Fue Pedro El Primer Papa

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¿Fue Pedro el Primer Papa?


La Iglesia católica Romana dice que Cristo hizo del apóstol Pedro Su sucesor, Su vicario, o vicere-
gente, la cabeza visible e infalible de la iglesia, con poder para legar ese oficio a sus sucesores; que se le
dio poder y autoridad sobre todos los demás apóstoles y sobre toda la iglesia; que Cristo construyó Su
iglesia sobre Pedro, y que le entregó las llaves del reino del cielo. Ella dice que Pedro fue el primer
obispo de la iglesia en la ciudad de Roma, y que por eso todo su privilegio y poder le fue dado en suce-
sión a todos los obispos o papas de esa ciudad imperial.

Base Escriturística de esas Aseveraciones

Esta aseveración, en lo que tiene que ver con la Biblia, está basada en los tres pasajes siguientes de
las Escrituras:

1.- “Cuando Jesús llegó a la región de Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos: ‘¿Quién dicen los
hombres que es el Hijo del Hombre?’ Ellos respondieron: ‘Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros Je-
remías, o alguno de los profetas’. El preguntó: ‘Y vosotros, ¿quién decís que soy?’ Respondió Simón Pe-
dro: ‘Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente’. Entonces, Jesús le dijo: ‘¡Dichoso eres, Simón hijo de
Jonás; porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos! También te digo, que tú
eres Pedro, y sobre esta Roca edificaré mi iglesia, y las puertas de la muerte no prevalecerán contra ella. A
ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que ates en la tierra, habrá sido atado en los cielos; y
todo lo que desates en la tierra, habrá sido desatado en los cielos’”. Mat. 16:13-19.

2.- “Dijo también el Señor: ‘Simón, Simón, Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo. Pe-
ro yo he rogado por ti, que tu fe no falte. Y tú, una vez vuelto, confirma a tus hermanos’”.

3.- “Cuando terminaron de comer, Jesús preguntó a Simón Pedro: ‘Simón, hijo de Juan, ¿me amas
más que éstos?’ Él respondió: ‘Sí, Señor. Tú sabes que te amo’. Jesús le dijo: ‘Apacienta mis corderos’.
Volvió Jesús a preguntarle: ‘Simón, hijo de Juan, ¿me amas?’ Pedro respondió: ‘Sí, Señor. Tú sabes
que te amo’. Le dijo: ‘Apacienta mis ovejas’. Por tercera vez le preguntó: ‘Simón, hijo de Juan, ¿me
amas?’ Pedro se entristeció de que le preguntara por tercera vez, ‘¿Me amas?’, y respondió: ‘Señor, tú
sabes todas las cosas. Tú sabes que te amo’. Jesús le dijo: ‘Apacienta mis ovejas’”.

El Evangelio, los Hechos y las Epístolas son las Únicas Autoridades

Esta gran aseveración a favor de Pedro y sus sucesores, demanda una investigación cuidadosa y crí-
tica; y la primera evidencia a ser considerada de encuentra naturalmente en el Nuevo Testamento. ¿Qué
le fue conferido, si es que algo le fue conferido, a Pedro a través de las palabras de Cristo? ¿Qué privile-
gio, si es que recibió alguno, poseyó Pedro, que los otros apóstoles no poseían? Primero, los Evangelios,
los Hechos, y las Epístolas contienen necesariamente los medios para determinar lo que Pedro disfrutó y
ejerció debido a las palabras de Cristo:

"También te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta Roca edificaré mi iglesia, y las puertas de la muer-
te no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que ates en la tie-
rra, habrá sido atado en los cielos; y todo lo que desates en la tierra, habrá sido desatado en los cielos”.
Mat. 16:18-19.
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Poco después que Cristo le dijo estas palabras a Pedro, el Salvador le otorgó a los otros apóstoles, y
también a toda la iglesia, el poder de atar y desatar. Él dijo:

"Si tu hermano peca contra ti, ve y muéstrale su falta entre tú y él solo. Si te oye, habrás ganado a tu
hermano. Si no te oye, toma aún contigo a uno o dos, para que en boca de dos o tres testigos conste to-
da palabra. Y si no los oye a ellos, dilo a la iglesia. Y si no oye a la iglesia, tenlo por gentil y publicano.
Os aseguro que todo lo que atéis en la tierra, habrá sido atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la
tierra, habrá sido desatado en el cielo”. Mat. 18:15-18.

Es evidente, por lo tanto, que las palabras de Mateo 16:19, relacionadas con atar y desatar, no cons-
tituyen un privilegio especial de Pedro. Ellas no establecen ninguna diferencia entre él y los demás
apóstoles.

Pedro por Debajo de los Demás Apóstoles

El segundo pasaje, “‘Simón, Simón, Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo. Pero yo he
rogado por ti, que tu fe no falte. Y tú, una vez vuelto, confirma a tus hermanos’”, parece colocar a Pe-
dro por debajo de los demás apóstoles. Todos los demás serían probados, pero la caída de Pedro y su
negación, es todo lo que se nos cuenta. El peor pecado de los demás sería que se ofenderían debido a
Cristo, y cobardemente huirían. Pedro, por lo tanto, estaría en mayor necesidad de una conversión que
los demás, y cuando ocurriese ese cambio necesario, él tendría que fortalecer a sus hermanos, que no
habían caído como él lo hizo, para salvarlos, sin lugar a dudas, de caer, de la misma manera que él lo
había hecho. Ciertamente, fortalecerlos a través de una confesión de su debilidad al negar al Señor, no
es lo mismo que ejercer una autoridad sobre ello.

El Privilegio de Pedro no Estaba por Sobre los Demás Apóstoles

Las palabras en el tercer pasaje, ‘apacienta mis ovejas’, ciertamente no le confiere ningún privilegio
a Pedro por sobre los demás apóstoles. El privilegio de apacentar el rebaño, le era conferido aun a los
ancianos locales de la iglesia. El apóstol Pablo, dirigiéndose a los hermanos de la iglesia de Éfeso en
Mileto, dijo, “Mirad por vosotros, y por todo el rebaño en medio del cual el Espíritu Santo os ha puesto
por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, que él ganó con su propia sangre”. Hechos 20:28.

Y el propio apóstol Pedro dio una exhortación similar: “Ruego a los ancianos que están entre voso-
tros, yo también anciano con ellos, testigo de las aflicciones de Cristo, y también participante de la glo-
ria que ha de ser revelada: Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidad de ella, no por la
fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto; no dominando las
heredades del Señor, sino siendo dechados de la grey. Y cuando aparezca el Príncipe de los pastores,
recibiréis la corona inmarcesible de gloria”. 1 Pedro 5:1-4.

Por lo tanto, cuando Cristo le dijo a Pedro, ‘apacienta mis ovejas’, estas palabras no le otorgaron a él
ningún privilegio, que no le haya sido dado a los demás apóstoles, y a los ancianos de todas las iglesias.

Es Definido el Reino del Cielo

Ahora, con toda razón, si Cristo, cuando le dijo a Pedro, ‘Tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré
Mi iglesia; y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Y yo te daré las llaves del reino de los
cielos", etc., significaran darle primacía a Pedro sobre todos los demás apóstoles, haciendo de Pedro Su
vicario, tal como lo afirma la Iglesia Católica, ciertamente estaríamos justificados al esperar que este he-
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cho sería revelado en las palabras y acciones de nuestro Salvador, después del pronunciamiento de es-
tas palabras a Pedro, y también en las palabras y acciones de los demás apóstoles. ¿Y qué es lo que encon-
tramos?

Poco tiempo después que estas palabras fueron dichas, los discípulos fueron a Jesús, preguntándole,
‘¿Quién es el mayor en el reino de los cielos?’ Mat. 18:1.
A menudo en el libro de Mateo, la expresión, ‘el reino de los cielos’, se refiere, no al cielo donde es-
tá el trono de Dios, sino que a la iglesia de Cristo en la tierra, en la cual está representado Su reino. Es
usado así en Mateo 13:47 que dice: “También el reino de los cielos es semejante a la red, que se echa
en el mar y saca toda clase de peces”; Y en Mateo 13:24 que dice: “Jesús les contó otra parábola. Les
dijo: "El reino de los cielos es semejante al hombre que sembró buena semilla en su campo”. Si Pedro
había sido hecho la cabeza visible de la iglesia, el viceregente de Cristo, ¿por qué los apóstoles hicie-
ron esta pregunta? “¿Quién es el mayor?” ¿No sabían ellos que Pedro había sido hecho el mayor? Evi-
dentemente que no.

“No Será Así Entre Vosotros”

Nuevamente, un poquito después, Pedro le dijo al Maestro, "He aquí que hemos dejado todo, y te hemos
seguido a Ti; ¿qué obtendremos con ello?" Y Jesús les dijo, "Aquellos que Me han seguido, en la regenera-
ción, cuando el Hijo del hombre se siente en el trono de Su gloria, vosotros también os sentaréis sobre doce
tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel". Mat. 19:27-28. En estas palabras, Cristo colocó a todos los
apóstoles en una igualdad. No hay ninguna insinuación aquí que el trono de Pedro sería exaltado por sobre
los demás.

Fue un poco tiempo después que Juan y Santiago fueron con su madre al Maestro, pidiéndole que uno
de ellos se pudiera sentar a Su derecha y el otro a Su izquierda, en el reino que ellos pensaban que Él iba a es-
tablecer. En los reinos orientales, los dos principales ministros de estado, que estaban más próximos a la autori-
dad del monarca, eran llamados el Visir de la derecha y el Visir de la izquierda. Estas eran las posiciones que
Juan y santiago estaban solicitando.

¿Cuál fue la respuesta de Cristo a su petición? Si la aseveración Católica Romana fuese verdadera, la res-
puesta de Cristo habría sido que Él ya le había dado a Pedro un sitio a su mano derecha, y que él no iba a
crear un puesto para la mano izquierda. Pero lo que Él hizo fue declarar en el más claro lenguaje que nin-
guno de ellos iba a ejercer autoridad sobre los demás. Leamos:

"Cuando los diez escucharon eso, se indignaron contra los dos hermanos. Pero Jesús los llamó y les dijo:
Sabéis que los gobernantes de las naciones ejercen dominio sobre ellas, pero no será así entre vosotros”.
(Ver Mat. 20:20-26; Mar. 10:35-43).

Hay más evidencia del mismo tipo en las palabras de nuestro Salvador hacia los discípulos, registradas en
Mateo 23. Hablando de los fariseos, Él dijo:
“Atan cargas pesadas y difíciles de llevar, las ponen sobre los hombros de los demás, y ellos ni aun con
un dedo las quieren mover. Antes, hacen todas sus obras para ser vistos por los hombres. Porque ensanchan
sus filacterias, y alargan los flecos de sus mantos, aman los primeros asientos en los banquetes, y las prime-
ras sillas en las sinagogas, quieren ser saludados en las plazas, y ser llamados rabí. Pero vosotros, no queráis
que os llamen rabí, porque uno es vuestro Maestro, y todos sois hermanos. A nadie en la tierra llaméis pa-
dre, porque uno es vuestro Padre, el que está en el cielo. Ni seáis llamados guías, porque uno es vuestro
Guía, el Cristo”. Mat. 23:4-10.
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Aquí, los apóstoles son colocados nuevamente en una posición de igualdad. “Uno es vuestro Maes-
tro, Cristo; y vosotros sois todos hermanos”. Pedro no debe ser llamado padre, ni tampoco ninguno de
los otros. Pedro no es exaltado por sobre sus hermanos.

Apenas Una de las Ramas

Después de haber efectuado la Cena con Sus discípulos, el Maestro caminó con ellos hacia el jardín del
Getsemaní, y mientras caminaban, probablemente mirando una vid, Él extrajo una lección de ella, di-
ciendo, “Yo soy la vid, ustedes son los pámpanos (ramas)”. Juan 15:5. Aquí nuevamente el Maestro
coloca a todos los apóstoles en una igualdad; Pedro era apenas una de las ramas, así como lo eran Juan,
Santiago, y cada uno de los otros.

Tenemos otra prueba contra la afirmación de que Pedro fue el primer papa, en las palabras que Cris-
to le dirigió a él, tal como quedaron registradas en Juan 21:20-22, que dice:

“Volviéndose Pedro, vio que los seguía aquel discípulo a quien Jesús amaba, el que se había recosta-
do en su pecho en la cena, y le había preguntado: ‘Señor, ¿quién es el que te ha de entregar?’ Cuando
Pedro lo vio, preguntó a Jesús: ‘Señor, ¿y qué de éste?’ Jesús le dijo: ‘Si quiero que él quede hasta que
yo venga, ¿qué a ti? Tú, sígueme’”. Juan 21:20-22.

Ahora, si Pedro había recibido, un poquito antes de esto, jurisdicción sobre Juan y sobre todos los
demás apóstoles, tal como se asevera, la pregunta de Pedro no era ni impropia ni irrazonable, y debiera
haber producido una respuesta adecuada por parte del Maestro. Pero Cristo dijo, "¿Qué te importa a
ti?” Y en estas palabras el Maestro confirmó la completa independencia de Juan con respecto a Pedro,
y no hizo ninguna insinuación de que le hubiese dado a Pedro alguna jurisdicción sobre Juan.

De tal manera que en ninguna de las palabras ni en las acciones de Cristo, tal como han sido regis-
tradas en los Evangelios, fue dada alguna insinuación acerca de la primacía y de la autoridad de Pedro
sobre los demás apóstoles, ninguna insinuación de que Él haya hecho a Pedro Su sucesor, Su vicario, o
viceregente, la cabeza visible de la iglesia.

Evidencia en el Libro de Hechos

¿Qué evidencia contiene el libro de Hechos con referencia a la primacía de Pedro? En la primera
parte él es prominente. Nadie niega que él haya sido un líder entre los apóstoles. ¿Pero encontramos al-
guna evidencia de que haya sido mirado como superior por los demás apóstoles, o por la iglesia como
si fuese la cabeza de la iglesia en lugar de Cristo, y como habiendo sido escogido así por Cristo, tal
como se cree que dice Mat. 16:18-19? Su prominencia se puede ver en el primer capítulo. El lugar de
Judas tenía que ser suplido, y Pedro, al parecer, fue el primero a llamar la atención de la iglesia en rela-
ción a la profecía de Salmos, donde dice que alguien tendría que ser escogido en el lugar de Judas, ha-
biendo quedado vacante este lugar debido a su traición y posterior suicidio.

Ahora, si Pedro había sido excogido como la cabeza de la iglesia en lugar de Cristo, él tendría que
haber tenido la autoridad, y habría sido su deber ejercerla, para escoger a alguien en el lugar de Judas,
así como el papa tiene autoridad para escoger a los obispos, cardenales, etc. Pero nada de eso sucedió.
Los creyentes nominaron a dos hermanos, y después de orar para que Dios los guiara para escoger al
más adecuado, todos votaron, como diríamos hoy en día, y Matías fue elegido.
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Pedro se Presenta Ante la Iglesia

Hay aun más evidencias interesantes en el capítulo ocho. Felipe, el evangelista, había estado predi-
cando el evangelio en Samaria, y lo había bendecido maravillosamente. En los versículos 14-15 leemos:

"Los apóstoles que estaban en Jerusalén, oyeron que Samaria había recibido la Palabra de Dios, y les en-
viaron a Pedro y a Juan. Estos llegaron y oraron por ellos, para que recibiesen el Espíritu Santo”.

Cuán claro queda a partir de esta narrativa, que fue en la iglesia de Jerusalén donde había una auto-
ridad mayor que Pedro o Juan. Esta autoridad estaba en "los apóstoles que estaban en Jerusalén". Es un
axioma verdadero que el que envía es mayor que el enviado, y Pedro reconoció esta autoridad al ir a
Samaria. ¿No sería inconcebible que los cardenales de la Iglesia Romana enviasen al papa a alguna mi-
sión? ¿Y algún papa permitiría que él mismo fuese enviado?

En el capítulo diez leemos acerca del bautismo de Cornelio por parte de Pedro, y otros gentiles, y en
el capítulo once aprendemos que los apóstoles y hermanos de Jerusalén, le pidieron que fuera a dar cuen-
tas de su misión. Se verá claramente que Pedro no reclamó ninguna autoridad para ejecutar estas accio-
nes, tal como lo afirma la Iglesia Católica, y aun sostiene que debían obedecerle, pero en la práctica él
admitió que tenía que dar cuenta de su actitud a ellos, defendiéndose él mismo, y así mostrando también
que le estaba informando a toda la iglesia. Por lo tanto queda muy claro, que los demás apóstoles y la
iglesia, y por lo tanto el propio Pedro, no sabía que Cristo había hecho de Pedro la cabeza de la iglesia.

Pero la mayor prueba contra la primacía de Pedro en la iglesia primitiva, se encuentra en el capítulo
quince de Hechos. Había sido llamado a un concilio en Jerusalén, para consider la enseñanza de algu-
nos que los cristianos estaban obligados a observar toda la ley Mosaica, incluyendo la circuncisión.

Santiago, y no Pedro, actuó como cabeza del concilio, y tuvo una participación decisiva, mientras
Pedro se ve apenas como un dlegado, un debatiente, a un mismo nivel que Pablo y Bernabé. Santiago le
puso fin a la discusión con voz autoritativa, diciendo, "Por lo cual yo juzgo que no se inquiete a los
gentiles que se convierten a Dios, sino que se les escriba que se aparten de las contaminaciones de los
ídolos, de fornicación, de ahogado y de sangre". Hechos 15:19-20.

Pablo fue la Figura central

Con esto termina la evidencia del libro de Hechos. Pedro no es mencionado más en este libro, des-
pués del concilio. El apóstol Pablo se vuelve la figura central, y Pedro se eclipsa totalmente, en relación
al libro de Hechos. Así como los Evangelios, el libro de Hechos no contiene ni siquiera una única indi-
cación de la primacía de Pedro, ni tampoco ningún indicio de que los demás apóstoles y la iglesia lo re-
conocieran como siendo el sucesor de Cristo, teniendo autoridad como cabeza de la iglesia; sino que al
contrario, toda la evidencia muestra que habían otros que poseían y ejercían más autoridad que Pedro,
por ejemplo, Santiago y los apóstoles en Jerusalén.

El Testimonio de las Epístolas

¿Cuál es el testimonio de las epístolas en el Nuevo Testamento? El apóstol Pablo, escribiéndole a la


iglesia de Corintos, en relación a algunas divisiones que ahí había, dijo,

"Quiero decir que de vosotros, uno dice: "Yo soy de Pablo". Otro dice: "Yo de Apolo", "yo de Ce-
fas", y "yo de Cristo". 1 Cor. 1:12.
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De esta escritura, al parecer había una especie de división en la iglesia, para que alguien diga, "yo
soy de Pedro", pero esto ciertamente no habría sido verdad si Pedro hubiese sido la cabeza de la iglesia,
en lugar de Cristo, tal como lo afirma la Iglesia Romana. En vez de eso, habría sido una especie de uni-
dad que alguien dijera, "yo soy de Pedro". Pero Pablo dice aquí que era tan errado decir, "yo soy de Pe-
dro", como lo era decir, "yo soy de Pablo" o de Apolos.

Nuevamente, Pablo dice, "Así los puso Dios en la iglesia, primero apóstoles, etc.", 1 Cor. 12:28.

Esta escritura muestra que en la constitución divinamente establecida de la iglesia, no había una au-
toridad superior a los apóstoles, y observe que ninguno de los apóstoles es mencionado como teniendo
autoridad sobre los demás apóstoles. Entonces, se ve que Pablo no hizo ninguna alusión al así llamado
privilegio de Pedro, sino que al contrario, usó un lenguaje que demuestra que no existía nada de aque-
lla supremacía o algo parecido en los días de los apóstoles.

Pablo Enfrenta a Pedro

Vamos a hora al libro de Gálatas. Hay una evidencia interesante en los siguientes versículos:

"Sin embargo los que parecían ser algo —lo que eran entonces no importa, Dios no juzga por la apa-
riencia exterior— esos hombres nada me comunicaron. Al contrario, vieron que me había sido confiada
la predicación del evangelio a los gentiles, como a Pedro la predicación a los judíos. Porque el que obró
por Pedro para el apostolado a los judíos, obró también por mí en favor de los gentiles. Al ver la gracia
que me había sido dada, Santiago, Pedro y Juan, que eran considerados las columnas, nos dieron, a
Bernabé y a mí, la mano derecha en señal de compañerismo, para que nosotros fuésemos a los gentiles,
y ellos a los judíos. Sólo nos pidieron que nos acordásemos de los pobres, lo que fui también solícito en
cumplir. Y cuando Pedro vino a Antioquía, lo resistí cara a cara, porque era de condenar. Porque antes,
que viniesen algunos de parte de Santiago, comía con los gentiles, pero después que vinieron, se retraía
y se apartaba, por temor a los de la circuncisión”.

El séptimo y el noveno versículo de este pasaje, muestra que en vez que la jurisdicción de Pedro fue-
se sobre toda la iglesia, él estaba restringido a una parte de la iglesia, esto es, de la circuncisión—
convertidos al evangelio de entre los Judíos. Pablo dice que a él le fue dado el evangelio de la incircun-
cisión, y en otro lugar él se llama a sí mismo el apóstol a los gentiles. Si Pedro, entonces, fuese la cabe-
za de alguna iglesia, era la cabeza de solo una parte de ella, es decir, de la Judía; porque, tal como cla-
ramente lo dicen las Escrituras, Pablo era la cabeza de los Gentiles; y si el papa es su sucesor, él no
puede reclamar más esa posición, porque es evidente que Pedro no podía delegarle a su sucesor una
mayor autoridad que la que él tenía.

En el versículo nueve, Pablo habla de Santiago, Cefas (Pedro), y Juan como siendo pilares en la
iglesia. Ahora, este lenguaje quiere decir que Santiago, Pedro y Juan estaban en una posición de igual-
dad; o que Santiago (él es mencionado primero), como siendo obispo de la iglesia en Jerusalén, fuese
en algún grado eclesiástico superior a Pedro; y esto parece estar implícito a través de la simulación de
Pedro en Antioquía, mencionado en los versículos 12-13. Pedro había comido con los gentiles, pero
cuando vinieron algunos "de Santiago", temiéndoles, aparentemente, él se apartó y se separó de ellos.

La evidencia aquí, como en otras partes, es totalmente contraria a los dichos de que Pedro fuese la
cabeza de la iglesia, y ciertamente aquí hay una clara evidencia en contra de la infalibilidad de Pedro.
Él decidió en forma errada en un asunto de fe (los escritores católicos han dicho que Cristo prometió
infallibilidad a la iglesia en sus enseñanzas), porque la iglesia nunca después tomó el punto de vista de
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Pablo sobre el asunto; y Pablo, el más joven de los apóstoles, enfrentó a Pedro cara a cara, en vez de
someterse a él, que es lo que hubiese hecho sin duda, si Pedro hubiese sido el vicario de Cristo, la infa-
lible cabeza de la iglesia.

Las Propias Palabras y Acciones de Pedro

Consideraremos ahora las propias palabras y acciones de Pedro. ¿Indican ellas que él entendía que el
Maestro lo había hecho Su sucesor, que él era la cabeza de la iglesia, la roca sobre la cual el Maestro
construyó Su iglesia? Hay tres pasajes en las Escrituras que tienen que ver con esta cuestión:

1.- “Cuando Pedro entraba, salió Cornelio a recibirlo, y postrándose a sus pies, adoró. Pero Pedro lo le-
vantó, diciendo: ‘Levántate, que yo también soy hombre’”. Hechos 10:25-26.

2.- “Vosotros también, como piedras vivas, estáis siendo edificados en una casa espiritual, en un sa-
cerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales, agradables a Dios por medio de Jesucristo. Por eso
dice la Escritura: ‘Pongo en Sión la principal Piedra del ángulo, elegida, preciosa. El que crea en ella,
no será defraudado’. Para vosotros que creéis, él es precioso. Para los incrédulos, ‘la Piedra que los edi-
ficadores desecharon, vino a ser la Piedra angular; piedra de tropiezo y roca de escándalo’. Tropiezan
porque desobedecen la Palabra. Para eso fueron ordenados”. 1 Pedro 2:5-8.

3.- “Ruego a los ancianos que están entre vosotros, yo también anciano con ellos, testigo de las
aflicciones de Cristo, y también participante de la gloria que ha de ser revelada: Apacentad la grey de
Dios que está entre vosotros, cuidad de ella, no por la fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia
deshonesta, sino con ánimo pronto; no dominando las heredades del Señor, sino siendo dechados de la
grey. Y cuando aparezca el Príncipe de los pastores, recibiréis la corona inmarcesible de gloria”. 1 Pe-
dro 5:1-4.

En el primer pasaje, Pedro parece estar completamente inconciente de ser el vicario de Cristo, y su
rehúsa en permitirle a Cornelio que se agachara y lo adorara, es muy diferente de la de aquellos que se
dicen ser sus sucesores, los cuales desean que los hombres se inclinen y los adoren. Si esto fue hecho de-
bido a su humildad, es una pena que esta virtud no haya continuado.

En el segundo pasaje, Pedro se refiere a Cristo como siendo la roca fundamental de la iglesia. Él cita
Isaías 28:16 qie dice:

“Por eso, así dice el Señor, el Eterno: ‘Yo fundo en Sión una Piedra, piedra probada, angular, pre-
ciosa, de cimiento seguro; el que confíe en ella nunca desmayará’”.

"Una piedra fundamental", "una piedra probada", "un fundamento seguro”— estas palabras Pedro se
las aplicó a Cristo. Evidentemente él no entendió las palabras de Cristo, "sobre esta roca edificaré Mi
iglesia", aplicadas a Él mismo. Para el apóstol Pedro, solamente Cristo era esa roca, y ningún otro.

Y en el tercer pasaje, Pedro habla de él mismo como siendo un anciano, y se coloca a sí mismo en un
mismo nivel con los demás ancianos de la iglesia, y los amonesta a no ser señores sobre la herencia de
Dios—exactamente el oficio que posee el papa. Si hay algún significado en este lenguaje, es que Pedro
no entendió que Cristo lo había hecho señor de Su iglesia; y para Pedro, Cristo era el Pastor principal.
(Este título también le ha sido aplicado al papa). Por lo tanto queda perfectamente claro, a través de las
propias palabras y acciones de Pedro, que él (Pedro) no sabía que Cristo lo había hecho Su sucesor, la
cabeza de la iglesia, el Pastor principal, y la roca sobre la cual la iglesia fue construida.
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Pedro Eclipsado por Pablo

Si la Iglesia Católica Romana hubiese querido probar que Santiago o Pablo, en vez de Pedro, era la ca-
beza de la iglesia en los tiempos apostólicos, habrían conseguido una posición mucho mñas sustentable,
especialmente en relación a Pablo. Sin embargo, Santiago era obispo de la iglesia en Jerusalén, y esa fue
la primera iglesia de creyentes cristianos. Pero cuando Pablo llega a la iglesia cristiana, Pedro especialmente
entra en un eclipse, en cuanto a su liderazgo se refiere. Aun en los primeros siglos, escritores eclesiásticos ha-
blan de Pablo como siendo el apóstol. San Agustín dijo, "De tal manera que cuando se dice 'apóstol', y
no se especifica cuál apóstol, ciertamente se está refiriendo a Pablo"; y Crisóstomo dijo, "Cuando usted
dice apóstol, todos piensan inmediatamente en Pablo, así como cuando usted dice Bautista, todos pien-
san en Juan".

El apóstol Pablo fue el más grande maestro de la iglesia apostólica. Pedro no lo fue.

Los escritos de Pedro en el Nuevo Testamento son casi insignificantes comparados con los de Pablo.
Pablo escribió (tal como aparecen en nuestras Biblias) 100 capítulos con 2.325 versículos. Pedro escribió
8 capítulos con 166 versíscilos.

Pablo reclamó y ejerció la autoridad apostólica en la iglesia, tal como se puede observar a partir de las
siguientes declaraciones:

1.- "Porque a vosotros os digo, gentiles. Como soy apóstol de los gentiles, honro mi ministerio”.
Rom. 11:13.

Aquí él dice ser (no el) apóstol de los gentiles, diciendo que el mundo de los gentiles es peculiarmente
de él.

2.- "En cuanto a la colecta para los santos, haced vosotros también según ordené en las iglesias de Ga-
lacia. Cada primer día de la semana, cada uno de vosotros aparte algo según haya prosperado, y guárdelo,
para que cuando yo llegue, no se haga entonces la colecta. Y cuando yo llegue, a los que hayáis designa-
do, a ésos enviaré con cartas, para que lleven vuestro donativo a Jerusalén. Y si conviene que yo vaya,
irán conmigo”. 1 Cor. 16:1-4.

Observe, él le da órdenes a las iglesias.

3.- "Por lo demás, cada uno viva como el Señor le asignó, y como Dios lo llamó. Esta es la norma que
presento en todas las iglesias”. 1 Cor. 7:17.

Él da órdenes envolviendo a todas las iglesias.

4.- “Sin embargo, pienso que en nada soy inferior a los más eminentes apóstoles”. 2 Cor. 11:5.

En Gal. 2:9 él habla de Santiago, Pedro y Juan como siendo pilares en la iglesia cristiana. Estos, sin
lugar a dudas, estaban incluídos entre los más “altos” apóstoles. Él dice que no es inferior a los más
eminentes de ellos, no haciendo ninguna excepción a favor de Pedro, lo cual él ciertamente habría he-
cho si hubiese entendido que Cristo había hecho de Pedro la cabeza de la iglesia, tal como lo afirma la
Iglesia Católica.
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5.- “Sin embargo, en el Nombre de nuestro Señor Jesucristo, os ordenamos, hermanos, que os apar-
téis de todo hermano que ande fuera de orden, y no según la enseñanza que recibisteis de nosotros”. 2
Tes. 3:6. “Si alguno no obedece lo que decimos en esta carta, notadlo, y no os juntéis con él, para que
se avergüence”. 2 Tes. 3:14.

Él aquí da órdenes que tienen que ser observadas, en el caso que alguien anduviera desordenada-
mente, y ordena obediencia.

6.- "Por eso te dejé en Creta, para que acabaras de organizar lo que faltaba, y pusieras ancianos en
cada ciudad, como te mandé”. Tito 1:5.

Él envía ministros con poder para actuar para perfeccionar la organización de la iglesia.

7.- “Además de otras cosas, lo que sobre mí se agolpa cada día, la preocupación por todas las igle-
sias”. 2 Cor. 11:28.

Y fuera de todas estas cosas, él colocó muchas reglas para la observancia de las iglesias cristianas,
como por ejemplo:

1.- Juicios entre cristianos. 1 Cor. 6:1-4.


2.- El yugo desigual entre cristianos y los incrédulos. 2 Cor. 6:14-17; 1 Cor. 7:12-17.
3.- El uso de lenguas desconocidas en adoración pública. 1 Cor. 14:27-40.
4.- Ofrendas semanales para los pobres. 1 Cor. 16:1-4.
5.- El vestido de las mujeres. 1 Tim. 2:9-15.
6.- La preparación para la celebración de la Cena del Señor. 1 Cor. 11:18-34.
7.- Calificaciones para los ancianos y diáconos. 1 Tim. 3:1-13.
8.- Desfraternización de los herejes. Tito 3:10.

¿Quién es la Roca?

¿Cuál fue el significado de las palabras de Cristo a Pedro, “Y a ti te digo, que tú eres Pedro, y sobre
esta roca edificaré Mi iglesia; y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella"?

Primero, consideremos la relación entre el tipo y el antitipo; porque en esto hay luz. La dispensación
ceremonial, o Mosaica, con sus tipos, sombras, y figuras, eran un tipo del evangelio. El santuario del
antiguo pacto era un tipo del santuario del nuevo pacto. Heb. 8:1-5; 9:9-12, 23, 1-5. El servicio en el
primero era un tipo del servicio en el segundo. Heb. 8:5. El derramamiento de sangre de bestias inocen-
tes, muertas a la entrada del santuario, era un tipo de la muerte de Cristo en la cruz. Su sangre era un ti-
po de la sangre de Cristo. Heb. 9:15; 10:4; 1 Pedro 1:19. la iglesia del Antiguo Testamento era un tipo
de la iglesia del Nuevo Testamento.

Ahora, el antitipo nunca es menor que el tipo. Esta es la ley del tipo y del antitipo.

¿Quién era la roca en la iglesia del Antiguo Testamento? Era el Señor, tal como lo afirman muchas
Escrituras:

"

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“El es la Roca, su obra es perfecta, todos sus caminos son rectos. Dios es leal, ninguna iniquidad hay
en él. Es justo y recto”. Deut. 32:4. "El Dios de Israel ha dicho, me habló la Roca de Israel. El que go-
bierna a los hombres con justicia, el que gobierna respetando a Dios”. 2 Sam. 23:3.

Esto es confirmado en el Nuevo Testamento:

“Y todos bebieron la misma bebida espiritual; porque bebían de la Roca espiritual que los seguía, y
la Roca era Cristo”. 1 Cor. 10:4.

Ahora, si Pedro fuese la roca de la iglesia cristiana, se concluiría que la roca del Nuevo Testamento es
menor que la roca de la iglesia del Antiguo Testamento; porque ciertamente hay un gran abismo entre el
Señor y Pedro. Esto le puede ocasionar un choque a un cristiano verdadero, el pensar que la roca del
Antiguo Testamento sea Dios, mientras la roca de la iglesia del Nuevo Testamento es un hombre. Esto
de hecho es imposible, y es imposible de creer.

La interpretación que da la Iglesia Católica, acerca de las palabras de nuestro Salvador dirigidas a
Pedro, son contradecidas por todas las evidencias del Nuevo Testamento, tal como lo hemos visto en
nuestro estudio de la evidencia, y esa interpretación ha sido cuestionada por todos los estudiantes de la
Biblia, durante siglos.

En las palabras de Cristo a Pedro, "Y también te digo a ti, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edifi-
caré Mi iglesia", son uasadas dos palabras completamente diferentes en Griego, para "Pedro" y "roca".
Cristo dijo, "Tú eres Pedro [petros, piedra], y sobre esta roca [petra, roca] edificaré Mi iglesia". Son
sustantivos de diferente género. Petros es masculino, mientras que petra es femenino. Petros significa
"piedra". Young lo define como, "una piedra pequeña". Petra es "roca". Cristo le dijo a Pedro, "tú eres
Simón, el hijo de Jonas: tú te llamarás Cefas, lo cual es por interpretación, una piedra". Juan 1:42. La
palabra griega, petros, es usada aquí. Para armonizar totalmente con la interpretación Romana, el verso
debiera decir, "tú eres Petros, y sobre esta Petros edificaré Mi iglesia"; o entonces usar Petra en ambas
cláusulas de la sentencia.

Cristo la Roca

Cristo es la roca sobre la cual es construida la iglesia. "Sobre esta petra" (roca, refiriéndose a Sí
mismo), Él dijo, "edificaré Mi iglesia", y esto, tal como lo hemos visto, es la enseñanza de todo el Nue-
vo Testamento. Fue enseñado por el propio Pedro que Cristo era el fundamento de roca de la iglesia. 1
Pedro 2:4-8. La misma preciosa verdad fue enseñada por el apóstol Pablo. Él escribió, "No puede ser
colocado otro fundamento, a no ser este, el cual es Jesucristo". 1 Cor. 3:11.

Bajo otra figura, Pedro es apenas una piedra en el fundamento, mientras que Cristo es la roca angu-
lar fundamental.

“Así, ya no sois extraños ni forasteros, sino conciudadanos con los santos, miembros de la familia de
Dios, edificados sobre el fundamento de los apóstoles y de los profetas, siendo la principal piedra del
ángulo Jesucristo mismo”. Efe. 2:19-20.

En las Escrituras todos los apóstoles son colocados en igualdad. Pedro es una piedra en el fundamen-
to. Y lo mismo sucede con Santiago y Juan, Andrés y Bartolomeo, y Mateo y todos los demás apósto-
les; y de la misma manera los profetas también son piedras en el fundamento. Pedro está al mismo ni-
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vel que todos ellos, y no sobre ellos. Esta es la clara e inequívoca enseñanza de la Biblia sobre este
asunto.

Las Llaves del Reino

El Maestro no le dio las llaves del reino solamente a Pedro. Les fueron dadas a todos los apóstoles, y
sobre ese asunto, a toda la iglesia. ¿Qué son las llaves del reino? Las llaves son las que abren el cielo al
pecador. ¿Qué es lo que cierra el cielo para una persona? Es el pecado. La provisión de alejar el peca-
do, para que el hombre no sea impedido de entrar al cielo, son las llaves del reino, y esa provisión es el
evangelio de nuestro Señor. Ahora, el privilegio y la comisión de predicar el evangelio, le fue dado a
todos los apóstoles, y así a toda la iglesia. La iglesia realmente existe, por ningún otro motivo, que para
predicar el evangelio en todo el mundo; y si un hombre lo acepta, el reino de los cielos está abierto para
esa persona.

El Poder de Perdonar Pecados

Está bien claro en el Nuevo Testamento que los apóstoles no entendieron que les fue dado el poder
de perdonar pecados, personalmente, a través de las palabras de Cristo dirigidas a ellos, "A quienes re-
mitiereis los pecados, les son remitidos" (Juan 20:23); porque no encontramos nada en el Nuevo Tes-
tamento de que alguna vez hayan reclamado o ejercido el poder de perdonar pecados. Ellos ciertamente
habrían hecho esto, si así lo hubiesen entendido; porque la importancia de llevar a cabo una comisión
así, tal como se la habían dado, podría haber sido vista sin necesidad de argumentar. Al contrario, en-
contramos a los apóstoles, incluyendo a Pedro, dirigiendo a las personas a Dios para el perdón de sus
pecados. A Simón, que deseaba comprar el don del Espíritu Santo con dinero, Pedro le dijo, "Arrepién-
tete, pues, de esta tu maldad, y ruega a Dios, si quizás te sea perdonado el pensamiento de tu corazón".
Hechos 8:22.

Y el apóstol Juan dijo, “Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros
pecados, y limpiarnos de toda maldad”. 1 Juan 1:9. De la misma manera leemos en el libro de Hebreos
la siguiente admonición, “Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar mi-
sericordia y hallar gracia para el oportuno socorro”. Heb. 4:16. Este trono de gracia está en el santuario
celestial, y es el único confesionario del sistema cristiano.

El significado de las palabras de Cristo hacia los apóstoles quedan claras a través de las palabras del
Señor al profeta Jeremías:

“Antes de formarte en el seno te conocí, y antes que nacieras te aparté, y te designé por profeta a las
naciones. Yo respondí: ‘¡Ay, Señor Eterno, que no sé hablar, porque soy un muchacho!’ Pero el Eterno
me dijo: ‘No digas, soy un muchacho. Porque tú irás adonde yo te envíe, y dirás lo que yo te mande.
No temas ante ellos, porque yo estoy contigo para librarte’ —dice el Eterno. Y el Eterno extendió su
mano, tocó mi boca, y me dijo: ‘Ahora he puesto mis Palabras en tu boca. Mira que en este día te pon-
go sobre naciones y reinos, para arrancar y destruir, para arruinar y derribar, para edificar y plantar’”.

¿Significa esto que a Jeremías le fue dado el poder, como individuo, para desarraigar naciones, para de-
rribar, para destruir, o para erigir naciones? Ciertamente no; no más que lo que las palabras de Cristo le
dieron poder a los apóstoles, como individuos, para perdonar pecados. Jeremías fue llamado por Dios
para ser un profeta para la nación. Cuando Dios le envió un mensaje a la nación a través de Jeremías, si
la nación aceptaba y caminaba a la luz de ese mensaje, podía permanecer y ser restaurada; pero si esa
nación rechazaba el mensaje de Jeremías, tenía que ser derribada y destruída. Pero a Jeremías no se le
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dio ese poder individualmente. El poder para esto estaba en el mensaje que él llevaba. Todo esto queda
claro a través de los siguientes versículos:

Condiciones para el Perdón

“En un instante puedo hablar contra una nación o un reino, para arrancar, derribar y destruir. Pero si esa na-
ción se vuelve de su maldad, yo también desistiré del mal que había pensado hacerle. Y en un instante hablaré
de esa nación o ese reino, para edificar y plantar. Pero si hace lo malo ante mis ojos, y desoye mi voz, desistiré
del bien que había determinado hacerle”. Jer. 18:7-10.

Así sucedió con los apóstoles. A ellos les fue dado el mensaje del Evangelio para que lo proclamaran. Si
una persona aceptaba el mensaje que ellos llevaban, sus pecados le eran remitidos, y ella quedaba libre
de la esclavitud del pecado; si ella lo rechazaba, ella continuaba en esclavitud. El perdón del pecado es-
taba en el mensaje que ellos llevaban. La confesión sacerdotal no es aprobada por Dios. Solamente
Dios puede perdonar el pecado.

El Testimonio de los "Padres"

La Iglesia Católica dice que su afirmación de que Pedro fue hecho el sucesor de Cristo, la roca sobre la
cual Cristo construyó Su iglesia, está substanciada por la tradición y por el testimonio de los así llamados
Padres de la iglesia. Si esto fuese verdad, no tendría peso para muchas personas, pero no es verdad. El
credo del Papa Pío IV es el credo autoritativo de la Iglesia Católica Romana. En ese credo leemos:

“Yo también admito las Santas Escrituras de acuerdo con aquel sentido que la santa madre iglesia sos-
tuvo y sostiene, a quien pertenece el juicio del verdadero sentido e interpretación de las Santas Escritu-
ras; jamás las interpretaré de otra manera, que de acuerdo al sentido unánime de los Padres”.

De acuerdo, entonces con este credo, debe demostrarse que hay un total acuerdo entre los Padres en
sus interpretaciones respecto a las palabras de Cristo dichas a Pedro,—que Pedro es la roca sobre la
cual Cristo construyó Su iglesia, —para que esto pueda ser aceptado, incluso por los Católicos. ¿Qué
quiere decir la Iglesia Católica por "Padres"? Ella quiere decir los profesores y doctores de la iglesia, de
la edad inmediatmente posterior a los días de los apóstoles, hasta San Bernardo, el cual es tenido como
el último de los Padres, y que murió en 1153. ¿Qué es, entonces, lo que enseñaban los Padres en rela-
ción a quién era la roca de la iglesia? ¿Cómo interpretaron ellos las palabras de Cristo, "Tú eres Pedro,
y sobre esta roca edificaré Mi iglesia"?

Testimonio de los Padres

Los escritores que se han especializado estudiando lo que han escrito los Padres a respecto de este
asunto, nos dicen que muy pocos de los Padres, en los siglos inmediatamente posteriores a los días de
los apóstoles, hicieron algún comentario sobre las palabras de nuestro Salvador en Mateo 16:18. Esto
parece ser un poco extraño, ya que la iglesia dice que las aseveraciones en relación a Pedro son verda-
deras.

Cipriano, obispo de Cartago, que vivió y escribió durante la última parte del tercer siglo, dijo, expli-
cando este pasaje, que sirve para explicar "el honor de un obispo y el orden de la iglesia. De tal manera
que la iglesia está fundada sobre los obispos". Epis. 27. Y la segunda vez que él se refiere al texto, dice:
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“El Señor que quiere que haya unidad, Él fijó a través de Su autoridad, el origen de esa unidad, co-
mo comenzando de uno. Ciertamente el resto de los apóstoles eran iguales a Pedro, dotados con el
mismo compañerismo, tanto de honor como de poder; pero el comienzo procedió de una unidad".

Orígenes, que vivió y escribió en el siglo tercero, dice, comentando el texto en cuestión:

“La roca es cada discípulo de Cristo del cual beben los que bebieron de la roca espiritual que los se-
guía. ... Pero si usted piensa que toda la iglesia está construída por Dios solo en Pedro, ¿qué me dice de
Juan, el hijo del trueno, y todos los apóstoles? ¿O debiéramos decir que las puertas del infierno no pre-
valecerían contra Pedro en particular, sino que prevalecerían contra los demás apóstoles y los perfec-
tos?"—Comentarios de Mateo 16:18.

Hilario de Poitiers, llamado doctor de la iglesia, dijo:

“Sobre esta roca de la confesión está la edificación de la iglesia. Esta fe es el fundamento de la igle-
sia. A través de esta fe, las puertas del infierno son sin poder contra ella. Esta fe posee las llaves del
reino de le los cielos”. De Trinity 6:36-37.

Gerónimo, que escribió en la última parte del siglo cuarto, dijo:

"Cristo es la roca, el cual le garantiza a Sus apóstoles que pudieran ser llamados rocas". Comenta-
rios sobre Amos 6:12.

Y en otro lugar, "Pero usted dice que la iglesia está fundada en Pedro, si bien la misma cosa también
le es hecha a los apóstoles, y todos ellos recibieron las llaves del reino de los cielos, y la fortaleza de la
iglesia es establecida en todos ellos igualmente”. Adv. Jovin 2.

Y aun en otro lugar:

“Sobre esta roca el Señor fundó Su iglesia; de esta roca el apóstol Pedro derivó su nombre. ... El
fundamento que el apóstol, como arquitecto, colocó solamente en nuestro Señor Jesucristo. sobre este
fundamento es construída la iglesia de Cristo”. Comentarios sobre Mateo 7:24-25.

Juan Crisóstomo dijo:

“‘Yo de digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca, edificaré Mi iglesia'; esto es, en la fe de su confe-
sión”. Comentario sobre Mateo 16:13, par. 3, Homily 54.

Agustín, escribiendo a comienzos del siglo quinto, dijo, explicando las palabras de Cristo a Pedro:
“Al mismo tiempo que yo era un sacerdote, escribí un libro contra la carta de Donato, en cuyo libro
dije en cierto lugar acerca del apóstol Pedro, que la iglesia fue fundada en él como en una roca, una in-
terpretación que también es cantada por los labios de muchos en los versos del bendito Ambrosio, don-
de él habla del gallo, 'Oh! Aun la misma roca de la iglesia se derrite ante el cantar del gallo'. Pero yo se
que después de todo, muy frecuentemente he explicado lo que el Señor dijo, 'Tú eres Pedro, y sobre es-
ta roca edificaré Mi iglesia', que debiera ser entendido como siendo sobre Él, de quien Pedro confesó,
diciendo, 'Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo', y que Pedro, de donde salió su nombre (de esa roca),
representó a la persona de la iglesia, la cual es construída en la roca, y recibió las llaves del reino de los
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cielos. Porque no se le dijo a él, 'Tú eres la roca' (petra), sino, 'Tú eres Pedro (petros). Porque Cristo
era la roca a quien Simón confesó, así como toda la iglesia lo confesó a Él". Retractions, 1 :21.

Cirilo de Alejandría dijo:

“Que Él lo llamase de roca, refiriéndose a su nombre, no fue nada más, yo creo, que la no zarandea-
da y firme fe del discípulo, sobre la cual también la iglesia de Cristo fue fundada y establecida". Dialo-
gue on the Trinity, 4.

Janus (J. J. Dollinger), siendo él mismo un Católico, dice al respecto:

“De todos los Padres que interpretan estos pasajes en los Evangelios, ni siquiera uno de ellos lo apli-
ca a los obispos Romanos, como siendo los sucesores de Pedro. Cuántos Padres se han dedicado dili-
gentemente a estudiar estos textos, pero ninguno de ellos, de quien tengamos sus cimentarios —
Orígenes, Crisóstomo, Hilario, Agustín, Cirilo, Teodoreto, y aquellos cuyas interpretaciones han sido
recopiladas—ha colaborado con la más ligera insinuación de que la primacía de Roma es la consecuen-
cia de la comisión y de la promesa a Pedro! Ninguno de ellos ha explicado la roca o el fundamento so-
bre el cual Cristo habría construído Su iglesia, del oficio dado a Pedro, a ser transmitido a sus sucesores,
sino que lo entendieron, ya sea como el propio Cristo, o la confesión de fe de Pedro en Cristo; y a me-
nudo ambas a la vez. O entonces pensaron que Pedro era el fundamento al igual que todos los demás
apóstoles, siendo que los doce eran las piedras fundamentales de la iglesia". "The Pope and the Coun-
cil," p. 91.

Y también es bueno observar el hecho de que los Padres dan un testimonio similar en relación a las
llaves del reino. Orígenes dice:

"¿Por qué, las llaves del reino del cielo le fueron dadas por el Señor solamente a Pedro, y ningún
otro de los bendecidos las recibió?". Comentario de Mateo 16.

Ambrosio, otro Padre de la iglesia, dijo:

"Por lo tanto el Señor le dio al apóstol lo cual ya hacía parte de su propia autoridad judicial. ... Escú-
chenlo decir, 'Yo te daré las llaves del reino de los cielos'. Lo que le es dicho a Pedro, le es dicho a to-
dos los apóstoles". Comentario sobre Salmo 38.

Agustín dijo:

"El Señor Jesús, tal como usted sabe, escogió antes de Su pasión a Sus discípulos, a quienes llamó
apóstoles. Entre ellos estaba Pedro, casi siempre solo, a quien se le permitió ser el representante de to-
da la iglesia. Debido a esa personificación de toda la iglesia, que solo él apoyó, fue que él escuchó, 'Yo
te daré las llaves del reino de los cielos'. No fue un solo hombre que las recibió, sino que la unidad de
la iglesia, cuando se le dijo, yo te daré lo que le es dado a todos'". Sermon 29S, "Sobre Pedro y Pablo".

Tiene que ser visto por el lector que un Católico no puede ser leal a su propio credo, y al mismo
tiempo aceptar una interpretación de esta naturaleza de Mateo 16:18, que hace de Pedro la roca sobre la
cual Cristo construye Su iglesia; porque ciertamente se ha mostrado suficiente evidencia, como paras
demostrar que los Padres no interpretaban de una manera unánime Mateo 16:18, diciendo que Pedro es
la roca; su interpretación, en realidad, está bien lejos de eso.
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¿Fue Pedro Obispo de Roma?

La Iglesia Romana afirma que Pedro fue el primer obispo de la iglesia cristiana en la ciudad de Ro-
ma, que él realmente se sentó como obispo ahí durante 25 años, muriendo como un mártir en el año 67
d. C.; y desde entonces, se afirma, Pedro fue hecho el sucesor de Cristo, la cabeza de la iglesia universal,
y se le dio poder para legar privilegios a sus sucesores, los obispos de Roma, que en sucesión serían los
vicarios de Cristo, o las cabezas de la iglesia; y así, ya que Pedro fue el primer obispo de Roma, la igle-
sia Romana se volvió la madre de toda la cristiandad.

En relación a si Pedro fue el primer obispo de esa iglesia, el Nuevo Testamento guarda silencio, y al
comienzo esto parece ser un poco extraño, si lo que afirma la iglesia Romana acerca de Pedro, es ver-
dad. Pareciera razonable esperar que si Cristo hizo de Pedro la cabeza de la iglesia, y ese primer epis-
copado estaba en la ciudad de Roma, el hecho de él haber sido un obispo ahí, sería mencionado no solo
una vez, sino que muchas veces en el Nuevo Testamento. El silencio, por lo tanto, del Nuevo Testa-
mento, es uno de los argumentos de mayor peso, contra la creencia de que él fue el primer papa de la
iglesia universal.

El Testimonio de las cartas de Pablo

El apóstol Pablo, mientras estuvo en Roma, escribió, como lo sabe cualquier estudiante de la Biblia,
cuatro de las cinco epístolas, es decir, Colosenses, Efesios, Filipenses, Filemon, y Segundo Timoteo,
siendo que esta última fue escrita justo antes de su martirio, tal como es indicado por el lenguaje en el
capítulo 4, versículos 6-8. Esto fue alrededor del año 67 d. C. Se afirma que Pedro estaba en Roma,
ocupando el asiento de obispo, durante estos años, cuando estas epístolas fueron escritas desde Roma.
Pero en todas estas epístolas, hay un absoluto silencio en relación al liderazgo de Pedro sobre la iglesia.

En la carta de Pablo a los Filipenses, él le envía saludos a los Filipenses de "todos los santos" en Ro-
ma (Fil. 4:22); de tal manera que si Pedro estaba en Roma en ese tiempo, fue reconocido por Pablo me-
ramente como uno de "los santos".

En la segunda epístola a Timoteo, Pablo dice, "Solo Lucas está conmigo" (2 Tim. 4:11), y debido a
esto, le pide a Timoteo para que traiga a Marcos a Roma, como obrero. Ahora, si Pedro estaba en Ro-
ma, durante todo este tiempo como obispo, tal como se afirma, ¿no suena extraño que Pablo, ni siquiera
una vez, se refiera a ese hecho? ¿No parece extraño que si Pedro estaba sentado, en ese mismo tiempo,
como vicario de Cristo, como cabeza de la iglesia, Pablo no lo haya mencionado ese hecho? En reali-
dad, el hecho de que Pablo llamara a Marcos para que viniera a Roma como obrero, debeira demostrar
concluyentemente que él, en vez de Pedro, estaba a cargo de la obra en aquella ciudad en aquel tiempo,
el mismo tiempo en que se afirma que Pedro estaba sentado como cabeza de toda la iglesia.

La Supremacía de la Iglesia Romana

Ni tampoco es verdad que la iglesia en Roma era reconocida como la iglesia madre, manteniendo
una supremacía y ejerciendo jurisdicción sobre todas las iglesias de la cristiandad. Cada lector de la his-
toria de la iglesia, sabe que la iglesia Romana tuvo un crecimiento gradual hacia el poder, siendo que su
poder se hizo mayor con el pasar del tiempo, venciendo gradualmente la resistencia; y esta es una fuerte
prueba de su real carácter.

En el primer siglo, habían cinco iglesias con liderazgo e influencia, las cuales eran, Jerusalén, Antio-
quía, Alejandría, Constantinopla, y Roma. Al comienzo de la cristiandad, Jerusalén era la iglesia líder y
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ejercía la mayor autoridad, tal como se puede ver claramente del libro de Hechos (Hechos 8:14; 15:2,
22), mientras que, durante mucho tiempo, Alejandría y Constantinopla compartieron una precedencia
igual con Roma.

Hay evidencia de esto en la historia de algunas de los concilios de la iglesia primitiva. El Concilio de
Nicea, efectuado en el añosd 325 d.C., un concilio general, fue realizado para establecer la jurisdicción epis-
copal del obispo de Alejandría. Ese Concilio decretó:

"Que las antiguas costumbres prevalezcan en Egipto, y Libia, y Pentapolis, para que el obispo de
Alejandría pueda tener autoridad sobre todos ellos, ya que ésta es también la práctica acostumbrada pa-
ra el obispo de Roma; y similarmente en Antioquia y en las otras provincias (esto es, los primados de
primera clase), y que la precedencia sea preservada en las iglesias". Canon 6.

Es claramente manifestado a través de este decreto, que en aquel tiempo, al comienzo del cuarto si-
glo, Borne, Alejandría, y Antioquia, estaban en igualdad, ya que todas ellas fueron llamadas de "prima-
dos de primera clase". La historia nos informa que este decreto significaba, que el patriarca de Alejan-
dría tendría la misma autoridad sobre Egipto, Libia, y Pentapolis, que el obispo de Borne tenía sobre las
iglesias de Italia central y del Sur, con las islas de Sicilia, Cerdeña, y Córsega. Esta limitación muestra
claramente, que no se le había concedido ninguna jurisdicción universal a, o ejercida por, la iglesia en
Roma.

El Testimonio de los Concilios de la Iglesia

El cuarto concilio general fue realizado en Calcedonia, en el año 451 d. C., y él, también, tuvo una am-
plia desaprobación del conocimiento de precedencia de la iglesia en Borne. Sus decretos comprueban la
evidencia de este punto En el Canon 28, el decreto del conclio dice:

"Para todos los respectos, siguiendo las definiciones de los santos Padres, y conociendo el canon de
los 150 obispos amados por Dios, el cual se acaba de leer, nosotros de la misma manera hacemos la
misma definición y decreto, relacionado con la precedencia de la muy santa iglesia de Constantinopla, o
nueva Roma. Porque los Padres con buenas razones le otorgaron precedencia en la sinal de la antigua
Roma, porque era la ciudad imperial, y los 150 amados obispos de Dios, movidos por el mismo punto de
vista, le confirieron igual precedencia al muy santo trono de la nueva Roma, juzgando correctamente que la
ciudad honrada con el imperio y con el senado, debía disfrutar de la misma precedencia que Roma, el
antiguo asiento del imperio, y que debiera ser magnificada así como lo fue en los asuntos eclesiásticos,
siendo segunda después de ella".

Así, en el concilio general council, Constantinopla es colocada a un nivel con Roma, y eso ya en la úl-
tima parte del siglo quinto; y cada lector de historia, sabe que esta rivalidad continuó entre Roma y
Constantinopla (que ya había comenzado bastante tiempo atrás, antes de este concilio) hasta Justiniano,
en el año 533 d. C., el cual decretó que el obispo de Roma debía ser la cabeza de la iglesia universal.

La iglesia Romana tuvo un aumento gradual hasta llegar a su alto pináculo de poder. En los primeros
siglos, tal como ya lo hemos visto, la iglesia Romana no estaba sobre las demás iglesias, como Jerusa-
lén, Alejandría, Antioquía, y Constantinopla. Pero esta iglesia estaba localizada en la antigua capital del
gran Imperio Romano, y ganó precedencia debido a ese hecho, el cual es claramente mencionado en el
decreto del Concilio de Calcedonia, el cual acabamos de observar, como siendo una razón para la exal-
tación de la iglesia Romana.
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La iglesia en la antigua capital del imperio, comenzó a ser mirada como la iglesia líder, y su obispo
como el obispo líder. A medida que salieron los misioneros, ellos fueron aclamados alegremente por la
iglesia Romana, y ella comenzó a ser llamada la madre iglesia. Las disputas que surgían entre las igle-
sias o entre los obispos, eran llevadas al obispo Romano, para que decidiera, porque él era el obispo de
la madre iglesia, en la antigua capital del imperio. Y cuando el asiento del poder político fue transferido
a Constantinopla, muy naturalmente, el obispo de la madre iglesia del Oeste, se volvió la figura más
prominente en Roma.

Después de la remoción de la capital de Roma a Constantinopla, en el siglo cuarto, la asfirmación de


que Pedro había sido hecho el vicario de Cristo, de que él era el primer obispo de Roma, y que los papas
de Roma eran sus sucesores, esto comenzó a ser especialmente impulsado, y para substanciar estas asfir-
maciones forjadas y fabricadas por los papas anteriores, y por decisiones de concilios anteriores, todo
esto fue colocado como si fuese un hecho. Fueron colocadas palabras en la boca de los papas, que ellos
nunca dijeron. Decretos de concilios fueron traídos a la luz, que ran totalmente forjados y fabricados.
Janus dice:

"Como los estratos sucesivosa de la tierra se cubren unos a otros, así una capa tras la otra, de falsifi-
cación y fabricación fue apilada en la iglesia". "The Pope and the Council", p. 117.

Esto culminó en los famosos Decretos de Isadoria, del siglo noveno, el cual todos los eruditos de
hoy reconocen como una falsificación. Así el papado llegó al pináculo del poder y del prestigio. Esto
no puede ser negado por ningún lector que haya estudiado el tema de la historia de la iglesia.

La Cadena Papal Examinada

Como una marca de apostolado, la Iglesia Católica afirma haber habido una inquebrantable sucesión
de papas desde San Pedro hasta el papa elegido en 1922, Pío XI. Esta afirmación, sin embargo, no so-
porta la prueba de la historia. Parece ser imposible para el lector que ha estudiado la historia de la igle-
sia, no ver que la así llamada cadena papal ha sido quebrada en varias ocasiones; desde luego, que la
Iglesia Católica Romana no puede admitir esto, no importa cuántas evidencias sean mostradas, ya que
constituye la piedra fundamental de todas sus afirmaciones arrogantes y no basadas en las Escrituras.

Sin embargo, desde Victor, obispo de Roma en el año 193 d. C., hasta Clemente VII en el año 1523-
1534, hubieron nueve papas, que fueron culpables de herejía, nueve cuyas elecciones fueron cuestiona-
das, nueve cuyas elecciones fueron dudosas, catorce fueron culpables de simonía (esto es, de haber
comprado la silla papal), y diecinueve que fueron culpables de intrusión. Y sin embargo, todos ellos,
excepto tres, son contados como siendo eslabones en la cadena papal, a pesar del hecho de que es con-
trario a la ley del canon Romano, que alguien sea contado como papa y que haya asegurado la silla pa-
pal a través de simonía o intrusión. Y en cuanto a las elecciones dudosas, Belarmino, un famoso autor
Católico Romano, dice, "Un papa dudoso, no es papa". De Cancil, book 2, chap. 19.

Papas Dudosos

De que hayan habido en la línea de sucesión papal no apenas algunos muy "dudosos papas", sino
que papas desesperadamente inmorales e impíos, es admitido por los propios Católicos. En los prime-
ros años del siglo décimo, surgió lo que "La Enciclopedia Católica", en un artículo llamado "Cristobal,
Papa (903-904)", denominó "el (periodo) más oscuro jamás conocido en la Roma papal, cuando sus ba-
rones elegían y deselegían papas a su total antojo".
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Más luz es arrojada sobre la incerteza de la sucesión papal, en aquel tiempo, por la misma autoridad,
la cual dice, en el artículo "Sergio III":

"Él parece haber cesado de actuar como obispo, después de la muerte de Formosus, y fue colocado
como candidato al papado en el año 898. No habiendo sido elegido, se retiró, aparentemente a Alberic,
un condado de Spoleto. Disgustado con la violenta usurpación del trono papal por Cristobal, los roma-
nos lo arrojaron [a Cristobal] a la prisión, y convidaron a Sergio para que tomara su lugar".

Tanto Cristóbal como Sergio son reconocidos como papas de Roma, en la línea de sucesión desde
San Pedro.

Viniendo desde el siglo décimo hasta la última mitad del siglo quince, encontramos el caso de Ro-
drigo Borgia, Alejandro VI, papa desde 1492 hasta 1503. de este hombre "La Enciclopedia Católica"
dice:

"Borgia, a través de una mayoría descubierta de dos tercios asegurada por su propio voto, fue
proalamado papa en la mañana del 11 de Agosto de 1492, y tomó el nombre de Alejandro VI". "Que él
obtuvo el papado a través de simonía, era la creencia general". Article, "Alexander VI".

Del carácter de Borgia previo a su elevación al trono papal, mientras aun era un sacerdote que ocu-
paba un alta posición en la iglesia oficial, "La Enciclopedia Católica" dice esto:

"En estos diecinueve años él emitió una severísima carta de reprobación para el Papa Pío II, debido a
una mala conducta en Siena, la cual fue tan notoria, que sacudió a todo el pueblo y a la corte. ... Aun
después de su ordenación al sacerdocio, él continuó en sus malos caminos. ... Hacia el año 1470 co-
menzó sus relaciones con la dama Romana, Vanozza Catanei, la madre de sus cuatro hijos".

Así fueron algunos de los papas, y así es la línea de la tan llamada “sucesión apostólica". Tenga en
mente, también, que estas declaraciones no provienen de autores Protestantes, sino que de una recono-
cida autoridad Católica Romana. Recuerde que nuestro único objetivo al mostrar toda esta evidencia, es
para demostrar que, a menos que los católicos estén listos para asumir todo esto, y sean capaces de de-
fender la posición de que el carácter y la regularidad de la selección no tiene nada que ver con la suce-
sión apostólica, ellos no pueden consistentemente afirmar que ha habido esa sucesión desde los tiempos
de Pedro hasta nuestros días. Claramente, eso no ha sucedido, y por lo tanto su afirmación se viene al
suelo.

De los eventos del periodo al cual se refiuere "La Enciclopedia Católica" como siendo "el más oscu-
ro jamás conocido en la Roma papal", el Cardenal Baronius, el mayor de todos los historiadores Católi-
cos, dice:

"Es evidente que uno puede apenas creer, sin una evidencia ocular, lo que las despreciables, bajas,
execrables, y abominables cosas hizo la santa y apostólica Sede, la cual es el pivote sobre el cual se
mueve toda la Iglesia Católica, y que fue forzada a enfrentar, cuando los príncipes de este tiempo, tam-
bién cristianos, y que sin embargo se arrogaron a sí mismos la elección de los pontificios Romanos.
¡Ay de mí, la vergüenza! ¡Ay de mí, la congoja! Qué monstruos, horribles de contemplar, fueron en-
tonces, introducidos por ellos, en la Santa Sede, que los ángeles veneran! ¡Qué resultado más malo!
¡Qué tragedias perpetraron ellos! ¡Con qué contaminaciones fue esta Sede, aun cuando ella misma es
sin mancha o arruga, fue entonces manchada! ¡Con qué corrupciones fue infectada! ¡Con qué suciedad
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fue contaminada! Y por medio de estas cosas ennegrecida con perpetua infamia". "Baronius Annal.,"
ad Ann. 900.

Y hay otro serio quebrantamiento, proveniente del Gran Sismo de 1379 hasta 1417. Durante este
tiempo, dos y a veces tres papas rivales estaban afirmando ser el papa. Fue aun difícil entonces decidir
quién poseía la mejor efirmación. Gregorio XI era el papa antes del sismo, y Martin V fue elegido a su
término. Esto cubrió un periodo de 38 años. Pero cuando Martin V fue elegido, había solamente un
cardenal vivo, el cual había sido ordenado antes de la muerte de Gregorio XI. Por lo tanto, la mayoría
de los votos otorgados a Martin V en 1417, fueron anulados. Resulta evidente, entonces, que hay algu-
nos eslabones perdidos en esta así llamada cadena de sucesión apostólica.

Afirmaciones Blasfemas

Creciendo a partir de la presunción de que Cristo hizo de Pedro Su vicario, han surgido algunas
afirmaciones muy extravagantes, y consideradas blasfemas por algunos, en relación al papa. Lo si-
guiente ha sido tomado del “Diccionario Eclesiástico” de Ferrari (Católico Romano), bajo el artículo
"Papa". La última edición de este libro fue lanzado de la Prensa de la Propaganda de Roma en 1899, lo
cual demuestra que posee la aprobación de la Jerarquía Católica Romana. "La Enciclopedia Católica"
(Vol. VI, p. 48) habla de ella como siendo "una enciclopedia verdadera del conocimiento religioso, una
preciosa mina de información".

"El papa es de tan gran dignidad y tan exaltado, que él no es meramente humano, sino que es como
si fuese Dios, y el vicario de Dios".

"El papa es de tal alta y suprema dignidad que, hablando apropiadamente, él no ha sido establecido
en ningún rango de dignidad, sino que más bien ha sido colocado sobre el pináculo de todos los rangos
de dignidad".

"Por lo tanto el papa es coronado con una triple corona, como rey del cielo y de la tierra, en las re-
giones más bajas".

"Además, la superioridad y el poder del pontífice Romano, bajo ningún punto de vista pertenece so-
lamente a las cosas celestiales, a las cosas terrenales, y a las cosas que están bajo la tierra, sino que aun
sobre los ángeles, a los cuales él es superior".

"De tal manera que si fuese posible que los ángeles errasen en la fe, o puedan pensar de manera con-
traria a la fe, ellos podrían ser juzgados y excomulgados por el papa".

"El papa es como si fuese Dios en la tierra, el único soberano de los fieles de Cristo, rey supremo de
reyes, poseyendo plenitud de poder, a quien se le ha conferido a través del Dios omnipotente, no sola-
mente el reino terrenal, sino que también el reino celestial".

"El papa puede modificar la ley divina, ya que su poder no proviene del hombre, sino que de Dios, y
él actúa como viceregente de Dios sobre la tierra, con el más amplio poder para atar y desatar a Su re-
baño".

Lo siguiente proviene de los escritos de Agustín de Ancona (Católico Romano), "Un Apelo de la
Decisión del Papa":
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"Por lo tanto la decisión del papa y la decisión de Dios constituyen una sola [esto es, la misma] de-
cisión, así como la opinión del papa y de su discípulo son la misma. Como, por lo tanto, un apelo es
siempre tomado de un juez inferior hacia uno superior, y como nadie es superior a él mismo, así nin-
gún apelo se sostiene cuando es hecho del papa a Dios, porque existe solo un tribunal del propio papa
y del propio Dios".

"Nosotros mantenemos sobre esta tierra el lugar del Dios Todopoderoso". Pope León XIII, en una
carta encíclica, fechada el 20 de Junio de 1894, "Las Grandes Cartas Encíclicas de León XIII", p. 304.

Lo siguiente es de una oración de Christopher Mareellus (Católico Romano) en la cuarta sesión del
Quinto Concilio de Latrón, realizado en 1512 (dirigido al papa); "Historia de los Concilios", por Labbe
y Cossart, Volumen XIV, columna 109:

"Porque tú eres el pastor, tú eres el médico, tú eres el director, tú eres el novio; finalmente, tú eres
otro Dios en la tierra".

Y la siguiente glosa de las "Comunas Extravagantes", libro 1, "Sobre la Autoridad y la Obediencia”,


capítulo 1, leemos:

"Cristo le confió Su oficio al sumo pontífice; ... pero todo el poder en el cielo y en la tierra le ha sido
dado a Cristo; ... por lo tanto, el sumo pontífice, que es Su vicario, tendrá este poder".

Cuando el Papa Benedicto XV murió, su muerte fue oficialmente anunciada por el secretario de estado del
papa, así: "Nuestro Señor el Papa está muerto".

El Papado no Apostólico

Se ha mostrado suficiente evidencia, aun cuando podrían ser añadidos muchos volúmenes, para mostrales
a todos que el Papado no es apostólico. Cualquier lector del Nuevo Testamento sabe que no hay una
semejanza entre la iglesia apostólica y la jerarquía papal. En vez de que el Papado sea apostólico, él es
el fruto de un gran desvío, o apostasía, que entró en la iglesia en los siglos justamente después del tiempo
de los apóstoles. El apóstol Pablo tuvo una visión de su venida; porque era apenas un embrión en sus
días. Al escribirle a los Tesalonicenses, él dijo:

"Nadie os engañe en ninguna manera, porque ese día no vendrá sin que antes venga la apostasía, y se mani-
fieste el hombre de pecado, el hijo de perdición, que se opondrá y exaltará contra todo lo que se llama Dios, o
que se adora; hasta sentarse en el templo de Dios, como Dios, haciéndose pasar por Dios”. 2 Tes. 2:3-4.

Todo lector de la historia de la iglesia, sabe que esta desviación vendría, y que desarrollaría un sis-
tema, sobre cuya cabeza, se colocaría a sí mismo un hombre como si fuese Dios, tal como se puede ver
en la cita anterior. En la iglesia apostólica, Cristo era la única cabeza de la iglesia, el único Sumo Sacer-
dote, el único Mediador entre Dios y el hombre (1 Tim. 2:5), y la roca fundamental de la iglesia. Y Su
único sacrificio sobre la cruz del Calvario fue suficiente para expiar los pecados de todo el mundo. (Vea
Rom. 6:9-10; Heb. 7:27; 9:25-28; 10:10-12).

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