Eric Hobsbawn - El Sentido Del Pasado

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ERIC HOBSBAWM

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SOBRE
LA HISTORIA

CRÍTICA
GRIJALBO MONDADORI
BARCELONA
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I auae'jn:
PREFACIO

Los historiadores de mentalidad menos filosófica difícilmente pueden evi­


tar las reflexiones generales sobre su disciplina. Incluso cuando les es posi­
ble evitarlas. tal vez no se sientan estimulados a ello, ya que la demanda de
conferencias y simposios, que tiende a crecer a medida que el historiador
envejece, se satisface más fácilmente por medio de generalidades que de in­
vestigación real. En todo caso, en la actualidad el interés se decanta hacia
las cuestiones conceptuales y metodológicas de la historia. Teóricos de toda
clase dan vueltas alrededor de los mansos rebaños de historiadores que pa­
cen en los ricos pastos de sus fuentes primarias o rumian las publicaciones
de sus colegas. A veces hasta los menos combativos se sienten impulsados
a hacer frente a sus atacantes. No quiero decir que los historiadores, entre
ellos quien esto escribe, carezcan de espíritu combativo, al menos cuando se
ocupan de lo que escriben los demás historiadores. Algunas de las polémi­
cas académicas más espectaculares han tenido por escenario los campos de
batalla de los historiadores. Así que no es extraño que alguien que lleva cin­
cuenta años en este ramo haya producido las reflexiones sobre su disciplina
que ahora se reúnen en esta recopilación de ensayos.
Si bien varios de ellos son breves y poco sistemáticos -los límites de lo
Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del copyright, bajo
las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier
que se puede decir en una conferencia de cincuenta minutos se notan en la
medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribu­ mayoría de ellos-, no dejan de ser intentos de resolver una serie coherente
ción de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo públicos. de problemas. Éstos son de tres clases que se solapan unas con otras. En
primer lugar; me ocupo de los usos y los abusos de la historia tanto en la so­
Título original: ciedad como en la política, así como de la comprensión y -al menos así lo
ON HISTORY
Weidenfeld and Nicolson, Londres espero-la reestructuración del mundo. Dicho de modo más específico, exa­
mino el valor que tiene la historia para otras disciplinas, especialmente para
Traducción castellana de lORD! BELTRAN y JOSEFINA RUIZ las ciencias sociales. En cierto modo, estos ensayos son, por así decirlo,
Revisión de ELENA GRAU mOSCA anuncios de mi oficio. En segundo lugar; hablo de lo que ha sucedido entre
Cubierta: loan Batallé
los historiadores y otros eruditos que investigan el pasado. Entre ellos hay
Ilustración de la cubierta: Kurt Schwitters, Siegbild (c. 1920) (© VEGAP, 1998) tanto estudios y evaluaciones críticas de varias tendencias y modas históri­
© 1997: E. l. Hobsbawm cas como intervenciones en debates sobre, por ejemplo, el posmodernismo y
© 1998 de la traducción castellana para España y América: la cliometría. En tercer lugar; los ensayos tratan del tipo de historia que yo
CRÍTICA (Grijalbo Mondadori, S. A.), Aragó, 385.08013 Barcelona
cultivo, es decir; de los problemas fundamentales a los que deberían hacer
ISBN: 84-7423-846-3
Depósito legal: B. 8.11\-1998 frente todos los historiadores serios, de la interpretación histórica que más
Impreso en España útil me ha sido al hacerles frente, y también de cómo en la historia que he
1998. - HUROPE. S. L., Lima. 3 bis, 08030 Barcelona
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22 SOBRE LA HISTORIA

diseñada para ellos, no para los ricos, los inteligentes, los excepcionales, aun­
que esa sociedad en la que valga la pena vivir deba reservar un espacio y un
margen de acción para dichas minorías. Sin embargo, el mundo no ha sido
creado para nuestro disfrute personal ni hemos venido a él por tal motivo.
Un mundo que pretenda que esa es su razón de ser no es un buen mundo ni
debería ser un mundo perdurable.

2. EL SENTIDO DEL PASADO

En los siguientes capítulos se intenta dar una idea general de las relaciones exis­
tentes entre el pasado, el presente y el futuro, que constituyen el verdadero objeto
de estudio del historiador. El presente capítulo se basa en la ponencia que sirvió de
apertura a la conferencia sobre «El sentido del pasado y la historia» organizada
en 1970 por la revista Past and Prcsent y que apareció en el número 55 de dicha pu­
blicación (mayo de 1972) COIl el título de «The Social Function of the Past: Some
Questions».

Todos los seres humanos somos conscientes de la existencia del pasado


(definido como el período que precede a los acontecimientos que han que­
dado directamente registrados en la memoria de cualquier individuo) como
resultado de compartir la vida con personas que nos superan en edad. Todas
las sociedades susceptibles de convertirse en centro de interés del historiador
tienen un pasado, ya que incluso los habitantes de las colonias más innova­
doras proceden de sociedades con una larga historia a sus espaldas. Ser
miembro de cualquier comunidad humana significa adoptar una posición res­
pecto al propio (a su) pasado, aunque ésta sea de rechazo. El pasado es, por
tanto, una dimensión permanente de la conciencia humana, un componente
obligado de las instituciones, valores y demás elementos constitutivos de la
sociedad humana. A los historiadores se les plantea el problema de cómo
analizar la naturaleza de este «sentido del pasado» en la sociedad y cómo des­
cribir sus cambios y transformaciones.

Durante la mayor parte de la historia nos encontramos con sociedades y


comunidades para las cuales el pasado es básicamente un modelo para el pre­
sente. Según dicha teoría, cada generación copia y reproduce a la que le prece­
dió con la máxima fidelidad posible y se considera fracasada si no alcanza
su objetivo. Por supuesto, un predominio absoluto del pasado implicaría la
exclusión de todos aquellos cambios e innovaciones que es de esperar se pro­
dujesen y es poco probable que exista una sociedad humana que no recono­
ciera la presencia de ninguna innovación. Hay dos formas en que esto puede
EL SENTIDO DEL PASADO 25
24 SOBRE LA HISTORIA
venta de caballos. ya que, al menos en teoría, siguen creyendo que el noma­
ocurrir. En primer lugar, está claro que lo que oficialmente se conoce como dismo es el único modo de vida aceptable. Los estudiosos del proceso de
«pasado» consiste y es obligado que consista en un selecto surtido elabora­ «modernización» que ha tenido lugar en la India del siglo xx han investiga­
do a partir del infinito número de cosas que se recuerdan o pueden recordar­ do las diferentes maneras que tienen los poderosos regímenes tradicionales
se. Naturalmente, el alcance de este ~~oci~ formalizado depende de de extenderse o modificarse, tanto de un modo deliberado como en la prác­
las circunstancias, aunque siempre habrá en éíiñtersoCios;es-decir, asuntos tica, sin que oficialmente ello les cause graves trastornos internos, es decir,
que no forman parte del sistema de historia consciente al que los hombres in­ de forma que se pueda reformular la innovación como no innovación.
corporan, de un modo u otro, aquellos elementos de su sociedad que consi­ En tales sociedades también es posible la innovación radical y conscien­
deran importantes. La innovación puede surgir en estos intersticios, ya que te, aunque tal vez sea necesario matizar que sólo existe un número muy li­
no tiene un efecto inmediato en la sociedad ni topa automáticamente con la mitado de formas de poder legitimarla. Se la puede disfrazar de regreso o re­
barrera del «así no es cómo siempre se han hecho las cosas». Por consi­ descubrimiento de una determinada época del pasado que ha sido dejada de
guiente, sería interesante preguntarse qué tipo de actividades suelen recibir lado o relegada al olvido por equivocación, o inventando para ello un principio
un trato relativamente más flexible, y diferenciarlas de las que en un mo­ antihistérico dotado de una fuerza moral superior que exija la destrucción del
mento determinado parecen ser irrelevantes y es posible que tiempo después continuum presente/pasado, como pueda ser, por ejemplo, una revelación de
resulten no serlo. Se podría sugerir que, en igualdad de condiciones, la tec­ tipo religioso o una profecía. No está claro que, en tales circunstancias, in­
nología, en el amplio sentido de la palabra, pertenece al sector flexible, y la cluso los principios antihistóricos no necesiten apelar para nada al pasado; es
organización social y la ideología o el sistema de valores, al inflexible. Sin decir, que los «nuevos» principios no resulten ser a veces -¿o siempre?­
embargo, en ausencia de estudios históricos comparativos, la cuestión habrá una versión actualizada de las «viejas» profecías o de una «antigua» clase de
de permanecer abierta. Por supuesto, hay numerosas sociedades ancladas en profecías. Los historiadores y los antropólogos se encuentran con la dificul­
la tradición y apegadas a los ritos que en el pasado han aceptado la intro­ tad de que, siempre que se ha observado o descrito alguno de estos casos ru­
ducción más o menos repentina de nuevos cultivos, nuevos medios de loco­ dimentarios de legitimación de las innovaciones sociales más importantes, ha
moción (como ocurrió con los caballos en el caso de los indios de Norte­ sido cuando las sociedades tradicionales se hallan inmersas en un proceso
américa) y nuevas armas, sin tener la sensación de haber alterado el modelo más o menos drástico de transformación social. En otras palabras: cuando el
heredado del pasado. Por otro lado, lo más probable es que existan otras. to­ rígido marco normativo del pasado se ve sometido a una presión límite y tal
davía no lo suficientemente investigadas, que incluso hayan opuesto resis­ vez, como consecuencia, sea incapaz de funcionar de un modo «adecuado».
tencia a tales innovaciones. Aunque el cambio y la innovación generados por la imposición y la impor­
Sin duda, el «pasado social formalizado» es más rígido. puesto que esta­ tación de modelos procedentes del exterior sin conexión aparente con las
blece el modelo que deberá aplicarse en el presente y suele ser el tribunal de fuerzas sociales internas no tiene por qué afectar al sistema ideológico que
apelación ante el que se dirimen los conflictos e incertidumbres de la actua­ una comunidad ha creado en torno al concepto de «novedad» -puesto que el
lidad: ley equivale a costumbre, que es la sabiduría de la edad en las socie­ problema de su legitimidad se resuelve planteándolo como un caso de fuer­
dades analfabetas. Los documentos en que se conserva dicho pasado, y que za mayor-, en tales circunstancias, incluso la sociedad más tradicional se
de ese modo adquieren una cierta autoridad espiritual, cumplen la misma verá obligada a aceptar la innovación circundante que amenaza con invadir­
función en las sociedades cultas y en las que lo son tan sólo en parte. Es la. Naturalmente, puede optar por rechazarla in toto y aislarse, pero son con­
posible que una comunidad de indios americanos reivindique el derecho a tados los casos en que esta solución resulta viable durante largos períodos
la propiedad de unas tierras comunales sobre la base de una posesión que de tiempo.
data de tiempos inmemoriales o del recuerdo de una posesión que tuvo lugar Por lo general, la creencia de que el presente debe reproducir el pasado
en el pasado (y que con toda probabilidad pasaba de una generación a otra se traduce en un proceso de cambio histórico de ritmo bastante lento, ya que,
de un modo sistemático) o de determinados fueros o decisiones legales que de lo contrario, ni sería realista ni lo parecería, excepto a costa de un enor­
se remontan a la era colonial y que se han conservado con lodo cuidado: am­ me esfuerzo social y de la clase de aislamiento al que antes nos hemos refe­
bos poseen gran valor como documentos en que quedó registrado un pasado rido (como les OCUlTe a los amish y a otras sectas que actualmente existen en
que se considera como la norma por la que se rige el presente. los Estados Unidos). Mientras sea posible asimilar el cambio -demográfi­
Esto no excluye cierta flexibilidad o incluso un determinado grado de in­ co, tecnológico o de cualquier otro tipo- de una forma gradual, incremen­
novación de jacto, en tanto en cuanto el nuevo vino pueda verterse en los tándolo poco a poco, por así decirlo, el pasado social oficialmente aceptado
que, al menos desde un punto de vista formal, continúan siendo los antiguos estará capacitado para asimilarlo bajo la forma de una historia convertida en
recipientes. Según parece, los gitanos consideran el negocio de compraventa mito y quizás también en ritual, bien sea mediante una modificación tácita
de coches usados una ampliación más que aceptable del negocio de compra-
26 SOBRE LA HISTORIA
EL SENTIDO DEL PASADO 27
del sistema de creencias, bien «ampliando» el marco ideológico, o de cual­
quier otro modo. De esta forma es posible absorber hasta las medidas trans­ seguimos ni se espera que lo hagamos. Esto significa que ha tenido lugar una
formadoras más drásticas, aunque tal vez a un precio psicosocial muy ele­ transformación radical en el propio pasado, que se convierte -y debe con­
vado, como fue el caso de la conversión al catolicismo que los españoles vertirse- en una máscara de la innovación, puesto que su misión ya no
impusieron a los indios tras la conquista de América. De no ser así, habría consiste en expresar la repetición de lo acaecido con anterioridad, sino de­
sido imposible que se produjera tal cúmulo de cambios históricos en todas terminadas acciones que, por definición, son diferentes de las que se produ­
las sociedades conocidas, sin destruir la fuerza de esta especie de tradiciona­ jeron en otra época. Incluso si el intento de dar marcha atrás se llevara a cabo
lismo normativo. A pesar de todo, este tradicionalismo dominó la sociedad al pie de la letra, las cosas nunca volverían a ser como en los viejos tiempos;
rural delos siglos XIX y XX, aunque, es obvio que, incluso entre los campe­ como mucho, se lograría rescatar algunos de los elementos que integraron el
sinos búlgaros de 1850, aquello de «siempre se ha hecho así» debió de ser sistema formal del pasado consciente que en ese momento serían muy dis­
muy diferente de lo que fue allá por 1150. La idea de que la «sociedad tra­ tintos desde un punto de vista funcional. Buen ejemplo de ello es el ambi­
dicional» es estática e inmutable es un mito creado por una ciencia social de cioso intento de Zapata de reproducir la sociedad campesina de Morelos
escaso vuelo. Sin embargo, si la transformación no alcanza cierto nivel, la (México) tal como había sido cuarenta años antes con el fin de borrar de
sociedad puede seguir siendo «tradicional»: el molde del pasado continúa golpe la era de Porfirio Díaz y regresar al statu qua ante. En primer lugar,
dando forma al presente, o, al menos, es lo que se espera que haga. no consiguió reconstruir el pasado en el sentido literal de la palabra, ya que
Hay que reconocer que, independientemente de cuál sea su importancia ello suponía en mayor o menor medida reconstruir algo de lo que no se tenía
numérica, el hecho de centrar la atención en el campesinado tradicional su­ un conocimiento preciso ni objetivo (por ejemplo, los límites exactos de las
pone utilizar un argumento un tanto tendencioso. En muchos sentidos, estos tierras comunales que se disputaban varias comunidades), por no mencionar
campesinados sólo constituyen una parte de un sistema socioeconómico e in­ la construcción de lo que «tendría que haber sido» y, por lo tanto, de lo que
cluso político más amplio en cuyo interior tienen lugar una serie de cambios se creía, o cuando menos se imaginaba, que había existido realmente. En se­
que no se ven influidos por la versión campesina de la tradición, o bien se gundo lugar, la tan odiada innovación no era un simple cuerpo extraño que
producen dentro del marco de un sistema de tradiciones dotado de una ma­ hubiera logrado penetrar en el organismo social como si se tratara de una
yor flexibilidad, como por ejemplo el contexto urbano. Mientras las trans­ bala alojada en la carne que se pudiese extraer quirúrgicamente para dejar al
formaciones que afectan a algunas partes del sistema no modifiquen las ins­ organismo en las mismas condiciones de antes. Representaba un aspecto del
tituciones y relaciones internas de una manera que no haya sido prevista en cambio social que no se podía aislar de los demás y que, en consecuencia,
el pasado, nada se opone a que se produzcan rápidamente una serie de cam­ sólo se podía eliminar realizando transformaciones más profundas que la
bios aislados. Puede que incluso pasen a formar parte de un sistema de creen­ operación prevista. En tercer lugar, de forma casi inevitable, el simple es­
cias estable. Los campesinos moverán la cabeza en sentido negativo mientras fuerzo social que suponía volver atrás en el tiempo puso en marcha una serie
contemplan con suficiencia a los habitantes de las ciudades, quienes, como de fuerzas que tuvieron consecuencias aún más trascendentales: los cam­
todo el mundo sabe, «siempre andan buscando algo nuevo»; y los respetables pesinos armados de Morelos se convirtieron en un elemento revolucionario
ciudadanos harán lo mismo con la nobleza de la corte, consagrada a una fe­ fuera de su estado, aunque sus objetivos tenían un alcance local o, como mu­
bril invención de una serie de modas, a cual más efímera e inmoral que la cho, regional. En tales circunstancias, la reconstrucción se transformó en una
anterior. El predominio del pasado no equivale necesariamente a una imagen revolución social. Dentro de las fronteras del estado (al menos mientras el
de inmovilidad social. Es compatible con períodos de cambio histórico de poder siguió en manos de los campesinos), lo más probable es que consi­
carácter cíclico, y, por supuesto, con el retroceso y con la catástrofe (o, lo guiera que las manecillas del reloj retrocedieran más allá de donde realmen­
que es lo mismo, con el fracaso del intento de reproducir el pasado). Con te se encontraban en el decenio de 1870, al cortar los vínculos de unión con
lo que resulta incompatible es con la idea de un progreso ininterrumpido. una economía de mercado más amplia que existía incluso por aquel entonces.
Si se contempla la revolución mexicana desde una perspectiva nacional, la
principal consecuencia del intento zapatista fue dar lugar a un México nuevo,
II sin ningún precedente histórico conocido. I
Aun admitiendo la imposibilidad de que los esfuerzos por recuperar un
Cuando el cambio social acelera o transforma la .sociedad más allá de pasado perdido triunfen al pie de la letra, salvo en sus modalidades menos
cierto punto, el pasado debe dejar de ser el patrón sobre el que se traza el significativas (como la restauración de edificios en ruinas), continuará ha­
presente para pasar a ser como máximo un modelo de referencia. «Tendría­ biendo intentos encaminados a tal fin que por lo general serán muy selecti­
mos que recuperar las costumbres de nuestros antepasados» cuando ya no las vos. (El caso de una región agrícola atrasada que intente reconstruir todo
aquello de lo que se tiene memoria no presenta el menor interés desde el
28 SOBRE LA HISTORIA EL SENTIDO DEL PASADO 29

punto de vista de un análisis comparativo.) ¿En qué aspectos del pasado se Sin embargo, lo más probable es que, tarde o temprano, se llegue a un
acabará proyectando el esfuerzo restaurador? Es probable que los historiadores punto en que el pasado no sólo ya no pueda reproducirse de un modo literal,
hayan reparado en la frecuencia con que se producen ciertos llamamientos en sino ni siquiera reconstruirse de una forma parcial. Una vez alcanzado este
favor de la vuelta al pasado: a favor de las antiguas leyes, la vieja moralidad, punto, el pasado se convierte en algo tan alejado de la realidad tangible, e in­
la religión de otras épocas, por mencionar unos cuantos, y puede que les tien­ cluso de la recordada, que es posible que al final quede reducido a un mero
te la idea de generalizar a partir de estos hechos. Sin embargo, antes de ha­ lenguaje para definir en términos históricos ciertas aspiraciones que existen
cerlo, tal vez sería aconsejable que sistematizasen sus propias observaciones en el mundo actual y que no necesariamente son conservadoras. Los anglo­
y buscasen una posible orientación en las obras de los antropólogos sociales y sajones libres anteriores al yugo normando o la feliz Inglaterra" de la época
otros científicos cuyas teorías pueden estar muy relacionadas con el tema. Por previa a la Reforma son ejemplos conocidos. Como también lo es, por citar un
otra parte, antes de adoptar un enfoque excesivamente superestructural, tal vez caso contemporáneo, la metáfora de «Carlomagno», que desde Napoleón 1,
recuerden que no es la primera vez que se intenta restaurar una estructura eco­ se ha venido empleando para tratar de difundir distintas modalidades de uni­
nómica en desuso o a punto de extinguirse. Aunque en la Gran Bretaña del si­ dad europea de tipo parcial, ya sea mediante un proceso federativo o a través
glo XIX la esperanza de regresar a una economía de pequeños propietarios cam­ de una conquista llevada a cabo por el bando francés o el alemán, y que a to­
pesinos no pasara de ser una escena bucólica soñada por los habitantes de las das luces no tiene por objeto la recreación de nada que se parezca siquiera
grandes ciudades (deseo que, al menos al principio, no compartían los verda­ remotamente a la Europa de los siglos VIlI Y IX. En este punto (Jo crean o no
deros jornaleros sin tierra), constituía no obstante un elemento esencial de la sus defensores) es donde la exigencia de recuperar o recrear un pasado tan
propaganda radical y uno de los que se reivindicaban con mayor insistencia. lejano que su relación con el presente es mínima puede equivaler a una total
Sin embargo, aun a falta de un modelo general que resulte útil para ex­ innovación, y donde existe la posibilidad de que el pasado que así se invoca
plicar esta reimplantación selectiva, habría que hacer una distinción entre los se convierta en un artificio o, para expresarlo en términos menos halagüeños,
intentos de este tipo que se quedaron en un mero plano simbólico y los que en una mentira. El nombre «Ghana» transfiere la historia de una parte de
efectivamente se llevaron a cabo. Los llamamientos a la recuperación de una África a otra muy distante geográficamente hablando y totalmente diferente
antigua moral o religión siempre se efectúan con la intención de obtener re­ desde un punto de vista histórico. En la práctica, la demanda sionista de re­
sultados tangibles. Si tienen éxito, en principio ninguna chica mantendrá rela­ gresar al pasado anterior a la diáspora en la tierra de Israel representaba la ne­
ciones sexuales antes del matrimonio o todo el mundo asistirá a misa, por po­ gación de la verdadera historia del pueblo judío durante más de 2.000 años.'
ner un ejemplo. Por el contrario, aun admitiendo el componente estético pre­ Aunque estamos bastante familiarizados con la historia inventada, ten­
sente en él, el deseo de reconstruir con toda exactitud la fábrica de Varsovia dríamos que distinguir entre los usos retóricos o analíticos de la misma y los
destruida por las bombas tras el fin de la segunda guerra mundial o, a la in­ que llevan implícitos algún tipo concreto y genuino de «restauración». Entre
versa, el de derribar determinados testimonios que dan prueba de un proceso los siglos XVII Y XtX, los radicales ingleses no tenían ninguna intención de
renovador como el monumento a Stalin en Praga, es puramente simbólico. Se volver a la sociedad anterior a la conquista; para ellos, el «yugo» normando
podría pensar que ello se debe a que lo que en realidad la gente quiere re­ era ante todo un recurso explicativo, los «anglosajones libres» eran con mucho
construir es demasiado vasto e indefinido para conseguir devolverlo a la vida una analogía o la búsqueda de una genealogía, como se verá más adelante.
gracias a una serie de acciones restauradoras concretas: este es el caso, por Por otra parte, los movimientos nacionalistas modernos, a los que, siguiendo
ejemplo, de la «grandeza» o la «libertad» de épocas pasadas. La relación que a Renan, definiríamos como movimientos que se olvidan de la historia o, me­
existe entre la restauración real y la simbólica puede llegar a ser verdadera­ jor dicho, que la malinterpretan, porque, desde el punto de vista de la histo­
mente compleja y hasta es posible que ambos elementos se den al mismo ria, sus objetivos no tienen precedentes, a pesar de todo insisten en definirse
tiempo. Para justificar la reconstrucción del edilicio del parlamento en la que en mayor o menor medida en términos históricos y de hecho hasta tratan de
Winston Churchill tanto insistía podrían aducirse motivos de eficacia, es de­ hacer realidad algunas partes de esa historia ficticia. Como es lógico, esto es
cir, que el mantenimiento de un diseño arquitectónico favorecía un modelo aplicable sobre todo a la definición del territorio nacional, o para ser más
muy concreto de política, debate y ambiente parlamentarios que resultaban exactos, a las reivindicaciones territoriales, aunque existen varias formas
esenciales para el funcionamiento del sistema político británico. No obstan­ cuyo deliberado arcaísmo es de sobras conocido y que van desde los neo­
te, como ya sucediera con la elección del estilo neogótico para los edificios, druidas galeses a la adopción del hebreo como lengua secular hablada y a los
también parece indicar la presencia de un importante componente simbólico, Ordensburgen de la Alemania nacionalsocialista, Insisto en que ninguno de
tal vez incluso de una forma de magia que, a través de la recuperación de una ellos puede considerarse en modo alguno una «reconstrucción», o incluso un
parte pequeña aunque emocionalmente muy significativa de ese pasado per­ «restablecimiento». Son innovaciones que utilizan o pretenden utilizar ele­
dido, consigue restaurar la totalidad del mismo. mentos de un pasado histórico, sea este real o imaginario.
30 SOBRE LA HISTORIA
EL SENTIDO DEL PASADO 31

¿Qué clase de innovaciones actúan de este modo y bajo qué condiciones? todo caso lo es por parte de la gente que está familiarizada con el cambio tec­
Los más evidentes son los movimientos nacionalistas, ya que la historia es la nológico, no plantea el menor problema. Se podría pensar (¿pero se ha in­
materia prima que se moldea con más facilidad durante el proceso de cons­ vestigado en realidad el tema?) que incluso una actividad tan partidaria de la
trucción de las «naciones» de nueva planta que constituye su principal obje­ tradición como la religión institucional popular la ha aceptado sin dificultad.
tivo. ¿Qué otros movimientos se comportan así? ¿Puede decirse que es más Sabemos que existe una gran resistencia a introducir cualquier tipo de cam­
probable que unas aspiraciones tiendan más que otras a definirse de esta for­ bio en los antiguos textos de carácter sagrado, pero no parece haberse pro­
ma, por ejemplo las relacionadas con la cohesión social de los grupos huma­ ducido una reacción similar con respecto, por ejemplo, al abaratamiento de
nos o las que encarnan el «sentido de la comunidad»? Es necesario dejar la las imágenes e iconos sagrados por medio de procesos tecnológicos como
pregunta sin responder. el grabado y la oleografía. Por otra parte, algunas innovaciones necesitan
que se las legitime, y en aquellos períodos en que el pasado ya no es capaz
de suministrar algo que les sirva de precedente, este hecho se convierte en
III fuente de graves dificultades. Por importante que sea, cuando la innovación
se suministra en una sola dosis no resulta tan conflictiva. Se la puede pre­
El problema del rechazo sistemático del pasado sólo surge cuando se ad­ sentar como la victoria de un determinado principio positivo sobre su con­
mite que la innovación es a un tiempo inevitable y aconsejable desde un pun­ trario, o como un proceso de «corrección» o «rectificación», del predominio
to de vista social: es decir, cuando es sinónimo de «progreso». Esto plantea de la razón sobre la sinrazón, del conocimiento sobre la ignorancia, de lo
dos cuestiones distintas: cómo se llega a reconocer y legitimar la innovación natural sobre lo que no lo es, del bien sobre el mal. Sin embargo, los dos
como tal innovación, y qué forma asume la situación derivada de ella (es de­ últimos siglos se han caracterizado por un proceso de cambio constante e
cir, cómo se formula un modelo de sociedad cuando el pasado ya no puede ininterrumpido, que, salvo excepciones, no es posible tratar como tal si no es
proporcionarlo). La primera es la que resulta más fácil de contestar. a costa de una casuística considerable, como la necesidad de aplicar cons­
Sabemos muy poco del proceso que ha logrado convertir los términos tantemente principios inmutables a unas circunstancias siempre cambiantes
«nuevos y «revolucionario» (tal como se usan en el lenguaje publicitario) en de una serie de maneras que permanecen sumidas en el misterio o exage­
sinónimos de «mejor» y «más atractivo», por lo que sería muy necesaria una rando la potencia de las fuerzas del mal que aún perduran.'
investigación a fondo del tema. Sin embargo, a primera vista parece que se Paradójicamente, el pasado sigue siendo la herramienta analítica más útil
tienen menos reparos en aceptar la novedad o incluso una innovación de para enfrentarse al cambio constante, aunque de una forma totalmente nue­
carácter constante cuando está relacionada con el control que los seres huma­ Va. Se transforma en el descubrimiento de la historia como un proceso de
nos ejercemos sobre la naturaleza, como ocurre, por ejemplo, con la ciencia cambio direccional, de desarrollo o evolución. De esta forma, el cambio se
y la tecnología, debido a las evidentes ventajas que buena parte de ella ofre­ convierte en su propia legitimación, si bien estrechamente vinculado a un
ce incluso a los más fervientes partidarios de la tradición. ¿Es que alguna vez «sentido del pasado» totalmente distinto. Un excelente ejemplo de ello pro­
las bicicletas o las radios han sido objeto de un ataque ludita digno de men­ cedente del siglo XIX es la obra de Bagehot Física y política (1872); los con­
ción? Por otro lado, mientras que a algunos grupos humanos les pueden pa­ ceptos de «modernización» vigentes en la actualidad ilustran una serie de
recer atrayentes determinadas innovaciones de tipo sociopolftico, al menos versiones mucho más simplistas del mismo enfoque. En resumen, lo que legi
con vistas al futuro, las implicaciones sociales y humanas de la innovación tima y explica el presente ya no es el pasado concebido como conjunto de
(incluyendo la innovación técnica) suelen suscitar una mayor oposición, por puntos de referencia (por ejemplo, la Carta Magna), o incluso como el perío­
motivos igualmente obvios. Es posible que los constantes avances que se pro­ do de tiempo en que algo tiene lugar (por ejemplo, la época de las institucio­
ducen en materia tecnológica sean recibidos favorablemente por los mismos nes parlamentarias), sino el pasado considerado como proceso de conversión
que muestran un profundo disgusto ante la rápida transformación que expe­ en el presente. Frente a la imperiosa realidad del cambio, hasta el pensa­
rimentan las relaciones humanas (por ejemplo, en materia sexual y familiar) miento conservador se vuelve historicista. Puesto que la comprensión a pos­
y a los que incluso les cuesta imaginar que dichas relaciones puedan estar su­ teriori es la forma más convincente que adopta la sabiduría del historiador,
jetas a un continuo proceso de cambio. Cuando se rechaza incluso la innova­ quizás resulte más apropiado para ellos que para la mayoría.
ción tecnológica de utilidad demostrada, la razón se encuentra generalmente, Pero ¿qué ocurre con los que además necesitan la capacidad de prever,
por no decir siempre, en el miedo a la transformación social, es decir, a la de concretar un futuro que en nada se parece al pasado? Tratar de hacerlo sin
conmoción que la acompaña. recurrir a algún tipo de ejemplo resulta extraordinariamente difícil y a menu­
Legitimar la innovación cuya utilidad resulta tan evidente y es tan neutra do nos encontramos con que las personas que más esfuerzo dedican a la in­
desde un punto de vista social, que es aceptada casi de inmediato, o que en novación sienten la tentación de buscar uno, por muy inverosímil que sea, y
32 SOBRE LA HlSTOR1A EL SENTIDO DEL PASADO 33

lo incluyen en el propio pasado, o en lo que viene a ser lo mismo, la «so­ no existe nada que impida definir los sistemas sociales en términos de un
ciedad primitiva», considerada como una modalidad en que el pasado del cambio continuo, pero, en la práctica, no parece haber demasiada necesidad
hombre coexiste con su presente. Sin duda, los socialistas de los siglos XIX de que se haga así, quizás porque cuando las relaciones sociales son inesta­
y XX utilizaron el «comunismo primitivo» como un elemento de análisis, bles e imprevisibles en exceso resultan especialmente desconcertantes. En
pero el hecho de que lo emplearan muestra con claridad la ventaja de contar el sistema de Comte, el término «orden» va unido al de «progreso», pero el
con un precedente concreto incluso para aquello que no lo tiene, o, al me­ análisis de uno de ellos apenas nos dice nada de cómo se ha de plantear
nos, con un ejemplo de cómo resolver los nuevos problemas, aunque las el otro. La historia deja de resultar de utilidad justo en el momento en que
soluciones que en el pasado se dieran a problemas análogos resulten inapli­ más la necesitamos.'
cables al presente. Por supuesto, no existe ninguna necesidad teórica de des­ En consecuencia, es posible que nos veamos obligados a recurrir una vez
cribir el futuro con toda exactitud, pero, en la práctica, la exigencia de que más al pasado, utilizándolo de un modo parecido a como tradicionalmente se
se prediga o se formule un modelo que lo explique es demasiado fuerte para ha hecho, es decir, como depósito de precedentes, si bien esta vez nos basa­
hacer caso omiso de ella. remos en una serie de programas o modelos que nada tienen que ver con él
El método más práctico y popular de predicción ha sido siempre un tipo para efectuar nuestra selección. Es muy probable que esto suceda en el mo­
u otro de historicismo, es decir, la extrapolación más o menos sofisticada y mento de realizar el diseño de la «sociedad ideal», ya que la mayor parte de
compleja de las tendencias del pasado al futuro. En cualquier caso, se puede lo que sabemos acerca del buen funcionamiento de las sociedades consiste en
saber cómo será el futuro si se investiga el proceso de desarrollo de épocas conocimientos empíricos que hemos acumulado en el curso de los miles de
anteriores en busca de pistas, de ahí la paradoja de que, cuanto más conven­ años que llevamos viviendo en grupos humanos de muy distintas maneras,
cidos estemos de que va a producirse algún tipo de innovación, mayor será complementado tal vez con el estudio de la conducta social de los animales,
nuestra necesidad de recurrir a la historia para tratar de averiguar qué carac­ que se ha puesto muy de moda de un tiempo a esta parte. Es indudable que
terísticas tendrá. En este procedimiento tienen cabida desde las versiones la investigación histórica de «lo que sucedió en realidad» resulta muy valio­
más simplistas -la visión del futuro como un presente ampliado y mejora­ sa para resolver talo cual problema concreto del presente, además de cons­
do o un presente ampliado y peor, tan típica de las extrapolaciones tecnoló­ tituir una corriente de aire fresco para algunas actividades históricas que se
gicas o de las antiutopías sociales de tipo pesimista- a los planteamientos han quedado bastante anticuadas, siempre y cuando éstas tengan algo que ver
que desde un punto de vista intelectual se caracterizan por una mayor com­ con los problemas modernos. Por consiguiente, es no sólo posible, sino tam­
plejidad y ambición; pero, básicamente, la historia sigue siendo el punto de bién deseable, que lo que les ocurrió a los pobres que fueron desplazados por
partida en ambos casos. Sin embargo, llegados a este punto surge una con­ la construcción en gran escala del tendido ferroviario o lo sucedido durante
tradicción, cuya naturaleza ya dejó entrever Karl Marx cuando se mostró el siglo XIX en el centro de las grandes ciudades arrojase algún tipo de luz
convencido de la inevitable sustitución del capitalismo por el socialismo al sobre las posibles consecuencias de la imparable construcción de autopistas
mismo tiempo que mostraba una enorme reticencia a dar detalles sobre cómo que estamos viviendo a finales del siglo XX, del mismo modo que los distin­
sería en realidad la sociedad socialista y comunista. Este no es sólo un hecho tos episodios de «poder estudiantil» que tuvieron lugar en las universidades
de sentido común: ser capaz de identificar las tendencias generales no equi­ medievales s no son ajenos a los proyectos que pretenden cambiar la estruc­
vale a poder predecir qué consecuencias concretas tendrán en las circunstan­ tura legal de las universidades modernas. Sin embargo, la naturaleza del que
cias del futuro, que, aparte de ser complejas, son en muchos sentidos desco­ a menudo es un proceso arbitrario de inmersión en el pasado en busca de
nocidas. También constituye un indicio de que existe un conflicto entre un ayuda para poder así prever el futuro requiere un mayor análisis que el que
modo básicamente historicista de analizar cómo se desarrollará el futuro, que hasta ahora ha recibido. Por sí solo no basta para ocupar el lugar de la cons­
da por supuesto que el proceso de cambio histórico no conoce interrupcio­ trucción de modelos sociales adecuados. vayan éstos o no acompañados de
nes, y el que hasta ahora ha sido el requisito universal de los modelos pro­ la correspondiente investigación histórica, sino que sólo sirven para reflejar
gramáticos de sociedad, a saber, un cierto grado de estabilidad. La utopía es y quizás en algunos casos para paliar su actual insuficiencia.
por naturaleza un estado estacionario que tiende a reproducirse a sí mismo y
cuyo implícito ahistoricismo sólo están en condiciones de soslayar aquellos
que opten por no describirlo. Aun siendo diseñados para explicar una serie IV
de circunstancias que se encuentran en plena transformación, incluso los mo­
delos menos utópicos de la «sociedad ideal» o del sistema político adecuado El uso social del pasado no queda ni mucho menos reflejado en estos co­
suelen servirse para ello de un marco relativamente estable y previsible de mentarios hechos de pasada. No obstante, aunque aquí no es posible analizar
instituciones y valores que no se verá afectado por tales cambios. En teoría de forma más pormenorizada los demás aspectos de la cuestión, sí se pueden
34 SOBRE LA HISTORIA
EL SENTIDO DEL PASADO 35
mencionar brevemente dos problemas concretos: los del pasado como genea­
logía y como cronología. otro lado, los edificios y elementos decorativos de tipo neomedieval, neo­
El sentido del pasado como un continuo de experiencia de carácter co­ renacentista y Luis XV de la sociedad burguesa decimonónica dieron paso
lectivo sigue siendo asombrosamente importante, incluso para los más parti­ en un determinado momento a un estilo deliberadamente «moderno», que no
darios de la innovación y de la creencia de que novedad equivale a mejora: sólo renunció a apelar al pasado, sino que incluso desarrolló un dudoso pa­
como lo demuestra el hecho de que en todas partes se incluya la «historia» recido estético entre la innovación artística y técnica. Por desgracia, hasta
dentro de los planes de estudio de todos los sistemas educativos modernos, o ahora la única sociedad de la historia que nos ha proporcionado el material
el que anden buscando antecedentes (Espartaco, Moro, Winstanley) los revo­ adecuado para realizar un estudio comparativo de la influencia de los ante­
lucionarios de nuestros días, quienes, en caso de ser marxistas, contagian a cedentes y la novedad es la sociedad capitalista occidental de los siglos XIX
sus formulaciones teóricas con su propia intrascendencia. ¿Qué ganan o ga­ Y xx Y no sería prudente generalizar basándonos en un solo caso.
naron en concreto los marxistas modernos con saber que en la antigua Roma Por último, el problema de la cronología, que nos conduce al extremo
tuvieron lugar una serie de revueltas de esclavos que, según se deduce de sus opuesto de una posible generalización, puesto que es difícil pensar en algu­
propios análisis, incluso en el supuesto de que persiguieran fines comunistas, na sociedad conocida que no considere oportuno dejar constancia por distin­
estaban destinadas al fracaso o a producir unas consecuencias que apenas tos motivos del transcurso del tiempo y la sucesión de los acontecimientos.
guardan relación con las aspiraciones de dichos marxistas? Evidentemente, la Por supuesto, como ha señalado Moses Finley, existe una diferencia esencial
sensación de pertenecer a una antigua tradición de sublevaciones proporcio­ entre un pasado cronológico y uno que no lo es: entre el Odiseo de Homero
na una gran satisfacción emocional, pero es necesario preguntarse sobre el y el de Samuel Butler, al que de un modo natural y muy poco homérico se
cómo y el porqué. ¿Es análoga a la sensación de continuidad que infunden concibe como un hombre de mediana edad que regresa junto a una esposa
los programas de historia y que, por lo visto, es la que convierte en materia avejentada tras una ausencia de veinte años. Ni que decir tiene que, desde el
de estudio aconsejable para los niños la existencia de Boadicea o Vercin­ momento en que la historia es un proceso de cambio direccional, la cronolo­
getórix, el rey Alfredo el Grande o Juana de Arco, como parte del bagaje gía es fundamental para el significado histórico del pasado vigente en nues­
informativo con el que (por razones que se dan por válidas pero rara vez tros días. El anacronismo es una señal de alarma que alerta inmediatamente
se investigan) «se supone que deben estar familiarizados» por su condición al historiador y su capacidad para causar un impacto emocional en una so­
de ingleses o franceses? La atracción que ejerce el pasado concebido como ciedad tan apegada a las cronologías es de tal calibre, que se presta con gran
continuidad y tradición, como «nuestros antepasados», es muy fuerte. Inclu­ facilidad a que las artes saquen partido de él: en la actualidad, un Macbeth
so los hábitos turísticos dan buena prueba de ello. Sin embargo, el hecho de con vestuario moderno saca partido de ello de una forma en que, por razones
que nos identifiquemos de un modo instintivo con esta forma de sentir no obvias, un Macbeth de la época jacobita nunca pudo hacer.
debería hacernos pasar por alto la dificultad que entraña averiguar por qué A primera vista es menos esencial para el sentido tradicional del pasado
ocurre tal cosa. (patrón o modelo para el presente, almacén y depósito de experiencia, sabi­
Ni que decir tiene que la dificultad es mucho menor en el caso de las mo­ duría y precepto moral). En un pasado de este tipo no se cree necesariamen­
dalidades de genealogía más comunes, con las que se intenta apuntalar una te que los acontecimientos se producen de forma simultánea, como los ro­
autoestima llena de inseguridades. Los burgueses advenedizos tratan de con­ manos y los moros que luchan entre sí en las procesiones de Semana Santa
seguir un linaje, las naciones o movimientos de nuevo cuño optan por incor­ en España, o incluso fuera del tiempo: la relación cronológica que existe en­
porar a su historia algunos ejemplos de hazañas y esplendores ya pasados en tre ambos es simplemente intrascendente. La cuestión de si Horacio Cocles
proporción a cuáles crean que son las carencias de su verdadero pasado, esté se convirtió en un ejemplo para los romanos de épocas posteriores antes o
o no justificada dicha opinión." La cuestión más interesante en relación con después de Mucio Escévola sólo tiene interés para los pedantes. Del mismo
este tipo de prácticas genealógicas es si llegan a convertirse en algo prescin­ modo (por citar un ejemplo de nuestros días), la importancia que puedan
dible y en qué momento sucede tal cosa. La experiencia de la moderna so­ tener los macabeos, defensores de Masada y Bar Kohba, para los actuales is­
ciedad capitalista parece indicar que quizás sean a un tiempo permanentes y raelíes no guarda la menor relación con la distancia cronológica que separa
transitorias. Por un lado, los nuevos ricos de finales del siglo xx continúan a ambos y la que existe entre ellos mismos. En el instante en que se intro­
aspirando a todo aquello que caracteriza la vida de una aristocracia que, a pe­ duce el tiempo real en dicho pasado (por ejemplo, cuando se analizan Ho­
sar de su escasa importancia política y económica, sigue simbolizando el es­ mero y la Biblia aplicando los métodos empleados en los estudios históricos
tatus social superior (la mansión campestre, el director ejecutivo renano que modernos) se convierte en algo totalmente distinto. Desde el punto de vista
se dedica a cazar alces y jabalíes en un lugar tan inverosímil como son las social se trata de un proceso alarmante, además de constituir un síntoma de
cercanías de las repúblicas socialistas, por mencionar algunos ejemplos). Por transformación social.
No obstante, en muchas (¿quizás en todas?) las sociedades que conocen
36 SOBRE LA HISTORIA EL SENTIDO DEL PASADO 37

la escritura, e incluso en aquellas que no la conocen, la cronología histórica, tal vez lograse arrojar luz no sólo acerca del sentido que el pasado tenía en
por ejemplo en forma de genealogías y crónicas, tiene a ciertos efectos una sociedades de épocas anteriores, sino también en la nuestra, donde la hege­
importancia que está fuera de toda duda, si bien la capacidad de las primeras monía de una de sus formas (el cambio histórico) no impide que subsistan
para generar testimonios escritos a lo largo del tiempo les permite inventar otras concepciones del sentido del pasado en diferentes entornos y circuns­
una serie de posibles usos que resultarían inviables en las que sólo cuentan tancias.
con una tradición oral. (Sin embargo, aunque se han investigado los límites Cuesta menos formular preguntas que dar respuestas, y esta ponencia ha
de la memoria histórica de carácter oral desde el punto de vista de las nece­ preferido la vía más fácil a la más difícil. Sin embargo, quizás el hecho de
sidades del estudioso de nuestro tiempo, los historiadores han prestado me­ hacer preguntas, sobre todo acerca de aquellas experiencias que tendemos
nos atención al problema de su falta de adecuación a las necesidades de sus a dar por supuestas, no resulte ser una ocupación inútil. Estamos inmersos en
propias sociedades.) el pasado, como un pez lo está en el agua, y no podemos escapar de él. Pero
En su sentido más amplio, todas las sociedades poseen mitos de creación nuestra forma de vivir y movemos en este medio hacen necesarios el análi­
y desarrollo que simbolizan el paso del tiempo: en un principio las cosas eran sis y el debate. Mi propósito no era otro que estimular ambas cosas.
así y luego cambiaron para ser de esta otra manera. Y, a la inversa, una con­
cepción providencial del universo también presupone que los acontecimien­
tos siguen un orden determinado, puesto que la teleología (incluso habiendo
logrado sus objetivos) es una especie de historia. Por otra parte, se presta
de un modo inmejorable a la cronología, en caso de que haya una, como de­
muestran las diversas especulaciones milenaristas o las discusiones en torno
al año 1000 d.C., que implican la existencia previa de un sistema de data­
ción.' En un sentido más concreto, el proceso de comentar textos antiguos de
una validez permanente o de descubrir las aplicaciones concretas de la ver­
dad eterna supone ya la aplicación de una cierta cronología (por ejemplo, la
búsqueda de los antecedentes). Huelga decir que puede ser necesario realizar
cálculos cronológicos más precisos para alcanzar una gran variedad de obje­
tivos económicos, legales, burocráticos, políticos y rituales, al menos en
aquellas sociedades alfabetizadas que están en condiciones de dejar constan­
cia escrita de los mismos, incluyendo, por supuesto, la invención con fines
políticos de una serie de precedentes antiguos y favorables.
En algunos casos, la diferencia entre dicha cronología y la que utiliza la
historia contemporánea es bastante clara. La búsqueda de precedentes que
llevan a cabo los abogados y los burócratas está totalmente concebida en fun­
ción de las necesidades del presente. Su objetivo consiste en descubrir los de­
rechos legales de hoy día, la solución de los problemas administrativos mo­
dernos, mientras que al historiador, por muy interesado que pueda estar en la
relación que existe entre unas determinadas circunstancias y el presente, lo
que de verdad le importa es la diferencia que hay entre ellas. Por otro lado,
este no es el único rasgo que caracteriza a la cronología tradicional. Es posi­
ble que exista una percepción generalizada de la historia, de la unidad del pa­
sado, el presente y el futuro, a pesar de lo incapaces que podamos llegar a
ser los seres humanos para recordarla y dar testimonio de ella, como también
es posible que sea necesario medirla con algún tipo de cronología, por muy
incomprensible o imprecisa que nos pueda parecer. Pero aunque esto sea así,
¿dónde se encuentra la línea divisoria entre el pasado cronológico y el no
cronológico, entre la cronología histórica y no histórica que coexisten a un
mismo tiempo? La respuesta no está clara en absoluto. Si la encontráramos,

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