Micaela Bastidas

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MICAELA

BASTIDAS

SARA BEATRIZ GUARDIA

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Micaela Bastidas
Lima, agosto 2018

C) Sara Beatriz Guardia


Centro de Estudios la Mujer en la Historia de América Latina, CEMHAL

Diseño y diagramación: Lorenzo Osores

Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú No.


ISBN NO.

Queda totalmente prohibida la reproducción y/o transmisión parcial o total de


este libro, por procedimientos mecánicos o electrónicos incluyendo fotocopias,
grabación magnética, óptica o cualesquiera otros procedimientos de acuerdo a la
legislación vigente.

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Micaela Bastidas
Sara Beatriz Guardia

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ÍNDICE

Presentación. Sara Beatriz Guardia. 9

Micaela Bastidas y la Insurrección de 1780.


Sara Beatriz Guardia. Directora del Centro de Estudios La Mujer en la Historia
de América Latina, CEMHAL. 11

Micaela, una herida en la memoria. La mujer relegada en el discurso histórico.


Edgar Montiel. ex Jefe de Políticas Culturales de UNESCO. 43

Micaela Bastidas, del silencio a la palabra: Autodiscurso y Representación.


Claudia Luna. Universidad Federal de Río de Janeiro. Brasil. 57

Desde La Matria: Identidad y Representación de Micaela Bastidas Puyucagua.


Fanny Arango-Keeth. Mansfield University of Pennsylvania. Estados Unidos. 91

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8
PRESENTACIÓN

En el intercambio de ideas mientras organizábamos el Simposio Simposio Interna-


cional Las Mujeres en la Formación de los Estados Nacionales en América Latina y
El Caribe, surgió la idea de escribir sobre una de las mujeres más significativas de la
historia del Perú: Micaela Bastidas. Fue entonces que me propuse convocar a escribir
sobre ella, desde diferentes miradas e interpretaciones. Y, este libro es el resultado de
un trabajo que abarcó varios meses.

Me ocupo al inicio de la presencia de Micaela Bastidas en la Insurrección de 1780,


comandada por Túpac Amaru, sobre la función que cumplió cuando quedó al frente
de la parte administrativa y política de Tungasuca, mientras Tupac Amaru avanzaba
hacia el sur para extender la sublevación a las provincias altas, y pasar al altiplano y
Alto Perú con el objetivo de cortar la ruta de abastecimiento al Cusco. Qué sucedió
durante esos meses, antes de que la condenaran a muerte, con una crueldad que no
tiene parangón en los anales de la historia colonial: “sea sacada de este cuartel, don-
de se halla presa, arrastrada con un soga de esparto al cuello, atados pies y manos,
con voz de pregonero que publique su delito, siendo llevada en esta forma al lugar
del suplicio, donde se (…) ajustará el garrote, cortándosela allí la lengua, e inme-
diatamente se la hará morir con horca, (…) Y luego será descuartizado su cuerpo,
llevando la cabeza al cerro de Piccho, que será fijada en una picota con un tarjeta en
que se leerá su delito: un brazo a Tungasuca, otro a Arequipa, y una de las piernas
a Carabaya conduciéndose lo restante del cuerpo al mismo cerro de Piccho, donde
será quemado con el de su marido”.
En la figura de Micaela Bastidas – escribe Edgar Montiel - se ejemplifica cómo la his-
toria y la memoria registra, sesga o silencia, la conducta de una mujer de excepción.
Ciertamente que existe un amplio registro historiográfico de Micaela en su papel de
esposa de José Gabriel Túpac Amaru, pero se pondera poco su liderazgo propio y
capacidad de mando, su sentido estratégico para aconsejar los movimientos a efectuar,
su conciencia de la Justicia que movía la rebelión -convicción que trasmitió a sus hi-
jos, familiares y vecinos- y se evade conscientemente recordar los tormentos extremos
que tuvo que soportar, pues es una herida en la memoria de América.

9
Claudia Luna hace una ccomparación entre autodiscurso, testimonio y represen-
tación de Micaela Bastidas. Una importante reflexión en torno a sus cartas y órde-
nes, y el rol de quienes las copiaron y tradujeron. Estudia el texto de su Confesión,
redactada por el Juez Mata Linares, al que considera un ejemplo de Testimonio
Inmediado utilizando para ello las reflexiones sobre testimonio y poder de Lienhard,
Sklodovska, y otros. Así mismo, analiza la presentación actual de Micaela a través de
su recreación en la biografía novelada Micaela Bastidas, la precursora, y en la “narrativa
de extracción histórica” Habla Micaela.

Fanny Arango-Keeth, traza la construcción de la identidad revolucionaria de Micae-


la Bastidas en forma diacrónica. Es decir, cómo se ha ido construyendo su represen-
tación desde el siglo XIX hasta la fecha. El corpus de su estudio apunta a saber si es
posible reconocer una historia escrita desde la visión de la matria.

Mi agradecimiento a Lorenzo Osores, por su amistad de tantos años, su gran afec-


to correspondido, y por su arte e inspiración con el que acompaña la amistad. Le
agradecemos por el diseño de este libro, sin cuyo aporte hubiera sido más difícil su
publicación.

Sara Beatriz Guardia


Lima, 25 de julio 2018

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MICAELA BASTIDAS
Y LA INSURRECCION DE 1780
Sara Beatriz Guardia

Aproximarse a la vida de Micaela Bastidas y seguir las huellas de su lucha contra


el dominio español, significa reformular las categorías del análisis sociocultural y
rescribir la historia con nuevos modelos interpretativos. Una reconstrucción que
examine la hegemonía del concepto eurocéntrico, que concibe a Europa como
el centro, y “al sistema de valores de la cultura europea como el genuino sistema
de valores universales”1. En esa perspectiva, el término “descubrimiento” implica
aceptar que antes de la llegada de los españoles no existió ninguna cultura en
América Latina cuando en realidad se trató de un violento encuentro entre dos
mundos diferentes.

Se trata, también, de la reconstrucción de una historia donde la presencia


de las mujeres ha sido borrada, ignorada, minimizada2. Una historia fundada en
personajes de la elite, batallas y tratados políticos, escrita por hombres en su
mayoría de clases y pueblos dominantes que interpretaron los distintos procesos
y experiencias que ha seguido la humanidad de acuerdo con la división de lo
privado y lo público que articula las sociedades jerarquizadas, en la cual los
hombres aparecen como los únicos capaces de gobernar y dictar leyes, mientras
las mujeres ocupan un lugar secundario, en el espacio privado y alejadas de los
grandes acontecimientos sociales3.

Solo a partir del desarrollo de la etnohistoria andina, que significo un intento


sistemático por explicar el pasado de estas sociedades, cambió la visión que
se tenía de la organización prehispánica, y de los términos de reciprocidad y
redistribución en la organización económica del Estado inca4. El principio de
dualidad empezó a ser utilizado por los historiadores en nuevas lecturas de los
documentos españoles para intentar comprender la organización social y política
andina, con su propia lógica, la existencia de una noción ritualizada del espacio5;
categorías, y mecanismos de resistencia y sobrevivencia.

11
Mientras que en la década de 1980, el reconocimiento de un campo histórico
femenino cobró impulso en América Latina. En 1985, Asunción Lavrin publicó
Las mujeres latinoamericanas. Perspectivas históricas (1985), obra que marcó
una etapa en los estudios de la historiografía de las mujeres. También en 1985,
apareció en el Perú la primera edición de mi libro: Mujeres peruanas. El otro
lado de la historia, que actualmente está en la quinta edición. Poco después, en
1986, se impartió el primer curso de Historia Social de la Mujer en México en la
Universidad Nacional Autónoma de México. Es desde esta reconstrucción de la
historia que nos acercaremos a la vida de Micaela Bastidas.

La Conquista

Aunque los cronistas sostuvieron que la conquista tuvo un objetivo evangelizador,


lo cierto es que por encima de las plegarias el factor económico fue preponderante.
Por entonces, España atravesaba una grave crisis que culmina en 1593, cuando
Felipe II se declara en quiebra a pesar del cuantioso botín que obtenía de sus
lejanas posesiones coloniales6, cinco años después de la derrota de su Armada
Invencible. En este contexto, la explotación de los indígenas a través de rígidas
formas de subyugación: mita7, obrajes, repartimientos y encomiendas8, produjo
el ingreso más importante del presupuesto español, a la par que jugó un papel
relevante en la construcción de la nueva sociedad. El tributo que debían pagar
obligatoriamente los indios a España se convirtió en instrumento de maltratos y
atropellos, al grado que la Corona se vio obligada a reglamentarlo para así detener
la acción de los Corregidores, crueles ejecutores de un sistema de sujeción que no
tiene analogía en las crónicas del dominio colonial.

La crítica más consistente a este sistema de explotación provino de Fray


Bartolomé de Las Casas en su obra: Brevísima relación y destrucción de las Indias,
que data de 1552, claro alegato en defensa de los indígenas por lo que fue
atacado. Fray Toribio Motolinía escribió en su contra “Carta al emperador”, en
Tlaxcala, el 2 de enero de 1555, y el 16 de marzo de 1571, apareció en el Perú
un documento anónimo conocido como Parecer de Yucay, con la finalidad de
demostrar la ilegitimidad de los Incas y la legitimidad de los reyes de España
en el Perú, desmintiendo “la falsedad de la opinión del padre Las Casas”, que
había “causado gran daño”. Para lo cual esgrimió cuatro razones: los Incas fueron
tiranos; construyeron el imperio a su antojo; antes de los Incas no hubo nada; y
los indios vivían en gran confusión. Así, el papa Alejandro VI premió al rey de
España por su lucha contra el dominio árabe, y le otorgó en propiedad los reinos
del Perú, “reinos tan ricos de oro y plata y perlas y piedras preciosas”9.

12
El Parecer legitimó la reforma política del virrey Toledo e intentó desautorizar
la propuesta del padre Las Casas afirmada en el derecho natural, el derecho
humano y el derecho divino de la evangelización. Esto permitió ejecutar al Inca
Tupac Amaru por el delito de ser el último Inca, ordenar el sistema administrativo
del virreinato, y crear la mita a fin de proveer mano de obra a las minas de Potosí
(plata) y de Huancavelica (azogue). También se estableció el Tribunal de la Santa
Inquisición el 25 de enero de 1569, que contó con el apoyo de Francisco de
Ávila, vicario de las provincias de Huarochirí, y encargado de dirigir la primera
campaña de extirpación de las idolatrías. En su libro Tratado de los Evangelios,
Francisco de Ávila evoca con orgullo las virtudes de su tarea evangelizadora: “¿Yo
propio no saqué más de treinta mil ídolos por mis manos […] y quemé más de
tres mil cuerpos de difuntos que adoraban?”10.

También fray Buenaventura de Salinas y Córdova, denunció una política de


intensa explotación de los indios en el cumplimiento de “una múltiple y dura carga
para con el colonizador, el Estado y la Iglesia”11; en Memorias de las Historias del
Nuevo Mundo, describe las condiciones infrahumanas en las que vivían los mitayos
al relatar el caso de un indio cuya mujer presa de la desesperación se había suicidado
después de ahorcar a sus hijos ante la amenaza de que los llevaran a las minas. Este
no es un hecho aislado, agrega Buenaventura Salinas, porque “lo mismo hacen las
madres, que en pariendo varones los ahogan” para evitarles el destino de la mita.

Abundan los testimonios del exterminio de los indios. El párroco de Alonso


Ocón Álvarez, refiriéndose a los graves daños que producían las mitas de
Huancavelica y Caylloma, sostuvo que de mil indios tributarios “no quedaban
más de 80”, y cuando sus tierras estuvieron abandonadas “el visitador don Diego
Camaño las vendió en nombre del rey…”12. Otro párroco, Francisco Romero,
denunció que los corregidores llegaban al extremo de “hacer tejer sin descanso a
las mujeres, retribuyéndolas con míseras propinas o con nada…”13. Agrega otro
sacerdote que se las obligaba a “tejer todo el año mucha ropa para enviarla a
Potosí pagando su trabajo en tabaco, cintas y otros géneros de que no necesitan
para su alivio”. Incluso el párroco Bernardo de Cela Colmenero, sostuvo que era
imposible que el rey conociera “el miserable estado en que se hallan los indios”, y
consideró “oportuna la ocasión para significar el dolor con que miro las opresiones
que padecen estos miserables por sus corregidores y curacas”14.

Un documento titulado “Presentación de la ciudad del Cusco en el año de


1768, sobre excesos de corregidores y curas”15, señala que el abuso cometido por
los españoles contra los indios era de tal envergadura que el informante hispano

13
no vacila en decirle al Rey que “será preciso apartar la cordura para referirle con
claridad que haga ver con cuánta inhumana impiedad proceden unos hombres
cristianos que, olvidados de su carácter y de toda su razón política, no tendrán
semejantes en las menos incultas naciones”16. La muerte de centenares de miles
de indios en el cumplimiento de una múltiple y dura carga para con el colonizador,
el Estado y la Iglesia diezmó la población al grado que el cronista español Cieza de
León llega a decir que: “todos los más de estos valles están casi desiertos habiendo
sido en lo pasado tan poblados como muchos saben”17.

Sublevaciones y resistencia

Son numerosos los levantamientos que el sistema de dominación colonial produjo


desde los primeros años de la conquista. La sublevación de Manco Inca en 1538,
comprendió el sitio al Cusco y a Lima, y la segunda etapa principalmente de
resistencia en Vilcabamba, período que coincide con las guerras civiles entre los
españoles hasta 1548. Posteriormente en la década de 1600 estalló la violencia en
las ricas minas de Laicacota, en Puno18. Pero es a partir de la segunda mitad del
siglo XVIII, coincidiendo con la crisis del Virreinato del Perú, que las protestas
se suceden de manera constante. Las Reformas Borbónicas adoptadas por los
monarcas de la Casa de Borbón a su llegada al poder en 1700, comprendieron
además de medidas administrativas, también militares y defensivas ante la
amenaza inglesa. En esas circunstancias, el Virreinato del Perú perdió el control
de territorios con la creación del Virreinato de Nueva Granada (1739), y el
Virreinato del Río de la Plata (1776)19. Sin embargo, continuó siendo la más
importante de las posesiones coloniales de España.

La presencia de las mujeres no está registrada en estos levantamientos. Sin


embargo, su lucha por el derecho a la tierra y a ser consideras cacicas aparece
en los juicios e investigaciones de la campaña de extirpación de idolatrías que
registraron la voz de las autoridades eclesiásticas españolas y la de los indígenas
acusados; así como en títulos de tierras, partidas de matrimonio y bautizo que
documentan la persistencia de los patrones andinos de parentesco. En el Archivo
Regional del Cusco en legajos de causas civiles del Cabildo, figuran varias cacicas
propietarias de tierras aptas para entablar juicios, como por ejemplo en 1712, el
reclamo de “doña Ursula Martina Ñusta cacica y gobernadora de la villa de Anta
viuda de don Lorenzo Poma Inga, cacique principal y gobernador que fue de
dicha villa, tutora y curadora de don Pedro Julián Poma Inga, su hijo legítimo y
don Mateo Quispe Guamán, (…) sobre la posesión de las tierras (…) y los títulos
de los terrenos de la comunidad en Soncco Hanansaya y Urinsaya en Anta”20.

14
A fines de mayo de 1742, en las misiones franciscanas de la ceja de selva de los
actuales departamentos de Junín y de Pasco, estalló un movimiento autonomista
liderado por Juan Santos Atahualpa que durante diez años fustigó a los españoles
con ataques sorpresivos desde el sur andino, un área periférica a los intereses del
virreinato. En 1750 se develó en la ciudad de Lima una conspiración de artesanos
mestizos e indios.

En 1773, la contienda se extendió al norte del Perú a través de motines y


revueltas. Tres años después, en 1776, los recaudadores de impuestos se vieron
obligados a recurrir al apoyo de las milicias, y en 1777, se produjo una rebelión en
la provincia de Urubamba en la que tomaron parte indígenas, criollos y mestizos.
Tal es el clima de agitación social que precede la más importante y trascendental
rebelión indígena de América Latina comandada por José Gabriel Condorcanqui
Túpac Amaru y Micaela Bastidas. Rebelión que puede interpretarse como la
continuación de protestas mesiánicas y nativistas, lo que permite conectar “el
movimiento de Juan Santos Atahualpa con el de Tupac Amaru, ya que ambos
dirigentes emergieron como líderes mesiánicos21.

Tupac Amaru y Micaela Bastidas

Joseph Gabriel Condorcanqui Tupac Amaro nació el 19 de marzo de 1741, en


el pueblo de Surimana, distrito de Tungasuca, Provincia de Canas, Cusco. Era el
segundo hijo de Miguel Tupa Amaro, gobernador del pueblo de Surimana y de
Rosa Noguera22, descendiente de Manco Inca y bisnieta del Inca Huayna Cápac.
“Señores que fueron de estos reinos”23, como dice el propio José Gabriel. A la muerte
de su hermano mayor Clemente, heredó el Cacicazgo de los Túpac Amaru, cuyas
tierras se extendían por los pueblos de Pampamarca, Surimana y Tungasuca, en la
provincia de Tinta. El 5 de octubre de 1766, como consta en varios documentos de
la época, inició una serie de trámites para formalizar dicha posesión.

Pero descender de los últimos soberanos del Imperio Incaico no era una
cuestión que se limitaba a hacer válidos los títulos y pertenencias ante la ley
de los conquistadores. El Inca, era el hijo del Sol, y su sola presencia causaba
una profunda emoción colectiva. Cuenta el historiador inglés Clemente
Markham que cuando el último Inca Túpac Amaru, fue ejecutado en 1572 en
la Plaza Mayor del Cusco por el Virrey Francisco de Toledo, su cabeza quedó
clavada en un palo para que sirviera de escarmiento. En la noche, los españoles
contemplaron sorprendidos cómo una multitud de indios de rodillas veneraba
a su Inca muerto. De esta adoración y de la esperanza surgió el mito de Incarrí,

15
el hijo del Sol que un día uniría sus miembros enterrados en diferentes lugares y
volvería para poner fin a la explotación:

“El Inca de los españoles apresó a Inkarrí su igual. No sabemos dónde. Dicen
que sólo la cabeza de Inkarrí existe. Desde la cabeza está creciendo hacia dentro;
dicen que está creciendo hacia los pies. Entonces volverá, Inkarrí, cuando esté
completo su cuerpo. No ha regresado hasta ahora. Ha de volver. Ha de volver
a nosotros, si Dios da su asentimiento. Pero no sabemos, dicen, si Dios ha de
convenir en que vuelva”24.

En cambio, Micaela Bastidas Puyucahua, descendía de una familia pobre y


sin ningún rango. Nació el 23 de junio de 1744 en el pueblo de Pampamarca
de la provincia de Tinta, aunque según Boleslao Lewin, su nacimiento tuvo
lugar en Tamburco, capital del corregimiento de Abancay. Quedó huérfana de
padre de muy niña y su infancia, como la de sus hermanos Antonio y Pedro, no
habría sido fácil. De acuerdo con testimonios recogidos por Guillermo Miller, y
transmitidos después a Clemente Markham, poseía una singular belleza.

También José Gabriel Condorcanqui Túpac Amaru, quedó huérfano en la


infancia y fueron sus preceptores los que cumplieron la tarea de impartirle la
educación que correspondía a su rango de Cacique. Le enseñó a leer el párroco
de Pampamarca, Antonio López de Sosa, y el de Yanaoca, Carlos Rodríguez de
Ávila. A los diez años era ya alumno regular en el Colegio de Caciques de San
Francisco de Borja, en el Cusco, fundado en 1620 y regentado desde entonces
por los jesuitas hasta su expulsión del Perú en 1767.

Según el Acta de matrimonio25, José Gabriel Condorcanqui Túpac Amaru y


Micaela Bastidas, se casaron en el pueblo de Surimana el 25 mayo 1760. Él tenía
19 años y figura como hijo legítimo de Don Miguel Túpac Amaru y Rosa Noguera;
mientras Micaela de 16 años aparece como hija natural de Manuel Bastidas y
Josefa Puyucahua. El documento está firmado por el sacerdote, Antonio López
de Sosa, que permaneció junto a la pareja durante los más azarosos momentos de
la insurrección. De esta unión nacieron tres hijos: Hipólito en 1761, Mariano en
1762 y Fernando 1768.

A diferencia de su marido, Micaela Bastidas nunca aprendió a leer ni a


escribir, sólo firmaba con su nombre, y tampoco hablaba español aunque sí lo
comprendía. Los diversos trabajos que tuvo que realizar, y sobre todo la cercanía
con Túpac Amaru, constituyen los elementos fundamentales de su formación.

16
Al respecto, Juan José Vega sostiene que las frecuentes ausencias de su marido,
empeñado durante años en legitimar el cacicazgo y en la ejecución de diversos
trámites mercantiles y de comercio, permitieron que asumiera la administración
de tierras y animales, llevar las cuentas, y el pago del salario a los peones26.

Conformaron una pareja unida y preocupada por la educación de sus hijos,


a quienes supieron transmitir el anhelo por la libertad y la justicia social. No
es casual que contrataran maestros para su instrucción, pues así evitaban que
estudiasen en el Colegio de Caciques del Cusco, orientado a preparar jóvenes
sumisos a la Corona de España.

Diez años antes de la insurrección, José Gabriel Túpac Amaru había iniciado
ya una tenaz defensa de los indios contra el abuso de los españoles. Pero en esta
etapa sólo buscaba protegerlos a través de la aplicación de las Leyes de Indias y el
cambio de las malas autoridades. A la par que intentaba lograr el registro de su
derecho como sucesor de los Incas. El cacicazgo de los Tupac Amaru se extendía
por los pueblos de Surimana, Pampamarca y Tungasuca, en la provincia de Tinta,
a orillas del camino real que conducía desde Lima a Buenos Aires. Frente a la
negligencia de las autoridades de Tinta y el Cusco, viajó a Lima a mediados
de 1777. Allí se relacionó con pensadores que posteriormente conformaron
la Sociedad Amantes del País, cuya influencia sería decisiva en su formación
política. La misma Micaela lo dice: “a mi marido le abrieron los ojos en Lima” 27.

Micaela Bastidas y la insurrección de 1780

El 4 de noviembre de 1780, aniversario del Rey Carlos III de España, José


Gabriel Condorcanqui Túpac Amaru le tendió una emboscada al temido y
odiado corregidor Antonio de Arriaga, y después de obligarlo a escribir una carta
dirigida a su cajero dándole instrucciones para que con todos los fondos y las
armas se trasladara a Tungasuca, apresó a sus colaboradores, y el 9 de noviembre,
lo ejecutó. Poco después, decretó la supresión definitiva de la mita y del pago
de impuestos. En el pueblo de Pomacanchi mandó abrir un importante obraje,
“y en presencia de varios caciques de los pueblos vecinos que por su orden
habían concluido, les dijo que su comisión se entendía no solo ahorcar cinco
corregidores, sino arrasar los obrajes”28. Había empezado la más importante
insurrección indígena de América Latina.

Durante las dos primeras semanas de noviembre, Tupac Amaru con sus más
leales capitanes, se aseguró la adhesión de varios pueblos aledaños y el 16 de

17
noviembre promulgó el Bando de Libertad de los Esclavos. Según el “Informe del
Cabildo del Cuzco”, Tupac Amaru contaba con “un ejército de 60,000 indios”29.
Mientras que las tropas españolas que avanzaban hacia Sangarara, llegaron el 17
de noviembre en la noche.

En la madrugada del 18 de noviembre se produjo un violento enfrentamiento,


y por primera vez el ejército español se rindió ante el avance impetuoso de las
tropas comandadas por Túpac Amaru. El incendio de la Iglesia sirvió de pretexto
para que el Obispo de Sangarara decretase la excomunión de Tupac Amaru, “por
incendiario de capillas públicas (…) por rebelde traidor al Rey, por revoltoso y
a todos cuantos le den auxilio, favor y fomento”30. Consciente del poder de la
Iglesia, Túpac Amaru envió inmediatamente una carta donde aseguraba que su
propósito no era otro que el de luchar contra la opresión.

Después de la Batalla de Sangarara surgió en las filas rebeldes el clamor de


avanzar hacia el Cusco. Pero Túpac Amaru rechazó la idea aunque Micaela Bastidas
fuera una de más convencidas. El Cusco era el centro del poder español y allí se
encontraba la elite hispana rodeada de mestizos ricos que no eran precisamente
adictos a la insurrección. Incluso, Tomasa Tito Condemayta, Cacica de Acos,
le advirtió que la situación en la ciudad no era favorable y que su casa “había
sido atacada por campesinos quechuas que empezaban a perder el control, al no
diferenciar a propios de extraños”31.

En consecuencia, Túpac Amaru decidió avanzar hacia el sur a fin de extender


la sublevación a las provincias altas para de ahí pasar al altiplano y después al
Alto Perú, y de esa manera cortar también la ruta de abastecimiento al Cusco.
Fue recibido triunfalmente en los pueblos de Kanas, Acomayo, Canchis y
Chumbivilcas. También en Puno y en los valles de Arequipa y Moquegua. Los
primeros días de diciembre ingresó al Collao cruzando la cordillera de Vilcanota,
en tanto que su primo Diego Cristóbal Túpac Amaru, avanzaba hacia las provincias
situadas en la otra ribera del río Vilcomayo. En la Paz la conspiración estaba
en marcha, en Oruro incluso se organizó un gobierno indocriollo, mientras los
hermanos Catari iniciaban la insurrección en Chuquisaca.

En el curso de estas acciones es la primera vez que se registra el nombre de


Micaela Bastidas que hasta entonces solo figuraba como la esposa del líder rebelde.
En ausencia de Túpac Amaru, asumió la dirección administrativa y política en
Tungasuca. Es en este período, entre fines de noviembre y fines de diciembre, que
su presencia empezó a perfilarse de manera definitiva. Es ella quien imparte las

18
órdenes, otorga salvoconductos, lanza edictos, dispone expediciones para reclutar
gente y envía cartas a los caciques32:

Pasaporte.- Todos los guardias españoles e indios, y espías puestos por orden
de mi marido Don José Gabriel Túpac Amaru, darán paso franco a los que
con este pase fueren, sin hacerles el más perjuicio; pena al que contraviniere
esta mi orden del castigo que corresponde, y del mismo modo cuando
regresen de la ciudad del Cusco para sus lugares. Tungasuca, noviembre 27
de 1780. Doña Micaela Bastidas33.

No vacila en proferir amenazas en cartas dirigidas a caciques y gobernadores.


De manera clara y rotunda conmina a los gobernadores, Agustín y Lucas Núñez
de la Torre y Matías Canal:

“También doy a vuestras mercedes noticia que en breve pasará mi marido a la


ciudad del Cusco, con la correspondiente guarnición; por lo que es necesario
que la gente de vuestras mercedes esté alerta, para bajar luego que corra esta
noticia; y si a esto no se avienen vuestras mercedes, prometo acabarlos de
plano, como lo he ejecutado con los demás. Entre tanto, Dios nuestro Señor
los guarde muchos años. Tungasuca, Diciembre siete de 1780” 34.

No existen sutilezas ni vacilaciones en su lenguaje. Da órdenes, llama ladrones


a los corregidores y apresa a quienes se niegan a obedecer a Túpac Amaru:

“Dase comisión a Don Diego Berdejo para que inmediatamente pase al


pueblo de Quijana, y con auxilio de aquel Común y sus Alcaldes, prenda a
Francisco Sucacahua por contradictor a las órdenes de mi marido Don José
Gabriel Túpac Amaru, y lo conduzca a este pueblo de Tungasuca, con buena
guardia y custodia; con prevención de que pedirá auxilio a los caciques de
Combapata y Checacupi, quienes igualmente pasarán al efecto, bajo de la
pena de que si así no lo ejecutan, serán castigados severamente”. Tungasuca,
10 de diciembre de 178035.

“Señores Gobernadores Don Baltasar Cárdenas, Don Tomás Enríquez y Don


Mariano Flores. Ya habrá llegado la noticia a ustedes de cómo mi marido se
halla actualmente, practicando precisas diligencias, a fin de tan sólo de librar
este Reino de (…) los ladrones de los Corregidores, de que resultará un
beneficio común a todo el Reino y nos veremos libres de semejantes abusos”.
Tungasuca, 15 diciembre de 1780. Doña Micaela Bastidas”36.

19
También mantuvo correspondencia con los más importantes consejeros de
Túpac Amaru, aquellos que compartieron su suerte en la derrota: Diego Berdejo,
Pedro Mamani, Melchor Castelo, Pedro Mendigure, Ramón Ponce, Antonio
Bastidas, Andrés Castelo, Marcos de la Torre. Los sacerdotes, Pedro Juan de Luna,
Domingo de Escalante, Carlos Rodríguez de Ávila y Gregorio de Yapes, que
también fueron procesados. Y varias mujeres: Tomasa Tito Condemayta, Ángela
Pacuri, Francisca Herrera, Catalina de Zalas y Pachacutti. Son cartas destinadas
a informarle cuestiones puntuales; también solicitudes de justicia a través de las
cuales se advierte que tenía autoridad suficiente para dirimir, juzgar y sentenciar.
En ellas la llaman: “muy señora mía”, “muy amada hermanita mía”, “amantísima
y muy señora mía”, inclusive “señora gobernadora”.

En ese período también mantuvo correspondencia con su hermano Antonio


Bastidas. El 7 de febrero de 1781, éste le informó con detalle las acciones que
había tomado37, y le pidió que cuide de su esposa enferma. Son cartas de quien
reconoce la dirección política y militar de un superior, pero también plenas de amor
fraternal. Algo usual en el movimiento de Tupac Amaru donde la participación
familiar fue frecuente; por ejemplo, Simón Condori dijo en su declaración haber
sido autorizado a participar “por su abuela Marcela Pallocahua y su tío Diego”38.

Cartas de amor y guerra

Pero es en las cartas que Micaela Bastidas dirigió a Túpac Amaru donde es posible
seguir el curso de la insurrección, las acciones que emprendió, su carácter, el
amor que le profesó, y la desavenencia que sostuvieron respecto del avance hacia
el Cusco. Es necesario tener en cuenta que estas cartas fueron dictadas por ella,
pues no sabía leer ni escribir. Entre el 23 de noviembre de 1780 y el 23 de marzo
de 1781, Micaela le envió 19 cartas. En ellas lo llama sencillamente: Chepe, hijo
Pepe, Chepe mío, hijo Chepe mío, Chepe de mi corazón, hijo de mi corazón,
amantísimo hijo de mi corazón; y firma: tu Mica, tu amantísima compañera, tu
amantísima esposa de corazón, tu amantísima Micaela. Del 27 de noviembre de
1780 a diciembre de ese año, Túpac Amaru le escribió ocho cartas. La llama: hija
mía, hija Mica, hija; y firma siempre: Tu Chepe.

La primera carta de Micaela Bastidas, es del 23 de noviembre de 1780, en


ella le recomienda con afecto: “Te encargo que la comida que tomares sea de
mano de los nuestros y de más confianza”39. Al día siguiente le aconseja que para
promover la lucha en Arequipa, “es necesario que envíes un propio seguro con
los adjuntos carteles para que se enteren de su contexto; y te advierto que sea con

20
la brevedad posible, y puedes despachar otro propio para Pachachaca a cortar el
puente con la precaución correspondiente”40

Un día antes le había dirigido una carta a Bernardino Zegarra a fin de que
notifique a los caciques para que no cometan agravios contra los españoles41.
“Ciertamente vienen soldados de Lampa y Arequipa, en número muy
considerable, y nos quieren pillar descuidados con los del Cuzco; nuestro cura
se ha ido fugitivo para allá”, le escribe a Tupac Amaru el 27 de noviembre, y
agrega que le preocupa la prisión de Noguera42. Está al corriente de todo lo que
sucede en el gobierno de Tungasuca, también intuye la traición que más tarde se
evidenciará trágicamente:

Tungasuca, 26 de noviembre 1780. “No puedo menos que participarte


como los Curas de Pampamarca, de Yanaoca, el Doctor Bejarano y Don
Ramón Moscoso, habían solido escribir al Cusco, al Obispo, y a los demás,
relatando todo lo que pasaba en casa, y del número de soldados que tenemos,
despachando las cartas con el Coaqueño (…) Todo esto me tiene con
bastante cuidado, ya porque estamos entre enemigos, y ya porque nos puede
sobrevenir alguna traición repentina por lo que te participo para que estés
advertido, como igualmente de los soldados que con bastante estruendo se
van previniendo en la pampa de San Sebastián”43.

En la primera carta que Túpac Amaru le escribe a Micaela Bastidas se advierte


su preocupación:

“Yo pasaré mañana por Velille, y hasta aquí me va bien; pues la gente de esta
provincia va saliendo más leal, y en adelante espero salir lo mismo. Tener
mucho cuidado con los que están en casa, y dile a nuestro Figueroa que no
se descuide, con tener muy prontas las armas que estén allí. Altos de Livitaca,
noviembre 26 de 178044

Juan Antonio de Figueroa, a quien Tupac Amaru llama afectuosamente


“nuestro Figueroa”, era un cercano colaborador del corregidor Antonio de
Arriaga que tramando la traición, se alistó con los rebeldes y se encargó de
los cañones; por eso en las batallas la eficacia de la artillería era nula. Según
el Obispo Moscoso, Figueroa “dirigía los tiros con ardid, para no dañar a los
ejércitos reales”45. En otra carta, probablemente del 3 de diciembre, le avisa que
vienen soldados del Cusco, y le recomienda que se quede en casa con su hijo
menor, y que no se olvide de los cañones46.

21
En todas las cartas que Túpac Amaru le escribe a Micaela, la información
y el mensaje es semejante a los que se dirige a un combatiente de igual rango.
Son comunicaciones de guerra, con lo preciso y necesario, no existe mención
que corresponda al ámbito privado, ni siquiera de los hijos, aunque Hipólito
de 19 años combatía con Tupac Amaru, y Mariano de 18 cumplía tareas de
importancia. El 27 de noviembre desde Velille le dice:

“Acabo de recibir carta de Layo en la que me dan la noticia de que vienen


soldados de Lampa y Azángaro; y así, precisa mucho que mandes poner toda
la gente en el cerro de Chullocani hasta que yo regrese de este Velille, que
será el viernes, porque siempre pasaré a dicho pueblo de Layo a poner atajo
en el tránsito. También será preciso que Don Juan Antonio Figueroa lleve
todos los cañones a dicho cerro”47

Resulta sorprendente que a pesar de todos los testimonios existentes, la


historia oficial continúe presentando a Micaela como una simple colaboradora
de Túpac Amaru. A través de numerosos documentos queda demostrado que
cumplió funciones militares y políticas de importancia. En la carta fechada el 29
de noviembre, Túpac Amaru le pide intervención para que el sacerdote Ildefonso
Bejarano “no se lleve de dictámenes contrarios, y que mande abrir la puerta de la
iglesia y administre sacramentos a aquellos naturales”, le recomienda que ponga
soldados para que la protejan y le pide que le envíe la bandera “bien surcidita”48

El 30 de noviembre, trata de alentarla: “Se que estás muy afligida, y tu


compañía lo mismo, y así no seas de poco ánimo. Si está de Dios que muramos
se ha de cumplir su voluntad; y así, conformarse con ella”49. El 1 de diciembre,
recibió la información que cinco corregidores se han unido para emboscarlos,
pero confía que la gente de Lampa lo apoye, “y así no hay que tener cuidado
de nada, manteniéndote en ese pueblo con la gente que quedase, y poner
centinelas para que te den noticia a menudo; y que los indios de la provincia de
Quispicanchi se esparzan en todos los tránsitos los más peligrosos, para que no
puedan salir a tu habitación; y si así sucediese, verás la forma de salir con toda la
familia a Vilcanota, por Layo”50

El 2 de diciembre de 1780, Micaela le envía un reporte de las acciones: “En


Carabaya se repiten muertes y embargos; de Caylloma se asegura la tranquilidad, y
de Arequipa lo propio y todos dispuestos a las órdenes de Vuestra Merced a quien
Dios le dé fuerzas y paciencia para nuestro amparo”51. En una carta probablemente
del mismo día, Tupac Amaru le informa que “en Pisquicocha ha mandado juntar

22
soldados el Corregidor de la provincia de Chumbivilcas, con destino a Tungasuca,
y que a los indios que fueron de propios lo ha mandado a ahorcar”52.

En su carta del 3 de diciembre, Túpac Amaru le avisa que vienen soldados del
Cusco, “por lo que te prevengo que te vengas con todos los soldados de casa hasta
Langui, entonces puedes quedarte con Fernandito y Mariano, y lo soldados que
pasen con toda la gente Langui y Layo; y así puedes estar en alguna parte segura
(...) Yo estaré el día domingo en la raya de Vilcanota, siempre tratarás de traer
bastante plata no viniendo a despacharme; no te olvides de los cañones, en todo
caso que vengan dichos cañones a Tungasuca”53.

Pero el 6 de diciembre Micaela Bastidas le dirigió una carta a Túpac Amaru


en términos duros e injustos. Desde el triunfo de la Batalla de Sangarara había
presionado inútilmente para que marcharan al Cusco sin ningún resultado.
Cansada le escribió una carta ofensiva que puso fin a la correspondencia. Túpac
Amaru no le volvió a escribir.

“Harto te he encargado que no te demores en esos pueblos donde no hay


que hacer cosa ninguna; pero tú te ocupas en pasear sin traer a consideración
que los soldados carecen de mantenimiento, aunque se les dé plata; y ésta
que ya se acabará al mejor tiempo; y entonces se retirarán todos, dejándonos
desamparados, para que paguemos con nuestras vidas; porque ellos solamente
van al interés y a sacarnos los ojos de la cara; y más ahora que los soldados
se van retirando, con la voz que Vargas y Oré habían esparcido de que los
de Lampa unidos con otras provincias y Arequipa, te van a cercar, y se han
amilanado, procurando remontarse y temerosos del castigo que le pudieran
sobrevenir; y se perderá toda la gente que tengo prevenida para la bajada al
Cusco” (...)

Bastantes advertencias te di para que inmediatamente fueses al Cusco pero


has dado todas a la barata, dándoles tiempo para que se prevengan, como
lo han hecho, poniendo cañones en el cerro de Piccho y otras tramoyas tan
peligrosas, que ya o eres sujeto de darles avance” 54.

Insiste en su carta del 7 de diciembre donde incluso le comunica que ha


decidido marchar hacia el Cusco sola:

“Hallándome prevenida para marchar el lunes once del corriente para Paruro,
a cuyo efecto estoy convocando a los indios de todos los pueblos, porque son

23
muchos los padecimientos de los infelices indios de Acos y Acomayo, llenos
de miedo con la salida de los soldados de aquel pueblo (...) La mira que llevo
es hacer más gente para estar rodeando poco a poco el Cusco que se halla con
bastante fortaleza según te previne en mi anterior; porque si andamos con
pies de plomo todo se llevará la trampa”55

Consciente de la importancia que revestía el Cusco, Túpac Amaru intentaba


ampliar el radio de acción del movimiento para después cercar y cortarle el
suministro a la ciudad antes del ataque. Mientras, que según Juan José Vega, Micaela
quería tomar el Cusco con el objetivo de “desencadenar una guerra campesina,
(...) sin considerar una agravante: podrían producirse arrasamientos étnicos y
culturales, merced a la brutal opresión a la que se hallaba sujeto el campesinado
andino”. En cambio, la estrategia de Túpac Amaru estaba “destinada a doblegar a
la gran urbe a través de la conjura interna y mediante la participación activa de
otras clases y grupos étnicos urbanos opuestos al dominio español proceso al cual
se complementaría el ataque desde fuera en el momento preciso”56.

Lo siguientes días Micaela continúa presionando aunque ya evidencia una


notoria fatiga y tristeza. El 10 de diciembre le comunica: “Sucacagua nos ha
hecho traición, y los demás como te impondrá la adjunta; y así ya no estoy en
mí, porque tenemos muy poca gente. De mis cartas has hecho muy poco caso,
tratando de estregarme a las astas del toro; y así no permitas que me quiten la
vida, pues tu ausencia ha sido causa para todo esto”57

Hay que tener en cuenta que se encontraba sola en medio de enemigos


y de servidores que no se oponían a su autoridad. Otro aspecto que hay que
considerar es que dictaba - seguramente en quechua - las cartas que le enviaba a
Túpac Amaru. Lo cual pudo haber producido algún error. Por ejemplo, confió
en un informe que desde el Cusco le envió su primo José Palacios, donde le decía
que contaba con 50 mil esclavos negros que apoyarían el ataque a esa ciudad. En
ese contexto la ganó la vehemencia, la pasión de avanzar, de arrebatarle el Cusco
a los extranjeros, a los opresores.

Marcha al Cusco

El 13 de diciembre Micaela Bastidas lanzó un edicto nombrando coronel a


José Mamani y capitán a Simón Aymi Tupa; colaboradores leales pero de poca
importancia. No existe ninguna evidencia que tal medida haya sido consultada
con Túpac Amaru, a pesar de que dice obedecer sus instrucciones. Mientras Túpac

24
Amaru que se encontraba en el sur del país llegó el 15 de diciembre a Tungasuca
abrumado por el desorden, y desde allí envió un edicto decidido a ejercer su
liderazgo58. Inmediatamente después, partió al Altiplano con la intensión de
regresar con sus capitanes y conducir el contingente hacia el Cusco.

En Tungasuca no encontró a Micaela Bastidas que había partido hacia


Pomacanchi, donde el 15 de diciembre recibió una carta de Marcos de la Torre
desde Acomayo, informándole que carecía de armas y soldados. Incluso Tomás
Guasa le escribe ese mismo día señalando: “me hallo solo sin ninguna persona a
nuestro favor; yo sé que nos esperan con bastantes soldados en Pilpinto, y aquí
tenemos muy pocos y todos en contra”59.

No obstante, el mismo 15 de diciembre le envió una carta al Gobernador José


Torres donde le ordenaba que, “inmediatamente conduzca usted toda la gente
de este pueblo, para hacer la entrada al Cusco, y arruinar de raíz tantos ladrones
perjudiciales. Tenemos a nuestro favor las provincias de Urubamba, Paucartambo,
las ocho parroquias, la de Quispicanchis, Paruro, Tinta, Lampa, Azángaro,
Paucarcoclla, Carabaya, la ciudad de Chuchito y otras con innumerable gente”60
También le envió una carta a Túpac Amaru en tono conciliador: “He celebrado
infinito que hayas llegado con felicidad. Yo me hallo en este Pomacanchi
haciendo más gente, porque de este Tungasuca había salido con poca”61, pero él
continúa su viaje sin avanzar el trecho pequeño que lo separaba de Pomacanchi.

Los jefes indios apenas recibieron la orden de marchar hacia el Cusco habían
procedido a avanzar sin esperar el retorno de Túpac Amaru. Inmediatamente
Micaela se trasladó a Sangarara donde le solicitó a la Cacica Tomasa Titu
Condemayta que se uniera a la campaña, pero ella le respondió que sólo recibía
órdenes de Túpac Amaru. El 18 y 19 de diciembre se produjeron matanzas en
Calca y en pueblos aledaños. (...) “Pequeños líderes que por desgracia tomaron
el nombre del Inca, asolaron de tal modo esas ciudades que no dejaron ser
viviente criollo, mestizo o zambo, ni siquiera niños o ancianos (...)Todo un odio
acumulado estalló, sin una dirigencia que controlara el desborde de aquellas
vanguardias enardecidas”62. El 20 de diciembre, Juan Manuel Oblitas, obispo
del Cusco, le informó al Visitador General José Antonio Arreche que los “indios
han arruinado ya varias haciendas, siendo el robo y saco de frutos y ganados su
mayor aliciente, y a este ejemplo han salido invadiendo otros muchos pueblos”63

La situación se tornaba cada vez más difícil, y el General José Antonio Arreche
dirigió una carta a la corte de España el 22 de diciembre dándole cuenta del

25
movimiento de los rebeldes64. En vista de la situación Túpac Amaru el 23 de
diciembre expidió el “Bando a los arequipeños” con mensajes unitarios y asumió
la conducción de la marcha hacia el Cusco.

La batalla final

A finales de diciembre Túpac Amaru inició la marcha hacia el Cusco con todo
su ejército y con Micaela Bastidas. Después de varias semanas llegaron hasta los
cerros que rodean la ciudad del Cusco, enfrentando la oposición del cacique Rosas
de Anta y de Pumacahua65 atrincherados en la fortaleza de Sacsahuamán, ambos
indios renegados aliados de los españoles como se puede leer en el Informe del
Cabildo del Cusco de 1783: “A imitación del cacique Pumacahua, se manifestó
fiel y pronto Nicolás de Rosas, cacique del pueblo de Anta, de la provincia de
Abancay, ofreciendo resguardar la espalda de esta ciudad con los indios de sus
ayllos y parcialidades, que son muchos en número”66

Durante esas semanas Micaela Bastidas tuvo a su cargo la responsabilidad de


coordinar el ataque a Puno comandado por Ramón Ponce y la ofensiva sobre
Arequipa de Manuel Balderrama; mientras Tupac Amaru se preparaba para
enfrentar a José Arreche que avanzaba hacia el Cusco al frente de un ejército de
miles de soldados. Con anterioridad, Tupac Amaru había dirigido un oficio, el 3
de enero de 1781, al Cabildo del Cusco solicitando su intervención para permitir
el ingreso a la ciudad en calidad de emisarios al padre Domingo Castro, Ildefonso
Bejarano y del capitán Bernardo de la Madrid:

“Sin retener por ningún pretexto a dichos emisarios, porque representan mi


propia persona, sin que se entienda sea mi ánimo causar la menor extorsión
a los rendidos, sean de la clase que fuesen, como ha sucedido hasta aquí.
Pero si obstinados intentan seguir los injustos hechos, experimentarán todos
aquellos rigores que pide la divina justicia, pues hasta aquí la he visto pisada
por muchas personas” 67.

Pero ni este oficio ni otro del 10 de enero de 1871 fueron respondidos. No


hay tregua ni negociaciones, y el 15 de enero el virrey Francisco de Jáuregui
ordena preparar las milicias para que sofocar el levantamiento dirigido por “el
indio rebelde Josef Gabriel Tupa Amaro”. La orden era liquidar la rebelión, y a
los principales líderes indígenas.

26
Desde Tinta Micaela le envía una carta a Túpac Amaru el 24 enero de 1781,
donde lo llama: “hijo de mi corazón, de todo mi aprecio”, lo trata de Vuestra
Merced y le dice que espera la resolución que él debe tomar en Quisquijana68.
A medida que avanzan los días, las cartas evidencian situaciones cada vez más
difíciles. El 6 de febrero, Micaela le informa: “acaban de llegar sucesivamente tres
propios de Quiquijana y dicen que los enemigos se hallan en dicho pueblo, y que
nuestra tropa se ha retirado a Checacupi”. (…), y agrega que “nuestros allegados
son los que tiran contra nosotros”69. En tanto que Túpac Amaru continúa la lucha
para que no desmaye la gente que está a su mando, y Micaela imparte órdenes e
intenta reclutar adherentes. En una carta sin fecha, pero probablemente enviada
a fines de febrero, señala:

“Hijo de mi corazón: Repetidas órdenes se dieron para la bajada de la gente


de estos pueblos a donde pasa Don Antonio con el orden de Vuestra Merced
para que los traiga por delante, porque es una gente que no entiende razón
ni conoce su bien. En Carabaya se repiten muertes y embargos; de Caylloma
se asegura toda tranquilidad, y de Arequipa lo propio y todos dispuestos a las
órdenes de Vuestra Merced” 70.

El 7 de marzo le remite: “526 cartuchos de fusil, con balas; de cañón 30


cartuchos para lo mismo, y no va pólvora, porque en lo pronto no la hay sino
del cañón; también lleva 6 pesos, 2 cestos de coca”71. Son días en los que el
movimiento empieza a lograr algunos avances. Pero el 9 de Marzo de 1781, bajo
las órdenes del virrey Agustín de Jáuregui y Aldecoa, el ejército español organizó
dos destacamentos compuestos de 1,846 hombres, 6 cañones y municiones. Seis
columnas partieron al encuentro de Tupac Amaru, la primera por Paucartambo,
Quispicanchi y Tinta; la segunda por la Quebrada de Quispicanchi; la tercera
por los Altos de Orocoroco; la cuarta por Paruro a Livitaca, Chumbivilcas, Yauri,
y Coporaque de Tinta; la quinta por Cotabamba, Chumbivilcas hasta Livitaca; y
la sexta por Paucartambo, Altos de Ocongari y Puestos de Azorayaste, y el cuerpo
de reserva por los Altos de Orocoroco.

El 13 de marzo, Julián Tupac Katari sitió La Paz durante 109 días, y entre
el 18 y 22 de ese mes, Tupac Amaru logró un importante triunfo estratégico
en Pucacasa. Pero el ejército español avanzaba incontenible. Se acerca el gran
enfrentamiento; mientras Micaela, llamada Mamanchic por los indios, madre
de los pobres, multiplica sus tareas y afanes. El 23 de marzo de 1781 le envía
la última carta donde lo llama “Señor Gobernador Don José Gabriel Túpac
Amaru. Amantísimo hijo de mi corazón” y le informa sobre el movimiento de

27
los soldados españoles, también que está enviando un cañón a Paruro. Firma,
“De Vuestra Merced su amante esposa. Doña Micaela Bastidas”72.

Poco después, bajo el fuego del poderío de cinco columnas del ejército
español repartidas en Yanacocha, Quiquijana, las cercanías de Paucartambo, la
quebrada de Paruro, y en el cerro Piccho, Tupac Amaru fue derrotado en la
batalla de Sallca73. Sin embargo, logró huir y buscó refugio en la casa de un
cercano colaborador, Ventura Landaeta, confiado en su fidelidad. Horas más
tarde la casa fue rodeada por el ejército español. Tupac Amaru y Antonio Bastidas
fueron detenidos, pero lograron escapar su hijo Mariano y Diego Tupac Amaro74.
Ventura Landaeta, el traidor, recibió de los españoles una pensión vitalicia y una
cuantiosa recompensa.

Ese día Micaela Bastidas recibió un mensaje secreto anunciándole la detención


y partió con sus hijos y varios familiares por el camino de Livitaca donde fue
emboscada, traicionada también por Ventura Landaeta. El mismo día, 12 de
abril de 1781, fueron apresados, Tupac Amaru (38 años), Micaela Bastidas (36
años), sus hijos Hipólito (18 años) y Fernando (10 años), Antonio Bastidas,
Cecilia Tupac Amaru, Tomasa Tito Condemayta, Úrsula Pereda, Isabel Coya y
Francisca Aguirre. Días antes, el 7 de abril había sido detenida Marcela Castro,
madre de Diego Tupac Amaru.

Esa noche, el Visitador previno a Tupac Amaru y a Micaela Bastidas que se


despidiesen de sus hijos porque no los volverían a ver nunca más. Era Domingo
de Ramos de la Semana Santa del 16 de abril de 1781.

Juzgados y sentenciados

Antes de ser ejecutados los detenidos fueron juzgados sin defensa y en total
desventaja. El juicio se inició el 17 de abril de 1781 y culminó tres meses después
el 14 de julio75. Incluyó a más de doscientos prisioneros y se realizó en el antiguo
colegio de los jesuitas del Cusco, San Francisco de Borja, convertido en cárcel.
La mayoría de las pruebas presentadas se basaron en declaraciones de testigos y
en documentos escritos por Tupac Amaru, Micaela Bastidas y personas allegadas.
Dos escribanos siguieron el proceso: Manuel Espinavete López, y José Palacios,
primo de Micaela Bastidas, cercano a Tupac Amaru, pero convertido después
en “delator a favor de la administración colonial. Más tarde, también él fue
investigado y perseguido”76.

28
Compareció Micaela Bastidas el 21 de abril ante el Juez Benito de la Mata
Linares del Consejo de Su Majestad, Oidor de la Real Audiencia de Lima, quien
presentó cuatro testigos: Francisco Molina, Francisco Cisneros, Manuel de San
Roque y Manuel Galleguillos. El primero en declarar fue Francisco Molina, quien
afirmó que a quien no obedecía las órdenes de Túpac Amaru, Micaela Bastidas lo
condenaba a que “experimentase el último suplicio, y perdida de sus bienes; de
que resultaron muchas muertes en las provincias, regocijándose la dicha Micaela”77

El siguiente testigo, Francisco Cisneros, al servicio del Corregidor de Tinta


Antonio de Arriaga, declaró que “Micaela Bastidas daba órdenes por escrito y
de palabra a las provincias rebeldes, para que aportasen gente, para posesionarse
de estos dominios, con más vigor que su propio marido, imponiéndoles pena
de muerte si no concurrían a ello”78. Igualmente, el otro testigo, Manuel
de San Roque sostuvo que Micaela Bastidas “daba órdenes de palabras a los
indios concurrentes, todas aderezadas a la conspiración que el Rebelde había
maquinado, excitando a los indios a que se pusieran en arma, fomentándolos
con plata, coca y otras especies comestibles”79

Mientras, Manuel Galleguillos, uno de los secretarios más activos que sirvió a
Micaela Bastidas, intentó soslayar su responsabilidad declarando que permaneció
junto a los rebeldes porque estuvo preso, y que reconocía en Micaela “más
rebeldía que en su marido; más arrogancia y más soberbia, de modo que se hizo
más temible que su marido”80. Para probar la “culpabilidad” de Micaela, los
españoles presentaron durante el juicio varios edictos firmados por ella donde
ordenaba apresar alcaldes y caciques que no se habían unido a la causa.

El 22 abril, Micaela Bastidas se enfrenta al Juez Mata Linares, que valiéndose


de engaños intentó una confesión y la delación de otros combatientes. Pero ella
evade respuestas comprometedoras, niega cargos, no se contradice y evita inculpar
a sus compañeros de lucha. Los únicos nombres que proporcionó fueron de
aquellos que los habían traicionado; también protegió a los sacerdotes Antonio
López de Sosa y Ildefonso Bejarano, que después fueron desterrados y encerrados
en el convento de San Francisco de Cádiz. Tampoco se quiebra en presencia de
Túpac Amaru cuando ambos tienen que comparecer juntos ante el Tribunal. No
existen lamentos ni súplicas. Ella sabe bien que ha llegado el final. Poco después
el Visitador Arreche dicta sentencia:

“Por complicidad en la Rebelión premeditada y ejecutada por Túpac Amaru,


auxiliándolo en cuanto ha podido, dando las órdenes más vigorosas y fuertes,

29
para juntar gente, con destino de enviarla a éste y a sus demás capitanes
que sostenían sus viles ideas, invadiendo las provincias para sujetarlas a su
obediencia, condenando al último suplicio al que no obedecía las órdenes
suyas o de su marido, siendo causa de muchas muertes, de las que se gloriaba
cuando tenía noticia, cuya alegría demostraba públicamente, siempre que le
venía aviso de alguna acción favorable; esforzando y animando a los indios,
dando bastones de Coroneles a los que creía más adictos; hablando con
horror de los españoles, y con expresiones que imprimiesen mayor odio a
los naturales, ofreciéndoles que sólo pagarían tributo pero no otro derecho
alguno (...) publicando bandos, dando comisiones, nombrando quienes se
hicieran cargo de la administración de sacramentos, mandando cerrar las
iglesias cuando le parecía; dando pases para que sus soldados no impidiesen a
los de su facción; escribiendo cartas a fin de publicar los felices sucesos de su
marido, encaminados como se explicaba escandalosamente, a librar el Reino
de tantos pechos y cargas; pidiendo le enviasen gente, con pena de la vida al
inobediente”81.

Condenada a la pena de muerte. Todos sus bienes embargados, sus casas


arrasadas:

“Condeno a Micaela Bastidas en pena de muerte y la justicia que le mando


hacer es que sea sacada de este cuartel, donde se halla presa, arrastrada con
un soga de esparto al cuello, atados pies y manos, con voz de pregonero que
publique su delito, siendo llevada en esta forma al lugar del suplicio, donde
se halla un tabladillo, en que por su sexo y consultando la decencia, se la
sentará y ajustará el garrote, cortándosela allí la lengua, e inmediatamente se
la hará morir con horca, sin que de allí la quite, hasta que se mande, persona
alguna. Y luego será descuartizado su cuerpo, llevando la cabeza al cerro de
Piccho, que será fijada en una picota con un tarjeta en que se leerá su delito:
un brazo a Tungasuca, otro a Arequipa, y una de las piernas a Carabaya
conduciéndose lo restante del cuerpo al mismo cerro de Piccho, donde será
quemado con el de su marido, en el brasero que estará allí, dando razón
documentada los respectivos Corregidores de haberse efectuado y publicado
esta sentencia. José Antonio de Arreche, Cusco, 16 de mayo de 1781. Ciudad
del Cusco, a los 16 días del mes de mayo de 1781”82.

30
La Ejecución

El viernes 18 de mayo de 1781, amaneció nublado y el cielo gris. La Plaza de


Armas del Cusco rodeada de milicias armadas con fusiles y bayonetas en medio
de un gentío silencioso que no gritó ni levantó la voz compuesto por criollos
y por indios cubiertos con ponchos. Los detenidos salieron juntos, esposados,
metidos en unos zurrones y arrastrados a la cola de un caballo. A José Verdejo,
Andrés Castelo y Antonio Bastidas, se les ahorcó. A Francisco Tupac Amaro y a
Hipólito Tupac Amaru se les cortó la lengua antes de ahorcarlos. A Tomasa Titu
Condemayta se le dio garrote. Micaela Bastidas y Tupac Amaru presenciaron
estas ejecuciones y la muerte de su hijo Hipólito.

Según el visitador José Antonio de Arreche, la ejecución de Micaela Bastidas


debía ir acompañada “con algunas cualidades y circunstancias que causen terror
y espanto al público; para que a vista de espectáculo, se contengan los demás,
y sirva de ejemplo y escarmiento”83. La ejecución como espectáculo de terror,
la “masculinización de su persona percibida en los edictos redactados contra
Micaela y en los testimonios legales en torno a su juicio recalcaban la idea de que
no merecía ser tratada como una mujer”84.

Antes de matarla le cortaron la lengua, “y se le dio garrote, en que padeció


infinito; porque teniendo el cuello muy delgado, no podía el torno ahogarla, y
fue menester que los verdugos (…) dándole patadas en el estómago y pechos, la
acabasen de matar”85. Después le cortaron la cabeza que fue expuesta durante
varios días en el cerro de Piccho. Desprendieron sus dos brazos, “un brazo se
destinó a Tungasuca, otro a Arequipa, y una de las piernas a Carabaya, y lo
restante del cuerpo se condujo al propio cerro de Piccho. Y ahí se quemó en
la hoguera dispuesta para el efecto, juntamente con el de su marido, según lo
manda en la citada sentencia, de cuya ejecución ha sido presente. Ciudad del
Cuzco, a los 18 días del mes de mayo de 1781”.

A Tupac Amaru le cortaron la lengua y ataron sus brazos y piernas a cuatro


caballos. Pero por más que tiraron los caballos no pudieron dividirlo, hasta que
Arreche ordenó que le corten la cabeza. Ese viernes a las 12 del día, y mientras
descuartizaban el cuerpo de Tupac Amaru, “se levantó un fuerte refregón de
viento, y tras este un aguacero, que hizo que toda la gente, y aun las guardias,
se retirasen a toda prisa. Esto ha sido causa de que lo indios se hayan puesto a
decir, que el cielo y los elementos sintieron la muerte del Inca que los españoles
inhumanos e impíos estaban matando con tanta crueldad”86.

31
En el patíbulo, frente a los cuerpos descuartizados, sólo quedó un Cristo que
había sido prestado por las monjas de Santa Catalina, que al conocer el suplicio no
lo quisieron recibir de vuelta ni en ese ni en ningún otro monasterio.

No menos trágica fue la suerte de los hijos de Tupac Amaru y Micaela Bastidas.
Mariano Tupac Amaru, se acogió al Bando de Perdón e Indulto entregando “30
fusiles, dos pedreros, y municiones…”87. El 14 de diciembre de 1782, se ordenó
el pago de 500 pesos para trasladarlo a Lima88, pero, dos años después, el 1 de
abril de 1784, el virrey del Perú, Agustín de Jáuregui, condenó a Mariano Tupac
Amaru y Andrés Mendigure a destierro perpetuo. En la pena del destierro estuvo
comprendido Fernando Tupac Amaru de 15 años de edad. Debido al naufragio
del barco Pedro Alcántara con destino a África, Fernando llegó a Portugal el 2
de febrero de 1786. Poco se sabe de las penurias que pasó, existe una carta suya
del 10 de setiembre de 1789 solicitando ser transferido de las Escuelas Pías al
Colegio de Lavapiés. “En otra carta desde Madrid, del 29 de julio de 1792,
solicita que se le destine algún trabajo. Le asignaron nueve mil reales anuales,
dinero que nunca llegó. Endeudado y enfermo murió en Madrid el 19 de agosto
de 1798”89. Tenía 29 años.

Fueron también ejecutados Túpac Amaru, su hijo Hipólito, el octogenario


tío Francisco Túpac Amaru, Antonio Bastidas, Pedro Mendigure, Tomasa Titu
Condemayta, Andrés Castelo, Antonio Oblitas, Francisco Torres, Gregorio
Enríquez, Pedro Mamani, Isidro Puma, Miguel Mesa, Diego Berdejo, Miguel
Anco y José Amaro.

La sentencia contra Tupac Amaru significó la condena de la sociedad y cultura


andinas. Se prohibió a los caciques vestir con sus trajes típicos, los instrumentos
musicales prehispánicos, y particularmente el uso del quechua. Se podría suponer
que Tupac Amaru representaba todo aquello que se prohibió, “pero también y
sobre todo, una alternativa política andina al sistema colonial. Lo que distingue
a Tupac Amaru de los caciques costeños, autores de manifiestos y fautores de
conspiraciones, fue sin duda su capacidad de movilizar toda la densa población
indígena de la que fuera el área central del Tawantinsuyu”90.

El carácter aguerrido de Micaela Bastidas también se observa en otras mujeres


que participaron en el movimiento. Una de más importantes fue Tomasa Titu
Condemayta, Cacica de Acos, provincia de Quispicanchi, propietaria de casas,
fundos, animales y otros bienes, lo que favoreció el apoyo estratégico que brindo
a Tupac Amaru. Dirigió un numeroso grupo de mujeres que defendió con éxito

32
el puente Pilpinto (Paruro); y posteriormente “se presentó en los altos del cerro
Piccho para batir la ciudad del Cuzco”91. Su éxito fue de tal envergadura que los
españoles lo consideraron como “una obra de brujería”92.

El 25 de abril de 1781 fue acusada de ser, “una de las principales fomentadoras


del traidor Cacique José Gabriel Tupac Amaro”, que reclutaba gente para el
movimiento, y que conminaba a los caciques a fin de que se unieran a Diego
Tupac. Fue condenada a pena de muerte, “sacada de este cuartel donde está presa,
en bestia de albarda, con un soga de esparto al pescuezo, atados pies y manos, con
voz de pregonero que manifieste su delito, llevándola así por la plaza principal
y pública de esta Ciudad hasta el lugar del suplicio, (…) su cabeza separada del
cuerpo, será llevada al pueblo de Acos y puesta en una picota en el sitio más
público y frecuentado. (…). José Antonio de Arreche, Ciudad del Cusco, a los
26 días del mes de abril de 1781”93.

Cecilia Tupac Amaru, prima de Tupac Amaru y casada de con uno de sus
principales capitanes, el español Pedro Mendigure, tenía 26 años cuando
participó activamente en el sitio del Cusco y en los preparativos insurreccionales
del cerro Piccho. Tan radical en su postura que los españoles la consideraron más
peligrosa que la misma Micaela Bastidas. Cuando lo detuvieron en Sicuani, el
mismo día que ejecutaron a su esposo, la sacaron montada en burro y la azotaron
por las calles94.

Compareció el 27 de abril de 1781 ante el juez Benito de la Mata Linares.


Declararon contra ella, Francisco Noguera, Andrea Esquivel, Francisco Molina,
José Unda, y Manuel Galleguillos. El 30 de junio “la condenaron a recibir
doscientos azotes dados por las calles, y a diez años de destierro al convento de
recogidas de la ciudad de México”95. Antes de partir al destierro, su hermano
Diego Tupac Amaru pidió clemencia para ella. El obispo de Cusco, Antonio
Valdez, aceptó el 3 de enero de 1782 señalando que se trataba del primer indulto
que se otorgaba96. Pero nunca hubo la intención de indultarla. Murió en la cárcel
a causa de los maltratos el 19 de marzo de 1783, antes ser desterrada.

Bartolina Sisa, esposa de Tupac Katari, participó en el primer cerco a la ciudad


de La Paz, a mediados de marzo de 1781, represando el río para luego romper
puertas y aislar las poblaciones. Es ella quien controlaba la provisión de víveres,
“y se desplaza con una comitiva de 800 aymaras entre los campamentos de El Alto,
Pampahasi y Collana, otorgando pases y pasaportes para que algunas personas
puedan pasar por el territorio rebelde”97. Detenida el 2 de julio de ese año, la

33
condujeron a la Plaza Mayor de La Paz atada a la cola de un caballo, paseada por
las calles portando un palo a modo de cetro y con corona de espinas98.

Gregoria Apasa, hermana de Julián Apasa Tupac Catari, combatió junto a Andrés
Tupac Amaru en Sorata y Azángaro. Fue condenada a muerte en 1782 con Bartolina
Sisa, ambas montadas en burro por las calles recibiendo azotes antes de la ejecución.
Marcela Castro, alentó y participó en el levantamiento de Marcapata, esposa de
Marcos Tupac Amaru y madre de Diego Cristóbal Tupac Amaru, lugarteniente
de Tupac Amaru, fue condenada al destierro. Ventura Monjarrás, anciana madre
de Juan Bautista Tupac Amaru, fue condenada al destierro, pero murió de sed sin
que nadie le alcance el agua que pidió hasta el final. Margarita Condori, que ayudó
al abastecimiento de las guerrillas de Diego Tupac Amaru también fue ejecutada99.
Todas las casas fueron arrasadas y los bienes confiscados. No era poco lo que se
capturó, según documentos oficiales ascendía a una importante fortuna.

Final de la resistencia

Después de la insurrección de Tupac Amaru, en el virreinato el Perú “ahogado en


sangre, como es bien sabido”100, reinaba la tranquilidad según informe enviado
a España. En todas las provincias y sus pueblos gozan de “suavidad con sosiego,
comunicación, confraternidad, y un total sujeción, con rendimiento a la Corona
de España”101. Mientras impulsaban acciones tendientes a lograr la rendición de
los dirigentes que quedaron con vida. El 3 de noviembre de 1781 se rindió Miguel
Tupac Amaru con siete rebeldes a quienes los españoles llaman “coroneles” con
“sumisión y fidelidad a nuestro Católico Monarca”102. El 8 de noviembre los
españoles registran otro triunfo, fue detenido Tupac Catari el dirigente de la
insurrección del Alto Perú, y del cerco de la ciudad de La Paz. También, Miguel
Bastidas, sobrino de Tupac Amaru. Tupac Catari, fue ejecutado y descuartizado
cuando Diego Cristóbal Tupac Amaru firmaba el armisticio de Sicuani con el
mariscal de campo José del Valle y Torres103.

El tratado de paz se firmó en Lampa, el 11 de diciembre de 1781 entre Ramón


de Ramón de Arias y Diego Tupac Amaru a fin de que los sobrevivientes sean
indultados. El 27 de enero de 1782, Diego Tupac Amaru, entregó sus armas
y se rindió en Sicuani. El 20 de febrero de 1782 repicaron las campanas y se
iluminaron las calles “por la pacificación de todas las provincias pertenecientes a
este Virreinato”104. Consta en varios documentos la permanente preocupación de
Diego Cristóbal Tupac Amaru por la suerte de sus sobrinos: Mariano y Fernando.
Al respecto, el Obispo del Cusco le dirigió una carta fechada 6 de abril 1782,

34
donde le dice que ha sacado de la prisión a su sobrino Fernando, “y lo ha llevado
a su Palacio para ponerlo en un colegio donde se instruya y adquiera las luces más
puras que en adelante dirijan”, a la vez que le anuncia el indulto a Mariano105. Sin
embargo, esto no ocurrió.

En octubre de 1783 partieron noventa personas, en su mayoría mujeres desde el


Cusco hasta el Callao a pie, “con lo que quedó limpia esta ciudad y sus provincias
de la mala semilla de esta infame generación…”106, señala un documento oficial.
En el Callao debían embarcarse en el buque “Pedro Alcántara” que las llevaría
desterradas a México. Algunas murieron durante la larga caminata del Cusco a
Lima, otras en la cárcel del Callao, y las que lograron sobrevivir murieron durante
la travesía. En otro barco de desterrados de la rebelión de Tupac Amaru murieron
entre abril y mayo de 1784: Susana Aguirre, Nicolasa Torres, Andrea Cózcamayta
y Antonia Castro107.

Poco después los criollos conquistaron la independencia. Los levantamientos e


insurrecciones indígenas fueron minimizadas, no obstante que la rebelión de Tupac
Amaru sacudió los cimientos del sistema colonial. También la presencia de Micaela
Bastidas fue ignorada, así como la participación de otras mujeres, como si el hecho
de ser mujer y morir por la patria y la libertad, no tuviese el mismo significado y
la misma dimensión que las acciones de los héroes, todos masculinos, de nuestra
historia.

(Notas)
1
José Ramón Fabelo. “La ruptura cosmovisiva de 1492 y el nacimiento del discurso eurocéntrico”.
Puebla, 2007, p.79.
2
Michelle Perrot. “Escribir la historia de las mujeres: una experiencia francesa”, p. 71.
3
Eric Hobsbawn. “El hombre y la mujer: imágenes a la izquierda”, p. 17.
4
Rowe, “Probanza de los Incas nietos de conquistadores”, 1985. / Murra, Formaciones económicas
y políticas del mundo andino, 1975.
5
Tom Zuidema, El sistema de Ceques del Cusco, 1972.
6
En el Archivo de Indias consta que entre 1503 y 1660 llegaron a San Lucas de Barrameda
185.000 kilos de oro y 16 millones de kilos de plata provenientes de América.
7
Mita, trabajo forzado impuesto a los indios entre 18 y 50 años, orientado a las minas y a
la construcción de caminos. Los obrajes fueron centros de manufactura de textiles en los que
trabajaban indígenas. Los repartimientos, trabajos temporales de los indios en obras públicas al
servicio de la administración colonial.
8
El encomendero debía instruir a los indios en la fe católica mediante un sacerdote llamado
doctrinero, a cambio de lo cual estaban obligados a pagar tributo o realizar un trabajo.

35
9
Isacio Pérez Fernández O.P. El anónimo de Yucay frente a Bartolomé de Las Casas. Cusco, 1995,
p. 118.
10
Citado en: Teodoro Hampe Martínez. Cultura Barroca y extirpación de idolatrías. La Biblioteca
de Francisco de Ávila – 1648. Cusco, 1996, pp. 13-14.
11
Fray Buenaventura de Salinas y Córdova. Memorial de las Historias del Nuevo Mundo. Lima,
Volumen I. 1957.
12
Ibídem, p. 10.
13
Ibídem, p. 16.
14
Ibídem, p. 208.
15
La Rebelión de Tupac Amaru. Colección Documental de la Independencia del Perú. Tomo II.
Volumen I, 1971. (En adelante CDIP).
16
La Rebelión, CDIP. Volumen I, p. 4.
17
José Bonilla. La revolución de Tupac Amaru. Lima, 1971, p. 46.
18
Norman Meiklejohn. La Iglesia y los Lupaqas de Chucuito durante la colonia. Cusco, 1988, p.
32.
19
Actuales repúblicas de Ecuador y Colombia; la separación de Bolivia, Argentina, Paraguay,
Uruguay y Chile.
20
Decoster - Mendoza. Ylustre Consejo, Justicia y Regimiento. Catálogo del Fondo Cabildo del Cusco
(Causas civiles). Cusco, 2001, p. 61.
21
Scarlett O’phelan. La gran rebelión de los Andes, 1995, p.15.
22
Según la partida de defunción de Rosa Noguera, la madre de José Gabriel murió el 11 de
octubre de 1741, a la edad de 30 años. Dejó dos hijos: Clemente y Joseph Gabriel. La Rebelión,
CDIP, Volumen 2°, p. 18.
23
La Rebelión, CDIP, Volumen 2°, p.40.
24
Francois Bourricaud. El Mito de Inkarrí. Lima, 1975, p. 179.
25
La Rebelión, CDIP, Tomo II. Vol. I, p. 19.
26
Juan José Vega. Túpac Amaru y sus compañeros. Cusco, 1995, p. 287.
27
Conbreta. Procesos. Proceso a Mariano Banda. T. IV.
28
Bonilla, ob. cit., p.142.
29
La Rebelión, CDIP, Volumen 1°, p. 120.
30
La Rebelión, CDIP, Volumen 2°, p. 275.
31
Vega, ob. cit., p. 292.
32
Esta documentación se encuentra en el Archivo General de Indias de Sevilla. Sección Audiencia
del Cusco; legajos 32 y 33; y Audiencia de Lima: legajos 1039 y 1040.
33
Francisco A. Loayza. Mártires y Heroínas. Lima, 1945, p. 9.
34
Ibídem, p. 12.
35
Ibídem, p. 12.
36
Ibídem, pp. 13-14.
37
La Rebelión, CDIP, Volumen 2°, pp. 485, 501, 502.

36
38
La Rebelión, CDIP, Volumen 1°, p. 145.
39
Loayza, Ob. cit., p. 43.
40
Ibídem, p. 44.
41
La Rebelión, CDIP, Volumen 2°, p. 592.
42
Loayza. Ob. cit., p. 44.
43
La Rebelión, CDIP, Volumen 2°, p. 304.
44
Loayza. Ob. cit., pp. 59-60.
45
Ibídem, p. 61.
46
Ibídem, pp. 65-66.
47
Ibídem, p. 60.
48
Ibídem, p. 62.
49
Ibídem, p. 63.
50
Ibídem, 64.
51
La Rebelión, CDIP. Volumen 2°, p. 596.
52
La Rebelión, CDIP. Volumen 2°, p. 323.
53
La Rebelión, CDIP. Volumen 2°, pp. 337-338.
54
Ibídem, pp. 49 y 51.
55
Ibídem, pp. 51-52.
56
Vega, ob. cit., p. 299.
57
Loayza, ob. cit., p. 53.
58
La Rebelión, CDIP. Volumen 2°, p. 354.
59
Ibídem, p. 356.
60
Ibídem, p. 356.
61
Loayza, ob. cit., p. 53.
62
Vega, ob. cit., p. 326.
63
La Rebelión, CDIP. Volumen 2°, p. 363.
64
Archivo de Indias de Sevilla. Audiencia de Lima. Legajo 1040.
65
En 1814 se pasó al bando patriota y participó en el levantamiento del Cusco. Tomó Arequipa,
Huamanga y La Paz. Fue ejecutado por los españoles.
66
La Rebelión, CDIP. Volumen 2°, p. 118.
67
La Rebelión, CDIP. Volumen 4°, p. 78.
68
La Rebelión, CDIP. Volumen 2°, p. 458.
69
La Rebelión, CDIP. Volumen 2°, pp. 483-484.
70
Ibídem, p. 57.
71
Ibídem, p. 57.
72
Ibídem, p. 57.
73
La Rebelión, CDIP. Volumen 3°, p. 18.
74
La Rebelión, CDIP. Volumen 2°, pp. 656-657.
75
Los protocolos judiciales están en el Archivo General de las Indias en Sevilla, legajo 32 y

37
33 de la Audiencia de Cusco. Fueron publicados bajo el título de Los procesos a Tupac Amaru
y sus compañeros, en Lima en la serie Colección documental del Bicentenario de la Revolución
emancipadora de Tupac Amaru (1981 y 1982).
76
Bohumír Roedl. “Causa Tupa Amaro. El proceso a los tupamaros en Cuzco, abril-julio de
1781”. Revista Andina, 2000.
77
Loayza, ob. cit., pp. 97-98.
78
Ibídem, p. 99.
79
Ibídem, p. 100.
80
Ibídem, pp. 101-104.
81
Ibídem, pp. 145-146.
82
La Rebelión, CDIP. Volumen 2°, pp. 736-737.
83
Clemente R. Marckam citado por: Bonilla, Ob. Cit., p. 175.
84
Mariselle Meléndez. “La ejecución como espectáculo público: Micaela Bastidas y la insurrección
de Tupac Amaru, 1780-81”. Universidad de Salamanca, 2003, pp. 767 - 769.
85
La Rebelión, CDIP. Volumen 2°, p. 775.
86
Bonilla, ob. cit., p. 175 (cita de Clemente R. Markham).
87
La Rebelión, CDIP. Volumen 3°, p. 221.
88
La Rebelión, CDIP. Volumen 4° p. 403.
89
La Rebelión, CDIP. Volumen 3°, pp. 493, 495, 497, 498, 499, 501.
90
Testimonios, Cartas y manifiestos indígenas (desde la conquista hasta comienzos del siglo XX. 2006,
pp. 254-255.
91
La Rebelión, CDIP. Volumen 3°, pp. 518-519.
92
Alicia Poderte. “Mujeres en rebelión: Estrategias de resistencia femenina en la sublevación de
Tupac Amaru”. Suecia, 1998, pp. 151-152.
93
La Rebelión, CDIP. Volumen 2°, p. 753.
94
La Rebelión, CDIP. Volumen 3°, p. 884.
95
La Rebelión, CDIP. Volumen 2°, p. 763.
96
La Rebelión, CDIP. Volumen 3° p.208.
97
Pablo Solón. Bartolina Sisa. Potosí, 1999, p. 7.

38
98
La Rebelión, CDIP. Volumen 3°, p.166.
99
Sara Beatriz Guardia. Mujeres peruanas. El otro lado de la historia. Lima, 2013. 5ta edición.
100
Jean Pierre Clement. “La opinión de la corona española sobre la rebelión de Tupac Amaru”,
1981, pp. 325-334.
101
La Rebelión, CDIP. Volumen 1°, p. 341.
102
La Rebelión, CDIP. Volumen 3° p. 142.
103
Ibídem, p. 164.
104
Ibídem, p. 240.
105
Ibídem, pp. 256-257.
106
La Rebelión, CDIP. Volumen 1°, p. 145.
107
La Rebelión, CDIP. Volumen 3°, p. 428.

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41
42
MICAELA, UNA HERIDA EN LA MEMORIA
LA MUJER RELEGADA EN EL DISCURSO
HISTÓRICO

Edgar Montiel
Profesor Honorario de la Universidad Mayor de San Marcos,
ex Jefe de Políticas Culturales de UNESCO

¿Toda práctica de recordación, de evocación del pasado, de celebración en el ca-


lendario, fortalece la Memoria? No siempre. Se evocan de preferencia hechos de
significación militar o religiosa, pocos que honren la vida ciudadana, la cultura o
la educación, menos aún acciones protagonizadas por mujeres, y peor si éstas son
originarias, negras y pobres. Mientras los grandes medios promueven la sociedad
de consumo y de espectáculo, se produce una revolución en el campo cultural,
posible gracias a la innovación de las tecnologías de comunicación y la adopción
masiva de nuevos hábitos interculturales. Las actuales generaciones pueden hoy
explorar el futuro y rastrear el pasado con recursos a mano, en un clic. En esta
navegación ¿advertirán como se posiciona a la mujer en el imaginario histórico?

Los historiadores no hacen la Historia, pero son los que registran, escriben y
trasmiten su visión -no exentos de subjetividad y parcialidad- a las generaciones
siguientes. Magna tarea que exige una responsabilidad moral del historiador1
y una valoración cabal no solo de las individualidades de excepción sino tam-
bién de las categorías sociales, insertas en estructuras socio-productivas2. Al igual
que las personas, toda colectividad humana aspira a que la sociedad, la Historia,
tenga una recta memoria de su actuar. Este principio se transgrede cuando se
silencia o subestima la acción de la mujer en la Historia. Como género y como
categoría social la mujer está sub-representada en el relato histórico, relegada en
la memoria. Imagen poco alentadora para la autoestima colectiva, constituye un
desafío para la educación de las nuevas generaciones, que requieren de referencias
personificadas en mujeres.

En la figura de Micaela Bastidas se ejemplifica bien cómo la historia y la


memoria registra, sesga o silencia, la conducta de una mujer de excepción. Cier-
tamente que existe un amplio registro historiográfico de Micaela en su papel de
esposa de José Gabriel Túpac Amaru, pero se pondera poco su liderazgo propio

43
y capacidad de mando, su sentido estratégico para aconsejar los movimientos a
seguir, su experiencia intercultural y su conciencia de la Justicia que movía la re-
belión -convicción que trasmitió a sus hijos, familiares y vecinos- y se evita en la
consciencia recordar los tormentos extremos que tuvo que soportar, pues es una
herida en la memoria de América.

Se requiere ahondar los estudios sobre el papel protagónico de las mujeres


en la rebelión, rasgo que caracterizó al movimiento, encarnado además en fi-
guras como Tomasa Tito Condemayta, Cecilia Tupac Amaru, Marcela Castro,
Manuela Tito Condori, Antonia de Castro, Andrea Cuscamayta, Gregoria Mal-
qui, Nicolasa Torres, Susana Aguirre, entre muchas otras. Sabemos que algunas
murieron durante la rebelión, otras en la caminata de la muerte del Cusco a los
calabozos lúgubres del Real Felipe, y también en el interminable y famélico viaje
de destierro, del Callao a Cádiz, vía Rio de Janeiro. Aquí hubo una estratagema
para que ciertos presos de Estado no llegasen vivos a sus lugares de condena y des-
tierro. “Se necesita saber mucho más sobre Micaela Bastidas y el rol del género en
el alzamiento”, reclama Charles Walker en su reciente libro La rebelión de Tupac
Amaru3, sumándose así a los esfuerzos del CEMHAL.

El relato histórico no sólo ha silenciado a mujeres (adultas) sino también a


niñas y niños que fueron víctimas de castigos y condiciones severas de detención,
no teniendo ninguna condena que pagar. La familia Tito fue prácticamente de-
cimada en el agónico viaje a Cádiz: murieron las niñas Juliana Tito, María Tito,
Feliciana Tito, y el niño Gregorio Tito. De los niños se salvaron Mariano Tito y
Miguel Tito. Se salvó también Fernando Túpac Amaru, el menor de la familia.
Esta es la historia olvidada de los niños mártires del Perú y América4. Como si, por
definición, las mujeres, niñas y niños no calificaran epistemológicamente para el
relato histórico. Condenados al agujero negro de la memoria: el olvido.

La familia Montiel vivía y vive en esa zona al sur del Cusco donde se produjo
la rebelión. Cuando en vacaciones escolares los visitaba, si por algún desliz el
tema salía en la tertulia los rostros se ponían serios, se hablaba en voz baja, que-
dito, y taciturnos evocaban los deudos. Advertí que en las familias vecinas ocurría
lo mismo. Entendí que para pueblos como Checacupe, Andahuaylillas, Oropesa,
Marcapata, Acomayo, esta evocación despertaba una vieja pena. En Lima, los
primos hablaban en clave: “¿vas a ir a Checa?”, “escucha los coros de Anda”,
“vamos a comer un pan de Oro”. Un libro reciente dio a conocer un documento
que revela el pecado que tuvieron que pagar estos pueblos: haber tomado partido
al decidir abrir sus iglesias para bendecir el movimiento iniciado por los vecinos
de Tungasuca5.

Es comprensible que nuestros historiadores hablen quedito del feroz ajusticia-


miento -nunca visto en tierras de América- de toda la familia Condorcanqui-Bas-

44
tidas, con excepción de Fernando -Fernandito- de 11 años, sentenciado a cumplir
destierro en África. Existe abundante documentación de los hechos, actas deta-
lladas del proceso y las sentencias, cartas privadas interceptadas, delaciones por
torturas, secretos de confesionarios, reunidos en la Colección Mata Linares y en
la vasta Colección Documental de la Independencia del Perú. No obstante, pasó
en sigilo los argumentos jurídicos o políticos que pudieran justificar la aplicación
de penas extremas y públicas. ¿De dónde proviene esta pragmática? ¿Acaso las
reformas borbónicas adoptaron nuevos protocolos de condenas en las colonias?
Estas ejecuciones destinadas a aterrorizar al común tienen su modelo de referen-
cia en un acto solemne de torturas y martirios ocurrido en París el 2 de marzo
de 1757. Un festín público de suplicios, quemas con fuego, aceite y plomo, des-
membramiento que estremeció a la Europa de las luces, desatando una enérgica
reacción de filósofos y aristócratas ilustrados, que se opusieron con argumentos
de Razón y Justicia.

Voltaire, Diderot, Raynal, D’Alembert, Kant, se pronunciaron contra esta


clase de ejecuciones, que envilecían la condición humana. Pero en el campo de la
Justicia y las Leyes fue el marques Cesare Beccaria, joven milanés, autor del tra-
tado Sobre delitos y penas, publicado en 1764, quien sentó autoridad entre jueces
y abogados para argumentar contra la pena de muerte, la improcedencia de las
torturas -infligir castigo a un procesado no sentenciado-, el respeto al derecho
de asilo, la aplicación del principio de proporcionalidad entre delitos y penas, y
solo en condiciones excepcionales poder aplicar la pena capital. Este tratado tuvo
muchas repercusiones en el mundo, fue clave para instituir la justicia moderna.

II

“Esa mañana fría de enero de 1757 Louis XV sale del Palacio de Versalles y se diri-
ge a su carroza que debe llevarlo a París. De pronto un hombre de rostro furioso som-
breado por el gorro sale de algún lado, y entre empujones a guardias y cortesanos que
rodean al Rey logra asestarle la punta de una navaja en sus costillas”. Así empieza
David Rochefort su prólogo al libro de Cesare Beccaria, publicado en la serie “30
libros que cambiaron el mundo”6. Esa herida leve en el “cuerpo del Soberano”
–quien estaba muy abrigado- le valió al regicida Robert Damiens el acto de ejecu-
ción con el mayor número de torturas públicas que registra la historia. Protocolo
de condena semejante a la atroz ejecución de la familia Túpac Amaru-Bastidas,
esa mañana dolorosa del 18 de mayo de 1781 en la Plaza de Armas del Cusco.

El libro de Beccaria constituyó una reacción racionalista ante un espectáculo


degradante de la condición humana: “esta vana profusión de suplicios, que nun-

45
ca volvieron mejores a los hombres, me llevaron a examinar si, con un gobierno
bien organizado, la pena de muerte es realmente útil y justa”. La Justicia no debía
usar los mismos métodos de la barbarie. Sus conceptos contribuyeron a sentar
los principios de la justicia moderna y humanista, dejando su huella tanto en
las Declaraciones de Independencia americana -iniciada en el norte en 1776 y
concluida en el Sur en 1824- como en la celebrada Declaración de los Derechos
Humanos de 1789.

Este tratado se inscribía, sin embargo, en una lógica institucional monárquica.


Siguiendo a Montesquieu, era partidario de separar el Poder Real del Poder Judi-
cial, principio básico de la monarquía constitucional. Ante atentados regicidas,
de alto valor simbólico, se buscaba evitar la degollina como espectáculo que en-
vileciera la institucionalidad del Estado y degradara la condición humana. Frente
a Reyes partidarios de penas crueles y “ejemplificadoras” había que instaurar el
reino de la Justicia y la Ley. Beccaria no tomó debida cuenta que ante la opresión
colonial en el mundo se organizaba ya en América un impetuoso movimiento de
Independencia que enfrentaría a los imperios coloniales, y que un nuevo orden
inter-nacional estaba en gestación.

Viendo en perspectiva, la Convención de Ginebra de 1949 que condena la


tortura, vigente hoy, se inspira de los principios enunciados por Beccaria. Con-
vención invocada con frecuencia por los movimientos de liberación nacional de
Asía y África en el siglo XX. El libro esencial de Michel Foucault sobre la insti-
tución del Castigo, Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión (1975), comienza
reproduciendo los horrores que consignan las “actas originales” de los suplicios
a Damiens, en 1757. Lo que no supo Foucault es que este modelo de crueldad
llegó al Cusco y decimó a la casta Condorcanqui-Bastidas, nueve mártires en
total, incluyendo un menor de edad y una anciana. Las historiadoras de la mujer
de América tienen hoy en el libro de Foucault una fuente para saber cómo eran
las “penas sufridas por las mujeres en la guerra de Independencia”7.

Cabe preguntarse sobre las eventuales repercusiones de la rebelión de los Túpac


Amaru-Bastidas en Europa; saber si el “pacto de familia” que gobernaba Francia,
España y los Virreinatos de América en el siglo XVIII dispuso algún protocolo de
sentencias contra los movimientos emancipadores. Judicialmente la rebelión fue
asimilada al crimen de lesa majestad, porque intentaba separar el reino del Perú
del cuerpo del Imperio borbónico. Importa distinguir los dos proyectos políticos
en acción: el movimiento nacional de Tupac Amaru desconoce al gobierno es-
pañol por usurpar el poder, reclamando la heredad de estos territorios para una
coalición de pueblos, que congregaba pueblos ancestrales, mestizos y afroperua-
nos: hay que tener presente que Micaela y su hermano Antonio Bastidas, ambos
sacrificados en el Cusco, eran afroperuanos (“zambos”), y que sus hijos Hipólito,
Mariano y Fernandito eran en consecuencia miembros de un linaje afro-andino.

46
Este hecho es altamente simbólico, era un ejemplo de la fragua intercultural en
marcha con que se construiría la nación venidera. El movimiento independentista
pretendía, más sencillamente, ganar el poder para los criollos peruanos, para esa
amplia coalición de descendientes de españoles, en un proceso un tanto semejan-
te a la independencia de las colonias inglesas en Norteamérica. Liberar al pueblo
mayoritario del común no era el principal objetivo de los Independentistas.

En París, el historiador Claude Manceron (1974) aborda en 5 volúmenes la


acción emancipadora del siglo XVIII, uno de los cuales trata sobre El viento de
América, 1778-1782, atento a brindar una visión global de esta centuria. Esta
clase de enfoques permiten tener una visión geopolítica, contextualizar las fuer-
zas sociales en juego, seguir la lógica económica de las potencias involucradas, ad-
vertir los intereses productivos que se activan, y en particular visibilizar la acción
humana cotidiana de hombres y mujeres que luchan por lograr reconocimiento,
independencia, libertad, autogobierno. No se trata de masas “lectoras” de libros
de la Ilustración -los dirigentes los conocían bien- sino de una humanidad su-
friente que produce sentido común: sus propias ideas para cambiar su condición
de oprimidos.

Desde un enfoque geopolítico, la insurrección de Túpac Amaru se ubica entre


tres grandes rebeliones que surgieron y coexistieron en las Américas: 1/ las gue-
rras de independencia nacional, iniciada por las colonias inglesas en norte-américa
en 1776, concepto discreto en Europa, al embajador Benjamín Franklin le acon-
sejaron cautela sobre el tema (¡A Kant le interesó la noticia ¡).
2/ Las revueltas masivas y violentas desatadas en el caribe y en particular en Haití
por la abolición de la esclavitud, novedad que perturbó mucho a Europa (¡ Hegel
se asustó ¡).
3/ La rebelión separatista del cacique Inca Tupac Amaru, que alzó a los pueblos
originarios y sus aliados en sur-américa. Levantamiento que acabó en un inédito
acto público de martirio y dolor, tan lacerante como el modelo original. Sobre
este acto, Manceron señala, con una pizca de enigma, “las terribles imprecaciones
de Diderot son el eco del aplastamiento sangriento de la gran revuelta conducida
en el Perú por Túpac Amaru”.

Se trata de tres grandes movilizaciones originadas en las Américas, cada una


con su propia lógica y su programa de exigencias, construyendo en el espacio y el
tiempo una agenda compartida de grandes cambios: a los reclamos de pueblos,
naciones y culturas por librarse del yugo colonial y esclavista, se sumó las de-
mandas de la Ilustración: el respeto de los Derechos del Hombre y el cambio de
régimen político de Monarquía a Republica. Un programa mundial que marcó
la larga marcha de la Humanidad hacia la dignidad colectiva. A esos huracanados
“vientos venidos de América” se refería Manceron.

47
Pero, ¿a qué se refieren esas terribles imprecaciones de Diderot, ese reclamo
airado a un poder divino para castigar a los verdugos de la rebelión de América,
personificada en la familia Condorcanqui-Bastidas? En el capítulo sobre “Las
lágrimas vertidas durante tres siglos” hay un párrafo que aporta algunas pistas:
“Todo comenzó el 4 de noviembre de 1780. Todo acabó el 18 de mayo de 1781
para Tupac Amaru. El no había leído jamás a Diderot e ignoraba su existencia.
Pero los torrentes de sangre corren en los márgenes del libro de Raynal, como
una Historia filosófica y política de la gran rebelión indígena de América del Sur. Un
capítulo rojo que a Europa le tomará siglos a descifrar”.

Sin duda, aquí hay un enigma importante a clarificar: ¿qué vínculos establecer
entre la rebelión de los Condorcanqui-Bastidas con Diderot y el cura Raynal,
autor de la Historia filosófica y política de las dos Indias? La tercera edición de
esta historia se lanzó en 1781 y otra tirada revisada en 1782, justo en el lapso
en que ocurrieron los sucesos del Cusco. Edición muy solicitada para acceder a
las novedades calientes de América y el mundo colonial. La Historia del afable
padre Raynal se convirtió de pronto en tribuna del anticolonialismo. ¿Qué había
pasado?

El enigma tardó 170 años a resolverse, cuando el Profesor de Harvard Herbert


Dieckmann encontró en 1950 en la papelería de la Sra. Vandeul, hija de Diderot,
los folios de las colaboraciones de Diderot a la Historia de Raynal. Los documen-
tos probaron sin rodeos que los afilados textos contra el colonialismo atribuidos
a Raynal pertenecían a Diderot8. Ahora se sabe quién escribió la “Comparación
del hombre salvaje y del hombre pulido”, “Sobre la revolución de América”, “Las
colonias tienen derecho de separarse de sus metrópolis” y la célebre “Apóstrofe a
los insurgentes de América”. Esto aclaró el tema de las autorías, pero desató otro
huracán sobre los académicos especializados en el siglo XVIII. Desde 1951 las re-
ediciones de la Historia de Raynal mencionan la autoría de los textos de Diderot;
ha crecido el caudal de sus escritos y ha cambiado su perfil: de delicado Filósofo
del Arte a Filósofo anticolonialista…En América Latina no se ha seguido con
atención este cambio.

Lo que no queda claro es cómo nace la vena americanista de Diderot. En este


punto hay que recurrir a Marcelin Défourneux, cuyo libro Pablo de Olavide, el
afrancesado9 es una documentada biografía del intelectual peruano. Uno de los
hechos que suscitaba mayor curiosidad fue su fuga de manos de la Inquisición
española, su entrada “clandestina” en Francia y su refugio en los salones de distin-
guidas Damas de París, donde se reunía con D’Alembert, Denis Diderot (ambos
editores de L´Encylopédie), y el abate Raynal. Olavide era admirador confeso
de los enciclopedistas, una de las acusaciones de la Inquisición. Una amistad se
estableció entre Olavide y les philosophes, y es cuando Diderot escribe una reseña

48
biográfica en defensa de Olavide, publicada como Précis historique sur Olavides
en la conocida revista Correspondance littéraire de Grimm, de “febrero de 1780”10.

En esos años vivían o transitaban por París personalidades americanas como


Benjamín Franklin, Francisco de Miranda (que se reúne en Marsella con Raynal),
camino a Londres hace un alto en París Juan Pablo Viscardo (muy al corriente de
la rebelión tupacamarista, autor de un informe confidencial para la corte inglesa),
el embajador de España en Versalles era el Conde de Aranda (muy pendiente de
la rebelión), Condorcet, Jacques Pierre Brisot (americanistas, críticos de la trata
de esclavos), el abate Gregoire defiende la rebelión haitiana. En el medio oficial
como entre los intelectuales, dentro y fuera de los Salones y partidos, la comi-
dilla se alimentaba de los sucesos de la rebelión y el acto luctuoso de la plaza del
Cusco.

III

Sobre el papel de las mujeres en la rebelión se conoce poco, aunque era sa-
bido en los medios oficiales. No estaba en el imaginario social la esta época la
intervención de mujeres y niños en esta nueva clase de guerras “de liberación”.
Un impensable se diría hoy, fuera del sentido común. Sorprende que Beccaria no
incluyera la protección de mujeres e infantes, como si no requirieran derechos ex-
plícitos. Se descontaba que eso pudiera ocurrir en el Siglo de las Luces, la quema
de brujas era un arcaísmo medieval…Había sensibilidad por niños ciegos o sor-
dos, pero no derecho positivo para proteger mujeres y niños de penas extremas.
Doce años después del sacrificio de Micaela en el Cusco, durante la fase de terror
de la Revolución se guillotinó en París a dos mujeres: la Reina María Antonieta
y la intelectual Olympe de Gouges, lectora del Inca Garcilaso, autora de una
inesperada Declaración de los Derechos Humanos de la Mujer…El “partido de
los americanos”, con Thomas Paine a la cabeza, estaba en contra de ese engendro
llamado guillotina.

¿Qué pasó entonces con la aplicación de la Declaración de los derechos del


hombre y del ciudadano de 1789? Tratemos de entender: ¿ésta se refiere al hombre
como categoría universal o como simple varón?” En esa temporalidad, el recto
sentido común decía que el varón mandaba en la casa y en la política, a eso se
refiere la mención al “ciudadano” en la Declaración. La idea de universalidad no
produjo entonces una concepción política que abrazara a la totalidad de personas
-hombres y mujeres- sino un universo compuesto únicamente por varones. Sieyes,
que promovía los intereses del tiers état (los que estaban fuera de la Monarquía

49
y el funcionariado) lo señaló sin ambigüedad en su propuesta a la Declaración:
“Las mujeres, al menos en el estado actual, los niños, los extranjeros, aquellos que
no contribuyen en nada a sostener las instituciones públicas no deben intervenir
activamente en la cosa pública”11. En términos de sufragio esto condujo al voto
censitario: sólo eligen y son elegibles los varones propietarios y los que pagan
impuestos.

No tener libertad personal y no tener propiedades excluyó a las mujeres de la


actividad política y del ejercicio del sufragio. Para la ley eran consideradas me-
nores de edad, bajo potestad del padre o del marido. Esta práctica no cambió ni
con la instauración de la República ni con la Independencia, y solo en el del siglo
XX, gracias a la movilización de las “sufragistas”, se transitó paso a paso hacia un
sufragio realmente libre y universal en casi todo el mundo.

En el rosario de Declaraciones, Proclamas y Constituciones había, sin embar-


go, un argumento raigal, de índole histórica, que importa preservar y valorar:
la Memoria. La Declaración de 1789 desde sus primeras líneas lo señala: “la
ignorancia, el olvido o el menosprecio de los derechos del hombre son las únicas
causas de las desgracias públicas…”. La Declaración propuesta por Olympe de
Gouges completa al decir: “Las madres, hijas, hermanas, representantes de la na-
ción, constituidas en Asamblea Nacional consideran que la ignorancia, el olvido
y el menosprecio de los derechos de la mujer son las únicas causas de las desgracias
públicas…” En estos principios rotundos de mantener viva la memoria de la hu-
manidad se asienta la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948,
que en su primer artículo reconoce que “todos los seres humanos nacen libres e
iguales en dignidad y derechos”, y que el “desconocimiento y el menosprecio de
los derechos humanos han originado actos de barbarie ultrajantes para la con-
ciencia de la humanidad”.

La embestida contra la Memoria fue el eje de la estrategia del Visitador Arre-


che para debelar la rebelión de Túpac Amaru. Arreche centró su acción no solo en
un demoledor plan militar sino también en una estratagema contra-cultural, que
pretendía romper los vínculos de memoria que mantenían los pueblos originarios
con el pasado Inca. Su objetivo era quebrar las prácticas culturales, sociales y
productivas ancestrales, que seguían siendo estructurantes de la vida colectiva en
el siglo XVIII, como la supervivencia del gobierno de Caciques en los pueblos.

Inmediatamente después de la siniestra ejecución de Tupac Amaru, Micaela


Bastidas, y sus familias, Arreche inició su plan de desmembramiento de la cul-
tura andina, una ofensiva de desalme en regla: instruye al obispo del Cusco, el
criollo Juan Manuel de Moscoso, que retire con “cualquier pretexto” los 6 lienzos
que estaban en el Colegio de Caciques del Cusco, que representaban la sucesión

50
de los Incas con sus trajes ceremoniales. Esta medida propició que las familias
escondieran sus cuadros de la Escuela Cusqueña, y hasta la Sra. Betancur Tupac
Amaru, que litigaba con José Gabriel la heredad del marquesado de Oropesa,
hará cubrir una imagen de ella, donde lucía como Coya, por un santo anodino.
El Obispado se asocia al Visitador para prohibir ceremonias cultuales de origen
Inca, vestir tenidas ancestrales, descalificar las lenguas vivas originarias -quechua,
aimara, pukina-, y se impide la ejecución de músicas tradicionales.

Por este camino llegaron, como era previsible, a la prohibición y quema de


libros, y la persecución de los autores. El obispo Moscoso escribe a Arreche el 13
de abril de 1781 y con perfidia sostiene : “Si los Comentarios Reales no hubieran
sido toda la lectura e instrucción del Ynsurgente Josef Gabriel Tupa Amaro, sus con-
tinuas invectivas y declamaciones contra los españoles no se hubiesen radicado tanto
en su animo; si lo que habla de los Señores Virreyes que gobernaron los principios de
este Reyno; de las Reales Audiencias y demás juezes, no se hubiese permitido dar tan
fácilmente a la prensa, y en una palabra, si estas, y otras lecciones de algunos Autores
Regnicolas no hubiesen tenido la aceptación del Traydor en lo mucho que en ellas
se vierte sobre la conquista no emprendería Tupa Amaro el arrojo detestable de su
rebelión”12

En su insidia, ¿ a qué “autores regnícolas” quiere silenciar el Obispo?. Ya cir-


culaban entonces textos de Juan Santa Pachacuti, de Guaman Poma de Ayala,
por supuesto del Inca Garcilaso -que veremos con detalle- pero, como recuerda
Porras Barrenechea, “el Cuzco, el centro principal de la investigación quechuista
en el siglo XVII, ve surgir una escuela literaria en la que se perfecciona y redondea
el idioma, se flexibiliza y renueva el vocabulario con la incorporación de nuevos
vocablos y se cultiva la armonía y elegancia de la frase tratando de hallar todas
las posibilidades artísticas de la lengua”13.. ¿Está excepcional escuela literaria, que
tiene en Juan de Espinosa Medrano su mayor exponente, pretendía condenar al
olvido el Obispo? Por los testimonios recogidos en el juicio, concentra su inquina
en los libros y lectores del Inca Garcilaso.

En el proceso judicial a Micaela Bastidas se menciona que dijo “en Lima le


abrieron los ojos” a José Gabriel. ¿A qué se refiere Micaela? ¿Qué en la capital
había adquirido una visión de la realidad colonial? ¿Tomó conciencia que por
la vía legalista no iba avanzar gran cosa? (rechazaron su reclamo por envíos de
mitayos a Potosí, por ejemplo) ¿Se relacionó con personas que compartían sus
íntimas convicciones? He reunido documentos sobre sus pasos en Lima, pero
queda todavía muchas lagunas sobre su presencia en la capital en 1777. Recurro
a dos historiadores que han dedicado su vida al estudio de la rebelión de los Con-
dorcanqui-Bastidas: Carlos Daniel Valcárcel y Scarlett O`Phelan Godoy, quienes
aportan importantes luces, documentadas, sobre la crucial estadía en Lima.

51
Respecto a quienes fueron sus interlocutores en Lima y qué temas trataron,
Valcárcel aporta, hasta ahora, el mayor número de elementos, que transcribo:

En los documentos judiciales acerca de las personas comprometidas con la re-


belión de Túpac Amaru, aparecen declaraciones de cusqueños que confiesan ser
asiduos lectores de los Comentarios reales y haberse reunido en Lima para cons-
pirar. Al viajar a la ciudad de los Reyes Túpac Amaru, entre 1776 y 1778, reno-
váronse aquellas lecturas. Los contertulios eran personajes de cierta importancia
y aparecen, especialmente, en el testimonio de los autos seguidos contra Mariano
Isidoro de la Barreda por “condidente” de Túpac Amaru. Entre el grupo hay que
recordar con principal atención las declaraciones de Miguel Montiel, nacido en
el pueblo de Oropesa (provincia de Kispicanhis, Cusco), personaje que estuvo en
España, Francia e Inglaterra. Montiel conoció y trató a Túpac Amaru en Lima,
de cuya persona tuvo un alto concepto. Parece haber sido hombre de holgada
posición económica y hábil comerciante. Aparece prestando 8000 pesos al ca-
cique Túpac Amaru. Su relación con éste debió ser bastante estrecha. Tratábase
de “primo” con Alexo Túpac Amaru, residente en Lima, primo hermano del
caudillo cusqueño. En las confesiones hechas por Montiel (diciembre de 1780),
al ser preguntado acerca de las aficiones históricas, respondió que solía “leer li-
bros místicos” y algunos de historia, entre los que mencionó particularmente “los
Comentarios de los Yngas de Garcilaso”, cuyo texto comentaba con sus vecinos el
comerciante Manuel de la Torre y Fernando Vila. Esta declaración está ratificada
por La Torre. Asimismo, el testigo José Bustinza señaló al comerciante Montiel
como lector asiduo de los Comentarios reales, declaración ratificada por otro de
los declarantes, Francisco Fernández Olea.

Tengamos presente que para historiar los hechos Valcárcel ha revisado los
Archivos de Indias, del Cusco y de Lima. ¿Qué pasó con el círculo de lectores
del Inca Garcilaso? Todos murieron en los años siguientes por el ensañamiento
con que fueron tratados por ser los “cómplices de Lima”. El clérigo Centeno y el
negociante Montiel murieron en 1785, en los calabozos de Lima; Barreda murió
en el destierro. El documento de Valcárcel que citamos ha tenido poca circula-
ción, se publicó en un sencillo “Boletín de la Biblioteca Nacional” en 1966. Este
texto concluye con una frase reveladora: “La lectura y glosa en común se acompa-
ñaba con el préstamo del citado libro de Garcilaso”14. En el caso de Tupac Amaru,
el “préstamo” podría (nótese el condicional) haber sido tanto de los Comentarios
reales como la Historia general del Perú. En todo caso hay la seguridad que llevó
consigo al Cusco la “Historia de Garcilaso”, escogencia explicable, pues allí está
la relación de “las causas y la prisión del Príncipe Inca Túpac Amaru”(cap. XVI),
que tanto interesaba a José Gabriel. En su carga de viaje al Cusco, se menciona el
libro en la guía emitida por la Aduana, documento que autorizaba el ingreso de
dos petacas con sus pertenencias.

52
En el 2003 obtuve una copia de esta Guía en el Archivo General de la Nación,
que compartí con la historiadora Scarlett O’ Phelan Godoy. Ella podría interpre-
tar qué revelan estas petacas en relación a los proyectos de José Gabriel, de sus
lecturas, de sus gustos personales, de regalos para sus hijos y para Micaela. En su
reciente libro Mestizos reales en el virreinato del Perú (2013) la historiadora nos
gratifica con una mirada fresca, moderna, poco conocida de la familia Condor-
canqui-Bastidas: “En las dos petacas que llevó consigo para ¨su uso y el de su familia¨
había tres vestidos de color, tres capas, cuatro sombreros de petate, tres sombreros de
jipijapa y dos de su propio uso, tres cortes de mantilla, dos faldellines, dos piezas de
Bretaña; esto en términos de vestuario. Pero también aparecen algunas otras adqui-
siciones sorprendentes, como un astrolabio, un molinillo de café, una encomienda de
libros y nada menos que una obra de Garcilaso. Esto implica que no era “probable”
que Túpac Amaru hubiera leído a Garcilaso, sino que, en efecto, compró y consultó la
obra del cronista mestizo”

Siguiendo a Valcárcel, el “préstamo” de la logia garcilasista limeña fue a parar


al Cusco… La Profesora O’Phelan indaga sobre otros enigmas : En otro rango, la
compra del molinillo de café demuestra que estaba muy al día de los nuevos gustos y
espacios de sociabilidad que habían surgido en la capital, como los cafés que comen-
zaban a establecerse en el corazón de Lima…La ciencia y los instrumentos científicos
tampoco le resultaron del todo extraño. La presencia del Astrolabio así lo indica…
Pero no hay que descartar la posibilidad de que el cacique de Tinta lo adquiriera para
facilitarse la medición del tiempo y la ubicación de su ejército durante la rebelión.”

Colofón

Es el campo de la memoria donde se libra la guerra del tiempo. La memoria


no es un simple recuerdo, es un estado de conciencia que ha vencido al olvido. Es
lo que retenemos en el cerebro y prodigiosamente podemos traer al presente, lo
que “recordamos de memoria”, que se manifiesta en el intelecto, la imaginación
y la creación. Ante las fuerzas del olvido debemos mantener viva la memoria
individual y colectiva. El Poder Público tiene la responsabilidad de enriquecer y
renovar la memoria colectiva, para eso cuenta con la Educación, la Cultura, las
Ciencias, las Artes. La memoria genera sentido de pertenencia, factor de enten-
dimiento, de reciprocidad y solidaridad en circunstancias críticas, urgentes. La
memoria produce sociedad.

En estas líneas no hubo intención metafórica al hablar de Micaela en términos


de “herida en la memoria”. Esos desconocimientos podrían conducir a “actos de

53
barbarie ultrajantes para la conciencia de la humanidad”, nos recuerda la Decla-
ración de Derechos Humanos de 1948. En este ejercicio de memoria era perti-
nente hablar de la familia, niños, hijos, abuelos, de los linajes interculturales que
construyen el tejido social. Recordar a filósofos imprecadores y lectores arries-
gados de libros prohibidos, de vestidos de colores y molinillos de café. Pensar e
historiar la Vida.

Notas
1 Baczko, Bronislaw. La responsabilité morale de l’historien, Paris, 1969.
2 Lepetit, Bernard. “L’histoire prend t-elle les acteurs au sérieux?”, Paris, 2017.
3 Charles Walker. La rebelión de Túpac Amaru. Lima, 2015.
4 Edgar Montiel. “Fernandito Tupac Amaru, la historia olvidada del niño mártir”.
Prefacio. José Luis Ayala. Este cautiverio y agonía sin fin. Lima, 2011.
5 Jorge Cornejo Bouroncle. La revolución precursora de la emancipación continental.
Cusco, 2013 (edición original, 1963).
6 Le Monde/Flammarion, París 2010.
7 Marcela Vilela; Gabriela Gresores. “Castigadas: penas sufridas por las mujeres en la
guerra revolucionaria”. Sara Beatriz Guardia. Edición. Las mujeres en los procesos de
Independencia de América Latina, 2014.
8 Herbert Dieckmann,. Inventaire du Fons Vandault et inédits de Diderot. Geneve, 1951
9 Presse Universitaire de France 1959.
10 Défourneaux precisa que la fecha real de impresión fue 1782.
11 Faure, 1988.
12 A.G.I. Audiencia del Cusco, Legado 29).
13 (Porras, 1955)
14 Valcárcel 1966, su fuente es el AGI, legado 1049.

Bibliografía

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bre 1969.

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changé le monde. 2010.

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DEFOURNEUX, Marcelin. Pablo de Olavide, el afrancesado. Paris: PUF 1959.

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54
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América Latina, Lima: CEMHAL, UNESCO, USMP, 2014.

WALKER, Charles. La rebelión de Túpac Amaru. Lima IEP 2da edición 2015.

55
56
MICAELA BASTIDAS,
DEL SILENCIO A LA PALABRA:
AUTODISCURSO Y REPRESENTACIÓN

Cláudia Luna
Universidad Federal de Río de Janeiro. Brasil

a Julio Aldinger Dalloz1

Introducción

La presencia femenina en el mundo de la guerra suele generar algunas repre-


sentaciones clásicas, en distintos niveles. Si vamos a las referencias bíblicas, se
señala a Débora, jueza y profetiza de Israel, quien llama su Pueblo para la batalla
contra el rey de Canaán; en el dominio de lo histórico, Juana del Arco, heroína
europea que corresponde al mito de la doncella guerrera; en el universo de los mi-
tos e utopías americanos, las amazonas, conocidas como las leyendarias “hembras
guerreras”, como advierte Juan Gil2. En términos del imaginario latinoamericano
colonial, sin embargo, aunque menos conocidas, hay muchos personajes histó-
ricos, como Clara Camarão, india de la tribu potiguar, del Nordeste brasileño, y
heroína del Tejucupapo, pueblo donde las mujeres lucharon para expulsar a los
holandeses de la provincia de Pernambuco, cerca de 1637. O Luisa Mahin, dos
siglos después, perteneciente a la nación africana Jeje-Nagõ, de la etnia Mahi, una
ex esclava que lideró en la provincia brasileña de Bahía una rebelión de esclavos
africanos musulmanes, los malés, alrededor de 1835, por su libertad.3

En cuanto al periodo de las luchas por independencia de Latinoamérica frente


a España, aunque hay mucho material4, y se señalan figuras como Juana de Azur-
duy, Manuela Sáenz, Joana Angélica o Maria Quitéria, todavía hay nombres que
necesitamos rescatar, las dichas “precursoras”, como Micaela Bastidas, Tomasa
Tito Condemayta, Bartolina Sisa, y otras mujeres indias, negras o mestizas que
lucharon contra el dominio colonial, en el mundo andino del siglo XVIII. En ese
sentido, la propuesta de este trabajo es analizar las formas cómo Micaela Bastidas
se construye en los textos que ha enunciado y en los textos u obras en que ha sido
representada.

57
Mi interés por Bastidas surgió por influjo del trabajo de Sara Beatriz Guardia
sobre la participación de las mujeres indígenas o negras en las luchas anticolo-
niales.5 En este trabajo vamos a reflexionar inicialmente sobre la posibilidad de
construcción de un auto discurso por Micaela, a través de sus cartas y órdenes, la
presencia de copistas y traductores y la existencia de una posible doble autoría, es
decir, la confección de un “testimonio mediato” para utilizar el término de Sklo-
dowska6. Enseguida, trataremos de la Confesión de Bastidas frente al tribunal,
que, por su vez, se inserta en el modelo de un testimonio judicial. En la segunda
parte, vamos a discutir la presentación de Micaela en términos historiográficos
y en términos literarios, en diferentes modelos en el presente: en especial a través
de la biografía novelada escrita por Hernández Matos, Micaela Bastidas, la precur-
sora, y de la recreación ficcional de la voz de Micaela en la novela Habla Micaela.

Encuentros y desencuentros de discursos, voces y culturas:


tensiones y alianzas

En la partida de matrimonio de Micaela Bastidas y José Gabriel Condorcan-


qui Túpac Amaru se afirma que ella era hija legítima de padres criollos. Él era
legítimo descendiente de los Incas, lo que significa decir que tenía sangre real.
Era un sujeto letrado: estudió en Colegios para Curacas, en Cusco. Hacía parte
de la nobleza indígena, como un cacique rico que comerciaba en la ruta que unía
Cusco a Buenos Aires, usada desde el Tawantinsuyu, y por donde circulaban la
plata de Potosí e innumerables mercancías7. Según Godoy, “la mayoría de los
miembros de la familia Túpac Amaru se hallaba vinculada a una empresa de arrie-
raje que unía el Bajo con el Alto Perú”8. José Gabriel viajó a Lima con el objetivo
de lograr el reconocimiento de su ascendencia inca; allá ha tomado contacto con
la Masonería y se dice incluso que pudiera haber estudiado Artes en la Univer-
sidad de San Marcos. Como Cacique, fue respetado y transitó entre los círculos
indígenas y criollos, del altiplano y de la sierra.

Al parecer Micaela gozaba de la respetabilidad inherente a su rol social. Se


puede percibir esto por la profusión de partidas de bautismo en que figura como
madrina, entre 1768 y 1779. En el Libro de Bautismos de Tungasuca se prueba que
bautizó a Atanasio y a María Encarnación Choquehuanca, Bernardino Vargas
Villavicencio, Martin de Castro, Hipólito Conza, Juliana Castelo Bellota, Casi-
miro Sonco, Isabel Quispe Sisa, entre otros9.

Aunque oficialmente fuese hija de criollos, en realidad Micaela, según Vega,


era hija de padre “mestizo con rasgos negros”, y de la india ‘acriollada’ Josepha

58
Puyucahua”10. Busto Duthurburu señala que Micaela era zamba o zambahiga,
es decir, fruto de la unión entre un negro y una india. Dice: “Su padre fue el
negroide Manuel Bastidas y su madre Josefa Uyucachua, de raza cobriza”11. En
resumen, Micaela era una mestiza, como solía ser parte de la población andina
de la época.

Duthurburu agrega que el negro ha sido el tercer “ingrediente del mestizaje


peruano (...) como los cobrizos, los blancos, los amarillos y los aceitunados –
parte integrante de la Peruanidad”12. Las llamadas “castas mistas” desafiaban el
afán homogeneizador y blanqueador de “pureza de la sangre”, según padrones
europeos, y representaban un desafío para intentos clasificatorios, como se puede
leer, por ejemplo, en Los Cuadros de Mestizaje, del Virrey Amat (cerca de 1770),
en que se clasifican los hijos de matrimonios interraciales como negros, mulatos,
cuarterones de mulatos, blancos, zambos, chinos, cuarterones de chinos, etc.13.
Observado bajo esta perspectiva, el matrimonio entre el noble Inca Túpac Amaru
y la zamba Micaela Bastidas representaba una alianza simbólica entre los varios
grupos de “vencidos”.

En su Breve historia de los negros del Perú, Duthurburu comenta:

Se ha tomado mucho en cuenta la animadversión entre indios y negros, pero


pocos han hablado de su acercamiento. En efecto, en el Perú hubo un caudi-
llo medio indio que fue el primer abolicionista de la esclavitud de los negros.
Fue José Gabriel Túpac Amaru, quien proclamó la libertad de los melanoder-
mos al comienzo de su rebelión: fines de 1780 o inicios de 1781. Lo hizo en
el Santuario del Señor de Tungasuca, el Cristo de los Arrieros, delante de sus
seguidores rebeldes. De este modo, José Gabriel Túpac Amaru, descendiente
de los Incas, se consagró entre nosotros como el Primer Libertador de los
Negros.14

El deseo integrador del movimiento tupamarista se refleja en la heterogenei-


dad del grupo de dirigentes. Según la investigación de Flores Galindo en los autos
del proceso judicial de la Rebelión, en el Archivo General de Indias, Audiencia de
Cuzco, legajos 30 y 31, se indica que había quince españoles, dos criollos, once
mestizos, diecisiete indios y dos mulatos, además de doce personas que no han
contestado. Señala él, además, que de los autodenominados españoles solamente
uno lo era en realidad. En contraste con eso, las masas eran predominantemente
indígenas y sus objetivos, de perfil mesiánico, se vinculaban al anhelo de renaci-
miento de la cultura tradicional andina15.

59
La destacada estudiosa del movimiento tupamarista, Scarlett O’Phelan Go-
doy16, cuestiona que los sucesos hayan constituido solo una rebelión. Para ella fue
un movimiento social para el cual convergieron distintas rebeliones; más que lo-
cal, alcanzó toda la región de Alto y Bajo Perú y contó con una jerarquía política
y militar. Fueron dos las etapas del movimiento: la primera, cusqueña o quechua,
fue liderada por Túpac Amaru. La segunda, la aimara, de la margen oriental del
lago Titicaca, fue compuesta por ejércitos rebeldes alto peruanos liderados por
Julián Apaza Túpac Catari. Sin embargo, Túpac Catari fue considerado solamen-
te un gobernador del movimiento, un subordinado de Túpac Amaru; es decir, de
los sobrevivientes Diego Cristóbal, André Mendigure y Miguel Bastidas, respec-
tivamente primo, sobrino y cuñado de José Gabriel, figura aglutinadora por su
descendencia Inca.

La sociedad colonial peruana se construye escindida entre una república crio-


lla y una república de indios, entre costa y sierra, entre español y quechua. De
ahí, también, que el plurilingüismo sea una regla de este universo colonial, por lo
menos en el altiplano. En un texto clásico para los estudios latinoamericanos17,
Antonio Cornejo Polar presenta un hecho que se puede considerar como el ini-
cio del conflicto entre europeos y americanos, conquistadores y vencidos, entre
la letra y la voz, es decir, “el ‘diálogo’ entre el inca Atahualpa y el padre Vicente
Valverde, que ocurrió en Cajamarca, la tarde del sábado 16 de noviembre de
1532”18.

El episodio, narrado por distintos cronistas, presenta la escena en que Ata-


hualpa recibió en sus manos una Biblia para jurar, pero para sorpresa general la
arrojó al suelo pues desconocía todos los elementos de la cultura ibérica: el libro,
el cristianismo, el acto de jurar. Por “ignorar”, en el sentido neutro del térmi-
no, es decir, “desconocer”, fue juzgado por los españoles como “sin respecto” y
“sacrílego”. La escena constituyó el punto de partida para que se desencadenara
la masacre de las poblaciones indias. En este universo escindido por la falta de
comunicación, como miembro de la élite indígena, José Gabriel transitó entre
los dos mundos: la costa y la sierra, los salones y las universidades, los caminos
y ferias de comercio; convivió con nobles criollos e indígenas, mestizos, negros,
zambos, chapetones y españoles. Sin embargo, a él también lo excomulgaron por
haber ordenado la ejecución de un Corregidor y por haber desafiado el poder
colonial.

Dejo a los historiadores la explicación de las causas de la revolución que se


desencadenó en fines de 1780, vinculada a las Reformas Borbónicas, a la deca-

60
dencia de la minería en Potosí, a la crisis de los repartos u otros factores. Lo que
nos importa es percibir que en este contexto ocurrió un intenso entrecruzamien-
to de voces y de textos de variados registros, marcados por la heterogeneidad
entre emisores y receptores, lectores y oyentes.

Como sujeto letrado, conocedor de las leyes y de la retórica, José Gabriel fue
el enunciador de textos variados, a los cuales Martin Lienhard clasificó como
discursos insurreccionales, textos producidos durante el periodo de las luchas, in-
tensificando el “diálogo” epistolar entre indígenas, por un lado, y españoles o
criollos, por otro. Dirigió muchas solicitudes ante la Audiencia de Cusco para la
abolición de la mita, que, debido a la crisis de los repartos, no fueron atendidas.
Entre estos discursos tenemos cartas y advertencias dirigidas a los habitantes de
Cusco y a las autoridades.

Como explica Lienhard,

en el interminable proceso de “negociación” entre las colectividades indí-


genas y las autoridades coloniales criollas, el ‘alegato’ de la parte indígena,
cuando llega a desembocar en un documento escrito, suele tomar la forma
de un testimonio, de una carta, de un manifiesto”19. [subrayado mío]

En sus advertencias y cartas, Túpac Amaru garantizó su fidelidad al Rey de


España y a la fe Cristiana; sin embargo, es impiedoso con los corregidores, que,
según él, eran los únicos culpables de los repartos. Como afirma en su carta al
Visitador Arreche, del 5 de marzo de 1781, tiene por “único ánimo cortar de raíz
el mal gobierno a tanto ladrón zángano que nos roban la miel de nuestros pana-
les”20. Su lenguaje es incisivo: “son los corregidores químicos que en vez de hacer
del oro sangre que nos mantenga, hacen de nuestra sangre oro”21. Y concluye:
“los corregidores no son dioses para ser temidos y adorados”22.

En cuanto a Micaela Bastidas, esposa y madre de los hijos de Túpac Amaru,


fue su principal colaboradora, componiendo la élite que dirigió el movimiento.
Ejerció varios roles: articuladora política de la retaguardia de la insurrección, res-
ponsable de mantener las tropas rebeldes con géneros y armas, dirigirlas cuando
fue necesario, garantizar la lealtad de la gente al movimiento, ejercer roles de
jueza frente a los desórdenes o insubordinaciones. Durante las ausencias de su
marido, emitió una importante cantidad de documentos. A su vez, recibió cartas
de variada índole, con pedidos que podía o no conceder. Se trató evidentemente
de una figura de poder, a quien todos rindieron obediencia y respeto. En las car-

61
tas que se destinaban a ella, la llamaban: “Mi Señora Gobernadora”, “Mi Señora
Doña”, y trataban con ella sobre querellas internas, pedidos y juzgamientos.

Entre ellas llaman atención las cartas del Capellán Licenciado Martín Castilla,
quien suplicó justicia frente a un ladrón que le había robado doscientos pesos en
plata: “y así suplico a Vuestra Merced, como a madre de los pobres, se sirva de
darme licencia para hacer prender, aunque ya le hice prender”23 (subrayado mío).
También la carta de Ángela Pacuri, del 12 de diciembre de 1780, en la que pide
que interceda contra una acusación que recibió de su marido y que “se tome de
nuevo la declaración a dicho alcalde que luego que parezca dicho mi marido,
comparecemos a Vuestra Merced a su Juzgado”24.

Los Alcaldes Andrés Cotates y Marcos Chascues la llaman “Muy venerada


Madre” y le dicen que “los caciques pasarán ellos con la gente como manda
Vuestra Merced y de no iremos ambos Alcaldes con la gente para el día sábado; y
estamos siempre a obedecer lo que nos mande”25. Hay también cartas que infor-
man sobre hechos de la campaña y proponen estrategias, como la de Marcos de
la Torre, del 15 de diciembre de 1780:

doy noticia a Vuestra Merced para que prevenga bastante gente que venga
por Livitaca a cogerlos (...) y así mande Vuestra Merced, como cosa de cien
soldados con las escopetas y munición que vengan por acá (...) y que no se
descuide Vuestra Merced, ni permita que haya alguna ruina.26

Entre los documentos firmados por Doña Micaela Bastidas se encuentran


órdenes, comisiones, bandos, pasaportes y cartas. Por ejemplo, el documento
171, emitido en Tinta, el 22 de marzo de 1781, afirma: “Dase comisión a Don
Bernardino Zegarra, para que notifique a los caciques y común de indios del
Pueblo de Quiquijana, para que se contengan en los agravios que causan a los es-
pañoles de aquel vecindario, en sus personas y bienes”, bajo “pena que el que los
continúe, incurrirá en la muerte en horca y perdimiento de sus bienes”. Además
de eso, informa: “para que llegue a noticias de todos, se publicará por bando en
los pasajes acostumbrados”27.

Otras veces en los bandos ordena el embargo de alimentos como “papas, du-
raznos y otros comestibles de las haciendas embargadas, sin que ellas se entrome-
ta persona alguna”28 o manda que “las vacas y demás ganado que está embargado
se tendrá a las órdenes y disposición del inca para concurrir con él, siempre que
se pida, sin que ninguna persona tenga intervención en su destino; pena de que
serán castigados, si lo contrario hicieren”29.

62
Significativa es la carta que envía a los “Señores Gobernadores Don Agustín
y Don Lucas Núñez de la Torre y Don Matías Canal”, en que requiere que cola-
boren en la empresa de Túpac Amaru, “aprontando toda su gente a disposición
de dicho mi marido”. Agrega que “si tuviesen vuestras mercedes (gente) para
prender al Corregidor y europeos, lo podrán hacer, pidiendo auxilio a los demás
caciques”. Y justifica:

no hay razón de que nos estropeen, y traten como a perros, fuera de qui-
tarnos con tanta tiranía nuestras posesiones y bienes estando en nuestras
tierras, por contemplarnos que no somos capaces de defendernos, como lo
vemos ahora, que mi marido ha puesto la mano.30

Una cuestión que sigue sin respuesta es cómo clasificar a estos textos enun-
ciados por la Cacica, sus órdenes, proclamas y demás correspondencias, una vez
que, durante su juzgamiento, Micaela Bastidas se declara analfabeta y monolin-
güe del quechua, por lo que exige la presencia de un intérprete y de un Procura-
dor que firme por ella los autos.

Hay conjeturas de que sabía leer, dato que se expondrá en las versiones nove-
ladas. De todas formas, si consideramos verdadero lo que declaró al tribunal, sus
textos más bien se podrían adecuar a lo que Martín Lienhard llama de literatura
testimonial. El testimonio hace parte de la historia de las letras latinoamericanas
desde los cronistas y religiosos del siglo XVI. Ha sido base para la escrita de las
crónicas y relaciones de la conquista y se mantiene hasta hoy.

Comparando las cartas, las órdenes y el epistolario en general con la pieza del
tribunal, consideramos que se presentan dos tipos de testimonios. Los primeros
se podrían acercar al modelo de lo que actualmente se llama el testimonio me-
diato, cuando hay un hablante cuyas palabras son traducidas y escritas en otra
lengua por un traductor/transcriptor, un mediador de confianza, de cierto modo
amigo y “cómplice” de las ideas del autor, guardadas las distancias necesarias31.
Tal es el modelo, por ejemplo, de los testimonios del siglo veinte, de Domitila
Chungara o de Rigoberta Menchú.

Evidentemente no se puede imaginar ahí un universo sin conflictos, pues, sí,


hay una relación disimétrica de poder. El traductor/transcriptor selecciona, orga-
niza las respuestas, las “edita”. Por eso detenta un poder sobre el la persona que
testimonia Hay como que un pacto de confianza entre ellos, lo que no impide,
sin embargo, que aquél que testimonia se permita no decir ciertas cosas32. Sin
embargo, en el caso específico de Micaela, hay inversiones en este modelo: por

63
su autoridad, se establece una relación de poder entre jefe y subordinado o entre
soberana (la Coya) y sus protegidos o ahijados.

Por lo tanto, habría una red de fidelidad a la Coya, formada por los chasquis,
emisarios físicos de las misivas y las órdenes, y por los redactores que escribían
estas órdenes en español. Tampoco se sabe si Micaela dominaba el español. Sin
embargo, hay que notar que existen en términos lingüísticos cuatro tipos dis-
tintos de dominio de un idioma, según explica Alice Omaggio33: cuando uno
aprende una segunda lengua (L2) necesita alcanzar cuatro tipos de dominio, que
se articulan generalmente en secuencia: comprender el discurso escrito, com-
prender el discurso oral (en el caso de sociedades letradas); hablar en la segunda
lengua y, finalmente, escribir en la segunda lengua. Por lo tanto, son distintas
habilidades y no se sabe con precisión los dominios que detendría Micaela. Por
ejemplo, aunque no letrada podría ser bilingüe en términos orales. La verdad es
que todo el material aprehendido en los autos estaba escrito en español, lengua
utilizada para la comunicación entre los miembros de la élite del movimiento.

En las órdenes de Micaela hay un mensaje directo, objetivo: son textos breves,
no admiten dudas, lo que, se supone, garantiza la fidelidad de quien toma el
dictado. Se presume que el escribiente/ traductor, como alguien al servicio de la
dirigente –sea por ganar un pago, por ser subordinado, o por defender la misma
causa–, debe ser fiel a la palabra de quien ordena. Este es el mismo caso de los es-
cribientes de los poderosos de todos los tiempos, gobernantes y autoridades que
por su poder atestiguan la fuerza del mensaje enunciado, con su firma, aunque el
texto haya sido redactado por un escribiente a su servicio.

En ese sentido, es probable que las amenazas de punición a traidores, enun-


ciadas en algunos de los textos, sirviesen también como aviso. Se dice que Bas-
tidas se valía de criollos de confianza, como Mariano Banda y Felipe Bermúdez.
Obsérvese que en los autos no se hace mención a ningún tipo de punición a los
escribientes de Micaela. Ocurre que esta figura formaba parte del pacto de la ciu-
dad letrada en el plurilingüe y heterogéneo universo colonial. De ahí que al que
escribe se le considera como simple instrumento, una voz invisible.

Entre Micaela y José Gabriel existe una relación de iguales, de confianza y de


confidencialidad, no tanto por ser una escritura “privada” en el sentido de conte-
ner confidencias de una pareja, sino secreta y confidencial, de circulación restric-
ta por tratar de estrategias de guerra. Aunque en algunos momentos se lean en
las fórmulas protocolares términos afectuosos como “Mi Chepe”, o “Mi Mica”,

64
la correspondencia entre ambos, en especial la de fines del 1780 y comienzos de
1781, trata estrictamente cuestiones relacionadas con la insurrección: envío de
prisioneros, pedidos de víveres, municiones o armas, de relatos de las batallas,
discusiones sobre la correlación de fuerzas entre los realistas y los rebeldes, como
se lee por ejemplo, en la carta del 7 de marzo de 1781: “Remito con el portador
quinientos veinte y seis cartuchos de fusil, con balas; de cañón 30 cartuchos para
lo mismo, y no va pólvora, porque en lo pronto no la hay sino de cañón”34.

Otro tópico relevante es en relación a la posibilidad de existencia de espías o


traidores. El 26 de noviembre de 1780 Micaela lo previene: “nos puede sobre-
venir alguna traición repentina por lo que te participo para que estés advertido,
como igualmente de los soldados que con bastante estruendo se van previniendo
en la pampa de San Sebastián”35. En otra ocasión advierte que

es preciso premeditar bien las cosas, y que respondas la carta con mucha
cautela y precaución, dándolo el sí, de que irás a Lampa, y a encontrar con
los soldados de Arequipa, para que estén descuidados en la ciudad, y vayas
de repente a sorprenderlos36.

Parecen estar en el mismo nivel jerárquico, e incluso algunas veces ella lo


reprende por sus decisiones, como en la misiva de 6/7 de diciembre de 1780,
donde reclama:

Chepe mío: Tú me has de acabar de pesadumbres, pues andas muy despacio


paseándote en los pueblos, y más en Yauri, tardándote dos días con grande
descuido (...) Yo ya no tengo paciencia para aguantar todo esto, pues yo
mismo soy capaz de entregarme a los enemigos para que quiten la vida,
porque veo el poco anhelo con que ves este asunto tan grave que corre con
detrimento de la vida de todos.37

Se insinúa una ruptura en los lazos de confianza, ya que, como ella acusa, “me
ofreciste cumplir tu palabra, pero desde ahora no he de dar crédito a tus ofreci-
mientos, pues me has faltado a tu palabra”38 y, eso podría conllevar conjeturas de
la más diversa índole que no trataremos en este trabajo.

En el caso de las piezas del tribunal, estamos frente a una modalidad especial
de testimonio, pues se ingresa en el dominio de lo judicial. Se trata del testimo-
nio legal, testimonio inmediato (directo). Aquí se intenta “reconstruir” una histo-
ria para señalar un presunto culpable de un crimen. Por eso la pieza se produce

65
con una sucesión de testimonios. A través de ellos creemos que se construye la
“leyenda” de la rudeza de Micaela. Por ejemplo, para Francisco Molina, vecino de
Sicuani, ella actuaba con “más rigor que el Rebelde”39; para Francisco Cisneros,
“con más vigor que su propio marido”40; a su vez Manuel Galleguillos afirmará
que las “órdenes de esta mujer eran más fuertes que las de su marido”41. Se trata
de la recreación escrita de un interrogatorio oral: en su mayoría redactados por
Manuel Espinarete López, escribano habilitado por el Señor Visitador General
José Antonio de Arreche. A los autos se agregan otros materiales, como cartas o
documentos, de que vamos a tratar.

Miedo y violencia en los Andes

Estou preso à vida e olho meus companheiros.


Estão taciturnos, mas nutrem grandes esperanças.
Entre eles, considero a enorme realidade.
O presente é tão grande, não nos afastemos.
Não nos afastemos muito, vamos de mãos dadas.
Carlos Drummond de Andrade42

Cuando fue apresada e interrogada, Micaela declaró ante el Señor Don Be-
nito de Mata Linares, del Consejo de Su Majestad, Oidor de la Real Audiencia
de Lima, que no sabía leer ni escribir, tampoco hablaba español. En verdad, la
pieza de juicio está toda marcada por la negación: no sabe hablar español, no
sabe escribir, no dictó órdenes, no conoce a nadie, no tiene poder de mando –
solamente obedeció a su marido–, sus acciones tuvieron por móvil el miedo; en
resumen, ella construye en el interrogatorio la figura de una mujer dominada por
el marido, analfabeta y monolingüe del quechua. Se reduce y empequeñece. O se
ausenta. O se recusa a participar del “circo” del juzgamiento por saberlo un ritual
con resultados ya predeterminados.

Para algunos estudiosos, y para el público, en general, el relato de la sentencia


y posterior ejecución de Micaela Bastidas resulta intolerable por el quantum de
violencia del que está imbuido. Hay varios aspectos que considerar en la cues-
tión. Uno de ellos es que se dirige a una mujer. En las luchas de la conquista,
además de la violencia en general contra las mujeres, ocurre también específica-
mente la violencia sexual.

En algunas regiones hubo botines en que las mujeres eran distribuidas a los
conquistadores, como en la conquista del Rio de la Plata43, registrados en cantos

66
y testimonios. Si pensamos en las mujeres africanas, traídas para América como
esclavas, se duplica la violencia de esta diáspora forzosa, por la venta como mer-
cancía, la sumisión, la doble moral de los conquistadores –la mujer blanca para
esposa; las mujeres indias, negras o mestizas para esclavizar y disfrutar.

Eso produjo que las propias Leyes de Indias buscaran preservar a las mujeres.
Aunque entre la regla y su ejecución había una distancia en el cumplimiento de
las normas, se otorgaban prerrogativas para una presunta defensa. Incluso bajo
estas Leyes las mujeres indias podrían actuar como cacicas. Por eso, no causa
asombro que Micaela Bastidas, como esposa de Túpac Amaru pueda ser con-
siderada como Cacica, aunque no lo fuera efectivamente, como sí lo era, por
ejemplo, Tomasa Tito Condemayta. De todas formas, Micaela Bastidas, como
miembro de la élite indígena y esposa de un rico arriero, ejerció un papel de po-
der y prestigio en la sociedad andina.

En el desarrollo del proceso de resistencia y lucha del movimiento tupama-


rista, Micaela se convierte en miembro de la junta revolucionaria, asumiendo
funciones militares y administrativas fundamentales. Son tiempos de guerra y
las acciones deben ser fuertes y firmes. Así lo será Micaela, actuando como una
“generala”. Como hemos visto, los documentos que firma son todos de la orden
de lo militar: edictos, cartas, bandos. Incluso la correspondencia con su marido
trata solamente de cuestiones estratégicas.

Micaela dominaba las reglas del poder y del mando. Era una mujer que sabía
dictar órdenes y hacerlas cumplir; lo que seguramente desconcertó a los jueces.
Además de esto, en los testimonios se hacen muchas referencias al rigor de Mi-
caela, más no de su marido. Estas características fueron destacadas por don Pablo
Figueroa, nombrado Solicitador Fiscal en el Cusco, el 2 de mayo de 1781, para
hacerse cargo de la pieza de acusación. De la misma manera, esos rasgos se con-
vierten en un leitmotiv y aparecieron también en la Sentencia proferida por José
Antonio de Arreche, donde condena Micaela Bastidas:

Mujer del vil traidor José Gabriel Túpac Amaru, por complicidad en la Re-
belión premeditada y ejecutada por él, auxiliándole en cuanto ha podido,
dando las órdenes más rigorosas y fuertes, para juntar gente (…), invadiendo
las provincias para sujetarlas a su obediencia, condenando al último suplicio
al que no obedecía las órdenes suyas o de su marido.44

67
El rol de los crímenes incluye que ella actuó:

Profiriendo en sus conversaciones palabras que denotaban que aspira a rei-


nar; haciéndose por este motivo obedecer con más rigor que su marido,
despreciando las sagradas armas (excomuniones) de las Iglesias (…) escri-
biendo cartas a fin de publicar los felices sucesos de su marido, encaminados
como se explicaba escandalosamente, a librar el Reino de tantos pechos y
cargas(…).45

¿Se puede imaginar hasta qué punto ha sido esta una estrategia para justificar
la violencia que se ejerció sobre ella? Por su ambición desmedida –aspiraba al
poder– y por su falta de respeto a las órdenes de la propia Iglesia, ya que ejecu-
taba u ordenaba acciones tan “fieras” o más fieras que las de los hombres. Si ella
misma no perdonaba a los subordinados, de cierto modo eso justifica que los
castigos sobre ella deban de ser duros, igualmente. Este me parece el argumento
subyacente al trabajo de Mariselle Meléndez sobre la muerte de Micaela46, en el
que pone énfasis que debía producir “terror” su ejecución.

Sin embargo, el estudio me parece oportuno porque trae como subtexto las
reflexiones de Michel de Foucault, en su obra Vigilar y punir, donde analiza los
mecanismos del suplicio en las sociedades europeas hasta fines del siglo XVIII.
Sería tentador pensar en la condena y ejecución de Micaela como vinculadas a
una cacería de brujas. Aunque se debe recordar que en este periodo la Inquisición
ya estaba en ocaso en Latinoamérica en términos de prisiones y castigos a las mu-
jeres. Eso no impide que se haga uso de la prohibición para que circule la obra
de Garcilaso de la Vega y de la quema en plaza pública de los ejemplares de los
Comentarios Reales, tras los sucesos de 1781, porque la obra pudo haber servido
de influencia a los insurgentes.

La punición ejemplar está enunciada en la sentencia:

que sea sacada de este cuartel, donde se halla presa, arrastrada con una soga
de esparto al cuello, atados pies y manos, con voz de pregonero que publique
su delito, siendo llevada en esta forma al lugar del suplicio, donde se halla
un tabladillo, en que por su sexo y consultado la decencia, se la sentará y
ajustará al garrote, cortándosela allí la lengua, e inmediatamente se la hará
morir con el instrumento; lo que verificado se la colgará en la horca, sin que
de allí la quite, hasta que se mande, persona alguna.47

68
El escarmiento y el horror estaban previstos en el modelo jurídico de ese tiem-
po, en el padrón del Absolutismo, en el que el cuerpo de la patria era el cuerpo
del Rey. Percíbase que José de Palacios, Escribano del Rey, testimonia que “el día
de hoy se ha ejecutado en la persona de Micaela (…) la sentencia que antecede”.
Se cumplen con fidelidad todas las etapas, en que el escenario de la ejecución
incrementa el del crimen. Donde el crimen es expuesto en un pregón y el su-
frimiento forma parte del rito: el cuerpo que sufre, el cuerpo que es destruido,
el larguísimo tiempo del ritual (se dice que duró todo el día), la presencia del
público, el espacio de la plaza central, la audiencia, la presencia de los ejércitos.

Hay que humillar el reo como forma de desagravio a la figura del Rey que
ha sido ultrajado por el más grande crimen: el de lesa majestad. Por eso el cas-
tigo debe ser ejemplar, aterrorizante, con una violencia desmedida, más allá de
la imaginación: uno de los datos más crueles es que el hijo deba estar presente.
Como si fuera un ritual de purificación y rescate del cuerpo social, reponiendo el
mundo en su lugar, restableciendo las jerarquías de los europeos sobre la gente de
la tierra, indios, negros, zambos, mestizos.

También se debe pensar en este proceso de culpar la mujer por la violencia


que sufre, y está presente en la justicia y en la prensa, a lo largo de la historia. En
contra de las mujeres que han sufrido violaciones, o han sido amenazadas por
sus familiares o maridos, se considera muchas veces que ellas tienen la culpa,
algo hicieron para que recibieran el castigo, rasgo cotidiano dentro de nuestras
sociedades patriarcales.

El interrogatorio de Micaela (como el de Túpac Amaru) impresiona por la


sencillez y la frialdad del texto que enmascaran un ritual de extrema violencia,
las circunstancias en que se han dado, las condiciones físicas y psicológicas en
que estaba, si ha sufrido tortura, hambre, vejaciones, en fin, seguro que no estaba
en un “lecho de rosas”, como dijo Atahualpa. El tono de voz, la presencia de los
guardias, el uso de algunas expresiones, como “preguntósela”, repreguntósela”,
son elementos en que más que leerse se percibe en las entrelineas el rigor. Por eso
la estrategia de defensa de Micaela es la negación: no conoce, no sabe, no puede
leer, no puede escribir, no conoce el español.

Es curioso comparar su argumentación con aquella de la carta de Cristóbal


Colón, en que él retira al indio sus valores, por no tener lengua, religión, cultura.
Pues será la misma que utiliza al revés la zamba contra el tribunal. Un proceso
de profunda negación y a la vez una tremenda conciencia de la mediación, de la

69
traducción de lo oral quechua para lo escrito castellano. Una pregunta que hace
el Visitador oralmente en español, la traduce oralmente a Micaela el traductor del
español al quechua; esta contesta en quechua, el intérprete traduce oralmente del
quechua al español, y de ahí por adelante. Eso se pasa en todo el interrogatorio,
que el escribiente debe transcribir en un texto en español, en una suma. Un sin
número de desentendimientos, preguntas capciosas, voces amenazadoras (“repre-
guntósele”, “cómo no”), la repetición ad infinitum.

Si pensamos que a este primer interrogatorio se van a suceder varias confron-


taciones entre la rea y los testigos, son días seguidos en que, se supone, Micaela
entra y sale de la sala del tribunal y hace el camino de la celda a la sala, en los pa-
tios del convento transformado en cuartel, en el Cusco. Adviértase también que
el acusador se nombra el 2 de mayo pero solamente dos días después, atendien-
do a un presunto pedido de Micaela o más bien para garantizar la legitimidad
del proceso, se constituye un abogado que la proteja, el Doctor Don Gregorio
Murillo, Abogado de la Real Audiencia de Lima. Dicen los autos: “Como pide
en el otro, si el Solicitador, contra los que de ésta resulten reos, y para que no se
demore la defensa de Micaela Bastidas, atendiendo a que esta pide se nombre de
oficio abogado que la proteja”48. El abogado de defensa no cuestiona la culpa de
la acusada; pide, sin embargo, que se cambie la pena para degredo perpetuo. En
otro momento, pide que la pena no incida sobre la descendencia.

Al acusador, el Solicitador Fiscal Figueroa, cabe proponer el suplicio, y este


pide que tenga “algunas calidades y circunstancias que causen terror y espanto
al público; para que a vista del espectáculo, se contengan los demás y sirva de
ejemplo y escarmiento”49, lo que José Antonio de Arreche atenderá plenamente
con su sentencia.

De esa manera sucedió y con estos textos se registró la respuesta de la Corona


a la más grande insurrección indígena del periodo colonial. Aunque el suplicio
y la violencia contra los líderes nos puedan parecer desmesurados, hacen parte
de una crónica ininterrumpida de violencia que todavía hoy baña de sangre a los
Andes. Véanse a este respecto los testimonios colectados por la Comisión de la
Verdad y Reconciliación, sobre la Guerra Interna, o los relatos de las masacres
recurrentes narradas por Manuel Scorza en el ciclo La guerra silenciosa, y que
Eduardo Galeano sintetizó en el trágico imagen de las “venas abiertas” de Amé-
rica Latina.

70
Cómo advierte Walter Benjamin50, bajo los monumentos de cultura se es-
conden documentos de barbarie. Por eso el Ángel de la Historia mira a la vez
para adelante y para atrás. Por eso hay que se hacer el ritual de respeto a los
muertos, del llanto y del duelo, para que se pueda perdonar, para que se pueda
seguir caminando. Para que sus almas puedan descansar en paz. Son necesarios
el silencio y una elegía, la serenidad y la calma, el amanecer de un nuevo día para
la recomposición de la esperanza y el recomienzo de la utopía. Por eso Eduardo
Galeano lamenta:

Es tiempo de larga sequía en el valle del Cusco. Al mediodía en punto, mien-


tras pujan los caballos y Túpac Amaru no se parte, una violenta catarata se
descarga de golpe desde el cielo: cae la lluvia a garrotazos, como si Dios o el
Sol o alguien hubiera decidido que este momento bien vale una lluvia de ésas
que dejan ciego al mundo.51

Micaela y la construcción de un discurso historiográfico: de la Relación His-


tórica a la Colección Documental52

Muy tempranamente, en el siglo XIX, a través de los esfuerzos de Pedro de


Angelis, polémico intelectual napolitano radicado en Buenos Aires y uno de los
pioneros de la historiografía argentina, se construye una Biblioteca de textos del
periodo colonial en Latinoamérica en que se incluye una Relación Histórica de los
Sucesos de la rebelión de José Gabriel Túpac-Amaru, en las provincias del Perú el año
de 1780. La obra fue publicada por la Imprenta del Estado, en Buenos Aires, el
1806. Podemos considerarla una precursora lejana de la Colección Documental,
que será organizada en Perú, en fines del siglo XX.

Efectivamente, la tarea de los investigadores del movimiento tupamarista


fue facilitada por el trabajo realizado por la Comisión Nacional del Sesquicen-
tenario de la Independencia del Perú, en el gobierno de Juan Velasco Alvarado,
creada por el Decreto-Ley No. 7815, según lo cual se propone, como leemos
en el Prólogo:

La edición de una Colección Documental sobre la Emancipación del Perú,


que recoja los testimonios más importantes desde el punto de vista ideoló-
gico, político, militar, económico, periodístico y literario, sobre la partici-
pación del Perú y de los peruanos en la gesta emancipadora del Perú y de
América. Esta colección deberá reunir, tanto los documentos inéditos proce-
dentes de los diversos archivos nacionales y extranjeros, como los principales

71
documentos ya editados pero de corta difusión, difícil acceso y especial valor
histórico y docente53.

Con un total de 106 volúmenes, su misma grandiosidad atestiguaría “el es-


píritu auténticamente democrático, nacionalista y constructivo del Gobierno
Revolucionario de la Fuerza Armada”. Se han compilado materiales que hasta
entonces estaban dispersos en bibliotecas y archivos de Inglaterra, Estados Uni-
dos, España, Argentina, Chile. Según el Presidente de la Comisión, el Gral. De
División. EP Juan Mendoza Rodríguez,

Esta valiosa Colección Documental se dirige, pues, a poner en evidencia la


imagen verdadera de la Independencia del Perú. Ella abrirá nuevos y amplios
horizontes para la investigación, y los estudiosos y cultores de la historia
nacional sabrán recoger y proyectar el mensaje ejemplar de nuestros pre-
cursores, próceres y mártires, que tuvieron visión del futuro, sentimientos
profundos de peruanidad y que no vacilaron en sacrificarlo todo por darnos
una patria libre y soberana54.

La concepción de este proyecto nacionalista, de “afirmación de la peruanidad”,


consideró a la “Independencia nacional como una expresión de la vida humana
desde la segunda mitad del siglo XVIII hasta los primeros lustros del siglo XIX”.
Como explica el Director del Comité de Documentos, José Puente Candamo,
en la Introducción General de la Colección, “sobre el tema de las conspiraciones
y revoluciones hay un tomo en cuatro volúmenes dedicado a Túpac Amaru, al
ambiente de la época y su revolución”55 . Es decir, se puede considerar, a partir
de eso, que Túpac Amaru y los insurgentes hicieron parte de este rol de héroes
de la patria.

En su famoso estudio sobre Túpac Amaru, Charles Walker comenta las po-
sibilidades de interpretación de los móviles del movimiento. La primera sería
que la rebelión fue “precursora” de las luchas anticoloniales y, por ende, pro
independencias56. La segunda, que valora la “identidad inca”, lo que él considera
como una tradición inventada; la tercera como perteneciente a una “tradición
de negociación de derechos”, lo que justificaría el “viva el Rey” presente en los
alegatos de Túpac Amaru.

Creemos que la primera interpretación ha sido la misma perspectiva adop-


tada por los organizadores de la compilación de documentos de la Colección
Documental ya mencionada. Para ellos, Micaela Bastidas y Túpac Amaru serían

72
precursores de un proceso de independencia que se realizó parcialmente con los
sucesos del siglo XIX, pero que demandaba, para su total concretización, de un
proyecto político emancipador. Esto es lo que presenta Juan Velasco Alvarado en su
Mensaje a la Nación Peruana57, de julio de 1971. Considera él que la primera inde-
pendencia, del siglo XIX, ha sido “una gran conquista histórica inconclusa”, y que

El pueblo auténtico del Perú, en mucho gestor del aliento que hizo posible
la liquidación de la colonia, no fue el verdadero beneficiario de la victoria
independentista. Continuó siendo un pueblo explotado y misérrimo, cuya
pobreza fue el sustento final de la inmensa fortuna de quienes, en realidad,
fueron los herederos de la riqueza y del poder que antes en gran parte estu-
vieron en manos extranjeras.

A partir de eso, justifica que la “Revolución Peruana es la continuadora histórica


de nuestra primera gesta libertaria. Estamos luchando no sólo para crear un orde-
namiento de justicia, sino también para liberar definitivamente a nuestra patria
del yugo económico del poder extranjero”.

Estos intentos, movidos por “grandes ideales libertarios y humanistas de nues-


tra Revolución serían por completo inalcanzables si no modificáramos de manera
substancial las relaciones de poder económico en el Perú”58, para lo que va a pro-
poner una serie de reformas. Es dentro de este proyecto de “refundación” de la
nacionalidad peruana que se inscribe el proyecto historiográfico de la Colección
Documental.

Representaciones literarias de Micaela Bastidas: primeros apuntes

El interés por el héroe andino va a presentarse tempranamente en la drama-


turgia, con la pieza Túpac Amaru (o La Revolución de Túpac Amaru) que estrenó
en el teatro Coliseo Provisional, en Buenos Aires, en comienzos del siglo XIX59.
El hecho demuestra como la figura fue incorporada en las luchas de liberación
de los argentinos en contra de los conquistadores. Será un símbolo de liber-
tad y emancipación. Quizás por eso haya sido una referencia para el escritor
argentino David Viñas, quien publica el 1974 el guion de la pieza teatral Túpac
Amaru-Dorrego-maniobras, en Buenos Aires, escrito bajo el modelo del teatro
épico brechtiniano, con fuerte contenido utópico. Lo cierto es que la pareja va a
ser representada a lo largo del tiempo en esculturas, pinturas, en el cine y en la
literatura60. Nos vamos a detener acá en dos obras literarias que consideramos
relevantes porque se dedican específicamente a Micaela Bastidas.

73
El mayo de 1981, “Año Bicentenario de la Rebelión Emancipadora de Túpac
Amaru y Micaela Bastidas”, se publica el libro de Román Hernández Matos,
titulado Micaela Bastidas, la precursora. Biografía novelada. En la portada se in-
forma que es una “Edición conmemorativa del Segundo Centenario del heroico
sacrificio de La Precursora doña Micaela Bastidas Puyucahua”.

En el título de la obra, Matos Hernández anuncia Micaela justo como la pre-


cursora, lo que puede indicar la semejanza de su perspectiva historiográfica a la
del equipo de la Colección Documental. En su prólogo el autor avisa que recu-
rrió a documentos en Argentina, Bolivia y otros lugares. Menciona especialmente
a los investigadores Francisco A Loayza, Boleslao Lewin y Daniel Valcárcel. A
partir de este “firme respaldo”, él propone que “estas páginas quieren presentar
el alma, la inteligencia, la voluntad y la pasión de una admirable Mujer peruana,
que, heroína en una gesta grandiosa, dio honor a su sexo y a su raza y a los mis-
mos Andes conmovió”61.

Escrita bajo el modelo de novela romántico realista, y, en especial, de las no-


velas de Clorinda Matto de Turner (Aves sin Nido, Índole y Herencia), pinta con
tintas de heroína a Micaela Bastidas, a quien acompaña desde su cumpleaños de
veinte años hasta su suplicio. Se podría considerar la obra como perteneciente a
la literatura indigenista, pues resalta el sufrimiento de los pueblos andinos some-
tidos al conquistador español.

La pareja central encarna el ideal de ajusticiadores de los indígenas, rescatán-


dolos para la libertad, tarea considerada humanitaria y sublime por el narrador.
La trayectoria de los dos personajes empieza con el noviazgo, el matrimonio, las
nupcias y los dulces sueños de libertar a la raza indígena. Se muestra claramente
cómo la centella de la búsqueda de justicia ha sido uno de los móviles del ma-
trimonio. Sin embargo, los personajes van a trazar trayectorias opuestas, pues la
figura de Micaela se agiganta y luce en contraste con la de Túpac Amaru, quien
es dibujado como alguien que se enaltece de sus conquistas pero que descuida de
las tareas de la revolución por amoríos extraconyugales.

La Micaela de Hernández Matos tiene también sangre noble, como Túpac


Amaru, y es mestiza de indios y criollos. Ha estudiado en un colegio de monjas y se
desempeña muy bien en los salones, en reuniones sociales con los principales, tanto
en Cusco como en Lima, para donde va acompañando al marido en su petición
de reconocimiento de la sangre Inca. Profundamente cristiana y devota, virtuosa
y valiente, cumple de forma primorosa las tareas de esposa, madre, de consejera y

74
compañera de armas de su marido. Aunque muy joven, es inteligente y sagaz.

Al final de la obra el autor hace homenaje a la “mujer cuzqueña”, en especial


La Mariscala y Clorinda Matto de Turner. Puede ser que en las tradiciones62 y
novelas de denuncia de Clorinda se haya inspirado para trazar el sentimiento
cristiano de crítica a los abusos de los poderosos contra los pobres indios, de
abusos contra las mujeres indias, de sufrimiento por el dolor del otro y por el
sentido de misión. Se señala su cuidado con los indios, en la retaguardia, como
un jefe que trata de mantener a todos bien alimentados, con abrigos, víveres y
esperanza, cumpliendo tareas que estarían más allá de alguien de tan temprana
edad. Además de ser presentada como la mamacha, la Coya, se construye la ima-
gen de la Micaela como una mujer solitaria, que sufre en silencio sus desilusiones
en el matrimonio, pero que sigue con el ideal, aunque el mismo Túpac Amaru
parezca haber desertado. Mientras ella habla con donaire, siempre, él actúa con
un semblante sin emoción y se calla. Ella es guerrera y mártir, se puede decir, un
ejemplo de mujer y una fortaleza63.

Es importante recordar que, en su análisis de la novela histórica, discutiendo


la relación entre el dato histórico y la construcción literaria, Lukács elucida que

Para generar en el lector la impresión de la riqueza de la realidad, todo el


contexto de la vida necesita ser reformulado, la composición debe ganar una
estructura totalmente nueva. Si, en ese proceso, se pueden utilizar detalles
y episodios auténticos, tal como son, se trata de un acaso particularmente
feliz. Mismo en estos casos, ellos no están libres de modificaciones, pues su
ambiente, su antes y su después habrán sido cambiados de modo decisivo, y
esas alteraciones transforman precisamente la calidad artística de los episodios
extraídos de la biografía [traducción mía]. 64

En términos de la narrativa hispanoamericana, han sido siempre estrechas las


relaciones entre literatura e historia. Toda la cronística, desde la carta y los diarios
de Colón, pertenece sea a la serie histórica, sea a la serie literaria. En ese sentido,
concordamos con el teórico brasileño André Trouche, para quien hay en las letras
latinoamericanas una continuidad en la producción de narrativas de “extracción
histórica”, moldeadas en cuentos, novelas, tradiciones, crónicas y otros géneros
híbridos.

La obra de Hernández Matos se aleja de la nueva narrativa histórica, tal como


propuesta por Seymour Menton65, pues mientras en obras como El general en su

75
laberinto, de García Márquez, se construye un Bolívar decadente, como índice
de un desconsuelo histórico, en el texto de Hernández Matos está patente la idea
de construcción del mito Micaela Bastidas. Aunque escrita por un hombre, tiene
una perspectiva de exaltación de la mujer. El heroico sacrificio de Micaela podría
referirse tanto al sacrificio que hace por su Pueblo como a su virtud y dignidad
como esposa. Eso se reafirma muchas veces.

Se señala su fervor a la causa de la liberación indígena pero no se mencionan


el crimen de lesa majestad o críticas al Rey. En verdad, hay una cierta oscilación
dentro de la novela. De la misma manera, esta Micaela es unas veces identificada
como mestiza, en otras como india. Creemos que lo más importante para el autor
es reafirmar su herencia indígena, como una Coya representante del Incanato.
Se puede percibir, además, una suerte de crítica velada a Túpac Amaru, por su
ausencia de iniciativa en la toma de Cusco. Su silencio, principalmente, se opone
vehementemente a la disposición incansable de lucha de Micaela Bastidas, en la
novela. Se puede señalar, todavía, su fidelidad a la religión Cristiana, pues, aun-
que consulte una pitonisa indígena, cuando llega a su casa hace un mea culpa, en
oración a los santos católicos.

Otro aspecto a discutir es el énfasis que pone Hernández Matos en señalar


la dulzura de Micaela Bastidas. Consideramos que su obra tiene el propósito de
deshacer la imagen de “fiereza” atribuida a la mestiza, de que ya tratamos, algo
que Boleslao Lewin ya había cuestionado en su libro:

No puedo dar por confirmado lo que deponen algunos testigos acerca de que
la energía y ‘ferocidad’ de la esposa eran mayores que las de Túpac Amaru.
Lo que fluye de los documentos en forma indubitable es que, en materia de
dirección del movimiento rebelde, Micaela Bastidas no se quedaba atrás de
su marido. Por el contrario, toda la vida compleja de la retaguardia indígena
estaba a su cargo. Y no sólo esto: la esposa del jefe rebelde fue su lugartenien-
te más inmediato y, a veces, su inspiradora.66 (subrayado es mío)

En esta línea Matos Hernández deshace la idea de Micaela como una mujer cruel
y la reconstruye como dulce pero firme, un personaje complejo cuyo proceso de
maturación la obra acompaña, de joven romántica e idealista, ardorosa defensora
de la libertad del pueblo indio, hasta la mujer decidida que se propone a seguir el
marido en todos los trances de la vida, hasta la muerte, ya que así lo había jurado
en su matrimonio.

76
Con educación esmerada, su móvil es la providencia, la delegación divina.
En sus charlas con el marido, a quien el autor describe como “entusiasta y atu-
fado también y sus actos eran alocados y de nada sabía Micaela”67, ella aconseja:
“Un momento, Pepe (...) nada de arrebatos”68. Y el narrador comenta la escena:
“Como puede notarse, está ahí la mujer cautelosa, serena y segura, de clara visión
de las cosas, capaz de conducir a los grandes capitanes del pasado a cumbres de
gloria”69.

La segunda obra sobre Micaela Bastidas la publicó Alfonsina Barrionuevo, el


2015, titulada significativamente Habla Micaela. Quizá se la pueda interpretar
como una etnoficción, como una autobiografía ficcional. Seguramente se trata
de una narrativa de extracción histórica. La obra es híbrida. La primera parte se
construye por fragmentos que a veces vienen antecedidos por una fecha, lo que la
convierte en una suerte de diario. Ilustrada por fotos y grabados, que comentan
el texto, y con inserción de fragmentos de cartas y documentos, el relato va desde
los gérmenes de la sublevación hasta la escena en que ella sube al tabladillo70.

La parte siguiente, titulada “Notas al margen”, trae observaciones y comenta-


rios de la autora sobre algunas de sus dudas y elecciones, como si Micaela sabía o
no escribir; el uso del lenguaje y su origen71. Una tercera consiste en Biografías,
cuando se narra una vez más la historia de la pareja, a través de fragmentos de la
partida de matrimonio72, de las cartas entre los dos73; de fragmentos sobre Micae-
la del texto “Micaela Bastidas”, del libro Sangre andina: diez mujeres cuzqueñas,
de Jorge Cornejo Bouroncle74; fragmentos del capítulo “Heroínas peruanas”, del
libro Túpac Amaru, de Juan José Vega75 y del capítulo “Micaela Bastidas”, del
libro La rebelión de Túpac Amaru, de Carlos Daniel Valcárcel76. Al final de la
obra, trae una bibliografía, a que se añaden las fuentes primarias, obtenidas en
los Archivos de Indias, en España.

Ya por el título se percibe la intención de la autora de dotar de voz otra vez a


Micaela, simbólicamente, y, por ende, a todos los vencidos e invisibles de la His-
toria. En especial, a las mujeres, en la mayoría a la sombra de los hombres. Sim-
bólicamente Micaela readquiere su voz, su lengua y su fuerza, para narrar otra vez
la historia, ahora bajo su propia perspectiva, revivida a través de la imaginación
de Barrionuevo, quien imagina a la heroína como una mujer fuerte y valerosa. La
obra, además, es significativa porque se trata, hasta donde sabemos, de la primera
mujer que se dedica a la biografía de Micaela Bastidas, quien la toma como pro-
tagonista. Para llenar los vacíos de la Historia, recurre a la autobiografía ficcional
en primera persona, recurso que permite acompañar a lo íntimo del personaje.

77
La presencia de la cultura andina y de la herencia quechua son muy fuertes.
El mestizaje, la mezcla y el conflicto entre dos mundos se presentan en diversas
partes. A lo largo de la narrativa se repite su invocación a los manes y el clamor a
los señores tutelares77. Barrionuevo utiliza un clásico recurso de la narrativa neo-
indigenista, como hizo José María Arguedas en sus cuentos y novelas, de la rela-
ción lírica con la naturaleza y de la presencia de cantos en quechua y en español:

Ama wayqey mandhankichu/ wayqeychallay fulanito/ yawar mayu unupiña/


rikukuspapas; Airanpu unullan kayqa/ nillanki mareee…// Nunca temas her-
manito/ hermanito fulanito/ ni aunque te veas envuelto/ en un gran río de
sangre/ Y dí que la sangre/ no es sino agua de airanpuuu…78

Al marido lo llama José Gabriel. En otros momentos utiliza Túpac Amaru,


demostrando la admiración por el héroe y su devoción y empeño a la causa,
datos inseparables: “Unimos nuestras vidas hasta la muerte, sin pensar que la
causa de nuestro Pueblo nos exigiría dárselo todo”79. En sus recuerdos, vuelve a
la niñez, al momento cuando los dos se han conocido; rememora el día en que
él la enseña a firmar su nombre80; se mezclan las figuras de amantes, confidentes
y conspiradores81. Ella le aconseja el cuidado de solamente comer lo que le dé
gente de confianza.

Se dibuja la figura del héroe: “Túpac Amaru, en su caballo blanco, con el


unku imperial sobre el traje de terciopelo y la figura del sol en su medallón de
oro sobre su pecho, erguido y glorioso como corresponde a un Inka”82. Lo com-
para a un puma, a un cóndor: “Los nuestros tienen que acordarse de nuestras
paqarinas. Somos hijos de las montañas”83. Sobre el papel de la Iglesia,
plantea la clásica distinción entre los buenos y los malos curas. En la página 79 se
hace una oración a Padre Cusco: “Quisiera gritar tanto que mi grito se quedara
prendido en el aire para que se escuche por siempre, para que vaya de corazón en
corazón sin extinguirse”84.

Ante el orden de Arreche “Declara, india”, “Confiesa tus delitos y tus cóm-
plices”, ella comenta que “Decido contestar sólo en qeshwa sabiendo que ambos
no podrán entenderme”85. Al que él se enfurece: “lengua de salvajes”86. En esta
reafirmación del idioma en la cárcel se hace la transmutación de lo que era falta,
para el Visitador español, en fuerza y vida, para la india rebelde. Por eso ella va a
declarar: “me acerco a la muerte en eterna rebeldía”.

78
La presencia de las mujeres en el movimiento también se hace notar en la
obra. Menciona, por ejemplo, en la página 32, a Marcela Castro, a Manuela Ti-
tukondori, a Cecilia, esposa de Pedro Mendigure; hace elogio a doña Catalina de
Sala Pachakuti87 y, en especial a Tomasa Titu Kondemayta, Kurakesa de Aqos, que,
con su batallón de mujeres ha destruido un puente88. Por eso Micaela afirma: “!Es
una digna hija del gran puma cuzqueño!”.

Dotada de conciencia histórica, transciende el miedo a la muerte, pues puede


comprender los sucesos que vive más allá de su propia vida y de su cuerpo, dato
que le confiere el paso de personaje histórico a mito. Cuanto al suplicio, a ella
sólo le molesta que no pueda gritar: “como quisiera gritar y dejar la vida en un
grito”89, “porque quiero confiar en que esta muerte tiene que ser fecunda y que
al librarnos de ella saldremos victoriosos. Otros días y otros hombres vendrán a
realizar lo nuestro. Así tiene que ser”90.

Seguramente la obra de Barrionuevo traza con vigor la figura de Micaela Bas-


tidas y se pone dentro de esta literatura de resistencia, bajo la perspectiva en que
también se puso Manuel Scorza, en el linaje de Guamán Poma y Garcilaso de
la Vega, Inca, de José María Arguedas y Ciro Alegría, de Domitila Chungara y
Asunta Quispe Huamán, de los tantos que han luchado y siguen luchando. Prin-
cipalmente, si consideramos que la voz de la mujer india es una voz colectiva, se
está restituyendo simbólicamente la voz al Pueblo indígena de América.

Conclusión

Gracias a los estudios de género muchas mujeres han sido recuperadas del
olvido, lo que exigirá, con el paso de los años, que se reescriba la Historia, re-
poniendo en sus lugares las piedras que habían sido sacadas del rompecabezas.
Ojalá muy breve se va a hablar de Tomasa, de Cecilia, de tantas otras guerreras,
que todavía hoy desconocemos. Por eso la importancia de registrar en imágenes,
de representarse en escenas a cielo abierto, en las plazas y calles del Cusco, en el
cine y en las salas de teatro, en las páginas de poemas y novelas. Para que no se
olvide. Para que estas voces se sigan esparciendo por el aire. Para que uno sepa
que no está sólo, y que, aunque se muera, otros vendrán a luchar. Incesantemen-
te. Siempre.

79
Notas

1 Fue en los cursos dictados por Julio Aldinger Dalloz, integrante del equipo
liderado por Bella Jozef, en UFRJ, que conocí la literatura hispanoamericana y
es significativo que la primera novela que leí tras Don Segundo Sombra, haya sido
Los ríos profundos, en los años setenta del siglo XX. A mí como a tantos jóvenes
estudiantes, que soñaban y luchaban por construir un país democrático y justo
en una América Latina soberana, la obra de Arguedas nos conmovía e impulsaba.
Hoy pienso que quizás la doña Felipa de la novela haya sido inspirada en Micaela
Bastidas y las heroínas indígenas. Ha sido esta pasión que me ha conducido en
mi trayectoria académica y profesional. Por eso, no me resulta azaroso al borde
de los cuarenta años de estudios de literatura hispanoamericana, que este círculo
se esté completando.

2 GIL, Juan. Mitos y utopías del descubrimiento. Alianza Editorial: Madrid, 1989.
(Los sueños y utopías de los descubridores).

3 Schmaher; Ceva, 2015, p. 18-20. La esclavitud en Brasil se la abolió el1888.

5 Este estudio es parte de mi proyecto de investigación auspiciado por CNPq,


titulado “Discurso, lucha y representación femenina en los procesos de indepen-
dencia latinoamericana y en el contexto postcolonial”.

6 Sklodowska, 1992.

7 Arce, E. K. et alii presentan “la arriería como una próspera actividad econó-
mica desde tiempos coloniales. Permitió intenso tráfico de personas y mercancías
entre el sur andino y Tucumán”. La ruta se hace todavía más importante con la
creación del Virreinato del Río de la Plata, en 1776, y la implantación del ‘co-
mercio libre’ en 1780”. (Arce, Elizabeth Kuon; Viñueales, Rodrigo Gutiérrez;
Gutiérrez, Ramón y Viñueales, Graciela María. Cuzco-Buenos Aires. Ruta de inte-
lectualidad americana (1900-1950). Lima: Fondo Editorial USMP, 2009, p. 17).

8 Godoy, 1982, p. 86.

9 Durand Flores, 1975, v. 2, p. 856-857-858.

10 Vega, 1971, p. 13.

80
11 Duthurburu, 2001, p. 114.

12 Ibidem, p. 15.

13 Ibidem, p. 116.

14 Ibidem, p. 49. Sólo en 1854 se decretó en Perú la libertad definitiva de los


esclavos, gracias a Ramón Castilla. Para reemplazarlos en el campo, se incentivó
la inmigración de culíes chinos y canacos polinesios (ibídem, 74-75).

15 Flores Galindo, 1977, p. 142-143.

16 Godoy, 1982, p. 79.

17 Se trata de “El comienzo de la heterogeneidad en las literaturas andinas: voz y


letra en el ‘diálogo’ de Cajamarca. En: Cornejo Polar, Antonio. Crítica de la razón
heterogénea. Textos esenciales (1). /selección, prólogo y notas de José Antonio
Mazzotti/. Lima: Fondo Editorial de la Asamblea Nacional de Rectores, 2013,
p. 165-258.

18 Ibidem, p. 167.

19 Lienhard, 1982, p. XII.

20 Ibidem, p. 257.

21 Ibidem, p. 263.

22 Ibidem, p. 271.
23 Durand Flores, 1975, p. 323-324.

24 Ibidem, p. 325.

25 Ibidem, 344.

26 Ibidem, p. 355-356.

27 Ibidem, p. 592.
28 Carta de Tinta, el 18 de febrero de 1781. En: Durand Flores, 1975, p. 502.

29 AGI, Audiencia del Cusco, Legajo 32. Durand Flores, 1975, p. 522.

30 Ibidem, p. 322.

81
31 Sklodowska, 1992.

32 Sobre el testimonio ver el número de la Revista de Crítica Literaria Latinoame-


ricana titulado “La voz del otro: testimonio, subalternidad y verdad narrativa”.
Año XVIII, n. 36, Lima, Perú, 2do. Semestre 1992, en especial los artículos de
Jean Franco (“Si me permiten hablar: La lucha por el poder interpretativo”) y de
Doris Sommer (“Sin secretos”).

33 Hadley, Alice Omaggio. Teaching Language in Context. 3. Ed. Heinle & Hein-
le, 2006.

34 Durand Flores, 1975, p. 633.

35 Ibidem, p. 304.

36 Ibidem, p. 484.

37 Ibidem, p. 329-330.

38 Ibidem, p. 330.

39 Cornejo Bouroncle, 1948, p. 125.

40 Ibidem, p. 126.

41 Ibidem, p. 126-127.

42 Andrade, Carlos Drummond. “Mãos dadas. En: Sentimento do mundo (1940).


São Paulo: Record, 2002.

43 Sobre el tema consultar Cristina Iglesia. El botín del cronista. Cuerpos de


mujeres en las crónicas de conquista del Río de la Plata. En: La violencia del azar.
Ensayos sobre literatura argentina. Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica,
2002. p. 39-50.
44 Durand Flores, 1975, p. 736.

45 Ibidem, p. 736.

46 Meléndez, Mariselle. “Micaela Bastida’s Legible Body: public specta-


cle, violence, and fear in Túpac Amaru’s Insurrection”. In: Deviant and Useful
Citizens: The cultural production of the female body in Eighteenth-Century Peru.
Nashville: Vanderbilt University Press, 2011.

82
47 Durand Flores, 1975, p. 736-737.

48 Durand Flores, 1975, p. 729.

49 Ibidem, p. 727.

50 Benjamin, Walter. Documentos de cultura. Documentos de barbárie (escritos


escolhidos). / seleção e apresentação Willi Bolle/. São Paulo: Cultrix: EdUSP,
1986.

51 Galeano, Eduardo. “Sagrada lluvia”. In: Memorias del fuego (2). Las caras y las
máscaras. 12 Ed. Madrid: Siglo XXI, 2007.

52 Agradezco a Sara Beatriz Guardia, directora de CEMHAL, quien me ha ofre-


cido la preciosa indicación de las bibliotecas donde podía encontrar la Colección
Documental y demás materiales sobre Micaela, en Lima y en Cusco. Participamos
de la Comisión de las Mujeres en el Bicentenario de las Independencias de Amé-
rica Latina, buscando rescatar la participación femenina y recuperando sus tex-
tos. Se trata de ampliar el “archivo” de las letras latinoamericanas, incluyendo la
voz femenina y analizando los varios proyectos historiográficos allí involucrados.

53 Viscardo y Guzmán, 1975, p. XI.

54 Ibidem, p. XVI.

55 Ibidem, p. XXI.

56 Walker, 2013, p. 75.

57 Mensaje a la nación del Presidente del Perú, General de División Velasco Alva-
rado, con motivo del Sesquicentenario de la Independencia Nacional, el 28 de julio
de 1971. In: Mensajes Presidenciales. Museo del Congreso y de la Inquisición.
http://www4.congreso.gob.pe/museo/mensajes/Mensaje-1971.asp. Consulta el
30 de mayo de 2017.

58 Ibidem.

59 Verse a propósito Historia del teatro argentino (1783-1910). El Sur del Sur. 19
julio, 2016. http://surdelsur.com/es/historia-teatro-argentino/#coliseo. Consulta
el 30 de mayo de 2017.

83
60 Eso será tema para próximos trabajos.

61 Hernández Matos, 1981, p. 11.

62 Clorinda representó a la pareja Túpac Amaru y Micaela Bastidas en una de sus


Tradiciones Cuzqueñas. A esta obra vamos a dedicarnos futuramente, de forma
detenida, pues se trata de importante texto que propone una otra visión de la
nación peruana, desde el altiplano, es decir, desde una centralidad andina, con-
trapuesta a la perspectiva limeña de su maestro Ricardo Palma, en las Tradiciones
Peruanas.

63 Su representación de Bastidas ha inspirado a Eduardo Galeano en la recrea-


ción de Micaela en Memorias del Fuego. Las caras y las máscaras 2, de 1984.

64 Lúkacs, 2011, p. 368-369.

65 Menton Seymour. La nueva novela histórica de América Latina. 1979-1992.


México: Fondo de Cultura Económica, 1992.

66 Lewis, 1999, p. 32.

67 Hernández Matos, 1981, p. 107.

68 Ibidem, p. 108.

69 Ibidem, p. 129.
70 Barrionuevo, 2015, p. 98.

71 Infelizmente a la fotocopia de que dispongo, sacada en el Instituto Riva Ague-


ro (Lima), le faltan algunas páginas de esta segunda parte. Intentaré completarlas
oportunamente. Por eso las conclusiones sobre ella son provisionales.

72 Barrinuevo, 2015, p. 110.

73 Ibidem, p. 115-116.

74 La obra se ha publicado en Cusco por los Talleres Gráficos Rozas Sucesores,


1949.

75 Publicado em Lima, Editorial Universo, 1969.

76 Publicado em Lima, Editorial Universo, 1970.

84
77 Ibidem, p. 25.

78 Ibidem, p. 56-57.

79 Ibidem, p. 24.

80 Ibidem, p. 23.

81 Ibidem, p. 23.

82 Ibidem, p. 27.

83 Ibidem, p. 29.

84 Ibidem, p. 79.

85 Ibidem, p. 85.

86 Ibidem, p. 87.

87 Ibidem, p. 51.

88 Ibidem, p. 63.

89 Ibidem, p. 97.

90 Ibidem, p. 95.

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90
DESDE LA MATRIA:
IDENTIDAD Y REPRESENTACIÓN DE
MICAELA BASTIDAS PUYUCAGUA
Fanny Arango-Keeth
Mansfield University of Pennsylvania. Estados Unidos.

En la historia de las mujeres en América Latina, es necesario seguir reclamando


la inscripción de Micaela Bastidas Puyucagua como sujeto revolucionario y pre-
cursor en la acción y en la transformación de la realidad de las mujeres indígenas,
peruanas y latinoamericanas. Nacida aproximadamente en 1744, hija de Manuel
Bastidas y Josefa Puyucagua, casada a los 16 años con José Gabriel Condorcan-
qui, Túpac Amaru II, madre de Hipólito, Mariano y Fernando, Bastidas se erige
en un sujeto emblemático para la construcción de la matria1 peruana, resultado
de una memoria histórica y social que trasciende la historia oficial y se constituye
en un humanismo feminista que tiene como objetivo una sustitución radical de
los paradigmas de subalternidad, pasividad y fragilidad con los que se representó
a la mujer peruana tanto en el imaginario colonial como en el republicano.

El discurso republicano oficial del siglo XIX e inicios del siglo XX mantuvo el
legado histórico colonial en cuando al hecho de excluir toda representación o
inscripción de Bastidas en tanto sujeto histórico con carácter protagónico. La
documentación sobre su activa participación en la revolución2 de Túpac Amaru
II es limitada3, así como también lo es su práctica histórica dentro del discurso de
la historia oficial del Perú, como señala Sara Beatriz Guardia:

Resulta sorprendente que aunque los testimonios existentes confirman que el


movimiento fue co-liderado por Túpac Amaru y Micaela Bastidas, la historia ofi-
cial continúe presentándola como una simple colaboradora. A través de nume-
rosos documentos queda demostrado que perteneció a la Junta Revolucionara, y
cumplió funciones militares y políticas en el gobierno de Tungasuca. Incluso, su
capacidad de mando se advierte en la carta que el 6 de diciembre le dirige a Tú-
pac Amaru. Desde el triunfo de la Batalla de Sangarará, Micaela Bastidas había
presionado inútilmente al líder de la sublevación para que marchara al Cusco sin
ningún resultado.4

91
En cuanto a su singularidad, Bastidas representa una agencia femenina que con-
testa la triple representación subalterna que el sujeto patriarcal colonial le asignó:
mujer, indígena e hija ilegítima. Además, el discurso colonial enfatiza su carác-
ter de analfabeta y hablante nativa de quechua, como parte de su condición de
sujeto subalterno. Sin embargo, es esta agencia triplemente subalterna5, la que
combate la discriminación y la explotación del indígena peruano y que asume
un liderazgo activo en la revolución independentista de Túpac Amaru II de 1789
a 1781. Bastidas simboliza también el cuerpo historizado de la matria, es decir
al sujeto femenino e histórico como punto de encuentro de una configuración
discursiva eufórica en la construcción de la matria. Esta configuración destaca el
valor del sujeto en su práctica histórica y lo convierte en un sujeto que adquiere
una dimensión simbólica6.

A pesar del intento virreinal de erradicar toda evidencia física y toda memoria
histórica y social que estuviera relacionada con esta mujer de avanzada, ella es
recuperada como figura emblemática a fines del siglo XIX y a principios del siglo
XX por las intelectuales latinoamericanas que reconocen en la inscripción de su
identidad los valores de mujer visionaria y revolucionaria dentro del espacio pú-
blico y más aún en la gesta de la independencia del Perú.

El objetivo del presente estudio es continuar con la recuperación y análisis de


los discursos históricos y literarios que inscriben y representan la identidad de
Bastidas para poder trazar la evolución de los signos y de sus significados di-
rectos y simbólicos. En esta oportunidad, analizaremos la biografía “Micaela
Bastidas” escrita por Elvira García y García en La mujer peruana a través de los
siglos (1924) y el poema “Palabras a Micaela Bastidas” escrito por Madga Portal
en Constancia del ser (1965). En nuestra opinión, estos discursos, uno biográ-
fico y otro político, sirven de base para la recuperación de Bastidas dentro de la
memoria histórica y social de la matria. La matria se constituye entonces en un
lugar no habitado por el sujeto patriarcal desde el cual el discurso de género se
encargará de identificar, analizar, interpretar y explicar las prácticas históricas de
las mujeres dentro de la propuesta de un humanismo feminista que trascienda los
límites de género y de ostentación del poder-decir a partir del cual se ha construi-
do el discurso histórico hegemónico y patriarcal de América Latina. Devolver la
visibilidad a la agencia femenina como precursora en los movimientos políticos,
sociales, históricos y culturales que influyeron en el logro de independencia en las
naciones latinoamericanas resulta ser una obligación ética y moral.

92
Los textos seleccionados para el análisis fueron escritos por dos mujeres peruanas
que formaron la avanzada cultural del sujeto femenino en el Perú. Ambas fue-
ron también sujetos políticos que activamente lucharon por los derechos de las
mujeres en sus respectivas coordenadas históricas. A partir de la identificación
de las configuraciones temáticas que se refieren a Bastidas como sujeto histórico
y como sujeto simbólico en los textos, analizaremos los sememas que presentan
significados directos y simbólicos y sus valores, eufóricos o disfóricos con la fina-
lidad de establecer los sememas y los significados que permanecen y aquellos que
se transforman para inscribir la identidad de Bastidas.

Las zonas de contacto y la inscripción de Bastidas como sujeto histórico

Recordemos que el contexto socio-histórico en la que Bastidas se define como


agencia política revolucionaria pertenece al espacio que Mary Louise Pratt deno-
mina “zonas de contacto”: “(…) los lugares en los que confluyen culturas con tra-
yectorias históricamente divergentes. Las zonas de contacto tienen en frecuencia
su origen en la invasión y la violencia y se traducen en formaciones sociales que se
basan en drásticas desigualdades” (“Apocalipsis en los Andes: zonas de contacto y
lucha por el poder interpretativo”).

Es en estas zonas de drásticas desigualdades donde se producen y semantizan los


primeros semas y sememas que aluden a Bastidas como sujeto histórico, unidades
cuyos significados resultan por demás ser disfóricos en extremo como en caso
del edicto con el que se le sentencia a muerte. Históricamente, en relación a la
realidad del indígena peruano, la violencia con la cual lo destruye la conquista es
sucedida tanto por la explotación como por la aniquilación en la cual es sumido
durante la colonia, realidad que no se transforma durante la república como bien
señala José Carlos Mariátegui:

Mientras el Virreinato era un régimen medioeval y extranjero, la República es


formalmente un régimen peruano y liberal. Tiene, por consiguiente, la Repúbli-
ca deberes que no tenía el Virreinato. A la República le tocaba elevar la condi-
ción del indio. Y contrariando este deber, la República ha pauperizado al indio,
ha agravado su depresión y ha exasperado su miseria7.

En tanto agencia femenina, Bastidas en 1780 combate y subvierte en su totalidad


los roles tradicionales y pasivos asignados a la mujer en el Perú virreinal en tanto
“ángel del hogar”. La mujer visionaria dirige administrativamente la revolución,
organiza las comunicaciones, lidera el reclutamiento de soldados en las comuni-

93
dades y protege a las familias de los revolucionarios. Este papel combatiente en
la guerra es inusual en el paradigma femenino de la época y está ligado a los roles
de liderazgo que las mujeres andinas asumían históricamente dentro de su for-
mación cultural (Guardia, “Micaela Bastidas y las heroínas de la independencia”
159). Transgrediendo el rol atavístico normalmente asignado a la mujer por el
sujeto patriarcal colonial, Bastidas subvierte las prácticas militares de la época al
asumir un liderazgo militar como estratega. Sebastian Thies y Gabrielle Pisarz-
Ramírez sostienen que la ausencia de estudios de género sobre la participación
protagónica del sujeto femenino en el discurso de la guerra es sintomática en
cuanto a las prácticas de exclusión con las que el sujeto patriarcal se ha encargado
de silenciar todo liderazgo femenino:

La división entre los sexos nunca parece ser tan “natural” como en tiempos de
guerra: mientras que por lo general se relaciona a los hombres con la lucha en la
guerra en todas las sociedades, se representa a las mujeres como las que se per-
manecen en el espacio privado, “al frente del hogar”, principalmente apoyando,
alimentando y vistiendo a los combatientes” (Of Fatherlands and Motherlands.
Gender and Nation in the Americas 13)8.

Como testimonio de su accionar revolucionario, queda el discurso epistolar que


Bastidas intercambia con Túpac Amaru II; éste resulta ser evidencia de la impor-
tancia de esta mujer visionaria como estratega política y militar en la revolución
y enfatiza además el carácter protagónico de su práctica militar. Las cartas que
ella envía a su esposo se caracterizan por un discurso militar en el que se observa
una igualdad de género y rango. La información tiene carácter sucinto como
señala Sara Beatriz Guardia: “[e]n todas las cartas que Túpac Amaru le escribe
a Micaela, la información y el mensaje son semejantes a los que se dirige a un
combatiente de igual rango. Son comunicaciones de guerra, con lo preciso y lo
necesario, no existe mención que corresponda al ámbito privado”9 Estas cartas
son utilizadas luego por la autoridad virreinal para sancionar a Bastidas y acusarla
de ser un “monstruo que debía ser castigado”10.

El cuerpo historizado de la matria

Las sentencias de muerte emitidas por el gobierno virreinal contra Túpac Amaru,
Bastidas, familia y allegados, representan un acto punitivo vandálico y salvaje,
como bien señala el viajero Clements R. Markham en su libro The History of
Peru en 189211. El propio hecho y forma de atacar y fragmentar el cuerpo de
Bastidas como castigo por su insurrección12 implica la necesidad de la agencia

94
colonial de devolver a la mujer indígena al estado de silencio, sujeción y con
ello reforzar su condición de subalterna. El cuerpo supliciado de Bastidas como
espectáculo de la mujer tierra/madre/guerrera en su tránsito a la historia significó
en el contexto del virreinato una forma violenta de prevenir cualquier otra iden-
tificación con la acción histórica de Bastidas que movilizara la participación del
sujeto femenino en un alzamiento, una revolución o una guerra.

Castigar, torturar y destrozar los cuerpos de los revolucionarios no sólo signi-


ficó propalar un ejemplo sino que además implicó la destrucción de todo acto
encaminado a resucitar el imperio incaico. Dentro de la simbología andina, si
Túpac Amaru era considerado el inca, Bastidas representaba simbólicamente a
la Pachamama (madre-universo) y a la Allpamama (madre-tierra). El hecho de
acabar salvajemente con su existencia física respondía a la necesidad del gobierno
colonial de erradicar la utopía de un nuevo orden, de una nueva nación, de otor-
garle un género femenino a la nación que en opinión de Thies y Pisarz-Ramírez,
resulta ser “un fenómeno altamente complejo y multidimensional”13.

Luego de la ausencia de Bastidas del discurso de la historia peruana y debido al


auge de los estudios coloniales, se recupera en el siglo XX el estudio de Bastidas
en tanto sujeto histórico y agencia revolucionaria. En esta recuperación se co-
mienza a perfilar la verdadera dimensión del sujeto como líder y precursora de
la revolución tupacamarista. El cuerpo historizado de Bastidas empieza a ser
resemantizado con sememas cuyos significados son eufóricos y de orden sim-
bólico. Los nuevos estudios en las ciencias sociales trascienden el cuerpo físico
de Bastidas y comienzan a construir configuraciones temáticas en torno a su
proyección histórica, a su género y a su capacidad de liderazgo. A partir de esta
resemantización se inscribe la nueva identidad de Micaela Bastidas que modifica
la historia oficial y que crea dos nuevas configuraciones discursivas en torno a
ellas: la recreación del sujeto histórico y la construcción del símbolo.

La reescritura del sujeto histórico y la construcción del símbolo


En 1924, la escritora, educadora y periodista lambayecana Elvira García y García
(1862-1951) publica La mujer peruana a través de los siglos, obra que consta de
dos volúmenes. En el primer volumen y en la sección “Las mujeres en la colonia”
García y García escribe una semblanza biográfica de Bastidas. Antes de efectuar
el análisis de la secuencia biográfica, es necesario detenernos en el análisis de los
signos que enmarcan la necesidad de la escritora de legitimar e inscribir dentro
del canon oficial su discurso sobre el sujeto femenino peruano14.

95
En primer lugar, García y García destaca todos los valores de prestigio que la
autorizan como agencia cultural dentro del espacio público peruano a principios
del siglo XIX: ex directora del Liceo Fanning para señoritas, reorganizadora del
Colegio Nacional de Educandas del Cuzco, miembro de la Sociedad Geográfica,
del Instituto Histórico y del Ateneo de Lima. Al establecer su autoridad como
conocedora del tema que aborda, en la sección “Objeto del libro”, García y Gar-
cía pone en evidencia el carácter patriarcal del discurso histórico oficial sobre la
mujer peruana:

Podemos asegurar, que a través de toda nuestra historia, no se conoce a la mujer


peruana; se ignora lo que ella es, porque nadie se ha detenido a profundizarla. Se
la ha juzgado, en el mayor número de casos, tras un prisma engañoso, sumando
entre sus factores psíquicos, otros que, no le son ingénitos, y que, si alguna vez
han dominado, es porque lo imponían las solicitaciones imperiosas e invencibles
del medio, en que ha gravitado su actividad15.

En segundo lugar, la escritora propone una reterritorialización de la historia ofi-


cial en relación a la condición de la mujer en cada uno de los períodos históricos
que analiza. En la secuencia “Las mujeres en la colonia” en la que incluye la
semblanza de Bastidas, la escritora denuncia la subalternidad impuesta sobre la
mujer por parte del orden colonial. Resulta entonces sintomático que la inscriba
como “vencida” y “paria”, sememas que actualizan sus significados simbólicos
disfóricos en la siguiente secuencia discursiva: “¡Triste condición, la de la mujer
de la colonia, vencida en su propio territorio y condenada eternamente a ser pa-
ria, en su propio suelo!”16

Para construir la identidad de Bastidas, García y García alude en la primera se-


cuencia discursiva de la semblanza a su origen incaico, es decir su grupo de perte-
nencia, uno de los primeros rasgos del sujeto histórico que la autoridad colonial
usaba con un valor semántico de desprestigio: “Corría por sus venas, la sangre de
los Incas, de aquellos valiente defensores del Imperio de sus antepasados, y para
quienes morir, no significaba un sacrificio porque tenían la esperanza de unirse
allá, a los que vivían a su lado”17. En la segunda y tercera secuencias, la escritora
y educadora alude a la relación matrimonial entre Bastidas y Túpac Amaru. Una
secuencia descriptiva pone en evidencia un rasgo ciertamente destacable cuando
García y García alude a la revolucionaria en su condición de “sujeto pasivo”. Lo
que aparenta ser una necesidad de conformar la figura de Bastidas dentro del
paradigma de mujer impuesto por el sujeto patriarcal, puede ser interpretado
también como la manera en la que Bastidas hizo uso de los roles asignados a su

96
género para poder desarrollar sus actividades revolucionarias: “Su esposa y leal
compañera Micaela Bastidas, fue la confidente de todo el movimiento revolucio-
nario, y quien, en su condición pasiva, podía comunicar todas las órdenes, que se
trasmitían a quienes estaban comprometidos en el movimiento.”18

En la siguiente secuencia, la escritora le devuelve al sujeto histórico su desempe-


ño protagónico dentro del acto revolucionario:

Puede decirse, que todo el complot debió la gran actividad con que se desenvol-
vió, a esa valerosa mujer, que no vació en ningún momento corría descalza por
los campos, penetrando a los pueblos y llevando en su corazón, la leyenda que
debía referir a todos para interesarlos a favor de su causa.19

Cabe destacar que cuando García y García describe el suplicio al que es sometida
Bastidas establece con un solo semema tanto el paradigma de la heroína y már-
tir como su condición de indígena, utilizando la recreación del momento en el
cual la revolucionaria responde al edicto colonial en el que se describe la pena
de muerte a la que sería sometida. Este semema representa la única secuencia
dialógica de la semblanza y además está escrito en quechua, lo que le devuelve al
sujeto histórico el decir y el poder-decir en su propia lengua, una lengua sancio-
nada y vetada por la autoridad colonial dentro de la sentencia de muerte contra
los caudillos de la revolución20:

Soportó el tormento sin confesar cual era el plan que existía. Se le dijo que le
iban a cortar la lengua y a ahorcarla en seguida, lo mismo que a sus hijos, y que
el último sería su esposo. Que confesara. Manan, fue toda su respuesta.

De la misma manera que las mártires griegas y que las cristianas, se entregó a sus
verdugos, sin delatar a aquellos que estaban comprometidos en la acción.21

La escritora culmina la semblanza enfatizando el olvido en el que la historia


oficial había sumido la identidad revolucionaria de Bastidas. Realza además la
dimensión del sujeto precursor que trasciende los espacios de la revolución y del
suplicio (Cusco) y cuya influencia se extiende desde América del Sur hasta Amé-
rica Central, alcanzado una dimensión mítica:

El velo del olvido se echó luego, sobre esa incomparable mujer, cuyo postrer
aliento debe haber conmovido los elementos de la naturaleza, desencadenando
en forma de lluvia, el llanto del cielo, y repercutiendo desde las pampas argenti-

97
nas, hasta las riberas del Caribe, como el sacrosanto somatén para la reivindica-
ción de los derechos de los pueblos americanos.22

La inclusión de la semblanza biográfica de Bastidas dentro de esta monumental


obra de García y García cumple con la intención de la escritora de “hacer justi-
cia” y reescribir la historia del sujeto femenino peruano desde una perspectiva de
género:

Repetimos, lo que expusimos al comenzar: esta obra es de estricta justicia, para


que, la generación que se levanta, sepa todo lo que la patria debe a la mujer, que
ha brillado, en todo instante, por su preclaro talento, por su cultura espontánea
superior, por su abnegación y filantropía, por su patriotismo nunca desmentido,
y por todas manifestaciones de su espíritu superior23

El segundo texto que analizamos, el poema “Palabras a Micaela Bastidas” de la


poeta, periodista y activista social y política Magda Portal (1900-1989) presenta
la construcción del sujeto simbólico en torno a la figura histórica de Bastidas.
Portal forma parte del movimiento vanguardista peruano y es reconocida como
la primera poeta peruana, comprometida con las causas sociales y con la justicia
social. En “El proceso de la literatura”, Mariátegui opina que “Madga Portal es
ya otro valor-signo en el proceso de nuestra literatura. Con su advenimiento le
ha nacido al Perú su primera poetisa”24.

El poema de corte épico, aparece en el tercer libro de la poeta barranquina Cons-


tancia del Ser publicado en 1965. Cuando Portal publica el libro que contiene
dieciséis poemas y dos poemas en prosa “Miedo” y “Coloquio de las madres”, nos
informa en la sección “Noticia” que los textos que ahí reúne pertenecen a una
serie de textos inéditos que perdió en su viaje a Buenos Aires, Argentina en 1951
y que formaban parte de su “obra intelectual inédita de más de 20 años”. La
autora recupera los textos que reúne en la antología de “diversas publicaciones,
revistas y diarios del Perú y de América, y selección de libros editados y agota-
dos, y la producción última que es, por negativa decisión, lo menos.”25. Según la
poeta, el libro no constituye “ni antología ni obra completa”; sin embargo tiene
el objetivo de “fijar para el tiempo este fragmentado mensaje sin compromisos,
pero fervorosamente adherido a la causa de la dignidad humana y de la justicia
social” (259). Daniel Reedy sostiene que Constancia del Ser se constituye en
“un importante paso hacia [el] establecimiento [de Portal] como poeta nacional,
después de casi veinte años de silencio poético”26. El libro se enmarca dentro de
la poética de la resistencia que Barbara Harlow describe como una poética que

98
sustituye los paradigmas de representación figurativa válidos para una determi-
nada época27. Es lo que encontramos por ejemplo en el poema “Imprecaciones”
que Portal dedica a Javier Heraud28.

La poética comprometida de Portal se caracteriza por una recuperación de las


figuras revolucionarias y emblemáticas de la cultura peruana. En este contexto,
cabe destacar que “Palabras a Micaela Bastidas” se encuentra entre dos poemas
también revolucionarios, el que lo antecede “César Vallejo” y el que lo sucede
“Digo”, en el que Portal critica el sistema capitalista e imperialista que agresi-
vamente acaba con la dignidad humana. Desde la primera secuencia poética,
Portal establece el paralelo entre Bastidas y la gesta de la revolución en América.
Además, compara la dimensión del sujeto revolucionario de Bastidas con el flo-
recer de una “amapola”29.

El poema resulta ser una oda en la que el destinador poético “yo” se dirige a la
segunda persona singular “tú”, el destinatario poético/Micaela Bastidas. El uso
repetitivo de la apóstrofe en el poema indica la intensidad dialógica entre el des-
tinador poético y el destinatario dentro del texto. Recordemos que Roland Bar-
thes señala que el poder del nombre es de carácter emblemático en la medida en
que presenta una textura de significados que deben ser explorados y descifrados30.

En la segunda secuencia que es en extremo eufórica, la voz poética le restituye al


sujeto histórico el carácter protagónico. De igual modo le devuelve la posibilidad
de hablar “la voz” y de obrar “las manos”, así como también enfatiza los roles de
“madre” y “matrona” dentro de la tríada femenina:

No podía caber en soledad la estatura del héroe


no pudo alzarse solo ni sostenerse sin tu aliento
ni cuajar en el grito de rebeldía que percutió en los Andes
y rodó por los cerros hasta alcanzar el ámbito continental
si no hubieras estado Micaela Bastidas
con tu voz con tus manos erguidas
con tu aliento de fiera herida
de madre desgarrada
de matrona de la más pura estirpe.31

Luego, establece la dimensión mítica del sujeto y el alcance de su revolución que


se extiende a toda la América:

99
Pero estuviste tú para insuflar coraje a tus indios vencidos
para imponer el nombre del Perú más allá de los Andes de
los llanos de Colombia de los chacos de Bolivia
y del Tucumán.32

En la recuperación del cuerpo historizado de la matria, la voz poética retoma el


tema del obrar revolucionario usando una metonimia, “las manos” y sitúa a Bas-
tidas como sujeto que inspira y gesta la revolución, calificándola de “visionaria”.
Además, se observa un regreso del tiempo histórico a una cierta de edad ideal en
la cual el sujeto indígena era libre:

De tus manos salieron las proclamas las bravas ordenanzas


tú te multiplicaste para ejemplarizar y estar a tono con el
llamado de la Historia que anunciaba el inicio de la
libertad del Continente Americano.
Sin ti Túpac Amaru no habría dado el paso legendario de
conmover la América
pues fuiste inspiración y apoyo y estímulo y fuego y
pasión por la patria de tus mayores
y el dolor de tu raza.
Estabas en la edad de los sueños
visionaria
De nuevo el Perú grande unido libre los
cuatro suyos bajo el sol de los Incas.33

Para Portal, es necesario establecer la elevación del sujeto histórico sobre la cir-
cunstancia del suplicio de su cuerpo como espectáculo público de terror:

No te arredró el inmenso poder de los conquistadores sus


fuerzas omnímodas su crueldad su torpeza su calidad inhumana
no te arredró la saña con que solían torturar a sus víctimas,
y lo aceptaste de antemano por eso no retrocediste

Micaela Bastidas

Tu lucha fue la de David contra Goliat


del débil contra el fuerte
como siempre es la lucha de los que han hambre y
sed de justicia.

100
Portal propone que en la identidad de Bastidas se inscribe la representa-
ción de todas las mujeres y de su agencia histórica como precursoras de los movi-
mientos políticos y sociales en busca de igualdad y de justicia y no como sujetos
subalternos:

Así fue Micaela Bastidas tu sangre de leyenda tu


actitud de legionaria
tu alma de guerrillera inmortal.
En ti lucharon todas las mujeres
todas las madres ultrajadas
las muchachas heridas.
En ti depositaron sus protestas
y tú dijiste al mundo su
multitudinaria rebeldía. 34

Asimismo, la poeta reescribe la segunda calidad de subalterna asignada a la revo-


lucionaria en tanto sujeto indígena y la traslada a la historia contemporánea de
su país, otorgándole entonces un valor mítico. En esta reescritura, la voz poética
demanda la posibilidad de que el indígena americano retome la conducción de
su destino:

Micaela Bastidas guerrillera peruana


vuelve a asumir tu cetro de luchadora insigne
Asómate desde tu inmortalidad y dicta nuevas proclamas
a tus indios que están ahora mismo disputando
el derecho de poseer su tierra usurpada por
los explotadores.

Diles que está presente aún el genio de tu raza que


está vivo en cada uno de ellos cien mil Túpac Amarus
listos a defender la razón de sus vidas a insurgir de sus
harapos a erguirse vengadores
para tomar de nuevo la conducción de sus destinos.

En la siguiente secuencia, el destinador poético retorna al discurso de la historia


oficial colonial para negar el efecto de la agencia del sujeto patriarcal. Nueva-
mente el nombre propio marca el conflicto entre las zonas de contacto e instaura
la resurrección mítica de Bastidas:

101
Tú no has muerto
Micaela Bastidas.

No fuiste vencida por el cruel visitador Areche.


No. Sigues de pie tal vez soñando con un Perú
glorioso con dignidad y orgullo con su antigua
grandeza dictando modo de vivir al hombre
sin egoísmo y sin rencor.35

Finalmente, el destinador poético clausura el poema con la exaltación de la figura


de Bastidas, “alta de pie”, quien reside sobre la majestuosa altitud de los Andes,
“sobre su tierra india” en el mundo de arriba:

Alta de pie sobre los Andes


único pedestal para tu estatua
sobre tu tierra india
alta con la mirada al sol que siempre nace
luego de toda noche
por oscura que sea.36

Dentro del poema, Portal construye la figura de Bastidas como sujeto simbólico
con los sememas “visionaria”, “legendaria”, “guerrillera inmortal”, “luchadora
insigne” entre otros; esta saturación de la figura tiene como finalidad descentrar
al sujeto del plano histórico y construirlo simbólicamente con sememas cuyos
significados son eufóricos y de prestigio. Éste el legado de Portal, la instauración
de la figura de Bastidas en el plano simbólico. El sujeto histórico se abre a las
posibilidades de nuevas interpretaciones y se convierte en un símbolo37.

Conclusión

Los dos discursos en los que se inscribe la figura de Bastidas son diferentes en
cuanto al tipo textual pero similares en la forma en que las dos escritoras destacan
la identidad de género y el carácter revolucionaria de Bastidas dentro de la ma-
tria. Los textos representan una reescritura del discurso colonial que tiene como
finalidad construir un nuevo sujeto simbólico mediante el uso de sememas que
contienen significados con valores eufóricos. En el caso de García y García, la in-
clusión del semema en quechua “Manan” como respuesta de Bastidas a la autori-
dad colonial, permite la recuperación de la lengua ancestral y simbólicamente, la
lengua de la resistencia cultural. De otro lado, Portal recupera la figura del sujeto

102
histórico para convertirla en una figura mítica. Temporalmente, traslada a Basti-
das desde su coordenada histórica hasta la coordenada contemporánea, en la cual
la poeta observa que es necesaria la resurrección de la “madre guerrillera” para
que sus hijos olvidados por la historia oficial construyan sus propios destinos.

Una distancia diacrónica de aproximadamente cuarenta años separa la publica-


ción y difusión de los textos; sin embargo, las condiciones de producción hasta
cierto punto son semejantes. Ambas escritoras combaten en el espacio público
de cada época la desigualdad de género, clase y etnia. Elvira García y García
lucha activamente por el derecho de las mujeres peruanas a la educación y a la re-
presentación en el espacio público, mientras que Madga Portal con su militancia
política y su poesía comprometida se dedica a subvertir la cultura hegemónica y
patriarcal que perpetúa la discriminación en contra de las mujeres y de los indí-
genas peruanos.

Estudiar la memoria histórica y social inscrita en los discursos escritos por muje-
res nos permitirá reescribir los modelos y prácticas culturales del sujeto femenino
e identificar en ellos la verdadera dimensión de figuras como la de Micaela Bas-
tidas, en “una nueva forma de abordar la historia” (Guardia, La mujer peruana:
el otro lado de la historia 214), fundando un discurso alternativo38—el de la
matria—desde el cual la agencia cultural y el cuerpo historizado del sujeto fe-
menino peruano reemplacen las historias fijadas y legitimadas por las sociedades
patriarcales y hegemónicas.

Notas
1 En “La inscripción de la matria: discurso de género, memoria histórica e identidad de la he-
roína como alegoría de la construcción de la nación” (2010) utilizo este término con la acepción
propuesta por Sandra M. Gilbert en “Elizabeth Barrett Browning’s Risorgimento” (1984). Cuan-
do Gilbert analiza la poética de las escritoras del siglo XIX señala que “las mujeres imaginaron
la transformación de la patria en la matria y por lo tanto el resurgimiento de una comunidad
perdida de mujeres que Rossetti llamó el ‘país madre” (195). Desde entonces, existe un consen-
so para utilizar el término en tanto sustitución de “patria” que representa al sujeto patriarcal.
Victoria Sendón de León agrega incluso una acepción para “matria” como “la propuesta de un
humanismo feminista, superador de antagonismos irreconciliables” (Matria. El horizonte de lo
posible 231).
2 Cabe recordar que el levantamiento de Túpac Amaru, como señala Alberto Flores Galindo,
debido a su composición social, objetivos y efectos conseguidos en la estructura colonial es una
revolución que culmina una serie de movimientos y rebeliones que se producen desde la conquis-
ta (Buscando un inca 121-122).

103
3 En The Tupac Amaru Rebellion, Charles F. Walker confirma que la información sobre Micaela
Bastidas es escasa debido a su condición de sujeto doblemente subalterno: por su identidad fe-
menina y por su condición de hija ilegítima (289). También, explica que en su libro destaca la
verdadera dimensión de Bastidas en tanto sujeto histórico (8).
4 Sara Beatriz Guardia. Mujeres peruanas: El otro lado de la historia, p. 115.
5 Gayatri Spivak enfatiza el hecho de la doble o triple subalternidad de la mujer como sujeto
construido dentro de la ideología colonial en su artículo “Can the Subaltern Speak?”(294).
6 Con anterioridad Norma Alarcón usa este término para referirse a la idea de cuerpos plurales
historizados con respecto a las múltiples construcciones raciales que se han impuesto sobre el
cuerpo femenino desde el “descubrimiento” (“Chicana Feminism: In the Tracks of “The” Native
Woman” 66).
7 José Carlos Mariátegui, 7 ensayos de interpretación de la realidad peruana, pp. 46-47.
8 La traducción es nuestra.
9
Sara Beatriz Guardia. Ob. Cit. (“Micaela Bastidas y las heroínas de la independencia”, p. 161.
10
Rocío Quispe Agnoli, “Mulieres Litterarum: Oral, Visual, and Written Narratives of Indigenous
Elite Women” p. 47.
11
Revirtiendo los patrones de civilización y barbarie, Markham plantea que “en los anales del
barbarismo es quizás imposible encontrar otro documento que iguale la salvaje brutalidad y lo-
cura de este edicto virreinal que fue escrito por un juez español, escasamente hace un siglo” [la
traducción es nuestra] (205-206).
12
Mariselle Meléndez analiza minuciosamente los valores simbólicos relacionados con la destruc-
ción del cuerpo de Bastidas en su artículo “Public Spectacle and the Fragmentation of the Female
Body in Eighteenth Century Peru: The Case of Micaela Bastidas” y propone como conclusión:
Para las autoridades, la reducción del cuerpo de Micaela a cenizas, y eventualmente a la nada,
representa el mayor signo de que el orden estaba finalmente en vías de ser restaurado dentro de
sus tierras, y que las relaciones espaciales volverían finalmente a estar bajo el control del Estado
gracias al acto de castigar y al poder del miedo. (234).
13
Of Fatherlands and Motherlands. Gender and Nation in the Americas, p.4.
14
Esta obra recibe la recomendación para su publicación del Comité Internacional de Univer-
sitarias Graduadas-Perú mediante la carta que la también escritora y educadora Esther Festini
de Ramos Ocampo dirige al Comité Organizador de la Segunda Conferencia Panamericana de
Mujeres que se llevó a cabo en Lima del 21 de diciembre de 1924 al 6 de enero de 1925:
Deber patriótico imperioso es, el procurar que en la Conferencia próxima a reunirse en esta
capital, se presente a la mujer peruana en todo su valer moral intelectual y social, a través del
tiempo transcurrido desde los albores de la civilización incaica hasta nuestros días […]. (La
mujer peruana a través de los siglos s/p).
15
Elvira García y García “Objeto del libro”, La mujer peruana a través de la historia, p. 4.
16
Ibídem, p. 5.
17
Elvira García y García “Micaela Bastidas”, La mujer peruana a través de la historia, p.166.
18
Ibídem, p.166.
19
Ibídem, p.166.
20
Es importante recordar que dentro del discurso de la violenta sentencia a muerte, las autorida-
des virreinales incluyen la erradicación del uso del quechua dentro de la clase dirigente inca y de
cualquier símbolo o vestimenta que representara al imperio incaico.
21
Ibídem, p.167.
22
Ibídem, p.167.
23
Elvira García y García, La mujer peruana a través de la historia p.7.

104
24
Mariátegui también reflexiona sobre la identidad de la poesía escrita por mujeres:
En nuestra época, las mujeres ponen al fin en su poesía su propia carne y su propio espíritu.
La poetisa es ahora aquella que crea una poesía femenina. Y desde que la poesía de la mujer
se ha emancipado y diferenciado de la del hombre, las poetisas tienen una alta categoría en el
elenco de todas las literaturas. Su existencia es evidente e interesante a partir del momento en
que ha empezado a ser distinta. (322-323).
25
Magda Portal, Obra poética completa, p. 259.
26
Reedy determina el contexto en el que Portal, en tanto sujeto histórico y político, publica el
libro:
En junio de 1945, ella volvió al Perú cuando el Partido Aprista recobró su legalidad. Pero
circunstancias personales y políticas provocaron radicales cambios en la vida de la poeta. Su
hija Gloria falleció trágicamente a principios de 1947. Al año siguiente, en octubre de 1948,
una sublevación militar contra el gobierno produjo un golpe militar y la poeta fue detenida,
procesada y luego puesta en libertad, por un tribunal de guerra, en 1950. En su propia defensa
ante el tribunal, acusó a los líderes del Partido del Pueblo de haber traicionado al pueblo. Ello
provocó su ruptura definitiva con el APRA y con las actividades políticas del partido. (11)
27
Barbara Harlow, Resistance Literature, 1987.
28
En el poema “Imprecaciones” (1963), Portal escribe:
Hay que decir palabras como puño
en mitin de protesta
palabras como piedras
palabras como flechas […] (283).
29
Una flor roja como la amapola, puede representar “el parentesco con la vida animal, la sangre
y la pasión” (Cirlot, Diccionario de símbolos tradicionales 206).
30
Roland Barthes, El grado cero de la escritura y otros ensayos críticos, 1989.
31
Magda Portal, “Micaela”, Obra poética completa, p. 269.
32
Ibídem, p. 269.
33
Ibídem, 289-290.
34
Ibídem, pp. 290-291.
35
Ibídem, p. 291.
36
Ibídem, p. 292.
37
Barthes establece la posibilidad del símbolo como un significante abierto en cuanto a las múl-
tiples interpretaciones. Si bien cada época puede crear un sentido canónico, sólo es el símbolo el
que puede crear la pluralidad de sentidos (Crítica y verdad 51-52).
38
Ana María Alonso explica que desafiar las historias patriarcales conduce a la formación de una
nueva visión:
Desafiando las historias de origen que fijan, naturalizan y legitiman un orden jerarquizado de
las formas de identidad y poder, los contra discursos fundan una visión alternativa del cuerpo
personal y del cuerpo político en una memoria histórica que disputa las representaciones ofi-
ciales del pasado. (405).

105
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WALKER, Charles F. The Tupac Amaru Rebellion. Harvard University Press, 2014.

107
Sara Beatriz Guardia en “Micaela Bastidas y la Insurrección de 1780”, des-
taca su presencia en el movimiento liderado por Tupac Amaru desde el
inicio. Imparte órdenes, otorga salvoconductos, lanza edictos, dispone ex-
pediciones para reclutar gente y envía cartas a los caciques. Por ello, José
Antonio de Arreche, ordena que la ejecución de Micaela Bastidas debía ir
acompañada “con algunas cualidades y circunstancias que causen terror y
espanto” para que el espectáculo sirva de ejemplo y escarmiento.

En “Micaela, una herida en la memoria. La mujer relegada en el dis-


curso histórico”, Edgar Montiel, se pregunta: ¿Quién se acuerda hoy de
Fernandito Túpac Amaru?, el niño que ese infausto 18 de mayo de 1781
fue obligado a presenciar la ejecución de sus padres José Gabriel y Micaela,
y de su hermano Hipólito. Un ceremonial de extrema crueldad que martilló
su memoria el resto de sus días. Esa mañana el niño lanzó un grito que se
escuchó en toda América. Los poetas jóvenes dicen que en la Plaza de Ar-
mas del Cusco, al amanecer, se escuchan aún los ecos de ese lamento.

Claudia Luna en “Micaela Bastidas, del silencio a la palabra: Autodiscurso


y Representación”, reflexiona en torno a las cartas y órdenes de Micaela
Bastidas, y el rol de quienes las copiaron y tradujeron. También analiza el
texto de su Confesión, redactada por el Juez Mata Linares, al que considera
un ejemplo de Testimonio Mediado. La segunda parte está dedicada a la
presentación de Micaela a través del cine, del poema de Eduardo Galeano,
y la recreación ficcional en la novela Habla Micaela.

En su artículo, “Desde La Matria: Identidad y Representación de Micae-


la Bastidas Puyucagua”, Fanny Arango-Keeth, traza la construcción de su
identidad en forma diacrónica. Es decir, cómo se ha ido elaborando su
representación desde el siglo XIX hasta la fecha. En el corpus de su estudio
analiza materiales escritos principalmente por mujeres, y se pregunta si es
posible reconocer una historia escrita desde la visión de la matria.

108

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