El documento analiza las causas de la crisis financiera mundial de 2008, argumentando que se originó por burbujas especulativas en los mercados inmobiliarios y de valores a nivel global, no solo por las hipotecas subprime en EEUU. Propone democratizar el sistema financiero para evitar futuras crisis.
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El documento analiza las causas de la crisis financiera mundial de 2008, argumentando que se originó por burbujas especulativas en los mercados inmobiliarios y de valores a nivel global, no solo por las hipotecas subprime en EEUU. Propone democratizar el sistema financiero para evitar futuras crisis.
El documento analiza las causas de la crisis financiera mundial de 2008, argumentando que se originó por burbujas especulativas en los mercados inmobiliarios y de valores a nivel global, no solo por las hipotecas subprime en EEUU. Propone democratizar el sistema financiero para evitar futuras crisis.
El documento analiza las causas de la crisis financiera mundial de 2008, argumentando que se originó por burbujas especulativas en los mercados inmobiliarios y de valores a nivel global, no solo por las hipotecas subprime en EEUU. Propone democratizar el sistema financiero para evitar futuras crisis.
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El estallido de la burbuja
Robert J. Shiller
A menudo se comenta que la actual crisis financiera mundial empezó
en Estados Unidos. Esta afirmación no es inexacta, puesto que las primeras fisuras de la arquitectura financiera global, cuando la crisis atrajo la atención del mundo, guardaba relación con las hipotecas subprime (hipotecas de alto riesgo) que se originaron en Estados Unidos. Entre enero y marzo de 2007 más de cuarenta agencias que emitieron esta clase de hipotecas en EEUU cerraron o se declararon en quiebra. Sin embargo, no deberíamos confundir los primeros síntomas de la crisis con la causa última de la misma. La crisis tuvo sus verdaderos orígenes en las burbujas del mercado financiero y del mercado de valores, unos sucesos de magnitud internacional.
La mayor parte de Europa occidental experimentó un auge en el sector
de la vivienda en los albores del siglo XXI. Los booms en el Reino Unido, Francia, España, Italia e Irlanda fueron especialmente relevantes, y también ocurrieron en otros países de Europa occidental. Sucedió lo mismo en zonas de Rusia, India, China y Corea.
El boom del mercado de valores se produjo poco después de 2003 y
afectó a caso todos los principales países del mundo; alcanzó sus niveles máximos en verano de 2007 o, en algunos países, a principios de 2008. La devastación de los mercados de valores desde entonces ha sido prácticamente universal.
Estos booms y sus consiguientes estallidos alrededor del mundo
representan la verdadera causa de la crisis de las hipotecas subprime. Las crisis se han difundido por todo el mundo debido en parte a la interconexión de los mercados financieros con empresas que realizan grandes inversiones en sus respectivos títulos y obligaciones, de modo que la quiebra de una entidad fomenta la posible quiebra de las demás. Las crisis también se han extendido por todo el mundo porque todos compartimos la misma psicología inversora. La burbuja especulativa que impulsó al alza a todos los mercados tenía un particular denominador común: la sensación de que nada podía ir mal en ellos, que los precios subían inexorablemente y, en consecuencia, surgió una complacencia que permitió asumir riesgos en los mercados financieros con una falta de previsión impactante.
Se ha producido una cierta uniformidad de respuesta a la crisis en gran
parte del mundo. Esta uniformidad surgió después de que la intensidad de la crisis se revelara con fuerza la semana del 03 al 10 de octubre de 2008, una semana que empezó con la aparentemente favorable aprobación de La Ley de Emergencia de Estabilización Económica en Estados Unidos, una iniciativa que en principios haría subir los mercados. En cambio, esa semana se ha convertido en la pero de la historia de la bolsa estadounidense desde la Gran Depresión. En Japón, la conducta del mercado de valores esa misma semana fue peor que la semana más negativa de la crisis financiera asiática. En México, el comportamiento de la bolsa fue igual de nefasto que los peores momentos de la crisis financiera que el país padeció en 2002. En esta ocasión, todas las crisis sucedieron al mismo tiempo en gran parte del mundo.
Los líderes políticos, desmotivados por esta confluencia de crisis
nacionales, se reunieron y acordaron un programa conjunto de acción como el mejor modo de remediar una situación de proporciones globales. Como consecuencia de ello, los países del G-7 anunciaron el 10 de octubre de 2008 que adoptarían una serie de medidas: 1) impedir la quiebra de “instituciones financieras importantes para el sistema”; 2) “descongelar los mercados de créditos y divisas”; 3) “recaudar capital de fuentes públicas y privadas” para los bancos; 4) garantizar que el seguro de depósitos nacionales esté a salvo; 5) reiniciar los mercados secundarios de las hipotecas. Los países del G-20 apoyaron este plan el fin de semana siguiente.
Todas estas medidas dan la sensación de ser remiendos al sistema que
tenemos hoy en día. Algunas fueron necesarias dadas las críticas circunstancias, pero no introducen ideas nuevas o instituciones. Es necesario que nos fijemos en otras propuestas a largo plazo, propuestas que puedan tener un impacto más profundo en esta crisis y que nos preparen para otras que sobrevengan en el futuro.
Las soluciones de largo recorrido para la crisis requieren un avance
hacia la democratización del sistema financiero, es decir, hacer que las instituciones financieras funcionen mejor para todos, no solo para unos cuantos privilegiados.
La crisis financiera actual ha adoptado una nueva dimensión
psicológica ya que ha asomado el temor a otra depresión como la de la década de 1930. El descenso en los niveles de confianza amenaza con crear una recesión planetaria que podría cebarse en la economía mundial durante varios años.
Lo mejor que podemos hacer para reestablecer la confianza es
asegurarnos de que nuestros sistemas económicos no solo funcionen bien, sino que funcionen mejor que nunca. Para lograr este objetivo, debemos hacer progresar la calidad de nuestro sistema financiero, lo cual requiere la aplicación de innovaciones que no solo le pongan parches a su maltrecho funcionamiento, sino que nos hagan avanzar hacia un nuevo modelo prestando atención a la gestión a largo plazo de sus aspectos fundamentales.
La clave de la solución a las hipotecas subprime, destinada a impedir
crisis como la actual en el futuro y mitigar sus efectos nocivos, está en la democratización de las finanzas: ampliar la aplicación de principios financieros sólidos a un segmento cada vez mayor de la sociedad, utilizando toda la tecnología moderna que tengamos a nuestro alcance para lograr este objetivo.
Este modo de proceder reducirá la incidencia a largo plazo de las
burbujas especulativas como el auge de la vivienda que acabamos de experimentar. Siempre y cuando se produzcan estas burbujas, establecerán un contexto racional para responder a ellas, en vez de buscar soluciones rápidas de emergencia como las que predominaron al inicio de esta crisis en 2007.