El Ingreso A La Comunidad Acedémica
El Ingreso A La Comunidad Acedémica
El Ingreso A La Comunidad Acedémica
Por otra parte, la incorporación a una institución de nivel superior pone a los
estudiantes ante el desafío de interactuar con los docentes y con sus pares mediante ciertos
formatos discursivos específicos. Estos posibilitan la incorporación de saberes y prácticas
disciplinares y constituyen también el acceso a una nueva comunidad discursiva.
La lectura y la escritura son las prácticas que tienen mayor preponderancia entre las
acciones que se desarrollan en el ámbito universitario. Además, revisten una serie de
particularidades que el estudiante deberá reconocer para poder adquirir seguridad y
confianza en el momento de dar sus primeros pasos en la carrera. Es importante resaltar
que el aprendizaje específico de los modos de leer y escribir en la universidad difiere de
aquellos que se promueven en la escuela primaria y secundaria. A esto se agrega que,
muchas veces, esos saberes previos se encuentran implícitos o no se ha reflexionado
específicamente sobre ellos y, por lo tanto, no es fácil reconocerlos y explicitarlos en las
prácticas de lectura y escritura. Los textos académicos presentan un grado de complejidad
distinto del de los utilizados en las interacciones cotidianas o en la formación escolar previa.
Entre las principales diferencias que algunos especialistas reconocen podemos mencionar:
los saberes previos que estas prácticas requieren, los soportes materiales de los textos a
leer, la presencia de la institución académica como mediadora de estas prácticas y la
finalidad específica de la lectura y la escritura en el espacio académico (Arnoux, Di Stefano
y Pereira, 2002). En relación con el último punto, estas autoras plantean que la finalidad
principal de la lectura en el ámbito universitario se relaciona principalmente con la exigencia
de dar cuenta de lo que se ha leído, “para demostrar que se ha adquirido un saber” (2002:
7). De ahí que en la universidad, la vinculación entre lectura y escritura se torne
especialmente estrecha: “todos los escritos universitarios tienen una apoyatura en lecturas
previas” y, a su vez, “la mayor parte de las lecturas que se encaran deben poder traducirse
en respuestas de parciales, trabajos prácticos, monografías” (2002:7).
Desde este taller proponemos contribuir a la apropiación de herramientas que les permitirán
comprender y producir de modo adecuado los distintos tipos de texto que se requieren en
esta etapa. Las temáticas que se tratan no pueden ser conceptualizadas como meras
“técnicas de estudio”, ya que la materia apunta a que los estudiantes adquieran seguridad y
autonomía en sus procesos de comprensión lectora y producción textual y devengan
eficaces lectores y productores de los distintos géneros.
Desde muchos campos disciplinares, y luego de que haya corrido mucha agua bajo el
puente, se han considerado a la lectura y a la escritura como prácticas sociales. Esto es,
ampliar la concepción de lectura y escritura que se tenía hasta el momento, en tanto
técnicas, procesos o habilidades.
Si revisamos la historia, podremos ver que se ha ido modificando qué se lee, también
qué se escribe, quién o quiénes hacen, los lugares que permiten ciertas escrituras y/o
lecturas, etc. Cambios obligados, muchas veces, por los tipos de soporte, por las relaciones
de poder, las coyunturas políticas y los usos que se les ha dado. Es por eso que decimos
que son prácticas: obedecen a una multiplicidad de factores culturales, sociales y políticos.
Entonces, pensar una lectura y una escritura académica particularmente nos vincula
con estas ideas de práctica en relación a sujetos y situaciones y no solo cómo objetos que
están por fuera de las actividades que realizamos los seres humanos No se trata de un
ejercicio de codificación y decodificación. ¿Quién escribe? ¿Quién (le/lo o la) lee? ¿Con qué
finalidad? ¿Dónde? ¿Cuándo? ¿Cómo? entran en juego a la hora de producir y comprender.
Pensando en esto, Bajtin, un teórico ruso de las primeras décadas del siglo XX, va a
referirse a los géneros discursivos.
Es importante señalar que no existe una lista completa y acabada de géneros discursivos.
Las esferas de la actividad humana no se pueden abarcar en su totalidad ni clasificar de
manera taxativa y además varían cultural e históricamente. Por otra parte, a la par de los
nuevos ámbitos y prácticas sociales surgen géneros discursivos inéditos como, por
ejemplo, el e-mail o el chat, que están determinados por las nuevas tecnologías.
Probablemente con esto se explica el hecho de que el problema general de los géneros
discursivos jamás se haya planteado. Se han estudiado, principalmente, los géneros
literarios. [...] El lenguaje participa en la vida a través de los enunciados concretos que lo
realizan, así como la vida participa del lenguaje a través de los enunciados. El enunciado es
núcleo problemático de extrema importancia. Analicemos por este lado algunas esferas y
problemas de la lingüística.
Ante todo, la estilística. Todo estilo está indisolublemente vinculado con el enunciado y con
las formas típicas de enunciados, es decir, con los géneros discursivos. Todo enunciado,
oral o escrito [...] en cualquier esfera de la comunicación discursiva, es individual y por lo
tanto puede reflejar la individualidad del hablante (o del escritor), es decir puede poseer un
estilo individual. Pero no todos los géneros son igualmente susceptibles a semejante reflejo
de la individualidad del hablante en el lenguaje del enunciado, es decir, no todos se prestan
a absorber un estilo individual. Los más productivos en este sentido son los géneros
literarios: en ellos, un estilo individual forma parte del propósito mismo del enunciado, es
una de las finalidades principales de éste [...]. Las condiciones menos favorecedoras para el
reflejo de lo individual en el lenguaje existen en aquellos géneros discursivos que requieren
formas estandarizadas, por ejemplo, en muchos tipos de documentos oficiales, en las
órdenes militares, en las señales verbales, en el trabajo, etc. En tales géneros sólo pueden
reflejarse los aspectos más superficiales, casi biológicos, de la individualidad (y
ordinariamente, en su realización oral de estos géneros estandarizados). En la gran mayoría
de los géneros discursivos (salvo los literarios) un estilo individual no forma parte de la
intención del enunciado, no es su finalidad única sino que resulta ser, por decirlo así, un
epifenómeno del enunciado, un producto complementario de éste. [...]
Los cambios históricos en los estilos de la lengua están indisolublemente vinculados a los
cambios de los géneros discursivos. [...] Para comprender la compleja dinámica histórica de
estos sistemas, para pasar de una simple (y generalmente superficial) descripción de los
estilos existentes e intercambiables a una explicación histórica de tales cambios, hace falta
una elaboración especial de la historia de los géneros discursivos (y no sólo de los géneros
secundarios, sino también de los primarios), los que reflejan de una manera más inmediata,
atenta y flexible todas las transformaciones de la vida social. Los enunciados y sus tipos, es
decir, los géneros discursivos, son correas de transmisión entre la historia de la sociedad y
la historia de la lengua. [...] En cada época del desarrollo de la lengua literaria, son
determinados géneros los que dan el tono [...]. Cualquier extensión literaria por cuenta de
diferentes estratos extraliterarios de la lengua nacional está relacionada inevitablemente con
la penetración, en todos los géneros, de la lengua literaria (géneros literarios, científicos,
periodísticos, de conversación), de los nuevos procedimientos genéricos para estructurar
una totalidad discursiva, para concluirla, para tomar en cuenta al oyente o participante, etc.,
todo lo cual lleva a una mayor o menor restructuración y renovación de los géneros
discursivos. [...] Donde existe un estilo, existe un género. La transición de un estilo de un
género a otro no sólo cambia la entonación del estilo en las condiciones de un género que
no le es propio, sino que destruye o renueva el género mismo. [...]
Entonces, también al leer, pensamos que esos textos fueron producidos en ámbitos y
situaciones comunicativas específicas que exigieron ciertos ajustes para resultar adecuados
y cumplir con sus finalidades. Como lectores de textos académicos tenemos que ser
conscientes que los elementos de la situación comunicativa en la que se produce un texto
influyen en qué tipo de discurso resulte, cómo aborda el tema, el vocabulario que usa, la
estructura que le da (aunque vimos que en los géneros los aspectos formales son más o
menos estables. No varían mucho) y esto nos ofrece muchas claves para poder leerlo y
entender e interpretar lo que dice.
Es así que, entre otros elementos, tenemos que tener en cuenta quién produjo ese texto,
desde qué rol o lugar social, si lo hizo como especialista en un tema dirigiéndose a colegas
o a alumnos con el fin de transmitir un conocimiento, si lo hizo como un ciudadano común,
por ejemplo, en una carta de lectores en un periódico –lo que sería diferente si lo hace
como periodista de ese mismo espacio.-, etc.
En qué época, año, momento histórico, nos puede indicar qué discusiones existían en ese
momento: no tendría la misma lectura un texto que hable de astronomía en el 1200 que en
el año 2001, por ejemplo, ya que los conocimientos sobre la materia eran diferentes y,
además, las concepciones sobre el universo estaban sesgadas por la cuestión religiosa.
Tampoco, por supuesto, pueden compararse las tecnologías a disposición en cada una de
esas épocas. Y si pensamos en el productor del texto, respecto a este tema, no sería lo
mismo que sea un científico actual, que un religioso del año 1200, menos si lo dijo un judío
o un árabe o un inca, quienes tenían mayores conocimientos sobre el tema, o que fuera un
niño o un adulto, en función de la época.
Los restantes rasgos del contexto que discute Hymes (en 1964) incluyen elementos de
gran escala como el canal (como se mantiene el contacto con los participantes en el acto
comunicativo -oralmente, por escrito, mediante signos, por señales de humo), el código (qué
lengua o dialecto o estilo de lengua se está empleando), la forma del mensaje (qué forma se
pretende - conversación, debate, sermón, cuento de hadas, soneto, carta de amor, etc.) y el
acto (la naturaleza del acto comunicativo dentro del cual puede insertarse un género: por
ejemplo, un sermón o una plegaria pueden ser parte de un acto más amplio, un servicio
religioso). En revisiones posteriores, Hymes agrega otros rasgos, por ejemplo, la clave (que
implica una evaluación: fue un buen sermón, una explicación patética, etc.), y el propósito
(lo que pretendían los participantes debería modificarse/suceder como resultado del acto
comunicativo).
Extraído de Brown, Gillian y George Yule (1993) Análisis del discurso. Madrid: Visor Libros, pp. 61-62