Cómo La Cruz Moldea El Amor de Un Esposo

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Cómo la cruz moldea

el amor de un esposo
Un esposo es uno de los principales inventos de Dios,
equipado para brillar con una luz resplandeciente en el
mundo de Dios. Está llamado a iluminar su entorno. ¿Cómo?
Reproduciendo en su matrimonio el resplandor de la gloria
de Dios.

Pocos esposos comprenden la naturaleza completa de su


llamado. En cambio, se imaginan que están unidos a sus
esposas meramente por los placeres del afecto romántico, los
intereses comunes y la crianza de los hijos. Esto es
verdadero hasta cierto punto, pero el matrimonio es mucho
más que la realización mutua. En la Biblia, los cónyuges se
unen con un propósito que va más allá de ellos mismos:
difundir la gloria de Dios en un mundo oscuro.

En la Biblia, los cónyuges se unen con


un propósito que va más allá de ellos
mismos: difundir la gloria de Dios en
un mundo oscuro
El esposo es el llamado especialmente a avivar esa gloria.

No hay encargo más elevado


Para tal fin, el apóstol Pablo emite un mandato noble:
«Maridos, amen a sus mujeres, así como Cristo amó a la
iglesia y se dio Él mismo por ella» (Ef 5:25). Los esposos
deben dedicar a sus esposas el mismo tipo de amor que
Cristo dedicó a los miembros de Su familia, la iglesia.

No podía haber un encargo más elevado.

¿Quién puede medir el amor abnegado de Cristo? Abarca un


abismo infinitamente ancho, que se origina en las
perfecciones del cielo y desciende hasta los despojos del
calvario. No es de extrañar que Pablo orara pidiendo
fortaleza para comprender su anchura, longitud, altura y
profundidad (Ef 3:18). Los esposos están en una posición
única para conocer y permitir conocer a sus esposas este
amor incomparable.

Recipiente adecuado, depósito


inmenso
¿Pero cómo es posible impartir un amor tan grande? No todo
esposo puede hacerlo. Pero Dios les da un don especial a los
esposos cristianos. Limpios de pecado por la sangre de Jesús,
se convierten en recipientes adecuados para el Cristo que
mora en ellos. Cuando Cristo mora en los esposos, los
transforma a Su imagen, pasando de una etapa de gloria a
otra (2 Co 3:18), imprimiendo Su amor en sus corazones (Ef
3:17). A través de la obra interna del Espíritu, los esposos
cristianos pueden recurrir al gran depósito del amor de Cristo
y derramar ese amor por sus esposas.
Progreso en tres etapas
¿Cómo se ve este amor? Debemos seguir el ejemplo de Jesús
mismo, cuyo amor se desarrolla en una progresión de tres
etapas.

1. El amor mira profundamente.


En primer lugar, el amor de Cristo mira profundamente. Nos
examina con una visión de rayos X, mirando más allá de
nuestro revestimiento exterior y entrando en nuestros
corazones. Allí identifica nuestro mayor problema: el pecado
que nos separa de nuestro Creador.

De la misma manera, un esposo, en el que habita Cristo,


puede «estudiar» a su esposa, pidiendo en oración al Señor
que le revele lo que la mueve en el nivel más profundo, lo
que explica sus disposiciones, lo que la alegra, lo que
provoca su dolor y, sobre todo, lo que constituye su
necesidad más profunda. Este es el amor de Cristo en un
esposo: es un amor que mira profundamente.

2. El amor actúa rápidamente.


En segundo lugar, el amor de Cristo actúa con rapidez. No
solo examina nuestros corazones e identifica nuestras
necesidades, sino que se mueve con prontitud para
atenderlas. No considerando el ser igual a Dios como algo a
lo que aferrarse, Jesús hace todo lo contrario: se da a Sí
mismo. En un amor que se despoja de sí mismo, nos sirve en
nuestro punto de mayor necesidad (Fil 2:6-7).
Un esposo en el que habita Cristo
considera que las necesidades de su
esposa son más urgentes que las suyas
Asimismo, un esposo en el que habita Cristo considera que
las necesidades de su esposa son más urgentes que las suyas.
«Voy a ocuparme de sus preocupaciones antes de ocuparme
de las mías». «Voy a dejar mis intereses de lado mientras
atiendo los de ella». Este es el amor de Cristo en un esposo:
es un amor que actúa rápidamente.

3. El amor se despoja por completo.


En tercer lugar, el amor de Cristo se despoja por completo.
Identifica y atiende nuestra mayor necesidad. Pero no se
detiene allí: «En esto conocemos el amor: en que Él puso Su
vida por nosotros» (1 Jn 3:16). Para resolver nuestra mayor
necesidad, para redimirnos de nuestros pecados, el Rey del
cielo somete Sus miembros y Su corazón a ser abierto en las
vigas de una cruz despreciable. Se despoja totalmente de Sí
mismo.

Para un esposo, una cosa es ver lo que su esposa necesita;


otra cosa es hacer algo al respecto. Otra muy distinta es
hacer lo que sea necesario para resolver sus necesidades,
incluso hasta dar la vida. Este es el amor de Cristo en un
esposo: es un amor que se despoja por completo.

Para decirlo en pocas palabras, un esposo cristiano deja de


lado su propia vida para levantar la de su esposa. Trata la de
ella como si fuera suya. Hace que su vida —sus necesidades,
sus intereses, sus penas, sus alegrías— sean su principal
interés.

Representar el amor cruciforme


Por eso, la única instrucción que Pablo da a los esposos
—«Amen a sus mujeres, así como Cristo amó a la iglesia»
(Ef. 5:25)— difícilmente podría ser más radical. Representar
el amor cruciforme, tomar la vida de su esposa y hacerla
suya —mirar profundamente, actuar con rapidez y
despojarse completamente— representa un amor que va
mucho más allá de las aspiraciones de la mayoría de los
esposos.

Lo que impulsó el amor de Cristo por


nosotros fue, sorprendentemente, no
nuestro atractivo inherente, sino
nuestros defectos naturales
Sin embargo, para Pablo este amor es más radical aún. Lo
que impulsó el amor de Cristo por nosotros fue,
sorprendentemente, no nuestro atractivo inherente, sino
nuestros defectos naturales. Fue nuestro sucio lastre, nuestro
pasado sórdido, nuestras inconsistencias molestas, nuestro
egoísmo y pecado lo que le movió a dar Su vida por
nosotros.
Un esposo en el que habita el amor de Jesús invertirá en su
esposa, no por sus rasgos atractivos, sino por sus hábitos
agotadores. Son sus cargas desagradables las que asumirá y
hará suyas. Como observó C. S. Lewis en Los cuatro
amores, este no es el esposo «que todos desearíamos ser»;
más bien, es aquel cuyo matrimonio «se parece más a una
crucifixión; cuya esposa recibe más y da menos, es más
indigna de él, es —en su propia naturaleza— menos
adorable». Un esposo cristiano carga sobre sus hombros las
cosas que agobian a su esposa: sus inseguridades, cambios
de humor, mal genio, culpa persistente, miedos y su pecado.
Se entrega a sí mismo para sobrellevarla.

Dos grandes motivaciones


¿Qué motivaría a un esposo a despojarse tanto de sí mismo?
Dos realidades extraordinarias.

1. La gloria de Dios.
En primer lugar, está la certeza de que la expresión del amor
marital dará gloria a Dios. ¿Qué podría ser más estimulante
para los ojos hastiados del mundo que ver a un hombre que
dignifica a su esposa invirtiendo en su bienestar? Los hijos
que nazcan de esa unión, los vecinos que compartan la calle
con esa pareja, los colegas que sean testigos de ese amor…
todos se sentirán conmovidos y tal vez transformados por
una muestra del único ingrediente que nuestra sociedad
obsesionada por sí misma anhela: amor abnegado.
Contemplar ese tipo de amor en un esposo hacia su esposa
glorificará la fuente de ese amor, Dios mismo.
2. Su belleza.
En segundo lugar, un esposo que ama a su esposa como si su
vida fuera suya no se perjudica a sí mismo. Tal amor
conlleva una promesa espectacular. Así como el amor de
Cristo transforma a la iglesia, el amor de Cristo en un esposo
transforma a la esposa. La pone por encima de lo común, la
limpia de las contaminaciones pasadas, purga toda arruga y
la deja sin mancha (Ef 5:26-27). Como pronto descubre el
esposo, lo que mejora a su esposa no son sus correctivos o
críticas, sino el amor que se entrega. Como dijo Lewis con
sencillez: «No la encuentra, sino que la hace hermosa».
Lejos de ser un deber gravoso, el amor abnegado redunda en
beneficio del esposo: «El que ama a su mujer, a sí mismo se
ama» (Ef 5:28).

El amor de Cristo es un poderoso agente de cambio,


especialmente en nuestros matrimonios. Transforma las
uniones matrimoniales de gloria en gloria. El esposo, en
dependencia de Dios, es el principal responsable de saturar el
matrimonio con el amor de Cristo. Qué cosa tan
extraordinaria es un esposo piadoso, un canal de amor
cruciforme no solo para su esposa, sino también juntos a
través de su matrimonio, para el mundo entero.

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