La Vida

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Cinco años saltando a las letras hispánicas

2014 - 2019

Colección Poesía
Mis vidas galantes
Poesías completas 1988–2008

OSÍAS STUTMAN

Los fragmentos personales


44 cuartetas
La vida galante

Con textos de Juan Bautista Durán,


José María Conget y Carlos Edmundo de Ory

Editorial Comba
Imagen de la portada:
Mujer sentada (1917) de Juan Gris
Museo Nacional Thyssen-Bornemisza

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación


pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con
la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley.
Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos)
si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra
(www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47).

Diagramación: Roger Castillejo Olán

© Osías Stutman, 2019


© De los prólogos:
Juan Bautista Durán, 2019
José María Conget, 1998
Carlos Edmundo de Ory, 2008
© Editorial Comba, 2019
c/ Muntaner, 178, 5º 2ª bis
08036 Barcelona

ISBN: 978-84-949623-5-6
DL: B–19.273–2019
Índice

Prólogo de Juan Bautista Durán 11

Los fragmentos personales 19


Prólogo de José María Conget 21
Los fragmentos aromáticos 27
Los fragmentos (segunda serie) 45
El libro de citas 69
Los fragmentos (tercera serie) 107
Los poemas provisionales 127
44 cuartetas 157
Prólogo de Carlos Edmundo de Ory 159
La vida galante y otros poemas 173
Los pasados ficticios 175
Las sorpresas reales 197
La inundación y el desierto 239
La locura del mundo 263
Homenajes a la memoria 273
Las veladas musicales 287
Escritores 325
Los sonetos completos (de Gombrowicz) 353
Envoi 399
Para Margalida
Prólogo
La caricia en el diente

«Sólo es creativo quien tiene contacto


directo con la vida»
Witold Gombrowicz, Contra los poetas

Todos los literatos lo conocíamos en secreto, versos


más, versos menos, recelosos a la hora de compartir
su obra por miedo a perder esa especie de patente que
cualquiera se otorga al asomarse al talento de un autor
poco difundido. Pues, bien, esta edición de su poesía
entre 1988 y 2008 viene a desvelar el secreto.
A caballo entre la medicina y la poesía, Osías Stutman
se dio a conocer en las letras argentinas a primeros
de los sesenta, años en que trabaja como corrector a
tiempo parcial con Aldo Pellegrini y Olga Orozco en
Fabril Editora y es incluido en la Antología de Poesía
Nueva en la República Argentina (1961), a cargo de
Juan Carlos Martinelli, junto con poetas de la talla de
Alejandra Pizarnik o Juan Gelman. Éste es el momento
fundacional, el paso necesario para ocultarse del mundo
poético durante treinta años. Y también de Argentina,
debido a las dictaduras militares. Prosiguió con sus
investigaciones en el campo de la inmunología en
11
Estados Unidos, primero en Minnesota y luego en Nueva
York, ciudades donde asimismo ejerce de profesor y se
gana un enorme prestigio en su especialidad. Obtiene
la ciudadanía estadounidense y de noche, al amparo
del espacio privado, alumbra una visión propia en la
que no deja de abundar, libre de herencias poéticas y
de compromisos editoriales. «La noche huele a gente
escribiendo/ y en el Norte piensan en el Sur», leemos
en la cuarteta número 4.
Stutman escribe bajo la premisa de que «el arte, al igual
que el hombre, es imprevisible para sí mismo». La cita es
de Witold Gombrowicz, a quien conoció en la confitería
bonaerense del cine Rex, lugar ya desaparecido y donde
se jugaba al ajedrez*. Ambos disputaron varias partidas,
en lo que hoy día puede verse como un duelo entre poesía
y prosa, imposible de resolver salvo que pactemos tablas.
Stutman incide en este duelo con una jugada trampa, un
guiño a las dos conferencias que Gombrowicz publicó a
primeros de los cincuenta contra los poetas y la poesía
pura. En ellas aseguraba que «casi nadie ama los versos y
que el universo de la poesía en verso no es sino ficción y
afectación», para reducir al fin a «una receta farmacéutica»
la poesía pura. Esas diatribas iban dirigidas sobre todo a
los que, sujetos a la forma y a la estricta matemática de
la poesía, acaban por decir nada, por hacer un arte «que
se recrea en el vacío», lo cual deviene un «terreno ideal
para aquellos que no son nada». Stutman habrá de darle la

* Allí se fraguó, dirigida por el escritor cubano Virgilio Piñera,


la primera traducción al español de Ferdydurke.

12
vuelta a eso, pero una vuelta con retranca, cuando en 1997
publica la plaquette titulada Los sonetos (de Gombrowicz).
Compuesta por catorce sonetos, alcanzará en su edición
completa, incluida en La vida galante (2008), el número
justo de cuarenta y cuatro.
Son varios los títulos entre paréntesis, ya sea en una
parte o en su totalidad, lo que representa una alusión
velada a los poetas que en los años sesenta y sucesivos
optaron por no titular sus versos y al mismo tiempo
sirve para jugar al engaño, a una doble lectura. ¿Es o no
prescindible lo que abarca el paréntesis? En Los fragmentos
personales*, de 1998, es donde este punto cobra más fuerza
e intencionalidad. En el caso de Los sonetos, sin embargo,
uno siente a Gombrowicz con ganas de morder sendos
signos y acabar con ese encierro. Tanto las referencias
de Stutman a los ángeles cual niñas núbiles como su
constante alusión a la mentira (¿acaso la verdad?) o el
poema final, dedicado al editor de la plaquette, Toni
Clapés, parecen beber de la mirada azul y turbia, crítica,
del autor polaco. A buen seguro le habría gustado a ése el
verso donde dice «la mentira acaricia el diente», o cuando
afirma, siete poemas más adelante, «mi humildad no tiene
límites». ¿Sentiría una caricia en el diente al escribirlo? Sea
como fuere, lo más significativo en cuanto a esa soltura
que se sale de las recetas farmacéuticas está en el uso
arbitrario que hace de la forma propia del soneto. Respeta
nada más que el número de versos correspondiente a

* Una primera versión de este poemario recibió en 1995 el Premio


Anthropos de Poesía.

13
cada estrofa (4-4-3-3), tres de ellos con estrambote, sin
parar mientes en la métrica ni la rima.
Su labor poética apareció de nuevo en distintas revistas
a partir de 1992, poniendo fin a su prolongado silencio.
«Treinta años sin escribir/ me dicta palabras de recién
nacido/ y ‘grande es la culpa del recién/ nacido’ cuando
se sueña/ con flores frescas, frías, atónitas/ que envuelven
la frente que/ separa el agua fresca (…)*», escribe en esa
época. Y aparte de la mentira inicial, de la que habrá
de convencerse como quien asume el pecado original,
este poema supone un nuevo despertar donde el agua
bautismal abre camino a la memoria. Vuelve a ella en
repetidas ocasiones («Otra vez, lo que escucho es sólo
memoria» o «Sólo permito las memorias exageradas/ los
recuerdos fingidos de un juego pueril»**) para indicarnos
que el poeta halla en ella su inspiración y que, por tanto,
la memoria configura su identidad.
El poeta y crítico argentino Lucas Soares destacó que
«para leer estos poemas hay que sacarse de encima el
prejuicio de creer que, por el hecho de ser inventada o
ficticia, una memoria no es verídica. Aquí pasa lo contrario:
la memoria, precisamente por ser inventada, se vuelve real,

* Titulado ‘La nueva visión’ y no incluido en esta edición, la cita


en el tercer y cuarto verso pertenece al poema ‘Anif ’ de Georges
Trakl. Se publicó junto a otros dos poemas y una reseña de Ana
Nuño en el nº96 de la Revista Lateral, diciembre de 2002.
** La primera cita pertenece al poema ‘La lección’ y la segunda a
‘La escritura’.

14
verdadera»*. Se aprecia además el justo equilibrio entre
memoria y olvido, un juego del que la palabra poética
se sirve a la perfección y en el que Stutman parece tan a
gusto, también cuando habla de verdad o mentira. En el
poema titulado ‘Las memorias’ dice: «Son la vida de oro/
las palabras de otros/ … / Son imagen y descenso/ son el
viaje subterráneo/ y son los sueños vistos.»
Otro elemento característico de su obra son las citas
o referencias a otros autores, desde Gombrowicz a su
querida Djuna Barnes, a quien homenajea en Los sonetos
y de cuya obra en verso es editor en inglés y traductor al
español. Es significativa también la presencia de Samuel
Beckett, Ezra Pound, André Breton o James Joyce, entre
otros, a cuyas palabras acude con una holgura fiel a la
forma en que plantea la creación, siguiendo una especie de
libre asociación que remite tanto a los surrealistas como
al work in progress joyceano. No busca la corrección en
sí, sino reinterpretarse en pos de una imagen mejor o un
símbolo más completo. Y las citas están igual para dar pie
al texto que para integrarlo mediante la intertextualidad.
En Los fragmentos personales llaman la atención los
epígrafes de Adolfo Bioy Casares que preceden tres de las
cinco secciones, en dos de los cuales parece adoptar un
tono irónico similar al de Gombrowicz**. En el tercero, en

* Reseña publicada en el nº 20 de la revista Hablar de poesía,


2009, a propósito de La vida galante.
** A diferencia del autor polaco, que jamás escribió uno, de Bioy
se tiene noticia de tres poemas, recogidos en el libro misceláneo
Guirnalda con amores (1959).

15
cambio, brilla otro tema de especial interés en Stutman
y que ocupó a Bioy: las mujeres. Su modo de acercarse a
ellas con la palabra viene dado en el título de este libro,
inspirado en el que publicara en 2008, un galanteo muy
cercano al autor argentino y que se manifiesta tanto en
una actitud pasiva como activa.
En ‘El oasis’ describe el seno de una muchacha como
un terrón de azúcar y añade que a veces ésta se viste
«de blanco, otras no, su cuerpo/ es víbora movediza,
deslumbrante», mientras que en ‘El ahogado’ une
esa fijación en la mujer a la potencia de la memoria:
«Ahogado entre damas/ veo visiones del pasado.» La
poeta vasca Eli Tolaretxipi se refirió a este punto en
particular afirmando que, «como mujer y lectora, me
quito el sombrero y me quedo hipnotizada por su amor
por las mujeres, las visibles y las invisibles, las literarias,
las conocidas y las desconocidas, las de uñas largas y
las de cortas», en lo que a su juicio es una escritura que
«hurga en las raíces de las tradiciones más ricas y más
sabias»*. Estos mismos atributos están presentes en las
44 cuartetas, publicadas en su momento en páginas
individuales y que ahora aparecen seguidas, dando lugar
a una mayor idea de continuidad. El lector es quien
tendrá que establecer tal continuidad, la que su lectura
le proporcione, y del mismo modo habrá de ver la que
se establece en el conjunto del libro.
Mis vidas galantes quiere constituir una primera
peregrinación completa pero no absoluta al universo

* Subir; bajar, artículo publicado en Gara (2002).

16
poético de Osías Stutman, para la que recuperamos
los textos de José María Conget y Carlos Edmundo
de Ory a los títulos señalados. Tantos adjetivos y
parabienes acumula Stutman, que mejor será no citar
ni entrecomillar más, por aquello de que al hablar de
poesía conviene evitar el tono poético. Adéntrense, nada
más, vayan a ver qué realidades describe este poeta que
también fue médico y es hombre curioso y de vasta
cultura y con probabilidad les causará alguna caricia
en el diente.

Juan Bautista Durán, editor de Comba

17
Los fragmentos personales
(A work in progress, inolvidable)
Prólogo

Sabemos cultivar las gentes de letras una desconfianza


activa hacia los ciudadanos que, al margen de una larga
vida profesional en campos muy alejados de la literatura,
deciden recobrar el olvidado sarampión adolescente de
escribir una novela o una serie de sonetos. Que un probo
notario o un químico ilustre, recordando las clases de
métrica en el colegio de los maristas, soliciten en su
madurez el favor de las musas, perpetren un volumen de
rimas y se autofinancien una edición que constituirá su
orgullo secreto y la tortura tácita de sus familiares, no es
circunstancia infrecuente que se ignora caritativamente
en el medio literario o se acoge, en el mejor de los casos,
con despectiva benevolencia. Pues bien, cuando vine
a vivir a Nueva York traía en mi libreta de direcciones
el teléfono de Osías Stutman, un famoso inmunólogo
argentino, que mi amigo el poeta Jesús Fernández Pa-
lacios había conocido en algún festival libresco y cuyo
trato me recomendaba como el de un buen conocedor
de Manhattan y, «aunque científico», hombre de amplios
intereses culturales. No lo llamé inmediatamente y creo
21
recordar que, en realidad, se presentó a sí mismo en el
primer encuentro de escritores que organicé en 1991
para el Instituto Cervantes, entonces todavía Casa de
España. Osías resultó, en efecto, persona de gran cordia-
lidad, viva conversación y aficiones a lecturas, músicas
y películas no muy apartadas de las mías propias. Poco
después supe que además de todo eso Osías Stutman,
oh cielos, escribía poesía.
Quiero aclarar enseguida que mis alarmas eran
infundadas. Osías me fue pasando unos textos
mecanografiados —cuatro poemas bajo el enunciado
global de La exageración, luego una selección de su obra
que había llamado, de forma un tanto enigmática (y es
que los títulos de sus libros son tan caprichosos como los
de Baroja), La vida galante—, y desde la primera ojeada
me pareció evidente que no se trataba de la producción de
un aficionado. La lectura atenta de éstas y otras entregas
posteriores me descubrieron a un autor que, fuera cuál
fuera su «otra» profesión, había hecho de la poesía una
pasión central. Desde luego, su estilo no puede estar
más en disonancia con las modas líricas de los últimos
años en España y en especial de ese poema–tipo en el
que el vate, mientras bebe–una–copa–en–un–bar–de–
la–alta–noche, observa a una lozana muchacha que el
tiempo infatigable, ay, afeará. La obra de Stutman se
entronca con una tradición culta, y difícil, de la literatura
occidental de este siglo, la que tiene en Joyce, Djuna
Barnes (a la que ha traducido al español), Celan, Pound,
Eliot y Lezama algunas de sus figuras esenciales. Las
asociaciones insólitas —esa aparición de la Malinche en
22
un poema sobre la URSS—, la controlada alucinación, el
humor sofisticado y un mundo de referencias tan vasto
como, a menudo, sorprendente, son algunos de los rasgos
que encontrará el lector en Los fragmentos personales.
Mi relación posterior con Osías y la familiaridad con
su poesía me han ido revelando otros aspectos que no
me gustaría dejar sin comentario. En primer lugar la
fidelidad a esa idea de Borges, que Osías suele citar, sobre
el «texto definitivo», concepto que sólo «corresponde
a la religión o al cansancio». Las numerosas variantes
y correcciones de su poesía que le conozco me han
obligado a pensar que ni siquiera la publicación fijará
los textos ni permitirá el descanso de este autocrítico
constante. Son también destacables las notas que el
propio Osías agrega a sus composiciones; en algún
momento le dije —y no se enfadó— que eran casi tan
interesantes como los poemas mismos y a veces les
añadían un exotismo inesperado. Es una lástima que
este volumen presente una versión muy discreta, y casi
puramente informativa, de esas notas. Por eso no me
resisto a transcribir algún ejemplo, como el que glosa
un poema titulado «Las imitadoras o los imitadores»:

«Los versos sobre ‘La Reina del Hampa’ fueron


inspirados por Black Lizard (Lagarto negro), film
de Kinji Fukasaku (1968) basado en una novela de
Edogawa Rampo (nombre de pluma, que es la manera
japonesa de pronunciar Edgar Allan Poe transliterado
del inglés) adaptada por Mishima. El rol de Black Lizard
es interpretado por Akihiro Maruyama, celebrado
23
travesti. Mishima aparece en el film como uno de los
muchos amantes muertos que Black Lizard guarda
embalsamados. Después del suicidio de Mishima en
1970, Maruyama cambia su nombre a Miwa.»

Aparte de los hipotéticos miembros de algún club


de masoquistas, debo de ser uno de los veintidós
occidentales que, además de Osías, han visto la película
Lagarto negro, así que confieso mi sorpresa al encontrar
fuente de inspiración tan esotérica. Claro que como
Osías inventó un poeta romántico argentino, Fulgencio
Linares, al que atribuyó versos que en brillantes páginas
de paródica seudoerudición comentó con todo el aparato
crítico de estos menesteres, nunca se está seguro de que
las citas y notas de sus poemas no formen parte de una
broma que utiliza al lector como instrumento inocente
de su realización. Obsérvese la mezcla de juego y datos
bibliográficos en la nota, que copio, al poema «El gran
problema del mundo», del libro La tercera persona:

«El epígrafe es el segundo verso del Soneto VII de


Cavalcanti y la traducción aparece en el poema. Se
recomienda como ejercicio utilizar cualquier novela
conocida por el lector, digamos Rayulea, Ferdydurke,
La montaña mágica o Clarissa y volverla a escribir
con cada personaje representado en su totalidad
por todos sus cuerpos actuando simultáneamente,
dejando número y sexo del conjunto a la dirección
del imaginador. El ‘Caso 123’ es el sensitivo joven
de treinta años que llevaba rosas a su cama. Besarlas
24
producía erección ‘sin tocar sus genitales con ellas’
y la fragancia producía eyaculación’ (Richard von
Kraft–Ebing, Psycophaia Sexualis, 12th edition, Stein
& Day, New York, 1965, pág. 184). Los ocho versos
finales son paráfrasis del poema de Safo que describe
los síntomas del amor (fragmento 31; E. Lobel & D.L.
Page: Poetarum Lesbiorum Fragmenta, Oxford, 1955).
La cita final es ‘Vergine madre, filia del tuo figlio’
(Paradiso XXXIII, 2).

Y, por último, confío en que no le importe a Osías que


revele un pequeño secreto: este romance suyo tardío con
la lírica no es en realidad más que el reencuentro con la
novia original. Yo no sé cómo ha vivido este hombre
tantos años ¿adúlteros? con la ciencia y cómo acallaba
las protestas, que debió de haberlas y muy exigentes, del
gran amor de juventud. Pero no puedo ocultar que en
1961 Juan Carlos Martinelli publicó en Buenos Aires una
Antología de poesía nueva en la República Argentina y
allí, entre los nombres de autores que hoy son clásicos
de las letras latinoamericanas, como Alejandra Pizarnik
o Juan Gelman, aparece un Osías Stutman del que se
reproducen nada menos que veintidós poemas. Treinta
y siete años más tardes y al otro lado del Atlántico, los
versos, otros versos de aquel Osías Stutman, vuelven a
ofrecer con renovada vitalidad un desafío a la inteligencia
lúdica, la cultura y la imaginación de los lectores.

José María Conget


Nueva York, enero de 1998
25
Los fragmentos aromáticos

Soy francamente contrario de la riqueza de


vocabulario*
Adolfo Bioy Casares

* En ‘Historia prodigiosa’, incluido en Historias fantásticas


(Emecé, 1972).

27
Lucinda y los cactus

Como todos los lunes


Lucinda rubia pálida
riega las plantas

en la casa pequeña
de Dorotea, la maestra
que le enseña a hablar.

Riega los cactus, erizados,


los toca con los dedos
sin atraer las espinas,

los toca como si fueran


uvas blancas, verdes.
Como su maestra

Lucinda se teñirá el pelo


de rojo, color cobre vivo.
¡Lo que puede hacer el amor!

29
(West alto Manhattan)*

Fanny y Arminda. Una cura,


la otra afiebra con las manos
oscuras. Las dos son duras
como rocas, lisas como mármol.
¡Qué cuerpo más duro! ¡Parece
hecho de piedra!, dicen. Las dos
hijas sin par del Mar Caribe.

* Los títulos entre paréntesis indican que son prescindibles.

30
Disidencia poética

¿Qué línea separa lo contemporáneo en sentido


estricto de lo que ya ha dejado de serlo?*
Luis Cernuda

Marginado, el filósofo recita con naturalidad


y el idioma ya no importa. Rodeado de cantantes,
sopranos y contraltos. Son las tres mujeres

más hermosas. Una vende dulces, otra muerde


un pañuelo gris, la tercera es igual
de frente y por detrás, como en Hokusai.

Los ojos abiertos, grandes para su belleza


húmeda. Luminosas en la brisa matinal, todas
a la sombra de puentes y ríos y volcanes,

de transparencia que sorprende. Hay otras


más, dos, tres, cinco. Ellas practican,
unidas, las manos entrelazadas, blancas,

* En Estudios sobre poesía española contemporánea (Guadarrama,


1975).

31
mirándose los dientes, lamiendo las manos,
los dedos. Es un mundo que ya no existe,
los brazos transparentes bajo la ropa,

orejas, senos, curvas de la nariz,


silencio sin alma. Vida anhelante, pegada
al papel húmedo, esperando los retornos

inolvidables, ajenos. Los ciclámenes girando,


a mí me dice, ceñido, con las hormigas
todavía en la sangre.

32
La calculadora

Ada vestida de traje negro


de hombre, con solapas, zapatos,
en la cama, bajo las sábanas
blancas, lleva camisa con gemelos.

Es Ada, Condesa de Lovelace,


hija de Byron. La primera
programadora de la máquina
analítica, esa de las diferencias.

Usa el espejo de Durero, Dürer’s mirror,


le miroir de Durer, specchio, spiegel,
speculum, mirall, duradero, duro de deseo

en el abismo. —No quiero ser el novedoso


que hace las cosas más distintas— me dice.
Sin saberlo, vive antes o después de Lezama.

33
La pureza

Todo comienzo es secreto,


luego es desvelo afanoso
y se exhibe impúdico,
por los aires, inalcanzable ya.

34
El oasis

La escarapela roja sobre el seno


y una niña, mujer, llamada terrón
de azúcar. A veces se viste
de blanco, otras no, su cuerpo
es víbora movediza, deslumbrante.

35
Editorial Comba

1. Tomás Browne
Las semillas de Urano
2. S. Serrano Poncela
La raya oscura
3. Enrique Lynch
Nubarrones
4. Juan Bautista Durán
Convivir con el genio
5. Andrea Jeftanovic
No aceptes caramelos de extraños
6. Rosa Chacel, Ana María Moix
De mar a mar
7. Matías Correa
Geografía de lo inútil
8. Rosa Chacel
La sinrazón
9. Ernesto Escobar Ulloa
Salvo el poder
10. Alfonso Reyes
Memorias de cocina y bodega
11. Esmeralda Berbel
Detrás y delante de los puentes
12. Ignacio Viladevall
Luz de las mariposas
13. Tatiana Goransky
Los impecables
14. Andrea Jeftanovic
Destinos errantes
15. Federico Valenciano
Frontera con la nada
16. Constanza Ternicier
La trayectoria de los aviones
en el aire
17. Rodrigo Díaz Cortez
Metales rojos
18. Rosa Chacel
Memorias de Leticia Valle
19. Jordi Dalmau y Lidia Górriz
Un nido de agujas en el colchón
20. Tomás Browne
Silbar los viajes
21. Tatiana Goransky
Fade out
22. Karla Suárez
El hijo del héroe
23. Daniel Mella
El hermano mayor
24. Daniel Mella
Lava
25. Miki Naranja
Palabras de perdiz
26. Esmeralda Berbel
Irse
27. Jimena Néspolo
Las cuatro patas del amor
28. Juan Villa
Voces de La Vera
29. Silvia Eugenia Castillero
Eloísa
30. Karla Suárez
Habana año cero
31. Jordi Dalmau y Lidia Górriz
El lanzador de libros
32. Osías Stutman
Mis vidas galantes
33. Rosario Izquierdo
El hijo zurdo

Esta edición de Mis vidas galantes


se acabó de imprimir en Capellades
en octubre de 2019

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