España

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Frias Cruz Erika Lisset

España

Doctrina católico-española del siglo XVII sobre el Estado. Monarquía, Estado e


Imperio.
Realiza un resumen de la teoría de la guerra, el derecho de intervención y la paz en
Francisco Suarez tomando en cuenta la idea de imperio, la idea de lo que es la guerra
y la paz de los autores jesuitas.

En la tradición que representa la Escuela de Salamanca sobre la guerra y la paz,


Suárez tiene sin duda un sitial destacado, pues por su condición de jesuita español su
obra está en el centro de las controversias doctrinales de las monarquías europeas. El
tema de la guerra y la paz constituyen los temas prioritarios en la teoría de las
relaciones internacionales del período, la guerra es uno de los mecanismos que
emplean los Estados para la solución de sus controversias internacional. La guerra ha
sido siempre uno de los temas obligados y predilectos de toda la filosofía de la historia,
por lo que tiene de terrible y fatal. La presencia de la guerra en cada fase de la historia
humana, por lo menos hasta hoy, constituye para dicha reflexión uno de los problemas
más inquietantes y fascinantes. En la época de Francisco Suárez, la teoría de la guerra
justa defendida por los teólogos y juristas cristianos confesionales se open al concepto
de guerra fundado en el principio de razón de estado.

La teoría de la guerra justa como la postulada por Suárez y su escuela resulte un tanto
anacrónica, y, un mero formalismo jurídico, sin embargo, procuró establecer un
conjunto de restricciones morales y jurídicas para emprender un conflicto bélico. Un
segundo argumento en Suárez es el derecho de intervención. Un tercero y último se
refiere al tema de la paz, el más breve de los temas tratados, expuesto en las
conclusiones, para Suárez: “La lucha exterior que se opone a la paz externa se llama
propiamente guerra, cuando se entabla entre dos soberanos o entre dos Estados […]”.
Que limita el término de guerra al conflicto armado entre dos estados. A partir de esta
definición la guerra es siempre un conflicto interestatal.
Existe una argumentación esencialmente casuística jesuita en la exposición de Suárez,
interpretando las Sagradas Escrituras señala que la guerra en cuanto tal no es
intrínsecamente mala porque hay circunstancias, especialmente frente a los enemigos
de la fe, que sí la justifica.

Suárez señala explícitamente objetando los argumentos de quienes señalan la maldad


moral de la guerra, lo siguiente: “La guerra no es contraria a una paz honesta, sino a
una paz mezquina, ya que significa el medio mejor para obtener una paz justa y
estable. Tampoco se opone al amor de los enemigos; porque no odia a las personas el
que lícitamente hace la guerra, sino las acciones que justamente castiga por medio de
las armas”, la argumentación de Suárez es mero ideologismo ético por que la guerra sí
engendra odios y jamás permitirá alcanzar una paz justa: tal vez sí estabilidad política,
pero con las reservan morales y estratégicas que permiten revertir dicha situación
cuando el equilibrio de poder.

Suárez llega a defender la justicia de la guerra de agresión: “muchas veces es


necesario que el Estado haga la guerra para evitar la injusticia y reprimir a los
enemigos perversos; que sin esto no podrían los Estados vivir en paz. En conclusión,
está permitida la guerra por derecho natural y, en consecuencia, también por la ley
evangélica, que en nada deroga el derecho natural […]”. El término necesidad
constituye en definitiva la reserva moral para hacer la guerra, sin embargo, Suárez al
final del primer punto señala que la guerra es un negocio inmoral y su solicitud
demanda el cumplimiento de un conjunto de exigencias: “Aunque no es la guerra
intrínsecamente mala, es uno de esos negocios que muchas veces llega a ser
inmorales a causa de los muchos males que lleva consigo. Por esta razón son
necesarias muchas circunstancias para que la guerra se lícita […]”. Los siguientes
puntos son una especificación de los requisitos que deben concurrir para llevar a cabo
una guerra. Constituye una de las formulaciones teóricas más acabada desde la
perspectiva de una ideología jurídica iusnaturalista.

Para que exista una causa legitima debe existir previamente una situación de hecho
gravísima que amerite la guerra, ya que ésta implica la perdida del patrimonio, de la
vida y la libertad. Sostiene Suárez debe ser justificado por razones fuertes (injurias).
La guerra según en palabras de Suárez es siempre un conflicto interestatal y como
ambos tienen jurisdicción y gozan de legitimidad para declarar la guerra, se trata de
preservar la integridad de los derechos de los Estados representados por sus legítimos
soberanos. Suárez en su argumento es extremo, pus llaga afirmar: “Ha sido instituida la
guerra agresiva para hacer las veces del tribunal que administra justicia”. Estamos ante
la justificación ideológica de la guerra; el reconocimiento de la legitimidad de la guerra
de agresión.

La teoría de la guerra justa y de la guerra agresiva se torna rápidamente en una


ideología ética -derecho natural- del terror y violencia para justificar el dominio por la
fuerza de otro Estado. Este sentido la propuesta de Suárez sirve plenamente a los
intereses del Estado imperial monárquico español. Hasta cierto punto mas civilizada de
la teoría de la guerra y del imperio que comenzaba a desarrollarse en Europa para
explicar los fundamentos del dominio material y espiritual de la civilización occidental
sobre las restantes civilizaciones del mundo. No es una mera disputa doctrinal sobre el
tema sino la consolidación de una normativa que mejor resguarde los intereses del
imperio colonial católico español.

La guerra es el procedimiento bélico en sí, para Suárez un Estado, el soberano como


su representante debe manifestar a su enemigo las motivaciones para emprender una
guerra y exigir, previo a las acciones militares, el reconocimiento de la injuria y las
reparaciones correspondiente, si así procediere el estado considerado injuriante, la
guerra quedaría clausurada como vía de resolución del conflicto. El problema con esta
teoría surge cuando el otro estado tiene la capacidad militar suficiente como para
responder con la guerra a un Estado le reclama reparaciones por ello.

La legitimidad política de la autoridad proviene de Dios, resistirse a ella es resistir los


mandatos divinos, Suárez se inclina abiertamente por lo que en su época se
consideraba como núcleo de la doctrina de la soberanía popular jesuítica: el tirano
tiranicidio.

El tema de la intervención se refiere concretamente a la jurisdicción espiritual del


Papado de evangelizar, generó profunda controversia entre la Iglesia y el Estado, las
prerrogativas de la iglesia católica estaban garantizadas por medios del régimen
jurídico del patronato. Una cosa era el reconocimiento de los privilegios que la
monarquía otorgaba a la Iglesia y otra la participación de la Iglesia en la política
internacional de la época. Durante la Guerra de los Treinta Años los intereses del
Papado no coincidían con los de la monarquía, el tema de intervención con el objetivo
de evangelizar tierras de infieles, ya no sólo se trataba de un problema confesional,
sino, tenia implicancias de tipo político ya que generaba conflictos entre la condición del
cristiano y súbdito.

El tema de la paz en la teología moral cristiana no existe empero un cuerpo teórico


desarrollo con el de la teoría de la guerra, Suárez no escapa a esta limitación. Los
sistemas políticos que se han sucedido históricamente han desarrollado una teoría y
una institucionalidad autocrática basada en la obediencia y en el poder absoluto de los
gobernantes. El siglo XX siglo de guerra total la paz logrará un espacio permanente en
el pensamiento político. En cuanto a la brevísima pero no menos esencial propuesta
suarenciana sobre la paz, el jesuita español señala: “la paz es un precepto, porque es
una manifestación esencial del amor, el cual busca la unión entre los hombres. Así dice
San Pablo: “vivir en paz y el de Dios de la Caridad y de la paz será con vosotros”. Este
tópico podemos decir que una de las primeras y mas completas formulaciones de un
discurso político-jurídico sobre la paz fue en el siglo XX por H. Kelsen, es congruente
con los principios de la ética y la teología moral cristianismo.

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