La Leyenda para Cuarto de Primaria
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3. En el relato, ¿se habla de cosas reales o imaginarias? ¿Qué elementos te parecen los
reales? ¿Cuáles los imaginarios?
4. Comenta el sentido y la moraleja de la lectura.
5. Averigua y luego relata a tus compañeros alguna leyenda de otra región del país.
VOCABULARIO
• Yunga: tierra baja de clima cálido y húmedo.
• Ritual: referente a un rito o ceremonia.
• Relevante: sobresaliente, excelente.
• Envanecer: causar orgullo o vanidad.
• Cacique: jefe de un pueblo.
• Venus: mujer muy hermosa.
• Comarca: división territorial extensa.
• Deslumbrante: que despide mucha luz.
• Decepción: aflicción producida por un desengaño.
• Centellear: brilla con destellos variables.
• Rutilar: brillar.
• Zumo: líquido que se saca exprimiendo hierbas, flores o frutos.
• Fascinar: alucinar, deslumbrar, encantar.
• Conminar: amenazar con algún castigo.
Lejos, muy lejos, en una montaña cubierta de nieve, cuya cumbre se elevaba
muchísimo más allá de las blancas nubes y donde no había llegado jamás, ningún hombre,
se extendía un lago tan grande, que parecía un mar.
Sus aguas eran claras como el diamante más limpio y azules como el alto cielo que
brillaba entre los rayos del Sol.
Alrededor de aquel lago crecían esbeltas plantas de lustrosas hojas, tan suaves como
plumas de pájaros. Y cuando la luz caía sobre ellas, brillaba de modo que parecían hechas
de esmeraldas.
Aquí y allá, por toda la orilla, se veían piedras y rocas vestidas de blanda hierba.
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Cada mañana, al salir el Sol de entre las nubes, se asomaba al lago, se miraba en sus
aguas como en un espejo y decía:
—No he visto en todo el mundo un lago más bello que éste.
Una mañana, como de costumbres, contemplábase el astro en el líquido, cuando de
repente, del mismo lugar en el cual se reflejaba su cara redonda y dorada, comenzó a
levantarse una onda pequeñita que poco a poco fue elevándose, hasta formar un cerro de
agua azul y brillante.
Jamás habíanse visto olas tan grandes en ese lago.
Al mirar este hecho extraordinario, las plantas que crecían en la orilla dejaron de
conversar y se empinaron para mirar mejor; el viento, que hacía rato silbaba con su enorme
boca, quedose de repente quieto y se agazapó en el hueco de una roca, a fin de atisbar desde
allí lo que pasaba; las viejísimas piedras blancas y negras, que se sabían de memoria la
historia íntegra del lago y conocían perfectamente la vida del Sol, la Luna y las estrellas,
pero que hablaba muy pocas veces, abrieron enormemente sus oscuros ojos con pestañas y
cejas de musgo y miraron aquello.
De pronto la inmensa ola se partió por en medio; miles de pececitos de plata saltaron
hacia afuera y en seguida asomaron de entre las aguas, cogidos de las manos, un hombre y
una mujer, eran jóvenes y hermosos, sus ojos brillaban como estrellas. Iban vestidos con
túnicas de tela de oro, adornadas con piedras preciosas y plumas de colores.
El mancebo se llamaba Manco Cápac y la doncella, Mama Ocllo. Miraron a su
alrededor. El lago estaba ya completamente tranquilo, como si nada hubiera ocurrido.
Entonces empezaron a andar sobre las aguas, lo mismo que si caminasen sobre tierra
firme y pronto llegaron a la orilla.
Sus ropas se hallaban completamente secas. Solo en su hermoso cabello negro
temblaban miles de gotitas de agua. Al pisar la playa sacudieron sus cabelleras, las gotitas
saltaron, yendo a parar sobre las rocas y al caer en ellas se convirtieron en piedras preciosas.
Alzaron luego los ojos. Allá, en el cielo azul, estaba el Sol que miraba a sus hijos, con
el rostro brillando de alegría. Porque eran sus hijos y eran príncipes los dos
jóvenes nacidos tan misteriosamente. El Sol les había dado la vida, haciéndoles
salir de las aguas encantadas del lago Titicaca.
Manco Cápac tenía en la mano derecha una vara de oro que brillaba tan vivamente
como si fuera un rayo de luz, y mama Ocllo lleva un huso con el cual hilaba todo el tiempo,
lana de lindos colores.
El Sol había regalado a Manco Cápac aquella vara para que fundara un gran imperio
en el lugar donde lograra clavarla hasta la empuñadura.
Era precioso obedecer ese mandato y los dos príncipes echaron a andar. El joven
probaba el suelo, con su vara maravillosa; pero no era fácil dar con la tierra conveniente.
Durante todo el día, Manco Cápac trabajó hasta cansarse en ir tocando el terreno y
Mama Ocllo fue a su lado, hilando.
Llegó la noche y ambos durmieron bajo un árbol.
Continuaron la marcha a la mañana siguiente y caminaron de este modo durante
meses y meses, alimentándose de los frutos del campo y bebiendo de los arroyuelos.
Andando así, llegaron una mañana muy nublada al pie de un cerro. Subiéronlo
fatigosamente y en el momento en que pisaban la cumbre, asomó el Sol entre las nubes y
alumbró con luz vivísima todo el campo.
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Jamás habían visto un lugar más hermoso.
—¡Oh Manco Cápac, dijo Mama Ocllo; prueba tu vara en esta preciosa tierra!
Entonces él tomó la vara y aventóla hacia el valle, con tal fuerza, que quedó clavada
hasta la empuñadura.
Descendieron los jóvenes apresuradamente y arrodillándose sobre la hierba fresca,
dieron gracias a su padre por aquel hermoso suelo que les daba para vivir.
Los hombres que habitaban los lugares cercanos, al saber que habían llegado dos
maravillosos príncipes, hijos del Sol, acudieron a saludarlos, formando filas interminables.
Unos llevaban los mejores frutos de sus chacras; otros, las flores más bellas de sus jardines;
los pastores conducían llamas blancas como la nieve, vicuñas de piel dorada como el sol y
alpacas negras como la noche. La gente y los rebaños cubrían completamente el valle y
llegaban hasta el horizonte.
Entonces se adelantaron los jefes de aquellos pueblos y dijeron a los príncipes:
—Queremos que vosotros seáis nuestros reyes.
Luego, los músicos tocaron sus trompetas y los soldados pusieron sus lanzas y flechas
a los pies de los jóvenes, en señal de sumisión. En seguida, la multitud entusiasmada lanzó
gritos que atronaban el espacio, diciendo:
¡Viva el Rey Manco Cápac! ¡Viva la Reina Mama Ocllo!
Los dos aceptaron gustosos el reinado y Manco Cápac fundó entonces el Imperio del
Tahuantisuyo y escogió para edificar la capital, el sitio en que se había clavado la vara
mágica.
Pronto comenzó toda aquella gente a construir preciosos palacios de piedra, forrados
con láminas de oro y al poco tiempo habían levantado una maravillosa ciudad a la que
pusieron por nombre Cusco.
El emperador, en persona, enseñó a los hombres a labrar la tierra y la emperatriz
instruyó a las mujeres, en el modo de tejer preciosas telas.
Los dos jóvenes fueron reyes muy amados por su pueblo y vivieron gobernando aquel
hermoso
país, durante muchos años.
Hubo un tiempo en que vivió un hombre muy rico. Nada le faltaba. Sus graneros
siempre estaban llenos y en sus potreros había mucho ganado. Pero su corazón era muy
duro, como la piedra. Jamás ayudaba a los pobres. No se acordaba de nadie, ni de su propia
madre, que ya muy viejita vivía en el mismo pueblo.
Un día, durante la cosecha de papas, ella fue a visitarlo. Su mujer, que era otra
avarienta, la vio venir, se
le acercó y le dijo:
—Tu madre viene. Seguramente va a pedirte papas.
El hombre respondió:
—Escóndeme con las matas. Dile que estoy ausente.
El hombre se echó al suelo, y ella lo cubrió con un montón de matas de papas. La
anciana había visto todo. Llegando a la chacra, a su nuera que estaba de pie en un abundante
montón de papas, le preguntó por su hijo.
- No está. Ha viajado lejos - le respondió agresivamente la mujer.
La pobre madre, con el corazón herido, se regresó llorando.
Al rato, la mujer corrió a descubrir a su marido.
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Al levantar las mantas, se llenó de horror. Los brazos y las piernas del hombre se
habían convertido en serpientes que se retorcían.
Desesperado, el infeliz gritó pidiendo perdón a su madre. Pero ella estaba demasiado
lejos y no escuchó sus lamentos.
Asustados los campesinos acudieron. Tras escuchar a la mujer juzgaron que era
castigo de la madre. Quemaron al monstruo. De sus cenizas nacieron infinidad de gusanos
que de inmediato se metieron en las papas donde hasta ahora viven, comiéndose el alimento
de los pobres.
4. ¿Cómo se ocultó?
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5. Cuando su esposa lo destapó, ¿cómo lo encontró?
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