El Ingreso A La Comunidad Acedémica

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PRESENTACIÓN

El ingreso a una comunidad académica

El ingreso a una carrera universitaria constituye un momento clave en la vida de los


estudiantes, ya que implica la incorporación a una nueva comunidad que comparte una
cultura institucional, un conjunto de intereses y un modo de organización con reglas propias.
Es por eso que, en esta etapa inicial, la experiencia de los estudiantes gira en torno del
reconocimiento de las rutinas, los códigos institucionales, los espacios, los reglamentos y
todos aquellos aspectos que los ayuden a integrarse a la vida universitaria

Estos aprendizajes implican el reconocimiento de un nuevo escenario con prácticas


específicas y forman parte de un proceso que requiere de tiempo y exige poner en un plano
consciente las fortalezas y debilidades que cada uno posee en relación con el estudio. Entre
las acciones iniciales que debe realizar el estudiante, se destaca: la organización de los
recursos personales, la revisión de las experiencias previas y las motivaciones para el
estudio, así como la identificación de los recursos que ofrece la universidad. Además, es
necesario tener en cuenta la gestión de los tiempos que implican las actividades vinculadas
con el aprendizaje en este ámbito: asistencia a clases teóricas y prácticas, búsqueda de
materiales bibliográficos, momento de lectura de textos y apuntes, elaboración de trabajos
individuales y en grupo, preparación de exámenes, entre otros. Asimismo, es fundamental
considerar con anticipación las opciones que ofrecen los planes de estudio de cada
disciplina. A través de la selección de materias y espacios curriculares en cada etapa de la
carrera, cada estudiante puede planificar una trayectoria universitaria adecuada a sus
posibilidades y expectativas.

Por otra parte, la incorporación a una institución de nivel superior pone a los
estudiantes ante el desafío de interactuar con los docentes y con sus pares mediante ciertos
formatos discursivos específicos. Estos posibilitan la incorporación de saberes y prácticas
disciplinares y constituyen también el acceso a una nueva comunidad discursiva.

Leer y escribir en la universidad

La lectura y la escritura son las prácticas que tienen mayor preponderancia entre las
acciones que se desarrollan en el ámbito universitario. Además, revisten una serie de
particularidades que el estudiante deberá reconocer para poder adquirir seguridad y
confianza en el momento de dar sus primeros pasos en la carrera. Es importante resaltar
que el aprendizaje específico de los modos de leer y escribir en la universidad difiere de
aquellos que se promueven en la escuela primaria y secundaria. A esto se agrega que,
muchas veces, esos saberes previos se encuentran implícitos o no se ha reflexionado
específicamente sobre ellos y, por lo tanto, no es fácil reconocerlos y explicitarlos en las
prácticas de lectura y escritura. Los textos académicos presentan un grado de complejidad
distinto del de los utilizados en las interacciones cotidianas o en la formación escolar previa.

Entre las principales diferencias que algunos especialistas reconocen podemos mencionar:
los saberes previos que estas prácticas requieren, los soportes materiales de los textos a
leer, la presencia de la institución académica como mediadora de estas prácticas y la
finalidad específica de la lectura y la escritura en el espacio académico (Arnoux, Di Stefano
y Pereira, 2002). En relación con el último punto, estas autoras plantean que la finalidad
principal de la lectura en el ámbito universitario se relaciona principalmente con la exigencia
de dar cuenta de lo que se ha leído, “para demostrar que se ha adquirido un saber” (2002:
7). De ahí que en la universidad, la vinculación entre lectura y escritura se torne
especialmente estrecha: “todos los escritos universitarios tienen una apoyatura en lecturas
previas” y, a su vez, “la mayor parte de las lecturas que se encaran deben poder traducirse
en respuestas de parciales, trabajos prácticos, monografías” (2002:7).

Desde este taller proponemos contribuir a la apropiación de herramientas que les permitirán
comprender y producir de modo adecuado los distintos tipos de texto que se requieren en
esta etapa. Las temáticas que se tratan no pueden ser conceptualizadas como meras
“técnicas de estudio”, ya que la materia apunta a que los estudiantes adquieran seguridad y
autonomía en sus procesos de comprensión lectora y producción textual y devengan
eficaces lectores y productores de los distintos géneros.

El desarrollo de estrategias cognitivas que les permitan apropiarse de los modos de


comunicar propios del nivel universitario y de la disciplina que eligieron cursar en la
universidad será así parte de un proceso. En éste, se favorecerá la toma de conciencia
sobre sus propios procesos de escritura y de lectura y la reflexión crítica sobre los
procedimientos lingüístico-comunicativos puestos en juego en sus propios textos. De esta
interacción entre práctica y teoría surge como modalidad de trabajo el espacio de taller y,
para que este sea productivo, se requiere una actitud activa, atenta y comprometida de los
participantes.

El taller se concibe, además, como un espacio curricular transversal, que establece


articulaciones al interior de la carrera, sobre la base de trabajar con géneros usuales y
contenidos temáticos propios de las distintas áreas disciplinares.

La lectura y la escritura como prácticas sociales

Desde muchos campos disciplinares, y luego de que haya corrido mucha agua bajo el
puente, se han considerado a la lectura y a la escritura como prácticas sociales. Esto es,
ampliar la concepción de lectura y escritura que se tenía hasta el momento, en tanto
técnicas, procesos o habilidades.
Si revisamos la historia, podremos ver que se ha ido modificando qué se lee, también
qué se escribe, quién o quiénes hacen, los lugares que permiten ciertas escrituras y/o
lecturas, etc. Cambios obligados, muchas veces, por los tipos de soporte, por las relaciones
de poder, las coyunturas políticas y los usos que se les ha dado. Es por eso que decimos
que son prácticas: obedecen a una multiplicidad de factores culturales, sociales y políticos.

Entonces, pensar una lectura y una escritura académica particularmente nos vincula
con estas ideas de práctica en relación a sujetos y situaciones y no solo cómo objetos que
están por fuera de las actividades que realizamos los seres humanos No se trata de un
ejercicio de codificación y decodificación. ¿Quién escribe? ¿Quién (le/lo o la) lee? ¿Con qué
finalidad? ¿Dónde? ¿Cuándo? ¿Cómo? entran en juego a la hora de producir y comprender.

Es así que no es lo mismo escribir en el ámbito periodístico, por ejemplo, donde la


finalidad del escrito está en función de un hecho ocurrido, pero también de un contexto
ideológico que hace posibles ciertos enunciados y otros no, y escribir en el ámbito
académico, ya sea para ser evaluado y acreditado a fin de lograr un título profesional, o
para comunicar avances científicos o poner en juego nuevas ideas sobre un objeto de
conocimiento Asimismo, uno tendrá su aparición en un determinado formato que puede ser
un periódico o una revista digital y, el otro, deberá seguir ciertas pautas formales para, en
principio poder ser leído por quienes correspondan y, luego, aceptado, rechazado o puesto
en discusión.

Pensando en esto, Bajtin, un teórico ruso de las primeras décadas del siglo XX, va a
referirse a los géneros discursivos.

LOS GÉNEROS DISCURSIVOS

En nuestra actividad comunicativa, producimos enunciados de distintos tipos: orales o


escritos, formales o coloquiales, simples, complejos y de diversa extensión. Estos
enunciados ponen en acto géneros discursivos, también llamados por algunos autores
“géneros textuales”. Según Bajtin (1979), los géneros discursivos constituyen tipos
relativamente estables de enunciados asociados a una esfera de la actividad humana. Cada
ámbito social requiere determinados géneros discursivos, que son “envases comunicativos”
usados por los hablantes para interactuar, ya que determinan los rasgos o características
que deben tener los enunciados que se intercambien en ese ámbito.
Esto representa una exigencia, dado que todo enunciado que no se adecue a los
requerimientos genéricos será anómalo e incluso puede ser rechazado. Por otra parte, es
una condición de posibilidad de la comunicación: los géneros establecen una base común
sobre la cual los hablantes pueden producir y comprender enunciados. Si cada esfera social
no tuviera sus géneros discursivos con funciones comunicativas específicas, la
comunicación sería imposible o extremadamente lenta. Por ejemplo, un alumno no tiene
que delimitar las características que tiene un examen en el ámbito de la educación superior,
puesto que en esa esfera social ya se trazó el tipo de enunciados (más o menos estable)
que se asocian a ella y que permiten el intercambio verbal entre todos aquellos que circulan
en ese espacio.

Es importante señalar que no existe una lista completa y acabada de géneros discursivos.
Las esferas de la actividad humana no se pueden abarcar en su totalidad ni clasificar de
manera taxativa y además varían cultural e históricamente. Por otra parte, a la par de los
nuevos ámbitos y prácticas sociales surgen géneros discursivos inéditos como, por
ejemplo, el e-mail o el chat, que están determinados por las nuevas tecnologías.

El problema de los géneros discursivos (Mijail Bajtin)


1. Planteamiento del problema y definición de los géneros discursivos
Las diversas esferas de la actividad humana están todas relacionadas con el uso de la
lengua.[...] El uso de la lengua se lleva a cabo en forma de enunciados (orales y escritos)
concretos y singulares que pertenecen a los participantes de una u otra esfera de la praxis
humana. Estos enunciados reflejan las condiciones específicas y el objeto de cada una de
las esferas no sólo por su contenido (temático) y por su estilo verbal, o sea por la selección
de los recursos léxicos, fraseológicos y gramaticales de la lengua, sino, ante todo, por su
composición o estructuración.
Los tres momentos mencionados -el contenido temático, el estilo y la composición- están
vinculados indisolublemente en la totalidad del enunciado y se determinan, de un modo
semejante, por la especificidad de una esfera dada de comunicación. Cada enunciado
separado es, por supuesto, individual, pero cada esfera del uso de la lengua elabora sus
tipos relativamente estables de enunciados, a los que denominamos géneros discursivos.
La riqueza y diversidad de los géneros discursivos es inmensa, porque las posibilidades de
la actividad humana son inagotables y porque en cada esfera de la praxis existe todo un
repertorio de géneros discursivos que se diferencia y crece a medida de que se desarrolla y
se complica la esfera misma. Aparte hay que poner de relieve una extrema heterogeneidad
de los géneros discursivos (orales y escritos). Efectivamente, debemos incluir en los
géneros discursivos tanto las breves réplicas de un diálogo cotidiano (tomando en cuenta el
hecho de que es muy grande la diversidad de los tipos del diálogo cotidiano según el tema,
situación, número de participantes, etc.) como un relato cotidiano, una carta (en todas sus
diferentes formas) o una orden militar, breve y estandarizada; asimismo, allí entrarían un
decreto extenso y detallado, el repertorio bastante variado de los oficios burocráticos
(formulados generalmente de acuerdo a un estándar), todo un universo de declaraciones
públicas (sociales, políticas); pero además tendremos que incluir las múltiples
manifestaciones científicas, así como todos los géneros literarios (desde un dicho hasta una
novela en varios tomos). Podría parecer que la diversidad de los géneros discursivos es tan
grande que no hay ni puede haber un solo enfoque para su estudio [...]. Se podría creer que
la diversidad funcional convierte los rasgos comunes de los géneros discursivos en algo
abstracto y vacío de significado.

Probablemente con esto se explica el hecho de que el problema general de los géneros
discursivos jamás se haya planteado. Se han estudiado, principalmente, los géneros
literarios. [...] El lenguaje participa en la vida a través de los enunciados concretos que lo
realizan, así como la vida participa del lenguaje a través de los enunciados. El enunciado es
núcleo problemático de extrema importancia. Analicemos por este lado algunas esferas y
problemas de la lingüística.

Ante todo, la estilística. Todo estilo está indisolublemente vinculado con el enunciado y con
las formas típicas de enunciados, es decir, con los géneros discursivos. Todo enunciado,
oral o escrito [...] en cualquier esfera de la comunicación discursiva, es individual y por lo
tanto puede reflejar la individualidad del hablante (o del escritor), es decir puede poseer un
estilo individual. Pero no todos los géneros son igualmente susceptibles a semejante reflejo
de la individualidad del hablante en el lenguaje del enunciado, es decir, no todos se prestan
a absorber un estilo individual. Los más productivos en este sentido son los géneros
literarios: en ellos, un estilo individual forma parte del propósito mismo del enunciado, es
una de las finalidades principales de éste [...]. Las condiciones menos favorecedoras para el
reflejo de lo individual en el lenguaje existen en aquellos géneros discursivos que requieren
formas estandarizadas, por ejemplo, en muchos tipos de documentos oficiales, en las
órdenes militares, en las señales verbales, en el trabajo, etc. En tales géneros sólo pueden
reflejarse los aspectos más superficiales, casi biológicos, de la individualidad (y
ordinariamente, en su realización oral de estos géneros estandarizados). En la gran mayoría
de los géneros discursivos (salvo los literarios) un estilo individual no forma parte de la
intención del enunciado, no es su finalidad única sino que resulta ser, por decirlo así, un
epifenómeno del enunciado, un producto complementario de éste. [...]
Los cambios históricos en los estilos de la lengua están indisolublemente vinculados a los
cambios de los géneros discursivos. [...] Para comprender la compleja dinámica histórica de
estos sistemas, para pasar de una simple (y generalmente superficial) descripción de los
estilos existentes e intercambiables a una explicación histórica de tales cambios, hace falta
una elaboración especial de la historia de los géneros discursivos (y no sólo de los géneros
secundarios, sino también de los primarios), los que reflejan de una manera más inmediata,
atenta y flexible todas las transformaciones de la vida social. Los enunciados y sus tipos, es
decir, los géneros discursivos, son correas de transmisión entre la historia de la sociedad y
la historia de la lengua. [...] En cada época del desarrollo de la lengua literaria, son
determinados géneros los que dan el tono [...]. Cualquier extensión literaria por cuenta de
diferentes estratos extraliterarios de la lengua nacional está relacionada inevitablemente con
la penetración, en todos los géneros, de la lengua literaria (géneros literarios, científicos,
periodísticos, de conversación), de los nuevos procedimientos genéricos para estructurar
una totalidad discursiva, para concluirla, para tomar en cuenta al oyente o participante, etc.,
todo lo cual lleva a una mayor o menor restructuración y renovación de los géneros
discursivos. [...] Donde existe un estilo, existe un género. La transición de un estilo de un
género a otro no sólo cambia la entonación del estilo en las condiciones de un género que
no le es propio, sino que destruye o renueva el género mismo. [...]

El estudio de la naturaleza del enunciado y de los géneros discursivos tiene, a nuestro


parecer, una importancia fundamental para rebasar las nociones simplificadas acerca de la
vida discursiva, acerca de la llamada “corriente del discurso”, acerca de la comunicación,
etc., que persisten aún en la lingüística soviética. Es más, el estudio del enunciado como de
una unidad real de comunicación discursiva permitirá comprender de una manera más
correcta la naturaleza de las unidades de la lengua (como sistema), que son la palabra y la
oración.
Extraído y adaptado de Bajtin, Mijail (1982) Estética de la creación verbal. México: Siglo
XXI, pp. 248-293.

ACERCA DEL CONTEXTO DE PRODUCCIÓN DE LOS TEXTOS

Siempre que producimos textos lo hacemos en una situación comunicativa particular.


Esto es, en un momento determinado, en un lugar determinado, frente a determinado
público y dirigiéndonos a un público específico. Tenemos también una intención o una
finalidad y adecuamos nuestros textos a todos estos elementos.

Entonces, también al leer, pensamos que esos textos fueron producidos en ámbitos y
situaciones comunicativas específicas que exigieron ciertos ajustes para resultar adecuados
y cumplir con sus finalidades. Como lectores de textos académicos tenemos que ser
conscientes que los elementos de la situación comunicativa en la que se produce un texto
influyen en qué tipo de discurso resulte, cómo aborda el tema, el vocabulario que usa, la
estructura que le da (aunque vimos que en los géneros los aspectos formales son más o
menos estables. No varían mucho) y esto nos ofrece muchas claves para poder leerlo y
entender e interpretar lo que dice.
Es así que, entre otros elementos, tenemos que tener en cuenta quién produjo ese texto,
desde qué rol o lugar social, si lo hizo como especialista en un tema dirigiéndose a colegas
o a alumnos con el fin de transmitir un conocimiento, si lo hizo como un ciudadano común,
por ejemplo, en una carta de lectores en un periódico –lo que sería diferente si lo hace
como periodista de ese mismo espacio.-, etc.

En qué época, año, momento histórico, nos puede indicar qué discusiones existían en ese
momento: no tendría la misma lectura un texto que hable de astronomía en el 1200 que en
el año 2001, por ejemplo, ya que los conocimientos sobre la materia eran diferentes y,
además, las concepciones sobre el universo estaban sesgadas por la cuestión religiosa.
Tampoco, por supuesto, pueden compararse las tecnologías a disposición en cada una de
esas épocas. Y si pensamos en el productor del texto, respecto a este tema, no sería lo
mismo que sea un científico actual, que un religioso del año 1200, menos si lo dijo un judío
o un árabe o un inca, quienes tenían mayores conocimientos sobre el tema, o que fuera un
niño o un adulto, en función de la época.

Si tomamos el caso anterior y pensamos en el lugar como elemento determinante de los


discursos producidos, vemos que puede estar marcando diferencias culturales y religiosas
que entrañan concepciones del mundo diferentes. También podemos pensar en cuestiones
de identidad de los pueblos, de su historia, como es el caso, por ejemplo, del tema de la
“pobreza” si se lo piensa desde Latinoamérica, Europa o África. Seguramente el mundo de
referencia en cada caso, sus ejemplos, sus puntos de partida, su percepción del problema,
etc., sean muy diferentes. Por todo esto, al leer un texto, observamos quién lo escribe y de
dónde es esa persona, dónde estudió o se formó y, también, dónde publica su texto o dónde
expone su discurso. Estamos pensando en el lugar geográfico, pero también es necesario
poner atención al lugar de publicación. Es decir, en qué medio se publica (diario, revista
científica) y cuáles de ellos específicamente e informarnos qué línea ideológica tiene, a qué
teorías adscribe, cuál es su público lector, en qué ámbitos circula, qué valoración tiene, etc.
En caso de tratarse de un discurso oral, observaríamos si se trata de un congreso o
conferencia, de qué, dónde ocurre, que eje temático convoca, cuál es el perfil de los
asistentes, etc.

Se denomina contextualizar un texto (o describir su contexto de producción) a identificar e


interpretar en un texto articulado, los elementos del contexto que configuran la situación
comunicativa. Esto es: quién lo escribió, en calidad de qué (docente, investigador,
periodista, etc.), cuándo y dónde lo publicó, a qué tipo de público (lector u oyente) se
dirige, con qué finalidad... La interpretación de esta información permite dar cuenta
de las condiciones o circunstancias sociohistóricas, teorías científicas, ideas políticas, etc.,
que influyeron en la elaboración de ese texto.

Rasgos del contexto


Hymes ve el contexto en la interpretación, por un lado, como un límite al conjunto de
posibles interpretaciones y, por otro, como un apoyo para la interpretación pretendida. (...)
Hymes (1964) empezó por especificar (...) los rasgos del contexto que podrían ser
relevantes para la identificación de un tipo de acto comunicativo. Echó mano primero de las
“personas” que participan en la interacción. Mediante generalización, a partir de
interacciones, extrajo los papeles de emisor y destinatario. El emisor es el hablante o
escritor que produce un enunciado.
El destinatario es el oyente o el lector receptor del enunciado. (Más tarde, Hymes
distinguiría también la audiencia, puesto que la presencia de oyentes casuales puede
contribuir a la especificación del acto comunicativo). Saber quién es el emisor puede
permitir al analista predecir lo que es probable que diga esa determinada persona. Saber
quién es el destinatario restringe las expectativas del analista aún más. Así, si uno sabe que
el hablante es el primer ministro, el secretario de un ministerio, su médico de cabecera o su
madre, y que el emisor le está hablando a un colega, al director de un banco o a un niño
pequeño, tendrá diferentes expectativas sobre el tipo de lengua que se producirá, con
respecto tanto a la forma como al contenido. Si sabe, además sobre qué se está hablando -
categoría de tema según Hymes- quedarán más restringidas las expectativas. Si además
tiene información sobre el marco, tanto en lo que se refiere a dónde y cuándo tiene lugar la
interacción, como en las relaciones físicas de los interactantes con respecto a la postura
adoptada, los gestos y la expresión facial, se limitarán en un grado aún mayor esas
expectativas.

Los restantes rasgos del contexto que discute Hymes (en 1964) incluyen elementos de
gran escala como el canal (como se mantiene el contacto con los participantes en el acto
comunicativo -oralmente, por escrito, mediante signos, por señales de humo), el código (qué
lengua o dialecto o estilo de lengua se está empleando), la forma del mensaje (qué forma se
pretende - conversación, debate, sermón, cuento de hadas, soneto, carta de amor, etc.) y el
acto (la naturaleza del acto comunicativo dentro del cual puede insertarse un género: por
ejemplo, un sermón o una plegaria pueden ser parte de un acto más amplio, un servicio
religioso). En revisiones posteriores, Hymes agrega otros rasgos, por ejemplo, la clave (que
implica una evaluación: fue un buen sermón, una explicación patética, etc.), y el propósito
(lo que pretendían los participantes debería modificarse/suceder como resultado del acto
comunicativo).
Extraído de Brown, Gillian y George Yule (1993) Análisis del discurso. Madrid: Visor Libros, pp. 61-62

Adaptación de “Introducción a la Lectura y Escritura Académica (ILEA) UNRN 2020”

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