Camacho - 2019 - Estudios Gramaticales

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Introducción

a la sintaxis
del español
José Camacho
Rutgers University, New Jersey

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1 Introducción

Objetivos del capítulo

• Localizar a la sintaxis como una capacidad cognitiva básica de los seres humanos
• Presentar las propiedades que definen a la sintaxis: la capacidad de producir
mensajes nuevos con recursos finitos (la recursividad)
• Explicar la metodología que se usa en el estudio de la sintaxis
• Presentar e ilustrar el concepto de gramaticalidad
• Mostrar cómo se construye una teoría general a partir de la observación de los
datos, la generalización de los patrones, y la formulación de hipótesis y análisis
• Discutir la diferencia entre la capacidad cognitiva para el lenguaje y su uso

1.1 El lenguaje: un maravilloso mecanismo creativo

Cuando se habla de “lenguaje”, se pueden entender muchas cosas: una man-


era de hablar de un grupo (“el lenguaje de los jóvenes”), o una manera muy

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4 Primera parte

evocativa de expresarse (“usa un lenguaje muy emotivo”), un sistema de


comunicación animal o incluso de las computadoras (“Java es un lenguaje
muy flexible”), entre otras cosas. Sin embargo, hay un sentido especial del
lenguaje que se refiere a la capacidad que tenemos los seres humanos de
crear y entender frases complejas. Cualquier niña que nazca con capaci-
dades cognitivas más o menos normales es capaz de entender y produ-
cir frases en las lenguas que oye a su alrededor poco después de venir al
mundo. Si crece en un ambiente donde se habla español, puede producir
y entender frases en español; si crece en China, probablemente aprenderá
mandarín; y si crece en algunas partes de España, de África, de la India, de
América latina o de los Estados Unidos, posiblemente aprenderá dos o más
lenguas.
Esta habilidad es realmente sorprendente: un niño de dos años no es capaz
de hacer muchas cosas: no se sabe amarrar los cordones de los zapatos, le
cuesta trabajo meter objetos en sitios estrechos, y definitivamente no es capaz
de sumar o restar números. Pero a los dos años, ya es capaz de entender
y producir frases complejas que las computadoras más potentes del mundo
apenas pueden traducir con éxito. ¡Un niño de dos años tiene una capacidad
lingüística muchísimo más sofisticada que la poderosísima Google!
Esta habilidad cognitiva es muy especial en otro sentido. A pesar de que
tenemos un número de palabras limitado por nuestra capacidad de memo-
ria, podemos producir frases novedosas constantemente. Si alguien nos dice,
por ejemplo, “hoy las hojas de los árboles parecen bailarinas de ballet”, es
muy posible que nunca antes hayamos oído esa frase, y sin embargo somos
perfectamente capaces de interpretarla. Para eso necesitamos conocer el sig-
nificado de las palabras individuales (“hojas”, “árboles”, “bailarinas”, etc.), y
tenemos que ser capaces de abstraer el significado literal de bailarinas y apli-
carlo en sentido metafórico al movimiento de las hojas. Pero, además, tene-
mos que conocer las reglas que regulan la combinación de esas palabras para
formar grupos de palabras más grandes. Una vez que sabemos esas reglas de
combinación, podemos producir frases nuevas, complejas, y potencialmente
infinitas. Esos dos aspectos del lenguaje humano (un conjunto grande pero
limitado de palabras con significados arbitrarios y un conjunto de reglas
­finitas y recursivas) hacen del lenguaje humano un sistema de comunicación
muy poderoso.

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Introducción 5

Funes el memorioso, Jorge Luis Borges

En esta historia, el personaje Funes usa su prodigiosa memoria para nom-


brar el mismo objeto cada vez que lo ve: “No sólo le costaba comprender
que el símbolo genérico ‘perro’ abarcara tantos individuos dispares de
diversos tamaños y diversa forma; le molestaba que el perro de las tres y
catorce (visto de perfil) tuviera el mismo nombre que el perro de las tres
y cuarto (visto de frente)” (Borges (1944), p. 490). Podemos ver cómo esa
manera de referirse a las cosas con un nombre distinto cada vez solo sería
posible si uno tuviera una memoria infinita. Además, si cada “perro” se
llamara de distinta manera cada vez, ¿cómo sabrían los demás a qué me
refiero?

Las reglas de combinación de una lengua son parte de lo que se llama su


sintaxis o su gramática. Estas reglas me dicen, por ejemplo, que en español,
normalmente el sujeto aparece delante del verbo (aunque hay excepciones,
como veremos). También me permiten crear frases infinitamente largas:

(1) a. La casa
b. La casa que vimos ayer
c. La casa que vimos ayer que está en la esquina
d. La casa que vimos ayer que está en la esquina del cruce de la avenida
1ª y la calle 8 . . .

En cada uno de los ejemplos de (1), el hablante y el oyente entienden que la


parte central de la secuencia es siempre “la casa”, y que al añadirle más det-
alles no cambiamos la naturaleza del grupo sintáctico (seguimos hablando de
un tipo de “casa”).
En este ejemplo concreto, la regla que me permite construir frases cada vez
más grandes a partir de un grupo de palabras consiste en añadir una nueva
cláusula que empieza con la palabra que (lo que se llama una cláusula de
relativo), y esta propiedad se llama recursividad: la posibilidad de generar

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frases potencialmente infinitas usando reglas que se aplican repetidamente.


A continuación, vemos otros ejemplos de recursividad:

(2) a. Me dijo que pensaba que sabrían que habíamos venido


b. El hermano de la prima de la amiga de los invitados . . .

En el primer caso, una cláusula (que habíamos venido) se subordina a un verbo


(sabrían), que se subordina a otro (pensaba), potencialmente indefinidamente.
En el segundo ejemplo, una frase preposicional (de los invitados) depende de
un nombre (amiga), que depende de una preposición (de), que depende de un
nombre (prima), etcétera.
Veamos con un poco más de detalle cómo funcionan los dos mecanismos
sintácticos básicos: el léxico y las reglas de combinación. Por una parte, tene-
mos grupos de palabras individuales (“casa”, “esquina”, “cruce”, etc.). Estas pal-
abras tienen unos significados que son más o menos constantes para muchos
hablantes. Para simplificar las cosas un poco, asumamos que el conjunto de
sonidos que representa a la palabra “casa” (escrito aquí en el alfabeto fonético
internacional), se asocia con un concepto, como vemos a continuación:

(3) /k-a-s-a/

Cada hablante aprende en algún momento de su vida que la secuencia


/k-a-s-a/ se asocia con un concepto, y lo mismo ocurre con las demás palabras.
Cada vez que el hablante aprende una palabra nueva, tiene que adquirir los
sonidos de esa palabra y el concepto con el que se asocian. Por ejemplo, un
hablante de español como segunda lengua que oye la palabra burrier, tiene
que aprender que se refiere a una persona que transporta drogas en canti-
dades pequeñas. Este proceso de adquisición individual se repite en mayor o
menor medida para todas las palabras nuevas, puesto que la asociación entre
una secuencia de sonidos y un significado es arbitraria (como descubrió F. de
Saussure). Pero una vez que se aprende, la asociación entre significado y signo
se mantiene constante: casa siempre mantiene un significado básico, constante.

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Introducción 7

La capacidad recursiva del lenguaje se basa en las reglas sintácticas

Unidades básicas Combinaciones


(limitadas) complejas (infinitas)
reglas
Casa, esquina, La casa roja, la esquina
sintácticas
estar, la, azul, roja, la casa grande,
silla, grande, un, una casa azul está en la
saltar, en, roja…. esquina azul….

Figura 1.1 Recursividad del lenguaje.

Sin embargo, cuando el hablante o el oyente combina dos palabras, no tie-


nen que aprender otra vez el significado de esa combinación, sino que toma
los significados de las palabras individuales y aplica una regla general que
funciona en todos los casos y que es independiente de esos significados. Por
ejemplo, para entender el significado de (1b), basta saber el significado de cada
palabra y las reglas generales que permiten que se combinen esas palabras.
Esas reglas se aplican independientemente de si el hablante las aplica a casa,
o a edificio, o a mesa, etcétera. Se aplican a toda una categoría de palabras.
Entonces, por un lado tenemos grupos de palabras asociadas con signifi-
cados de una manera más o menos constante, y por otro lado tenemos reglas
que se aplican sobre el conjunto de esas palabras (y no necesariamente sobre
sus miembros individuales). Estas reglas se pueden aplicar recursivamente
para formar unidades nuevas. El resultado de estos dos aspectos del lenguaje
humano es un sistema con una creatividad potencial infinita: puedo combinar
un grupo grande pero limitado de palabras de maneras distintas y variadas
usando un conjunto de reglas relativamente reducido, como se refleja en la
figura 1.1.
Las combinaciones complejas son infinitas porque, en principio, pueden ser
infinitamente largas (aunque limitadas en la práctica por la capacidad de la
memoria humana), como veíamos en (1). Siempre puedo aplicarle una regla
recursiva a una secuencia existente para crear una secuencia más larga. Pero
además, son potencialmente innovadoras: es posible combinar dos o más uni-
dades básicas que yo nunca haya combinado antes. Esa capacidad expresiva
es esencial en la poesía, por ejemplo, o en la publicidad.
El lenguaje humano tiene, según lo que hemos visto, dos características rev-
olucionarias: por un lado, podemos asociar significados y sonidos de manera

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8 Primera parte

arbitraria pero constante (la arbitrariedad de la que hablábamos más arriba).


Por otro lado, tiene reglas combinatorias que se aplican recursivamente. Estas
dos propiedades convierten al lenguaje humano en un instrumento tremenda-
mente poderoso, de modo que, posiblemente, sea la capacidad cognitiva que
más haya cambiado el curso de la historia humana, y que está en la base de
todas las otras habilidades, descubrimientos y cambios históricos.

Expansión: La transmisión de información en los tiempos


prelingüísticos

Imagine la época antes de que los humanos pudieran comunicarse con


lenguaje. Un cazador vuelve a su campamento y trata de transmitir la
localización de un rebaño de animales que podrían cazarse. Sus posibili-
dades están limitadas por los gestos físicos, y posiblemente por los objetos
a los que pueda señalar con sus manos.
Comparemos a este cazador con una descendiente que ya se comu-
nica con el lenguaje. Esta segunda cazadora puede transmitir información
sobre realidades no inmediatas: lugares lejanos, tiempos lejanos; puede
distinguir un árbol alto de otro bajo, o un tigre de una gacela, puede
nombrar a los objetos por su nombre, y no solo por su presencia física;
puede aclarar o aumentar la información sobre un objeto; puede describir
nuevas tecnologías . . .

1.2 El lenguaje: el derecho más universal

La historia humana se puede ver como una lucha por aumentar los derechos
de cada uno de los miembros de nuestra especie: el derecho a vivir, el derecho
a la libertad, el derecho a la educación, etcétera . . . Lamentablemente, todos
estos derechos humanos son promesas a las que aspiramos, porque no a todos
los seres humanos se les garantiza el derecho a la vida o a la libertad. El len-
guaje humano, en cambio, se puede ver como el único derecho al que tiene
acceso cualquier persona por el hecho de ser humano. Cuando nacemos, este

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derecho se nos aplica casi automáticamente por el solo hecho de crecer alrede-
dor de otras personas que hablan. Si no tenemos dificultades cognitivas serias,
y si estamos expuestos a otras personas que usan el lenguaje, tenemos garan-
tizado que, a los pocos años, tendremos la capacidad de entender y expresar
pensamientos bastante complejos y abstractos independientemente de nuestro
origen, riqueza, clase social, educación, etcétera. Esta habilidad cognitiva de
aprender el lenguaje nos abre la puerta a comunicarnos con otros, a trans-
mitir y recibir información, a vivir en grupos sociales grandes y complejos.
No hay muchos otros derechos que sean al mismo tiempo tan universales,
tan automáticos y tan efectivos. ¿Qué es lo que garantiza la universalidad del
lenguaje humano?
A un nivel general, la respuesta es bastante clara: las características de las
capacidades cognitivas de los seres humanos permiten que se desarrolle el
lenguaje en contacto con el estímulo lingüístico de una comunidad. En este
sentido, se asume que el lenguaje (y la sintaxis) se basa en una habilidad
­cognitiva, y por lo tanto individual, que existe de manera inconsciente en todo
hablante. Si tratamos de precisar un poco en qué consiste esa capacidad cogni-
tiva que nos permite hablar y entender un lenguaje, las explicaciones se vuel-
ven más controvertidas. Desde la mitad del siglo XX, una corriente lingüística
muy importante llamada gramática generativa, iniciada por Noam Chomsky,
sostiene que la capacidad lingüística tiene dos características independientes
pero conectadas: es innata y es modular. Al decir que es innata, se dice que es
una habilidad presente en cualquier ser humano como producto de las instruc-
ciones codificadas en su herencia genética. Decir que es modular significa que
es una capacidad con principios que operan dentro de una especie de cajón
cerrado que no tiene en cuenta lo que ocurre en el exterior del cajón, como
vemos en la figura 1.2.
Otras corrientes sicolingüísticas cuestionan la hipótesis del innatismo mod-
ular, y asumen que los principios cognitivos que regulan la forma del len-
guaje no son exclusivos de ese dominio lingüístico, sino parte de habilidades

conceptos
memoria Principios
intención gramaticales oraciones
palabras

Figura 1.2 Modularidad del lenguaje.

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10 Primera parte

blah, blah, blah /gato/


3+2 /kasa/
3+2
3x+2y blah, blah, blah
3x+2y

/kasa/
casa

/gato/

3+2 /kasa/
3x+2y blah, blah, blah

/kasa/

Figura 1.3 Habilidad cognitiva modular, semi-modular y general.

cognitivas más generales, como la capacidad de abstraer, de referir, o de com-


binar elementos.
Existe una tercera posibilidad intermedia, y es que haya una habilidad
cognitiva general sobre la que se construyan capacidades relativamente
­
encapsuladas, que por lo tanto usan los recursos de la cognición general, pero
los aplican a dominios específicos (o aplican recursos limitados a dominios
específicos). Las tres opciones se ilustran en la figura 1.3.
En la figura de arriba de la izquierda, el estímulo visual y auditivo de todo tipo
se procesa usando una capacidad general que incluye la habilidad de descifrar
la música, las matemáticas, el lenguaje, y muchos otros tipos de información.
En la figura de arriba a la derecha, el estímulo auditivo y visual se procesa
diferencialmente: el estímulo lingüístico se procesa en un módulo, el estímulo

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musical, en otro, el estímulo matemático, en otro, etcétera. Finalmente, en la


figura de abajo, los estímulos de distintos tipos se procesan en submódulos
relativamente especializados, pero permeables a otras habilidades cognitivas.
Para entender mejor en qué consiste este debate, podemos pensar en dos
actividades que tienen paralelos con las hipótesis representadas en las figuras
de la parte alta: las actividades deportivas y el desarrollo de los seres animados
a partir de su herencia genética. Las actividades deportivas representan situa-
ciones modulares: cada tipo de actividad (por ejemplo, fútbol, tenis, natación)
tiene reglas específicas que solo se aplican a esa actividad: el fútbol dura
90 minutos, el tenis, hasta que uno de los jugadores gane suficientes puntos y
juegos, la natación, hasta que lleguen a la meta. Lo único que tienen en común
es que todas implican ejercicio físico, competición, y resultados finales. En este
sentido, las reglas que regulan los distintos deportes son totalmente independ-
ientes: no puedo aplicar la regla sobre el tamaño de un balón de fútbol a una
pelota de tenis.
En cambio, el desarrollo de los seres animados es más como una activi-
dad general: las leyes de la genética regulan todo el desarrollo y se basan en
la combinación de una serie de elementos bioquímicos básicos según ciertas
reglas; estos elementos interactúan con otros elementos dando como resultado
que crezca una pierna o un ala. Las reglas genéticas y los elementos bioquími-
cos básicos son iguales para el desarrollo de los insectos que para el desarrollo
de los mamíferos. Es decir, el desarrollo de cada animal no se regula por reglas
modulares sino por reglas generales que interactúan con otros elementos de
manera dinámica. Una de las preguntas que se plantea la lingüística es si las
reglas son más parecidas a las del deporte o las de la genética.
El debate sobre la modularidad se refleja más claramente en el campo de la
sintaxis, específicamente si los principios sintácticos son modulares e indepen-
dientes de otros aspectos cognitivos o no. Veamos los parámetros del debate.

1.2.1 ¿Sintaxis autónoma o sintaxis como parte


de una capacidad cognitiva general?
Como se dice más arriba, los lingüistas se preguntan si las reglas de la sin-
taxis son autónomas, es decir, independientes de otras capacidades cognitivas,
o si son parte de otras habilidades más generales. Veamos algunos ejem-
plos lingüísticos concretos. En español tenemos la posibilidad de resaltar un

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elemento de una cláusula, poniéndolo en primera posición, como vemos en (4).


En el primer ejemplo, el objeto la bicicleta aparece detrás del verbo, la posición
habitual, pero en el segundo, ese objeto se resalta poniéndolo a principio.
¿Cómo se explican estas diferencias?

(4) a. Compramos la bicicleta esta mañana.


b. La bicicleta, la compramos esta mañana.

La hipótesis modular sugiere que debe haber principios o reglas estricta-


mente gramaticales que determinen en qué contexto podemos tener las dos
opciones ilustradas en (4), como por ejemplo, la regla descrita en (5). Es impor-
tante notar que esta regla hace referencia sólo a conceptos sintácticos como
“frases nominales”, “definidas”, “pronombre”, y “átono”, y por lo tanto no se
puede aplicar fuera del contexto gramatical, porque fuera de la gramática no
existen las frases nominales, ni los pronombres átonos.

(5) Las frases nominales (definidas) se pueden resaltar en primera


posición si aparecen conectadas con un pronombre átono.

El reto de la perspectiva modularista es encontrar los correlatos mentales y/o


neurológicos de la modularidad lingüística, y demostrar que, efectivamente,
esos fenómenos gramaticales tienen características únicas y no generales.
Por el contrario, si se asume una perspectiva cognitiva no modular, la
­explicación de las dos alternativas de (4) se tiene que formular con principios
cognitivos generales y aplicables a otros contextos cognitivos. Por ejemplo,
se podría argumentar que existe una tendencia o predisposición cognitiva en
los seres humanos a resaltar algunos aspectos de la realidad y a poner otros
aspectos en segundo plano. En este caso, el constituyente la bicicleta se resalta
poniéndolo en primera posición de la oración.
Una teoría que asume mecanismos generales de cognición no modulares
podría tratar de conectar las estrategias para resaltar elementos sintácticos con
las estrategias cognitivas para representar los objetos. Sabemos que la mente
reconstruye las tres dimensiones de un objeto, que se perciben visualmente

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como dos dimensiones. Una parte importante de ese mecanismo mental con-
siste en generar profundidad visual, del mismo modo que se hace en un cuadro:
representando los objetos más cercanos como más grandes y los más lejanos
como más pequeños.
Entonces, si quisiera proponer mecanismos cognitivos generales, podría
comparar la función de resaltar lingüísticamente que ilustramos en el ejemplo
de (4b) con la función de resaltar un objeto en primer plano. Pero ¿se usan los
mismos mecanismos? Hay dos categorías básicas que intervienen en la percep-
ción de la profundidad visual: las claves que proporciona el uso de los dos ojos
(binoculares), y las que proporciona el uso de uno solo (monoculares). Entre
las primeras están si los objetos se perciben de la misma manera por los dos
ojos, o si hay diferencias, mientras que las segundas incluyen claves kinéti-
cas y físicas (tamaño relativo, sombras, orientación, elevación, etc.). Vemos,
entonces, que hay ciertos parecidos entre el resalte lingüístico y la profundi-
dad de campo visual: los dos usan la prominencia (la intensidad de voz más
fuerte en el caso de la gramática, tamaño en el caso de la profundidad visual),
los dos usan claves de posición (en los márgenes de una cláusula, o en el
primer plano de una escena), pero también hay ciertas diferencias: el lenguaje
no parece tener nada parecido a las claves binoculares, ni a la orientación o
la elevación, y en cambio sí usa aspectos como la categorización de los con-
stituyentes (en “frase nominal”, por ejemplo), definitud, o el hecho de que el
elemento focalizado (la bicicleta) se relaciona con un pronombre átono (la).
El reto de la perspectiva no modular consiste en formular principios suficien-
temente generales como para que se apliquen a fenómenos de distintas áreas
cognitivas (en este caso, el resalte lingüístico y la perspectiva visual), pero sufi-
cientemente específicos como para explicar los efectos precisos de ese mecanismo
en cada una de las áreas cognitivas. En cierto sentido, este reto no es muy distinto
que el que tiene la genética para explicar cómo los mismos elementos bioquími-
cos y las mismas reglas combinatorias pueden resultar en un ala o una pata.
En este manual asumimos que algunas reglas sintácticas se basan en oper-
aciones cognitivas más generales, pero aplicadas de manera especializada en
la gramática. Por ejemplo, los mecanismos por los que dos palabras se com-
binan para formar una unidad parecen ser suficientemente generales (y segu-
ramente también participan en operaciones aritméticas como sumar), pero al
mismo tiempo la manera como se aplican en la sintaxis probablemente es

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14 Primera parte

muy ­especializada. Esta perspectiva da como resultado una organización semi-­


modular: los mismos mecanismos aplicados en dos dominios semi-­aislados
tienen resultados distintos.

1.3 El análisis sintáctico

En esta sección introducimos los aspectos básicos del análisis sintáctico: ¿de
dónde salen los datos? ¿Qué cuenta como un dato relevante? ¿Cómo se con-
struyen los análisis y las hipótesis?

1.3.1 ¿Cómo se obtienen los datos sintácticos?

Como todo objeto de estudio, la sintaxis tiene una metodología que combina
la observación de los datos con las teorías y explicaciones. Los datos sintácti-
cos pueden obtenerse de distintas maneras: de corpus escritos u orales, que son
grandes bases de datos que acumulan textos obtenidos de distintos hablan-
tes o autores; también se pueden obtener datos observando directamente el
habla de un hablante (grabándolo, por ejemplo), o construyendo ejemplos y
probando si son aceptables para el hablante, o diseñando otras metodologías
experimentales que miden de manera indirecta la reacción de un hablante ante
un estímulo lingüístico. Por ejemplo, un hablante puede reaccionar más len-
tamente al procesar a una frase que tiene alguna anomalía que a otra que no
la tiene, y eso nos da una clave indirecta sobre la existencia de esa anomalía.
Una de las metodologías más populares en los últimos 50 años (desde los
primeros libros del lingüista Noam Chomsky) consiste en asumir que una
gramática produce un conjunto de oraciones, pero en cambio no puede pro-
ducir otras muchas oraciones. Por ejemplo, el conjunto de reglas gramaticales
que sigue cualquier hablante de español puede producir lo siguiente, por muy
extrañas o infrecuentes que suenen estos ejemplos:

(6) a. Los cuervos hacen ruidos casi humanos


b. Esa nube tiene la misma forma que la cara de mi profesor de biología
c. Esta es una frase del español

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En cambio, las reglas gramaticales del español no pueden producir estos otros
ejemplos:

(7) a. *Casi los hacen humanos cuervos ruidos


b. *Nube esta tiene misma la forma que cara la profesor mi de biología de
c. *Esta una es frase español del

Aunque los ejemplos de (7) tienen las mismas palabras que los de (6), la
manera como están organizadas no es consistente con las reglas del español
de ningún hablante. Nótese que en el caso de (7b) es relativamente fácil ver
cuál es la diferencia con (6b): el orden de los determinantes (este, la, mi) y sus
nombres están invertidas (nube esta en vez de esta nube), y las preposiciones
(de) aparecen detrás, no delante del nombre. A pesar de que es fácil describir la
diferencia, este ejemplo no sería producido por ninguna gramática de ningún
hablante del español.
En ese sentido, llamamos a las oraciones o ejemplos que sí pueden ser pro-
ducidos por la gramática de una lengua, oraciones gramaticales, y a las que no
pueden ser producidas por la gramática de una lengua, oraciones ­agramaticales
(marcada con “*” en los ejemplos), como se ilustra en la figura 1.4.
¿Cuántas oraciones gramaticales puede producir una gramática? ¿Y cuántas
agramaticales? La respuesta es “un número infinito” en los dos casos, porque
las reglas gramaticales pueden ser aplicadas recursivamente, como ya dijimos.
¿Cómo sé si una oración es gramatical o no? La idea es relativamente
simple, en principio: se le pregunta a un hablante nativo de la lengua cuál
es su reacción cuando oye el ejemplo correspondiente: si es gramatical, la

Gramática X
Oraciones producibles Oraciones
Prinicipio 1 por la gramática X gramaticales
Prinicipio 2…

Oraciones NO producibles Oraciones


por la gramática X agramaticales

Figura 1.4 Oraciones gramaticales y agramaticales.

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16 Primera parte

reconocerá como algo que podría decir o que podría oír a su alrededor, y si es
agramatical, no la reconocerá como algo que diría o que podría oír a su alre-
dedor. Por ejemplo, si a un hablante de español le presento los ejemplos de (8)
y le pregunto si considera que algún hablante de español diría esos ejemplos,
su respuesta será probablemente que (8a) sí es producible por un hablante de
español, pero (8b) no.

(8) a. Las amapolas son rojas


b. *Las son amapolas rojas

Esta idea de gramaticalidad es muy atractiva porque es intuitivamente


muy simple. Sin embargo, en la práctica, al aplicarla, las cosas se complican.
Hay distintas razones por las cuales un hablante puede reaccionar ante un
estímulo lingüístico. Por ejemplo, porque sea contradictoria, poco frecuente,
o porque tenga una combinación inusual (pero posible) de palabras, como
vemos en (9):

(9) a. Los elefantes no son elefantes


b. Mil golondrinas barrieron los mares

Es posible que un hablante piense que nunca diría (9a) porque es contra-
dictoria, o que (9b) suena rara porque las golondrinas no barren, y porque
los mares no pueden ser barridos. Sin embargo, hay una diferencia intuitiva
entre (8b) y (9): no es que haya un problema con el significado de (8b), sino
con la manera como están organizadas las palabras en ese ejemplo. En (9),
en cambio, las palabras no están desorganizadas, sino que en el primer ejem-
plo estamos afirmando y negando algo al mismo tiempo, y en el segundo,
le estamos dando propiedades extrañas a los pájaros y a los mares, que no
corresponden con lo que pasa en el mundo. Puesto de otra manera, podríamos
imaginar cómo sería el mundo si mil golondrinas barrieran los mares, pero no
podemos imaginar qué habría que cambiar en el mundo para que (8b) sonara
como español.

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Introducción 17

Expansión: La gramaticalidad como metodología

Algunas personas han cuestionado la idea de gramaticalidad como metod-


ología ideal para estudiar sintaxis, pero varios estudios han comprobado
que esa metodología produce resultados igualmente fiables que otros
métodos.
Algunos lingüistas recomiendan usar juicios de gramaticalidad con un
tiempo limitado para responder. Al limitar las respuestas a un periodo
corto de tiempo, se obtiene una reacción más intuitiva y menos reflexiva
(ver Schütze (2006, 2011)).

Por supuesto, de nada nos sirve tener sólo una lista infinita de oraciones
gramaticales y agramaticales producida por juicios de gramaticalidad. Lo que
nos interesa es generar hipótesis o análisis que hagan predicciones sobre si
un ejemplo es gramatical o no. Si la predicción coincide con la intuición del
hablante, la hipótesis es explicativa, si no, hay que modificarla.

1.3.2 Gramaticalidad frente a corrección

¿Es lo mismo “gramatical” que “correcto”? No, el primero es un concepto cog-


nitivo, el segundo es un concepto social. Por ejemplo, en español latinoamer-
icano, se oye frecuentemente la forma verbal haiga (ojalá que haiga comida
en la fiesta) en vez de haya (ojalá que haya comida en la fiesta), y algunas
personas dicen que sólo la primera forma es “correcta”. Esto refleja una jer-
arquía social: los hablantes que dicen haya tienen más prestigio social que
los que dicen haiga. Pero esto no tiene nada que ver con la gramaticalidad: la
gramática de los hablantes produce haiga y lo reconoce como posible, por lo
tanto, es gramatical.
Además de ser una capacidad cognitiva, el lenguaje también es un instru-
mento social, y como instrumento social, es un mecanismo muy poderoso para
establecer relaciones de poder. Por ejemplo, en la televisión es frecuente ver
anuncios de automóviles de lujo hechos por hablantes de inglés con acento
británico porque esa variedad se percibe como prestigiosa en Estados Unidos.
Es decir, un aspecto del lenguaje (el acento inglés) sirve como índice o símbolo

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18 Primera parte

de una característica social (riqueza, prestigio). Recientemente ha habido var-


ios incidentes en los que personas que hablaban árabe han sido acusados de
ser terroristas: de nuevo, un aspecto del lenguaje (hablar árabe) sirve como
símbolo o indicación de algo negativo (ser terrorista). Como es obvio, no es
la característica lingüística lo que es positivo o negativo (hablar con acento
inglés o en árabe son accidentes históricos de dónde ha nacido alguien, o de
dónde vinieron sus padres), sino las características sociales asociadas con ese
grupo de hablantes (ser percibido como deseable o no), y el lenguaje sólo es el
símbolo de ese estatus social.
Los juicios sobre corrección lingüística son mecanismos de estratificación
social por los cuales un grupo más prestigioso y con más poder social deter-
mina qué usos lingüísticos son aceptables y cuáles no. Este mensaje se difunde
en los periódicos, la radio, la escuela, etcétera, pero en realidad, al decir que un
hablante habla incorrectamente, no digo nada sobre su capacidad lingüística,
sino sobre su posición relativamente baja en la jerarquía social.

La presión social en los juicios sobre el lenguaje. En la región de El


Cibao, en la República Dominicana, se oye la expresión ello llueve mucho,
pero cuando les pregunta personalmente si la usan, muchos dicen que no,
o que sólo los hablantes del campo sin educación la usan. La expresión es
gramatical porque los hablantes la producen y la reconocen, pero se con-
sidera incorrecta porque muchos de los hablantes que la usan son pobres
y poco educados.

Ejemplo gramatical: una secuencia lingüística que puede ser producida según el
sistema cognitivo inconsciente de la gramática de un hablante.

Ejemplo correcto: una secuencia lingüística que es aceptada por un grupo social
con poder para aceptarla.

Esta diferencia entre gramatical y correcto se ve en muchas gramáticas y


diccionarios normativos tradicionales, que normalmente adoptan el punto de
vista de lo correcto, y recomiendan lo que no se debe decir. Al hacerlo, paradó-
jicamente, nos dan una idea de lo que sí se dice. Por ejemplo, el Diccionario
de dudas y dificultades de la lengua española de Manuel Seco recomienda lo
siguiente respecto a la palabra adaptar (p. 23):

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Introducción 19

(10) adaptar.

1. Evítense las pronunciaciones vulgares /adaztár/ y /adaktár/

Primero, vemos que la perspectiva es de corrección: las pronunciaciones


/adaztár/ y /adaktár/ se consideran incorrecta (se deben evitar). Segundo, de
manera más reveladora, si este diccionario recomienda evitar esas pronunci-
aciones, eso quiere decir que existen y son relativamente extendidas, y por lo
tanto gramaticales para grupos extensos de hablantes.
La aceptabilidad de un uso gramatical también depende del registro
lingüístico, que es una colección de usos lingüísticos apropiados sólo en cier-
tos contextos o con ciertos grupos sociales. Por ejemplo, el lenguaje que se usa
en el registro oral es distinto que el que se usa en el registro escrito porque
algunas expresiones son más apropiadas en uno o en el otro. También hay
registros más formales y menos formales: por ejemplo, los usos lingüísticos
varían cuando alguien habla en el senado de un país que cuando habla en una
fiesta con amigos.
En resumen, una expresión puede calificarse como gramatical/agramatical
(que es o no es producida por la gramática individual de un hablante) o como
correcta o incorrecta (que pertenece o no al uso lingüístico aceptado por un
grupo social): un ejemplo es gramatical si un hablante lo acepta como parte
de lo que produce su gramática. Un ejemplo es incorrecto si un grupo social
lo acepta en un registro determinado. Es importante, por lo tanto, tener esta
diferencia en cuenta. En el análisis sintáctico nos interesa la gramaticalidad,
no la corrección.

1.3.3 ¿Qué datos lingüísticos son legítimos?


Competencia y actuación
Al obtener datos lingüísticos, no es fácil determinar los que son relevantes de
los que no lo son. Ya mencionamos más arriba la cuestión del prestigio social:
un hablante puede considerar un dato inaceptable porque se asocia con poco
prestigio social, y no porque sea agramatical. Eso es lo que veíamos respecto
a ello llueve mucho en el Cibao (República Dominicana). Supongamos que un

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20 Primera parte

hablante de esa región considera esa expresión inaceptable, hay que determi-
nar si la razón es que es agramatical, o simplemente socialmente inaceptable.
En otros casos, un ejemplo puede tener dos interpretaciones, una muy
prominente y otra no tanto, y es posible que el hablante reaccione a la más
prominente:

(11) De Juan, reconocemos el hecho de que Sara no pudo obtener


la carta

a. “Reconocemos el hecho de que Sara no pudo obtener la carta de Juan”


b. “Respecto a Juan, reconocemos el hecho de que Sara no pudo obtener la
carta”

El ejemplo de (11) tiene dos posibles estructuras, que corresponden a las inter-
pretaciones de (11a) y (11b). En la primera, Juan es el tema o el autor de la
carta; en la segunda, estamos hablando de Juan, pero él no es necesariamente
el autor o el tema de la carta. ¿Qué interpretación tiene usted? Si un hablante
acepta el ejemplo como gramatical, ¿lo hace con la interpretación de (11a)
o de (11b), o de las dos? Al investigar, tenemos que asegurarnos cuál de las
opciones refleja la respuesta del hablante.
Un aspecto un poco distinto sobre los datos lingüísticos se refiere a la ide-
alización. Las gramáticas de los hablantes varían más o menos, pero al hacer
análisis, es frecuente preguntarle datos a distintos hablantes, e “idealizarlos”
como si fueran de un único hablante sin variación. Con frecuencia, se habla
de un hablante/oyente ideal, que vive en una comunidad lingüísticamente
homogénea, y que no se ve afectado por limitaciones de memoria, distracciones,
errores. En la práctica, es muy difícil obtener datos ideales, y ­tampoco está claro
cuáles son los criterios que nos permitirían distinguir los datos “­ideales” de los
datos “contaminados”, por llamarlos de alguna manera.
Además, la idea del hablante ideal de una comunidad homogénea ha llevado
a muchos lingüistas a no tener en cuenta datos de hablantes bilingües, por
ejemplo, puesto que el bilingüismo se ve como una complicación innecesaria
para establecer los análisis sintácticos. Sin embargo, no pensamos que esa sea
una conclusión correcta. Por un lado, la capacidad cognitiva que muestran los
hablantes bilingües es comparable a la de los monolingües, en el sentido que

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Introducción 21

los hablantes bilingües tienen gramáticas con características y parámetros de


variación muy similares a las de los monolingües.
Por otro lado, más de un 70 por ciento de la población mundial es bilingüe
o multilingüe, y, por lo tanto, el bilingüismo más que el monolingüismo es
el estado más frecuente y natural de los seres humanos, y por lo tanto sería
deseable que las teorías lingüísticas explicaran los casos más generales y no
las excepciones. Es como si para estudiar los efectos del estrógeno, nos lim-
itáramos a un grupo de hombres: nuestros resultados serían poco informativos.
Finalmente, el estudio de las gramáticas bilingües nos abre las puertas a
datos nuevos, por ejemplo, el cambio de código (mezclar pedazos largos de
dos lenguas en la misma cláusula):

(12) a. *The woman feliz


b. *La mujer happy

(13) a. The woman feliz de su logro


b. La mujer happy of her achievement

Los hablantes bilingües tienen intuiciones muy claras de sobre en qué parte
de una cláusula se puede cambiar de una lengua a otra. Por ejemplo, el ­cambio
de código de (12) suena mucho menos natural que el de (13). Hay varias
posibles explicaciones sobre por qué existe este patrón, pero el punto más
importante es que el cambio de código nos muestra aspectos interesantes de la
sintaxis del español y del inglés que posiblemente pasarían desapercibidas si
no se incorporaran los datos del cambio de código de los bilingües.
En este manual asumimos que los datos bilingües son importantes por todas
estas razones, y los incorporaremos cuando sea posible en las explicaciones
sintácticas junto con los datos de los monolingües.
La idea de un hablante/oyente ideal está conectada con otra distinción
teórica importante y bastante controvertida. Imaginemos que quiero comprar
un automóvil nuevo y comparo el consumo de gasolina de varios modelos,
según lo que me indican las medidas del gobierno federal. Unos modelos

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22 Primera parte

indican 35 millas por galón, otros 32, otros 29. Cuando salgo de la tienda
con el modelo de 35 mpg, empiezo a manejar y descubro que el rendimiento
real está más cerca de 30 mpg. Al preguntarle al vendedor, me explica que la
cifra de 35 mpg que se anuncia oficialmente es una estimación del potencial
del vehículo en las mejores condiciones posibles (velocidad de 40 millas por
hora, en carretera, sin acelerar bruscamente, etc.), pero en condiciones reales
el rendimiento es mucho más bajo. De alguna manera, yo me siento engañado,
porque a mí me interesa el consumo real, no el potencial, pero los ingenieros
federales han decidido medir la capacidad ideal de cada motor, no su funcio-
namiento en condiciones reales.
En el caso del lenguaje ocurre algo parecido: la idea de hablante/oyente
ideal refleja un sistema lingüístico en condiciones ideales, no en el uso diario.
Igual que con los motores, estas capacidades ideales pueden verse afectadas
por las condiciones de uso diario. En el caso del lenguaje, esas condiciones
incluyen la capacidad de memoria, el cansancio, los errores, la capacidad de
reflexión metalingüística, etcétera. Estos factores no son parte directa de la
capacidad estrictamente lingüística, pero sí pueden afectar a los resultados. En
los dos ejemplos (el consumo de gasolina y los juicios de los hablantes), distin-
guimos entre la capacidad potencial y el funcionamiento real y los consider-
amos como dos aspectos independientes que deben ser separados a la hora de
analizar los resultados. En la tradición lingüística generativa, esta diferencia
se llama competencia y actuación: la competencia es la capacidad cognitiva
que se refleja en reglas o principios gramaticales ideales que delimitan qué se
puede producir y entender en principio, y la actuación es el resultado que se
produce en las condiciones de uso lingüístico real. Según esta idea, un ejemplo
puede ser gramatical o agramatical según la competencia del hablante, pero
ese mismo ejemplo podría ser afectado por condiciones de uso real (actuación)
que lo hagan más o menos aceptable para ese hablante.
Esta distinción entre competencia y actuación es controversial por varias
razones. Por un lado, es muy difícil tener evidencia sobre la competencia
lingüística de un hablante independientemente de su actuación, porque no ten-
emos maneras de observar directamente el funcionamiento de la mente, sino
que sólo lo podemos hacer a través de actuaciones lingüísticas en condiciones
reales. Por ejemplo, para dar un juicio de gramaticalidad sobre una oración,
puedo leerla o puedo oírla, pero en los dos casos, mi capacidad de lectura y mi

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Introducción 23

capacidad de procesar la señal acústica (dos capacidades relacionadas con la


actuación, no con la competencia lingüística) filtran necesariamente el estímulo.
Por otra parte, algunos lingüistas niegan que haya una distinción real entre
capacidad y actuación, y asumen que la habilidad cognitiva que nos permite
producir y comprender el lenguaje está determinada de manera esencial por la
actuación, y que no es posible distinguir entre las dos. Dicho de otra manera,
para esos lingüistas, lo único relevante es la actuación; no existe una compe-
tencia independiente.
Finalmente, incluso si aceptamos la distinción entre competencia y actu-
ación, decidir cuándo una cláusula es agramatical o simplemente no es pro-
cesable (por limitaciones independientes de la mente humana) es bastante
difícil en casos extremos. Por ejemplo, algunas frases se perciben como poco
aceptables, pero porque son muy largas o complejas. Veamos los tres ejemplos
de (14), que son aceptables y fácilmente procesables:

(14) a. El ciclista atropelló a la ardilla


b. La persona salió
c. La persona vio al ciclista

Ahora, tratemos de combinarlos en una sola oración, como vemos en (15):

(15) ??El ciclista que la persona que salió vio atropelló a la ardilla

El resultado es bastante dudoso (por eso lo marcamos con “??”), pero la reac-
ción negativa ¿indica que es agramatical, o simplemente difícil de procesar?
Si determinamos que es agramatical, este ejemplo refleja algo sobre la man-
era en que funcionan las gramáticas, pero si es difícil de procesar, el ejemplo
refleja algo sobre la memoria humana, no sobre la gramática. En la práctica,
decidir el origen de la anomalía en estos ejemplos es muy difícil, y en realidad
depende mucho de los presupuestos teóricos que uno asume.
En cualquier caso, estos contrastes ilustran la dificultad de separar los efec-
tos del procesamiento sobre las representaciones gramaticales, incluso si uno
asume que son dos mecanismos independientes.

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24 Primera parte

1.3.4 El lenguaje hablado y el lenguaje escrito

Muchas lenguas tienen un alfabeto que representa de manera más o menos


directa la producción lingüística de los hablantes. Sin escritura, la transmisión
de conocimiento a través del lenguaje sería mucho más limitada; entre otras
cosas, yo no podría escribir este libro, ni los lectores leerlo.
Sin embargo, la escritura es un reflejo indirecto del lenguaje: hay distintos
sistemas de escritura que pueden representar la misma lengua. Por ejemplo, el
ruso se puede representar con el alfabeto latino o con el alfabeto cirílico, pero
el mensaje lingüístico no cambia:

(16) a. Солнечно
b. solnechno
soleado ‘está soleado’

Por otra parte, la relación entre la representación ortográfica y los sonidos


de la lengua no siempre es directa. En los alfabetos latinos, a veces, la misma
letra representa distintos sonidos, y a veces el mismo sonido se representa de
distintas maneras:

(17) a. Gol, gente


b. Gente, jinete

En el primer caso, la letra “g” representa dos sonidos distintos, en el segundo


caso, el mismo sonido se representa con “g” o “j”. Esto refleja el resultado de
la evolución histórica de la ortografía, que tiene sus propias reglas indepen-
dientes del lenguaje. Por ejemplo, en español la letra “h” no se pronuncia
oralmente, y sin embargo existe como resto histórico de otra época en la que
sí se pronunciaba. Esa letra no nos dice nada sobre el conocimiento lingüístico
del hablante, solo sobre su conocimiento de las reglas de ortografía. Puesto
de otra manera, si mañana nos pusiéramos de acuerdo en eliminar la “h” en
palabras como historia, haber, nuestro conocimiento del español (del sistema
gramatical de la lengua) no cambiaría en nada.

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Introducción 25

En otros sistemas de escritura, la relación no es entre el símbolo y el sonido


de la palabra, como en español o en inglés, sino entre el símbolo y el con-
cepto de la palabra. Por ejemplo, en mandarín, en su forma más simple, los
caracteres representan una imagen: montaña → 山, donde se pueden intuir las
formas de tres montañas.
Esto quiere decir que los sistemas de escritura reflejan un aspecto del len-
guaje de manera indirecta, pero no podemos sacar conclusiones generales
sobre la sintaxis o el lenguaje a partir de reglas ortográficas.

1.3.5 La construcción de un análisis: el razonamiento


sintáctico
Los juicios de gramaticalidad nos sirven para decidir si una oración es generada
por una gramática, y también si nuestras hipótesis son correctas o no. Pero
¿cómo llegamos a esas hipótesis? ¿Cómo se construye un análisis? Como muchos
otros campos de estudio, sobre todo los que usan metodología sistemática, la
sintaxis hace observaciones y agrupa los datos basándose en posibles explica-
ciones sobre su comportamiento, es decir, asumiendo que ese conjunto de datos
tiene algo en común (forman una clase natural). En otros ámbitos, el concepto
de clase natural es muy útil, por ejemplo, si descubro que los trabajadores que
pasan mucho tiempo sentados trabajando desarrollan problemas de circulación
sanguínea, estoy definiendo una clase natural (“trabajadores que pasan mucho
tiempo sentados”).
Podemos ver el procedimiento de análisis sintáctico en el siguiente ejemplo.
Imagínese que un lingüista hablante de ewe (una lengua de Ghana) estudia el
español por primera vez, y oye los siguientes ejemplos:

(18) a. El niño simpático


b. La niña simpática

Nuestro lingüista, entrenado en la metodología que hemos descrito más arriba,


le pregunta a una hablante nativa de español si los dos ejemplos de arriba son

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26 Primera parte

algo que ella diría, o que otros dirían, y añade los siguientes ­ejemplos a la lista
de preguntas:

(19) a. *La niño simpático


b. *La niña simpático
c. *El niña simpática
d. *La niño simpática

La hablante nativa le contesta que los ejemplos de (18) sí son posibles para ella
(son gramaticales), y los de (19) suenan mal; no los produciría y no cree que
nadie más los produciría, por lo tanto son agramaticales.
Nuestro lingüista ahora tiene un grupo de datos que varían mínimamente y
sistemáticamente, algunas variaciones son gramaticales y otras no. Esto es lo
que se llama una distribución sintáctica.

Clase natural: el conjunto de expresiones lingüísticas que tienen una propiedad


común.

Distribución sintáctica: el conjunto de contextos lingüísticos en los que puede


aparecer una expresión lingüística.

¿Cómo explicar estas diferencias? En primer lugar, el lingüista tiene que gen-
eralizar sus datos a otros casos, para ver si afectan solo a un grupo de palabras,
o si afectan a conjuntos más grandes. Eso es lo que vemos a continuación:

(20) a. La abuela alemana


b. La manzana podrida
c. La hoja caída
d. La doctora sabia

En estos ejemplos, nuestra intuición inicial se confirma: los tres elementos


de estos grupos de palabras terminan en la misma vocal (-a), y otros grupos
de palabras tienen una terminación distinta (-o). Además, la exploración nos
permite establecer la clase natural a la que afecta esta distribución:

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Introducción 27

(21) a. La frecuente llegada


b. *La frecuenta llegada

En este caso, vemos que la palabra frecuente no cambia a frecuenta como


lo hacen las otras palabras, porque no está dentro de la clase natural a la
que afectan estos cambios (es un adverbio, y los cambios afectan a nombres,
artículos y adjetivos). La primera hipótesis sería la siguiente:

Hipótesis 1: En español, las terminaciones del artículo, el nombre y el adje-


tivo varían sistemáticamente entre -a y -o

Si continuamos extendiendo los datos, veremos que la distribución sintác-


tica afecta a otros elementos, como un/una, este/esta, etcétera, y además, que
estas terminaciones se relacionan en algunos casos con propiedades de los
objetos en el mundo (el género biológico), pero no en otros casos (hoja, man-
zana). Los parámetros de nuestra distribución son el género y la concordancia
(como veremos con más detalle en el capítulo 5, sec. 5.4.1). El género define
un grupo al que pertenecen los artículos, los determinantes y los adjetivos;
algunos de ellos varían entre masculino y femenino (normalmente los que se
refieren a seres humanos), y otros no. La concordancia es una operación por la
que distintas palabras varían simultáneamente en una frase:

(22) a. Algún amigo francés


b. Alguna amiga francesa

(23) a. Este gabinete elegido


b. *Esta gabineta elegida

(24) a. La invitación recibida


b. *El invitación recibido

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28 Primera parte

Nuestra hipótesis 1 tiene que modificarse: la variación (concordancia) no


es entre -o y -a, sino entre categorías más abstractas, como la de género, y el
género puede expresarse con distintas terminaciones gramaticales.
Si extendemos la distribución, podemos explorar los distintos subgrupos de
cada género (por ejemplo, todos los nombres en -ción son femeninos: la can-
ción, la operación; los nombres que terminan en -ón son masculinos: el tapón,
el melón, etc.). También podemos explorar la concordancia, a ver si afecta a
otros rasgos además del género. En este sentido, vemos rápidamente que el
número también entra en concordancia:

(25) a. Los niños simpáticos


b. Las niñas simpáticas

Esto nos lleva a modificar la hipótesis 2:

Hipótesis 2:
a. En español, los determinantes, los nombres y los adjetivos concuerdan en
género y número.
b. El género gramatical incluye dos valores: masculino y femenino, normal-
mente marcado con una terminación de la palabra.
c. El número gramatical incluye dos valores: singular y plural, normalmente
marcado con una terminación de la palabra.
Las hipótesis que hemos sugerido no deben tomarse como una descrip-
ción completa de la concordancia dentro de los grupos nominales (hay otros
detalles importantes que no hemos mencionado), pero sí ilustran el proceso
de refinamiento entre los datos y el análisis. Por supuesto, el proceso mismo
puede ser más o menos acelerado, y puede considerar paradigmas mucho
más grandes desde el principio. Lo importante es establecer la distribución
sintáctica del fenómeno que estamos analizando, es decir una especie de
mapa lo más completo posible de los límites del fenómeno y de la variación
interna.
Si tratáramos de hacer el mismo proceso con el inglés, veríamos rápida-
mente que la distribución es completamente distinta: solo los nombres muestran

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Introducción 29

variación de número (y los determinantes this/these, that/those), y no concuer-


dan con ningún otro elemento:

(26) a. The nice boys


b. The nice girl
c. *The nices boys
d. *The nices girls

Claramente, las hipótesis que describen al inglés son distintas que las del
español.
Las hipótesis que desarrollamos arriba son generalizaciones descriptivas, es
decir, descripciones de qué es lo que varía y cómo varía. Estas generalizaciones
descriptivas son parte de una teoría más amplia, que intenta conectar distintos
aspectos aparentemente desconectados. Por ejemplo, más arriba veíamos que
los nombres, los determinantes y los adjetivos concuerdan según el género y el
número del nombre. Esa misma variación sistemática también la observamos
en otros contextos, como en los ejemplos de (27). En este caso, la variación
ocurre entre el sujeto y el verbo: yo determina una terminación en el verbo
(-o), ellas, determina otra (-an).

(27) a. Yo no bailo bien


b. Ellas bailan bien

Entonces parece que el español establece este tipo de variación sistemática


entre dos palabras en contextos distintos: cuando son nombres, determi-
nantes y adjetivos, la variación depende del género y el número del nombre,
pero cuando son sujetos y verbos, la variación depende de la persona (yo, el
hablante, o ellas, terceras personas) y del número. Lo que parecía únicamente
un mecanismo de variación sistemática de género y número, también se aplica
a la persona gramatical. Idealmente, las teorías más generales deberían dar un
paso más: explicar si hay algún aspecto del español que produzca el resultado
que hemos descrito, y que lo diferencie del inglés.

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30 Primera parte

Selección de datos Distribución


(juicios de sintáctica (variación

Mayor abstracción
gramaticalidad, y límites del
otras metodologías) fenómeno)

Generalización

Teoría general

Figura 1.5 Procedimiento de análisis sintáctico.

Para resumir, el procedimiento de análisis sintáctico se ve en la ilustración


de abajo: cada paso es más sistemático y más abstracto.

1.3.6 Gramáticas individuales y lenguas

Todos hemos tenido la experiencia de encontrarnos con hablantes de la misma


lengua que tienen maneras un poco distintas de decir las cosas o de llamar a
los objetos. Los casos más conocidos son los de variación en el léxico: palta o
aguacate, maíz, elote o choclo, pero también hay maneras ligeramente distintas
de expresarse sintácticamente. Por ejemplo, para los hablantes de español del
Río de la Plata y de Lima, es perfectamente natural decir (28a), mientras que
los hablantes de otras variedades prefieren decir (28b) (sin la):

(28) a. La vi a la profesora
b. Vi a la profesora

Esto no impide a los distintos hablantes entenderse, incluso entender esas dos
frases, pero sí muestra que hay variación en la sintaxis entre distintos hablantes.
Hemos sugerido que cada hablante tiene la capacidad cognitiva individual
que le permite hablar y entender una lengua, y que produce una gramática
con reglas más o menos abstractas e inconscientes. Eso quiere decir que lo
que llamamos “español” no es más que el conjunto de gramáticas que coin-
ciden en su mayor parte, pero que pueden variar en distintos aspectos (en el
uso de palabras individuales, cómo llaman a algunos objetos, o algunas con-
strucciones ligeramente distintas, cómo pronuncian las palabras, etc.). Es decir,
que cuando hablamos “español”, en realidad nos referimos a una abstracción

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Introducción 31

G1 G2

G3
G4

Figura 1.6 La lengua como la intersección de las gramáticas individuales.

que representa los aspectos comunes de las gramáticas individuales de cada


hablante, como vemos en la figura 1.6, donde hay cuatro gramáticas individu-
ales (de cuatro hablantes) que coinciden en aspectos parciales, pero no en todo.
Lo mismo se puede decir de la gramática del “inglés” o del “chino”. Si
empujamos esta perspectiva hasta sus últimas consecuencias, en realidad la
gramática de un hablante de español y la de un hablante de chino se rep-
resentan de la misma manera que la gramática de un hablante de español
dominicano y uno de español chileno: tienen partes comunes y partes difer-
entes. La gran diferencia es que el conjunto de áreas comunes entre los dos
“españoles” es mayor que entre el español y el chino.

1.4 Resumen del capítulo

En este capítulo hemos introducido las siguientes ideas:

Recursividad: la posibilidad de generar estructuras infinitas con reglas que se


aplican repetidamente, y con un léxico limitado.
Arbitrariedad: La relación no motivada entre la forma de una palabra y su
significado.
Modularidad: La idea de que ciertos dominios cognitivos son cajas cerradas
con reglas propias no accesibles a otros dominios cognitivos.
Gramaticalidad y corrección: El criterio que determina si una oración es con-
sistente con las reglas de una gramática, frente a si una oración es aceptable
según los criterios de un grupo social prestigioso.
Metodología del análisis: La generalización y análisis basados en la distribu-
ción sintáctica de un fenómeno, y la construcción de una teoría basada en
generalizaciones.

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