Camacho - 2019 - Estudios Gramaticales
Camacho - 2019 - Estudios Gramaticales
Camacho - 2019 - Estudios Gramaticales
a la sintaxis
del español
José Camacho
Rutgers University, New Jersey
• Localizar a la sintaxis como una capacidad cognitiva básica de los seres humanos
• Presentar las propiedades que definen a la sintaxis: la capacidad de producir
mensajes nuevos con recursos finitos (la recursividad)
• Explicar la metodología que se usa en el estudio de la sintaxis
• Presentar e ilustrar el concepto de gramaticalidad
• Mostrar cómo se construye una teoría general a partir de la observación de los
datos, la generalización de los patrones, y la formulación de hipótesis y análisis
• Discutir la diferencia entre la capacidad cognitiva para el lenguaje y su uso
(1) a. La casa
b. La casa que vimos ayer
c. La casa que vimos ayer que está en la esquina
d. La casa que vimos ayer que está en la esquina del cruce de la avenida
1ª y la calle 8 . . .
(3) /k-a-s-a/
La historia humana se puede ver como una lucha por aumentar los derechos
de cada uno de los miembros de nuestra especie: el derecho a vivir, el derecho
a la libertad, el derecho a la educación, etcétera . . . Lamentablemente, todos
estos derechos humanos son promesas a las que aspiramos, porque no a todos
los seres humanos se les garantiza el derecho a la vida o a la libertad. El len-
guaje humano, en cambio, se puede ver como el único derecho al que tiene
acceso cualquier persona por el hecho de ser humano. Cuando nacemos, este
derecho se nos aplica casi automáticamente por el solo hecho de crecer alrede-
dor de otras personas que hablan. Si no tenemos dificultades cognitivas serias,
y si estamos expuestos a otras personas que usan el lenguaje, tenemos garan-
tizado que, a los pocos años, tendremos la capacidad de entender y expresar
pensamientos bastante complejos y abstractos independientemente de nuestro
origen, riqueza, clase social, educación, etcétera. Esta habilidad cognitiva de
aprender el lenguaje nos abre la puerta a comunicarnos con otros, a trans-
mitir y recibir información, a vivir en grupos sociales grandes y complejos.
No hay muchos otros derechos que sean al mismo tiempo tan universales,
tan automáticos y tan efectivos. ¿Qué es lo que garantiza la universalidad del
lenguaje humano?
A un nivel general, la respuesta es bastante clara: las características de las
capacidades cognitivas de los seres humanos permiten que se desarrolle el
lenguaje en contacto con el estímulo lingüístico de una comunidad. En este
sentido, se asume que el lenguaje (y la sintaxis) se basa en una habilidad
cognitiva, y por lo tanto individual, que existe de manera inconsciente en todo
hablante. Si tratamos de precisar un poco en qué consiste esa capacidad cogni-
tiva que nos permite hablar y entender un lenguaje, las explicaciones se vuel-
ven más controvertidas. Desde la mitad del siglo XX, una corriente lingüística
muy importante llamada gramática generativa, iniciada por Noam Chomsky,
sostiene que la capacidad lingüística tiene dos características independientes
pero conectadas: es innata y es modular. Al decir que es innata, se dice que es
una habilidad presente en cualquier ser humano como producto de las instruc-
ciones codificadas en su herencia genética. Decir que es modular significa que
es una capacidad con principios que operan dentro de una especie de cajón
cerrado que no tiene en cuenta lo que ocurre en el exterior del cajón, como
vemos en la figura 1.2.
Otras corrientes sicolingüísticas cuestionan la hipótesis del innatismo mod-
ular, y asumen que los principios cognitivos que regulan la forma del len-
guaje no son exclusivos de ese dominio lingüístico, sino parte de habilidades
conceptos
memoria Principios
intención gramaticales oraciones
palabras
/kasa/
casa
/gato/
3+2 /kasa/
3x+2y blah, blah, blah
/kasa/
como dos dimensiones. Una parte importante de ese mecanismo mental con-
siste en generar profundidad visual, del mismo modo que se hace en un cuadro:
representando los objetos más cercanos como más grandes y los más lejanos
como más pequeños.
Entonces, si quisiera proponer mecanismos cognitivos generales, podría
comparar la función de resaltar lingüísticamente que ilustramos en el ejemplo
de (4b) con la función de resaltar un objeto en primer plano. Pero ¿se usan los
mismos mecanismos? Hay dos categorías básicas que intervienen en la percep-
ción de la profundidad visual: las claves que proporciona el uso de los dos ojos
(binoculares), y las que proporciona el uso de uno solo (monoculares). Entre
las primeras están si los objetos se perciben de la misma manera por los dos
ojos, o si hay diferencias, mientras que las segundas incluyen claves kinéti-
cas y físicas (tamaño relativo, sombras, orientación, elevación, etc.). Vemos,
entonces, que hay ciertos parecidos entre el resalte lingüístico y la profundi-
dad de campo visual: los dos usan la prominencia (la intensidad de voz más
fuerte en el caso de la gramática, tamaño en el caso de la profundidad visual),
los dos usan claves de posición (en los márgenes de una cláusula, o en el
primer plano de una escena), pero también hay ciertas diferencias: el lenguaje
no parece tener nada parecido a las claves binoculares, ni a la orientación o
la elevación, y en cambio sí usa aspectos como la categorización de los con-
stituyentes (en “frase nominal”, por ejemplo), definitud, o el hecho de que el
elemento focalizado (la bicicleta) se relaciona con un pronombre átono (la).
El reto de la perspectiva no modular consiste en formular principios suficien-
temente generales como para que se apliquen a fenómenos de distintas áreas
cognitivas (en este caso, el resalte lingüístico y la perspectiva visual), pero sufi-
cientemente específicos como para explicar los efectos precisos de ese mecanismo
en cada una de las áreas cognitivas. En cierto sentido, este reto no es muy distinto
que el que tiene la genética para explicar cómo los mismos elementos bioquími-
cos y las mismas reglas combinatorias pueden resultar en un ala o una pata.
En este manual asumimos que algunas reglas sintácticas se basan en oper-
aciones cognitivas más generales, pero aplicadas de manera especializada en
la gramática. Por ejemplo, los mecanismos por los que dos palabras se com-
binan para formar una unidad parecen ser suficientemente generales (y segu-
ramente también participan en operaciones aritméticas como sumar), pero al
mismo tiempo la manera como se aplican en la sintaxis probablemente es
En esta sección introducimos los aspectos básicos del análisis sintáctico: ¿de
dónde salen los datos? ¿Qué cuenta como un dato relevante? ¿Cómo se con-
struyen los análisis y las hipótesis?
Como todo objeto de estudio, la sintaxis tiene una metodología que combina
la observación de los datos con las teorías y explicaciones. Los datos sintácti-
cos pueden obtenerse de distintas maneras: de corpus escritos u orales, que son
grandes bases de datos que acumulan textos obtenidos de distintos hablan-
tes o autores; también se pueden obtener datos observando directamente el
habla de un hablante (grabándolo, por ejemplo), o construyendo ejemplos y
probando si son aceptables para el hablante, o diseñando otras metodologías
experimentales que miden de manera indirecta la reacción de un hablante ante
un estímulo lingüístico. Por ejemplo, un hablante puede reaccionar más len-
tamente al procesar a una frase que tiene alguna anomalía que a otra que no
la tiene, y eso nos da una clave indirecta sobre la existencia de esa anomalía.
Una de las metodologías más populares en los últimos 50 años (desde los
primeros libros del lingüista Noam Chomsky) consiste en asumir que una
gramática produce un conjunto de oraciones, pero en cambio no puede pro-
ducir otras muchas oraciones. Por ejemplo, el conjunto de reglas gramaticales
que sigue cualquier hablante de español puede producir lo siguiente, por muy
extrañas o infrecuentes que suenen estos ejemplos:
En cambio, las reglas gramaticales del español no pueden producir estos otros
ejemplos:
Aunque los ejemplos de (7) tienen las mismas palabras que los de (6), la
manera como están organizadas no es consistente con las reglas del español
de ningún hablante. Nótese que en el caso de (7b) es relativamente fácil ver
cuál es la diferencia con (6b): el orden de los determinantes (este, la, mi) y sus
nombres están invertidas (nube esta en vez de esta nube), y las preposiciones
(de) aparecen detrás, no delante del nombre. A pesar de que es fácil describir la
diferencia, este ejemplo no sería producido por ninguna gramática de ningún
hablante del español.
En ese sentido, llamamos a las oraciones o ejemplos que sí pueden ser pro-
ducidos por la gramática de una lengua, oraciones gramaticales, y a las que no
pueden ser producidas por la gramática de una lengua, oraciones agramaticales
(marcada con “*” en los ejemplos), como se ilustra en la figura 1.4.
¿Cuántas oraciones gramaticales puede producir una gramática? ¿Y cuántas
agramaticales? La respuesta es “un número infinito” en los dos casos, porque
las reglas gramaticales pueden ser aplicadas recursivamente, como ya dijimos.
¿Cómo sé si una oración es gramatical o no? La idea es relativamente
simple, en principio: se le pregunta a un hablante nativo de la lengua cuál
es su reacción cuando oye el ejemplo correspondiente: si es gramatical, la
Gramática X
Oraciones producibles Oraciones
Prinicipio 1 por la gramática X gramaticales
Prinicipio 2…
reconocerá como algo que podría decir o que podría oír a su alrededor, y si es
agramatical, no la reconocerá como algo que diría o que podría oír a su alre-
dedor. Por ejemplo, si a un hablante de español le presento los ejemplos de (8)
y le pregunto si considera que algún hablante de español diría esos ejemplos,
su respuesta será probablemente que (8a) sí es producible por un hablante de
español, pero (8b) no.
Es posible que un hablante piense que nunca diría (9a) porque es contra-
dictoria, o que (9b) suena rara porque las golondrinas no barren, y porque
los mares no pueden ser barridos. Sin embargo, hay una diferencia intuitiva
entre (8b) y (9): no es que haya un problema con el significado de (8b), sino
con la manera como están organizadas las palabras en ese ejemplo. En (9),
en cambio, las palabras no están desorganizadas, sino que en el primer ejem-
plo estamos afirmando y negando algo al mismo tiempo, y en el segundo,
le estamos dando propiedades extrañas a los pájaros y a los mares, que no
corresponden con lo que pasa en el mundo. Puesto de otra manera, podríamos
imaginar cómo sería el mundo si mil golondrinas barrieran los mares, pero no
podemos imaginar qué habría que cambiar en el mundo para que (8b) sonara
como español.
Por supuesto, de nada nos sirve tener sólo una lista infinita de oraciones
gramaticales y agramaticales producida por juicios de gramaticalidad. Lo que
nos interesa es generar hipótesis o análisis que hagan predicciones sobre si
un ejemplo es gramatical o no. Si la predicción coincide con la intuición del
hablante, la hipótesis es explicativa, si no, hay que modificarla.
Ejemplo gramatical: una secuencia lingüística que puede ser producida según el
sistema cognitivo inconsciente de la gramática de un hablante.
Ejemplo correcto: una secuencia lingüística que es aceptada por un grupo social
con poder para aceptarla.
(10) adaptar.
hablante de esa región considera esa expresión inaceptable, hay que determi-
nar si la razón es que es agramatical, o simplemente socialmente inaceptable.
En otros casos, un ejemplo puede tener dos interpretaciones, una muy
prominente y otra no tanto, y es posible que el hablante reaccione a la más
prominente:
El ejemplo de (11) tiene dos posibles estructuras, que corresponden a las inter-
pretaciones de (11a) y (11b). En la primera, Juan es el tema o el autor de la
carta; en la segunda, estamos hablando de Juan, pero él no es necesariamente
el autor o el tema de la carta. ¿Qué interpretación tiene usted? Si un hablante
acepta el ejemplo como gramatical, ¿lo hace con la interpretación de (11a)
o de (11b), o de las dos? Al investigar, tenemos que asegurarnos cuál de las
opciones refleja la respuesta del hablante.
Un aspecto un poco distinto sobre los datos lingüísticos se refiere a la ide-
alización. Las gramáticas de los hablantes varían más o menos, pero al hacer
análisis, es frecuente preguntarle datos a distintos hablantes, e “idealizarlos”
como si fueran de un único hablante sin variación. Con frecuencia, se habla
de un hablante/oyente ideal, que vive en una comunidad lingüísticamente
homogénea, y que no se ve afectado por limitaciones de memoria, distracciones,
errores. En la práctica, es muy difícil obtener datos ideales, y tampoco está claro
cuáles son los criterios que nos permitirían distinguir los datos “ideales” de los
datos “contaminados”, por llamarlos de alguna manera.
Además, la idea del hablante ideal de una comunidad homogénea ha llevado
a muchos lingüistas a no tener en cuenta datos de hablantes bilingües, por
ejemplo, puesto que el bilingüismo se ve como una complicación innecesaria
para establecer los análisis sintácticos. Sin embargo, no pensamos que esa sea
una conclusión correcta. Por un lado, la capacidad cognitiva que muestran los
hablantes bilingües es comparable a la de los monolingües, en el sentido que
Los hablantes bilingües tienen intuiciones muy claras de sobre en qué parte
de una cláusula se puede cambiar de una lengua a otra. Por ejemplo, el cambio
de código de (12) suena mucho menos natural que el de (13). Hay varias
posibles explicaciones sobre por qué existe este patrón, pero el punto más
importante es que el cambio de código nos muestra aspectos interesantes de la
sintaxis del español y del inglés que posiblemente pasarían desapercibidas si
no se incorporaran los datos del cambio de código de los bilingües.
En este manual asumimos que los datos bilingües son importantes por todas
estas razones, y los incorporaremos cuando sea posible en las explicaciones
sintácticas junto con los datos de los monolingües.
La idea de un hablante/oyente ideal está conectada con otra distinción
teórica importante y bastante controvertida. Imaginemos que quiero comprar
un automóvil nuevo y comparo el consumo de gasolina de varios modelos,
según lo que me indican las medidas del gobierno federal. Unos modelos
indican 35 millas por galón, otros 32, otros 29. Cuando salgo de la tienda
con el modelo de 35 mpg, empiezo a manejar y descubro que el rendimiento
real está más cerca de 30 mpg. Al preguntarle al vendedor, me explica que la
cifra de 35 mpg que se anuncia oficialmente es una estimación del potencial
del vehículo en las mejores condiciones posibles (velocidad de 40 millas por
hora, en carretera, sin acelerar bruscamente, etc.), pero en condiciones reales
el rendimiento es mucho más bajo. De alguna manera, yo me siento engañado,
porque a mí me interesa el consumo real, no el potencial, pero los ingenieros
federales han decidido medir la capacidad ideal de cada motor, no su funcio-
namiento en condiciones reales.
En el caso del lenguaje ocurre algo parecido: la idea de hablante/oyente
ideal refleja un sistema lingüístico en condiciones ideales, no en el uso diario.
Igual que con los motores, estas capacidades ideales pueden verse afectadas
por las condiciones de uso diario. En el caso del lenguaje, esas condiciones
incluyen la capacidad de memoria, el cansancio, los errores, la capacidad de
reflexión metalingüística, etcétera. Estos factores no son parte directa de la
capacidad estrictamente lingüística, pero sí pueden afectar a los resultados. En
los dos ejemplos (el consumo de gasolina y los juicios de los hablantes), distin-
guimos entre la capacidad potencial y el funcionamiento real y los consider-
amos como dos aspectos independientes que deben ser separados a la hora de
analizar los resultados. En la tradición lingüística generativa, esta diferencia
se llama competencia y actuación: la competencia es la capacidad cognitiva
que se refleja en reglas o principios gramaticales ideales que delimitan qué se
puede producir y entender en principio, y la actuación es el resultado que se
produce en las condiciones de uso lingüístico real. Según esta idea, un ejemplo
puede ser gramatical o agramatical según la competencia del hablante, pero
ese mismo ejemplo podría ser afectado por condiciones de uso real (actuación)
que lo hagan más o menos aceptable para ese hablante.
Esta distinción entre competencia y actuación es controversial por varias
razones. Por un lado, es muy difícil tener evidencia sobre la competencia
lingüística de un hablante independientemente de su actuación, porque no ten-
emos maneras de observar directamente el funcionamiento de la mente, sino
que sólo lo podemos hacer a través de actuaciones lingüísticas en condiciones
reales. Por ejemplo, para dar un juicio de gramaticalidad sobre una oración,
puedo leerla o puedo oírla, pero en los dos casos, mi capacidad de lectura y mi
(15) ??El ciclista que la persona que salió vio atropelló a la ardilla
El resultado es bastante dudoso (por eso lo marcamos con “??”), pero la reac-
ción negativa ¿indica que es agramatical, o simplemente difícil de procesar?
Si determinamos que es agramatical, este ejemplo refleja algo sobre la man-
era en que funcionan las gramáticas, pero si es difícil de procesar, el ejemplo
refleja algo sobre la memoria humana, no sobre la gramática. En la práctica,
decidir el origen de la anomalía en estos ejemplos es muy difícil, y en realidad
depende mucho de los presupuestos teóricos que uno asume.
En cualquier caso, estos contrastes ilustran la dificultad de separar los efec-
tos del procesamiento sobre las representaciones gramaticales, incluso si uno
asume que son dos mecanismos independientes.
(16) a. Солнечно
b. solnechno
soleado ‘está soleado’
algo que ella diría, o que otros dirían, y añade los siguientes ejemplos a la lista
de preguntas:
La hablante nativa le contesta que los ejemplos de (18) sí son posibles para ella
(son gramaticales), y los de (19) suenan mal; no los produciría y no cree que
nadie más los produciría, por lo tanto son agramaticales.
Nuestro lingüista ahora tiene un grupo de datos que varían mínimamente y
sistemáticamente, algunas variaciones son gramaticales y otras no. Esto es lo
que se llama una distribución sintáctica.
¿Cómo explicar estas diferencias? En primer lugar, el lingüista tiene que gen-
eralizar sus datos a otros casos, para ver si afectan solo a un grupo de palabras,
o si afectan a conjuntos más grandes. Eso es lo que vemos a continuación:
Hipótesis 2:
a. En español, los determinantes, los nombres y los adjetivos concuerdan en
género y número.
b. El género gramatical incluye dos valores: masculino y femenino, normal-
mente marcado con una terminación de la palabra.
c. El número gramatical incluye dos valores: singular y plural, normalmente
marcado con una terminación de la palabra.
Las hipótesis que hemos sugerido no deben tomarse como una descrip-
ción completa de la concordancia dentro de los grupos nominales (hay otros
detalles importantes que no hemos mencionado), pero sí ilustran el proceso
de refinamiento entre los datos y el análisis. Por supuesto, el proceso mismo
puede ser más o menos acelerado, y puede considerar paradigmas mucho
más grandes desde el principio. Lo importante es establecer la distribución
sintáctica del fenómeno que estamos analizando, es decir una especie de
mapa lo más completo posible de los límites del fenómeno y de la variación
interna.
Si tratáramos de hacer el mismo proceso con el inglés, veríamos rápida-
mente que la distribución es completamente distinta: solo los nombres muestran
Claramente, las hipótesis que describen al inglés son distintas que las del
español.
Las hipótesis que desarrollamos arriba son generalizaciones descriptivas, es
decir, descripciones de qué es lo que varía y cómo varía. Estas generalizaciones
descriptivas son parte de una teoría más amplia, que intenta conectar distintos
aspectos aparentemente desconectados. Por ejemplo, más arriba veíamos que
los nombres, los determinantes y los adjetivos concuerdan según el género y el
número del nombre. Esa misma variación sistemática también la observamos
en otros contextos, como en los ejemplos de (27). En este caso, la variación
ocurre entre el sujeto y el verbo: yo determina una terminación en el verbo
(-o), ellas, determina otra (-an).
Mayor abstracción
gramaticalidad, y límites del
otras metodologías) fenómeno)
Generalización
Teoría general
(28) a. La vi a la profesora
b. Vi a la profesora
Esto no impide a los distintos hablantes entenderse, incluso entender esas dos
frases, pero sí muestra que hay variación en la sintaxis entre distintos hablantes.
Hemos sugerido que cada hablante tiene la capacidad cognitiva individual
que le permite hablar y entender una lengua, y que produce una gramática
con reglas más o menos abstractas e inconscientes. Eso quiere decir que lo
que llamamos “español” no es más que el conjunto de gramáticas que coin-
ciden en su mayor parte, pero que pueden variar en distintos aspectos (en el
uso de palabras individuales, cómo llaman a algunos objetos, o algunas con-
strucciones ligeramente distintas, cómo pronuncian las palabras, etc.). Es decir,
que cuando hablamos “español”, en realidad nos referimos a una abstracción
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