Antenor Orrego
Antenor Orrego
Antenor Orrego
Antenor Orrego Espinoza nació en la hacienda Montán, distrito de Lajas, provincia de Chota,
departamento de Cajamarca, el 22 de mayo de 1892 y falleció en Lima el 17 de julio de 1960, de
un infarto al corazón, a la edad de 58 años, luego de retornar de un viaje a México.
Sus padres fueron José Asunción Orrego Asenjo y María Victoria Espinoza Villanueva. Contrajo
matrimonio con Carmela Spelucín, en quien tuvo un hijo y dos hijas, Antenor, Liliana y Alicia
Carmela Orrego Spelucìn.
El gran Amauta y visionario indoamericano nació, vivió y murió en decorosa pobreza, y fue
enterrado en olor de multitudes.
Poco antes de morir había escrito un poema donde anticipaba su muerte y lo dejó en un sobre
sellado, con indicaciones de que fuera leído durante sus exequias y puesto en su pecho para ser
inhumado con él. El texto del poema reza así: “Desde todos los evos oscuros de la Eternidad,
(Dios está descendiendo sobre mí. / Soy el vértice supremo de las fuerzas esenciales que se
actualizan en mi carne. / Soy el punto neutro en que el ave / reposa y se apresta para el vuelo.
/ Soy el hijo eterno del Padre Eterno. / ¡Grande espíritu del mundo, acompáñame / en mi camino
de Dios hacia Dios!”[1]
Antenor Orrego es el filósofo social del “aprismo auroral”, el intelectual genuino y creativo, el
promotor cultural de avanzada, el permanente buscador y promotor de talentos juveniles, el
divulgador del pensamiento e ideario aprista, el insobornable crítico de las artes y letras en el
Perú del siglo XX, el ensayista y crítico literario, el gran maestro de la juventud peruana e
indoamericana, el prologuista de autores del “sólido norte aprista” y fue uno de los fundadores
del Partido Aprista Peruano.
Orrego Espinoza fue un ilustre filósofo, ensayista, escritor, periodista, parlamentario, crítico,
gran combatiente político y maestro universitario.
Antenor Orrego es el segundo Amauta del aprismo, después de Haya de la Torre, “pues su visión,
del tiempo, el espacio y la historia le hizo ejercer influencia directa en la vida y obra de dos
peruanos universales, sus compañeros de generación en Trujillo, Cesar Vallejo y Víctor Raúl Haya
de la Torre”[2].
Antenor Orrego era un hombre cálido en la relación familiar, conversador y dialogante en los
ámbitos profesional y académico, hombre ético y con sólidos principios y valores democráticos.
Luís Alberto Sánchez lo describe así: “Era Orrego más o menos como hoy, según veo en las
fotografías. Pequeño, menudo, de tez blanca, un poco rojiza, pecoso y algo “borrado”, es decir,
con algunas picaduras de viruela; los ojos claros; la frente alta y apuntando al cielo; ralo el
cabello castaño; el andar desenvuelto; el perfil un poco huidizo, conejil; el hablar abundante y
preciso; siempre subrayando con un gesto perentorio del antebrazo; vestido con pulcritud, sin
estruendo; andar reposado y ágil; actitud cordial; ninguna petulancia; un poco afirmativo, sin
embargo, pero con fuerza de la fe en las ideas que expone; gran lector; meditador de raza; nada
de filosofías de repetir al autor de moda; sino eso que se llama filosofar o sea desgarrarse las
entrañas y, mirándose el ombligo, descubrir el cordón que une con la fuente nutricia” .
“Menudo, suave de manos y voz, de ancha frente que con los años maduros extremaron
profundas entradas, sus ojos verdes miraban con bondadosa franqueza, de pronto subrayadas,
por el plegarse maliciosos de una sonrisa cordial. Cruzo la vida por una hirviente senda de
pasiones sin que el alma se le recalentara nunca al fuego esterilizante del rencor. Estilista de
singular riqueza y elegancia, ha dejado páginas de antología”[3].
En opinión de Hugo Vallenas Málaga, “Orrego destacó como un entusiasta defensor de los
nuevos talentos y las nuevas tendencias estilísticas, con tan buena fortuna que a él debemos
que el “Grupo Norte” diera a la cultura peruana un poeta inmortal, César Vallejo, en 1915, y un
narrador sin parangón, Ciro Alegría, en 1930. A esta labor identificadora y promotora del talento
joven hay que añadir una faceta no menos importante en Orrego, cual es el rigor de su
magisterio moral. Fue un hombre de sólida valía personal que predicó con el ejemplo y concitó
la atención de los jóvenes trujillanos como orientador de vocaciones y como árbitro de lo que
es justo y correcto. Antenor fue, en el más clásico sentido de la palabra, un Maestro de las
juventudes trujillanas”[4].
En 1902, a la edad de diez años, fue llevado a la ciudad de Trujillo, “cuando sus padres deciden
deshacerse de la hacienda Montán, heredada de los abuelos maternos y que antes perteneciera
al general Miguel Iglesias” (Llanos Horna, 2004). Y se matricula en el histórico y prestigioso
Colegio Seminario de San Carlos y San Marcelo de Trujillo, donde cursa educación primaria y
educación secundaria. Realiza estudios superiores de Filosofía y Letras, Jurisprudencia, Ciencias
Políticas y Administración en la Universidad Nacional La Libertad.
En 1914, Orrego gana un concurso literario organizado por el diario La Nación de Lima, con su
trabajo intitulado «Arte moderno». En este mismo año participa en la organización de la
Bohemia Trujillana, luego llamado Grupo Norte o Grupo del Centenario, donde formaron parte
destacados jóvenes intelectuales y artistas, como José Eulogio Garrido, Alcides Spelucín Vega
(poeta), Belisario Spelucín, Federico Esquerre, Juan Espejo Asturrizaga, Francisco Xandoval, Julio
Esquerre "Esquerriloff", Eloy Espinoza, Carlos Manuel Cox, Ciro Alegría, Jorge Eugenio
Castañeda, Víctor Raúl Haya de la Torre (ideólogo y político), Macedonio de la Torre (pintor),
Óscar Imaña, Juan Manuel Sotero, Manuel Vásquez Díaz, Juvenal Chávarri, Santiago San Martín,
Daniel Hoyle, Carlos Valderrama (músico), Alfonso Sánchez Arteaga o Camilo Blas, Nicanor de la
Fuente, Gonzalo Zumarán, Juan José Lora, César Abraham Vallejo Mendoza (poeta), Leoncio
Muñoz, Néstor Martos, Francisco Dañino, Domingo Parra del Riego, Alfredo Rebaza Acosta,
Lorenzo Muñoz, que más tarde serían los pioneros forjadores del pensamiento libertario y
justiciero social del siglo XX en el Perú.
En 1923, en sociedad con Alcides Spelucín, funda el diario “El Norte” en Trujillo.En Lima concluye
sus estudios de Filosofía en la Universidad Mayor de San Marcos en 1927. En 1930, Antenor
Orrego es elegido secretario general del Comité Regional del Norte del Partido Aprista Peruano,
sufriendo persecuciones, destierros y privaciones de su libertad por sus convicciones principistas
e ideológicas, por su combativo y beligerante espíritu de lucha justiciera en aras del bienestar
general. En Trujillo organiza con Cesar Vallejo Mendoza y Ciro Alegría el primer Comité Aprista
del país, poco antes que se constituyera el de Lima.
En las elecciones generales de 1931 fue elegido diputado por Trujillo al Congreso Constituyente
de 1931, siendo, poco después desaforado y encarcelado por el dictador Luis M. Sánchez Cerro,
junto con los demás compañeros de la Célula Parlamentaria Aprista. En 1933 fue puesto en
libertad por el segundo gobierno de Óscar R. Benavides.
“En 1933, es iniciado en los secretos filosóficos de la Masonería, junto con Haya de la Torre, en
el Oriente del Perú, en la Respetable Logia Simbólica “Virtud y Unión “ No. 3 del Valle de Lima,
en vista que la R:.L:.S:. “COSMOPOLITA” No. 13 del Valle de Trujillo, había abatido columnas
temporalmente”[6].
En l945 es elegido Senador por el departamento de la Libertad, como integrante de la lista del
Partido del Pueblo, La labor parlamentaria se frustró por el golpe de estado del general Manuel
A. Odría en 1948.
En 1946, Antenor Orrego Espinoza es nombrado catedrático del curso de Cultura Indoamericana
y Filosofía de la Historia en la Universidad Nacional de La Libertad. Funda el Instituto de
Antropología y forma parte de una generación promotora de cambios y de transformación. En
este mismo año (1946) la Universidad Nacional de Trujillo le confiere el grado académico de
Doctor Honoris Causa, en reconocimiento a su destacada labor profesional e intelectual y a su
calidad de filósofo, maestro y ensayista.
Entre los pensadores de que se nutre la producción intelectual de Antenor Orrego figuran
Federico Nietzsche, Henri Bergson, Carlos Marx y Karl Jaspers; Wilhelm Dilthey, José Ortega y
Gasset, Oswald Spengler; Georg Wilhelm Friedrich Hegel, Miguel de Unamuno, Benedetto
Croce, Vilfredo Federico Pareto y Martín Heidegger, Arnold Toynbee, José Vasconcelos, Alfredo
Palacios, y Hermann Alexander Graf Keyserling.
Con las expresiones del maestro Luis Alberto Sánchez diríamos: “Para todos los jóvenes, apristas
y no apristas, fue un maestro permanente y avizor, a quien se podían someter los más graves
problemas con la seguridad de ser atendidos y entendidos. Escribía con elegancia algo recarga,
con un estilo barroco que el era tan natural como el agua al pez. No era un preciosista ni un
retórico: amaba la finura y la exactitud al mismo tiempo, lo que da a su obra un cierto tono de
Luis Alberto Sánchez refiere asimismo que “Orrego abrazó valerosamente la causa de la
renovación integral del Perú, filosófica, estética y políticamente. Ese hombrecillo menudo, de
prematura calva, rostro alargado y frente fugitiva, ojos rasgados y azules, tez pecosa y ademanes
suaves, tenía ideas claras, definidas, y voz tan rotunda como sus ideas”[7].
Por la directa participación política que tuvo en la campaña para fortalecer la huelga de los
trabajadores del Valle de Chicama (1918-1921), fue cerrado el diario en el que trabajaba y fue
encarcelado y estuvo ulteriormente preso en el Real Felipe, el Sexto y el Frontón. Se dice que
fue encarcelado en ocho oportunidades durante su existencia.
Luis Alberto Sánchez al recordar a Antenor Orrego manifestó: “Para todos los jóvenes, apristas
y no apristas, fue un maestro permanente y avizor, a quien se podían someter los más graves
problemas con la seguridad de ser atendidos y entendidos, Escribía con elegancia algo
recargada, con un estilo barroco que le era tan natural como el agua al pez. No era un preciosista
ni un retórico: amaba la finura y la exactitud al mismo tiempo, lo que da a su obra un cierto tono
de elocuencia como la de un maestro que se oye a sí mismo”.
Víctor Raúl Haya de la Torre afirmó de Antenor Orrego: “Enarboló la enseñanza de una
generación beligerante y encarno la esperanza, la resurrección y la victoria de una nacionalidad
en trance de muerte, y hay que agregar que siempre estará vigente y será un mandato pendiente
de cumplirse se profecía del cambio social mientras el amor y la raza de los hombres prevalezca
sobre la barbarie, el egoísmo y la muerte”.
“Lo que más se aprecia de Orrego es y será, su manera de pensar y de ver al mundo. Él tenía una
orientación metafísica y vitalista; consideraba que los pueblos de América deberían de unirse en
uno solo, con el fin de superar y mejorar los modelos europeos adoptados. Nos instiga a
encontrar nuestro camino, nuestro propio destino, nuestro pueblo continente y lo que es más
importante, nos enseña el valor de ser auténticos americanos en nuestro propio continente
como seres pensantes de nuestra propia realidad”.[8]
“El pensamiento de Antenor Orrego,-indica Ántero Flores-Aráoz E.-, influye hasta hoy en el
debate académico y político, sobre las ideologías y en particular en la crítica de la razón moderna
y del positivismo. Igualmente repercute en la polémica sostenida entre liberalistas y
comunitaristas acerca de la justicia y los límites del liberalismo y en la discusión en torno al
sustento histórico de una cultura auténticamente latinoamericana. Sobre este último asunto,
Orrego enriquece notablemente las reflexiones de José Enrique Rodó, José Vasconcelos, Antonio
Caso y Leopoldo Zea.”[9]elocuencia como al voz de un maestro que se oye a si mismo”.
ANTENOR ORREGO Y LA EDUCACIÓN UNIVERSITARIA
Antenor Orrego Espinoza ha sido un gran pensador visionario que bregaba dentro y fuera de las
aulas universitarias por una Universidad integral, dinámica, innovadora, popular y
transformadora, con capacidad de respuesta a los problemas del pasado, presente y futuro del
Pueblo-Continente, acorde a la realidad de una “América Nueva” y a los adelantos científicos,
humanísticos y tecnológicos del mundo.
Orrego concibe la educación universitaria con sentido sociohistórico y ético y valor pragmático,
generadora de una “cultura viva”: "Nuestra gran empresa de universitarios -tal vez nuestra única
empresa- es vivir la cultura. Basta ya de bagazo erudito que no sirve ni para mejoramos ni para
mejorar nuestra patria. Necesitamos estudiar la calidad de nuestra América y crear nuestro
pensamiento, nuestra propia política, nuestra propia economía, nuestra propia estética, nuestra
propia historia". "El maestro te enseña para que puedas construir tu vida y te libera hacia la
vida". "En los países y en las otras razas el aula es, principalmente, docencia científica,
preparación técnica o capacitación profesional, pero, el aula latinoamericana es, ante todo, y
sobre todo, docencia civil, escuela de ciudadanía. Este es su carácter fundamental y el que da la
tónica de la Universidad". "La docencia de la Universidad Latinoamericana debe ser, antes que
nada docencia ciudadana, educación civil, fuerza política formatriz". “La Universidad Nueva
solamente puede hacer su auténtico camino asimilando los jugos de la tierra que nutre".
Los países de Indoamérica somos “el primer pueblo-continente de la historia”, afirma Orrego, y
estamos llamados “a crear y construir una cultura más universal que la europea”.