Acceso Efectivo Al Desarrollo Social
Acceso Efectivo Al Desarrollo Social
Acceso Efectivo Al Desarrollo Social
AL DESARROLLO SOCIAL
Necropsia y lecciones de dos acciones gubernamentales
Agustín Escobar Latapí y
Mercedes González de la Rocha
Una de las tareas fundamentales del ciesas es la
divulgación del conocimiento científico a través de
la publicación de textos, a fin de que los hallazgos
de investigación se incorporen a los circuitos más
amplios de discusión académica y de la sociedad
en general.
Publicaciones de la Casa Chata es la colección
que reúne obras de las principales disciplinas: estu-
dios lingüísticos, históricos y de antropología social,
así como sus diversas especialidades: educación, re-
ligión, estudios políticos, migración, salud, estudios
del lenguaje, derechos humanos, pueblos indígenas,
género, violencia, epigrafía, entre otros.
ACCESO EFECTIVO
AL DESARROLLO SOCIAL
Necropsia y lecciones de dos acciones gubernamentales
ACCESO EFECTIVO
AL DESARROLLO SOCIAL
Necropsia y lecciones de dos acciones gubernamentales
352.140972
E575a Escobar Latapí, Agustín.
Acceso efectivo al desarrollo social: Necropsia y lecciones de dos acciones
gubernamentales / Agustín Escobar Latapí y Mercedes González de la
Rocha.-- Ciudad de México : Centro de Investigaciones y Estudios Superio-
res en Antropología Social, 2022.
192 páginas ; 23 cm.
La presente publicación pasó por un proceso de dos dictámenes avalados por el Comité Editorial del ciesas,
que garantizan su calidad y pertinencia científica y académica.
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transmitirse, por un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea elec-
trónico, mecánico, fotoquímico, magnético o electroóptico, por fotocopia, grabación o cualquier otro, sin per-
miso previo por escrito del editor.
Agradecimientos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15
Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17
3. El Seguro Popular . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 45
El problema de los servicios de salud en México y la estrategia
del Seguro Popular . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 48
Elementos básicos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 54
El Seguro Popular y los migrantes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 55
7
Expansión y cobertura del Seguro Popular en 2012, según fuentes
administrativas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 58
Transparencia para la investigación: el acceso a los padrones . . . . . . . . . 60
Afiliación formal . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 65
Oaxaca . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 70
Jalisco . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 73
Chiapas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 75
Michoacán . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 76
Infraestructura y capacidad de atención . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 81
Oaxaca . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 83
Jalisco . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 90
Chiapas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 93
Michoacán . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 94
Acceso efectivo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 97
Oaxaca . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 98
Jalisco . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 109
Chiapas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 111
Michoacán . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 117
Conclusiones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 121
Transparencia: el padrón de afiliados . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 122
Afiliación formal: el problema de las identificaciones (múltiples) . . . . . . . 122
Las cuotas de recuperación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 124
Infraestructura y capacidad de prestar el servicio del spss . . . . . . . . . . . 125
Reafiliación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 125
Cobertura universal . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 126
Afiliación o acceso formal al Seguro Popular . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 126
Acceso efectivo a los servicios del Seguro Popular . . . . . . . . . . . . . . . . 128
Avances en la portabilidad interestatal . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 129
El Seguro Popular y los migrantes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 130
8
Nichos de exclusión y problemas de acceso efectivo . . . . . . . . . . . . . . . 151
Etnicidad y migración . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 152
Las nuevas uniones y los núcleos conyugales dependientes . . . . . . . . 156
La doble exclusión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 159
El trabajo como factor de exclusión y la sustitución de ingreso laboral
por transferencias condicionadas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 160
Religión e incorporación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 164
Innovaciones tecnológicas, nuevos factores de exclusión . . . . . . . . . . 165
Recepción de apoyos o acceso efectivo a los beneficios del programa . . . . 166
Contextos poco propicios al acceso efectivo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 166
Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 183
Tablas
3.1 Porcentaje de hogares que afirma estar afiliado al Seguro Popular . . . . . 68
9
Fotografía
3.1 Vista parcial de tres de los cinco gabinetes de la farmacia de la unidad
de dos núcleos de San Andrés Huaxpaltepec (abastecimiento al 35 %) . . . 86
Imagen
3.1 Documento obtenido mediante solicitud de información (folio 3237)
realizada a través del sieaip del Instituto Estatal de Acceso
a la Información Pública en Oaxaca (ieaip) de Oaxaca
el 29 de septiembre de 2010 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 89
10
Siglas, abreviaturas y acrónimos
11
fpgc Fondo de Protección contra Gastos Catastróficos
ieaip Instituto Estatal de Acceso a la Información Pública de Oaxaca
ietd Instituto de Estudios para la Transición Democrática
ifai Instituto Federal de Acceso a la Información. Después llamado
Instituto Nacional de Acceso a la Información Pública, o inai
ife Instituto Federal Electoral. Cambia posteriormente a Instituto
Nacional Electoral. Coloquialmente: credencial de identificación
para votar
ime Instituto de los Mexicanos en el Exterior
imss Instituto Mexicano del Seguro Social
imss-Coplamar Servicio de Salud prestado por el imss a población sin derecho
habiencia a seguridad social en las llamadas áreas marginadas.
Cambió su nombre a imss-Solidaridad, y a imss-Oportunidades
imss-Oportunidades Nombre dado al servicio de salud prestado por el imss en zonas
marginadas a población no cubierta por la seguridad social la
boral
Indesol Instituto Nacional de Desarrollo Social
ine Instituto Nacional Electoral. Sucede al ife
inea Instituto Nacional para la Educación de los Adultos
Inegi Instituto Nacional de Estadística y Geografía
Infomex Sistema para solicitar información pública a la federación
inpi Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas (antes cdi)
Insabi Instituto de Salud para el Bienestar
insp Instituto Nacional de Salud Pública
issste Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores
del Estado
mao Módulo de Atención y Orientación
ocde Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos
pib Producto Interno Bruto
pal Programa de Apoyo Alimentario
Pemex Petróleos Mexicanos. Empresa estatal mexicana
pjo Plataforma de Jóvenes con Oportunidades
12
Procede Programa de Certificación de Derechos Ejidales y Titulación de Solares
Urbanos
Procampo Programa de Apoyos Directos al Campo
Progresa Programa de Educación, Salud y Alimentación. Después llamado Oportu-
nidades y Prospera
repss Régimen Estatal de Protección Social en Salud
rfc Registro Federal de Contribuyentes
Sagarpa Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimenta
ción. Posteriormente llamada sader (Secretaría de Agricultura y Desarro-
llo Rural)
Sedena Secretaría de la Defensa Nacional
Sedesol Secretaría de Desarrollo Social
Segob Secretaría de Gobernación
sep Secretaría de Educación Pública
sieaip Sistema Electrónico de Acceso a la Información Pública
Sicalidad Subdirección General de Innovación y Calidad
Sicuentas Sistema de Cuentas en Salud a Nivel Federal y Estatal
sfp Secretaría de la Función Pública
smng Seguro Médico para una Nueva Generación
spss Sistema de Protección Social en Salud (llamado Seguro Popular)
sp Seguro Popular
ss Secretaría de Salud
tag Trayectoria de Atención y Gestión
tap Técnico de Atención Primaria en Salud
uas Unidad Auxiliar de Salud
Unesco Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la
Cultura
UQRoo Universidad de Quintana Roo
zap Zonas de Atención Prioritaria
13
Agradecimientos
15
recibir servicios y beneficios de un programa social. Se trata de una síntesis
analítica de cinco trabajos: cuatro monografías estatales que estuvieron a car-
go de Daniela Jiménez, Gabriela Sánchez, Laura Cajigal y Laura Pedraza, y un
análisis del acceso a estas acciones públicas a partir de una gran encuesta, que
es de la autoría de Israel Banegas.
Los responsables de la investigación desean agradecer a las familias de las
doce comunidades de este estudio y a los enfermeros, médicos, maestros, in
genieros, trabajadores sociales y otros funcionarios locales de la Secretaría de
Desarrollo Social (Sedesol), la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo
Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa) y las secretarías de salud que mostraron
interés en nuestro trabajo y lo apoyaron con información y consejos valiosos.
Varias fueron las instituciones que brindaron apoyo de distinta índole. En
primer lugar, hacemos explícito nuestro agradecimiento a las fundaciones
John D. and Catherine T. MacArthur, y William and Flora Hewlett por el finan-
ciamiento para esta investigación. El ciesas otorgó amplio y oportuno apoyo
institucional, que hizo posible salvar las crecientes dificultades burocráticas
que enfrenta la investigación en México. Finalmente, los autores agradecen al
Coneval haber aceptado la colaboración del ciesas en la encuesta “Monitoreo
2009 de Indicadores de Desarrollo Social en las Zonas de Atención Prioritaria”,
y haber facilitado todas las bases de datos de esa encuesta.
Queremos agradecer a los dos dictaminadores anónimos su cuidadosa lec-
tura y la pertinencia de sus observaciones. Gracias a ellos hemos reescrito al-
gunas secciones, ampliado ciertas discusiones e instados por ellos escribimos
un epílogo que compara y contrasta ambas acciones.
16
Introducción
Éste es un estudio sobre la práctica social: sobre cómo los empleados públicos
ofrecen los servicios y programas sociales y la manera en que las personas ac-
ceden efectivamente a ellos. En México se han creado leyes e instituciones es-
pecíficamente dedicadas a la transparencia, la rendición de cuentas y el acceso
a la información pública. Sin embargo, la prueba última de cualquier política
pública es la práctica. Si el Congreso o el Ejecutivo buscaron mejorar la vida so-
cial mediante una ley o un programa, entonces la evaluación más fiel de dicho
programa o ley consiste en el análisis del cambio en las prácticas pertinentes.
En México se ha avanzado sustancialmente en el diseño y la aprobación de
leyes federales y estatales de transparencia; se han diseñado mecanismos y sis-
temas informáticos de solicitud de información; y se ha capacitado en repeti-
das ocasiones a grandes cantidades de servidores públicos sobre su obligación
de brindar información y de reservarla. Pero el avance en la práctica de la trans-
parencia es considerablemente menor.
Por eso, en la actualidad, la solicitud más frecuente de información sobre
una política pública es la que no se registra. Consiste en la asistencia de una
persona de escolaridad y recursos escasos, y posiblemente hablante nativo de
otra lengua, a una oficina pública, donde tal vez plantee mal su pregunta y ca-
rezca de los documentos necesarios para lograr el fin que se propone. Esta per-
sona no busca satisfacer su curiosidad como investigador, como contribuyente
que financia al Estado, ni como periodista, ni como político. Busca un servicio
o un beneficio porque lo requiere y piensa que cuenta con lo necesario para ac-
ceder a él. Porque ha pagado por él y no lo ha recibido, o porque personas que
conoce gozan del mismo. Aunque no lo formule en términos de derecho, acude
porque piensa que lo tiene y lo puede ejercer. Y si de casualidad así lo formula,
lo más probable es que su solicitud de información o de un servicio sea peor re-
cibida. Esa persona seguramente no llenará el formulario ni hará una solicitud
17
formal de información. En otras palabras, el tipo de transparencia que debe es-
tar al servicio de los ciudadanos pobres, aislados y vulnerables es la menos de-
sarrollada en México cuando, paradójicamente, es la más fundamental. Sin
ella, el fin de la política social consistente en reducir las brechas socioeconómi-
cas es mucho más difícil de alcanzar. En este reporte se profundiza en qué su-
cede con estas personas, con la información que necesitan y con su acceso
efectivo a dos de las principales políticas públicas desarrolladas en los últimos
20 años: el Sistema de Protección Social en Salud (spss), también conocido
como Seguro Popular, y el Programa Educación, Salud y Alimentación, funda-
do en 1997, reformado como Programa de Desarrollo Humano Oportunidades
en 2002, y finalmente llamado Prospera. Esto quiere decir que los usuarios a los
que hemos dado seguimiento en sus búsquedas de información no son simu
lados o imaginados sino personas de carne y hueso que frecuentemente poco
tienen en común con los estudiantes e investigadores que evalúan los portales
electrónicos de los distintos sujetos obligados.
¿Qué usuarios hemos seleccionado para hacer este examen? La Ley Gene-
ral de Desarrollo Social aprobada en 2004 dicta que se defina un territorio al
cual debe prestar especial atención la política social.1 A dicho territorio lo lla-
ma Zonas de Atención Prioritaria o zap. Estas zonas son definidas por la Secre-
taría de Bienestar (antes Secretaría de Desarrollo Social o Sedesol) a partir de
lineamientos emitidos por el Consejo Nacional de Evaluación de la Política
de Desarrollo Social (Coneval). De los varios factores propuestos por el Cone-
val, la Secretaría de Bienestar ha escogido el índice de marginación para de
limitar estas zonas. Hasta 2011, eran 1 251 municipios clasificados como de
muy alta y alta marginación donde habitaba el 16% de la población nacional.2
Este texto analiza los procesos de búsqueda de información y acceso efectivo a
programas sociales y acciones públicas no en la ciudad o en las grandes metró-
polis sino en esas zonas prioritarias y marginadas.
Nuestro trabajo toma estas zonas como ámbito de estudio porque, si bien
allí es más probable encontrar problemas de acceso efectivo y de calidad en los
18
servicios, su población es la que la política de desarrollo social busca proteger
de manera especial. Además, si los habitantes de las localidades y municipios
más pobres, marginados y aislados acceden a los servicios que ofrece el Estado,
entonces lo más probable es que todos los demás habitantes de México tam-
bién gocen de acceso a ellos. El examen que se desarrolla en este libro es enton-
ces una prueba exigente o “dura” para la política pública, porque se hace con
una población que ha sido excluida históricamente de los servicios públicos (de
salud, educación u otros) de calidad, y a la cual es más difícil y caro proveer
de servicios. Pero no por dura la prueba deja de ser justa: la intención es esta
blecer si quienes siempre habían quedado excluidos o recibido menos servicios,
con estos dos programas finalmente accedieron a políticas públicas que les
brindaron servicios de calidad, y si entonces las brechas correspondientes se
cerraron en México o no. Buscamos a los usuarios prioritarios de las acciones
sociales federales, que son los pobres, marginados o indígenas. Adicionalmen-
te, dado el retorno de casi un millón de mexicanos de Estados Unidos y de sus
hijos, que suman alrededor de 700 000, incluimos en el estudio a los migrantes
retornados como población también prioritaria. Sabemos que ellos tienen difi-
cultades de acceso básicamente relacionadas con su carencia de documentos
(acta de nacimiento vigente, curp, rfc, ine, comprobante de domicilio a su
nombre), pero también con prácticas discriminatorias en muchos municipios.
No es el propósito de esta introducción explicar por qué más de una déca-
da de esfuerzos sostenidos por la rendición de cuentas no ha logrado desarro-
llar la transparencia necesaria para otorgar servicios de calidad a quienes más
los necesitan. Sin embargo, cabe señalar que, en el sistema de rendición de
cuentas mexicano, se ha privilegiado el combate a la corrupción. El Programa
Nacional de Rendición de Cuentas, Transparencia y Combate a la Corrupción
2008-2012 (sfp, 2008), en el capítulo que analiza la evidencia sobre la rendición
de cuentas y que justifica la formulación del plan, no contiene una sola men-
ción de evidencia sistemática sobre transparencia y rendición de cuentas. En
otras palabras: en el camino de la transparencia, el hecho de brindarle informa-
ción a la persona que da razón de ser a los programas fue totalmente olvidado.
Los únicos índices que se mencionan se refieren a corrupción. Más aún: el
nombre del programa en Internet es “programa anticorrupción”. Desde luego,
la corrupción esconde las cuentas, y la escasa rendición de cuentas fomenta la
19
corrupción. Pero la utilidad de la rendición de cuentas no se limita a disminuir-
la. Su fin fundamental es hacer saber a todos que el Estado funciona, que su
existencia y su costo se justifican por los servicios que presta a la sociedad, y
que los destinatarios de las políticas tienen acceso al servicio o el bien que esas
políticas prometen. Y un Estado eficaz tiende a ser altamente legítimo. En el in-
terior del Estado la rendición de cuentas es imprescindible para mejorar los
servicios. Hacia el exterior del Estado comunica a la ciudadanía qué es lo que
funciona correctamente y cuáles son las áreas de mejora necesaria.
Al privilegiar la corrupción como el mal que afecta la rendición de cuentas, y
la rendición de cuentas como la “cura” al mal de la corrupción, nuestras leyes,
reglamentos y mandatos relacionados con transparencia y rendición de cuen-
tas prestan poca atención al desempeño y al acceso efectivo, así como a problemas
sociales fundamentales tales como el aislamiento geográfico, las diferencias
étnicas, la educación, la comunicación y la discriminación en el desarrollo de
nuestras políticas públicas. El resultado es que nuestras leyes de transparencia
y rendición de cuentas, y la administración pública mexicana, amenazan cons-
tantemente con el espectro de la inhabilitación o la cárcel a los servidores pú-
blicos si infringen alguna norma, pero no les ofrecen reconocimiento alguno
por brindar con eficiencia servicios de calidad a quienes tienen mayor nece
sidad y menor capacidad de demandarlos. Es necesario abatir la corrupción,
pero más lo es desarrollar sobremanera los incentivos al desempeño en la fun-
ción pública, y la formación de los funcionarios hacia una comprensión detallada
y realista de los problemas sociales y organizacionales que deben superar para
lograr los objetivos de su trabajo.
Afortunadamente, hay otras vías legales y normativas que sí establecen
sistemas de evaluación positivos: la Ley General de Desarrollo Social y las dis-
posiciones relativas al Presupuesto Basado en Resultados de la Secretaría de
Hacienda basan la toma de decisiones en el análisis de los resultados de las po-
líticas de desarrollo social y públicas en general, respectivamente. La regula-
ción de la fracción de este sistema relativa al desarrollo social está a cargo del
Coneval. En el curso de 15 años ha realizado más de 1 700 evaluaciones que ha
puesto a disposición pública. En colaboración con los responsables de los pro-
gramas y acciones sociales, ha puesto en funcionamiento un sistema de indica-
dores de desempeño. En este sistema se obtienen resultados prácticos. En 2010
20
las evaluaciones condujeron a 113 mejoras en los programas evaluados. En
2011 fueron 74. Dichas mejoras van desde menores hasta radicales. Los infor-
mes de evaluación de la política de desarrollo social,3 por ejemplo, analizan la
distribución de los servicios en los hogares según su ingreso, lo cual permite
establecer que unas políticas son más redistributivas que otras. Por otra parte,
las evaluaciones de impacto permiten establecer si los programas cambian la
realidad de quienes participan en ellos.
El examen del acceso efectivo que se desarrolla en este texto complementa
el sistema de evaluación y monitoreo del Coneval, pero también busca motivar
a los prestadores de servicios públicos para que la transparencia y la rendición
de cuentas mexicanas otorguen mayor importancia a su función como canal de
información y acceso efectivo de servicios a la población. Su fin último es con-
tribuir a la mejora de las políticas públicas, y en especial de aquellas funda-
mentales para el bienestar de la población más necesitada.
El texto se organiza así: en el primer capítulo se explica el tipo de análisis
que se ofrece al lector; en el segundo se brinda un breve recuento de la manera
en que se hizo el estudio; en el tercero se analiza el acceso efectivo en el caso
del Seguro Popular, y en el cuarto se analiza el caso del Programa Oportuni
dades. Terminamos con conclusiones que retoman los principales hallazgos y
las lecciones aprendidas en el proceso de la investigación.
Durante el proceso de revisión editorial no sólo tuvimos que atender las
sugerencias de los dictámenes sino, además, nos vimos en la necesidad de cam-
biar al tiempo pasado los verbos que aludían a las acciones públicas, tarea no
exenta de asombro para nosotros, los autores. Y es que en el curso de unos
cuantos meses el país cambió radicalmente. El Programa Progresa-Oportuni-
dades-Prospera y el Seguro Popular dejaron de existir. Por lo mismo, este libro
pasó de ser un análisis contemporáneo (una vivisección) de las dos principales
acciones públicas de desarrollo social del Estado mexicano, a ofrecer una ne-
cropsia. Los análisis, más allá de su muerte, son vigentes: damos testimonio de
cómo vivieron las personas el acceso a los servicios y beneficios, en dos accio-
nes públicas contrastantes. Añadimos un epílogo que forma parte de las con-
clusiones que valora ambas acciones, contrasta sus lecciones para el presente
3 Disponibles en <https://www.coneval.org.mx/Evaluacion/IEPSM/Paginas/IEPSM.aspx>.
21
de la política mexicana de desarrollo social, y atisba las regresiones que, en
nuestra opinión, están experimentando los hogares, los estudiantes y los jóve-
nes. Nuestra opinión, que esperamos comparta el lector cuando avance en esta
lectura, es que el Programa Progresa-Oportunidades-Prospera cumplió su ta-
rea de reducir la herencia de pobreza, y la discriminación en contra de las ni-
ñas, las mujeres y los indígenas, y abrió oportunidades que, si bien no siempre
materializadas, dada la precariedad del empleo, dejó millones de niños y jóve
nes con mejores perspectivas. Nuestra evaluación del Seguro Popular es mucho
más dura. Ésta, una intervención mucho más cara, falló en cuidar que su gasto
se convirtiera en beneficios reales de cuidados a la salud, con grandes diferen
cias entre estados, aunque debe reconocerse que sí ofreció un nivel de servicios
públicos en salud superior al existente hasta entonces.
22
1. Derechos sociales y acceso efectivo a servicios
En Give a Man a Fish (2015) Ferguson retoma una anécdota que ilustra mejor
que muchas palabras lo que significa el acceso efectivo. Relata que, en una
barriada de Ciudad del Cabo, una ong organizó un taller de un día sobre el
derecho a la vivienda. Durante horas, los exponentes mostraron cómo se había
reformado la Constitución para incluir el derecho a la vivienda; quiénes son los
derechohabientes; las garantías legales del derecho y la historia de la manera
en que diversas luchas sociales y ante tribunales triunfaron, para consagrarlo en
sus leyes máximas. Al final de varias horas, un hombre anciano y cansado al
fondo del salón levantó la mano para, en voz baja, decir: “Me temo que hay un
error. Todo lo que he oído es que tengo derecho a una casa. Eso está bien. Pero
no deseo el derecho a una casa… Quiero una casa” (Ferguson, 2015: 48; traduc-
ción propia). La anécdota es un recordatorio de que las luchas por los derechos
no son tales. Los derechos, finalmente, no son cosas reales. Las luchas sólo son
exitosas cuando las personas (y en este libro afirmamos, las más carentes) al
final obtienen aquello que el derecho promete, garantiza o judicializa. El dere-
cho es un instrumento.
En 2011, México reformó su Constitución Política con el fin de establecer
de manera explícita que los derechos humanos reconocidos en ella y en los tra-
tados internacionales ratificados por México deben ser garantizados por el
Estado. El cambio no es trivial. Por primera vez, se puede interpretar que la
Constitución y las leyes consignan los derechos como garantías. En principio,
esos derechos se vuelven justiciables: ya no dependen de la existencia o no de
capacidades o de recursos, sino que las personas pueden exigir su satisfacción
al Estado en un tribunal. El derecho a la protección a la salud es uno de estos
derechos sociales y humanos que ya estaban consignados en la Constitución
23
—desde 1983—1 y en la Ley General de Salud, pero que a partir de 2011 deben
ser garantizados.
El cambio compromete al Estado a garantizar todos los derechos. Incluso
los derechos cívicos y políticos, que en una visión liberal del derecho se con
sideran negativos porque consisten en que el Estado impida su violación, dejan
de ser vistos de esta manera porque se reconoce que el Estado debe construir
las condiciones que permitan ejercerlos.2 Sin embargo, los derechos sociales
comprometen todavía más al Estado porque deben ser provistos, no sólo garan-
tizados al impedir que otros los vulneren. José Ramón Cossío3 los llama “dere-
chos prestacionales”. El derecho a la educación o a la salud no puede ejercerse a
menos que el servicio exista y que se preste de tal manera que las personas sin
recursos puedan beneficiarse de él. En otras palabras, no sólo debe existir el
servicio sino que el Estado debe garantizar que no haya barreras entre ese ser-
vicio y la población; no importa si la barrera consiste en un precio o costo, en
distancia, en diferencias de lenguaje o en ausentismo del responsable. En la
mayor parte de los casos, el ejercicio del derecho implica de manera inmediata
un costo para el erario. Aunque las personas en México son libres de satisfacer
sus derechos sociales mediante prestadores privados de servicios, en caso de
carecer de acceso a ellos el responsable es el Estado.
Una consecuencia fundamental de lo anterior es la universalidad (Roberts,
2012). A diferencia del énfasis en los programas y servicios “focalizados” de
los años noventa y primeros de este siglo, un servicio público basado en dere-
chos tiende por fuerza a la universalidad: las leyes nos reconocen a todos (in-
cluso a transmigrantes y no ciudadanos)4 como portadores de derechos. Por lo
24
tanto, la detección de personas sin recursos para pagar por esos bienes y servi-
cios de los que carecen constituye un hallazgo significativo en términos de in-
cumplimiento de la ley. Una política basada en derechos universales en princi-
pio es más fácilmente analizable que la focalizada: la responsabilidad primaria
de los funcionarios es incluir a las personas. Por lo mismo, se le puede exigir a
una política universal que sea clara con la población porque toda la población
es derechohabiente (en sentido amplio),5 y no rendir cuentas únicamente a un
público técnico o a evaluadores, o a beneficiarios seleccionados con criterios
técnicos. Si se va a excluir a alguien porque se presume que tiene recursos sufi-
cientes para ejercer su derecho sin apoyo del gobierno, es responsabilidad del
Estado demostrar que ése es el caso. No es responsabilidad del ciudadano mos-
trar su necesidad.
Lo anterior parece simplificar notablemente el análisis del acceso efectivo
a las políticas y los programas sociales, porque la universalidad en principio
simplifica la rendición de cuentas. Pero hay una complicación importante: las
condiciones para que cada persona goce de acceso efectivo a un bien o servicio
universal son diferentes. Dado que quienes carecen de recursos pueden exigir
el derecho o servicio al Estado, la prestación del servicio o del bien debe estar
dirigida primordialmente a quienes carezcan de él. Esto ha sido llamado por
Ferragioli (2004) “la ley del más débil”. El débil, pobre, vulnerable, hablante de
una lengua minoritaria, carente de educación, con capacidades diferentes, el
relegado a las zonas más aisladas, es quien provee la medida del cumplimiento
del derecho. Por eso este estudio se centra en las Zonas de Atención Prioritaria
(zap), es decir los territorios definidos por mayor marginación, rezago social y
pobreza.
prometen en distintos grados. Por otra parte, la descentralización de los servicios de edu-
cación y salud, por ejemplo, convierte a los gobiernos estatales en los responsables prima-
rios de la prestación del servicio, pero las instancias gubernamentales superiores no los
han capacitado para ofrecerles dichos servicios. Con frecuencia, los inmigrantes/transmi-
grantes no pasan el primer filtro, que consiste en entregar una identificación aceptada por
el prestador de servicios. En otras ocasiones, se aduce la estrechez presupuestal para no otor
garles el servicio.
5 En México, el término derechohabiente se refiere tradicionalmente a quienes gozan de se-
guridad social laboral. Es obvio que, al reconocerse una lógica de derechos sociales, el tér-
mino debería ampliarse a todos los derechos sociales y a todas las personas.
25
La construcción social de la garantía del derecho procede de dos vías. La
vía legal —judicial, que apenas inicia— consta de demandas de provisión y de
acceso planteadas por individuos, familias o comunidades; de sentencias que
reconozcan la obligación de garantizarlo, y del cumplimiento de la sentencia
por parte de los funcionarios públicos obligados. Pero por la otra, la garantía
del derecho deberá construirse con mejores políticas públicas, mediante la
provisión efectiva de los bienes y servicios en cuestión. Postular el acceso efec-
tivo como campo de evaluación implica que ni el reconocimiento del derecho
en las leyes, ni la existencia de proveedores del servicio, ni sentencias condena-
torias del Estado garantizan que esas personas ejerzan su derecho. Es así como
las escuelas primarias indígenas, los albergues de la Comisión Nacional para el
Desarrollo de los Pueblos Indígenas (cdi), ahora llamado Instituto Nacional de
los Pueblos Indígenas (inpi), los desayunos escolares, y el Programa Progresa-
Oportunidades-Prospera responden todos a esta lógica: garantizar el acceso
efectivo a quienes de otra manera carecen de acceso a la escuela primaria. La
existencia de las escuelas en zonas rurales no garantiza el acceso a la escolari-
dad de los indígenas y personas pobres rurales. Para que el acceso se dé, es ne-
cesario acercar a los niños a la escuela por medio de albergues, alimentarlos
antes de la jornada escolar, enseñarles en su propia lengua, o compensarle a la
familia el costo de oportunidad del trabajo del niño. La garantía de un derecho
social pasa por la puesta en práctica de acciones que van más allá de la oferta,
incluso gratuita, de un servicio. Cuando un derecho se judicializa, los tribuna-
les con sus fallos fuerzan al gobierno a ofrecer las condiciones necesarias para
el acceso efectivo. Pero, como se dijo al inicio, el éxito de una ley o programa
significa que existe una política pública eficaz que garantiza el ejercicio del de-
recho: lo convierte en una práctica social.
La dificultad, o el arte de la política pública en este campo, es definir hasta
dónde debe acercarse el Estado al portador del derecho, y cómo debe hacerlo.
Por una parte, éste es un problema de políticas públicas: corresponde al Estado
diseñar y poner en marcha una política eficaz y eficiente para garantizar el de-
recho. Pero por otra parte es un problema de ciudadanía social, de daño moral
y de la heterogeneidad de la información y de las rutas de acceso: ¿el ciudadano
que exige acceso efectivo tiene siempre la razón? ¿Quién es el responsable de que
una persona haya carecido de acceso en una circunstancia específica? ¿Cuál es
el umbral que define que una persona ya no pueda exigir acciones especiales
26
(como sujeto social débil o discriminado) para ejercer un derecho, y que deba
actuar por iniciativa propia para ejercerlo? El caso de Margarita, indígena ná-
huatl, incluido en una evaluación de mortalidad materna en México, ilustra el
dilema. Este caso se extrajo de la autopsia verbal que hizo la Secretaría de Salud:
Margarita nació en 1978. Al morir contaba con 31 años de edad, estaba casada,
habitaba en un estado de muy alto rezago social y en un municipio catalogado
con alta marginación desde 2000 hasta 2010. Se dedicaba al hogar y tenía prima-
ria incompleta, aunque en el expediente se le clasifica como analfabeta. Hablante
de náhuatl y de español, beneficiaria de Oportunidades y del Seguro Popular. Con
cinco embarazos —cuatro partos y un aborto— sus partos fueron atendidos
siempre por partera. En sus cinco embarazos presentó un espacio intergenésico
de tres años, su primer parto lo tuvo en 1998, a los 20 años de edad. En su quinto
embarazo tuvo control prenatal en el octavo mes de embarazo con una consulta
prenatal 15 días antes del parto.
Los técnicos de atención primaria de salud (tap) la captaron a través del censo
de embarazadas y fueron quienes llevaban la atención prenatal y tenían el antece-
dente de que Margarita presentó tensión arterial de 130/90, con edema facial y de
miembros inferiores. No tuvo exámenes prenatales ni se le solicitaron. Cinco días
después el tap realiza una visita domiciliaria encontrándole una tensión arterial
de 120/80.
Diez días después de su última consulta prenatal, en julio de 2010, inicia con
trabajo de parto y de inmediato llaman a la partera quien atiende el parto de una
niña que nació sin complicaciones. Doce días después Margarita inicia —a las 4
de la tarde— con vómito, que su madre atiende con té de manzanilla; por la no-
che, cerca de las 9:30 p.m., se quedó “quieta” y murió. Como la vieron tan mal pen-
saron que se iba a morir y que traerla al pueblo les costaría mucho dinero, con el que
no contaban. Aunque conocen el centro de salud, éste queda a dos horas y media
en auto, lo que implica gastos importantes para la familia.
Margarita pertenecía a una familia que vive a dos horas y media del servicio de
salud más cercano, el cuidado prenatal lo ha llevado con los tap y con su partera y
por ello [sic] no podía costearse los servicios de salud. En el expediente se señala
que no acude a los servicios de salud, lo que se cataloga como negligencia de la pa-
ciente (Coneval, 2012: 63-64).
27
Es ampliamente sabido que, para algunas familias en pobreza extrema, la aten-
ción de una emergencia médica puede acabar con el patrimonio familiar y de-
jar sin alimento a los demás miembros del hogar. La observación cínica de que
lo peor que le puede suceder a una familia pobre no es que un miembro muera,
sino que sobreviva enfermo, no carece de razón: el tratamiento y la atención de
enfermos significa una catástrofe para una familia pobre con consecuencias
intergeneracionales de alto costo (deserción escolar de los hijos, desnutrición
de los bebés, por ejemplo). Este hecho se usó como argumento clave para la
creación del Seguro Popular.
Margarita no acudió a los servicios de salud, sino que se captó en un censo
de embarazadas. Pero se reporta que había acudido a consulta con técnicos de
salud dos semanas antes del parto. Presentó hipertensión y retención de líqui-
do, pero una visita ulterior de un técnico a casa de Margarita la encontró me-
jor.6 Por otra parte, es probable que al empezar los vómitos su condición ya
haya sido muy grave, y que transportarla dos horas y media a una clínica de
primer nivel, además del costo, no la hubiera ayudado. La familia tomó la deci-
sión de no transportarla. Lo único que se menciona es el costo del transporte, y
nunca se conocerá la alternativa. Como todos los casos reales, hay complica-
ciones. ¿Se explica la muerte sobre todo por una mala consulta prenatal, por
una mejoría inesperada en la visita domiciliaria que impidió canalizar adecua-
damente el caso, por una mala revisión en dicha visita o la inexistencia de ella,
por un relativo desprecio de la vida de una mujer por parte de las instituciones
o de la familia, o por la inexistencia absoluta de los medios para transportarla?
¿Es la falta de un servicio gratuito de ambulancias parte del problema? ¿Pue-
den los servicios de salud mexicanos dar una solución práctica (internamiento
preventivo, ambulancias gratuitas)? ¿Quién falló en términos de la garantía del
derecho a la salud —y por lo tanto a la vida— de Margarita?
A la muerte de Margarita contribuyeron varios factores y circunstancias.
Su muerte fue el desenlace o resultado de procesos de acumulación de desven-
6 Resulta extraño que en una visita domiciliaria posterior su tensión arterial se haya repor-
tado como normal y ya no se mencione edema, y que posteriormente muera. Las autoras
del estudio citado reportan que las autopsias verbales de las muertes maternas están re-
dactadas en un lenguaje que sugiere fuertemente que han sido escritas por personal de sa-
lud y que en ocasiones son defensivas, es decir que justifican las decisiones u omisiones del
personal de salud.
28
tajas.7 Pero la pregunta es si contó o no con acceso efectivo a las instituciones
de salud. Si el relato se toma como preciso, se omitió dar a la persona acceso
efectivo en dos momentos: durante la consulta que detecta hipertensión arte-
rial y edema, ya que a partir de ella se debió darle tratamiento o derivarla a
quien pudiera atenderla; y cuando empezó a presentar síntomas agudos el día
de su muerte (que muy probablemente estuvieron precedidos de varios días de
otros síntomas). En ambos momentos careció de acceso a los servicios que ne-
cesitaba.
El caso de Margarita es un claro ejemplo de que cuando una persona —o una
familia— ha acumulado un conjunto de severas desventajas (en términos de
género, escolaridad, salud, ingresos, subordinación dentro de la familia, etcéte-
ra), no cuenta con acceso efectivo a las políticas públicas por el simple hecho de
que éstas existan. Ni la titularidad del Seguro Popular ni la existencia de la clí-
nica (a dos horas y media de distancia en un contexto rural de muy precaria
red de comunicaciones y servicios de transporte) fueron suficientes para evitar
esta muerte materna (que por definición, era evitable). Hay varias implicacio-
nes de este hecho: es más difícil para el Estado ofrecer acceso efectivo en una
sociedad marcada por la desigualdad. En dicha sociedad, quienes menos tie-
nen necesitan salir de una profunda hondonada de carencias —a veces metafó-
rica y muchas veces real— para acceder a los servicios que los demás usamos
sin esfuerzo. Otra implicación, de carácter conceptual, es que el acceso efecti-
vo depende de la ruptura de dichos procesos en los que las desventajas se van
acumulando hasta poner en riesgo la salud, la escolaridad de los niños y jóve-
nes, la subsistencia material y la vida misma.
El acceso efectivo a un programa o servicio incluye todo lo necesario para
que el derecho se ejerza (o, desde el punto de vista del proveedor, que el servicio
se entregue). Si la persona carece de los recursos necesarios para acceder al ser-
vicio, entonces es responsabilidad del Estado ofrecer medios de acceso. A conti-
nuación, se enumeran las condiciones necesarias que hemos detectado:
7 Véase González de la Rocha, 2018, donde la autora define el concepto acumulación de des-
ventajas y plantea que el surgimiento de cúmulos o racimos de desventajas es el producto
de procesos de deterioro o desgaste de los recursos de los hogares y los individuos, y de la
capacidad de reaccionar ante los cambios del entorno.
29
1. Un sistema eficiente y transparente de identificación oficial y documentación.
Todos los programas y servicios basados en un padrón piden documentos
personales. Demandan que estén en orden y vigentes. Éste es el primer paso
y el primer obstáculo. Los programas sociales cada vez demandan más do-
cumentos de identidad, como acta de nacimiento certificada y vigente, cre-
dencial de elector y Clave Única de Registro de Población (curp), por ejem-
plo, y un domicilio oficial, normalmente con comprobante. Cuando el
programa incluye identificación de un predio, el nombre del titular del pre-
dio debe ser absolutamente idéntico al que consta en los otros documen-
tos de identidad, y puede demandarse la certificación actualizada y el des-
linde del derecho de propiedad, ejidal o comunal. El hábito de obtener estas
identificaciones se está extendiendo, pero una minoría apreciable de los en-
trevistados en este estudio ha enfrentado barreras de acceso a programas y
servicios porque carece de uno de estos documentos, porque su nombre va-
ría entre uno y otro, o porque sus documentos se pierden en las oficinas.
Con el fin de apresurar a los padres a registrar oficialmente a sus hijos, el
Seguro Popular y el Seguro Médico para una Nueva Generación (smng) les
decían que cancelarían su afiliación a los 90 días si no presentaban el acta
de nacimiento con el nombre oficial del bebé. Pero un análisis del año de la
cohorte de nacimiento de 2000 muestra que ese mismo año sólo se registró
el 63% del total de nacimientos.8 Si el patrón persistiera, eso significaría que
37% de los recién nacidos se habrían quedado sin el smng al transcurrir ese
plazo. Seguramente, en 2010-2012 la proporción fue menor, porque las fami-
lias tenían cada vez más motivos para registrar a sus hijos a tiempo, pero
persistió una porción de registros tardíos. Dado que hay plazos y periodos
de afiliación y de reafiliación o recertificación, un servicio o programa se
puede perder con facilidad por no presentar el documento corregido a tiem-
po. Pero incluso cuando se consigue, el funcionario puede dudar de su au-
tenticidad y negar la afiliación. Las actas de nacimiento, crecientemente, se
expiden con una fecha de caducidad. Esto es altamente discriminatorio y
reduce la posibilidad de ejercer el derecho. Por último, el costo de los docu-
8 Sin embargo, se puede suponer que la oportunidad del registro ha mejorado a la par de la
expansión de programas de transferencias y servicios. La cifra del año 2000 es del Inegi (Es-
tadísticas vitales). Referido por Marta Mier y Terán, comunicación personal.
30
mentos mencionados puede ser muy alto. Incluso la curp, que es gratuita,
implica un costo en el caso de personas analfabetas, incompetentes en el
manejo de computadoras o no propietarias de una. La sola documentación,
entonces, impide en realidad el acceso a las políticas públicas de una parte
de la población, que suele ser la más pobre y aislada, y la menos escolarizada.
2. Información/transparencia. ¿Qué hace el programa? ¿A qué oficina hay que
acudir? ¿Qué le da a quién, por qué, con qué fines y condiciones? No son po-
cos los usuarios del Sistema de Garantías y Acceso Anticipado a Pagos Fu-
turos del Programa de Apoyos Directos al Campo (difundido como Pro-
campo Capitaliza) que juran que no se les informó que los montos obtenidos
debían ser pagados. La información debe ser oficial, clara y comprensible
para la población objetivo; no manipularse con fines partidistas; poderse
corregir, detallar o afinar sin gasto excesivo de tiempo o recursos, y por me-
dios conocidos para la población en cuestión.
3. Prueba, trámite y afiliación formal. Antes de la afiliación formal se debe ob-
tener información del beneficiario potencial que detecta que es parte de la
población objetivo del programa, y describir un procedimiento claro hacia
la afiliación. Dicho procedimiento debería estar disponible para todo el que
sea parte de la población potencial, es decir que podría calificar si responde
a ciertas condiciones. La negación del acceso formal también debe quedar
claramente explicada. Pero con frecuencia el acceso mismo a la prueba de-
pende de la iniciativa de alguien: de un funcionario, de una campaña, del
paso de una brigada de inscripción o afiliación por el pueblo, y quien no
está o no cuenta con todo lo necesario en ese momento no es afiliado. Se
dice que accedía al Seguro Popular cualquier persona que lo deseara y que
no estuviera afiliada a la seguridad social laboral. Pero el análisis muestra
que el acceso a la prueba y el trámite siguieron procedimientos distintos en
cada estado, con resultados también diferentes. Una vez superados estos
pasos, el beneficiario ingresa al padrón y debe recibir un comprobante de
afiliación. Esto puede suceder en el momento, gracias a la automatización
de las pruebas de selección. Aunque la afiliación puede conllevar una espe-
ra o la repetición del trámite por errores, o por la pérdida de documentos en
las oficinas o en otros lugares. A veces cada programa emite una identifica-
ción oficial, con un número que sólo maneja ese programa y que no sirve
para nada más. El resultado puede ser que se multiplican los requisitos de
31
códigos, folios, fotos, identificadores biométricos, y esto dificulta su manejo
por parte de la población pobre.
4. Infraestructura y capacidad de prestar el servicio. Cada servicio social o acción
pública debe tener la capacidad de atender a su población. Definir esta ca-
pacidad es difícil y debe resultar de estudios diagnósticos cuidadosos, pero
es absolutamente imprescindible si se quiere llegar a la población objetivo y
si se quiere alcanzar una cobertura amplia. ¿Basta con tener instalaciones
de oncología en la capital del estado, o prestar el servicio por contrato con
un hospital privado, o es necesario desarrollar una red de clínicas regiona-
les con equipo y personal capacitado? Tal vez en Colima no haya duda: des-
de cualquier punto del estado se puede llegar en dos horas a los hospitales
de máximo nivel en la capital, si se cuenta con un vehículo motorizado.
Pero en Oaxaca, el mismo tipo de transporte puede tardar 14 horas, o no lle-
gar cuando es temporada de huracanes. En ambos estados hay personas
sin acceso a vehículos, pero la proporción es mayor en Oaxaca, el estado
es más grande y su topografía mucho más accidentada, lo que alarga y com-
plica los traslados de manera significativa. Por otra parte, el spss definía
explícitamente una lista de intervenciones incluidas y el material y equipo
requerido para llevarlas a cabo. Las clínicas que han sido acreditadas por
las autoridades de salud federales para prestar estos servicios deben contar
con todo lo necesario para realizar esas intervenciones sin cobrarles a los
pacientes ni pedirles que compren los insumos. La capacidad de brindar ac-
ceso efectivo, en el caso del Seguro Popular, era más difícil de construir que
en otras políticas públicas. Por una parte, los equipos materiales (espacios,
mobiliario, insumos, medicamentos) son caros y pueden escasear. El perso-
nal debe tener la capacidad de definir el problema del paciente y el trata-
miento adecuado para él o ella de manera individual. Y el gobierno federal
no es quien presta el servicio, pues está a cargo de las secretarías de salud
estatales. Desde el punto de vista de la oferta, entonces, el acceso efectivo a
la salud incluye la capacidad de brindar acceso físico a las instalaciones, de
contar con los equipos materiales necesarios, y de diagnosticar adecua
damente la necesidad y, por lo tanto, la intervención adecuada, lo que debe
hacerse en un sistema de salud parcialmente descentralizado.
32
5. Acceso efectivo. Obtención de beneficio/servicio. Normalmente, las personas
reciben la atención, los bienes o los servicios estipulados meses después de
ser afiliados. Los deben recibir oportunamente, en las cantidades apropia-
das y de tal manera que el objetivo del servicio o programa sea alcanzable,
sin importar que se trate de apoyo alimentario o de educación. En el caso
de Oportunidades, se debían recibir los diferentes componentes de tal ma-
nera que las familias mejoraran su salud y nutrición, y que los jóvenes per-
manecieran en la escuela. En el caso de la salud, se debe recibir una in
tervención oportuna que proteja la salud y la vida de las personas, pero que
también evite su empobrecimiento por gasto catastrófico o su empeora-
miento por falta de recursos (lo cual también es catastrófico). Éste es el
punto crucial de nuestro análisis. Depende en primer lugar de la suficiencia
de la oferta, pero también de que ésta quede al alcance de quien precisa la
atención.
6. Permanencia, graduación, exclusión. Mientras una persona forme parte de
la población objetivo de un servicio o programa, debe seguir recibiéndolo.
En un programa universal, no hay razón para excluir a nadie.9 Pero si se for-
mulan condiciones, cuando la persona salga de esa población, saldrá del
programa. Esto, que parece obvio, es difícil de ejecutar, pero necesario para
que el gasto social sea eficiente, justo y redistributivo hacia los débiles. Si
una familia beneficiaria del Programa Oportunidades mejora sustancial-
mente su ingreso, su casa o los servicios a que accede: ¿cuál es el umbral
que indica no sólo que ha salido de la población objetivo, sino que es impro-
bable que vuelva a quedar en ella? Nunca corroborar que una persona bene-
ficiaria sigue siendo parte de esta población seguramente lleva a un desper-
dicio de recursos públicos. Certificarlo muy frecuentemente y con muchos
documentos también llevará a ineficiencia financiera de los servicios públi-
cos, y a excluir a los más pobres, aislados, los menos letrados o monolingües
en lengua indígena, o a las madres jefas de familia que trabajan largas jor-
nadas y no pueden hacer muchos trámites.
9 Aunque una acción o programa se defina como universal, existe la posibilidad de que la po-
blación califique o deje de calificar: piénsese en “adulto mayor”, “madre trabajadora”, “mi-
croempresario”. Las personas transitan hacia cierta condición, o pueden transitar a dejar
de serlo.
33
Los numerales uno al cuatro comprenden las condiciones necesarias para
que exista el acceso efectivo. Los numerales cinco y seis son los que sí se refie-
ren directamente a ese acceso y a lo necesario para que el programa o servicio
tenga el efecto que busca.
El enfoque adoptado en este estudio, y en el cual se basa el puntuario ante-
rior, permite saber si los habitantes de estas zonas acceden efectivamente a los
programas o servicios, y con qué elementos de acceso cuentan y con cuáles no.
Pero tiene algunos inconvenientes. Sobrestima la brecha entre algunas perso-
nas muy pobres y otras que lo son menos pero que, en comparación con la clase
media acomodada (o peor todavía, con los verdaderos ricos) siguen siendo ca-
rentes. En investigación de campo, con frecuencia se encuentran hogares y per-
sonas en condiciones muy parecidas pero que por una razón al parecer insigni-
ficante han sido clasificadas en lados opuestos de la línea de elegibilidad para
un programa o servicio. El libro aborda dos acciones públicas: Oportunidades y
el Seguro Popular. Oportunidades estaba dirigido exclusivamente a personas
por debajo de un umbral socioeconómico dado. El Seguro Popular era en prin-
cipio universal para el grupo en cuestión (la población sin seguridad social). El
Programa Oportunidades seleccionaba, y mantenía en su padrón, tan sólo ho-
gares por debajo de un umbral socioeconómico de elegibilidad (pobreza). Para
asegurarse de que así era, se usaba un procedimiento llamado de “recertifi
cación”. Como es sabido, hay entradas y salidas abundantes de la situación de
pobreza. El Seguro Popular, formalmente, debía cubrir a todos aquellos que ca-
recían de seguridad social tradicional, sin importar su nivel socioeconómico,
aunque se preveía que quienes tuvieran un nivel superior a un umbral pagaran
por el seguro, lo que jamás se puso en práctica. Estaba previsto que el Seguro
Popular también recertificara la elegibilidad de los individuos de manera pe
riódica. Al inicio de su existencia, esto repercutió en la exclusión de las perso-
nas que no acudían a recertificarse. Pronto se eliminó este requisito, y se reafi-
lió automáticamente a todos (incluso a los fallecidos).
34
2. Metodología del estudio
Procedimos del siguiente modo para mostrar de manera robusta si había trans
parencia y acceso efectivo a las acciones públicas del estudio (Seguro Popular
y Programa Oportunidades) para la población de escasos recursos que tradi-
cionalmente ha carecido de estos servicios: 1) participamos en una encuesta
nacional de los municipios con los menores índices de desarrollo; 2) investiga-
mos las páginas de Internet de los programas o acciones, e hicimos solicitudes
de información formales, para obtener padrones y otra información; 3) selec-
cionamos cuatro estados (Chiapas, Oaxaca, Michoacán y Jalisco), dos munici-
pios zap, y tres localidades dentro de cada municipio; 4) en las capitales estata-
les se recabó información sobre la forma de operar de cada acción pública, en la
entonces llamada Sedesol, en la Secretaría de Salud y en los Regímenes Estata-
les de Protección Social en Salud (repss); 5) en cada comunidad se aplicó una
encuesta de localidad a 50 hogares seleccionados al azar en las zonas pobres de
cada una; 6) a partir de esas encuestas de localidad, detectamos beneficiarios y
no beneficiarios de cada acción pública, para recabar de manera directa sus
experiencias con cada acción pública estudiada. Una vez seleccionados, se les
hicieron entrevistas detalladas para conocer sus trayectorias de atención y
gestión (tag, véase infra); 7) se sostuvieron entrevistas con los principales fun-
cionarios del nivel más cercano a los beneficiarios (médicos, enfermeras, em-
pleados regionales de Sedesol y funcionarios municipales) para entender el
funcionamiento local de cada acción pública. Este capítulo explica brevemente
en qué consistió cada uno de los pasos mencionados.
35
Encuesta en zap
Cada investigadora estuvo a cargo de obtener por esta vía, sin capacitación por
parte de personal de los programas, el padrón nominal más actualizado posible
para contrastarlo con los beneficiarios que se encontraran en las localidades.
Esto permite saber si las políticas públicas reportan personas que no saben que
son beneficiarios, o si hay diferencias importantes entre los padrones disponi-
bles en las páginas web oficiales y lo encontrado en campo. Se prestó particular
atención a la obtención de los padrones de las comunidades que se estudiarían.
Esta fase de nuestro estudio indica si los programas y acciones están rin-
diendo cuentas a la ciudadanía en general, y si están abiertos al escrutinio de
cualquier interesado. Por otra parte, al actuar como “ciudadanas comunes”
1 Para mayor detalle de los resultados de esta encuesta, véase Banegas, 2012.
36
(aunque más capacitadas que el promedio), ellas establecieron de esta manera
si una ciudadana puede o no saber si está apuntada como beneficiaria o dere-
chohabiente de un programa o servicio. Por último, al obtener esta informa-
ción esa ciudadana podría reclamar los beneficios o servicios del caso, es decir,
obtener acceso efectivo.
37
Trabajo en las capitales estatales
El paso por las capitales (una o dos semanas) hizo posible conocer personal-
mente a los encargados estatales de los programas y entender cómo organi
zaban el trabajo de cada acción pública. Como era de esperarse, fue el Seguro
Popular, operado por las secretarías estatales de salud, el que mostró mayor
heterogeneidad. El Programa Oportunidades era administrado de manera cen
tralizada. Es decir que ni las decisiones de incorporación o exclusión de benefi-
ciarios, ni los fondos para ellos, pasaban por intermediarios (salvo los bancos).
Quienes lo operaban en los estados seguían directrices nacionales, y por lo tanto
había muy poco margen de maniobra independiente en cada estado.
Sin embargo, los distintos momentos que atravesaba cada programa tuvie-
ron impacto en las delegaciones estatales de Sedesol y Salud de manera di
ferente. En el caso de salud, además, no se habían obtenido los padrones no
minales por Internet, por lo que al llegar a las capitales estatales se hizo un
intento por conseguirlos a través de los sistemas estatales de acceso a la infor-
mación pública. Esto tampoco fue posible. O bien los sistemas de salud daban
argumentos para no entregar la información, o bien el propio instituto estatal
de acceso a la información no procesaba la solicitud.
Conviene señalar que, si bien es necesario proteger la información personal
como lo ordena la ley, esto sirvió para que las autoridades del Seguro Popular
impidieran transparentar la información sobre los beneficiarios. Fue imposible
saber si todos los beneficiarios sabían que lo eran, si todos los que creían serlo
aparecían en el padrón, o si, como posteriormente revelaron múltiples artículos
periodísticos, las personas muertas seguían apareciendo, y por lo tanto los esta-
dos recibían fondos por personas que no podían solicitar atención. Con todo, la
visita a las delegaciones o secretarías estatales también fue útil porque permitió
asegurar la confianza necesaria para que desde allí se solicitara a los funciona-
rios locales que cooperaran con el estudio. Aunque no se obtuvieron los padro-
nes del sp, los funcionarios de las secretarías colaboraron con el estudio.
Encuesta de localidad
38
cionar a los candidatos para estudios de caso de manera casual o por con
veniencia. Es necesario, por el contrario, establecer quiénes cumplen con los
requisitos del estudio; hacer una muestra a partir de ellos, y finalmente pedir
su anuencia para colaborar con la investigación. Por lo tanto, a partir de un ta-
miz-cuestionario escogemos a las unidades de estudio que muestran variacio-
nes en los aspectos que nos parecen claves. Se había pensado en un breve cues-
tionario-tamiz que permitiera conocer la conformación del hogar y su afiliación
a cada acción pública estudiada. Pero las investigadoras decidieron que podía
ofrecer más información y se diseñó un instrumento que se aplicaba en más de
una hora de entrevista, y llevó hasta dos semanas de trabajo. En algunos casos
supuso entrevistar a varios miembros del hogar. Sin embargo, la información
mostró ser de calidad y fue un apoyo importante para los hallazgos, además de
respaldar la selección de casos de estudio.
En cada comunidad se aplicaron 50 cuestionarios. Las viviendas se selec-
cionaron aleatoriamente a partir de la zona de la localidad que las autoridades
y funcionarios entrevistados al inicio señalaron como la de menores recursos.
Para esto, se hizo un croquis a mano de esta zona y sobre el croquis se seleccio-
naron las viviendas, salteadas en proporción a la cantidad de viviendas detec-
tadas, hasta llegar a 50. En localidades muy pequeñas se obtuvo información
directa de casi todos los hogares. En localidades de alta inseguridad en Mi-
choacán, el rechazo hizo necesario reemplazar hasta el 20% de los hogares. Ahí
el procedimiento tuvo que recurrir a la estrategia de “bola de nieve” y a reco-
mendaciones de funcionarios.
Las tag conforman el núcleo del estudio de acceso efectivo. Consisten en estu-
dios de caso en los que se hace una reconstrucción del proceso de búsqueda de
afiliación, bienes o servicios, y de su obtención, si es el caso. Se seleccionaron a
partir de la encuesta de localidad. La idea de proceso es importante. Es decir
que las personas casi no tienen información cuando inician la búsqueda de un
servicio o un beneficio, o la que tienen es errónea, y a través de un proceso de
ensayo y error, y de interacción con vecinos, parientes, conocidos casuales, fun-
cionarios o fuentes de información (carteles, anuncios públicos e intentos infruc
tuosos), van comprendiendo lo que pueden hacer/obtener de cada acción pública.
39
En otras palabras, el acceso efectivo, cuando llega a ocurrir, es el resultado de
acciones y estrategias de la población, en un contexto de poco dominio del es-
pañol, de poca alfabetización, de desconocimiento de oficinas, jurisdicciones y
procedimientos y, a veces, de desconocimiento por parte de los propios funcio-
narios. En lugar de pensar a la población como una masa pasiva a la que el Es-
tado le lleva servicios y atiende, la pensamos como activa, por lo tanto quere-
mos saber cuál es el recorrido que sigue para buscar y obtener bienes y
servicios. Aunque las tag fueron útiles para todo el estudio, se pensaron y utili-
zaron especialmente en el análisis de acceso efectivo. Además de mostrar si
este último se brinda o no (es decir, el conjunto de los beneficios previstos por
cada acción pública), deberán servir para mostrar las rutas de aprendizajes de
los pobladores de estas zonas prioritarias o marginadas, con el fin de diseñar
estrategias que les faciliten la información que necesitan.
40
¿Son hallazgos robustos?
41
Las fuentes del análisis
42
cuatro acciones públicas: el Programa Oportunidades, Procampo, 70 y Más, y
el Seguro Popular. Una ventaja adicional de su análisis es que compara los ni
veles de acceso formal de hogares migrantes y no migrantes a los programas
estudiados, con el objeto de estimar si los hogares migrantes, dada su composi-
ción particular, tienen problemas para acceder o permanecer en esos prog ra
mas, o si a su regreso los migrantes encuentran problemas para afiliarse a los
beneficios que les corresponden.
43
3. El Seguro Popular
45
manera sustancial el gasto familiar en salud. De haberlo logrado, la capacidad
familiar de distribuir recursos en otras necesidades, ahorro o inversión debió
crecer de manera importante. La fatalidad de las trampas de la pobreza se ha-
bría roto por lo menos en parte. En la medición oficial de la pobreza en México,
que es multidimensional, la afiliación formal y explícita al Seguro Popular se
reflejaba directamente en una disminución de la carencia de servicios de salud.
Pero además, el correcto funcionamiento del sistema debería reducir otras ca-
rencias, que se agudizan cuando una familia de bajos recursos se ve forzada a
gastar la mayor parte de sus ingresos o a vender la mayor parte de sus activos
para solventar una emergencia. Sabemos que una de las primeras carencias
que se agrava es la alimentaria, pero desde luego pueden producirse otras (in-
tensificar el trabajo asalariado a costa de la escolaridad, reducir el ingreso dis-
ponible durante meses para pagar préstamos usurarios, etcétera). Por todo esto,
el correcto funcionamiento del Seguro Popular conduciría a una reducción
significativa de la desigualdad y a la mejora de las capacidades de la pobla
ción más pobre, ambos elementos cruciales del desarrollo. Según simulaciones
de Knaul et al. (2003) hechas justo antes del lanzamiento de este sistema, el Se-
guro Popular podría reducir a la mitad el gasto catastrófico en salud. El impac-
to positivo mayor ocurriría en localidades pequeñas y rurales (las que se anali-
zan aquí), y su correcta instrumentación haría que México subiera, en términos
de justicia financiera, del lugar 144 (de 191 países) hasta el lugar 16, junto con
países reconocidos por su excelente sistema social de salud.
El Seguro Popular no fue una simple adición al presupuesto de la Secreta-
ría de Salud porque cambió la lógica y la distribución del financiamiento. Se
otorgaba a un estado según su población no asegurada, registrada en padrones
nominales reportados al gobierno federal.1 Explorar lo que significa el acceso
efectivo en el caso de una política de Estado es fundamental para este estudio
porque los sistemas y servicios normados directamente por leyes tienen un ni-
vel institucional superior, reciben financiamiento muchas veces mayor, y tie-
nen alcances correspondientemente mayores que los programas. El Seguro Po-
pular contaba al cierre de 2011 con un padrón de 52 millones de personas, es
46
decir, del doble que el Programa Oportunidades2 y casi la mitad de la población
del país. El análisis del Seguro Popular permite acceder a las condiciones de
operación y atención al ciudadano de las grandes políticas, y del grueso del pre-
supuesto público federal y estatal. El Programa Oportunidades tuvo en 2011 un
presupuesto de 67 000 millones de pesos, al sumar sus diversos componentes,
que se distribuían en varias secretarías. La función salud (incluso los servicios
públicos de salud del Instituto Mexicano del Seguro Social —imss— y los pro-
gramas de salud), por el contrario, contó en 2010 con un presupuesto de 355 907
millones de pesos (Coneval, 2011).
Los servicios de asistencia social, salud y educación fueron significativa-
mente descentralizados en un proceso que inició en 1986, y puede sufrir aún
más cambios en el futuro. Por lo tanto, el análisis del acceso efectivo en esos
sectores debe revelar cuál es el resultado de la descentralización de estos servi-
cios. ¿Significa la descentralización opacidad y desaparición de recursos, o por
el contrario, una mayor eficacia en la respuesta a especificidades y emergencias
en cada estado? ¿Se convierten los recursos en bienestar en salud para el usua-
rio prioritario, es decir el más pobre, más indígena y menos urbano? Establecer
si ha sido así o no es el objetivo de este capítulo.
En este capítulo se analiza ante todo el problema al cual respondía el Segu-
ro Popular, su funcionamiento y sus reglas básicas; posteriormente se describe
su disposición, en los cuatro estados, a proveer información importante para
entender su financiamiento y el destino de éste, y verificar su padrón; a partir
del tercer apartado el énfasis está en los usuarios. En el tercero se analizan los
—distintos— procesos de afiliación formal en cuatro estados; en el cuarto, la
capacidad de las clínicas de proveer servicios, y por último se analiza el acceso
efectivo al servicio de salud del Seguro Popular a través de las diversas trayec-
torias de atención y gestión (tag), recabadas en comunidades dentro de las
zap del país.
2 Al cierre de 2010, el padrón del Programa Oportunidades era de 5.8 millones de familias y
aproximadamente 27.5 millones de personas.
47
El problema de los servicios de salud en México
y la estrategia del Seguro Popular
• Baja inversión en salud, alrededor del 5.6% del Producto Interno Bruto (pib),
considerablemente por debajo del promedio de los países integrantes de la
3 El Ramo 12 y el Fondo de Aportaciones para los Servicios de Salud de los estados del Ramo
33 o fassa.
48
Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (ocde) o de
países con ingresos similares.
• Una alta proporción del gasto total en salud lo realizaban directamente las
familias (52%).
• Gran desigualdad en el gasto según estados: la diferencia en el gasto per cá-
pita por estado era del orden de 8:1, y los estados pobres se encontraban en-
tre los que menos gastaban en salud, lo que perpetuaba la brecha.
• Gran desigualdad en el gasto según estrato social o de ingresos, y diferencias
“regresivas” en el gasto y en la afiliación a la seguridad social tradicional: el
gasto catastrófico empobrecedor afectaba al 19.3% del 20% más pobre de
los hogares, y sólo al 2.9% del 20% de mayores ingresos.
• Esto se relaciona estrechamente con la afiliación a la seguridad social tradi
cional: mientras que sólo el 10.8% de los hogares de menores ingresos esta-
ba afiliado, el 61.7% de los hogares con mayores ingresos contaba con ella.
• Por último, el 73% del gasto público en salud se destinaba a la nómina. Era
urgente encontrar la manera de destinar una mayor proporción del gasto a
infraestructura, equipo, medicamentos, y las acciones de atención a la sa-
lud propiamente dichas.
La estructura del gasto público en salud protegía más a las familias de mayores
ingresos y exponía a mayores riesgos a los más pobres. En las evaluaciones del
Programa Progresa-Oportunidades,4 y en los estudios que realizamos en co-
munidades campesinas y pobres, abundan ejemplos claros de la manera en que
los gastos mayores en salud han precipitado acontecimientos familiares catas-
tróficos. Hay familias que venden todo su ganado o que rentan tierras para
acceder a efectivo a corto plazo; personas que abandonan los estudios o sus
empleos para atender enfermos; niños que se quedan con parientes o vecinos
mientras la madre o el padre van a la ciudad a acompañar, a la fuerza, a un en-
fermo; la lista es variada e incluye consecuencias graves para el futuro de los
4 Las evaluaciones externas del programa estaban disponibles en su página web <https://
evaluacion.prospera.gob.mx/> que dejó de existir durante la actual administración federal
(2018-2024). Sin embargo, gracias al acervo bien cuidado de la Universidad de Texas en
Austin, el lector puede encontrar todas las evaluaciones externas realizadas por nosotros y
nuestro equipo desde el año 2000 hasta 2008 (<http://lanic.utexas.edu/project/etext/opor-
tunidades/>).
49
miembros de estos hogares. En el análisis que sigue, se podrá ver si el Seguro
Popular cambió esa situación.
Las reformas concretadas en el Seguro Popular buscaban mejorar la cali-
dad hasta una norma única nacional, y unificar y mejorar la regulación del sis-
tema. Dado que fortaleció, en la ley, la capacidad de regulación de la Secretaría
de Salud federal, algunas autoras lo consideraron una reforma parcialmente
recentralizadora (Aguilera y Barraza, 2011).
El sistema estaba financiado por el gobierno federal, los gobiernos estata-
les (muy pocos fueron los que completaron sus aportaciones) y, se preveía, los
usuarios. Los gobiernos estatales firmaban con el gobierno federal un convenio
anual de financiamiento, que establecía los montos que cada uno dedicaba al
sistema. Con el Seguro Popular se creó un nuevo componente del financia-
miento federal de salud, con una cantidad per cápita igual por estado con el fin
de mejorar y homogeneizar el servicio. Esto implicó dos desafíos: el primero,
aumentar sustancialmente las transferencias a los estados con menos recursos
(hasta 2017 no disminuyeron las transferencias a ningún estado).5 Así se hizo:
el esfuerzo fiscal implícito en el aumento absoluto al financiamiento federal a
la salud no tiene paralelo en la historia reciente. Este hecho no ha sido suficien-
temente subrayado. Aunque el gasto en salud venía creciendo en términos rea-
les, en 2004 se aceleró el incremento, como muestra la gráfica 3.1. El segundo
desafío consistía en que el financiamiento se tradujera en más y mejores servi-
cios. Esto significaba, fundamentalmente, que la federación y los estados ope-
raran el sistema correctamente tal como lo señaló la reforma a la Ley General
de Salud de 2003.
El financiamiento estatal expresado en los convenios de financiamiento
equivalía a 20% del total del financiamiento público del sistema. Sobre esta
cantidad se sabe mucho menos que sobre la federal. La evidencia que presenta-
mos en este estudio respecto al crecimiento de la infraestructura, el personal y
el equipo, y sobre el acceso efectivo de los afiliados, hace posible decir que en
algunos estados esta cantidad no llegaba a las clínicas.
5 El gobierno federal transfería la mayor parte de los fondos a los estados, pero retenía aproxi
madamente el 25% del financiamiento como parte del Fondo de Protección Contra Gastos
Catastróficos (fpgc). Este fondo se transfería por evento.
50
GRÁFICA 3.1 Índice del Gasto Público Real en Salud (1990 = 1)
Gasto público total Gasto público para población sin seguridad social
9 9
8 8
7 7
6 6
5 5
4 4
3 3
2 2
1 1
0 0
1991
1992
1993
1994
1995
1996
1997
1998
1999
2000
2001
2002
2003
2004
2005
2006
2007
2008
2009
1991
1992
1993
1994
1995
1996
1997
1998
1999
2000
2001
2002
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2004
2005
2006
2007
2008
2009
Notas: Precios constantes de 2009; el gasto público total en salud = gasto público en salud
para la población con seguridad social + gasto público en salud para la población sin seguridad
social; se incluye el rubro “gasto estatal en salud” a partir de 1999.
Fuente: Secretaría de Salud. Dirección General de Información en Salud. Sistema de Cuentas
en Salud a Nivel Federal y Estatal (sicuentas), México, 2011.
Finalmente, un objetivo del sistema era fomentar la cultura del prepago por
servicios de salud, es decir que la propia población contribuyera a pagar su servi-
cio, pero no como siempre lo hizo, con posterioridad al evento, sino de manera
previsora, lo que evitaría el gasto catastrófico. Aunque el diseño del sistema es-
tipulaba que una parte de la población afiliada no contribuyera, y esta pobla-
ción era prioritaria para el Seguro Popular, la población más allá de cierto nivel
estimado de ingresos debería pagar su seguro. Sin embargo, en 2010 el finan-
ciamiento recibido por esta vía para el sistema equivalía a alrededor de 0.5%
del total (Bosch et al., 2011). Nuestras entrevistas con personal de los Módulos de
Atención y Orientación o mao (véase infra) permiten decir que se facilitaba a
los solicitantes subreportar sus activos con el fin de ingresar al sistema en los
niveles exentos de pago. Este objetivo, entonces, no se logró porque no hubo un
esfuerzo operativo concertado para que así sucediera. También es muy proba-
ble que, al ver el nivel de calidad del servicio del Seguro Popular, las personas con
capacidad de pago no se afiliaran a este sistema, no lo renovaran o no lo usaran.
51
A principios de 2012, la Secretaría de Salud afirmó que se había logrado la
cobertura universal de las personas no aseguradas que querían6 estar en el Se-
guro Popular en todo el país, excepto en el Distrito Federal. Llegar a esta meta
implicó afiliar y mantener en el sistema a 52 millones de personas en un lapso
relativamente corto (ocho años hasta el momento de este estudio). El desafío
era muy significativo: mejorar sustancialmente la calidad en todo el país y
cerrar brechas de desigualdad en un territorio donde unos estados recibían
hasta ocho veces más recursos per cápita que otros. Esto no se podía hacer en
uno o dos años. Pero después de este proceso de expansión presupuestaria y de
capacidad de atención, los responsables afirmaban que había cobertura uni-
versal.7 Esto es incorrecto, como se verá.
Nuestro estudio muestra que subsistían importantes diferencias entre esta-
dos. La descentralización, a pesar de la reforma, sigue siendo extremadamente
importante. Distintos estados atienden a la población, incluso la afiliada, de dis-
tintas maneras y con distintos niveles de atención.
Si es así, y cada estado atiende de diferente manera a su población, cabe
preguntar a quién se responsabiliza cuando se estudia el acceso efectivo en el
Seguro Popular. Nuestra posición es que, dado que la Ley General de Salud pos-
tula que la secretaría federal está a cargo de la regulación y evaluación del
sistema de salud en México, ésta era la responsable de que el Seguro Popular
ofreciera o no acceso efectivo a la población afiliada. Cualquier deficiencia sis-
temática en la prestación de los servicios prometidos por el Seguro Popular im-
plica una responsabilidad inmediata del estado que recibió el financiamiento y
no lo ejecutó correctamente, pero la responsabilidad última era de la Secreta-
ría de Salud, que estaba obligada a regular el sistema en su conjunto en el país,
particularmente cuando era la pagadora, como sucedía con el financiamiento
del Seguro Popular.8
52
Los servicios que recibían los afiliados eran prestados por la Secretaría de
Salud de cada estado. Para quien recibía el servicio, el Seguro era una puerta
de acceso a un nuevo servicio en la misma institución que ya conocía. Se afir-
mó repetidamente en los medios que era una puerta a un servicio gratuito y de
mayor calidad. Se puede preguntar si no hubiera convenido crear un servicio
totalmente nuevo, sin los defectos, la historia y los complejos caminos del gasto
público en salud. Pero un servicio público nuevo y paralelo hubiera implicado un
despilfarro, y, probablemente, subsidiar a los prestadores privados por medio
de un bono “portátil” a la persona probablemente hubiera acarreado un debili-
tamiento de los servicios públicos y un aumento de los precios. Por lo mismo,
porque el Seguro Popular era parte de la Secretaría de Salud, es difícil saber
cuál era su presupuesto. Los fondos federales etiquetados para el Seguro Po
pular sí son identificables, pero cuánto de esos fondos se convertía en mejor
atención es algo que en muy pocos casos se puede observar.9 El Seguro recibía
recursos per cápita de los gobiernos federal y estatales10 llamados “capitación”,
que eran administrados por una institución especialmente creada para tal fin
en cada estado, el Régimen Estatal de Protección Social en Salud (repss). Los
recursos federales estaban constituidos por dos rubros principales y varios
subrubros, que varían según la población estatal, y excluían a la población afi-
liada a los esquemas laborales de seguridad social, y a los afiliados al Programa
Oportunidades (porque para ellos había un rubro especial de recursos fede
rales). Además, en los convenios estados-federación, los estados consignaban
una cantidad per cápita homogénea como su aportación al sistema de salud.
Como resultado de tomar sólo uno o dos componentes federales o ambos, más
las contribuciones estatales, las estimaciones del presupuesto total del Seguro
guardan relaciones diversas con las secretarías de salud estatales, pero siempre operan a
través de los servicios de salud de esas secretarías. Según el artículo 77 Bis 5 de la Ley Ge
neral de Salud (inciso xvii), corresponde “al Ejecutivo Federal evaluar el desempeño de los
Regímenes Estatales de Protección Social en Salud y coadyuvar en la fiscalización de los fon-
dos que los sustenten, incluyendo aquellos destinados al mantenimiento y desarrollo de in
fraestructura y equipamiento”. Como se explica más adelante, se ha normado un procedi-
miento federal para acreditar las clínicas.
9 Véase la descripción de la acreditación de la clínica de “El Faisán” en Oaxaca (Sánchez,
2012: 182-183).
10 Formalmente también recibe recursos de los afiliados de nivel socioeconómico superior al
tercer decil de ingresos, pero éstos son mínimos, como se explicó.
53
Popular a nivel nacional iban desde los 40 000 millones de pesos hasta más de
100 000 millones en 2012, al incluir las dos principales partidas federales, la
cuota solidaria estatal y las transferencias para salud de otros programas. Sin
embargo, era imposible verificar la contribución de cada tipo de gasto a cada
clínica. Hay estados donde la capitación se convertía en un financiamiento di-
recto a las clínicas, menos una parte que se dedicaba a las intervenciones que
previenen gasto catastrófico (Jalisco). Replicaban el esquema del financia-
miento federal a los estados. Se sabe que algunos estados invirtieron más que
la cuota estatal pactada. Pero hubo estados en los cuales no se conoció el ejer-
cicio de ninguna de las cuotas, los servicios no reflejaban que llegaran a las clíni
cas y hospitales, y el personal afirmaba que no había recibido recursos adicio-
nales.
Una excelente manera de establecer si el financiamiento llega, consiste en
establecer qué servicios reciben o no los usuarios reales. Pensamos que este
estudio complementa un análisis de transparencia, e incluso puede ser más
significativo, puesto que establece cuáles son los resultados del gasto y de la or-
ganización burocrática. El interés del usuario es que el servicio sea de calidad,
independientemente del modo en que se reporte el gasto. Y los sistemas de
transparencia no garantizan que la información sea veraz. Sólo la constatación
en campo con las personas permite establecer la veracidad de los sistemas de
transparencia.
Elementos básicos
11 Esta lista se denomina Catálogo Universal de Servicios en Salud (Causes). El Seguro Popu-
lar financia las acciones incluidas en él. Durante el estudio, Jiménez detectó documentos
oficiales de la Secretaría de Salud (ss) que afirmaban que se incluían 275 acciones médicas.
Sin embargo, en las últimas versiones consultadas se vuelve a mencionar la cifra anterior
de 256. Esto genera confusión ya que distintas fuentes de la misma secretaría no ofrecen
homogeneidad en la presentación de la información.
54
y tecnológicamente sofisticadas. El paquete comprendía asimismo un cuadro
de medicamentos gratuitos mucho mayor que el otorgado a la población abier-
ta. Los hogares afiliados a Oportunidades y aquellos que demostraban estar
entre el 20% más pobre del país no pagaban nada por el Seguro. El resto debería
pagar. Sin embargo, se afilió sin pago a una cantidad mucho mayor de hogares
que el 20% del total.12 Por eso es correcto decir que el Seguro Popular era un
componente de la protección social no contributiva.
La población, sin embargo, confundía el Seguro Popular con el Seguro Mé-
dico para una Nueva Generación (smng), que sólo afiliaba a los menores de cin-
co años y a sus madres. Llegó a suceder que en una familia una joven madre y
su hijo estaban afiliados, pera ella creía que se trataba del Seguro Popular, por
lo tanto pensó que todos sus familiares tenían acceso. Y no era así. Los miem-
bros de su familia que cumplieran con las características debían afiliarse por sí
mismos.
De cumplirse las promesas del Seguro Popular, se esperaría que la brecha
de atención entre la población que tiene acceso a los servicios de salud por su
empleo (imss, issste y otros) y el resto de la población se cerrara.
12 Según una encargada de un mao, cuando se aplica la prueba socioeconómica, “si dicen que
tienen refrigerador el decil se va hasta arriba. Igual si dicen que rentan (es decir que pagan
arrendamiento por su vivienda). Por eso a veces les ayudamos”. La misma informante, sin
embargo, afirmó que algunas personas se molestaban mucho porque se les decía que de-
bían pagar una cuota para pertenecer al Seguro Popular, y que se les afiliaba y se les daba
servicio aunque no pagaran.
55
del 38% (Délano, 2010). Y esa población era doblemente afectada por el no ase-
guramiento. Por una parte, por sus propios problemas en Estados Unidos, y por
la otra, por los de sus familiares en México. Por eso, el Seguro Popular debía te-
ner consecuencias significativas sobre los hogares migrantes y la relación reme
sas-desarrollo. Según Amuedo-Dorantes et al. (2007), una parte sustancial de
las remesas que llegan al país se gastan en salud: hasta el 25%. Los hogares que
reciben remesas gastan más en salud que los demás. Desde luego, éste es un
gasto con cierta elasticidad: se mandan remesas particularmente altas cuando
el hogar en México reporta tener una emergencia de salud. Esto significa que, si el
Seguro Popular hubiera tenido éxito en eliminar este gasto, probablemente las
remesas habrían bajado. Sin embargo, si la necesidad de efectivo para atender
enfermedades en México hubiera disminuido, los ingresos de los migrantes y
sus remesas hacia México deberían poder hacer más por su bienestar en Esta-
dos Unidos y el de sus hogares en México: simplemente, dispondrían de más
recursos para otros fines.
El esquema del Seguro Popular tenía prevista la afiliación de las familias
en México desde Estados Unidos. Ésta era una demanda repetida en múltiples
ocasiones por los consejeros electos del Instituto de los Mexicanos en el Exte-
rior, quienes habían insistido en la vulnerabilidad de las familias que se quedan
en México cuando se van algunos de sus miembros trabajadores a Estados
Unidos. En una serie de ventanillas de salud de los consulados mexicanos, o
por Internet, se ofreció a los migrantes la posibilidad de anotar a sus familias
residentes en México, a partir de julio de 2010. Sin embargo, Riosmena et al.
(2012) reportan un número extremadamente bajo de familias anotadas desde
el extranjero por sus migrantes,13 y nuestro propio trabajo se encontró con un
desconocimiento absoluto de esta posibilidad en los hogares de migrantes.
13 Se habían registrado menos de 3 000 preafiliaciones desde Estados Unidos a fines de 2011.
La Secretaría de Salud y el Seguro Popular anunciaron en sus portales que, a partir de julio
de 2010, abrirían la posibilidad de afiliación al Seguro Popular en Internet y en las ventani-
llas de salud de los consulados para tener el seguro en México. Las investigadoras de este
proyecto encontraron comentarios negativos de migrantes sobre este proceso en blogs y
redes sociales. Los quejosos no habían seguido las instrucciones correctamente, o eran in-
tentos fallidos previos a la fecha en que se supone que entraba en vigor el mecanismo. Des-
de luego, estos errores de los usuarios se pueden interpretar también como expresiones de
la necesidad de mayor claridad y simplicidad en el trámite en línea.
56
Esta escasa respuesta pudo no afectar la afiliación de estas familias en México,
puesto que ellas podían acceder a un módulo cercano en México, sin importar
si estaba o no el migrante. Al que sí afectaba era al migrante mismo, que no es-
taba cubierto al volver a México. Tenía que seguir un proceso de afiliación.
Esto representaba un problema porque crecientemente sucede que al retornar
los migrantes traen problemas acumulados de salud ocupacional o de otro tipo
puesto que tienen cada vez menos acceso a servicios de salud en Estados Uni-
dos. Este problema se agudiza cuando el migrante llega sin todos los documen-
tos que exige el sp para quedar afiliado.
El Seguro Popular tomó en cuenta a otro grupo migrante que debe ser prio-
ritario para la política social: el migrante interno y en particular los jornaleros
agrícolas itinerantes y sus familias. Como lo describe Carton de Grammont
(2003), una fracción sustancial de los pobres rurales mexicanos se ha converti-
do en nómada: su subsistencia es cada vez menos local, y dependen de acceder
a empleos agrícolas en otros estados —pero también a precarios empleos urba-
nos— para completar su sobrevivencia durante un año. Las remesas internas
en México se concentran claramente en los hogares más pobres, a diferencia de
las internacionales.14 Si se logra proteger a estos migrantes, las remesas inter-
nas también podrían dedicarse a otras necesidades de los hogares más pobres
y no a las de salud. A partir de la descentralización de este sector de servicios,
las secretarías de salud estatales podían decidir si prestar o no atención médi-
ca a los residentes de otros estados. Entre otras razones, se esgrimía la escasez
del financiamiento. Aunque en la práctica había prestaciones y acuerdos entre
algunos estados, se carecía de un esquema general que permitiera otorgar este
servicio. A raíz de la creación del Seguro Popular, la Comisión Nacional de Pro-
tección Social en Salud (cnpss) coordinó un acuerdo llamado “Convenio de
Portabilidad 32 × 32” que definía un mecanismo para la prestación interestatal
de servicios y la repartición del subsidio per cápita entre los estados, según el
estado donde el migrante requería atención.15
14 Mucho más que las remesas internacionales, que tienen una distribución bimodal de sus
montos absolutos, con un modo máximo en el quintil de ingresos más altos, y uno menor
en el quintil más bajo. Su distribución relativa sí es más progresiva. Representan una fracción
mayor de los ingresos totales de los hogares de menores ingresos.
15 Convenio de Colaboración Específico y de Coordinación en Materia de Prestación de Servi-
cios de Salud entre Entidades Federativas, de 2009. Nótese, sin embargo, que aunque implica
57
Expansión y cobertura del Seguro Popular en 2012,
según fuentes administrativas
58
dos trabajadores asegurados coincidan en la misma familia. La estimación es-
tadística señalaba que la cobertura poblacional de dos trabajadores asegura-
dos es de ocho personas (al multiplicar un asegurado por el tamaño promedio
de la familia). Pero si en una familia coincidían estos trabajadores, entonces la
cobertura real era de dos personas por cada asegurado, es decir un total de cua-
tro. En segundo lugar, el spss aceptaba que no cubría cualquier intervención.
Las intervenciones cubiertas al 100% y sin costo para el paciente o su familia
aparecían en el Causes. Aunque el portal de la Secretaría de Salud federal refe-
ría a un documento sin paginado con un total de 256 intervenciones cubiertas
al 100% por el Causes, es decir, sin costo para el beneficiario, en 2010 la página
de la Secretaría de Salud afirmaba que eran 275, y finalmente, un reporte de
2012 de la cnpss afirmaba que se cubría el 100% de las intervenciones de pri-
mer nivel, el 95% de las de segundo nivel (los que sumados dan 256 intervencio-
nes) y 57 cubiertas con el Fondo de Protección Contra Gastos Catastróficos
(fpgc). En otras palabras, no existió la universalidad de cobertura de enferme-
dades. En tercer lugar, el Seguro Popular imponía un conjunto de requisitos ad-
ministrativos cuyos efectos se exploran en este capítulo: pedía más identifi
caciones que otros servicios y sistemas públicos; pedía también confirmar la
afiliación de un recién nacido antes de los 90 días, por medio de una copia del
acta de nacimiento; la afiliación expiraba a los tres años, cuando se debía vol-
ver a pasar la prueba socioeconómica; excluía automáticamente a los jóvenes
al cumplir 18 años, y éstos debían reafiliarse individualmente; y no había un
mecanismo automatizado para reafiliar a quien pierde un empleo formal y en-
tra a la informalidad o el desempleo. Todo esto significa que era muy difícil que la
cobertura fuera universal, y las encuestas de población encuentran que no lo era.
A partir del 1 de diciembre de 2006, el Seguro Popular se enfrentó a una com
plicación adicional: durante su campaña presidencial, Felipe Calderón ofreció
cobertura universal a los nacidos a partir de su toma de posesión. Esta prome-
sa se concretó en el Seguro Médico para una Nueva Generación (smng). Éste sí
era un programa, y como tal tenía reglas de operación, publicaba sus padrones
nominales y era evaluado de acuerdo con los lineamientos aplicables a progra-
mas. El smng era operado por el Sistema de Protección Social en Salud, pero
era distinto de él. Los recién nacidos podían ser afiliados a él si sus padres lo
deseaban. En la primera página del folleto sobre el smng se lee que “otorga co-
bertura completa de servicios de salud a los nacidos a partir del 1º de diciembre
59
de 2006”.19 Pero en el siguiente párrafo, por el contrario, se afirma que “cubre
108 acciones médicas adicionales” a las previstas en el Seguro Popular. Un fun-
cionario entrevistado por nosotros en marzo de 2012 aclaró que eran 131 accio-
nes médicas adicionales, no 108. Sin embargo, si el recién nacido requiere una
intervención que no esté incluida en esas 131 o en el cuadro del Seguro Popular,
la familia debe pagar, con lo cual la “cobertura completa” deja de serlo. Al cum-
plir cinco años, los niños beneficiados por el smng eran dados de baja, y sus
familias debían afiliarlos al esquema normal del Seguro Popular. El smng com-
plicaba la estrategia del sector salud porque definía un grupo más, diferencia-
do de la seguridad social, de los beneficiarios de Oportunidades, de los benefi-
ciarios normales del Seguro Popular y de la población carente de todo lo
anterior. El punto hasta el cual la experiencia de los usuarios confirmaba que el
smng definía un trato especial que dejaba de serlo a los cinco años se verá en
este análisis.
Este inciso relata la búsqueda del padrón nominal de afiliados al Seguro Popu-
lar por parte de las investigadoras Gabriela Sánchez, Daniela Jiménez, Laura
Cajigal y Laura Pedraza.20 Aunque el énfasis de este estudio se colocó en el ac-
ceso efectivo a las políticas públicas por parte de la población objetivo de ellas, y
en especial la que reside en las zonas prioritarias de la política social, la bús-
queda de esta información por parte de jóvenes profesionales hábiles en el ma-
nejo de la web —distintos de la población objetivo— es relevante para indicar
19 En el portal del smng en la página del Sistema de Protección Social en Salud, se leía: “Este
seguro ofrece atención médica completa e integral a los niños nacidos a partir del 1° de
diciembre del 2006 que no cuentan con ningún tipo de seguridad social y garantiza la afi-
liación inmediata de toda la familia al Sistema de Protección Social en Salud”. En este úl
timo texto se afirmaba que se incluía a toda la familia. Esto no es correcto, como se descri-
be en varios casos mencionados en este texto (consultado el 7 de agosto de 2012, entonces
disponible en <http://www.seguro-popular.salud.gob.mx/index.php?option=com_conten-
t&view=article&id=5&Itemid=185>. Ahora es posible encontrarlo en <http://web.archive.
org/web/20110116194757/http://seguro-popular.salud.gob.mx/index.php?option=com_
content&view=article&id=5&Itemid=185>.
20 Las tres primeras, autoras de las monografías estatales. Pedraza hizo investigación de ga-
binete en apoyo al proyecto.
60
cuán abierta a inspección por parte de la sociedad está la política en cuestión.
En el caso del Seguro Popular, la transparencia del padrón sería particular-
mente importante por su estructura de financiamiento. Con el fin de obtener
un mayor subsidio, los servicios estatales de salud tenían fuertes incentivos
para reportar a la federación grandes cantidades de hogares y personas afilia-
das, sin que necesariamente estas personas supieran que habían sido motivo
de un subsidio a su gobierno estatal y sin que, potencialmente, recibieran algún
servicio. Contar con los padrones nominales de afiliados al seguro en las locali-
dades de estudio nos permitiría contrastar los beneficiarios reportados a la fe-
deración con las respuestas de las personas, lo cual logramos hacer, aunque
con algunos problemas, en el caso de Progresa-Oportunidades. Solicitamos a
las investigadoras que buscaran los padrones con el fin de saber qué tan trans-
parente era el Seguro Popular en este sentido. Nunca, en ningún estado, por
más que se insistió, se obtuvo el padrón nominal de afiliados. Por lo tanto, no
fue posible contrastar los reportes administrativos de afiliación con lo que las
personas manifestaban aunque, como se verá más adelante, sí es posible esti
mar si la fracción de la población cubierta en los registros administrativos, que
reportan el número de afiliados sin identificarlos, coincide con una estimación
de nuestra encuesta de localidad, o cualquier otra encuesta de hogares.
En Oaxaca, la búsqueda del padrón y de la información de las clínicas, per-
sonal y servicios otorgados se desarrolló así:
Aunque empleé todos los medios a mi alcance para concretar una cita (antes de
viajar a Oaxaca), nadie sabía de mi visita en las oficinas estatales del Seguro Popu-
lar. Unos días antes de llegar, hablé por teléfono con la asistente del jefe del Depar-
tamento de Promoción y Afiliación, pero la empleada negó rotundamente frente a
su jefe haberme dado información sobre a quién y cómo dirigir mi solicitud y sobre
la posibilidad de visitarlos directamente. Me preguntaron quién me había envia-
do y si era periodista. Las asistentes de los jefes de departamento con quienes me
entrevisté se deslindaban de cualquier responsabilidad de atención y aseguraban
que mi solicitud no era de su “competencia”.
Después de tres horas de espera y rechazos, una asistente sugirió que existía
una figura dedicada a estas solicitudes y expresó que lo sabía porque había asis
tido a un taller. Finalmente, llegué a la oficina de la persona que fungía como enla-
ce de transparencia, quien, al ver el formato libre de mi solicitud, me preguntó si
61
conocía el sieaip,21 a lo que contesté que no. Me enseñó someramente la manera
en que funcionaba y me recomendó que ingresara. En ese momento, yo no tenía
acceso a una computadora ni a Internet, pero ella insistió en que no podía recibir
mi solicitud en ese formato y que por fuerza debía hacerla llegar a través del sistema.
Le expliqué que, de acuerdo con la ley, yo estaba en todo mi derecho de entregar
una solicitud en ese formato y ellos en la obligación de recibirla,22 pero me contes-
tó: “A nuestro jefe no le gusta recibir solicitudes que no sean por el sistema. Yo te
recomiendo que lo hagas por ahí si quieres que te contesten”.
Tuve que dirigirme a las oficinas del sieaip, donde me explicaron que no era la
primera vez que el Seguro Popular rechazaba solicitudes y que, desafortunada-
mente, para muchos sujetos obligados el sistema era una forma legal de evadir el
contacto con los ciudadanos. En el sieaip me ayudaron a entender el sistema y a
elaborar la solicitud en sus equipos de cómputo.
Durante el tiempo que esperé recibir atención en las oficinas del Seguro Popu-
lar, fui testigo de al menos cuatro casos que acudían por orientación y que eran
remitidos a los módulos de orientación que les “corresponden” en sus localidades
o barrios. Les explicaban que esos asuntos eran “competencia” de los gestores mé-
dicos, a quienes llamaban “su doctor del Seguro Popular”.
Una pareja proveniente de Tlacolula me explicó que ya habían recurrido a los
módulos del hospital, pero que jamás habían atendido su caso, y que era difícil ha-
blar con los médicos porque precisamente ellos estaban implicados en la pérdida
de un expediente en el que constaban las autorizaciones de los servicios por hos-
pitalización y laparoscopía, motivo por el cual ahora debían pagar cerca de ocho
mil pesos.
En asuntos de orientación, los ciudadanos eran rechazados con el argumento
de utilizar las instancias y vías que corresponden o que son consideradas “correc-
tas”, sin imaginar que quizás éstas no funcionan, o que los ciudadanos constru-
yen trayectorias que responden a sus experiencias y necesidades más allá de la
pauta que el sistema dicta.
En cuanto a la transparencia y acceso a la información, no pude dejar de pre-
guntarme qué sucede con las dudas puntuales de personas que no tienen acceso a
62
tecnologías de información y les resulta complejo el sistema, sobre todo de quie-
nes no saben leer o escribir y que muestran más habilidades de expresión verbal
que escrita. ¿Qué sucede cuando ya se han acabado las vías estrictas que presupo-
ne el sistema para el acceso a la información, la orientación y la atención? (Sán-
chez, 2012: 35-36).
El primer contacto que tuve con personal del Seguro Popular en Jalisco coincidió
con la restitución del actual director. La operadora me remitió al Departamento
de Difusión y Diseño en donde me proporcionaron los teléfonos de la Dirección del
Seguro Popular, no sin antes preguntar mi procedencia, pues supusieron que era
periodista y llamaba de algún periódico o noticiero. Me aclararon que si tenía al-
gún problema me comunicara de nuevo, “para que no te peloteen y le damos sali-
da”. Marqué el número que me indicó y me comunicaron con quien dijo ser la asis-
tente de la dirección. Después de explicarle el motivo de mi llamada, acordamos
que le enviaría la carta de presentación y la carta solicitando la información y en-
trevista a la dirección de correo que me proporcionó, que imprimiría las cartas, se
63
las mostraría al director y él le indicaría cuándo y a quién dirigirme. Hasta ese
momento consideré que la solicitud había tomado la vía adecuada. Después de in-
numerables llamadas en las cuales me informaban que mi solicitud no había po-
dido ser atendida, informé que me presentaría en sus oficinas y solicité que me
indicaran con quién dirigirme, me dijeron que no era necesario, que las oficinas se
encuentran muy retiradas y que era difícil localizar el domicilio, que mi solicitud
había llegado por la vía indicada, y que esperara su llamada. Tras esperar varios
días me comuniqué de nuevo y me informaron que el director no había podido
leer mi solicitud, pues se encontraba recibiendo el puesto, que llegaba temprano y
se reunía con auditores y el director anterior todo el día. Días más tarde me comu-
niqué de nuevo y la asistente me dijo que no me preocupara, que me tenían en
mente y que al día siguiente ella me llamaba para darme una respuesta. De nuevo
esperé varios días, llamé y la asistente me dijo que el director ya había terminado
de recibir el puesto, que ya sabía de mi asunto, confirmó mi teléfono y me dijo que
ella me llamaría, “tengo muchos asuntos pero la tengo en mi mente”. Me informó
que suspenderían actividades los días santos y semana de Pascua (de 2011). Al
concluir ese periodo seguí insistiendo, me dijo que ya le habían dado salida a mi
asunto, que investigaría quién lo atendió y me llamaría. Por último, después de
varios días de no tener respuesta me indicó que enviara de nuevo la solicitud a
otra dirección de correo electrónico y esperara su llamada. Volví a comunicarme
y se me informó que las oficinas habían cambiado de dirección y teléfonos. Al co-
municarme al nuevo número telefónico la anterior asistente me informó que se
encontraba laborando en otra área y me indicó quién había ocupado su puesto.
Fue necesario enviar de nuevo la solicitud de información a la cual no se le dio res-
puesta (Cajigal, 2012: 34).
64
cida fue que la información era reservada. Sólo se obtuvo copia del convenio
estatal-federal de financiamiento al Seguro Popular en Jalisco. Solicitamos los
padrones de todo el país de manera independiente a través del Sistema Infomex,
y 20 días después obtuvimos la cantidad total de familias afiliadas por municipio
y según su afiliación o no al Programa Oportunidades, pero no los padrones.23
Esta información, sin embargo, fue la más actualizada que se pudo obtener.
La misma ruta del portal de la secretaría federal de salud, sin embargo, lle-
va al Seguro Médico para una Nueva Generación. Este sí era un programa, por
lo tanto estaba sujeto a la publicación de sus padrones. Sí era posible ubicar a
los beneficiarios por su nombre y en su localidad. El único problema con el que
se toparon las investigadoras en este caso fue que, dado que los niños son afi-
liados al nacer, no siempre fue posible saber quiénes eran: una buena cantidad
de padres no llevó a tiempo el acta de nacimiento de su hijo para darlo de alta
en el smng, por consiguiente quedaron como “R.N.” (recién nacido).
En síntesis, en ninguno de los cuatro estados fue posible verificar la corres-
pondencia entre las personas reportadas como afiliadas en los padrones (con
los que los estados cobran a la federación un per cápita) y la experiencia de esas
personas. Por esta razón, debía haber diferencias importantes entre la pobla-
ción reportada como afiliada a la federación, y la población que sabía que tenía
el servicio y accedía efectivamente a él.
Afiliación formal
23 Con sólo seis meses de retraso (solicitud con folio número 0001200211610). Si se toma en
cuenta que el trayecto de la información de los afiliados está mediada por múltiples instan-
cias que en los inicios del Seguro Popular no tenían una plataforma tecnológica única, el
retraso de seis meses es comprensible. El mayor retraso observado en el portal oficial fue de
dos años y medio. A partir de mediados de 2011 se colocó el resumen de afiliación de 2010 y
unos meses después el de 2011.
65
bos no es unilineal: cuando se perciben problemas en el acceso efectivo, la
población puede no buscar la afiliación formal.
Este apartado es el primero del texto que se basa en el trabajo de campo en
las zap. Aunque interesa entender el proceso normado de afiliación, lo que se
propone establecer es cuál es la experiencia de las personas en este proceso. El
tercer apartado analiza la evolución de la capacidad de atención, y el cuarto,
el acceso efectivo propiamente dicho.
El Seguro Popular, al contrario de Oportunidades, estimulaba la iniciativa
de las familias para afiliarse. Esto es positivo, porque podría haber llegado a ser
mucho más eficiente que depender siempre de la iniciativa del Estado para de-
tectar personas con ciertas carencias. Sin embargo, observamos algunos obs-
táculos a las afiliaciones, y la estrategia de crecimiento del sistema fue varian-
do a lo largo de su corta historia. El proceso normado de afiliación al Seguro
Popular comenzaba por el contacto entre el Seguro y la persona, ya sea por ini-
ciativa de uno o de la otra, y la aplicación de un cuestionario que ubicaba al ho-
gar en uno de los deciles socioeconómicos del país. Los hogares en los primeros
dos deciles (los más bajos) no pagaban ninguna cuota. Los hogares del tercer
decil con un miembro de hasta cinco años de edad, tampoco. Los demás de-
bían pagar una cuota diferencial según el decil en que fueron ubicados. Se asu-
mía que las familias de Oportunidades pertenecían a los dos primeros deciles,
puesto que para ser afiliados a ese programa tuvieron que ser clasificados por
debajo de un umbral socioeconómico bajo, y no se les aplicaba la sección co-
rrespondiente. En los hechos, sin embargo, se reconoció que se había afiliado
en categorías no contributivas a una cantidad excesiva de hogares. Aunque los
funcionarios describían el sistema como sensible al nivel socioeconómico, de
tal manera que los no pobres pagaban por sus servicios, al ser cuestionados un
poco más profundamente, manifestaban satisfacción de afiliar gratuitamente
a todos los que carecían de seguridad social laboral. En otras palabras, queda-
ron registradas, y no se cuestionó, una gran cantidad de respuestas que subes-
timaban el nivel socioeconómico de los hogares.
El uso de los cuestionarios de afiliación al Seguro Popular para estudiar la
situación socioeconómica de las familias produciría una imagen muy dis
torsionada y empobrecida de México. Sólo el 1% de los afiliados quedó clasifi-
cado en categorías contributivas: menos de 120 000 hogares en 2011 (Cajigal,
66
2012: 131). El Seguro Popular clasificó como pertenecientes al 20% más pobre a
una cantidad de hogares y personas que superaba con mucho ese número. Esto
dio lugar a una pregunta: ¿era y debía ser el Seguro Popular un sistema “focali-
zado” en los pobres?, o por el contrario, ¿representaba la estrategia del gobierno
federal para brindar un piso básico de atención en salud para toda la población,
al completar la cobertura de la seguridad social en salud? Ambas opciones son
legítimas. Es cierto que si el presupuesto federal fuera muy débil sería priori
taria la afiliación gratuita de las familias de bajos ingresos. Pero el financia-
miento federal a la salud logró crecer mucho más rápido que el presupuesto to-
tal. En estas condiciones, el Seguro Popular podía defenderse como un piso
básico ciudadano universal de bienestar en salud. De hecho, poseía algunos
rasgos de él: la cuota federal per cápita era igual a la que aporta el gobierno fe-
deral a los institutos de seguridad social. La repetición de la prueba cada tres
años como condición para la reafiliación, y la imposición de la reafiliación mis-
ma, tenían cada vez menos sentido si se buscaba ofrecer protección universal
a la población no asegurada. Debía restituirse el sentido de la norma, ya fuera
que se ofreciera el seguro gratis a quien no lo tenía, o que se aplicara la cuota
diferencial tal como se indicaba en los manuales y sistemas.
Cuando no se era beneficiario del Programa Oportunidades se solicitaban
cuatro documentos para ser afiliado (acta de nacimiento, credencial de elector,
curp y comprobante de domicilio). Los funcionarios explicaban que éste era
un requisito federal, y que resultaba difícil para algunas personas presentar to-
dos. El principal problema era que el acta tenía que ser “original”, es decir, certi-
ficada. Muchas personas carecían, y siguen careciendo, de este papel. Algunas
porque son migrantes (aunque sean de municipios cercanos a éste ya es un
problema) y otros simplemente porque no tienen dinero o tiempo de tramitar-
la. Los documentos entonces también son factor de exclusión. Aun así, encon-
tramos alguna flexibilidad en cada estado.
En 2011, la práctica más común para afiliarse en Jalisco era que las perso-
nas acudieran a un mao, los cuales operan en algunas clínicas, pero en muchos
casos estaban fuera —y lejos— de ellas. Sin embargo, antes de eso se usaban so-
bre todo otros mecanismos de afiliación.
En la encuesta de localidad, las tasas de afiliación en las entidades y las co-
munidades de estudio fueron las mostradas en la tabla 3.1.
67
TABLA 3.1 Porcentaje de hogares que afirma estar afiliado al Seguro Popular
Hogares con
Población afiliados al Seguro
Entidad federativa Municipio Localidad (censo 2010) Popular (%)
Promedio* 80.7
* Los promedios son promedios simples de la afiliación en las tres localidades de cada estado,
no los promedios de afiliación del estado completo. Se entrevistaron hogares: conjunto de per
sonas que habitan bajo el mismo techo y comen de la misma olla.
Fuente: Encuesta de localidad 2012, ciesas y Censo de Población y Vivienda 2010, Inegi.
68
Las cifras anteriores deben tomarse con cierto cuidado. En primer lugar, debi-
do a la propia estrategia de campo de nuestro equipo: seleccionaron una o va-
rias zonas de los poblados a partir de lo que ellas percibieron como los barrios o
las manzanas más pobres. Por lo tanto, nuestra encuesta tiene un sesgo pro po-
bre, que es consistente con nuestra metodología, pero que no representa al
poblado en general. Segundo, por más que hicimos un muestreo sistemático de
50 hogares repartidos en esos barrios o manzanas, esta muestra es insuficiente
para definir con un error estadístico aceptable la tasa de afiliación. Su objetivo
es proporcionar evidencia independiente sobre los niveles de afiliación. Nues-
tra encuesta ofrece lo que la propia población sabía respecto de su afiliación, y
esto es valioso porque algunas personas eran reafiliadas sin su conocimiento.
Si no sabían que tenían acceso, no acudían a solicitar servicios como miembros
del Seguro Popular, aunque en las estadísticas fueran contados como miem-
bros. Por lo tanto, aunque aparecieran en las estadísticas era muy improbable
que tuvieran acceso efectivo al sp. Tercero, una respuesta positiva significa que
un adulto en el hogar afirmó que alguien dentro del hogar tenía cobertura.
Esto no significa que todos en ese hogar la tuvieran, por varias razones: las per-
sonas se referían indistintamente al Seguro Popular y al Seguro Médico para
una Nueva Generación, que afiliaba a menores de cinco años, recién nacidos y
a sus madres, pero no a los demás miembros de la familia; algunos podían no
haberse inscrito, no haber completado su documentación, o haber cumplido
18 años y no haberse afiliado como individuos.
En tres estados se afilió preferentemente a familias beneficiarias de Oportu-
nidades; en Michoacán, por el contrario, se desanimaba a las familias de Opor-
tunidades, con el argumento de que ya tenían cobertura de buena calidad a
través del imss-Oportunidades. En una de las tres localidades chiapanecas, el
personal a cargo del proceso no anotó a todos los miembros del hogar, sino sólo
a la titular de Oportunidades, por lo que los demás integrantes descubrieron
que no estaban afiliados cuando intentaron usar los servicios del Seguro Popu-
lar; así, en nuestra muestra de Chiapas hay cobertura en casi 93% de los hoga-
res, pero no de las personas. La investigadora reporta que una gran cantidad de
jóvenes solteros sin hijos no tienen cobertura, además de otros grupos (Jimé-
nez, 2012a).
69
Oaxaca
En sus inicios, el Seguro Popular basó su crecimiento en dos acciones: las bri-
gadas de afiliación que visitaban los pueblos y el padrón del Programa Oportu-
nidades. De las tres localidades oaxaqueñas la pionera fue Mazatlán Villa de
Flores porque es cabecera de uno de los 100 municipios más pobres y margina-
dos del país. En este sentido, esta política pública sí dio prioridad a los munici-
pios más marginados. Allí llegaron brigadas desde 2006, cuando el sistema te-
nía menos de dos años de existencia. Por desgracia, las primeras brigadas
tuvieron muy poco éxito por cuestiones ajenas a ellas: un grupo político logró
expulsar al presidente municipal del Palacio, y cuando llegaron las brigadas
montaron su oficina en la casa personal del presidente (que siguió en funciones
fuera del Palacio). Por esta razón, la mayoría de la gente del pueblo pensó que
las brigadas eran parte de una estrategia del presidente para recuperar el apo-
yo político o para dañar a sus opositores, y no recibió a las brigadas cuando
éstas iban de casa en casa. Esta desconfianza basada en divisiones políticas es
muy común en el México rural y pobre, pero en los últimos años ha permeado
el estado de Oaxaca, y ha entorpecido la obtención de éste y otros servicios.
En Mazatlán Villa de Flores el Seguro Popular reportó una afiliación del
91% de la población, gracias a que las brigadas subsecuentes lograron superar
el malentendido inicial. Sin embargo, en nuestra encuesta de localidad sólo el
74% de los hogares reportó estar afiliado. Una buena cantidad de personas no
renovó su afiliación cuando expiró a los tres años de inscripción. Sucedieron
varias cosas por las cuales la población perdía el interés en la afiliación al Segu-
ro Popular:
70
• Las brigadas sólo afiliaban nominalmente a la madre y a su hijo, y el resto
de la familia se enteraba de que no estaba afiliado cuando intentaba usar
los servicios.
• La atención es mejor en los centros de salud de segundo nivel, y para los
dueños de vehículos era mucho más barato llegar a ellos. Allí había mejor
atención y estaban mejor abastecidos. Ellos hacían lo necesario para man-
tenerse en el Seguro Popular o afiliarse. Por lo tanto, había cierta regresivi-
dad en la reafiliación a la fecha del estudio.
• El 28% excluido del Seguro Popular mostraba los mismos procesos de aten-
ción en salud que los beneficiarios.25 Es decir, que las personas afiliadas no
percibían que recibieran un trato o servicio sustancialmente mejor que
quienes carecían de Seguro Popular. Contar con la afiliación no les daba
un beneficio claro.
• Hubo un conflicto con la clínica local, que intentó seguir cobrando las cuo-
tas de recuperación usuales. Aunque se eliminó el cobro poco antes del
estudio, muchas personas pensaban que seguía vigente y que por ello la afi-
liación no planteaba ventaja alguna.
25 Así lo reporta Sánchez (2012). Cabe pensar, sin embargo, que comparaba afiliados y no afi-
liados de bajos recursos, y no a propietarios de vehículos.
26 El resumen de familias afiliadas publicado en la página de la ss es inútil en este caso, por-
que la brigada de afiliación llegó al pueblo después de dicho resumen, a pesar de los dos
años transcurridos.
71
que más familias han pagado por servicios privados. Al llegar el Seguro Popu-
lar las familias fueron redirigidas a la clínica de primer nivel de la Secretaría de
Salud en San Andrés Huaxpaltepec. Las familias de Santa Elena tenían muy es-
casas relaciones con San Andrés, y se requería pagar dos boletos de autobús
para llegar allá. Además, como es clínica de primer nivel, daba preferencia a la
población de su propio municipio. Los problemas de acceso físico a esta clínica
y su saturación con su población “propia” provocaron que los habitantes de
Santa Elena siguieran asistiendo al servicio del imss-Oportunidades o a médi-
cos y farmacias privados.
La tercera comunidad del estudio en Oaxaca es el Charco Nduayoo. Ahí
llegó una brigada de afiliación que anunció que afiliaría en primer lugar a las fa-
milias de Oportunidades. El segundo día anunció que se daba prioridad a quien
tuviera fotos de los individuos de su familia.27 En realidad podía afiliar a todo
el que llegara, careciera de seguridad social y diera su información, pero a mu-
chos no les quedó claro. El resumen publicado en el portal de la Secretaría de
Salud contó nueve familias, o 36 personas aproximadamente, en 2008. La en-
cuesta de localidad encontró un 40% de los hogares, o alrededor de 300 indivi-
duos, afiliados dos años después.28 Quedó fuera una cantidad apreciable de fa-
milias beneficiarias del Programa Oportunidades, simplemente por falta de
tiempo de la brigada. Sin embargo, la principal diferencia entre el Charco y las
otras localidades es que todos, afiliados y no afiliados al Seguro Popular, reci-
bían mejor trato. Había una mayor oferta de medicamentos (34% los obtuvie-
ron gratuitamente), y los recibían tanto los afiliados como los no afiliados. Esto
era producto del compromiso de una promotora de salud local, que tenía 15
años de experiencia, conocía su materia y disponía de medicamentos a través
del imss-Oportunidades. Pero se repite la historia de Santa Elena, en el sentido
de que las clínicas a las que debían acudir por estar afiliados al Seguro Popular
con frecuencia no les brindaban atención.
En Oaxaca en general, los habitantes de estas comunidades y quienes fue-
ron entrevistados en las unidades médicas correspondientes fueron afiliados
sobre todo por brigadas. Sólo el 6% de los afiliados realizó el trámite en un mao.
Sánchez (2012) reporta que a la fecha del estudio no se había alcanzado la co-
72
bertura de la población de escasos recursos sin seguridad social. Esta cobertu-
ra incompleta se debía a tres factores: el anuncio de que se daba preferencia a
los afiliados al Programa Oportunidades; que algunas familias no beneficia-
rias de este programa sí acudieron al módulo pero no contaban con los do
cumentos de identificación requeridos y fueron rechazados; y que las brigadas
estuvieron muy poco tiempo en cada poblado. A la fecha del estudio ya opera-
ban 26 mao en el territorio estatal. Cada uno realizaba en promedio de 30 a 40
afiliaciones por día. En las zonas de estudio había tres. Pero las brigadas se-
guían siendo un mecanismo importante de afiliación.29
Se mencionó antes que las pólizas tenían una vigencia de tres años. En Oa-
xaca, sin embargo, en 2008 se entregaron credenciales y pólizas cuya vigencia
había iniciado un año antes. Esto forzaba a las personas a renovar antes. Ade-
más, si no les advertían podían buscar atención con la idea errónea de que su
póliza seguía vigente.
Jalisco
En este estado, las primeras afiliaciones se hicieron en 2005, antes que las re-
gistradas en Oaxaca, porque, como ya se explicó, éste fue uno de los estados
piloto. Al igual que en Oaxaca, las primeras afiliaciones se hicieron con briga-
das, pero en 2010-2011 la mayor parte de las afiliaciones se hacían en los mao.
En Chacala y Telcruz, del municipio de Cuautitlán de García Barragán, las bri-
gadas y los sistemas se acababan de instalar. Al principio no funcionaron
correctamente, y una gran cantidad de familias tuvo que entregar papeles o
hacer la entrevista varias veces, porque sus documentos no llegaban a Guada-
lajara o porque las oficinas tuvieron problemas de electricidad e Internet y per-
dieron información.30 Ya para la fecha del estudio, en Jalisco había 151 mao, es
decir, uno o más en cada municipio, y en estas localidades marginadas el acce-
so al proceso de afiliación había mejorado.
29 Es decir, que cada día se afiliaba a un máximo de 1 026 personas en todo el estado. Dada la
caducidad de una gran cantidad de primeras afiliaciones, con base en la cantidad de mao y
el promedio de afiliaciones que ahí se realizan, la población con afiliación formal vigente
disminuye, no crece, sin las brigadas.
30 Se acababa de instalar Internet en la localidad donde se registró la mayor parte de los usua-
rios del Seguro Popular.
73
Como se dijo, al ingresar al Seguro Popular se respondía un cuestionario
que determinaba si el hogar debía o no pagar una cuota. Mientras que en Oa
xaca nadie reportó haber tenido que pagar por afiliarse al Seguro Popular, en
Jalisco algunos jóvenes mayores de 18 años y económicamente activos sí debie-
ron pagar alrededor de 400 pesos por su afiliación anual. Sin embargo, en las
localidades del estudio hubo anuncios en el sentido de que a partir de 2011 no
habría ningún cobro de afiliación o reafiliación. Anteriormente, el cobro y al-
gunos rumores imprecisos sobre él habían desalentado a otros jóvenes, pero
también a algunos jefes de familia.
En Jalisco se estudiaron los municipios de Mezquitic y Cuautitlán de Gar-
cía Barragán. En Mezquitic se estudió Nueva Colonia, que es una población
wixárika o huichola con 319 habitantes (Inegi, 2005). Los primeros operativos
de incorporación datan de 2005, cuando se invitó a la población a pasar a afi-
liarse a la capital municipal. En 2009 hubo brigadas dirigidas exclusivamente a
beneficiarios de Oportunidades. Durante la visita, el personal de salud reportó
que habían registrado 168 pólizas correspondientes a Nueva Colonia, pero este
total incluye rancherías aledañas. Según este cálculo, se está muy cerca de la
afiliación universal, pero al parecer —tal como sucedía en Oaxaca— no des-
cuenta las afiliaciones vencidas. En la encuesta de localidad, sólo el 56% de los
hogares reportó estar afiliado, sobre todo porque una buena parte no pudo re-
novar sus pólizas cuando expiraron sus credenciales de elector. El mao fue
tolerante en Nueva Colonia. Una buena parte de los hogares que reportaron
usar el servicio no habían presentado sus documentos completos, pero tenían
acceso. También tenían acceso a los servicios del Seguro Popular en clínicas de
primer nivel aunque su póliza hubiera expirado. Sin embargo, sí se les exigía re-
novarla para recibir servicios en hospitales de segundo nivel. En ambos senti-
dos, entonces, el acceso en Nueva Colonia era mucho más permisivo que en
Oaxaca. En el otro municipio (Cuautitlán de García Barragán), la localidad de
Telcruz contaba con 1 165 habitantes y 367 pólizas, y la de Chacala con 1 032
habitantes y 314 pólizas, es decir que también se estaba cerca de la afiliación
universal, incluso si se supone que no existe la seguridad social laboral. Según
la tabla 3.1, el 96% de las familias de Telcruz y el 90% de Chacala reportaron es-
tar afiliadas.
74
Chiapas
En Chiapas, los primeros operativos de incorporación, registrados en 2007 en
estas comunidades, no consistieron en brigadas, sino que estuvieron a cargo
del personal de salud. El personal médico pedía los papeles de las mujeres em-
barazadas y de las beneficiarias del Programa Oportunidades cuando éstas
acudían a consulta o revisión. Según la encuesta de localidad, la principal ra-
zón de afiliación al Seguro Popular no se relaciona con el embarazo ni con al-
guna patología, y la investigadora quedó sorprendida de que en los hogares, la
razón que se ofreció más a menudo para afiliarse, fue la prevención del gasto.
Esto, en su opinión, denotaba un éxito notable de los primeros operativos de
afiliación. Sin embargo, el personal de salud que participó en ese operativo, al
ser entrevistado sobre dicha estrategia, opinó que esos primeros operativos
fueron notablemente insuficientes. La labor de convencimiento por sí misma
no bastaba para afiliar a la población objetivo. Por lo tanto, al hacer este balan-
ce negativo se estableció alianza con todos los servicios públicos relacionados
con el Seguro Popular, y en todas las clínicas y en todas las reuniones del Pro-
grama Oportunidades se promovió mucho más activamente la afiliación, con
lo que sí creció muy rápido.
Por desgracia, y como ya se anotó, en los operativos de afiliación a partir
del padrón de Oportunidades en una de las tres localidades se afilió sólo a la ti-
tular, y los otros miembros de la familia se sorprendieron cuando intentaron
usar servicios que erróneamente les habían dicho que ya tenían. Entonces de-
bieron hacer sus propios trámites con papeles completos en los mao, ubicados
sólo en los hospitales de segundo nivel.
El reto en Chiapas en el momento del estudio era lograr la reafiliación. El
personal de salud opinaba que era un reto muy significativo porque muchas per
sonas no veían el sentido de reafiliarse por dos razones: la primera era que no
habían hecho nada para merecer ser excluidos, expresiones de las personas
como “¿por qué me sacan?” reflejaban la opinión de que uno es excluido de un
beneficio cuando ha hecho algo mal; la segunda se basa en la experiencia ya
que la mayor parte de los afiliados tuvo que seguir pagando todo el medi
camento, excepto el paracetamol, y los tratamientos excluidos en el Seguro Po-
pular. Por lo tanto, opinaban que la afiliación tenía muy poco valor, al igual que
en Oaxaca.
75
Michoacán
Michoacán presentaba la afiliación más baja de los cuatro estados estudiados,
y hay varias razones para ello. En primer lugar, la afiliación al imss-Oportuni-
dades y al Seguro Popular se presentaban como disyuntivas a la población. Si la
población tenía que ir a cumplir corresponsabilidades a clínicas del imss-Opor-
tunidades, se le animaba a que permaneciera en ese sistema y no se afiliara.
En segundo lugar, se animaba a las mujeres embarazadas a que se afiliaran en
cualquier momento al Seguro Popular, y poco a poco en el trabajo de campo
surgió que había otros grupos con este derecho, entre los que se encontraban
los migrantes, a quienes no sólo se les permitía afiliarse cuando volvían a sus
comunidades, sino que, según funcionarios de salud, se les permitía cumplir
con las corresponsabilidades de salud del Programa Oportunidades cuando
estaban en la localidad de afiliación, y no según un calendario fijo. El resto de la
población podía afiliarse únicamente cuando había campañas de afiliación,
que habían sido breves hasta 2010. El personal de salud afirmaba que esto se
debía a que no había capacidad de atención, y era contraproducente saturar el
Seguro Popular cuando había población que ya tenía servicio gratuito en el
imss. Nótese, sin embargo, que en otros lugares la población afiliada al progra-
ma Oportunidades, que con mucha frecuencia era atendida en el imss, era la
prioritaria para el Seguro Popular. Como resultado de lo anterior, encontramos
una buena cantidad de personas de escasos recursos y no asegurados que con-
siguieron todos los papeles solicitados, acudieron al mao y fueron rechazados.
Los funcionarios de los mao les decían que tenían que esperar a que hubiera
campaña.
A., una mujer de 54 años, padece diabetes e hipertensión. Tiene que gastar 300 pe-
sos quincenales en pastillas. Su yerno, que vive en la cdmx, le sugirió que se afi
liara y le dijo qué papeles necesitaba. Cuando los reunió y fue al mao, le dijeron
que debía esperar la campaña de afiliación y que sólo las embarazadas podían afi-
liarse en cualquier momento. Menciona en tono de broma “ya he andado pensando
que me voy a poner panza de embarazada para tener Seguro Popular” (Jiménez,
2012b: 113).
76
Las reglas decretadas por la Secretaría de Salud en Michoacán sobre afiliación
preferencial de embarazadas podían tener consecuencias perversas:
Lourdes tuvo un aborto antes de los tres meses de gestación. Cuando estaba en
la quinta semana, fue al módulo de Cherán porque en la clínica le dijeron que po-
día inscribirse al Seguro Popular. Así relató el inicio de su travesía: “Fui de pasada
porque andaba haciendo unas cosas en Cherán y pues aproveché, pero ese día no
llevaba los papeles que tenía que llevar porque iba a otra cosa, y luego hice desidia
[…] luego un día me dio un dolor bien fuerte y que me voy a la clínica, de ahí que
me dice la doctora que tenía que irme rápido para Cherán, que podía perder al
niño” (ibidem: 114).
¿Por qué si Calderón dijo que era un seguro para todos, ahora no nos lo quieren
dar?, pero ahí me dijeron que también Calderón tiene la culpa porque dijo que
Cherán ya no es un municipio pobre, y que por eso ya no nos llegan los apoyos
como antes, y ahora ¿cómo le hacemos para hacerlo entender que sí necesitamos
tener apoyos? ¿Por qué primero nos dice que es un derecho de todos los mexicanos
y luego anda diciendo que ya no? […]. ¿Pues quién lo entiende? Ahí por andar de
creidota tengo ahora una deuda en la caja (de ahorros) de Paracho (idem).31
31 La explicación que Lourdes dice haber recibido sobre la falta de financiamiento al Seguro
Popular en Cherán es falsa. Como se explicó al inicio, el financiamiento de este sistema no
depende de la clasificación del municipio en términos de su marginalidad o pobreza. Por el
contrario, el financiamiento tendió a aumentar más en regiones pobres, porque habían te-
nido un financiamiento inercial bajo con el sistema anterior de definir el gasto en salud en
Ramo 12 y fassa.
77
Una de las poblaciones con menor acceso efectivo a los programas de gobierno
son las mujeres sin Oportunidades, o bien, que fueron dadas de baja después de
los 50 años:
El caso de doña Adela es paradigmático en este sentido; ella nunca fue beneficia-
ria del programa Oportunidades ni de la cobertura de servicios de salud que ofre-
ce. Además, como ya se mencionó, en las localidades michoacanas la afiliación al
Seguro Popular privilegia a las mujeres en edad reproductiva. El descontento de
doña Adela es evidente. Tiene 64 años y es viuda; no tuvo hijos y “por eso nunca
me llegó la Oportunidad […] yo no tuve hijos, y por eso el gobierno no volteó a
verme”. Cuando escuchó por la televisión que había un sistema de protección de
salud que era “para todos y que me iban a salir gratis la enfermedad y la medicina,
pues que me apuro para sacarlo”. Afiliarse no fue una tarea sencilla; fue con la do-
cumentación requerida al mao de Cherán, pero le negaron la afiliación. Meses
más tarde, hubo una campaña de afiliación dirigida a los artesanos “y ahí que me
apunto, yo estaba bien contenta porque pues a uno le da pena enfermarse porque
ahí deje usted que se le vaya la vida, se le va todo porque para poder pagar hay
que andar empeñando hasta lo que uno no tiene” (ibidem: 110).
78
era candidata a puesto de elección o bien era una figura del partido muy reco-
nocida en la localidad. El anuncio no mencionaba al partido político, pero la
población entendía que el anuncio era sólo para sus simpatizantes, y los que no
se identificaban con él no acudían a afiliarse.
Durante esta última campaña de afiliación los funcionarios narraron al-
gunas dificultades para afiliar. Las dos principales eran que, como es un estado
con una muy intensa migración internacional, las madres no quieren registrar
a sus hijos sin los apellidos del padre (migrante), y por lo tanto hay muchos ni-
ños sin acta de nacimiento hasta que vuelve el migrante y ambos padres lo re-
gistran. Otro grupo de difícil afiliación fue el de los jóvenes, que no lo consi
deraban necesario. Por un lado no se sienten vulnerables, y por otra todavía
son parte de su familia de origen y deberían estar afiliados junto con ella. Así
que los funcionarios amenazaban a las titulares de Oportunidades con darlas
de baja si sus hijos mayores de 18 años no se afiliaban individualmente al Segu-
ro Popular. Ni siquiera eso funcionó. Lo que muchas titulares decidieron fue re-
portar que sus hijos mayores de 18 años habían abandonado el hogar, y así evi-
taban el problema.
Las estrategias estatales para causar el menor desconcierto posible al am-
pliar simultáneamente las coberturas del Seguro Popular y del smng fueron
muy diversas. Cada una provocó problemas específicos. En Oaxaca, la afilia-
ción inició con activismo gubernamental expresado en brigadas de afiliación.
En muchos casos se asistió a poblaciones con grandes cantidades de afiliados a
Oportunidades, y en otros se les relegó hasta el final porque esas familias ya
contaban con imss-Oportunidades.
En Chiapas, se buscó que el personal de salud hiciera propaganda para que
la población en general se afiliara, pero la estrategia no consiguió llegar a las
metas de afiliación y se solicitó a los funcionarios de otros programas sociales
que ayudaran a invitar a más población.
En Michoacán, hasta abril de 2011, la afiliación en zonas rurales sólo fue
posible durante “campañas”, pero fuera de esos momentos tenían acceso las
mujeres embarazadas, sus hijos recién nacidos, los migrantes y los residentes
de las mayores ciudades del estado. Se impidió por todos los medios que las fa-
milias con Oportunidades accedieran al Seguro Popular. Sin embargo, cuando
comenzó la campaña para gobernador todo cambió y se abrió la afiliación a to-
79
dos, aunque la población supuso que se invitaba preferentemente a los simpati-
zantes del partido en el gobierno. Jiménez lo explica así, antes de que inicie la
campaña:
El personal del Seguro Popular confirmó que en los mao que corresponden a las
localidades de estudio, las afiliaciones se hacen por periodos y fuera de éstos no se
realizan. Además, se da prioridad a las localidades atendidas por la Secretaría
de Salud ante la falta de información sobre las diferencias entre ser derechoha-
biente del imss y tener cobertura de atención de unidades de salud de imss-Opor-
tunidades: “Los que tienen imss-Oportunidades pues tienen imss, entonces no
tienen prioridad, ellos ya tienen las clínicas de ese programa”, aseguró el personal
del mao. Reconoció que la población muestra descontento ante estas políticas de
afiliación, que, incluso, se contraponen a las intensas campañas mediáticas del
Seguro Popular, que la promueven durante todo el año (2012b: 106).
80
dicadas para dar paso al funcionamiento normal de los mao. Los documentos
exigidos formalmente eran los mismos en todos los casos. En casi todos estos
también, los funcionarios de los mao condicionaban la permanencia de los re-
cién nacidos en el smng para que las familias entregaran pronto su registro de
nacimiento.
Otro rasgo general es que el spss era un sistema con muchos candados
(prueba socioeconómica, a veces un trámite tardado de afiliación, cuatro do-
cumentos probatorios para afiliarse, necesidad de reafiliación a los tres años,
necesidad de presentarse con la prueba de afiliación en la clínica de primer
nivel y en el hospital de segundo nivel, etcétera). No se ha mencionado que, ade-
más, el spss llevaba a cabo una revisión periódica de las bases de datos de la
seguridad social para excluir a los doblemente asegurados. En general, estos
candados militaban en contra de la afiliación universal. Y cuando llegaba a
haber problemas de acceso efectivo, la población decidía no reafiliarse y la co-
bertura del sistema caía en vez de subir. Este último punto es altamente sin
tomático del acceso efectivo a servicios de salud satisfactorios: para 2011 y
2012, en todos los estados había llegado el momento de reafiliarse para una
parte de la población. Los funcionarios se quejaban de que la población no se
estaba reafiliando en suficiente cantidad. En Jalisco, dos responsables del mao
se percataron de que estaban reafiliando a la población “por sistema”, de tal
manera que aunque no se presentaran al mao aparecían en el registro como re-
afiliados. Aunque esto disminuyó su trabajo, también notaron que se había re-
afiliado a personas que habían muerto.
Aunque el apartado anterior describe algunas razones por las cuales la afilia-
ción no creció tanto como se esperaba en algunas regiones, queda claro que la
población afiliada al Seguro Popular se incrementó en por lo menos seis millo-
nes de personas cada año. Esto implica una ampliación y mejora de la capaci-
dad de atención. Contar con oferta de salud adecuada incluía dos pasos bá
sicos: la expansión de la capacidad de atención (edificios, equipo, suministros y
personal) y la acreditación ante el Seguro Popular que hacía constar que se
contaba con los requisitos para brindar esa atención. La enorme disparidad
81
existente en la infraestructura, la capacidad y la calidad en los diversos esta-
dos hacía necesario no sólo que se nivelara el financiamiento, sino que ese fi-
nanciamiento tuviera consecuencias en la mejora y la homogeneidad del servi-
cio. La acreditación estaba definida como requisito para la prestación de
servicios tanto en la Ley General de Salud (artículo 77 Bis 9 y Bis 30), como en el
reglamento de la ley correspondiente a protección social en salud, en toda su
sección segunda. Aunque el conjunto del contenido de esta sección es relevan-
te, el artículo 27 resulta particularmente pertinente: “Para que un estableci-
miento de atención a la salud sea incorporado como prestador del sistema, de-
berá contar con el dictamen de acreditación que emita la Secretaría, como
consecuencia de la aplicación del proceso de evaluación que se establezca en el
manual…”.
En entrevista telefónica, en junio de 2011, el responsable de acreditación de
establecimientos y servicios32 afirmó que en acreditaciones “la competencia es
federal y somos la única instancia encargada de dictaminar que una unidad de
salud sea acreditada para dar servicio a los afiliados”. Los prestadores de servi-
cios en las comunidades algunas veces respondieron que dicha atribución era
estatal, pero ellos podían haberse confundido porque remitían la documenta-
ción a sus propias subsecretarías estatales de calidad, quienes la turnaban a la
instancia federal. Por lo tanto, la solicitud de acreditación debía hacerse con el
encargado en cada entidad, aunque la acreditación propiamente dicha fuera
federal.
Insistimos en la acreditación porque es el mecanismo que permitía que los
recursos se convirtieran en servicios de cierta calidad. En sus inicios, a través
del Seguro Popular y del smng efectivamente aumentó el financiamiento a los
estados y la afiliación de familias. Pero la capacidad de atención no crecía, y
esto condujo a sobresaturación y mal servicio en múltiples estados. Es com-
prensible que inicialmente la creación de capacidad de atención en salud cre-
ciera menos que los recursos. Sin embargo, funcionarios del spss aseguraron
que en 2011 ya deberían haber entrado en servicio nuevas instalaciones y más
personal, de tal manera que el problema debió haberse superado. En otras pala-
bras, el acceso efectivo estuvo entorpecido por la dificultad técnica y humana
de solucionar la escasez de personal, de provisiones médicas y de instalaciones,
82
pero para la fecha del estudio ésta debió haber sido resuelta. Por lo tanto, sí ca-
bía esperar una expansión de los servicios.
Una vez que las clínicas mejoraban su capacidad de atención y habían sido
acreditadas para prestar el servicio del Seguro Popular, debían dejar de cobrar
por los servicios incluidos en el Causes: “La afiliación elimina el pago de cuotas
de recuperación por concepto de servicios médicos incluidos en el Causes y ga-
rantiza el surtimiento de los medicamentos e insumos asociados a éste”.33
Oaxaca
La oferta de servicios médicos públicos muestra el mayor rezago en Oaxaca. La
razón es simple: las clínicas no habían recibido recursos frescos del Seguro
Popular cuando se hizo el estudio. Pero además, el proceso de acreditación de
la calidad de la atención era prácticamente inexistente. La acreditación de las
clínicas inició a través de la Subdirección General de Innovación y Calidad o
Sicalidad, que era parte de los servicios de salud del estado.34 El proceso inicia
en Internet. Los encargados de las clínicas u hospitales debían llenar un forma-
to de autoevaluación en línea a través del sistema de acreditación y garantía de
calidad. La herramienta de autoevaluación comprendía un formato de captura
electrónica para la auditoría de procesos y establecía una cobertura que per
mitía garantizar la atención en las unidades acreditadas. Eran 300 criterios de
autoevaluación en capacidad, seguridad y calidad.
Las tres clínicas de las comunidades que se visitaron y estudiaron perso-
nalmente en Oaxaca se reportaban como acreditadas. Pero de ellas, sólo una
contaba con servicio de Internet, que es necesario para completar los formatos
de autoevaluación para la acreditación. Las demás acreditaciones se hicieron
sin el conocimiento del personal que labora en ellas, lo cual sin duda es erróneo
83
porque no se acreditó físicamente ninguno de los requisitos para la atención.
La investigadora recopiló de Internet los principales requisitos para la acre
ditación de unidades de primer y segundo niveles, desde el estado de las insta-
laciones físicas hasta la lista de medicamentos básicos. Sin haber agotado los
300 criterios ya mencionados, es posible decir que las unidades rurales de San
Andrés Huaxpaltepec y de Mazatlán Villa de Flores carecían de la mayoría de
los elementos básicos para prestar el servicio del Seguro Popular, desde lo más
elemental (luz eléctrica, por ejemplo) hasta medicamentos (muy incompletos)
y mantenimiento. Sin embargo, ambas aparecían como acreditadas, a pesar de
sus múltiples deficiencias e insuficiencias. Ningún miembro del personal había
completado la herramienta de autoevaluación.
Por el contrario, en la clínica de El Faisán el personal sí demostró conocer
el proceso de acreditación, que se realizó correctamente. El repss la reportó
acreditada desde 2007, aunque el dictamen era de 2008 y en 2009 empezaron a
recibir apoyos del Seguro Popular. Esto incluyó instrumental y equipo médico
(incluso la antena de satélite para Internet y equipo de cómputo) así como una
dotación al 80% de los medicamentos incluidos en la herramienta de autoeva-
luación para la acreditación. En opinión de la investigadora, la acreditación
real de esta clínica y sus consecuencias positivas en equipamiento y servicio
estaban fuertemente mediadas por el nivel, la experiencia y el compromiso de
su personal. La médica a cargo de las instalaciones era titulada y tenía 12 años
en la clínica al momento del estudio. Aquí operó una “espiral de ventajas acu-
muladas” que, mediante trabajo, hizo posible una mejora sustancial de la capa-
cidad y la calidad.
Los gobiernos locales no son responsables de construir, financiar y abaste-
cer las clínicas, pero sus deficiencias repercuten claramente en su funciona-
miento: en Mazatlán Villa de Flores no había gobierno municipal en funciones.
Los comités municipales de salud habían sido disueltos más de una vez por la
autoridad en turno cuando se volvían demandantes. También sucedía que el
personal de salud no se acercaba a dichos comités por temor a ser identificado
con una facción política cualquiera. La autoridad local carecía de los recursos
materiales y la capacidad técnica para apoyar al personal. Hay dos ejemplos
del proceso que condujo a mala atención y a costos para la población afiliada al
Seguro Popular. El proceso de surtido de medicamentos era muy difícil. O bien
84
viajaba de Mazatlán Villa de Flores a Oaxaca un médico, que se ausentaba
tres días para ir, surtir y volver (Sánchez, 2012: 186), o bien —lo que de hecho
ocurría— los medicamentos eran surtidos por los policías municipales, en el
curso de viajes con múltiples propósitos, quienes acortaban mucho el tiempo
de traslado porque usaban una camioneta del municipio. Sin embargo, ellos
hacían varias cosas en Oaxaca, y no usaban la lista de medicamentos faltantes
hecha por la clínica,35 sino que sólo recogían lo que les entregaban en la Secre-
taría de Salud, y no acudían a la bodega (distinta) de medicamento del Seguro
Popular. El resultado era que los botiquines de la clínica estaban sustancial-
mente subabastecidos.36
El otro ejemplo se refiere al financiamiento para los partos. La clínica reci-
bió una notificación de que el Seguro Popular pagaría a la clínica 1 500 pesos en
medicamentos y equipamiento por cada parto, para cubrir los gastos y otorgar
un estímulo, al tiempo que prohibía cobrar por el servicio. Pero el estímulo no
había llegado a pesar de que a partir de la fecha del comunicado se habían aten-
dido 24 partos. Antes del comunicado, el personal del hospital compraba al
mayoreo un paquete de insumos de parto, que vendía a cada familia en 300 pe-
sos. A partir del comunicado esto era ilegal, de manera que el personal le pedía
a cada familia que comprara su propio paquete, al doble de precio, en alg una
farmacia. Había una brecha administrativa, ya fuera en la clínica o en la comu-
nicación con la cabecera jurisdiccional, que impedía que la clínica recibiera el
estímulo para que los asegurados obtuvieran un servicio gratuito.
Si se toma en cuenta que la clínica de Mazatlán Villa de Flores fue acredi-
tada de la misma manera que muchas otras en las jurisdicciones estudiadas,
es decir, sin que nadie constatara la capacidad de atención, se puede compren-
der por qué subsiste una insuficiencia de la oferta visible en la saturación, en las
distancias que debe recorrer el personal a las cabeceras jurisdiccionales y los afi-
liados a las clínicas y a los hospitales regionales, y en el mal servicio.
85
En la clínica de primer nivel de Huaxpaltepec la situación era similar, a pesar
de contar formalmente con dos núcleos básicos de atención. En las dos visitas
sólo se encontró una médica pasante que decía haber atendido 40 consultas dia-
rias. La sobresaturación de esta clínica llevó al personal a dar más referencias a
hospitales de segundo nivel para atención de maternidad, pero las clínicas de
segundo nivel empezaron a rechazar mujeres afiliadas porque estaban satura-
das. Los medicamentos existentes en esta clínica, según el personal a cargo,
comprendían el 35% del cuadro del Seguro Popular (véase la fotografía 3.1). La
clínica carecía de lo más básico: no había abastecimiento de agua potable y el
líquido se almacenaba en recipientes poco adecuados.
Como consecuencia, la oferta de servicios en la zona de estudio en Oaxaca
era mucho menor a la de todos los demás estados. Esto obviamente incremen-
taba el costo y el tiempo de traslado, pero también las esperas y los riesgos en
caso de urgencias.
FOTOGRAFÍA 3.1 Vista parcial de tres de los cinco gabinetes de la farmacia de la unidad
de dos núcleos de San Andrés Huaxpaltepec (abastecimiento al 35%)
86
La oferta en Oaxaca no sólo es menor a la de otros estados sino que, por los
testimonios del personal entrevistado, es la que menos recursos adicionales
había recibido. Se construían hospitales que luego se inauguraban sin suficien-
te personal, instalaciones, equipamiento o medicamentos. Un mes después de
inaugurado, el hospital de Puerto Escondido trabajaba con tres médicos (ningún
ginecobstetra) y carecía de medicamentos, instrumental y enfermeras (Sánchez,
2012). Un año después todavía carecía de ginecobstetra, que es la especialidad
de 90% de sus intervenciones. La falta de ginecólogos, combinada con la pre-
sencia de cirujanos, había llevado a un exceso de cesáreas: 54% de los partos
eran cesáreas, sin importar que fueran mujeres jóvenes y sanas. Aunque el hos-
pital de Cuicatlán sí tenía un ginecobstetra, la mayoría de los partos era aten-
dida también por cirujanos. Esto se debía a la sobrecarga de todos pero par
ticularmente del ginecólogo, que promedia 21-24 intervenciones diarias entre
consultas y partos.
Durante el estudio, en Oaxaca se observaron nuevas instalaciones médi-
cas, pero con frecuencia no ofrecían servicios. Según Cristian, residente de Tu-
tutepec:
Pero como éste (Pinotepa) hay hospitales que ni doctores tienen, aquí según no
nos pasan con el doctor porque no les convienen los del seguro [sic], pero yo digo,
si a los doctores como sea les pagan. Dicen que en Tututepec hay un hospital del
Seguro Popular, pero no tiene doctores ni herramientas, no tiene nada, nada más
es como haga de cuenta una casa abandonada. Yo quise platicar contigo [la inves-
tigadora] para poner una queja, por eso te busqué, porque allá no hay dónde poner
quejas, yo te vi y pensé que eras como un supervisor (Sánchez, 2012: 164-165).
87
o se acababan de inaugurar cuatro hospitales en la jurisdicción IV de Oaxaca y
cuatro más en Tuxtepec, Teotitlán de Flores Magón y San Ernesto Tenango.
Pero los inaugurados no contaban con plantillas de personal completas, por lo
cual no podían ser acreditados ante el Seguro Popular. La investigadora notó
también que el énfasis mediático en las nuevas clínicas se relaciona con el
abandono de las clínicas antiguas, que tenían cada vez menos personal, mante
nimiento y equipo.
La saturación tuvo repercusiones en toda la atención médica pública del
estado de Oaxaca. La mayor demanda en ginecobstetricia y en pediatría origi-
nada por el smng (que en teoría era universal desde el nacimiento y gozaba de
un paquete más generoso de atención que el Seguro Popular) no se podía aten-
der, y por lo mismo la atención en este programa dependiente del Seguro Popu-
lar también sufrió considerablemente.
En Oaxaca se obtuvo una gran cantidad de documentación del Seguro Po-
pular a través del sieaip. La colaboración de dicho sistema hizo posible que se
detectaran situaciones anómalas como la siguiente:
88
IMAGEN 3.1 Documento obtenido mediante solicitud de Información (folio 3237)
realizada a través del sieaip del Instituto Estatal de Acceso a la Información Pública en
Oaxaca (ieaip) el 29 de septiembre de 2010
89
preferían seguir asistiendo al imss-Oportunidades, donde el servicio siempre
fue gratuito:
Jalisco
Jalisco inició un proceso de expansión gradual de los servicios de salud en 2001,
como parte de los estados piloto en los que se inició el Seguro Popular. A partir
de la creación del Seguro Popular dicho proceso se aceleró con recursos nue-
vos, pero la expansión de esta capacidad de atención mostró un retraso respec-
to de la afiliación: la población afiliada creció más rápido que la capacidad de
atención durante los primeros años. Así se entiende que haya habido un retraso
sustancial en la entrega de credenciales del Seguro Popular durante los prime-
ros años del sistema. Este retraso aseguraba recursos federales pero daba tiem-
po a los servicios de mejorar la oferta. El director general del repss afirmó que
el estado desarrolló en 2004 una estrategia geográfica de expansión del Seguro
Popular. Una vez que las clínicas se construían, remodelaban o expandían, se
contrataba personal adicional y se gestionaba la compra de suministros, enton
ces se afiliaba a la población del área de influencia de cada una. Sin embargo,
este proceso no pudo mantenerse a partir de enero de 2007, porque el smng
prometido por el presidente durante su campaña había ofrecido atención uni-
versal a todos los nacidos a partir de su toma de posesión. Esto significa que,
dondequiera que hubieran nacido, debían gozar de un paquete médico incluso
más amplio que el del Seguro Popular. A partir de dicha fecha, la estrategia
geográfica de expansión cedió su lugar a un proceso acelerado y simultáneo en
todo el estado de dotación de lo necesario que, aun así, enfrentó insuficiencias:
no se pudo dotar de todo a todas las clínicas al mismo tiempo.
90
La clínica de Nueva Colonia, en la zona wixárika de Mezquitic, fue remode-
lada y ampliada a fines de 2009 y principios de 2010, con lo cual hay un aumento
de la capacidad de atención. Según la antropóloga que realizó el trabajo de
campo en esa región: “En la actualidad, la clínica se encuentra completamente
equipada […] acaban de entregar el espacio ampliado y remodelado, lo cual le
había costado [a la médica responsable] más de un año de gestiones” (Cajigal,
2012: 135). La clínica contaba en ese año con un médico responsable, una enfer-
mera de base (con licencia), un técnico de atención primaria (tap), un promo-
tor de salud, dos médicos pasantes y a veces un vacunador (no había durante la
visita). Dice la responsable: “Nunca habíamos tenido tanto personal, quiero su-
poner que he molestado tanto […] no se puede llevar un buen control con poco
personal […] por oficio se deben atender 15 consultas diarias por médico […] En
el 2010 se atendieron 1 600 consultas, pero otros años ha llegado a más de 2000”
(ibidem: 136). La responsable también atiende partos en la Unidad Auxiliar de
Salud (uas). No está previsto que esta pequeña clínica lo haga, pero curiosamen
te le mandan una mesa que puede acomodar para que las mujeres indígenas
den a luz a su manera, y el sistema de información incluye indicadores de par-
tos atendidos. Aun así, no lo hace cuando se trata de partos de riesgo, o si el ul-
trasonido revela algún problema.
La Unidad Auxiliar de Salud de Telcruz, en Cuautitlán de García Barragán
en el otro extremo del estado, en 2012 tenía 25 años de operación, pero también
acababa de ser remodelada. El personal consistía en una enfermera y dos médi-
cos pasantes (uno para la unidad fija y otro para la móvil). Durante el trabajo
de campo se observó la presencia de un enfermero de la unidad móvil. La ma-
yor parte del tiempo, sin embargo, no estaban presentes los médicos. Según la
enfermera, existían al menos dos problemas: que los pasantes estaban de des-
canso o vacaciones muy seguido, y que a veces laboraba un médico “por contra
to” de seis meses, pero solían renunciar muy pronto, cuando se daban cuenta
del sueldo y de las condiciones de aislamiento y trabajo. La ausencia de médi-
cos pasantes o titulados tenía consecuencias importantes, porque la enferme-
ra no podía recetar antibióticos ni medicamentos restringidos. A los enfermos
que necesitaban receta médica se les mandaba a otras unidades de salud de Ja-
lisco y de Colima. La debilidad de esta unidad se encontraba en la escasez de
personal y en la rotación y ausentismo de los médicos. Pero la enfermera a cargo
91
también se quejaba de la repartición de tareas entre los médicos y ella. Afirma-
ba que en el pasado los médicos ayudaban a llevar el control de sanos (del Pro-
grama Oportunidades), a dar las distintas pláticas y anotar corresponsabilida-
des, pero que los más recientes no lo querían hacer —o no estaban— y ella
sufría sobrecarga de trabajo.
Una parte importante de los pobladores de Telcruz acudía a la Unidad Au-
xiliar de Salud de Ayotitlán, no sólo porque es más grande y sí tenía médicos,
sino porque allí había un mao y se podían hacer los trámites del Seguro Po
pular. Al momento del estudio acababan de instalarles Internet, y el pequeño
espacio reservado al Seguro Popular estaba saturado de expedientes con los
documentos de los afiliados en original o fotocopia.
En la tercera clínica, en Chacala, el personal incluía una enfermera, una
doctora, una encargada de la farmacia del Seguro Popular, y el tap que atiende
las 10 agencias. Fue creada como clínica del imss-Coplamar, pero en 1985 fue
adscrita a la Secretaría de Salud. La clínica siempre ha cobrado una cuota para
limpieza y ventiladores; en alguna época organizaban rifas y con eso equiparon
más la clínica. Sí contaban con un vehículo oficial de la unidad móvil, pero no
lo usaban para trasladar pacientes porque la mayor parte quería ser referido a
Colima, donde había acuerdo, y ese vehículo no debía circular en ese estado.
Pero había un acuerdo informal con otra persona que hacía transportes a pre-
cio razonable.
Las farmacias de la uas de Nueva Colonia estaban bien surtidas. Las de
Telcruz también. Según el enfermero, cuando las personas regresaban de la
consulta médica a la que asistieron a Colima, él les recordaba que se llevaran
su medicina de esta clínica: “Se trata de que la gente no se quede sin medica-
mento. Lo que falta son doctores, la farmacia está casi al 100%”. Ambos, en
fermera y enfermero, explicaban que tenían procedimientos para hacer listas de
medicamentos faltantes, y que cada 15 días hacían un viaje para surtirlos. La
farmacia de Chacala se surtía menos frecuentemente (cada dos o tres meses).
En Jalisco también se cobraban cuotas por el servicio en las clínicas de pri-
mer nivel visitadas. En dos de las tres comunidades, las cuotas habían sido
acordadas en asamblea con la comunidad, y un comité supervisaba su aplica-
ción en insumos básicos para las clínicas, pero en la otra había resistencia local
92
y se suscitaron conflictos, dado que los medios de comunicación habían insisti-
do en el carácter gratuito de los servicios para los asociados al Seguro Popular.
La enfermera a cargo de la uas de Nueva Colonia conocía los requisitos de
la acreditación y elaboró una lista, junto con la investigadora, de cómo la clínica
los cubría. La acreditación ocurrió en octubre de 2010. A diferencia de las clíni-
cas de las otras comunidades de Jalisco, los auditores que acreditaron Nueva
Colonia estaban adscritos únicamente al estado de Jalisco. La médica a cargo
pensaba que el procedimiento de acreditación debía mejorar porque contaban
igual cosas fundamentales, como la provisión de agua, que portar el gafete.
La acreditación de la uas de Telcruz se hizo en noviembre de 2010. La audi-
toría contó con personal de varios estados. La conclusión del equipo fue que
“aunque era la unidad más alejada era la más surtida”. La acreditación de Cha-
cala se hizo en agosto de 2010, y les surtieron el cuadro de medicamentos com-
pleto para ese fin, pero a partir de esa fecha los medicamentos se surtían con
poca frecuencia.
Chiapas
En Chiapas se habían hecho 172 acreditaciones en total. Las acreditaciones en
la zona de estudio habían ocurrido entre 2005 y 2008 con vigencia de cinco
años. Se visitaron las clínicas de segundo nivel en Las Margaritas y San Cristó-
bal, y de primer nivel en las tres localidades de estudio. Sólo las de segundo ni-
vel habían sido acreditadas. Para ese fin fueron visitadas y, hasta donde se pudo
saber (el personal había cambiado casi totalmente), la acreditación se había he-
cho conforme al manual.
Las condiciones de prestación del servicio en el hospital de San Cristóbal
eran muy deficientes, y el personal y los usuarios se quejaron repetidamente
con la investigadora. Había humedad y filtraciones de agua, y gran parte del
equipo estaba viejo y desgastado. Miembros del personal afirmaban que las
condiciones del hospital reducían sustancialmente la capacidad de atención,
porque los enfermos recaían por las malas condiciones hospitalarias. Hay
“carreras del enfermo muy largas”, por no contar con personal médico suficien-
te para la atención: “Un paciente que tiene un padecimiento que bien podría
ser atendido en tres días se está en el hospital 15 porque no hay personal o ma-
terial médico suficiente para atenderlos” (Jiménez, 2012a: 121).
93
Pero se acababa de terminar un “Hospital de las Culturas”. Según la inves-
tigadora y el personal médico del hospital de segundo nivel de San Cristóbal:
Michoacán
La clínica de primer nivel de Arantepacua contaba con dos médicos, uno regu-
larizado y otro con un contrato del Seguro Popular, así como con una enferme-
ra y una trabajadora de limpieza. El médico de mayor antigüedad opinaba que
había ocurrido un cambio radical en la epidemiología de esta comunidad. Seis
años antes se tenía un perfil típico de subdesarrollo y pobreza, con prevalencia
de infecciones digestivas y respiratorias, mientras que, en 2012, la cantidad de
crónicos (con padecimientos como diabetes e hipertensión) rebasaba con mu-
cho su abasto de medicamentos.
En Michoacán, los habitantes de Zirahuén concurrían a la clínica de se
gundo nivel de Santa Clara, en la cabecera de Salvador Escalante. Ésta fue
94
acreditada en 2009. La clínica de su localidad no había sido auditada ni acre
ditada. Las otras dos clínicas de localidad (Nahuatzen y Arantepacua) fueron
auditadas y acreditadas en 2010. Finalmente, el hospital de segundo nivel de
Cherán no había sido acreditado hasta marzo de 2012, y algunos entrevistados
afirmaron que esto podía deberse a las condiciones de inseguridad de la zona.
La enfermera de Arantepacua opinaba que ni la acreditación ni la presen-
cia del Seguro Popular habían apoyado mucho a la clínica. Eso sí, había más
papeleo. Sin embargo, durante el proceso de acreditación recibieron una mesa
de exploración y algún mobiliario, y tuvieron que erradicar las cuotas que
siempre habían cobrado.
A este descontento se suma el cobro de algunos servicios de salud que no
estaban considerados en el Causes. El problema era que los afiliados al Seguro
Popular suponían, por los anuncios en radio y televisión, que la cobertura de
enfermedades era universal y gratuita. Personal de las unidades médicas que
recibían afiliados a este sistema de protección de salud sugerían que “la pro-
moción debería de ser más veraz, que diga lo real, decir que no tiene cobertura
completa, en la televisión dice que es para todos y nos afecta, aquí vienen y nos
gritan y nosotros no podemos hacer nada […] [estamos] entre la espada y la pa-
red” (Jiménez, 2012b: 106). Poco antes de concluir el estudio, Jiménez hizo nue-
vas visitas a campo en Michoacán y Jalisco, y entrevistas con personal a cargo
de las clínicas y con alto nivel de responsabilidad en las capitales estatales. En
este momento ya estaba en proceso la “segunda etapa” del proceso de acredita-
ción. Según dichos entrevistados, el énfasis del nuevo proceso de acreditación
era distinto. Mientras que el primer proceso de este tipo se centró en las insta-
laciones, el mobiliario y el equipo, este segundo auditaba con mucho mayor de-
talle los procesos médicos. Si este era el caso, y las acreditaciones se llevaban a
cabo por medio de auditorías físicas en las clínicas, era de esperarse que mejo-
rara la calidad de la atención. Sin embargo, no quedaba claro cómo se solventa-
ría la situación de una proporción significativa de las clínicas donde, como se
documenta en este apartado, todavía hacía falta lo básico: personal médico,
equipo y medicamentos.
En suma, hay tres factores que parecen explicar la enorme variabilidad en
la capacidad de atención encontrada en cada estado. El primero es el financia-
miento desigual. La estrategia contenida en la reforma a la Ley General de Salud
95
de 2003 y a su reglamento otorgaba recursos adicionales homogéneos a cada
estado por persona no asegurada en el imss ni en el Programa Oportunidades.38
Con el fin de que estos recursos no se convirtieran en gasto burocrático sino
que se invirtieran en atención, se destinaban a una entidad nueva en cada esta-
do: el repss, era el encargado de canalizarlos a donde se necesitaban. Pero esta
estrategia no logró igualar los fondos per cápita de salud pública para pobla-
ción no asegurada en cada estado. Las desigualdades previas subsistieron,
aminoradas sólo por la nueva capitación homogénea. Quienes tenían el mejor
servicio previamente, y una gran población incorporable al Seguro Popular,
acrecentaron su ventaja: podían invertir todos o la inmensa mayoría de los
recursos del Seguro Popular en atención (medicamentos, infraestructura,
equipo). Los estados cuyos servicios carecían de lo básico fuera de las ciudades
capitales (Oaxaca, Chiapas, Michoacán), por el contrario, tuvieron arduos pro-
blemas para llegar a un nivel satisfactorio de atención en el conjunto de su
territorio.
Sin embargo, el factor antes mencionado no obsta para decir que la gestión
estatal de los recursos para la salud también ha sido muy diferencial. En Oaxa-
ca, Chiapas y Michoacán el personal de las clínicas y de los hospitales regiona-
les de segundo nivel afirmaban que no les habían llegado recursos frescos a tra-
vés del Seguro Popular, y que sólo les había aumentado la carga de trabajo y de
papeleo. No constatamos con documentos históricos de cada clínica el dicho,
pero era generalizado. Y queda claro que el repss de Oaxaca entregó documen-
tos con información falsa sobre atención en 2010. En Jalisco hubo mejoras en la
infraestructura y los medicamentos en todos los casos, y contratación de per-
sonal nuevo en dos de las tres clínicas. Pero había dos problemas: en ningún lu-
gar parecía haberse resuelto totalmente el cambio en la atención, en el sentido
de que las cargas adicionales reales de trabajo no correspondían a mejores sa-
larios ni a una mejora integral de la capacidad de atención. Y cuando se buscó o
se contrató personal nuevo, tenía contratos y salarios muy inferiores a los del
personal previo, lo que llevaba a vacantes permanentes, abandonos del empleo
y protestas masivas de los nuevos —y precarios— contratados.
96
La dupla repss-acreditación debió haber servido para hacer llegar los re-
cursos a las clínicas de primer nivel. No queda claro por qué las acreditaciones
tuvieron una historia tan variable en cada lugar, incluso dentro de cada estado,
y por qué, si no se acreditaban las clínicas, de todas maneras se les exigía dar el
servicio del Seguro Popular. Cualquier servicio de salud general público debe
contar con un mecanismo de acreditación eficaz.
Acceso efectivo
97
Oaxaca
98
Seguro Popular y de Oportunidades el hospital del imss-Oportunidades recha-
zó atender a su esposa en trabajo de parto, pero el hospital de la Secretaría de
Salud (y del Seguro Popular) también la rechazó:
39 Cristian y su esposa vienen de una comunidad cercana a Santa Elena, que también fue re-
dirigida por el Seguro Popular de la clínica del imss-Oportunidades a la de Pinotepa. La
mujer embarazada había sido afiliada cinco meses antes de acudir a las clínicas, o sea que
no había vencido la póliza. Cabe señalar que la distancia entre Santa Elena Comaltepec y
Pinotepa Nacional es de 37.1 kilómetros que se recorren en 56 minutos en automóvil. Para
consultar el testimonio más extenso, véase la monografía de Oaxaca (Sánchez, 2012).
99
y permitían que la mamá y su bebé estuvieran internados cuatro días, lo que a
él le brindaba tranquilidad.
Las tag de Oaxaca permiten afinar el diagnóstico de acceso efectivo. Lo
sucedido a Mercedes40 ilustra a la vez la resistencia burocrática a ofrecer los
beneficios del Seguro Popular y su eficacia una vez que se obtenía la afiliación.
Mercedes fue balaceada el 16 de agosto de 2008 cuando salió a mediano-
che a refrescarse a jicarazos en una enramada que le sirve de ducha. Su pareja
no vivía con ella, pero estaba de visita porque era la fiesta de Santa Elena (Co-
maltepec). Una bala le rozó la mano izquierda, otra la atravesó del glúteo al es-
tómago, y la tercera le fracturó un pie. Santa Elena es una comunidad afiliada
masivamente a Oportunidades, y la población tiene acceso a la clínica del
imss-Oportunidades de Jamiltepec. Por lo mismo, fue de las últimas en recibir
brigadas y ni habían oído hablar del Seguro Popular.
Su pareja —que un año después fue asesinado de la misma manera— la lle-
vó en su camioneta a la clínica que les tocaba, en Jamiltepec. Allí le dieron un
analgésico y dijeron que no había cirujano, y debían ir al hospital general de la
Secretaría de Salud en Pinotepa. La llevaron. Allí le dijeron que su estado ya era
crítico. Le pusieron suero, le dieron sedantes y les dijeron que fueran al hospital
general de Ometepec en Guerrero. Finalmente, llegaron allá a las 6:30 de la ma-
ñana y a las 8:30 horas empezaron a operarla. En esa ocasión quedó internada
siete semanas y media, durante las cuales gastaron alrededor de 53 000 pesos
en múltiples intervenciones y material que ellos debieron comprar por fuera.
Esto no contabiliza el tiempo de la familia ni su subsistencia en fondas y pen-
siones de Ometepec. Como es sabido, en una gran cantidad de hospitales pú
blicos los parientes se convierten en enfermeros y su presencia al lado del enfer
mo es obligatoria. El marido de Mercedes pagó casi todo con un préstamo de
su patrón de Puerto Escondido, pero el resto de la familia fue asumiendo partes
de la deuda pidiendo cada uno más préstamos, que pagaron en año y medio.
A pesar de que en ese lapso él se enteró del Seguro Popular y trató de afiliarla,
no lo pudo hacer porque en Guerrero no le quisieron recibir ningún papel por
ser de Oaxaca. Cuenta su hermana cómo las trataban:
40 Para una descripción más detallada, véase tag 12 en Sánchez (2012: 202-204).
100
Nosotras nos pasamos más de dos meses en el mero hospital, sí, había un alber-
gue, pero estaba lejos y teníamos que pagar un pasaje, por eso ya mejor nos quedá-
bamos ahí. Ahí comíamos, ahí bañábamos y todo. Le dábamos su medicina, le
limpiábamos su bolsa, la bañábamos con esponja, una enfermera nos enseñó todo
eso. Íbamos por sus resultados y pedíamos los estudios y le comprábamos su
agua, sus pañales y todo, porque ahí no te dan, no le daban el agua, nomás la co-
mida. Todos los días le comprábamos sus bolsas [le habían hecho colostomía] y se
la cambiábamos, a 150 cada una, puro gasto diario. Ella no tuvo Seguro Popular
desde el principio porque […] bueno, nosotros sí quisimos sacárselo, cómo no íba-
mos a querer, si ahí veíamos a la gente, sabíamos que había ese apoyo, pero todo
fue por una vieja [trabajadora social] que nunca quiso darnos la mano. Yo creo
que no le caíamos bien, porque cuando veíamos que mi hermana no tenía comida,
o que no le ponían su suero, rápido íbamos a pedírselo y hasta nos dijo una vez,
“estas indias creen que son doctoras”. Así nos dijo, y que voy y la reporto y la re
gañó un doctor, yo creo su jefe, y así nos agarró saña la vieja y nada nos decía, si
había un apoyo o algo, nada, nos decía nada más que ni éramos de ahí [Guerrero],
que nos devolviéramos a nuestro pueblo, pero no contaba con que mi cuñado que
en paz descanse iba a tramitar su Seguro en Puerto [Escondido]. Impresionada
se quedó la mujer cuando venimos con la hoja [póliza] y se tuvo que aguantar por-
que lo último ya no nos cobraron nada […]. Ahí nunca nos dieron informes bien,
informes, al que se los dieron fue a mi cuñado, porque él sí sabe hablar [se refiere a
capacidad de gestión, no al castellano] (Sánchez, 2012: 204).
101
La peregrinación duró más o menos seis horas, entre los viajes y las esperas en
los dos primeros hospitales. La actuación de la trabajadora social es reprobable
porque discrimina en contra de las personas, pero también debe notarse que
las intervenciones fueron adecuadas, y que con la póliza los cobros desapare-
cieron a pesar de tratarse de otro estado.
Las crisis de salud de aparición súbita como la de Mercedes eran poco pro-
picias para beneficiarse del Seguro Popular. Las personas no estaban prepara-
das ni informadas, y seguían trayectorias de atención basadas en información
escasa o inexacta, hasta que obtenían la información correcta e —idealmente—
accedían a los servicios correctos. Las enfermedades crónicas, por el contrario,
aunque implican también un periodo de incertidumbre y búsqueda, podían
recibir más atención y recursos del Seguro Popular, porque la atención es re
petitiva y tanto el personal como el asegurado conocían las rutas correctas de
acceso efectivo.41
Dorotea y su nieto viven en una comunidad afromestiza de la Costa Chi-
ca.42 Su hija se “fulló” con un hombre que la dejó muy pronto, embarazada, en
casa de la madre de él. Ella decidió regresar a su casa, donde dio a luz a Daniel
sin novedad. Pero al año y medio el niño empezó a tener crisis de salud diag-
nosticadas de diversas maneras en su clínica y el hospital de segundo nivel de
Pinotepa.
41 De hecho, uno de los temores centrales de quienes diseñan sistemas de servicios como el
Seguro Popular es que los enfermos crónicos, a través de sus padecimientos o de todos los
problemas de salud a los que se vuelven susceptibles, absorban la mayor parte de los recur-
sos del sistema. No es casualidad que, ante esta perspectiva y un financiamiento reducido,
se limite su acceso, ya sea que se trate de sistemas públicos o privados.
42 Véase tag 11 en Sánchez (2012: 197-200).
43 Es decir: “¿Por qué nunca había traído al niño al hospital?”.
102
vez porque yo soy de bajos recursos […]. De todos modos, me pidieron nuevos
estudios para ver qué tenía. Yo creí que se habían llevado el expediente, la fa-
milia de otro niño, Miguelito, que siempre va a consulta y a estudio con mi
niño, y como ellos son de los cerros y no entienden pues igual se lo llevaron y ni
cuenta se dieron porque vieron ahí el nombre de su hijo. Pero el expediente
nunca apareció, el doctor nomás dijo “vamos a tratar de hacerle su expedien-
te”, ¿pero los estudios atrasados, dónde quedan?, le dije, y contestó “no se preo-
cupe, hasta ahorita está bien”. El doctor de Jami habló con los doctores de es-
pecialidad de Oaxaca y les explicó que no le daba ningún medicamento al
niño porque no aparecía acá su expediente; entonces me mandaron hasta Oa-
xaca, nomás me dijo “el niño no va a ser atendido aquí, tiene que ir hasta
Oaxaca”. Y le digo, espéreme tantito, deme cita para otra semana, porque di-
nero no tengo. Y me dijo “madre, es esta semana cuando usted lo tiene que lle-
var”. Entonces fue así que me dieron una semana para conseguir dinero y ya
estar lunes por allá. Conseguí para el pasaje, me fui con mil pesos que me dio
mi gente, mi mamá me ayudó con 500, yo tenía 200 y unas gallinas que se iban
a andar por ahí le dije a mi hija “véndelas que ahorita andamos ocupando el
dinero”. Y nos fuimos las dos (Sánchez, 2012: 197-198).
103
porque el pueblo estaba aislado por los destrozos de los huracanes. Por fin, una
colaboradora de una de las asociaciones que la apoyaban logró llegar al pueblo
con él y dárselo. Las transfusiones deben pagarse en especie. La costumbre es
que las familias consigan donadores. En el momento del estudio Dorotea debía
ocho donaciones de sangre. El problema para ella es que debía pagarles a los
donadores el viaje a Oaxaca o a Pinotepa y la comida, y no podía hacerlo.
Fermina44 se desvanecía y tenía náuseas. Le hicieron una citología y la re-
mitieron a Oaxaca, donde tuvo que permanecer cinco semanas. Le diagnosti-
caron cáncer cervicouterino. Para eso tuvo que averiguar por conocidos dónde
vivía su hermano en Oaxaca, el único que podría alojarla. Se llevó 4 500 pesos,
pero se le acabaron, y ni para comer tenía. Su hermano le ayudó. La hablante de
mixteco narra en español:
Allá compro taco. Sale caro ese taco. Tengo que comer y lloro y me quiero ir, por-
que no tengo para comer. “No mama, no te vayas”, me dice mi hermanito y me da
botecito de salsa y tortilla, “come”. Ese día [la primera temporada que estuvo en
Oaxaca] yo pagué el medicamento, todos comprados, ya después fue gratis cuan-
do ya tuve yo ese Seguro Popular. Me dijo el doctor “sácate ese Seguro Popular
porque nada te va a cobrar por la pastilla”, y después saqué mi papel de Seguro Po-
pular [septiembre de 2009] (Sánchez, 2012: 205).
104
[…] Yo tuve marrano, y ya vendo yo uno, vendo dos, vendo tres. Me quedé sin
cuchito46 […]. No sé cuánto dinero gasté […] (ibidem: 206).
46 Es decir, marranito.
47 Véase tag 14 en Sánchez (2012: 207-209).
105
Nuestro trabajo48 observó que el tratamiento de estos enfermos es comple-
jo porque los medicamentos y las dosis deben personalizarse, pero además
porque los pacientes deben ejercitarse y alimentarse bien. Este caso muestra,
como muchos otros, que una mala dieta y la pasividad física favorecen la apari-
ción de efectos secundarios del medicamento como los descritos por Martina,
además de que empeoran la condición de la persona.
La falta de adherencia terapéutica provocada por estos factores a su vez
conduce a crisis agudas que requieren hospitalización y exigen grandes recur-
sos de las personas y de las instituciones. En cinco casos observados, la hospi-
talización de diabéticos críticos duró en promedio tres días. Pero el Seguro Po-
pular no la pagaba: la explicación podría ser que el Seguro Popular apostaba al
funcionamiento del protocolo completo de tratamiento del diabético, no a que
fallara. Esto llevaba a conflictos entre el paciente que decía que la diabetes sí
está cubierta por el causes y el personal, que negaba que sus complicaciones
lo estén.
Durante su última crisis, su hija cuenta que Martina:
[…] estaba tan mala que vino el doctor a verla acá, porque cuando le agarra no se
puede levantar, le da mucho sueño y pierde la memoria, ya no siente. Era como las
ocho de la noche cuando vino el doctor a verla, y se la llevó al centro de salud y de
ahí la sacaron como a las doce de la noche y de ahí se la llevaron a Cuicatlán como
a las cinco de la mañana porque no se componía (ibidem: 209).
48 Este problema coincide con los detectados previamente en la evaluación cualitativa 2008
del Programa Oportunidades (Sánchez, 2008).
106
no correspondían a afiliados al Seguro Popular y se enviaron a otro hospital.
Catorce sí, y de ellos 12 eran de residentes de la localidad. En seguimiento indi-
vidual en sus hogares, ella determinó que tres recibieron atención y tratamien-
to con eficacia resolutiva; dos fueron clasificados como de mediana eficacia
porque una no llegó al hospital por destrozos de huracanes y decidió buscar
atención en Puebla, mientras que la otra fue diagnosticada con epilepsia y reci-
bió atención diagnóstica gratuita, pero compró medicamento y la familia pagó
5 200 pesos de ambulancia además de la estancia de dos semanas en Oaxaca
que estuvo el acompañante. Cuatro no acudieron a la cita de referencia por el
costo del transporte o el tiempo de espera para la cita, y optaron por consultar
con médicos tradicionales o hacerse remedios caseros. Uno negoció que le die-
ran referencia al otro hospital, por la cercanía y porque tiene parientes en esa
ciudad. Por último, dos casos fueron clasificados como “sin eficacia resolutiva”
porque a una le dieron mal la información de la cita de referencia, no la atendie-
ron y no había sido atendida hasta la fecha del estudio; y otra, después de una
visita prenatal con amenaza de parto prematuro y póliza a punto de expirar,
decidió acudir a servicios privados.
Esta relación de las referencias indica que una cuarta parte tuvo eficacia
resolutiva. Si se agregan la joven con epilepsia y la mujer que finalmente se fue
a Puebla porque ambas recibieron tratamiento gratuito49 en el Seguro Popular,
entonces la eficacia resolutiva sube a 4 de cada 10. Uno más recibió tratamiento
gratuito en una clínica pública, aunque no del Seguro Popular. Con ese caso, la
eficacia resolutiva de la salud pública de cualquier tipo —no del Seguro Popu-
lar— sube a la mitad de los casos. La otra mitad de los casos está conformada
por abandonos de la referencia que se pueden considerar relacionados con ca-
racterísticas del Seguro Popular: errores en la cita, largos tiempos de espera,
costos de transporte, expiración de la póliza.
Además de estos tres factores endógenos, el análisis de los 12 casos hace
ver que la distancia y el costo del transporte son claves para definir la adherencia
o no a la referencia y la obtención del tratamiento ulterior. El factor distan-
cia-costo de transporte en sí mismo constituye un punto de discusión. Una
49 No queda totalmente claro, pero todo indica que la medicina que debió comprarse para la
joven con epilepsia no era parte del cuadro del Seguro Popular, por lo que haberla compra-
do no significa incumplimiento.
107
gran cantidad de comunidades, pero sobre todo las cabeceras, cuenta con am-
bulancia pagada por las autoridades municipales o por la población de manera
directa. Pero es evidente que en una cabecera como Mazatlán Villa de Flores
los habitantes no cuentan con este servicio. ¿Debe pedirse a los municipios que
ofrezcan el servicio como parte de sus contraprestaciones a algún fondo del
Ramo 33? ¿A las clínicas mismas, por el hecho de recibir el subsidio del estado,
si es que lo reciben? ¿Tendría que haber un sistema de teléfono o radio para que
las comunidades periféricas puedan usar el servicio? Un factor adicional es
que en Oaxaca, debido a la poca construcción de clínicas y de carreteras, la
combinación distancia-costo es particularmente negativa.
En términos conceptuales, los seis abandonos no muestran un desenlace
catastrófico, por lo menos en el periodo de residencia en la comunidad por par-
te de la investigadora. El de la joven epiléptica sí significó una venta de activos
porque la familia debió financiar el viaje y la estancia de un familiar en la ciu-
dad de Oaxaca. La joven que decide que su parto sea atendido en una clínica
privada no fue entrevistada después del suceso. Pero cada uno de ellos era po-
tencialmente catastrófico, en caso de que la alternativa (tratamiento privado,
tradicional o casero) no funcionara o forzara a sacrificar otras necesidades. Al-
guna de las alternativas podía resultar satisfactoria, pero si no lo era, entonces
solía suceder que los casos regresaban al Seguro Popular, pero ya como urgen-
cias, y que posiblemente resultaran catastróficos o trágicos.
Cabe señalar que los pacientes referidos a hospitales de mayor nivel no te-
nían ninguna manera de corroborar la cita en esa segunda institución, y que la
saturación en el segundo nivel provocaba que aun cuando el hospital hubiera
sido notificado de la cita referida, podía no atender a la persona. Además, el pase
de un médico de primer nivel no garantizaba el servicio como parte del Seguro
Popular. Era necesario que un “gestor del Seguro Popular” en la clínica de se-
gundo nivel autorizara el servicio como parte del Causes. Si no estaba el gestor
podía suceder que no se brindara el servicio o que se cobrara por él.
Un problema derivado de la saturación de los hospitales de segundo nivel
(por referencias) es que, cuando el médico de segundo nivel difería en su diag-
nóstico del emitido por la clínica de primer nivel, por lo normal se interrumpía el
tratamiento, y no se reorientaba al paciente hacia el examen o al especialista
108
adecuado según el médico de segundo nivel. Obviamente esto repercutía en la
no resolución del caso.
Jalisco
Como se explicó antes, en Telcruz a menudo faltaba personal médico. Esto re-
percutía claramente en el acceso efectivo. En esa localidad es donde se reporta
con mayor frecuencia que no se recibió atención médica cuando se buscó, y que
la causa fue que no había personal médico. Los usuarios refirieron los siguien-
tes problemas en esta clínica:
50 Según Clementina (Cajigal, 2012: 156), la enfermera cobra la asistencia a las pláticas de
Oportunidades y de los adultos mayores porque ellos tienen que comprar las medicinas ya
que “el gobierno nomás prometió que iba a ayudar y no cumplió”.
109
Refugio narra cómo, debido a la falta de atención médica adecuada, se re-
trasó significativamente la operación del apéndice de su hijo.51 En respuesta a
su solicitud, la enfermera fue a su casa a las 2 de la mañana y le dio paraceta-
mol al niño pero el dolor siguió. Refugio rentó un carro de un conocido para ir a
Minatitlán (Colima), porque la ambulancia es más cara. Ya en Colima, lo man-
daron en ambulancia sin cobrarle y lo operaron de emergencia. Para hacer citas
de revisión posoperatoria tuvo que realizar llamadas telefónicas que la enfer-
mera le cobró a 15 pesos. Refugio se queja de que en Telcruz por todo cobran, y
de que la ambulancia resultaba mucho más cara que el carro rentado: “Renté
un carro a Minatitlán, de un conocido que nomás nos cobró cien pesos, porque
aquí la ambulancia te cobra cuatrocientos […]” (ibidem: 154).
Cuando el hijo de Baudelia52 tuvo un accidente en la bicicleta, se lastimó
seriamente: “Los cuernos de la bici se le enterraron en la panza, le perforaron,
traía las tripas de fuera, tenía tres heridas en la cabeza, se le veía el coco, le salía
mucha sangre, también el cuello se le perforó y se le fracturó la mano […]”. Le
dieron pase a Colima y los llevó el sacerdote, que sólo les cobró 300 pesos a di
ferencia del chofer de la ambulancia que cobraba 70053 pesos por viaje a pesar
de que recibía recursos de la presidencia para el vehículo: “Al señor lo pusieron
del comité de salud, pero siempre piden cooperación de 10 pesos y aparte cobra,
el presidente municipal le da 50 litros de gasolina a la semana, un día después
del pago de Oportunidades nos pidió cooperación de 50 pesos para comprar
llantas […] pero el presidente municipal le dio llantas nuevas”.
La tag 20 reitera que subsistían los cobros de varios tipos: “Ahora le cobran
20 pesos a los viejitos, 10 en las juntas [las pláticas a beneficiarias de Oportu
nidades], la enfermera nos dice que ellos compran las medicinas porque el
gobierno nomás prometió que iba a ayudar y no cumplió. El chofer de la ambu-
lancia […] cobra muy caro; y la enfermera me vende a 50 pesos el frasquito de
omeprazol…” (ibidem: 156).
110
Chiapas
Ejemplos de atención sin resolución positiva por parte del Seguro Popular:
Don Ernesto es beneficiario del Seguro Popular. Es la primera vez que utiliza
los servicios médicos ofrecidos.
Hace un par de meses “como por ahí de mayo” empezó a sentir molestias
“al baño y no bien podía hacer de a poquitos, y luego ya más dolor”; acudió a
recibir atención directamente al hospital de Las Margaritas. En su estancia
en el hospital le pidieron que se hiciera unos análisis y concluyeron que tenía
que verlo un urólogo.
En Margaritas no hay médico con esa especialidad, y le dijeron que era ur-
gente que se trasladara a Tuxtla o a Tapachula para ser operado. Uno de sus
hijos le ayudó a realizar los trámites: pedir la cita en el hospital para ser inter-
nado y trasladado en ambulancia. En Tuxtla estuvo hospitalizado seis días,
se trasladaron tres de sus hijos. Al llegar les solicitaron 500 pesos para unos
análisis que eran necesarios para la intervención quirúrgica. Pasaron los días
y la operación no se concretaba, la doctora les decía que parecía que no iba a
ser necesaria “vamos a ver otro rato, a ver si mejora”. Así trascurrieron los
días sin resolución sobre su caso. Le hicieron un tratamiento, para el cual cuen-
ta su hija “era un trabajo con una sonda, ahí tuvimos que pagar otros 150 pe-
sos”. Sin resolución, fue dado de alta pero el traslado de regreso ya no fue en
ambulancia, ni cubierto por el Seguro Popular así, “y eso que cuando yo me
inscribí el muchacho me dijo que ya con mi hojita me iban a dar medicina y la
atención gratis”. Los gastos de traslado fueron de 1 000 pesos.
Dos días después de su regreso a Las Margaritas, don Ernesto empezó
nuevamente a tener molestias más agudas con sangrado en la orina. Asusta-
do, fue al hospital y ahí “me regañó mucho el doctor porque me dijo que me
debían de haber operado, que yo debí de haberle insistido al doctor para que
me operaran”. Le dijeron que nuevamente tenía que pedir una cita y ser tras-
ladado a Tuxtla. Pero ahora recurrieron a un médico privado, lo llevaron de
urgencia a Comitán a una clínica y ahí “llegó un urólogo, pero ya había perdido
111
mucha sangre, le pusieron cuatro unidades, tuvimos que pagar bien mucho,
cada unidad 1 700 pesos”.
En total invirtieron 30 000 pesos, y fue necesario vender un terreno para
poder pagar. Juana su hija sigue muy enojada (ha pensado en poner una de-
manda en Derechos Humanos): “Es que uno se cansa, nos dijo Calderón en la
televisión que a los pobres nos iba a dar medicamentos gratis y nada, aten-
ción gratis y nada, mi papá ahí se lo creyó y fue a afiliarse al Seguro Popular
[…] ahí lo tienes juntando sus papeles, ¿y para qué?, para que el día que lo ne-
cesitas vayas todo confiadote al hospital y luego te digan que no sirve para
nada, eso no es justo, son chingaderas”.
Caso 2. Leucemia
112
el Seguro Popular y él me dijo que porque hay enfermedades que no vienen
en el libro del seguro, pero que pues de algo ayudó y que mejor no me estuvie-
ra quejando”.
113
plamafelicis55o un lavado de sangre para sacarle el virus, porque es un virus
que todos tenemos pero sólo ataca a unos”. Previo a este episodio había esta-
do alrededor de tres meses con dolores “de huesos pero un doctor de Las
Margaritas le dio prodolina y con eso ahí la llevaba; pero como le digo un día
así, se le acabaron de una vez todas las fuerzas”.
En Tapachula estuvieron un mes. “Lo llevaron a la Ciudad de la Salud, para
llevarlo no nos cobraron la ambulancia sólo nos pidieron 1 000 pesos para la
gasolina, el doctor dijo que lo iba a meter por el Seguro Popular; tampoco nos
cobraron la cama ni los otros medicamentos que nos daban, los 130 000 fue-
ron de 10 tratamientos de plasma, eso que le digo que era 13 000 por cada
tratamiento; pero si viera, regresó igual, no se podía mover, ahora después de
6 meses ya está agarrando fuerzas y puede mover una mano y los pies”.
Durante estos meses debería tomar terapia para recobrar la movilidad,
pero “la terapia me dijo el presidente del dif que no podía regalárnosla por-
que apenas habían comprado el aparato y pues todavía no podían; y la verdad
yo ahí como Dios me da entender le doy terapia, lo muevo de un lado a otro,
porque ya no podemos pagar más”.
Respecto al Seguro Popular señala: “Mire, sería yo muy mala si dijera que
es todo malo porque pues algún estudio sí cubrió, pero cuando fuimos a Ta-
pachula fuimos tranquilos pensando que iba a cubrir su enfermedad y no fue
así, aunque nos ayudó con algunos gastos”. Calcula que fueron alrededor de
8 000 pesos lo que se ahorró con el Seguro Popular (Jiménez, 2012a: 115-118).
114
Desde entonces ha tenido que hacer diversas inversiones en la salud. La
detección de la enfermedad fue en la clínica de la localidad y fue transferida
primero a Comitán y luego a Tuxtla Gutiérrez. La primera inversión en salud
fue a principios de 2009 por 8 000 pesos. “Me había salido una bola y me la
quitaron, ahí sí tenía Seguro Popular pero me dijeron que mi padecimiento
no valía”. El dinero “lo conseguí vendiendo los animales que tenía y sacando un
préstamo”. Tras la operación le hablaron de la necesidad de tomar un trata-
miento de yodo radiactivo para su padecimiento “pero no me lo daban en el
Seguro Popular y la bola pues me seguía creciendo, y ahora ya no tenemos
más que vender”.
Doña Eugenia continuó con las revisiones mas debía ir directamente a
Tuxtla Gutiérrez para ser atendida: “Allá quedaron mis citas, y pues no deja-
ba de ir porque me dijeron que ya estaba en primera etapa de cáncer”. En sep-
tiembre de 2010 fue a una nueva revisión y le comentaron “que ahora sí vale ya
mi enfermedad con el Seguro Popular, que me iban a apoyar y pues ahora sí
voy a empezar en enero con el yodo radiactivo… pues no sé bien por qué aho-
ra sí vale”.
Caso 2. Anemia
115
Caso 3. Úlcera
116
La desilusión de los ciudadanos encuentra en Chiapas una variante: mien-
tras que en Oaxaca y Jalisco el personal médico parecía haber convencido a
los afiliados de que “el gobierno no cumplió” y sus clínicas no recibían fondos
—razón por la cual los afiliados deben ser pacientes y pagar consultas y me
dicamentos— en Chiapas algunas personas manifestaron que si los medios
decían que la atención es gratuita es porque el presidente sí había dado los re-
cursos para el sistema: “El presidente sí los da [medicamentos] pero, a Chiapas,
no llegan” (Jiménez, 2012a:114).
Michoacán
117
ictericia (cantidad adicional de bilirrubina) y debió permanecer en el hospital
(ibidem: 102).
En varios casos, la expectativa era que el Seguro Popular cubriría el total del
costo de los padecimientos y entregaría medicamentos, gratuitos y suficientes.
Principalmente, se encontraron casos en Arantepacua con diagnóstico de diabe-
tes controlada que se afiliaron para reducir los gastos que implicaba el tratamien-
to de dicha enfermedad. Aunque la clínica de salud de la localidad también da
seguimiento al padecimiento en su mayoría, el medicamento es insuficiente.
Asistir a una cita médica es difícil cuando se tiene un horario de trabajo. Para
tener acceso a los servicios médicos en las comunidades de estudio, es necesario
esperar durante largo tiempo; la saturación de pacientes en las unidades de salud
puede significar esperas de hasta seis horas, o incluso más. A esto se suma que, en
ocasiones, la resolución efectiva de algún padecimiento puede significar periplos
de varios meses.
Aunque en el mao de Cherán los migrantes y sus familias tenían la ventaja de
que podían afiliarse al Seguro Popular en cualquier época del año, también tenían
dificultades para acceder a los servicios de salud que ofrece el Estado y cumplir
sus obligaciones si se tiene un trabajo con horario fijo.
Luis es un joven que regresó a la comunidad de Arantepacua después de vivir
con su esposa en Tijuana durante tres años. Tuvieron que volver después de varios
meses sin trabajo al cerrar la maquiladora en la que ambos trabajaban. Luis, al
momento de la entrevista, tenía 28 años de edad y 10 como diabético; tenía tan
sólo unas semanas de haber empezado a trabajar como ayudante en un taller de
carpintería en la misma comunidad. Estela, su madre, comentó que “acá primero
no le querían dar el Seguro Popular en la clínica de Cherán que hasta que hubiera
campaña [de afiliación] […]. Si viera que nos la vimos bien complicada, este mu-
chacho sin trabajo y sintiéndose mal, y mi nuera y yo viendo porque acá para las
mujeres no hay trabajo, yo coso, pero eso apenas da unos pesos”.
En una ocasión, Luis tuvo una crisis y acudió a la unidad de salud de la comu-
nidad, en la que fue atendido por el doctor. Su madre relató que “pensaba que no
nos iban a recibir porque ellos no estaban apuntados, pero el doctor sí nos dio
medicamento y él fue quien nos dijo que mi hijo sí se podía afiliar porque es mi-
grante y que acá a todos los migrantes los pueden inscribir en cuanto lleguen”.
Durante algunos meses, Luis estuvo recibiendo medicamento de la clínica: “A ve-
118
ces sí había, a veces no, y [cuando no hay] tiene uno que comprar y le cuesta 300
pesos y apenas le dura 15 días”.
Luis se afilió al Seguro Popular con la esperanza de que recibiría mejor aten-
ción y medicamentos, “pero es lo mismo que acá [la unidad de salud de la clínica],
a veces sí tienen, y a veces no, lo que sí es que tienes que irte desde las seis de la
mañana para alcanzar ficha de medicina […], pero el problema es que si vas, pier-
des el día de trabajo y pues no te conviene […] me tardé meses en conseguir el tra-
bajo de ayudante en el taller de madera y acá no hay trabajo como para perderlo
[…] y pues mire lo que hemos pensado, y pues ahí vemos cómo, pero mejor compro
el medicamento cuando hay dinero, porque como quiera con el Seguro Popular
siempre algo terminan cobrando, si no es la medicina, son las jeringas, algo […] es
mentira que cubre todo” (ibidem: 103-104).
En la misma comunidad se dio seguimiento al caso de don Ricardo, de 68 años,
afiliado al Seguro Popular, quien tardó un año y medio en la resolución efectiva de
su padecimiento, desde la primera visita a la unidad de salud hasta que le infor
maron que debía ser operado de la vesícula. Finalmente, tuvo que ser intervenido
en un servicio privado de salud por el propio personal del hospital de Uruapan que
le hizo la operación “por fuera”. Don Ricardo manifestó que “el Seguro Popular no
sirvió, no nos cumplió su palabra […], a mí primero me dijeron que era urgente que
me operaran de la vesícula y luego no me hacían caso”.
Don Ricardo acudió a diferentes hospitales del sector salud: “El primer hospi-
tal al que fui, fue aquí en Cherán. Primero me dijeron que me veían muy mal y que
debían operarme con urgencia […no me operaron y] en ocho días me mandaron a
mi casa, pero el doctor me dijo que debía volver […] y a los ocho días llegué y nada,
el doctor me dijo que no había lugar, pero que podía esperar, que no me veía tan
grave, y que regresara en tres meses […], y a los tres meses regresé, si viera qué ner-
vioso estuve yo todo ese tiempo pensando que me iba a morir de la vesícula, pero
que regreso y que me dicen lo mismo, que sí tenía eso, pero que ahora no me veía
tan mal, así que me regresaron otra vez, pero ahora la consulta era hasta dentro
de seis meses”.
Don Ricardo tomó la iniciativa de buscar atención médica en los hospitales de
la Secretaría de Salud en Guadalajara. No contaba con referencia médica, que es
un requisito importante para ser atendido, pero suponía que no era necesario al
estar inscrito a este sistema de protección (llevaba su hoja de afiliación al Seguro
119
Popular). Don Ricardo comentó que la decisión la tomó por su desesperación, ade-
más de que uno de sus hijos que trabajaba en esta ciudad le envió dinero para que
se fuera con él. Durante diez días, acudía a diario a las 6 de la mañana al hospital,
esperando que lo internaran, pero nadie lo recibía, hasta que una enfermera se
apiadó de él y lo mandó a servicio social, y entonces consiguió que un médico lo
revisara. Nuevamente postergaron su atención para dentro de tres meses; le expli-
caron que no podían operarlo porque no había camas. Toda esta trayectoria que
don Ricardo sufrió alimentó su sentimiento de que el Seguro Popular le “falló”.
Tras año y medio de estar esperando una cita en el sector salud para ser opera-
do de la vesícula, fue por recomendación de “un compadre de Uruapan con un
médico particular que también trabaja en el hospital general”. El doctor primero
lo revisó en el consultorio del hospital de Uruapan, “pero me dijo que ahí me podía
dar otra cita hasta dentro de tres meses […], pero tiene su maña porque también
tiene su consultorio particular, donde cobra, pero lo hace más rápido y pues me
convenció cuando me dijo que por ser purépecha me iba a cobrar menos”. A los
ocho días fue intervenido con un costo de 15 000 pesos (ibidem: 105-106).
120
xaca y Michoacán, algo menor en Chiapas y aun menor en Jalisco, pero éste
seguía siendo el problema básico que evitaba el acceso efectivo al Seguro
Popular. El problema tenía múltiples aristas: faltaba personal, faltaban es-
pacios y medicamentos. Una mejor gestión local de cada clínica podía ali-
viar el problema parcialmente. Pero todo hace pensar que los recursos del
Seguro Popular no habían llegado a las clínicas de primer nivel estudiadas
con más detalle.
• Sin embargo, no era el único problema. Por desgracia, sólo en Oaxaca se
pudo contrastar el testimonio de los afiliados con el de los médicos, y esto
aclaró problemas. Contar sólo con el testimonio del afiliado o de su familia
es evidentemente parcial. Haberle dicho a una embarazada con dolores de
parto que el niño podía esperar no es prueba de descuido. Podría ser correc-
to. Pero abundan los testimonios en los que hay un retraso significativo en
el tratamiento, con riesgo de la vida de los pacientes, y en un caso por lo me-
nos, su muerte. También es posible que la falta de atención oportuna se
relacione con la muerte fetal narrada en el caso de Michoacán. Es posible
que la práctica de rechazar pacientes no se debiera únicamente a la falta de
capacidad de atención. Era necesario vigilar que la atención se prestara
conforme a la norma y, a todas luces, se falló.
• Un mejor ejercicio de regulación por parte de la Secretaría de Salud federal
podría haber mejorado sustancialmente el servicio.
• Era necesario, también, que se igualara el financiamiento per cápita a po-
blación no asegurada entre estados. Las desigualdades eran menores en
2012, pero persistían.
• Y, finalmente, la norma de prestación de servicios del Seguro Popular no se
aplicaba a los protocolos de atención. En 2011-2012, las nuevas acreditacio-
nes hacían énfasis en este tema, pero las deficiencias básicas hacían impo-
sible exigir calidad de atención homogénea en el país.
Conclusiones
121
catastróficos que empobrecen más a los pobres, y abrirles el acceso a un con-
junto de tratamientos médicos que les posibilitarían vivir más y mejor. Esto
hubiera significado, como consecuencia, una reducción de la desigualdad en
los derechos y en los hechos: respecto de la población asegurada, y respecto de
la población que puede pagar estos servicios con holgura. Sin embargo, dicho
sistema no logró sus objetivos.
El estudio del padrón del programa fue imposible debido a que ni el Seguro Po-
pular de manera directa, ni los institutos de información pública de los esta-
dos, lo entregaron, a pesar de que dichos institutos apoyaron este estudio. Lo
que obtuvimos fue el total de afiliados por municipio y localidad, con un retra-
so significativo, aunque una investigadora, solicitud de por medio, lo obtuvo
finalmente con sólo seis meses de retraso. Esto significa que no es posible saber
si las familias por las que los estados reciben subsidios de la Secretaría de Salud
federal en efecto tenían acceso formal o efectivo al Seguro Popular. Ésta es una
falta seria a la obligación de transparencia en el uso de los recursos públicos.
En el Instituto Federal de Acceso a la Información (ifai) se argumentó, en 2009,
que el hecho de que el Seguro Popular no fuera un programa lo liberaba de la
obligación. El sustancial retraso del resumen del padrón que publicó el Seguro
Popular también provocó otro problema: encontramos más hogares con afilia-
dos que los que reporta la página del Seguro Popular, pero fue imposible es
tablecer correspondencia entre subsidio y afiliación real.
122
manifiesto que el primer paso es definir la forma de acceso a estos beneficios.
En algunos países se otorga el servicio a quien se presenta, sin preguntar nacio-
nalidad, condición socioeconómica o migratoria. En el caso de todos los pro-
gramas y del servicio de salud que analizamos aquí, tal como en la inmensa
mayoría de los servicios públicos mexicanos, por el contrario, se requiere pro-
bar varias cosas relacionadas con la identidad, la nacionalidad, la condición
migratoria, la residencia y, en el caso de algunos programas, el nivel socioeco-
nómico o la condición étnica. Estas pruebas convierten la universalidad en ilu-
soria, puesto que una parte de la población queda excluida por no presentar
toda la documentación correcta. La prueba socioeconómica es justificable.
Pero el Seguro Popular pedía más documentos de identidad (acta de nacimiento
certificada, credencial de elector, curp y comprobante de domicilio) que los
otros programas que analizamos en el estudio. El acceso a esos documentos es
más difícil en las zap, y además pueden costar más.56 Como política pública,
es comprensible el énfasis del Seguro Popular en documentar a su población.
Como derecho, sin embargo, era contraproducente: quienes viven en peores
condiciones, mayor aislamiento y probablemente tengan menos competencias
lingüísticas y de alfabetización tenían mucha mayor probabilidad de quedar
excluidos. Por otra parte, denota que la Secretaría de Salud desconfía de los do-
cumentos de identidad expedidos por el gobierno mexicano: si un adulto tiene
una credencial de elector vigente, ¿por qué se le pide un acta de nacimiento cer-
tificada y, en algunos estados, recién expedida? ¿No es más fácil para el emplea-
do de un mao con Internet tramitar ahí mismo la curp que para una persona
con múltiples carencias sociales?
Sólo en Michoacán, donde el ingreso al Seguro Popular estuvo restringido
durante años, había concesiones especiales a los migrantes: ellos podían ins-
cribirse al Seguro Popular cuando quisieran, a diferencia de todos los demás
56 Hubo testimonios en el sentido de que las actas de nacimiento llegaban a costar más de
800 pesos en algunas localidades de Oaxaca y Chiapas, cuando había brigadas de afiliación
a los programas sociales. Como se explicó, la curp, que es gratuita para quien posee un
equipo de cómputo y lo maneja, en el caso de la mayoría de los adultos de las zap tiene un
costo. Tienen que ir a un establecimiento que ofrezca servicios de Internet y pagar a al-
guien para que la tramite. Y si el registro civil local no hizo el reporte correctamente, tal vez
no la puedan obtener en un día.
123
pobladores, y también se hacía lo posible porque las brigadas de afiliación coin-
cidieran con la época del año en que volvían a casa, para afiliarlos y que recibie-
ran pláticas.
Además de que resulta discriminatorio en contra de los pobladores rurales
pobres, la política de múltiples identificaciones agravia a los migrantes. Son
pocos los que cuentan con todos los documentos. Piénsese en jornaleros agríco-
las que trabajan en estados norteños, o en migrantes indocumentados que son
deportados de Estados Unidos. No sólo son indocumentados allá, sino que muy
frecuentemente les quitan sus identificaciones mexicanas, y no pueden afiliar-
se de inmediato si lo necesitan.
124
Infraestructura y capacidad de prestar el servicio del spss
Hasta la fecha de este estudio no se había logrado que los recursos fiscales del
sistema hicieran que la oferta de servicios médicos cumpliera con la norma en
las zap estudiadas. En Oaxaca, una de las tres clínicas estudiadas fue acredita-
da fehacientemente y cumplía con la norma, mientras que las otras recibieron
la acreditación sin haber sido visitadas57 y sin recibir ningún recurso del Seguro
Popular. En Chiapas, ninguna de las de primer nivel había sido acreditada, pero
las de segundo nivel sí, aunque el personal se quejaba de no recibir recursos
adicionales. En Jalisco, las tres de primer nivel sí habían sido correctamente
acreditadas, pero en una no había médico, y en otra el personal cobraba el me-
dicamento aduciendo falta de financiamiento. Y en Michoacán faltaba acreditar
una clínica de primer nivel y un hospital de segundo nivel. Aunque la acredita-
ción física por medio de la visita de un equipo médico a cada clínica no garanti-
zaba la calidad del servicio —la acreditación tenía vigencia de cinco años pero el
personal, el medicamento y el equipo no permanecían cinco años— sí aseg u
raba que en ese momento se contara con lo necesario. Quedaba claro que las
siete clínicas no acreditadas nunca habían cumplido con la provisión de los ser
vicios en las condiciones estipuladas por el Seguro Popular a pesar de que brin-
daban servicios en su nombre, y que las acreditadas podían no haberlo sido en
los hechos (como dos de las tres oaxaqueñas), no recibir medicamentos opor-
tunos, o perder personal o equipo, como se ha mostrado. Si la oferta de servi-
cios no estaba al nivel de lo esperado —más allá de las limitaciones del causes
que sólo asegura el pago de 256 intervenciones médicas—, es imposible que la
población recibiera el beneficio previsto por el Seguro Popular.
Reafiliación
125
había un beneficio percibido. En dichas circunstancias, la universalidad del Se-
guro Popular para la población no asegurada era patentemente falsa.
Cobertura universal
126
pular. Pero la afiliación avanzó, y en 2012 se había superado la mayor parte de
los problemas iniciales. Sin embargo, aún carecían de afiliación:
• Por diseño, todos los afiliados a la seguridad social laboral, porque ellos
contaban con sus propios servicios y recibían subsidio por ellos.58
• Quienes no estaban en el Programa Oportunidades y no reunían los cuatro
requisitos: acta de nacimiento certificada, curp, credencial de elector y
comprobante de domicilio. Estos documentos se obtienen fácilmente en
contextos urbanos, pero no en muchos rurales, además de que en estas zo-
nas es más difícil y caro obtenerlos.
• Los hijos de migrantes internacionales retornados al país, que carecen de
documentos mexicanos o que tienen un solo ejemplar de copia del acta de na-
cimiento consular, no la quieren perder y por lo tanto no la entregaban al
módulo respectivo del Seguro Popular.59
• Quienes fueron afiliados con la credencial de elector que caducó y no reno-
varon su credencial.
• Todos los que no se reafiliaron al vencer su afiliación inicial.60 Éstos inclu-
yen a desanimados, como en Oaxaca, quienes pensaban que el servicio no
daba lo que prometía y prefirieron opciones tradicionales o privadas, así
como una gran cantidad de personas que pensaban que no lo iban a nece
sitar.
• Los hijos de familia que cumplieron 18 años después de que la familia se afi-
lió y no se afiliaron por sí mismos o que, como en Michoacán, habían sido
rechazados en las campañas de afiliación porque no eran prioritarios.
127
• Los niños nacidos en el sexenio cuyos padres no acudieron en un plazo de
90 días a dar los datos oficiales del registro civil.
• Los que perdieron un empleo formal o decidieron dejarlo y no hicieron el
trámite de afiliación.
• Quienes no estaban informados o interesados, incluida una parte de la cla-
se media.
• Como se mencionó, en algunos lugares los funcionarios afiliaron a la pobla-
ción a pesar de no contar con todos los documentos actualizados, pero en
otros la regla se aplicó sin flexibilidad. También supimos en mayo de 2012
que en un estado se había dejado de excluir a quienes no se reafiliaban.
Los múltiples casos que hemos presentado en el texto muestran que el Seguro
Popular sí ofreció, en varios casos, acceso efectivo a servicios de calidad. Trató
enfermedades raras y comunes, agudas y crónicas, y en una proporción consi
derable de los casos redujo sustancialmente los gastos de bolsillo de la pobla-
ción pobre estudiada, y se llegó a resoluciones satisfactorias. Sin embargo, en
2012 aún había aspectos importantes susceptibles de mejora. Carecían de ac-
ceso efectivo las personas:
• Que viven en estados donde las clínicas de primer nivel, por la razón que
sea, no recibían61 la capitación62 o los pagos por evento previstos: esas per-
sonas tenían que pagar por acceder a la clínica, que carecía del espacio, el
personal, el equipo y el medicamento prometidos por el Seguro Popular. Po-
dían tener acceso al piso básico de atención de la Secretaría de Salud con
todas sus deficiencias, pero no al Seguro Popular.
• Que acudían, por referencia médica de su clínica de primer nivel, con su
comprobante de afiliación, a una clínica saturada de segundo nivel y eran
rechazados, aun con cita.
61 En Michoacán, Oaxaca y Chiapas la queja común del personal es que las clínicas no reciben
presupuesto adicional por atender pacientes del Seguro Popular. En Jalisco sí lo reciben.
62 Como se explica en el texto, la capitación es el recurso per cápita establecido para el finan-
ciamiento del Seguro Popular. En algunos estados, las clínicas recibían la capitación direc-
tamente, en otros, no.
128
• Que acudían de la misma manera a clínicas de segundo nivel en momentos
en que el gestor del Seguro Popular no estaba y no autorizaba el pago de la
intervención médica en cuestión.
• Embarazadas que se presentaban en clínicas de primer y de segundo nive-
les con embarazos avanzados y a veces complicados. Se presentaron en este
texto ejemplos que muestran que no se les atendió oportunamente, con
consecuencias reales y potenciales para ellas y sus bebés. Según el informe
publicado por el Coneval (2012), la mortalidad materna resulta sobre todo
de esta falta de atención oportuna.
• Algunos beneficiarios simultáneos de imss-Oportunidades y Seguro Popu-
lar, porque eran “rebotados” entre un servicio y otro.
• En algunos estados había mejorado notablemente la capacidad de ofrecer
transporte a los usuarios de servicios médicos. En otros, las personas con
movilidad limitada, incluso discapacitados, ancianos y mujeres con emba-
razo avanzado, carecían de acceso efectivo ya sea porque vivían lejos, no
había ambulancia o no podían pagar el transporte. Esto sucedió sólo en al-
gunos lugares y algunos estados.
El Seguro Popular operaba con transferencias per cápita iguales en todos los
estados. Sin embargo, otros fondos federales aportados a los estados para la sa-
lud pública habían mantenido o incluso reforzado sus desigualdades. En esta
situación, era imposible alcanzar una calidad homogénea del servicio de salud
pública.
129
der al servicio en otros estados y por lo tanto no lo solicitaban, o no llevaban el
comprobante de afiliación.
130
Por lo que respecta a los migrantes internos:
131
4. Programa Oportunidades
133
la economía campesina y la organización social de sus unidades productivas
(los grupos domésticos familiares): la transmisión de la pobreza de padres a hi-
jos es un proceso caracterizado por el abandono temprano de la escuela (por
motivos casi siempre económicos); la inserción también temprana en el mundo
del trabajo en condiciones de precariedad y escasez de recursos; tasas elevadas
de fecundidad o estrategias reproductivas que maximizan el número de traba-
jadores potenciales del hogar; uniones tempranas e inicio precoz de los ciclos
reproductivos. Progresa fue diseñado para a) mantener a los niños en la escue-
la y con ello prolongar las trayectorias educativas y mejorar la educación de la
población joven más pobre; b) mejorar la salud de las familias más pobres a tra-
vés de un mayor énfasis en la prevención de la enfermedad (visitas periódicas a
la clínica-revisión de niño sano, por ejemplo); y c) promover mejoras en el ámbi-
to de la alimentación enfatizando, sobre todo, la nutrición infantil.2 La cons-
trucción de capital humano (mejor nutrición y más y mejor educación y salud)
en niños y jóvenes alejaría a esta generación de la pobreza cuando llegara a la
edad adulta, mediante ocupaciones y empleos obtenidos a través de una mejor
preparación para competir por esos puestos laborales. Desde un principio, el
programa apostó por los niños y jóvenes, guiado por la idea de que es impor-
tante invertir en el presente para gozar de un mejor futuro.
El programa encontró en las mujeres madres a sus mejores aliadas. Nadie
como ellas está dispuesto a acatar condiciones y corresponsabilidades, a reali-
zar tareas que, sumadas a las actividades productivas y reproductivas cotidia-
nas, se convierten en jornadas de trabajo pesado y de difícil cumplimiento. Las
mujeres madres que entrevistamos a lo largo de muchos años de investigación
estuvieron siempre dispuestas a hacer todo lo necesario para conservar los
apoyos económicos que bimestralmente les aliviaban la carga de los gastos del
2 A cada uno de estos ámbitos correspondieron distintas acciones: de educación, salud y ali-
mentación. Es necesario mencionar que las prácticas instrumentadas, las acciones realiza-
das por el programa, fueron modificándose en función de las necesidades de expansión del
programa y en función, también, de los resultados de las evaluaciones realizadas a lo largo
del tiempo. Por ejemplo, el énfasis en la nutrición para abatir la anemia infantil sufrió cam-
bios importantes (cambios en la fórmula del complemento alimenticio); la prioridad de las
acciones iniciales del programa en la reproducción (salud reproductiva y salud infantil) fue
sustituida por un enfoque de “ciclo de vida” con el que propone atender las necesidades
cambiantes de atención a la salud de las personas a lo largo de sus vidas o los distintos per-
files epidemiológicos de la población de distintos grupos de edad.
134
hogar. Sí, es cierto que las madres procuraban la asistencia ininterrumpida de
sus hijos a la escuela porque sabían que las inasistencias les reducían los apo-
yos de dinero en efectivo, pero, también, porque ellas albergaban la esperanza
(tal como el gobierno y el programa mismo) de que la educación de los hijos po-
día y debía resultar en vidas menos difíciles que las suyas propias.3 El mejor
aliado es siempre el que está dispuesto a darlo todo para lograr el objetivo. La
promesa de un mejor futuro para los hijos fue suficiente aliciente para que las
mujeres madres de este país se convirtieran en el actor social más importante
en la operación del programa Progresa-Oportunidades.
Oportunidades fue un programa interinstitucional en el que participaban
la Secretaría de Educación Pública (sep), la Secretaría de Salud, el imss, la Sede-
sol y los gobiernos estatales y municipales. Es decir que el programa no brinda-
ba estos servicios, sino que dependía de la Secretaría de Salud y del imss para
sus acciones en salud y nutrición, y de la sep para sus acciones educativas. Sin
embargo, la Coordinación Nacional del Programa, a través del cálculo del nivel
de elegibilidad (condiciones socioeconómicas)4 de cada hogar, mantenía el
control técnico y operativo de la selección, la incorporación y la permanencia
en el programa.5 Cada dos meses, las oficinas centrales de este prog rama pro-
cesaban la información de cumplimiento de condicionalidades por parte de
más de seis millones de hogares beneficiarios, y emitía los pagos individualiza-
dos que correspondían a cada uno.
La cobertura de Oportunidades pasó por un proceso de expansión consi-
derable. En el año 2000, dos millones y medio de hogares recibían sus apoyos, y
en 2004 el número de hogares incorporados llegó a cinco millones, cifra que se
mantuvo sin cambios hasta 2006, cuando el número de familias beneficiarias
llegó a ser equivalente al número de hogares que se encontraban por debajo de
la línea de pobreza de capacidades. De 2006 a 2012, cuando llevamos a cabo el
trabajo de campo del proyecto sobre rendición de cuentas y acceso efectivo, si-
3 Las historias de la mayoría de estas mujeres, así como las de sus maridos, incluyen el aban-
dono escolar a muy temprana edad por la necesidad de ganar dinero y contribuir a la eco-
nomía del hogar.
4 Los métodos y las bases para definir la elegibilidad de cada hogar fueron previos a la defini-
ción de las líneas de pobreza oficiales (ctmp, 2002), y por lo tanto distintas de ellas.
5 Como explica Escobar (2008), en las distintas etapas de desarrollo del programa se previe-
ron formas específicas de participación de los gobiernos municipales.
135
guió creciendo en términos del número de familias beneficiarias (poco más de
800 000 adicionales a las ya existentes en 2006), y aumentó su presencia en lo-
calidades y municipios (en un poco más de cinco mil localidades adicionales y
en cuatro municipios más; véase la tabla 4.1).
El método de selección de las familias rurales constó, al principio, de dos
pasos principales: en primer lugar, se seleccionaron las comunidades rurales
de alto y muy alto grados de marginación. En segundo lugar, se aplicó una en-
cuesta a la totalidad de los hogares de las localidades (Encuesta Nacional de
Características Socioeconómicas de los Hogares o Encaseh) para determinar
qué hogares se ubicaban por debajo del umbral de incorporación, definido por
un puntaje construido por análisis discriminante.
Los apoyos del programa eran de distintos tipos. Por un lado, las familias
recibían un suplemento nutricional para la madre, durante el embarazo o en
periodo de lactancia, para todos los infantes entre los cuatro meses y los dos
años de edad, y para los menores de entre dos y cinco años que presentaban in-
dicios de desnutrición. Además, daba a las familias seleccionadas transferen-
cias en efectivo para complementar el ingreso familiar y propiciar una mejor
alimentación (el “apoyo para alimentación” o pal) y transferencias en efectivo
por concepto de becas para apoyar la educación cuando había niños en edad
escolar en el hogar, a partir de tercero de primaria.6 Semestralmente, otorgaba
a los becarios de nivel primaria una cantidad para útiles escolares y un apoyo
monetario anual a los becarios de secundaria y de Educación Media Superior. En
un principio y hasta 2001, las becas se daban a los niños y jóvenes que cursaban
6 A partir de agosto de 2008, las familias beneficiarias recibían el Apoyo Alimentario Vivir
Mejor que, en el momento en el que fue creado, tuvo la finalidad de compensar el incremen-
to en los precios de los alimentos. Ese apoyo continuaba llegando a los beneficiarios en 2012
(120 pesos mensuales). Además, a partir del 1 de enero de 2008, los hogares beneficiarios
recibían un componente adicional de apoyos, el componente “energético”, que representaba
el 25% de lo que en promedio gastan las familias beneficiarias del Programa Oportunida-
des. Este apoyo se sumaba a todos los anteriores y, en palabras de Felipe Calderón: “Al apo-
yar el gasto energético y liberar así recursos de las familias, éstas contarán con recursos
económicos adicionales para destinarlos a los propósitos que ellas mismas determinen li-
bremente”, consultado el 14 de febrero de 2011, entonces disponible en <http://www. opor
tunidades.gob.mx/Portal/wb/Web/did_01_24012008>. Ahora se puede encontrar en <http://
web.archive.org/web/20110115183323/http://www.oportunidades.gob.mx/Portal/wb/
Web/did_01_24012008>. En 2012 este apoyo ascendía a 60 pesos mensuales.
136
entre tercero de primaria y el tercer año de secundaria con montos crecientes
por año y nivel educativo, y con un diferencial de género favorable para las mu-
jeres a partir de primero de secundaria. En 2001, el programa empezó a dar be-
cas a los estudiantes que cursaban la preparatoria, uno de sus más llamativos
aciertos (dados los impactos que esta medida tuvo). Las becas de nivel prepara-
toria siguieron la misma lógica de montos crecientes, de acuerdo con el año y el
nivel educativo, y el diferencial de género que, con montos levemente más altos
para las mujeres, pretendía cerrar la brecha de género en la escolaridad que ha
existido históricamente en México a favor de los varones.7 En el segundo se-
mestre de 2010 los montos vigentes habían aumentado para situarse en los ni-
veles mostrados en la tabla 4.2.
7 El programa logró, en efecto, no sólo cerrar la brecha de género en escolaridad sino invertir-
la a favor de las mujeres (González de la Rocha, 2008).
137
TABLA 4.2 Montos de apoyos julio-diciembre de 2010
Alimentario (pal) 220
Energético 60
Alimentario Vivir Mejor 120
Adultos Mayores 305
Apoyos educativos
Primaria Hombres y mujeres
3o. 145
4o. 170
5o. 220
6o. 290
Secundaria Hombres Mujeres
1o. 425 450
2o. 450 495
3o. 475 545
Educación Media Superior Hombres Mujeres
1o. 715 820
2o. 765 875
3o. 810 925
Montos apoyo útiles escolares Adquisición Reposición
Primaria 195 95
Secundaria 365
138
Las transferencias de educación eran acumulativas sólo hasta cierto punto. Las
becas escolares tenían dos montos “máximos” por familia (cantidades de dine-
ro en efectivo), según el nivel escolar al que asistían los hijos. Una familia con
becarios en primaria y en secundaria podía en 2010 recibir hasta 1 515 pesos
por mes, mientras que los grupos domésticos con becarios en primaria, secun-
daria y preparatoria (en cualquier combinación pero con estudiantes en este
último nivel) podían recibir hasta 2 440 pesos por mes (véase la tabla 4.3).
En el ciclo escolar 2004-2005, el número total de becarios fue de poco más
de cinco millones (5 157 151), en 2005-2006 aumentó ligeramente (5 298 756),
pero de ese año a 2009 fue disminuyendo año con año a pesar del aumento de
los becarios del nivel bachillerato. Los tres niveles escolares tuvieron dinámi-
cas distintas. Los becarios del nivel primaria tuvieron su punto más elevado en
el ciclo escolar 2004-2005, cuando llegaron a ser 2 882 294, y fueron disminu-
yendo cada año a partir de entonces. En el ciclo 2008-2009 había casi 400 000
becarios menos en primaria que en el glorioso ciclo escolar 2004-2005. El nú-
mero de becarios en secundaria fue aumentando gradualmente desde el inicio
del programa hasta su cúspide, el ciclo escolar 2007-2008, cuando se becaba a
1 768 341 jóvenes. En el ciclo escolar 2008-2009, sin embargo, el número de be-
carios del nivel secundaria se redujo (16 475 becarios menos) en 2008-2009
(1 751 866 becarios). El nivel de ems fue el que registró aumentos constantes a
partir del año en el que se empezaron a ofrecer las becas a estudiantes de
bachillerato (el ciclo escolar 2001-2002). De ese año a la fecha más reciente con
registro del número de becarios (2008-2009) se presentó un aumento de casi
medio millón de becarios (515 398). La dinámica observada —descenso en el
número de becarios en primaria y aumento de los becarios en ems— coincidía
con la tendencia característica de la transición demográfica por la que el país
transita. Sin embargo, es necesario plantear que el número de becarios no
agotaba al número de niños pobres que estudiaban en los distintos niveles edu-
cativos y que formaban parte de hogares que cumplían con el perfil de bene
ficiarios (ni siquiera en la primaria, mucho menos en la secundaria).
Por último, el programa también consideraba como parte de los apoyos, la
información que se proporcionaba en las sesiones educativas mensuales para
la promoción y el cuidado de la salud, conocidas en las localidades como las
“pláticas de salud”. En ellas se daba información sobre higiene y nutrición,
campañas de vacunación y prevención de enfermedades, entre otros temas.
139
TABLA 4.3 Monto máximo mensual por familia (pesos) julio-diciembre de 2010
Con becarios
Con becarios en Educación Media
Apoyo en educación básica Superior (ems)
Alimentario (pal) 220 220
Energético 60 60
Alimentario Vivir Mejor 120 120
Subtotal 400 400
Monto máximo becas 1 115 2 040
Monto máximo de apoyos 1 515 2 440
Fuente: dof (2010).
140
Las transferencias llegaban a las familias bimestralmente de manera di-
recta o a través de cuentas bancarias. Los apoyos estaban condicionados al
cumplimiento de las corresponsabilidades: la asistencia de los niños y jóvenes
a las instituciones educativas, el cumplimiento de las citas médicas por parte
de todos los miembros del hogar y la asistencia a las pláticas de salud.8 Aunque
no fueran formalmente parte de las corresponsabilidades, muchas mujeres ti-
tulares tenían que cumplir también con faenas de trabajo colectivo, organiza-
das sobre todo por los médicos y las enfermeras, destinadas a la limpieza de las
escuelas, las clínicas o los espacios públicos de los pueblos (limpieza de la plaza
central o de las calles, o campañas contra el dengue y otras enfermedades a
través de acciones de higiene comunitaria).9
Los cambios más significativos se realizaron en 2003 y empezaron a ope-
rar a partir de 2004. En el primer año referido funcionó por primera vez la Pla-
taforma de Jóvenes con Oportunidades (pjo), más conocida en las comunida-
des como “los puntos de Oportunidades”. Este nuevo componente fue, de
acuerdo con el propio programa: “Un nuevo incentivo para los jóvenes que es-
tudian el bachillerato a fin de abrirles nuevas opciones [...]. Los becarios del
programa, que terminan la educación media superior, pueden tramitar una
cuenta de ahorros que los vincula con nuevas opciones para seguir estudiando,
iniciar un proyecto productivo o mejorar su vivienda” (Sedesol, 2005: 16). Con-
sistía en un beneficio económico diferido que se acumulaba gradualmente en
forma de puntos a partir del tercer grado de secundaria y hasta el último grado
de ems. Los puntos se convertían en pesos que se depositaban en una cuenta de
ahorros (a través de un factor de conversión de puntos a pesos, aproximada-
141
mente un peso por punto) administrada por una institución financiera.10 Ese
dinero podía ser empleado por los jóvenes para seguir estudiando, iniciar un
negocio, mejorar la vivienda o adquirir un seguro de salud. Para ser acreedores
a este componente, los egresados de la ems debían tener menos de 22 años y
formar parte de una familia activa en el Programa Oportunidades (que cumple
con sus corresponsabilidades). Cuando el recién egresado cumplía con los re
quisitos era en teoría notificado, a través de una carta, que era elegible para
recibir los beneficios del componente y que podía proceder a formalizar su
cuenta de ahorro (mediante la presentación de la documentación que le era so-
licitada: comprobante del término de sus estudios y comprobante de pertenen-
cia a una familia activa del Programa Oportunidades). Estos jóvenes podían
acumular en total hasta un máximo de 3 000 puntos.11
En 2004 empezó a operar el Esquema Diferenciado de Apoyos (eda). Al
cumplir tres años de recibir los beneficios del programa, los hogares debían su-
jetarse a un proceso de recertificación que evaluaba nuevamente las condicio-
nes socioeconómicas de las familias incorporadas a través de la aplicación de
una encuesta, llamada de recertificación (Encreceh). Con base en los resulta-
dos de esta encuesta, el programa tenía los elementos para decidir si mantener
a las familias que seguían siendo elegibles sin cambios en los apoyos (esquema
tradicional), transferir al eda a las familias que habían superado este nivel, y
142
dar de baja a familias que se consideraban errores de inclusión.12 El eda se basa
ba en puntajes para detectar hogares que habían estado por encima del umbral
de elegibilidad, tanto en el momento de la incorporación como en el momento
en que la Encreceh había sido aplicada. Estos hogares no eran transferidos al
eda, sino que eran dados de baja como “errores de inclusión”. Los hogares rura-
les que durante el proceso de ser beneficiarios habían superado el umbral, eran
transferidos al eda a los seis años de su incorporación, y los urbanos a los cuatro
años. Las familias transferidas al eda dejaban de recibir los apoyos alimen
tarios y las becas de primaria, y recibían sólo las becas de secundaria y prepa-
ratoria, sin cambio en las corresponsabilidades. Si en un hogar transferido al
eda había niños que cursaban la primaria, éstos no recibían la beca pero de-
bían seguir asistiendo a la escuela como si la recibieran, porque la asistencia
de todos los niños a la escuela seguía siendo parte del cumplimiento de las co-
rresponsabilidades. Un hogar sin jóvenes que cursaran secundaria o prepa
ratoria dejaba de recibir todos los apoyos económicos, aunque continuaba la
exigencia del cumplimiento de las corresponsabilidades porque, en teoría, di-
cho hogar era aún beneficiario.
Los esquemas del eda y la pjo pueden ser entendidos como esquemas de
“graduación”, o puertas de salida del programa. Su diseño respondió a la idea
de que empezaban a salir “cohortes” de beneficiarios del programa, es decir,
por una parte, de becarios que terminaban la ems, momento en el que el pro-
grama veía su acción, con esos becarios, terminada. Por la otra, con familias
que habían superado el umbral de elegibilidad y que, se estimaba, tendrían la
capacidad de mantenerse fuera de la pobreza por sí mismas. Mientras que el
eda y la pjo eran esquemas en los que subsistían muchos de los apoyos del pro-
grama (aunque había familias que por no tener niños en primaria y secundaria
perdían todos los apoyos), con el sistema de “bajas”13 el programa cancelaba su
interacción con las familias que en teoría nunca debieron ser incorporadas o
12 Los errores de inclusión eran los hogares que fueron seleccionados como beneficiarios pero
que sobrepasaban el nivel de elegibilidad desde hacía varios años. Es decir, no eran tan po-
bres cuando fueron incluidos en el programa.
13 Los hogares podían ser dados de baja por incumplimiento de las corresponsabilidades,
porque sus condiciones socioeconómicas sobrepasaban el umbral de elegibilidad, o al tér-
mino del tercer año dentro del eda.
143
que no cumplieron con sus corresponsabilidades. Las investigaciones realiza-
das en distintos momentos del tiempo sobre el eda y la pjo mostraron no sólo
los fracasos ya señalados sino, también, que 1) los hogares dados de baja eran,
en su mayoría, errores de inclusión u hogares que por sus características socio
económicas nunca debieron haber sido incorporados al programa; 2) los hogares
que habían transitado al eda mostraban respuestas típicas de crisis: aumento
del número de trabajadores, deserción escolar, disminución del consumo, mo-
dificaciones del tipo de alimentos consumidos, etcétera;14 3) la mejoría eco
nómica (por lo que habían sido trasladados al eda) estaba asociada con el paso
a una etapa del ciclo doméstico conocida por su mayor balance o equilibrio
económico y, por lo tanto, con mayor bienestar para los miembros del hogar: la
etapa de consolidación o equilibrio (González de la Rocha, 1986; 1994) y no fue
posible distinguir el efecto del ciclo doméstico del efecto del Programa Oportu-
nidades; y 4) los vaivenes típicos de la vida con recursos escasos habían sumido
otra vez a algunos hogares trasladados al eda en la pobreza, especialmente du-
rante eventos de enfermedad, lo que obligaba a repensar estos esquemas a la
luz de la vulnerabilidad, condición compleja y de difícil abatimiento. La opera-
ción del eda puso de manifiesto una contradicción entre esta puerta de salida
(que se basaba en una medición de la pobreza a un determinado tiempo de ex-
posición al programa, independientemente de la edad y el nivel escolar alcan-
zado por los hijos) y los objetivos del programa que se centraban en dar fin al
proceso de transmisión de la pobreza en la generación de los hijos en los hoga-
res beneficiarios. El largo plazo que caracterizaba al objetivo del programa
nada tenía que ver con los seis o cuatro años de exposición.
No obstante, la gran mayoría de los hogares beneficiarios continuaron en
el esquema “completo” (no fueron transferidos al eda) y gozando de las transfe-
rencias del programa en la medida en que cumplían con las corresponsabilida-
des, dependiendo del tipo de hogar, que moldeaba los obstáculos para el cum-
plimiento o conducía a situaciones más favorables para cumplir con dichas
corresponsabilidades (véase González de la Rocha, 2006).
14 Muy semejantes a las respuestas familiares y domésticas a la crisis económica de los años
ochenta analizadas por González de la Rocha (1991).
144
Transparencia, rendición de cuentas y acceso efectivo
Los municipios que forman parte de zonas de atención prioritaria (zap) son los
espacios que nos interesa observar. Nuestra investigación partió de la nece
sidad de conocer los procesos de búsqueda de información y atención en el
marco de cuatro acciones de política pública, una de ellas el Programa Opor
tunidades. Nuestro estudio se distingue de otros que nos han precedido en la
investigación en el campo de la transparencia y la rendición de cuentas en el he-
cho de que no hablamos de un usuario simulado sino de usuarios reales, de
carne y hueso. Tampoco esos usuarios reales somos nosotros mismos, aunque
iniciamos el estudio con una búsqueda propia mediante solicitudes de informa-
ción a los sujetos obligados. Los usuarios reales de los que hablamos son habi-
tantes de municipios dentro de las zap. Ésa es, nos parece, la verdadera prueba
de la transparencia y la rendición de cuentas en nuestro país.
La población mexicana es heterogénea y la gran mayoría —especialmente
los que la política social busca beneficiar— no tiene el perfil de un usuario si-
mulado. Nos interesa analizar las trayectorias de búsqueda de información y
atención de habitantes rurales, con frecuencia analfabetos o con muchas dificul-
tades de lectoescritura, hablantes de alguna lengua mesoamericana como pri-
mera lengua y con problemas de comunicación en español y, sobre todo, con
muy limitado acceso a Internet y al uso de computadoras. En nuestra opinión,
son estos usuarios quienes mejor información deberían tener sobre las accio-
nes públicas destinadas a mejorar sus vidas: son ellos quienes deben recibir la
información apropiada y ser capaces de obtener de las autoridades lo que les
corresponda. Son ellos y no los usuarios simulados, imaginados en alguna ofi-
cina metropolitana, los que tienen el derecho de contar con acceso efectivo a
los servicios de dichas acciones públicas.
145
campo, ninguno de los campesinos entrevistados en hogares y centros de aten-
ción mostró habilidades para usar una computadora y jamás había tenido acceso
a Internet. Comúnmente, los campesinos se enteraban de los apoyos por las auto-
ridades agrarias locales, otros campesinos de la comunidad o por sus parientes.
Estas redes eran locales y jamás ajenas a su comunidad. Durante una entrevista
con un encargado del Centro de Apoyo al Desarrollo Rural (Cader), en Teotitlán de
Flores Magón, éste replicó: “Los programas existen, el problema es que la gente se
entere de los programas. Hay muchos y diferentes apoyos, pero cómo hacerles sa-
ber cuándo y cómo los presente [solicitudes]. Para nosotros es difícil porque no
tenemos personal ni presupuesto para hacer ese trabajo, pero es algo que se supo-
ne que debemos hacer. Muchas veces simplemente las personas no saben escribir,
mucho menos redactar el proyecto y presentarlo debidamente, no cuentan con
máquina de escribir [sic] que no es un requisito pero ellos piensan que sí…” (Sán-
chez, 2012: 43).
146
tudes no eran tomadas en cuenta puesto que las reglas de operación estable-
cían otros métodos de selección que nada tenían que ver con la solicitud por
parte de los interesados. Como dice Jiménez (2012a), esto dio lugar a prácticas
de simulación en las que se realizaban “listas” de esperanzadas familias no be-
neficiarias que eran efectivamente recibidas en las oficinas de la Sedesol pero
que nunca tenían el resultado esperado. Esa rigidez provocaba que el progra-
ma fuera totalmente incapaz de responder a las crisis familiares y económicas
que son comunes en contextos de escasez, o a fenómenos como la crisis inter-
nacional de 2007-2009. Otros problemas, aunque menores, aparecían al buscar
en el portal elementos específicos: las bajas habían dejado de aparecer en el pa-
drón de beneficiarios por localidad (en años anteriores habíamos constatado
que esta información existía y se podía saber no sólo cuántas beneficiarias ha-
bían sido dadas de baja sino la fecha en la que dicho evento había sucedido).
El personal del programa, por otra parte, siempre estuvo dispuesto a com-
pletar la información que fuera necesaria. No obstante, la transparencia que
como equipo de investigación encontramos, se opacó en los procesos de bús-
queda de información por parte de los beneficiarios cuando se trataba de solu-
cionar problemas con sus pagos. En 2011 se puso en práctica un sistema para
tramitar eficientemente esas aclaraciones que habría que evaluar.
Oportunidades era también el programa, de las cuatro acciones del gobier-
no federal que analizamos, que tenía mayor presencia en las localidades donde
habitaban sus beneficiarios y mayor contacto con éstos. Se trataba de un pro-
grama que contaba con mecanismos de operación que, por su diseño, necesa-
riamente ponían a su personal en contacto directo con los beneficiarios. Nos re
ferimos a las mesas de atención que bimestralmente se instalaban en los
puntos de pago a los que acudían las titulares a recibir sus apoyos monetarios.
70 y Más se asemejaba a Oportunidades en cuanto a presencia y contacto con
los beneficiarios, en gran medida porque replicó en un inicio la modalidad de
pago hasta cierto punto montado sobre la estructura operativa de Oportuni-
dades. En contraste, Procampo y el Seguro Popular tenían muchas más limita-
ciones para acercarse a los beneficiarios (productores y afiliados).
Otro aspecto digno de nuestra atención es el papel que el Programa Opor-
tunidades desempeñó en la regularización de los documentos de identidad. A lo
largo de su relativa larga historia, este programa fomentó la regularización de
documentos oficiales: actas de nacimiento, expedición de credenciales de elec-
147
tor, etcétera, sobre todo entre las mujeres en edad reproductiva, menores, ni-
ños y jóvenes escolares. Aun así, persistían los problemas de “identidad” que
constituían un fuerte obstáculo para el acceso efectivo. El siguiente caso, to-
mado del reporte de investigación de Oaxaca (Sánchez, 2012), muestra con cla-
ridad este tipo de problemas:
148
Manuela que volviera pronto porque ella no estaría en las semanas siguientes, “se
va a Oaxaca”, dice.
Manuela hace comales de barro para venderlos en 30 pesos cada uno. “Quiero
juntar el dinero”. Dentro de tres días sería la fiesta de Todos Santos y a la semana
darían el apoyo de Oportunidades. En vísperas de la celebración se preocupaba
pensando que sería difícil pagar su papel y que no hay otro modo de conseguirlo.
Su esposo es jornalero en los Bajos (tierras a nivel del mar con plantaciones de fru-
tos tropicales que dan empleo a muchos jornaleros de la región). Ese día el marido
llegó tarde porque había estado tomando en la cantina; venía cansado y muy
borracho, como había llegado el día anterior (Sánchez, 2012: 86-87).
Incorporación y cobertura
149
cobertura de Oportunidades era muy elevada, en particular en Oaxaca y Chia-
pas.16 En Oaxaca, como respuesta gubernamental al desastre causado por el
huracán Paulina,17 se realizaron incorporaciones masivas durante las prime-
ras etapas de operación del Progresa. Las localidades chiapanecas también go-
zaron de incorporaciones tempranas y numerosas, de manera que la gran ma-
yoría de los hogares beneficiarios fueron incorporados en 1998 y 1999.18 Es
claro que al menos en estos dos estados las incorporaciones masivas se realiza-
ron sin seguir los procesos de afiliación estandarizados de los que hablan las
reglas de operación (reunían a las mujeres de la localidad y les aplicaban el
cuestionario o las afiliaban a todas, no se realizaron las visitas domiciliarias,
entre otras irregularidades).
La incorporación de familias al programa fue temprana en todas las locali-
dades estudiadas. Esto quiere decir que las 12 localidades en donde se realizó
el trabajo de campo cuentan con historias de afiliación que datan de 1998,
cuando el Progresa iniciaba su operación. A pesar de que en todas ellas se ha-
bían realizado los llamados procesos de recertificación, los padrones de bene
ficiarios en todas esas localidades habían envejecido ante la relativa escasa
incorporación de nuevas familias y la permanencia de la mayoría de los ho
gares afiliados cuando el programa nació. Esto puede considerarse como algo
150
positivo porque la ruptura del proceso de transmisión intergeneracional de la po
breza, que era el objetivo primordial del programa, es una tarea que no se pue-
de realizar a corto plazo. Era necesario que las familias continuaran recibiendo
los apoyos del programa para que el impacto de éste pudiera apreciarse en la
generación de los hijos al cabo de trayectorias escolares idealmente más largas,
ingrediente fundamental en la construcción de “capital humano” (la apuesta
del programa). Pero el envejecimiento del padrón de Oportunidades quiere de-
cir —como veremos con detalle más adelante— que se habían incorporado
muy pocos hogares nuevos o, dicho de otra forma, que los nuevos pobres tuvie-
ron pocas oportunidades de ser afiliados al programa.
Más del 70% de la población total de los dos estados del sur, Oaxaca y Chia-
pas (con una cobertura del 89% en las localidades chiapanecas estudiadas), con
taba con los apoyos del Programa Oportunidades. La mayor parte de los hoga-
res beneficiarios eran de larga exposición, o sea, fueron incorporados durante
los primeros años de operación del programa. En contraste, sólo el 34% de la
población de Michoacán era beneficiaria, aunque el porcentaje de hogares in-
corporados al programa en las localidades estudiadas era mayor, llegando
incluso a 87% en Arantepacua (65.3% en Tanaco y 65% en Zirahuén). Del total
de hogares entrevistados por la encuesta de localidad, el 62.66% contaba con el
apoyo de Oportunidades, con un promedio de 6.5 años de antigüedad en el pro-
grama.
A lo largo de la investigación surgieron varios puntos de interés para la re-
flexión sobre el acceso efectivo a la información y a los servicios, los que a con-
tinuación plantearemos.
151
chos de exclusión a los que damos prioridad en este texto son: 1) etnicidad y
migración; 2) las nuevas uniones y los núcleos conyugales dependientes; 3) la
doble exclusión (de varios programas y esquemas de protección); 4) el trabajo a
cambio de un salario; 5) religión e incorporación; y 6) la nueva tecnología como
factor de exclusión.
Etnicidad y migración
Aunque la incorporación de hogares beneficiarios no haya hecho distingos en-
treindígenas y no indígenas (de hecho, miles de hogares indígenas fueron
incorporados, aunque no todos los que deberían haber sido), se han dado pro-
cesos de exclusión de algunos grupos de población indígena. La población indí-
gena del norte de Jalisco (wixárika o huichol) era, en nuestra investigación, la
que carecía más claramente de acceso a la información para ingresar y
mantenerse en el programa, y para contar con el acceso a los servicios y apoyos
que el programa brindaba.19 Un buen ejemplo de esto es el de Nueva Colonia,
una localidad del norte de Jalisco que presenta los índices de rezago y margina-
ción más altos del estado y recibía transferencias educativas menores (menos
becas y de menor monto).20 Más que una medida discriminatoria por parte del
programa, eran las diferencias en los modos de subsistencia y las maneras de
allegarse el sustento las que desempeñaban un papel determinante en la con-
formación de las realidades observadas. Los indígenas wixárika de Nueva Co-
lonia se emplean, como muchos otros habitantes del México rural, como jorna-
152
leros agrícolas y combinan el trabajo asalariado con la producción de
subsistencia cuando se cuenta con los recursos necesarios para ella. Pero a di-
ferencia de muchos otros habitantes rurales, las costumbres y patrones migra-
torios de los pobladores de Nueva Colonia implican la participación de todos
los miembros del hogar en el proceso migratorio y en las actividades producti-
vas en las que se involucran como jornaleros agrícolas. De esa manera, como
dice Cajigal:
153
hogar que permanecían ausentes por temporadas más largas. Esto, y el hecho
de que muchos de los migrantes que no van y vienen con tanta frecuencia son
los jóvenes, hacía que los hogares beneficiarios de Mazatlán Villa de Flores re-
cibieran montos mucho menores por concepto de educación (becas). Había
menos jóvenes estudiantes de preparatoria en esta localidad de los que había,
por ejemplo, en Santa Elena Comaltepec (localidad con muy poca migración), y
ello se traducía en una diferencia importante en el monto que las comunidades
en conjunto recibían por concepto de apoyos educativos (98 510 pesos para Ma-
zatlán Villa de Flores y 162 510 pesos para Santa Elena Comaltepec).
En contraste con los dos casos anteriores, Charco Nduayoo es una locali-
dad afromestiza de la Costa Chica de Oaxaca con una consolidada tradición de
emigración internacional. Los jóvenes de ambos sexos se van desde muy corta
edad a Nueva Jersey y a otros destinos en Estados Unidos. La emigración a es-
tos destinos también involucra, especialmente en tiempos recientes, a mujeres
adultas madres de familia (quienes llevan a sus hijos o los dejan al cuidado de
las abuelas). Este tipo de migración era la menos compatible con la incorpora-
ción a Oportunidades y su permanencia en el programa. Era claro que la mi-
gración internacional guardaba una estrecha relación con la baja cobertura de
éste y otros programas sociales por dos razones: a) la ausencia (y la distancia, a
diferencia de lo que sucede con los migrantes mazatecos a la Ciudad de Méxi-
co) no permitía el cumplimiento de corresponsabilidades; y b) las remesas se
habían utilizado para construir y mejorar las viviendas de las familias de ori-
gen de los migrantes (la casa de los padres) o para edificar la casa en la que el
migrante sueña con habitar en el futuro para formar ahí su propio hogar (que,
mientras el retorno se hace realidad, dejan al cuidado de algún pariente). Las
características de estas viviendas —de “material”, muchas veces de dos pisos,
con herrería y ventanas de cristal que las distingue de los precarios materiales
de construcción de otras viviendas— y en general la acumulación de bienes
que es posible apreciar en esos casos, hacen de sus habitantes sujetos no elegi-
bles. En realidad, sus ingresos podían ser bajos, inestables y sin ningún tipo de
seguridad en cuanto a la recepción y disposición de recursos.21 Particularmen-
154
te, los parientes de menores recursos que “cuidaban” la gran casa de un mi-
grante resultaban excluidos del programa a pesar de que sus propios ingresos
podían ser muy insuficientes para subsistir.
Salir del Programa Oportunidades por baja definitiva llevaba a una situa-
ción de doble marginación de los programas de política social. Es decir, la baja
de Oportunidades implicaba la no entrada a otros programas. El caso de una
familia mixteca de la Costa Chica de Oaxaca sirve como ejemplo de los proble-
mas que los migrantes tenían para mantener los apoyos de Oportunidades e
ingresar a cualquier otro programa social. Con la finalidad de conseguir el
dinero para construir una vivienda propia, los integrantes de esta familia emi-
graron a la Ciudad de México. Era el tiempo de las primeras incorporaciones al
Programa Oportunidades, pero los miembros de este hogar se fueron de su lo-
calidad de origen antes de ser tomados en cuenta para la incorporación. En
una visita temporal, unos años después, la jefa del hogar recibió al equipo de
Oportunidades que realizaba un nuevo proceso de incorporación. Fue selec-
cionada pero no pudo cumplir con las corresponsabilidades porque iba y venía
de su localidad a su destino migratorio, así que la dieron de baja. Aunque los
miembros de este hogar ya estaban de regreso en su pueblo de origen y había
habido incorporaciones recientes, nunca volvieron a considerarla. Se inscribió
en el pal, cobró un bimestre y después perdió el beneficio porque, según las re-
glas de operación, la baja definitiva de Oportunidades le impedía ser conside-
rada en el pal.
Basados en lo anterior, podemos decir que los distintos patrones migrato-
rios están asociados a distintos grados de acceso a las acciones del gobierno
federal en materia de política social. La migración a destinos distantes sin
duda complica el acceso, lo mismo que la migración familiar (que incluye a los
niños y a los jóvenes del hogar). Ambos tipos de migración obstaculizaban el
cumplimiento de responsabilidades y el acceso a la información necesaria para
inscribirse en un programa y mantenerse en él. Esto quiere decir que el princi-
pal obstáculo para que la población migratoria tenga un acceso efectivo a los
mazatecos de los que se habló en párrafos arriba, los migrantes de la región Mixe tenían
muchas más dificultades para permanecer como beneficiarios del programa debido, sobre
todo, a que sus destinos migratorios son lejanos: Monterrey y algunas ciudades de Estados
Unidos (González de la Rocha, Sánchez y Paredes, 2008).
155
apoyos de los programas y acciones gubernamentales era y sigue siendo la falta
de portabilidad de dichos programas. Los migrantes internacionales o con des
tinos nacionales pero distantes son quienes mayores dificultades de acceso tie-
nen. En estos casos, como dice Sánchez (2012), no sólo la obvia dificultad para
cumplir con las corresponsabilidades obstaculizaba la permanencia en Opor-
tunidades, sino el hecho de que las remesas casi siempre se invierten en la edi-
ficación o mejora de viviendas, como se explicó antes. Independientemente de
la migración, existían otros factores que dificultaban el acceso efectivo de las
familias indígenas a los beneficios de Oportunidades. El más claro es el factor
lingüístico. Las barreras de la lengua se explican porque, simplemente, el pro
grama era monolingüe en español y porque los conocimientos de esa lengua
por parte de una porción importante de la población indígena son limitados
(además de que es difícil para cualquiera entender procedimientos técnicos).
Estas barreras lingüísticas fueron señaladas con detalle en la evaluación cuali-
tativa dirigida por González de la Rocha en 2008.22 En la investigación sobre
acceso efectivo confirmamos este problema, lo que nos lleva a plantear que los
programas sociales y todas las acciones del gobierno federal deben reconocer
la heterogeneidad cultural (que incluye la diversidad lingüística) y actuar en
consecuencia si se quiere fomentar el acceso efectivo a sus apoyos.
22 Una de las incidencias más claras de las evaluaciones cualitativas de impacto en el progra-
ma fue, precisamente, la nueva modalidad de capacitación y contratación de promotores
indígenas en las regiones con mayoría indígena. Nuestras conclusiones destacaron los pro-
blemas de comunicación debidos al limitado conocimiento de español por parte de la po
blación indígena y el monolingüismo (en castellano) de los promotores hasta entonces con
tratados por el programa (González de la Rocha, Sánchez y Paredes, 2008). No tuvimos la
oportunidad de conocer de cerca esta nueva modalidad, pero creemos que fue una muestra
de que el programa había empezado a incluir la heterogeneidad cultural en sus esquemas.
156
en los cuatro estados donde hicimos trabajo de campo etnográfico, había nue-
vos pobres a los que no se había incorporado. Se puede afirmar que el padrón
del programa había permanecido relativamente “estático” y que uno de los re-
tos del programa, al momento de la investigación que presentamos aquí, era
precisamente imprimir mayor dinamismo a su padrón de beneficiarios para
acompañar la dinámica demográfica. De manera breve, exponemos aquí los
contextos domésticos y familiares que limitaban la detección de estos nuevos
pobres y, dadas las reglas de operación del programa (sólo un núcleo conyugal
de un grupo doméstico extenso podía afiliarse al programa), obstaculizaban
su incorporación.
• Las nuevas uniones formadas por una pareja que se queda a vivir en la vi-
vienda del hogar de origen de uno de ellos. Normalmente, se trata de un pa-
trón de residencia virilocal, de manera que la gran mayoría de las nuevas
parejas habita en la casa de los padres del varón, suegros de la nueva despo-
sada. Muchos de los pobres de nuestro estudio que no habían logrado tener
acceso a los apoyos de Oportunidades habitaban en arreglos domésticos/
habitacionales de este tipo. En esta situación, el hogar de origen era muchas
veces titular pero la nueva pareja no. En el México rural es muy común que
la primera etapa de cohabitación de una pareja transcurra en un hogar ex-
tenso de este tipo. La joven pareja, aparentemente cobijada por el hogar re-
ceptor, aporta trabajo y adquiere obligaciones que el género dicta: el joven
marido continúa colaborando con su propio padre y hermanos en la agri-
cultura, mientras que la novia/nueva esposa contribuye con su fuerza de
trabajo en la realización de las tareas domésticas, la agricultura de traspa-
tio y la crianza de animales domésticos. El trabajo de las nueras es muchas
veces un factor de apoyo muy importante para que sus cuñadas, las muje-
res jóvenes del hogar de origen de su novio/marido, sean liberadas de respon-
sabilidades domésticas y puedan continuar sus trayectorias educativas. La
nueva pareja, en esas condiciones, es total o casi totalmente dependiente y
subordinada, y tal vez tiene mínimos ingresos propios. Además de todo, la
nueva pareja era invisible a los ojos del programa y aunque se le visibilizara,
las reglas de operación del programa hacían a un lado a estos jóvenes. Al
respecto Sánchez comenta:
157
La nuera es incorporada a la dinámica de la familia y del hogar de origen de su
marido, en donde la nueva pareja reside durante los primeros años de integración
del nuevo núcleo conyugal. Las nueras son un recurso muy importante para el or-
denamiento de las economías domésticas campesinas que requieren una fuerte
participación de la mujer en el trabajo doméstico para sustentar el trabajo de los
varones en el campo. Las nueras son quienes, en su papel de mujeres, llevan una
buena carga de las tareas domésticas y, aunque tienen hijos pequeños, es la suegra
la que por lo general es titular del Programa Oportunidades. Estas mujeres jóve-
nes no están teniendo acceso al programa porque carecen de vivienda propia […]
(2012: 142-143).
158
programa. Todo esto, en nuestra opinión, es el resultado de que el programa
manejaba una noción tradicional de familia y hogar (una pareja y su des-
cendencia o familia nuclear) que dejaba fuera a quienes habitaban en hoga-
res caracterizados por muchos otros arreglos domésticos y familiares.
La doble exclusión
Observamos que en muchas de las localidades del estudio (en los cuatro esta-
dos) se había utilizado el padrón de beneficiarios de Oportunidades como un
instrumento de afiliación a otros programas y acciones gubernamentales. Esta
práctica, empleada al menos por el Seguro Popular, produjo dobles exclusiones
puesto que los hogares pobres que eran errores de exclusión, aquellos que de-
berían haber sido seleccionados por Oportunidades, fueron quedando fuera,
de modo que no sólo habían sido excluidos de éste sino que también quedaron
al margen del Seguro Popular. Así, la política social en su conjunto creó lo que
según Sariego (2008) son los distintos pisos de la pobreza: un piso o nivel de po-
bres afortunados que fueron incorporados a los programas sociales y otro de
pobres que eran aún más pobres porque estaban al margen de los beneficios
de los programas. El fenómeno de la doble exclusión y su gravedad variaban en-
tre regiones y localidades. Por ejemplo, de acuerdo con la encuesta de localidad
aplicada en Oaxaca, el 57% de los hogares contaba con la doble afiliación
(Oportunidades y Seguro Popular); el 18.66% carecía de ambos programas y
sólo el 9.3% tenía Seguro Popular a pesar de no ser beneficiario de Oportunida-
des. Es claro que el fenómeno de la doble exclusión como resultado del uso del
padrón de Oportunidades como herramienta de afiliación al Seguro Popular se
presentó asociado a la premura con la que sus brigadas de afiliación operaron.
En los casos en los que éstas tuvieron más tiempo —como en Santa Elena Co-
maltepec, Oaxaca— la afiliación al Seguro Popular incluyó a individuos y fami-
lias aunque no fueran beneficiarios de Oportunidades. Una vez que la incorpo-
ración al Seguro Popular avanzó en los estados del estudio, la apertura de los
mao permitió a quienes no fueron incorporados en brigada, asistir a esos mó-
dulos e inscribirse en el Seguro. En este caso, sin embargo, se les aplicó la prue-
ba socioeconómica que provocó que algunos debieran pagar por su afiliación.
El caso de Elizabeth en Jalisco se suma a otros que observamos en ése y en
los otros tres estados del estudio y que constituían la personificación del pa-
trón de doble exclusión, sin Oportunidades y sin Seguro Popular:
159
Elizabeth tiene treinta y seis años y vive con su actual pareja en Nueva Colonia.
Tiene cinco hijos de su primera pareja y dos que le regalaron. El mayor tiene veinte
años y estudia preparatoria en Nueva Colonia, en el plantel que se acaba de insta-
lar; sigue una hija de dieciocho años quien también estudia la preparatoria en
Nueva Colonia y tiene una hija; le sigue otra mujer de dieciséis y estudia tercero de
secundaria en Huejuquilla; otro tiene catorce años y estudia cuarto de primaria
en Nuevo Colonia; otro también de catorce años y estudia primero de secundaria en
Huejuquilla; y por último la niña de doce años que no quiso ir a la escuela, ni al
kínder, y ahora cuida a la hija de su hermana. Elizabeth hace artesanía de chaqui-
ra y su pareja era chofer del camión que va a Huejuquilla pero ahora no tiene tra-
bajo. Siembran poco y sin fertilizante por lo que casi no se da. Ella tenía un empleo
como cocinera de un albergue pero actualmente tampoco tiene trabajo […] viven
de préstamos. Elizabeth no tiene Oportunidades y explica así su situación: “La
primera vez que vinieron no estaba aquí, ya cuando llegué me di cuenta […] he ba-
tallado, no sé cómo hicieron o no estuve cuando agarraron la Oportunidad, mu-
chas mujeres ni hablan ni entienden [español] y tienen, tengo dos años pregun-
tando a las mujeres [titulares], a los que vienen [los promotores en la mesa de
atención el día de entrega de apoyos] […] no sé cómo le voy a hacer para agarrar
ese apoyo. Mis hijos a veces hasta se enojan cuando llega el apoyo porque las ma-
más les compran cosas a sus hijos y yo no puedo […]”. Tampoco está afiliada al Se-
guro Popular: “La verdad no me di cuenta […] según que aquí se apuntaron” (Caji-
gal, 2012: 122).
160
miso para faltar en el trabajo producía incumplimiento de corresponsabili
dades (o merma en los ingresos del hogar) y ello reducía los apoyos, en primera
instancia, o llevaba a la pérdida total de ellos (baja por incumplimiento); y c) fal-
ta de tiempo para realizar trámites por compromisos laborales.
Presentamos aquí el caso de Salomé:
Salomé tiene treinta y cuatro años, es madre soltera y tiene cuatro hijos [de entre
16 y 4 años]. Salomé hace costuras, le pagan 60 pesos por cada una y debe hacer
tres a la semana “pa’ que salga”. La señora para quien trabaja es de la localidad y le
da material. Salomé también vende golosinas afuera de su casa y consiguió empleo
en la cocina del kínder […] “Eso ha sido de gran ayuda porque lo que queda [comi-
da] me lo llevo a mi casa”. [Dada su condición de jefa de hogar y mujer trabajadora]
“en Santiago [localidad donde vivía antes de mudarse a Chacala] ni a las juntas de
la escuela podía yo ir, sí había Oportunidades pero ¿con qué tiempo?, mis vecinas
me invitaban pero mi jefe no me daba permiso. En marzo me vine a vivir a Chaca-
la […] ya me anoté a Oportunidades con el muchacho [el Enlace Municipal], nos
dijo que nos esperáramos, que nos iba a llegar una hoja”.
En los hogares con jefatura femenina las mujeres deben trabajar para sostener
el hogar. Por esta razón no pueden acceder a los apoyos del programa. Salomé
tuvo acceso a información para ingresar al programa mediante sus redes de rela-
ciones, pero en su momento perdió la oportunidad de ingresar debido a sus com-
promisos laborales (Cajigal, 2012: 120).
Contamos con estudios de caso de titulares del programa que, con tal de no per-
der los apoyos, habían preferido abandonar su fuente de ingreso asalariado.
Observamos en los cuatro contextos estatales que existían fuertes incompatibi
lidades entre las prácticas de subsistencia (que obviamente incluyen trabajo
asalariado pero también trabajo doméstico y otras formas de trabajo) y el cum-
plimiento de corresponsabilidades. Cuando constatamos que las incompatibi
lidades se centraban sobre todo en el trabajo de las mujeres afirmamos que la fal-
ta de compatibilidad es el resultado del modelo de familia que el programa
manejaba, aquel de tipo tradicional en el que la mujer adulta se desempeña como
madre y ama de casa, sin tomar en cuenta que muchas de estas mujeres se ven
forzadas a desempeñarse como trabajadoras asalariadas. Pero también se obser
vó que el trabajo de los hijos es incompatible con el acceso efectivo al programa:
161
Los hijos de doña Estela salieron a trabajar fuera de la comunidad. Tienen 23 y 19
años, respectivamente. Ambos están inscritos junto con su familia en la S1 (regis-
tro de asistencia a los servicios de salud) y el personal de salud de la localidad in-
siste en que los jóvenes asistan a las pláticas que se organizan en la comunidad.
Doña Estela pretende darlos de baja en “el formato de Oportunidades donde están
los de la familia” porque están condicionando la recepción de “mi apoyo con que
mis muchachos estén en las pláticas de jóvenes. El enfermero ya me dijo que si no
van a la plática a mí no me va a llegar mi apoyo”. A pesar de los intentos que ha hecho
para darlos de baja, además, no ha logrado que en la mesa de atención le resuelvan
su problema: “Son amables pero me dicen que ellos nos pueden hacer nada” (Jimé-
nez, 2012a: 62).
Ante la falta de resolución de este tipo de trámites, las únicas otras alternativas
para que las mujeres como doña Estela tuvieran acceso efectivo al monto total
de sus transferencias eran: a) que los hijos regresaran a vivir a la localidad, lo
que implicaba que dejaran el empleo allá donde se encontraban; o b) que regre-
saran a su localidad con regularidad para asistir a la plática de jóvenes, lo que
se traducía en gastos en transporte y en la pérdida de un día de trabajo/salario
o más.
Cajigal observó en la localidad de Nueva Colonia, en Jalisco, dado que la
migración afectaba la posibilidad de acceder a los apoyos o mantenerse en cali-
dad de beneficiarios (especialmente cuando emigraba toda la familia como
parte de flujos de migrantes cuyos lugares de destino —lejanos— no permitían
conjugar las actividades económicas con las corresponsabilidades del progra-
ma), que “las familias han modificado sus prácticas migratorias con el fin de
permanecer en el programa, en particular los hogares con jefatura femenina
cuyas titulares sustituyen el ingreso obtenido en trabajos temporales fuera de
la localidad por los apoyos que otorga el programa” (Cajigal, 2012: 126). La in-
compatibilidad entre los modos y mecanismos de subsistencia y el cumpli-
miento de corresponsabilidades se resolvía en estos casos mediante la decisión
de no emigrar y sustituir el ingreso laboral con las transferencias condiciona-
das del programa.
La tag 1 de Michoacán ofrece otros casos de mujeres que habían decidido
dejar el empleo con la finalidad de conservar o recuperar los apoyos de Opor
tunidades:
162
Lo que más inquieta a las mujeres de Zirahuén son las razones por las cuales una
familia es seleccionada o dada de baja en el programa. Las vocales avalan y com-
prenden las bajas en los hogares cuando uno de sus integrantes trabaja como
maestro o tiene “un puesto en el gobierno”. Sin embargo, están preocupadas por
algunos casos que fueron dados de baja y consideran que son casos de exclusión.
Para las vocales, debería darse prioridad a las madres solteras, a las viudas y a las
mujeres que son “dejadas cuando sus maridos ya no regresan del norte”. Hay dos
casos que llaman la atención.
En uno de ellos, la familia perdió el beneficio del programa por tener ingresos
precarios adicionales que, además, desaparecieron cuando la ex titular, María
Luisa, perdió su empleo. Durante el tiempo que estuvo incorporada al programa,
aproximadamente cinco años, sus dos hijos recibían becas educativas. Ahora és-
tos cursan la secundaria. La mujer encontró trabajo en la cercana localidad de
Santa Clara del Cobre como afanadora en un restaurante por las mañanas. Tam-
bién su marido había encontrado trabajo como peón en una huerta de aguacates
durante dos meses. En ese entonces los encuestadores de Oportunidades los en-
trevistaron para decidir si seguían o no en el programa […] los dieron de baja por-
que había más trabajadores en el hogar.
María Luisa, quien desde hace un año está desempleada, sólo conservó su em-
pleo en el restaurante durante seis meses porque decidió recuperar su estatus de
beneficiaria. Así, se dedicó a cumplir las corresponsabilidades aun sin ser benefi-
ciaria, porque le dijeron que su baja podría haberse debido al incumplimiento.
Ella guardaba las esperanzas de que se tratara sólo de una suspensión temporal y
que, al asistir a las juntas y hacer las faenas comunitarias, los funcionarios del
programa se darían cuenta de su interés y la reincorporarían (Jiménez, 2012b: 66).
163
a los servicios y apoyos de Oportunidades, interés primordial del presente aná-
lisis, pero es una situación que muestra con claridad los sacrificios que los be-
neficiarios tienen que hacer —dadas las condicionalidades y las dificultades
que en ocasiones se tienen para cumplirlas— para proteger el acceso efectivo.
El abandono del trabajo asalariado es en sí mismo y por lo que representa para
la economía del país, de las regiones y de las familias, un asunto de extrema
gravedad.
Religión e incorporación
El fenómeno religioso en nuestro país es complejo, heterogéneo y cambiante. El
cambio religioso ha tenido lugar, como bien han apuntado los expertos en este
tema (De la Torre y Zúñiga, 2007), en muchas regiones del país, desde el extremo
sur en Chiapas hasta la frontera con Estados Unidos. La religión como factor
que excluía o incluía a los pobres de los apoyos de Oportunidades se observó
únicamente en las localidades chiapanecas de nuestro estudio, pero no por ello
es menos importante. En Saltillo, una comunidad tojol’ab’al en Chiapas, existe
una división entre la mayoría católica y los disidentes religiosos, un grupo de
familias protestantes. Los no católicos eran excluidos de las “listas” de no be-
neficiarios —con la firma y el sello del agente municipal— que se realizaban en
asambleas con la finalidad de presentarlas al programa para solicitar el ingreso
de estas familias. Independientemente de que estas listas fueran sólo buenos
deseos (este tipo de solicitudes no formaban parte de los mecanismos de incor-
poración del programa), este caso es útil para mostrar que, en contextos comu-
nitarios católicos, la población no católica —que puede ser igualmente pobre o
más— fue quedando relegada de los flujos de información que sí podían mar-
car la diferencia entre ser o no ser incorporado o mantenerse o no en Oportuni-
dades. En esta localidad, Jiménez (2012a) encontró que los flujos de informa-
ción favorecían a las familias católicas porque éstas gozaban de una trayectoria
más larga de contacto con las instituciones. Las mujeres católicas de esta co-
munidad habían tenido experiencia y construido formas de organización que
las vincularon a las instituciones y al acceso a la información como el Comité
del Agua o el Comité de Promoción Comunitaria (las vocales). En contraste, las
mujeres no católicas estaban mucho más aisladas, con contactos entre sí pero
no hacia las instituciones ni hacia las otras familias de la localidad.
164
Innovaciones tecnológicas, nuevos factores de exclusión
Por lo menos hasta 2012, el Programa Oportunidades hizo un esfuerzo cons-
tante para mejorar su operación y la atención que brindaba a sus beneficiarios.
La captura de información mediante dispositivos electrónicos móviles y la di-
gitalización de los sistemas de información constituyeron ejemplos de dichos
esfuerzos. En teoría, estas modalidades de captura son eficientes porque ahorra-
ban una serie de pasos entre la recolección del dato en las localidades de re
sidencia de los beneficiarios y la captura de la información en sistemas electró-
nicos, y en cada paso ahorrado también se evitaban posibilidades de errores.
Los empleados “de campo” del programa llevaban sus dispositivos móviles en
los que directamente introducían la información socioeconómica de los poten-
ciales beneficiarios, o como parte de los procesos de recertificación. Todo esto
podría haber sido un magnífico avance para el programa y la atención a los be-
neficiarios. Sin embargo, muchas veces había problemas de conexión que difi-
cultaban el proceso. Ello se observó en las localidades chiapanecas. Pero el ma-
yor problema que estos dispositivos presentaban tuvo lugar en Oaxaca y tiene
que ver con los errores de captura en los dispositivos móviles que, según los
propios promotores y el personal contratado de Oportunidades, ocasionaban
que de 30 recertificaciones que causaban baja, 20 no eran correctas; el resulta-
do de los errores que aquí describimos:
165
Recepción de apoyos o acceso efectivo a los beneficios del programa
166
TABLA 4.5 Beneficiarios de Oportunidades y recepción de apoyos
Fuente: Encuesta de localidad 2012 (ciesas) y Censo de Población y Vivienda 2010 (Inegi).
24 Estimamos, basados en nuestras propias observaciones en campo, que los días/clase en las
escuelas oaxaqueñas de estas localidades es de aproximadamente tres a la semana, pero es
167
acarreaba problemas en la certificación de las corresponsabilidades y, por tanto,
en el acceso efectivo a las becas educativas que dependían del control de asis-
tencia escolar.
En algunos contextos (regiones enteras como en el caso de la Mazateca) en
los que al problema anterior debe sumarse el continuo conflicto magisterial, las
huelgas de maestros, las asambleas en días laborales, las manifestaciones en
la capital del estado y los plantones en las cabeceras municipales daban lugar a
prolongadas ausencias de parte de los maestros. Todo esto se traducía en una
reducción de horas aula, problema de por sí enorme para la educación de los ni-
ños y jóvenes.
Otro elemento del contexto que afectaba el acceso a la totalidad de los apo-
yos del programa y que a la larga podía cristalizar en la pérdida de la titulari-
dad (mediante la baja por incumplimiento) era la escasez de materiales (como
todo lo necesario para practicar el Papanicolau). Cuando las clínicas no conta-
ban con estos materiales, las titulares eran remitidas a otras localidades, fre-
cuentemente capitales regionales, pero no todas podían asistir, bien fuera por-
que no tenían con qué sufragar los gastos del transporte, por falta de acuerdo
con los maridos, por la pérdida de un día o más en el trayecto o por trabajo do-
méstico o remunerado que tenían que desempeñar. Aunque el Papanicolau no
formaba parte de las corresponsabilidades, muchos empleados del Sector Sa-
lud lo incluían en el conjunto de las responsabilidades de las titulares. Estos
problemas atentaban contra la certificación del cumplimiento y contra la re-
cepción completa de los apoyos.
Una de las tag de Jalisco da cuenta, precisamente, de los problemas que las
beneficiarias llegaban a tener cuando el personal de salud no hacía su tarea en
los procesos de recertificación de corresponsabilidades:
necesario señalar que la jornada escolar es corta y que, además, muchas de esas horas se em
plean en ensayos de festivales (que abundan a lo largo del calendario escolar), sesiones de
aprendizaje del himno nacional en español y en lengua mazateca, mixe, mixteca, etcétera,
y entrenamientos de basquetbol (para competencias intra e interregionales). La escasez de
materiales educativos, la cuestionable calidad pedagógica y de formación del profesorado y
los maltratos hacia los estudiantes han sido también señalados como rasgos de la escasa
calidad de la educación que se imparte en el México rural (Agudo, 2008; Sariego, 2008; Gon-
zález de la Rocha, 2008).
168
Las circunstancias en las cuales se lleva a cabo la certificación de corresponsabi-
lidades dependen del personal involucrado en los servicios educativos y de salud
correspondientes, cuyos criterios son a veces arbitrarios. En la localidad de Tel-
cruz encontramos numerosos casos en que el personal del centro de salud, ac-
tuando de forma intransigente, no registraba las asistencias y las familias resulta-
ban perjudicadas. Esta situación se puede explicar por la excesiva carga de trabajo
del personal del centro de salud, que ocasiona que no cumplan con sus funciones
adecuadamente […]. Ana está casada con Rubén, con quien tuvo siete hijos. Actual
mente, sólo las dos hijas menores viven con ella. Ramona, de 17 años, que estudia
tercero de secundaria, y Mayra, que estudia cuarto de primaria. Las dos tienen
beca de Oportunidades. Ana entró al programa hace 12 años. El apoyo nunca le
llegaba completo porque sus hijos vivían en Manzanillo, allá iban a pesarse pero
la enfermera de Telcruz no se los hacía válido. El Enlace Municipal le decía a Ana
que la enfermera debía aceptárselos porque sus hijos no podían perder sus estu-
dios por eso, pero la enfermera se negó. Ana, cansada de la situación, terminó
dando a sus hijos de baja ante el programa. Socorro, la mayor, estudió la prepara-
toria en Manzanillo, tenía exámenes y no podía ir a Telcruz a la cita; el compro-
bante de allá nunca se lo valieron. Durante los tres años de preparatoria no recibió
beca y, por consiguiente, el apoyo de Jóvenes con Oportunidades […]
Baudelia cuenta con el apoyo de Oportunidades desde hace 12 años. En la últi
ma entrega le llegó incompleto. Ella cree que esto se debe a que “la enfermera es
taba de malas, no pesó a mis hijos y les puso falta, los de Oportunidades me dicen
que faltamos pero no es cierto, es la enfermera la que no nos quiere atender […]”
(Cajigal, 2012: 113-114).
169
Epílogo: rendición de cuentas para el acceso efectivo
171
bas acciones públicas enfrentaron dificultades para esta cobertura, que resol-
vieron o enfrentaron de distintas maneras.
Nuestro enfoque privilegia un tipo de rendición de cuentas: no se trata de
que, a solicitud expresa, el sistema oficial de transparencia, con todos sus com-
plejos procedimientos, brinde información a una persona sobre su registro en
un padrón. Sino que, en una oficina claramente establecida, quien piense que
es candidato pueda tramitar su acceso o ser informado de que no es candidato,
por alguna razón claramente establecida, y una vez que se le informa que sí pro
cede su afiliación, que tenga acceso a los bienes y servicios de la acción en cues-
tión. En otras palabras, buscamos conocer el sistema de rendición de cuentas
para brindar acceso efectivo.
172
pañas, y después, al ver que no se alcanzaban las metas de afiliación, se solicitó
el apoyo de programas federales como Oportunidades o 70 y Más para que ayu-
daran a afiliar a más personas. En Michoacán se amenazó a los beneficiarios
de Oportunidades con quitarles este programa si se afiliaban al sp. En los cuatro
estados, sin embargo, se transitó con el tiempo hacia afiliación y reafiliación en
Módulos de Atención y Orientación (mao) permanentes, lo que facilitó el tra
bajo de los funcionarios y de los afiliados. Hacia 2012, el programa reportaba
52 millones de afiliados.
Los cuatro documentos que se solicitaban, por su parte, también fueron
un obstáculo. Consideramos que alrededor del 10% de los usuarios potenciales
del sp carecían de alguno de estos documentos la primera vez que intentaron
afiliarse. Aunque la información sobre estos documentos empezó a propagar-
se, y cada vez hubo más personas que cumplieron, el requisito obró en contra
de muchos migrantes. Entre 2007 y 2010 regresaron a vivir al país 980 000 me
xicanos que habían estado, las más de las veces como indocumentados, en EE.
UU. El censo de 2010 encontró esta cantidad de personas que reportaban haber
vivido en EE. UU. en 2005. Su naturaleza de indocumentados, y el hecho de que
una buena parte de ellos fueran deportados, hacía que no pudieran afiliarse al
programa en el momento de reintegrarse a algún hogar en México. Los trámi-
tes para recuperar los documentos eran variables, pero en Oaxaca se reportó
que muchas veces los municipios más pobres cobraban cuotas altas para expe-
dir o reexpedir documentos del Registro Civil, sobre todo cuando había cam-
pañas de afiliación al sp. Es posible que hoy el acceso a las actas de nacimiento
sea más sencillo, pero seguimos recibiendo noticias de municipios que aún no
permiten la expedición electrónica de copias de actas. Más difícil aún es el
caso de los hijos de migrantes retornados con acta de nacimiento estadouni-
dense. En algunos estados tuvieron acceso sencillo al sp, en otros no. Un tercer
caso de migrantes —además de los mexicanos retornados y de sus hijos naci-
dos en Estados Unidos— es el de los migrantes centroamericanos. Si los fun-
cionarios del mao conocían el procedimiento y no simplemente les impedían la
afiliación, primero se les pedía una prueba de estancia legal, y con ella se les
procesaba como afiliados regulares. En la frontera sur, algunas veces se facilitó
que, al carecer los migrantes de esta prueba, se les expidiera un documento de
acceso al sp por 90 días, en el supuesto de que sólo viajaban por México para ir
a EE. UU. Pero lejos de la frontera este recurso era poco conocido. La documen-
173
tación, entonces, fue un obstáculo, en particular para migrantes de retorno,
para migrantes internos, para los hijos de los migrantes nacidos en Estados
Unidos y para migrantes indocumentados provenientes de Centroamérica.2
El problema del acceso formal fue más complejo: a los recién nacidos se les
afiliaba inmediatamente al programa Seguro Médico para una Nueva Genera-
ción, o Seguro Médico Siglo XXI, como se le llamó posteriormente, pero se exi-
gía a los padres que presentaran el acta del Registro Civil a los 90 días, so pena
de perder el programa. Muchos no lo hacían, y llegaban a solicitar servicios mé-
dicos, a menudo de urgencia, con un infante que ya no tenía derecho.
Para todos los demás, la costumbre de que la madre de familia afiliara a to-
dos los miembros del hogar a los programas, acompañada de falta de informa-
ción en el momento de la afiliación, hacía que todos en el hogar creyeran que
tenían acceso una vez que ella se había registrado. Esto era falso. Ella sólo po-
día registrarse a sí misma y a sus hijos menores de 18 años. Los demás tenían
que hacer el trámite individualmente. Una vez más, muchos jóvenes, el cónyu-
ge, u otros adultos del hogar, se presentaban como afiliados y se les comunica-
ba que no lo estaban, que primero tenían que afiliarse.
La validez de la afiliación por tres años, cuyo objetivo era llevar control de
los afiliados, y (en teoría) repetir la prueba socioeconómica, por su parte, tam-
bién tomó por sorpresa a muchos. Dado que la mayoría de los que recurren a
este servicio lo hacen por urgencia (alguna enfermedad aguda), se presentaban
a solicitar servicio cuando su afiliación había caducado, y se les comunicaba
que tenían que renovarla. Sólo en Jalisco supimos que, hacia 2011, se empezó a
reafiliar a las personas “por sistema”. Esto tiene la ventaja de que no hay que re-
petir el proceso, pero algunos funcionarios comentaron que de esa manera no
se daba de baja a los fallecidos.
Por último, el cuestionario para la afiliación incluía preguntas destinadas
a establecer el nivel socioeconómico de la persona. Como ya se dijo, la normati-
vidad del sp dictaba que se afiliara gratuitamente a quienes pertenecían a los
dos deciles más bajos de ingreso, las mujeres embarazadas y los recién nacidos
a partir del 1 de diciembre de 2006, hasta cinco años. Todos los demás debían
pagar una cuota creciente según el nivel socioeconómico definido por el cues-
tionario. Aun así, menos del 1% de los afiliados pagaba cuota, y se decidió facili-
174
tar el ingreso. Algunos de los primeros afiliados reportaron que se les indicaba
cómo debían responder para evitar la cuota. Hacia el momento del estudio, sin
embargo, los entrevistados ya no reportaban haber enfrentado ningún proble-
ma. En otras palabras, se abandonó la idea de cobrar a quienes tuvieran un ma-
yor nivel de ingreso. Esto es positivo para el acceso formal, pero fuerza a pre-
guntar por qué se decidió abandonar la prueba socioeconómica.
En suma, entonces, el acceso formal al sp mostró amplias diferencias entre
estados, puso condiciones difíciles y discriminó contra migrantes, pero a la lar-
ga facilitó su propio crecimiento formal y afilió a casi la mitad de la población
mexicana.
Acceso efectivo
La investigación que nos respalda muestra que el acceso efectivo a los servicios
de salud previstos por el Seguro Popular tuvo serias deficiencias. El Seguro Po-
pular sí brindó más y mejores servicios que los existentes en la mayoría de los
estados hasta ese momento, pero no brindó acceso gratuito a todas las inter-
venciones ni a todos los medicamentos previstos en sus catálogos. Además, en
cada estado los resultados fueron distintos. Mientras que en Jalisco tenemos
evidencia de provisión de más y mejores servicios en muchos casos, basados en
la existencia de más clínicas, equipo y personal, en los otros estados las defi-
ciencias fueron muy significativas. Existieron casos de acceso efectivo a trata-
mientos resolutivos que fueron analizados aquí, pero también múltiples ins-
tancias en que servicios teóricamente incluidos en el Causes se les negaron.
Estas serias deficiencias llevaron a muchos afiliados a dejar de buscar estos
servicios, a que decidieran perder la afiliación y, en los peores casos, a que el
desenlace de una crisis de salud fuera negativo, y/o causara un gran costo. A
pesar de todo, en algunos casos revisados aquí, y en otros, el sp sí brindó aten-
ción gratuita para enfermedades que antes provocaban costos o la falta de
atención en salud. En otras palabras, hubo algunas mejoras en el servicio, si
bien distan mucho de lo que preveían el diseño y el presupuesto del sp. Es decir,
en muchos casos hubo una mejora, pero no queda claro cuánto mejoró el servi-
cio en cada caso. Esta opacidad resulta clave desde el punto de vista de nuestro
estudio. Este apartado sintetiza los hallazgos sobre este punto.
175
En primer lugar, conviene aclarar hasta qué punto el Seguro Popular ofre-
ció una mejora en la disponibilidad de los servicios y la accesibilidad a ellos.
Por las monografías estatales y las tag que analizamos aquí, encontramos
que la capacidad de brindar servicios se expandió en pequeña medida. Las
personas reportan que, al unirse al sp, se les enviaba a las clínicas ya existentes.
El personal señala, en casi todos los estados, que el empleo de médicos, enfer-
meras y otro personal de salud no creció o lo hizo muy escasamente. Sólo en
Jalisco queda claro que había nuevas clínicas y nuevo personal. Sin embargo, el
personal nuevo contratado por el sp era precario y abandonaba los empleos por
las condiciones de paga y trabajo o porque los pueblos que analizamos estaban
muy aislados. En Chiapas y Oaxaca se reportaba que nuevos hospitales regio-
nales de la Secretaría de Salud estatal se inauguraban sin médicos ni equipo.
En Michoacán se reorientaba a los afiliados de clínicas del imss-Oportunidades
a clínicas de salud más lejanas y con menor capacidad de atención. Encontra-
ban algunos que afiliarse al sp de hecho les quitaba el acceso del que ya gozaban,
porque ya no les daban servicio en las clínicas del imss-Oportunidades.
Nuestros registros en las clínicas reportan falta de medicamentos y de su-
ministros, aunque las experiencias fueron variables. La información sobre las
intervenciones incluidas en el sp era desconocida por la mayor parte del perso-
nal de salud, y la existencia del Causes, el catálogo con estas intervenciones, no
le era revelada a los usuarios. De esta manera, el personal podía negar la aten-
ción a un asegurado sin que esto ocasionara conflicto. En estas condiciones, la
accesibilidad y la disponibilidad del servicio mejoró poco.
¿Cómo se explica por qué el servicio de las clínicas y hospitales de las
secretarías de salud estatales tuvo poca mejoría con el sp? Las razones son
bastante claras.
La explicación más obvia es que los recursos no llegaban a las clínicas y hos-
pitales. Ninguna de las solicitudes de información que hicimos a la Secretaría
de Salud federal, a las de los cuatro estados, a los repss, y a otras instancias, para
que rindieran cuentas de la manera en que los recursos federales y estatales se
gastaban en personal, construcción, equipo y medicinas, tuvo una respuesta. A
fin de cuentas, siempre se nos negó. La opacidad presupuestal mueve a pensar
que el presupuesto asignado, tanto el federal como el estatal, no llegó en su to-
talidad a los puntos de servicio. Por esta misma razón, la acreditación, que era
176
clave puesto que dictaminaba si una clínica u hospital era capaz de brindar los
servicios previstos, en unos cuantos casos se hizo correctamente, pero en mu-
chos otros, no. La acreditación como idea es absolutamente positiva y debería
mantenerse en cualquier servicio nacional de salud, tal como el actual Insabi.
Pero en el sp no se ejecutó correctamente. Es decir, que se acreditaron clínicas
y hospitales que no contaban con lo previsto para ejecutar las intervenciones
del Causes y brindar el equipo, los suministros y los medicamentos necesarios.
Una vez más, en cada estado la situación fue distinta (con Jalisco a la cabeza
como el que cumplió mejor), pero en general esta situación tuvo deficiencias.
Por esta misma razón, creemos que la información del Causes y de los medica-
mentos previstos en el sp no se brindó a los beneficiarios, y muchas veces tam-
poco a las clínicas de primer nivel. De esta insuficiencia presupuestal se deriva
entonces una falta de información a los afiliados o beneficiarios, y su ejercicio
deficiente del derecho al acceso efectivo.
Es primordial que el nuevo servicio de salud conserve las aportaciones del
Seguro Popular, y que supere sus deficiencias. En primer lugar, es primordial
que exista una presupuestación transparente que indique cuántos recursos se
convierten en infraestructura, personal, equipo, suministros y medicamentos,
en cada unidad de servicio. En segundo lugar, la acreditación como proceso
debe mantenerse y ejecutarse correctamente, con una periodicidad normada,
y un sistema de suministro actualizado. Este paso es fundamental para que el
sistema de salud tenga información sobre lo que existe y lo que falta, de acuer-
do con la población que debe beneficiarse. En tercer lugar, tiene que existir in-
formación transparente sobre lo que sí se puede brindar, y en qué estableci-
miento. Ningún servicio público de salud puede cubrir todas las intervenciones
todo el tiempo, de manera inmediata, saber qué sí, es imprescindible. Este paso
lleva entonces al último, que consiste en que la población sepa a qué tiene acce-
so efectivo, de qué manera y en qué establecimiento. Éste es el paso fundamen-
tal no sólo para el acceso efectivo, sino para el ejercicio del derecho ciudadano
—y en sentido más amplio, poblacional— a la salud.
El Seguro Popular fue diseñado con todos estos pasos. El problema fue
que la opacidad y, en consecuencia, la deficiencia presupuestal, llevaron a un
cumplimiento deficiente del derecho.
177
Acceso efectivo al Programa Progresa-Oportunidades
En general, en las zonas rurales y urbanas pequeñas que estudiamos para este
libro, la población sabía cuáles eran los criterios generales que daban acceso al
programa. Sin embargo, la población no tuvo nunca información precisa al res-
pecto. Ésta era una decisión técnica resultante de un algoritmo, que en térmi-
nos generales se podía explicar, pero que de manera particular no compren-
dían los afiliados.
Por otra parte, en sus primeros años el programa no se abrió a solicitudes
espontáneas de la población, sino que la afiliación se fue realizando conforme
se daban las condiciones presupuestales y de servicio necesarias para brindar
los servicios y para que la población cumpliera con sus corresponsabilidades
en educación, salud y capacitación. Esto era positivo, porque minimizó la exis-
tencia de población afiliada sin acceso efectivo, pero implicaba que existía
población potencial sin acceso (ni formal ni efectivo). Sin embargo, ya en el mo-
mento del estudio existían los Centros de Atención Regionales (car), en donde
sí era posible hacer el trámite de afiliación, y pedir la resolución de problemas
específicos. Por tanto, hacia el momento del estudio, y en las comunidades es-
tudiadas aquí, sí existían las condiciones para el acceso formal.
Con todo, el programa siempre tuvo el problema de la afiliación urbana. En
zonas urbanas el algoritmo definido para zonas rurales nunca fue adecuado, y
el sistema de afiliación fue deficiente. Siempre faltó incorporar población de es-
casos recursos que habitaba viviendas en condiciones deficientes y que se hu-
biera beneficiado del programa.
La transparencia en la afiliación era muy alta. Esto lo pudimos comprobar
en campo y se reporta en este estudio, donde la correspondencia entre las listas
nominales del programa y el reporte de las familias coincide casi por completo.
En el peor de los casos, el 92% de las familias que el programa reportaba como
beneficiarias, lo eran. En el mejor, el 102% reportó afiliación. Pero en cualquier
178
caso la coincidencia es extremadamente alta (98%). Esto no fue posible hacerlo
respecto del Seguro Popular, porque nunca se brindaron listas nominales.
Una vez que la población era afiliada, tanto en las reuniones bimestrales de
pago, como en las pláticas a las que tenían que asistir las titulares, éstas se en-
teraban de los beneficios, las prestaciones y sus obligaciones. De esta manera,
los componentes del programa —becas educativas, apoyo básico, componente
energético, útiles escolares, papillas, así como los requisitos de asistencia esco-
lar, a pláticas y a clínicas— quedaban bastante claros. Esto no estuvo exento de
manipulaciones: los maestros, médicos y enfermeras fueron capaces de impo-
ner condiciones adicionales, en algunos casos, lo que también a veces implica-
ba gastos y trabajo adicional para las familias. El no cumplimiento de estas
obligaciones adicionales podía repercutir en que se reportaran ausencias de
los afiliados, y en la pérdida parcial o total de su transferencia monetaria, lo
cual constituía un abuso por parte de este personal. El abuso podía tener un
propósito positivo, por ejemplo participar en campañas de limpieza. Pero tam-
bién, en ocasiones, implicaba el pago de cuotas que tan sólo beneficiaban per-
sonalmente a esos agentes del Estado.
Las condicionalidades fueron impuestas con un fin de Estado, que era parte
del desarrollo nacional: la mayor educación y la mejor nutrición y salud de las
madres, los niños y los adolescentes. Por tanto, dichas condicionalidades, bien
aplicadas, tenían una excelente justificación. Estas condicionalidades existían
sobre la base de premisas socioeconómicas y de servicios gubernamentales
que no se cumplieron. Los servicios de educación y salud tenían deficiencias que
impedían que la población alcanzara su potencial (en este sentido, el análisis
del sp apoya esta noción, aunque no hicimos un análisis de los servicios educa-
tivos). La mayor contribución del programa al desarrollo nacional consistía en
posibilitar la inserción laboral adecuada de los jóvenes más saludables y educa-
dos que egresaban del programa. Esto se encontró en evaluaciones de impacto
del programa, particularmente en las cualitativas, pero distó de cumplir total-
mente con los objetivos, debido a que el mercado de trabajo formal nunca cre-
ció lo suficiente, ni creó las oportunidades laborales de nivel medio y alto, ni
179
redujo las desigualdades entre ocupaciones, que propiciaran la movilidad so-
cial y condujeran a una menor desigualdad socioeconómica.
En síntesis, creemos que las transferencias monetarias bien focalizadas
produjeron cambios positivos en la población de escasos recursos de zonas ru-
rales, y particularmente en la educación, salud y nutrición de los niños y jóve-
nes. Por el contrario, en zonas urbanas fue difícil encontrar resultados pareci-
dos y, sobre todo, con la cobertura suficiente. Es decir, que en zonas urbanas
siempre hubo una población de escasos recursos que no accedió al programa y
sus beneficios.
Si nos ceñimos a la definición estricta de la palabra necropsia, examen de
un cadáver para determinar las causas de su muerte, es necesario reconocer
que nuestro análisis, aunque ordenado y minucioso, no explica las causas de la
muerte de estas dos acciones gubernamentales. Para que pudiera ser estricta-
mente una necropsia tendríamos que haber incluido en el análisis, además de
la observación (opsis = observar) del cadáver (nekrós), los indicios de las causas
y las herramientas que causaron la muerte. Para ello, el análisis presentado de-
bería haber incluido el contexto político actual (con López Obrador en la Presi-
dencia de la República), las razones del Ejecutivo para aniquilar los programas
previos, y la lógica que guió el diseño y la instrumentación de los programas y
acciones de política social que sustituyeron los aquí analizados.
¿Qué acción gubernamental sucedió al programa Progresa-Oportunida
des-Prospera? El Progresa-Oportunidades-Prospera tenía un propósito claro
en términos del desarrollo de los hijos de las familias de bajos ingresos en
México. Tenía criterios explícitos y estrictos de inclusión y de exclusión. De ma
nera más relevante para el análisis aquí presentado, era absolutamente trans
parente en sus padrones, en los montos transferidos a las familias y en las
razones por las cuales las familias podían recibir una transferencia menor o
mayor. Todo esto permitió un escrutinio y una crítica a veces parcial y a veces
extremadamente rigurosa, tanto en el ámbito nacional como internacional. En
los actuales programas de transferencias no existe este tipo de información.
Por lo mismo, es absolutamente imposible hacer una comparación rigurosa.
Por su parte, el Seguro Popular contó con operativos de afiliación y de
orientación nacionales, que permitían a una persona saber cuándo tenía dere-
cho a ciertas cosas y cuándo no; con un Causes que, si bien era poco conocido,
180
informaba a las personas sobre las intervenciones que se financiaban, y cómo,
y con un botiquín definido por un panel de expertos. También contaba con
reglas que permitían acreditar a las clínicas para asegurar que se brindaran
todas las intervenciones del caso, aunque estas reglas no siempre se cumplieron.
Por último, aunque el Seguro Popular nunca publicó sus padrones nominales,
pudimos aseverar que en las zonas donde operaba, la cantidad de hogares que
reportaba afiliación era cercana a lo dicho por las autoridades a cargo. Por des-
gracia, el Seguro Popular no fue suficientemente transparente, de tal manera
que se pueda decir hoy que en su momento se podía dar cuenta de cada peso
gastado, como sí era posible hacerlo en el Progresa-Oportunidades-Prospera.
Esa falta de transparencia, y lo que en nuestra opinión fue una fuga de recursos
que ocurrió entre la llegada de fondos federales al estado y la llegada de mate-
riales, personal e infraestructura diversos a las clínicas, hicieron posible que
muchos estuviéramos de acuerdo con que era necesario reformarlo drástica-
mente. Desgraciadamente, dicha reforma, que creó el Instituto de Salud para el
Bienestar (Insabi), ha producido un deterioro sustancial de la atención, no la
mejora de las deficiencias del Seguro Popular. Esto no lo sabemos porque haya
evaluaciones externas que lo hayan dicho con evidencia rica, independiente, ri-
gurosa y diversa —no las hay— sino porque las personas que recibían ciertos
servicios del Seguro Popular se han quejado por todos los medios del deterioro
en las clínicas y hospitales. Hay nuevos cobros, hay menos medicamentos, hay un
deterioro de la infraestructura y en suma hay un servicio público de salud con
mucha menor capacidad de atención a las personas. Este deterioro del servicio
público de salud fue evidente en el curso de la pandemia causada por el sars-
CoV-2.
Nuestra crítica informada al Seguro Popular y al Progresa-Oportunida-
des-Prospera debería permitir, en un futuro, diseñar acciones públicas que su-
peren a ambos. Nuestro análisis señaló dónde estuvieron los logros, que fueron
múltiples y significativos, pero también los defectos, que deberán estudiarse
para que las nuevas acciones brinden derechos efectivos.
181
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Fuentes periodísticas
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Agustín Escobar Latapí es investigador de ciesas
desde 1981, fundador de ciesas-Occidente en Gua-
dalajara, e investigador nacional nivel III desde 2003.
Se interesa particularmente en mercados de trabajo
manuales tanto urbanos como rurales, en migra-
ción internacional México-Estados Unidos-México, y
en política social y pobreza. Es autor de una amplia
obra publicada en México y el extranjero.