Meirieu, Pedagogia El Deber de Resistir P
Meirieu, Pedagogia El Deber de Resistir P
Meirieu, Pedagogia El Deber de Resistir P
Pedagogía:
el deber de resistir
Philippe Meirieu
CDD: 370.1
Rector
PhD. Freddy Álvarez
Comisión Gestora
Mgtr. Aldo Alfredo Maino Isaías
PhD. Magdalena Herdoiza
Mgtr. Juan Samaniego
PhD. María Nelsy Rodríguez
PhD. Stefos Efstathios
Mgtr. Susana Beatríz Araujo Fiallos
Dra. Verónica Moreno García
ISBN: 978-9942-783-36-3
Primera Reimpresión: UNAE EP
Tiraje: 250 ejemplares
Enero, 2020
Azogues - Ecuador
11 Prólogo
Introducción
17 Sobre todo, no te rindas
Capítulo 1
45 ¿Deberíamos terminar con el pedagogismo?
Capítulo 2
61 Educar: una vieja historia
Capítulo 3
73 La emergencia educativa
Capítulo 4
81 La pedagogía en el corazón de la modernidad
Capítulo 5
89 Ve más allá de las paradojas educativas
Capítulo 6
97 Apoyar el surgimiento de la libertad
Capítulo 7
105 Los fundamentos de la pedagogía
Capítulo 8
111 Reconstruir autoridad
Capítulo 9
125 Instituir al alumno-sujeto
Capítulo 10
137 Abre las posibilidades
Capítulo 11
149 Construyendo la Escuela
Conclusión
157 Resiste todos los días
159 Anexo
PRÓLOGO
¿Por qué leer una y otra vez a Philippe
Meirieu?
Alejandra Birgin1
11
que un día inevitablemente escapará a la voluntad de quien lo/la educa.
Porque como lo afirma Hassoun (1996), en realidad eso es lo que
buscamos: “una transmisión lograda es aquella que ofrece -al sujeto-
un espacio de libertad y una base que le permite abandonar (el pasado)
para (mejor) reencontrarlo” (p. 17).
De allí el principio de la libertad (nadie puede aprender en el lugar
de nadie) y el de la educabilidad (todas/os pueden aprender). Nos
dice Meirieu: Hay pedagogía cuando se piensa esa contradicción y se
inventan herramientas, propuestas, dispositivos para dar cuenta de
ella. Agrega: nadie puede obligar a nadie a aprender. Pero si alguien
no aprende, una y otra vez debemos hacernos la pregunta como
enseñantes acerca de qué más podemos ensayar para que el aprendizaje
tenga lugar. Y agregamos desde aquí: Meirieu hace pedagogía porque
no para de inventar, ensayar, bocetar cómo la libertad y la educabilidad,
en la escuela, pueden (y deben) ir de la mano.
Quienes vivimos en América Latina, el continente más desigual del
planeta, hemos discutido muchas veces sobre la escuela, su calidad,
su aporte a la disminución de las desigualdades y a la liberación de
los pueblos. Sin duda, el panorama regional es muy diverso. Circulan
discursos (llamativamente homogéneos) que ponen en cuestión a la
escuela describiéndola como un espacio que repele la creatividad, que
somete voluntades, que ha quedado desfasada del tiempo que vivimos.
Frente a ello encontramos diversas respuestas: las perspectivas
restaurativas, nostálgicas, para las que “todo tiempo pasado fue
mejor”, que no solo idealizan la escuela de hace más de un siglo sino
que no consideran que era, básicamente, una escuela para pocos (es
decir, una escuela que no ejercía el principio de educabilidad). Otras
posiciones entienden que la solución esta de la mano de la aplicación
eficaz de métodos probados, para lo cual lo que hace falta es diseñar
con expertos buenos materiales “a prueba de docentes”. También
otros van a sostener que en esta cultura digital en expansión lo más
eficaz es pensar la educación desde las nuevas tecnologías, que ya no
requiere una escuela-casa que aloje a un colectivo sino de un sólido
equipamiento tecnológico individual en los hogares. En fin, hay
diversas posiciones (muchas más) que buscan dar respuesta al debate
sobre la escuela en estos días.
12
¿Qué nos dice Philippe Meirieu? En primer lugar que la escuela
es necesaria, que es condición de posibilidad de una sociedad
democrática. No hay democracia si no hay una escuela que, a la vez,
emancipe e instruya. No hay democracia sin la transmisión a todos del
conocimiento que hace posible entender el mundo (y transformarlo).
Es decir, una perspectiva de derechos: a los conocimientos, a las
culturas, a formar parte de colectivos. En América Latina, entonces,
la mayor deuda ya no sería solo que todos vayan a la escuela sino
que allí haya confianza en que todas/os pueden aprender y que se
busquen de manera incansable los modos para que ello suceda. Así,
la escuela es el espacio social responsable de la transmisión de las
culturas para la construcción de lo común, de aquello que nos une y,
también, la institución que le hace lugar a las diferencias (porque no
hay lo común sin ellas). En el fondo, de lo que se trata es de poner el
foco en la “pedagogía”, como clave para avanzar en las contradicciones
que nos plantea la época. Ninguna de las propuestas más audibles hoy
(enumeradas más arriba) la incluye.
Philippe Meirieu no ahorra palabras ni argumentos para discutir
con la nueva doxa educativa, aquella que pregona desde la neurope-
dagogía hasta las evaluaciones estandarizadas. Y propone, una y otra
vez, herramientas para el hacer cotidiano escolar: otras gramáticas
escolares, otros modos de organizar la cronología y los regímenes
académicos escolares, la construcción de proyectos colectivos, etc. La
escuela y la pedagogía, así, se constituyen en lugares privilegiados para
resistir y cambiar el mundo.
Quisiera ahora contarle a Usted lector, lectora, que el libro que está
por leer es, para mí, un clásico. Porque como dice Ítalo Calvino, un
clásico es un libro que no puede serte indiferente. Porque los clásicos
atraen cuando entre ellos y el lector se establece una relación personal
basada en el amor. En este caso, diría, en el amor por nuestros pueblos
y por lo que la educación y la pedagogía pueden aportar para construir
sociedades más felices y más justas. Leer, amasar, discutir, compartir
Pedagogía: el deber de resistir, nos convoca a ello.
13
CAPÍTULO 7
Los fundamentos de la pedagogía
Porque la pedagogía, si sabemos mirar de cerca sus discursos y
prácticas, ofrece la clave de nuestro problema educativo. De hecho,
da lugar a dos afirmaciones que son esenciales y, sin embargo, muy
difíciles de conciliar: por un lado, todos pueden aprender y acceder a
la libertad y, por otro lado, nadie puede obligar a nadie a aprender e
implementar su libertad... Y lo que hace que la originalidad del enfoque
pedagógico es que trata estas dos declaraciones juntas.
De hecho, uno puede oponerse a estas dos afirmaciones y doblegarse
en una de ellas descartando la otra. Esto dará en un caso: «Todos
los estudiantes pueden aprender y todos los medios son buenos para
lograr... ¡Busquemos las soluciones más efectivas independientemente de
cualquier criterio ético o educativo!” O, simétricamente: «Nadie puede
obligar a un alumno a aprender y es muy malo para aquellos que no
tienen éxito o no quieren... ¡Después de todo, no podemos trabajar en
el lugar de alguien!». También se puede oscilar de una posición a otra:
voluntarismo, acompañado voluntariamente de una brutal represión
de refractario, fatalismo, justificado por el hecho de que uno no puede
decidir «su bien» en lugar de otros. La pedagogía, asume la tensión:
está convencida de la necesidad del compromiso de cada uno en sus
aprendizajes, pero persiste, sin embargo, sin darse por vencido, para
ayudar a todos a tener éxito. Está decidida a la educación de todos,
pero se niega a usar cualquier medio para lograrlo.
Como la pedagogía afirma, al mismo tiempo, que cualquier materia
se puede aprender, pero se debe poder hacerlo libremente, al mismo
tiempo excluye el voluntarismo mecanicista y la espontaneidad
libertaria. Va más allá de lo que podría parecer una contradicción
al inventar «dispositivos pedagógicos»: dispositivos desarrollados a
partir de objetivos asumidos por el adulto; arreglos organizados de
tal manera que promuevan la movilización personal de los alumnos;
dispositivos estructurados para incluir las limitaciones y los recursos
necesarios para el aprendizaje; dispositivos diseñados para que quienes
estén involucrados puedan comprender los problemas y separarse
cuando los hayan usado.
105
Philippe Meirieu
106
Pedagogía: el deber de resistir
107
Philippe Meirieu
108