Micaela Bastidas
Micaela Bastidas
Micaela Bastidas
BASTIDAS
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Micaela Bastidas
Lima, agosto 2018
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Micaela Bastidas
Sara Beatriz Guardia
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ÍNDICE
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PRESENTACIÓN
9
Claudia Luna hace una ccomparación entre autodiscurso, testimonio y represen-
tación de Micaela Bastidas. Una importante reflexión en torno a sus cartas y órde-
nes, y el rol de quienes las copiaron y tradujeron. Estudia el texto de su Confesión,
redactada por el Juez Mata Linares, al que considera un ejemplo de Testimonio
Inmediado utilizando para ello las reflexiones sobre testimonio y poder de Lienhard,
Sklodovska, y otros. Así mismo, analiza la presentación actual de Micaela a través de
su recreación en la biografía novelada Micaela Bastidas, la precursora, y en la “narrativa
de extracción histórica” Habla Micaela.
10
MICAELA BASTIDAS
Y LA INSURRECCION DE 1780
Sara Beatriz Guardia
11
Mientras que en la década de 1980, el reconocimiento de un campo histórico
femenino cobró impulso en América Latina. En 1985, Asunción Lavrin publicó
Las mujeres latinoamericanas. Perspectivas históricas (1985), obra que marcó
una etapa en los estudios de la historiografía de las mujeres. También en 1985,
apareció en el Perú la primera edición de mi libro: Mujeres peruanas. El otro
lado de la historia, que actualmente está en la quinta edición. Poco después, en
1986, se impartió el primer curso de Historia Social de la Mujer en México en la
Universidad Nacional Autónoma de México. Es desde esta reconstrucción de la
historia que nos acercaremos a la vida de Micaela Bastidas.
La Conquista
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El Parecer legitimó la reforma política del virrey Toledo e intentó desautorizar
la propuesta del padre Las Casas afirmada en el derecho natural, el derecho
humano y el derecho divino de la evangelización. Esto permitió ejecutar al Inca
Tupac Amaru por el delito de ser el último Inca, ordenar el sistema administrativo
del virreinato, y crear la mita a fin de proveer mano de obra a las minas de Potosí
(plata) y de Huancavelica (azogue). También se estableció el Tribunal de la Santa
Inquisición el 25 de enero de 1569, que contó con el apoyo de Francisco de
Ávila, vicario de las provincias de Huarochirí, y encargado de dirigir la primera
campaña de extirpación de las idolatrías. En su libro Tratado de los Evangelios,
Francisco de Ávila evoca con orgullo las virtudes de su tarea evangelizadora: “¿Yo
propio no saqué más de treinta mil ídolos por mis manos […] y quemé más de
tres mil cuerpos de difuntos que adoraban?”10.
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no vacila en decirle al Rey que “será preciso apartar la cordura para referirle con
claridad que haga ver con cuánta inhumana impiedad proceden unos hombres
cristianos que, olvidados de su carácter y de toda su razón política, no tendrán
semejantes en las menos incultas naciones”16. La muerte de centenares de miles
de indios en el cumplimiento de una múltiple y dura carga para con el colonizador,
el Estado y la Iglesia diezmó la población al grado que el cronista español Cieza de
León llega a decir que: “todos los más de estos valles están casi desiertos habiendo
sido en lo pasado tan poblados como muchos saben”17.
Sublevaciones y resistencia
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A fines de mayo de 1742, en las misiones franciscanas de la ceja de selva de los
actuales departamentos de Junín y de Pasco, estalló un movimiento autonomista
liderado por Juan Santos Atahualpa que durante diez años fustigó a los españoles
con ataques sorpresivos desde el sur andino, un área periférica a los intereses del
virreinato. En 1750 se develó en la ciudad de Lima una conspiración de artesanos
mestizos e indios.
Pero descender de los últimos soberanos del Imperio Incaico no era una
cuestión que se limitaba a hacer válidos los títulos y pertenencias ante la ley
de los conquistadores. El Inca, era el hijo del Sol, y su sola presencia causaba
una profunda emoción colectiva. Cuenta el historiador inglés Clemente
Markham que cuando el último Inca Túpac Amaru, fue ejecutado en 1572 en
la Plaza Mayor del Cusco por el Virrey Francisco de Toledo, su cabeza quedó
clavada en un palo para que sirviera de escarmiento. En la noche, los españoles
contemplaron sorprendidos cómo una multitud de indios de rodillas veneraba
a su Inca muerto. De esta adoración y de la esperanza surgió el mito de Incarrí,
15
el hijo del Sol que un día uniría sus miembros enterrados en diferentes lugares y
volvería para poner fin a la explotación:
“El Inca de los españoles apresó a Inkarrí su igual. No sabemos dónde. Dicen
que sólo la cabeza de Inkarrí existe. Desde la cabeza está creciendo hacia dentro;
dicen que está creciendo hacia los pies. Entonces volverá, Inkarrí, cuando esté
completo su cuerpo. No ha regresado hasta ahora. Ha de volver. Ha de volver
a nosotros, si Dios da su asentimiento. Pero no sabemos, dicen, si Dios ha de
convenir en que vuelva”24.
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Al respecto, Juan José Vega sostiene que las frecuentes ausencias de su marido,
empeñado durante años en legitimar el cacicazgo y en la ejecución de diversos
trámites mercantiles y de comercio, permitieron que asumiera la administración
de tierras y animales, llevar las cuentas, y el pago del salario a los peones26.
Diez años antes de la insurrección, José Gabriel Túpac Amaru había iniciado
ya una tenaz defensa de los indios contra el abuso de los españoles. Pero en esta
etapa sólo buscaba protegerlos a través de la aplicación de las Leyes de Indias y el
cambio de las malas autoridades. A la par que intentaba lograr el registro de su
derecho como sucesor de los Incas. El cacicazgo de los Tupac Amaru se extendía
por los pueblos de Surimana, Pampamarca y Tungasuca, en la provincia de Tinta,
a orillas del camino real que conducía desde Lima a Buenos Aires. Frente a la
negligencia de las autoridades de Tinta y el Cusco, viajó a Lima a mediados
de 1777. Allí se relacionó con pensadores que posteriormente conformaron
la Sociedad Amantes del País, cuya influencia sería decisiva en su formación
política. La misma Micaela lo dice: “a mi marido le abrieron los ojos en Lima” 27.
Durante las dos primeras semanas de noviembre, Tupac Amaru con sus más
leales capitanes, se aseguró la adhesión de varios pueblos aledaños y el 16 de
17
noviembre promulgó el Bando de Libertad de los Esclavos. Según el “Informe del
Cabildo del Cuzco”, Tupac Amaru contaba con “un ejército de 60,000 indios”29.
Mientras que las tropas españolas que avanzaban hacia Sangarara, llegaron el 17
de noviembre en la noche.
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órdenes, otorga salvoconductos, lanza edictos, dispone expediciones para reclutar
gente y envía cartas a los caciques32:
Pasaporte.- Todos los guardias españoles e indios, y espías puestos por orden
de mi marido Don José Gabriel Túpac Amaru, darán paso franco a los que
con este pase fueren, sin hacerles el más perjuicio; pena al que contraviniere
esta mi orden del castigo que corresponde, y del mismo modo cuando
regresen de la ciudad del Cusco para sus lugares. Tungasuca, noviembre 27
de 1780. Doña Micaela Bastidas33.
19
También mantuvo correspondencia con los más importantes consejeros de
Túpac Amaru, aquellos que compartieron su suerte en la derrota: Diego Berdejo,
Pedro Mamani, Melchor Castelo, Pedro Mendigure, Ramón Ponce, Antonio
Bastidas, Andrés Castelo, Marcos de la Torre. Los sacerdotes, Pedro Juan de Luna,
Domingo de Escalante, Carlos Rodríguez de Ávila y Gregorio de Yapes, que
también fueron procesados. Y varias mujeres: Tomasa Tito Condemayta, Ángela
Pacuri, Francisca Herrera, Catalina de Zalas y Pachacutti. Son cartas destinadas
a informarle cuestiones puntuales; también solicitudes de justicia a través de las
cuales se advierte que tenía autoridad suficiente para dirimir, juzgar y sentenciar.
En ellas la llaman: “muy señora mía”, “muy amada hermanita mía”, “amantísima
y muy señora mía”, inclusive “señora gobernadora”.
Pero es en las cartas que Micaela Bastidas dirigió a Túpac Amaru donde es posible
seguir el curso de la insurrección, las acciones que emprendió, su carácter, el
amor que le profesó, y la desavenencia que sostuvieron respecto del avance hacia
el Cusco. Es necesario tener en cuenta que estas cartas fueron dictadas por ella,
pues no sabía leer ni escribir. Entre el 23 de noviembre de 1780 y el 23 de marzo
de 1781, Micaela le envió 19 cartas. En ellas lo llama sencillamente: Chepe, hijo
Pepe, Chepe mío, hijo Chepe mío, Chepe de mi corazón, hijo de mi corazón,
amantísimo hijo de mi corazón; y firma: tu Mica, tu amantísima compañera, tu
amantísima esposa de corazón, tu amantísima Micaela. Del 27 de noviembre de
1780 a diciembre de ese año, Túpac Amaru le escribió ocho cartas. La llama: hija
mía, hija Mica, hija; y firma siempre: Tu Chepe.
20
la brevedad posible, y puedes despachar otro propio para Pachachaca a cortar el
puente con la precaución correspondiente”40
Un día antes le había dirigido una carta a Bernardino Zegarra a fin de que
notifique a los caciques para que no cometan agravios contra los españoles41.
“Ciertamente vienen soldados de Lampa y Arequipa, en número muy
considerable, y nos quieren pillar descuidados con los del Cuzco; nuestro cura
se ha ido fugitivo para allá”, le escribe a Tupac Amaru el 27 de noviembre, y
agrega que le preocupa la prisión de Noguera42. Está al corriente de todo lo que
sucede en el gobierno de Tungasuca, también intuye la traición que más tarde se
evidenciará trágicamente:
“Yo pasaré mañana por Velille, y hasta aquí me va bien; pues la gente de esta
provincia va saliendo más leal, y en adelante espero salir lo mismo. Tener
mucho cuidado con los que están en casa, y dile a nuestro Figueroa que no
se descuide, con tener muy prontas las armas que estén allí. Altos de Livitaca,
noviembre 26 de 178044
21
En todas las cartas que Túpac Amaru le escribe a Micaela, la información
y el mensaje es semejante a los que se dirige a un combatiente de igual rango.
Son comunicaciones de guerra, con lo preciso y necesario, no existe mención
que corresponda al ámbito privado, ni siquiera de los hijos, aunque Hipólito
de 19 años combatía con Tupac Amaru, y Mariano de 18 cumplía tareas de
importancia. El 27 de noviembre desde Velille le dice:
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soldados el Corregidor de la provincia de Chumbivilcas, con destino a Tungasuca,
y que a los indios que fueron de propios lo ha mandado a ahorcar”52.
En su carta del 3 de diciembre, Túpac Amaru le avisa que vienen soldados del
Cusco, “por lo que te prevengo que te vengas con todos los soldados de casa hasta
Langui, entonces puedes quedarte con Fernandito y Mariano, y lo soldados que
pasen con toda la gente Langui y Layo; y así puedes estar en alguna parte segura
(...) Yo estaré el día domingo en la raya de Vilcanota, siempre tratarás de traer
bastante plata no viniendo a despacharme; no te olvides de los cañones, en todo
caso que vengan dichos cañones a Tungasuca”53.
“Hallándome prevenida para marchar el lunes once del corriente para Paruro,
a cuyo efecto estoy convocando a los indios de todos los pueblos, porque son
23
muchos los padecimientos de los infelices indios de Acos y Acomayo, llenos
de miedo con la salida de los soldados de aquel pueblo (...) La mira que llevo
es hacer más gente para estar rodeando poco a poco el Cusco que se halla con
bastante fortaleza según te previne en mi anterior; porque si andamos con
pies de plomo todo se llevará la trampa”55
Marcha al Cusco
24
Amaru que se encontraba en el sur del país llegó el 15 de diciembre a Tungasuca
abrumado por el desorden, y desde allí envió un edicto decidido a ejercer su
liderazgo58. Inmediatamente después, partió al Altiplano con la intensión de
regresar con sus capitanes y conducir el contingente hacia el Cusco.
Los jefes indios apenas recibieron la orden de marchar hacia el Cusco habían
procedido a avanzar sin esperar el retorno de Túpac Amaru. Inmediatamente
Micaela se trasladó a Sangarara donde le solicitó a la Cacica Tomasa Titu
Condemayta que se uniera a la campaña, pero ella le respondió que sólo recibía
órdenes de Túpac Amaru. El 18 y 19 de diciembre se produjeron matanzas en
Calca y en pueblos aledaños. (...) “Pequeños líderes que por desgracia tomaron
el nombre del Inca, asolaron de tal modo esas ciudades que no dejaron ser
viviente criollo, mestizo o zambo, ni siquiera niños o ancianos (...)Todo un odio
acumulado estalló, sin una dirigencia que controlara el desborde de aquellas
vanguardias enardecidas”62. El 20 de diciembre, Juan Manuel Oblitas, obispo
del Cusco, le informó al Visitador General José Antonio Arreche que los “indios
han arruinado ya varias haciendas, siendo el robo y saco de frutos y ganados su
mayor aliciente, y a este ejemplo han salido invadiendo otros muchos pueblos”63
La situación se tornaba cada vez más difícil, y el General José Antonio Arreche
dirigió una carta a la corte de España el 22 de diciembre dándole cuenta del
25
movimiento de los rebeldes64. En vista de la situación Túpac Amaru el 23 de
diciembre expidió el “Bando a los arequipeños” con mensajes unitarios y asumió
la conducción de la marcha hacia el Cusco.
La batalla final
A finales de diciembre Túpac Amaru inició la marcha hacia el Cusco con todo
su ejército y con Micaela Bastidas. Después de varias semanas llegaron hasta los
cerros que rodean la ciudad del Cusco, enfrentando la oposición del cacique Rosas
de Anta y de Pumacahua65 atrincherados en la fortaleza de Sacsahuamán, ambos
indios renegados aliados de los españoles como se puede leer en el Informe del
Cabildo del Cusco de 1783: “A imitación del cacique Pumacahua, se manifestó
fiel y pronto Nicolás de Rosas, cacique del pueblo de Anta, de la provincia de
Abancay, ofreciendo resguardar la espalda de esta ciudad con los indios de sus
ayllos y parcialidades, que son muchos en número”66
26
Desde Tinta Micaela le envía una carta a Túpac Amaru el 24 enero de 1781,
donde lo llama: “hijo de mi corazón, de todo mi aprecio”, lo trata de Vuestra
Merced y le dice que espera la resolución que él debe tomar en Quisquijana68.
A medida que avanzan los días, las cartas evidencian situaciones cada vez más
difíciles. El 6 de febrero, Micaela le informa: “acaban de llegar sucesivamente tres
propios de Quiquijana y dicen que los enemigos se hallan en dicho pueblo, y que
nuestra tropa se ha retirado a Checacupi”. (…), y agrega que “nuestros allegados
son los que tiran contra nosotros”69. En tanto que Túpac Amaru continúa la lucha
para que no desmaye la gente que está a su mando, y Micaela imparte órdenes e
intenta reclutar adherentes. En una carta sin fecha, pero probablemente enviada
a fines de febrero, señala:
El 13 de marzo, Julián Tupac Katari sitió La Paz durante 109 días, y entre
el 18 y 22 de ese mes, Tupac Amaru logró un importante triunfo estratégico
en Pucacasa. Pero el ejército español avanzaba incontenible. Se acerca el gran
enfrentamiento; mientras Micaela, llamada Mamanchic por los indios, madre
de los pobres, multiplica sus tareas y afanes. El 23 de marzo de 1781 le envía
la última carta donde lo llama “Señor Gobernador Don José Gabriel Túpac
Amaru. Amantísimo hijo de mi corazón” y le informa sobre el movimiento de
27
los soldados españoles, también que está enviando un cañón a Paruro. Firma,
“De Vuestra Merced su amante esposa. Doña Micaela Bastidas”72.
Poco después, bajo el fuego del poderío de cinco columnas del ejército
español repartidas en Yanacocha, Quiquijana, las cercanías de Paucartambo, la
quebrada de Paruro, y en el cerro Piccho, Tupac Amaru fue derrotado en la
batalla de Sallca73. Sin embargo, logró huir y buscó refugio en la casa de un
cercano colaborador, Ventura Landaeta, confiado en su fidelidad. Horas más
tarde la casa fue rodeada por el ejército español. Tupac Amaru y Antonio Bastidas
fueron detenidos, pero lograron escapar su hijo Mariano y Diego Tupac Amaro74.
Ventura Landaeta, el traidor, recibió de los españoles una pensión vitalicia y una
cuantiosa recompensa.
Juzgados y sentenciados
Antes de ser ejecutados los detenidos fueron juzgados sin defensa y en total
desventaja. El juicio se inició el 17 de abril de 1781 y culminó tres meses después
el 14 de julio75. Incluyó a más de doscientos prisioneros y se realizó en el antiguo
colegio de los jesuitas del Cusco, San Francisco de Borja, convertido en cárcel.
La mayoría de las pruebas presentadas se basaron en declaraciones de testigos y
en documentos escritos por Tupac Amaru, Micaela Bastidas y personas allegadas.
Dos escribanos siguieron el proceso: Manuel Espinavete López, y José Palacios,
primo de Micaela Bastidas, cercano a Tupac Amaru, pero convertido después
en “delator a favor de la administración colonial. Más tarde, también él fue
investigado y perseguido”76.
28
Compareció Micaela Bastidas el 21 de abril ante el Juez Benito de la Mata
Linares del Consejo de Su Majestad, Oidor de la Real Audiencia de Lima, quien
presentó cuatro testigos: Francisco Molina, Francisco Cisneros, Manuel de San
Roque y Manuel Galleguillos. El primero en declarar fue Francisco Molina, quien
afirmó que a quien no obedecía las órdenes de Túpac Amaru, Micaela Bastidas lo
condenaba a que “experimentase el último suplicio, y perdida de sus bienes; de
que resultaron muchas muertes en las provincias, regocijándose la dicha Micaela”77
Mientras, Manuel Galleguillos, uno de los secretarios más activos que sirvió a
Micaela Bastidas, intentó soslayar su responsabilidad declarando que permaneció
junto a los rebeldes porque estuvo preso, y que reconocía en Micaela “más
rebeldía que en su marido; más arrogancia y más soberbia, de modo que se hizo
más temible que su marido”80. Para probar la “culpabilidad” de Micaela, los
españoles presentaron durante el juicio varios edictos firmados por ella donde
ordenaba apresar alcaldes y caciques que no se habían unido a la causa.
29
para juntar gente, con destino de enviarla a éste y a sus demás capitanes
que sostenían sus viles ideas, invadiendo las provincias para sujetarlas a su
obediencia, condenando al último suplicio al que no obedecía las órdenes
suyas o de su marido, siendo causa de muchas muertes, de las que se gloriaba
cuando tenía noticia, cuya alegría demostraba públicamente, siempre que le
venía aviso de alguna acción favorable; esforzando y animando a los indios,
dando bastones de Coroneles a los que creía más adictos; hablando con
horror de los españoles, y con expresiones que imprimiesen mayor odio a
los naturales, ofreciéndoles que sólo pagarían tributo pero no otro derecho
alguno (...) publicando bandos, dando comisiones, nombrando quienes se
hicieran cargo de la administración de sacramentos, mandando cerrar las
iglesias cuando le parecía; dando pases para que sus soldados no impidiesen a
los de su facción; escribiendo cartas a fin de publicar los felices sucesos de su
marido, encaminados como se explicaba escandalosamente, a librar el Reino
de tantos pechos y cargas; pidiendo le enviasen gente, con pena de la vida al
inobediente”81.
30
La Ejecución
31
En el patíbulo, frente a los cuerpos descuartizados, sólo quedó un Cristo que
había sido prestado por las monjas de Santa Catalina, que al conocer el suplicio no
lo quisieron recibir de vuelta ni en ese ni en ningún otro monasterio.
No menos trágica fue la suerte de los hijos de Tupac Amaru y Micaela Bastidas.
Mariano Tupac Amaru, se acogió al Bando de Perdón e Indulto entregando “30
fusiles, dos pedreros, y municiones…”87. El 14 de diciembre de 1782, se ordenó
el pago de 500 pesos para trasladarlo a Lima88, pero, dos años después, el 1 de
abril de 1784, el virrey del Perú, Agustín de Jáuregui, condenó a Mariano Tupac
Amaru y Andrés Mendigure a destierro perpetuo. En la pena del destierro estuvo
comprendido Fernando Tupac Amaru de 15 años de edad. Debido al naufragio
del barco Pedro Alcántara con destino a África, Fernando llegó a Portugal el 2
de febrero de 1786. Poco se sabe de las penurias que pasó, existe una carta suya
del 10 de setiembre de 1789 solicitando ser transferido de las Escuelas Pías al
Colegio de Lavapiés. “En otra carta desde Madrid, del 29 de julio de 1792,
solicita que se le destine algún trabajo. Le asignaron nueve mil reales anuales,
dinero que nunca llegó. Endeudado y enfermo murió en Madrid el 19 de agosto
de 1798”89. Tenía 29 años.
32
el puente Pilpinto (Paruro); y posteriormente “se presentó en los altos del cerro
Piccho para batir la ciudad del Cuzco”91. Su éxito fue de tal envergadura que los
españoles lo consideraron como “una obra de brujería”92.
Cecilia Tupac Amaru, prima de Tupac Amaru y casada de con uno de sus
principales capitanes, el español Pedro Mendigure, tenía 26 años cuando
participó activamente en el sitio del Cusco y en los preparativos insurreccionales
del cerro Piccho. Tan radical en su postura que los españoles la consideraron más
peligrosa que la misma Micaela Bastidas. Cuando lo detuvieron en Sicuani, el
mismo día que ejecutaron a su esposo, la sacaron montada en burro y la azotaron
por las calles94.
33
condujeron a la Plaza Mayor de La Paz atada a la cola de un caballo, paseada por
las calles portando un palo a modo de cetro y con corona de espinas98.
Gregoria Apasa, hermana de Julián Apasa Tupac Catari, combatió junto a Andrés
Tupac Amaru en Sorata y Azángaro. Fue condenada a muerte en 1782 con Bartolina
Sisa, ambas montadas en burro por las calles recibiendo azotes antes de la ejecución.
Marcela Castro, alentó y participó en el levantamiento de Marcapata, esposa de
Marcos Tupac Amaru y madre de Diego Cristóbal Tupac Amaru, lugarteniente
de Tupac Amaru, fue condenada al destierro. Ventura Monjarrás, anciana madre
de Juan Bautista Tupac Amaru, fue condenada al destierro, pero murió de sed sin
que nadie le alcance el agua que pidió hasta el final. Margarita Condori, que ayudó
al abastecimiento de las guerrillas de Diego Tupac Amaru también fue ejecutada99.
Todas las casas fueron arrasadas y los bienes confiscados. No era poco lo que se
capturó, según documentos oficiales ascendía a una importante fortuna.
Final de la resistencia
34
donde le dice que ha sacado de la prisión a su sobrino Fernando, “y lo ha llevado
a su Palacio para ponerlo en un colegio donde se instruya y adquiera las luces más
puras que en adelante dirijan”, a la vez que le anuncia el indulto a Mariano105. Sin
embargo, esto no ocurrió.
(Notas)
1
José Ramón Fabelo. “La ruptura cosmovisiva de 1492 y el nacimiento del discurso eurocéntrico”.
Puebla, 2007, p.79.
2
Michelle Perrot. “Escribir la historia de las mujeres: una experiencia francesa”, p. 71.
3
Eric Hobsbawn. “El hombre y la mujer: imágenes a la izquierda”, p. 17.
4
Rowe, “Probanza de los Incas nietos de conquistadores”, 1985. / Murra, Formaciones económicas
y políticas del mundo andino, 1975.
5
Tom Zuidema, El sistema de Ceques del Cusco, 1972.
6
En el Archivo de Indias consta que entre 1503 y 1660 llegaron a San Lucas de Barrameda
185.000 kilos de oro y 16 millones de kilos de plata provenientes de América.
7
Mita, trabajo forzado impuesto a los indios entre 18 y 50 años, orientado a las minas y a
la construcción de caminos. Los obrajes fueron centros de manufactura de textiles en los que
trabajaban indígenas. Los repartimientos, trabajos temporales de los indios en obras públicas al
servicio de la administración colonial.
8
El encomendero debía instruir a los indios en la fe católica mediante un sacerdote llamado
doctrinero, a cambio de lo cual estaban obligados a pagar tributo o realizar un trabajo.
35
9
Isacio Pérez Fernández O.P. El anónimo de Yucay frente a Bartolomé de Las Casas. Cusco, 1995,
p. 118.
10
Citado en: Teodoro Hampe Martínez. Cultura Barroca y extirpación de idolatrías. La Biblioteca
de Francisco de Ávila – 1648. Cusco, 1996, pp. 13-14.
11
Fray Buenaventura de Salinas y Córdova. Memorial de las Historias del Nuevo Mundo. Lima,
Volumen I. 1957.
12
Ibídem, p. 10.
13
Ibídem, p. 16.
14
Ibídem, p. 208.
15
La Rebelión de Tupac Amaru. Colección Documental de la Independencia del Perú. Tomo II.
Volumen I, 1971. (En adelante CDIP).
16
La Rebelión, CDIP. Volumen I, p. 4.
17
José Bonilla. La revolución de Tupac Amaru. Lima, 1971, p. 46.
18
Norman Meiklejohn. La Iglesia y los Lupaqas de Chucuito durante la colonia. Cusco, 1988, p.
32.
19
Actuales repúblicas de Ecuador y Colombia; la separación de Bolivia, Argentina, Paraguay,
Uruguay y Chile.
20
Decoster - Mendoza. Ylustre Consejo, Justicia y Regimiento. Catálogo del Fondo Cabildo del Cusco
(Causas civiles). Cusco, 2001, p. 61.
21
Scarlett O’phelan. La gran rebelión de los Andes, 1995, p.15.
22
Según la partida de defunción de Rosa Noguera, la madre de José Gabriel murió el 11 de
octubre de 1741, a la edad de 30 años. Dejó dos hijos: Clemente y Joseph Gabriel. La Rebelión,
CDIP, Volumen 2°, p. 18.
23
La Rebelión, CDIP, Volumen 2°, p.40.
24
Francois Bourricaud. El Mito de Inkarrí. Lima, 1975, p. 179.
25
La Rebelión, CDIP, Tomo II. Vol. I, p. 19.
26
Juan José Vega. Túpac Amaru y sus compañeros. Cusco, 1995, p. 287.
27
Conbreta. Procesos. Proceso a Mariano Banda. T. IV.
28
Bonilla, ob. cit., p.142.
29
La Rebelión, CDIP, Volumen 1°, p. 120.
30
La Rebelión, CDIP, Volumen 2°, p. 275.
31
Vega, ob. cit., p. 292.
32
Esta documentación se encuentra en el Archivo General de Indias de Sevilla. Sección Audiencia
del Cusco; legajos 32 y 33; y Audiencia de Lima: legajos 1039 y 1040.
33
Francisco A. Loayza. Mártires y Heroínas. Lima, 1945, p. 9.
34
Ibídem, p. 12.
35
Ibídem, p. 12.
36
Ibídem, pp. 13-14.
37
La Rebelión, CDIP, Volumen 2°, pp. 485, 501, 502.
36
38
La Rebelión, CDIP, Volumen 1°, p. 145.
39
Loayza, Ob. cit., p. 43.
40
Ibídem, p. 44.
41
La Rebelión, CDIP, Volumen 2°, p. 592.
42
Loayza. Ob. cit., p. 44.
43
La Rebelión, CDIP, Volumen 2°, p. 304.
44
Loayza. Ob. cit., pp. 59-60.
45
Ibídem, p. 61.
46
Ibídem, pp. 65-66.
47
Ibídem, p. 60.
48
Ibídem, p. 62.
49
Ibídem, p. 63.
50
Ibídem, 64.
51
La Rebelión, CDIP. Volumen 2°, p. 596.
52
La Rebelión, CDIP. Volumen 2°, p. 323.
53
La Rebelión, CDIP. Volumen 2°, pp. 337-338.
54
Ibídem, pp. 49 y 51.
55
Ibídem, pp. 51-52.
56
Vega, ob. cit., p. 299.
57
Loayza, ob. cit., p. 53.
58
La Rebelión, CDIP. Volumen 2°, p. 354.
59
Ibídem, p. 356.
60
Ibídem, p. 356.
61
Loayza, ob. cit., p. 53.
62
Vega, ob. cit., p. 326.
63
La Rebelión, CDIP. Volumen 2°, p. 363.
64
Archivo de Indias de Sevilla. Audiencia de Lima. Legajo 1040.
65
En 1814 se pasó al bando patriota y participó en el levantamiento del Cusco. Tomó Arequipa,
Huamanga y La Paz. Fue ejecutado por los españoles.
66
La Rebelión, CDIP. Volumen 2°, p. 118.
67
La Rebelión, CDIP. Volumen 4°, p. 78.
68
La Rebelión, CDIP. Volumen 2°, p. 458.
69
La Rebelión, CDIP. Volumen 2°, pp. 483-484.
70
Ibídem, p. 57.
71
Ibídem, p. 57.
72
Ibídem, p. 57.
73
La Rebelión, CDIP. Volumen 3°, p. 18.
74
La Rebelión, CDIP. Volumen 2°, pp. 656-657.
75
Los protocolos judiciales están en el Archivo General de las Indias en Sevilla, legajo 32 y
37
33 de la Audiencia de Cusco. Fueron publicados bajo el título de Los procesos a Tupac Amaru
y sus compañeros, en Lima en la serie Colección documental del Bicentenario de la Revolución
emancipadora de Tupac Amaru (1981 y 1982).
76
Bohumír Roedl. “Causa Tupa Amaro. El proceso a los tupamaros en Cuzco, abril-julio de
1781”. Revista Andina, 2000.
77
Loayza, ob. cit., pp. 97-98.
78
Ibídem, p. 99.
79
Ibídem, p. 100.
80
Ibídem, pp. 101-104.
81
Ibídem, pp. 145-146.
82
La Rebelión, CDIP. Volumen 2°, pp. 736-737.
83
Clemente R. Marckam citado por: Bonilla, Ob. Cit., p. 175.
84
Mariselle Meléndez. “La ejecución como espectáculo público: Micaela Bastidas y la insurrección
de Tupac Amaru, 1780-81”. Universidad de Salamanca, 2003, pp. 767 - 769.
85
La Rebelión, CDIP. Volumen 2°, p. 775.
86
Bonilla, ob. cit., p. 175 (cita de Clemente R. Markham).
87
La Rebelión, CDIP. Volumen 3°, p. 221.
88
La Rebelión, CDIP. Volumen 4° p. 403.
89
La Rebelión, CDIP. Volumen 3°, pp. 493, 495, 497, 498, 499, 501.
90
Testimonios, Cartas y manifiestos indígenas (desde la conquista hasta comienzos del siglo XX. 2006,
pp. 254-255.
91
La Rebelión, CDIP. Volumen 3°, pp. 518-519.
92
Alicia Poderte. “Mujeres en rebelión: Estrategias de resistencia femenina en la sublevación de
Tupac Amaru”. Suecia, 1998, pp. 151-152.
93
La Rebelión, CDIP. Volumen 2°, p. 753.
94
La Rebelión, CDIP. Volumen 3°, p. 884.
95
La Rebelión, CDIP. Volumen 2°, p. 763.
96
La Rebelión, CDIP. Volumen 3° p.208.
97
Pablo Solón. Bartolina Sisa. Potosí, 1999, p. 7.
38
98
La Rebelión, CDIP. Volumen 3°, p.166.
99
Sara Beatriz Guardia. Mujeres peruanas. El otro lado de la historia. Lima, 2013. 5ta edición.
100
Jean Pierre Clement. “La opinión de la corona española sobre la rebelión de Tupac Amaru”,
1981, pp. 325-334.
101
La Rebelión, CDIP. Volumen 1°, p. 341.
102
La Rebelión, CDIP. Volumen 3° p. 142.
103
Ibídem, p. 164.
104
Ibídem, p. 240.
105
Ibídem, pp. 256-257.
106
La Rebelión, CDIP. Volumen 1°, p. 145.
107
La Rebelión, CDIP. Volumen 3°, p. 428.
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41
42
MICAELA, UNA HERIDA EN LA MEMORIA
LA MUJER RELEGADA EN EL DISCURSO
HISTÓRICO
Edgar Montiel
Profesor Honorario de la Universidad Mayor de San Marcos,
ex Jefe de Políticas Culturales de UNESCO
Los historiadores no hacen la Historia, pero son los que registran, escriben y
trasmiten su visión -no exentos de subjetividad y parcialidad- a las generaciones
siguientes. Magna tarea que exige una responsabilidad moral del historiador1
y una valoración cabal no solo de las individualidades de excepción sino tam-
bién de las categorías sociales, insertas en estructuras socio-productivas2. Al igual
que las personas, toda colectividad humana aspira a que la sociedad, la Historia,
tenga una recta memoria de su actuar. Este principio se transgrede cuando se
silencia o subestima la acción de la mujer en la Historia. Como género y como
categoría social la mujer está sub-representada en el relato histórico, relegada en
la memoria. Imagen poco alentadora para la autoestima colectiva, constituye un
desafío para la educación de las nuevas generaciones, que requieren de referencias
personificadas en mujeres.
43
y capacidad de mando, su sentido estratégico para aconsejar los movimientos a
seguir, su experiencia intercultural y su conciencia de la Justicia que movía la re-
belión -convicción que trasmitió a sus hijos, familiares y vecinos- y se evita en la
consciencia recordar los tormentos extremos que tuvo que soportar, pues es una
herida en la memoria de América.
La familia Montiel vivía y vive en esa zona al sur del Cusco donde se produjo
la rebelión. Cuando en vacaciones escolares los visitaba, si por algún desliz el
tema salía en la tertulia los rostros se ponían serios, se hablaba en voz baja, que-
dito, y taciturnos evocaban los deudos. Advertí que en las familias vecinas ocurría
lo mismo. Entendí que para pueblos como Checacupe, Andahuaylillas, Oropesa,
Marcapata, Acomayo, esta evocación despertaba una vieja pena. En Lima, los
primos hablaban en clave: “¿vas a ir a Checa?”, “escucha los coros de Anda”,
“vamos a comer un pan de Oro”. Un libro reciente dio a conocer un documento
que revela el pecado que tuvieron que pagar estos pueblos: haber tomado partido
al decidir abrir sus iglesias para bendecir el movimiento iniciado por los vecinos
de Tungasuca5.
44
tidas, con excepción de Fernando -Fernandito- de 11 años, sentenciado a cumplir
destierro en África. Existe abundante documentación de los hechos, actas deta-
lladas del proceso y las sentencias, cartas privadas interceptadas, delaciones por
torturas, secretos de confesionarios, reunidos en la Colección Mata Linares y en
la vasta Colección Documental de la Independencia del Perú. No obstante, pasó
en sigilo los argumentos jurídicos o políticos que pudieran justificar la aplicación
de penas extremas y públicas. ¿De dónde proviene esta pragmática? ¿Acaso las
reformas borbónicas adoptaron nuevos protocolos de condenas en las colonias?
Estas ejecuciones destinadas a aterrorizar al común tienen su modelo de referen-
cia en un acto solemne de torturas y martirios ocurrido en París el 2 de marzo
de 1757. Un festín público de suplicios, quemas con fuego, aceite y plomo, des-
membramiento que estremeció a la Europa de las luces, desatando una enérgica
reacción de filósofos y aristócratas ilustrados, que se opusieron con argumentos
de Razón y Justicia.
II
“Esa mañana fría de enero de 1757 Louis XV sale del Palacio de Versalles y se diri-
ge a su carroza que debe llevarlo a París. De pronto un hombre de rostro furioso som-
breado por el gorro sale de algún lado, y entre empujones a guardias y cortesanos que
rodean al Rey logra asestarle la punta de una navaja en sus costillas”. Así empieza
David Rochefort su prólogo al libro de Cesare Beccaria, publicado en la serie “30
libros que cambiaron el mundo”6. Esa herida leve en el “cuerpo del Soberano”
–quien estaba muy abrigado- le valió al regicida Robert Damiens el acto de ejecu-
ción con el mayor número de torturas públicas que registra la historia. Protocolo
de condena semejante a la atroz ejecución de la familia Túpac Amaru-Bastidas,
esa mañana dolorosa del 18 de mayo de 1781 en la Plaza de Armas del Cusco.
45
ca volvieron mejores a los hombres, me llevaron a examinar si, con un gobierno
bien organizado, la pena de muerte es realmente útil y justa”. La Justicia no debía
usar los mismos métodos de la barbarie. Sus conceptos contribuyeron a sentar
los principios de la justicia moderna y humanista, dejando su huella tanto en
las Declaraciones de Independencia americana -iniciada en el norte en 1776 y
concluida en el Sur en 1824- como en la celebrada Declaración de los Derechos
Humanos de 1789.
46
Este hecho es altamente simbólico, era un ejemplo de la fragua intercultural en
marcha con que se construiría la nación venidera. El movimiento independentista
pretendía, más sencillamente, ganar el poder para los criollos peruanos, para esa
amplia coalición de descendientes de españoles, en un proceso un tanto semejan-
te a la independencia de las colonias inglesas en Norteamérica. Liberar al pueblo
mayoritario del común no era el principal objetivo de los Independentistas.
47
Pero, ¿a qué se refieren esas terribles imprecaciones de Diderot, ese reclamo
airado a un poder divino para castigar a los verdugos de la rebelión de América,
personificada en la familia Condorcanqui-Bastidas? En el capítulo sobre “Las
lágrimas vertidas durante tres siglos” hay un párrafo que aporta algunas pistas:
“Todo comenzó el 4 de noviembre de 1780. Todo acabó el 18 de mayo de 1781
para Tupac Amaru. El no había leído jamás a Diderot e ignoraba su existencia.
Pero los torrentes de sangre corren en los márgenes del libro de Raynal, como
una Historia filosófica y política de la gran rebelión indígena de América del Sur. Un
capítulo rojo que a Europa le tomará siglos a descifrar”.
Sin duda, aquí hay un enigma importante a clarificar: ¿qué vínculos establecer
entre la rebelión de los Condorcanqui-Bastidas con Diderot y el cura Raynal,
autor de la Historia filosófica y política de las dos Indias? La tercera edición de
esta historia se lanzó en 1781 y otra tirada revisada en 1782, justo en el lapso
en que ocurrieron los sucesos del Cusco. Edición muy solicitada para acceder a
las novedades calientes de América y el mundo colonial. La Historia del afable
padre Raynal se convirtió de pronto en tribuna del anticolonialismo. ¿Qué había
pasado?
48
biográfica en defensa de Olavide, publicada como Précis historique sur Olavides
en la conocida revista Correspondance littéraire de Grimm, de “febrero de 1780”10.
III
Sobre el papel de las mujeres en la rebelión se conoce poco, aunque era sa-
bido en los medios oficiales. No estaba en el imaginario social la esta época la
intervención de mujeres y niños en esta nueva clase de guerras “de liberación”.
Un impensable se diría hoy, fuera del sentido común. Sorprende que Beccaria no
incluyera la protección de mujeres e infantes, como si no requirieran derechos ex-
plícitos. Se descontaba que eso pudiera ocurrir en el Siglo de las Luces, la quema
de brujas era un arcaísmo medieval…Había sensibilidad por niños ciegos o sor-
dos, pero no derecho positivo para proteger mujeres y niños de penas extremas.
Doce años después del sacrificio de Micaela en el Cusco, durante la fase de terror
de la Revolución se guillotinó en París a dos mujeres: la Reina María Antonieta
y la intelectual Olympe de Gouges, lectora del Inca Garcilaso, autora de una
inesperada Declaración de los Derechos Humanos de la Mujer…El “partido de
los americanos”, con Thomas Paine a la cabeza, estaba en contra de ese engendro
llamado guillotina.
49
y el funcionariado) lo señaló sin ambigüedad en su propuesta a la Declaración:
“Las mujeres, al menos en el estado actual, los niños, los extranjeros, aquellos que
no contribuyen en nada a sostener las instituciones públicas no deben intervenir
activamente en la cosa pública”11. En términos de sufragio esto condujo al voto
censitario: sólo eligen y son elegibles los varones propietarios y los que pagan
impuestos.
50
de los Incas con sus trajes ceremoniales. Esta medida propició que las familias
escondieran sus cuadros de la Escuela Cusqueña, y hasta la Sra. Betancur Tupac
Amaru, que litigaba con José Gabriel la heredad del marquesado de Oropesa,
hará cubrir una imagen de ella, donde lucía como Coya, por un santo anodino.
El Obispado se asocia al Visitador para prohibir ceremonias cultuales de origen
Inca, vestir tenidas ancestrales, descalificar las lenguas vivas originarias -quechua,
aimara, pukina-, y se impide la ejecución de músicas tradicionales.
51
Respecto a quienes fueron sus interlocutores en Lima y qué temas trataron,
Valcárcel aporta, hasta ahora, el mayor número de elementos, que transcribo:
Tengamos presente que para historiar los hechos Valcárcel ha revisado los
Archivos de Indias, del Cusco y de Lima. ¿Qué pasó con el círculo de lectores
del Inca Garcilaso? Todos murieron en los años siguientes por el ensañamiento
con que fueron tratados por ser los “cómplices de Lima”. El clérigo Centeno y el
negociante Montiel murieron en 1785, en los calabozos de Lima; Barreda murió
en el destierro. El documento de Valcárcel que citamos ha tenido poca circula-
ción, se publicó en un sencillo “Boletín de la Biblioteca Nacional” en 1966. Este
texto concluye con una frase reveladora: “La lectura y glosa en común se acompa-
ñaba con el préstamo del citado libro de Garcilaso”14. En el caso de Tupac Amaru,
el “préstamo” podría (nótese el condicional) haber sido tanto de los Comentarios
reales como la Historia general del Perú. En todo caso hay la seguridad que llevó
consigo al Cusco la “Historia de Garcilaso”, escogencia explicable, pues allí está
la relación de “las causas y la prisión del Príncipe Inca Túpac Amaru”(cap. XVI),
que tanto interesaba a José Gabriel. En su carga de viaje al Cusco, se menciona el
libro en la guía emitida por la Aduana, documento que autorizaba el ingreso de
dos petacas con sus pertenencias.
52
En el 2003 obtuve una copia de esta Guía en el Archivo General de la Nación,
que compartí con la historiadora Scarlett O’ Phelan Godoy. Ella podría interpre-
tar qué revelan estas petacas en relación a los proyectos de José Gabriel, de sus
lecturas, de sus gustos personales, de regalos para sus hijos y para Micaela. En su
reciente libro Mestizos reales en el virreinato del Perú (2013) la historiadora nos
gratifica con una mirada fresca, moderna, poco conocida de la familia Condor-
canqui-Bastidas: “En las dos petacas que llevó consigo para ¨su uso y el de su familia¨
había tres vestidos de color, tres capas, cuatro sombreros de petate, tres sombreros de
jipijapa y dos de su propio uso, tres cortes de mantilla, dos faldellines, dos piezas de
Bretaña; esto en términos de vestuario. Pero también aparecen algunas otras adqui-
siciones sorprendentes, como un astrolabio, un molinillo de café, una encomienda de
libros y nada menos que una obra de Garcilaso. Esto implica que no era “probable”
que Túpac Amaru hubiera leído a Garcilaso, sino que, en efecto, compró y consultó la
obra del cronista mestizo”
Colofón
53
barbarie ultrajantes para la conciencia de la humanidad”, nos recuerda la Decla-
ración de Derechos Humanos de 1948. En este ejercicio de memoria era perti-
nente hablar de la familia, niños, hijos, abuelos, de los linajes interculturales que
construyen el tejido social. Recordar a filósofos imprecadores y lectores arries-
gados de libros prohibidos, de vestidos de colores y molinillos de café. Pensar e
historiar la Vida.
Notas
1 Baczko, Bronislaw. La responsabilité morale de l’historien, Paris, 1969.
2 Lepetit, Bernard. “L’histoire prend t-elle les acteurs au sérieux?”, Paris, 2017.
3 Charles Walker. La rebelión de Túpac Amaru. Lima, 2015.
4 Edgar Montiel. “Fernandito Tupac Amaru, la historia olvidada del niño mártir”.
Prefacio. José Luis Ayala. Este cautiverio y agonía sin fin. Lima, 2011.
5 Jorge Cornejo Bouroncle. La revolución precursora de la emancipación continental.
Cusco, 2013 (edición original, 1963).
6 Le Monde/Flammarion, París 2010.
7 Marcela Vilela; Gabriela Gresores. “Castigadas: penas sufridas por las mujeres en la
guerra revolucionaria”. Sara Beatriz Guardia. Edición. Las mujeres en los procesos de
Independencia de América Latina, 2014.
8 Herbert Dieckmann,. Inventaire du Fons Vandault et inédits de Diderot. Geneve, 1951
9 Presse Universitaire de France 1959.
10 Défourneaux precisa que la fecha real de impresión fue 1782.
11 Faure, 1988.
12 A.G.I. Audiencia del Cusco, Legado 29).
13 (Porras, 1955)
14 Valcárcel 1966, su fuente es el AGI, legado 1049.
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rra revolucionaria”. Sara Beatriz Guardia, Edición. Las mujeres en los procesos de Independencia de
América Latina, Lima: CEMHAL, UNESCO, USMP, 2014.
WALKER, Charles. La rebelión de Túpac Amaru. Lima IEP 2da edición 2015.
55
56
MICAELA BASTIDAS,
DEL SILENCIO A LA PALABRA:
AUTODISCURSO Y REPRESENTACIÓN
Cláudia Luna
Universidad Federal de Río de Janeiro. Brasil
Introducción
57
Mi interés por Bastidas surgió por influjo del trabajo de Sara Beatriz Guardia
sobre la participación de las mujeres indígenas o negras en las luchas anticolo-
niales.5 En este trabajo vamos a reflexionar inicialmente sobre la posibilidad de
construcción de un auto discurso por Micaela, a través de sus cartas y órdenes, la
presencia de copistas y traductores y la existencia de una posible doble autoría, es
decir, la confección de un “testimonio mediato” para utilizar el término de Sklo-
dowska6. Enseguida, trataremos de la Confesión de Bastidas frente al tribunal,
que, por su vez, se inserta en el modelo de un testimonio judicial. En la segunda
parte, vamos a discutir la presentación de Micaela en términos historiográficos
y en términos literarios, en diferentes modelos en el presente: en especial a través
de la biografía novelada escrita por Hernández Matos, Micaela Bastidas, la precur-
sora, y de la recreación ficcional de la voz de Micaela en la novela Habla Micaela.
58
Puyucahua”10. Busto Duthurburu señala que Micaela era zamba o zambahiga,
es decir, fruto de la unión entre un negro y una india. Dice: “Su padre fue el
negroide Manuel Bastidas y su madre Josefa Uyucachua, de raza cobriza”11. En
resumen, Micaela era una mestiza, como solía ser parte de la población andina
de la época.
59
La destacada estudiosa del movimiento tupamarista, Scarlett O’Phelan Go-
doy16, cuestiona que los sucesos hayan constituido solo una rebelión. Para ella fue
un movimiento social para el cual convergieron distintas rebeliones; más que lo-
cal, alcanzó toda la región de Alto y Bajo Perú y contó con una jerarquía política
y militar. Fueron dos las etapas del movimiento: la primera, cusqueña o quechua,
fue liderada por Túpac Amaru. La segunda, la aimara, de la margen oriental del
lago Titicaca, fue compuesta por ejércitos rebeldes alto peruanos liderados por
Julián Apaza Túpac Catari. Sin embargo, Túpac Catari fue considerado solamen-
te un gobernador del movimiento, un subordinado de Túpac Amaru; es decir, de
los sobrevivientes Diego Cristóbal, André Mendigure y Miguel Bastidas, respec-
tivamente primo, sobrino y cuñado de José Gabriel, figura aglutinadora por su
descendencia Inca.
60
dencia de la minería en Potosí, a la crisis de los repartos u otros factores. Lo que
nos importa es percibir que en este contexto ocurrió un intenso entrecruzamien-
to de voces y de textos de variados registros, marcados por la heterogeneidad
entre emisores y receptores, lectores y oyentes.
Como sujeto letrado, conocedor de las leyes y de la retórica, José Gabriel fue
el enunciador de textos variados, a los cuales Martin Lienhard clasificó como
discursos insurreccionales, textos producidos durante el periodo de las luchas, in-
tensificando el “diálogo” epistolar entre indígenas, por un lado, y españoles o
criollos, por otro. Dirigió muchas solicitudes ante la Audiencia de Cusco para la
abolición de la mita, que, debido a la crisis de los repartos, no fueron atendidas.
Entre estos discursos tenemos cartas y advertencias dirigidas a los habitantes de
Cusco y a las autoridades.
61
tas que se destinaban a ella, la llamaban: “Mi Señora Gobernadora”, “Mi Señora
Doña”, y trataban con ella sobre querellas internas, pedidos y juzgamientos.
Entre ellas llaman atención las cartas del Capellán Licenciado Martín Castilla,
quien suplicó justicia frente a un ladrón que le había robado doscientos pesos en
plata: “y así suplico a Vuestra Merced, como a madre de los pobres, se sirva de
darme licencia para hacer prender, aunque ya le hice prender”23 (subrayado mío).
También la carta de Ángela Pacuri, del 12 de diciembre de 1780, en la que pide
que interceda contra una acusación que recibió de su marido y que “se tome de
nuevo la declaración a dicho alcalde que luego que parezca dicho mi marido,
comparecemos a Vuestra Merced a su Juzgado”24.
doy noticia a Vuestra Merced para que prevenga bastante gente que venga
por Livitaca a cogerlos (...) y así mande Vuestra Merced, como cosa de cien
soldados con las escopetas y munición que vengan por acá (...) y que no se
descuide Vuestra Merced, ni permita que haya alguna ruina.26
Otras veces en los bandos ordena el embargo de alimentos como “papas, du-
raznos y otros comestibles de las haciendas embargadas, sin que ellas se entrome-
ta persona alguna”28 o manda que “las vacas y demás ganado que está embargado
se tendrá a las órdenes y disposición del inca para concurrir con él, siempre que
se pida, sin que ninguna persona tenga intervención en su destino; pena de que
serán castigados, si lo contrario hicieren”29.
62
Significativa es la carta que envía a los “Señores Gobernadores Don Agustín
y Don Lucas Núñez de la Torre y Don Matías Canal”, en que requiere que cola-
boren en la empresa de Túpac Amaru, “aprontando toda su gente a disposición
de dicho mi marido”. Agrega que “si tuviesen vuestras mercedes (gente) para
prender al Corregidor y europeos, lo podrán hacer, pidiendo auxilio a los demás
caciques”. Y justifica:
no hay razón de que nos estropeen, y traten como a perros, fuera de qui-
tarnos con tanta tiranía nuestras posesiones y bienes estando en nuestras
tierras, por contemplarnos que no somos capaces de defendernos, como lo
vemos ahora, que mi marido ha puesto la mano.30
Una cuestión que sigue sin respuesta es cómo clasificar a estos textos enun-
ciados por la Cacica, sus órdenes, proclamas y demás correspondencias, una vez
que, durante su juzgamiento, Micaela Bastidas se declara analfabeta y monolin-
güe del quechua, por lo que exige la presencia de un intérprete y de un Procura-
dor que firme por ella los autos.
Hay conjeturas de que sabía leer, dato que se expondrá en las versiones nove-
ladas. De todas formas, si consideramos verdadero lo que declaró al tribunal, sus
textos más bien se podrían adecuar a lo que Martín Lienhard llama de literatura
testimonial. El testimonio hace parte de la historia de las letras latinoamericanas
desde los cronistas y religiosos del siglo XVI. Ha sido base para la escrita de las
crónicas y relaciones de la conquista y se mantiene hasta hoy.
Comparando las cartas, las órdenes y el epistolario en general con la pieza del
tribunal, consideramos que se presentan dos tipos de testimonios. Los primeros
se podrían acercar al modelo de lo que actualmente se llama el testimonio me-
diato, cuando hay un hablante cuyas palabras son traducidas y escritas en otra
lengua por un traductor/transcriptor, un mediador de confianza, de cierto modo
amigo y “cómplice” de las ideas del autor, guardadas las distancias necesarias31.
Tal es el modelo, por ejemplo, de los testimonios del siglo veinte, de Domitila
Chungara o de Rigoberta Menchú.
63
su autoridad, se establece una relación de poder entre jefe y subordinado o entre
soberana (la Coya) y sus protegidos o ahijados.
Por lo tanto, habría una red de fidelidad a la Coya, formada por los chasquis,
emisarios físicos de las misivas y las órdenes, y por los redactores que escribían
estas órdenes en español. Tampoco se sabe si Micaela dominaba el español. Sin
embargo, hay que notar que existen en términos lingüísticos cuatro tipos dis-
tintos de dominio de un idioma, según explica Alice Omaggio33: cuando uno
aprende una segunda lengua (L2) necesita alcanzar cuatro tipos de dominio, que
se articulan generalmente en secuencia: comprender el discurso escrito, com-
prender el discurso oral (en el caso de sociedades letradas); hablar en la segunda
lengua y, finalmente, escribir en la segunda lengua. Por lo tanto, son distintas
habilidades y no se sabe con precisión los dominios que detendría Micaela. Por
ejemplo, aunque no letrada podría ser bilingüe en términos orales. La verdad es
que todo el material aprehendido en los autos estaba escrito en español, lengua
utilizada para la comunicación entre los miembros de la élite del movimiento.
En las órdenes de Micaela hay un mensaje directo, objetivo: son textos breves,
no admiten dudas, lo que, se supone, garantiza la fidelidad de quien toma el
dictado. Se presume que el escribiente/ traductor, como alguien al servicio de la
dirigente –sea por ganar un pago, por ser subordinado, o por defender la misma
causa–, debe ser fiel a la palabra de quien ordena. Este es el mismo caso de los es-
cribientes de los poderosos de todos los tiempos, gobernantes y autoridades que
por su poder atestiguan la fuerza del mensaje enunciado, con su firma, aunque el
texto haya sido redactado por un escribiente a su servicio.
64
la correspondencia entre ambos, en especial la de fines del 1780 y comienzos de
1781, trata estrictamente cuestiones relacionadas con la insurrección: envío de
prisioneros, pedidos de víveres, municiones o armas, de relatos de las batallas,
discusiones sobre la correlación de fuerzas entre los realistas y los rebeldes, como
se lee por ejemplo, en la carta del 7 de marzo de 1781: “Remito con el portador
quinientos veinte y seis cartuchos de fusil, con balas; de cañón 30 cartuchos para
lo mismo, y no va pólvora, porque en lo pronto no la hay sino de cañón”34.
es preciso premeditar bien las cosas, y que respondas la carta con mucha
cautela y precaución, dándolo el sí, de que irás a Lampa, y a encontrar con
los soldados de Arequipa, para que estén descuidados en la ciudad, y vayas
de repente a sorprenderlos36.
Se insinúa una ruptura en los lazos de confianza, ya que, como ella acusa, “me
ofreciste cumplir tu palabra, pero desde ahora no he de dar crédito a tus ofreci-
mientos, pues me has faltado a tu palabra”38 y, eso podría conllevar conjeturas de
la más diversa índole que no trataremos en este trabajo.
En el caso de las piezas del tribunal, estamos frente a una modalidad especial
de testimonio, pues se ingresa en el dominio de lo judicial. Se trata del testimo-
nio legal, testimonio inmediato (directo). Aquí se intenta “reconstruir” una histo-
ria para señalar un presunto culpable de un crimen. Por eso la pieza se produce
65
con una sucesión de testimonios. A través de ellos creemos que se construye la
“leyenda” de la rudeza de Micaela. Por ejemplo, para Francisco Molina, vecino de
Sicuani, ella actuaba con “más rigor que el Rebelde”39; para Francisco Cisneros,
“con más vigor que su propio marido”40; a su vez Manuel Galleguillos afirmará
que las “órdenes de esta mujer eran más fuertes que las de su marido”41. Se trata
de la recreación escrita de un interrogatorio oral: en su mayoría redactados por
Manuel Espinarete López, escribano habilitado por el Señor Visitador General
José Antonio de Arreche. A los autos se agregan otros materiales, como cartas o
documentos, de que vamos a tratar.
Cuando fue apresada e interrogada, Micaela declaró ante el Señor Don Be-
nito de Mata Linares, del Consejo de Su Majestad, Oidor de la Real Audiencia
de Lima, que no sabía leer ni escribir, tampoco hablaba español. En verdad, la
pieza de juicio está toda marcada por la negación: no sabe hablar español, no
sabe escribir, no dictó órdenes, no conoce a nadie, no tiene poder de mando –
solamente obedeció a su marido–, sus acciones tuvieron por móvil el miedo; en
resumen, ella construye en el interrogatorio la figura de una mujer dominada por
el marido, analfabeta y monolingüe del quechua. Se reduce y empequeñece. O se
ausenta. O se recusa a participar del “circo” del juzgamiento por saberlo un ritual
con resultados ya predeterminados.
En algunas regiones hubo botines en que las mujeres eran distribuidas a los
conquistadores, como en la conquista del Rio de la Plata43, registrados en cantos
66
y testimonios. Si pensamos en las mujeres africanas, traídas para América como
esclavas, se duplica la violencia de esta diáspora forzosa, por la venta como mer-
cancía, la sumisión, la doble moral de los conquistadores –la mujer blanca para
esposa; las mujeres indias, negras o mestizas para esclavizar y disfrutar.
Eso produjo que las propias Leyes de Indias buscaran preservar a las mujeres.
Aunque entre la regla y su ejecución había una distancia en el cumplimiento de
las normas, se otorgaban prerrogativas para una presunta defensa. Incluso bajo
estas Leyes las mujeres indias podrían actuar como cacicas. Por eso, no causa
asombro que Micaela Bastidas, como esposa de Túpac Amaru pueda ser con-
siderada como Cacica, aunque no lo fuera efectivamente, como sí lo era, por
ejemplo, Tomasa Tito Condemayta. De todas formas, Micaela Bastidas, como
miembro de la élite indígena y esposa de un rico arriero, ejerció un papel de po-
der y prestigio en la sociedad andina.
Micaela dominaba las reglas del poder y del mando. Era una mujer que sabía
dictar órdenes y hacerlas cumplir; lo que seguramente desconcertó a los jueces.
Además de esto, en los testimonios se hacen muchas referencias al rigor de Mi-
caela, más no de su marido. Estas características fueron destacadas por don Pablo
Figueroa, nombrado Solicitador Fiscal en el Cusco, el 2 de mayo de 1781, para
hacerse cargo de la pieza de acusación. De la misma manera, esos rasgos se con-
vierten en un leitmotiv y aparecieron también en la Sentencia proferida por José
Antonio de Arreche, donde condena Micaela Bastidas:
Mujer del vil traidor José Gabriel Túpac Amaru, por complicidad en la Re-
belión premeditada y ejecutada por él, auxiliándole en cuanto ha podido,
dando las órdenes más rigorosas y fuertes, para juntar gente (…), invadiendo
las provincias para sujetarlas a su obediencia, condenando al último suplicio
al que no obedecía las órdenes suyas o de su marido.44
67
El rol de los crímenes incluye que ella actuó:
¿Se puede imaginar hasta qué punto ha sido esta una estrategia para justificar
la violencia que se ejerció sobre ella? Por su ambición desmedida –aspiraba al
poder– y por su falta de respeto a las órdenes de la propia Iglesia, ya que ejecu-
taba u ordenaba acciones tan “fieras” o más fieras que las de los hombres. Si ella
misma no perdonaba a los subordinados, de cierto modo eso justifica que los
castigos sobre ella deban de ser duros, igualmente. Este me parece el argumento
subyacente al trabajo de Mariselle Meléndez sobre la muerte de Micaela46, en el
que pone énfasis que debía producir “terror” su ejecución.
Sin embargo, el estudio me parece oportuno porque trae como subtexto las
reflexiones de Michel de Foucault, en su obra Vigilar y punir, donde analiza los
mecanismos del suplicio en las sociedades europeas hasta fines del siglo XVIII.
Sería tentador pensar en la condena y ejecución de Micaela como vinculadas a
una cacería de brujas. Aunque se debe recordar que en este periodo la Inquisición
ya estaba en ocaso en Latinoamérica en términos de prisiones y castigos a las mu-
jeres. Eso no impide que se haga uso de la prohibición para que circule la obra
de Garcilaso de la Vega y de la quema en plaza pública de los ejemplares de los
Comentarios Reales, tras los sucesos de 1781, porque la obra pudo haber servido
de influencia a los insurgentes.
que sea sacada de este cuartel, donde se halla presa, arrastrada con una soga
de esparto al cuello, atados pies y manos, con voz de pregonero que publique
su delito, siendo llevada en esta forma al lugar del suplicio, donde se halla
un tabladillo, en que por su sexo y consultado la decencia, se la sentará y
ajustará al garrote, cortándosela allí la lengua, e inmediatamente se la hará
morir con el instrumento; lo que verificado se la colgará en la horca, sin que
de allí la quite, hasta que se mande, persona alguna.47
68
El escarmiento y el horror estaban previstos en el modelo jurídico de ese tiem-
po, en el padrón del Absolutismo, en el que el cuerpo de la patria era el cuerpo
del Rey. Percíbase que José de Palacios, Escribano del Rey, testimonia que “el día
de hoy se ha ejecutado en la persona de Micaela (…) la sentencia que antecede”.
Se cumplen con fidelidad todas las etapas, en que el escenario de la ejecución
incrementa el del crimen. Donde el crimen es expuesto en un pregón y el su-
frimiento forma parte del rito: el cuerpo que sufre, el cuerpo que es destruido,
el larguísimo tiempo del ritual (se dice que duró todo el día), la presencia del
público, el espacio de la plaza central, la audiencia, la presencia de los ejércitos.
Hay que humillar el reo como forma de desagravio a la figura del Rey que
ha sido ultrajado por el más grande crimen: el de lesa majestad. Por eso el cas-
tigo debe ser ejemplar, aterrorizante, con una violencia desmedida, más allá de
la imaginación: uno de los datos más crueles es que el hijo deba estar presente.
Como si fuera un ritual de purificación y rescate del cuerpo social, reponiendo el
mundo en su lugar, restableciendo las jerarquías de los europeos sobre la gente de
la tierra, indios, negros, zambos, mestizos.
69
traducción de lo oral quechua para lo escrito castellano. Una pregunta que hace
el Visitador oralmente en español, la traduce oralmente a Micaela el traductor del
español al quechua; esta contesta en quechua, el intérprete traduce oralmente del
quechua al español, y de ahí por adelante. Eso se pasa en todo el interrogatorio,
que el escribiente debe transcribir en un texto en español, en una suma. Un sin
número de desentendimientos, preguntas capciosas, voces amenazadoras (“repre-
guntósele”, “cómo no”), la repetición ad infinitum.
70
Cómo advierte Walter Benjamin50, bajo los monumentos de cultura se es-
conden documentos de barbarie. Por eso el Ángel de la Historia mira a la vez
para adelante y para atrás. Por eso hay que se hacer el ritual de respeto a los
muertos, del llanto y del duelo, para que se pueda perdonar, para que se pueda
seguir caminando. Para que sus almas puedan descansar en paz. Son necesarios
el silencio y una elegía, la serenidad y la calma, el amanecer de un nuevo día para
la recomposición de la esperanza y el recomienzo de la utopía. Por eso Eduardo
Galeano lamenta:
71
documentos ya editados pero de corta difusión, difícil acceso y especial valor
histórico y docente53.
En su famoso estudio sobre Túpac Amaru, Charles Walker comenta las po-
sibilidades de interpretación de los móviles del movimiento. La primera sería
que la rebelión fue “precursora” de las luchas anticoloniales y, por ende, pro
independencias56. La segunda, que valora la “identidad inca”, lo que él considera
como una tradición inventada; la tercera como perteneciente a una “tradición
de negociación de derechos”, lo que justificaría el “viva el Rey” presente en los
alegatos de Túpac Amaru.
72
precursores de un proceso de independencia que se realizó parcialmente con los
sucesos del siglo XIX, pero que demandaba, para su total concretización, de un
proyecto político emancipador. Esto es lo que presenta Juan Velasco Alvarado en su
Mensaje a la Nación Peruana57, de julio de 1971. Considera él que la primera inde-
pendencia, del siglo XIX, ha sido “una gran conquista histórica inconclusa”, y que
El pueblo auténtico del Perú, en mucho gestor del aliento que hizo posible
la liquidación de la colonia, no fue el verdadero beneficiario de la victoria
independentista. Continuó siendo un pueblo explotado y misérrimo, cuya
pobreza fue el sustento final de la inmensa fortuna de quienes, en realidad,
fueron los herederos de la riqueza y del poder que antes en gran parte estu-
vieron en manos extranjeras.
73
El mayo de 1981, “Año Bicentenario de la Rebelión Emancipadora de Túpac
Amaru y Micaela Bastidas”, se publica el libro de Román Hernández Matos,
titulado Micaela Bastidas, la precursora. Biografía novelada. En la portada se in-
forma que es una “Edición conmemorativa del Segundo Centenario del heroico
sacrificio de La Precursora doña Micaela Bastidas Puyucahua”.
74
compañera de armas de su marido. Aunque muy joven, es inteligente y sagaz.
75
laberinto, de García Márquez, se construye un Bolívar decadente, como índice
de un desconsuelo histórico, en el texto de Hernández Matos está patente la idea
de construcción del mito Micaela Bastidas. Aunque escrita por un hombre, tiene
una perspectiva de exaltación de la mujer. El heroico sacrificio de Micaela podría
referirse tanto al sacrificio que hace por su Pueblo como a su virtud y dignidad
como esposa. Eso se reafirma muchas veces.
No puedo dar por confirmado lo que deponen algunos testigos acerca de que
la energía y ‘ferocidad’ de la esposa eran mayores que las de Túpac Amaru.
Lo que fluye de los documentos en forma indubitable es que, en materia de
dirección del movimiento rebelde, Micaela Bastidas no se quedaba atrás de
su marido. Por el contrario, toda la vida compleja de la retaguardia indígena
estaba a su cargo. Y no sólo esto: la esposa del jefe rebelde fue su lugartenien-
te más inmediato y, a veces, su inspiradora.66 (subrayado es mío)
En esta línea Matos Hernández deshace la idea de Micaela como una mujer cruel
y la reconstruye como dulce pero firme, un personaje complejo cuyo proceso de
maturación la obra acompaña, de joven romántica e idealista, ardorosa defensora
de la libertad del pueblo indio, hasta la mujer decidida que se propone a seguir el
marido en todos los trances de la vida, hasta la muerte, ya que así lo había jurado
en su matrimonio.
76
Con educación esmerada, su móvil es la providencia, la delegación divina.
En sus charlas con el marido, a quien el autor describe como “entusiasta y atu-
fado también y sus actos eran alocados y de nada sabía Micaela”67, ella aconseja:
“Un momento, Pepe (...) nada de arrebatos”68. Y el narrador comenta la escena:
“Como puede notarse, está ahí la mujer cautelosa, serena y segura, de clara visión
de las cosas, capaz de conducir a los grandes capitanes del pasado a cumbres de
gloria”69.
77
La presencia de la cultura andina y de la herencia quechua son muy fuertes.
El mestizaje, la mezcla y el conflicto entre dos mundos se presentan en diversas
partes. A lo largo de la narrativa se repite su invocación a los manes y el clamor a
los señores tutelares77. Barrionuevo utiliza un clásico recurso de la narrativa neo-
indigenista, como hizo José María Arguedas en sus cuentos y novelas, de la rela-
ción lírica con la naturaleza y de la presencia de cantos en quechua y en español:
Ante el orden de Arreche “Declara, india”, “Confiesa tus delitos y tus cóm-
plices”, ella comenta que “Decido contestar sólo en qeshwa sabiendo que ambos
no podrán entenderme”85. Al que él se enfurece: “lengua de salvajes”86. En esta
reafirmación del idioma en la cárcel se hace la transmutación de lo que era falta,
para el Visitador español, en fuerza y vida, para la india rebelde. Por eso ella va a
declarar: “me acerco a la muerte en eterna rebeldía”.
78
La presencia de las mujeres en el movimiento también se hace notar en la
obra. Menciona, por ejemplo, en la página 32, a Marcela Castro, a Manuela Ti-
tukondori, a Cecilia, esposa de Pedro Mendigure; hace elogio a doña Catalina de
Sala Pachakuti87 y, en especial a Tomasa Titu Kondemayta, Kurakesa de Aqos, que,
con su batallón de mujeres ha destruido un puente88. Por eso Micaela afirma: “!Es
una digna hija del gran puma cuzqueño!”.
Conclusión
Gracias a los estudios de género muchas mujeres han sido recuperadas del
olvido, lo que exigirá, con el paso de los años, que se reescriba la Historia, re-
poniendo en sus lugares las piedras que habían sido sacadas del rompecabezas.
Ojalá muy breve se va a hablar de Tomasa, de Cecilia, de tantas otras guerreras,
que todavía hoy desconocemos. Por eso la importancia de registrar en imágenes,
de representarse en escenas a cielo abierto, en las plazas y calles del Cusco, en el
cine y en las salas de teatro, en las páginas de poemas y novelas. Para que no se
olvide. Para que estas voces se sigan esparciendo por el aire. Para que uno sepa
que no está sólo, y que, aunque se muera, otros vendrán a luchar. Incesantemen-
te. Siempre.
79
Notas
1 Fue en los cursos dictados por Julio Aldinger Dalloz, integrante del equipo
liderado por Bella Jozef, en UFRJ, que conocí la literatura hispanoamericana y
es significativo que la primera novela que leí tras Don Segundo Sombra, haya sido
Los ríos profundos, en los años setenta del siglo XX. A mí como a tantos jóvenes
estudiantes, que soñaban y luchaban por construir un país democrático y justo
en una América Latina soberana, la obra de Arguedas nos conmovía e impulsaba.
Hoy pienso que quizás la doña Felipa de la novela haya sido inspirada en Micaela
Bastidas y las heroínas indígenas. Ha sido esta pasión que me ha conducido en
mi trayectoria académica y profesional. Por eso, no me resulta azaroso al borde
de los cuarenta años de estudios de literatura hispanoamericana, que este círculo
se esté completando.
2 GIL, Juan. Mitos y utopías del descubrimiento. Alianza Editorial: Madrid, 1989.
(Los sueños y utopías de los descubridores).
6 Sklodowska, 1992.
7 Arce, E. K. et alii presentan “la arriería como una próspera actividad econó-
mica desde tiempos coloniales. Permitió intenso tráfico de personas y mercancías
entre el sur andino y Tucumán”. La ruta se hace todavía más importante con la
creación del Virreinato del Río de la Plata, en 1776, y la implantación del ‘co-
mercio libre’ en 1780”. (Arce, Elizabeth Kuon; Viñueales, Rodrigo Gutiérrez;
Gutiérrez, Ramón y Viñueales, Graciela María. Cuzco-Buenos Aires. Ruta de inte-
lectualidad americana (1900-1950). Lima: Fondo Editorial USMP, 2009, p. 17).
80
11 Duthurburu, 2001, p. 114.
12 Ibidem, p. 15.
13 Ibidem, p. 116.
18 Ibidem, p. 167.
20 Ibidem, p. 257.
21 Ibidem, p. 263.
22 Ibidem, p. 271.
23 Durand Flores, 1975, p. 323-324.
24 Ibidem, p. 325.
25 Ibidem, 344.
26 Ibidem, p. 355-356.
27 Ibidem, p. 592.
28 Carta de Tinta, el 18 de febrero de 1781. En: Durand Flores, 1975, p. 502.
29 AGI, Audiencia del Cusco, Legajo 32. Durand Flores, 1975, p. 522.
30 Ibidem, p. 322.
81
31 Sklodowska, 1992.
33 Hadley, Alice Omaggio. Teaching Language in Context. 3. Ed. Heinle & Hein-
le, 2006.
35 Ibidem, p. 304.
36 Ibidem, p. 484.
37 Ibidem, p. 329-330.
38 Ibidem, p. 330.
40 Ibidem, p. 126.
41 Ibidem, p. 126-127.
45 Ibidem, p. 736.
82
47 Durand Flores, 1975, p. 736-737.
49 Ibidem, p. 727.
51 Galeano, Eduardo. “Sagrada lluvia”. In: Memorias del fuego (2). Las caras y las
máscaras. 12 Ed. Madrid: Siglo XXI, 2007.
54 Ibidem, p. XVI.
55 Ibidem, p. XXI.
57 Mensaje a la nación del Presidente del Perú, General de División Velasco Alva-
rado, con motivo del Sesquicentenario de la Independencia Nacional, el 28 de julio
de 1971. In: Mensajes Presidenciales. Museo del Congreso y de la Inquisición.
http://www4.congreso.gob.pe/museo/mensajes/Mensaje-1971.asp. Consulta el
30 de mayo de 2017.
58 Ibidem.
59 Verse a propósito Historia del teatro argentino (1783-1910). El Sur del Sur. 19
julio, 2016. http://surdelsur.com/es/historia-teatro-argentino/#coliseo. Consulta
el 30 de mayo de 2017.
83
60 Eso será tema para próximos trabajos.
68 Ibidem, p. 108.
69 Ibidem, p. 129.
70 Barrionuevo, 2015, p. 98.
73 Ibidem, p. 115-116.
84
77 Ibidem, p. 25.
78 Ibidem, p. 56-57.
79 Ibidem, p. 24.
80 Ibidem, p. 23.
81 Ibidem, p. 23.
82 Ibidem, p. 27.
83 Ibidem, p. 29.
84 Ibidem, p. 79.
85 Ibidem, p. 85.
86 Ibidem, p. 87.
87 Ibidem, p. 51.
88 Ibidem, p. 63.
89 Ibidem, p. 97.
90 Ibidem, p. 95.
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VEGA, Juan José. Micaela Bastidas y las heroínas tupamaristas. Lima: Ediciones
Universidad Nacional de Educación, 1971.
90
DESDE LA MATRIA:
IDENTIDAD Y REPRESENTACIÓN DE
MICAELA BASTIDAS PUYUCAGUA
Fanny Arango-Keeth
Mansfield University of Pennsylvania. Estados Unidos.
El discurso republicano oficial del siglo XIX e inicios del siglo XX mantuvo el
legado histórico colonial en cuando al hecho de excluir toda representación o
inscripción de Bastidas en tanto sujeto histórico con carácter protagónico. La
documentación sobre su activa participación en la revolución2 de Túpac Amaru
II es limitada3, así como también lo es su práctica histórica dentro del discurso de
la historia oficial del Perú, como señala Sara Beatriz Guardia:
91
En cuanto a su singularidad, Bastidas representa una agencia femenina que con-
testa la triple representación subalterna que el sujeto patriarcal colonial le asignó:
mujer, indígena e hija ilegítima. Además, el discurso colonial enfatiza su carác-
ter de analfabeta y hablante nativa de quechua, como parte de su condición de
sujeto subalterno. Sin embargo, es esta agencia triplemente subalterna5, la que
combate la discriminación y la explotación del indígena peruano y que asume
un liderazgo activo en la revolución independentista de Túpac Amaru II de 1789
a 1781. Bastidas simboliza también el cuerpo historizado de la matria, es decir
al sujeto femenino e histórico como punto de encuentro de una configuración
discursiva eufórica en la construcción de la matria. Esta configuración destaca el
valor del sujeto en su práctica histórica y lo convierte en un sujeto que adquiere
una dimensión simbólica6.
A pesar del intento virreinal de erradicar toda evidencia física y toda memoria
histórica y social que estuviera relacionada con esta mujer de avanzada, ella es
recuperada como figura emblemática a fines del siglo XIX y a principios del siglo
XX por las intelectuales latinoamericanas que reconocen en la inscripción de su
identidad los valores de mujer visionaria y revolucionaria dentro del espacio pú-
blico y más aún en la gesta de la independencia del Perú.
92
Los textos seleccionados para el análisis fueron escritos por dos mujeres peruanas
que formaron la avanzada cultural del sujeto femenino en el Perú. Ambas fue-
ron también sujetos políticos que activamente lucharon por los derechos de las
mujeres en sus respectivas coordenadas históricas. A partir de la identificación
de las configuraciones temáticas que se refieren a Bastidas como sujeto histórico
y como sujeto simbólico en los textos, analizaremos los sememas que presentan
significados directos y simbólicos y sus valores, eufóricos o disfóricos con la fina-
lidad de establecer los sememas y los significados que permanecen y aquellos que
se transforman para inscribir la identidad de Bastidas.
93
dades y protege a las familias de los revolucionarios. Este papel combatiente en
la guerra es inusual en el paradigma femenino de la época y está ligado a los roles
de liderazgo que las mujeres andinas asumían históricamente dentro de su for-
mación cultural (Guardia, “Micaela Bastidas y las heroínas de la independencia”
159). Transgrediendo el rol atavístico normalmente asignado a la mujer por el
sujeto patriarcal colonial, Bastidas subvierte las prácticas militares de la época al
asumir un liderazgo militar como estratega. Sebastian Thies y Gabrielle Pisarz-
Ramírez sostienen que la ausencia de estudios de género sobre la participación
protagónica del sujeto femenino en el discurso de la guerra es sintomática en
cuanto a las prácticas de exclusión con las que el sujeto patriarcal se ha encargado
de silenciar todo liderazgo femenino:
La división entre los sexos nunca parece ser tan “natural” como en tiempos de
guerra: mientras que por lo general se relaciona a los hombres con la lucha en la
guerra en todas las sociedades, se representa a las mujeres como las que se per-
manecen en el espacio privado, “al frente del hogar”, principalmente apoyando,
alimentando y vistiendo a los combatientes” (Of Fatherlands and Motherlands.
Gender and Nation in the Americas 13)8.
Las sentencias de muerte emitidas por el gobierno virreinal contra Túpac Amaru,
Bastidas, familia y allegados, representan un acto punitivo vandálico y salvaje,
como bien señala el viajero Clements R. Markham en su libro The History of
Peru en 189211. El propio hecho y forma de atacar y fragmentar el cuerpo de
Bastidas como castigo por su insurrección12 implica la necesidad de la agencia
94
colonial de devolver a la mujer indígena al estado de silencio, sujeción y con
ello reforzar su condición de subalterna. El cuerpo supliciado de Bastidas como
espectáculo de la mujer tierra/madre/guerrera en su tránsito a la historia significó
en el contexto del virreinato una forma violenta de prevenir cualquier otra iden-
tificación con la acción histórica de Bastidas que movilizara la participación del
sujeto femenino en un alzamiento, una revolución o una guerra.
95
En primer lugar, García y García destaca todos los valores de prestigio que la
autorizan como agencia cultural dentro del espacio público peruano a principios
del siglo XIX: ex directora del Liceo Fanning para señoritas, reorganizadora del
Colegio Nacional de Educandas del Cuzco, miembro de la Sociedad Geográfica,
del Instituto Histórico y del Ateneo de Lima. Al establecer su autoridad como
conocedora del tema que aborda, en la sección “Objeto del libro”, García y Gar-
cía pone en evidencia el carácter patriarcal del discurso histórico oficial sobre la
mujer peruana:
96
género para poder desarrollar sus actividades revolucionarias: “Su esposa y leal
compañera Micaela Bastidas, fue la confidente de todo el movimiento revolucio-
nario, y quien, en su condición pasiva, podía comunicar todas las órdenes, que se
trasmitían a quienes estaban comprometidos en el movimiento.”18
Puede decirse, que todo el complot debió la gran actividad con que se desenvol-
vió, a esa valerosa mujer, que no vació en ningún momento corría descalza por
los campos, penetrando a los pueblos y llevando en su corazón, la leyenda que
debía referir a todos para interesarlos a favor de su causa.19
Cabe destacar que cuando García y García describe el suplicio al que es sometida
Bastidas establece con un solo semema tanto el paradigma de la heroína y már-
tir como su condición de indígena, utilizando la recreación del momento en el
cual la revolucionaria responde al edicto colonial en el que se describe la pena
de muerte a la que sería sometida. Este semema representa la única secuencia
dialógica de la semblanza y además está escrito en quechua, lo que le devuelve al
sujeto histórico el decir y el poder-decir en su propia lengua, una lengua sancio-
nada y vetada por la autoridad colonial dentro de la sentencia de muerte contra
los caudillos de la revolución20:
Soportó el tormento sin confesar cual era el plan que existía. Se le dijo que le
iban a cortar la lengua y a ahorcarla en seguida, lo mismo que a sus hijos, y que
el último sería su esposo. Que confesara. Manan, fue toda su respuesta.
De la misma manera que las mártires griegas y que las cristianas, se entregó a sus
verdugos, sin delatar a aquellos que estaban comprometidos en la acción.21
El velo del olvido se echó luego, sobre esa incomparable mujer, cuyo postrer
aliento debe haber conmovido los elementos de la naturaleza, desencadenando
en forma de lluvia, el llanto del cielo, y repercutiendo desde las pampas argenti-
97
nas, hasta las riberas del Caribe, como el sacrosanto somatén para la reivindica-
ción de los derechos de los pueblos americanos.22
98
sustituye los paradigmas de representación figurativa válidos para una determi-
nada época27. Es lo que encontramos por ejemplo en el poema “Imprecaciones”
que Portal dedica a Javier Heraud28.
El poema resulta ser una oda en la que el destinador poético “yo” se dirige a la
segunda persona singular “tú”, el destinatario poético/Micaela Bastidas. El uso
repetitivo de la apóstrofe en el poema indica la intensidad dialógica entre el des-
tinador poético y el destinatario dentro del texto. Recordemos que Roland Bar-
thes señala que el poder del nombre es de carácter emblemático en la medida en
que presenta una textura de significados que deben ser explorados y descifrados30.
99
Pero estuviste tú para insuflar coraje a tus indios vencidos
para imponer el nombre del Perú más allá de los Andes de
los llanos de Colombia de los chacos de Bolivia
y del Tucumán.32
Para Portal, es necesario establecer la elevación del sujeto histórico sobre la cir-
cunstancia del suplicio de su cuerpo como espectáculo público de terror:
Micaela Bastidas
100
Portal propone que en la identidad de Bastidas se inscribe la representa-
ción de todas las mujeres y de su agencia histórica como precursoras de los movi-
mientos políticos y sociales en busca de igualdad y de justicia y no como sujetos
subalternos:
101
Tú no has muerto
Micaela Bastidas.
Dentro del poema, Portal construye la figura de Bastidas como sujeto simbólico
con los sememas “visionaria”, “legendaria”, “guerrillera inmortal”, “luchadora
insigne” entre otros; esta saturación de la figura tiene como finalidad descentrar
al sujeto del plano histórico y construirlo simbólicamente con sememas cuyos
significados son eufóricos y de prestigio. Éste el legado de Portal, la instauración
de la figura de Bastidas en el plano simbólico. El sujeto histórico se abre a las
posibilidades de nuevas interpretaciones y se convierte en un símbolo37.
Conclusión
Los dos discursos en los que se inscribe la figura de Bastidas son diferentes en
cuanto al tipo textual pero similares en la forma en que las dos escritoras destacan
la identidad de género y el carácter revolucionaria de Bastidas dentro de la ma-
tria. Los textos representan una reescritura del discurso colonial que tiene como
finalidad construir un nuevo sujeto simbólico mediante el uso de sememas que
contienen significados con valores eufóricos. En el caso de García y García, la in-
clusión del semema en quechua “Manan” como respuesta de Bastidas a la autori-
dad colonial, permite la recuperación de la lengua ancestral y simbólicamente, la
lengua de la resistencia cultural. De otro lado, Portal recupera la figura del sujeto
102
histórico para convertirla en una figura mítica. Temporalmente, traslada a Basti-
das desde su coordenada histórica hasta la coordenada contemporánea, en la cual
la poeta observa que es necesaria la resurrección de la “madre guerrillera” para
que sus hijos olvidados por la historia oficial construyan sus propios destinos.
Estudiar la memoria histórica y social inscrita en los discursos escritos por muje-
res nos permitirá reescribir los modelos y prácticas culturales del sujeto femenino
e identificar en ellos la verdadera dimensión de figuras como la de Micaela Bas-
tidas, en “una nueva forma de abordar la historia” (Guardia, La mujer peruana:
el otro lado de la historia 214), fundando un discurso alternativo38—el de la
matria—desde el cual la agencia cultural y el cuerpo historizado del sujeto fe-
menino peruano reemplacen las historias fijadas y legitimadas por las sociedades
patriarcales y hegemónicas.
Notas
1 En “La inscripción de la matria: discurso de género, memoria histórica e identidad de la he-
roína como alegoría de la construcción de la nación” (2010) utilizo este término con la acepción
propuesta por Sandra M. Gilbert en “Elizabeth Barrett Browning’s Risorgimento” (1984). Cuan-
do Gilbert analiza la poética de las escritoras del siglo XIX señala que “las mujeres imaginaron
la transformación de la patria en la matria y por lo tanto el resurgimiento de una comunidad
perdida de mujeres que Rossetti llamó el ‘país madre” (195). Desde entonces, existe un consen-
so para utilizar el término en tanto sustitución de “patria” que representa al sujeto patriarcal.
Victoria Sendón de León agrega incluso una acepción para “matria” como “la propuesta de un
humanismo feminista, superador de antagonismos irreconciliables” (Matria. El horizonte de lo
posible 231).
2 Cabe recordar que el levantamiento de Túpac Amaru, como señala Alberto Flores Galindo,
debido a su composición social, objetivos y efectos conseguidos en la estructura colonial es una
revolución que culmina una serie de movimientos y rebeliones que se producen desde la conquis-
ta (Buscando un inca 121-122).
103
3 En The Tupac Amaru Rebellion, Charles F. Walker confirma que la información sobre Micaela
Bastidas es escasa debido a su condición de sujeto doblemente subalterno: por su identidad fe-
menina y por su condición de hija ilegítima (289). También, explica que en su libro destaca la
verdadera dimensión de Bastidas en tanto sujeto histórico (8).
4 Sara Beatriz Guardia. Mujeres peruanas: El otro lado de la historia, p. 115.
5 Gayatri Spivak enfatiza el hecho de la doble o triple subalternidad de la mujer como sujeto
construido dentro de la ideología colonial en su artículo “Can the Subaltern Speak?”(294).
6 Con anterioridad Norma Alarcón usa este término para referirse a la idea de cuerpos plurales
historizados con respecto a las múltiples construcciones raciales que se han impuesto sobre el
cuerpo femenino desde el “descubrimiento” (“Chicana Feminism: In the Tracks of “The” Native
Woman” 66).
7 José Carlos Mariátegui, 7 ensayos de interpretación de la realidad peruana, pp. 46-47.
8 La traducción es nuestra.
9
Sara Beatriz Guardia. Ob. Cit. (“Micaela Bastidas y las heroínas de la independencia”, p. 161.
10
Rocío Quispe Agnoli, “Mulieres Litterarum: Oral, Visual, and Written Narratives of Indigenous
Elite Women” p. 47.
11
Revirtiendo los patrones de civilización y barbarie, Markham plantea que “en los anales del
barbarismo es quizás imposible encontrar otro documento que iguale la salvaje brutalidad y lo-
cura de este edicto virreinal que fue escrito por un juez español, escasamente hace un siglo” [la
traducción es nuestra] (205-206).
12
Mariselle Meléndez analiza minuciosamente los valores simbólicos relacionados con la destruc-
ción del cuerpo de Bastidas en su artículo “Public Spectacle and the Fragmentation of the Female
Body in Eighteenth Century Peru: The Case of Micaela Bastidas” y propone como conclusión:
Para las autoridades, la reducción del cuerpo de Micaela a cenizas, y eventualmente a la nada,
representa el mayor signo de que el orden estaba finalmente en vías de ser restaurado dentro de
sus tierras, y que las relaciones espaciales volverían finalmente a estar bajo el control del Estado
gracias al acto de castigar y al poder del miedo. (234).
13
Of Fatherlands and Motherlands. Gender and Nation in the Americas, p.4.
14
Esta obra recibe la recomendación para su publicación del Comité Internacional de Univer-
sitarias Graduadas-Perú mediante la carta que la también escritora y educadora Esther Festini
de Ramos Ocampo dirige al Comité Organizador de la Segunda Conferencia Panamericana de
Mujeres que se llevó a cabo en Lima del 21 de diciembre de 1924 al 6 de enero de 1925:
Deber patriótico imperioso es, el procurar que en la Conferencia próxima a reunirse en esta
capital, se presente a la mujer peruana en todo su valer moral intelectual y social, a través del
tiempo transcurrido desde los albores de la civilización incaica hasta nuestros días […]. (La
mujer peruana a través de los siglos s/p).
15
Elvira García y García “Objeto del libro”, La mujer peruana a través de la historia, p. 4.
16
Ibídem, p. 5.
17
Elvira García y García “Micaela Bastidas”, La mujer peruana a través de la historia, p.166.
18
Ibídem, p.166.
19
Ibídem, p.166.
20
Es importante recordar que dentro del discurso de la violenta sentencia a muerte, las autorida-
des virreinales incluyen la erradicación del uso del quechua dentro de la clase dirigente inca y de
cualquier símbolo o vestimenta que representara al imperio incaico.
21
Ibídem, p.167.
22
Ibídem, p.167.
23
Elvira García y García, La mujer peruana a través de la historia p.7.
104
24
Mariátegui también reflexiona sobre la identidad de la poesía escrita por mujeres:
En nuestra época, las mujeres ponen al fin en su poesía su propia carne y su propio espíritu.
La poetisa es ahora aquella que crea una poesía femenina. Y desde que la poesía de la mujer
se ha emancipado y diferenciado de la del hombre, las poetisas tienen una alta categoría en el
elenco de todas las literaturas. Su existencia es evidente e interesante a partir del momento en
que ha empezado a ser distinta. (322-323).
25
Magda Portal, Obra poética completa, p. 259.
26
Reedy determina el contexto en el que Portal, en tanto sujeto histórico y político, publica el
libro:
En junio de 1945, ella volvió al Perú cuando el Partido Aprista recobró su legalidad. Pero
circunstancias personales y políticas provocaron radicales cambios en la vida de la poeta. Su
hija Gloria falleció trágicamente a principios de 1947. Al año siguiente, en octubre de 1948,
una sublevación militar contra el gobierno produjo un golpe militar y la poeta fue detenida,
procesada y luego puesta en libertad, por un tribunal de guerra, en 1950. En su propia defensa
ante el tribunal, acusó a los líderes del Partido del Pueblo de haber traicionado al pueblo. Ello
provocó su ruptura definitiva con el APRA y con las actividades políticas del partido. (11)
27
Barbara Harlow, Resistance Literature, 1987.
28
En el poema “Imprecaciones” (1963), Portal escribe:
Hay que decir palabras como puño
en mitin de protesta
palabras como piedras
palabras como flechas […] (283).
29
Una flor roja como la amapola, puede representar “el parentesco con la vida animal, la sangre
y la pasión” (Cirlot, Diccionario de símbolos tradicionales 206).
30
Roland Barthes, El grado cero de la escritura y otros ensayos críticos, 1989.
31
Magda Portal, “Micaela”, Obra poética completa, p. 269.
32
Ibídem, p. 269.
33
Ibídem, 289-290.
34
Ibídem, pp. 290-291.
35
Ibídem, p. 291.
36
Ibídem, p. 292.
37
Barthes establece la posibilidad del símbolo como un significante abierto en cuanto a las múl-
tiples interpretaciones. Si bien cada época puede crear un sentido canónico, sólo es el símbolo el
que puede crear la pluralidad de sentidos (Crítica y verdad 51-52).
38
Ana María Alonso explica que desafiar las historias patriarcales conduce a la formación de una
nueva visión:
Desafiando las historias de origen que fijan, naturalizan y legitiman un orden jerarquizado de
las formas de identidad y poder, los contra discursos fundan una visión alternativa del cuerpo
personal y del cuerpo político en una memoria histórica que disputa las representaciones ofi-
ciales del pasado. (405).
105
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WALKER, Charles F. The Tupac Amaru Rebellion. Harvard University Press, 2014.
107
Sara Beatriz Guardia en “Micaela Bastidas y la Insurrección de 1780”, des-
taca su presencia en el movimiento liderado por Tupac Amaru desde el
inicio. Imparte órdenes, otorga salvoconductos, lanza edictos, dispone ex-
pediciones para reclutar gente y envía cartas a los caciques. Por ello, José
Antonio de Arreche, ordena que la ejecución de Micaela Bastidas debía ir
acompañada “con algunas cualidades y circunstancias que causen terror y
espanto” para que el espectáculo sirva de ejemplo y escarmiento.
108