Sintesis Derecho Constitucional UCASAL
Sintesis Derecho Constitucional UCASAL
Sintesis Derecho Constitucional UCASAL
QUINTA PARTE: LA DISTRIBUCION TERRITORIAL DEL PODER. EL FEDERALISMO ARGENTINO. EL ESTADO FEDERAL
Conceptos preliminares. Antecedentes históricos del Federalismo Argentino. Clases de normas existentes en el
Ordenamiento Jurídico Argentino. Relaciones jurídicas típicas de la estructura federal. Las Provincias. Los Municipios.
Las Regiones. Los establecimientos de utilidad nacional. Los Territorios Nacionales. La Ciudad Autónoma de Buenos
Aires. La Intervención Federal. Jurisprudencia relacionada. Actividades
El Derecho Constitucional
Es la disciplina que estudia el conjunto de normas de competencia suprema que en cada Estado sirven de
fundamento de validez normativa al resto del ordenamiento jurídico. Este conjunto de normas comprende: el
reconocimiento de los derechos y libertades fundamentales de los individuos y establece los órganos de gobierno
con sus atribuciones y responsabilidades limitados por la declaración de derechos y el sistema de controles.
Decimos que da el fundamento de validez a todo el orden jurídico pues establece cuáles son los órganos creadores
de normas y cuál es su procedimiento, a partir del cual se elaborarán el resto de las normas jurídicas de ese Estado,
teniendo en cuenta que las declaraciones de derechos y libertades y las competencias de los poderes: son el límite
de todo el orden normativo.
La mayoría de los autores suele hacer una subdivisión del derecho constitucional, distinguiendo entre:
Derecho Constitucional formal: es aquel cuyo contenido y sustento se encuentra en la constitución escrita o
codificada, denominada "constitución formal'. La Constitucional formal es aquella referida a un conjunto de normas
jurídicas que indican como debe ser ejercido el poder político de un Estado.
Derecho Constitucional material: es aquel cuyo contenido se basa en la realidad social de un Estado y no en una
norma escrita. Estudia la constitución real de una sociedad, denominada "Constitución Material”. La Constitución
material es aquella referida al sistema político real de un Estado.
En Derecho suele hablarse de fuentes para precisar cuáles son las que originan su contenido. Puede haber desde
fuentes formales escritas (como las leyes), hasta materiales no escritas (como la costumbre).
¿Cuáles son las fuentes del Derecho Constitucional en general, y del Derecho Constitucional Argentino en particular,
a las que deberíamos prestar atención para conocerlo plenamente?
La ley: Indudablemente la primera y más importante fuente del Derecho Constitucional es la norma constitucional.
También debemos tener presente algunos Tratados Internacionales sobre Derechos Humanos (en el caso argentino
especialmente aquellos que poseen jerarquía constitucional conforme el art. 75 inciso 22). Y deben estudiarse
también para conocer el Derecho Constitucional algunas leyes que reglamentan artículos de la Constitución -si bien
esas leyes no poseen jerarquía constitucional-. Por ejemplo, las leyes que regulan el dictado de los decretos de
necesidad y urgencia o el Consejo de la Magistratura.
La costumbre: Denominamos costumbre a normas jurídicas no escritas. Ellas surgen de prácticas sociales reiteradas
frente a las cuales la sociedad adquiere conciencia de su obligatoriedad. En el caso del Derecho Constitucional
Argentino podríamos mencionar como ejemplo algunas cuestiones relativas al procedimiento de reforma
constitucional que no surgen expresamente del artículo 30, como que la reforma sea declarada por el Congreso a
través de una ley. Esto siempre ha sido así y podemos presumir que ya se trata de una costumbre constitucional.
La jurisprudencia: Es el conjunto de las decisiones constantes y uniformes de los tribunales, y en especial de la Corte
Suprema de Justicia de la Nación, intérprete final del texto constitucional. No se trata de pronunciamientos aislados
o excepcionales. En esta materia debe prestarse especial atención a la jurisprudencia, ya que las normas
constitucionales suelen estar redactadas en términos muy generales - precisamente para perdurar a lo largo del
tiempo- y la interpretación realizada por los jueces a través de la jurisprudencia se vuelve esencial para poder
comprender el alcance y contenido de los preceptos constitucionales.
La doctrina: Es el conjunto de opiniones que brindan los juristas especializados desde los libros, las cátedras
universitarias y/o todo medio de comunicación social. Es una fuente indirecta que no posee carácter obligatorio,
pero debe ser tenida en cuenta para poder tener un conocimiento pleno de la materia.
El Constitucionalismo
Podemos definir al constitucionalismo como el proceso histórico y político que procura el respeto de la libertad y la
dignidad del hombre. Para conseguir esos fines utiliza como medios o instrumentos jurídicos a las constituciones
escritas y a las declaraciones de derechos, así como a la vigencia del principio de división de poderes.
Esta evolución comprende y surge del desarrollo político y cultural de cada pueblo. Sus antecedentes más remotos
los podemos encontrar en algunos textos jurídicos medievales, que pretendían poner límites a los gobernantes.
Ejemplo de ello son la Carta Magna inglesa de 1215 o el Fuero de Aragón de 1283.
El constitucionalismo procura la finalidad de: limitar la autoridad real, garantizar las libertades individuales y
organizar la estructura del Estado en base al principio de división de poderes.
Se concretó con el establecimiento de documentos jurídicos denominados constituciones, que contenían de manera
escrita las normas (a excepción de Inglaterra), dividida en artículos, con categoría de supremas sobre el resto del
ordenamiento legal, es decir que sobre ellas se sustentaba todas las normas del sistema.
El constitucionalismo es entonces la representación jurídica de las luchas del hombre por su libertad frente al Estado
y por su igualdad frente a los demás hombres.
Por ende, las funciones de las constituciones han sido: limitadoras de poder y garantizadoras de los derechos
fundamentales de la persona humana.
Como decíamos, para su estudio Constitucionalismo ha sido dividido en tres períodos:
Constitucionalismo Liberal: El constitucionalismo liberal se desarrolló en Europa occidental y América a partir del
siglo XVIII, a partir de las llamadas “Revoluciones Atlánticas” -Inglaterra 1688, Estados Unidos 1776 (Constitución
sancionada en 1787) y Francia 1789. Se pasa del Estado Absolutista al El Estado de Derecho, es decir el estado
jurídicamente organizado bajo un orden legal.
La difusión del constitucionalismo se produce a partir de las ideas de Montesquieu respecto de la separación y
equilibrio de los poderes para evitar el gobierno despótico, estas ideas tuvieron su máxima expresión en la
elaboración en 1787 de la Constitución de los Estados Unidos, la más antigua de las constituciones vigentes, con un
poder legislativo representado en el Congreso, un poder ejecutivo en el Presidente y el poder judicial independiente
con la Suprema Corte y los tribunales inferiores.
Esta etapa se desarrolla en estrecha vinculación con el proceso de nacionalización del Estado impulsado por las
nuevas ideas o la Ilustración del siglo XVIII y el liberalismo del siglo XIX.
La Ilustración reconoció al individuo y la sociedad como preexistentes al Estado y le asignó los derechos inalienables
del hombre: libertad, igualdad, fraternidad, trabajo, seguridad, propiedad, libre expresión.
Como garantía sostuvo la necesidad de la división de poderes o funciones.
El liberalismo derivado de la ilustración y consolidado a lo largo del siglo XIX consideró al hombre y a la libertad como
los ejes fundamentales de la organización social y política. El Estado tenía por finalidad garantizar la seguridad, la
justicia y el orden, debía asegurar la más amplia libertad de comercio y el libre juego de la oferta y demanda en los
mercados, absteniéndose de intervenir en las actividades privadas de los hombres
Entre otros principios, del Constitucionalismo liberal podemos mencionar a los siguientes: el Estado debía tener una
constitución formal y escrita, debía proclamar y asegurar como derecho inviolable la propiedad privada, establecía
un orden político que favorecía a la burguesía, adoptaba un sistema representativo para la elección de los
gobernantes, reconocía las libertades y garantías individuales, así como la igualdad ante la ley.
Después de la sanción Constitución de Estados Unidos el Constitucionalismo empezó a difundirse en diversas partes
del mundo. Se aprobaron constituciones en Francia (1791, 1793, 1848), España -Cádiz-
1812, Brasil 1824, Uruguay 1830, Chile 1833 y Argentina 1853, entre muchas otras.
Constitucionalismo social: de la orientación liberal de los orígenes del constitucionalismo se da un viraje, un cambio,
hacia el denominado constitucionalismo social, que agrega a los clásicos derechos individuales, (civiles y políticos) los
derechos sociales, económicos y culturales.
Esto se produce por las consecuencias sociales de la Revolución Industrial, la cual introdujo profundos cambios en la
economía y el ejercicio del poder, la organización del capitalismo industrial, a partir de las libertades (libertad de
trabajar sin regulaciones específicas, libertad de comercio sin limitaciones), originó una mayor concentración de la
riqueza en manos de la burguesía. Esto implicó la consolidación de otra clase social, el proletariado, que vivía en una
extrema pobreza impuesta por las condiciones laborales existentes. La igualdad formal que declaraban las
constituciones contrastaba con las enormes diferencias sociales y las condiciones de vida de los proletarios. Los
reclamos y las luchas obreras iniciados en las sociedades industrializadas de occidente plantearon un problema de
difícil solución: la cuestión social. Intelectuales, políticos y dirigentes obreros comenzaron a buscar propuestas para
superar el orden individualista del liberalismo y asegurar un orden social más justo.
Los primeros aportes provinieron del socialismo, doctrina que proclamaba la primacía de la igualdad sobre la libertad
y proponía una distribución más equitativa de los bienes materiales. También debemos destacar en este sentido el
aporte de la Iglesia, a través de las Encíclicas Papeles, como la Rerum Novarum, de 1891.
Mencionaremos varias características del constitucionalismo social. El Estado asumió un papel protagónico en la vida
económica y social, con funciones de planificación social e intervención en la distribución de los bienes. Cambió el
concepto de igualdad, pasó a ser una igualdad sustancial, es decir, la igualdad de oportunidades en el ejercicio de los
derechos, quedando a cargo del Estado garantizar un mínimo de condiciones para que todos puedan ejercer esos
derechos.
La participación política se amplió, consolidándose el sufragio universal para elegir representantes y en muchos
casos las formas semi directas o participativas de democracia, como el plebiscito y el referéndum. En especial se
promovió la dignificación del trabajo y los trabajadores con el reconocimiento de los derechos a un salario digno, al
descanso y vacaciones pagadas, huelga, etc.
Las normas que incorporaron las constituciones para resolver los problemas de la “cuestión social”, comprenden,
además del reconocimiento de derechos de los trabajadores, los derechos a la seguridad social (cobertura ante
enfermedades, protección a la maternidad, acceso a la vivienda , a la educación) y los derechos de las organizaciones
sindicales y de los representantes de los trabajadores, ya sea en defensa de los intereses de sus integrantes, la
posibilidad de negociaciones o de tomar medidas de fuerza, como la huelga.
Entre las primeras constituciones con disposiciones económico sociales encontramos la Mexicana de 1917 y la de
Weimar de 1919. Luego se fueron sucediendo reformas en muchos Estados, como por ejemplo Austria (1920) y la
Segunda República Española (1931). También se aprobaron constituciones con este tipo de normas en América
Latina, como en Cuba (1940) y Argentina (1949). La consolidación del constitucionalismo social en la Argentina se dio
con la incorporación del artículo 14 bis, en la reforma constitucional de 1957.
Como consecuencia de los terribles y desgarradores violaciones a los Derechos Humanos producidos en la Segunda
Guerra Mundial, en la segunda mitad del S.XX comienza una producción de declaraciones y convenciones
internacionales de los Derechos Humanos.
Se pasa entonces a considerar a los derechos constitucionales como derechos humanos, que deben ser garantizados
no solamente por los estados nacionales sino también por toda la comunidad internacional.
Son consagrados e incorporados a constituciones y normas internacionales los llamados “derechos de tercera
generación” como, por ejemplo, disposiciones en favor de minorías étnicas, culturales o sociales; el derecho a la paz;
el derecho al desarrollo económico y social, los derechos a la protección del consumidor y a un medio ambiente
sano, entre muchos otros.
Estos nuevos derechos fueron paulatinamente incorporados a las Constituciones durante las décadas finales del siglo
XX. En el caso de Argentina se incorporaron con la reforma Constitucional de 1994.
El proceso del constitucionalismo argentino es prolongado y complejo. Dentro de las normas y hechos más
destacados podemos enumerar: La Revolución de Mayo: El 25 de mayo de 1810 se produjo la Revolución de Mayo
que trajo como consecuencia la formación de la Primera Junta de Gobierno, reemplazada luego por la Junta Grande
y después por el Triunvirato. Ya desde estos comienzos se sancionaban normas que consagraban derechos
individuales y limitaban el accionar del Estado, como por ejemplo el Decreto de Seguridad Individual de 1811.
La Asamblea del Año XII: El Triunvirato hizo un intento de organizar el país convocando a la Asamblea del año XIII,
ésta no pudo sancionar la constitución esperada ni declarar la independencia, pero tomó algunas decisiones
importantes como el reconocimiento de los símbolos patrios, la libertad de vientres, de los títulos de nobleza y de los
elementos de tortura.
El Directorio: Posteriormente se reemplazó al Triunvirato por un Directorio. Las instituciones estaban organizadas
por el Estatuto
Provisional de 1815 y el Reglamento Provisorio de 1817. En 1816 se convocó a un Congreso en Tucumán que declaró
la Independencia de las Provincias Unidas.
La Constitución Unitaria de 1819: El Congreso de Tucumán se trasladó a Buenos Aires y sancionó una Constitución en
1819. La norma fue rechazada por las provincias por ser centralista, unitaria y aristocrática y volvieron los
enfrentamientos entre Buenos Aires y el resto de las provincias, que culminaron en 1820 con la disolución del
gobierno nacional.
Los Pactos Interprovinciales: Producto de las negociaciones de las diferentes provincias, que habían asumido su
gobierno, se celebraron Pactos confederativos que estructuraron institucional y jurídicamente al territorio argentino.
Entre ellos podemos mencionar al Tratado del Pilar (1820), al de Benegas (1820), al del Cuadrilátero (1822) que
proponía entre otras cuestiones la reunión de un Congreso en Buenos Aires con la finalidad de dictar una
Constitución.
El Congreso de 1824 y la Constitución de 1826: Este Congreso creó la institución presidencial y designó a Rivadavia
en ese cargo y sancionó la Constitución de 1826, unitaria y centralista. Las provincias la rechazaron nuevamente.
Entretanto se estaba desarrollando la guerra con el Brasil y la suma de problemas internos y externos produjo la
caída del presidente Rivadavia y la continuación de las luchas internas.
El Pacto Federal (1831): Es uno de los “pactos preexistentes” mencionados por el Preámbulo de nuestra
Constitución. Fue otro acuerdo de carácter confederativo, aprobado en el contexto de la guerra civil entre federales
y unitarios. Convocaba sin fecha precisa a un “Congreso Federativo” a los fines de sancionar una Constitución. De
alguna manera funcionó como norma suprema organizativa de la Confederación durante el desempeño de Rosas
como gobernador de Buenos Aires.
Batalla de Caseros. Acuerdo de San Nicolás. Constitución Nacional: Derrotado Rosas en Caseros (03/02/1852), se
firma el Acuerdo de San Nicolás (31/05/1852), que convocaba a un Congreso General Constituyente en Santa Fe.
Este Acuerdo es otro “pacto preexistente” muy relevante. Por desavenencias entre Urquiza, vencedor de Rosas en
Caseros, y los bonaerenses, la Provincia de Buenos Aires no participó del Congreso que aprobó la Constitución
Nacional en mayo de 1853. Esa provincia se unió a la Nación posteriormente, luego de la Batalla de Cepeda y la firma
del Pacto de San José de Flores, en 1859 y la Reforma Constitucional de 1860.
Otros antecedentes de la Constitución de 1853. Personajes influyentes: Podemos mencionar como Antecedentes
Nacionales de la Constitución a los ya citados precedentemente, y citar como norma extranjera muy influyente a la
Constitución de los Estados Unidos de 1787. También fueron tenidas en cuenta las Constituciones de Francia (1795),
Cádiz (1812) y Chile (1833). Desde el punto de vista doctrinario sobresale indudablemente el aporte de Juan Bautista
Alberdi, autor de “Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina” (1852), texto
que fue muy tenido en cuenta por los Constituyentes de 1853, en especial por Juan María Gutiérrez. Junto con este
último se destacaron sus sesiones los convencionales José Benjamín Gorostiaga y Mariano Fragueiro.
La Constitución. Concepto
Tipo Historicista: define a la constitución como "el producto del desarrollo histórico de una determinada sociedad".
No necesita ser escrita, ya que se basa en la tradición. Por ende, para este modelo la constitución no tiene por qué
ser una norma. La constitución forma parte del mundo del ser, no del deber ser. Todos los países tienen la suya, y es
fruto de sus costumbres y tradiciones.
Tipo Sociológico: se refiere a la constitución como "el régimen político actual de una sociedad"; es decir la vigencia
de su constitución material. Este criterio apunta sobre todo a la forma en la cual se organiza la sociedad a partir de la
interacción de sus factores de poder en la actualidad. La constitución entonces se relaciona con el mundo del ser, no
con el deber ser, pero no tiene por qué depender de las costumbres o tradiciones.
Como puede advertirse, para que una constitución tenga validez, legitimidad y vigencia es preciso que reúna todas
las características mencionadas anteriormente.
Otro relevante jurista, Carl Schmitt, elaboró un concepto decisionista o existencial-decisionista de constitución. Para
Schmitt la constitución es el ordenamiento político que dicta o decide quién tiene el poder en un estado. No es una
norma, es una decisión fundamental. Por ello debe distinguirse entre constitución y ley constitucional. Aquí es
relevante la voluntad -por eso la noción de decisionismo- y se reniega de la idea racional normativa de constitución -
más propia del liberalismo constitucional-.
Finalmente, Hermann Heller sostuvo un concepto dialéctico-plenario de constitución. Para ello habló de una relación
o interacción permanente entre la constitución jurídica o formal (normatividad constitucional) y la realidad
constitucional, la constitución sociológica o material (normalidad constitucional). Para Heller un concepto completo
de constitución debe abarcar tanto la norma escrita -el deber ser-, como la realidad de las instituciones -el ser-.
Clasificación de las Constituciones
Escrita: cuando las normas constitucionales se encuentran escritas en una o varias normas jurídicas.
No escrita: se basa casi totalmente en la tradición y en la costumbre.
Codificadas: cuando la constitución se encuentra reunida en una sola norma jurídica escrita.
No codificada o dispersa: cuando la constitución se halla en varias normas jurídicas diferentes, pudiendo, además no
ser totalmente escrita.
Rígida: es aquella constitución que para ser reformada necesita un procedimiento diferente al que se necesita para
reformar las leyes comunes. (Art. 30 C.N.).
Flexible: es aquella constitución que puede ser reformada mediante el mismo procedimiento que se utiliza para
reformar las leyes comunes.
Pétrea: es aquella constitución que no se puede modificar. Es más bien un concepto teórico.
Formal: es aquella referida a un conjunto de normas jurídicas que indican como debe ser ejercido el poder político
de un Estado.
Material: es aquella referida al sistema político real de un Estado, tiene que ver con la práctica social de la normativa
constitucional.
Programáticas: Son aquellas normas que necesitan de otra norma posterior que las reglamente y las haga funcionar
plenamente. Por ejemplo, el art. 114 CN que ordena el dictado de una ley que regule el Consejo de la Magistratura y
complemente el artículo.
Debemos indicar que, más allá de esta distinción, ambos tipos de normas son normas jurídicas y, como tales, poseen
“fuerza normativa” u obligatoriedad, conforme lo sostiene Germán Bidart Campos.
Interpretación Constitucional
Interpretar el sentido de una norma implica tratar averiguar o desentrañar su sentido o significado. La tarea
interpretativa o hermenéutica es fundamental en el mundo jurídico. En este sentido podemos mencionar a la
interpretación doctrinaria, que es la que realizan los juristas o especialistas en alguna rama del derecho, y en
especial a la interpretación judicial, que es la que realizan los jueces en sus sentencias. Siguiendo el criterio clásico de
la interpretación de la ley, elaborado por el jurista alemán Savigny en el siglo XIX, se suele hablar de reglas o criterios
(“métodos”) de interpretación. Entre ellas podemos señalar las siguientes:
Interpretación gramatical o literal: es cuando la interpretación de las normas surge del análisis gramatical de las
palabras utilizadas en el texto.
Interpretación histórica: es cuando aquel que debe interpretar la norma intenta descubrir cuál fue la voluntad del
legislador en el momento que la creó.
Interpretación teleológica o finalista: esta regla indica que el intérprete debe indagar acerca de cuál es el propósito o
intención de la norma para poder comprender su sentido.
Interpretación armónica o sistemática: este criterio aconseja no interpretar las normas en forma aislada dentro del
ordenamiento jurídico o dentro de su propio contexto específico. Por ejemplo, no puede conocerse el sentido de un
artículo de la Constitución sin tener presente otros artículos que se relacionan con él.
Interpretación estática u originalista: Este criterio, muy frecuente dentro del derecho constitucional, nos indica que
la norma debe interpretarse ateniéndose al significado que tuvo en el momento de su elaboración o sanción.
Interpretación dinámica o constructivista: Por el contrario, este criterio nos sugiere interpretar la norma con el
sentido o alcance que se le da a su letra en la actualidad, y no en el momento de su sanción.
La Constitución Argentina es escrita y codificada. Desde el punto de vista doctrinario se distinguen dos grandes
partes: la dogmática (declaraciones, derechos y garantías) y la orgánica (organización del poder).
Fue sancionada en 1853 y reformada en 1860, 1866, 1898, 1949 (esta
reforma fue derogada), 1957 y 1994.
Cuenta con 129 artículos. Comienza con un Preámbulo, en el cual se expresa que el poder constituyente (poder que
crea o modifica una constitución) está en manos del pueblo, quien lo ejerce a través de sus representantes, y se fijan
los valores o fines para los que se sanciona la norma constitucional (unión nacional, afianzar la justicia, etc.).
Tiene una primera parte con dos capítulos: Declaraciones, derechos y garantías (arts. 1 a 35) y Nuevos derechos y
garantías (arts. 36 a 43). Y una segunda parte, Autoridades de la Nación, que tiene dos títulos. El primero de ellos se
denomina Gobierno Federal, y contiene una sección sobre el Poder Legislativo (arts. 44 a 86), otra sobre el Poder
Ejecutivo (arts. 87 a 107), otra sobre el Poder Judicial (arts. 108 a 119) y otra sobre el Ministerio Público (fiscales y
defensores, art. 120). El segundo título se llama Gobiernos de Provincia (arts. 121 a 129). Luego de ello encontramos
las llamadas Disposiciones Transitorias (son 17) que articulan la entrada en vigor de las diferentes disposiciones
incorporadas en 1994. La mayoría de ellas han cumplido su objeto, pero solamente pueden ser derogadas por una
nueva reforma constitucional.
Podemos pensar la estructura constitucional también a partir de los principios organizativos dispuestos en el artículo
1°. Allí se establece que la Nación adopta para su gobierno la forma representativa, republicana y federal.
Cuando se habla de forma representativa esto tiene que ver con que en la Argentina no hay una democracia directa
sino indirecta, ya que el pueblo gobierna a través de sus representantes (arts. 1 y 22). Este principio se ha visto
modernizado por la incorporación en 1994 de formas de democracia semidirecta, que le permiten al pueblo tomar
decisiones de gobierno (art. 39 iniciativa popular y 40 consulta popular). Cabe decir también que la Constitución
Histórica u Originaria (llamamos así al texto original de 1853 más la reforma de 1860, que permitió la incorporación
de la provincia de Buenos Aires a la Nación) no mencionaba la palabra democracia. El término fue mencionado por
primera vez en la Constitución en el artículo 14 bis (“organización sindical libre y democrática”) incorporado en 1957.
Y la reforma de 1994 habla de modo más amplio por ejemplo de “sistema democrático” (arts. 36 y 38) al regular la
defensa del orden constitucional y los partidos políticos, y de “orden democrático” (art. 75 inciso 24) al establecer lo
referido a la aprobación del Congreso de los Tratados Internacionales de integración.
Con respecto a la llamada forma republicana, lo relevante es tener en cuenta cuáles son las características de dicha
forma para el orden constitucional argentino. Uno de ellos es el gobierno representativo, ya visto en el párrafo
precedente.
Otro es la soberanía popular, que podemos encontrar en el Preámbulo y también en la elección popular de las
autoridades políticas de la Nación (Diputados art. 45, Senadores art. 54 y Presidente y Vice arts. 94 a 98). Además, se
menciona expresamente a la soberanía del pueblo y la forma republicana de gobierno como fuente de derechos
implícitos o no enumerados (art. 33).
También tenemos a la división de poderes como un elemento central del orden constitucional republicano.
Precisamente la división de poderes puede entenderse como una técnica constituyente que busca garantizar la
libertad individual mediante la desconcentración del poder y sus atribuciones. En este sentido podemos enumerar
distintas divisiones del poder. Una primera es entre el poder constituyente y los poderes constituidos (Poder
Legislativo, Ejecutivo y Judicial).
Otra es la llamada división horizontal del poder, que la encontramos en el establecimiento de los Poderes Legislativo
(art. 44), Ejecutivo (art. 87) y Judicial (art. 108). Esta división es llamada también orgánica. La división horizontal del
poder se ve acentuada en la Argentina por la forma presidencial de gobierno. En este sentido podemos ver que la
Constitución le impide al Congreso cederle totalmente sus facultades al Presidente (otorgarle la llamada “suma del
poder público” art. 29) y que el Presidente ejerza funciones judiciales (art. 109).
Otra división del poder es la llamada vertical, que la hallamos en la división del poder entre la Nación y las provincias,
que son autónomas y pueden dictar su propia normativa mientras respeten la soberanía nacional y el orden federal
(arts. 5 y 121 entre otros). Esta división es propia del federalismo.
La división de poderes conlleva la existencia de controles entre los mismos. La división no implica entonces una
departamentalización en compartimentos estancos, sino una interrelación coordinada. Hablamos del llamado
“sistema de frenos y contrapesos”, que busca el equilibrio y los controles mutuos entre los poderes
gubernamentales. En este sentido nos encontramos en primer lugar con los llamados controles interórganos u
horizontales, como por ejemplo el veto presidencial (control del Poder Ejecutivo al Poder Legislativo, art. 83), el
juicio político (control del Poder Legislativo a los Poderes Ejecutivo y Judicial) y el control judicial de
constitucionalidad (control del Poder Judicial a los Poderes Ejecutivo y Legislativo). También existen los llamados
controles intraórganos, que se dan dentro de un mismo órgano del poder, como por ejemplo el proceso de
formación y sanción de las leyes que implica la intervención de ambas Cámaras del Congreso (arts. 77 a 84) o la
existencia de los recursos judiciales que permiten la revisión de las sentencias dictadas en primera instancia por un
tribunal superior o de Alzada (por ejemplo, una Cámara de Apelaciones).
Y finalmente hay controles verticales como por ejemplo los derivados del federalismo (por ejemplo, la intervención
del Estado Federal en las provincias, artículo 6). O también aquellos controles de tipo social que vienen desde afuera
del aparato estatal, tales como la actividad de los partidos políticos, del cuerpo electoral al votar o de la opinión
pública.
Estos últimos controles verticales se relacionan con la separación entre el Estado y la Sociedad y el pluralismo social.
También la forma republicana implica la periodicidad de los mandatos políticos (Diputados art. 50, Senadores art. 56
y Presidente y Vice art. 90) ya que no hay mandatos políticos de carácter vitalicio.
Se puede mencionar como otra característica distintiva del orden republicano la publicidad de los actos de gobierno
(que encontramos por ejemplo cuando se ordena publicar por la prensa lo resuelto por el Congreso al insistir en la
sanción de una ley vetada por el Presidente, art.
83). Esto se encuentra relacionado con el derecho al acceso a la información pública regulado tanto en el orden legal
(ley 27275) como reglamentario (decreto 1172/2003).
Otro elemento distintivo de una república es la responsabilidad de los funcionarios públicos, que se verifica no
solamente en los procesos electorales, sino también en los procesos de destitución como el juicio político (art. 53) o
el previsto para los jueces federales inferiores a la Corte Suprema (arts. 114 y 115).
También relacionamos el concepto con el llamado Estado de Derecho, concepto de origen alemán que implica la
subordinación de las conductas de gobernantes y gobernados al ordenamiento jurídico vigente, establecido a partir
de la Constitución. Esto tiene que ver también con la pretensión de “racionalizar” la actividad de los poderes de
gobierno, tal como lo explica Jorge Vanossi. Un ejemplo de esto es el llamado principio de legalidad establecido en el
artículo 19, el cual prescribe que nadie está obligado a hacer lo que no manda la ley ni puede ser privado de lo que
ella no prohíbe.
Nos encontramos finalmente con la adopción del federalismo. Hablamos no de una forma de gobierno (como sería la
república) sino de una forma de estado, es decir de un modo de organizar el poder estatal en función del territorio.
Aquí cobra importancia la mayor o menor descentralización del poder, lo que nos permite encontrar formas
centralizadas (estados unitarios), o descentralizadas (estados federales). En el caso Argentino la Constitución
establece una forma descentralizada, federal, donde conviven un Estado Federal soberano con Provincias
autónomas (pueden dictar sus propias normas, pero deben respetar el orden federal y no pueden separarse del
Estado Federal). Las provincias preexisten jurídicamente a la Nación y conservan sus atribuciones no delegadas al
Estado Federal a través de la Constitución (arts. 1, 5 y 121 entre otros).
Jurisprudencia relacionada
Un ejemplo de cómo la Corte Suprema de Justicia de la nación, intérprete final de la Constitución Nacional, concibe a
nuestro modelo de gobierno lo podemos encontrar en el fallo “Rizzo, Jorge Gabriel” del año 2013. En dicha causa se
cuestionaba la constitucionalidad de la ley 26.855 que establecía la elección popular de diferentes estamentos del
Consejo de la Magistratura. Allí el Máximo Tribunal dijo: “Que en primer término es necesario recordar que de
acuerdo la forma republicana representativa de gobierno que establece nuestra Constitución (artículos 1° 22), el
poder se divide en tres departamentos con diferentes funciones formas de elección, pero cuya legitimidad
democrática es idéntica. La actuación de los tres poderes del Estado Nacional encuentra como limite el respeto al
proyecto de república democrática que establece la Constitución Federal (articulas 1°, 31, 36). Los mandatos de su
texto han sido establecidos por el poder constituyente del pueblo, por esa razón condicionan la actividad de los
poderes constituidos. El obrar del Estado debe entonces estar dirigido al más amplio acatamiento de los principios,
declaraciones, derechos garantías reconocidos en el pacto fundacional de los argentinos.” Conclusión, podemos
concluir que nuestra Constitución posee una estructura que puede inferirse a partir de lo dispuesto en su artículo 1°,
consistente con el liberalismo constitucional del siglo XIX y enriquecido con aportes del constitucionalismo social en
sus tendencias clásicas y actuales, esto último aportado por las reformas constitucionales de 1949, 1957 y 1994.
Conforme a ello se organiza jurídicamente a la Nación en el marco del Estado de Derecho, reconociendo y
estableciendo derechos y garantías y dividiendo y organizando el Poder dentro de un Estado Federal.
El Preámbulo es una guía que nos permite interpretar los fines que tuvieron los constituyentes al dictar la
Constitución, pero no forma parte de su articulado. También encontramos allí quién es el titular del poder
constituyente. En nuestro caso es el pueblo de la Nación, y la dicta por medio de sus representantes. Por eso
hablamos de titularidad y ejercicio del poder constituyente.
Es sumamente importante la relación entre las normas jurídicas y los valores y principios que sustentan o
representan. A ello no escapa, por supuesto, la norma constitucional. Si se parte desde una concepción filosófica
trialista del derecho se puede afirmar que el mundo jurídico se construye a través de una relación entre hechos o
conductas, normas y valores. Estos principios y valores han sido incorporados al texto tanto por la Constitución
originaria de 1853-60 como por las posteriores reformas constitucionales y deben orientar el accionar de los
gobernantes.
En este orden de ideas cabe afirmar que la última reforma constitucional, realizada en 1994 fue muy generosa en la
incorporación de valores al llamado por Bidart Campos “techo ideológico” de la Constitución Nacional.
Si quisiera hacerse una enumeración de principios y valores constitucionales debe empezarse necesariamente por el
Preámbulo.
Allí se señalan los siguientes objetivos: constituir la unión nacional, afianzar la justicia, consolidar la paz interior,
proveer a la defensa común, promover el bienestar general y asegurar los beneficios de la libertad.
Cumplen la función de ser, al mismo tiempo, valores y fines o propósitos del constituyente originario.
¿Existen valores implícitos en el ordenamiento constitucional? Para Bidart Campos ello es así. El jurista menciona
entre ellos al orden, la solidaridad, la dignidad del ser humano, etc.
Podemos afirmar en este sentido que el artículo 14 bis, incorporado en la Reforma Constitucional de 1957, reforzó
los principios de dignidad de la persona y de su trabajo y la justicia social.
En este orden de ideas, puede señalarse que el orden que defiende la Constitución es precisamente el orden
democrático, que lleva implícito también un conjunto de valores. Esto se desprende de algunas normas incorporadas
en la reforma de 1994, como el artículo 36 que habla de “orden institucional” y “sistema democrático”, del artículo
38 que menciona al “sistema democrático”, y el 75 inciso 24 que habla de “orden democrático”.
Es precisamente esta última reforma constitucional la que amplía el plexo axiológico constitucional a través de varias
disposiciones incluidas en la parte orgánica. La mayoría de ellos surge del artículo 75, al cual podemos definir como
el núcleo axiológico de la Constitución reformada. Entre otras podemos mencionar a la igualdad real de
oportunidades y de trato (inciso 23), los derechos humanos (inciso 22), el desarrollo humano (incisos 17 y 19), el
progreso económico con justicia social (inciso 19), la identidad y pluralidad cultural (inciso 19), entre muchos otros.
También hay valores y principios que se desprenden de otros artículos de la parte orgánica, como por ejemplo el
regionalismo (artículo 124).
Debemos concluir que este conjunto de principios y valores que la Constitución reconoce no debe pensarse como
una serie de meros consejos retóricos sin fuerza normativa, sino todo lo contrario. Ellos deben ser la guía jurídica del
accionar tanto del gobierno como de la sociedad.
Deben ser tenidos en cuenta por el Congreso cuando sanciona una ley. Y los jueces, al dictar sentencia, deben
interpretar los preceptos constitucionales aplicando los principios y valores previstos por la Constitución.
El Poder Constituyente
El Poder Constituyente es la competencia, capacidad o energía para constituir o dar constitución al Estado, es decir
para organizarlo. El concepto es también definido por el constitucionalista Alberto Spota como “poder político que
se juridiza al normarse”. La doctrina constitucional reconoce dos tipos o clases de poder constituyente. El concepto
fue expresado por primera vez por el abate Emmanuel Sieyès en su obra “¿Qué es el Tercer Estado?”, escrita en
1789. El poder constituyente originario es aquel poder que se ejerce en la etapa fundacional del Estado para dictar la
primera constitución. Su ejercicio no tiene límites de derecho positivo. Puede tener otro tipo de límites o
condicionamientos provenientes, de las circunstancias sociales, culturales o el Derecho Natural. El poder
constituyente derivado es aquel poder que se ejerce para reformar la Constitución de un Estado. Este poder sí tiene
límites provenientes del derecho positivo. Son aquellos que establece la constitución originaria. Pueden ser de forma
(por ejemplo, mayorías necesarias para realizar la reforma y su procedimiento) o de fondo (por ejemplo, las llamadas
cláusulas pétreas, es decir la prohibición de reformar ciertos temas o artículos). Una consecuencia de la existencia
del poder constituyente es la división entre el poder constituyente, el que crea o reforma la constitución, y los
poderes constituidos, que son aquellos poderes creados por la constitución, como los Poderes Legislativo, Ejecutivo y
Judicial. En el caso de nuestro país podemos hablar de grados de poder constituyente. El primer grado es el que
ejerce el Estado Nacional, el segundo el que poseen las provincias, que son autónomas, pero deben respetar los
principios constitucionales al organizarse, tal como lo prescriben los arts. 5 y 31. Y el tercer grado está en cabeza de
los municipios, subordinados a los principios de la Constitución Nacional y de la Constitución de la provincia a la que
pertenecen.
El derecho constitucional distingue entre cláusulas y contenidos pétreos. Las primeras son disposiciones expresas
que impiden la modificación de alguna norma constitucional en particular. Los segundos son temas que se
consideran irreformables, es decir que los contenidos pétreos no son expresos, sino que están implícitos. Y, por
consiguiente, dependen de quien se encuentre interpretando la constitución. El artículo 30 es claro al disponer que
la Constitución puede reformarse en todo o en parte. Por lo cual gran parte de la doctrina nacional sostiene que no
hay en el derecho constitucional argentino ni cláusulas ni contenidos pétreos. Sin embargo, el reconocido
constitucionalista Germán Bidart Campos sostuvo la existencia de contenidos pétreos, cuya esencia no podía ser
suprimida, por ser los principios esenciales de nuestro ordenamiento jurídico. Para el autor esos contenidos son: la
forma federal de estado, la forma republicana de gobierno, la democracia como sistema que implica la plena
vigencia de los derechos humanos y el teísmo, es decir la afirmación constitucional de la existencia de Dios (tal como
se dice en el Preámbulo).
Reforma de 1860: La Constitución fue reformada, para permitir la incorporación de Buenos Aires y sellar la unidad
Nacional. No se respetó la cláusula pétrea temporaria que impedía la reforma durante 10 años (la Constitución había
sido aprobada en 1853). Esto lleva a sostener a Bidart Campos que en la Argentina se produjo un ciclo abierto de
poder constituyente originario, que comienza en 1853 y termina en 1860. La reforma fue muy amplia, y fortaleció el
federalismo.
Reforma de 1866: Su objetivo fue nacionalizar los derechos de exportación.
Reforma de 1898: Esta reforma tuvo el objetivo de aumentar el número de ministros del Presidente, que pasaron de
5 a 8. También se modificó la base poblacional para elegir diputados nacionales, y a la vez posibilitar al Congreso
Nacional el reajuste de la representación 35 del pueblo en la Cámara de Diputados mediante la realización de
censos.
Reforma de 1949: Durante el gobierno del General Perón la Constitución tuvo una amplia modificación. El proceso
reformador fue duramente impugnado por los partidos políticos opositores, a punto tal que la Unión Cívica Radical
se retiró de la Convención Nacional Constituyente. En dicha reforma se incorporaron al texto constitucional derechos
sociales en favor de los trabajadores y los ancianos, se estableció la función social de la propiedad y un modelo de
dirigismo económico con gran participación estatal, así como la posibilidad de la reelección indefinida del Presidente
de la Nación.
Reforma de 1957: Derrocado el gobierno peronista por un golpe militar, este gobierno de facto derogó la
Constitución de 1949 y reimplantó la vigencia de la Constitución de 1853 con las reformas de 1860, 1866 y 1898.
Luego de ello convocó a una reforma constitucional para introducir derechos sociales, lo cual se realizó con la
incorporación del artículo 14 bis, que consagró derechos para los trabajadores, los gremios y estableció los principios
de la seguridad social.
Reforma de 1994: El presidente Menem y el principal líder opositor, Raúl Alfonsín, acordaron en el llamado Pacto de
Olivos una amplia reforma constitucional. Esto fue plasmado por el Congreso a través de la ley 24309. En su
conjunto, la reforma no cambió los principales contenidos de la Constitución de 1853, aunque modificó parte de la
estructura institucional e incorporó nuevos derechos, a partir del reconocimiento de jerarquía constitucional a los
tratados internacionales sobre derechos humanos. El acuerdo, posteriormente convertido en la Ley 24.309, incluyó
un núcleo de coincidencias básicas, como: elección directa del Presidente y Vicepresidente e inclusión del ballotage;
elección directa de tres senadores (de los cuales uno debería representar a la minoría); elección directa del Jefe de
Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires; reducción del mandato presidencial a cuatro años; única
posibilidad de reelección presidencial; creación del cargo de Jefe de Gabinete de Ministros; creación del Consejo de
la Magistratura; acuerdo del Senado por mayoría absoluta para la designación de los jueces de la Corte Suprema.
Supremacía Constitucional. Concepto.
La Supremacía Constitucional es definida como la "doctrina según la cual, las normas de la Constitución Nacional
prevalecen sobre todas las demás normas". Hablamos entonces de la supra legalidad constitucional. La norma
constitucional es la norma jurídica que fundamenta y fundante del ordenamiento jurídico.
Este concepto es de gran relevancia, ya que deriva de la noción de poder constituyente, y la diferencia entre poder
constituyente y poderes constituidos, y además fundamenta la necesidad del control de constitucionalidad,
precisamente para defender esa supremacía.
Como enseña el constitucionalista Alberto Dalla Vía, la supremacía constitucional es el correlato jurídico del
concepto político de soberanía estatal. Todo estado soberano tiene una constitución suprema.
En diversas ocasiones, se ha utilizado la expresión “súper ley” para hacer referencia a las constituciones. Con esto se
quiere decir que tales normas son “algo más” que una ley común e implica varias consecuencias:
La constitución está por encima del orden jurídico general.
No sólo se ubica en su cúspide, sino que lo preside y fundamenta.
Todas las demás normas del sistema se derivan y deben estar conforme a ella.
Se construye un orden jerárquico en el que las normas de menor rango deben ser acordes a las de mayor rango
(leyes, decretos, resoluciones, actos administrativos, etc.).
- Se deben implementar mecanismos de control para evitar violaciones a dicho orden.
La constitución es una norma rígida, en el sentido de que son necesarios procedimientos especiales o más
dificultosos para su modificación.
Es posible, por lo tanto, graficar al orden jurídico como una pirámide en la que la Constitución está ubicada en su
cúspide, y todas las demás normas están por debajo. Cada escalón es derivación razonada y razonable del anterior.
La Constitución Nacional establece expresamente el principio de supremacía constitucional en su artículo 31: “Esta
Constitución, las leyes de la Nación que en su consecuencia se dicten por el Congreso y los tratados con las potencias
extranjeras son la ley suprema de la Nación; y las autoridades de cada provincia están obligadas a conformarse a ella,
no obstante, cualquiera disposición en contrario que contengan las leyes o constituciones provinciales, salvo para la
provincia de Buenos Aires, los tratados ratificados después del Pacto de 11 de noviembre de 1859.”
De su sola lectura surge la existencia de un bloque de normas formado por la “Constitución, las leyes de la Nación
que en su consecuencia se dicten por el Congreso de la Nación y los tratados con las potencias extranjeras”, el que es
“la ley suprema de la Nación” y al que “las autoridades de cada provincia están obligadas a conformarse”. Es decir
que, en lo que a las provincias respecta, el orden jurídico federal, está por encima de cualquiera de sus decisiones,
incluso de la Constitución provincial respectiva. Esto es llamado por Alberto Dalla Vía el bloque de legalidad federal
(que no debe confundirse con el llamado “Bloque de constitucionalidad”).
Recordemos la imagen de la pirámide. Si leyéramos sólo el artículo 31, en su cúspide deberíamos ubicar el orden
federal completo. Pero debemos agregar lo que establecen los artículos 27 y 28. Del artículo 27 se desprende que los
tratados internacionales se encuentran jerárquicamente por debajo de la Constitución, ya que la norma prescribe
que: “El Gobierno federal está obligado a afianzar sus relaciones de paz y comercio con las potencias extranjeras por
medio de tratados que estén en conformidad con los principios de derecho público establecidos en esta
Constitución.” Por su parte, el artículo 28 establece que las leyes que reglamenten los derechos constitucionales no
pueden alterar su esencia. Esto es conocido como principio de razonabilidad, y lleva como consecuencia implícita
que la Constitución se encuentra jerárquicamente por encima de las leyes del Congreso, ya que estas últimas no
pueden alterar a la primera: “Los principios, garantías y derechos reconocidos en los anteriores artículos, no podrán
ser alterados por las leyes que reglamenten su ejercicio.”
Aclaremos que la referencia a los anteriores artículos tiene que ver con que muchos derechos constitucionales se
encuentran reconocidos en artículos anteriores al artículo 28, como por ejemplo los artículos 14, 18 y 20.
A partir de la Reforma Constitucional de 1994 se estableció la supremacía de los tratados internacionales por sobre
las leyes (artículo 75, inciso 22, primer párrafo), convalidando así lo decidido 39 en esta cuestión por la Corte
Suprema de Justicia en el caso “Ekmekdjian c/ Sofovich”, de 1992.
Además, en el mismo artículo se le otorgó “jerarquía constitucional” (los puso en el mismo plano jerárquico que la
propia Constitución), a un conjunto de tratados e instrumentos internacionales sobre derechos humanos. Ello dentro
de las condiciones de su vigencia (cuestión que fue interpretada por la Corte como la vigencia internacional de los
tratados, es decir tal como esos tratados son interpretados por los órganos internacionales de aplicación) y en
carácter de complementarios de los derechos establecidos en la primera parte. Conforme la jurisprudencia de la
Corte Suprema no hay contradicción alguna entre los derechos consagrados en la primera parte de la Constitución y
los que son reconocidos en los tratados del art. 75 inciso 22. En este sentido Germán Bidart Campos habló de la
existencia de un “Bloque de Constitucionalidad Federal” integrado por la Constitución Nacional y los Tratados
Internacionales con Jerarquía Constitucional, en igualdad jerárquica. Esta sería la norma suprema en la Argentina:
una disposición de orden interno -la Constitución- junto con normas de orden internacional -los Tratados que han
adquirido Jerarquía Constitucional-. Debemos marcar que el tema ha sido objeto de disputas académicas, puesto
que un sector de la doctrina (Vanossi, Dalla Vía) sostiene que los Tratados del art. 75 inc. 22 se encuentran por
debajo de la Constitución Nacional en términos jerárquicos, atento la permanencia en el orden jurídico del art. 27 de
la Constitución. Finalizamos diciendo que el citado artículo 75 inciso 22 habilita al Congreso Nacional a otorgar
jerarquía constitucional a otros tratados e instrumentos internacionales sobre derechos humanos con el voto de los
dos tercios del total de los miembros de cada Cámara. Idéntica mayoría es la necesaria para denunciar alguno de
esos tratados (es decir para que el Estado manifieste su voluntad de no someterse más a las prescripciones de ese
tratado).
Veamos el texto del artículo 75 inciso 22 de la Constitución Nacional incorporado en la reforma constitucional de
1994: “Aprobar o desechar tratados concluidos con las demás naciones y con las organizaciones internacionales y los
concordatos con la Santa Sede.
Los tratados y concordatos tienen jerarquía superior a las leyes. La Declaración Americana de los Derechos y Deberes
del Hombre; la Declaración Universal de Derechos Humanos; la Convención Americana sobre Derechos Humanos; el
Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales; el Pacto Internacional de Derechos Civiles y
Políticos y su Protocolo Facultativo; la Convención sobre la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio; la
Convención Internacional sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación Racial; la Convención sobre la
Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer; la Convención contra la Tortura y otros Tratos o
Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes; la Convención sobre los Derechos del Niño; en las condiciones de su
vigencia, tienen jerarquía constitucional, no derogan artículo alguno de la primera parte de esta Constitución y
deben entenderse complementarios de los derechos y garantías por ella reconocidos. Sólo podrán ser denunciados,
en su caso, por el Poder Ejecutivo Nacional, previa aprobación de las dos terceras partes de la totalidad de los
miembros de cada Cámara.
Los demás tratados y convenciones sobre derechos humanos, luego de ser aprobados por el Congreso, requerirán
del voto de las dos terceras partes de la totalidad de los miembros de cada Cámara para gozar de la jerarquía
constitucional.” Conforme la Constitución Nacional este sería el orden de prelación normativa:
La Constitución Nacional y Tratados con Jerarquía Constitucional (art. 75 inc. 22)
Tratados Internacionales (sin jerarquía constitucional, tratados de integración, normativa derivada de los tratados de
integración)
Leyes del Congreso y normas de carácter legislativo emitidas por el Poder Ejecutivo (decretos de necesidad y
urgencia, art. 99 inciso 3)
Otros decretos del Poder Ejecutivo (decretos reglamentarios de las leyes, art. 99 inciso 2, decretos delegados, art.
76)
Resoluciones ministeriales
Por debajo de la normativa federal encontramos a las normas provinciales (constituciones, leyes, decretos, etc.)
En nuestro país este control lo hace el Poder Judicial. Puede hacerlo cualquier juez. La última decisión la tiene la
Corte Suprema de Justicia. Son los jueces los que, dentro de un caso sometido a su decisión, tienen la atribución y el
deber de analizar la constitución, compararla con las normas inferiores cuestionadas y decidir si estas normas
inferiores están o no de acuerdo con ella. Es entonces un sistema de control judicial difuso.
La declaración de inconstitucionalidad la realiza el juez los jueces a través de una sentencia en algún juicio en el que
les ha tocado actuar.
Existiendo entonces un juicio o causa judicial, la inconstitucionalidad puede ser solicitad por la parte afectada o, si es
evidente, podría declararla el mismo juez sin petición de parte (declaración de inconstitucionalidad de oficio). Esto
último ha sido convalidado por la Corte Suprema en su reciente jurisprudencia.
La declaración de inconstitucionalidad implica que el juez no aplica la norma declarada inconstitucional, pero no
puede derogarla y el efecto de su decisión se ciñe al caso concreto donde está interviniendo (efecto inter partes).
Sucede a veces que, si están en juego en la causa derechos de incidencia colectiva, como el derecho a un ambiente
sano, haya un efecto expansivo de hecho de la decisión judicial.
De acuerdo con el constitucionalista Néstor Sagüés las características del control de constitucionalidad argentino son
las siguientes:
Judicial: está cargo de los jueces.
Difuso: lo llevan a cabo los magistrados de todas las jurisdicciones e instancias.
Fundamentalmente letrado: en la mayoría de las jurisdicciones, los jueces son abogados, pero existen algunas en los
que no (los llamados “jueces de paz”, por ejemplo).
Permanente: los órganos que lo realizan tienen continuidad. Reparador: en cuanto a las normas, no hay un control
preventivo (sí lo hay en cuanto hechos y actos, mediante el habeas corpus o el amparo; en este caso, podría hablarse
de un control mixto).
Amplio: para las partes de un proceso, no hay restricciones en su articulación.
Vigila normas (leyes o decretos), actos y omisiones (el no dictado de una norma cuya ausencia impide el ejercicio de
un derecho).
El control de constitucionalidad encuentra un límite en una categoría de asuntos a los que se los engloba dentro de
la denominación “cuestiones políticas no justiciables”. Como en todas las cuestiones relativas al tema del control de
constitucionalidad, no es posible dar definiciones precisas ni pretender encontrar disposiciones normativas, sino que
el concepto debe ser construido a partir de la propia actuación de los tribunales, en general, pero, más
especialmente, de la jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, en su carácter de intérprete final
de la Constitución. Sin embargo, puede decirse que una característica general de esta categoría es que son casos en
los que los jueces suponen que no están habilitados para decidir por ser de exclusiva competencia de alguno de los
otros dos poderes, el Legislativo y/o el Ejecutivo (a los que se los suele denominar como “políticos”). En este
contexto, los jueces no podrían interferir. Un ejemplo de ello es la intervención federal en las provincias (tal como lo
decidió la Corte Suprema en el caso “Cullen c/ Llerena, de 1893).
Hay casos que indudablemente corresponderían a alguna de estas categorías, pero hay otros en que podría ser más
discutible. De hecho, la jurisprudencia de la Corte Suprema, en este como en todos los demás temas, está en
permanente evolución, por lo que no puede sorprender que lo que ayer se consideraba una cuestión política no
justiciable, hoy no lo sea, o, se le haya encontrado algún matiz. Un claro ejemplo de esto son las detenciones
producidas durante la vigencia del estado de sitio. Durante muchos años, los jueces se autoexcluían de decidir en
todos los casos que involucraran decisiones tomadas con motivo de su vigencia; pero desde hace unas décadas el
criterio fue cambiando, y, si bien no se analiza si era adecuado o no declarar el estado de sitio, sí se hace con las
detenciones concretas.
Esto se ha extendido a otras cuestiones consideradas como no justiciables, como por ejemplo la decisión del
Congreso Nacional o las Legislaturas Provinciales en los casos de destitución de magistrados judiciales a través del
juicio político. Pareciera que la jurisprudencia de la Corte Suprema tiende a restringir el campo de las cuestiones
políticas no justiciables y, por ende, a ampliar el alcance del control de constitucionalidad.
El Control de Convencionalidad
Luego de la reforma constitucional de 1994 y la aprobación del artículo 75 inciso 22 que le otorgó jerarquía
constitucional a un conjunto de tratados e instrumentos internacionales sobre derechos humanos, ha cobrado
vigencia en la Argentina el llamado control de convencionalidad. En efecto, la Convención Americana sobre Derechos
Humanos, conocida como Pacto de San José de Costa Rica, tiene instancias jurisdiccionales supranacionales, como la
Corte Interamericana de Derechos Humanos. El control de convencionalidad puede ser entendido como una
concordancia que realizan los jueces de las normas de derecho interno vigentes de cada país suscriptos a la
Convención Americana de Derechos Humanos con dicho instrumento supranacional. El control de convencionalidad
busca establecer si la norma que está siendo objeto de revisión se adecua a lo determinado por la Convención de
Derechos Humanos, es decir, si la misma resulta convencional o no. En caso de ser tenida como “inconvencional”, el
efecto que la misma trae aparejada es su invalidez y esto por ende determina que la misma no pueda ser aplicada. El
control de convencionalidad se debe realizar teniendo en cuenta las cláusulas de la Convención Americana sobre
Derechos Humanos, más las interpretaciones que de ello ha hecho la Corte Interamericana de Derechos Humanos en
sus sentencias y opiniones consultivas.
Jurisprudencia relacionada
Veamos a modo de ejemplo algunas definiciones de la Corte Suprema de Justicia de la Nación relacionadas con los
temas vistos en esta síntesis:
El carácter histórico de nuestra Constitución Nacional
En una relevante sentencia la Corte expresó que nuestra Constitución es fruto del mismo proceso histórico
argentino:
-Bressani, Carlos H. y otros c/ Prov. de Mendoza (1937). Fallos: 178:9: “La interpretación auténtica de la Constitución
no puede olvidar los antecedentes que hicieron de ella una creación viva, impregnada de realidad argentina, a fin de
que dentro de su elasticidad y generalidad siga siendo el instrumento de la ordenación política y moral de la Nación.”
No existe ningún modelo impuro en el mundo que combine los modelos puros en forma que la competencia para
hacer caer erga omnes la vigencia de la norma se disperse en todos los jueces, 49 simplemente porque la dispersión
de una potestad contralegislativa de semejante magnitud es inimaginable, dado que abriría el camino hacia la
anarquía poniendo en peligro la vigencia de todas las leyes. El modelo argentino es claramente el difuso o
norteamericano en forma pura. En una acción como la precedente, ningún juez tiene en la República Argentina el
poder de hacer caer la vigencia de una norma erga omnes ni nunca la tuvo desde la sanción de la Constitución de
1853/1860. Si no la tiene en la sentencia que decide el fondo de la cuestión, a fortiori menos aún puede ejercerla
cautelarmente.”
SEGUNDA PARTE
EL PODER LEGISLATIVO
El Órgano Legislativo
El Poder Legislativo argentino está en manos de un Congreso bicameral, con una Cámara de Diputados de la Nación y
otra de Senadores de las Provincias (art. 44). Ambas Cámaras son jerárquicamente iguales.
Número de Legisladores
El número de diputados no está previsto en la Constitución expresamente. Es variable. Luego de cada censo se podrá
aumentar, pero no disminuir el número de diputados (arts. 45 y 47). Se elige un diputado cada 161.000 habitantes o
fracción que no baje de 80.500 (art. 3 ley 22.847). Eligen diputados nacionales las provincias, la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires y la Capital en caso de traslado. Ninguna provincia puede tener menos de 5 diputados (art. 3 ley
22.847). Actualmente hay 257 diputados.
Por su parte, el número de senadores es fijo y surge de la Constitución. Hay 3 senadores por provincia y 3 por la
Ciudad Autónoma de Buenos Aires, lo que hace un total de 72 senadores.
Para ser diputado se deben tener no menos de 25 años, 4 años de ciudadanía en ejercicio y haber nacido en la
provincia que lo elige o tener 2 años de residencia inmediata en ella (art. 48).
Los senadores deben tener no menos de 30 años, 6 años de ciudadanía en ejercicio, haber nacido en la provincia que
lo elige o tener 2 años de residencia inmediata en ella. También se disponía la 53 exigencia de una renta anual de $
2000 pesos fuertes que nunca se exigió en la práctica (art. 55).
Forma de Elección
En el caso de los diputados nacionales, la forma de elección depende de una ley. La Constitución establece algunas
reglas generales en el artículo
45. En este sentido la norma prescribe que dicha elección debe ser directa y a simple pluralidad de sufragios. Por
consiguiente, no podrá haber un sistema de doble vuelta (ballotage) o indirecta para elegirlos (art. 45). Actualmente
el Código Nacional Electoral establece el sistema de representación proporcional D’Hont para elegir diputados (arts.
158 a 164 del Código Nacional Electoral, ley 19.945, modificada por la ley 24.444). Anteriormente rigieron otros
sistemas, como la lista completa, la lista incompleta (sistema de la Ley Sáenz Peña 8871) y las circunscripciones
uninominales (brevemente durante los años 1901 a 1904 y 1951 a 1954).
Los senadores nacionales son elegidos conforme lo establece el artículo
54. Le corresponderán 2 senadores al partido o alianza electoral que gane la elección y 1 al que salga segundo. No se
exige una mayoría especial sino solamente ganar. Es entonces un sistema similar al de la lista incompleta (art. 54). La
elección es directa y conjunta, se eligen en el mismo acto los 3 senadores de cada distrito (art. 54). Antes de la
reforma constitucional de 1994 la elección era indirecta y la realizaban las Legislaturas Provinciales.
Recordamos también que conforme la ley 27412 rige la paridad de género en los ámbitos de representación política.
La Cámara de Diputados se renueva por mitades cada 2 años (art. 50) y la de Senadores por tercios cada 2 años (art.
56). Por consiguiente, cada 2 años se eligen en el país la mitad de los diputados y un tercio de los senadores (la
elección de los diputados es por distrito, es decir que hay 8 provincias que eligen senador cada 2 años).
Vacantes
En caso de vacantes tanto de diputados como de senadores la Constitución ordena la realización de una nueva
elección (arts. 51 y 62). Sin embargo, la legislación ha alterado esto al prever la existencia de legisladores suplentes
elegidos junto con los titulares, que son los que ingresan en caso de existir una vacante. Luego de las elecciones, el
primer legislador de la lista que no ingresó al Congreso se convierte en el primer suplente, y así sucesivamente.
La Constitución no menciona a las autoridades de la Cámara de Diputados. Las mismas surgen del Reglamento de
dicha Cámara (Presidente, vicepresidentes, etc.). Pero sí menciona a las del Senado. El Vicepresidente de la Nación
preside el Senado (art. 57) y si está ausente o desempeñándose al frente del Poder Ejecutivo es reemplazado por un
Presidente Provisional (art. 58).
Incompatibilidades
Los legisladores no pueden recibir empleos o comisiones del Poder Ejecutivo, salvo los empleos de escala o escalafón
(art. 72). Tampoco pueden ser legisladores los integrantes del clero regular ni los gobernadores de provincia por la
provincia de su mando (art. 73).
Las sesiones son las reuniones y los periodos durante los cuales las cámaras desarrollan su labor y pueden tomar
decisiones jurídicamente válidas. Hay varias clases de sesiones:
Las sesiones ordinarias se inician el 1/3 y terminan el 30/11 de cada año. Las Cámaras se reúnen por sí mismas y el
presidente hace anualmente la apertura de las sesiones reunidas ambas cámaras especialmente al efecto. La reunión
de ambas Cámaras se denomina Asamblea Legislativa, y también se hace para tratar cuestiones de alta importancia
como: designar el reemplazante en el caso de acefalía del Poder Ejecutivo, tomar juramento al Presidente y aceptar
su renuncia, también para recibir a mandatarios extranjeros. Durante el período ordinario de sesiones ordinarias la
competencia del Congreso es plena y pueden tratar todo tipo de proyectos (art. 63).
Las sesiones extraordinarias son las que se pueden convocar especialmente durante el periodo de receso del
congreso, que se extiende desde el 1/12 al 28/2 de cada año. Solo el presidente puede convocarlas cuando un grave
interés de orden o de progreso lo requiera. El presidente las convoca por decreto y fija su temario (art. 63).
Las sesiones de prórroga son las que se convocan para extender las sesiones ordinarias, tanto el presidente como las
mismas cámaras pueden prorrogar las sesiones ordinarias (art. 63).
Las sesiones preparatorias son aquellas que se realizan tres o cuatro días antes del inicio de las sesiones ordinarias o
luego de su finalización, según los Reglamentos de las Cámaras, con el objeto de incorporar a los legisladores nuevos
y revisar la validez de sus diplomas, elegir autoridades e integrantes de las comisiones parlamentarias, no están
contempladas en la Constitución.
El quórum es la cantidad de votos que se necesita en todo cuerpo colegiado para iniciar sus reuniones y para tomar
cualquier determinación. No hay decisiones jurídicamente válidas si la Cámara no ha reunido el quórum. Si no lo
hace hay una reunión en minoría que solamente puede compeler a los ausentes a que vayan a las sesiones (art. 64).
La Constitución dispone que ninguna cámara entrará en sesión sin la mayoría absoluta de sus miembros (art. 64).
Una vez reunida la mayoría necesaria para que la cámara pueda debatir, es decir, la mayoría absoluta, es menester
determinar cuál es el quórum necesario para sancionar leyes o tomar decisiones. La regla general es que la mayoría
necesaria es la llamada mayoría simple (mayoría absoluta de presentes luego de obtenido el quórum). Las
excepciones surgen de la Constitución, como por ejemplo la ley reglamentaria del Consejo de la Magistratura (art.
114, mayoría absoluta del total de los miembros de cada Cámara) o la reforma de la Constitución (art. 30, 2/3).
Para su mejor desempeño, los reglamentos de ambas Cámaras crean comisiones para que las Cámaras del Congreso
trabajen los diferentes proyectos. La mayoría son de asesoramiento. Las hay unicamerales o bicamerales. Es de
especial importancia la Comisión de Labor Parlamentaria, integrada por las Autoridades de cada Cámara y los
Presidentes de los Bloques Partidarios, que planifican la labor legislativa. También es relevante la Comisión
Bicameral Permanente de Trámite Legislativo (art. 99 inc. 3 y ley 26.122) que se ocupa de tratar los decretos de
necesidad y urgencia, los delegados y los que promulgan parcialmente leyes. Es la única comisión mencionada en el
texto constitucional.
Los bloques son agrupaciones de legisladores conforme su afinidad partidaria. Están previstas en los Reglamentos de
cada Cámara. Por ejemplo, el reglamento de la Cámara de Diputados en su artículo 55 define: “Los grupos de tres o
más diputados podrán organizarse en bloques de acuerdo con sus afinidades políticas. Cuando un partido político
existente con anterioridad a la elección de los diputados tenga sólo uno o dos diputados en la Cámara, podrán ellos
asimismo actuar como bloque.” Los bloques tienen un Presidente, que es un diputado/a que los representa ante el
pleno y es nexo con la presidencia de la Cámara, también cuentan con un Vicepresidente y un Secretario todos ellos
legisladores, internamente cuentan con un Secretario Parlamentario de bloque, y uno Administrativo estos últimos
no legisladores. Hace unos años estos Bloques políticos se comenzaron a agrupar en Interbloques, siguiendo el
criterio de afinidad política, lo que no está reglamentado al día de la fecha.
Son tutelas funcionales dispuestas por la Constitución para garantizar el buen de desempeño del Congreso y sus
integrantes.
Los privilegios colectivos, son aquellos que le corresponden como órgano a toda la Cámara en su conjunto. Tenemos
entre ellos los siguientes:
-cada cámara elabora su propio reglamento (art. 66),
-acepta o rechaza la validez de los títulos o diplomas de nombramiento de los legisladores, es decir, evalúa la validez
de las elecciones, derechos y títulos de sus miembros electos (art. 64),
-ejerce facultades de disciplina sobre sus miembros: si algún legislador incurre en un desorden de conducta, los
demás pueden aplicarle mediante votación desde una simple advertencia, un apercibimiento, una suspensión y
hasta su remoción. Esta última puede producirse por inhabilidad física o moral sobreviniente a su incorporación, o
bien por la comisión de uno o varios hechos que revista gravedad para excluirlo de la cámara. En cualquier caso, la
cámara necesita un quórum de dos terceras partes de los votos (art. 66). El Congreso fija la retribución de los
legisladores, llamada dieta (art. 74). Cada cámara toma juramento a sus integrantes y acepta o rechaza sus
renuncias, para lo cual necesita la aprobación de la mitad más uno de los votos (art. 67).
Cada cámara puede solicitar a los ministros del Presidente que se presenten ante ella para brindar las explicaciones
que se le requieran y suministrar los informes sobre su accionar de gobierno, a esta atribución se la denomina
interpelación (art. 71).
Los privilegios individuales están reconocidos no para beneficio de los legisladores como individuos sino del
Congreso como órgano de gobierno, para proteger la independencia y la libertad de funcionamiento del órgano
legislativo, de su función de legislar. Entre ellos tenemos:
-La inmunidad de expresión o de opinión, que es la facultad que tienen los legisladores de no ser molestados ni
interrogados judicialmente ni acusados, por las opiniones o discursos que emitan desempeñando su cargo. Debe
entenderse que no puede iniciarse una querella por calumnias e injurias contra un legislador por lo que haya dicho
en ejercicio de sus funciones (art. 68).
-La inmunidad de arresto que establece para los legisladores no ser arrestados. Ello es así desde el día que son
elegidos y hasta el día en el que terminan su mandato, salvo que fueren sorprendidos “in fraganti” cometiendo un
delito. (art. 69). Sin embargo, los legisladores sí pueden ser procesados. Rige en este tema lo dispuesto por la Ley de
Fueros 25.320.
Cada Cámara puede quitar los fueros o privilegios a los legisladores, (inmunidad de expresión e inmunidad de
arresto), con el objeto de ponerlos a disposición de la justicia, cuando contra alguno de ellos se haya iniciado una
querella por escrito. A esta situación se la denomina desafuero, y como consecuencia de ella el legislador queda a
disposición del juez ante el cual se presentó la denuncia. Los requisitos para este procedimiento del desafuero son:
que haya una denuncia penal contra un legislador por supuesta comisión de un delito, que cada cámara examine y
proceda a levantar los fueros y que la decisión sea tomada con los 2/3 tercios de los votos (art. 70).
Procedimiento de formación y sanción de las leyes
Iniciativa
Las leyes pueden tener origen en cualquiera de las dos Cámaras como regla general. Puede presentar proyectos de
ley el Presidente en cualquiera de las dos Cámaras. Los diputados y senadores en su Cámara respectiva (art. 77). Y el
pueblo a través de la iniciativa popular en la Cámara de Diputados (art. 39).
Los proyectos sobre contribuciones (impuestos) y reclutamiento de tropas deben ingresar siempre por la Cámara de
Diputados (art. 52). Los proyectos sobre la ley convenio de coparticipación federal de impuestos y los que regulen el
crecimiento armónico de la Nación deben ingresar por el Senado (art. 75 inc. 2 y 19).
Aprobación del proyecto por ambas Cámaras: Este punto se refiere al caso en que ambas cámaras aprueban por sí el
proyecto y constituye el procedimiento ordinario o simple (art. 78).
Para considerar aprobada la iniciativa, es necesario que haya recibido en ambas cámaras el voto de la mayoría
absoluta de los miembros presentes en la sesión correspondiente, salvo exigencia de mayoría calificada para casos
específicos.
Aprobado un proyecto de ley por la cámara de origen, pasa para su discusión a la otra cámara. Lograda la aprobación
por ambas, el proyecto queda sancionado y es enviado al Poder Ejecutivo, usándose la fórmula establecida por el
artículo 84 de la Constitución Nacional: "El Senado y Cámara de Diputados de la Nación Argentina, reunidos en
Congreso,...decretan o sancionan con fuerza de ley".
Proyecto desechado totalmente por una de las Cámaras: Cuando un proyecto es desechado totalmente por una de
las cámaras, no puede repetirse en las sesiones de ese año legislativo. La discrepancia total de una de las cámaras
significa la falta de voluntad para integrar el acto complejo de la sanción. Sin embargo, ninguna de las cámaras
puede desechar totalmente un proyecto que hubiese tenido origen en ella y luego hubiese sido adicionado o
enmendado por la cámara revisora (art. 81).
Desacuerdo parcial de una de las Cámaras: El artículo 81 de la Constitución Nacional contempla el supuesto en que la
cámara revisora discrepa parcialmente de la aprobación de la Cámara de origen. Es decir, modifica o agrega artículos
al proyecto, devolviéndolo a la Cámara de origen.
Las enmiendas pueden no implicar adiciones o supresiones, sino también meras correcciones. En este caso debe
indicarse el resultado de la votación, es decir, si tal modificación es realizada por mayoría absoluta o por las dos
terceras partes de los miembros presentes en la cámara revisora, ya que ello incide sobre el trámite posterior del
proyecto. Esto es importante aclarar porque a igualdad de mayorías prevalece la voluntad de la cámara iniciadora.
Ninguna de las cámaras puede desechar totalmente un proyecto que hubiese tenido origen en ella y hubiese sido
adicionado o corregido por la revisora. Tampoco puede introducir nuevas modificaciones a las efectuadas por la otra
cámara. Sólo se puede pronunciar sobre las modificaciones realizadas por esta última. Por todo esto, ante el
desacuerdo parcial de la cámara revisora, la cámara de origen puede adoptar dos posiciones:
-La primera posición es aceptar, por mayoría absoluta de los miembros presentes, las adiciones o modificaciones
introducidas por la cámara de revisión, quedando sancionado el proyecto.
-La segunda posibilidad es la de rechazar las correcciones o adiciones efectuadas por la cámara revisora, en cuyo
caso pueden darse varios supuestos, teniendo en cuenta las mayorías logradas por esta última:
Si la cámara revisora aprueba las modificaciones por mayoría absoluta de sus miembros presentes, la cámara
iniciadora puede insistir, por igual mayoría, en la redacción originaria.
Si la cámara revisora aprueba las modificaciones con el voto de las dos terceras partes de sus miembros presentes, la
cámara iniciadora debe lograr igual mayoría para insistir en la redacción originaria, caso contrario el proyecto queda
sancionado conforme las modificaciones introducidas por la cámara de revisión.
Una vez que la Cámara de Senadores y la Cámara de Diputados sancionan un proyecto de ley, esta pasa al Poder
Ejecutivo para su examen.
La primera opción es la de aprobar y promulgar la ley. De esta manera, se completa así el proceso legislativo. Esto lo
puede hacer por medio de un decreto o bien “promulgación tácita”, ya que, si el Presidente no se pronuncia pasados
los diez días hábiles, desde que se le comunicó, la norma se promulga en forma automática. En ambos casos, la ley
se publica luego en el Boletín Oficial y entra en vigor de acuerdo con los plazos legales (art. 80).
La segunda alternativa que posee el Ejecutivo es la de vetar la ley, de forma total o parcial. En caso de veto parcial,
puede promulgar parcialmente la parte no vetada cuando no desvirtúe la autonomía normativa ni el espíritu del
proyecto sancionado por el Congreso (art. 80). Ante el veto y la promulgación parcial la norma parcialmente
promulgada por el Ejecutivo debe seguir el trámite previsto en el artículo 99 inciso 3 para los decretos de necesidad
y urgencia.
En caso de que el Presidente vete la ley, el proyecto vuelve al Poder Legislativo, que puede aceptar el veto o insistir
en su sanción. Si ambas cámaras cuentan con dos tercios de los votos para imponer su criterio inicial, la ley se
promulga, aunque el presidente no esté de acuerdo. Si no lo consiguen, se mantiene el veto presidencial y el
proyecto no puede volver a tratarse en las sesiones de ese año (art. 83).
Son las facultades que la Constitución le ha otorgado. La mayoría de ellas están previstas en el artículo 75, que tiene
32 incisos. Podemos encontrar las siguientes:
-Atribuciones económico financieras: Tenemos entre otras las de: crear impuestos externos como los derechos de
aduana, impuestos internos, contraer empréstitos, usar y vender tierras de propiedad estatal, crear un banco federal
para emitir moneda y otros bancos nacionales, arreglar el pago de la deuda interior y la exterior de la nación,
determinar anualmente a través de la ley de Presupuesto cuáles serán los gastos que realizará el gobierno, brindar
ayuda financiera las provincias, crear o eliminar aduanas, hacer sellar la moneda, forjar su valor y el de las
extranjeras, crear y reglamentar la actividad postal, regular o reglamentar el comercio con las naciones extranjeras y
el de las provincias entre sí.
Es importante destacar, dentro de estas atribuciones, la tributaria (ya que solamente el Congreso puede establecer
impuestos, conforme lo preceptuado por los arts. 4°, 17 y 99 inciso 3). Y también la presupuestaria. En este sentido,
el art. 75 inc. 8 dispone que el Congreso deberá fijar anualmente, conforme a las pautas establecidas en el tercer
párrafo del inc. 2 de este artículo, el presupuesto general de gastos y cálculo de recursos de la administración
nacional. Según lo establecido en el artículo 100 inciso 6, será atribución del Jefe de Gabinete de Ministros enviar al
Congreso los proyectos de ley de ministerios y de presupuesto nacional, previo tratamiento en acuerdo de gabinete
y aprobación del Poder Ejecutivo.
-Atribuciones sobre política exterior: Como las de aprobar o rechazar los tratados que el órgano ejecutivo negoció,
arreglar los límites del territorio de la nación y fijar los de las provincias.
-Atribuciones militares: Tales como las de proveer la seguridad de las fronteras y autorizar al poder ejecutivo para
declarar la guerra o hacer la paz.
-Atribuciones educativas y culturales: Como sancionar leyes para la organización de la educación, que promuevan los
valores democráticos y posibiliten la igualdad de oportunidades, proveer y promover el desarrollo científico y
tecnológico, dictar leyes que protejan la identidad y pluralidad cultural.
También hay otras atribuciones, por ejemplo, reglamentar la libre navegación de los ríos interiores, dictar los códigos
nacionales Civil, Comercial, Penal, de Minería y del Trabajo y Seguridad Social en cuerpos unificados o separados, (la
llamada legislación de fondo), dictar leyes sobre nacionalidad, quiebras, falsificación de moneda, reconocer la
preexistencia étnica y cultural de los pueblos indígenas como la posesión de sus tierras, promover el progreso y la
prosperidad del país, la industria y la inmigración (cláusula del progreso y del nuevo progreso), crear tribunales
judiciales inferiores, establecer amnistías, admitir o rechazar las renuncias de presidente o vicepresidente, dictar
leyes que garanticen la igualdad de oportunidades, crear un régimen de seguridad especial para niños
desamparados, mujeres embarazadas y declarar el estado de sitio.
-Atribuciones de control: El ejemplo de ello es el juicio político, regulado en los artículos 53, 59 y 60. Aquí el rol de las
Cámaras es distinto. El juicio político es el procedimiento de destitución por responsabilidad de los máximos
funcionarios de gobierno por las causales determinadas en la Constitución Nacional. Se aplica al Presidente,
Vicepresidente, Jefe de Gabinete, ministros del Poder Ejecutivo y a los miembros de la Corte Suprema de Justicia de
la Nación (art. 53). La ley 24.946 (art. 18) agregó a las cabezas del Ministerio Público, Procurador General de la
Nación y Defensor General de la Nación a esta enumeración. Lo lleva a cabo el Congreso, diputados acusando y
senadores juzgando, por ello es un mecanismo de control y equilibrio entre poderes.
Las causales de remoción son: mal desempeño, comisión de delitos en ejercicio de sus funciones y comisión de
delitos comunes (art. 53).
La primera etapa del proceso es la acusación, que se lleva a cabo en la Cámara de Diputados. Allí se deben analizar
los hechos y formular la acusación, para lo que se necesita el voto favorable de dos terceras parte de los miembros
presentes (art. 53).
La segunda etapa consiste en el juicio propiamente dicho y está a cargo de la Cámara de Senadores, que recibe la
acusación, evalúa la posibilidad de separar del cargo al funcionario acusado y con dos tercios de los miembros
presentes procede a su destitución. También puede, además de destituir, inhabilitar al funcionario para ejercer
cargos públicos en el futuro (arts. 59 y 60). Si el acusado fuere el Presidente, el Senado deberá ser presidido por el
Presidente de la Corte Suprema de Justicia (art. 59).
La reforma constitucional de 1994 incorporó a los llamados órganos extrapoderes, que son denominados así por
poseer autonomía funcional y no recibir instrucciones de ninguno de los 3 poderes clásicos de gobierno - Legislativo,
Ejecutivo y Judicial-. Estos nuevos órganos tienen como misión fundamental el control y se encuentran relacionados
con los poderes clásicos. En este sentido, se relacionan con el Poder Legislativo dos de ellos: la Auditoría General de
la Nación y el Defensor del Pueblo.
La Auditoría General de la Nación es un órgano de asistencia técnica del Congreso que posee autonomía funcional
(art. 85). Dentro de sus funciones encontramos la de controlar la legalidad y gestión de toda la actividad
administrativa. Su creación y funcionamiento dependen de la ley reglamentaria sancionada por el Congreso. Su
Presidente será designado a propuesta del partido político de oposición con mayor número de legisladores en el
Congreso. La ley reglamentaria es la 24156. La Auditoría General de la Nación cuenta con 7 miembros designados
cada uno como Auditor General, los que deberán ser de nacionalidad argentina, con título universitario en el área de
Ciencias Económicas o Derecho, con probada especialización en administración financiera y control. Deben auditar a
la Administración Nacional, Empresas y Sociedades del Estado, Ente Públicos, Fondos Fiduciarios y organizaciones
privadas que reciban subsidio o aportes del estado. No se auditan empresas privadas.
El Defensor del Pueblo, por su parte, es un funcionario nacional que actúa con plena independencia y autonomía
funcional, cuya misión es la defensa y protección de los derechos, garantías e intereses tutelados en la Constitución
Nacional y las leyes, ante hechos, actos u omisiones de la Administración y el control del ejercicio de las funciones
administrativas públicas. Se instituye en el ámbito del Congreso de la Nación (art. 86). Su regulación legal surge de
las leyes 24.284 y 24.379. El Defensor dura 5 años en su cargo y es designado por el Congreso, puede ser reelegido
una vez. Colaboran con él Defensores Adjuntos. Posee legitimación procesal y puede presentarse ante la justicia en
defensa de los derechos de incidencia colectiva, como el medio ambiente o los derechos de usuarios y
consumidores.
Jurisprudencia relacionada
Es interesante apreciar el alcance y sentido que la Corte Suprema de Justicia de la Nación le reconoce a los fueros
parlamentarios desde hace mucho tiempo. Esto se advierte claramente en el caso “Alem”, de 1893 (Fallos 54:453).
En dicha oportunidad se discutía el arresto de un legislador en el marco del estado de sitio. Allí el Alto Tribunal
sostuvo que: “La Constitución no ha buscado garantir a los miembros del Congreso con una inmunidad que tenga
objetos personales, ni por razones del individuo mismo a quien hace inmune. Son altos fines políticos los que se ha
propuesto, y si ha considerado esencial esa inmunidad, es precisamente para asegurar no solo la independencia de
los poderes públicos entre sí, sino la existencia misma de las autoridades creadas por la Constitución.
De todo lo expuesto resulta que, en tanto que no se trate del arresto autorizado, por excepción, por el artículo 61 de
la Constitución, los miembros del Congreso nacional no pueden ser arrestados. Las facultades del estado de sitio no
alcanzan hasta ellos, sobre quienes sólo tiene jurisdicción en esos casos la propia Cámara a que pertenecen.”
TERCERA PARTE: EL PODER EJECUTIVO
Forma de elección
Remuneración e Incompatibilidades
Su sueldo es pagado por el Tesoro de la nación, además no pueden ejercer ningún otro empleo ni recibir otro ingreso
del Estado durante el mandato (art. 92). La incompatibilidad es entonces absoluta.
Juramento
Al iniciar su mandato el Presidente deberá prestar el juramento indicado por nuestra Constitución ante el Congreso
reunido en Asamblea Legislativa (art. 93).
Antes de 1994 el Presidente para ser reelegido debía dejar pasar un mandato. Los mandatos eran de seis años. La
reforma de 1949 permitía la reelección indefinida del Presidente. Y la modificación transitoria de 1972 habilitaba una
reelección inmediata para el Presidente. Esto implica que no se pueden tener más de dos mandatos sucesivos. Pero
si se deja pasar un mandato se puede volver a competir.
Acefalía
Hablamos de acefalía cuando falta el titular del Poder Ejecutivo. La Constitución ordena que esa vacante siempre sea
cubierta. La regulación del tema surge del art. 88.
La norma establece causales transitorias (enfermedad, ausencia del país) y causales definitivas (muerte, renuncia o
destitución por juicio político).
Siempre que falte el presidente, sea en forma transitoria o definitiva, lo reemplazará el vicepresidente. Cuando la
causal de acefalía es definitiva el vicepresidente se convierte en presidente prestando juramento.
Si no hay vicepresidente el art. 88 ordena que sea el Congreso el que determine quién deberá ejercer la presidencia.
En nuestro país ello se ha hecho mediante la sanción de leyes de acefalía. Actualmente se encuentra vigente la ley
20.972, modificada por la 25716.
Por lo tanto, la ley de acefalía se aplica en aquellos casos en los que no se encuentren ni el presidente ni el
vicepresidente. La norma distingue si dicha acefalía es transitoria o permanente.
Si la acefalía es transitoria, la ley establece una sucesión de funcionarios que tomarán el cargo de manera provisoria
(art. 1 ley 20972). En primer lugar, aparece el presidente provisional de Senado (funcionario mencionado en el art.
58), en segundo término, el presidente de la Cámara de Diputados y en tercer lugar el presidente de la Corte
Suprema de Justicia de la Nación.
Si la acefalía es definitiva el Congreso reunido en Asamblea Legislativa elegirá por votación un nuevo presidente.
Podrá elegir entre un diputado, un senador o un gobernador de provincia. El elegido deberá reunir los requisitos
para acceder al cargo previstos en el artículo 89.
Si al momento de producirse la acefalía de presidente y vice ya hay nuevo presidente electo, éste asume el cargo
(art. 4 ley 20972 - incorporado por la ley 25716-)
Las atribuciones del presidente se encuentran reguladas principalmente en el art. 99. Entre otras se establece que es
el Jefe Supremo de la Nación, Jefe de Gobierno, el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas y responsable político
de la administración general del país. La reforma de 1994 suprimió la jefatura de la Capital Federal atento a que se le
otorgó autonomía a la Ciudad de Buenos Aires. Estas son las llamadas “jefaturas presidenciales”.
De organización: nombra y remueve a los funcionarios diplomáticos, nombra y remueve al Jefe de Gabinete y demás
ministros, inaugura anualmente las sesiones del Congreso, declara el estado de sitio, decreta la intervención federal,
ambos cuando el congreso este en receso.
Económicas y financieras: supervisa la tarea del jefe del gabinete respecto de la recaudación de las rentas
nacionales.
Militares: es Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas, dispone de dichas fuerzas y ordena su distribución,
declara la guerra con autorización del Congreso.
De relaciones exteriores: es el representante de la República ante la comunidad internacional, concluye y firma
tratados internacionales.
Colegislativas: tiene iniciativa legislativa, debe promulgar las leyes, dicta decretos reglamentarios, ejerce el derecho
de veto, convoca a sesiones ordinarias y extraordinarias y puede prorrogarlas.
Judiciales: Puede conceder indultos y conmutar penas, designa a los miembros de la Corte Suprema de Justicia de la
Nación con acuerdo del Senado y a los jueces de los tribunales inferiores con acuerdo del Senado previa propuesta
en terna del Consejo de la Magistratura.
Los Decretos o Reglamentos: El presidente ejerce sus potestades a través de decretos o reglamentos. Hay distintos
tipos de decretos:
-Los Decretos reglamentarios o de ejecución: Contemplados en la Constitución cuando dice en el art. 99 inciso 2: “el
presidente … expide las instrucciones y reglamentos que sean necesarios para la ejecución de las leyes de la nación,
cuidando de no alterar su espíritu con excepciones reglamentarias.” El objetivo de estas normas es regular los
detalles necesarios para que las leyes puedan cumplirse.
-Los Decretos o reglamentos autónomos: son aquellos que dicta el presidente para ejercer las facultades que le
otorga la Constitución, por ejemplo: para nombrar un ministro, otorgar un indulto, intervenir una provincia, etc.
Surgen implícitamente del inciso 1 del art. 99.
-Los Decretos de necesidad y urgencia: son los que dicta el presidente sobre materias cuya regulación corresponde al
Congreso, lo hace en circunstancias excepcionales que hacen imposible seguir los trámites previstos en la
constitución para la sanción de las leyes. Según art. 99 inciso 3: establece, en primer lugar, que el poder ejecutivo no
podrá emitir disposiciones legislativas. Luego dispone la excepción, es decir, podrá dictar normas de carácter
legislativo en circunstancias excepcionales, aunque en ningún caso podrán tratarse de los siguientes temas: materia
penal, tributaria, electoral o régimen de partidos políticos. Además, impone condiciones a estos decretos de
necesidad y urgencia para que tengan validez. Primero deben ser decididos en acuerdo de ministros y refrendados
junto con el Jefe de Gabinete, luego el Jefe de Gabinete personalmente en diez días debe someter el decreto a
consideración de la Comisión bicameral permanente del Congreso que en diez días debe elevar su despacho al
plenario de las cámaras para el tratamiento expreso del decreto de necesidad y urgencia (DNU).
-Los decretos delegados son aquellos que dicta el Presidente en el marco de la delegación legislativa efectuada
previamente por el Congreso. Tal como lo prescribe el art. 76, el Poder Legislativo puede excepcionalmente delegar
competencias en el Ejecutivo en casos de emergencia pública o en temas determinados de administración. Dicha
delegación se hace por ley, la que debe establecer un plazo y las bases o criterios de la delegación. Luego de ello el
Presidente dicta decretos delegados, es decir de naturaleza legislativa, pero subordinados a la ley delegante del
Congreso. Para el dictado de estos decretos el presidente debe seguir el procedimiento previsto para los decretos de
necesidad y urgencia (art. 100 inc. 12)
El Jefe de Gabinete
El cargo de jefe de gabinete de ministros ha sido introducido en la reforma de 1994 con la intención atenuar el
presidencialismo y facilitar la tarea del Presidente de la Nación. Es nombrado y removido por el Presidente (art.
99 inciso 7), pero también tiene responsabilidad política ante el Congreso (que puede removerlo por el voto de la
mayoría absoluta de los miembros de ambas Cámaras, art. 101) o mediante el procedimiento de juicio político (arts.
53,59 y 60).
El Jefe de Gabinete no puede desempeñar simultáneamente otro ministerio (art. 100). Sus atribuciones están
previstas en el art. 100. Podemos observar que algunas tienen que ver con la gestión de la administración pública y
otras con las relaciones del Poder Ejecutivo con el Congreso.
Entre otras competencias, el Jefe de Gabinete:
-ejerce la administración general del país,
-hace recaudar las rentas de la nación,
-ejecuta la ley de presupuesto,
-nombra empleados de la administración si no lo hace el Presidente,
-coordina convoca y prepara las reuniones de gabinete y las preside en ausencia del presidente y debe refrendar
junto con los demás ministros los decretos del presidente.
El Jefe de Gabinete tiene que debe concurrir al Congreso una vez por mes, alternativamente a cada una de las
Cámara para informar sobre la marcha del gobierno (art 101).
Los Ministros
Son nombrados y removidos por el presidente (art. 99 inc. 7). También pueden ser destituidos por medio del juicio
político por el Congreso (arts. 53, 59 y 60).
Nuestra Constitución Nacional no establece requisitos especiales para acceder a este cargo. Debe recordarse sin
embargo que es requisito general para acceder a cargos públicos la idoneidad (art. 16). El cargo de ministro es
incompatible con el de diputado o senador (art. 105). El número de ministros ha ido variando a lo largo de la historia,
hubo momentos donde eran cinco, donde eran ocho, etc. Actualmente la Constitución establece que la cantidad de
ministros y las funciones de cada uno de ellos será establecido por la ley especial (art. 100).
Entre otras atribuciones deben refrendar y legalizar con su firma los actos del presidente, dándole validez
constitucional (art. 102), resolver sobre los temas económicos y administrativos de sus ministerios (art. 103) y
presentarse ante el congreso cuando les sea solicitado para brindar explicaciones (-interpelación- art. 71).
Luego que el Poder Legislativo inaugura sus sesiones, el Jefe de Gabinete y los ministros deben presentar una
memoria (un informe detallado) de la situación de la Nación en sus respectivas áreas de competencia (art. 104).
Jurisprudencia relacionada
Entre otras cuestiones relevantes la Corte Suprema destacó que: “En tal sentido, la reforma constitucional enunció
entre sus objetivos el de "atenuar el presidencialismo", al mismo tiempo que consignó la necesidad de "modernizar y
fortalecer el Congreso" y "fortalecer los mecanismos de control", todo ello directamente relacionado con el fin de
"perfeccionar el equilibrio de poderes". La metodología a la que se acudió fue la de incorporar ciertas facultades
excepcionales de los poderes constituidos, con el fundamento de que aquello significaba la institucionalización de los
mecanismos de control a los que se los sometía”.
Con respecto al carácter excepcional de la facultad del Presidente de dictar decretos de necesidad y urgencia la
Corte fue muy clara al comentar el art. 99 inciso 3 y señalar: “Que el texto transcripto es elocuente y las palabras
escogidas en su redacción no dejan lugar a dudas de que la admisión del ejercicio de facultades legislativas por parte
del Poder Ejecutivo se hace bajo condiciones de rigurosa excepcionalidad y con sujeción a exigencias formales, que
constituyen una limitación y no una ampliación de la práctica seguida en el país ("Verrocchi"). Así, para el ejercicio
válido de esta facultad de excepción, el constituyente exige — además de la debida consideración por parte del
Poder Legislativo— que la norma no regule materia penal, tributaria, electoral o del régimen de los partidos
políticos, y que exista un estado de necesidad y urgencia”.
Citando un precedente propio, la Corte determinó los requisitos necesarios para que un decreto de necesidad y
urgencia pueda ser constitucionalmente válido: “En el precedente "Verrocchi", esta Corte resolvió que para que el
Presidente de la Nación pueda ejercer legítimamente las excepcionales facultades legislativas que, en principio, le
son ajenas, es necesaria la concurrencia de alguna de estas dos circunstancias: 1) que sea imposible dictar la ley
mediante el trámite ordinario previsto por la Constitución, vale decir, que las cámaras del Congreso no puedan
reunirse por circunstancias de fuerza mayor que lo impidan, como ocurriría en el caso de acciones bélicas o
desastres naturales que impidiesen su reunión o el traslado de los legisladores a la Capital Federal; o 2) que la
situación que requiere solución legislativa sea de una urgencia tal que deba ser solucionada inmediatamente, en un
plazo incompatible con el que demanda el trámite normal de las leyes (considerando 9)”.
CUARTA PARTE: EL PODER JUDICIAL
El Órgano Judicial
La función jurisdiccional. Conceptos preliminares
El órgano judicial es aquel cuya función consiste en aplicar e interpretar la ley con el fin de impartir justicia.
En el ejercicio de la función judicial los jueces deben resolver conflictos entre dos o más partes que tienen intereses
contrapuestos o aplicar sanciones para los que violaron la ley, también llevan a cabo una actividad fundamental que
es el control de la constitucionalidad de las normas, es decir, de declarar la inaplicabilidad de una norma (ley,
decreto, reglamento, ordenanza, etc.,) que contradiga a la Constitución, ley suprema.
En nuestro sistema los jueces no emiten normas de carácter general, ni siquiera los de la Corte Suprema.
La sentencia es la norma individual del caso resuelto, creadora de derecho para las partes del juicio (creación judicial
del derecho para cada caso).
La jurisdicción es la potestad de los jueces para resolver mediante sentencias las cuestiones que le son sometidas y
hacer cumplir sus propias resoluciones.
La acción es la facultad de todo habitante de pedir protección jurídica, es decir, poder acudir ante un órgano judicial
en procura de justicia.
La competencia es el límite de la jurisdicción. Se refiere a los temas o niveles en que un juez o tribunal imparte
justicia. Por ejemplo: la justicia penal tiene competencia en materia de aplicación del derecho penal. O una Cámara
de Apelaciones tiene competencia para revisar las sentencias de los jueces de primera instancia inferiores de dicha
Cámara.
Dado nuestra forma de Estado Federal, coexisten el Poder Judicial federal y los Poderes Judiciales provinciales (art.
5). También la Ciudad Autónoma de Buenos Aires tiene su Poder Judicial (art. 129).
El Juzgado de Primera Instancia es aquel donde se inicia un juicio y en el que, después de los pasos procesales
correspondientes, el juez dictará sentencia. Los juzgados de primera instancia son por lo general unipersonales, pero
puede haber excepciones.
El Tribunal de Segunda Instancia, o Cámara de Apelaciones es aquel que, una vez dictada la sentencia de primera
instancia, puede revisar la sentencia dictada a pedido de las partes del proceso, que presentan un recurso de
apelación. Son tribunales colegiados, divididos en Salas de 3 por lo general. Pueden confirmar o revocar (modificar)
la sentencia de primera instancia.
Recordemos que una de las atribuciones y deberes más relevantes que tienen los jueces es el de ejercer el control de
constitucionalidad de las normas inferiores a la Constitución (tratados internacionales sin jerarquía constitucional,
leyes, decretos, resoluciones, normas provinciales o municipales). Dicho control está en manos de todos los jueces.
Lo pueden ejercer en el marco de una causa judicial en la que intervienen. La declaración de inconstitucionalidad
tiene no deroga la norma cuestionada y solamente tiene efectos para las partes que involucradas en el caso. De esta
manera se preserva el principio de supremacía constitucional (art.
31). En materia de control de constitucionalidad la última palabra la tiene la Corte Suprema de Justicia.
El Poder Judicial en la Constitución Nacional Composición
Conforme el art. 108 el Poder Judicial -Federal- de la Nación estará en manos de una Corte Suprema de Justicia y el
resto de los tribunales, que se denominan genéricamente “inferiores”. La cantidad de tribunales y las diversas
instancias son organizadas por las leyes del Congreso (art. 75 inc. 20).
El art. 109 prohíbe al Poder Ejecutivo ejercer funciones judiciales, intervenir en causas pendientes o restablecer
aquellas que ya han concluido. Esta disposición refuerza el principio de separación de poderes. La Corte Suprema de
Justicia ha interpretado de manera flexible el art.
109 ya que admitió la constitucionalidad de los llamados Tribunales Administrativos, es decir aquellas instituciones
dependientes de la Administración que ejercen funciones de tipo judicial (materialmente jurisdiccional), siempre y
sus decisiones pudieran ser objeto de revisión por parte del Poder Judicial.
En el art. 110 se establecen dos principios que garantizan la independencia del Poder Judicial, y por ende la división
de poderes y la forma republicana de gobierno. Son garantías o tutelas funcionales.
Uno de ellos es el de inamovilidad. Los jueces permanecen en su cargo mientras dura su buena conducta. Para
destituirlos es necesario un proceso especial (en el caso de los jueces de la Corte el juicio político). Luego de la
reforma constitucional de 1994 el artículo 99 inciso 4) dispuso que luego de cumplir 75 años los jueces deben
someterse a un nuevo acuerdo del Senado para permanecer en sus cargos. Dicho acuerdo se brindará por 5 años y
podrá repetirse. La inamovilidad abarca la sede (el lugar o territorio) y el grado (la instancia -primera o segunda-) de
los jueces.
Otro es el de intangibilidad. Las remuneraciones de los jueces no pueden ser disminuidas en modo alguno, a los fines
de que no sean sometidos a presiones de tipo económico por parte del poder político.
Es el tribunal de mayor jerarquía. Le corresponde en última instancia, mantener la supremacía de los principios
constitucionales. Es entonces el intérprete final de la Constitución Nacional y su misión más importante es defender
los derechos y garantías constitucionales de todos los habitantes.
Para ser miembro de la Corte el art. 111 establece hay que ser abogado, con no menos de ocho años de ejercicio
profesional como mínimo y demás tener reunidos los requisitos necesarios para ser Senador, previstos en el art. 55.
El número de ministros de la Corte se establece por ley. Por lo general ha habido 5 miembros, pero en algunos
tiempos hubo 7 y en otros 9. Según la norma vigente, ley 26183, serán cinco los miembros de la Corte Suprema.
Designación
Los jueces de la Corte los nombra el presidente con acuerdo del Senado con dos terceras partes de sus miembros
presentes, en sesión pública (art. 99, 4). El presidente debe además cumplir con las formalidades previstas en el
decreto 222/03 en cuanto a la publicidad de los datos de los candidatos a ocupar una vacante en el Alto Tribunal.
Remoción
La remoción solo puede proceder a través del juicio político (arts. 53, 59 y 60).
La Corte Suprema tiene un presidente (art. 112). Hasta 1930 era designado por el presidente de la Nación. Luego de
esa fecha lo nombran los mismos miembros de la Corte.
La Constitución le otorga a la Corte las atribuciones de dictar sus normas reglamentarias y nombrar sus empleados
(art. 113).
El Consejo de la Magistratura
La reforma constitucional de 1994 incorporó como órgano de gobierno y administración del Poder Judicial al Consejo
de la Magistratura. Esta institución es propia de los regímenes constitucionales europeos, como por ejemplo el
español.
Según el artículo 114 las misiones principales del Consejo son las de seleccionar magistrados y administrar el Poder
Judicial. Por ende, no ejerce funciones jurisdiccionales. El artículo establece que este organismo deberá ser integrado
periódicamente (no hay miembros vitalicios) de manera equilibrada entre representantes de los poderes políticos
(Legislativo y Ejecutivo), jueces de todas las instancias, abogados y académicos. El número de consejeros será
dispuesto por la ley reglamentaria, que deberá ser aprobada por la mayoría absoluta del total de ambas Cámaras del
Congreso. Actualmente hay varias disposiciones que regulan el Consejo, como las leyes 24.937, 24.939, 26.080 y
26.855 - esta última declarada inconstitucional en parte de su articulado por la Corte Suprema en el caso “Rizzo”-. El
número de consejeros es de 13, cuyo mandato es de 4 años. El Consejo puede dividirse en comisiones para el
tratamiento de los distintos temas que le incumben, pero las decisiones se deberán tomar en sesión plenaria.
Según la Constitución el Consejo puede seleccionar mediante concurso a los candidatos a jueces inferiores. Luego de
celebrado el concurso emite una terna vinculante a los fines de que el Poder Ejecutivo elija a uno de los integrantes
de dicha terna y lo nombre con acuerdo del Senado (art. 99 inc. 4). También administra los recursos del Poder
Judicial y dicta reglamentos relacionados con la organización judicial. Y tiene facultades disciplinarias sobre los jueces
inferiores, pudiendo iniciar su proceso de destitución, suspenderlos y acusarlos ante el Jurado de Enjuiciamiento. La
mayoría necesaria para acusar es de 2/3 del Consejo.
Jurado de Enjuiciamiento
El artículo 115, incorporado por la reforma constitucional de 1994, crea el Jurado de Enjuiciamiento. Su misión es
juzgar a los jueces inferiores acusados por el Consejo de la Magistratura. Las causales de destitución son las previstas
para el juicio político en el art. 53: mal desempeño, haber cometido delitos relacionados con su función o crímenes
comunes. El Jurado se encuentra regulado en la misma ley que organiza el Consejo de la Magistratura. Estará
integrado por legisladores, abogados y jueces. Actualmente posee 7 integrantes, y se reúne en caso de que haya
algún magistrado a quien juzgar. Duran en su cargo 6 meses.
El fallo dictado por el Jurado tiene como efecto la destitución del acusado. Si hay pruebas de que este ha cometido
algún delito deberá darse intervención al Poder Judicial (respetando así la garantía del juez natural, prevista en el art.
18). El artículo prevé que el juzgamiento no puede durar más de 6 meses. Si no se llega a una decisión en ese plazo
deberán archivarse las actuaciones. La mayoría necesaria para destituir es de 2/3 del Jurado.
Competencia Federal
Atento a que la Argentina es un Estado Federal, las competencias judiciales se reparten entre los Poderes Judiciales
Nacionales y Provinciales. En este sentido debe tenerse en cuenta que, conforme el art. 121, las provincias
conservan el poder no delegado a la Nación a través de la Constitución. Por consiguiente, la competencia de la
justicia federal es excepcional y surge de la misma Constitución Nacional.
En este sentido el art. 116 prescribe que habrá competencia federal por la materia si la causa judicial se relaciona
con la Constitución Nacional, los tratados internacionales o las leyes del Congreso, así como cuestiones de
jurisdicción marítima (hechos sucedidos en alta mar en buque de bandera nacional, a esto la jurisprudencia le ha
agregado todo lo relacionado con el tráfico aéreo). La excepción en la materia son los llamados “Códigos de fondo”
que dicta el Congreso en virtud del art. 75 inc. 12: Civil y Comercial, Penal, de Minería y del Trabajo y Seguridad
Social. Ellos deben ser aplicados por Nación o provincias según las personas que intervengan en el proceso.
La competencia federal en razón de las personas existe cuando en el proceso se encuentra involucrado el Estado
Nacional, algún Estado extranjero, alguna provincia o un ciudadano extranjero.
La competencia federal por motivo del lugar aparece cuando el hecho o acto a juzgar ha sucedido en un
establecimiento de utilidad nacional (previstos en el art. 75 inc. 30). Ellos son enclaves federales distribuidos a lo
largo del territorio nacional, como por ejemplo un parque nacional.
Solamente habrá jurisdicción federal si lo que se está juzgando tienen que ver con la finalidad de dicho enclave, ya
que la provincia conserva atribuciones legales y judiciales sobre dicho enclave.
Competencia apelada
La restante competencia de la Corte Suprema es por apelación, vale decir que antes de ella ha intervenido al menos
otro tribunal de justicia. La forma de estas apelaciones es decidida por ley del Congreso (art. 117).
Distinguimos la apelación ordinaria de la extraordinaria.
La apelación ordinaria tiene por objeto causas en las que la Nación es parte y superan cierto monto, o casos de
extradición de criminales reclamados por Estados extranjeros y causas en que se produzcan apresamientos
marítimos en tiempos de guerra (art. 24 inc. 6 del decreto ley 1285/58).
La apelación extraordinaria se relaciona con el recurso extraordinario federal, previsto en el art. 14 de la ley 48. Este
recurso fue creado especialmente para defender la supremacía de la Constitución ante normas o decisiones que la
vulneren. Por consiguiente, si en algún caso ello sucede, las partes pueden llegar finalmente a la Corte para que el
tribunal decida sobre la constitucionalidad de lo cuestionado. La ley 48 ha establecido los requisitos necesarios para
la procedencia del recurso extraordinario. Más allá de esto la Corte ha realizado una interpretación flexible de los
preceptos legales, admitiendo su competencia, por ejemplo, en casos que ha denominado de gravedad institucional
y que no se encuadraban en las previsiones del art. 14 de la ley 48. Lo mismo ha hecho con las llamadas sentencias
arbitrarias, que son aquellas que, si bien tratan de temas que no son de competencia federal, por sus errores o
defectos devienen inconstitucionales y lesivas del principio del debido proceso garantizado en el art. 18.
Traición
El art. 119 tipifica el delito de traición contra la Nación, relacionándolo únicamente con la toma de las armas en su
contra, o en unirse o colaborar con sus enemigos. La Constitución remite la pena fijada para este delito a la
legislación del Congreso.
Ministerio Público
La reforma constitucional de 1994 le otorgó rango constitucional al Ministerio Público, asignándole el carácter de
órgano extrapoder, independiente del resto de los poderes del Estado. Nos referimos a los fiscales y defensores que
actúan ante la justicia.
El art. 120 establece que el Ministerio Público es un órgano independiente, con autonomía funcional, que tiene
como función promover la actuación de la justicia en defensa de la legalidad y los intereses generales de la sociedad.
Estará encabezado por un Procurador General de la Nación y un Defensor General de la Nación y contará con los
miembros que la ley reglamentaria establezca. Dicha ley es la 27148, que establece que tanto el Procurador General
como el Defensor General, que actúan ante la Corte Suprema de Justicia, son elegidos por el presidente con acuerdo
del Senado y removidos por juicio político. Para el resto de sus integrantes se establecen mecanismos especiales de
nombramiento y remoción.
La Constitución, con la finalidad de que cumplan adecuadamente sus tareas, les asigna inmunidades funcionales e
intangibilidad en sus remuneraciones.
Jurisprudencia relacionada
En el caso “Thomas, Enrique c/ Estado Nacional s/ amparo”, resuelta en junio de 2010, la Corte Suprema estableció
las características del control de constitucionalidad en la Argentina, tal vez la misión más importante y delicada que
debe realizar el Poder Judicial. El actor, diputado nacional, cuestionaba la constitucionalidad del proceso de sanción
de la ley 26522, de Servicios de Comunicación Audiovisual. Es importante entonces ver como la Corte explica los
alcances del ejercicio del control de constitucionalidad en la Argentina: “8º) Que por lo demás, cabe señalar que el a
quo debió haber considerado que una cautelar que suspende la vigencia de toda la ley 26.522 con efectos erga
omnes tiene una significativa incidencia sobre el principio constitucional de división de poderes y el modelo de
control de constitucionalidad. En efecto, el derecho constitucional comparado conoce dos modelos puros u
originarios de control de constitucionalidad: el difuso o estadounidense y el centralizado o austríaco. Conforme al
primer modelo, cualquier juez puede en un proceso declarar la inconstitucionalidad de una norma y, en
consecuencia, sentenciar sin aplicarla. Conforme al segundo modelo, un único tribunal puede juzgar la
inconstitucionalidad de la norma, pero en el caso que lo haga ésta no sólo no se aplica al caso sino que pierde
vigencia erga omnes. El derecho comparado conoce también modelos impuros o combinados, que sin perjuicio de la
facultad de todos los jueces de declarar la inconstitucionalidad de la norma y no aplicarla en la sentencia, admiten
también la existencia de un único tribunal con competencia para conocer de ella y hacerle perder vigencia erga
omnes. No existe ningún modelo impuro en el mundo que combine los modelos puros en forma que la competencia
para hacer caer erga omnes la vigencia de la norma se disperse en todos los jueces, simplemente porque la
dispersión de una potestad contralegislativa de semejante magnitud es inimaginable, dado que abriría el camino
hacia la anarquía poniendo en peligro la vigencia de todas las leyes. El modelo argentino es claramente el difuso o
norteamericano en forma pura. En una acción como la precedente, ningún juez tiene en la República Argentina el
poder de hacer caer la vigencia de una norma erga omnes ni nunca la tuvo desde la sanción de la Constitución de
1853/1860. Si no la tiene en la sentencia que decide el fondo de la cuestión, a fortiori menos aún puede ejercerla
cautelarmente. La suspensión cautelar de la vigencia de una norma dispuesta por un tribunal presupone que éste se
atribuye la competencia para sentenciar en definitiva con idéntico poder. Dado que ese poder no lo confiere la
Constitución Nacional a ningún juez ni tribunal de la Nación, alterando gravemente el modelo de control
constitucional de las leyes por ella consagrado, es claro que el caso reviste gravedad institucional suficiente como
para que esta Corte abra la instancia a efectos de asegurar la vigencia del sistema consagrado en las normas de
máxima jerarquía, corrigiendo una deformación que introduciría el caos en la vigencia de las leyes sancionadas por el
Congreso de la Nación lesionando para siempre el ejercicio de los poderes constitucionales.”
Para introducirnos en el tema, debemos definir previamente a qué nos referimos cuando hablamos de federalismo.
El concepto se relaciona con las formas de estado. Dicho en sencillas palabras, siempre que mencionemos el
concepto de forma de estado nos estaremos refiriendo a la forma de organización del poder (o de los poderes del
Estado) en relación con el territorio. Es, por ende, la vinculación de lo estatal con lo territorial. Podemos entonces
realizar una clasificación de las formas estatales en función de su mayor o menor descentralización. Ellas son las
siguientes:
Un primer modelo es el estado unitario. Esta forma de Estado implica la inexistencia de unidades políticas
autónomas. El ejercicio del poder está totalmente centralizado y no existe ningún grado de autonomías locales.
Todas las divisiones que puedan existir en ese Estado son de carácter administrativo (departamentos, por ejemplo) y
como tales pueden ser rediseñados por el poder central tal como lo considere pertinente. Un ejemplo de este
modelo de Estado es la República Oriental del Uruguay.
Un segundo modelo es el estado federal. En el federalismo, el poder de un Estado se encuentra repartido entre un
órgano centralizado y soberano, el Estado Federal, y unidades menores con un mayor o menor grado de autonomía
política y administrativa (estados o provincias). Es el caso de los Estados Unidos y de la Argentina. Una variante
moderna de descentralización del poder lo constituyen los Estados Regionales, Autonómicos o Federo-Regionales,
que surgen de los procesos descentralizadores de los estados unitarios (como España, por ejemplo). No son
exactamente Estados Federales, pero se le parecen mucho.
Y un tercer modelo es la confederación de estados. En este caso nos encontramos con una serie de estados
soberanos que voluntariamente se asocian por razones de interés común, pero sin perder su soberanía (y por ende
su autonomía política). Es por ello la forma donde hay una mayor descentralización del poder. A punto tal que las
instituciones centrales poseen pocas atribuciones, circunscriptas por lo general a la defensa común o las relaciones
exteriores. Su instrumento normativo de organización suele ser un Tratado, y no una Constitución como en los casos
anteriores. Dentro de las autoridades permanentes por lo general hay una Dieta o Parlamento, o una Comisión. En
todos los casos los Estados parte conservan los poderes de secesión (posibilidad de separarse de la Confederación) y
nulificación (de una o varias disposiciones del Tratado que los une).
Conforme Germán Bidart Campos, nuestro federalismo tiene profundas raíces históricas. Podemos remontarnos en
tal sentido a las diferentes corrientes colonizadoras españolas que poblaron el país por el norte, el este y el oeste.
También contribuyó a instalar una tradición de autonomía la presencia de los cabildos como institución fundamental
de la colonia y, por supuesto, no debemos menospreciar un elemento geográfico trascendente: las enormes
distancias existentes entre las distintas ciudades. Esto último potenció la necesidad de tomar decisiones en forma
autónoma, atento a las diferentes necesidades de gobierno.
Sin embargo, luego de la Revolución de Mayo nacieron dos tendencias políticas antagónicas que pretendían
organizar el país en forma harto diferente. Por un lado, el sector unitario acentuaba la presencia de Buenos Aires
como centro del país y combatía la autonomía de las Provincias bajo diferentes argumentos basados por ejemplo en
la superioridad económica de la ciudad puerto (producto de la riqueza obtenida de la aduana). Por otro lado, el
sector federal algunas veces con perfiles doctrinarios (Artigas, Dorrego) y otras de manera inorgánica y popular (los
diferentes caudillos provinciales surgidos luego de 1820) defendían un modelo de organización donde la autonomía
provincial fuera un elemento primordial y decisivo en la organización de la Nación.
Ejemplo claro de esto son los Pactos Provinciales, denominados por el Preámbulo de la Constitución “Pactos
Preexistentes”, de naturaleza confederal, que son antecedente normativo imprescindible del Estado Argentino.
Entre otros tenemos a los Pactos de Benegas, Pilar, Cuadrilátero y fundamentalmente al Pacto Federal de 1831 y al
Acuerdo de San Nicolás de 1852.
Luego de numerosas vicisitudes, muchas de ellas violentas, la Argentina adopta luego del triunfo de Urquiza sobre
Rosas, con la Constitución de 1853 la forma federal de Estado. Esta forma federal se acentúa con la incorporación a
la Nación, en 1860, de la Provincia de Buenos Aires. Dicha incorporación se plasmó con la Reforma Constitucional de
1860.
Conforme lo visto, la República Argentina es un Estado Federal (art. 1 CN). Por ello, hay dos niveles del gobierno, uno
soberano, el Estado Nacional, y otro autónomo, las Provincias. A ellos les podríamos agregar, como tercer nivel de
gobierno, los Municipios.
Atento entonces a la existencia de dos órdenes o niveles de gobierno en la Nación Argentina se va a originar una
división de poder “vertical”. Existen por una parte la Nación o Estado Federal, y por otra las Provincias.
Producto de ello, vamos a encontrarnos también con distintas clases de normas jurídicas, ya sea emitidas por la
Nación o por las Provincias.
En primer lugar, tenemos a las normas federales, emanadas del Gobierno Federal. Ellas son, por ejemplo, la
Constitución Nacional y las leyes federales del Congreso Nacional. Estas últimas consisten en todas aquellas
disposiciones reglamentarias de los diferentes artículos de la Constitución, con excepción de las normas de derecho
común.
En segundo lugar, nos encontramos con las normas provinciales, emanadas de las diferentes Provincias. Por ejemplo,
las Constituciones Provinciales y las leyes provinciales.
En tercer lugar, tenemos el denominado derecho común. El mismo consiste en lo que conocemos como “Códigos de
Fondo”: Civil, Comercial, Penal, de Minería y del Trabajo y Seguridad Social, en cuerpos unificados o separados. Los
mismo son dictados por el Congreso Nacional únicamente, pero su aplicación recae en los jueces locales
(provinciales) o federales según las reglas de la competencia. Vale decir que, por ejemplo, si está involucrado en un
juicio de responsabilidad civil el Estado Nacional la competencia será federal pero no por la materia, que es derecho
de fondo, sino porque la persona involucrada es de naturaleza federal. Como regla general su aplicación dependerá
de los tribunales de provincia.
En cuarto lugar, nos encontramos con lo que parte de la doctrina denomina “derecho intrafederal”. Ejemplo de ello
son las leyes – convenio, fruto de acuerdos entre la Nación y las Provincias, como la ley de coparticipación, y los
tratados o convenios celebrados por las provincias entre sí (“Tratados Parciales”).
Como norma general de relación jerárquica entre estas diferentes normas debemos tener siempre presente que las
normas federales son jerárquicamente superiores a las provinciales, atento a lo dispuesto por el artículo 31 CN: “Esta
Constitución, las leyes de la Nación que en su consecuencia se dicten por el Congreso y los tratados con las potencias
extranjeras son la ley suprema de la Nación; y las autoridades de cada Provincia están obligadas a conformarse a
ellas, no obstante cualquiera disposición encontrarlo que contengan las leyes o constituciones provinciales, salvo
para la provincia de Buenos Aires, los tratados ratificados luego del Pacto del 11 de noviembre de 1859”.
En este sentido Bidart Campos señala que la jurisprudencia ha establecido como consecuencias de este principio que
los actos provinciales no son inválidos salvo que: la Constitución reconozca esa competencia en forma exclusiva al
Gobierno Federal, o se la prohíba en forma expresa a las provincias, o el ejercicio de esas competencias sea
incompatible con la Constitución Nacional o su prohibición surja de poderes federales expresos o implícitos o
incidentales.
El reparto de competencias se estructura o divide en:
Competencias exclusivas del Gobierno Federal: Aquellas cuestiones que están sólo en manos del Gobierno central,
como decretar la intervención federal a una provincia (arts. 6 y 75 inciso 31 CN).
Competencias exclusivas de las provincias: Son todas aquellas competencias que permanecen en manos exclusivas
de las provincias. Ejemplo claro de ellas son la competencia para dictar la Constitución de una Provincia (artículo 5
CN).
Competencias concurrentes: Este es uno de los casos más complejos de interpretar. En principio debemos indicar
que en este caso las competencias son indistintas, es decir que ambos niveles de gobierno, Nación y Provincias
pueden legislar sobre el tema. Esta clasificación abarca numerosos temas y suele ser en la práctica, difícil de
coordinar o armonizar. Ejemplo de ello son todas las normas derivadas de la denominada cláusula del progreso
(actual artículo 75 inciso 18 CN) a favor del Gobierno Federal y reproducida en el artículo 125 CN a favor de las
Provincias.
Competencias excepcionales del Estado Federal: Son competencias que habitualmente están en manos de las
Provincias, pero por excepción, en circunstancias excepcionales, quedan en manos del Gobierno Federal.
Un caso concreto de esta categoría lo constituye la facultad de impones contribuciones directas (impuestos directos,
artículo 75 inciso 2 CN).
Competencias excepcionales de las Provincias: En estos casos, nos encontramos con competencias que usualmente
son del Gobierno Federal y por excepción, en determinadas circunstancias especiales, pueden ser ejercidas por las
Provincias. En el artículo 126 CN surgen como ejemplo de ellas las de dictar los Códigos de Fondo antes de que el
Gobierno Federal lo haya hecho y la de armar buques o levantar ejércitos en caso de invasión extranjera o peligro
inminente que no admita dilación, dando previo aviso al Gobierno Federal.
Competencias compartidas: Son aquellas que precisan de una doble decisión, es decir de la manifestación de
voluntad expresa y conjunta del Gobierno Federal y de (o de los) Provincia (Provinciales). Ejemplo claro de esta
categoría es la ley de coparticipación, tal como surge del artículo 75 inciso 2 CN.
LAS PROVINCIAS
Las provincias son las unidades políticas que componen nuestra Federación. No son soberanas (artículos 5 y 31 CN),
pero sí autónomas (arts. 5, 122 y 123 CN). Todas ellas son iguales entre sí, por más que las Provincias preexistentes a
la Nación sean sólo 14. Las restantes fueron creadas en su gran mayoría a partir de la federalización de los territorios
nacionales (extensiones del país sujetos a jurisdicción federal, regulados conforme el artículo 75 inciso 15 CN).
Tenemos entonces casos de crecimiento institucional, pero no territorial. Sin embargo, nada impediría que la Nación
incorpore por adición nuevas provincias creadas sobre territorios que hoy no pertenecen a la Argentina. En estos
casos sería también admisible una incorporación a través de Pactos Especiales, al igual que el Pacto de San José de
Flores facilitó la incorporación de la Provincia de Buenos Aires al territorio argentino. Lo que no puede darse es la
pérdida de alguna provincia, ya que ellas no tienen derecho de secesión y no pueden entonces separarse del
territorio nacional. El último territorio provincializado ha sido Tierra del Fuego, en 1991.
Si quisiera crearse una nueva provincia sobre el territorio de otra u otras sería necesario una doble decisión: de la
Legislatura de la o las provincias involucradas y del Congreso Nacional. La Ciudad de Buenos Aires
Sin llegar a ser una Provincia, la Ciudad de Buenos Aires posee un régimen autónomo con facultades especiales,
previstas en el artículo 129 CN.
Los límites entre las provincias deben ser fijados por el Congreso, tal como lo prescribe el artículo 75 inciso 15 CN.
También puede recurrirse al arbitraje. Algunos autores del Derecho Público Provincial, como Mercado Luna
sostienen que esta facultad del Congreso no puede ser enteramente discrecional, y las provincias involucradas
deben ser partícipes de la fijación de dichos límites.
El artículo 127 CN prohíbe a las provincias en forma expresa guerrear entre sí, y ordena que sus diferencias sean
resueltas por la Corte Suprema. En estos casos las facultades de nuestro máximo tribunal son muy amplias, casi
conciliatorias tal como lo tiene dicho la Corte en el caso relativo a la interprovincialidad del Río Atuel, donde se habló
de facultad de “dirimir conflictos”, y van más allá de la mera aplicación de normas legales. Lo que sí debe quedar
claro es la competencia originaria (exclusiva) de la Corte en estas cuestiones.
Hay diversas normas constitucionales que fijan la idea de que, más allá de la división del territorio nacional en
provincias, la Nación Argentina mantiene un territorio unificado. Básicamente se declara para ello la validez
extraterritorial de los actos jurídicos de una provincia en otras (artículo 7 CN), la igualdad de derechos de los
ciudadanos independientemente de su residencia en alguna provincia y la extradición recíproca (artículo 8 CN).
También se impide la existencia de aduanas interiores y el libre tráfico de mercaderías (artículos 10 a 12 CN). En
síntesis, hay un solo país (y un solo mercado en términos territoriales) dividido en provincias (entidades políticas
autónomas, pero no soberanas).
Junto con este principio de unidad se halla el de integridad de las provincias. Las mismas conservan el dominio de su
territorio.1 Esto se ha visto reforzado en la Reforma Constitucional de 1994 con la incorporación del artículo 124 CN,
el que reconoce a favor de las provincias el dominio de sus recursos naturales, subsuelo, mar, plataforma submarina,
espacio aéreo, ríos, lagos, aguas, islas, playas y riberas. Esto ha implicado un giro en la concepción legal
predominante durante parte del siglo XX que ponía en manos de la Nación el dominio de las riquezas naturales, en
especial de las que se encuentran en el subsuelo. Dichas normas son hoy día incompatibles con la Constitución
Nacional.
Lo dicho no debe entenderse como un impedimento a la existencia de normas federales si ellas son necesarias
porque los recursos, por ejemplo, se encuentran sobre el territorio de más de una provincia, como un río. No
podemos confundir dominio con jurisdicción.
Como ejercicio del poder constituyente secundario, las constituciones provinciales deben respetar los derechos y
garantías constitucionales, así como la forma republicana de gobierno, tal como lo indica expresamente el artículo 5
CN. Podrían sí garantizar más derechos que los previstos en el texto constitucional federal, pero nunca menos.
En ese marco pueden darse sus propias instituciones y elegir a sus autoridades (artículo 122 CN). Asimismo, pueden
dictar toda la normativa necesaria para la promoción del progreso, intereses económicos, administración de justicia,
fomento de la educación y la cultura, y el mantenimiento de sus organismos de seguridad social, entre otras
facultades (artículos 124 y 125 CN). Recordemos además que las provincias conservan, como norma general, todas
las facultades no delegadas a la Nación, tal como lo indica el artículo 121 CN.
También las provincias poseen facultades importantes en materia de celebración de diferentes acuerdos. En materia
interprovincial pueden celebrar los denominados tratados parciales2 entre ellas. Los mismos pueden ser sobre
administración de justicia, intereses económicos y trabajos de utilidad común, tal como reza el artículo 125 CN.
Nunca un tratado parcial puede ser sobre temas políticos ni involucrar a la totalidad del territorio nacional. Estos
acuerdos deben hacerse con el conocimiento del Congreso Nacional. Para parte de la doctrina no es necesario que
exista el consentimiento del gobierno federal entonces, sino sólo que éste haya sido notificado en forma fehaciente.
Por el contrario, para Bidart Campos, conocimiento es aprobación.
Y en materia internacional las provincias pueden celebrar acuerdos, conforme el artículo 124 CN. Los mismos no
deben ser incompatibles con la política exterior de la Nación ni afectar las facultades ya delegadas al gobierno
federal ni el crédito público de la Nación. Como puede apreciarse los límites son severos, lo cual es razonable.
Tampoco en estos casos se exige la aprobación del Congreso Nacional sino sólo su conocimiento.
LOS MUNICIPIOS
Tal como lo declara el artículo 5 CN, las constituciones provinciales deben necesariamente asegurar el régimen
municipal. Por ello debemos interpretar que los municipios son entes públicos de existencia necesaria, previstos por
nuestra Carta Magna. La duda se planteaba con respecto al status de los mismos, frente al silencio del artículo 5 CN.
El debate doctrinario se planteaba entre aquellos que sostenían que los municipios eran autónomos (pueden
dictarse sus propias normas y poseen facultades políticas) o meramente autárquicos (sus atribuciones son de tipo
administrativas y no pueden dictar normas vinculadas al autogobierno).
La jurisprudencia se inclinaba muchas veces a convalidar las decisiones de las constituciones provinciales, gran parte
de ellas reacias a otorgarles facultades amplias a los municipios (si bien algunas, como Santa Fe han sido pioneras en
reconocer la autonomía municipal). Era entonces una cuestión librada a la discrecionalidad de las provincias, que a
partir de 1957 fueron reconociendo la autonomía de los municipios en sus sucesivas reformas constitucionales.
La cuestión fue resuelta por nuestro máximo tribunal en el caso “Rivademar c/ Municipalidad de Rosario”, del año
1989, donde la Corte señaló que los municipios son autónomos, y no autárquicos, y que las provincias no pueden
omitir en su legislación el establecimiento de los municipios ni privarlos de atribuciones para llevar a cabo sus fines.
Finalmente, la Reforma Constitucional de 1994 incorporó el artículo 123 CN en cuyo articulado se prevé
expresamente la autonomía municipal, quedando librado a las diferentes provincias regular el alcance de dicha
autonomía en el orden institucional, político, administrativo, financiero y económico. Debe interpretarse entonces
que las constituciones provinciales no pueden desconocer dicha autonomía, y que la misma abarca los temas
indicados en el artículo. La cuestión del alcance de la misma es una cuestión discrecional de las provincias, pero
sujeta al control de los jueces.
Las Regiones
La idea de región está, conforme Frías, más ligada a los que denomina “estados fédero regionales”, como Italia o
España (¿estados unitarios que se descentralizan?). El antecedente de la regionalización debe buscarse en el
gobierno de facto de 1966. Desde luego en esta oportunidad se trató de una división del país hecha en forma
burocrática y autoritaria, sin la participación de las provincias interesadas.
Pese a este antecedente poco feliz, la interesante idea de regionalizar el país, verdadera concreción de un
federalismo cooperativo o de concertación, ha sido plasmada en la Reforma Constitucional de 1994 luego de la
incorporación del artículo 124 CN.
Conforme el nuevo artículo, las regiones son creadas por iniciativa provincial. El Estado Federal carece iniciativa en
tal sentido. El objetivo es dotar a las provincias de la facultad de crear un sistema de relaciones interprovinciales
para promover el desarrollo económico y social. Dicho esto, sin ánimo de impedir que la regionalización del país
pueda “concertarse” en el sentido de armonizarse. Inclusive para Bidart Campos nada impediría que el Congreso
Nacional promueva una ley convenio en tal sentido. Es decir, utilizando una estructura similar a la coparticipación. El
tema es discutible.
Queda claro que las regiones no poseen atribuciones políticas, ni reemplazan a las provincias en ningún sentido. Son
unidades creadas por las provincias con el sólo objeto de promover su desarrollo. En ese contexto podrían tener
algunos órganos propios, integrados por comités de funcionarios provinciales (gobernadores o ministros, por
ejemplo).
El instrumento normativo indicado para la creación de las regiones son los tratados parciales interprovinciales
previstos por el artículo 125 CN.
Previstos y regulados en la actualidad por el artículo 75 inciso 30 CN, los lugares sometidos a jurisdicción federal son
establecimientos de utilidad nacional distribuidos por todo el territorio nacional que, por su importancia para el
Estado Nacional, se encuentran bajo su órbita. Ejemplos de ello serían un Parque Nacional o un puerto.
La Reforma Constitucional de 1994 adoptó para su regulación la tesis denominada “finalista” manifestada en
diversos fallos de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, ya que el Estado Federal dicta solamente la legislación
necesaria, y no es el legislador exclusivo de esos establecimientos. Se impuso entonces esta tesis por sobre la
denominada “exclusivista”, que también dominó parte de la jurisprudencia de nuestro Máximo Tribunal.
Con respecto a los poderes de policía e imposición, es decir a las facultades de imponer tributos (por ejemplo, tasas
municipales o impuestos provinciales) o de reglamentar o restringir derechos en función del bien común (poder de
policía), las Provincias conservan estas facultades mientras no interfieran en el cumplimiento de los fines del
establecimiento.
Como puede advertirse, en la práctica hay una competencia concurrente, pero dividida en cuanto a sus objetivos
entre la Nación y las Provincias en este caso.
Los Territorios Nacionales consistían en extensiones de la Nación que no pertenecían a las Provincias históricas u
originarias, que participaron del proceso constituyente de 1853-60. Quedaban fuera de los límites de las Provincias.
Tal como aún lo señala el actual artículo 75 inciso 15 CN, se encontraban bajo la legislación y jurisdicción nacional. Su
legislación la sancionaba el Congreso Nacional y el Presidente designaba a un interventor federal que ejercía el poder
ejecutivo local. Con el paso del tiempo todos esos territorios se han ido convirtiendo en provincias, siendo el último
de ellos el de Tierra del Fuego.
Una de las principales modificaciones de la Reforma de 1994 fue la de resolver la situación institucional de la Ciudad
de Buenos Aires. En efecto, el nuevo artículo 129 CN. En este sentido, los constituyentes decidieron otorgarle un
status especial a la Capital Federal, que no puede encuadrarse en ninguna de las categorías vistas anteriormente: no
es provincia, ni municipio. La doctrina ha diferido acerca de cuál es entonces el status institucional de la Ciudad.
Conforme Sagüés se asemeja a una semi-provincia o cuasi provincia, ente autónomo tutelado cuya función principal
es servir de asiento a las autoridades federales. Obsérvese que esa tutela se demuestra por la potestad por parte del
Estado Federal de dictar una ley de garantías para proteger los intereses de la Nación destinada a regir en la Ciudad,
lo que limita su autonomía. Esta norma perdería vigor en el hipotético caso de que se decidiera el traslado de la
Capital Federal.
Lo que queda totalmente claro para la doctrina es que la Ciudad de Buenos Aires posee una autonomía superior a
cualquier municipio, y se asemeja a una Provincia, pero sin llegar a ser como ellas. Advirtamos que pueden elegir
diputados (art. 45 CN), senadores (art. 54 CN) y ser objeto de intervención federal (art. 75 inciso 31 CN), al igual que
cualquier provincia. Pero también debe tenerse presente que la Ciudad recibe la autonomía que la da la Nación y
carece de autonomía preexistente, caso diverso al de las Provincias, que ceden parte de sus atribuciones a la Nación
y conservan las restantes. Sintetizando este status especial se puede decir lo siguiente: la autonomía de la Ciudad de
Buenos Aires se manifiesta a través de la concesión a la misma por parte de la Nación de atribuciones propias en
materia de legislación y jurisdicción (legislativas y judiciales), la facultad de elegir en forma directa al Jefe de
Gobierno de la Ciudad (anteriormente llamado Intendente), y la posibilidad de dictar un Estatuto Organizativo a los
efectos de su institucionalización. Todo ello limitado por la ley de garantía de los intereses del Estado Federal, a
dictarse por el Congreso Nacional.
El dictado de la mencionada ley de garantías, que lleva el número 24.588, llamada “ley Cafiero”, trajo aparejada
numerosas controversias. La misma ha sido poco generosa con la autonomía de la Ciudad, ya que restringe las
facultades jurisdiccionales de la Ciudad solamente a los temas de vecindad, contravencional y faltas, contencioso
administrativo y tributario, y decide conservar en la órbita nacional al Registro de la Propiedad Inmueble y a la
Inspección General de Justicia, entre otras cuestiones.
Podemos agregar también que, como regla general de deslinde, la Nación conserva todas las competencias no
cedidas a la Ciudad Autónoma.
Más allá del artículo 129 CN y la ley 24.588 rige en la Ciudad de Buenos Aires la Constitución Porteña. La misma ha
incorporado, amén de la organización del poder en la Ciudad (parte orgánica de una Constitución), una moderna y
extensa declaración de derechos y garantías (parte dogmática). Dejó a salvo también la disidencia de las autoridades
constituyentes de la Ciudad con las leyes Cafiero (24.588) y Snopek (24620), de convocatoria a elecciones de Jefe de
Gobierno).
Cabe decir que la jurisprudencia más reciente de la Corte Suprema tiende a reconocer a la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires competencias muy similares a las del resto de las provincias. Por ejemplo, el Alto Tribunal admite que
la Ciudad se presente en forma originaria ante dicha instancia, al igual que las restantes provincias.
La Intervención Federal
El Estado Federal está obligado a asegurar, proteger y vigilar la integridad, autonomía y subsistencia de las Provincias
dentro de la unidad federal. Conforme el artículo 5 CN se le exige a todas las Provincias los requisitos de: dictar una
constitución de características republicanas y asegurar la administración de justicia, el régimen municipal y la
educación primaria; todo ello como condición necesaria para la garantía federal de preservación de su autonomía.
Seguidamente, el artículo 6 CN le otorga al Gobierno Federal la facultad de intervenir en el territorio de las
provincias (no “a” las provincias), facultad que debe extenderse también a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
(artículo 75 inciso 31).
¿Por qué causas puede intervenirse una provincia? El artículo 6 CN indica que la misma pueda disponerse por varios
motivos y pueden disponerla en forma directa el Gobierno Nacional o solicitarlo la misma Provincia afectada. El
Gobierno federal puede intervenir directamente para garantizar la forma republicana de gobierno o para repeler
invasiones exteriores (ya sea un ataque actual o inminente). Las autoridades provinciales pueden pedirla para ser
sostenidas o restablecidas en su cargo sin han sido destituidas o amenazadas por sedición (revuelta interna) o
invasión de otra provincia. Advirtamos entonces que puede haber intervenciones de carácter represivo y otras de
carácter preventivo, pero las causales invocadas para fundamentar la medida no pueden superponerse.
Pueden intervenirse todos los Poderes de la Provincia (Ejecutivo, Legislativo o Judicial) o alguno de ellos. Muchas
veces se dispone conjuntamente el estado de sitio en dicho territorio, pero ello no es constitucionalmente
obligatorio.
¿Qué Poder del Estado Federal dicta la intervención federal? En este sentido la Reforma Constitucional de 1994 ha
resuelto una situación de incertidumbre. El artículo 6 CN indica que el “Gobierno Federal” es el que puede intervenir.
Ello ha permitido que a lo largo de la historia argentina haya habido algunas intervenciones dispuestas a través de
leyes y otras dispuestas a través de decretos.
Luego de la Reforma queda claro que es una facultad del Congreso, tal como lo indica el artículo 75 inciso 31 CN, y
que el Presidente solamente podrá disponer una intervención federal si el Congreso se encuentra en receso (artículo
99 inciso 20 CN). En este último caso, además, el Presidente tiene la obligación de convocar inmediatamente al
Congreso para que trate el tema. Por lo que se entiende que, si el Ejecutivo dispone una intervención federal por
decreto, debe inmediatamente convocar a sesiones extraordinarias al Congreso para el tratamiento y la
convalidación de la medida.
La intervención federal es encabezada por un funcionario llamado Interventor Federal. Es designado por el
Presidente de la Nación, porque que es su atribución del Poder Ejecutivo el nombramiento de todos los funcionarios
cuyo modo de designación no está reglado de otro modo en la Constitución (art. 99 inc. 7 CN). Por consiguiente, en
términos generales, luego de la Reforma Constitucional de 1994 es atribución del Congreso decidir la intervención
federal a una provincia o a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, y es competencia del Presidente nombrar al
interventor.
La misión del interventor es principalmente la de restaurar el orden constitucional y republicano alterado en la
provincia. Por ello, aplica en primer lugar las disposiciones de la Constitución Nacional, en segundo lugar, las
misiones que le ha encomendado la ley de intervención sancionada por el Congreso y en tercer lugar, si no se
oponen a las anteriores, la constitución y las leyes de la provincia intervenida. Es un funcionario federal, no
provincial. Asimismo, la intervención no puede invadir las atribuciones exclusivas de la provincia. Por ejemplo, no
puede decidir la modificación de la constitución de la provincia.
Lamentablemente ha dejado mucho que desear la práctica institucional argentina en materia de intervenciones
federales. Las mismas se han dispuesto más de una vez por motivos político- partidarios y muchas veces con la
intención de reemplazar autoridades provinciales enemistadas con el Gobierno Federal por otras más afines al
mismo.
La Coparticipación
No había en el texto de la Constitución Nacional de 1853-60 disposiciones que aludieran a las leyes convenio que
pudieran celebrar la Nación y las Provincias a los efectos de ordenar las competencias concurrentes. Sin embargo, la
dinámica constitucional del siglo XX, en el marco del aumento de las funciones estatales, tanto de la Nación como de
las Provincias, permitió la aparición de este tipo de normas. Las mismas no estaban tampoco, vale la aclaración,
prohibidas por la Carta Magna. Un ejemplo claro de ello es el caso de la coparticipación federal. La misma nació a
mediados de la década de 1930, para ser precisos en 1935, en el contexto de una grave crisis económica
internacional. Con ella se regulaba y armonizaba el cobro de tributos en todo el territorio nacional.
Conforme estas leyes, que fueron ampliando y modificando esta facultad a lo largo del tiempo, el Estado Nacional se
hacía cargo del cobro de los impuestos, y luego realizaba dos repartos o distribuciones: primero entre la Nación y las
Provincias y luego entre estas últimas. La característica específica de estas normas jurídicas, que permitió la doctrina
denominarlo “derecho intrafederal”, consiste en que, si bien son leyes nacionales, para tener vigencia precisan la
aprobación de las provincias. Al momento de la Reforma Constitucional de 1994 se encontraba vigente la ley 23.548,
de coparticipación federal. Podemos decir entonces que el Constituyente Reformador no hizo más que otorgarle
rango constitucional a una normativa que ya integraba desde hacía mucho tiempo el orden jurídico argentino y que
modificaba sustancialmente el sistema de separación de fuentes tributarias previsto por la Constitución de 1853-60.
Podrá debatirse acerca del acierto en redacción de la nueva disposición, o de la eficacia o no de la coparticipación en
términos del desarrollo de las provincias; pero no acerca del largo itinerario del instituto en la Argentina.
El nuevo artículo 75 inciso 2 CN regula la coparticipación federal de impuestos. Resumiremos esquemáticamente su
contenido, señalando los aspectos relevantes del mismo.
En tal sentido el artículo dispone que la coparticipación será la regla general para la recaudación y reparto de todos
los tributos incluidos en el inciso en cuestión (el cobro de impuestos indirectos y directos por excepción en manos
del Estado Nacional). La excepción a esta regla la constituyen solamente los tributos que poseen alguna asignación
específica.
La norma constitucional prevé la existencia de una distribución primaria de lo recaudado, que se hará entre la
Nación, por un lado, y las Provincias y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, por otro. Y luego, una distribución
secundaria entre las Provincias y la Ciudad de Buenos Aires.
La asignación de los porcentajes de distribución debe responder tanto criterios objetivos como subjetivos de reparto.
Los primeros son los referidos a las competencias, servicios y funciones que posee cada Estado Provincial y de la
Ciudad de Buenos Aires, mientras que los segundos tienen que ver con pautas programáticas que buscan el
desarrollo equitativo y solidario entre las Provincias que componen el territorio nacional.
También ordena la sanción por parte del Congreso de una ley convenio para instituir regímenes de coparticipación
de estas contribuciones. La misma se encuentra sujeta a ciertas directivas. Dicha ley, que deberá ser aprobada por
las Provincias, tendrá como Cámara de Origen al Senado y deberá garantizar la automaticidad en la remisión de los
fondos.
Además, prohíbe la transferencia de funciones sin la respectiva reasignación de recursos dispuesta por ley del
Congreso. Finalmente, pone en manos de un organismo fiscal federal el control y la fiscalización de lo relativo a estas
disposiciones.
El inciso 2 del artículo 75 CN está complementado por la disposición transitoria sexta. La misma ordenaba la sanción
de un nuevo régimen de coparticipación federal antes del fin de 1996, expresando que cualquier modificación al
régimen vigente debía contar con la aprobación de la Provincia involucrada. A la fecha de presentación de este
trabajo, el Congreso no ha cumplido aún con lo ordenado en esta disposición transitoria, en un claro caso de omisión
inconstitucional.
Jurisprudencia relacionada
Caso “Partido Justicialista de la Provincia de Santa Fe c. Provincia de Santa Fe” (1994), dictado por la Corte Suprema
de Justicia de la Nación el 6 de octubre de 1994 (Fallos: 317:1195)
Mediante una acción declarativa de certeza (art. 322 CPCCN), el Partido Justicialista de la Provincia de Santa Fe había
planteado la inconstitucionalidad del art. 64 de la Constitución de dicha provincia que no permitía la reelección
inmediata del gobernador y vicegobernador.
Entre los fundamentos del reclamo se encontraba la reciente modificación de la Constitución Nacional, en ese mismo
año, 1994, que habilitaba la reelección presidencial inmediata (art. 90 CN). Por consiguiente, la petición implicaba la
necesidad de que el Poder Judicial definiera si las constituciones provinciales debían reflejar fielmente, a modo de
copia, las disposiciones de la Constitución Nacional. Y, por ende, debía fijar los alcances de la autonomía de las
provincias en el orden constitucional argentino.
La Corte rechazó el planteo, aclarando que, si bien el ejercicio del poder constituyente provincial estaba reservado a
las provincias bajo el condicionamiento de resguardar el sistema representativo republicano, de acuerdo con los
principios, declaraciones y garantías de la Constitución Nacional (art. 5), “no exige, ni puede exigir que sean
idénticas, una copia literal o mecánica, ni una reproducción más o menos exacta e igual de aquélla”. Y entendió que
“la forma republicana de gobierno -susceptible, de por sí, de una amplia gama de alternativas justificadas por
razones sociales, culturales, institucionales, etc.- no exige necesariamente el reconocimiento del derecho de los
gobernantes a ser nuevamente electos”, resultando en consecuencia que la restricción impugnada resultaba
compatible con nuestro sistema federal.
La sentencia, que no tuvo disidencias, fue firmada por los Doctores Augusto C. Belluscio, Enrique S. Petracchi,
Eduardo Moliné O’Connor, Gustavo A. Bossert, Antonio Boggiano, Guillermo A. F, López, Julio Nazareno y Carlos
Fayt. El Doctor Fayt elaboró un voto propio.
Destacamos dentro de la sentencia en primer lugar lo expresado por la mayoría del Tribunal en el considerando 3:
“Que las competencias reservadas por cada una de las provincias para el ejercicio de su poder constituyente bajo el
condicionamiento de resguardar el sistema representativo republicano, de acuerdo con los principios, declaraciones
y garantías de la Constitución Nacional (art. 5), exigen una adecuación de las instituciones locales a los mencionados
requerimientos que "debe conducir a que las constituciones de provincia sean, en lo esencial de gobierno,
semejantes a la nacional, que confirmen y sancionen sus 'principios, declaraciones y garantías', y que lo modelen
según el tipo genérico que ella crea. Pero no exige, ni puede exigir que sean idénticas, una copia literal o mecánica,
ni una reproducción más o menos exacta e igual de aquélla. Porque la constitución de una Provincia es el código que
condensa, ordena y da fuerza imperativa a todo el derecho natural que la comunidad social posee para gobernarse,
a toda la suma originaria de soberanía inherente, no cedida para los propósitos más amplios y extensos de fundar la
Nación. Luego, dentro del molde jurídico del código de derechos y poderes de ésta, cabe la más grande variedad,
toda la que pueda nacer de la diversidad de caracteres físicos sociales e históricos de cada región o Provincia, o de
sus particulares anhelos o aptitudes colectivas" (González, Joaquín V., "Manual de la Constitución Argentina", ps.
648/49; Fallos 311:465)”.
Y, en segundo término, lo expresado por Fayt en el considerando 8 de su voto:
“Que, como se sostuvo en Fallos 314:1915, el actual art. 122 de la Constitución Nacional consagra y preserva las
autonomías provinciales al prescribir que las provincias eligen sus gobernadores, legisladores y demás funcionarios,
sin intervención del gobierno federal y que cada provincia es titular del poder constituyente en el ámbito personal y
territorial que le es propio, a fin de dictar para sí una Constitución bajo el sistema representativo y republicano, de
acuerdo con los principios, declaraciones y garantías de la Constitución Nacional (art. 5°, Constitución Nacional). Con
las limitaciones que les impone la soberanía nacional, las provincias se dan su gobierno e instituciones locales, dictan
para sí una Constitución y aseguran en ella su administración de justicia, su régimen municipal y la educación
primaria (arts. 5° y 123, Constitución Nacional), ejercen todo poder no delegado por la Constitución al gobierno
federal, y el que se hubieran reservado por pactos especiales al tiempo de su incorporación (arts. 121, 125 y 126,
Constitución Nacional) así como los poderes concurrentes. Al gobierno federal le está prohibido trasponer la
frontera de reserva local que establece el art. 122 de la Constitución Nacional, la que expresamente lo instituye
garante para cada provincia del goce y ejercicio de sus instituciones. Dentro de la forma federal de Estado, la
existencia de dos esferas de gobierno, una con poderes delegados y otra con poderes conservados, ha generado
desde siempre el problema de la definición de las fronteras de la competencia. A este respecto, y como una línea
separativa entre los dos centros de autoridad, es dable reconocer como facultades de las provincias todas las
requeridas para "la debida satisfacción de las necesidades exigidas por el gobierno civil de cada localidad, teniendo
como límites las atribuciones inherentes al gobierno central, en orden a la dirección de las relaciones exteriores y a
satisfacer las exigencias generales de la Nación" (Bas, Arturo N., "El derecho federal argentino Nación y Provincias".
t. I, p. 70, Ed. Abeledo Perrot, 1927). Autonomía institucional significa que en la elección de sus gobernadores,
legisladores y funcionarios, cada provincia posee una potestad que no depende ni puede ser igualada por ningún
otro poder.
Esta potestad de darse sus constituciones y sus autoridades dentro de una esfera propia y exclusiva, reconocida y
garantizada por la Constitución Nacional, les asegura su existencia como unidades políticas con los atributos de la
autoridad pública, que ejercitan por medio de órganos elegidos por ellos sin intervención del poder central”.
Caso “Rivademar, Ángela c/ Municipalidad de Rosario”. El caso fue resuelto por la Corte Suprema de Justicia de la
Nación el 21/3/1989. (Fallos: 312:326).
Los hechos del caso eran los siguientes. En 1978, la actora es contratada por la Municipalidad de Rosario como
pianista profesional. En 1983, Ángela Rivademar es incorporada a la planta permanente de empleados, por decreto
Nº 1709 dictado conforme a lo dispuesto en el art. 133 del anexo 1 de la ley provincial de facto Nº 9286 (Estatuto del
Personal de Municipalidades de la Provincia de Santa Fe) por el cual se le imponía al Municipio admitir en forma
permanente al personal contratado por más de tres (3) meses. En 1984, el intendente en base al decreto Nº 1737
(que anula el decreto Nº 1709, y por ende el art. 133 de la ley provincial Nº 9286) y autoriza a revisar todas las
incorporaciones; deja sin efecto el nombramiento de la actora. Por ello, Rivademar impugna judicialmente el decreto
Nº 1737 por considerarlo contrario al decreto Nº 1709 y a la ley provincial Nº 9286. Contestando a la demanda, la
Municipalidad de Rosario afirma que la ley provincial Nº 9286, es inconstitucional por violar los arts. 106 y 107 de la
constitución provincial, al impedir a la Municipalidad organizar a su personal; y que también viola el art. 5 de la CN;
al asumir la Provincia funciones que corresponden a los intereses de cada localidad, por lo que se “desnaturaliza el
régimen Municipal”, puesto que todo lo referido al estatuto y escalafón del personal del Municipio, es facultad que
pertenece a la Municipalidad y no a la Provincia. Considera entonces el Municipio que en el caso se encuentra en
juego el alcance de las atribuciones municipales. La Justicia, para resolver la causa, debe expedirse entonces acerca
de dicho alcance, y resolver si los municipios son autónomos, o si pueden ser autónomos o autárquicos conforme lo
dispongan las constituciones provinciales.
La Corte Suprema de la Provincia de Santa Fe, resuelve el caso ordenando reincorporar a la actora, y por ende anula
la decisión Municipal sosteniendo que la ley Nº 9286 era constitucional, toda vez, que la Provincia podía regular el
empleo público municipal. Falló a favor de la Provincia. Frente a esta decisión, la Municipalidad de Rosario interpuso
recurso extraordinario federal.
Llegado el caso a la Corte Suprema, el Tribunal decide revocar la sentencia recurrida, dando la razón al planteo de la
Municipalidad de Rosario. La sentencia no tuvo disidencias y fue firmada por los Doctores José Severo Caballero,
Augusto C. Belluscio, Carlos S. Fayt, Enrique S. Petracchi y Jorge A. Bacqué.
El fallo deja entonces sin efectos la sentencia del tribunal provincial, por entender que una ley provincial no puede
privar al municipio de las atribuciones necesarias para el cumplimiento de sus fines, entre los que se encuentra la
facultad de designar y remover su personal. Afirma, que los municipios son órganos de gobierno, con límites
territoriales y funcionales, y no meras delegaciones administrativas que desnaturalizarían su razón de ser, poniendo
en riesgo su existencia. Decide entonces a favor de la autonomía municipal, en el marco del orden constitucional.
Destacamos los considerandos 8 y 9 de la sentencia. Allí la Corte decide dos cosas. En primer lugar, apartarse de la
jurisprudencia anterior en materia de autarquía y autonomía municipal. Y en segundo lugar, brindar argumentos
normativos, históricos, prácticos y sociológicos a favor de la autonomía municipal.
Considerando 8: “Que un nuevo y más detenido examen de la cuestión aconseja, en el momento actual, revisar esa
doctrina que se ha mantenido casi invariablemente en la jurisprudencia de esta Corte. En primer lugar, como bien
señala la Procuradora Fiscal en su dictamen, ella de ningún modo podría ser afirmada con carácter uniforme para
todo el territorio de la Nación, ya que a partir de 1957 diversas constituciones provinciales han consagrado el criterio
de la autonomía de los municipios, que puede ser plena, cuando se los faculta a dictar sus propias cartas orgánicas, o
semiplena, cuando no alcanza a esa atribución. Por otra parte, aun prescindiendo de las prescripciones concretas de
las constituciones provinciales vigentes, debe reconocerse que mal se avienen con el concepto de autarquía diversos
caracteres de los municipios, tales como su origen constitucional frente al meramente legal de las entidades
autárquicas; la existencia de una base sociológica constituida por la población de la comuna, ausente en tales
entidades; la imposibilidad de su supresión o desaparición, dado que la Constitución asegura su existencia, lo que
tampoco ocurre con los entes autárquicos; el carácter de legislación local de las ordenanzas municipales frente al de
resoluciones administrativas de las emanadas de las autoridades de las entidades autárquicas; el carácter de
personas jurídicas de derecho público y de carácter necesario de los municipios (art. 33, Cód. Civil, y especialmente
la distinción hecha en el texto originario de Vélez Sársfield), frente al carácter posible o contingente de los entes
autárquicos; el alcance de sus resoluciones, que comprende a todos los habitantes de su circunscripción territorial, y
no sólo a las personas vinculadas, como en las entidades autárquicas; la posibilidad de creación de entidades
autárquicas en los municipios, ya que no parece posible que una entidad autárquica cree a otra entidad autárquica
dependiente de ella; y la elección popular de sus autoridades, inconcebible en las entidades autárquicas.”
Considerando 9: “Que, sin embargo, aun cuando no se reconozca que la autonomía de los municipios cuenta con
base constitucional, tampoco puede prescindirse de que la necesaria existencia de un régimen municipal impuesta
por el art. 5º de la Constitución determina que las leyes provinciales no sólo no puedan legítimamente omitir
establecerlos sino que tampoco puedan privarlos de las atribuciones mínimas necesarias para el desempeño de su
cometido, entre las cuales resulta esencial la de fijar la planta de su personal, designarlo y removerlo. Fácil es
advertir que si se encontraran sujetos en esos aspectos a las decisiones de una autoridad extraña -aunque se trate
de la provincial- ésta podría impedirles el cumplimiento de sus funciones negándoles el personal necesario para
llevarlas a cabo, o causar el desorden administrativo o la ruina económica imponiéndoles un número excesivo de
empleados o remuneraciones que sus recursos no permitiesen…”.
Caso: “Recurso de hecho deducido por la Municipalidad de la Rioja en la causa Intendente Municipal Capital s/
amparo”
Esta sentencia fue dictada por la Corte Suprema de Justicia de la Nación el 11/11/2014.
Los hechos eran los siguientes. El intendente de la ciudad de La Rioja interpuso una acción de amparo a fin de que se
declare la inconstitucionalidad del incumplimiento de su provincia de dictar el régimen de coparticipación municipal
previsto en los artículos 168 y 173 de la Constitución local y en el artículo 9 inc. G, de la ley 23.548 de Coparticipación
Federal, de conformidad con los artículos 5 y 123 de la Constitución Nacional. La cuestión tenía que ver con una
omisión considerada inconstitucional.
El Tribunal Superior de Justicia de la provincia rechazó in limine el amparo, por considerar el tema debatido como
una cuestión política no justiciable. Ello motivó que la actora interpusiera recurso extraordinario ante la Corte
Suprema. El mismo fue denegado y, frente a ello, presentó recurso de queja.
La Corte Suprema de Justicia de la Nación consideró admisible el recurso y negó que se tratara de una cuestión no
justiciable. La sentencia, sin disidencias, fue suscripta por los Doctores Ricardo Lorenzetti, Carlos Fayt, Elena Highton
de Nolasco y Juan Carlos Maqueda.
Sostuvo el Alto Tribunal que la Constitución Nacional establece en el artículo 123 un marco para la realización de un
sistema federal que incluye un nivel de gobierno municipal autónomo cuyo alcance y contenido en orden
institucional, político, administrativo, económico y financiero debe ser reglado por cada constitución provincial.
Señaló asimismo que no puede haber municipio autónomo verdadero si no le reconocemos explícitamente entidad
política o le retacemos la capacidad de organizar su administración y realizar los actos administrativos necesarios
para el cumplimiento de sus funciones o lo privamos del sustento económico-financiero indispensable para que
preste aquellos públicos que la provincia le asigne, inherentes a su existencia (cita de la Convención Constituyente
Nacional, sesión del 8 de agosto de 1994). Consideró que la autonomía municipal se enlaza con los recursos
financieros para ejercerla.
También la Corte dijo que, en el caso de la Constitución de La Rioja, se establece en dos artículos –el 168 y 173- las
características del modelo de coparticipación municipal que impera en la provincia, normas que han sido
incumplidas por los poderes constituidos de la misma. La omisión del dictado de la ley que coparticipa fondos ente
los municipios lesiona el diseño mismo establecido por el constituyente, y por esa vía la provincia transpone los
límites de lo racional y razonable para la vigencia efectiva de la autonomía municipal.
Afirmó el Tribunal que el dictado de la ley, tampoco puede estar condicionado a la concreción de acuerdos políticos
entre provincia y municipios que en 16 años no han sido logrados.
La Corte concluyó que la respuesta meramente dogmática de la máxima instancia jurisdiccional provincial carece de
todo desarrollo argumentativo racional respecto a las cuestiones constitucionales reseñadas, y por ello no satisface
la garantía constitucional de fundamentación de las sentencias judiciales.
En función de estos argumentos se hizo lugar a la queja y se dejó sin efecto la sentencia apelada. También ordenó
que volviesen los autos al Tribunal Superior a los efectos de que se dictara una nueva sentencia acorde a las pautas
fijadas por la Corte Suprema. Por consiguiente, si bien la Corte marca el alcance de la autonomía municipal, la
sentencia es de carácter exhortativo.
Destacamos el considerando 7 del fallo, donde la Corte señala cuál debe ser el alcance de la autonomía municipal
conforme la Constitución Nacional:
“Que la reforma de 1994 introduce el concepto de autonomía municipal en el artículo 123; de este modo aparece el
municipio en el diseño federal argentino como el orden de gobierno de mayor proximidad con la ciudadanía.
El constituyente estableció entonces que las constituciones provinciales debían materializar el mandato de
autonomía en el orden institucional, político, administrativo, económico y financiero. Esta caracterización es a tal
punto definitoria de la comprensión del término "autonomía" que en la convención reformadora se advirtió que
"[u]na autonomía que no contenga esta característica (. .. ), no sería una real autonomía municipal y solo quedaría
reducida a una simple fórmula literaria grandilocuente pero, en la práctica, vacía de contenido, porque no puede
haber municipio autónomo verdadero si no le reconocemos explícitamente entidad política o le retaceamos la
capacidad de organizar su administración y realizar los actos administrativos necesarios para el cumplimiento de sus
funciones o lo privamos del sustento económico-financiero indispensable para que preste aquellos servicios públicos
que la provincia le asigne, inherentes a su existencia o le impedimos ejercer su autonomía institucional" .
(Convención Constituyente Nacional, sesión del 8 de agosto de 1994, intervención del Convencional Merlo).”
Caso: “Zavalía, José Luis c/ Santiago del Estero, Provincia de y Estado Nacional s/ amparo”, del año 2004 (Fallos:
327:3852), la Corte Suprema de Justicia de la Nación tuvo que resolver el reclamo del actor, José Luis Zavalía,
senador nacional por la Provincia de Santiago del Estero, quien presentó una acción de amparo contra el Estado
Nacional y contra la misma provincia, que se hallaba intervenida, con el fin de que se declarase la ilegalidad,
ilegitimidad e inconstitucionalidad de la ley 6667, por la cual el interventor federal declaraba la necesidad de la
reforma parcial de la Constitución de la Provincia y convocaba a elecciones de convencionales constituyentes
provinciales. Pedía también como medida cautelar la suspensión de los comicios hasta que el Tribunal decidiera en
forma definitiva.
Aceptada su competencia originaria (conforme el art. 117), la Corte entendió que las intervenciones no se han
instituido para cercenar derechos a los habitantes de las provincias sino para garantizarlos plenamente en su
ejercicio, ni causan cesantía de la personería jurídica de los estados, que son de existencia necesaria. El hecho de que
los interventores no sean funcionarios legales de las provincias, en cuanto su designación emana del gobierno
nacional y sus atribuciones y responsabilidades se relacionan con el poder que representan y no con los poderes
locales, implica que la función de tales funcionarios federales no puede extenderse más allá de los límites que les
asigna la Constitución y la ley, pero ello no obsta al ejercicio de sus funciones de representantes necesarios del
Estado intervenido, mientras se organizan los poderes locales. Ante la trascendencia del proceso de reforma
constitucional provincial iniciado, se dispuso que hacer lugar a la medida cautelar solicitada y suspender
provisoriamente el llamado a elecciones de convencionales constituyentes provinciales, ya que de continuar dicho
proceso la decisión final de la Corte en el amparo presentado, si fuera favorable al actor, se vería frustrada ya que la
reforma estaría en marcha.
SEXTA PARTE
DECLARACIONES, DERECHOS Y GARANTÍAS
“SI LOS PUEBLOS NO SE ILUSTRAN, SI NO SE DIVULGAN SUS DERECHOS, SI CADA HOMBRE NO CONOCE LO QUE
PUEDE, LO QUE VALE, LO QUE SE LE DEBE, NUEVAS ILUSIONES SUCEDERÁN A LAS ANTIGUAS, Y DESPUÉS DE
VACILAR ENTRE MIL INCERTIDUMBRES, SERÁ TAL VEZ NUESTRA SUERTE MUDAR DE TIRANOS SIN DESTRUIR LA
TIRANÍA”. MARIANO MORENO
Hablamos de la parte dogmática de la Constitución cuando nos referimos a la regulación de los derechos, llamada
por Bidart Campos “el derecho constitucional de la libertad”. Se diferencia de la parte orgánica, que regula los
poderes del Estado, denominada por dicho autor como “el derecho constitucional del poder”.
Las declaraciones
Son enunciados constitucionales de principios políticos, jurídicos y económicos que hacen a la organización del
Estado. Ejemplo de ellas son la adopción de la forma republicana de gobierno (art. 1) o el sostenimiento por parte
del Estado del culto católico (art. 2).
Los derechos
Son facultades reconocidas por la Constitución a las personas, individualmente o en forma colectiva. Recordemos
que la Constitución no crea los derechos, sino que los reconoce de un orden social o natural previo (concepción
iusnaturalista de los derechos). Además de reconocerlos, la Constitución ordena que debe garantizarse su ejercicio.
Las garantías
Llamamos garantías, en sentido estricto, a las acciones procesales que permiten defender los derechos
constitucionales cuando ellos han sido vulnerados en forma ostensible o evidente y el acto u omisión lesiva precisa
de una urgente reparación.
Poder de policía
Llamamos poder de policía a la facultad del Estado de restringir razonablemente los derechos con la finalidad de
armonizar la convivencia. En nuestro país lo ejercen tanto el Estado Nacional, como las provincias y los municipios en
el marco de sus competencias.
Tanto la doctrina como la jurisprudencia han reconocido dos criterios al respecto. El concepto restringido de poder
de policía lo circunscribe a la reglamentación de los derechos solamente por razones de salubridad, seguridad y
moralidad pública. Y el concepto amplio sostiene que las reglamentaciones a los derechos constitucionales pueden
obedecer a otros motivos, además de los ya mencionados, como por ejemplo razones económicas, de bienestar
general o de prosperidad.
El principio de legalidad
Conforme lo prescripto por el art. 19, en nuestro Estado Constitucional de Derecho nadie puede ser obligado a hacer
lo que la ley no manda ni puede
ser privado de lo que ella no prohíbe. Denominamos a esto principio de legalidad. La fuente de los límites a los
derechos y las obligaciones de los habitantes debe ser la ley. Este importante principio tiene también recepción en
algunos temas específicos. Por ejemplo, en el art. 18 cuando se prescribe que nadie puede ser penado sin un juicio
previo fundado en ley anterior al hecho del proceso (principio de legalidad penal), o en el 17, cuando se ordena que
solamente el Congreso impone las contribuciones previstas en el art. 4 (principio de legalidad tributaria).
El principio de razonabilidad
El artículo 28 prescribe que los derechos garantizados previamente (en referencia a los anteriores artículos de la
Constitución), no podrán ser alterados por las leyes que reglamenten su ejercicio. Este principio, llamado de
razonabilidad, implica que las leyes que reglamenten ordenen o limiten derechos no deben destruirlos o
conculcarlos, sino organizar su ejercicio a los fines de que el mismo no colisione con el bien común. Vale decir que
una reglamentación legal que lesione abusivamente un derecho constitucional podría ser declarada inconstitucional
por un juez en un caso concreto. Recordemos que para ello debe promoverse un juicio por parte de una persona
afectada que deberá probar el perjuicio sufrido por la norma cuestionada.
derechos y obligaciones emergentes de los contratos, las concesiones de uso sobre bienes del dominio público, y las
delegaciones que efectúa el Estado a favor de particulares, por Ej. Empresas de transportes, de electricidad. No debe
olvidarse al respecto, que del contenido del propio artículo 17 surge en forma específica el reconocimiento de la
propiedad intelectual, industrial y comercial. El derecho de propiedad implica la facultad de usar, gozar y disponer de
algo (un bien material o inmaterial). El sujeto activo, es decir aquellos que pueden ser titulares del derecho, abarca a
la persona física y a toda entidad o persona jurídica, por Ej. una Sociedad Anónima, sin distinción de nacionalidad,
mientras que el sujeto pasivo es, por un lado, el Estado al que le está prohibido violar la propiedad privada y por el
otro, a los particulares que no deben perturbar el uso y el ejercicio del derecho que ostenta el sujeto activo. El titular
de un derecho de propiedad sobre un bien puede conservarlo, cederlo o venderlo a otro, según lo desee. El art. 17,
que le da el carácter de inviolable a la propiedad, establece garantías especiales para proteger este derecho.
En este sentido se establece que ningún habitante puede ser privado de su propiedad sino por sentencia judicial
basada en ley, (expropiación por utilidad pública), que solamente el Congreso impone las contribuciones que se
expresan en el art. 4 (principio de legalidad tributaria). También se establece que queda borrada para siempre del
código penal la confiscación de bienes y que ningún cuerpo armado puede hacer requisiciones, ni exigir auxilio
alguno.
El Estado puede apoderarse de los bienes de los particulares solamente a través de la expropiación, que es el acto
por el cual el Estado puede privar a un particular de su propiedad privada con fines de utilidad pública, dispuesta por
ley e indemnizada previamente. Es consecuencia del poder soberano del Estado cuyo fundamento radica en dos
supuestos:
1. cuando lo exige una medida de bien común público y
2. la naturaleza relativa de la propiedad privada con función social. Las condiciones constitucionales para que se
pueda expropiar son las siguientes: debe existir una causa de utilidad pública, es decir una necesidad de bien común,
se denomina también calificación por ley, la necesidad debe ser determinada por ley nacional o provincial, es decir,
que el poder que declara la expropiación por causa de utilidad pública es el poder legislativo.
También debe pagarse al particular afectado una indemnización previa y justa, proporcional al valor de la propiedad,
que no enriquezca ni empobrezca al expropiado.
La ley 21499 regula el procedimiento expropiatorio, el que puede realizarse por dos vías posibles: 1) el acuerdo entre
expropiante y expropiado (que se llama avenimiento). 2) judicial.
Cuando no hay avenimiento el Estado que pretende consumar la expropiación debe promover el juicio
correspondiente contra el propietario con quien no hubo arreglo.
También establece la “expropiación inversa” que significa que el procedimiento expropiatario opera al revés: es el
expropiado quien demanda al Estado, en cuanto expropiante, cuando se presente cualquiera de estas situaciones: a)
hay ley declarativa de utilidad pública del bien y no inicia la acción judicial o b) hay conductas del expropiante que
implica desposeer al expropiado sin haber abonado la indemnización.
Dentro del instituto de la expropiación, y que también tiene en miras el cumplimiento de los requisitos que la
Constitución establece para su procedencia, es la retrocesión, que opera cuando una vez que haya tenido lugar la
consumación de la expropiación mediante la transferencia de la propiedad y el pago de la indemnización, después de
esa etapa, no se ha destinado el bien expropiado al fin para el cual se lo había declarado afectado a la utilidad
pública o se ha destinado a otro fin para el cual no se había dictado la ley calificatoria de utilidad pública. En estos
supuestos el expropiado que demanda al expropiante por retrocesión tiene que reintegrar la indemnización.
En referencia a los tributos que establezca el Poder Legislativo, deben cumplir con tres principios. El de legalidad
(conforme los arts. 4, 17, 19 y 99 inc. 3 CN), el de igualdad, ya que ella es la base de los impuestos y cargas públicas
(conforme los arts. 4 y 16 CN) y el de confiscatoriedad (tal como surge del mismo art. 17 CN). Según este último una
imposición excesiva o irrazonable puede resultar confiscatoria y, por ende, privar ilegítimamente de su propiedad a
un habitante.
Corresponde detenerse ahora en la libertad de expresión. La podemos definir, siguiendo a Bidart Campos, como la
exteriorización de la libertad de pensamiento. Si bien el artículo 14 CN habla de libertad de prensa, debemos
entender el concepto en forma extensiva, y considerar que esta libertad abarca otras vías de información y
comunicación (radio, internet, televisión, cine, etc.).
En su contenido podemos distinguir: el derecho a informar (posibilidad de conseguir noticias, transmitirlas y
difundirlas) y el derecho a la información (derecho que tienen todos los habitantes a recibir información, en especial
toda la relacionada con los actos de gobierno).
También abarca aspectos relacionados con la expresión que exceden lo informativo, como por ejemplo las distintas
expresiones de la cultura y el arte.
También conlleva implícitamente el derecho a no expresarse. En el caso de los periodistas, el art. 43 CN garantiza el
secreto de sus fuentes de información (secreto profesional).
Lo que la Constitución impide es la censura previa (propia de un régimen autoritario). Pero existen responsabilidades
ulteriores para aquellos que difundan información falsa o agraviante. En el caso de las expresiones periodísticas
vertidas sobre funcionarios públicos, será el funcionario que se considere agraviado el que deberá probar que el
periodista o medio de comunicación tuvo la intención de dañarlo o afectarlo (doctrina de la real malicia). Esta
postura, que nuestro país tomó de la jurisprudencia norteamericana, tiene como finalidad la más amplia protección
de la libertad de expresión, ya que se la considera una libertad esencial para la protección y el fortalecimiento de un
estado democrático. No hay democracia sin libre circulación de la información, la cual permite un robusto debate de
argumentos e ideas.
La libertad de expresión, al igual que muchos otros derechos, está protegida también por los Tratados e
Instrumentos Internacionales sobre Derechos Humanos que tienen jerarquía constitucional en virtud de lo dispuesto
por el art. 75 inc. 22 CN. En este caso particular, debe destacarse lo previsto en los arts. 13 y 14 de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos (Pacto de San José de Costa Rica). En el primero de los artículos mencionados
se define el alcance de la libertad de expresión, estableciendo que toda persona tiene derecho a la libertad de
pensamiento y de expresión y disponiendo que no puede haber censura previa sino responsabilidades ulteriores. Y el
mismo artículo prohíbe toda propaganda en favor de la guerra y toda apología del odio nacional, racial o religioso
que constituyan incitaciones a la violencia o cualquier otra acción ilegal similar contra cualquier persona o grupo de
personas, por ningún motivo, inclusive los de raza, color, religión, idioma u origen nacional.
Por su parte, el artículo 14 de la Convención Americana, consagra el llamado derecho de rectificación y respuesta
(conocido también como derecho de réplica). La norma prescribe que la persona afectada por informaciones
inexactas o agraviantes emitidas en su perjuicio a través de medios de difusión tiene derecho a efectuar por el
mismo órgano de difusión su rectificación o respuesta en las condiciones que establezca la ley. Se dispone también
que en ningún caso la rectificación o la respuesta eximirán de las otras responsabilidades legales. Se trata de buscar
de este modo tanto la protección de la honra y dignidad de las personas como el fomento de la divulgación de
información veraz y no maliciosa.
Vale la pena recordar, a modo de digresión, que las disposiciones y derechos consagrados en la Convención
Americana sobre Derechos Humanos tienen la protección especial de la jurisdicción supranacional prevista en la
misma norma, que abarca a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y a la Corte Interamericana de
Derechos Humanos.
Derecho al trabajo
A diferencia del anterior, que implica la posibilidad de trabajar, el derecho al trabajo conllevaría “el derecho a
conseguir un trabajo”. Para el liberalismo constitucional ello no sería posible, ya que no se puede obligar a una
persona dar trabajo a otra.
Luego de la Reforma Constitucional de 1994, el artículo 75
inciso 19 establece como atribución del Congreso el fomento del empleo. No hay una obligación estatal de dar
trabajo pero sí un compromiso constitucional de fomentarlo.
La doctrina actual de la Corte Suprema de Justicia en materia laboral señala como que “ los trabajadores son sujetos
de preferente tutela constitucional” (“Vizzotti”, Fallos: 327:3677, 2004)
Jornada limitada
En la Convención Constituyente de 1957 algunos proponían establecer expresamente la jornada laboral de 8 horas.
Sin embargo se optó por dejar el tema derivado a la reglamentación legislativa. Se entiende que el límite es diario
(jornada).
También debe tenerse presente complementariamente lo establecido por los artículos 16 y sobre todo 75 inc. 23 CN,
que introduce expresamente el criterio de igualdad real de oportunidades y de trato, condenando las
discriminaciones arbitrarias.
Participación en las ganancias de las empresas, con control de la producción y colaboración en la dirección.
Según Sagüés 1 es una disposición programática e inactiva, amplia, que puede reglamentarse en formas má s o
menos intensas en distintos casos. ¿ Es un salario adicional? Su presencia efectiva se sumaría a la retribución justa,
pero no puede reemplazar al salario. Para algunos abarca 3 derechos (participación, control y colaboración)
autónomos, y para otros uno sólo el de participación y en consecuencia de éste, los otros dos. El control y la
colaboración se relacionan con la actividad gremial. En realidad no hay posibilidad de participar en las ganancias si
no se sabe concretamente cuánto se gana, por lo que devienen imprescindibles tanto el control como la
colaboración. Hay 2 formas de participar: la simple y el accionariado obrero (el trabajador se convierte en socio). La
colaboración en la dirección implica facultades directivas y de gobierno de la empresa. ¿ Habría un conflicto con el
poder de dirección del empleador? El mismo obviamente no es absoluto en términos constitucionales (artículo14
CN).
1 Sagüés, Néstor Pedro. Derecho Constitucional. Buenos Aires, Astrea, 2007, página 813.
Protección contra el despido arbitrario.
La disposición solamente implicaba la estabilidad impropia o indemnizatoria. Protege a los trabajadores en relación
de dependencia en el caso en que fueran despedidos sin causa o motivo. En este sentido, la legislación laboral
consagró la indemnización tarifada en el caso de los despidos arbitrarios o incausados. El despido afecta no
solamente las necesidades económicas, sino también el derecho a la carrera profesional del trabajador, su salud, etc.
Y por ello la indemnización debe ser integral.
¿Son constitucionales los llamados “retiros voluntarios”? Se verá en cada caso, pero los mismos no deben
constituirse en un despido arbitrario encubierto. Si el trabajador renuncia libremente, dicho acto debe ser protegido
por la legislación y la jurisprudencia. La protección contra el despido arbitrario no implica la prohibición
constitucional de los contratos de trabajo a plazo fijo, siempre que: respondan a necesidades especiales de la
empresa, sean convenidos solemnemente y admitan la posibilidad de convertirse en permanentes pasado un plazo
prudencial.
Los gremios son entes autónomos, con un gobierno propio y autodeterminación. Así lo establece el art. 14 bis al
reconocerles la facultad de celebrar convenios colectivos de trabajo con los empleados o trabajadores.
Los convenios colectivos de trabajo son contratos (es un contrato especifico denominado “normativo”) celebrados
entre los sindicatos y las entidades patronales, que detallan los derechos y obligaciones del trabajador en una
empresa o actividad y de su patrono (sueldos, forma de trabajo, condiciones de salubridad, etc.). Son una fuente de
creación del derecho autónomo en relación con la ley, que se impone a ésta. El Estado no es parte en el convenio,
cuando lo homologa por disposición de la ley interviene como agente de control. La aplicación del convenio se
extiende no solamente a las partes que intervienen en su celebración (asociación sindical y empleador o grupo de
empleadores) sino a todos los trabajadores y empleadores de la actividad.
Ambos, conciliación y al arbitraje, constituyen, de manera sucesiva, instancias previas a toda medida de acción
directa, ya sea una huelga o la realización o modificación de un convenio colectivo. Luego de la conciliación, y de no
haberse llegado a un acuerdo, se pasa al arbitraje, a cargo del Ministerio de Trabajo, que termina resolviendo el
conflicto entre el empleador y los trabajadores
El Derecho de Huelga.
Es una abstención colectiva de trabajo acordada por los
trabajadores de una empresa o de una actividad y decretada por el sindicato respectivo.
En calificación revisable por los jueces, la huelga debe ser declarada legal o ilegal por la autoridad administrativa. La
participación en una huelga nunca puede ser motivo de despido, salvo que, luego de haber sido declarada ilegal y
tras previa intimación, el trabajador no se hubiere reintegrado a sus tareas. El sujeto activo (quien ejerce el derecho)
de la huelga es, obviamente, el trabajador y el sujeto pasivo el patrono o empleador. No produce ruptura de la
relación laboral sino suspensión. Mientras no hay prestación de servicio no hay obligación de retribución.
La huelga es un derecho operativo (puede ejercerse sin ley que lo reglamente) que puede ser reglamentado. El Pacto
de Derechos Económicos Sociales y Culturales, reconoce el derecho de huelga, ejercido de conformidad con las leyes
de cada país, en su art. 8 º.
La seguridad social se identifica por el hecho: se establece para casos de necesidad, por ejemplo: cobertura médica.
La jubilación se identifica con el derecho; para acceder a ella se deben cumplir ciertas condiciones como por ejemplo
el requisito de un mínimo de edad.
La jubilación se otorga a una persona en razón de una actividad laboral cumplida por ella misma sea en relación de
dependencia o no.
La pensión es el beneficio que derivan de la jubilación a favor de ciertos familiares (los causahabientes) de la persona
jubilada o con derecho a la jubilación.
El monto del beneficio debe ser proporcional a la remuneración que correspondía a la persona y móvil, es decir
aumentar con respecto a la antigua remuneración. La no movilidad del haber viola el art. 14 bis y la garantía de
inviolabilidad de la propiedad asegurada en el art. 17 de la CN.
La compensación económica familiar se traduce en el derecho a recibir determinadas prestaciones que, más allá de
una retribución conmutativa del trabajo, se destinan a sufragar la subsistencia de parientes del trabajador que están
a su cargo y para los cuales tiene obligación alimentada. Su forma más común es el salario familiar o la asignación
familiar, que complementa al salario estrictamente retributivo.
El acceso a la vivienda digna debe estar garantizado por el estado y por ello está obligado a crear condiciones
económicas y los regímenes crediticios que permitan el ejercicio de ese derecho.
El nuevo artículo 75, inciso 19, incorporado en la Reforma Constitucional de 1994, al establecer pautas sobre
educación y cultura, habilita al Congreso para sancionar leyes de organización y bases de la educación, dando pautas
de interés federal sin monopolizar la regulación educativa, respetando las particularidades provinciales y locales.
El deber de preservar el medio ambiente se pone también expresamente en cabeza de las autoridades. Se entiende
que ellas son tanto el Estado Federal como las provincias. Se ordena también la utilización racional de los recursos
naturales, la preservación del patrimonio tanto natural como cultural y la biodiversidad. El Estado debe fomentar,
asimismo, la información y la educación ambientales.
Con respecto a estas atribuciones estatales en materia ambiental, el art. 41 establece competencias concurrentes
armonizadas, estableciendo un verdadero modelo de federalismo concertado o cooperativo. La norma prescribe que
corresponderá a la Nación dictar las normas que contengan los presupuestos mínimos de protección. Las provincias
pueden dictar las normas necesarias para complementar y mejorar la legislación nacional. Se han dictado varias
normas de presupuestos mínimos. Ejemplo de ello es la Ley General del Ambiente (25675 ).
El artículo prohíbe expresamente el ingreso al territorio argentino de residuos actual o potencialmente peligrosos, y
de aquellos que sean radiactivos.
Se trata de proteger a grupos de personas vinculados por relación de consumo y desprotegidos frente al prestador o
productor de un bien o servicio público. La intención es superar la desigualdad de las partes en la relación de
consumo. El Estado interviene en favor de la parte más débil y limita libertad de contratación de empresarios y
proveedores. El capitalismo actual es monopolístico e incrementa el poder de las grandes empresas. Por ello el
orden jurídico constitucional debe intervenir para corregir los problemas generados por la propia libertad
contractual. Por ello el art. 42 CN es un principio rector de la política económica y social. Tiene como antecedente
normativo a la ley 24.240 de 1993, la cual sigue vigente
La norma establece un principio protectorio de la relación de consumo. Reconoce derechos específicos, obligaciones
estatales y directrices para el legislador. Incluye relaciones de consumo ligadas al sector privado y a los servicios
públicos.
El sujeto activo: son los consumidores o usuarios. El sujeto pasivo: es el proveedor de bienes y/o servicios.
La relación entre sujetos activos y pasivos es colectiva porque las decisiones de los proveedores afectan a un
conjunto de la población.
La norma protege a consumidores actuales o potenciales. Y se extiende a intermediaros no protege solamente a
consumidores finales (ejemplo distribuidor). No protege a los consumidores entre sí.
El derecho a la protección de su salud, seguridad e intereses económicos implica la tutela tanto de lo extra
patrimonial (salud y seguridad) como de lo patrimonial (intereses económicos), de manera en preventiva o represiva.
Genera obligación de indemnizar al oferente si corresponde. La protección de la salud debe entenderse en el sentido
más amplio como completo bienestar físico mental y social (OMS).
Comprende implícitamente derecho a la vida. Protege en especial alimentos medicamentos agroquímicos y servicios
agua cloacas residuos Se relaciona con la salud del medio ambiente (art. 41 CN).
Ambas disposiciones se retroalimentan.
La protección de la seguridad se refiere a la vida e integridad física. Abarca, por ejemplo: electrodomésticos,
automóviles, productos elaborados. Y la protección de los intereses económicos implica proteger el derecho de
propiedad constitucional de los consumidores y usuarios (17 CN). Implica que las tarifas deben ser justas y
razonables. Se veda la ganancia excesiva sobreviniente o no de oferentes o concesionarios. Esto limitaría aumentos o
reajustes
desmedidos. Con respecto a la relación de consumo se pretende evitar los efectos inequitativos de las cláusulas
predispuestas en los contratos de adhesión o con cláusulas predeterminadas, típicos de las relaciones de consumo
(electrodomésticos, automóviles o servicios financieros, por ejemplo). Otorga fundamento constitucional al pedido
de reparación económica por todo tipo de perjuicios.
Derecho a una información adecuada y veraz se relaciona con el concepto de que la información es un instrumento
eficaz para proteger la salud, seguridad e intereses económicos de consumidores y usuarios.
Y además permite una elección realmente libre del consumidor.
Debe garantizarse al inicio de la relación y durante el transcurso de la misma. Es la base de los derechos del
consumidor
Genera recíprocamente la obligación del oferente de hablar claro e informar en forma objetiva, exacta, detallada y
suficiente en relación a productos/tarifas. Y la obligación correlativa de no mentir, ocultar o hacer publicidad
engañosa o desleal. En caso de violación cabe la corrección informativa o publicitaria más la indemnización
correspondiente. Los bienes o servicios deben incluir las características básicas en la información y las advertencias o
precauciones sobre perjuicios mediatos o inmediatos. Según la ley la información debe ser gratuita para el
consumidor (art. 4 ley 24 .240 modificada por ley 26.361 ). El mensaje publicitario debe ser entonces veraz en cuanto
a lo que promociona.
El derecho a la libertad de elección y a condiciones de trato equitativo y digno. La libertad de elección se basa en la
información veraz y permite al usuario o consumidor. Supone la existencia de una oferta plural y competitiva.
Protege la autonomía de la voluntad de los consumidores y usuarios. Conlleva la prohibición de conductas
anticompetitivas y el abuso de posición dominante en el mercado, así como la cartelización.
Las condiciones de trato equitativo y digno buscan impedir que en la relación de consumo se produzcan
aprovechamientos por parte del más fuerte sobre el débil. Se fulminan las cláusulas abusivas. Es abusiva la que
perjudica de manera inequitativa o vejatoria los derechos de consumidores o usuarios desequilibrando las
prestaciones.
El art. 42 CN pone en cabeza de las autoridades la defensa y promoción de estos derechos. Promover estos derechos
implica entonces obligaciones para las autoridades públicas de todos los niveles (nacionales, provinciales y/o
municipales). La educación para el consumo es una de las formas de instruir a la población y alentar el consumo
racional y responsable. Se relaciona con el principio de desarrollo sustentable, que también menciona el art. 42 CN.
La educación para el consumo implica la actuación de las asociaciones respectivas en su promoción.
También se consagra como obligación la defensa de la competencia contra toda forma de monopolios naturales y
legales. Tiene que ver con la real y efectiva libertad de elección de los consumidores.
Asimismo, se debe proteger la calidad y eficiencia de los servicios públicos. El Estado tiene la facultad de control. Los
prestadores de los servicios pueden ser estatales o privados. Deben respetar los principios de continuidad,
regularidad, uniformidad, generalidad y obligatoriedad en la prestación del servicio.
Se promueve también la constitución de asociaciones de consumidores y usuarios. Esto Confirma la faz colectiva de
estos nuevos derechos. Es una técnica para proteger a los consumidores. Permite agruparlos y enfrentar a poderosos
agentes económicos de modo no fragmentado.
Surge del derecho de asociarse (art. 14 CN). Una vez constituidos tienen importancia en el control de los servicios
públicos. Tienen legitimación procesal para presentarse en la justicia en defensa de estos derechos a través de la
acción de amparo prevista en el art. 43 CN.
El tercer párrafo del artículo 42 CN se refiere a vías o instrumentos legales: “la legislación establecerá”. El Congreso
deberá regular, por consiguiente: procedimientos eficaces para la prevención y solución de conflictos, ya sea
judiciales o extrajudiciales, así como también los marcos regulatorios de los servicios públicos de competencia
nacional. En los entes regulatorios creados deben participar las asociaciones de consumidores y usuarios y
eventualmente las provincias en los organismos de control. La participación no debería ser meramente consultiva
sino también decisoria en todas las instancias, incluida la fijación de tarifas.
Los derechos políticos en la Constitución
Son aquellos que facultan a los ciudadanos a intervenir en la formación y participación del gobierno. La mayoría se
encuentran previstos expresamente en el capítulo “Nuevos Derechos y Garantías”. Comprenden el derecho al
sufragio (art. 37, incorporado en 1994), el derecho a peticionar a las autoridades, ya mencionado al tratar los
derechos civiles, ya que surge del art. 14 y el derecho a formar y participar en partidos políticos (art. 38, incorporado
en 1994). También la reforma constitucional de 1994 consagró expresamente en el orden constitucional argentino
las denominadas formas semidirectas de democracia, ya que el art. 39 establece la iniciativa popular para presentar
proyectos de ley en la Cámara de Diputados de la Nación. Esta facultad de los ciudadanos no puede utilizarse para
presentar proyectos de ley que se refieran a la reforma de la constitución, a tratados internacionales, materia
impositiva, temas del presupuesto nacional y materia penal. Y también la consulta popular, en el art. 40.
Es importante destacar que el art 36 -incorporado también en la reforma de 1994- reconoce el derecho a defender el
sistema democrático, la nulidad de los actos o decisiones de un eventual gobierno de facto y el derecho de los
ciudadanos a resistir dichos actos o decisiones.
Analizaremos con un poco más de detalle el art. 37, a modo de ejemplo. La norma garantiza primero en términos
generales el ejercicio pleno de todos los derechos políticos, conforme el principio de soberanía popular y según lo
establezcan las leyes reglamentarias.
Luego el artículo se refiere al sufragio. Recordemos que se consagra el derecho al sufragio tanto en forma activa -
elegir- como en forma pasiva - ser elegido-. Las características constitucionales son tomadas por el constituyente
reformador de 1994 de la Ley Sáenz Peña (8871) que ha influido decisivamente en la tradición política argentina. El
sufragio es la función política que ejerce el cuerpo electoral y le permite integrar los órganos de gobierno. Y se le
asignan varias características. El artículo establece que el sufragio es universal, por lo que todos los ciudadanos, sin
discriminaciones arbitrarias, tienen el derecho de votar. Las leyes pueden establecer limitaciones razonables, como
por ejemplo en el caso de los menores de edad. También se dispone que el sufragio es igual, por lo que el voto de
cada ciudadano debe computarse de igual manera (“un hombre, un voto”). Es secreto, no puede hacerse público, a
los fines de que los sufragantes no sufran presiones indebidas en el momento de ejercer su derecho de votar. Y es
obligatorio, por lo que votar es un deber y una carga pública. La legislación electoral establece excepciones, como en
los casos de personas mayores de 70 años (a quienes no le cabe sanción si no votan) o los que se encuentran a más
de 500 kilómetros de su domicilio el día de la elección. La obligatoriedad del voto tiene como finalidad el subsanar el
desinterés de la ciudadanía en los asuntos políticos.
Finalmente, la norma consagra la igualdad real de oportunidades entre hombres y mujeres para el acceso a cargos
públicos. Esto implica una reglamentación especial del principio de igualdad y le brinda cobertura constitucional a la
normativa que establece cupos para el acceso a cargos electivos a las mujeres o disposiciones sobre igualdad de
género en dicho acceso.
El debido proceso
Como se ha mencionado, entre los postulados del artículo 18 encontramos el que establece que “es inviolable la
defensa en juicio de la persona y sus derechos”, del cual emerge la garantía mas amplia que la doctrina y el derecho
judicial la rotulan “defensa en juicio” o “dedibo proceso”.
Para que haya debido proceso es necesario que el justiciable pueda acceder a un órgano judicial, que es el que
reviste carácter de juez natural. A partir de allí el debido proceso significa: a) ningún justiciable puede ser privado de
un derecho sin que se observe un procedimiento regular fijado por la ley; b) que no sea cualquier proceso sino el
“debido”, es decir que tiene que dar suficiente oportunidad al justiciable de participar con utilidad en el proceso, esa
oportunidad implica tener conocimiento de cada uno de los actos y etapas, poder ofrecer y producir prueba, tener
audiencia.
Esta garantía rige tanto para el proceso penal como no penal, y en procedimientos ante órganos o tribunales
administrativos.
Cuando en el proceso hay controversia entre partes, se habla de proceso “contradictorio”, en el cual rige el principio
de bilateralidad o de contradicción, conforme el cual cada parte debe conocer de la pretensión de su opuesta.
En todo proceso rige también el principio de “congruencia”, en virtud del cual la sentencia no puede apartarse, en lo
que resuelve, de las pretensiones articuladas por las partes.
La garantía del debido proceso incluye un aspecto muy importante, el que refiere a la duración “razonable” del
proceso. La duración razonable es una exigencia que se funda en la necesidad de que la sentencia que pone fin a ese
proceso se alcance a dictar en tiempo oportuno, y sea capaz de rendir utilidad y eficacia para el justiciable.
La utilidad (o eficacia) de la sentencia puede significar, en principio, dos cosas: a) que debe resolver todas las
pretensiones que en relación a sus derechos lleva el justiciable ante el tribunal y b) que las debe resolver en tiempo
oportuno.
La sentencia tiene que dictarse en relación y correspondencia con las pretensiones de las partes intervinientes en el
proceso. El juez debe resolver la causa según lo términos en que quedó trabada la litis: en cuanto a la cuestión del
derecho, el principio “iura novit curia” permite y obliga el juez a suplir el derecho no invocado por las partes o
invocado erróneamente, en cuanto a los hechos, el juez debe atenerse a los alegados y probados por las partes. Por
con siguiente el juez no puede: fallar sobre cuestiones y pretensiones no propuestas o ni pedidas, ni hacerlo
excediendose de lo peticionado; omitir cuestiones y pretensiones propuestas y pedidas y omitir pruebas
conducentes a la decisión de la causa.
Dentro de las garantías constitucionales surgidas del art. 43 encontramos a las acciones de amparo, hábeas data y
hábeas corpus.
La acción de amparo
En nuestro país el amparo surgió como creación de la Corte Suprema, para luego tener recepción legislativa. Con la
reforma constitucional de 1994 se incorporó el art. 43.
En 1957 la Corte creó pretorianamente la acción de amparo en el caso “Siri”. En dichos autos se cuestionaba la
clausura de un periódico por parte de la autoridad pública y en violación de las libertades de imprenta y trabajo. No
habiendo normativa sobre el amparo el Máximo Tribunal consagró una vía procesal rápida para proteger derechos
constitucionales si ellos han sido violados en forma grave y evidente.
Al año siguiente, la firma Samuel Kot SRL también llegó a la Corte, por otra situación de violación a un derecho
constitucional, pero en este caso la autoría de no era de la autoridad sino de particulares, a raíz de la ocupación que
los obreros habían hecho de su fábrica, restringiendo los derechos de propiedad y trabajo.
En el año 1966 se dictó la ley 16.986, que reglamentó la acción de amparo contra actos de la administración pública.
Posteriormente se introdujo también el amparo contra actos y omisiones de particulares dentro del articulado del
Código Procesal Civil y Comercial de la Nación.
La regulación de la acción de amparo en el art. 43 regula en primer lugar el amparo individual, prescribiendo que
toda persona puede interponer acción rápida de amparo, siempre que no exista otro medio judicial más idóneo,
contra actos u omisiones de autoridades públicas o particulares, que en forma actual o inminente lesione, restrinja,
altere o amenace, con arbitrariedad o ilegalidad manifiesta derechos y garantías reconocidos por la Constitución,
tratados o leyes. La norma habilita al juez competente a declarar la inconstitucionalidad del acto u omisión
cuestionado.
En un segundo párrafo, la misma norma establece el amparo colectivo. En este sentido dispone legitimar para
presentar un amparo colectivo al afectado, al Defensor del Pueblo y a las asociaciones civiles habilitadas para tal fin.
Se entiende que el amparo colectivo abarca aquellas causas donde el derecho afectado sea de incidencia colectiva,
como los derechos al ambiente sano, a la competencia, a los usuarios y consumidores o en casos de discriminación.
El artículo 43 otorga regulación constitucional a otras dos garantías, el hábeas data y el hábeas corpus.
El hábeas data
La acción de hábeas data se define como el derecho que asiste a toda persona a solicitar judicialmente la exhibición
de los registros, públicos o privados, en los cuales se hallan incluidos sus datos personales o los de su grupo familiar,
para tomar conocimiento de su exactitud o requerir la rectificación y/o la supresión de datos inexactos, obsoletos o
que impliquen discriminación.
Esta herramienta tiende a proteger a la persona contra calificaciones sospechosas incluidas en registros que pueden
llegar a perjudicarle. Además, ha cobrado gran importancia en la actualidad, con el auge de los bancos informáticos
de datos, a los cuales puede accederse fácilmente de muy diversos modos, esto multiplica la posibilidad de propagar
datos personales cuyas difusiones pudieran perjudicar a su titular, agraviando así su derecho a la intimidad.
El hábeas corpus
Por su parte el hábeas corpus es la acción judicial sumaria por la cual se protege la libertad física de una persona
cuando ella fuera conculcada, restringida o estuviera amenazada en forma ilegal o arbitraria por la autoridad pública.
El hábeas corpus puede ser solicitado por cualquier persona en nombre del detenido. Procede asimismo en casos de
desaparición forzada de personas.
Jurisprudencia relacionada
Brindaremos como ejemplo de interpretación del alcance y contenido de los derechos lo afirmado por la Corte
Suprema de Justicia de la Nación en el caso: “Bourdieu, Pedro Emilio c/ Municipalidad de la Capital”, del año 1925
(Fallos, 145:307). En el caso, el actor reclamaba por una bóveda que le había quitado la Municipalidad. El debate
entonces se relacionaba con el alcance del término “propiedad” a la luz de los arts. 14 y 17 de la Constitución. En
este sentido el Máximo Tribunal afirmó que: “Las palabras ‘libertad ' y ‘propiedad’, comprensivas de toda la vida
social y política, son términos constitucionales y deben ser tomados en su sentido más amplio; y la segunda, cuando
se emplea en los artículos 14 y 17 de la Constitución, o en otras disposiciones de ese estatuto, comprende todos los
intereses apreciables que un hombre puede poseer fuera de sí mismo, fuera de su vida y de su libertad; por lo que
los derechos emergentes de una concesión de uso sobre un bien público (derecho a una sepultura), o de las que
reconocen como causa una delegación de la autoridad del Estado en favor de particulares (empresas de ferrocarriles,
luz eléctrica, explotación de canales, etc., etc.) se encuentran tan protegidas por las garantías constitucionales
consagradas por los artículos 14 y 17 de la Constitución, como pudiera estarlo el titular de un derecho real de
dominio.” Por consiguiente, la Corte Suprema ha definido en términos constitucionales al concepto de propiedad
con gran amplitud.
Brindaremos como ejemplo de interpretación del alcance y contenido de los derechos lo afirmado por la Corte
Suprema de Justicia de la Nación en el caso Vizzoti, Carlos Alberto c/ AMSA S.A. (Fallos: 327:3677). Allí se debatía la
constitucionalidad de la normativa que establecía topes a las indemnizaciones por despido, lo que disminuía el
monto que debería percibir el trabajador conforme lo dispuesto por la ley de contrato de trabajo. El Alto Tribunal
manifestó que: “La Constitución Nacional asume el carácter de una norma jurídica que, en cuanto reconoce
derechos, lo hace para que éstos resulten efectivos y no ilusorios, sobre todo cuando se encuentra en debate un
derecho humano…Los derechos constitucionales tienen un contenido que proporciona la propia Constitución…” ”En
la relación y contrato de trabajo se ponen en juego, en lo que atañe a intereses particulares, tanto los del trabajador
como los del empleador, y ninguno de ellos debe ser descuidado por las leyes. Sin embargo, lo determinante es que,
desde el ángulo constitucional, el primero es sujeto de preferente tutela…” “Sostener que el trabajador es sujeto de
preferente atención constitucional no es conclusión sólo impuesta por el art. 14 bis de la Constitución Nacional, sino
por el renovado ritmo universal que representa el Derecho Internacional de los Derechos Humanos, que cuenta con
jerarquía constitucional a partir de la reforma constitucional de 1994.”
En materia de movilidad jubilatoria, la Corte suprema sostuvo en el caso “Badaro, Adolfo Valentín c/ Anses s/
Reajustes varios” (Fallos: 330:4866) : “La Constitución Nacional ha reconocido el derecho a la movilidad no como un
enunciado vacío que el legislador puede llenar de cualquier modo, sino que debe obrar con el objeto de darle toda
su plenitud, que no es otra que la de asegurar a los beneficiarios el mantenimiento de un nivel de vida acorde con la
posición que tuvieron durante sus años de trabajo.”
Con respecto al derecho a un medio ambiente la Corte Suprema abordó la cuestión en el caso “Barrick Exploraciones
Argentinas S.A. y otro c/ Estado Nacional s/ acción declarativa de inconstitucionalidad” (Fallos: 342:917) : Allí
manifestó que: “El ambiente no es para la Constitución Nacional un objeto destinado al exclusivo servicio del
hombre, apropiable en función de sus necesidades y de la tecnología disponible, tal como aquello que responde a la
voluntad de un sujeto que es su propietario (Fallos: 340:1695, considerando 5°)…” “El acceso al agua potable es un
derecho cuya tutela implica modificar la visión según la cual la regulación jurídica del agua se basa en un modelo
antropocéntrico, puramente dominial dado que el paradigma jurídico que ordena la regulación del agua es eco-
céntrico, o sistémico, y no tiene en cuenta solamente los intereses privados o estaduales, sino los del mismo sistema,
como bien lo establece la ley general del ambiente (Fallos: 337:1361 y 340:1695)…”
Por otra parte, con respecto a las garantías constitucionales, recordaremos lo resuelto por la Corte Suprema en el
caso “Siri, Ángel” (Fallos, 239:459). Recordemos que allí se cuestionaba la clausura de un periódico propiedad del
actor. El accionante había presentado un hábeas corpus, ya que no existía en nuestro ordenamiento jurídico la
acción de amparo. Rechazada en las acciones inferiores, la pretensión del actor llegó a la Corte Suprema. El Alto
Tribunal revocó el fallo recurrido y falló a favor del actor, dándole cabida pretorianamente en nuestro derecho a la
acción de amparo, creada para proteger derechos constitucionales -distintos a la libertad física protegida por el
hábeas corpus- afectados en forma evidente y que precisen una rápida protección. En este sentido la Corte afirmó
que: “Basta la comprobación inmediata de que una garantía constitucional se halla restringida sin orden de
autoridad competente y sin expresión de causa que justifique la restricción, para que aquélla sea restablecida por los
jueces en su integridad, aun en ausencia de ley que la reglamente. Las garantías individuales existen y protegen a los
individuos por el sólo hecho de estar consagradas en la Constitución, e independientemente de las leyes
reglamentarias.”