La Vida
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2014 - 2019
Colección Poesía
Mis vidas galantes
Poesías completas 1988–2008
OSÍAS STUTMAN
Editorial Comba
Imagen de la portada:
Mujer sentada (1917) de Juan Gris
Museo Nacional Thyssen-Bornemisza
ISBN: 978-84-949623-5-6
DL: B–19.273–2019
Índice
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vuelta a eso, pero una vuelta con retranca, cuando en 1997
publica la plaquette titulada Los sonetos (de Gombrowicz).
Compuesta por catorce sonetos, alcanzará en su edición
completa, incluida en La vida galante (2008), el número
justo de cuarenta y cuatro.
Son varios los títulos entre paréntesis, ya sea en una
parte o en su totalidad, lo que representa una alusión
velada a los poetas que en los años sesenta y sucesivos
optaron por no titular sus versos y al mismo tiempo
sirve para jugar al engaño, a una doble lectura. ¿Es o no
prescindible lo que abarca el paréntesis? En Los fragmentos
personales*, de 1998, es donde este punto cobra más fuerza
e intencionalidad. En el caso de Los sonetos, sin embargo,
uno siente a Gombrowicz con ganas de morder sendos
signos y acabar con ese encierro. Tanto las referencias
de Stutman a los ángeles cual niñas núbiles como su
constante alusión a la mentira (¿acaso la verdad?) o el
poema final, dedicado al editor de la plaquette, Toni
Clapés, parecen beber de la mirada azul y turbia, crítica,
del autor polaco. A buen seguro le habría gustado a ése el
verso donde dice «la mentira acaricia el diente», o cuando
afirma, siete poemas más adelante, «mi humildad no tiene
límites». ¿Sentiría una caricia en el diente al escribirlo? Sea
como fuere, lo más significativo en cuanto a esa soltura
que se sale de las recetas farmacéuticas está en el uso
arbitrario que hace de la forma propia del soneto. Respeta
nada más que el número de versos correspondiente a
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cada estrofa (4-4-3-3), tres de ellos con estrambote, sin
parar mientes en la métrica ni la rima.
Su labor poética apareció de nuevo en distintas revistas
a partir de 1992, poniendo fin a su prolongado silencio.
«Treinta años sin escribir/ me dicta palabras de recién
nacido/ y ‘grande es la culpa del recién/ nacido’ cuando
se sueña/ con flores frescas, frías, atónitas/ que envuelven
la frente que/ separa el agua fresca (…)*», escribe en esa
época. Y aparte de la mentira inicial, de la que habrá
de convencerse como quien asume el pecado original,
este poema supone un nuevo despertar donde el agua
bautismal abre camino a la memoria. Vuelve a ella en
repetidas ocasiones («Otra vez, lo que escucho es sólo
memoria» o «Sólo permito las memorias exageradas/ los
recuerdos fingidos de un juego pueril»**) para indicarnos
que el poeta halla en ella su inspiración y que, por tanto,
la memoria configura su identidad.
El poeta y crítico argentino Lucas Soares destacó que
«para leer estos poemas hay que sacarse de encima el
prejuicio de creer que, por el hecho de ser inventada o
ficticia, una memoria no es verídica. Aquí pasa lo contrario:
la memoria, precisamente por ser inventada, se vuelve real,
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verdadera»*. Se aprecia además el justo equilibrio entre
memoria y olvido, un juego del que la palabra poética
se sirve a la perfección y en el que Stutman parece tan a
gusto, también cuando habla de verdad o mentira. En el
poema titulado ‘Las memorias’ dice: «Son la vida de oro/
las palabras de otros/ … / Son imagen y descenso/ son el
viaje subterráneo/ y son los sueños vistos.»
Otro elemento característico de su obra son las citas
o referencias a otros autores, desde Gombrowicz a su
querida Djuna Barnes, a quien homenajea en Los sonetos
y de cuya obra en verso es editor en inglés y traductor al
español. Es significativa también la presencia de Samuel
Beckett, Ezra Pound, André Breton o James Joyce, entre
otros, a cuyas palabras acude con una holgura fiel a la
forma en que plantea la creación, siguiendo una especie de
libre asociación que remite tanto a los surrealistas como
al work in progress joyceano. No busca la corrección en
sí, sino reinterpretarse en pos de una imagen mejor o un
símbolo más completo. Y las citas están igual para dar pie
al texto que para integrarlo mediante la intertextualidad.
En Los fragmentos personales llaman la atención los
epígrafes de Adolfo Bioy Casares que preceden tres de las
cinco secciones, en dos de los cuales parece adoptar un
tono irónico similar al de Gombrowicz**. En el tercero, en
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cambio, brilla otro tema de especial interés en Stutman
y que ocupó a Bioy: las mujeres. Su modo de acercarse a
ellas con la palabra viene dado en el título de este libro,
inspirado en el que publicara en 2008, un galanteo muy
cercano al autor argentino y que se manifiesta tanto en
una actitud pasiva como activa.
En ‘El oasis’ describe el seno de una muchacha como
un terrón de azúcar y añade que a veces ésta se viste
«de blanco, otras no, su cuerpo/ es víbora movediza,
deslumbrante», mientras que en ‘El ahogado’ une
esa fijación en la mujer a la potencia de la memoria:
«Ahogado entre damas/ veo visiones del pasado.» La
poeta vasca Eli Tolaretxipi se refirió a este punto en
particular afirmando que, «como mujer y lectora, me
quito el sombrero y me quedo hipnotizada por su amor
por las mujeres, las visibles y las invisibles, las literarias,
las conocidas y las desconocidas, las de uñas largas y
las de cortas», en lo que a su juicio es una escritura que
«hurga en las raíces de las tradiciones más ricas y más
sabias»*. Estos mismos atributos están presentes en las
44 cuartetas, publicadas en su momento en páginas
individuales y que ahora aparecen seguidas, dando lugar
a una mayor idea de continuidad. El lector es quien
tendrá que establecer tal continuidad, la que su lectura
le proporcione, y del mismo modo habrá de ver la que
se establece en el conjunto del libro.
Mis vidas galantes quiere constituir una primera
peregrinación completa pero no absoluta al universo
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poético de Osías Stutman, para la que recuperamos
los textos de José María Conget y Carlos Edmundo
de Ory a los títulos señalados. Tantos adjetivos y
parabienes acumula Stutman, que mejor será no citar
ni entrecomillar más, por aquello de que al hablar de
poesía conviene evitar el tono poético. Adéntrense, nada
más, vayan a ver qué realidades describe este poeta que
también fue médico y es hombre curioso y de vasta
cultura y con probabilidad les causará alguna caricia
en el diente.
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Los fragmentos personales
(A work in progress, inolvidable)
Prólogo
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Lucinda y los cactus
en la casa pequeña
de Dorotea, la maestra
que le enseña a hablar.
29
(West alto Manhattan)*
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Disidencia poética
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mirándose los dientes, lamiendo las manos,
los dedos. Es un mundo que ya no existe,
los brazos transparentes bajo la ropa,
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La calculadora
33
La pureza
34
El oasis
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Editorial Comba
1. Tomás Browne
Las semillas de Urano
2. S. Serrano Poncela
La raya oscura
3. Enrique Lynch
Nubarrones
4. Juan Bautista Durán
Convivir con el genio
5. Andrea Jeftanovic
No aceptes caramelos de extraños
6. Rosa Chacel, Ana María Moix
De mar a mar
7. Matías Correa
Geografía de lo inútil
8. Rosa Chacel
La sinrazón
9. Ernesto Escobar Ulloa
Salvo el poder
10. Alfonso Reyes
Memorias de cocina y bodega
11. Esmeralda Berbel
Detrás y delante de los puentes
12. Ignacio Viladevall
Luz de las mariposas
13. Tatiana Goransky
Los impecables
14. Andrea Jeftanovic
Destinos errantes
15. Federico Valenciano
Frontera con la nada
16. Constanza Ternicier
La trayectoria de los aviones
en el aire
17. Rodrigo Díaz Cortez
Metales rojos
18. Rosa Chacel
Memorias de Leticia Valle
19. Jordi Dalmau y Lidia Górriz
Un nido de agujas en el colchón
20. Tomás Browne
Silbar los viajes
21. Tatiana Goransky
Fade out
22. Karla Suárez
El hijo del héroe
23. Daniel Mella
El hermano mayor
24. Daniel Mella
Lava
25. Miki Naranja
Palabras de perdiz
26. Esmeralda Berbel
Irse
27. Jimena Néspolo
Las cuatro patas del amor
28. Juan Villa
Voces de La Vera
29. Silvia Eugenia Castillero
Eloísa
30. Karla Suárez
Habana año cero
31. Jordi Dalmau y Lidia Górriz
El lanzador de libros
32. Osías Stutman
Mis vidas galantes
33. Rosario Izquierdo
El hijo zurdo