Mateo El Rey Prometido

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Mateo: El Rey prometido

Introducción
Mahoma, Buda, Confucio, Abraham, Moisés… Cuando la gente piensa en fundadores
religiosos estos son los nombres que vienen a la mente. Otro nombre que viene a la mente es
Jesús. ¿Aglomeras a Jesús dentro de esa categoría de inventores religiosos? ¿Eso es lo que él
era?

Interesante pregunta. Actualmente, muchas personas en el mundo creen que la respuesta


sin duda es «sí». Sea que creas en él o no, ciertamente fundó una de las religiones más grandes
a nivel mundial. Sin embargo, una de las cosas más sorprendentes que vemos en el Evangelio
de Mateo, nuestro tema en la mañana de hoy, es que aunque Jesús en verdad dijo algunas
cosas que nadie había dicho anteriormente, él no fue el autor de una nueva religión. Como
ha escrito nuestro pastor, Mark Dever: «Jesús no fue un innovador, sino la respuesta. No fue
un inventor, sino el cumplimiento. En Mateo, Jesús se presenta como la clave para
comprender las Escrituras del Antiguo Testamento. Él es el intérprete autoritativo de los
escritos y tradiciones religiosas de Israel. Los explica. Desde Génesis hasta Malaquías, desde
la enseñanza acerca del matrimonio y el divorcio hasta los Diez Mandamientos y el amor,
Jesús cita el Antiguo Testamento y nos dice qué significa».

De esto trata Mateo. Al entrar al primer libro del Nuevo Testamento, debemos entender
la continuidad con el Antiguo. Israel había estado esperando a su rey durante 400 años. Se
encontraban bajo el yugo del dominio y la opresión romana. Muchos falsos Cristos y profetas
estaban surgiendo y afirmaban ser el Mesías que traería la libertad política del pueblo. Pero
todos fallaron. ¿Quién sería el rey? ¿Cómo lo reconocerían? ¿Cómo llegaría?

Para examinar estas preguntas y las circunstancias que rodean la llegada del Rey,
vamos esta mañana al Evangelio de Mateo. Mateo presenta a Cristo a través del lente del
Antiguo Testamento. El traza el linaje de Cristo desde Abraham. El Mesías había venido para
cumplir lo que se esperaba desde hace mucho tiempo.

Contexto
Casi no se cuestiona que el apóstol Mateo (también llamado Leví en los relatos de Marcos y
Lucas) sea el autor del Evangelio que lleva su nombre. Sabemos que era judío, recolector de
impuestos y uno de los doce discípulos/apóstoles del Señor. Eso hace que su experiencia
como testigo presencial de la vida y el ministerio de Jesús sea una mayor fuente de
información para el Evangelio. Después de todo, al menos un 42% del Evangelio de Mateo
contiene información completamente única de este Evangelio. Y 60% de este libro está
compuesto de citas de Jesús; algo que Mateo (como recolector de impuestos o «escriba»)
habría sido capaz de registrar fielmente.

Mateo escribió su Evangelio en las décadas inmediatamente posteriores al tiempo de


Cristo en la tierra. Dado su estilo de redacción, Mateo parece estar escribiendo a una gran
audiencia judía. Supone la familiaridad del lector con muchas tradiciones judías, tradiciones
que otros autores de los Evangelios explican cuidadosamente. Además, emplea extensamente
material del Antiguo Testamento, particularmente pasajes proféticos, y parece ser el más
directo en abordar los errores de los fariseos y saduceos. Estas cualidades hacen que Mateo
sea un gran libro que recomendar a cualquier amigo judío que de manera honesta está
dispuesto a explorar las declaraciones de Cristo. Y es un recurso increíble para comprender
cómo debemos entender y usar el Antiguo Testamento como cristianos en la actualidad.

Bosquejo de Mateo
Una de las cosas que debemos notar al comenzar a estudiar el libro de Mateo es cuán
altamente estructurado se encuentra. Encontrarás que esto es más cierto para algunos libros
del Nuevo Testamento que para otros, pero cuando lo es, entender esa estructura es
fundamental para comprender el contexto dentro del libro. Por tanto, ¿cuál es la estructura
de Mateo? Ve el capítulo 7, versículos 28 y 29, al final del Sermón del Monte. «Y cuando
terminó Jesús estas palabras, la gente se admiraba de su doctrina; porque les enseñaba como
quien tiene autoridad, y no como los escribas». Ve a Mateo 11:1: «Cuando Jesús terminó de
dar instrucciones a sus doce discípulos, se fue de allí a enseñar y a predicar en las ciudades
de ellos». Y de nuevo al 13:53: «Aconteció que cuando terminó Jesús estas parábolas, se fue
de allí». ¿Ves el patrón? Cuando terminó… Cuando terminó… Cuando terminó. Vemos que
esa fórmula se repite cinco veces en Mateo. Cada vez aparece al final de una larga sección
de enseñanza, que a su vez sigue a una sección narrativa. Y esas distintas secciones en el
libro —hay siete en total, incluyendo la introducción que precede al Sermón del Monte—,
construyen la historia que Mateo está contando, por así decirlo. Sintetizaré brevemente estas
siete secciones, y luego, entraremos y seguiremos el relato de Mateo de principio a fin.

Los primeros cuatro capítulos cubren asuntos introductorios: la genealogía de Cristo,


su nacimiento, bautismo y preparación para el ministerio. Los tres últimos capítulos del libro,
la séptima sección, narran sus últimas horas, la crucifixión y la resurrección.

En el medio se encuentran cinco secciones de narrativa y enseñanza que


prácticamente se asemejan a los cinco libros de la ley en el Antiguo Testamento. Los
capítulos 5-7 comprenden casi en su totalidad el Sermón del Monte. Más adelante, los
capítulos 8-10, demuestran los milagros de Jesús, seguidos de una enseñanza acerca de la
persecución cuando envía a los 12 discípulos. Los capítulos 11-13 registran la creciente
oposición al ministerio de Jesús, junto a parábolas acerca de la verdadera naturaleza del Reino
de Dios. El tercer grupo de estas dobles enseñanzas/narrativas, los capítulos 14-18, sirven
como punto crítico del libro. La narrativa muestra la creciente polarización entre Jesús y el
mundo, acentuada por la confesión de Pedro de Jesús como el Cristo y la transfiguración.
Luego, Jesús procede a enseñar acerca de la iglesia. El último de los cinco grupos, los
capítulos 19-25, se centran en la semana de Jesús en Jerusalén hasta la cruz y su enseñanza
acerca del fin de los tiempos.

Habiendo establecido esa estructura, analicemos cada una de estas partes para poder
mostrar cómo éstas crean un crescendo hasta la cruz.
Secciones 1 y 2: Nacimiento y primeras enseñanzas
Comenzaremos uniendo las dos primeras secciones de Mateo: desde la genealogía en el
capítulo 1 hasta el final del Sermón del Monte en el capítulo 7. Puesto que ambas tienen el
propósito de demostrar fundamentalmente que Jesús es quien conecta todos los aspectos de
la profecía y tipología del Antiguo Testamento, y plantean la pregunta de qué significa eso
para nosotros.

Permíteme mostrarte a qué me refiero. Nuevamente, la pregunta: ¿quién es Jesús? ¿Y


la respuesta? Él es el cumplimiento de todo en el Antiguo Testamento. Él es judío y, sin
embargo, algo nuevo.

El comienzo de este Evangelio se enfoca en la identidad judía de Jesús, y su posición


en el linaje real de David. «Libro de la genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de
Abraham». No hay duda de que Jesús era Aquel a quien el pueblo judío había estado
esperando, independientemente de que lo hayan visto o no. El Evangelio de Mateo fue escrito
en una época importante para los judíos. Luego de la destrucción del templo, solo
sobrevivirían dos corrientes del judaísmo: el judaísmo rabínico y el cristianismo judío. Qué
hacer con la herencia judía era una consideración importante para aquellos judíos que se
habían convertido en cristianos, como también veremos más adelante en el libro. De manera
que, el hecho de que Mateo demuestra que Jesús es el cumplimiento de todo lo que es judío,
es crucial; señalaba qué hacer con esta herencia.

Y no solo vemos esto en la genealogía, sino también en la narrativa del nacimiento.


Jesús es el cumplimiento de la antigua profecía acerca del Mesías. Vemos la profecía de
Isaías de una virgen dando a luz en el capítulo 1, y la profecía de Miqueas acerca del niño
Cristo traído desde Belén en el capítulo 2. Pero Jesús no solo cumple las profecías del
Antiguo Testamento; de hecho, cumple la visión de Dios para el pueblo. Él es el nuevo Israel.
Y obedece perfectamente donde Israel había fallado.
Mateo se esfuerza por demostrarnos eso a medida que llegamos al final de la narrativa
del nacimiento. Ve Mateo 2:15: «para que se cumpliese lo que dijo el Señor por medio del
profeta, cuando dijo: De Egipto llamé a mi Hijo». El contexto aquí es María, José y Jesús
obligados a huir a Egipto para escapar de la ira asesina del rey Herodes. Interesante, pareciera
que porque Jesús va a Egipto, Mateo dice que está cumpliendo la profecía: «De Egipto llamé
a mi Hijo». Sin embargo, si volvieras a esa profecía, en Oseas 11, entenderías lo que
realmente ocurre. El «hijo» de esta profecía es la nación de Israel. Habían sido rescatados de
la tierra de Egipto. Pero ahora, ¿qué sucede? Este nuevo Israel está siendo rescatado
nuevamente, pero esta vez la tierra de la idolatría y la opresión es, de hecho, la tierra de Israel.
Y así, de ese Egipto espiritual, Dios llama a su nuevo hijo.

¿Y qué sucede cuando este nuevo Israel, este hijo inicia su ministerio? Bien, aunque
la nación de Israel deambuló por el desierto durante 40 años de desobediencia, Jesús ayuna
durante 40 días en el desierto y, sin embargo, permanece en obediencia pese a grandes
tentaciones. En lugar de quejarse por pan, vive por cada palabra que proviene de la boca de
su Dios. Jesús cumplió todo el potencial que la nación de Israel señalaba.

Podría seguir, Demostrando cómo cada cita del Antiguo Testamento en Mateo
conecta otro aspecto del Antiguo Testamento en Jesús, pero entiendes el punto. Todo esto,
las profecías, incluso el pueblo, encuentra su cumplimento en Jesucristo.

Y eso nos lleva al Sermón del Monte. Casi al principio de su sermón, Jesús declara,
muy increíblemente: «No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he
venido para abrogar, sino para cumplir» (5:17). De manera que, él no solo cumple la profecía
o la tipología, sino la mismísima ley de Dios.

Jesús no vino para destruir el judaísmo, sino para llevarlo a su propósito final. Enseñó
por qué existían la ley, los profetas, el templo, el sistema sacrificial y las costumbres. Todo
apuntaba hacia él. Y donde Abraham, Jacob, Moisés y David resultaron deficientes, Jesús
fue el Hijo obediente, la perfección de la ley y el Rey eterno.
Entonces, ¿Jesús era judío? Desde luego. Tan consumadamente judío como alguna
vez lo hubo. No obstante, incluso aquí en el Sermón del Monte, vemos que también apunta
hacia algo nuevo. Este sermón tiene la intención de ilustrar lo que él dice en Mateo 5:20: «si
vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de
los cielos». Y luego procede con una exposición absolutamente fulminante de la ley de Dios,
demostrando que incluso las miradas lujuriosas son adulterio y que el odio es asesinato. ¿El
punto? Nadie tiene una justicia que sea suficiente para entrar al Reino de los cielos. Y así,
incluso cuando Mateo demuestra cuán perfectamente Jesús cumple todo el Antiguo
Testamento, señala algo nuevo. Que él sería el sacrificio final necesario por el pecado. Su
obra en la cruz, con las implicaciones para el templo y el sacerdocio significaría: «que el
reino de Dios será quitado de vosotros, y será dado a gente que produzca los frutos de él»
(21:43). Así, el Evangelio de Mateo cierra con la amonestación de Jesús de predicar el
evangelio a «todas las naciones».

Después de la Caída, ¿por qué crees que Dios escogió proveer todo el Antiguo
Testamento y permitir que transcurrieran miles de años de historia antes de la llegada de
Cristo? Tu respuesta a esta pregunta no debería ser… Buen punto, ¿por qué Eva no solo dio
a luz a Cristo? Bueno, la intención de Dios es revelarse a su pueblo. Enseñar a su pueblo
quiénes son, su necesidad de él y su necesidad de un salvador que proporcionara la
reconciliación. Él usó todo el Antiguo Testamento para preparar a su pueblo para el Mesías
venidero, estableciendo su necesidad de un salvador durante miles de años de pecado.

Sección 3: Milagros y persecución


Al final del Sermón del Monte, llegamos al capítulo 7, versículo 28, el primero de esos
conectores que mencioné anteriormente, y a medida que llegamos a los capítulos 8-10, vemos
que estas estupendas declaraciones de los primeros siete capítulos se confirman.

Jesús realiza milagro tras milagro, sana a un leproso, resucita a los muertos, hace que
un cojo camine, sana a los ciegos, incluso calma una tormenta. Así, cuando Juan el Bautista
pregunta al inicio del capítulo 11 (v.4b-5) quién es Jesús, Jesús puede responder: «Id, y haced
saber a Juan las cosas que oís y veis. Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son
limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los pobres es anunciado el
evangelio». Todas esas cosas ya han sucedido en estos cortos capítulos. Jesús es el
cumplimiento de todo lo que el Antiguo Testamento apunta, y lo confirma con su ministerio.
Por tanto, la enseñanza que cierra esta sección se centra en Jesús enviando a sus discípulos
al mundo a predicar el Reino de Dios. Sí, enfrentaran persecución y oposición, pero el poder
Dios va con ellos.

Ahora bien, hasta este punto en el Evangelio, todo va bien. Mateo ha demostrado
magistralmente cómo Jesús es el cumplimiento de todo el Antiguo Testamento, lo ha
confirmado con los milagros de Jesús e incluso ha demostrado cómo Jesús apunta a cosas
mejores, que él es Aquel con autoridad para perdonar el pecado. Todo se ve bien. Pero
cualquier esperanza de que las cosas alcanzaran el clímax hasta la consumación del Reino se
ve tristemente alterada cuando pasamos a otro versículo de transición y entramos en nuestra
próxima sección, los capítulos 11-13.

Sección 4: La creciente oposición


Jesús comienza pronunciando infortunios a las ciudades dónde había estado trabajando, y se
mete en problemas con los líderes religiosos cuando insiste en corregir su compresión errada
y opresiva del día de reposo.

Mateo traza una comparación entre Jesús y Jonás cuando escribe: «Entonces
respondieron algunos de los escribas y de los fariseos, diciendo: Maestro, deseamos ver de ti
señal. El respondió y les dijo: La generación mala y adúltera demanda señal; pero señal no
le será dada, sino la señal del profeta Jonás. Porque como estuvo Jonás en el vientre del gran
pez tres días y tres noches, así estará el Hijo del Hombre en el corazón de la tierra tres días y
tres noches. Los hombres de Nínive se levantarán en el juicio con esta generación, y la
condenarán; porque ellos se arrepintieron a la predicación de Jonás, y he aquí más que Jonás
en este lugar» (12:38-41). El pueblo de Nínive se arrepintió al escuchar al profeta de Dios, y
ahora los hombres de Nínive sirven como acusación para aquellos que rechazan a Jesús, el
más grande de los profetas.

De hecho, Jesús se vio como superior a cualquiera de estos en el Antiguo Testamento.


Mateo escribe: «En aquel tiempo iba Jesús por los sembrados en un día de reposo; y sus
discípulos tuvieron hambre, y comenzaron a arrancar espigas y a comer. Viéndolo los
fariseos, le dijeron: He aquí tus discípulos hacen lo que no es lícito hacer en el día de reposo.
Pero él les dijo: ¿No habéis leído lo que hizo David, cuando él y los que con él estaban
tuvieron hambre; cómo entró en la casa de Dios, y comió los panes de la proposición, que no
les era lícito comer ni a él ni a los que con él estaban, sino solamente a los sacerdotes? ¿O no
habéis leído en la ley, cómo en el día de reposo los sacerdotes en el templo profanan el día
de reposo, y son sin culpa? Pues os digo que uno mayor que el templo está aquí» (12:1-6).

¿Crees que exista alguien superior a Cristo? Quizá no estás comparando a Jesús con las
figuras del Antiguo Testamento como probablemente lo hubiese hecho la audiencia judía de
Mateo. ¿Qué personas, cosas o logros nos vemos tentados a elevar por encima de Cristo?
Nada ni nadie está por encima de él, así como estas figuras del Antiguo Testamento
apuntaban a Jesús, todos los acontecimientos de nuestro mundo y vidas individuales están
destinados a apuntar hacia Jesús. ¡Él debe ser seguido porque cumplió la ley perfectamente
y se entregó para que todos los que no habían obedecido la ley pudieran ser reconciliados
con Dios!

Jesús se ve en aprietos por su insistencia en usar la autoridad que ha afirmado, y


nuestra imagen optimista del Reino mesiánico que viene a la tierra está siendo revocada. Así,
Jesús termina esta sección con una serie de parábolas, en el capítulo 13, que muestran la
verdadera naturaleza de su Reino. No todos responderán bien, o incluso claramente, como
enseña la parábola del sembrador. Y todavía no juzgará a sus enemigos, sino que los dejará
crecer junto a su iglesia, como vemos en la parábola de las semillas. De hecho, en lugar de
un reino inaugurado con una gran batalla o una toma del poder mundial, Jesús dice que su
Reino comenzará como la semilla más pequeña.
Jesús frustra a todos. Se mete en problemas con los líderes religiosos por afirmar su
autoridad divina y, sin embargo, decepciona a sus seguidores con su insistencia de un
ministerio de sufrimiento y oposición. Cuando todos estos aspectos del Antiguo Testamento
se conectan, Mateo nos muestra, que el resultado no es lo que esperábamos.

Sección 5: Jesús es el Hijo de David


Y eso nos lleva al punto crucial y central de libro en los capítulos 14-18. A medida que el
ministerio de Jesús continúa, la oposición se torna más fuerte, y Jesús demuestra que su
Reino se extenderá más allá de los judíos, al alabar a una mujer cananea por su fe y al
alimentar a 4000 en el capítulo 15.

Ahora bien, hasta este punto en el libro, Mateo ha estado demostrando claramente
que Jesús es el Mesías. Él es quien cumple la promesa de Dios hecha a David en 2 Samuel 7
(v.11).

«Asimismo Jehová te hace saber que él te hará casa. Y cuando tus días sean cumplidos, y
duermas con tus padres, yo levantaré después de ti a uno de tu linaje, el cual procederá de tus
entrañas, y afirmaré su reino».

Esa es la afirmación que se ha hecho, pero hasta ahora, pocos lo han reconocido. Y así
llegamos a Mateo 16, donde Pedro proporciona la declaración que será el punto crucial de
Mateo. Jesús pregunta: «¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre? Ellos dijeron:
Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías, o alguno de los profetas. El les dijo: Y
vosotros, ¿quién decís que soy yo? Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el
Hijo del Dios viviente. Entonces le respondió Jesús: Bienaventurado eres, Simón, hijo de
Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos» (16:13-
17).
Jesús es el Cristo. ¿Cómo determinas quién es Jesús? ¿De quién es la autoridad que
escuchas? ¿Te atribuyes la manera en que la prensa describe a Jesús, un buen maestro, líder
religioso, mártir, leyenda? ¿Ves varias tradiciones religiosas? El islam dice que es un profeta,
el mormonismo dice que es un dios como podemos serlo nosotros, algunas de las
denominadas iglesias cristianas dicen que es principalmente un hombre de justicia social.

Bien, si vas a entender a Jesús por quien él es, necesitarás recurrir a aquellos que se toparon
personalmente con él, hombres como Mateo. Y es alrededor de este versículo, que Mateo ha
estructurado todo su Evangelio.

Pedro confiesa que Jesús es el Cristo, y como leemos en el versículo 21: «Desde entonces
comenzó Jesús a declarar a sus discípulos que le era necesario ir a Jerusalén y padecer mucho
de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas; y ser muerto, y resucitar al
tercer día». Más adelante, la transfiguración en este capítulo confirmó lo dicho por Pedro,
pero este nuevo aspecto de la enseñanza predominará el resto del libro, ya que el Mesías que
ha venido todavía no es un rey triunfante. Por esta vez será un siervo sufriente.

Entonces, ¿no es interesante que la porción de enseñanza de esta sección, que consta del
capítulo 18, se centre en la vida de la iglesia? Aprendemos sobre disciplina eclesiástica,
perdonar a otros, el divorcio, vivir juntos en amor. Es en este punto en Mateo, que Jesús deja
en claro que no está listo para comenzar su reinado final, aunque su Reino ha empezado. Los
discípulos están atascados entre las dos venidas de Jesús, y también nosotros. Por tanto, en
su bondad y misericordia, en el preciso momento en que señala que el Reino todavía no será
finalmente consumado, que estaremos atrapados entre estas dos venidas, él enseña acerca de
la iglesia. Enseñar eso en ese punto de la historia casi no tendría sentido, pero en el tiempo
sería tan trascendental. Su cuerpo manifiesto en la tierra hasta que regrese nuevamente. Y
tiene sentido que haya comenzado esta sección, que termina con la iglesia, demostrando que
su Reino no sería únicamente para los judíos, sino para las naciones.

Sección 6: Los últimos días


Y así, siguiendo esa lógica, la última sección antes de la pasión de Jesús se centra en la
enseñanza de la segunda venida. La narrativa que precede esa enseñanza está llena de
actividad, incluyendo la entrada triunfal. Y más que en cualquier otro lugar en Mateo,
responde en definitiva la pregunta sobre la realeza de Jesús. Él es, de hecho, el Hijo de David
como lo afirmaba su genealogía, él es el Rey. Por tanto, vendrá nuevamente como rey a
juzgar.

Ya hemos visto evidencia de que es el Hijo de David en cada una de las tres secciones
anteriores. Dos hombres ciegos dicen: «Ten misericordia de nosotros, Hijo de David!» en el
capítulo 9. Y en el capítulo 12, después de haber sanado a un hombre ciego y mudo, la gente
se preguntaba: «¿Será éste aquel Hijo de David?». La madre cananea de una hija poseída por
un demonio clama al «Hijo de David» en el capítulo 15. Y finalmente, en la entrada triunfal
a Jerusalén, las multitudes lo saludan como el Rey venidero: «¡Hosanna al Hijo de David!»
(21:9).

Bien, en estos días previos a la crucifixión de Jesús, con la tensión aumentando entre
los líderes religiosos de Jerusalén, los fariseos debaten con Jesús acerca de este mismo título.
Mateo registra: «Y estando juntos los fariseos, Jesús les preguntó, diciendo: ¿Qué pensáis
del Cristo? ¿De quién es hijo? Le dijeron: De David. El les dijo: ¿Pues cómo David en el
Espíritu le llama Señor, diciendo: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha, Hasta que
ponga a tus enemigos por estrado de tus pies? Pues si David le llama Señor, ¿cómo es su
hijo? Y nadie le podía responder palabra; ni osó alguno desde aquel día preguntarle más»
(22:41-46).

Y con este intercambio, Jesús silenció a los fariseos. Conocían su Antiguo


Testamento, sabían que Jesús estaba citando el Salmo 110:1, un almo de David. Sabían que
el Cristo sería llamado el Hijo de David, sabían que Jesús estaba siendo llamado Hijo de
David. Lo que no querían admitir era que por las propias palabras de David, el Cristo en
realidad era Dios, y por implicación eso era quien era Jesús. Sin importar lo que dijeran, se
habrían acusado a sí mismos y, sin embargo, la afirmación de Jesús de ser el Rey era cada
vez más evidente.

Y con esa clara realeza, Cristo pasa los capítulos 24 y 25 preparándonos para su
próxima venida, cuando regresará no como el siervo sufriente, sino como el Rey que viene a
reclamar lo que es legítimamente suyo, con autoridad para juzgar.

Sección 7: La narrativa de la Pasión


Y ese es el final del ministerio de enseñanza de Jesús. El capítulo 26, nos presenta el complot
para matar a Jesús, y para el capítulo 27, es asesinado y enterrado. El capítulo 28 registra la
magnificencia de su resurrección, y reuniendo su autoridad real y el claro llamado de este
Evangelio a las naciones, Mateo nos lleva a su fin con la gran comisión. «Por tanto, id, y
haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del
Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo
estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén» (28:19-20).

¿Cómo respondieron las personas a Jesús?


Por supuesto, no todos han seguido a Jesús hasta el final del libro. Desde el punto crucial de
la confesión de Pedro, las respuestas de las personas ha llegado a una vista más nítida.
Algunos aceptan el mensaje y al Rey en fe (los cojos, las mujeres, los discapacitados, incluso
gentiles: los de afuera).

Otros aceptaron el mensaje y al Rey, pero con algo de confusión. Esto aplica a los
discípulos; Pedro, por su parte, contradice a Cristo inmediatamente después de haberlo
llamado el Cristo. En su camino hacia la cruz, los discípulos discuten acerca de cuál de ellos
era el más importante. Esto debería darnos confianza en la credibilidad de los relatos de los
Evangelios, ¿por qué alguien incluiría estos detalles desordenados si estuviera inventando
todo? Esto también deberían animarnos al discipular a otros y al ser discípulos, el crecimiento
cristiano no sucede necesariamente de la noche a la mañana, y ciertamente no completamente
en esta vida.
Otros rechazaron directamente el mensaje y al Rey (los fariseos, saduceos, Pilato).
Para ellos, la llegada del Rey no fue bienvenida ni considerada «buenas» noticias. ¿No es por
esto que hombres y mujeres rechazan a Cristo actualmente? No porque no puedan confiar en
los relatos de los Evangelios, sino porque principalmente no quieren someterse a Aquel
presentado en estos relatos.

¿Cómo responderás a Jesús?


Hombre y mujeres a lo largo de los años han aceptado o rechazado a Jesucristo; nunca ha
habido una opción intermedia. El libro de Mateo demuestra con inmaculada precisión que
Jesús es realmente el Cristo, el cumplimiento de todo el Antiguo Testamento, y nuestro Rey
legítimo. Oro para que su reinado sea cada vez más evidente en tu vida, mientras tomas en
serio el mensaje de este relato de Jesucristo.

Primera edición en español: 2019


Copyright © 2019 por 9Marks para esta versión española

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