Control de Convencionalidad e Inconvencionalidad
Control de Convencionalidad e Inconvencionalidad
Control de Convencionalidad e Inconvencionalidad
Título Noveno
Control de convencionalidad
e inconvencionalidad por
omisión
I
CAPÍTULO
CONTROL DE
CONVENCIONALIDAD
I. Consideraciones introductorias
473 Bajo tal expresión involucramos a las cortes supremas de justicia (v. gr., México, Argentina), las salas
constitucionales localizadas en cortes o tribunales supremos de justicia (por ejemplo, Costa Rica,
Venezuela, Paraguay) y los tribunales o cortes constitucionales (Bolivia, Chile, Colombia, Guatemala,
Perú, República Dominicana), ya sea que estén enmarcados en el ámbito del poder, función o
rama judiciales, o que hayan sido diseñados como órganos constitucionales extrapoderes o entes
constitucionales autónomos.
474 Pérez Tremps, Pablo, “Las garantías constitucionales y la jurisdicción internacional en la protección de
los derechos fundamentales”, Anuario de la Facultad de Derecho, N° 10, Universidad de Extremadura,
1992, p. 81.
475 Corte IDH, “Caso Trabajadores Cesados del Congreso (Aguado Alfaro y otros) vs. Perú”, Sentencia de
Excepciones Preliminares, Fondo, Reparaciones y Costas, 24 de noviembre de 2006, Serie C, N° 158;
voto razonado del juez Sergio García Ramírez, párrafo 11.
476 Venezuela escapa de la mayoría de Estados a la que se apunta en el texto, ya que el 10 de septiembre de
2012 comunicó al Secretario General de la Organización de Estados Americanos (OEA) su denuncia
de la CADH. Es preciso subrayar que la denuncia venezolana comenzó a producir efectos jurídicos un
(1) año después de formulada (10 de septiembre de 2013), en los términos del art. 78.1, Ibid.
Sin embargo, la denuncia no se aplica a los casos pendientes durante el año de preaviso, ni tampoco
a los que acontezcan durante ese año. Respecto de todos ellos la Corte IDH conserva su competencia
bajo la CADH (art. 78.2).
Acerca de la Comisión IDH, incluso después del 10 de septiembre de 2013 y en tanto Estado Miembro de
la OEA, Venezuela sigue sujeta a la jurisdicción de aquella y a las obligaciones que le imponen la Carta
de la OEA y la DADDH (ambas suscritas por dicho Estado en 1948). Al respecto, el art. 53 de la Carta
de la OEA preceptúa que esta Organización realiza sus fines por medio de varios órganos, entre ellos la
Comisión IDH, por lo que mientras Venezuela continúe siendo Estado Parte de la OEA, la Comisión
deberá seguir cumpliendo su mandato de promoción y supervisión de la situación de derechos humanos
en ese país, y tramitando peticiones, casos y medidas cautelares. Es que, como se sabe, la jurisprudencia
y la práctica del sistema interamericano han reconocido que la DADDH es fuente de obligaciones legales
para los Estados Miembro de la OEA, incluidos, en particular, los que no son parte de la CADH.
Aunque no se trate de una nación latinoamericana, vale evocar que antes de Venezuela, Trinidad y
Tobago ya había denunciado la Convención, luego de trascendentes sentencias emitidas por la Corte
IDH en torno a la aplicación de la pena de muerte en dicho país. Tal denuncia entró en vigor el 26 de
mayo de 1999 y la Corte IDH continuó entendiendo en casos contra dicho Estado, en los términos de
los arts. 78 y 62.1 de la CADH, en relación con violaciones a los derechos humanos acaecidas en el país
durante el tiempo en que era Estado Parte de la Convención (acerca de lo mencionado en los dos últimos
párrafos de esta nota, ver el Comunicado de Prensa “CIDH manifiesta su profunda preocupación por
efecto de la denuncia de la Convención Americana por parte de Venezuela”, Comisión IDH, 10 de
septiembre de 2013; fuente: www.oas.org/es/cidh/prensa/comunicados/2013/064.asp).
enfoca lo que se ha denominado el ius cogens superviniente, al disponer que “[s]i surge
una nueva norma imperativa de derecho internacional general, todo tratado existente
que esté en oposición con esa norma se convertirá en nulo y terminará”.
Desde una perspectiva genérica, es posible observar que tanto el art. 38 del
Estatuto del Tribunal Permanente de Justicia Internacional de la Sociedad de las
Naciones cuanto el mismo número de artículo correspondiente al Estatuto de la actual
Corte Internacional de Justicia de la ONU (que sucedió a aquel Tribunal Permanente),
han establecido la aplicación —inter alia— de “los principios generales del Derecho
reconocidos por las naciones civilizadas” (concepto que hoy debe leerse a la luz
del postulado de igualdad soberana de los Estados) y que —en definitiva— son los
aceptados in foro domestico por los diferentes sistemas jurídicos internos481.
Como se sabe, los principios estructurales y los valores jurídicos fundamentales del
ordenamiento internacional hacen parte del núcleo indiscutido del ius cogens, es decir,
de las normas imperativas, generando obligaciones erga omnes y los correspondientes
derechos, también erga omnes, para asegurar su respeto482.
Si bien en un principio el ius cogens estuvo asociado al derecho de los tratados,
con el correr del tiempo fue expandiendo su radio de cobertura para alcanzar al
derecho internacional general y abarcar todos los actos jurídicos, manifestándose en el
derecho de la responsabilidad internacional de los Estados e incidiendo en los propios
fundamentos del orden jurídico internacional483.
Específicamente en lo que atañe al plano tutelar de los derechos humanos en
el área interamericana, la Corte IDH ha contribuido al proceso de evolución del
contenido material del ius cogens. La aserción puede corroborarse, por ejemplo, cuando
argumenta que aquel cobija al principio de igualdad ante la ley, igual protección ante
la ley y no discriminación; a la proscripción de tortura y de tratos crueles, inhumanos o
degradantes; y al derecho de acceso a la justicia en los ámbitos nacional e internacional.
En definitiva, los principios de ius cogens son postulados aceptados por las
naciones en el ámbito interno. Consiguientemente, todos los Estados que integran
la comunidad internacional deben cumplir tales pautas y las normas de derecho
481 Ver Rodríguez Carrión, Alejandro J., Lecciones de Derecho Internacional Público, 6ª ed., 2ª reimpres.,
Tecnos, Madrid, 2009, pp. 154-155.
482 Cfr. mutatis mutandis, González Campos, Julio, Sánchez Rodríguez, Luis y Andrés Sáenz de
Santa María, Paz, Curso de Derecho Internacional Público, 4ª ed. revis., Thomson - Civitas, Navarra,
2008, pp. 148-151.
483 Vid. Corte IDH, Opinión Consultiva O.C.-18/03, “Condición Jurídica y Derechos de los Migrantes
Indocumentados”, solicitada por los Estados Unidos Mexicanos, 17 de septiembre de 2003, Serie A, N°
18, párrafos 98 y 99.
1. Ámbito de análisis
484 El citado teórico francés reconoció expresamente que el poder soberano está vinculado por el Derecho
divino, natural y de gentes; y nunca pretendió que el Estado sea el ordenamiento jurídico supremo,
limitándose sólo a sostener que constituye la potestas suprema, es decir, la instancia temporal suprema
con relación a sus súbditos y ciudadanos.
Al respecto, Carpizo expresa que la primera sistematización del concepto de soberanía se encuentra
de gentes”), basta recordar a los Estados renuentes que es precisamente por conducto
de un acto de soberanía que han firmado, aprobado y ratificado o adherido (según
corresponda) a los instrumentos internacionales y aceptado la jurisdicción contenciosa
de aquel Tribunal Interamericano. Huelga afirmar que la doctrina de los propios actos
o estoppel (además de los principios fundamentales que surgen de los arts. 26, 27 y 31.1
de la citada CVDT) se encargaría de desvirtuar radicalmente un intento argumentativo
semejante485.
En resumen, la importancia de las líneas interpretativas marcadas por la Corte
IDH excede los perfiles meramente especulativos o académicos, y se vincula con
cuestiones concretas y exigencias prácticas que —como adelantábamos— impone el
Estado Constitucional y Convencional en el marco del aseguramiento de la cobertura
tuitiva integral del ser humano.
2. Aproximación conceptual
A) Ámbito internacional
Una de las modalidades se desarrolla en el plano internacional y se deposita
en la Corte IDH que la ha venido desplegando desde el comienzo efectivo de su
práctica contenciosa, aunque sólo en época reciente la ha bautizado como “control de
convencionalidad”.
Tal tarea consiste en juzgar en casos concretos si un acto o una normativa de
derecho interno resultan incompatibles con la CADH, disponiendo en consecuencia
en Los seis libros de la República, de Juan Bodino, quien estudió una realidad nueva y trató de definirla,
concibiendo a la soberanía como un poder absoluto y perpetuo. Sin embargo, Carpizo advierte que
Bodino tuvo en claro que “el príncipe tenía que respetar las leyes comunes a todos los pueblos, es
decir, que tenía que respetar el Derecho internacional (inter-gentes)” (Carpizo, Jorge, “La soberanía
del pueblo en el derecho interno y en el internacional”, Revista de Estudios Políticos, Nueva Época, N°
28, julio-agosto de 1982, CEC, Madrid, pp. 196-198).
Por su parte, Flores Olea ha indicado que “la expresión legibus solutus no significa arbitrariedad
del soberano, porque los príncipes de la tierra están sujetos a las leyes de Dios, de la naturaleza y al
Derecho de gentes. Bodino distingue, nítidamente, entre Derecho y Ley, entre principio y precepto, y el
soberano, a quien le compete dar las leyes a los hombres, no está sujeto, precisamente, a la Ley, aunque
sí al Derecho divino, natural y de gentes” [cursivas del original] (Flores Olea, Víctor, Ensayo sobre la
soberanía del Estado, UNAM, México, D.F., 1969, pp. 64-65; aludido por Carpizo, Jorge, op. cit. en
párrafo anterior, p. 197 y nota 4 a pie de página).
485 Ver para ampliar el libro de Bazán, Víctor, Jurisdicción constitucional y control de constitucionalidad de
los tratados internacionales. Una visión de derecho comparado, Porrúa, México, D.F., 2003, passim.
B) Contexto interno
La restante tipología se despliega en sede nacional, se encuentra a cargo de los
magistrados locales (involucrando también a las demás autoridades públicas) y
consiste en la obligación de verificar la adecuación de las normas jurídicas internas
que aplican en casos concretos a la CADH (y otros instrumentos internacionales
esenciales en el área de los derechos humanos) y a los patrones interpretativos que
el Tribunal Interamericano ha acuñado a su respecto, en aras de la cabal tutela de los
derechos básicos.
En resumen, se efectúa una interpretación de las prácticas internas a la luz o al
amparo del corpus iuris486 capital en materia de derechos humanos, acerca del cual
aquel ejerce competencia material.
Desde este ángulo, el control de convencionalidad es un dispositivo que, en
principio y siempre que sea adecuadamente empleado, puede contribuir a la aplicación
armónica, ordenada y coherente del derecho vigente en el Estado, abarcando a sus
fuentes internas e internacionales.
Ciertamente, aquel mecanismo no es inocuo, sino que plantea diferentes retos
y en no pocas ocasiones genera inconvenientes operativos en los espacios jurídicos
nacionales. Por su parte, aunque obvio, su ejercicio exige implícitamente que los
operadores jurídicos conozcan el citado bloque de derechos humanos y el acervo
jurisprudencial de la Corte IDH y, paralelamente, aunque ya en ejercicio introspectivo,
se despojen de vacuos prejuicios de chauvinismo normativo a la hora de concretarlo.
486 Se ha señalado que la expresión “corpus juris de los derechos humanos” es un aporte de la Corte IDH
a la doctrina internacional (ver O’Donnell, Daniel, Derecho internacional de los derechos humanos.
Normativa, jurisprudencia y doctrina de los sistemas universal e interamericano, 2ª ed., Oficina Regional
para América Latina y el Caribe del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos
Humanos, Santiago de Chile, 2007, p. 57).
487 Corte IDH, “Caso Myrna Mack Chang vs. Guatemala”, Sentencia de Fondo, Reparaciones y Costas, 25
de noviembre de 2003, Serie C, N° 101, párrafo 27.
488 Corte IDH, “Caso Tibi vs. Ecuador”, Sentencia de Excepciones Preliminares, Fondo, Reparaciones y
Costas, 7 de septiembre de 2004, Serie C, N° 114.
489 Corte IDH, “Caso López Álvarez vs. Honduras”, Sentencia de Fondo, Reparaciones y Costas, 1 de
febrero de 2006, Serie C, N° 141.
490 Corte IDH, “Caso Vargas Areco vs. Paraguay”, Sentencia de Fondo, Reparaciones y Costas, 26 de
septiembre de 2006, Serie C, N° 155.
vs. Chile”, del que nos ocuparemos infra), el citado exmagistrado del Tribunal
Interamericano precisó que éste “tiene a su cargo el ‘control de convencionalidad’
fundado en la confrontación entre el hecho realizado y las normas de la Convención
Americana” (párrafo 6°), pudiendo sólo “confrontar los hechos internos —leyes,
actos administrativos, resoluciones jurisdiccionales, por ejemplo— con las normas
de la Convención y resolver si existe congruencia entre aquéllos y éstas, para
determinar, sobre esa base, si aparece la responsabilidad internacional del Estado por
incumplimiento de sus obligaciones de la misma naturaleza” (párrafo 7°).
Vale recordar que la Corte IDH, ya utilizando plenariamente la expresión “control
de convencionalidad”, ha transmitido una señal a los magistrados internos de los
Estados Parte de la CADH, en lo tocante a la faceta del examen de convencionalidad
practicable en sede interna.
Se trata del anunciado “Caso Almonacid Arellano y otros vs. Chile”, en el que se
ha pronunciado en los siguientes términos: “La Corte es consciente que los jueces y
tribunales internos están sujetos al imperio de la ley y, por ello, están obligados a aplicar
las disposiciones vigentes en el ordenamiento jurídico. Pero cuando un Estado ha
ratificado un tratado internacional como la Convención Americana, sus jueces, como
parte del aparato del Estado, también están sometidos a ella, lo que les obliga a velar
porque los efectos de las disposiciones de la Convención no se vean mermados por la
aplicación de leyes contrarias a su objeto y fin, y que desde un inicio carecen de efectos
jurídicos. En otras palabras, el Poder Judicial debe ejercer una especie de ‘control de
convencionalidad’ entre las normas jurídicas internas que aplican en los casos concretos y
la Convención Americana sobre Derechos Humanos. En esta tarea, el Poder Judicial debe
tener en cuenta no solamente el tratado, sino también la interpretación que del mismo ha
hecho la Corte Interamericana, intérprete última de la Convención Americana”491.
Dicho Tribunal ha ido más allá, determinando que tal control de convencionalidad
por la magistratura local debe ejercerse incluso de oficio. Así, en el “Caso Trabajadores
Cesados del Congreso vs. Perú”, puso de manifiesto que “los órganos del Poder
Judicial deben ejercer no sólo un control de constitucionalidad, sino también ‘de
convencionalidad’ ex officio entre las normas internas y la Convención Americana,
evidentemente en el marco de sus respectivas competencias y de las regulaciones
procesales correspondientes”492, tópico que retomaremos.
491 Corte IDH, “Caso Almonacid Arellano y otros vs. Chile”, Sentencia de Excepciones Preliminares,
Fondo, Reparaciones y Costas, 26 de septiembre de 2006, Serie C, N° 154, párrafo 124.
También lo ha expresado, v. gr., en el “Caso La Cantuta vs. Perú”, Sentencia de Fondo, Reparaciones y
Costas, 29 de noviembre de 2006, Serie C, N° 162, párrafo 173.
492 Corte IDH, “Caso Trabajadores Cesados del Congreso (Aguado Alfaro y otros) vs. Perú”, Sentencia de
Excepciones Preliminares, Fondo, Reparaciones y Costas, op. cit., párrafo 128.
4. Objetivo genérico
A) Prolegómeno
En la dinámica interactiva de los tribunales locales y la Corte IDH, el control de
convencionalidad se vincula con el establecimiento por ésta de patrones hermenéuticos
generales que deben ser observados por aquellos para pugnar por que los actos internos
se conformen a los compromisos internacionalmente asumidos por el Estado y evitar
que éste incurra en responsabilidad internacional, además de concurrir razones de
economía procesal y hasta de preservación de la sustentabilidad del propio sistema
protectorio interamericano.
Puede resultar ilustrativo traer aquí la justificación que de ello proporciona
García Ramírez (en su voto razonado en el mencionado “Caso Trabajadores Cesados
del Congreso vs. Perú”), para quien, dentro de la lógica jurisdiccional que sustenta
la creación y la operación de la Corte IDH, “no cabría esperar que ésta se viese en la
necesidad de juzgar centenares o millares de casos sobre un solo tema convencional
—lo que entrañaría un enorme desvalimiento para los individuos—, es decir, todos los
litigios que se presenten en todo tiempo y en todos los países, resolviendo uno a uno
los hechos violatorios y garantizando, también uno a uno, los derechos y libertades
particulares”493.
Añadió que “[l]a única posibilidad tutelar razonable implica que una vez fijado el
‘criterio de interpretación y aplicación’, éste sea recogido por los Estados en el conjunto
de su aparato jurídico: a través de políticas, leyes, sentencias que den trascendencia,
universalidad y eficacia a los pronunciamientos de la Corte constituida —insisto—
merced a la voluntad soberana de los Estados y para servir a decisiones fundamentales
de éstos, explícitas en sus constituciones nacionales y, desde luego, en sus compromisos
convencionales internacionales”494.
493 Corte IDH, “Caso Trabajadores Cesados del Congreso (Aguado Alfaro y otros) vs. Perú”, op. cit., voto
razonado del juez García Ramírez, párrafo 8°.
494 Ídem.
495 Fallos, 330:3248.
496 Los alineamientos fueron: por la mayoría, los jueces Lorenzetti, Highton de Nolasco, Maqueda y
Zaffaroni; en disidencia se expidió el ministro Fayt y en disidencia parcial lo hizo la jueza Argibay.
497 Corte IDH, “Caso Boyce y otros vs. Barbados”, Sentencia de Excepción Preliminar, Fondo, Reparaciones
y Costas, 20 de noviembre de 2007, Serie C, N° 169, párrafo 78.
498 Corte IDH, “Caso Cabrera García y Montiel Flores vs. México”, Sentencia de Excepción Preliminar,
Fondo, Reparaciones y Costas, 26 de noviembre de 2010, Serie C, N° 220.
499 Corte IDH, “Caso Gelman vs. Uruguay”, Sentencia de Fondo y Reparaciones, 24 de febrero de 2011,
Serie C, N° 221.
500 Corte IDH, “Caso López Mendoza vs. Venezuela”, Sentencia de Fondo, Reparaciones y Costas, 1 de
septiembre de 2011, Serie C, N° 233, párrafo 228.
Atala Riffo y Niñas vs. Chile”501 que, con base en el control de convencionalidad, es
necesario que las interpretaciones judiciales y administrativas y las garantías judiciales
se apliquen adecuándose a los principios establecidos en su jurisprudencia.
De su lado, en los casos “Masacre de Santo Domingo vs. Colombia” y “Gelman
vs. Uruguay”, resolución esta última de 20 de marzo de 2013 en el marco del proceso
de supervisión de cumplimiento de la sentencia antes referenciada, la Corte IDH
puntualizó que es “obligación propia de todo poder, órgano o autoridad del Estado Parte
en la Convención, los cuales deben, en el marco de sus respectivas competencias y de las
regulaciones procesales correspondientes, controlar que los derechos humanos de las
personas sometidas a su jurisdicción sean respetados y garantizados”, adquiriendo, así,
“sentido el mecanismo convencional, el cual obliga a todos los jueces y órganos judiciales
a prevenir potenciales violaciones a derechos humanos, las cuales deben solucionarse a
nivel interno teniendo en cuenta las interpretaciones de la Corte Interamericana y,
sólo en caso contrario, pueden ser considerados por ésta, en cuyo supuesto ejercerá un
control complementario de convencionalidad”502.
Para cerrar este segmento y procurar compendiar la secuencia creciente de
destinatarios involucrados en el deber de desplegar el control de convencionalidad en
el ámbito interno y del crecimiento del alcance material de tal test de compatibilidad
convencional, se observa que pueden identificarse hasta el momento los siguientes
eslabones:
i) El Poder Judicial debe realizar una “especie” de control de convencionalidad (“Caso
Almonacid Arellano y otros vs. Chile”).
ii) Los órganos del Poder Judicial deben desarrollar no sólo un control de
constitucionalidad sino también de convencionalidad, incluso de oficio (“Caso
Trabajadores Cesados del Congreso vs. Perú”).
iii) El test de convencionalidad involucra a jueces y órganos vinculados a la
administración de justicia en todos los niveles (“Caso Cabrera García y Montiel
Flores vs. México”).
iv) Cualquier autoridad pública y no sólo el Poder Judicial deben llevar adelante la
fiscalización convencional (“Caso Gelman vs. Uruguay”).
501 Corte IDH, “Caso Atala Riffo y Niñas vs. Chile”, Sentencia de Fondo, Reparaciones y Costas, 24 de
febrero de 2012, Serie C, N° 239, párrafo 284.
502 Corte IDH, “Caso de la Masacre de Santo Domingo vs. Colombia”, Sentencia de Excepciones
Preliminares, Fondo y Reparaciones, 30 de noviembre de 2012, Serie C, N° 259, párrafo 144; y “Caso
Gelman vs. Uruguay”, Supervisión de cumplimiento de sentencia, Resolución de 20 de marzo de 2013,
párrafo 72.
503 Corte IDH, Opinión Consultiva O.C.-16/99, “El derecho a la información sobre la asistencia consular
en el marco de las garantías del debido proceso legal”, solicitada por los Estados Unidos Mexicanos, 1
de octubre de 1999, Serie A, N° 16.
6. Espectro de cobertura
504 Corte IDH, Opinión Consultiva O.C.-17/02, “Condición jurídica y derechos humanos del niño”,
solicitada por la Comisión IDH, 28 de agosto de 2002, Serie A, N° 17.
505 Ciertamente, resultan muy significativas las apreciaciones vertidas por el exjuez Cançado Trindade en
su voto concurrente a la O.C.-17/2002, por ejemplo, en los párrafos 18, 31 y 50; además de los párrafos
37, 53 y 54, estos tres últimos específicamente sobre “el corpus juris de los derechos del niño”.
506 Corte IDH, Opinión Consultiva O.C.-4/84, “Propuesta de modificación a la Constitución Política de Costa
Rica relacionada con la naturalización”, solicitada por Costa Rica, 19 de enero de 1984, Serie A, N° 4.
507 Corte IDH, Caso “‘La Última Tentación de Cristo’ (Olmedo Bustos y otros) vs. Chile”, Sentencia de
Fondo, Reparaciones y Costas, 5 de febrero de 2001, Serie C, N° 73.
508 Jimena Quesada, Luis, “La vinculación del juez a la jurisprudencia internacional”, en Revenga
Sánchez, Miguel (coord.), El Poder Judicial, Tirant lo Blanch, Valencia, 2009, p. 542.
Para su afirmación, aquel autor busca apoyo en Conforti, Benedetto (International Law and the Role of
Domestic Legal Systems, Dordrecht, Martinus Nijhoff, 1993, p. 9) y pasa luego a agregar: “Cabalmente,
cuanto mayor éxito tenga la tarea de difusión de la jurisprudencia internacional entre los operadores
jurídicos internos, menos operativo resultará el principio jura novit curia, pues la mayor formación de
los abogados comportará una elaboración más cuidada y perfeccionada de sus pretensiones y, por lo
tanto, menor margen de discrecionalidad interpretativa en manos de los jueces” (“La vinculación del
juez a la jurisprudencia internacional”, op. cit., pp. 542-543 y nota 96 a pie de página).
509 Ello por supuesto responde al esquema anterior a las modificaciones reglamentarias en la Comisión
y la Corte IDH operadas en 2009. En el caso de la Comisión, la innovación fue aprobada durante su
137° Período Ordinario de Sesiones, celebrado del 28 de octubre al 13 de noviembre de 2009 (luego
retocado el 2 de septiembre de 2011). Respecto de la Corte IDH, la enmienda en cuestión se produjo
durante su LXXXV Período Ordinario de Sesiones, desarrollado del 16 al 28 de noviembre de 2009.
En el escenario actual se aprecia una mutación del rol de la Comisión en el ámbito del desenvolvimiento
de la jurisdicción contenciosa de la Corte. En función de ello, ha desaparecido la calificación que antes
se adjudicaba a aquella como “parte procesal”.
Se explica entonces que en los términos del art. 35 del Reglamento de la Corte IDH la Comisión no
inicie el procedimiento con la presentación de una demanda, sino con la remisión de su informe de fondo,
emitido conforme al art. 50 de la CADH, presentando además los fundamentos que la llevaron a someter
el caso al Tribunal.
510 Cfr., entre numerosos precedentes, Corte IDH, “Caso Godínez Cruz vs. Honduras”, Sentencia de
Fondo, 20 de enero de 1989, Serie C, N° 5, párrafo 172; “Caso de la Masacre de Pueblo Bello vs.
Colombia”, Sentencia de Fondo, Reparaciones y Costas, 31 de enero de 2006, Serie C, N° 140, párrafo
54; “Caso Comunidad Indígena Sawhoyamaxa vs. Paraguay”, Sentencia de Fondo, Reparaciones y
Costas, 29 de marzo de 2006, Serie C, N° 146, párrafo 186; y “Caso Kimel vs. Argentina”, Sentencia de
Fondo, Reparaciones y Costas, 2 de mayo de 2008, Serie C, N° 177, párrafo 61.
511 Para redactar este párrafo, tomamos en parte y mutatis mutandis lo expresado respecto del control
de constitucionalidad de oficio por Bidart Campos, Germán J., La interpretación y el control
constitucionales en la jurisdicción constitucional, Ediar, Buenos Aires, 1987, p. 155.
512 Fallos, 333:1657.
Votaron de modo coincidente los ministros Lorenzetti, Highton de Nolasco, Maqueda y Zaffaroni.
1. CSJN argentina
B) Recapitulación
Más allá de la decisión puntual adoptada por la C.C. en la sentencia centralmente
enfocada, consideramos que la misma exhibe algunos perfiles dignos de destacar:
i) Pone de resalto su visión y convicción en cuanto a que la jurisprudencia de la
Corte IDH contiene la interpretación auténtica de los derechos contenidos en la
CADH y en punto a que dicha jurisprudencia ostenta “carácter vinculante”.
521 Actuaron como MM.PP. Manuel José Cepeda Espinosa, Jaime Córdoba Triviño, Rodrigo Escobar Gil,
Marco Gerardo Monroy Cabra, Álvaro Tafur Galvis y Clara Inés Vargas Hernández.
522 Ley por cuyo intermedio “se dictan disposiciones para la reincorporación de miembros de grupos
armados organizados al margen de la ley, que contribuyan de manera efectiva a la consecución de la
paz nacional y se dictan otras disposiciones para acuerdos humanitarios”. Es comúnmente conocida
como “Ley de Justicia y Paz”.
523 Caso individualizado en nota 510.
524 Corte IDH, “Caso Radilla Pacheco vs. Estados Unidos Mexicanos”, Sentencia de Excepciones
Preliminares, Fondo, Reparaciones y Costas, 23 de noviembre de 2009, Serie C, N° 209.
525 Corte IDH, “Caso Fernández Ortega y otros vs. México”, Sentencia de Excepción Preliminar, Fondo,
Reparaciones y Costas, 30 de agosto de 2010, Serie C, N° 215.
526 Corte IDH, “Caso Rosendo Cantú y otra vs. México”, Sentencia de Excepción Preliminar, Fondo,
Reparaciones y Costas, 31 de agosto de 2010, Serie C, N° 216.
527 Corte IDH, “Caso Cabrera García y Montiel Flores vs. México”, op. cit. en nota 498.
Retomando el tema del “Caso Radilla Pacheco” y sus implicancias, durante 2010
el entonces Ministro Presidente de la SCJN, Guillermo I. Ortiz Mayagoitia, presentó
una consulta a trámite para determinar cuáles eran las obligaciones para el Poder
Judicial de la Federación derivadas de aquella sentencia de condena de la Corte IDH,
cuyo proyecto fue confeccionado por el Ministro José Ramón Cossío Díaz, aunque
luego del debate (llevado a cabo los días 31 de agosto y 2, 6 y 7 de septiembre de aquel
año) fue rechazado por exceder los términos de la consulta planteada.
Dicha desestimación generó el Expte. “Varios” 489/2010, del que fue ponente la
Ministra Margarita Beatriz Luna Ramos, cuyo proyecto fue debatido en el Tribunal
pleno en diversas sesiones de julio de 2011 y resuelto el 14 de julio de dicho año. Vale
recordar que el encargado del “engrose” de la decisión fue el Ministro José Ramón
Cossío Díaz.
En apretada e incompleta síntesis, entre otras, en el Expte. “Varios” 912/2010
dentro del Expte. “Varios” 489/2010, se fijaron las siguientes pautas:
i) Las sentencias condenatorias de la Corte IDH en las que el Estado mexicano sea
parte son obligatorias en sus términos para el Poder Judicial de la Federación.
ii) Los jueces deberán llevar a cabo un control de convencionalidad ex officio en un
modelo de control difuso de constitucionalidad.
iii) Existe un modelo de control concentrado en los órganos del Poder Judicial de
la Federación con vías directas de control: acciones de inconstitucionalidad,
controversias constitucionales y amparo directo e indirecto; y en segundo término,
el control por parte del resto de los jueces del país en forma incidental durante los
procesos ordinarios en los que son competentes, esto es, sin necesidad de abrir un
expediente por cuerda separada.
iv) Todas las autoridades del país en el ámbito de sus competencias tienen la obligación
de aplicar las normas correspondientes haciendo la interpretación más favorable
a la persona para lograr su protección más amplia, sin tener la posibilidad de
inaplicar o declarar la incompatibilidad de las mismas.
Asimismo, la SCJN ha determinado que el control de convencionalidad ex officio
en materia de derechos humanos debe ser acorde con el modelo general de control
establecido constitucionalmente, pues no puede entenderse un control como el que se
ordena en aquella sentencia si no se parte de un control de constitucionalidad general
que se desprende del análisis sistemático de los arts. 1 y 133 de la Constitución federal
y que es parte de la esencia de la función judicial.
A ese fin se estableció que tal tipo de interpretación de parte de los jueces supone
cumplir los siguientes pasos528:
i) Interpretación conforme en sentido amplio, que significa que se debe interpretar
el orden jurídico a la luz y conforme a los derechos humanos establecidos en la
Constitución y en los tratados internacionales, favoreciendo en todo tiempo la
protección más amplia a las personas.
ii) Interpretación conforme en sentido estricto, para casos en los que existen varias
interpretaciones jurídicamente válidas de un determinado precepto, supuesto en
el que los jueces deben, partiendo de la presunción de constitucionalidad de las
leyes, preferir aquella interpretación que hace a la ley acorde con los derechos
humanos establecidos en la Constitución y en los tratados internacionales.
iii) Inaplicación de la ley cuando las alternativas anteriores no son posibles.
Lo dispuesto en el aludido Expte. “Varios” 912/2010 debe ser puesto en
contexto para ponderar su verdadero nivel de vigencia. Es que posteriormente a su
resolución, la SCJN dirimió la muy importante Contradicción de Tesis 293/2011, de
3 de septiembre de 2013 (dilucidada después de que se retirara un primer proyecto
debatido entre el 12 y el 13 de marzo de 2012, que naufragó por falta de consenso al
interior del Tribunal).
En ella se aclaró que si bien en el Expte. “Varios” 912/2010 se esgrimieron diversas
consideraciones acerca de la obligatoriedad de las sentencias condenatorias al Estado
mexicano emitidas por la Corte IDH, lo allí determinado no constituía jurisprudencia
por lo que seguía siendo relevante resolver tal cuestión, además de que en dicha
decisión no se había definido el tema de la jerarquía de los tratados en materia de
derechos humanos.
Por ello, entre otras razones, la Suprema Corte argumentó que el estudio de los
asuntos encapsulados en la Contradicción de Tesis le permitiría construir criterios
jurisprudenciales con respecto al carácter orientador u obligatorio de la jurisprudencia
emitida por la Corte Interamericana y también realizar pronunciamientos novedosos
acerca de la jerarquía de los tratados internacionales en materia de derechos humanos.
En síntesis, los dos temas salientes abordados fueron: i) la posición jerárquica
de los tratados internacionales en materia de derechos humanos en relación con la
528 Acerca del tópico ver Caballero Ochoa, José Luis, La interpretación conforme. El modelo
constitucional ante los tratados internacionales sobre derechos humanos y el control de convencionalidad,
Biblioteca Porrúa de Derecho Procesal Constitucional, N° 90, Porrúa - Instituto Mexicano de Derecho
Procesal Constitucional, México, D.F., 2013.
529 En particular sobre el tema del “control difuso de convencionalidad”, sugerimos revisar el voto
razonado del Juez Ad Hoc Eduardo Ferrer Mac-Gregor, pronunciado en el multicitado “Caso Cabrera
García y Montiel Flores vs. México”.
En ese sentido, se impone una relectura del art. 133 de la Constitución530 (no
modificado formalmente) a la luz del vigente art. 1, Ibid., esto es, conforme a la versión
reformada a la que aludíamos en el párrafo anterior. Básicamente, las tres porciones
normativas adicionadas a esta última disposición establecen, respectivamente, que:
• Todas las personas gozarán de los derechos humanos reconocidos en la
Constitución y los tratados internacionales de los que el Estado mexicano sea parte,
así como de las garantías para su protección, cuyo ejercicio no podrá restringirse
ni suspenderse, salvo en los casos y bajo las condiciones que la Constitución
establece (primer párrafo).
• Las normas relativas a los derechos humanos se interpretarán de conformidad con
la Constitución y los tratados internacionales de la materia favoreciendo en todo
tiempo a las personas la protección más amplia (segundo párrafo).
• Todas las autoridades, en el ámbito de sus competencias, tienen la obligación de
promover, respetar, proteger y garantizar los derechos humanos de conformidad
con los principios de universalidad, interdependencia, indivisibilidad y
progresividad. En consecuencia, el Estado deberá prevenir, investigar, sancionar y
reparar las violaciones a los derechos humanos, en los términos que establezca la
ley (tercer párrafo).
En apretada síntesis de la interpretación que en la apuntada Contradicción de
Tesis 293/2011 la SCJN ofreciera respecto de cada uno de tales segmentos del artículo
1 constitucional, pueden entresacarse las siguientes apreciaciones:
• El precepto parte de la necesidad de colocar a la persona como el eje en torno al
cual se articula la reforma en materia de derechos humanos; el reconocimiento
de los derechos por la Constitución y los tratados internacionales de los que el
Estado mexicano sea parte encuentra justificación en los principios de autonomía,
inviolabilidad y dignidad de todas las personas, lo que tiene como finalidad última
posibilitar que todas ellas desarrollen su propio plan de vida; y las personas
también gozan de las garantías previstas en ambos ordenamientos, lo que permite
distinguir entre garantías internas y externas, dependiendo del origen de los
mecanismos que se encuentren a disposición de aquéllas para exigir la tutela de
sus derechos humanos (párrafo primero).
• Asoman dos herramientas interpretativas obligatorias: la interpretación de las
normas de derechos humanos de conformidad con la Constitución y los tratados
530 Dicho art. 133 de la Constitución mexicana está inspirado en el art. VI de la Constitución de EE.UU.,
tal como sucede con el art. 31 de la Ley fundamental argentina.
A) En Argentina
Nos referiremos a una interesante causa resuelta por la CSJN: “Espósito, Miguel
Ángel”531, de 23 de diciembre de 2004.
En tal sentencia, al menos por parte de varios de sus componentes, exteriorizó un
discurso demostrativo de su permeabilidad a acatar los pronunciamientos de la Corte
IDH, al admitir mayoritariamente532 el recurso extraordinario deducido contra una
sentencia que había declarado extinta la acción penal por prescripción en una causa
abierta por hechos que luego fueron juzgados por aquel Tribunal Interamericano, cuyas
decisiones —sostuvo la CSJN— resultan de “cumplimiento obligatorio para el Estado
argentino (art. 68.1, CADH)”, por lo cual también ella, en principio, debe subordinar
el contenido de sus decisiones a las de dicho tribunal internacional (consid. 6° de la
mayoría).
Previamente, había puntualizado que el rechazo de la apelación tendría como
efecto inmediato la confirmación de la declaración de prescripción de la acción penal,
en contravención a lo decidido por la Corte Interamericana en su sentencia de 18
de septiembre de 2003 en el “Caso Bulacio vs. Argentina”533, donde se declarara la
responsabilidad internacional del país —entre otros puntos— por la deficiente
tramitación del expediente en cuestión (consid. 5° del voto triunfante).
Acotó que “en consecuencia, la confirmación de la decisión por la cual se declara
extinguida por prescripción la acción penal resultaría lesiva del derecho reconocido
en este caso a las víctimas a la protección judicial, y daría origen, nuevamente, a la
B) En Colombia
Una mirada interesante en el escenario jurídico colombiano viene proporcionada
por Góngora Mera, para quien actualmente “el ejemplo más notable de fijación
dialógica de estándares judiciales en materia de derechos humanos como un proceso
conjunto” entre la Corte Constitucional (C.C.) y la Corte IDH se aprecia en la evolución
jurisprudencial en torno a “derechos de las víctimas de conflicto armado interno, en el
marco del proceso de desmovilización de grupos paramilitares”534.
En su recorrido argumental toma como puntos de partida la C-228 de 2002 de la
C.C., como “sentencia de relevancia”535 (o sea —en la percepción del autor citado—,
aquella por medio de la cual “se reconoce el valor normativo de un estándar judicial
interamericano en un asunto constitucional concreto”536), y el “Caso 19 Comerciantes
534 Góngora Mera, Manuel E., “Diálogos jurisprudenciales entre la Corte Interamericana de Derechos
Humanos y la Corte Constitucional de Colombia: una visión coevolutiva de la convergencia de
estándares sobre derechos de las víctimas”, en von Bogdandy, Armin, Ferrer Mac-Gregor, Eduardo
y Morales Antoniazzi, Mariela (coords.), La justicia constitucional y su internacionalización.
¿Hacia un ‘Ius Constitutionale Commune’ en América Latina?, T° II, IIJ de la UNAM, Max-Planck-
Institut für ausländisches öffentliches Recht und Völkerrecht e Instituto Iberoamericano de Derecho
Constitucional, México, D.F., 2010, pp. 407-408.
535 Ibid., p. 409.
536 Ibid., p. 408.
vs. Colombia”537, como “sentencia de persuasión” por la Corte IDH538 (conceptuado tal
tipo de fallo como aquel donde el Tribunal Interamericano “fija su postura y expone
sus argumentos sobre un debate colombiano, y de este modo trata de influir tanto a los
actores políticos locales” como a la propia C.C.539).
Por último, el autor citado identifica tres tipos de convergencia que pueden apreciarse
en las jurisprudencia de ambas Cortes: i) convergencia descendente (Top-down), en
la que la C.C. ha adoptado estándares interamericanos; ii) convergencia ascendente
(Bottom-up), donde la Corte IDH ha adoptado estándares de la C.C. colombiana; y iii)
convergencia paralela entre los dos tribunales “por la difusión horizontal de estándares
consagrados en soft law del sistema universal de derechos humanos”540.
2. Diálogo jurisprudencial
537 Corte IDH, “Caso 19 Comerciantes vs. Colombia”, Sentencia de Fondo, Reparaciones y Costas, 5 de
julio de 2004, Serie C, N° 109.
538 Cfr. Góngora Mera, Manuel E., op. cit., “Diálogos jurisprudenciales entre la Corte Interamericana de
Derechos Humanos y la Corte Constitucional de Colombia: una visión coevolutiva de la convergencia
de estándares sobre derechos de las víctimas”, p. 409.
539 Ibid., p. 408.
540 Ibid., p. 409. Para el desarrollo de tales tipologías convergentes, ver pp. 411 y ss.
541 Cabe resaltar, en lo tocante al art. 26 de la CVDT y su reflejo en el art. 31.1, Ibid., que al enunciado
tradicional en punto a que “los pactos deben ser cumplidos”, la disposición añade “de buena fe”, que
naturalmente es un principio general del derecho.
Pero más allá de encontrarse en el cuerpo normativo de la Convención, tales premisas adquieren
un refuerzo axiológico, también jurídico, al haber quedado explícitas también en el Preámbulo de
la misma, que en su párrafo 3° reza: “Advirtiendo que los principios del libre consentimiento y de la
buena fe y la norma pacta sunt servanda están universalmente reconocidos”.
A su tiempo, entre los principios de la ONU, la Carta de esta Organización establece en el art. 2.2. lo
siguiente: “Los Miembros de la Organización, a fin de asegurarse los derechos y beneficios inherentes
a su condición de tales, cumplirán de buena fe las obligaciones contraídas por ellos de conformidad con
esta Carta”.
Ver para ampliar De la Guardia, Ernesto, Derecho de los tratados internacionales, Ábaco, Buenos
Aires, 1997, pp. 94-95.
542 Abramovich, Víctor, “Introducción: Una nueva institucionalidad pública. Los tratados de derechos
humanos en el orden constitucional argentino”, en Abramovich, Víctor, Bovino, Alberto y Courtis,
Christian (comps.), La aplicación de los tratados de derechos humanos en el ámbito local. La experiencia
de una década, CELS - Canadian International Development Agency, Editores del Puerto, Buenos
Aires, 2007, pp. VI-VII.
adecuaciones de rol por parte de la Corte IDH. Posiblemente tenga que mirar su
propio trabajo con mayor modestia, en algunos casos moderar las ambiciones que se
reflejan en los remedios que ordena y evitar el autoelogio en el que incurre a menudo.
Así como tenemos que aprender a respetar la jurisprudencia interamericana, debemos
acostumbrarnos a la idea de poder criticar su línea y funcionamiento sin que esto sea
visto como conspirar contra el afianzamiento y la mejora del sistema interamericano
de protección de derechos humanos. La construcción de reglas en una comunidad
de principios se logra a través de[l] diálogo interjurisdiccional, el intercambio y el
aprendizaje recíproco. La capacidad y voluntad de crítica es vital en esta construcción”543.
En el fondo y como se adelantaba, las anhelables sinapsis y aperturas dialógicas
entre los tribunales internos y la Corte IDH no apuntan a generar una relación de
jerarquización formalizada entre esta y aquellos, sino a trazar una vinculación de
cooperación en la interpretación ‘pro persona’ de los derechos fundamentales.
Al respecto, se ha advertido que no puede olvidarse que el art. 29.b de la CADH
proscribe a todo tribunal, incluyendo a la propia Corte IDH, “limitar el goce y ejercicio
de cualquier derecho o libertad que pueda estar reconocido de acuerdo con las leyes
de cualquiera de los Estados Partes o de acuerdo con otra convención en que sea parte
uno de dichos Estados”544.
Como lo pusiera de manifiesto el entonces juez García-Sayán en su voto
concurrente en el “Caso Cepeda Vargas vs. Colombia” de la Corte IDH545, “Altos
tribunales latinoamericanos vienen nutriéndose de la jurisprudencia de la Corte en
un proceso que podríamos llamar de ‘nacionalización’ del derecho internacional de
los derechos humanos. Para que ocurra ese importante proceso de interacción entre
tribunales nacionales e internacionales en la región, en el cual los primeros están llamados
a aplicar el Derecho Internacional de los Derechos Humanos y observar lo dispuesto en
la jurisprudencia de la Corte Interamericana, es preciso que se continúe incentivando el
diálogo sustantivo que lo permita” (párrafo 33).
546 Jimena Quesada, Luis, “El diálogo entre el Tribunal Constitucional y el Tribunal Europeo de Derechos
Humanos: a propósito del control de convencionalidad”, Revista Europea de Derechos Fundamentales,
Nº 15, Primer Semestre 2010, Editores Fundación Profesor Manuel Broseta e Instituto de Derecho
Público de la Universidad Rey Juan Carlos, Valencia, 2010, pp. 41-74.
547 Góngora Mera, Manuel E., op. cit., “Diálogos jurisprudenciales entre la Corte Interamericana de
Derechos Humanos y la Corte Constitucional de Colombia: una visión coevolutiva de la convergencia
de estándares sobre derechos de las víctimas”, p. 429.
548 Nos servimos, mutatis mutandis, de las reflexiones de De Vergottini, Giuseppe, Oltre il dialogo tra le
Corti. Giudici, diritto straniero, comparazione, Il Mulino, Bologna, 2010, p. 10.
549 Utilizamos tal término a modo ilustrativo y tomándolo de lo explicado por De Vergottini, Giuseppe,
Ibid., p. 20 y notas a pie de página 10, 11 y 12.
II
CAPÍTULO
ANTICONVENCIONALIDAD
POR OMISIÓN
I. Preludio
Para un Estado americano, ser parte de la CADH genera tanto un deber de respeto
por los derechos humanos como un deber de garantía de estos. Ello queda inmerso
en un escenario jurídico y axiológico particular descrito claramente por la Corte IDH,
que ha insistido en que los tratados modernos sobre derechos humanos tienen un
carácter especial, cuyos objeto y fin confluyen en un punto común: la protección de los
derechos fundamentales de los seres humanos, con independencia de su nacionalidad,
tanto frente a su propio Estado cuanto a los restantes Estados contratantes550.
550 Ver, por ejemplo, Corte IDH, Opinión Consultiva O.C.-2/82, “El efecto de las reservas sobre la entrada
en vigencia de la Convención Americana sobre Derechos Humanos (arts. 74 y 75)”, solicitada por la
En esa línea argumental, la Corte IDH ha resaltado la necesidad de velar por dicho
efecto útil en relación con el control de convencionalidad, de manera que no quede
mermado o anulado por la aplicación de normas o prácticas internas contrarias al
objeto y al fin del instrumento internacional o del estándar internacional de protección
de los derechos humanos556.
A todo lo dicho cabría aún adicionar la relevante magnitud que en ciertas latitudes
latinoamericanas se ha adjudicado a los instrumentos internacionales sobre derechos
humanos, entre los que reluce la CADH.
Baste pensar, por ejemplo, en el nombrado art. 75, inc. 22, párrafo 2°, de la
Constitución argentina o en el art. 424, párrafo 2°557, de la Constitución del Ecuador,
para comprobar la señalada premisa, que tiene un valor jurídico y axiológico que va
mucho más allá de lo meramente formal.
Es que semejante temperamento implica dejar verbalizadas en las respectivas
normas máximas de sus derechos internos, las obligaciones que esos Estados han
asumido internacionalmente en el campo de los derechos fundamentales, lo que
refuerza cualitativamente su nivel de compromiso con estos.
Y lo han concretado ya sea parificando jerárquicamente a los documentos
internacionales en la materia con la propia Ley fundamental (Argentina), o bien
determinando la aplicación preferente de la Constitución o de los tratados internacionales
en esta área temática en la medida que reconozcan derechos más favorables al ser
humano (Ecuador), lo que implica una reafirmación operativa del principio pro persona.
Inter alia, ya lo había expuesto en análogo sentido en los casos “Garrido y Baigorria vs. Argentina”,
Sentencia de Reparaciones y Costas, cit., párrafo 68; “Ivcher Bronstein vs. Perú”, Sentencia de
Competencia, 24 de septiembre de 1999, Serie C, N° 54, párrafo 37; “Durand y Ugarte vs. Perú”,
Sentencia de Fondo, 16 de agosto de 2000, Serie C, N° 68, párrafo 136; además de reiterarlo más tarde,
v. gr., en el “Caso Zambrano Vélez y otros vs. Ecuador”, Sentencia de Fondo, Reparaciones y Costas, de
4 de julio de 2007, Serie C, N° 166, párrafo 56.
556 Cfr. v. gr., Corte IDH, “Caso Heliodoro Portugal vs. Panamá”, Sentencia de Excepciones Preliminares,
Fondo, Reparaciones y Costas, 12 de agosto de 2008, Serie C, N° 186, párrafo 180; “Caso Almonacid
Arellano y otros vs. Chile”, Sentencia de Excepciones Preliminares, Fondo, Reparaciones y Costas, cit.,
párrafo 124; “Caso Trabajadores Cesados del Congreso (Aguado Alfaro y otros) vs. Perú”, Sentencia de
Excepciones Preliminares, Fondo, Reparaciones y Costas, cit., párrafo 128; y “Caso Boyce y otros vs.
Barbados”, Sentencia de Excepción Preliminar, Fondo, Reparaciones y Costas, op. cit., párrafo 113.
557 Tal tramo del precepto dispone: “La Constitución y los tratados internacionales de derechos humanos
ratificados por el Estado que reconozcan derechos más favorables a los contenidos en la Constitución,
prevalecerán sobre cualquier otra norma jurídica o acto del poder público”.
Además de las propias normas locales, sin duda importantes, aquí entran en
juego principios internacionales insoslayables. En particular, las exigencias de las
pautas pacta sunt servanda (postulado de prosapia metajurídica558, esencial en el
derecho de los tratados internacionales); cumplimiento de buena fe e inviabilidad de
invocar disposiciones (u omisiones, según nuestra mirada) de derecho doméstico para
sustentar la falta de acatamiento de los compromisos internacionales.
Sólo por traer aquí una cita para ejemplificar lo expuesto, evocamos que la
Corte IDH ha sostenido: “Según el derecho internacional las obligaciones que éste
impone deben ser cumplidas de buena fe y no puede invocarse para su incumplimiento
el derecho interno. Estas reglas pueden ser consideradas como principios generales
del derecho y han sido aplicadas, aun tratándose de disposiciones de carácter
constitucional, por la Corte Permanente de Justicia Internacional y la Corte
Internacional de Justicia [...]. Asimismo estas reglas han sido codificadas en los
artículos 26 y 27 de la Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados de
1969”559.
Pareciera entonces que no queda demasiado sitio para que el control de
convencionalidad que los jueces y demás autoridades públicas en el orden interno
deben llevar adelante, excluya de su cobertura a las pretericiones o inercias
inconvencionales, ya que la responsabilidad internacional puede configurarse por
acción o por omisión.
Otro aspecto de interés por reseñar es que, en el supuesto de países con estructuras
estaduales complejas (como Argentina, Brasil o México), tal conformación política
tampoco podría resultar válidamente alegable por el Estado nacional o federal para
justificar un incumplimiento internacional por acción u omisión.
558 Al respecto y en su voto disidente en el “Caso Caballero Delgado y Santana vs. Colombia” (Sentencia de
Reparaciones y Costas, 29 de enero de 1997, Serie C, N° 31, párrafo 8), el exmagistrado y expresidente
del Tribunal Interamericano Antônio A. Cançado Trindade, dejó en claro que el principio general pacta
sunt servanda tiene fuente metajurídica, “al buscar basarse, más allá del consentimiento individual de
cada Estado, en consideraciones acerca del carácter obligatorio de los deberes derivados de los tratados
internacionales”.
559 Cfr. Opinión Consultiva OC-14/94, “Responsabilidad internacional por expedición y aplicación de
leyes violatorias de la Convención (arts. 1 y 2)”, 9 de diciembre de 1994, solicitada por la Comisión
IDH, Serie A, N° 14, párrafo 35.
560 Resolución de la Corte IDH, “Caso de las Penitenciarías de Mendoza”, 30 de marzo de 2006, Medidas
Provisionales.
Sobre el tema, expresamente dijo: “Que este Tribunal es consciente de que el alivio y corrección de la
situación planteada en las penitenciarías de Mendoza es un proceso a corto, mediano y largo plazo,
que requiere de un conjunto de acciones por parte de autoridades federales y provinciales, de carácter
administrativo, judicial y eventualmente legislativo, en orden a subsanar las condiciones carcelarias
y de detención. No obstante, ante la orden de esta Corte de adopción de medidas provisionales,
cuyo objeto es la protección de la vida e integridad de las personas detenidas en aquellos centros
penitenciarios y de quienes se encuentren al interior de los mismos, el Estado no puede alegar razones
de derecho interno para dejar de tomar medidas firmes, concretas y efectivas en cumplimiento de las
medidas ordenadas, de modo que no se produzca ninguna muerte más. Tampoco puede el Estado alegar
la descoordinación entre autoridades federales y provinciales para evitar las muertes y actos de violencia
que han continuado ocurriendo durante la vigencia de éstas. Más allá de la estructura unitaria o
federal del Estado Parte en la Convención, ante la jurisdicción internacional es el Estado como tal el
que comparece ante los órganos de supervisión de aquel tratado y es éste el único obligado a adoptar las
medidas. La falta de adopción por el Estado de las medidas provisionales compromete la responsabilidad
internacional del mismo” (párrafo 11).
561 Buergenthal, Thomas, “La cláusula federal de la Convención Americana”, en Buergenthal,
Thomas, Norris, Robert E. y Shelton, Dinah, La protección de los derechos humanos en las Américas,
1ª ed., reimpres., IIDH - Civitas, Madrid, 1994, p. 85.
562 Que en su art. 50 justamente entroniza el principio opuesto a la cláusula federal.
563 Buergenthal, Thomas, op. cit., “La cláusula federal de la Convención Americana”, pp. 85-86.
564 Ver para ampliar, Cançado Trindade, Antônio A., El derecho internacional de los derechos humanos
en el siglo XXI, Editorial Jurídica de Chile, Santiago, 2001, pp. 380 y ss.
565 Corte IDH, “Caso Garrido y Baigorria vs. Argentina”, Sentencia de Reparaciones y Costas, cit., párrafos
45 y 46.
Estado pretendió por segunda vez hacer valer la cláusula federal al concertarse el
convenio sobre reparaciones de 31 de mayo de 1996. En esa oportunidad, apareció
como parte en el convenio la provincia de Mendoza y no la República Argentina,
pese a que esta última ya había reconocido su responsabilidad internacional. La
Corte decidió entonces que dicho convenio no era un acuerdo entre partes por no
haber sido suscrito por la República Argentina, que es la parte en esta controversia
[...]. Por último, en la audiencia de 20 de enero de 1998 la Argentina alegó haber
tenido dificultades para adoptar ciertas medidas debido a la estructura federal del
Estado […].
566 Dulitzky, Ariel E., “La Convención Americana sobre Derechos Humanos y los Estados Federales:
algunas reflexiones”, en Bazán, Víctor (coord.), Defensa de la Constitución. Garantismo y controles.
Libro en reconocimiento al Doctor Germán J. Bidart Campos, Ediar, Buenos Aires, 2003, p. 172.
Puede observarse que en el “Caso Apitz Barbera y otros vs. Venezuela”567, entre
otros elementos argumentales, la Corte IDH consideró que la omisión legislativa
inconstitucional declarada por la propia Sala Constitucional del Tribunal Supremo
de Justicia de Venezuela568 (TSJ) al no haberse dictado el Código de Ética del Juez
Venezolano o Jueza Venezolana, había influido en el caso que el Tribunal Interamericano
resolvía.
Sucedió que los exjueces de la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo,
Ana María Ruggeri Cova, Perkins Rocha Contreras y Juan Carlos Apitz Barbera, fueron
destituidos por la Comisión de Funcionamiento y Reestructuración del Sistema Judicial
(CFRSJ), órgano excepcional que carecía de estabilidad definida y cuyos miembros
podían ser nombrados o removidos sin procedimientos previamente establecidos y
a la sola discreción del TSJ569. Debido a ello no existieron las debidas garantías de
independencia, lo que constituyó una vulneración del art. 8.1 de la CADH, en relación
con los arts. 1.1 y 2 de la misma.
567 Corte IDH, “Caso Apitz Barbera y otros (‘Corte Primera de lo Contencioso Administrativo’) vs.
Venezuela”, Sentencia de Excepción Preliminar, Fondo, Reparaciones y Costas, 5 de agosto de 2008,
Serie C, N° 182, párrafos 146-148.
568 Sentencia N° 1.048/2006, de 18 de mayo.
569 De acuerdo con el Decreto del Régimen de Transición del Poder Público, de 27 de diciembre de
1999, la CFRSJ sería integrada por los ciudadanos que designara la Asamblea Constituyente hasta el
funcionamiento efectivo de la Dirección Ejecutiva de la Magistratura, de los Tribunales disciplinarios
y del Sistema Autónomo de Defensa Pública (art. 28).
La Corte IDH constató que dicho régimen de transición operaba desde 1999, cuando la Constitución
preveía que no debía prolongarse más de un año desde el establecimiento de la Asamblea Nacional (cfr.
disposición transitoria cuarta, N° 5, de la Constitución).
Además, concluyó que el TSJ tenía absoluta discreción para reorganizar la CFRSJ, sin que existiera
ningún procedimiento o mecanismo previamente establecido y respetuoso de las debidas garantías
para nombrar o remover a los miembros de aquella Comisión.
IV. Colofón