Este documento presenta las diez etapas en el desarrollo de un mensaje expositivo según Robinson, incluyendo la selección del pasaje, el estudio del pasaje, el descubrimiento de la idea exegética y su desarrollo, el análisis de la idea, la formulación de la idea homilética y la determinación del propósito del sermón.
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Este documento presenta las diez etapas en el desarrollo de un mensaje expositivo según Robinson, incluyendo la selección del pasaje, el estudio del pasaje, el descubrimiento de la idea exegética y su desarrollo, el análisis de la idea, la formulación de la idea homilética y la determinación del propósito del sermón.
Este documento presenta las diez etapas en el desarrollo de un mensaje expositivo según Robinson, incluyendo la selección del pasaje, el estudio del pasaje, el descubrimiento de la idea exegética y su desarrollo, el análisis de la idea, la formulación de la idea homilética y la determinación del propósito del sermón.
Este documento presenta las diez etapas en el desarrollo de un mensaje expositivo según Robinson, incluyendo la selección del pasaje, el estudio del pasaje, el descubrimiento de la idea exegética y su desarrollo, el análisis de la idea, la formulación de la idea homilética y la determinación del propósito del sermón.
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Trabajo Practico de Homilética
a). Enumere y explique brevemente las diez etapas en el desarrollo de
un mensaje expositivo que propone Robinson. b). Mencione a qué se refiere el autor con “déles vida a los huesos secos”, incluyendo las distintas estructuras de un sermón. c). Defina y destaque los elementos principales que menciona el autor respecto a la introducción y a la conclusión del mensaje.
a). ETAPA 1. Selección del pasaje.
Las primeras preguntas obvias que debe formularse el expositor son: ¿De qué voy a hablar? ¿De qué pasaje de las Escrituras extraigo mi sermón? La visión y la preocupación del predicador se verán reflejadas en la verdad bíblica que ofrezca a su gente. En este ministerio, el expositor sirve como constructor de puentes, esforzándose por vinculo la Palabra de Dios con las preocupaciones de los hombres y mujeres. Para ello el predicador debe pensar en tres factores: Primero, las unidades de pensamiento: Muchas veces, el predicador trabajará capítulo por capítulo, versículo por versículo, a través de los diferentes libros de la Biblia. Debe buscar las ideas del escritor bíblico para no tomar 10 o 15 versículos de manera independiente. Y el dividir las escrituras va a depender de que tipo de literatura sea (poética, narrativa, etc.) y también conocer el idioma para poder ver las alteraciones a la hora de la interpretación. Segundo, la longitud del sermón: Un segundo factor al elegir sobre qué predicar se relaciona con el tiempo. El ministro debe disertar su sermón en un número limitado de minutos. El expositor debe acabar el sermón a su tiempo, y cortarlo mientras lo estudia, no en el púlpito. Tercero, la exposición temática: el predicador comienza con un tema o un problema, y luego busca en los libros de la Biblia el o los pasajes relacionados con ello. Al tratar una doctrina bíblica, le será útil buscar material en una concordancia analítica o temática. Estudiar textos de teología también es valioso. Puede resultar más difícil hablar acerca de problemas personales. ETAPA 2. Estudio del pasaje. Antes que nada, el ministro debe relacionar todo pasaje particular de las Escrituras con el libro del que forma parte, en otras palabras, debe considerar el contexto del pasaje. Como ya sabemos, un texto fuera de su contexto es un pretexto. Así también, tener en cuenta y no dejar de lado que el pasaje no solo debe ser ubicado en el contexto más amplio del libro, también hay que relacionarlo con el inmediato. Después de ubicar el pasaje en su contexto, el exégeta debe analizar los detalles: la estructura, el vocabulario, y la gramática. Aquí resulta de gran valor cierto conocimiento de los idiomas originales griego y hebreo. Para el estudio de su texto, el ministro no debe investigar todo por su cuenta ya que cuenta con ciertos recursos que le ayudaran a la hora de su estudio. Por ejemplo: léxicos, las concordancias, libro de gramáticas, libro de estudio de palabras, diccionarios bíblicos, comentarios, diccionarios bíblicos, etc. ETAPA 3. Descubrimiento de idea exegética y su desarrollo. Al principio, el exégeta lee el pasaje y su contexto en español para comprender la idea del autor. Luego, a través del análisis, pone a prueba su impresión inicial examinando los detalles. Después de eso determina el tema o sujeto y el complemento, a la luz del estudio. A través del análisis y la síntesis, se preguntará: ¿De qué está hablando, exactamente, el escritor bíblico? El tema o sujeto: La determinación inicial del tema probablemente será muy amplia. Para reducirlo, pruébelo con una serie de preguntas definitorias: cómo, qué y por qué, cuándo, dónde y quién. Aplicar estas preguntas a su posible tema le ayudará a hacerlo más exacto. El complemento: Una vez aislado el tema, debe determinar el o los complementos que lo completan y le dan sentido. Al hacerlo, debe tener conciencia de la estructura del pasaje y distinguir entre las afirmaciones principales y las secundarias. El género literario: las Escrituras contienen varias formas literarias como parábolas, poesía, proverbios, oraciones, alegorías, historia, leyes, contratos, biografías, discursos, dramas, revelaciones, narraciones. Para comprender cualquiera de esas formas debemos tener conciencia de la clase de literatura que estamos leyendo y de las convenciones que le son exclusivas. No interpretemos los poemas como si fueran contratos legales. La parábola difiere significativamente de un relato histórico o una canción de amor. ETAPA 4. Análisis de la idea exegética. Para que el sermón sea dinámico y vivo, el predicador debe estar consciente de la manera en que se desarrolla la idea. Cuando alguien pronuncia una declaración afirmativa, solo se pueden hacer cuatro cosas para desarrollarla. Reafirmarla, explicarla, demostrarla o aplicarla. Nada más. Reconocer esto sencillamente abre el camino al desarrollo del sermón. Usando la reafirmación, el autor u orador simplemente afirma la idea con otras palabras para aclararla o grabarla en sus oyentes. Aunque la reafirmación ocupa mucho espacio en la comunicación escrita, y sobre todo en la oral, para el predicador que trata de convertir su idea exegética en un sermón, no es de vital importancia como método para desarrollarlo. Explicación, ¿Qué significa esto? Esta pregunta puede apuntar a diferentes blancos. Primero, cuando se refiere a la Biblia, pregunta: ¿Desarrolla, el autor del pasaje, su pensamiento principalmente a través de la explicación? Segundo, el desarrollo de la respuesta a ¿Qué significa esto? también puede sondear a la congregación. Ello implica varias formas. Si simplemente afirmo mi idea exegética, ¿respondería mi auditorio: ¿Qué quiere decir con eso? ¿Hay elementos en el pasaje bíblico que el escritor da por sentado, de los cuales mi auditorio requiere una explicación? Demostración, ¿Es verdad? Esta pregunta relativa al desarrollo se enfoca en la veracidad. Después que entendemos, o creemos entender, lo que significa una afirmación, muchas veces nos preguntamos: ¿Es verdad? ¿Realmente puedo creerlo? Exigimos demostraciones. Un impulso inicial de los que toman en serio la Biblia es ignorar esa pregunta y suponer que una idea debiera ser aceptada como verdadera solo porque viene de la Biblia. Pero la aceptación sicológica rara vez viene solamente por citar las Escrituras; también se debe ganar mediante es razonamiento, las demostraciones y los ejemplos. Ejemplo: y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados (Romanos 8.28). La mayoría de las personas recibe esa afirmación con gran asombro. ¿Es verdad?, ¿Podemos creerlo? ¿Y qué de la madre que fue atropellada por un vehículo que huyó, y que dejó viudo a su esposo y huérfanos a sus tres hijos?, ¿Y qué de esos padres cristianos a cuyo hijito de cuatro años le diagnosticaron leucemia?, ¿Cuán bueno es eso? Trabajar con este pasaje y no encarar preguntas tan desconcertantes como esas, es perder totalmente el auditorio. La congregación tiene el derecho de esperar que estemos conscientes al menos de los problemas, antes de pretender ofrecer soluciones. Que el expositor se abra paso en medio de las ideas en el bosquejo exegético y enfrente honestamente la pregunta: ¿Aceptaría mi auditorio esa afirmación como verdadera? Si no es así, ¿por qué? Aplicarlo, ¿Dónde esta la diferencia? La tercera pregunta relativa al desarrollo del sermón tiene que ver con la aplicación o utilidad del mismo. Aunque es esencial que el predicador explique la verdad de un pasaje, su sermón no termina hasta que lo relacione con la experiencia de sus oyentes. En definitiva, los oyentes esperan que el expositor responda a la pregunta: ¿Dónde está la diferencia? Algo básico a la aplicación adecuada es la exégesis correcta. No podemos decidir lo que significa para nosotros un pasaje a menos que hayamos determinado lo que el pasaje mismo quiere decir. Para esto, debemos sentarnos frente al escritor bíblico y tratar de entenderlo que quería transmitir a los lectores originales. Luego de comprender lo que pudo haber significado en sus propios términos y tiempo, podemos clarificar qué cambio debiera eso traer en la vida hoy día. A fin de aplicar el pasaje en forma correcta, tenemos que definir la situación en que fue dada originalmente la revelación, y luego decidir lo que el hombre o mujer actuales no comparten con los oyentes originales. Cuanto más estrecha sea la relación entre el hombre moderno y el bíblico, más directa será la aplicación. Para responder esta pregunta ¿dónde está la diferencia? Tenemos que tener en cuenta que la aplicación debe surgir del propósito teológico del escritor bíblico. El predicador necesita entender no solo lo que dice el pasaje, sino también aquellas preocupaciones que llevaron a escribirlo de esa manera. En consecuencia, su tarea exegética no está completa hasta que haya captado la intención teológica del texto. Hasta que no haga esto, no puede interpretar el pasaje, y puede llegar a hacerlo atrozmente atribuyéndole a sus palabras una intención muy diferente a la de su escritor. ETAPA 5. Formulación de la idea homilética. En esta etapa debe afirmar la idea central, en otras palabras, definir la idea exegética en una frase más exacta y memorable, de modo que se relacione tanto con la Biblia como con su auditorio. Lo que pensamos significa más que cualquier otra cosa para nuestra vida, más que nuestra posición social, más que nuestra fortuna, más que el lugar donde vivimos, más que lo que los demás piensan de nosotros. Si esas ideas se expresan en frases memorables, es más probable que las personas piensen los pensamientos de Dios, vivan, amen y elijan, basadas en conceptos bíblicos. El expositor no debe descuidar el impacto que produce una idea bien expresada. ETAPA 6. Determinación del propósito del sermón. El propósito señala lo que uno espera que ocurra en el oyente como resultado de la predicación del sermón. El propósito difiere de la idea del sermón. La idea afirma la verdad mientras que el propósito define lo que esa verdad debe lograr. Entonces, ¿Cómo determina el expositor el propósito de su sermón? Lo hace descubriendo el propósito que subyace en el pasaje del cual está predicando. Como parte de su exégesis debiera preguntarse: ¿Por qué escribió esto el escritor? ¿Qué efecto esperaba que tuviera en sus lectores? Ningún escritor bíblico tomó su pluma para anotar unas cuantas decisiones apropiadas sobre un tema religioso. Todos escribieron para afectar vidas. Así, el sermón expositivo encuentra su propósito alineado con los propósitos bíblicos. El expositor debe descubrir primero por qué un pasaje particular fue incluido en la Biblia, y con esto en mente, decidir qué es lo que Dios quiere lograr a través del sermón en los oyentes de hoy. ETAPA 7. Elección del método para lograr el propósito. Las ideas, básicamente, se desarrollan alineadas con los propósitos del sermón. Entonces al pensar en la idea exegética debo preguntarme ¿cómo debo tratar esa idea para cumplir con mi propósito? o ¿qué tipos de métodos elijo para lograr el propósito? Una idea a explicar, algunas veces, la idea debe ser explicada. Esto ocurre cuando el predicador quiere que su congregación entienda una doctrina de la Biblia. Una verdad correctamente comprendida lleva en sí su propia aplicación. Una clara explicación de un pasaje bíblico puede ser la contribución más importante que el expositor puede hacer en su sermón. Una proposición a comprobar, algunas veces, una idea no requiere explicación, sino prueba. Cuando este es el caso, la idea aparece en la introducción, pero como una proposición que el predicador va a defender. El desarrollo de este sermón demanda verificación: ¿Es cierto? ¿Por qué debiera creerlo? Dado que la postura del predicador se asemeja a la de uno que debate, los puntos se transforman en razones o pruebas a favor de su idea. Un principio para aplicar, en este tipo de sermón, el expositor establece un principio bíblico, ya sea en su introducción como en su primer punto principal, y en el resto de su mensaje explora las implicaciones de ese principio. Un tema a completar, este modelo presenta solo el tema en la introducción no la idea entera, y los puntos principales lo completan. Sin duda, este tipo de desarrollo que completa el tema es el más común; por eso atrae a muchos predicadores que casi nunca lo varían. Una historia para contar, los sermones también comunican ideas si el expositor relata una historia bíblica con creatividad e imaginación. Desafortunadamente, debido a cierto razonamiento tortuoso nos hemos persuadido de que las historias son para los niños y que los adultos obtienen sus principios directamente, sin ningún matiz azucarado. Deberíamos revisar y aumentar las calificaciones que les asignamos a las historias si observamos cuánto nos impactan a todos. Todos estamos persuadidos de que las películas, sean verdaderas o falsas nos atrapan de manera atroz, de manera que hasta moldean nuestros valores. Entonces, cualquiera que ame las Escrituras debe valorar la historia, porque aparte de todo, la Biblia es un libro de relatos. ETAPA 8. Bosquejo del sermón. Después de decidir como desarrollar la idea para cumplir con su propósito, debemos bosquejar el sermón. El predicador, una vez que deriva un concepto de la información bíblica y la necesidad de la audiencia, debe trazar un plano: el bosquejo de su sermón. Aunque el contenido puede existir sin cierta forma, la estructura le da al sermón un aspecto de orden, unidad y progreso. En verdad, ningún sermón ha fallado jamás porque poseyera un bosquejo fuerte. El bosquejo cumple por lo menos con cuatro propósitos. Primero, clarifica a la vista y mente del orador las relaciones entre las partes del sermón. Segundo, el orador tiene una visión de su sermón como un todo y por eso realza su sentido de unidad. Además, el bosquejo cristaliza el orden de las ideas de manera que el oyente las reciba en una secuencia apropiada. Por último, el predicador reconoce las partes del bosquejo que requieren material adicional que sirva de fundamento para desarrollar sus puntos. Los bosquejos casi siempre consisten de una introducción, un cuerpo y una conclusión. Las introducciones (que se discutirán en mayor detalle) presentan el tema, la idea o el primer punto del sermón. Después, el cuerpo elabora la idea. La conclusión (que también se tratará luego) se concentra en la idea y termina el sermón. Dado que cada punto en el bosquejo representa una idea, esta debe expresarse en una oración gramaticalmente completa. Cuando aparecen palabras o frases como puntos, resultan engañosas porque son incompletas o vaga. Cada punto debería ser una afirmación, no una pregunta. Estas no muestran relaciones, porque no son ideas. Los puntos en el bosquejo deberían responder preguntas, no formularlas. ETAPA 9. Desarrollo del bosquejo. La audiencia no responde a ideas abstractas, ni nadie se mueve a la acción con solo leer un bosquejo. Si este no se desarrolla, los oyentes no captarán su sentido y seguirán sin convencerse. Por ende, en esta etapa debemos llenar el bosquejo con material de apoyo que explique, demuestre o amplie los puntos. La reafirmación: usa el principio de la repetición para afirmar una idea. Esto tiene dos propósitos básicos: aporta claridad, y graba la verdad en el oyente. Los oyentes, a diferencia de los lectores, tienen que captarlo que se dice, en el momento en que se lo dicen. No pueden volver atrás y escucharlo nuevamente. Si no nos entienden la primera vez, tenemos que volver a decirlo para hacernos entender. Explicación y definición: la definición establece límites. Determina lo que se debe, incluir y excluir en un término o una declaración. La explicación también pone límites, pero lo puede hacer ampliando las ideas para relacionarlas unas con otras o con lo que la idea implica. Información objetiva: los hechos consisten en observaciones, ejemplos, estadísticas y otros datos que se pueden verificar independientemente del expositor. El expositor, como cualquier orador honrado, tiene que conocer los hechos que maneja y estar seguro de su validez. Citas: introducimos citas para apoyar o extender una idea por dos razones: por la impresión que causamos y por la autoridad que nos da. Cuando descubrimos que alguien la expresa mejor que nosotros, usamos sus palabras. Narración: la narrativa de un sermón también describe los individuos y los hechos contenidos en el registro bíblico. Cada pasaje tiene sus personajes; unas veces ríen, maldicen, oran, y otras están ocultos, por lo que debemos buscarlos. Sin embargo, en todo versículo siempre hay uno que escribe y otro que lee. La narración puede proporcionar el trasfondo de un sermón completando la historia, el escenario, las personas involucradas, etc. Ilustraciones: una manera de anclar en tierra nuestros sermones reside en el uso de las ilustraciones. Las que se eligen bien y se usan con habilidad, reafirman, verifican o emplean las ideas, relacionándolas con experiencias tangibles. Las ilustraciones también dan más credibilidad a la verdad. Por supuesto, en sentido lógico los ejemplos no pueden convertirse en demostraciones, pero sicológicamente operan junto con los argumentos para lograr la aceptación. ETAPA 10. Preparación de la introducción y la conclusión. La introducción le presenta a la congregación la idea y su desarrollo. Las características de las introducciones eficaces surgirán del propósito. El propósito de la conclusión es como lo expresa la propia palabra concluir, no simplemente parar. Debe ser más que un medio para salir de una situación. Tiene que ser más que pedirle a la congregación que se incline en oración para que el predicador pueda escaparse del púlpito sin que lo vean. Tiene que concluir, y producir una sensación de finalidad. El resumen, el predicador, en muchas conclusiones, regresa a reafirmar los puntos que trató en el cuerpo del mensaje. El resumen ata los cabos sueltos. Nunca debe ser una segunda predicación del sermón. b) El autor se refiere con “deles vida a los huesos secos” haciendo referencia a que los bosquejos son el esqueleto o los huesos, y que, si se presenta, así como así de manera pública, se vería de manera pobre o como que le falta alimento. Por ende, se le debe ocultar cubriéndolo de carne, ¿Cómo? A través de reafirmaciones, ilustraciones, con explicaciones que ayuden a florecer al bosquejo. Así, como dice el autor: “el material de apoyo es al bosquejo lo que la piel a los huesos o las paredes a la estructura de una casa”. Y en este sentido, le estaríamos dando vida al bosquejo, vida a los huesos secos. c) Introducción: La introducción debe captar la atención ya que es probable que los oyentes de por si estén un poco aburridos y abriguen la sospecha de que el predicador empeorará las cosas. Las palabras de apertura de un sermón no tienen que ser dramáticas; tampoco necesitan ser sencillas, pero deben captar la mente de los oyentes para forzarla a escuchar. Si el predicador no capta la atención en los primeros segundos, probablemente nunca lo haga. Una introducción eficaz también hace emerger las necesidades. El predicador tiene que saber convertir la atención involuntaria en interés espontáneo, para que las personas no solo escuchen por obligación, sino porque quieren oír. Las introducciones deben orientar a la congregación hacia el cuerpo del sermón y su desarrollo. La introducción debe presentar el asunto a tratar. Tiene que introducir el tema del sermón en esencia, para que nadie tenga que andar adivinando de qué va a hablar el predicador. Conclusión: Una ilustración que resuma la idea o que muestre la forma en que opera en la vida, agrega impacto a la conclusión. La ilustración debe dar exactamente en el blanco para que los oyentes capten el sentido en un segundo, sin necesidad de explicación. Una cita bien escogida para la conclusión, a veces expresa la idea del sermón en palabras más fuertes y vívidas que las que el predicador mismo pueda encontrar. Una pregunta apropiada, o incluso una serie de ellas, pueden concluir un sermón con eficiencia. La oración es una buena conclusión solo cuando es un pedido honesto y no un medio de resumir el sermón o de expresar una aplicación indirecta para la congregación. Instrucciones específicas, ¿Qué pueden hacer las personas el lunes para actuar en el mundo según el sermón del domingo? La conclusión puede responder a esa pregunta, y si el predicador no la enfrenta con la congregación, tal vez quede sin responder. La visualización proyecta una congregación futura y esboza una situación probable en las que puedan usar lo aprendido. La visualización tiene que ser lo suficientemente probable como para que cualquiera pueda imaginarse a sí mismo en la situación, antes de que realmente ocurra