Seguros de Daños
Seguros de Daños
Seguros de Daños
Generalidades
Siguiendo la mejor doctrina y legislación contemporánea, que tiende a uniformarse
en relación a este punto, el nuevo art. 544 del C.Com., último de la Sección
Primera del Título VIII del Libro II, clasifica los seguros en seguros de daños y de
personas y a los primeros, en reales o patrimoniales.
Acto seguido dedica la Sección Segunda, arts. 545 y siguientes, a regular los seguros
de daños y más adelante, la Sección Tercera, arts. 588 a 601 inclusive, a normar los
seguros de personas.
Cabe señalar que una parte de los seguros de daños, los marítimos, tienen una
normativa propia, atendido su particularismo en el derecho comercial: el Código les
dedica el Título VII del Libro III, pero ese Título parte por advertir, en el art. 1173, que
se aplicarán a los seguros de que trata dicho Título, las disposiciones de las Secciones
Primera y Segunda del Título VIII del Libro II del Código, salvo en las materias
que dicho título regule de otra manera. Vale decir que se aplican a dichos seguros
marítimos, las normas generales aplicables a todo tipo de seguros, que
contempla la Sección Primera del Título VIII del Libro II, y las normas
generales aplicables particularmente a los seguros de daños, de que trata la Sección
Segunda. En el presente capítulo estudiaremos los principios y reglas generales
aplicables a los seguros de daños, en particular a los seguros de cosa
Concepto y clasificación de los seguros de daños.
Regla general sobre su contratación.
Primero hay que distinguir los seguros reales de los patrimoniales.
Seguros reales
- Responsabilidad civil
- Caución
- Transporte terrestre
- Crédito
Según lo precisa el art. 545, los seguros de esta especie tienen por objeto
indemnización de los daños sufridos por el asegurado y pueden recaer sobre cosas
corporales, derechos o sobre un patrimonio.
Conforme a esta definición, los seguros de daños se clasifican en reales, o de cosas, y
en patrimoniales. Como su nombre lo indica, los seguros reales están destinados a
indemnizar los daños o la pérdida de cosas o bienes que tienen una materialidad
física, como una casa, un auto, mercaderías, etc.
Los seguros patrimoniales protegen el patrimonio del asegurado,
considerado como un todo, que puede verse afectado por erogaciones o pérdidas
provenientes de eventualidades distintas a los daños que directamente afectan a
los elementos que lo integran. En este tipo de seguros, la ley ha mantenido como regla
general la modalidad de contratación "a valor propuesto”. En efecto, es
responsabilidad del asegurado la fijación del monto asegurado, sin que ella
comprometa al asegurador, salvo las excepciones que estudiaremos más adelante.
El interés asegurable en los seguros de daños.
Como ya hemos visto, las nuevas normas del Código de Comercio han dejado
de considerar al interés asegurable como un requisito de validez del contrato de
seguro, pero de una forma que, en realidad, no difiere mucho de la normativa anterior,
ni tampoco resta importancia a este elemento del contrato de seguro, lo que
queda de manifiesto si examinamos las disposiciones legales que lo hacen
aplicable a los seguros de daños (art. 546, en general, y arts.1164 y 1165 en el
seguro marítimo) y a los seguros de personas (art. 589).
Recordemos que el interés asegurable es la relación que vincula al contratante
y/o asegurado con el objeto de la cobertura, que lo constituye predispuesto y
preocupado (en una palabra, interesado) en que no se produzca un siniestro que
afecte a dicho objeto
¿Qué es el interés asegurable? El antiguo art. 518 de la Ley de Seguros señalaba que
“Se considerará como interés asegurable las del asegurado que es propietario,
coparticipe, usufructuario, fidecomisario, arrendatario, acreedor y en general cualquier
otra que lo constituya interesado en la conservación del objeto asegurado”
Antiguamente existía todo un catálogo de personas a las cuales se les consideraba
que tenía un interés asegurado. Hoy en día con la nueva modificación legal no se hace
mención a este articulo y por tanto se discute sobre quien tiene un interés asegurable.
Si bien no figura en la nueva legislación sobre el contrato, nada impide utilizar
doctrinariamente esta norma anterior, a título explicativo o de referencia
El principio de indemnización
En los seguros de daños aparece con mayor nitidez el principio de la indemnización y
sobre todo en los seguros reales porque el asegurado no tiene derecho a recibir nada
por encima del importe de su pérdida o incluso puede recibir menos.
Cuando en el Capítulo II de la parte general de este curso hicimos un recuento
y análisis de los llamados “principios generales del seguro”, hicimos ver que todos los
seguros de cosas y seguros pecuniarios o patrimoniales, muy particularmente los
primeros, son contratos de indemnización, es decir, el importe pagadero al producirse
la eventualidad dañosa contra la que se asegura una persona, constituye una
indemnización, es decir una restitución del patrimonio afectado al estado que tenía
con anterioridad a la ocurrencia del siniestro. Esta es, por otra parte, la etimología del
término indemnizar, que proviene de la expresión indemne, que significa sin daño.
La intención del asegurador y del asegurado es, al contratar el seguro,
precisamente, mantener incólume el patrimonio de éste, en caso de ocurrir un
siniestro. Pero por otra parte, el principio de indemnización constituye, a la vez,
un límite del monto pagadero en caso de siniestro que afecte a las cosas, toda vez que
lo máximo que pagará la Compañía aseguradora es, precisamente, la magnitud de la
pérdida económica del asegurado, representada por los daños sufridos por dicha cosa.
No más que eso.
Entre los seguros de daños, particularmente en aquellos que tienen el carácter,
de reales o de cosas, adquiere toda su importancia relevante el principio de
indemnización, el cual está indisolublemente relacionado, a su vez, con el valor del
bien asegurado y con el grado de interés que el asegurado posea en dicha cosa.
El asegurado no tiene derecho a recibir nada por encima del importe de su pérdida e
incluso puede recibir menos, si funciona alguna de las limitaciones establecidas en la
póliza que se haya contratado (por ejemplo, un deducible), o las que proceden por
norma legal (por ejemplo, el prorrateo en caso de infraseguro).En los seguros de
daños patrimoniales también se indemniza el valor de los daños o perjuicios que sufra
una persona cuando ellos afectan a su patrimonio, y esto aunque en el caso particular
la indemnización ceda en beneficio de un tercero perjudicado, como en el caso del
seguro de responsabilidad civil. Pero esta indemnización no está referida a una
cosa u objeto determinado, sino al patrimonio en sí mismo; es decir, el monto de esos
seguros no se fija en relación a un valor conocido, sino en relación a la cuantía de la
eventual erogación o perjuicio sufrido por el desembolso o la disminución que pueda
afectar al patrimonio del asegurado.
¿Por qué puede recibir menos de indemnización? Porque la póliza puede que haya
señalado un monto máximo de indemnización, que es inferior al valor de la propiedad,
es decir la propiedad se tiene infraasegurada o también puede ser que se haya
establecido un deducible, generalmente aplicable en los seguros de automóviles.
Puede que la propiedad este bien asegurada, que el monto coincide con el daño pero
en la póliza se contemple un determinado deducible y se reciba menos.
¿Las indemnizaciones por seguro son ingreso renta o ingreso no renta?
Caso: Un galpón que es considerado un activo fijo de la empresa, si se quema según
la ley tributaria lo que se paga por concepto de indemnización por daño emergente, es
ingreso bruto, o sea es renta y se puede deducir el valor libro o depreciado del galpón.
Eso genera un desequilibrio porque ingresa como ingreso bruto toda la indemnización
y solo se puede deducir como gasto aquella parte del bien no depreciada. En el caso
del galpón que probablemente es antiguo está completamente depreciado y el valor es
un peso. Entonces lo que es daño emergente, termina siendo un ingreso renta, porque
la deducción de gasto es mínima.
Hay algunos fallos según el art. 17 n° 29 del CT que señala que son ingresos no renta
las indemnizaciones pagadas en virtud de leyes especiales, se ha dicho que el
contrato de seguro es una ley especial que consagra el principio de la indemnización,
por tanto cuando se le paga al asegurado lo que se está haciendo es indemnizarlo
según este principio y no supone un mayor valor.
Por ser norma especial, estiman que no puede ser renta, porque no es una ganancia
sino simplemente volver al estado anterior del patrimonio del afectado, todo esto
respecto del seguro real.
En el caso del seguro patrimonial no hay un monto preestablecido, porque lo que se
indemniza es el eventual perjuicio que puede producirse por un determinado riesgo.
Ejemplo: Existe una empresa de transporte y uno de sus vehículos sufre un accidente
que provoca la muerte de tres personas, el seguro de responsabilidad civil va a operar
y les pagara a las familias por el daño sufrido, pero se trata de un daño no
cuantificable que tendrá que ponderarse según la magnitud y el daño producido.
Aseguramiento de universalidades.
¿Se pueden asegurar universalidades? Si, se puede asegurar todos los bienes de la
casa. El problema esta en acreditar el valor de las mismas en caso de siniestro. Se
recomienda hacer un inventario de los bienes a asegurar, y se salva del
cuestionamiento que pueda hacer la compañía de seguro. Pero hay bienes que por su
valor quedan fuera de la cobertura general. Se deben incluir expresamente.
La ley admite expresamente el aseguramiento de universalidades, con o sin
designación específica de las cosas que las componen. Para estos efectos se
enriende por universalidad, un conjunto de cosas vinculadas entre sí para un
propósito determinado o por la sola circunstancia de encontrarse albergadas en
un mismo lugar, como por ejemplo, las mercaderías que un comerciante tiene
almacenadas en su bodega.
El art. 548 del Código de Comercio, aplicando este concepto, expresa que los
establecimientos industriales, mineros, agrícolas, comerciales, los cargamentos
terrestres, marítimos y aéreos y, en general, las universalidades o conjuntos de
bienes que por su ubicación u otra circunstancia sean materia de un mismo seguro, se
podrán asegurar con o sin designación específica de los bienes que los
contengan o compongan.
Agrega que los muebles que constituyen el menaje de una casa pueden ser también
asegurados en esa misma forma, salvo los que tengan un gran precio, como las
alhajas, cuadros de alto valor, objetos de arte u otros análogos, los cuales serán
asegurados con designación específica, es decir, individualizándolos
específicamente, uno a uno.
Concluye la disposición estableciendo que, en cualquier caso, el asegurado deberá
individualizar los objetos asegurados y justificar su existencia y valor al tiempo
del siniestro.
Seguros de esta naturaleza son también aquellos que en la práctica se cubren
bajo la modalidad de pólizas con declaración mensual de valores (DMV), que
cubren existencias o inventarios variables, como las mercaderías de la bodega de un
comerciante o las cosas depositadas en un almacén de depósito warrant. En estos
casos la declaración mensual no sólo tiene por objeto ajustar la
responsabilidad del asegurador a estas variaciones de los inventarios y su
valor, sino también, el de las primas correspondientes.
El vicio propio
En el nuevo texto de la ley del contrato de seguro, los casos de pérdidas en que incida
la culpa grave o dolo del asegurado y el vicio propio, están tratados en dos artículos
diferentes: el art. 535, que por su ubicación es regla aplicable a todo tipo de seguros,
y según el cual el asegurador no está obligado a indemnizar el siniestro que se
origine por dolo o culpa grave del asegurado, o del tomador en su caso, salvo pacto en
contrario para los casos de culpa grave, y el art. 549, que se refiere al vicio propio y
que forma parte de las normas aplicables exclusivamente a los seguros de daños, el
cual establece una regla similar a la que contemplaba la antigua legislación al
respecto, puesto que señala que el asegurador no responderá de la pérdida o daño
proveniente de vicio propio de la cosa asegurada, a menos de pacto especial que
estipule lo contrario.
Termina esta norma definiendo al vicio propio como “el germen de destrucción o
deterioro que llevan en sí las cosas por su propia naturaleza o destino, aunque se las
suponga de la más perfecta calidad en su especie”, concepto enteramente
similar a la antigua norma del art. 552
Aseguramiento del lucro cesante
¿Se puede asegurar el lucro cesante? El antiguo art. 522 del Cód. Comercio prohibía
el seguro sobre las ganancias o beneficios esperados.
Dicha redacción abrió espacio para que durante mucho tiempo se
controvirtiera en Chile la legalidad de asegurar el lucro cesante, discutiéndose
acerca de si el lucro cesante quedaba comprendido dentro de la expresión
“ganancias o beneficios esperados”, que prohibía asegurar la ley, o por el contrario se
trataba de un concepto distinto, que apunta a un daño que es susceptible de ser
asegurado y, como consecuencia, indemnizado.
Se denomina lucro cesante, a la privación de una ganancia o utilidad a la que una
persona tiene derecho en virtud de un crédito que actualmente le pertenece o de una
actividad que genera ingresos ciertos y determinables en forma objetiva. Son ejemplos
típicos, el lucro cesante que experimenta el dueño de un taxi con motivo de
paralizarse su explotación a causa de un choque y el del comerciante cuyo
negocio se incendia.
El lucro cesante no consiste, entonces, en una mera expectativa o posibilidad de
ganancia, sino en un derecho real, concreto, válido y vigente que le permite a su titular
obtenerlo y/o reclamarlo, aun cuando sea necesario determinarlo y evaluarlo.
En atención a lo anterior, la doctrina llegó a la conclusión de que no podía caber duda
que el lucro cesante es asegurable, porque al igual que el daño emergente,
constituye un perjuicio real y efectivo que puede sufrir el asegurado en caso de
siniestro, de acuerdo a lo dispuesto en el art. 1.556 del Código Civil, que contiene una
regla de aplicación general en esta materia, el cual señala que una persona puede
experimentar, a título de perjuicios, tanto el daño emergente como el lucro cesante
En la doctrina nacional se llegó al consenso de que el antiguo art. 522 del C.Com.,
cuando expresaba que no pueden ser objeto de seguro las ganancias o
beneficios esperados, se refería solo a las meras expectativas, a estas posibilidades
de ganancias que no constituyen un derecho actual y efectivo, y que en ningún caso
dicha norma excluía al lucro cesante.
Si teóricamente eran fuertes los argumentos más arriba expuestos, que conducían
a pensar que era posible y lícito asegurar el lucro cesante, desde el punto de vista
práctico, la Superintendencia de Valores y Seguros había autorizado, desde el año
1940, a que las entidades aseguradoras emitieran seguros de lucro cesante por
pérdida de arriendos, y de perjuicios por paralización a causa de incendio, dos formas
que pueden revestir las coberturas de lucro cesante.
No obstante, lo expuesto no significa que en todos los contratos de seguro vaya
envuelta la obligación de la Compañía aseguradora de indemnizar el lucro
cesante, porque este puede no estar incluido en la cobertura o, al contrario estar
precisamente excluido de ella. Esto es, justamente, lo que ha venido a consagrar
el nuevo art. 551 del C.Com., que admite el aseguramiento del lucro cesante
del asegurado, pero advirtiendo que para que esté cubierto, deberá ser pactado
expresamente.
Esta norma termina con la discusión que había respecto del antiguo art. 522.
El valor de las cosas y la suma asegurada.
Existe la creencia que ante la existencia de un seguro de daños por el solo hecho del
siniestro se tiene derecho a que se indemnice el valor total del bien asegurado, pero
esto no siempre es así porque puede que la suma asegurada represente un monto
inferior al valor de la cosa asegurada lo que se denomina infraseguro o si es superior
se denomina sobreseguro.
Puede pasar que por concepto de prima este pagando más del valor del bien
asegurado, y solo en ciertos casos existe un seguro por valor convenido o aceptado,
en que las partes al inicio pactan el valor en caso de indemnización, por ejemplo, en
los seguros de casco marítimo donde se asegura una embarcación y se pone en el
supuesto de pérdida total se deberá pagar tal cantidad por indemnización.
En cambio, en los seguros de incendio o contra robo se establece un límite de
indemnización y luego en el caso concreto se deberá comparar si el límite coincide con
el valor total del daño.
¿Quién gana cuando un bien esta infrasegurado o sobreasegurado? Depende de
cuales sean los intereses de cada parte.
¿Por qué un bien podría estar infrasegurado? Porque tiene otro seguro, o de manera
voluntaria no quiere pagar una prima muy elevada y asegura solo por cierta cantidad.
A mayor interés o indemnización probable la prima sube. Por eso voluntariamente
podría infraasegurar determinado bien. O bien tener 2 o más contratos de seguro y
que se pueda llegar a la suma del valor a indemnizar. O también puede ocurrir por un
mal diagnóstico, de creer que tiene un valor menor al real o bien cuando se realizan
mejoras al bien durante la vigencia del contrato.
El sobreseguro es mal visto por el legislador, ya que podría ser un incentivo a que se
genere el riesgo porque hay un límite mayor. Por ejemplo, límite de 120 millones y la
propiedad cuesta 100.
Existe en el público la creencia generalizada de que la ocurrencia del siniestro y la
pérdida del bien asegurado, le dan derecho al asegurado a cobrar el total de la suma
asegurada indicada en la póliza. Pero esto no es así, salvo que el monto del siniestro y
el valor del bien asegurado al tiempo del siniestro sean iguales o superiores a la suma
asegurada.
Por el contrario, si dicho valor es inferior, el asegurado sólo tiene derecho a cobrar la
pérdida real y efectiva, aunque el seguro se haya contratado por una suma superior.
Esta premisa es una consecuencia, como hemos dicho, del carácter indemnizatorio del
seguro de daños, muy particularmente de los reales o de cosas, ya que es evidente
que si el asegurado tuviere derecho a cobrar una suma mayor que el valor del bien
que ha perdido, dejaría de estar recibiendo una mera indemnización, para obtener en
cambio una ganancia o enriquecimiento a costa del seguro, lo que está expresamente
prohibido por la ley.
En consecuencia, la suma asegurada puede representar un monto igual o inferior al
valor de la cosa asegurada. En el primer caso, se produce el fenómeno del
sobreseguro y en el último el llamado infraseguro que estudiaremos más adelante.
Antes de seguir avanzando, conviene destacar que la determinación del monto del
seguro, presupone una cierta estimación previa del valor del bien que se desea
asegurar, la que corresponde efectuar ordinariamente al asegurado y no al
asegurador, que en la práctica se limita a transcribir a la póliza dicha estimación hecha
por el proponente del seguro.
Por otra parte, se trata de una cuestión de pura lógica, ya que es el asegurado y no el
asegurador quien, como interesado en las cosas aseguradas, tiene los elementos de
juicio necesarios para hacer una valoración correcta del bien que desea asegurar. Por
lo demás, en atención a la cuantía y volumen de las operaciones de seguros, la
posibilidad de que el asegurador efectúe una tasación o valoración previa de cada uno
de los riesgos que se le ofrezcan, resultaría, no sólo difícil y de un elevado costo, sino
que prácticamente imposible.
No obstante lo expuesto, la compañía aseguradora puede (y de hecho lo hace en
algunos casos) inspeccionar los riesgos y hacer avaluar las cosas que se le presentan
para ser cubiertas.
Los seguros con valor convenido o aceptado
En algunas oportunidades, el monto asegurado indicado en la póliza, efectivamente
corresponde a un acuerdo, es decir, corresponde a una evaluación convenida por las
partes. Estos son los que se denominan seguros con valor convenido o aceptado
(agreed value) y están regulados por los siguientes incisos del art. 554:
“Existiendo valoración pactada, la determinación del daño indemnizable se hará a
partir de tal valor, no teniendo aplicación el artículo 552.
El valor pactado sólo podrá ser impugnado por las partes cuando la estipulación
adolezca de un vicio del consentimiento.
Establecida la procedencia de la impugnación, la suma asegurada y la prima serán
reducidas hasta concurrencia del verdadero valor de la cosa asegurada". En este tipo
de seguros se ha convenido expresamente entre el asegurado y la compañía, que la
suma asegurada corresponde exactamente al verdadero valor del objeto asegurado de
modo que producido el siniestro, no cabe revisar si este valor ha sido o no acertado y
si ha o no variado, constituyendo este caso una excepción a las normas generales a
que más arriba nos hemos referido. Desde luego este tipo de seguros, se celebra muy
limitada y ocasionalmente y el precio del seguro o prima a cobrar por él, es superior al
corriente.
Pero cuando se han emitido estos seguros por convenio expreso entre las partes, el
monto acordado tiene efectos inamovibles, salvo que dicha estipulación adolezca de
un vicio del consentimiento.
Los seguros con valor convenido o aceptado, son usados en algunas oportunidades,
en los ramos de casco de nave, de aviación y de vehículos terrestres.
También suelen aplicarse en los seguros de obras de arte, de colecciones o de otros
objetos de valor elevado o muy difícil de establecer con objetividad, sobre todo con
posterioridad al acaecimiento del siniestro.
Se establece un límite máximo de indemnización. La creencia generalizada es que si
hay pérdida total se tiene derecho a cobrar ese monto máximo. Pero ello no es así,
porque opera el principio de la indemnización, en que solo se cubre el monto efectivo
del daño.
Pero voluntariamente se puede establecer un monto mayor o menor al valor real del
objeto asegurado.
El sobreseguro
Según lo analizado precedentemente, una de las principales consecuencias del
principio de indemnización consiste en que las pérdidas indemnizables se limitan
verdadero valor del objeto asegurado al tiempo del siniestro, aunque se haya
estipulado una suma asegurada que exceda de dicho valor.
El art. 513 literal y) del Código prescribe que se denomina sobreseguro, la situación
producida cuando la cantidad asegurada excede del valor del objeto asegurado al
momento del siniestro.
El sobreseguro, está sujeto a las reglas que contempla el art. 558 que señala lo
siguiente:
“Si la suma asegurada excediere el valor del bien asegurado, cualquiera de las partes
podrá exigir su reducción, así como la de la prima, salvo el caso en que se hubiere
pactado dicho valor conforme al artículo 554, es decir, en el caso de los seguros con
valor convenido o aceptado, que hemos analizado en el párrafo precedente.
Acto seguido prescribe que si ocurriere un siniestro en tales circunstancias, es decir,
existiendo una situación de sobreseguro, la indemnización cubrirá el daño producido,
de acuerdo con el valor efectivo del bien.
De este modo, aun cuando se haya contratado un seguro por un valor superior al
verdadero que tenga el objeto, si éste se pierde o sufre un daño equivalente a pérdida
total, la Compañía se limitará a pagar su valor real.
Ej. Automóvil de $5.000.000 y se asegura por $8.000.000.
Eso significa que se ha estado pagando una prima superior a la que corresponde,
porque la prima se calcula de acuerdo al valor de lo asegurado.
A primera vista se podría pensar que el perjudicado es el asegurado, porque se está
pagando una prima superior a la que corresponde, porque el valor real de lo
asegurado es inferior.
La indemnización se limita por el principio de la indemnización igualmente, si hay
pérdida total, se indemnizará solo por el valor real de los 5.000.000.
La ley establece diversas sanciones y mecanismos para impedir los efectos del
sobreseguro, ya que su aceptación no regulada originaría gravísimas consecuencias,
transformando a los propios asegurados en los principales interesados en provocar un
siniestro, para de esa manera procurarse la ganancia ilegítima constituida por la
diferencia entre el valor real del bien siniestrado y el monto mayor del seguro que
hubiesen contratado.
El valor superior por el que se aseguró se pudo haber debido a dolo o mala fe del
asegurado o por simple error de las partes.
En caso de constatarse el sobreseguro que proviene de un simple error, la ley
señala que tanto al asegurador como al asegurado pueden exigir su reducción hasta
una suma igual al verdadero valor del objeto asegurado, siempre que se pruebe o
acredite que la estimación hecha en la póliza era exagerada y como consecuencia, no
solo la suma asegurada sino también la prima, serán reducidas en función del
verdadero valor de los objetos asegurados. Efectivamente, la razón por la cual pueden
estar interesadas, una y otra parte, en la reducción del sobreseguro radica, para el
asegurador, en eliminar el riesgo de que se le cobre una indemnización superior al
valor real, y para el asegurado, en reducir el monto de la prima que está pagando.
De este modo, la sanción respecto del sobreseguro pactado de buena fe o por error,
no es la nulidad del respectivo contrato, sino la reducción de la suma asegurada y
de la prima, hasta concurrencia del verdadero valor del objeto asegurado, todo ello
con el fin de preservar el carácter meramente indemnizatorio de la institución del
seguro.
Por el contrario, si el sobreseguro es la consecuencia de mala fe o dolo del
asegurado, la sanción es completamente distinta, porque en este caso el seguro se
anula, el asegurado pierde la prima e incluso queda expuesto a la eventual aplicación
de una pena como autor del delito de estafa.
Esta es una nulidad especial, porque sólo surte efecto en contra del asegurado,
conservando el asegurador su derecho a cobrar la prima íntegra, siendo sólo el
primero, en consecuencia, el que pierde las ventajas del contrato, desde el momento
que queda impedido de cobrar la indemnización en caso de producirse un siniestro.
Para que opere esta nulidad, es necesario que haya habido dolo de parte del
asegurado, es decir, la intención positiva de lucrar con el seguro, a sabiendas de que
la cosa tenía un valor real inferior a aquél en que la aseguró.
Como se ha adelantado, además de la sanción civil de nulidad del contrato y la
pérdida de la prima, el asegurado puede ser procesado por estafa, de acuerdo con la
figura delictiva que contempla el artículo 47° N° 6 del Código Penal, que castiga a los
que “con datos falsos u ocultando antecedentes que le son conocidos, celebren
dolosamente contratos aleatorios basados en dichos datos y antecedentes”, numeral
reforzado con el N° 10, agregado por la ley N° 20.667, que analizaremos en el
Capítulo XXVII.
No está de más dejar establecido que las sanciones civiles y penales a que nos hemos
referido, pueden tener aplicación aunque no haya habido siniestro, ya que es claro que
el sobreseguro proveniente de mala fe puede ser alegado por la parte aseguradora en
cualquier momento que se revele su existencia.
Obvio es decirlo, que con mayor razón, dichos efectos tendrán lugar al ocurrir el
siniestro, que es el momento en que el asegurador puede verificar ordinariamente, la
veracidad de las informaciones que ha recibido del asegurado al contratar el seguro y,
especialmente, la estimación que éste haya hecho del valor de la cosa que deseaba
asegurar.
Atendida la posibilidad de que afecte a la vida y a la propiedad de terceros, tratándose
del seguro de incendio el sobreseguro es aún más grave, porque puede exponer al
asegurado a la condena por el delito de incendio, que tiene altísimas penas.
En efecto, el artículo 483 del Código Penal señala que “se presume responsable de un
incendio, al comerciante cuyo seguro sea exageradamente superior al valor real del
objeto asegurado en el momento de producirse el siniestro.
En los casos de, seguro con pólizas flotantes, se presume responsable al comerciante
que en la declaración inmediatamente anterior al siniestro, declare valores
manifiestamente superiores a sus existencias".
Si la aseguradora es quien de manera dolosa fija un monto superior al que
corresponda no se contemplan sanciones especiales, ya que pareciera ser que es más
difícil que se de esta situación, porque después le sería muy difícil probar que el valor
real es inferior.
El infraseguro y la regla proporcional
La situación que con más frecuencia se produce en el seguro no es el sobreseguro,
sino que el caso contrario: que la suma asegurada sea inferior al valor real de los
objetos asegurados, es decir, lo que se denomina infraseguro.
La cosa valía 100, pero se tiene asegurada con un límite máximo para indemnizar por
50.
Es desventajoso para el asegurado. Se denomina el descubierto. “El descubierto” es la
parte no indemnizada.
Está definido por el art. 513 m), según el cual infraseguro o seguro insuficiente es
“aquél en que la cantidad asegurada es inferior al valor del objeto asegurado al
momento del siniestro”.
El infraseguro trae consigo todos los problemas y desventajas que se derivan de la
contratación de un seguro que no cubre la totalidad del valor de la cosa. Tan claro es
que el infraseguro constituye una situación desventajosa para el asegurado, que la
diferencia entre la suma asegurada y el valor real del objeto asegurado se llama, en el
lenguaje de la actividad aseguradora, “el descubierto’’ palabra que expresa con
claridad la idea de que en esta parte o diferencia, el asegurado carece de la protección
que es implícita en el seguro.
Hay dos tipos de efectos del infraseguro, vinculados al tipo de pérdida de que se trate.
El efecto esencial consiste en que en caso de pérdida total, el asegurado sufre
personal y directamente en su patrimonio, una parte de las pérdidas, porque el
asegurador indemnizará el monto del seguro, que es inferior al valor de la cosa
asegurada: si la cosa vale 100 y es asegurada en 80, en caso de pérdida total la
indemnización que recibirá el asegurado será por 80, de modo que experimentará en
su patrimonio la pérdida no cubierta por el seguro, es decir, 20.
El efecto recae sobre el asegurado. Puede ser indemnizado hasta el límite inferior
fijado. Se separa de principio de la indemnización según el cual se indemniza el daño
efectivamente causado. El asegurado por error o voluntariamente estableció un límite
máximo, no se puede subir.
El efecto secundario consiste en que, en caso de pérdida parcial, el asegurado no
recibe toda la indemnización del daño sufrido, sino la proporción existente entre el
monto del seguro que había tomado y el verdadero valor del objeto asegurado. Esta
situación da origen a la regla proporcional o prorrateo, a que nos referiremos más
adelante.
En cuanto a su origen, el infraseguro puede ser voluntario o involuntario.
Es voluntario cuando el infraseguro es conocido, y sea que obedezca a decisión
propia, para ahorrar prima, o por exigencia del asegurador, en este caso el asegurado
conscientemente tomó un seguro sabiendo que en caso de siniestro no recibiría una
indemnización que cubra todas sus pérdidas.
El asegurado puede voluntariamente infrasegurar el bien porque la prima será más
baja. También puede ser porque tiene mas de un seguro, y entre ambos logre ser
indemnizado por el 100% del bien siniestrado.
Es involuntario, cuando es el reflejo de un mero error de estimación sobre el valor de
la cosa asegurada, cometido por el asegurado al momento de proponer la suma
asegurada al asegurador, quien se limita a aceptarla. También puede resultar como
consecuencia de una variación en el valor de la cosa asegurada con posterioridad a la
contratación, lo que ocurría con mucha frecuencia en nuestro país en épocas pasadas,
como efecto de la inflación.
Además, hay que considerar que evidentemente, si el asegurado ha contratado un
seguro parcial, tiene todo el derecho a contratar otro seguro complementario que
cubra esa diferencia. Si no lo hace es porque de hecho persigue sólo una economía
de prima, o si no la persigue, de hecho la está obteniendo, lo que como lógica
contrapartida le hace correr con el riesgo en la parte no cubierta, como si fuere su
propio asegurador.
Así por ejemplo, si un mismo riesgo es asegurado por dos aseguradores mediante dos
pólizas de igual valor, no hay duda que en caso de pérdida ellas deben soportar la
mitad cada una. En caso de una pérdida parcial, nadie podría sostener que los daños
tienen que ser indemnizados por uno solo de los aseguradores, quedando el otro
liberado de hacerlo.
En el infraseguro se produce, de hecho, la misma situación.
La regla proporcional es cláusula de uso obligado e invariable en casi todos los
contratos de seguro de daños reales o de cosas, aun cuando por ser un elemento de
la naturaleza del seguro, no es indispensable su estipulación expresa para la validez
del contrato.
En atención a su carácter derivado del principio de indemnización, la regla
proporcional sólo se aplica a los seguros de cosas, no teniendo aplicación en los
seguros patrimoniales, tales como los de responsabilidad civil, garantía, de crédito y
otros semejantes, por cuanto no existe ni tiene aplicación alguna en ellos-, el concepto
de “valor del objeto asegurado” que es básico para justificarla. En los seguros
patrimoniales, las partes solo hacen una estimación de la máxima pérdida posible y a
ella se atienen para regular la cobertura.
Tampoco tiene aplicación en los seguros de personas, por tratarse de seguros en que
no tiene vigencia el principio indemnizatorio del artículo 550 del C.Com., salvo
eventualmente, en las coberturas de gastos médicos u otros semejantes.
Caso: la cosa vale 100, y se asegura por 50, que es la mitad del valor del bien
siniestrado. Hay una perdida parcial de un 50% del bien. ¿Cuándo debiera pagar la
compañía de seguros? 25.
Cuando se contrata un seguro, se aplica el principio de máxima de buena fe, por lo
que el asegurado es quien declara el valor del bien. Rara vez la compañía de seguros
tasa el bien.
Puede ser que haya modificaciones al bien con el transcurso del tiempo, que
signifiquen mejoras, y el asegurado debe actualizar la póliza para que refleje el valor
real. Pero puede ser que el asegurado olvide o no le informe a la aseguradora las
mejoras que aumentan el valor del bien, y se este infrasegurando.
Los seguros a valor de reposición, a precio de mercado y según valor a nuevo
En ellos el asegurador se obliga, en caso de siniestro, a pagar el valor de reposición
de bienes nuevos, iguales o semejantes a los siniestrados. Este tipo de seguros ha
venido a surgir como una respuesta ante el acelerado progreso de la ciencia y la
tecnología, que convierte en obsoletos a ciertos bienes, a muy poco tiempo de su
lanzamiento al mercado, como es el caso típico de los computadores, teléfonos
celulares y otros artefactos electrónicos.
Como su nombre lo indica, en los seguros a valor nuevo el asegurador se obliga a
indemnizar por el valor que cuesta un bien nuevo igual al dañado, o de las mismas
características, utilidad y prestaciones
Se contemplan dos opciones para la aplicación de este seguro, uno, que el asegurador
sea quien adquiera y entregue la cosa nueva al asegurado, o que le pague a éste su
importe en dinero, corriendo de su cargo adquirirla.
Los seguros a valor de mercado son una variante de los seguros a valor de reposición
en los que el monto a indemnizar será el valor que la cosa asegurada, mercancías,
tengan a la época del siniestro en caso de venderlas en el mercado, que comprende a
los lugares destinados al comercio, de carácter público, de forma permanente o en
días establecidos.
Traspaso y pérdida de la cosa asegurada o del interés asegurable
Las normas de la ley del contrato de seguro que estudiaremos a continuación, regulan
las situaciones a que puede dar lugar el traspaso de la cosa asegurada por la
transmisión a causa de muerte del asegurado y por su transferencia por acto entre
vivos.
Bajo el imperio de la legislación anterior, en caso de transmisión por causa de muerte
del asegurado, del dominio o del derecho que éste tenía en la cosa asegurada a sus
herederos, el Código de Comercio establecía una regla especial, en cuanto en este
caso el seguro corría en provecho del adquirente, es decir, de los herederos, sin
necesidad de cesión o endoso, a menos que constase evidentemente que el seguro
fue consentido por el asegurador en consideración exclusiva de la persona asegurada
(antiguo art. 530).
Una solución enteramente semejante contempla el nuevo art. 559, según el cual,
transmitida la propiedad de la cosa asegurada, por título, universal o singular, el
seguro correrá en provecho del causahabiente desde el momento en que los riesgos le
correspondan, a menos que el seguro hubiere sido consentido por el asegurador en
consideración a la persona del causante.
La norma termina agregando que “terminado el seguro por esta causa, se aplicará lo
dispuesto en el inciso segundo del artículo 520”, en cuanto éste dispone que si el
interés asegurable..."cesare durante la vigencia del seguro, el contrato terminará y el
asegurado tendrá derecho a la restitución de la parte de la prima no ganada por el
asegurador correspondiente al tiempo no corrido”.
En caso de extinción relativa de los riesgos, por transferencia del interés asegurable a
otra persona, bajo las antiguas normas era necesario que la compañía aseguradora
consintiera en la transferencia del contrato de seguro, para que este se entendiera
subsistente en favor del adquirente del interés, consentimiento que se materializa
mediante un endoso, término que, como sabemos, identifica, en el lenguaje del
derecho de seguros, a la constancia escrita de cualquier modificación de un contrato
de seguro.
Lo anterior se justificaba diciendo que constituía la aplicación del principio de que el
seguro es un contrato “intuito personae”, es decir, celebrado en consideración a la
persona del asegurado.
En estas circunstancias, no era lícito que un asegurado transfiriera el seguro que lo
cubre a un tercero, sin consentimiento escrito del asegurador, lo que producía como
consecuencia que al perfeccionarse la transferencia, cesaba ipso factor la cobertura,
quedando el adquirente al descubierto, expuesto directa e inmediatamente a los
riesgos. Sin embargo, si se hubiese tratado de un seguro en que ya había ocurrido un
siniestro y estaba pendiente el cobro de la indemnización, era admisible la cesión del
contrato que conlleva el derecho a cobrar tal indemnización, sujeto a las normas de la
cesión de créditos mercantiles, esto es, con notificación del asegurador y entrega
formal del título -la póliza- al tercero, con constancia del traspaso y exhibición del
mismo a la compañía aseguradora.
Esta materia ha pasado a estar regulada de una manera mucho mas simple, precisa y
justa en la nueva legislación, regida por el art. 560, denominado "Transferencia del
seguro”, el cual expresa que si el objeto del seguro o el interés asegurable fueren
transferidos, cesará el seguro de pleno derecho al expirar el término de quince días,
contado desde la transferencia, a menos que el asegurador acepte que éste continúe
por cuenta del adquirente, o que la póliza sea a la orden”. Agrega esta norma que, sin
embargo, si el asegurado conservare algún interés en el objeto del seguro, éste
continuará a su favor hasta concurrencia de su interés.
Por lo tanto, sin necesidad de gestión alguna, en caso de transferencia del objeto
asegurado por acto entre vivos, continuará la cobertura en provecho del adquirente por
un espacio de tiempo de 15 días, lapso durante el cual éste podrá negociar con la
misma compañía aseguradora la continuación del seguro o conseguir una cobertura
distinta con otro asegurador.