Final Planeamiento
Final Planeamiento
Final Planeamiento
Al entender la educación como un proceso histórico concreto, la planificación se concibe a su vez como
proceso histórico concreto, como experiencia de programación, contraste con la realidad y rectificación,
que se realimenta con la propia realidad.
Al reconocer que la planificación social supone transformación, se reconoce que incidir con una decisión
política en una sociedad es tratar de transformar la relación de fuerzas existentes entre los diferentes
sectores sociales y entre los diferentes juegos de intereses, lo que necesariamente, genera acciones y
reacciones a favor y en contra de la medida tomada, que determinarán en gran medida la viabilidad de la
política propuesta. La Planificación Educativa entra entonces dentro de un nuevo marco de relaciones
entre el estado, la sociedad civil y el sistema educativo.
Todo intento de incidir sobre el desarrollo total o parcial de un sistema educativo, tiene aspectos políticos
de planificación y de administración que se encuentran totalmente imbricados. El Planeamiento se
relaciona tanto con la política como con la administración. Por esto las modalidades técnicas y
metodológicas que asume la planificación están condicionadas por las características de los estilos
políticos y administrativos.
El planeamiento se relaciona con la política como la administración, y su tarea es servir de puente para
cerrar la brecha entre amabas. Una de las actividades que sirven a los efectos de cerrar la brecha entre la
decisión 5 política y la implementación de medidas, es crear la necesidad social de que algo cambie, a
través de la difusión de la conciencia de que una situación dada constituye un problema que requiere
solución.
Esto implica en primer término, poder generar los elementos de información suficientes para que se
pueda optar en la decisión que se debe tomar y, en segundo término, poder dar señales generales que
permitan establecer al gestor del cambio cuán efectivas fueron sus decisiones y qué ajustes requieren.
De hecho, es necesario contar con la definición de la función del planeamiento educativo dentro de las
instancias del gobierno y definirlo por ello, como instrumento de gobierno para la transformación supone
apoyar efectivamente la toma de decisiones.
a) Modelo Normativo Clásico Racional: En tiempos tan acelerados de cambio social el modelo clásico de
planeamiento supone un abordaje rígido que será fácilmente desbordado por los cambios de contexto, las
nuevas reglas y las demandas del mercado y de los usuarios
b) Modelo Estratégico Situacional: El modelo estratégico del planeamiento nos brinda una herramienta
eficaz para ordenar la actuación, partiendo de la percepción de la realidad en términos de fortalezas,
debilidades y potencial de desarrollo, en relación a un contexto visualizado en términos de amenazas y
oportunidades. Mediante la fijación de prioridades y la retroalimentación continua de la toma de
decisiones por medio de información pertinente y confiable, podemos generar acciones que consoliden
progresivamente el despliegue del potencial de desarrollo de la institución.
Planificación normativa clásica: Ventajas.
Considera al proceso histórico como algo naturalmente dado, asumiendo la dinámica social como un
proceso natural, regido por el mercado (oferta/demanda) que no puede ser modificado intencionalmente.
Separación entre política y planificación. Lógicas distintas (el planeamiento es técnico, la política es
ideológica), por eso el Planeamiento es sólo una estructura dentro del gobierno.
Se basa en la lógica de la ciencia positiva y por eso construye un plan rígido con etapas, (separación
clara entre planificación, y gestión). Por tal motivo, sólo produce reformas en los sistemas educativos, es
decir, trata de producir mejoras dentro del mismo modelo, a través de novedades educativas.
Elaboración de planes que sólo diagnostican y no logran generar cambios concretos en los sistemas,
(baja capacidad operativa). Las propuestas no se convierten en acciones.
Incapacidad de planificar en situaciones de conflictos y crisis por no poder comprender la realidad social
como un todo complejo.
La sociedad es entendida como un todo complejo con una estructura dinámica en permanente cambio
en la cual puedo intervenir.
Posibilidad de llegar a nuestra imagen/objetivo a partir de una cadena de situaciones flexibles que nos
permiten reformular nuestra dirección en el medio de la acción, sin perder el rumbo.
Problemas en la comunicación (de momentos y procedimientos) que muchas veces no le permiten a los
planificadores estratégico situacionales contar con mayores niveles de consenso social.
AMBITOS DE PLANIFICACION
Los escenarios: qué contexto espacio – temporal tiene la representación. Qué significaciones subjetivas
enriquecen ese contexto.
Las prácticas: identificar el conjunto de funciones y tareas de cada actividad, diferenciando el ámbito
descriptivo del ámbito normativo.
Las culturas: los significados específicos en relación con la vida cotidiana: creencias, mentalidades y
preconceptos arraigados en los distintos agentes de la comunidad educativa.
El contexto: percepción, por ejemplo, de las fluctuaciones del trabajo, el valor de los procesos productivos
y de las prestaciones de servicios.
Por ello será útil, en una primera fase, responder las siguientes preguntas:
Es posible caracterizar la capacidad de cambio y crecimiento de una institución escolar a partir de medir
la capacidad de autotransformación institucional a partir de la Escala que a continuación se presenta:
2. Elasticidad: Responde a fuerzas externas, pero vuelve a posiciones anteriores cuando puede.
3. Flexibilidad: Capacidad para adaptarse a los cambios en el sector, en el servicio, en los usuarios.
Garantiza el corto plazo.
5. Plasticidad: Capacidad muy alta para aprender y desaprender. Factor humano altamente formado,
capaz de cambio continúo. Garantiza el largo plazo.
1- Son instituciones que cambian por ruptura, van acumulando tensiones hasta que un grupo rompe el
equilibrio y se provoca una crisis. No escucha la información externa.
2- Son instituciones más adaptativas, tienden a adaptarse a la presión externa pero en cuanto pueden
vuelven a su situación anterior. Sólo se adaptan a los cambios ante la presión. Generan mucha
incertidumbre y a la larga pierden su capacidad de adaptarse a los cambios.
3- Son instituciones con una buena administración de la información externa, pero no tienen capacidad
de mediano plazo, viven al día, nunca muy adelante, nunca demasiado atrás. Manejan el conocimiento
para permanecer no para avanzar realizan una gestión cotidiana de la institución.
4-Estas organizaciones tienen una buena visión del horizonte de mediano plazo (cinco años). Posee un
manejo eficaz de la información externa. Usan el conocimiento para incorporar nuevos procesos que le
permitan introducir avances a través de la tecnología, informatizando la manera de hacer las cosas
redefiniendo procesos internos recreando la organización.
5- Estas son instituciones líderes, pioneras, innovadoras, que generan conocimiento. Organizaciones
verdaderamente prospectivas y proactivas que exploran nuevas formas de trabajo. Instituciones con alta
capacidad de investigación.
Normativo Clásico Racional: supone un abordaje rígido que fácilmente es desbordado por
los cambios de contexto
Estratégico Situacional: parte de la percepción de la realidad en términos de fortalezas y
debilidades en relación a un contexto visualizado en términos de amenazas y
oportunidades
Planificación normativa clásica: Ventajas:
Considera al proceso histórico como algo naturalmente dado, asumiendo la dinámica social
como un proceso natural, regido por el mercado (oferta/demanda) que no puede ser
modificado intencionalmente.
Separación entre política y planificación. Lógicas distintas (el planeamiento es técnico, la
política es ideológica.
Se basa en la lógica de la ciencia positiva y por eso construye un plan rígido con etapas,
(separación clara entre planificación, y gestión).
Por tal motivo, sólo produce reformas en los sistemas educativos, es decir, trata de producir
mejoras dentro del mismo modelo, a través de novedades educativas.
mejora o transformación;
complejidad o incertidumbre;
crecimiento o inversión
diseñar y construir cursos de acción para llevar a buen puerto la institución escolar
El gestor realiza:
El análisis como etapa de diagnóstico, para llegar a una síntesis
La síntesis para construir un proyecto de intervención, con objetivos estratégicos claros que
definan una visión compartida.
ANTICIPAR – PROYECTAR
El gestor investiga sistemáticamente para:
anticipar y predecir posibles desarrollos de acción
diseñar escenarios alternativos
reconocer el escenario en el que se inserta detectando fortalezas y debilidades, amenazas
y oportunidades
CONCERTAR – ASOCIAR
El gestor:
Toma decisiones y asume responsabilidades con el objeto de articular decisiones de corto,
mediano y largo plazo
En posición de planificador estratégico, es un diseñador sistémico de programas, proyectos
y objetivos para lograr una articulación entre:
lo deseable - lo posible
lo analizado - lo decidido
lo diseñado - lo acordado
COMUNICAR – COORDINAR
confianza en sí mismo
prácticas de colaboración
sentido de la responsabilidad
capacidad de experimentar
sentido de la responsabilidad
compromiso e iniciativa
profesionalidad
voluntad de servicio.
La planeación estratégica es un proceso mediante el cual se dan una serie de pasos para garantizar la
solución a problemáticas observadas o de manera preventiva. “La Planificación Estratégica, PE, es una
herramienta de gestión que permite apoyar la toma de decisiones de las organizaciones en torno al
quehacer actual y al camino que deben recorrer en el futuro para adecuarse a los cambios y a las
demandas que les impone el entorno y lograr la mayor eficiencia, eficacia, calidad en los bienes y
servicios que se proveen”. (Armijo, M. 2009).
La planeación como modelo de mejora es una de las herramientas más utilizadas por las compañías
líderes en su ramo. Cualquier empresa exitosa en el mundo diseña estrategias derivadas de una
planeación para la mejora continua. Esto traspolado a la educación dará como resultado instituciones
fuertes que guíen sus acciones a fortalecer las áreas administrativas, de gestión y académicas. En la
figura 1 se señalan las fases del proceso de planeación, que sirven de base para realizar un plan de
acción estratégico exitoso.
La Universidad Autónoma de Nayarit (UAN), es una institución de educación media superior y superior
pública, localizada en el estado de Nayarit; El campus central se localiza en Tepic. La UAN tiene sus
orígenes en el año 1966, cuando el gobernador Julián Gascón Mercado decreta la creación del patronato
de la Universidad de Nayarit. Tres años después, en 1969, se crea la Ley Orgánica de la Universidad de
Nayarit. En 1975, se decreta la autonomía de la universidad, por lo que pasa a ser un organismo capaz de
autogobernarse (UAN, 2016a).
La Universidad Autónoma de Nayarit atiende a 11,305 estudiantes de nivel medio superior con 606
profesores (UAN, 2016b). A nivel licenciatura, la UAN atiende a 13,614 estudiantes con 33 programas de
licenciatura (UAN, 2016c). Cuenta, además, con 14 especialidades, 11 maestrías y doctorados (UAN,
2016d).
La Misión de la UAN establece que: es una institución pública y autónoma que atiende las necesidades de
educación media superior y superior desde una perspectiva crítica, propositiva y plural, con compromiso
social; es asesora y consultora en investigación científica y tecnológica de organismos públicos, sociales y
privados; y participa en el desarrollo integral y sustentable de Nayarit a través de su vinculación y la
extensión de sus servicios, reconociendo en la riqueza de su diversidad cultural y honrando los principios
de colaboración, equidad, tolerancia, solidaridad y convivencia democrática. (UAN, 2016e).
Por su parte, la Visión señala que: es la institución pública y autónoma de Nayarit con reconocimiento
nacional e internacional a la mejora continua de su calidad. Líder en la generación y aplicación del
conocimiento y en la formación de estudiantes con compromiso social, que sean capaces de transformar
su entorno y elevar la calidad de vida de sus familias y de la sociedad. (UAN, 2016e)
En toda organización es importante tener una visión de lo que se busca alcanzar en el largo plazo. En
este sentido, David (2013), señala que la visión debe responder a la pregunta fundamental ¿en qué
queremos convertirnos?, de tal manera que establezca las bases para desarrollar una misión detallada.
Asimismo, la visión deberá establecerse en primer lugar y considerando que sea breve, y contar con la
aportación de todos o casi todos los directivos.
Por su parte, Armijo (2009), establece que la visión de una organización se refiere a como quiere ser
reconocida, y representa los valores en lo que se fundamenta su accionar público. La visión
organizacional puede ser más amplia que la misión, y deberá contener los valores de la organización, lo
que desea comunicar, como quiere ser vista o percibida en el futuro, y a que estándares de desempeño
se compromete. Y en la medida que se formulen los objetivos estratégicos, estos deberán ser coherentes
con las aspiraciones, con los valores y el posicionamiento que quiere lograr la organización.
Atendiendo a lo que señalan los autores Armijo (2009), y David (2013), en relación a la visión de una
organización, en donde se establece cómo quiere ser vista o percibida, la UAN busca ser líder en la
generación y aplicación del conocimiento, y formadora de estudiantes con compromiso social. Asimismo,
se señala que en la visión se deberán establecer estándares de desempeño, en este sentido, la UAN
pretende formar estudiantes capaces de transformar su entorno y elevar la calidad de vida de sus familias
y sociedad.
Por otro lado, David (2013), afirma que la misión es más que un párrafo de detalles específicos; es un
pronunciamiento de actitudes y perspectivas de amplio alcance con al menos dos importantes razones, la
primera relacionada a la correcta declaración de la misión para poder generar y considerar objetivos
factibles, de tal manera que no deberá ser muy amplia, que pueda ser disfuncional, ni muy específica que
limite el potencial creativo de la organización. La segunda razón es que la misión deberá de ser
suficientemente amplia para ser conciliatoria y poder incluir los intereses de los individuos y grupos de
individuos de la organización.
Armijo (2009), por su parte, señala que la misión deberá permitir a los interesados comprender ¿cuál es la
esencia o especificidad del quehacer institucional?, y que deberá ser creada a partir de los más altos
directivos de la organización, liderando el proceso y validando los compromisos que surjan en el
establecimiento de la misión institucional. Algunos elementos que deberá contener la misión son: a)
productos terminales, finales o estratégicos, b) usuarios o beneficiarios, que pueden esperar los usuarios
o beneficiarios, c) el ámbito territorial de su acción, d) los estándares de cómo piensan conseguir su
propósito, y e) los valores con los cuales piensan enfocar su gestión.
Al analizar la misión de la UAN, se pueden identificar algunos elementos que Armijo (2009) señala como
importantes, entre los que se incluyen la población o usuarios que son los estudiantes de educación
media superior y superior, la región que es Nayarit, los valores como son los principios de colaboración,
equidad, tolerancia, solidaridad y convivencia democrática, y finalmente los estándares necesarios para
ser partícipes en el desarrollo integral y sustentable de Nayarit, a través de la vinculación y extensión de
sus servicios.
Por lo tanto, la misión y visión de la Universidad Autónoma de Nayarit cumplen con los objetivos de dar a
conocer la esencia y especificidad del quehacer institucional por medio de la misión, y responde
eficazmente a la pregunta de ¿Cómo quiere ser reconocida en un futuro?, a través de la visión
institucional.
Diagnóstico Institucional
En el sector financiero, la UAN cuenta con un subsidio local que se recauda mediante un impuesto
especial, del 12% de los ingresos que por servicios ofrecen tanto el Estado como los municipios.
Actualmente este impuesto presenta rezagos en la aportación gubernamental hacia la propia Universidad.
Lo anterior crea un desequilibrio financiero que retrasa los proyectos de desarrollo de la Universidad
misma.
Una de las fortalezas de la Universidad son las negociaciones salariales con los sindicatos mayoritarios,
estos procesos se llevan a cabo de manera pacífica y en los tiempos establecidos para ello. No existe
conflicto social ni laboral durante esas negociaciones.
En relación al tema de las becas, la Universidad cuenta con un programa institucional de becas para
estudiantes de alto desempeño académico, llamadas becas de excelencia. Éstas, sirven como referente
entre los estudiantes para lograr incrementar su desempeño académico y apoyo financiero durante sus
estudios de nivel superior.
La Universidad cuenta con una feria de posgrado. En esta, se dan a conocer todos los programas de
posgrado con que cuenta la UAN; además de conocer la oferta educativa de posgrado ofertada por el
Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACyT) integrados en el Padrón Nacional de Programas
de Calidad (PNPC).
Actualmente se impulsa el registro de la propiedad intelectual entre los estudiantes y los investigadores
de la Universidad. Lo anterior con la finalidad de proteger toda creación intelectual que emane desde la
Universidad para el beneficio de la misma y de la sociedad en su conjunto.
La Universidad Autónoma de Nayarit (UAN), cuenta con un plan estratégico al 2030, el cual fue
desarrollado en el año 2012 bajo la coordinación del M.C José Ocampo Galindo, titular de la Unidad de
Desarrollo Institucional que se encarga de la planeación estratégica en la UAN. Dicho plan establece
objetivos estratégicos a partir del análisis interno y externo de la institución (PDI, 2012). Se abordarán
algunas estrategias definidas para las fortalezas, oportunidades y amenazas (consultar anexo II) y para
efectos del presente trabajo se detallará una de las debilidades encontradas en la matriz FODA, la falta de
un sistema integral de gestión de la información.
Objetivos Estratégicos
La secuencia natural para la generación de la información es que a partir de los niveles más bajos, como
son los Programas Académicos, provean de información a las Unidades Académicas, las que a su vez
proveen información a las Áreas Académicas, para que al final las dependencias y las Áreas Académicas
hagan llegar la información a la Unidad de Desarrollo Institucional. Sin embargo, en la práctica no sucede
de esa manera, debido a que se carece de un sistema integral de indicadores institucionales.
Importancia de los Objetivos. El establecimiento de objetivos a largo plazo es indispensable para poder
cumplir con la misión y visión de la organización. En este sentido, la Universidad Autónoma de Nayarit
establece en su Visión que tiene “reconocimiento nacional e internacional a la mejora de la calidad”, y
además es “líder en la generación y aplicación del conocimiento”. Lo anterior solamente se puede cumplir
si se cuenta con un sistema integral de información que permita a todas las dependencias, programas,
unidades académicas y áreas académicas tomar decisiones basadas en la información generada de
manera veraz y oportuna.
David (2013), establece que al tener objetivos claros se tendrán algunos beneficios entre los que
destacan, dar dirección, establecen prioridades, minimizan los conflictos, ayudan a asignar recursos,
ayudan a diseñar tareas y son una base para la toma de decisiones. Por su parte Aramayo (2005), señala
que los objetivos deben de ser cuantitativos, cuantificables, realistas, comprensibles, desafiantes,
jerárquicos, y congruentes. Asimismo Armijo (2009), enfatiza en que los objetivos constituyen el principal
instrumento para establecer cursos de acción a mediano y largo plazo.
Diseño de los Objetivos Estratégicos. Con base en la política institucional de asumir el proceso de
planeación como un compromiso institucional, así como la de optimizar el uso de los recursos para la
eficiencia de la institución, los Objetivos Estratégicos que se proponen, tienen relación directa con la
matriz FODA (consultar anexo I), y se muestran de manera desarrollada en el anexo II, se especifican a
continuación los más significativos:
3. Fortalecer y mantener los PE de posgrado con acreditación en el PNPC, a través de la atención a las
observaciones de los organismos acreditadores, de garantizar su pertinencia, el impulso de la innovación
y el fortalecimiento de la vinculación y la movilidad estudiantil.
4. Impulsar la atención a los estudiantes a través de los estudios de trayectoria estudiantil, fortalecimiento
de la movilidad, reforzamiento del programa de tutorías, el incremento de las tasas de egreso y titulación,
la atención al servicio social, el fomento de las actividades culturales y deportivas y propiciado en ellos
actitudes reflexivas, analíticas y altamente competitivas, con valores y principios encaminados a fomentar
el espíritu de servicio, justicia social y compromiso con el medio ambiente.
En relación a las debilidades en donde se señala que no se tiene un sistema integral de gestión de la
información en la Universidad Autónoma de Nayarit, lo anterior provoca que la información no llegue de
manera oportuna y no sea confiable, debido a que no se genera a partir de los canales naturales que
deben proveer la información a la Unidad de Desarrollo Institucional. Los objetivos estratégicos que se
proponen son:
El segundo objetivo estratégico tiene como premisa establecer la dirección o ruta que deberá tomar la
información en sentido ascendente y descendente. Esto significa que se deberá analizar cuáles son
las instancias receptoras y generadoras de información en los niveles bajos y altos, con la intención
de que la información fluya de forma natural y constante para la selección y creación de los
indicadores institucionales.
Según Jhonson y Schole (2010), estrategia es la dirección y el alcance de una organización a largo
plazo, y permite conseguir ventajas para la organización a través de su configuración de recursos en
un entorno cambiante, para hacer frente a las necesidades de los mercados y satisfacer las
expectativas.
Contexto. Una vez analizado el Plan de Desarrollo Institucional con una visión al 2030, y haber
elaborado la matriz FODA para el establecimiento de los Objetivos Estratégicos, se procedió a la
propuesta de metas, estrategias, acciones y recursos para implementar un Sistema Informático de
Gestión de Información (SIGI). Dicho sistema pretende dar solución a la problemática existente en la
Universidad Autónoma de Nayarit (UAN), respecto a los indicadores necesarios para el formato 911,
el Programa Operativo Anual (POA), y el Programa de Fortalecimiento de la Calidad en Instituciones
Educativas (PROFOCIE). La falta de indicadores confiables trae como consecuencia que se maneje
información distorsionada en las dependencias de gobierno, administrativas y académicas de la UAN.
Evaluación y Control del Plan. La evaluación como componente de un plan estratégico, de acuerdo
con Aramayo (2005), es un proceso que permite comprobar si los resultados deseados son los
resultados logrados, para determinar las brechas entre ellos, que aspectos de la planificación fallaron
y las causas que los provocaron. Algunas consideraciones a tomar en cuenta para llevar a cabo una
buena evaluación son, la participación de los individuos, generar mecanismos de autoevaluación,
contar con mayor cantidad de información, y los resultados deberán ser para conocer los errores y
tomar las medidas necesarias para evitarlos o corregirlos, no para culpar a los responsables.
Por otro lado Ballesteros (2007) considera tres actividades básicas de fase de evaluación: a) Estudiar
los fundamentos de la estrategia b) comparar los resultados esperados con los reales y c) tomar
acciones correctivas para asegurar que el desempeño se orienta y alinea a los planes. De esta
manera, será posible tomar las acciones que permitan corregir y hacer cambios de estrategias
pertinentes para el logro de los objetivos establecidos.
Un Plan Estratégico necesita de mecanismos de control que garanticen el logro de los objetivos.
Aramayo (2005), establece que un control adecuado mejora la calidad de los procesos y resultados,
ayuda a enfrentar el cambio, produce ciclos más rápidos y a la medida, y facilita la delegación y el
trabajo en equipo. Asimismo, el control de gestión deberá ser observado como un instrumento de
dirección, como instrumento que apoya en la toma de decisiones directivas, debe ser flexible para
ayudar en el logro de los objetivos, debe considerar los datos cualitativos y cuantitativos provenientes
de los indicadores.
Un sistema de control se compone por uno o más instrumentos financieros, y por un conjunto de
indicadores orientado a evaluar de manera periódica y sistemática el logro de los objetivos
establecidos en el plan. De la misma manera, Aramayo (2005), señala que es necesario establecer
los criterios para la evaluación, y ordenarlos de acuerdo a la importancia que tienen para los objetivos
establecidos. Los tres criterios establecidos son de eficacia, de eficiencia, y de efectividad. El criterio
de eficacia tiene relación con determinar los impactos de los resultados y si se ajustan a los objetivos;
el de eficiencia se refiere a comprobar el logro de los resultados en relación a los recursos que se
necesitaron; y el tercer criterio efectividad, busca comprobar si se logra en el tiempo programado de
acuerdo a los propósitos de los objetivos.
Una vez desarrollado el Sistema Informático de Indicadores de Información (SIGI), se deberá evaluar
cada cierto tiempo. Considerando que el Programa Operativo Anual se entrega en el mes de
septiembre del año anterior al mismo, el formato 911 se llena en noviembre de cada año, y el
PROFOCIE se elabora de manera bianual, a partir del mes de octubre de cada año par, se ha
determinado que el plan se debe evaluar cada 6 meses, en julio y en enero de cada año, a través del
Comité de Vigilancia creado para ese propósito, lo que permitirá dar seguimiento a los cambios
realizados en los programas POA, formato 911 y PROFOCIE. La evaluación y control del plan se
llevará a cabo por medio de un formato establecido para dar seguimiento al cumplimiento de los
indicadores propuestos (anexo I).
Indicadores
El Sistema Informático de Gestión de Información (SIGI) que se pretende desarrollar, deberá proveer
los indicadores básicos para el POA, Formato 911 y el PROFOCIE. Un indicador desde la
perspectiva de Armijo (2011), es una herramienta de información cuantitativa respecto al logro o
resultados establecidos en una institución. Además, establece una relación entre dos o más
variables, la cual se compara en el tiempo, con otros productos o metas establecidas, que permitan
evaluar el desempeño.
Los indicadores básicos necesarios para el llenado del formato 911 que la Secretaría de Educación
Pública exige a las instituciones educativas cada año, son:
Estudiantes
• Programas Académicos
• Número de PE de posgrado.
• Número de PE de especialidad.
• Número de PE de Maestría.
• Número de PE de Doctorado.
Estudiantes
• Número de estudiantes que realizan movilidad con y sin valor curricular, nacional e internacional.
• Índice de titulación.
• Índice de reprobación.
Profesores
• Número de profesores.
• Situación laboral de los profesores (Contrato, tiempo parcial, tiempo completo).
Ese interés de la opinión pública se traduce en exigencia, claro. De hecho, puede que nunca se haya sido
tan exigente con la escuela como en la actualidad. Uno tiene la sensación que sobre la escuela recaen
toda una serie de responsabilidades excesivas, pero eso ya es otro tema. La cuestión es que, por un
motivo o por otro, la escuela está obligada, cada vez más, a rendir cuentas ante la comunidad,
mostrarse transparente, ofrecer buenos resultados académicos y, en definitiva, atender múltiples nuevas
necesidades y requerimientos.
El plan estratégico no es otra cosa que un plan que sistematiza los objetivos a medio plazo de un centro
educativo. Se trata de un documento que muestra las estrategias y caminos previstos para su
cumplimiento y describe detalladamente los sistemas de evaluación correspondientes. Así pues, el plan
estratégico representa una herramienta de gestión muy eficaz y útil para trabajar con perspectiva de
futuro. En este sentido, es importante no dejarse llevar por la vorágine del día a día y reservar espacios y
recursos para la reflexión sobre la evolución del centro. Para ello es vital, también, la recogida y
procesamiento constante de información sobre la situación actual. Saber en qué punto estamos nos
permite contextualizar el punto de partida a partir del cual fijar los objetivos y estrategias a medio plazo.
En la elaboración del plan estratégico resulta fundamental una reflexión previa y un grado de acuerdo y
consenso considerable entre los miembros de la comunidad educativa sobre los planteamientos
institucionales del centro. Acordar qué valores rigen la escuela, cuál es su principal razón de ser y hacia
dónde quiere caminar es un paso importantísimo hacia la creación de un plan eficaz, pragmático y
ejecutable. Una vez definido quiénes somos y hacia dónde vamos debemos establecer qué queremos
hacer y cómo hacerlo. Es el momento de dibujar nuestro mapa estratégico, donde se establecen los
objetivos principales de nuestro plan y las estrategias y recursos que destinaremos para conseguirlos. El
plan estratégico se desarrolla a medio plazo (4-5 años) por lo que deberá desgranarse en programas
anuales que permitan su aplicación progresiva.
Parece obvia, también, la necesidad de establecer indicadores y mecanismos de evaluación del plan
durante su implementación para, en caso que fuera necesario, proceder a su rectificación y revisión. Para
mejorar y reconducir el plan necesitamos saber dónde estamos en cada momento y los resultados que
están ofreciendo nuestras actuaciones. Será clave, pues, fijar indicadores en momentos clave de la
aplicación del plan para poder afrontar la toma de decisiones con garantías de éxito.
Son muchas las escuelas que trabajan a partir de la planificación estratégica. No obstante, muchas
otras se mueven en los terrenos resbaladizos de la inestabilidad, la improvisación y el sálvese quien
pueda. Cabe señalar que el propio sistema no ofrece, en muchas ocasiones, las condiciones
adecuadas para su generalización. Una formación insuficiente de los cuadros directivos y
profesionales, la proliferación de plantillas menguantes e inestables y una excesiva burocratización
administrativa son tres de los grandes enemigos de la planificación estratégica. La creación de
un grupo promotor estable y cohesionado puede abrir brecha y permitir coger los prismáticos para
echar un vistazo al futuro. Porque, aunque a veces parezca lo contrario, hay vida más allá del marrón
de turno.
Desde finales del siglo XX la educación superior ha sido sometida prácticamente a una refundación,
que es mucho más que una reforma. Tales cambios pasan por la definición de nuevos roles y retos,
ya que la dinámica evolución social y económica, derivada de la globalización, le plantea a los
actores de este nivel educativo mayores niveles de eficiencia y garantía de calidad de los servicios
públicos que ofrecen. En este marco, los organismos mundiales, como la Organización de las
Naciones Unidad para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), y las asociaciones
internacionales de quienes imparten la educación superior, se han ocupado en impulsar, al interior de
los países, políticas públicas que se busca deriven en estrategias institucionales, todo para garantizar
la calidad y mayores niveles de eficiencia de la educación superior (UNESCO, 1999).
En este marco, las herramientas de gestión y desarrollo organizacional han adquirido una gran
relevancia, ya que se han convertido en la parte central de programas nacionales de mejora de este
nivel educativo. Entre estas herramientas destaca la planificación estratégica, que ha pasado a
ocupar un sitio incuestionable tanto en el ámbito de las secretarías y ministerios de educación, como
entre los especialistas y equipos de gestión institucional de las IES en todo el mundo.
quipos de gestión institucional de las IES en todo el mundo. La planificación o planeación estratégica,
apareció en la escena de la administración de empresas en la década de 1940. Durante los años
sesenta del siglo XX su uso se extendió hasta constituirse en un instrumento para el desarrollo
organizacional muy conocido por los administradores y gerentes de los grandes negocios. Se
trasladó a la educación a partir de la teoría del capital humano (Schultz, 1961) y planteó temas como
la inversión en capital humano, economía de la educación, planeación de recursos y planeación de
los sistemas educativos. Coombs (1968) plantea ya el esquema de planeación, programación y
evaluación y seguimiento a través de información. En la década de los setenta comenzó a hablarse
de la gestión estratégica, incluyendo no sólo elementos de planificación sino también la definición de
esquemas operativos. La principal razón de esta redefinición fue que una planificación estratégica
como se planteaba entonces no era suficiente. Ante este escenario se hicieron precisiones que
derivaron en una metodología mucho más completa. Este necesario replanteamiento tuvo que ver
con consideraciones teóricas (como la dificultad de conciliar el paradigma cualitativo con el
cuantitativo), pero también con la evidencia de malos resultados: menos del 10% de los negocios que
usaban planificación estratégica resultaban exitosos (Fernández-Darraz, 2009). Es por esta época
que se plantea el esquema de desarrollo y cambio a través de la planeación (Hüfner & Van Gendt,
1972), considerando el esquema de escenarios deseables.
Podemos decir que a inicios de los ochenta la planificación estratégica había pasado de
considerarse una panacea a una herramienta útil que requería condiciones organizacionales y de una
pulcra conducción en su aplicación para garantizar el éxito; fue así que se logró una caracterización
muy realista y objetiva de la planificación estratégica, que hizo que adquiriera notoriedad y encontrara
su ubicación precisa entre las disciplinas administrativas y de gestión.
Algunas IES de los Estados Unidos utilizaron la planificación estratégica de forma temprana, desde
finales de los setenta, pero su introducción formal en el ámbito educativo se vincula con las
contribuciones de Kotler y Murphy (1981) y Keller (1983). Estos autores señalaron que sin la
planificación estratégica a las IES les sería cada vez más difícil sobrevivir en un entorno de
competencia creciente: estaban anticipando un futuro que en muchos países en aquel entonces ya se
estaba viviendo. En los Estados Unidos, la educación superior requería ya de una revisión urgente,
puesto que la evolución social estaba planteándole requerimientos de mayor eficiencia y calidad.
En México hemos vivido, a partir de la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte en
1994, una época acelerada de cambios en la educación superior. Al elaborar los análisis comparados
de los sistemas de educación superior de nuestro país con respecto a Estados Unidos y Canadá, se
observaron asimetrías y diferencias que plantearon al país retos muy importantes (Kent, 2005). De
este diagnóstico surgió una serie de políticas públicas y programas auspiciados con fondos
extraordinarios, como el Fondo para el Mejoramiento de la Educación Superior (FOMES), el
Programa del Mejoramiento del Profesorado (PROMEP) y una serie de otros fondos que tienen como
propósito orientar recursos adicionales para propiciar la mejora en áreas estratégicas de las IES
mexicanas. Es en este contexto donde, desde la Asociación Nacional de Instituciones de Educación
Superior (ANUIES) y de la correspondiente subsecretaría de la SEP, surge el llamado Programa
Integral de Fortalecimiento Institucional (PIFI), que es la forma más acabada de la imposición de
ejercicios de planeación estratégica a las IES (ANUIES, 2002).
En este marco, la planificación del sistema de educación superior en México, impulsado desde la
ANUIES, propició la creación de unidades de planeación en todas las IES, lo cual sucedió durante la
década de 1980: Es cuando la retórica se convirtió en práctica. Estas oficinas, dependencias −y en
algunos casos hasta secretarías−, se han adaptado a las dinámicas de desarrollo institucional y a los
avatares de los equipos de gestión locales. Es así que hay una diversidad de formas de organizar y
abordar la evaluación y planeación institucional, que ha venido haciéndose cada vez más
homogénea, desde finales de la década de los noventa del siglo pasado. El uso de estas unidades
fue justificado originalmente para darle soporte a los programas federales (FOMES, PROMEP, PIFI,
etc.), pero debido al trabajo que se ha venido realizando en las IES bajo esquemas autóctonos o por
influencia de una corriente planificadora que promovió la Subsecretaría de Educación Superior (SES),
la planificación ha adquirido un valor incuestionable en la gestión universitaria mexicana. Siguiendo
esta línea, las instituciones universitarias mexicanas se han preocupado por atender las necesidades
de cambio que plantean diferentes sectores de la sociedad, mediante la redefinición de su misión
social y su estructura organizacional (Kent, 2005). Esto ha sucedido con una clara afiliación de las
gestiones institucionales en las IES públicas estatales a esta política nacional (De Vries & Álvarez,
2005). El caso de la Universidad Veracruzana (Ojeda, 2008), al que regresaremos más adelante,
ilustra el impacto de esta política pública, y muestra cómo se pasó de la retórica a la práctica.
A partir de las adaptaciones y procesos de mejora institucional seguidos por la ANUIES y la SES, han
surgido organismos de evaluación y acreditación de este nivel educativo (Serna & De Vries, 1997). A
nivel nacional e internacional, las IES de nuestro país han tomado referentes y estrategias de
desarrollo para cumplir con ciertos criterios y lineamientos de evaluación. De tal forma que la
formulación de planes de desarrollo con estrategias claras que permitan establecer metas y acciones
se ha asumido como una función de los equipos de gestión institucional y particularmente de las
oficinas de planeación; es así que con este fin se lleva a cabo en todas las IES mexicanas un
conjunto de procesos de planificación que constituyen elementos de dirección, para conducir a las
universidades hacia el cumplimiento de su misión ante diversos escenarios (Torres-Lima, Villafán &
Álvarez, 2008).
El caso de la Universidad Veracruzana (UV) ilustra muy bien lo que sucedió en las IES mexicanas.
Podemos decir que en los ochenta, la institución se encontraba en una deficiente sistematización y
manejo de la información; de alguna manera se cumplía con los requerimientos de información
estadística, lo cual quedaba a cargo de dependencias o personas definidas por las autoridades
universitarias en turno. La Dirección de Planeación Institucional (DPI) inició labores en 1989. A partir
de 1990 se inician propiamente los trabajos para sistematizar la información, para definir los criterios
y procedimientos para la evaluación diagnóstica y prospectiva y para la elaboración del Plan de
Desarrollo Institucional. Con estos trabajos se dan los elementos para la elaboración del primer
Programa de Trabajo para una administración rectoral, lo que se hizo a finales de 1992. Aunque
antes se habían elaborado documentos que definían programas universitarios, la gestión de la
organización no se llevaba precisamente en el marco de la elaboración y seguimiento de un plan
institucional (UV, 2009).
Antes de la existencia del PIFI, la UV contó con los lineamientos establecidos para concursar por
proyectos de mejora institucional en el marco del FOMES, los cuales implicaban la realización de
diagnósticos para identificar problemas y definir estrategias y acciones de solución; fue una etapa en
la que se trabajaba sólo a nivel de proyectos; esta etapa se prolongó hasta 1998. Cabe aquí destacar
que la creación del PROMEP, en 1996, implicó la definición de una estructura de planeación que iba
más allá de la consideración de proyectos: se planteó la definición de las Dependencias de
Educación Superior (DES), la atención a los referentes de calidad para los programas educativos
(PE) y así mismo para los cuerpos académicos (CA).
A partir de 1999, ya bajo las reglas establecidas en los ejercicios de autoevaluación, se permitió
elaborar un diagnóstico mucho más amplio del desarrollo institucional, incluyendo cuatro niveles: PE,
CA, DES e institucional. La autoevaluación de los procesos administrativos se ha venido realizando
en el marco del Programa de Fortalecimiento de la Gestión (ProGES).
En este contexto, los resultados de las autoevaluaciones son utilizados para construir los Programas
de Desarrollo de las DES (ProDES) y el ProGES, así como el Programa de Obra y Construcciones
que es presentado al Fondo de Aportaciones Múltiples (FAM). Todos los proyectos articulados al PIFI
atienden las necesidades y problemáticas detectadas en los procesos de autoevaluación, así como
las recomendaciones emitidas en la evaluación de los pares académicos. Cabe señalar que las
retroalimentaciones recibidas reconocen los avances y retos de la institución, y sirven para dar
sustento a los siguientes procesos de planeación y programación, así como para la definición de los
proyectos de desarrollo institucional (UV, 2009).
Así, tomando como base este esquema de organización, durante 2008 y 2009 se realizaron ejercicios
de planificación estratégica de todas las dependencias y entidades de la institución, alineando las
estrategias y programas a los nueve ejes rectores del Plan General de Desarrollo al 2025.
La metodología de la planificación estratégica
Desde el punto de vista de las teorías administrativas, las organizaciones, en general, buscan
alcanzar determinados fines a partir del trabajo coordinado entre personas, usando los medios
disponibles. Independientemente de su tipo, poseen tres características que las distinguen: i) son
creadas de manera intencional y de acuerdo con un plan (la mayoría de las veces) para alcanzar
ciertas metas; ii) poseen una estructura y orden de carácter vinculante, y iii) con la ayuda de este
orden o estructura se puede coordinar la acción de los integrantes y de los recursos disponibles, a fin
de cumplir las metas. Esto es algo simple de entender en abstracto, pero cuando nos ponemos a
analizar las percepciones de los participantes en los trabajos de una organización como la
Universidad esto puede ser harto complejo. En primera porque estas organizaciones son formaciones
sociales, con múltiples influencias y procesos evolutivos diferenciados, a los que concurren variados
intereses. La dificultad estriba en que hay que lograr consensos, definiciones y realizar actividades
que nos comprometan organizacionalmente en cosas de las que no estamos totalmente convencidos
todos. A este respecto, Porter (2004) señala que unos cuantos actores, y no la colectividad, imponen
consenso sobre la toma de decisiones. Una condición importante para que este modelo funcione es
la ausencia de un proyecto compartido, de una ideología predominante de la institución (es decir de
intereses en lugar de desintereses) a lo que se suma la inexistencia de vínculos entre la planta
académica y una valoración política surgida del debate académico. Bajo estas circunstancias la
planeación opera como un proceso de definición, como una herramienta para crear opciones. (p.
592)
Ese es el primer problema que debe sortear la planeación estratégica, el de evitar a toda costa que
esto se entienda como un juego sin sentido de intervención organizacional.
Para orientar sus acciones, la teoría administrativa dice que las organizaciones requieren definir
explícitamente los fundamentos de su existencia, expresada como la misión institucional. Lo mismo
vale para los objetivos y el período de tiempo en que se ha propuesto lograrlos (Conway, Mackay &
Yorke, 1994). En este marco, la planificación estratégica cumple dos roles: 1) contribuye a definir el
horizonte de desarrollo de la organización y 2) permite realizar alineamientos entre las distintas
unidades que la componen; es decir, fijar orientaciones y metas comunes para la acción. Para esto
considera un diagnóstico estratégico (que incluye al análisis del entorno en que la organización se va
a desempeñar y la evaluación de fortalezas y debilidades) y la definición de objetivos estratégicos y
de las acciones necesarias para cumplirlos. Debemos entender que aquí se establece una
extraordinaria oportunidad de realizar el dimensionamiento de las aspiraciones colectivas de un futuro
posible. Siguiendo a Porter (2004), entenderíamos por qué dice:
el proceso de establecer una visión de la institución como sueño realizable del cuerpo directivo,
compartido por toda la comunidad de la organización, que permita centrar los recursos en los
objetivos vitales que la impulsarán hacia su visión de futuro o anhelo compartido. (p. 589)
Los miembros de la organización deben compartir el plan estratégico para que asuman la
responsabilidad de llevar adelante lo que se puede conseguir construyendo éste participativamente.
En tal contexto, se debe garantizar que la filosofía organizacional y los objetivos sean claros, deben
ser compartidos o aceptados por todos y deben ser desarrollados de una manera consistente y
consecuente (Hardy, 1991). En esto radica la gran oportunidad de reivindicar claramente el valor de
lo que hacemos y podríamos hacer, en el entendido de que hay que reconocer las acciones y
proyectos, de tal manera que todos podamos sentir a la organización como nuestra, y que está en
nosotros diseñar y definir los mecanismos y capacidades para aprovechar y canalizar nuestras
iniciativas. En este marco, reconocemos que la planificación estratégica ayuda a generar ideas de
desarrollo compartidas, contribuye a alinear y controlar las acciones internas y permite mantener una
relación entre el desarrollo de la organización y las oportunidades que ofrece el entorno cambiante.
La Figura 1 muestra las etapas de la planificación estratégica; la primera define aspectos como la
visión, la misión, los valores que orientan sus acciones y definen el modo de hacer las cosas; también
se plantean los objetivos que se quiere lograr, en correspondencia con el resultado del análisis
estratégico. Esta primera dimensión es sumamente relevante, ya que no sólo busca generar entre los
miembros de la organización una filosofía común, sino también transmitirla al entorno (Rivera,
Astudillo & Fernández, 2009).
En el análisis estratégico se utiliza la herramienta que se conoce como FODA y que aborda
dimensiones externas a la organización (oportunidades-amenazas) y aspectos internos de ésta
(fortalezas-debilidades). Este análisis ayuda a definir los ámbitos en que el entorno ofrece mayores
posibilidades así como aquellos para los que la organización tiene más potencialidades. También
identifica las áreas de oportunidad para que la organización se fortalezca ante el entorno cambiante;
es aquí donde la creatividad de un grupo se expresa en términos de definiciones, de líneas generales
sobre las que hay que actuar y así construir un futuro deseable y compartido. Para tal fin, habrá de
entenderse que las estrategias definen las actividades acordes a los objetivos. Esto implica también
la definición de las metas, los plazos para cumplirlas y los responsables en cada uno de los ámbitos
de la organización.
El soporte son los mecanismos e instrumentos para que la planificación se instale en la organización
y los miembros de ella participen activamente en su cumplimiento; éstos son los programas
operativos, la presupuestación, esquemas de evaluación y seguimiento, etc.
Observaciones finales De ninguna manera se debe entender que la planeación estratégica ya esté
totalmente adaptada a los sistemas de gestión de las IES mexicanas, pero se ha pasado de una
planeación emanada del discurso a planes que cada vez cuentan con mayor consenso; es decir, que
son elaborados de forma participativa; cada vez hay más talleres, donde los actores clave de la
gestión institucional se involucran. Pero todavía hay falta de comprensión sobre su verdadero valor,
su importancia y, sobre todo, de sus bondades para construir procesos de desarrollo afiliados al
modelo de institución que plantean las políticas públicas para las IES mexicanas. Habría que decir
que hay una práctica, aún incipiente de la planeación en la educación superior del país, lo cual se
explica no por la falta de conocimientos o por escasas habilidades en el manejo de la metodología,
sino por la permanencia dominante de procesos burocráticos, reglamentaciones obsoletas y una falta
de estrategias para realizar las reingenierías institucionales que se requieren de manera urgente.
Comprender las Instituciones Educativas desde una Visión Estratégica para poder actuar
Primer Paso
• Esta propuesta debe considerarse simplemente como una guía, ya que cada
proyecto debe responder al ideario, estilo y valores propios de cada institución
I - Proyecto Institucional:
¿quiénes somos? y ¿qué queremos lograr?
• Concepción de la evaluación
IV – Proyecto Curricular:
¿qué haremos y cómo?
• Acuerdos de convivencia
• Criterios de Evaluación
Nos permite: Relevar, comprender, explicar,e interpretar los datos del contexto y volver a él para dar
una respuesta adecuada a las demandas de la comunidad educativa, a través de una gestión estratégica.
¿Para qué?
¿Por qué?
Para liderar una Institución Educativa se necesita contar con información clave
¿Cómo?
Estableciendo criterios e indicadores que nos permitan evaluar la gestión cotidiana de la institución.
1-Relevancia de la Misión
2-Responsabilidad Institucional
Búsqueda continua y efectiva de las condiciones que garanticen logros acordes con las metas
propuestas
3-Responsabilidad Académica
Capacidad para brindar al personal docente conocimientos y oportunidades de calidad
Compromiso ético
5-Dinamismo institucional
Capacidad de innovar.
6-Eficacia
7-Eficiencia
Capacidad de todos los miembros de la institución para producir lo máximo con el mínimo de
recursos, tiempo y esfuerzo posible
8-Efectividad
Liderazgo de los equipos de trabajo para la concreción de las demandas internas y externas a la
institución escolar
Teniendo en cuenta el contexto de cambio que viven las instituciones, el desarrollo social y la cultura: la
incorporación de los conceptos y principios propios de la planificación estratégica (transparencia, equidad,
innovación, autoevaluación, mejora continua, eficacia y calidad) deben constituir los principios de
actuación de una institución educativa, pues, por su propia naturaleza, tiene una vocación académica y
científica que le obliga a una mejora continua de la calidad de los servicios que presta a la sociedad en el
campo de la enseñanza.
Puede ocurrir, nos advierte Carlés (2004), que a la hora de planificar, exista el peligro, no poco frecuente,
de que la planificación estratégica se convierta en un juego de simulación y de especialización teórica.
Para contrarrestar esta tendencia, es necesario obtener información veraz, fiable y utilizable, mediante un
proceso continuo y dinámico y construir una forma integral de gestión y organización, planteando un
proceso de toma de decisiones, priorización de acciones y evaluación de resultados.
Para desarrollar una correcta planificación debemos crear y creer en las razones o motivaciones de
realizar cambios para alcanzar la optimización de todos los recursos de la organización. Será la fuerza
motriz de por qué merece la pena diseñar un plan estratégico. Además, dentro de esta sensibilización, es
preciso que nos cercioremos, previamente, del compromiso de los miembros para que todas las actitudes,
comportamientos y predisposiciones favorezcan el proceso, pues de lo contrario, peligra su puesta en
práctica. Por consiguiente, antes de materializar una planificación, nos aseguraremos de los siguientes
aspectos para lograr su éxito:
• Implicación total del equipo directivo. Sin ellos, el fracaso de la planificación está asegurado puesto que
ellos han de ser los animadores para que todos los miembros se involucren en el proceso de cambio. A
nuestro parecer, se necesita de al menos un 30% de los miembros para que salga adelante un proyecto
de mejora. Esperar la implicación del 100% es irreal e ilusoria, o bien, es esperar siempre con los brazos
cruzados.
• Ninguna crisis que interfiera directamente con el proceso de la planificación. Por ejemplo, si están
previstos unas innovaciones tecnológicas para mejorar la comunicación entre el centro educativo y las
familias y el claustro de profesores desconoce las innumerables ventajas que conlleva dicha innovación,
es inútil cualquier esfuerzo de implantación. En este caso la planificación deberá establecer estrategias de
comunicación interna y sensibilización.
• Conciliar los beneficios de la institución con las necesidades de los padres y alumnos. Es cada vez más
habitual encontrar centros que apuesten por el bilingüismo. Aquí se produce esa conciliación porque es
una demanda real por parte de los padres y su aplicación beneficiaría al posible incremento de matrículas.
• Disponer de la suficiente flexibilidad en los miembros y en la organización para realizar ajustes en los
objetivos una vez implantado el proceso. La rigidez o resistencia al cambio dificulta el éxito de la
planificación porque siempre se producen cambios que no se habían previsto. La planificación reduce la
incertidumbre pero no la hace desaparecer.
• Tener el convencimiento de la necesidad de contar con la planificación. Utilizarla para otros fines como
puede ser la publicidad interna o externa, no garantiza el éxito del plan.
• Sobreestimar las fuerzas y no percibir los puntos débiles. Creerse que no necesitan de la innovación ni
de la planificación porque tienen una elevadísima demanda de matriculación o poseen las mejores
instalaciones de la provincia…, es un pretexto para esconder cierto temor a ser evaluados en sus
funciones o competencias. Descubrir nuestros puntos débiles es fundamental para empezar a mejorar.
• Descentralizar los procesos de decisión y evitar los excesos de trámites que obstaculizan el engranaje
de la planificación estratégica. Pedir opinión, dejarse aconsejar, ver lo bueno que tiene cada miembro y
aplicarlo a la organización es garantía de éxito. Imagínense el caso de un director de colegio que
descubre en uno de sus profesores grandes cualidades en el manejo de las TIC y le invita a que aplique
sus conocimientos en una sesión formativa con todo el claustro de profesores. Sin duda, este pequeño
detalle creará implicación y compromiso del profesor con los fines de la organización.
• Definir el escenario futuro de la institución a medio y largo plazo, mediante la demarcación de la misión,
visión, valores comunes y principios estratégicos que deben formalizar el proyecto o modelo de
organización al que tiende la institución, con particular énfasis en los rasgos diferenciales que pretende
desarrollar respecto de instituciones similares.
• Crear un plan de comunicación interno y externo, tanto del proceso de planificación como de los
resultados, que permita aumentar la participación y adhesión de todos los estamentos organizativos,
homogeneizar los mensajes que se emiten para que sean comparables y refuercen los objetivos
estratégicos.
• Diseñar un sistema de control y seguimiento para medir la cobertura del logro de las estrategias y
objetivos previstos y proporcionar retroalimentación al sistema.
Para entenderlo mejor, nos vamos a valer de un ejemplo que concierne de manera muy significativa a las
universidades. Si tuviéramos que definir una misión para el Espacio Europeo de Educación Superior
(EEES), podríamos decir que su razón de ser radica en: construir un sistema común de titulaciones que
asegure el reconocimiento y compatibilidad de los estudios realizados en otros países. Con esta frase,
resumimos todos los esfuerzos que se están haciendo al respecto y nos informa de la finalidad última. Es
el núcleo de todas las acciones que se ejecuten para llegar, en un periodo de medio y largo plazo, a la
Convergencia Europea.
Una vez definida la razón de ser o existir de la organización se procede a visionar la misma a largo plazo.
Estamos refiriéndonos a la posición de la institución en el tiempo, es decir, su visión de futuro, que es la
definición (en pocas palabras y lo más claro posible) del proyecto o modelo de institución educativa al que
tiende la organización, con particular énfasis en los rasgos diferenciales que pretende desarrollar respecto
de instituciones similares. Es el tipo o modelo de institución que se pretende llegar a ser, ESADE (1999).
Para ello, deberá saber a qué aspira como institución, a qué tipo de negocios desea entrar como
organización y cuáles deben ser los objetivos de rendimiento. Siguiendo con el mismo ejemplo que
utilizábamos con la misión, la visión de futuro del EEES podría resumirse en: adaptar la educación
superior al aprendizaje a lo largo de la vida, capacitando así a sus ciudadanos para enfrentarse a los
cambios y desafíos que plantea la sociedad actual, plasmado a su vez, en objetivos concretos:
A continuación, es necesario adherirse a unos valores corporativos, que serán los impulsores para crear
un clima adecuado y provechoso para el logro de los objetivos. Una declaración de valores compartida
por todos los grupos es un paso clave para que la organización pueda hacer realidad su visión. Los
valores consisten en un conjunto de pautas de comportamiento y creencias fundamentales que pueden
considerarse análogos a la “filosofía de vida” que tiene cualquier individuo, pero a nivel organizacional.
Toda organización debe tener un conjunto sólido de creencias sobre las cuales establezca las premisas
de todas sus normas y actuaciones, como una forma de comprometer públicamente a los miembros de la
institución con el objeto de calidad.
Los valores que podrían decirse del EEES son todos aquellos que se desprenden de la Magna Charta
Universitatum de 1988.
Una vez realizadas estas definiciones, que forman parte de la fase de ensimismamiento organizativo, se
ha de realizar un estudio sobre las motivaciones que mueven al cambio respecto a la situación actual y
elaborar un plan de comunicación que tendrá por finalidad que todos los miembros conozcan y se
sensibilicen con el proyecto de mejora. Es la fase de asimilación, que consistirá en desarrollar las
motivaciones para ejecutar el plan, recoger toda la información necesaria para que el diagnóstico que
realicemos sea lo más exacto posible y crear las condiciones favorables para el plan. Es conveniente
crear y creer las razones de realizar cambios para alcanzar la optimización de todos los recursos de la
organización. Será la fuerza motriz de por qué merece la pena diseñar un plan estratégico. Es la fase que
asegura el contexto de su aplicación, aquellos escenarios que describíamos para garantizar su eficacia.
La tercera parte del proceso metodológico la denominaremos fase de acoplamiento. En este sentido y
teniendo siempre como marco de referencia la misión, visión y valores de la organización, se elaborará un
análisis de la información de datos internos y externos, y se aplicará el análisis DAFO, técnica muy útil
para la obtención de datos organizativos que darán credibilidad a la formulación estratégica, de los
objetivos generales y estrategias. En esta fase de acoplamiento nos encontraremos con todo aquello que
aparentemente es ajeno a la organización, pero que influye y afecta a su continuidad o supervivencia.
Existen dos tipos de niveles dentro de este análisis, uno es el nivel macro y otro, el nivel micro.
Con estos datos, podemos decir que estamos en condiciones para definir los objetivos, estrategias y el
plan de acción, todo lo que tenga que ver con la toma de decisiones y respuestas que necesite la
organización ante una situación de cambio.
Los objetivos estratégicos se formulan para concretar los pasos que se han de dar para la consecución
de la misión y visión de la organización. Son las pautas que responden a lo que se debe hacer para lograr
materializar la razón de ser de la institución. Como hemos dicho en anteriores apartados, es necesaria la
participación, implicación y cooperación del equipo directivo. Para ello, debe ser el que defina los
objetivos en su conjunto y no de forma aislada, sintiéndose copartícipe en su creación y puesta en
marcha. Para que los objetivos se conviertan en una realidad es ineludible apelar a unos criterios que
pueden denominarse como “reglas de oro” para no fracasar en el intento. Por consiguiente, a la hora de
definir los objetivos tendremos en cuenta los siguientes criterios y aportaciones de Cuatropía (2003):
• MEDIDOS EN EL TIEMPO: los objetivos no tiene que perderse en inexactitudes. Todo lo contrario, han
de ser claros, concretos y concisos en el tiempo. Cuanto más se precise la fecha de logro, más
referencias tendremos de su éxito o fracaso. Por tanto, es necesario cuantificar la calidad, cantidad,
tiempo, costo, porcentaje que requieran los objetivos.
• CONSENSUADOS: si en los objetivos han participado los miembros que serán los iniciadores de la
planificación es muy probable que la implicación esté asegurada. Cuando no se busca el consenso y son
impuestos los objetivos es también muy probable que las contrariedades del plan se multipliquen porque
afectarían en cadena cada una de las intervenciones organizativas. En este criterio cabe añadir, la
aceptación, por parte de todo el equipo directivo, de los costes necesarios para su consecución. Costes,
no sólo referido a cuestiones financieras, sino también el tiempo en horas de los directivos y del personal.
Realmente, si un directivo tiene que invertir más horas de las habituales y no cree en lo que la
organización persigue, terminará dejándola o adquirirá el síndrome del quemado.
• FLEXIBLE: dadas las circunstancias en las que nos encontramos, en una sociedad del conocimiento,
los cambios están al orden del día, por tanto, uno de los elementos a rechazar son los objetivos rígidos e
inflexibles. Deben, en cambio, ofrecer apertura a pequeñas modificaciones o a desviarla hacia otra
perspectiva diferente, porque están sujetos a posibles contingencias inesperadas. La flexibilidad en los
objetivos no ha de confundirse con la inconsistencia o inestabilidad puesto que siempre ha de tener una
firme dirección. La clave estará en el análisis de la situación para efectuar esos cambios y nunca como
excusa, que de suceder así, connotaría una baja eficacia de la organización para resolver las dificultades.
• MOTIVADOR: los objetivos que se encuentran alejados de la realidad o que son inalcanzables producen
frustración y desmotivación en los miembros de la organización.
• COMPRENSIBLE: el objetivo ha de ser claro, no tiene que haber en su definición aspectos ambiguos ni
abstractos. No es pertinente filosofar o crear debates de discusión sobre la redacción. Debe entenderse y
no dejar a nadie con dudas sobre lo que se quiere alcanzar. Aparentemente, no tiene importancia este
aspecto pero la experiencia demuestra su alta relevancia, ya que con una frase que lleve a la confusión o
concluya en varias interpretaciones, se pierde la unidad de criterio en la actuación.
• COHERENTE: todos los elementos que intervienen en el proceso para la consecución de los objetivos
han de interrelacionarse, de tal modo que se evite toda clase de intromisiones a la autonomía de los
departamentos, en cuanto a sus funciones propias y el trabajo en equipo, que se hace necesario para que
el éxito sea de todos.
• AMBICIOSO: los objetivos han de tener cierta dosis de exigencia y ambición que, en ocasiones, rozan
los límites de lo posible. Si los objetivos son fáciles, existe la tendencia en las personas a relajarse y a
presentar actitudes de resistencias al cambio.
Analizada la situación de la organización a través de todos los aspectos que hemos ido describiendo, en
relación al contexto y teniendo en cuenta cómo han de definirse correctamente los objetivos, llegamos al
punto en dónde focalizar la mejora. Son las dimensiones críticas detectadas principalmente, en las
fortalezas, debilidades, amenazas y oportunidades de la organización y que se centran en lo personal
(asignación de recursos, formación del personal y promoción); en lo organizativo (coordinación de
departamentos, relaciones internas y externas, comunicación interna, planificación de necesidades); en lo
tecnológico (investigación sobre el tipo de tendencia de la demanda, realizar un plan de instalaciones,
seguridad, contingencias y de respaldo); y en lo financiero (fijar los objetivos presupuestarios). Sólo así
veremos con meridiana claridad dónde hay que aplicar la mejora.
La finalidad del objetivo no es sólo su implantación, sino también el éxito de lo que pretende, su
materialización. Existen unas herramientas que ayudarán al cometido de los objetivos. Se trata de
describir unos indicadores que servirán para medir el grado de cumplimiento o incumplimiento de los
mismos.
Cuando ya se tienen todos los objetivos localizados junto a sus indicadores, entra en juego una serie
de acciones, que llamaremos estrategias, en las que la organización se esforzará por centrar toda su
atención con el único pretexto de conseguir los objetivos marcados. De la amplitud de definiciones
sobre estrategias, nos hacemos eco de lo que entiende ESADE (1999, p. 311), “es la forma de llevar
a cabo la cultura de la institución”. Siendo dicha estrategia la mejor de las alternativas planteadas
como consecuencia de un análisis pormenorizado de todos los ámbitos organizativos.
Las estrategias cumplen la principal función de priorizar los objetivos. Habitualmente, podemos
encontrarnos con un número excesivo de objetivos y de no saber por dónde empezar porque no
sabemos su carácter de urgencia e importancia. Disponer de unas estrategias ayudará a ponderar la
importancia y valor de cada objetivo, porque permitirán visualizar de manera más sencilla su
coherencia con la misión de la organización y su interrelación con los demás objetivos.
También puede ayudarnos a encontrar una aproximación a su definición la siguiente cuestión: ¿cómo
conseguir el objetivo? La forma de enfocar todos los esfuerzos recae, por tanto, sobre la estrategia.
Además, podemos distinguir tres dimensiones diferentes dentro de las estrategias:
Por último, se creará un sistema de control y seguimiento de los objetivos para evaluar en qué
medida se van cumpliendo, será la fase de consolidación. Esta fase de evaluación es un proceso de
carácter permanente dirigido a la medición del proceso de implantación, sobre la base de criterios y
puntos de referencia fijados, y a la corrección de las posibles desviaciones que se produzcan
respecto a los criterios o puntos de referencia establecidos en el plan estratégico para asegurar la
calidad, coherencia y solidez técnica del plan y al mismo tiempo hacer efectivo el desarrollo y
aplicación de los resultados del plan estratégico por parte de todos los colectivos y estamentos de la
institución. Se debe llevar a cabo un proceso de evaluación y seguimiento bien instrumentado desde
el punto de vista técnico, que evalúe la calidad y la eficacia de la organización estructural y procesal
del proyecto. Etapas del control:
• Establecimiento de objetivos y estándares
En este sentido, para lograr una implementación adecuada de esta combinación de estrategias y
procedimientos de evaluación, será preciso considerar un gran número de variables, con especial
referencia a las relativas al contexto de intervención.
Conclusión
Por otro lado, se consigue mayor claridad y coherencia de objetivos a todos los niveles. Los objetivos
han sido formulados desde la razón de ser de la institución educativa. A la hora de definirlos se ha
tenido en cuenta la misión, visión y valores del colegio, es decir, ninguno de ellos entra en
contraposición con lo que pretende la organización. Al mismo tiempo se ha empleado la herramienta
de análisis DAFO para dar criterios claros sobre los aspectos a mejorar así como la prioridad según
su carácter de urgencia e importancia. Para su comprensión se ha pensado en objetivos adecuados,
medidos en el tiempo, viables, flexibles y motivadores. Cabe añadir que han sido planteados según
áreas o ámbitos de actuación respecto al profesorado, a los alumnos, a la sociedad, a la propia
institución educativa y a la gestión. Igualmente, se dan a conocer estos objetivos a todos los
miembros de la organización para que tengan constancia de lo que se quiere conseguir y favorecer la
participación de todos.
Y finalmente, ayuda a enmarcarlo dentro de una organización más flexible. Al lograr una claridad en
las funciones de cada miembro, de conocer adónde queremos llegar como institución educativa a
medio y largo plazo y de aplicar un proceso participativo de los miembros, caracterizado por una
implicación en los procesos de mejora (TIC) y en la descentralización en cargos de responsabilidad,
conlleva que la organización sepa responder adecuadamente a las dificultades o cambios que
puedan surgir durante la implantación del plan estratégico.
El concepto de competencias, por otra parte, no solamente supone saber, sino saber hacer. Es decir,
implica no solamente tener el conocimiento o el discurso, sino anticipar y poder diseñar la
intervención en sí misma.
Estoy hablando de un conocimiento o un saber que podríamos llamar “teórico”, en tanto parte de una
experiencia anterior, pero que necesariamente implica saber concretarlo. Entonces, normalmente se
dice que competencia es el conjunto de conocimientos, capacidades, representaciones y
comportamientos movilizados para resolver problemas en contextos profesionales específicos.
En contextos específicos
Me interesa recuperar esta cuestión de las representaciones, los problemas y los contextos - no
solamente las prácticas, sino las prácticas puestas en situación -. Todo esto lleva a un tipo de
conocimiento de una textura muy fuerte, que en realidad apunta a un conocimiento más amplio y
complejo, que implica no solamente saberes sino saber hacer. Y cuando se habla de contextos
profesionales específicos, no se está pensando solamente en una cierta racionalidad técnica o sólo
en procedimientos, sino en ver que, cuando se implican los contextos, se está implicando lo ético, lo
político y sin duda lo social.
La competencia es un saber mucho más complejo como textura; no alcanza con quedarse en lo
discursivo, sino que hay que saber qué hacer y tener la capacidad de hacerlo y movilizarlo.
La competencia es algo que uno porta y que también va transformándose a lo largo del tiempo,
porque los propios problemas que hay que afrontar se van transformando. Es un tipo de saber con
una complejidad tal que se vuelve transferible. Es decir, la competencia no es sólo un saber que
puede darse “bolilla a bolilla” o “unidad a unidad”, sino que es un tipo de saber que se tiene que
construir en la acción, en la reflexión con otros. No es un saber individual, es un saber que debería
ser colectivo, para que pueda tener impacto.
Entonces, una cualidad importante de las competencias es la transferibilidad. Es decir, cuando uno
tiene una gran capacidad de trabajar con otros, en conjunto o en equipo, normalmente no lo sabe
hacer únicamente en un ámbito, sino que es capaz de hacerlo en otros espacios. A aquellos que
tienen gran capacidad de resolución de problemas, porque no sólo cuentan con una gran capacidad
de diagnóstico, sino que tienen una gran inventiva, una gran creatividad, esa capacidad normalmente
no se agota en una acción, sino que la portan, la llevan consigo. Por lo tanto, pueden, rápidamente,
utilizarla en otro momento o en otro espacio absolutamente distinto, y ante un problema distinto.
Entonces, la competencia es un saber no solamente válido o referido a una tarea pequeña o muy
específica, sino que es más amplio.
¿Información o formación?
Dicho de manera muy general, ser competente supone la capacidad de ver, de analizar y de
intervenir en un mundo muy complejo. Ver, analizar e intervenir. De manera que los aspectos
estrictamente técnicos se interrelacionan con aspectos culturales, sociales, éticos, políticos y
tecnológicos. Decir que uno interviene sobre lo técnico de la educación, no alcanza.
Permanentemente, todo lo que hacemos se interrelaciona con diversos aspectos.
Podríamos afirmar que, hoy en día, necesitamos ser más competentes para resolver los grandes
problemas que se presentan en el mundo educativo. El tema es cómo se hace para formar gente
competente. Porque si uno requiere de conocimientos, capacidades, representaciones,
comportamientos, etcétera, evidentemente la textura de la formación que hay que brindar es más
compleja que cuando se piensa que con la teoría alcanza. Es decir, los escenarios de formación
tienen que permitir trabajar, no solamente con los conocimientos y las capacidades, sino revisar el
mundo de las representaciones, actualizarlo, y contar con comportamientos y procedimientos
adecuados a las nuevas realidades. Esto complejiza la tarea de pensar los procesos de formación,
porque no debemos confundir – como suele ocurrir – formación o actualización con información.
Evidentemente, es más complejo que formar sólo conocimiento, porque uno tiene que generar
distintas texturas de formación que vayan tratando de armar estas distintas cuestiones en un
movimiento espiralado. Pero cuando uno lo habilitó como un saber pertinente y relevante dentro de
un sistema – como puede ser el sistema educativo -, los sujetos se convierten en verdaderos actores.
En este sentido, ya no están esperando que se les diga lo que tienen que hacer, sino que, además de
respetar encuadres, son capaces de resolver problemas los problemas que se les presentan
específicamente.
Ése es el problema más grande que tiene el sistema educativo: se va hundiendo en un modelo más
ligado a lo burocrático weberiano, o a lo burocrático administrativista, pero todavía no tenemos estas
nuevas competencias instaladas de manera generalizada en los sujetos que tienen que resolver las
prácticas cotidianas. Entonces, el problema es cómo hacer para que los sujetos que conforman las
redes educativas tengan las mayores competencias posibles. De esa manera, podríamos pasar del
viejo estilo controlador a una red de trabajo que con autonomía pueda resolver los problemas que se
presentan en lo cotidiano. De este modo, empieza a tener más sentido y más pertinencia el concepto
de autonomía. Autonomía competente, autonomía sabiendo lo que puedo llegar a hacer ante cada
problema, en cada contexto, sin traicionar lo ético, ni lo político, ni lo social.
Uno podría decir que es el principal desafío que tiene los sistemas educativos: ¿cómo hacer?
Es necesario fortalecer los saberes de quienes conforman ya el sistema educativo. Esto implica
construir una textura más compleja de saberes, que son competencias que implican procesos de
formación diferentes de los que en general estamos acostumbrados a ver.
¿Cuál es el problema más serio que tenemos? Muchas veces, el saber teórico o el saber de la
experiencia no nos permite ver, analiza e intervenir de una manera distinta. En ese momento,
tenemos que dar el salto cualitativo muy importante porque este saber, este conocimiento, por lo
general, fue un saber construido en sí mismo y no para resolver problemas.
Acá tenemos otro eje de la cuestión:¿cómo hacemos para pensar todo esto para un directivo, para un
supervisor, para un equipo técnico, para un Ministro, para un formador, que deberán actuar ante
situaciones complejas, novedosas y variables?
Supongamos que uno piensa:”Me voy a formar para ser maestro en contextos muy desfavorables”.
Primero, está parcializando tanto ese contexto que en algún momento se empobrece. En cambio, si
soy capaz de trabajar imaginariamente con un problema de contexto específico y, a la vez, estar
pensando qué pasaría en otro contexto, voy aumentando la capacidad de formación y de
autoformación.
Entonces, los problemas que nos preocupan son tanto cómo hacer para resolver la formación de
gestores educativos de políticas macro y en espacios macro, como la formación de gestores más
ligados a la gestión escolar, es decir, en espacios micro. A pesar de que como profesionales muchas
veces nos estamos desempeñando en espacios macro, nunca nos tenemos que olvidar que la
educación se concreta en espacios muy micro. Ésta es una de las principales problemáticas de
quienes trabajamos en educación. Hay que estar todo el tiempo haciendo una relación entre lo macro
y lo micro. Por eso es tan difícil rescatar innovaciones, porque cuando uno las quiere ver desde lo
macro, pareciera que desaparecen, y cuando uno las quiere ver desde lo micro, le cuesta imaginar
qué sentido tendrían para lo macro. Instalar una red de actores que puedan pensar en gestión para
su provincia, en gestión institucional, en gestión educativa grande y en gestión educativa micro, es
más complejo, porque no tenemos una historia, un pasado que nos respalde. Lo que tenemos es un
desafío enorme y una historia que nos espera.
Estamos hablando de un sujeto con una gran capacidad de abstracción, que le permita ver no
solamente lo que está ocurriendo en un espacio micro, sino comprender profundamente también lo
macro. Todo esto supone una capacidad de pensamiento sistémico.
Sin duda, un tema importante que tienen las competencias es que constituyen un marco de acuerdo
sobre qué, para qué, y cómo tiene sentido un oficio, una profesión o un desarrollo profesional.
¿Qué?, ¿para qué? y ¿cómo?. De manera tal de recuperar el contexto específico, los problemas y la
complejidad de la problemática que tienen los formatos de formación, en el sentido de generar
competencias para hacer, para intervenir, no sólo para saber o conocer. Entonces, ¿cómo hacer para
construir el ver, el analizar y el intervenir?.
Porque hoy, en día, podríamos decir que nos sobra información, el tema es cómo sintetizarla. Si Uds.
Tuvieran que diseñar un espacio de formación, supongamos para directores o equipos directivos de
instituciones escolares, de escuelas. ¿Cómo hacemos para formar la reflexión? ¿Cómo se hace para
habilitar la creatividad en la resolución y búsqueda de alternativas ante los problemas?. Un directivo
toma decisiones permanentemente, pero el tema es cómo hacemos para que sea un proceso
deliberado y conciente. ¿Cómo hacemos, - habida cuenta de nuestras historias profesionales las del
modelo del que venimos - para habilitar la experimentación o para trabajar con resoluciones
alternativas hipotéticas?.
Todos sabemos que ante problemas no hay una sola resolución, con lo cual, uno puede llegar a
hacer un análisis del problema y manejarse con dos o tres hipótesis posibles como las más
acertadas. En realidad, en un mundo de tanta incertidumbre, donde los problemas se han vuelto tan
móviles, tener una sola resolución, a veces no alcanza. Es necesario tener dos o tres a mano e ir
viendo cuál se ajusta más a esa realidad que ya no la vemos tan fija ni tan estática como antes.
Entonces, ¿cómo hacemos para habilitar la capacidad de experimentación, y junto con ello, la
capacidad de hipotetizar esa resolución, permanentemente, para no dejar librado a que esa realidad
cambie y nosotros sigamos con una resolución o una hipótesis que no sea la más adecuada.
Uno podría pensar que hay una competencia o un contexto que le da sentido a las otras
competencias, y ese contexto son los desafíos de la educación: dónde estamos ubicados hoy en día,
cuáles son las problemáticas que tenemos que resolver. En el centro de todo esto, estaría el trabajo
en conjunto, el trabajo en red, el trabajo articulado, la capacidad de movilizar esta competencia en el
conjunto de los actores, lo más democráticamente posible. Aparecen así, algunas competencias
fuertes, como la comunicación, pero reforzada en función de la complejidad que supone comunicar;
el tema del liderazgo, que de alguna manera se relaciona con la comunicación, porque estamos
pensando en el liderazgo como la competencia que tiene la capacidad de movilizar cambios y
transformaciones, de poner la actualización en marcha, uniendo fines y objetivos con personas y
procesos. Es importante concebir el liderazgo como una resolución a las problemáticas, donde las
transformaciones o las reformas no deberían ser pensadas como recetas. Más bien, concebirlas
como una convocatoria a que los sujetos participen de ellas y de los cambios que es necesario llevar
adelante. Fundamentalmente, habilitando la necesidad de cambio reconociendo los puntos de
partida.
Por lo tanto, a mi me parece que un tema central de la gestión educativa y de la gestión escolar es
comprender, profundamente, los procesos de liderazgo. El liderazgo, claramente, es una
competencia que apunta a generar, a solventar, a dar sentido. Porque la práctica educativa, en su
sentido más amplio, es una práctica permanentemente histórica. Entonces, el sentido que teníamos
hace veinte años no alcanza ni resuelve los problemas de hoy, y el sujeto anda tratando de encontrar
el dónde está el norte, todo el tiempo. Cuando uno está tratando individualmente de encontrar el
norte, o el para qué, pierde mucha potencia profesional.
Hay un tema que es importante instalar. Quienes nos ocupamos de los temas de gestión debemos
tener como premisa básica el ser constructores de sentido todo el tiempo. Cada espacio de trabajo
que construyamos, cada proyecto, cada instancia de actualización, tiene que tener un sentido claro, y
ser capaz de multiplicarlo en las instituciones. ¿Cómo hacer para generar más y mejores
aprendizajes para todos los sujetos - los docentes, todos nosotros - que intervienen en los procesos
educativos?. Considero que el tema de recentrar el sistema en lo pedagógico es una de las
cuestiones más difíciles, porque cuando las organizaciones y las instituciones pierden el sentido,
siguen funcionando, pero lo hacen en procesos parciales, sobre logros parciales, sin un “para qué”
institucional.
Por lo tanto, la dificultad mayor que tenemos, uno de los principales desafíos para hacer una gestión
estratégica, es reinstalar lo pedagógico y el logro de aprendizajes en el sistema educativo. Ésta es
una cuestión bastante compleja cuando intensos períodos de sin sentido hacen que el sistema
asiente su hacer sobre algunas de las otras dimensiones, por ejemplo, la administrativa. Cuando
hablo de lo administrativo quiero ser cuidadosa: no es que sostenga que no tiene que existir, sino que
tiene que ser, en todo caso, la bisagra de lo pedagógico, que es lo central. Debe ser la bisagra
necesaria para una buena administración, de los datos, y todo aquel conocimiento que el propio
sistema genera. Nada podría ser de excelencia pedagógica si no llevamos registro de toda la
información administrativa necesaria. Pero es necesario volver a encontrarle los canales por donde
tiene que circular, quien se tiene que hacer cargo de esas cuestiones, y entonces, cómo hacer para
privilegiar que quienes se forman y deciden ser actores educativos puedan recuperar no sólo
espacio, sino también competencia para estar centrado en lo pedagógico.
En realidad, si nosotros unimos decisión con liderazgo y reflexión, además de estar haciendo ese
proceso, inevitablemente estamos trabajando sobre tres dimensiones del tiempo: el futuro inmediato,
que en general es para el que trabajamos, pero también estamos recuperando una idea de mediano
y largo plazo. Cuando hay gestión estratégica, hay pluralidad de tiempos en los que estamos
trabajando. Cuando trabajamos sin una clara concepción de gestión estratégica, normalmente
trabajamos para el futuro inmediato y para lo urgente. Y esto es una contradicción enorme dentro de
los sistemas educativos, porque no hay nada en educación que sólo contemple el futuro inmediato.
Es cierto que las acciones micro que todos encaramos permanentemente son para el futuro
inmediato, pero si aprendemos también a generar una red en la variable de tiempo, todo el esfuerzo
que hacemos se cae, porque toda acción educativa es siempre de mediano y largo plazo.
Entonces, a toda temática que tenga que ver con competencias hay que agregarle el tema del
tiempo. Y no solamente resolver el futuro inmediato, sino tener la habilidad, la capacidad, y la
competencia para anticipar que esa decisión que uno está tomando para el corto plazo se debe
articular con el mediano y largo plazo. Por que sino, lo que ocurre es que trabajamos mucho para
cosas que tienen períodos de duración cortos. Y, cuando esto sucede. La frustración es muy grande.
Un problema serio que tenemos los docentes es que siempre estamos luchando en el corto plazo.
Tenemos que aumentar nuestra competencia para trabajar en los distintos planos del tiempo. No
estamos teniendo en cuenta esta cuestión de las densidades del tiempo, que parece muy obvio, pero
que hace que acciones muy buenas queden perdidas en el tiempo. A muchas instituciones les
sucede que hacen una gran experiencia de renovación de sus prácticas pero queda perdida en el
tiempo, porque no está escrita, porque no se transmite, porque no se ha pensado como generar con
eso un impacto en otro espacio.
Yo creo que, más que cerrar respuestas a estas diversas problemáticas que tienen que ver con la
formación de directivos, vale la pena abrir preguntas ¿Cómo hacemos para pensar en la formación
de directivos?¿Cómo hacemos para resolver la formación de equipos directivos?¿Qué textura le
podemos dar a esa formación?¿Qué competencias estamos dispuestos o creemos necesario
habilitar? Porque, en realidad, las cuestiones de formación muy pocas veces vienen como demandas
armadas, más bien lo hacen como problemas a solucionar, como insatisfacción ante lo que hay y
uno, como gestor, es quien le da forma a la demanda. Y para poder construir a partir de una
insatisfacción una demanda hay que saber a dónde queremos llegar, qué queremos lograr como
horizonte futuro para poder definir cuál es la caja de formación, las herramientas básicas que vamos
a poner en marcha para poder distribuirlas y articularlas a lo largo del corto, mediano y largo plazo.
No hay mejor gestor estratégico que aquél que tiene muy claro lo que tendría que estar pasando ahí
adentro.
Tener la capacidad reflexiva de estar permanentemente observando lo que está sucediendo y que
posibilidades habría de mejorarlo no es una tarea sencilla.
Por ejemplo, uno siempre tiene la posibilidad de mejorar el sistema educativo en el próximo año
lectivo. Ahora, ¿cómo hacemos para habilitar en los equipos directivos, y de manera permanente,
una clara visión de lo que tendría que estar sucediendo? Las normativas fueron pensadas más para
el control, pero hoy en día tenemos que dar un salto en esa concepción. La normativa tiene que ser
un espacio de claro encuadre, pero a la vez un espacio de convocatoria y liderazgo. Es un rasgo que
no tienen las normativas reguladoras y controladoras. Dicen lo que no se puede hacer pero tendrían
que decir todo lo que habría que hacer. Están basadas en otro modelo.
Esto no quiere decir que un sistema tan amplio como el nuestro no deba tener cierta capacidad de
auditoría y control. Con tantos sujetos interviniendo, y sobre todo cuando se ha perdido mucho el
sentido, hay que revisar y modificar las prácticas ineficientes, malas, o sin sentido. Y muchas veces,
esto requiere, más que un espacio de orientación y liderazgo, claramente de auditoría y de revisión
de esas prácticas.
Ahora, el problema más serio que tenemos es que el control no alcanza; por más que sigamos
controlando, no habilitamos mejores prácticas. El control es básico y necesario en cuestiones muy
fundamentales, pero además de eso, el sistema requiere mucha capacidad de orientación, de
generar el futuro, de dibujar el futuro posible al que todos podamos contribuir; es decir, comunicación,
sentido. Si hay trabajo conjunto, vamos a requerir de habilidades para delegar y para asumir
delegaciones. Si hay trabajo conjunto, vamos a necesitar capacidad de acuerdo o negociación, para
aceptar que ciertas alternativas o resoluciones a algunos problemas no son únicas, y que, por lo
tanto, puede haber más de una visión. Si hay trabajo conjunto, y además estamos hablando de futuro
vamos a requerir de un replanteo acerca de cómo mirar ese futuro.
¿Cómo hacían las generaciones pasadas? Miraban el pasado, buscaban información del pasado, y
todo eso lo proyectaban hacia el futuro. El problema es que hoy el futuro está lleno de incertidumbres
y los elementos o pautas que utilizábamos en el pasado ya no alcanzan. Es por eso que aparece esa
competencia – y esa metodología, inclusive, para cuestiones muy complejas – que se llama
anticipación. No se trata sólo de la proyección del pasado, sino tratar de construir posibles escenarios
futuros – y digo posibles, porque no sabemos exactamente cómo van a ser -, y tratar de reconstruir
las estrategias de resolución de los problemas que no obturen a algunos de esos escenarios más
probables. No cerrarnos a ningún futuro posible.
Entonces, ¿cómo hacemos para generar en los equipos de gestores una visión clara del quehacer?
Muchos son los estudios e investigaciones que demuestran que una mayor profesionalización de los
equipos directivos colabora a que es institución pueda generar más y mejores aprendizajes.
Entonces, fíjense que estamos desplazando la responsabilidad a los equipos directivos, estamos
asumiendo como sistema educativo la necesidad de actualizar muy potentemente los saberes y
competencias que tiene esos actores. Y de eso ya no son sólo responsables ellos, individualmente,
sino lo somos como sistema. Esto es muy distinto a decir: “Que se arreglen como puedan”. No, el
tema es pensar juntos cómo hacemos para generar distintas redes de actualización, formación de
equipos que tendrían un rol protagónico en la tarea d elevar la calidad y promover la equidad dentro
de las instituciones.
Mi intención es que de estos encuentros salgamos haciéndonos preguntas alrededor de cómo
podríamos hacer para instalar, desarrollar y potenciar espacios de formación que potencien la
generación de competencias más perdurables, capaces de resolver las prácticas más complejas a las
que se ven sometidos los sistemas educativos hoy.
Muchas gracias.
De hecho, La dirección del proyecto implica adquirir una visión sistémica de la institución y del
proyecto en sí
Pero:
El plan es el parámetro técnico político dentro del cual se enmarcan los programas y los
proyectos que se derivan de él
Un plan, entonces, está constituido por un conjunto de programas donde se realizan distintos
proyectos
Si avanzamos en una imaginaria línea de concreción creciente, también debemos mencionar las
actividades y las tareas.
La actividad es el medio de intervención sobre la realidad, mediante la realización secuencial e
integrada de diversas acciones necesarias para alcanzar los objetivos o metas específicas de un
proyecto
Un pequeño ejemplo
Plan de Educación
Es aludir a la previsión, ordenamiento o premeditación que se hace para realizar algo, ejecutar
una obra u operación
Este modelo de gestión es proactivo, debido a que proyecta anticipadamente, previendo los
desafíos y escenarios en los que se desarrollará
los elementos esenciales que se requieren para crear son: un sistema de seguimiento para
la ejecución del proyecto y
¿Qué se espera obtener del proyecto en caso de qué tenga éxito? (objetivos)
¿Qué debe producir el proyecto para crear las condiciones básicas que permitan la consecución
del objetivo? (viabilidad del proyecto: recursos humanos, financieros y materiales)
¿Cuáles son los factores externos que deben existir para asegurar el éxito del proyecto? (pre-
requisitos)
Trabajo práctico:
Clima Institucional
Es el ambiente generado en una institución educativa a partir de las vivencias cotidianas de sus
miembros en la escuela.
cada docente,
directivo,
alumno y
El estilo de liderazgo es una de las más importantes ya que representan la personalidad de una
institución.
La percepción del medio por los miembros del centro constituye un indicador fundamental en la
aproximación al estudio del clima.
La Covivencia Escolar
Combinan
La obligatoriedad
Con lo cual debemos modificar los modelos mentales y las prácticas escolares
Docente: a partir del saber experto, que demuestra saber lo que enseña y cómo hacerlo,
mediante la presencia y la escucha
Plural
Democrática e
Inclusora
Por ende
Mediante
Garantizar la obligatoriedad
Respeto por las personas con las que se comparte la vida escolar (adultos y jóvenes)
Establece la previsión de las acciones que permitan a la Institución cumplir con los
objetivos propuestos.
Concretar directrices Institucionales, como una tarea logística que se realiza en función
de una estrategia.
la articulación de las acciones que se producen en general, y las del aula en particular.
la promoción y la innovación.
Los derechos de los docentes no son mayores ni más importantes que los de sus alumnos. Estos tienen
derecho a recibir una educación de calidad, para lo cual es necesario que exista una visión compartida
que permita definir criterios comunes.