La Ciencia Del Perdón

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La ciencia del perdón

En los finales de la década del 90 la


Fundación John Templeton comenzó a
subsidiar estudios independientes
sobre el perdón. Estos estudios
iniciaron una línea de investigación a la
se han ido sumando multitud de
profesionales e instituciones. Los
resultados comprueban altas
conexiones entre el perdón y la salud
física, mental y espiritual.
Uno de los trabajos que mayores
evidencias ofrece a la hora de vincular
el perdón y la salud es el llevado a cabo
por el doctor Frederick Luskin,
cofundador del Stanford Forgiveness
Project (programa de investigación y
enseñanza sobre el perdón
interpersonal), una de las conclusiones
de sus investigaciones es que el perdón
eleva el estado de ánimo y aumenta el
optimismo, mientras que no perdonar
está correlacionado con estados de
depresión, ansiedad y hostilidad.

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El perdón tiene un efecto positivo en el
cerebro. Reduce los estados de estrés
provocados por el rencor y la ira para
dar forma a una mente más relajada y
capaz de afrontar las dificultades que
aparezcan. En cambio, cuando no
perdonamos, liberamos los
neuroquímicos del estrés y la ansiedad:
adrenalina, cortisol y norepinefrina.;
nuestra presión arterial y nuestra
frecuencia cardíaca aumentan
dramáticamente, y con ello el riesgo de
sufrir enfermedades coronarias. La
tensión muscular y la actividad de las
glándulas sudoríparas se disparan. El
cerebro entra en lo que se conoce
como "la zona de no-pensamiento”, un
estado cognitivo en el que nuestras
facultades mentales se ven seriamente
limitadas: no podemos pensar con
claridad y al no hacerlo no pueden
encontrarse soluciones creativas a
nuestros problemas.
Al perdonar el cerebro pone en marcha
procesos de análisis, reflexión,
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regulación emocional y hasta de
planificación, deja de situarse la mirada
constantemente en el pasado, en lo ya
sucedido.
Beneficios a nivel neurológico del
perdón:
Se reduce el estrés, el malestar, la
angustia.
Se recuperan los mecanismos de
control cognitivo. La persona tiene un
mayor dominio sobre sus
pensamientos.
Se optimizan funciones ejecutivas
como la toma de perspectiva, la
atención, la capacidad para resolver
problemas, la memoria, la atención
selectiva, etc.

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