Lecturas 2023
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FRANCISCO MORAZÁN
ANTOLOGÍA
MODULO II
GESTIÓN EDUCATIVA
DIPLOMADO
GESTIÓN DIRECCIÓN Y EVALUACIÓN DE
INSTITUCIONES EDUCATIVAS
Las premisas de trabajo del modelo burocrático se apoyan en la necesidad de generar rutinas de trabajo,
de censurar el desarrollo de criterios propios por parte del operador, privilegiando la organización centralizada,
la planificación detallada de los rituales, y las tareas individuales que se encadenan a través de múltiples procesos
de inspección y control. Para “administrar lo dado” se requieren ciertas certidumbres: de tecnologías, de
mercados, de calidades, certidumbres con las que ya no contamos.
La visión tiene un carácter humanista y se preocupa por la formación en los procesos cotidianos de
trabajo. Encierra una utopía sobre la persona, la organización o la sociedad, aunque nunca la llegue a definir
racionalmente como esperarían los planificadores y los técnicos hacedores de programas. Plantea que el
aprendizaje es posible, que la calidad es alcanzable, que la cooperación es practicable, que la equidad es
construible. Es decir, comunica sueños de grandeza que son intrínsecamente motivadores. El liderazgo convoca
a construir la transformación trascendiendo las conductas y motivaciones utilitarias del hombre para acceder a
su naturaleza altruista. Esto es posible finalmente, porque la utopía no sólo propone un modelo de sociedad
abstracto sino que promete un lugar personal en ella. Así hace de la visión de futuro una misión personal
asumible como vocación y como realización plena de las potencialidades.
El liderazgo construye colectivamente una malla de trabajo, de desempeños, de sueños, de
representaciones, de calidades. El liderazgo sueña grandezas, pero con los pies en la tierra. Desata procesos
específicos que permiten visualizar pequeños logros en el corto y mediano plazo, que apunten a practicar ese
futuro, para aliviar la tensión del “ya pero todavía no”. Nada anula mejor una visión de futuro que la imposibilidad
de crear logros parciales anticipatorios -metas- de los grandes desafíos planteados.
Pueden identificarse prácticas de liderazgo eficaces para convocar y motivar a la gente a emprender cambios
y transformaciones, a orientar el sentido colectivo del hacia dónde vamos y cómo queremos que sea esa realidad
para la que se trabaja.
Las reformas educativas tradicionalmente han descuidado este aspecto de las transformaciones, perdiendo
muchas veces aportes creativos de muchos actores, acarreando la incomprensión de otros, generando rumbos
contradictorios y esfuerzos solitarios. Las transformaciones colectivas requieren trazar el horizonte a alcanzar,
elevar el horizonte de las demandas instaladas y generar procedimientos democráticos para concretarlos. Sin la
intención de agotar estas prácticas de los gestores de lo educativo, interesa plantear en este apartado algunas
de las que no pueden soslayarse al diseñar e implementar los cambios de formas de actuación. Estas prácticas
no son de aplicación lineal o secuencial: son más bien procesos donde el inicio de una no supone que no se pueda
ir generando el despertar de la siguiente. Pueden identificarse las siguientes prácticas que favorecen la
construcción del liderazgo reflexionado sobre la globalidad de los procesos de transformación educativa:
Inspirar la necesidad de generar transformaciones.
Generar una visión de futuro.
Comunicar esa visión de futuro.
Promover el trabajo en equipos.
Brindar orientación que desarrolle el espíritu de logro.
Consolidar los avances en las transformaciones.
Actualizar el aprendizaje y acumular conocimiento.
Compromisos de líderes
¿Cuáles son los compromisos a asumir por aquellos gestores que se desempeñan como líderes?
Diferentes estudios e investigaciones sobre liderazgo de las últimas décadas como las de Jim Kouzes y Barry
Posner muestran cuáles son las características más valoradas por la gente sobre sus superiores. Las respuestas
se centraron en las siguientes puntualizaciones: honesto, progresista, inspirador y competente.
En su libro, Peter Block menciona también las siguientes cualidades: que sea visionario, que ofrezca ejemplo en
su actuación, que asuma su autonomía, que desarrolle la confianza y que sea capaz de inspirar futuro. Por otra
parte, en sus estudios sobre liderazgo educativo, Kirby, Paradise y King, mencionados en el texto de
Gorrochotegui (1997:49) encontraron que los docentes valoran el liderazgo “transformacional”, es decir, el
liderazgo basado en el acompañamiento de los procesos de aprendizaje y mejora educativa. Este autor afirma
“que los docentes valoran el liderazgo que facilita la redefinición de la misión en la gente, la renovación de sus
compromisos y la reestructuración de sus sistemas de metas a lograr, no es ajeno al deseo actual de alcanzar de
manera eficaz los cambios positivos para la escuela y su dirección”. Estos estudios verifican que los docentes
valoran el acompañamiento intelectual para acompañar los esfuerzos de innovación y creatividad, y que valoran
el trabajar con asesores, monitores que les permitan “espejar” la situación de trabajo y elaborar reflexiones
sobre ella. Las actividades o prácticas de liderazgo no son de rápida factura, no se realizan con recetas; son
acciones de gestores que, con gran profesionalidad y reflexión, despliegan el accionar de innumerables actores
educativos. Esa es su potencia, gratificación y responsabilidad.
Liderazgo: Bibliografía
Bibliografía
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Barcelona, Ediciones Paidós Ibérica, 1998.
GORROCHOTEGUI, ALFREDO, Manual de liderazgo para directivos escolares, Madrid, La Muralla, 1997.
Por otro lado, el modelo de la administración escolar suponía que bastaba emitir una notificación para
que los receptores cumplieran inmediatamente con las directivas. Esta creencia se puede visualizar incluso hoy
día cuando se formulan explicaciones sobre acontecimientos (por ejemplo, la pérdida de un examen) basadas en
normas jurídicas (el “deber ser”).
Más allá de esta creencia burocrática muy arraigada, lo cierto es que la eficacia de las notificaciones
para regular el funcionamiento del sistema educativo ha ido disminuyendo conforme se fue ampliando la
complejidad y diversidad del sistema. Hoy, además de intuir, sabemos que la comunicación en un contexto
complejo no puede reducirse a mera notificación, y menos aún se puede suponer que toda notificación es
transparentemente entendida y cumplida de igual forma por todos en todos lados.
Las comunicaciones son cruciales en cualquiera de los nuevos modelos de gestión de la organización
educativa. A través de la red de comunicaciones, los participantes de la gestión están en condiciones de construir
colectivamente un nuevo sistema, orientado por una visión positiva y optimista del futuro, una valoración fuerte
de la innovación en la educación, un acento en el mejoramiento continuo de la
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calidad, una atenta preocupación por mejorar la distribución equitativa del conocimiento, la gestación y sostén
del trabajo en equipo.
Estos son los mensajes centrales que la gestión educativa pone en circulación.
Para ello requiere re-pensar, re-diseñar e iniciar un largo proceso de transformación de las comunicaciones. La
gestión promueve un modelo de comunicación sobre bases consensuadas e incluyentes que permitan avanzar
en el cumplimiento de los desafíos planteados a la educación.
Para activar y complementar las competencias profesionales y personales de todos los actores se requiere que
se desempeñen en una red que los vincule, los dinamice y los haga partícipes hasta de los cambios que ocurren
en los lugares más remotos del sistema.
Queremos destacar cinco pilares de este nuevo modelo de comunicación, a saber:
construir una visión de futuro,
promover el compromiso de los actores,
abrir el sistema,
potenciar y complementar diversos tipos de comunicación,
integrar diversas intencionalidades comunicativas.
La comunicación permite una doble apertura: hacia el entorno del sistema, tanto para emitir como para
recibir comunicaciones de las familias, egresados, actores sociales (empresarios, sindicatos, etcétera). Hacia
dentro del sistema, para fortalecer la integración con comunicaciones recíprocas en las que no sólo todos pueden
hablar con todos, sino que además, todos pueden intercambiar los roles de hablantes y oyentes.
Esta es una buena lección que la teoría de sistemas ha aportado al estudio y diseño de las
comunicaciones. El hermetismo burocrático conllevó a agudizar los problemas
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de entropía del sistema. Por el contrario, una red de acciones comunicativas incorporará permanentemente, y
desde múltiples lugares, nuevos mensajes, desafíos, innovaciones, compromisos, reconocimientos, logros,
señales de calidad y equidad.
Los participantes nunca dejan de comunicar: lo hacen en ambos sentidos, actuando el uno sobre el otro,
bajo la forma de retroacción permanente. Se trata de una circulación constante y no de un envío de
informaciones desde un punto que llamaríamos emisor a otro, el receptor. La comunicación se realiza bajo la
forma de un círculo, en el que las comunicaciones posteriores se refieren, se crean y se interpretan con base en
las anteriores.
La gestión educativa implementa nuevas comunicaciones para transmitir nuevos mensajes en un contexto
de conversaciones permanentes, de actores ya embarcados en comunicaciones formales e informales, todo
dentro de un círculo dinámico y continuo de generación y también de recepción de mensajes. La comunicación
es algo más que lenguaje verbal.
Las comunicaciones se dan en ciclos, círculos, bucles, sistemas, en donde las nuevas comunicaciones se
refieren a viejas comunicaciones. Todo nuevo mensaje es creado o recibido, denotado o connotado, interpretado
o desechado en el contexto de una historia de comunicaciones que ejerce un tipo especial de acción sobre los
nuevos mensajes denominado: retroacción o retroalimentación.
Ésta puede ser conservadora o transformadora. Por tanto, no toda comunicación puede, por su propia
finalidad, lograr el propósito deseado. Requiere esperar los efectos que tendrá sobre el círculo pre-existente de
mensajes. Una nueva idea, un proyecto, un cambio no es aceptado simplemente por el hecho de ser comunicado.
Su efecto generador de cambios estará dado por la forma en que se articula a las comunicaciones preexistentes
y, en particular, en la forma en que los mensajes preexistentes retro actúan sobre el nuevo mensaje. Este es el
aspecto clave de la aplicación de la teoría de sistemas al análisis de las comunicaciones.
En materia de producción de nuevos mensajes, se puede pensar en algunas de las siguientes prácticas:
campañas de publicidad destinadas al mejoramiento de la imagen de la educación,
reuniones localizadas para el cambio de imagen de los sectores más devaluados de la educación,
redes educativas informáticas abiertas (internet educativa) e incorporadas al proceso de
autoaprendizaje, videoconferencias de actualización pedagógica,
grupos de discusión pedagógico-didácticos a través de Internet,
boletines informativos a las familias del primer nivel de EGB para acompañar a los hijos en las tareas de
alfabetización inicial,
revistas de innovaciones pedagógicas desarrolladas localmente con aportes de los profesores y
maestros.
Bibliografía
ACEVEDO IBÁÑEZ, ALEJANDRO; LÓPEZ ALBA, FLORENCIA, El proceso de la entrevista.
Conceptos y modelos, México, LlMUSA, 1981.
¿Puede pensarse la delegación como un medio idóneo para pilotear las organizaciones complejas? ¿Puede la
delegación contribuir a desplegar las competencias colectivas del equipo de trabajo?
¿Qué es delegar? ¿Cómo delegar? ¿Cómo incluir estos procesos como herramientas útiles para superar una
concepción de trabajo en aislamiento y generar una interdependencia con autonomía y un profesionalismo
colectivo?
Este módulo se propone presentar los lineamientos básicos de la delegación como herramienta que reúne los
desafíos de generar una Gestión Estratégica de calidad con el máximo de participación de los actores del sistema
educativo, fortaleciendo así las capacidades técnicas y políticas de quienes tienen a su cargo la gobernabilidad
de las políticas educativas.
¿Cómo delegar?
Cuando se comienza a pensar en abrir la textura de las organizaciones por medio de prácticas de
delegación, algunos interrogantes se plantean rápidamente: ¿todo es delegable?, ¿cuáles son los límites de los
procesos de delegación?, ¿durante cuánto tiempo?, ¿a quién o a quiénes?, ¿cómo explicitar y acordar? Una
primera afirmación de respuesta casi absoluta: no es posible delegar todo. Extender los límites de acción de la
gestión educativa de los equipos de gestión no significa de ningún modo delegar toda la responsabilidad. Las
atribuciones a delegar requieren un estudio claro del campo de trabajo educativo y la clara identificación de lo
Considere qué áreas del trabajo de su organización pueden ser delegadas, tanto porque presentan
grandes logros y fortalezas (proyectos, tareas, etc.) como las que poseen una gran debilidad para lograr sus
objetivos. Discrimine también claramente en este momento aquellas zonas que resultan indefectiblemente
indelegables; las posibles zonas de responsabilidad compartida y las que son claramente responsabilidad de otros
o de múltiples equipos internos o externos a la organización.
5. Contratar y comunicar
Saber delegar implica, fundamentalmente, saber identificar qué situación posibilitará movilizar y
motivar a los integrantes del equipo de trabajo. En esta etapa tiene que surgir un “compromiso acordado” sobre
las acciones conjuntas que realizarán los distintos actores para alcanzar la situación objetivo. Hay que lograr un
consenso con los actores sobre lo que es relevante realizar, cuándo y por qué.
El valor agregado de la delegación
La competencia y las prácticas de delegación integran en sí mismas la gestión y el liderazgo reuniendo
en su realización los propósitos, los valores, la pasión, y la imaginación con los objetivos, con las estrategias de
búsqueda de eficacia. En ese sentido, estas prácticas generan un valor añadido o agregado para los actores y
para el mismo sistema. Pueden distinguirse los siguientes tipos:
Tenga en cuenta que la eficacia final de una delegación se encuentra muy estrechamente ligada a la
capacidad de comunicar sentido y a la capacidad de negociar y contratar. Una
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última apreciación: como delegar no es un simple pasaje de tareas, requiere tiempo y reflexión para organizarla.
Por lo tanto no las realice “en cascada”, sin generar tiempos y espacios para la reflexión o sin la planificación y el
balance de los avances.
En síntesis, la delegación es un medio para aumentar e interconectar las competencias de la
organización con las competencias de los equipos y con las competencias de los individuos. De esta forma, los
tres actores mencionados (organización, equipos e individuos) transforman sus competencias para resolver los
problemas que se presentan, logrando así un más amplio y exitoso desempeño.
¿Pueden las organizaciones educativas seguir soslayando los conflictos que se presentan cotidianamente
tanto en el ámbito de las instituciones escolares como en los niveles de conducción de los sistemas educativos?
¿Puede recuperarse capacidad creativa de los actores, a partir de la resolución de conflictos? ¿Por qué
las estrategias de negociación conducen a la concreción de acuerdos y consensos que amplían la participación de
los actores y generan un más extenso espectro de resultados?
A lo largo de este módulo se busca brindar elementos que contribuyan tanto a la comprensión del
conflicto como al desarrollo de actitudes que sirvan a su resolución. Tres ideas fuerza orientan esta perspectiva.
En primer lugar, la naturalidad del conflicto en las organizaciones; en segundo término, se postula que en todos
los conflictos siempre existe alguna alternativa de negociación; por último, se afirma que la negociación es un
instrumento al servicio de la transformación institucional y el desarrollo organizacional, o sea del aprendizaje
continuo para todos los actores.
Discutir el qué, el para qué y los cómo de la implementación de las políticas con la red de actores que
participan en ella- constituye un componente central de los nuevos modelos de sistemas de resolución de
conflictos propuestos veinte años después del nacimiento del desarrollo organizacional.
Las partes en una negociación pueden pertenecer a la misma organización o a diferentes; y pueden
tener un proyecto en común a raíz de alguna de las siguientes situaciones:
• Al ser parte de la misma organización, están ligados por una relación jerárquica.
• Son parte de la misma organización, tienen igual jerarquía pero tienen una vinculación
funcional.
• Son personas provenientes de distintas organizaciones y están obligadas por normas a llegar a
un acuerdo.
• Son personas provenientes de distintas organizaciones interesadas en realizar acuerdos y
emprendimientos comunes.
La negociación como estrategia supone entonces: un “tema” o intereses en disputa o divergencia entre
dos o más actores que en un posible -o virtual espacio de reunión, intercambio y comunicación se proponen
llegar a un acuerdo común y a un compromiso. Pero el objetivo final de las estrategias de negociación no se
encuentra sólo en el método en sí mismo, sino en los resultados de los acuerdos. Cualesquiera de los métodos
que se orientan a ampliar la capacidad de negociación de la organización, en realidad se preocupan
fundamentalmente por generar acuerdos que extiendan los niveles de intervención y de acción de la institución
para obtener mejores resultados.
Los acuerdos con otros socios o aliados se focalizan en los resultados a lograr por una red más extensa.
Como lo expresa Stephen Covey (1995) “los acuerdos ganar/ganar se centran en los resultados, liberando un
enorme potencial humano individual y creando mayor sinergia”, generando asimismo mayor aprendizaje
organizacional.
• Resolver el conflicto o negociar. Ambas partes acuerdan llegar a un compromiso que satisfaga
a sendos intereses. Se logra así el máximo de intereses por lo que se genera valor agregado, crece la posibilidad
de alcanzar los resultados y la confianza. Hay un mayor desarrollo de las organizaciones. Este sistema busca que
los adversarios y los opuestos se encuentren en la búsqueda de consensos, alianzas y concertaciones en una
solución integradora.
• Pactar. Cuando las cuestiones en danza son de mucha complejidad, puede llegarse a arreglos
generalmente temporales, ya que el tiempo urge y no se llega a crear opciones convenientes para todos. Pactar
o transar no deja de ser un acuerdo de partes iguales, pero en el sentido de que ambas renuncian a parte de sus
expectativas. El problema más serio de esta resolución es que muchas veces nadie sale satisfecho del trato.
• Aceptar o ceder. Es posible aceptar o ceder cuando se está errado en las expectativas o ellas
son muy altas. Así como cuando lo que está en disputa no es relevante, esta cesión posibilitaría aumentar la
confianza y la credibilidad entre las partes. El reparo aquí es ser consciente de que se trata de una estrategia de
negociación y de no perder la autoestima y la consideración de los demás. (Eduardo Surdo, 1998)
• Imponer o enfrentar. Es una estrategia del paradigma ganar-perder, pero puede llegar a ser
necesaria para cuidar cuestiones relevantes, sostener encuadres, proteger el derecho de las mayorías y de la
misión institucional. Puede darse si se tiene el poder, el saber y la competencia. Pero si no se lo tiene, lo único
que puede lograrse es desgaste de la relación. (David Burin, Istvan Karl; Luis Levin, 1995)
• Evitar, retirarse o contener. Puede darse otra serie de opciones a la hora de definir una
estrategia. Evitar es razonable cuando no podemos hacer nada, cuando el conflicto no nos atañe o cuando no es
relevante la cuestión en disputa; o más aun, cuando todavía no poseemos la suficiente información para atender
la situación. Retirarse o abandonar –real o virtualmente- la escena en la que se trata el conflicto, implicará que
no habrá solución aunque de todas formas se estará generando una comunicación o posicionamiento. Contener
es viable y favorable cuando se estén indagando los intereses de los diversos actores, cuando se intente ampliar
la confianza, el espíritu de ganar-ganar y la participación. Pero habrá que desestimar esta estrategia en tiempos
de urgencia para posicionarse y resolver. (Sara Rozemblum, 1998)
• Lograr acuerdos y ponerlos en práctica. Una vez que se identificaron las zonas y los espacios de
resolución de conflictos, llega el momento de consagrar los acuerdos y contratar con detalle el mismo. El apuro
en este momento es mal consejero. La reflexión, la mirada hacia los resultados y el futuro son el reaseguro para
no errar. Los puntos de los acuerdos de resolución tienen que ponerse en marcha, tiempo y calidad: es tiempo
de acción con mayor participación.
Negociación: un proceso para llegar a un intercambio de valor que resulte satisfactorio para los intereses
de todas las partes afectadas.
Las organizaciones -y entre ellas los sistemas educativos- se han desarrollado durante décadas en una
cultura que trató de forma muy particular los problemas que surgían en su administración. Encontrar una
solución a los problemas consistía muchas veces en “normalizarlos”, es decir, tratarlos según las normas y la
lógica que predominaba en el resto de la administración. Dicho en otros términos, dentro de esa cultura, los
problemas eran un contratiempo para el funcionamiento normal.
Sin embargo, la experiencia ha demostrado desde hace tiempo que esta paradoja de “normalidad” y de
“irresolución” termina por atrapar y paralizar. La mayoría de las organizaciones educativas parece no aceptar las
soluciones tradicionalmente implementadas. En un somero recorrido por los estilos más comunes para resolver
las anomalías que se presentan, pueden identificarse algunos esquemas esenciales, entre ellos:
Confundir los síntomas con los problemas. Un problema no es generalmente lo que se manifiesta, así
como la enfermedad no es la alta temperatura. Al confundir el problema con el síntoma, se contribuye a una
simplificación de la situación. Esta lógica sintomática de tratamiento generalmente desemboca en “soluciones”
apropiadas pero que operan entre “falsos problemas”, soluciones que terminan reaccionando muy
negativamente sobre el problema subyacente. Una metodología apropiada de resolución tendría que partir de
trabajar en etapas que le permitan al equipo gestor comprender el problema: seleccionar los indicadores que lo
registran objetivamente, delimitar su manifestación, estudiar su “historia”, analizar y sintetizar sus causas. La
comprensión del problema permitirá abrir nuevas posibilidades de tratamiento, de innovación de procesos, de
mejoramiento de los resultados y de aprendizaje organizacional. Sintéticamente, comprender un problema
supone aprender sobre el problema.
Frente a un problema, aplicar sin más una solución ya elaborada. Al aplicar una solución previamente
elaborada a un problema nuevo, se desconocen las condiciones específicas, sus causas, la singularidad de los
actores involucrados y la efectividad de que el problema se resuelva con esta única solución. Al no generar una
verdadera comprensión del problema, la administración termina sobre utilizando y descontextualizando una
misma solución.
La falta de etapas que permitan crear una estrategia de intervención termina por tener un alto costo en
términos de funcionamiento del sistema. Una solución que no esté relacionada con las causas puede generar
nuevos problemas, es decir, reaccionar negativamente sobre el sistema en su situación inicial. De aquí que,
2. Explicar el problema
La identificación de los factores explicativos del problema es un paso imprescindible para descomponer
y recomponer los aspectos manifiestos y sintomáticos en los procesos que le dieron origen. Definir el problema
y delimitarlo de forma tal de poder reconocer dónde se inicia, dónde ocurre, cómo ocurre y a quiénes afecta. En
este momento, el equipo de gestión se encuentra en condiciones de profundizar la comprensión del problema,
elaborar una explicación satisfactoria y fundamentada de sus causas y, con ello, establecer una primera
cartografía sobre los puntos nodales en los que se puede y debe basar la creación de una estrategia de solución.
La explicación de un problema trasciende los síntomas para indagar las causas. Esta metodología para
la acción tiene por primer propósito construir el problema de forma tal que los diferentes actores implicados
puedan entender y consensuar su delimitación, causas y tiempos.
Explicar el modelo supone indagar sobre las causas que lo componen: requiere una recopilación de
información y una organización conceptual de la información que permitan ver causas. La magnitud de la
investigación previa determinará los requerimientos de aportes interdisciplinarios necesarios para desarrollar el
análisis.
• El método de los seis interrogantes. Para comenzar a ordenar las manifestaciones del problema,
se utilizan estas preguntas: ¿Cuál es el problema? ¿Cuándo sucede? ¿Cómo sucede? ¿Dónde sucede? ¿Por qué
existe? ¿A quiénes afecta?
• La lista de 20 causas. Se realiza preparando una lista amplia de causas potenciales: el objetivo
básico es expandir los posibles factores que comúnmente se mencionan como generadores del problema. El
listado de causas tiene que ser luego depurado para seleccionar las más importantes y con ellas comenzar a
formular un modelo para la intervención, reconociendo que no todas las causas potenciales tienen el mismo
peso en la determinación de un problema.
• El diagrama de Pareto. Es una técnica gráfica útil para observar los problemas. Posibilita
centrarse en los problemas y determinar prioridades, tomar decisiones. Para ello una vez planteado el problema,
habrá que tabular los datos, expresarlos en el diagrama colocando las causas (por ejemplo: A, B, C, D, E, F) en el
eje horizontal y las observaciones en el vertical.
El equipo se aboca en este momento a proponer soluciones. El desafío es lograr una diversidad de ideas
de acciones, de procedimientos, roles, proyectos, equipamientos, apoyaturas, que puedan contribuir al
mejoramiento de la situación actual y que a la vez permitan avanzar hacia la situación propuesta como ideal.
Este es el tiempo en que se requiere el máximo de creatividad. Enfrentados a un problema,
generalmente se tiende a abreviar la búsqueda de soluciones; la más típica es proponer una y luego completar
una lista de tres con “ideas de relleno”. En realidad, una vez que pensamos tener una buena idea nos cuesta
mucho pensar en otras. Sin embargo, la gestión educativa requiere ampliar la calidad de las soluciones. Entre las
técnicas más utilizadas para idear soluciones pueden identificarse:
• La “lluvia de ideas” (ya mencionada en etapas anteriores).
• El “sistema ideal”. Consiste en no considerar en este momento las restricciones, sino desplegar
al máximo las posibilidades y utopías, lo que permitiría visualizar el máximo de realización a alcanzar.
• La analogía. Consiste en estudiar cómo se han solucionado problemas en ámbitos -absoluta y
hasta a simple vista disparatadamente- distintos a nuestro problema. Rescatar nuevas formas de plantearse las
interrogantes, de visualizar nuevos horizontes, etcétera.
• La matriz FODA. El análisis de fortalezas, oportunidades, debilidades y amenazas en la situación
problemática es un instrumento heurístico que en esta etapa nos posibilitaría recuperar al máximo las
oportunidades y las fortalezas que se presentan alrededor del problema. De esta forma, ampliamos nuestros
márgenes de intervención reduciendo amenazas y debilidades.
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• Transformaciones creativas. Esta técnica genera alternativas de las siguientes formas:
agrandando el problema, reduciéndolo, magnificándolo, invirtiéndolo, etcétera.
En una lista con, por ejemplo, veinte o más ideas de solución alternativas, habrá un buen margen de
variación como para seleccionar ideas originales y creativas, un aporte de calidad al proceso de mejoramiento.
Será válido interrogarse sobre las alternativas y sobre las posibilidades que ellas plantean.
4. Decidir la estrategia
La cuarta etapa en esta metodología de resolución de problemas tiene por objetivo decidir cuál es la
estrategia más efectiva para lograr el mejoramiento de la situación actual, y lo primero a destacar de este asunto
es que no existe una única mejor estrategia. La mejor estrategia es aquella que relaciona el problema a resolver,
es decir, que parte del reconocimiento de las mayores debilidades del sistema o de la situación y que, apoyándose
en las fortalezas, reconoce ese “punto crucial” que posibilitaría una profunda transformación y acrecentaría la
capacidad institucional de lograr sus propósitos. Estrictamente, la decisión elige una estrategia -o un conjunto
de ellas- definiendo cuándo se hará, quién lo realizará, cómo se llevará a cabo, con qué presupuesto e
identificando asimismo qué ayudas se requerirán.
Es una decisión que tiene varios aspectos complejos. Entre ellos, los criterios que permiten afirmar que
una solución es mejor que las restantes. El proceso de elección empieza sintetizando en un cuadro las distintas
estrategias alternativas de solución que se han ido proponiendo y elaborando a lo largo de los pasos de la etapa
anterior. Una visión sintética de estos aspectos involucrados puede obtenerse auxiliándose con el gráfico que
permite observar el grado de generalidad e integralidad de las diversas estrategias elaboradas.
Esta elección es básicamente una evaluación que se denomina “ex-ante” o de “factibilidad”. El equipo
gestor debe aplicar un conjunto de criterios explícitamente definidos y seleccionados para evaluar las bondades
y potencialidades de cada una de las estrategias propuestas para lograr el mejoramiento de la situación. Una
primera cuestión es acordar los criterios de decisión. A veces, en la toma de decisiones, los diferentes criterios o
premisas que se utilizan no son claros o no se manifiestan nunca explícitamente; en otras ocasiones, lo que difiere
no son los criterios mismos sino el peso diferente de cada uno a la hora de evaluar las alternativas de
intervención.
Esto podría llegar a transformarse fácilmente en un obstáculo que impide lograr un acuerdo sobre la
mejor estrategia a implementar.
Es por ello conveniente que en el segundo paso de esta etapa se elabore una lista con hasta cinco
criterios de evaluación con los que se lograría consenso entre los integrantes del equipo de gestión.
Los criterios específicos de evaluación de cada estrategia de resolución tienen relación con la naturaleza
misma del problema. Dentro de estos, un criterio importante es el de integralidad de la estrategia; con esto se
hace alusión a que las propuestas de solución tengan previsto desarrollar acciones para los distintos actores
implicados y/o afectados por el problema. Así,
5. Diseñar la intervención
El diseño de la intervención es la programación cuidadosa y minuciosa de todas las acciones, roles,
recursos, decisiones auxiliares, plazos, instrumentos, métodos y asesoramientos necesarios para llevar adelante
el proceso de mejoramiento.
Diseñar la intervención: objetivos, pasos heurísticos.
Hasta aquí, el problema ha sido comprendido y se han identificado y seleccionado las estrategias que
más efectivamente podían incidir en su resolución.
Es el momento en que esa estrategia debe ser transformada en programa para la acción, con sus tareas,
roles y plazos.
Este es un momento de lo que básicamente se denomina "ingeniería". Las propuestas de solución han
sido progresivamente enriquecidas en su proceso de discusión, al punto que más que soluciones puntuales
tenemos una estrategia, es decir, un camino de aproximaciones sucesivas que nos permitirá avanzar desde la
situación actual hasta la situación deseada, a través de una serie de logros intermedios.
6. Desarrollar la intervención
Esta metodología general de resolución de problemas que se expuso hasta aquí, transitó dos fases
fundamentales: la comprensión del problema y la creación de una estrategia para su resolución. El acento en la
primera fase ha sido puesto en comprensión del problema en toda su complejidad; hemos distinguido entre
síntomas y causas, y entre causas próximas y causas remotas.
En la segunda fase se enfatizó la creación de una alternativa de intervención capaz de apoyarse en las
fortalezas, de minimizar los obstáculos y de fundar consensos.
La tercera fase es precisamente la de resolución del problema o la del desarrollo de la intervención y es
el momento clave en esta metodología.
La resolución de los problemas educativos requiere que se comunique de modo convincente que la
estrategia es un camino posible de transformación. Es por ello que el proceso de implementación necesita
prácticas de liderazgo del equipo gestor, para motivar e inspirar el sentido de la transformación propuesta en
todos los actores. Las comunicaciones escritas, verbales y, sobre todo, aquellas que se comunican con la
conducta, son parte esencial de la puesta en marcha de una transformación.
Bibliografía
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En el ámbito educativo, se efectuó en Francia, entre 1987 y 1988, un estudio que trascendió
fronteras: el de Jacques Lesourne (1993) publicado como Educación y Sociedad. Los desafíos del año
2000. Su propósito fue “formular las cuestiones a plantear a mediano y largo plazo para preparar el
futuro del sistema educacional francés”. Además de la perspectiva que despliega el informe, es
remarcable la capacidad que ha tenido para señalar los principales puntos de la reforma educativa que
se viene desarrollando en ese país desde esos años.
Métodos de la prospectiva
En este apartado no se pretende agotar la metodología de la prospectiva ni formar para
realizarlas, sino presentar el desarrollo del perfil instrumental de estos estudios para comprender sus
desafíos. Por ello es relevante señalar las cuatro etapas de todo estudio prospectivo:
I. Retrospectiva-diagnóstica, que se lleva a cabo con la construcción de grillas de
análisis para generar una primera aproximación al sistema en estudio.
II. Prospectiva-diagnóstica, en la que se utilizan, entre otros métodos, el de
escenarios.
III. Normativa, que se desarrolla para determinar cuáles son los futuros deseados.
IV. Estratégica, en la cual se realiza la elección de escenarios y las acciones a
encarar relacionadas con las variables estudiadas.
Básicamente, Michel Godet (1992) presenta diversas metodologías para la prospección del
futuro. Una de las técnicas más utilizadas para pensar y analizar las evoluciones más probables del
futuro es el método de escenarios, que permite una descripción
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sistémica sobre futuros cualitativamente diferentes y describe los caminos posibles que los relacionan
con la situación de origen.
Utiliza variables cualitativas y cuantitativas y considera las diversas dimensiones de la
organización en estudio. En la elaboración de los escenarios se construye un conjunto coherente de
hipótesis para identificar las posibles y diferentes situaciones que se pueden presentar, de manera tal
de prepararse para afrontarlas. Estos procesos estimulan el análisis de las estrategias con el fin de lidiar
con la incertidumbre. Se estudian las alternativas de futuro para identificar las situaciones extremas,
sobre las cuales la organización tiene muchas veces poco o nada de control. Se identifican tanto las
oportunidades como las amenazas o trabas para el desarrollo de la organización.
Gestión y
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Anticipación
Toma de decisiones
El trabajo de gestión plantea riesgos para todo responsable de pilotear procesos complejos de
gran responsabilidad social. Las sucesivas crisis y transformaciones han instalado una dinámica de
trabajo que tiende a promover una lectura fragmentada de las situaciones y que termina por imponer
el peso del corto plazo. La situación puede así devenir fácilmente caótica; la imaginación, amarrada y
gran parte del trabajo tornarse improductivo. Los esfuerzos, por desmesurados que sean, no "lucen" y
no hay tiempo para captar sus impactos.
Otra consecuencia de este esquema de trabajo que se instala rápidamente es que olvida
también los tiempos y espacios necesarios para consensuar acuerdos con la sociedad sobre los
problemas y sobre la elección de las posibles alternativas para su resolución.
Por su parte, "anticipar" proviene del latín anticipare: ante, “antes” y capere, “tomar”. Hacer
que algo ocurra o tenga efecto antes del tiempo regular o señalado.
La anticipación adquiere sentido si se la vincula con la proposición de acciones y,
fundamentalmente, si forma parte del proceso sistemático de toma de decisiones. Es común decir que
un ítem de suma relevancia para gestores educativos es el relacionado con crear y disponer de
información relevante y oportuna sobre el sistema que conducen. Y para avanzar en este punto puede
afirmarse que hace falta información y conocimiento sobre el sistema.
Trabajar sobre una colección de datos raramente posibilitará generar políticas de impacto y
capacidad de resolución.
Trabajar sólo considerando el pasado como informante de los posibles trayectos futuros
puede, hoy más que nunca, generar estancamiento y fracaso.
Incorporar la anticipación a los procesos de toma de decisiones puede resultar fructífero si se
tienen en cuenta algunas consideraciones.
En primera instancia, si se incorpora la anticipación como elemento esencial de la reflexión
estratégica, si la anticipación integra el proceso del diseño de acciones por parte de los equipos de
gestión. La anticipación, en este sentido, puede ser considerada como un ver y analizar antes de decidir,
planificar o proyectar la acción. Como se muestra en la figura siguiente, la anticipación contribuiría a
plantearse: ¿De dónde venimos?, ¿hacia dónde vamos? Y definir con mayor claridad ¿qué hacer?
Este módulo pretende ser una guía para favorecer y hacer posible la puesta en marcha de un trabajo
más interactivo entre todos los actores del quehacer educativo. En especial, se trata de impulsar cambios en las
formas y los criterios de trabajo de los responsables de la gestión educativa.
De alguna forma, este módulo intenta responder a las siguientes preguntas: ¿Qué es el trabajo en
equipo? ¿Cuáles son sus fortalezas? ¿Qué ofrece esta perspectiva de pensar los ámbitos de trabajo? ¿Qué
consideraciones hay que tener en cuenta para su puesta en marcha y desarrollo? Y, finalmente, ¿cómo puede
promoverse y organizarse el trabajo en equipo?
Este módulo se propone así impulsar estilos más adecuados a los actuales desafíos y promover formas
de trabajo más dinámicas, menos rígidas y burocráticas, que terminan por desmotivar a quienes participan en el
quehacer educativo. En definitiva, se intenta resolver cómo el trabajo en equipo posibilita recuperar valores
primordiales a la esencia del ser humano y cómo potencia el desarrollo de un mayor impacto de la gestión
educativa.
Conocimiento y colaboración
Trabajo en equipo
El trabajo en equipo es una modalidad de articular las actividades laborales de un grupo humano en
torno a un conjunto de fines, de metas y de resultados a alcanzar. El trabajo en equipo implica una
interdependencia activa entre los integrantes de un grupo que comparten y asumen una misión de trabajo.
Mientras el trabajo en equipo valora la interacción, la colaboración y la solidaridad entre los miembros,
así como la negociación para llegar a acuerdos y hacer frente a los posibles conflictos; otros modelos de trabajo
sólo dan prioridad al logro de manera individual y, por lo tanto, la competencia, la jerarquía y la división del
trabajo en tareas tan minúsculas que pierden muchas veces el sentido, desmotivan a las personas y no siempre
han resultado eficientes.
El trabajo en equipo se caracteriza por la comunicación fluida entre las personas, basada en relaciones
de confianza y de apoyo mutuo.
Se centra en las metas trazadas en un clima de confianza y de apoyo recíproco entre sus integrantes,
donde los movimientos son de carácter sinérgico. Se verifica que el todo es mayor al aporte de cada miembro.
Todo ello redunda, en última instancia, en la obtención de resultados de mayor impacto.
Los equipos son un medio para coordinar las habilidades humanas y generar con acuerdo respuestas
rápidas a problemas cambiantes y específicos.
El término equipo deriva del vocablo escandinavo skip, que alude a la acción de "equipar un barco". De
alguna forma, el concepto evoca al conjunto de personas que realizan juntas una tarea o cumplen una misión;
su uso supone también la existencia de un grupo de personas que se necesitan entre sí y que se "embarcan" en
una tarea común. A partir de este origen etimológico, y por extensión, puede decirse en el contexto de este
módulo que trabajar en equipo implica la existencia de:
•un objetivo, una finalidad o una meta común;
•un grupo de personas comprometidas con esa convocatoria;
•un grupo de personas con vocación de trabajar en forma asertiva y colaborativa;
•una convocatoria explícita generadora de intereses movilizadores y de motivaciones aglutinantes;
•la construcción de un espacio definido por un saber-hacer colectivo (espacio donde se pueden
identificar situaciones problemáticas, juzgar oportunidades, resolver problemas, decidir acciones, llevarlas a
cabo y evaluarlas);
•una comunicación fluida entre los miembros del equipo y su entorno;
•una instancia efectiva para la toma de decisiones;
•una red de conversaciones, comunicaciones e intercambios que contribuyen a concretar una tarea y
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•un espacio de trabajo dotado de las capacidades para dar cuenta de lo actuado.
En síntesis, un equipo está constituido por un conjunto de personas que deben alcanzar un objetivo
común mediante acciones realizadas en colaboración.
Antes de proseguir resulta preciso efectuar dos advertencias. Una: no necesariamente todo equipo de
trabajo supone trabajo en equipo; dos: no todos los miembros del equipo tienen las mismas características ni
actúan de la misma manera.
En relación con la primera de las situaciones aludidas, puede afirmarse que no todos los equipos de
trabajo operan efectivamente en equipo; generalmente, se considera como equipo a toda unidad de
funcionamiento que lleva adelante una tarea concreta o a una estructura creada para cumplir funciones. Pero
no todo agrupamiento implica que se trabaje en equipo. Aun cuando se actúe en el mismo espacio geográfico,
se trabaje para el mismo programa o departamento o coincidiendo en el mismo tiempo, esto no alcanza para
afirmar que se está trabajando en equipo. Porque ello implica a un grupo humano, a un conjunto de personas
que están comprometidas con una finalidad común o proyecto que sólo puede lograrse con un trabajo
complementario e interdependiente de sus miembros.
Con respecto a la segunda advertencia, es preciso considerar que los equipos están integrados por
individualidades con sus propias características.
Esto es, debe reconocerse que no todos los miembros tienen las mismas competencias, niveles de
compromiso, intereses, proyección, etc. Por lo tanto, debe esperarse de los diferentes miembros aportes
distintos. Un equipo de trabajo no adquiere un buen desempeño porque se halle integrado por buenos
integrantes, sino más bien porque los conjuntos de las individualidades logran desarrollar una modalidad de
vinculación que genera una red de interacciones capaz de desplegar una dinámica colectiva que supera los
aportes individuales.
Así, en el equipo consolidado, el todo es más que la suma de las partes; su resultado es sustancialmente
distinto a la simple sumatoria del aporte de cada miembro.
Motivar la transformación de la cultura de trabajo: El espíritu del trabajo en equipo es una cuestión que
puede desarrollarse progresivamente. Se requiere de destrezas, aptitudes y competencias profesionales de las
personas. Pero se requiere también del encuadre institucional que así lo estimule y valore. En el marco de un
proceso que promueva la horizontalidad de las estructuras y motive la transformación de la participación de los
actores, el trabajo en equipo precisa valores que estimulen el desarrollo de un carácter democrático en las
acciones, los comportamientos y las relaciones con los demás.
Precisa asimismo la conformación de una ética comunicativa que posibilite articular los aportes entre las
individualidades y el conjunto.
Las redes de equipos suponen flujos de personas que tienen la capacidad de resolver las situaciones y
problemas que se presentan a lo largo y ancho de la organización. Cuando el trabajo colaborativo se pone en
marcha, produce una potente red de relaciones e interacciones siempre y cuando se disponga de confianza,
comunicación y respeto por las personas. Es relevante para ello valorar la información, como medio para el
cambio y como energía básica del trabajo colaborativo.
Articular el trabajo alrededor de proyectos: Una estrategia que puede incentivar el desarrollo del
trabajo en equipo es la modalidad denominada trabajo por proyectos. Esta consiste en federar a la persona o a
los equipos alrededor de proyectos con claridad las metas que se proponen o los resultados que se desean
alcanzar y plantear. Entre otras razones, esta modalidad permite identificar claramente para qué se desarrolla
el proyecto, lo que a su vez posibilita realizar una clara convocatoria, reunión e identidad del grupo profesional
que se desempeñará en él.
Es posible instaurar la lógica de trabajo por proyectos, tanto en unidades funcionales que ya se vienen
desempeñando como tales –los equipos permanentes como en los equipos ad hoc que se reúnen para
implementar acciones más puntuales o a término. Es posible instaurar la lógica de trabajo por proyectos, tanto
en unidades funcionales que ya se vienen desempeñando como tales –los equipos permanentes- como en los
equipos ad hoc que se reúnen para implementar acciones más puntuales o a término.
Desde la perspectiva del equipo de gestión provincial, la puesta en marcha de proyectos implica la
articulación de siete etapas fundamentales que comprenden e incluyen diferentes fases y acciones; pero esto no
supone que los procesos que de ellos se derivan deban contemplarse de forma lineal, cronológica y sucesiva
Valorizar las reuniones de trabajo en equipo: Una problemática que puede generarse en esta transición de una
cultura de trabajo individual a una cultura que valora un profesionalismo colectivo es la de no desarrollar
estrategias coherentes con los cambios que se busca cristalizar.
Uno de los más evidentes problemas que pueden presentarse es el relacionado con las oportunidades
de trabajo en equipo: los espacios de reunión.
La re significación de los espacios de reunión es una estrategia potente para propiciar un trabajo en
colaboración. Sin duda, su mayor desafío es superar, por un lado, la tiranía de las urgencias que generalmente
viven los equipos de gestión; y, por otro, el volver a recrear estos espacios como instrumentos eficaces para
generar claridad de metas, mayores consensos y valorizar la argumentación y el aprendizaje.
Bibliografía
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