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“Diferentes estudios informan que los episodios de agresión y/o violencia en las
escuelas producen en los niños daños físicos y emocionales, estrés, desmotivación,
ausentismo, e incluso efectos negativos en el rendimiento escolar por estrés postraumático
en los afectados” (Gumpel y Meadan 2000; Verlinde et al., 2000; Henao, 2005; Smith y
Thomas, 2000).
Muchas de las veces las conductas agresivas o violentas entre los niños pueden
pasar desapercibidas por los profesores o tutores, considerándolas propias de su edad,
principalmente cuando existe el problema del pacto de silencio entre agresor y la víctima
(amenazas). Este acontecimiento es torturante para el niño que es violentado; las conductas
agresivas y torturantes alteran el ambiente escolar, repercutiendo de manera negativa en su
aprendizaje.
Para Oteros (2006), “la conducta agresiva es socialmente inaceptable ya que puede
llevar a dañar física o psicológica a otra persona, la agresividad en la etapa escolar puede
aplicarse a acciones agresivas, bajos estados de ánimo”, etcétera.
2. Disciplina positiva
Los orígenes de la disciplina positiva se remontan a la década de 1920. El
principal inspirador fue el psiquiatra austriaco Alfred Adler, quien defendió una crianza
respetuosa hacia el niño y que lo hiciera sentir parte de un grupo.
La disciplina positiva es una perspectiva a largo plazo para desarrollar actitudes y
comportamientos positivos en niños y adultos. Se basa en el respeto mutuo y la
colaboración, y enseña a los niños habilidades básicas para la vida.
La disciplina positiva se centra en corregir los comportamientos desde el afecto y
la empatía. Los educadores deben establecer un vínculo emocional con sus alumnos, de
manera que estos no perciban la corrección como un rechazo a su persona sino simplemente
como un error que deben subsanar.
La disciplina positiva no es punitiva ni permisiva con los niños. Enseña a los
adultos a utilizar amabilidad y firmeza al mismo tiempo.
La disciplina positiva se basa en la comunicación, el amor, el entendimiento y la
empatía. Enseña a los padres a entender el comportamiento de sus hijos y reconducirlo con
respeto, sin luchas de poder y de un modo siempre positivo.
Establecer una conexión emocional. La disciplina positiva enfatiza en la
necesidad de corregir los comportamientos desde el afecto y la empatía. Eso significa que
el educador debe establecer un vínculo emocional con sus alumnos, de manera que estos no
perciban la corrección como un rechazo a su persona sino simplemente como un error que
deben subsanar.
Actuar como modelo. Durante los primeros años de vida, los docentes también
actúan como guías de los niños. La disciplina positiva los anima a desarrollar aquellas
cualidades que desean ver en sus estudiantes, como la paciencia, el respeto, la
independencia, la estabilidad emocional, la amabilidad o la escucha activa.
Disciplinar desde el respeto. Todos los niños experimentan dos necesidades
psicológicas fundamentales: sentirse valioso y aceptado. Cuando los adultos los castigan o
gritan, les transmiten el mensaje de que no son dignos de respeto, de manera que los
pequeños se sienten desvalorizados. La disciplina positiva motiva a los educadores a
disciplinar con firmeza, pero sin afectar la autoestima y confianza de sus estudiantes,
adoptando en todo momento una actitud respetuosa.
Recurrir al diálogo. Siempre que sea posible, es recomendable recurrir al diálogo
y no la imposición como método formativo, intentando llegar a acuerdos. De hecho, las
normas en el aula se deben consensuar entre todos, haciendo comprender a los estudiantes
que, si incumplen alguna de ellas, su comportamiento tendrá consecuencias. También es
importante establecer sanciones razonables para evitar los castigos arbitrarios o
desproporcionados.
Destacar las buenas conductas y los logros. Más que recurrir al castigo, la
educación positiva propone enfocarse en los buenos comportamientos. Cuando el docente
refuerza las conductas positivas, los estudiantes se sienten más motivados a repetirlas.
Asimismo, es fundamental enseñar a los niños distintas alternativas de comportamiento
para que puedan alcanzar sus objetivos sin perjudicar a los demás.
Es una de las claves para aplicar la disciplina en clase. Al hacer preguntas abiertas,
escuchar activamente y mostrar respeto a los alumnos es más fácil crear un ambiente en el
que se sientan cómodos y respetados.
Involucrar a los estudiantes en el diseño de normas de comportamiento y en la
determinación de cómo se abordarán los conflictos. Esto les brindará la oportunidad de ser
parte del proceso, aumenta la motivación y contribuyen en el desarrollo de habilidades de
liderazgo. Hay que tener en cuenta que estas normas son “vivas”, es decir, se pueden ir
adaptando a lo largo del curso.
Dar ejemplo
De nada vale la teoría si no se aplica en la práctica, máxime cuando se trata de
niños de corta edad. Por eso los profesores deben dirigirse a los niños con respeto, sin
gritos, hablando con firmeza pero sin imposiciones.
https://revistas.juridicas.unam.mx/index.php/hechos-y-derechos/article/view/
14258/15442#:~:text=%E2%80%9CDiferentes%20estudios%20informan%20que
%20los,Verlinde%20et%20al.%2C%202000%3B
https://universidadeuropea.com/blog/disciplina-positiva/#:~:text=La%20disciplina
%20positiva%20enfatiza%20en,un%20error%20que%20deben%20subsanar.
https://www.hacerfamilia.com/educacion/noticia-estilos-crianza-influencia-
comportamiento-hijos-20160711124004.html
https://www.unl.edu.ec/noticia/estilos-de-crianza-y-el-comportamiento-prosocial-
en-los-hijos#:~:text=Los%20estilos%20de%20crianza%20se,adaptativa%20a%20nivel
%20social%2C%20demuestra
https://ecuador.unir.net/actualidad-unir/disciplina-positiva/