor: Cuando el tratamiento hace efecto la piel enrojece y
duele. El riesgo de que una zona congelada vuelva a congelarse es alto, así que se debe estar vigilando.
Si la congelación avanza, la piel se endurece, se vuelve rígida, se inflama y pueden aparecer ampollas, más tarde se torna
azulada o negruzca y finalmente el tejido muere, lo cual puede producir infecciones, grangrena y la muerte. Lo más sensato
es tratar por todos los medios de evacuar al afectado a un hospital cuanto antes. Mientras tanto la procuraremos calor y
abrigo en un refugio, se le dará bebida y comida calientes, se le quitan anillos pulseras o cualquier prenda que pueda
impedir la circulación sanguínea hacia la zona congelada. No se debe frotar ni manipular las partes congeladas, romper
ampollas, aplicar hielo o nieve, ni fumar. Si no es posible la hospitalización, se puede intentar la desongelación sumergiendo
las zonas afectadas en agua a 28ºC.
Ceguera por nieve. Se produce cuando la intensidad de los rayos solares, reflejados por el hielo y la nieve, especialmente
cuando el sol esté en los altos (también puede aparecer en tiempo nublado) lesiona los ojos. Se manifiesta con sensibilidad
a la luz (hay que entrecerrar los ojos para poder ver), parpadeo, lagrimeo. Más adelante aparece inflamación,
enrojecimiento, sensación de arenillas e incluso la ceguera. Es muy fácil prevenir la ceguera por la nieve utilizando unas
gafas de sol adecuadas.Si no disponemos de ellas podemos inprovisarlas con corteza de árboles o pintando de negro con
ceniza o un corcho quemado alrededor de los ojos.
El tratamiento consiste en procurar oscuridad, vendando los ojos si es necesario. Si duelen los ojos se puede aliviar
aplicando paños mojados sobre ellos y sobre la frente.