Los 7 Dolres de Maria

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¿CÓMO SE REZA?

La Corona Dolorosa o los Siete Dolores consiste en acompañar


a María en los dolores que padeció antes, durante y tras la Pa-
sión y Muerte del Señor, meditando cada uno de los siete mo-
mentos desde la profecía de Simeón durante la presentación
en el templo hasta la soledad de la Santísima Virgen, tras la se-
pultura del Señor.
Por eso al rezar cada Avemaría es muy importante que, ce-
rrando nuestros ojos y poniéndonos a su lado, tratemos de vivir
con nuestro corazón lo que experimentó su corazón de madre
en cada uno de aquellos momentos tan dolorosos de su vida.
Es habitual que el arte haya representado estos siete dolores
de la Virgen María, por lo que nos puede ser de ayuda tener en
la mano imágenes de los mismos, para que puedas recordar e
imaginar su dolor.
CONSIDERACIONES FINALES
La práctica de la Corona Dolorosa o Siete Dolores, pues, viene a
arrancar en la edad media y se halla muy extendida entre los
cristianos. Es necesario meditar y conocer bien la vida y per-
sona de Cristo, pero también su Pasión y Muerte, para facilitar
la identificación con Él a que estamos llamados todos los hom-
bres.
Esta devoción es de gran importancia para la vida cristiana. Nos
da la oportunidad de contemplar los dolores de la Santísima
Virgen antes, durante y tras la Pasión y Muerte de Jesús, nues-
tro Salvador; y comprenderemos que el dolor tiene un sentido,
pues ni a la misma Virgen María, la Madre tres veces admirable
(por ser Hija de Dios Padre, Madre de
A R C H I C O F R A D Í A D E L A SANGRE
Dios Hijo y Esposa de Dios Espíritu Santo) Dios la libró del CORONA DOLOROSA
mismo. Si María, que no tenía culpa alguna, experimentó el do- ~ Acompañando a nuestra madre ~
lor, ¿por qué no nosotros? LOS SIETE DOLORES
CORONA DOLOROSA Al finalizar
Nos proteja Santa María, y nos guíe benigna por el camino de la
Al comenzar vida. Amén.
Por la señal de la santa cruz de nuestros enemigos líbranos, Se-
ñor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espí- Oración final
ritu Santo. Amén. Oh Dios, Tú has querido que la vida de la Virgen fuera marcada
por el misterio del dolor; concédenos, te rogamos, recorrer con
Oración inicial Ella el camino de la fe y unir nuestros sufrimientos a la Pasión
Dios mío, te ofrezco esta corona de los dolores principales de de Cristo para que sean motivo de gracia e instrumento de sal-
María, para mayor gloria vuestra, y para venerar a María Santí- vación. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
sima, meditando y compartiendo en Ella sus dolores. Alcán-
zame la gracia del perdón de mis culpas y una verdadera dispo-
sición para obtener las gracias prometidas a los que se ocupan
en este santo ejercicio.

Acto de contrición
Señor mío, Jesucristo, me arrepiento profundamente de todos
mis pecados. Humildemente suplico tu perdón y por medio de
tu gracia concédeme ser verdaderamente merecedor de tu
amor, por los méritos de tu Pasión y Muerte y por los dolores
de tu Madre
santísima

Después de cada dolor


... (un) Padrenuestro...,
... (siete) Avemaría…………,

V/. Corazón doloroso, Inmaculado y Dulcísimo de María.


R/. Ruega por nosotros.

(Si queremos hacer una reflexión más breve,


podemos rezar después de cada dolor un único Avemaría)
Séptimo Dolor: Sepultura del Señor y Primer Dolor: La profecía de Simeón
Virgen María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que Virgen María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que
sentiste sentiste

al enterrar a tu Hijo; Él, que era Crea- cuando Simeón te anunció


dor, Dueño y Señor de todo el uni- que una espada de dolor atravesaría tu
verso, era enterrado en tierra; llevó su alma por los sufrimientos de Jesús,
humillación hasta el último momento; y en cierto modo,
y aunque Tú supieras que al tercer día te manifestó que tu participación en nues-
resucitaría, el trance de la muerte era tra redención como corredentora
real; tan caro pagó nuestro rescate sería a base de sufrimiento;
por nuestros pecados. Y tú, Madre te acompañamos en este dolor.
nuestra Y, por los méritos del mismo,
adoptiva y corredentora, haz que seamos dignos hijos tuyos y
que le acompañaste en todos sus sepamos imitar tus virtudes.
sufrimientos y ahora te quedaste sola,
llena de aflicción;
te acompañamos en este dolor. Segundo Dolor: La huida a Egipto
Y, por los méritos del mismo, concédenos a cada uno de Virgen María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que
nosotros la gracia particular que te pedimos. sentiste

cuando tuviste que huir


precipitadamente tan lejos,
pasando grandes penalidades,
sobre todo, al ser tu Hijo tan
pequeño; que ya al poco de
nacer, era perseguido de muerte el que
precisamente había venido a traernos
vida eterna; te acompañamos en este do-
lor. Y, por los méritos del mismo,
has que sepamos huir siempre de las ten-
taciones del demonio.
Tercer Dolor: El niño Jesús perdido Quinto Dolor: La crucifixión del Señor
Virgen María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que Virgen María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que
sentiste sentiste

al perder a tu Hijo; al ver la crueldad de clavar los clavos


tres días buscándolo angustiada; en las manos y pies de tu amadísimo
pensando qué le habría podido ocurrir Hijo,
en una edad en que todavía dependía y luego al verle agonizando en la cruz,
de tu cuidado y de San José; para darnos vida a nosotros, tú misma
te acompañamos en este dolor. Y, también te sentirías morir de dolor en
por los méritos del mismo, aquel momento; te acompañamos en
haz que los jóvenes no se pierdan por este dolor. Y, por los méritos del
malos caminos. mismo, no permitas que jamás mura-
mos por el pecado y haz que podamos
recibir los
frutos de la redención.

Cuarto Dolor: La calle de la Amargura Sexto Dolor: La lanzada y el descendimiento


Virgen María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que
Virgen María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que
sentiste
sentiste
al ver a tu Hijo cargado con la cruz,
al ver la lanzada que dieron en el
cargado con nuestras culpas; Él, que
corazón de tu Hijo; sentirías como si la
era creador de la vida y que aceptó
hubieran dado en tu propio corazón;
por nosotros sufrir este desprecio de
y Tú, que habías tenido en tus brazos
ser condenado a muerte de cruz;
a tu Hijo sonriente y lleno de bondad,
sufrió y se humilló hasta lo indecible,
ahora te lo devolvían muerto, víctima
para levantarnos a nosotros del
de nuestros pecados; te acompaña-
pecado; te acompañamos en este
mos en este dolor. Y, por los méritos
dolor. Y, por los méritos del mismo,
del mismo, haz que sepamos amar a
haz que seamos dignos
Jesús como Él nos amó.
vasallos de tan gran Rey
y sepamos ser humildes como Él lo
fue.

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