In The Fold - Selena Kitt
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In The Fold - Selena Kitt
In the fold
Selena kitt
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Abby y yo habíamos dormido en la misma cama desde que éramos bebés. Nuestra pequeña
habitación estaba junto a la de papá, al fondo de la casa, y seguíamos compartiendo la cama
gemela de siempre. Papá nos había ofrecido habitaciones separadas, pero nos negamos. En el
resto de la casa vivían sus mujeres y sus hijos, y a menudo me sentía fuera de lugar con ellos,
como una extraña. Abby y yo teníamos nuestro oscuro capullo en la parte trasera de la casa y
así nos gustaba.
-Papá dice que vive recluido desde justo antes de que nacieras, - susurró Abby en la
oscuridad, con su aliento dulce en mi cara. Las dos habíamos cogido una manzana para
comer en el camino de vuelta del servicio vespertino, donde Mal (como nos dijo que le
llamáramos) había sido oficialmente bienvenido al redil con su bienvenida.
- ¿Pero por qué? - Me quité las mantas de encima. Hacía demasiado calor. - ¿Y dónde? -
-No lo sé. -
Nos quedamos en silencio un momento, y pude sentir su vientre subir y bajar contra el mío.
Recordé la forma en que Mal me había apretado la mano y se había acercado para
abrazarme. Hizo lo mismo con Abby, comportándose como un hermano perdido. Papá
parecía tan contento y yo intenté parecerlo, y Abby también. Me dolía la cara de sonreír.
-Quería tocarle el pelo, - susurré y Abby soltó una risita. 8
-Quería tocar más que eso, - dijo, poniendo su mano en mi cadera y tirando de mi vientre
completamente contra el suyo.
- ¡Abby! - Me quedé atónita. - ¡Es nuestro hermanastro! - Aunque, técnicamente por sangre,
en realidad era sólo mío. Nunca pensamos la una en la otra más que como hermanas.
Volvió a reírse. -Bueno, no sabía que era nuestro hermano cuando pensaba en ello. -
-Bueno... tú eres mi hermana. - Sentía sus pechos apretados contra los míos, espejos de los
míos, pequeños, puntiagudos y rosados.
-Eso es diferente, - susurró, acariciándome la mejilla y apartándome el pelo de los ojos. Sólo
por la noche podíamos soltarnos el pelo. Deberíamos habérnoslo trenzado, ya que ninguna de
las dos nos lo habíamos cortado nunca y nos colgaba por encima del trasero. A menudo nos
despertábamos con el pelo rubio enmarañado.
- ¿Por qué? - pregunté, sintiendo sus muslos contra los míos, el dolor familiar entre mis
piernas.
-Somos chicas, tonta. - Me levantó la barbilla y me besó. Sabía a manzanas, limpias, dulces y
deliciosas. Su lengua encontró la mía y gemí suavemente, me llevé la mano entre las piernas
y me acaricié el monte, como si pudiera detener el dolor que sentía allí, aunque en realidad
sólo había descubierto una cosa que podía hacerlo.
Abby me cogió la mano y la colocó entre sus piernas, y yo se la froté a través de su largo
camisón blanco, con pequeñas sacudidas eléctricas recorriéndome el cuerpo por cada punto
de contacto con el suyo: su mano en mi pecho, su lengua y sus labios contra los míos, su otra
mano subiéndome el camisón y acariciándome el muslo.
Se puso encima de mí, a horcajadas, y se levantó el camisón por encima de la cabeza,
tirándolo al suelo. Sus manos también subieron las mías y el material me rozó los pezones,
haciéndome estremecer. Luego, su boca estaba allí, chupándolos y lamiéndolos, y pude sentir
el calor de su humedad mientras mecía su montículo contra el mío. El roce de sus labios
contra los míos era siempre una provocación deliciosa. Me hacía gemir.
-Shhhh, -Abby instó, besando su camino por mi vientre. -No despiertes a papá Zeke. -
Mi voz apenas era un susurro mientras abría los muslos para ella, sintiendo cómo separaba
mis labios con los dedos, cómo su lengua buscaba y encontraba aquel tierno capullo
hinchado en lo alto de mi hendidura.
El año pasado me enseñó a frotarlo en círculos rápidos hasta que me quedé sin aliento,
mareada y creí que me iba a morir. Primero la vi hacerlo, apoyada contra la pared con las
piernas abiertas en esta misma cama, vi cómo echaba la cabeza hacia atrás y se le cerraban
los ojos, la oí gemir y luego vi cómo todo su cuerpo se sonrojaba y se estremecía. Se me
aceleró la respiración y algo me palpitó entre las piernas.
Así que lo hice con ella, los dos frotándonos allí, frotándonos y frotándonos hasta que creí 9
que no podría soportarlo más, que iba a reventar o a morir o.… y entonces un día sentí que
moría, cuando el mundo entero estalló en un estallido de deliciosa y palpitante luz blanca y
calor. Yo lo llamé Cielo, aunque Abby dijo que uno de los chicos de la Mano le dijo que se
llamaba "corrida". Una vez que ocurrió, no pude saciarme.
La lengua de Abby se mueve de un lado a otro sobre aquel punto dulce y sensible, y yo
frotaba las palmas de las manos sobre mis pezones, enviando ondas de placer por mi vientre
hacia mis caderas. Todo se centraba donde su boca lamía y chupaba, una fricción suave y
húmeda que me hacía contonearme y tirar de su pelo, deseando más.
-Ven aquí, - susurré. -Déjame hacértelo a ti también. -
Me había asustado tanto la primera vez que la probé, sin saber cómo sería. Ella me lo hizo,
esa primera vez, diciéndome que uno de los chicos Manos se lo había hecho un día en los
huertos. Fue un pecado, un pecado horrible, aunque ella juró que no le había metido nada.
Seguíamos sin meter nada dentro del espacio virginal por miedo a ser desfloradas.
Después de que su lengua me enviara al paraíso más intenso, asombroso y sobrecogedor en
el que jamás había estado, me sentí obligada a hacérselo a ella también. Ella dijo que no
tenía que hacerlo, pero lo hice. Ahora me encantaba saborearla; me excitaba aún más sentir
su carne contra mi lengua, saborear sus dulces jugos mientras corrían por mi barbilla.
Abby movió sus delgados muslos sobre mí, abriendo las piernas mientras se colocaba en
posición. La agarré por las caderas, tirando de ella contra mi boca, lamiendo y chupando,
salvaje y desenfrenadamente. Eso la hizo gemir contra mí, enviando ondas de placer divino
que zumbaban a través de mí mientras seguía explorando entre mis piernas.
Su lengua se movía cada vez más deprisa y yo emitía ruiditos en mi garganta, incitándola a
seguir mientras lamía su pequeño punto hinchado, hacia delante y hacia atrás, una y otra vez.
Ahora ella también hacía ruido, y me encantaban sus ruidos y cómo sus muslos se tensaban y
sus caderas se balanceaban, utilizando mi lengua para su placer.
Me encontraba acercándome rápidamente a las puertas del cielo. Ya no era una dulce y lenta
espiral ascendente, ahora estaba volando, corriendo de cabeza hacia una liberación exquisita.
Cuando papá hablaba de libertad y salvación, pensé que se refería a esto, a este viaje hacia el
éxtasis.
La lengua y la boca de Abby eran un empujón suave, húmedo y glorioso. Gemí y me retorcí
debajo de ella, rodeando sus caderas con los brazos y sintiendo cómo se aplastaba contra mi
cara, mi lengua enterrada en los pliegues de su carne hasta que apenas pude respirar, pero no
me importó.
Empezó como los sermones de papá, como un pequeño terremoto, retumbando en mi pelvis
y estremeciendo mis caderas mientras me sacudía y arqueaba. Abby hizo ruiditos,
conociendo el sonido y la sensación de mí en mi cúspide, lamiendo más rápido que nunca.
Jadeé y gemí, y por un momento me olvidé de su cara, perdida por completo en mi propio
paraíso.
-Rachel, - susurró, sus dedos moviéndose allí, quietos, enviando sacudidas a través de mí, y 10
puse toda mi boca sobre ella en agradecimiento, rodando con ella hasta que estuvo boca
arriba. Jadeó y se contoneó, con la respiración acelerada y las caderas balanceándose
mientras yo lamía, lamía y lamía. Me agarró las nalgas con las manos y me clavó las uñas,
pero no me importó. La oía hacer ese ruido de "ah, ahh" que hacía cuando estaba cerca.
- ¡Oh, Dios, Rachel! - gritó, agarrándose a mis caderas y arqueando la espalda. Se estremeció
debajo de mí, su vientre se convulsionó, onduló, el pequeño capullo de carne bajo mi lengua
palpitó con su placer. No me detuve, seguí provocándola con la boca hasta que suplicó.
-No puedo soportarlo, - gritó, medio riendo, medio sollozando, mientras yo pasaba la lengua
por aquel punto dulce y sensible.
Finalmente, me volví hacia ella y nos besamos, con el sabor de nuestras carnes mezclándose
en nuestras bocas. Ya no sabía a manzanas, pero seguía sabiendo dulce. Le quité el camisón y
me bajé el mío, acurrucándome de nuevo en la cama y apretando mi trasero contra sus
caderas, sin imaginar que podría ser una de las últimas veces que lo hiciéramos.
-Te amo, - susurró Abby, pasándome el brazo por el costado.
-Yo también te amo, - le susurré, cerrando los ojos, aun saboreando los dulces jugos de mi
hermanastra en la garganta.
-Tengo que decirte algo. - Oí un deje en su voz que me hizo abrir los ojos en la oscuridad. -
Papá Zeke lo ha decidido. Me voy a casar. -
- ¿Qué? - Me puse rígida y luego me relajé, riendo. - ¡No bromees, Abby! -
-No bromeo. - Me besó el hombro y luego apoyó la frente en él con un suspiro tembloroso. -
Voy a casarme con Malachai el mes que viene. -
-No puedo creerlo. - Sentí una bola de frialdad apretada en el vientre al pensarlo, junto con
una racha caliente de celos. Sabía que no debía sentirme así. Al fin y al cabo, era mi
hermanastro, pero no era el suyo. No por sangre. Así era como papá Zeke continuaría su
imperio después de que él se fuera, cómo traería más miembros al redil.
A Abby se le atragantaron las palabras. -No quiero perderte. -
-No me perderás. - Me volví y la estreché entre mis brazos, sabiendo que nuestros lazos,
sanguíneos o no, nunca podrían romperse. -Siempre seré tu hermana. -
Esa noche vi su cara en mis sueños, nuestro nuevo predicador, Mal, y me pregunté por él,
aferrándome a Abby mientras se quedaba dormida. Sabía que no podíamos huir juntas ni
luchar contra lo que quería papá Zeke, pero estaba decidida a asegurarme de una cosa: nunca
dejaría que nadie me separara de Abby. Seríamos hermanas y amantes para siempre, pasara
lo que pasara.
THE END
ACERCA DE SELENA KITT 11
Selena Kitt es una autora de novelas eróticas y románticas ganadora de varios premios. Es
una de las escritoras eróticas más vendidas del sector, con más de un millón de libros
vendidos.
Sus escritos abarcan desde lo picante hasta lo escandaloso, pero cuidado, esta gatita también
tiene las garras afiladas y sus historias suelen incluir intrigantes aristas y giros que llevan a
los lectores a nuevas profundidades que invitan a la reflexión.
Cuando no está manoseando el teclado, Selena dirige una innovadora editorial
(excessica.com) y, en su tiempo libre, se dedica a su familia, marido y cuatro hijos, y a su
creciente huerto ecológico. Hace danza del vientre y fotografía, y le encantan las camas de
cuatro postes, los tatuajes, el voyeurismo, los ojos vendados, el terciopelo, el aceite de bebé,
el olor a cuero y jugar con los gatitos.