DC 14 Otamendi 2006
DC 14 Otamendi 2006
DC 14 Otamendi 2006
Este Documento de Cátedra forma parte de una serie que tiene como propósito contribuir a la formación de
alumnos de la Carrera de Sociología de la Universidad de Buenos Aires en cuestiones vinculadas al diseño y
realización de investigaciones científicas en el campo de las ciencias sociales. Su contenido complementa los
textos de metodología de lectura obligatoria y optativa incluidos en cada uno de los tres cursos que se dictan en
la Carrera.
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E. O. Wrigth (1985), Classes, London: Verso, citado en Documento de Cátedra II.1., Plotno, G., Lederman, F. &
Krause, M. (2007) “Escalas Ocupacionales”.
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Documento elaborado a partir de fragmentos seleccionados y traducidos por Alejandra Otamendi (2006) para
uso de la materia Metodología de la Investigación Social, cátedra Ruth Sautu, Fac. de Cs. Sociales, UBA.
Introducción
Según Moscovici, existen dos tipos de hechos o de fenómenos de los que se ocupan las
ciencias del hombre: los hechos “anónimos” y los hechos “nominados”. Los hechos
“nominados” son apuntalados por una teoría concebida por y para especialistas (por
ejemplo, la ciencia, la religión). Son objetivados por las instituciones que los encarnan e
impregnados por un lenguaje que le es propio. Son hablados y clasificados dentro de
categorías bien distinguidas y visibles (Kalampalikis, 2005:147).
En tanto que proceso social, las representaciones sociales “sólo pueden aparecer en
grupos y sociedades en las que el discurso social incluye la comunicación. Una
comunicación que implica tanto puntos de vista compartidos como divergentes sobre
diversas cuestiones” (Wagner y Elejabarrieta, 1994:817).
Una RS está constituida por elementos seleccionados porque son cercanos al tema del
cual buscamos la representación. Pero la representación “no es solamente obra de
selección y amnesia, es fundamentalmente una organización, un conjunto de relaciones
entre sus elementos. Esas relaciones no son transitivas, son relaciones de proximidad
cuyos valores pueden ser muy diversos, expresando la más o menos grande proximidad, y
son definidos localmente “ (Bouriche, 2005:222).
Desde dicha teoría se considera una representación social como “un sistema socio-
cognitivo que presenta una organización específica: está organizada alrededor y por un
núcleo central –constituido por un número muy limitado de elementos- a los que le da su
significación (función generadora) y determina las relaciones entre sus elementos
constitutivos (función organizadora)” (Abric, 2005:60).
Por su parte, los elementos periféricos, además de proteger la estabilidad del núcleo
central, tienen unas funciones que son fundamentalmente adaptativas. El sistema
periférico, siendo mucho más sensible al contexto que el núcleo central, conduce a la
adaptación de grupos e individuos a situaciones específicas y permite integrar las
experiencias individuales. De este modo, se comprenden las variaciones o modulaciones
individuales de las representaciones (Wagner y Elejabarrieta, 1994).
Otra distinción entre ambos componentes es la que plantea Flament quien diferencia las
creencias centrales de las creencias periféricas de una RS. Él define a las creencias
centrales de una RS como “las creencias consensuales y no negociables en el sentido de
que ellas están necesariamente asociadas al objeto de la RS considerada.” Por lo tanto,
considera a las creencias periféricas como las “creencias condicionales, frecuentemente,
pero no necesariamente, asociadas a ese mismo objeto” (Flament, 1994ª citado en Tafani y
Bellon, 2005:256).
Sin embargo, Abric nos advierte que estudiar una representación social, es en primer lugar,
y antes que cualquier otra cosa, “buscar los constituyentes de su núcleo central. En efecto,
el conocimiento del contenido no alcanza, es la organización de ese contenido la que le da
el sentido. Dos contenidos idénticos pueden corresponder a dos representaciones sociales
diferentes” (Abric, 2005:59-60).
Como uno de los constituyentes del núcleo central figura lo que la teoría del núcleo central
denomina como “zona muda”. Abric señala que “para ciertos objetos, en ciertos contextos,
existe una zona muda de la RS. Esta zona muda está constituida por elementos de la
representación que no son verbalizados por los sujetos con los métodos clásicos de
recolección (Abric, 2005:61).
Esta zona muda está constituida por elementos de la representación que tienen un carácter
contra-normativo. Puede ser definida como un “subconjunto específico de conocimientos o
de creencias que están disponibles, no son expresadas por los sujetos en condiciones
normales de producción....y que, si son expresadas (especialmente en ciertas situaciones)
pueden provocar los valores morales o las normas valorizadas por el grupo” (Guimelli y
Deschamps, 2000).
La noción de “zona muda” se inscribe además “en los últimos desarrollos teóricos del
enfoque estructural (Abric, 2002). Ella reúne la noción de “esquemas durmientes”
introducida por Guimelli (1998) y se inscribe en la idea de que ciertos elementos del núcleo
central pueden estar “no activados” en ciertas situaciones.
Entonces podríamos decir que puede existir en una representación, en particular dentro de
su núcleo central, dos tipos de elementos durmientes:
- esos que están en sueño por no estar activados;
- esos que están en sueño por no ser expresables (zona muda).
La existencia de esa zona muda implica que instrumentos específicos deben ser puestos
en funcionamiento para hacerla verbalizar. La tarea metodológica del estudio de las RS
debe entonces articularse en cuatro fases:
- recolección del contenido explícito de la representación;
- investigación de la zona muda;
- investigación de la estructura de la representación y de su núcleo central y
- control de la centralidad” (Abric, 2005:61-62).
A pesar de su carácter, Abric nos advierte que “la zona muda siempre es susceptible de ser
verbalizada. Aún falta encontrar las condiciones propicias para esta enunciación. Las
variaciones del nivel de implicación (actor, observador), de la distancia al objeto (mío /los
otros), de las normas percibidas como características de la situación (contexto más o
menos normativo) jugarán un rol determinante en la inhibición o la producción de la zona
muda.
Se debe admitir que ciertos elementos del núcleo pueden aparecer o desaparecer según el
contexto de enunciación de la representación. Eso no va en contra a la idea de que la
naturaleza del núcleo central de una representación es independiente del contexto
inmediato (Abric, 1994). El contenido del núcleo central no cambia según las variaciones
del contexto. Es simplemente modulable. Ciertos elementos serán expresados más
fácilmente que otros. Sin embargo, estos últimos existen. El problema es hacerlos emerger”
(Abric, 2005:80).
crea
identidad social un grupo social
implica experimenta
se realiza en implica
discurso y producción
de representaciones
Según ese modelo, el efecto de las prácticas sociales depende en primer lugar de la
manera como los individuos perciben la situación a la cual se ven confrontados. Flament
propone entonces distinguir entre las situaciones reversibles versus irreversibles según si
un retorno a prácticas antiguas es percibido como posible o no. Bajo la reversibilidad
percibida de la situación, el efecto de las nuevas prácticas se limitaría (por razones de
economía cognitiva evidente) a una modificación vista como adaptativa de ciertas creencias
condicionales del sistema periférico, la periferia siendo definida en efecto como una “zona
tapón” (Flament, 1989) entre las creencias del sistema central y las prácticas o
informaciones susceptibles de causarlas. Por contraste, bajo la irreversibilidad percibida de
la situación, esas mismas prácticas pueden, bajo ciertas condiciones, afectar las creencias
incondicionales del sistema central y así dar lugar a una reestructuración cognitiva del
campo representacional considerado. Según Flament (1994c), esas condiciones son
principalmente definidas por el número y la naturaleza de “buenas razones” invocadas para
justificar las nuevas prácticas. El opone esas “buenas razones” según si ellas encuentran
su origen dentro versus fuera del campo representacional considerado.
Sobre la base de esas consideraciones, Abric (1994) distingue así tres “modalidades de
transformación de las RS susceptibles de intervenir bajo la irreversibilidad percibida de la
situación. En primer lugar, una transformación progresiva tomaría lugar cuando un número
suficiente de “buenas razones” situándose al interior del campo representacional, y por lo
tanto conformadas a ciertas prescripciones condicionales del sistema periférico, son
activadas para justificar las nuevas prácticas. La activación de esas prescripciones
condicionales, hasta acá en sueño (latente), conduce entonces a su integración progresiva
al seno del sistema central de la RS (Guimelli, 1989)” (Tafani y Bellon, 2005:258). Este tipo
de transformación se produce cuando “las nuevas prácticas no son totalmente
contradictorias con la representación y, por tanto, los esquemas activados pueden
modificar la representación sin escisión o ruptura del núcleo” (Wagner y Elejabarrieta,
1994:838).
Por contraste, una “transformación resistente se produciría en el caso donde los sujetos
sólo disponen de un número limitado de “buenas razones” no revelantes del campo
representacional. Esta modalidad de transformación se traduce entonces por la aparición
de “esquemas extraños” permitiendo a las RS mantenerse por un tiempo (Flament, 1989)
hasta que esos esquemas se imponen a todos y son colectivamente compartidos” (Tafani y
Bellon, 2005:259). Dichos esquemas son una manera de protección del núcleo que busca
resistir su transformación. Sin embargo, la persistencia de estos esquemas en la estructura
de la representación o su multiplicación puede llegar finalmente a transformar el núcleo
central, es decir, la representación.
En fin, una tercera modalidad es la denominada “transformación brutal” que procede de “un
estallido del sistema central. Este último resultaría de una acumulación de “buenas
razones” de orden idiosincrásico, genera al final una incoherencia bien del orden inter-
individual (las justificaciones varían de un individuo al otro) como intra-individual (esas
mismas justificaciones cambian en función del contexto)” (Tafani y Bellon, 2005:259). Este
tipo de transformaciones sucede cuando las prácticas contradictorias llegan a afectar
directamente la significación del núcleo central.
Ya vimos por qué se genera y transforma una representación social. Para comprender
cómo funcionan y son generadas, Moscovici desarrolló los conceptos de objetivación y el
anclaje. La objetivación se refiere a la transformación de conceptos abstractos extraños en
experiencias o materializaciones concretas. Mediante el mismo, lo invisible se convierte en
lo perceptible. En este proceso suelen distinguirse dos fases o etapas: la transformación
icónica y naturalización. "La transformación icónica actúa en primer momento
seleccionando y descontextualizando ciertas informaciones de las idea o entidad que se
objetiva. La selección es necesaria por cuanto el producto de la representación, para ser
funcional, debe recurrir a unos pocos elementos accesibles. No es posible objetivar toda la
información que existe sobre un objeto. En un segundo momento la transformación icónica
materializa la entidad abstracta en una imagen. Esta imagen estructurada es lo que
Moscovici ha denominado núcleo figurativo: una imagen nuclear concentrada con forma
gráfica y coherente, que captura la esencia del concepto, teoría o idea que se trate de
objetivar. Esta simplificación nos permite conversar y también comprender de forma más
sencilla las cosas, a los demás y a nosotros mismos y a través de su uso en diferentes
circunstancias se convierte en un hecho natural.
• Abric, Jean-Claude (2005): “La investigación del núcleo central y de la zona muda
de las representaciones sociales”, pp.59-80, en Jean-Claude Abric, Méthodes
d´étude des représentations sociales, Paris, Éditions Érès.
• Kalampalikis, Nikos (2005): “El aporte del método Alceste para el análisis de las
representaciones sociales”, pp. 147-163, en Jean-Claude Abric, Méthodes d´étude
des représentations sociales, Paris, Éditions Érès.
Bibliografía sugerida