Operación Peter Pan, Cerrando El Círculo en Cuba
Operación Peter Pan, Cerrando El Círculo en Cuba
Operación Peter Pan, Cerrando El Círculo en Cuba
ISBN 978-959-260-380-6
casa
CASA DE LAS AMÉRICAS
3RA. Y G, EL VEDADO, LA HABANA, CUBA
www.casadelasamericas.org
PRÓL OGO
PRÓLOGO
7
Iglesia, porque había alrededor de doscientos niños cubanos en su em-
bajada en La Habana, cuyos padres querían enviarlos a los Estados
Unidos, pero el Departamento de Estado no podía asumir la responsa-
bilidad de ello. Las visas solamente podrían darse si la Iglesia asumía la
responsabilidad. El padre Walsh estuvo de acuerdo.
El 3 de enero de 1961 el gobierno de los Estados Unidos rompió
relaciones diplomáticas con Cuba. A partir de entonces su embajada
fue manejada por diplomáticos suizos. El Departamento de Estado
emitía las visas waivers1 solamente para los niños a través de la Iglesia
Católica, y el padre Walsh las firmaba.
Este fue el patrón por más de dos años, durante los cuales unos quince
mil niños y adolescentes cubanos llegaron a los Estados Unidos solos,
sin la compañía de sus padres. ¿Por qué los padres no viajaron también?
Porque no les daban las visas waivers. Más tarde, muchos se reunieron
con sus hijos, pero algunos nunca lo hicieron. La expectativa parecía
ser que los Estados Unidos pronto terminarían con el gobierno de Fidel
Castro y que todo volvería a la vida normal, con sus hijos de vuelta a
Cuba. Pero estas ilusiones se esfumaron por el fracaso de la invasión de
Bahía de Cochinos en 1961 y luego con la Crisis de los Misiles de 1962, lo
que significó la suspensión de todos los vuelos entre los dos países.
Mientras tanto, ¿qué sucedió con aquellos miles de niños cubanos?
Situados en orfanatos, campamentos o dependencias de la Iglesia
Católica, si tuvieron suerte fueron tratados bien, pero para otros no
fue así, como ahora es bien conocido, algunos resultaron objeto de
abuso por los curas. Muchos fueron asignados a familias, y otra vez, si
tuvieron suerte...
Con la ruptura de relaciones entre los dos países, la mayoría fue
separada de sus padres, a quienes, en unos casos, no vieron durante
años y en otros, nunca.
Conozco a muchas de estas víctimas. Conocerlos es sentir su dolor.
Sin embargo, sus historias, y este libro, terminan con una nota esperanza-
dora de reconciliación. Algunos de los Peter Pan han retornado, al menos
brevemente, a la Isla, y han revivido amistades. En el año 2009, cinco
de ellos regresaron como grupo, fueron recibidos como amigos, y se
estableció un nuevo vínculo fraternal que podría, incluso, ayudar a que
se establezcan relaciones normales entre ambos países.
WAYNE S. SMITH
(Jefe de la Sección de Intereses de los Estados Unidos
en Cuba de 1979 a 1982)
1
Documento que eximía al portador de realizar los trámites regladentarios para la
entrada a territorio de los Estados Unidos. En este caso emitido solo a los niños.
8
EL DOCUMENT
DOCUMENTALAL DE ESTELA BRA VO
BRAVO
Y ESTE LIBRO
9
dificultades que afrontaron ante el cambio abrupto de sus vidas, aun
cuando hayan alcanzado realizaciones personales y profesionales, y ten-
gan visiones y apreciaciones diferentes de sus consecuencias; de padres
que expresaron el dolor que afrontaron, aunque manifiesten no sentirse
arrepentidos de la decisión tomada; de familiares que sufrieron la se-
paración; de testigos o participantes en aquel acontecimiento, quienes
expresaron sus opiniones y puntos de vista personales, sean o no coin-
cidentes.
Cinco décadas después de aquellos acontecimientos, algunos de los ni-
ños salidos de Cuba durante la Operación Peter Pan visitaron la Isla
como grupo, y en un diálogo con los niños y las niñas de la Compañía de
Teatro Infantil La Colmenita,1 les preguntaron si ellos sabían quién era
Peter Pan. Una pequeña dijo que era un niño que no le gustaba crecer, y
que vivía en el país del Nunca Jamás. Uno de los visitantes les refirió que
ellos, un día, viajaron solos, a un país que no era el suyo, a veces con
hermanos y a veces solitos, donde nadie hablaba español, todo el mun-
do hablaba inglés, que perdieron los amigos que tenían aquí, que pasa-
ron mucho tiempo sin los padres, y algunos nunca más los vieron, que
eso era parte de la historia;2 y otro de los Peter Pan expresó: «Lo más
importante que debe tener este cuento es que esto no vuelva a pasar, no
solamente en Cuba, en cualquier país del mundo, que puede pasar y que
ha pasado…».3
Estela Bravo, con la realización del documental, contribuye a que
hechos como este no se repitan, ese es también el próposito del Progra-
ma de Estudios sobre Latinos en los Estados Unidos, de la Casa de las
Américas, con la publicación de este libro.
1
Reconocida compañía cubana de teatro infantil, fundada en 1990 por su tam-
bién director Carlos Alberto Cremata.
2
Ed Canler con los niños de La Colmenita, archivos de Estela Bravo, septiembre
de 2009. La transcripción de este encuentro se incluye en el capítulo «Visita a la
Compañía de Teatro Infantil La Colmenita» de este libro.
3
Alex López en el encuentro con los niños de La Colmenita.
10
ELLY VILANO CHO
ELLY VEL
CHOVEL
Miami, 1999
11
Mi nombre es Elly Vilano Chovel y soy uno de los niños Pedro Pan.
Era una niña de catorce años cuando mis padres decidieron enviarnos a
mi hermana y a mí a los Estados Unidos, lo que cambió totalmente mi
vida y lo que habría sido de haber permanecido en mi tierra natal. In-
mediatamente fui responsable del cuidado de mi hermana, que era dos
años más joven. Vinimos solas, una situación completamente inusual
para los niños cubanos o para cualquier niño en el mundo, salir de su
familia y de su tierra, y crecer separados de todas las cosas que nos eran
familiares. Y esto le sucedió a catorce mil niños cubanos en un corto
período de tiempo, en veintidós meses, de diciembre de 1960 hasta octu-
bre de 1962, cuando la Crisis de los Misiles.1
1
También conocida como Crisis de Octubre. Tuvo lugar entre el 22 y el 28 de
octubre de 1962. Pudo convertirse en una guerra nuclear entre los Estados Uni-
dos y la Unión Soviética, desatada por la instalación de cohetes soviéticos de
alcance medio en territorio cubano, con el objetivo de garantizar la seguridad
de la Isla ante una posible agresión.
13
¿Y por qué los padres enviaban a sus hijos?
Hubo una variedad de razones que llevaron a los padres a tomar esta
decisión con los niños, pero creo que una cuestión clave es que pensaban
que estaban enviando a sus hijos temporalmente lejos de ellos, que se-
rían unas vacaciones cortas, de unos pocos meses, tal vez de tres meses,
seis meses. Creo que nadie pensaba que sería durante muchos años. Por
ejemplo, mi madre era española, es española, y ella recuerda cómo
los niños en España fueron enviados a Rusia durante la guerra. Muchas
cosas estaban sucediendo al principio de la Revolución y los padres
estaban preocupados. Las escuelas fueron intervenidas, no solo las es-
cuelas católicas, sino todas las escuelas privadas. Venía un nuevo sistema
de educación y los padres tenían miedo del adoctrinamiento. Hay que
recordar que esto fue durante la guerra fría y todo el mundo tenía mie-
do del comunismo. Existía esa lucha entre los Estados Unidos y Rusia, y
los padres en Cuba no querían que sus hijos fueran adoctrinados en el
comunismo. Luego hubo rumores sobre la patria potestad.
Los padres nos enviaron porque pensaron que iba a ser temporal.
Mirando hacia atrás, creo que debería haber habido otra solución. Es
muy fácil mirar hacia atrás y nunca se aprende de la experiencia de otros
pueblos, pero lo que esto me ha enseñado es que nunca se debe dejar
de tratar de hacerlo. Nuestros padres tuvieron la oportunidad de ser
parte de la solución. Soy una sobreviviente y he tratado de sobrevivir y
de aprender a sacar lo mejor de todo lo que me ha pasado, pero la vida
tiene muchas ironías; por ejemplo, vine a los Estados Unidos porque
mis padres pensaban que debía vivir en libertad, aquí conocí a mi pri-
mer esposo, Tom Flannigan, que era un irlandés, irlandés-americano, y
Tom fue enviado a Vietnam. Él dio su vida en Vietnam. Fue asesinado.
Él tenía un presentimiento, unas semanas antes de morir me escribió
una carta, a su hija Brigitte y a mí, y en la carta decía que estaba arries-
gando su vida tan lejos de casa y que no le importaba si las personas en
Vietnam eran comunistas o no, que si perdía la vida sería una tragedia
para Brigitte y que si por lo menos lo hubieran enviado a Cuba, me
daría la oportunidad de volver a mi país si moría. Pero fue completa-
mente irónico que diera su vida.
Pensé que mi vida originalmente iba a estar bien; mi amor con el mucha-
cho americano que amaba tanto la vida, que le encantaba todo lo cubano
también, pero fue inútil. Él derramó su sangre y he tenido que esperar más
de treinta años para que Robert McNamara, secretario de Defensa de los
Estados Unidos, admitiera que había sido un error. Los políticos cometen
14
errores. La única diferencia entre las personas de los países, de las naciones
y las que están en el poder es que cuando los políticos cometen errores, los
que pagamos somos nosotros. Y por eso creo que cada uno tiene que ser
responsable, tiene que ser franco, y todo el mundo tiene que tratar de contri-
buir, tiene que aportar, tiene que ser parte de la solución. Uno no puede
renunciar a la esperanza de que alguien haga que las cosas funcionen,
porque todo el mundo es responsable de lo que nos pasa.
Elly Chovel, segunda de derecha a izquierda, con un grupo de niños del campamento.
15
Cuando llegamos allí estábamos cuidados por una familia también
cubana. Eran un dentista y su esposa que habían llegado de Cuba. El
sacerdote irlandés que estuvo a cargo de arreglar los campamentos em-
pleaba a las personas cubanas que llegaban para que los niños pudieran
hablar su lenguaje. Enseguida encontramos otras niñas, todas estába-
mos en la misma situación y por esa razón nos unimos, nos queríamos
las unas a las otras, las mayores cuidaban a las más pequeñas.
Después que estuvimos allí tres meses y medio nos habíamos unido
mucho a un par de niñas que venían de Matanzas, Marta y Raquel de la
Portilla, tenían la misma edad nuestra, y cuando nos fuimos esa fue otra
terrible separación, porque ya nos habíamos acostumbrado a esas ni-
ñas, que eran nuestras amiguitas.
Nos dieron un foster home, una casa de crianza. ¡Éramos tantos niños
en Miami! Al principio al sacerdote Walsh le habían dicho que eran
doscientos niños, pero después llegaron más y más, eran cientos que
llegaban al día. Entonces no había cómo ponerlos todos bajo un techo.
Era prácticamente imposible. Se abrieron casas de crianza, que era
una palabra que no existía en Cuba ni los niños cubanos sabían lo que
eran. En Cuba decían que nos iban a dar becas, y beca es lo que se da a un
estudiante que asiste a la escuela, y eso no era apropiado para nosotros.
Era una casa de crianza donde teníamos que vivir el año completo, no era
que cuando hubiera vacaciones íbamos a ver a nuestros padres, no, era un
lugar permanente o semipermanente, hasta que nos pudiéramos reunir
con la familia de nuevo, y nadie sabía cuándo iba a ser eso.
Existieron las casas de crianza, se abrieron becas en escuelas, orfana-
tos, reformatorios, dondequiera que hubiera cupo para un niño. Aquí
en Miami, en los campamentos, eran cientos y cientos de niños. En el
caso de los mayores –que ya tenían cerca de dieciocho años–, nadie
quería tomar un joven de esa edad, entonces la mayoría se tuvo que que-
dar en la casa del padre Walsh y en otras casas más pequeñas, porque no
era posible mandarlos a ningún lugar.
16
Elly Chovel con sus padres y su hermana en La Habana.
¿Y cómo reaccionó?
Cada vez que pasaba algo quería ser fuerte para que mi hermana no se
preocupara, y yo me sentía responsable por ella porque mi madre me dio
17
instrucciones de cuidarla, por lo que siempre traté de explicarle las co-
sas de forma que no se sintiera desesperanzada, pero dentro de mí yo
sabía que había algo fuera de nuestro control y que había sido una pena.
18
la que estaba envuelto en Vietnam y fue de una tristeza enorme. Cuando
yo fui al Monumento de Vietnam por primera vez y vi aquella pared con
cuarenta mil nombres, la tristeza que sentí al ver aquel desperdicio de
sangre, me conmovió muchísimo. Cada uno de nosotros tiene que hacer
algo para mejorar este mundo, la respuesta no va a caer del cielo ni por
obra de magia, la magia está dentro de nosotros. Por esa misma razón
decidí que quería participar en este filme suyo, Estela.
Cuando él llegó allí se dio cuenta de que Vietnam era un error. La
guerra de Vietnam fue un gran error. Los políticos toman decisiones y
la pobre gente del país paga por las decisiones de los políticos.
19
uniforme entró para decirme que lo sentía mucho, que a mi esposo lo
habían matado, que había muerto en la guerra. Yo le dije: «Usted está
equivocado, él tuvo un accidente, pero no está muerto», y me respondió:
«No, está muerto». Entonces salí para el cuarto corriendo a buscar a la
niña, a abrazarla. Él había tenido ese presentimiento y me lo había dicho,
y que una noche un oficial venga a decirle a una que a su esposo lo
mataron en Vietnam fue bien duro.
Dejé a mis padres en Cuba, dejé mi familia, dejé mi patria, ahora estoy
en un lugar nuevo, con un hombre excelente y creía que mi vida estaba
hecha, pero no fue así. Siempre estamos a merced de las circunstancias.
20
¿Y ellos saben toda la historia suya?
Sí. Ellos están muy conscientes de todo lo que ha pasado. Los he
educado para el mundo, porque sé que aquí estamos de pasada y no
quiero que nada los coja de sorpresa. Ellos son muy amorosos, tienen
la paz con la que viven los individuos que poseen una conciencia huma-
na. Las escuelas enseñan muy bien los cursos de Química, de Ciencias, de
Matemática, pero hay una responsabilidad que es abrirles el corazón a
los niños, y eso se hace creándoles una conciencia humanística, que
aprendan a pensar con compasión en los demás y no solo en ellos. No
alimentar su ego, no pueden ser egoístas. Creo que dando se recibe. Eso
es lo que pienso.
2
Karol Józef Wojtyla, Juan Pablo II (1920-2005), sumo pontífice de la Iglesia
Católica entre 1978 y 2005. Fue el primer papa que visitó Cuba, del 21 al 25 de
enero de 1998, abogó por la globalización de la solidaridad y propuso que Cuba
«se abriera al mundo y el mundo se abriera a Cuba».
21
último momento pensaba que no podía ir, perdieron mi pasaporte, mi
pasaporte americano. En Nueva York me recomendaron que no fuera,
porque no tenía pasaporte. Y dije: «Yo voy de todas formas, voy aunque
tenga que ir en balsa, pero voy, quiero estar en Cuba cuando el papa esté
en mi país». Y me sentí completamente parte de mi patria, no me sentí
ajena a aquello, al contrario. Lo primero que comí fue como una
explosión de sabor; los frijoles, el pescado, los platanitos, era como si se
tratara de manjar de dioses lo que yo estaba comiendo, sentía como una
explosión de sabores en mi boca, que nunca había comido nada mejor,
el más delicioso manjar. Es una cosa biológica que no se puede explicar
cuando uno va a donde nació.
¿Fue a la casa?
Fui a mi casa. Llegué a Guanabacoa y no sabía qué esperar. Fue algo
maravilloso. He vivido en Coral Gables veinte años y cuando vi esta
calle por primera vez, algo me dijo que aquí tenía que vivir, no sabía lo
que era, pero algo me atrajo a este lugar. Cuando llegué a Guanabacoa
fui a la parroquia donde me bautizaron e hice la primera comunión, y
al parque donde está la estatua de José Martí, miré arriba y vi los flam-
boyanes, me di cuenta de que esa era la razón por la cual yo aquí, en Coral
Gables, me sentía at home (como en casa), porque crecí rodeada de
flamboyanes y fue precioso.
Cuando llegué a mi casa miré por una ventana. Pensé que allí habría
viviendo mucha gente y que a lo mejor no me iban a dejar entrar, no
sabía… Cuando miré, vi unos trabajadores con unas sierras eléctricas
cortando tablones enormes de madera, toqué y dije: «Hola, hola, cuando
yo era chiquita yo viví aquí». Inmediatamente me dijeron: «Entre, entre,
venga», y cuando fui a entrar oí que uno le decía a otro: «Es la hija del
dueño». Fueron muy cariñosos conmigo. Mi casa ahora va a ser el museo
de Guanabacoa, allí es donde están almacenados todos los archivos
históricos de la ciudad. Así que me sentí complacida de que el lugar donde
nací sirviera para todo el pueblo. Fue muy bonito para mí ver eso.
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la experiencia de la separación de la familia es lo que nos une, solamente
pasar por una situación así permite comprender lo que quiere decir eso.
¿Cuántos ha encontrado?
Alrededor de dos mil de esos niños. Como nos situaban en diferentes
lugares estamos por todas partes, en otros países, pero en el momento en
que un Pedro Pan encuentra a otro es como si encontrara un primo, es in-
creíble, y lo más bello es que creo que todos aman a su país, unos más que
otros, pero todo el mundo. Hay algunos que están más traumatizados
que otros, porque lo pasaron peor, y les sirvo, como me dicen, de tinker
bell, que quiere decir campanita, porque ella es la que, al final del cuento
de Pedro Pan, salva a los niños. Me siento como la madre de todos los
Pedro Pan; vienen a mí y me hacen los cuentos de lo que pasó y yo siempre
les doy esperanzas, porque en la vida es necesario no ser amargado, hay
que saber perdonar, hay que saber entender. Y en realidad me siento
orgullosa, porque a pesar de todas las vicisitudes, todo el mundo ha tra-
tado de hacer lo mejor con sus vidas, y no veo resentimientos como en
otras generaciones de cubanos.
Los Pedro Pan no son gente resentida. Hemos aceptado lo que nos
pasó, porque pasó y todo el mundo tiene muchas esperanzas de que
todo va a estar bien. Tengo esperanzas en el futuro, que va a estar mejor.
Yo siento y espero que también el embargo va a terminar. El embargo
viola el artículo 23 de la Declaración de los Derechos Humanos, creo
que hay que hacer alguna negociación. En un momento futuro algo va a
pasar, porque no se puede dejar así, tantos años y años, todo igual. El
momento de la esperanza y del cambio ya llegó.
23
¿Podría volver un poquito a qué papel desempeño Penny Powers? 3 ¿Quién
era Penny Powers?
Me han contado que Penny, durante la Segunda Guerra Mundial, era
enfermera y ayudó en la fuga de niños judíos de Alemania a Londres; en
un momento había una gran cantidad en un avión, y ella se preocupaba
no por los que lloraban, sino, sobre todo, por los que no estaban lloran-
do, porque quería asegurarse de que estaban vivos, debido a las condi-
ciones meteorológicas, al frío y a todo lo demás.
Penny había sido, después de que James Baker4 salió de Cuba y llegó a
los Estados Unidos, a Miami, la encargada de hacer que los niños que
querían salir pudieran llegar. En ese momento se dieron visas de estu-
diantes, eso fue antes de las visas waivers.
Supe por Ester de la Portilla, hermana de Berta Finlay, la esposa de
Pancho Finlay, jefe de la KLM, que Penny Powers era la encargada de la
distribución de las visas para los estudiantes. Ester de la Portilla estaba
en la American Dominican School y les dieron la visa a los estudiantes de
ahí. En cada escuela había una persona. Después de cerradas, los padres
podían ir a pedir la visa waiver, de forma independiente uno de otro, cada
escuela tenía su propia persona.
¿Cree usted que Penny fue la persona centro?
Creo que Penny fue, probablemente al principio, el centro. No sé
exactamente cómo se desarrolló, pero sé que fue algo muy variado y
había muchas personas involucradas. No creo que fue una sola persona,
porque también he conocido de otras que han llamado a la Organiza-
ción,5 fue de un extremo de la Isla a otro.
Y Penny, ¿cree que estaba muy involucrada con la embajada del Reino
Unido?
Sí.
Alguien me dijo que ella trabajaba para la inteligencia británica. ¿Cree
que es cierto?
Probablemente. Penny podría haber trabajado para la inteligencia
británica.
3
Phyllis (Penny) Howell Powers llegó a Cuba en marzo de 1952. Fue profesora de
la Ruston Academy. No se marchó de Cuba, nunca fue detenida por las autori-
dades, se mantuvo como directora de la escuela para hijos de diplomáticos.
Falleció en La Habana, en 1995.
4
Propietario y director de la Ruston Academy en La Habana.
5
Se refiere al Pedro Pan Group, Inc.
24
Nunca fue detenida en Cuba, ¿verdad?
No. No era ilegal salir del país y es por eso que Penny nunca estuvo en
la cárcel. Salimos con el permiso, nos fuimos con un pasaporte cubano,
nos fuimos con un visado. Mi propio visado fue enviado en un sobre por
mi tío, Emilio de Armas, que estaba en Miami.
Fue muy fácil.
Muy fácil. Sé que mis padres tenían que obtener el permiso del
Ministerio del Interior para que los niños pudieran volar solos. Así que
no era ilegal salir, todos salimos legalmente, nos fuimos al aeropuerto,
tuvimos nuestros pasaportes sellados, nuestros documentos para ser
revisados. Así que no fue ilegal abandonar el país.
Pero, hay otra persona llamada Mongo Grau.5 Dijo que era el jefe de todo
esto y que él era un agente de la CIA. ¿Era realmente así?
Conocí a Mongo Grau en Miami, creo que era la cabeza de su grupo
y él sabía lo que su grupo hacía. Estaba muy orgulloso de haber sido un
agente de la CIA, pero otras personas que no estaban relacionadas con
Mongo Grau también recibieron las visas. Pueda él descansar en paz,
falleció. Él y Polita fueron sentenciados a prisión en 1965 y sé que los
vuelos de Pedro Pan terminaron en octubre de 1962. Nunca he visto su
condena y no sé si está relacionada, pero Pedro Pan no era ilegal, salir de
la Isla no era ilegal, y ellos fueron condenados dos años y medio después.
En estos años, mirando hacia atrás. ¿qué fue lo mejor que le ha pasado?
¿Sabe qué creo que fue lo mejor que me sucedió realmente? Formar
esta Organización, porque pensé que estaba haciendo algo creativo y
positivo para recuperar nuestra historia, la de nuestro grupo. Es como
la tribu perdida de Pedro Pan y nos hemos encontrado otra vez. ¡Es una
sensación tan hermosa encontrarnos unos a otros y saber que tenemos
nuestro país!
Caminamos en dos mundos: nos hemos convertido en parte de los
Estados Unidos, de este crisol de culturas, aprendimos cómo movernos
en él y hemos logrado lo mejor que hemos podido, pero es absolutamen-
te maravilloso este vínculo con nuestro pasado, hacer que estemos
recuperando nuestra historia y que lo estemos haciendo juntos, y saber
lo que podemos decir a las generaciones futuras. No queremos cuentos
o mitos, queremos la verdad.
5
Ramón (Mongo) Grau Alsina, sobrino de Ramón Grau San Martín (1882-1969),
expresidente cubano. Figura clave en la organización y ejecución de la Operación
Peter Pan. Agente de la CIA juzgado y sancionado en Cuba por actividades de
espionaje.
25
¿Siente que esta historia de Peter Pan es una consecuencia del conflicto
entre Cuba y los Estados Unidos, y que ha llevado a la separación de las
familias? ¿Por qué queremos hablar de Peter Pan hoy y contar esa historia?
¿De qué serviría?
Creo que hay que hablar, aunque sea doloroso. Hay que ver lo que
estaba sucediendo en ese momento, lo que significaba y obtener algún
resultado positivo de esa experiencia, de lo que sucedió a otros niños
en el pasado, de lo que nos ocurrió a nosotros y de lo que está ocurriendo
hoy. Las familias nunca deben ser divididas, tenemos que hacer algo
para proteger a los niños, para proteger a las familias. Tenemos la
experiencia y sabemos cómo se siente. Mi corazón sangra cuando veo
lo que le sucede a los niños de Kosovo,6 no puedo soportarlo. Y cuando
veo a los niños balseros7 y a otros niños que pierden a sus padres, mi
corazón sangra por estos niños.
Tiene que haber un entendimiento entre las personas. Puede haber
conflictos entre los gobiernos, pero no es necesario entre los pueblos.
No importa dónde, si es en China, en Rusia, en los Estados Unidos o en
Cuba, hay personas de buena voluntad con un corazón en todas partes
del mundo, y esas son las personas que tienen que hacer que las cosas
funcionen. Tenemos que construir puentes.
La gente ha dicho que culpan a monseñor Walsh de ser responsable de
esto, que él era la persona principal y que muchas veces hubo víctimas de
abusos, no necesariamente por Walsh, pero por otros sacerdotes, en otra
zona del país. Quiero su versión acerca de Walsh.
El padre Walsh tenía treinta años, era un emigrante de Irlanda, esta-
ba muy consciente de la guerra y de lo que pasaba con los niños. Cuando
a él le preguntaron si podía cuidar doscientos niños cubanos inmediata-
mente dijo que sí, porque es una persona muy humana, que trata de
ayudar a todo el que está abajo, a toda persona necesitada.
¿No salió de Walsh?
No, no salió de Walsh. A él le preguntaron si podía ocuparse de
doscientos niños cubanos que los padres querían mandar a los Estados
Unidos y que no tenían familiares.
6
Conflicto entre la población de origen serbio y albanés (1996-1999) en el sur de
la provincia serbia de Kosovo, parte de la antigua Yugoslavia; derivó en una
guerra civil y en una limpieza étnica, que provocaron desplazamientos masivos
de la población hacia países vecinos.
7
Niños llevados por sus padres, en embarcaciones poco seguras, de Cuba hacia
los Estados Unidos, a quienes se les permite la entrada al país a través de la
aplicación de la llamada Ley de Ajuste Cubano.
26
Visa waiver firmada por Bryan Walsh.
27
él mandó catorce mil visas waivers de aquí, es que otras personas las
copiaban y las daban.
Pero aquí las aceptaban.
Sí, sí, sí, el gobierno americano aceptaba a todos los niños que venían
y la mitad de ellos tenía donde quedarse y la otra mitad no, ocho mil
fueron con familiares, algunos que se quedaron con familiares tampoco
la pasaron bien.
¿Quién es el culpable de esa tragedia, de esa historia?
Las circunstancias de la guerra fría, mitos que se crearon; que era
algo temporal; que en Cuba, a noventa millas de los Estados Unidos, no
podía haber un régimen comunista. Los padres pensaban que los marines
iban a intervenir en cualquier momento y no querían que los niños
pasaran por una guerra. Era como una comedia de errores y lo que pasó fue
que nosotros perdimos la oportunidad de participar en nuestra patria.
Y en cierto sentido perdieron la patria potestad los padres.
Es curioso, otra ironía. La vida siempre está llena de ironías. Los
padres tenían miedo de perder la patria potestad y en realidad ellos la
dieron sin saber; creían que sería algo temporal y después llegó la Cri-
sis de los Cohetes que extendió la situación por muchos años.
Fueron cosas que pasaron por etapas, en veintidós meses, era una
locura. Los primeros que salieron fueron los niños mayores, de buenas
familias o los niños ricos; después, las hembras, los niños de la clase media,
y, al final, con lo de la patria potestad, salieron los más chiquiticos,
porque los padres dijeron: «No, no, no, a mi hijo no me lo van a quitar»,
entonces decidieron. ¿Quién se quiere separar de un niño de dos años? Mi
nieta tiene dos años y me parece totalmente imposible. Y eso fue lo que
pasó, fue una locura total. A veces me pregunto «¿cómo fue que nos
dejaron entrar a todos aquí?, ¿por qué nos dejaron ir?» Nos dejaron ir
porque pensaron que regresábamos. Hay cosas que no tienen respuesta
y yo no creo que en esta vida vayamos a encontrar todas las respuestas.
Lo que quiero es hallar más cosas que nos unan, creo que tenemos muchas
cosas en qué basar el puente, en cómo sanar las heridas, en cómo podemos
hacer algo para ayudar, para construir. Todo el mundo está harto de la
negatividad, de la retórica y de cosas que no funcionan, hay que tener
alternativas constructivas de buena voluntad y así fabricar los puentes
que ya están ahí. Caminar sobre el puente.
¿Qué fue lo peor de Peter Pan?
Lo peor que sentí es que me habían engañado, porque no era una
separación temporal, iba a ser una separación eterna. Cuando vi lo de la
28
Crisis de los Cohetes pensé que ya ese era el final y que moriría fuera de
mi patria, que no iba a ver a mis padres jamás y dije: «¿Por qué yo no
tuve la opción de decidir?, ¿por qué me mandaron diciendo que iba a ser
unos meses?». Eso fue lo peor. En ese momento me rebelé y pensé: «¿Dónde
están los hombres cubanos que nos han embarcado?, ¿cómo no hicieron
algo?». Estaban esperando los marines.
¿Se enojó?
Sí, me enojé, porque me di cuenta de que mi futuro estaba totalmente
cambiado, me cambió la vida. No sé si hubiera sido mejor o peor si me
hubiera quedado, pero no era lo que yo pensaba. Vine porque era tem-
poralmente e iba a regresar a mi país, iba a estudiar unos meses o lo que
fuera, aprender inglés, a usar mi tiempo de manera creativa para hacer
lo mejor que pudiera, pero nunca pensé que era una cosa eterna, que era
para siempre. Esa no fue mi elección, esa fue una elección de los padres.
Por eso pienso que todos los niños que se fueron de Cuba en ese entonces
deben tener una visa especial, porque para algunos quizás fue su elec-
ción, pero para la mayoría no.
29
a sus niños mimados, a los que habían protegido hasta lo último y, de
repente, cuando regresaron a la casa, lo que encontraron fue un nido
vacío, y eso fue terrible para ellos. Creo que mi madre lloraba cons-
tantemente, ella sufrió muchísimo. Yo sé que la gente del Comité de
Defensa8 le decía que era una asesina, que era una loca, que cómo había
mandado a su hija aquí; mi padrino también le decía que cómo era
posible que ella nos hubiera mandado.
Los padres sufrieron más que los hijos porque se dieron cuenta, ya
cuando el niño se fue, de que la casa estaba vacía. Y después, cuando
vieron que no serían meses, era el llanto y la desesperación por venir
ellos. No pudieron pensar en nada más que no fuera cómo podían
reunirse con nosotros. Así que era un círculo vicioso: se van los niños,
los padres se quedan completamente desgarrados, y entonces la única
ansiedad y el único deseo era reunirse con nosotros, no que nosotros
volviéramos, sino ellos venir.
Se sentían culpables.
Se sentían culpables. Aquí ha habido mucho sentido de culpabilidad.
Los niños, los más chiquiticos, aprendieron inglés y entonces no podían
comunicarse con los padres.
Mi hermana no quería ver a mis padres cuando llegaron. Ella, como
era más pequeña, se había acostumbrado a vivir en Buffalo, tenía miedo
al cambio, iba a ser un cambio más, fue traumático para ella porque era
más pequeña. Primero fue el campamento, después vivir en Buffalo, ya
estaba adaptada y entonces, de repente, mis padres llegan. Ella no quiso
ir al aeropuerto, tuve que ir a recibirlos y decirles una mentira piadosa,
les dije que mi hermana tenía influenza y que la íbamos a ver el día
siguiente. Así que la primera noche estuve sola con ellos, oyendo todo el
dolor de mis padres, sin decirles nada de lo que yo había pasado, porque
quería protegerlos y no quería que sufrieran. Fue lo que hicieron todos
los niños, la mayoría, les decíamos a los padres que todo estaba perfecto,
que estábamos muy bien, estudiando, que nos gustaba. No queríamos que
supieran que nosotros no estábamos a gusto, porque no había nada
que ellos pudieran hacer. Entonces fue volver a hacerse responsables
por los padres para que no sufrieran cuando llegaran aquí.
¿Y cómo fue después con sus padres?
Fue una cosa curiosa. En el aeropuerto hay una escalinata, una escalera
eléctrica, y yo estaba abajo y las personas que venían del extranjero
8
Comités de Defensa de la Revolución (CDR). Organización de masas constituida
el 28 de septiembre de 1960.
30
bajaban por ella. Mis padres venían de España y yo estaba al lado de
Tom Flannigan, que no era mi esposo todavía, y de mi trabajadora
social…
Mi madre toda la vida había usado un perfume que se llamaba Yo
volveré. Yo les dije: «¡La huelo, ella ya llegó, yo huelo a mi madre!»,
«¿Cómo es que vas a oler a tu madre?» me respondieron. Pero, ¡yo podía
oler su perfume! Fue una cosa así, increíble, ¡yo podía olerla a ella! Nunca
más lo volvió a usar. El año pasado, por el Día de las Madres, encontré
que quedaba una botella y se la compré. Cuando la vio, empezó a llorar
y me dijo: «Elly, ¿no te acuerdas cuando llegué que tú decías: “Huelo a mi
madre”». «Verdad que sí», le respondí. A veces pasan las cosas y uno no
recuerda, se bloquea.
¿Qué hace su hermana ahora?
Mi hermana está bien, a ella después de un tiempo se le quitó ese
pánico inicial de que «ahora mi vida va a volver a cambiar». Ella los
aceptó y está muy unida a mi mamá.
¿Se casó?
Sí, se casó. No tiene hijos, tiene un gato que es su hijo adoptivo.
¿Le ayuda en lo de Peter Pan?
No, porque vive en Fort Lauderdale. A veces viene a alguna de las
reuniones.
¿Es más fuerte que ella?
Yo creo que sí. Sí.
¿Y su mamá?
Mi mamá está bastante bien de salud. Ella ama a su país también, no
es una de las reaccionarias del exilio, había pasado la guerra en España,
nació en las Islas Canarias. Mis dos abuelos son también canarios,
algunos de sus hermanos y hermanas sí nacieron en Cuba. Ella no ha
regresado a Cuba. Quien necesita regresar es mi padre.
¿Está vivo?
Sí, está vivo. Mi padre sí que es un cubano reyoyo. Él iba de cacería, le
encantaba el campo. Aprendí a amar a mi patria por mi padre. Me iba
a la finca con él y montaba a caballo. ¡Me acuerdo de tantas cosas bonitas
con él en el campo de Cuba!
¿Él está en contra del embargo?
Sí, está en contra del embargo. Mi padre no está de acuerdo con todo
lo que digo, pero realmente me respeta y me admira y le encanta la
31
manera en que habla mi mente, porque he pagado con sangre. Vivo en
los Estados Unidos y este país es el que nuestros antepasados fundadores
representan. Creo que es importante que todo el mundo hable, porque
normalmente solo se oye a un segmento muy pequeño.
¿En Miami?
Sí, y es repetitivo y tan viejo que no tiene el impacto mayor.
¿Y sobre el bloqueo?
La mayoría de los cubanos ha sabido, por muchos años, que no
debía ser, que no ha tenido resultado, y más que todo: el embargo
viola los derechos humanos, el artículo 23 de la Declaración de
Derechos Humanos. Uno cree en esos derechos en su totalidad, no
para unos sí y para otros no. Igual que los cubanos quieren que haya
derechos humanos para los presos políticos en Cuba, creemos que el
embargo viola los derechos humanos de la población cubana. La justicia
tiene que ser igual para todos.
32
SILVIA WILHELM
SILVIA
35
Pasaporte de salida de Cuba de Silvia Wilhelm.
36
Nos llevaron después a Olean, Nueva York, donde estuvimos en unas
casas cuidadas por monjas y todos los días el ómnibus del colegio venía,
nos buscaba, y nos traía. Las doce estábamos muy unidas, pero éramos
como un universo aparte, no nos mezclábamos con más nadie, estába-
mos como fuera de la sociedad, me imagino que nos verían como unas
personas rarísimas en aquel Olean donde jamás habían visto un cuba-
no. Creo que todo el mundo nos tenía mucha pena, no hablábamos con
nadie, no éramos parte de la vida de la comunidad del colegio, éramos
las doce yendo y viniendo, extrañando a nuestras familias. Todas éra-
mos blancas y en el colegio igual. Todavía no había mucho de mezcla
racial, fue antes de las leyes de este país contra el racismo, que se promul-
garon después de los sesenta y los setenta.
Una parte muy difícil fue durante Playa Girón, estábamos totalmen-
te desorientadas, llorando muchísimo por lo que había pasado, porque
nosotras pensábamos que volveríamos a Cuba inmediatamente. Eso es
lo que mi familia me había dicho, pero fue un desastre para los invaso-
res. Nos dimos cuenta de que el plan que teníamos de volver no se iba a
materializar. Ese fue el momento más difícil, en el que supe que el plan
trazado por mi familia no se iba a desarrollar.
No pude encontrar a mi familia por semanas después de la invasión y
fue muy doloroso, porque pensé que no los volvería a ver. Salieron en
agosto de ese año y volví para Miami. Esa fue mi experiencia, que compa-
rada con otras, no fue muy traumática, aunque sí en el sentido de la sepa-
ración familiar, de la incertidumbre, especialmente después de Playa Girón.
37
Muchas veces he pensado qué sucedería si hubiese sido una decisión
mía y si me hubiera quedado qué hubiera pasado. Todo eso pasa por mi
mente.
Llegó el momento en que lo acepté, y lo acepté porque me di cuenta de
que fue tomada por personas que querían a sus hijos, como en el caso
de mi familia. Soy hija única y para que mi madre, que me adoraba,
tomara la decisión de separarse de mí, no puedo negar que tuvo como
base un amor que yo no entendía, pero que ahora como madre entien-
do mejor, es que me puso antes que a ella, pensó que era lo mejor para
mí. Lo puso antes de su satisfacción personal y le doy muchísimas gracias
por su decisión.
38
todo en los últimos años y que hay tanta polémica acerca de las causas,
las realidades, etc., sería increíble si volviera, sería un simbolismo, que
esos niños que se fueron, esos jóvenes, sin haber sido ellos quienes deci-
dieron hacerlo, ahora de adultos vuelvan a buscar sus raíces, a ver su
cultura y vuelvan con el espíritu de reconciliación, porque si no vuelven
con ese espíritu no hay razón para regresar.
¿Cree que eso podría ayudar a las relaciones entre los dos países?
Un viaje de esa manera, de los Pedro Pan, que en su mayoría son
ciudadanos norteamericanos –aunque los hay en todo el mundo–, está
perfectamente ubicado en lo que ocurre en estos momentos, que es la
reconciliación a nivel de grupo, a nivel de país, a nivel de individuos.
Creo que es el futuro. Esa reunión de personas que se fueron y se queda-
ron, por diferentes motivos y razones, y que nadie tiene derecho de
juzgar de una manera o de otra, son decisiones muy personales y nadie
tiene que juzgar si te fuiste o si te quedaste. Volver como grupo cerraría
un capítulo muy importante de los últimos cuarenta años.
39
ED CANLER
43
¿Y por qué sus padres los mandaron?
Mis padres, sobre todo mi mamá, fue la responsable. Nos mandaron
por temor a lo que estaba pasando en Cuba, sobre todo la actividad
antirreligiosa, cuando echaron del país a todos los curas o a casi todos1
porque eran contrarrevolucionarios, también por temor a perder el
control sobre sus hijos, estos iban a ser enviados a campamentos para
adoctrinarlos, les iban a hacer «un lavado de cerebro», era la expresión
que se usaba. La propaganda decía que provocarían un aislamiento
entre padres e hijos. Es a lo que mi mamá le temía, más el socialismo o el
comunismo ateo, y decidió que valía la pena sacarnos del país.
1
La gran mayoría de los sacerdotes en aquella época era de nacionalidad española
y realizaba actividades contra la revolución. El 1ro. de mayo de 1961 el gobierno
cubano decidió que debían abandonar el país, salvo aquellos que solicitaran
quedarse para dedicarse a funciones eclesiásticas y abstenerse de participar en
actividades políticas.
44
Foto de Ed Canler, antes de su salida de Cuba.
45
¿Y escribía a sus padres?
Sí, nos carteábamos bastante y también había llamadas telefónicas.
46
qué pasa en Cuba? Esa es mi sugerencia, en cierto modo decir: decidimos
regresar, no decidimos salir porque fue decisión de nuestros padres,
pero decidimos regresar y no un regreso simbólico, aunque eso vale. Por
ejemplo, los Peter Pan están auspiciando un centro juvenil en Miami que
haga lo mismo en Cuba: velar por niños en Cuba y velar por niños en los
Estados Unidos.
47
¿Y el conflicto Cuba-Estados Unidos?
El conflicto Cuba-Estados Unidos ha causado muchos problemas,
pero yo no le echaría la culpa solamente a los Estados Unidos, ha sido
por ambas partes, y creo que deben dejar lo que se dice en inglés cat and
mouse, el juego del ratón y el gato, y ponerse a hablar con sinceridad
para tratar de resolver los problemas que hay entre los dos países, que
lleve a una conciliación.
¿Es su deseo?
Mi deseo es que haya normalidad entre familias, normalidad entre
países, que un cubano acá sea igual que un mexicano, un irlandés, que sea
igualmente normal, no con un sentido de exilio, sino un inmigrante más
y que pueda ir a Cuba sin inconvenientes, como un mexicano puede ir a
México, y regresar aquí el día de mañana, porque un cubano no puede
regresar a Cuba como un mexicano puede regresar a México. Hay mu-
chos obstáculos, muchos tropiezos, eso tiene que cambiar entre los dos
países y espero que cambie; no que regresemos, sino que exista la
normalidad que nunca ha existido entre los dos países, porque antes
de la Revolución no había una relación normal entre Cuba y los Esta-
dos Unidos, había una relación de control y subestimación de los Estados
Unidos sobre Cuba y eso el cubano no lo va a aceptar en el futuro. Creo
que tiene que existir una relación de respeto mutuo y podremos llegar a
otro futuro.
48
ha tratado de hacer lucir mal al comunismo, y eso hacía lucir mal a
Cuba ante el pueblo de los Estados Unidos, que entonces apoyaría la
política del Gobierno. El programa estaba de acuerdo con el propósito
de los Estados Unidos con relación a Cuba, pero no que fuera un plan
para «fregar más a Cuba», no creo que comenzó así.
49
RAQUEL CANLER
Miami, 2002
53
¿Y cómo es eso de la patria potestad?, ¿cómo comenzó todo eso?
Yo no sé, no sé.
¿Y usted pensaba que le iban a quitar los hijos?
No que se los iban a quitar a los padres para cogerlos ellos, pero sí que
los iban a adoctrinar, que los iban a sacar de la casa; bueno, como lo
hicieron después, sacaron los muchachos, no de forma obligatoria, pero
sí que tenían que estudiar…, porque a sobrinos de mi esposo los saca-
ron, los adoctrinaron, pero como si nada, porque no les entró, se fue-
ron también, más adelante. Pero el asunto era que mi hijo mayor tenía
trece años y la edad militar era a los quince años en ese momento, y yo
me volvía loca de pensar que me tenía que quedar allí, porque quería
irme ya. Entonces fue cuando se me presentó la oportunidad a través de
esta amiga mía. Ella me consiguió los papeles y después teníamos que
sacar los pasajes para que ellos salieran. Tuve que pedirle a amistades
que estaban acá, en los Estados Unidos, que nos mandaran el dinero.
¿Y cómo fue que consiguió el permiso de viajar? ¿Cómo fue eso de la
amiga suya?
Su nombre es Hilda, he perdido el contacto con ella aquí. Esta amiga
mía era española y, española al fin, supo lo que había pasado en España,
cuando mandaron los muchachos para Rusia, y ella se intimidó mu-
chísimo, porque estuvo cuando la guerra en España y en aquel entonces
enviaron muchos para Rusia, a adoctrinarlos, supongo que sería. Ella
fue quien me lo proporcionó. Yo no averigüé nada, simplemente tenía
los cuños y las cosas y ellos podían salir. Saqué los pasaportes de ellos y
a la vez el mío, y todo se hizo bastante fácil en ese aspecto.
¿En aquel momento usted sabía adónde los iban a mandar?
No, esa era la agonía. Fue horrible, y eso que en aquellos momentos
se podía hablar por teléfono, pero yo los saqué sin saber adónde ellos
iban, absolutamente. Salieron, ya ni me acuerdo, creo que era con taba-
cos o con algo en las manos, para ver si lo podían vender cuando vinie-
ran aquí, eso lo hacía la gente para tener unos pesitos, porque no tenían
nada, de Cuba no se podía salir con dinero ni con prendas ni con nada.
Salían con las manos vacías. Los esperaron aquí.
Las primeras reacciones de mi hijo Alberto, sobre todo, que era muy
cómodo, el mayor, decía: «Esto es el infierno verde», porque estaban en
un lugar donde había muchos mosquitos, muchos reptiles y muchas
cosas. Yo le decía: «Acuérdate que ustedes estaban en el infierno rojo, así
que para adelante, olvídese del asunto y haga lo que tiene que hacer
54
ahí», y les escribía y les llamaba y les hablaba, pero lloraba todos los
días, espantosamente, y con la esperanza de que ellos me pudieran man-
dar a buscar, porque esa era mi única esperanza de salir de Cuba, no
tenía a más nadie.
Ed lloraba muchísimo y recibo una carta de él diciendo que se iba a
morir, porque sin mí él no podía vivir. Aquello fue espantoso, yo llo-
raba tanto y mi hermana me decía: «Tanto que lloras ahora y antes
estabas loca siempre con ellos por lo majaderos que eran». «¡Ay, mi
hijita, estoy desesperada, estoy desesperada, por Dios, esto es espanto-
so», le respondía.
Fue todo un año, ¡entero! Cuando me dicen que los mandan para
Michigan lo primero que pensé fue que mi hijo Alberto se me iba a
morir con tanto frío, porque padecía de mucha asma. Él estaba conten-
to, pero Ed se quejaba y lloraba mucho, a él le dio mucho trabajo adap-
tarse, el otro se adaptó fácil, porque a ellos los mandaban a colegios muy
buenos, de primera. Sí, vivían allí, pero estaban en colegios buenos.
Alberto aprovechó el momento, a él le gustó y estudiaba bien, y se iba
los fines de semana, pero Ed no, para él fue diferente, además tenía diez
años nada más.
Ellos escribieron cartas al Gobierno pidiéndole visas para nosotros y
nos demoramos un año entero en poder venir. Eso fue lo más grande del
mundo, ¡imagínese cuando los pude ver! Llegué a Miami y me fui inme-
diatamente a California. Ya mi hermana estaba en California, me dio la
mano para poder quedarme con ella y entonces le escribí a las monjitas
y les dije que me los mandaran.
Salí con el más chiquito, que por poco lo mando también solo, por-
que mientras más tiempo pasaba más desesperada estaba yo. Un día
dijeron que todos los que llegaran al aeropuerto de Rancho Boyeros
podían irse, los muchachos. Mi hijo más chiquito tenía seis años y lo iba
a mandar, llegamos al aeropuerto, porque yo arrastraba a mi marido, y le
decía: «Yo lo voy a mandar», pero después dije: «No puedo, ¡imposi-
ble!», y no lo mandé, entonces él vino con nosotros.
Esa decisión fue horrible, fue una odisea espantosa, Eddy me pre-
guntaba, no sabía por qué no podían salir ellos y nosotros a la vez,
pero estimo que el problema de los mayores era diferente. Nosotros
teníamos primero que renunciar a los trabajos, presentar papeles en
la policía y después, cuando se entregaba todo, teníamos que pedir
que mandaran el pasaje, porque allí no se podía comprar. Además,
hacían inventario de lo que había en la casa y antes de la salida verificaban
si se había sacado algo; se tenía que quedar todo en la casa. Los trámites
55
con los niños eran diferentes, se podían ir solos, no había problemas.
Pero, bueno, vinimos para acá y gracias a Dios me reuní con mis hijos
como al mes, porque tenía que tener algún dinerito para poder alqui-
lar. Empecé a trabajar inmediatamente, pude reunir el dinero para
rentar un apartamento y los mandé a buscar.
¿No cree que hubiera sido mejor que vinieran todos juntos?
¿Y cómo iba a venir si no tenía quién me reclamara? Tenía que ser o la
madre o los hijos, yo no tenía a nadie, tenía una hermana que estaba
reclamada por una cuñada que había llegado. No hubiera podido venir
a este país, hubiera podido ir, quién sabe, a Argentina, que yo tenía fami-
lia en Argentina, pero no aquí. La única forma era mandándolos a ellos
primero y que me reclamaran, como lo hicieron. Así fue como recibí la
visa para salir, a través de ellos, que eran los únicos que estaban aquí.
Tuve suerte de conseguirla en el año, hay niños que nunca vieron a sus
padres, no pudieron salir. ¡Eso fue espantoso! Niños también que fueron
a casas particulares –que estimo que le dieron muy buena vida a algu-
nos– y después no querían regresar con los padres. Hubo esos casos tam-
bién.
Esa amiga mía, Hilda, la que me consiguió los papeles, tuvo un pro-
blema cuando vino, porque era sola, no tenía esposo y se pasó más
tiempo, cuando vino los muchachos no querían ir con ella, sobre todo
el varón. Después fueron, pero claro, se sabía que iban a pasar trabajo,
porque la situación era mala, sobre todo aquí en Florida era muy dura,
y esa señora se quedó aquí.
Me fui para California y allá trabajé enseguida, a la semana estaba
trabajando en un banco, tenía experiencia y pude hacerlo. Mi esposo no
la pasó tan bien, era contador pero no sabía el idioma, así que le fue
mucho más difícil.
56
pura realidad y no me pesa nunca. Le estoy muy agradecida a este país,
porque me ayudó.
A él le duele…
Sí, le duele, pero no creo que le duela haber salido, no, él me lo dijo.
Él ha tenido muchas oportunidades aquí, probablemente no las hubie-
ra tenido allá, porque hoy en día viaja mucho, tiene bienestar, no es
amigo del dinero, pero tiene bienestar, tiene su buena casa, sus buenas
vacaciones y todas esas cosas. No creo que lo sienta, pero le he pregunta-
do: «¿Tú vivirías en Cuba ahora?», y me ha dicho: «No, yo no viviría en
Cuba».
¿Y Alberto?
Alberto no sé. Mi hijo Alberto sinceramente es de otro carácter, de un
carácter muy distinto, completamente distinto.
Ed dice que lloraba.
Sí, Ed lloraba muchísimo y así se lo dijo el profesor de deportes a la
prima de mi esposo cuando ellos estaban en el campamento. Ed era muy
chico, y estaba muy apegado a mí, creo que fue eso.
¿No hubiera sido mejor que él se hubiera quedado con usted y que hubie-
ra salido con usted igual que el otro?
¿Quién sabe?, pero como uno no sabía el tiempo que se iba a demorar
en irse, le hubiera tocado la edad militar también y desde los catorce
años ya no podían salir; eso le pasó al primo de ellos, no hicieron los
trámites a tiempo y después no pudo salir, porque tenía la edad mili-
tar. Estudió una carrera, pero si se graduaba tampoco podía salir, en-
tonces no se graduó.
¿No cree que el conflicto entre los Estados Unidos y Cuba provocó esa
tragedia?
No lo creo. Lo que creo es que los que estábamos en ese momento, no
queríamos ser comunistas.
Hemos entrevistado a algunos que fueron Peter Pan y han dicho que para
su tranquilidad mental tuvieron que regresar a Cuba a cerrar ese capítulo de
sus vidas. ¿Qué le contó Ed de su regreso a Cuba? ¿Por qué Ed regresó a Cuba?
Bueno Ed y yo no nos acoplamos mucho en la manera de pensar a
veces. A pesar de que cuando salió era chiquito, cuando regresó todavía
le quedaba memoria y la encontró tan destruida que… no sé cómo
expresar lo que él encontró, sufrió también.
57
¿Por qué hay diferencias entre ustedes?
Bueno, porque estoy netamente contra el comunismo y él piensa de
otra manera diferente; él encuentra que algunas cosas en Cuba estaban
buenas cuando fue, pero él habla de otras que él no las sabía cuando
estaba allá, porque era muy chiquito. Se habla de que los estudios son
gratis, de que la medicina es gratis y en Cuba siempre hubo estudios
gratis y medicina gratis, había hospitales para todo el mundo y clínicas
buenísimas también muy baratas, para quien las podía pagar, tres dóla-
res al mes o lo que fuera, pero para los que no tenían nada había hospi-
tales. La universidad era gratis, los institutos eran gratis, así que eso no
es nada nuevo, sinceramente. El que quería estudiar podía estudiar, no-
sotros los teníamos en escuelas privadas porque queríamos. Cada cual
piensa a su forma.
Mirando atrás, ¿no cree que es uno de los capítulos más tristes?
Más triste son los que están viniendo después y se están muriendo en
el mar, para mí eso es más triste todavía, los que desesperados salen a lo
que sea y se mueren en el mar. Para mí están más desesperados, más que
los niños Peter Pan. Yo sufrí terriblemente, pero lo hice porque quise, es
lo mismo que esta gente que sale ahora, que le dicen que los van a inter-
ceptar y que los van a mandar para atrás, y así y todo salen. ¿Se imagina
usted qué desesperación tiene que haber para eso?, ¿qué nivel de deses-
peración?
¿En algún momento después que los mandó se arrepintió?
¡No, nunca! Nunca me arrepentí en todo el año, a pesar de lo que
estaba sufriendo, nunca me arrepentí, porque yo sabía que Dios me iba
a permitir reunirme con ellos, vivía convencida. Soy una persona de fe,
de mucha fe, y sabía que me iba a reunir con ellos. Nunca en la vida me
pesó haberlos mandado, me alegro haber dejado al más chiquito por-
que era demasiado chiquito para estar aquí solo, porque tenía seis
años, pero no a ellos. Nunca, nunca me pesó.
Una mujer amiga de Ed dijo que ella cerró un capítulo de su vida regre-
sando, porque tenía una herida abierta.
Bueno, es posible que a Eddy le haya pasado así, pero él sigue yendo,
porque él está escribiendo, no sé si se lo dijo, ha escrito sobre la revolución
española y ahora sobre Bahía de Cochinos, que fue muy deplorable, fue-
ron engañados, ¡muy deplorable! Él está escribiendo sobre eso también.
58
Antes de la Crisis de los Misiles.
Sí, antes.
1
Francisco Franco Bahamonde (1892-1975). Militar fascista español, líder del
pronunciamiento militar de 1936 que dio comienzo a la Guerra Civil contra la
república española.
59
ALEX LÓPEZ
Washington, 1999
¿Y usted se acuerda?
Recuerdo que había que ponerse en una lista, solamente para los
niños, no incluía ningún padre. La visa waiver la recogimos en la parro-
quia de Matanzas y solo decía mi nombre. Se autorizaba a la línea Pan
American a que abordara sin tener una visa previa.
63
¿Ella quería salir también?
Ellos habían presentado la salida, pero después de que me fui las rela-
ciones entre los dos países empeoraron y comenzaron a atrasarse las
visas de muchas personas. Ellos estaban en espera de las visas para venir.
64
Foto de Alex López, a su salida de Cuba.
65
En el primer año, creo que ya había cumplido los trece años, estuve
con muchachos que eran ya de dieciocho, diecinueve años, que abusa-
ban de los más jóvenes y, para sobrevivir, uno tenía que arrimarse a
quien lo protegiera y servirle a esa persona mayor; o le servías a uno
para que te protegiera o le servías a todos. Allí las violaciones eran
diarias.
66
no quería regresar al campamento, y una de las monjas norteamerica-
nas me encontró, me vio llorando y me preguntó cuál era el problema y
yo le expliqué mi situación. Le dije que tenía miedo de regresar al cam-
pamento, porque iban a abusar de mí y le conté lo que me había pasado
en Matecumbe con el cura y que querían silenciarme, que quería irme.
Me creyó y llamó al director, al padre Maximiliano, y ella misma me
llevó de regreso al campamento. Por ella me pude salvar.
Dos o tres días después, una noche, uno de los muchachos me dijo:
«¿Por qué no vamos al patio, a jugar, a hablar un rato?». Resulta que lo
que me tenían era una redada, como unos veinte o veinticinco y me
apedrearon, me gritaron insultos, me dijeron mentiroso, que estaba
fingiendo y acusando al cura. Entonces llegó Maximiliano que fue quien
paró lo que sucedía.
Como a las dos semanas, la trabajadora social me mandó a buscar
para decirme que por fin había llegado mi beca, en Ohio, en la ciudad de
Cincinnati, en una escuela que me iba a gustar mucho. Cuando llegué
a esa ciudad me esperaba una señora que se llamaba Elizabeth Morán,
una increíble dama, una mujer que bien tiene que estar en la gloria, muy
atenta, muy cariñosa, muy preocupada, trabajaba para Catholic Charities.
67
¿A la casa?
A la casa de ellos; fueron mis padres americanos. Me dieron mucho
cariño, me enseñaron mucho, muy preocupados por mi escuela, católicos
pero no muy practicantes. Me cuidaron. Yo los quiero mucho. Tuve una
mejor vida, aunque siempre estaba aquello de la separación, hacía unos
tres años que no estaba con mis padres, con mi familia, jamás volví a
hablar con ellos. Las cartas continuaban, pero empezaron a disminuir
del lado de allá, en vez de semanales se convirtieron en mensuales, no
vinieron más fotos.
Esta familia norteamericana luego se mudó a New Jersey, a un pue-
blo, y yo con ellos. Nació la próxima niña. Hoy en día nos hablamos
como si fuéramos hermanos; esa familia se convirtió en mi familia. Toda-
vía se preocupan mucho por mí, son vecinos de mis padres ahora, pues
cuando vinieron, como yo estaba viviendo en ese pueblo, fueron a vivir
allí y se quedaron desde el año 1966.
68
tenga que volverme a enfrentar con dos peleones?». Supe en ese instate
que la familia como era no iba a funcionar, y también que tenía que ir con
ellos, ayudarlos, trabajar, encaminarlos, y una vez encaminados, hacer
mi vida.
Fue muy difícil dejar la familia americana, porque fue el único cariño
que encontré aquí.
69
¿Qué es usted hoy, norteamericano, cubano?
Yo soy un cubano-americano. Es un punto un poco confuso, porque
siempre seré un exiliado, un inmigrante, porque no me siento de los
Estados Unidos y no me siento completamente cómodo en Cuba. Estoy
en una balanza, esa parte media, en ese espacio que está entre cubano y
americano.
Hay quien ha dicho que los padres querían que sus hijos tuvieran una
educación religiosa y que en Cuba iban a nacionalizar las escuelas.
En el caso mío el enfoque de mis padres era que debían salvarme del
comunismo; que los iban a privar de la patria potestad. En ningún mo-
mento se dijo en mi casa que era para continuar mi educación religiosa,
porque nosotros íbamos a la iglesia una vez al año. Eso se le puede apli-
car a otros, pero no en mi caso.
Algunos han dicho que todo fue originado por la CIA. ¿Qué piensa?
Creo, definitivamente, que fue así. En aquellos momentos no tenía la
menor idea, pero he llegado a estar seguro de que fue algo creado para
desestabilizar al gobierno de Cuba y nosotros fuimos el instrumento, y
por lo que he leído es la CIA y el Departamento de Estado. ¿Cómo es
posible recoger la visa para entrar a los Estados Unidos en la parroquia
de Matanzas, de la iglesia católica?, ¿dónde estaba la conexión? Creo
que es muy claro, es obvio.
Se habla de que están intentando que la CIA abra los documentos. Hoy
día no está claro cómo comenzó.
No creo que comenzara por la Iglesia. No fue la Iglesia la que comen-
zó con eso de la patria potestad y de los Peter Pan. Es un cóctel mezclado
70
en el gobierno de los Estados Unidos y la Iglesia fue el conducto, y es la
infamia más grande usar a la Iglesia y que esta se dejara usar para llegar
al corazón del pueblo. Éramos niños, niños pequeños, esa fue la primera
violación, violar la mente de los niños y después violar todo, la separa-
ción, el desenlace, los niños que no volvieron a ver a sus padres.
¿Lo denunció?
Lo denuncié, pero…
71
VICTORIA VIEJO Y OSVALDO LÓPEZ
¿Dónde vivían?
VICTORIA: En Matanzas. Hablé para conseguir una visa, se llamaba
visa waiver. Decían que lo iban a mandar a una escuela aquí, pero fueron
a campamentos, como carpas, donde estaban religiosos, monjas, curas,
en un lugar que se llamaba Matecumbe, después en Florida City. Yo lo
llamaba por teléfono.
75
OSVALDO: Y no fue así.
VICTORIA: ¡Ay, Dios mío, yo tenía tanto miedo de que me fueran a quitar
a mi hijo y como se oían tantas cosas! Al cabo de los cuatro o cinco años
salí para acá, en 1966. Mi hijo consiguió las visas para su papá y para mí.
¿Sufrió?
VICTORIA: Sí, he sufrido, sufrí mucho al ver cuando aquel avión tomó
altura; creía que me moría en ese aeropuerto José Martí, ¡horrible! Ya
después de estar en la pecera, como le llamaban a aquel lugar, yo no
pude hablar más con él. Creo que tenía un pañuelo en la mano y me lo
puse en la boca para no gritar. Fue una cosa espantosa, sin dudas. Fue
muy duro, pero pasó después, con el tiempo.
¿Es cierto que usted le dijo antes de salir «no mires para atrás»?
VICTORIA: No me acuerdo qué le dije… pero sí, le dije eso, que no
mirara para atrás.
Él sufrió.
VICTORIA: Él sufrió mucho, sí. Allí en Matecumbe había meningitis,
muchas cosas extrañas, feas, esas enfermedades que cogen las mujeres y
los hombres. Ahí no había solo niños, también muchachos grandes. Yo
pensé que iba a venir pronto, la verdad, pero pasaron los años, como
cuatro o cinco años. A los cuatro o cinco años fue que pude salir. Cuan-
do Johnson1 pude salir, cuando abrió puertas para que salieran los fa-
miliares de los niños.
1
Lyndon B. Johnson (1908-1973). Presidente de los Estados Unidos de 1963 a 1969.
76
OSVALDO: Católicos, de la iglesia católica.
¿Y él lloraba?
VICTORIA: Tal vez, a veces sí, pero a veces no, porque después se fue
acostumbrando. Se fue a vivir con unos americanos, un matrimonio, a
los que les pagaban para que lo tuvieran a él. Buenas personas.
¿Y cómo fue que usted pudo viajar a los Estados Unidos? ¿Cuándo le
llegó la visa?, ¿cuatro o cinco años más tarde?
VICTORIA: Sí, mi hijo me mandó la visa. Llegué a Miami el 12 de mayo
de 1966. Cuando llegué, traté de llamarlo por teléfono a casa de esa
familia. Yo tenía la dirección y el teléfono y llamé.
77
Foto de Alex López con sus padres en La Habana.
78
¿Usted alguna vez vio la ley de la patria potestad?
VICTORIA: No la vi, eran los comentarios de todo el mundo y todo el
mundo estaba como loco, locas las mujeres y locos los padres. Yo cogí
miedo de que le quitaran los hijos a uno. Eso es lo que le explicaba a
usted, sino, tal vez, yo no lo hubiese mandado, me hubiese quedado con
mi hijo allá, aunque sea comiendo harina. ¡Es muy duro dejar la patria
de uno! ¡Muy duro!
¿Usted la extraña?
OSVALDO: Yo sí la extraño, ¿cómo no?
VICTORIA: Bueno, sí, la patria se añora. Ahora me siento ya diferente
por los años que han pasado. Yo voy a cumplir treinta y tres años acá y
mi hijo cumplió treinta y siete, pero se añora la patria, ¡¡cómo no!!
79
MANUEL RAMOS
83
Tenía dos edificios, los varones dormían a la derecha y las hembras a la
izquierda, ambos completamente llenos. Para poder mudarnos a Mate-
cumbe todos los días nos levantábamos temprano para ir a cortar la hierba
del campamento. Nos cambiamos a finales de octubre de ese mismo año.
Como era uno de los más jóvenes del grupo me quedé en la primera
cabaña que tenían para enfermería y para los más jóvenes, de doce a trece
años; los mayores, de catorce en adelante, se quedaron en dos cabañas
como a cinco cuadras de distancia.
¿Por qué su padre lo mandó?, ¿cuál fue la razón?, ¿qué usted sabía? o ¿qué
le dijeron?
Mis padres pensaban que sacándome de Cuba me iban a salvar. Hubo
varios factores que ayudaron a la decisión que tomaron. Uno de ellos, los
rumores de que iban a enviar a todos los jóvenes, a todos los niños, para
la Unión Soviética, cosa de la que ahora me río, porque es completamen-
te absurdo. La segunda, la invasión de Bahía de Cochinos, Bay of Pigs,
Playa Girón, como la llamaban, el 17 de abril de 1961, y por error, o
porque pertenecía a una escuela privada, me detuvieron casi diez días,
estaba detenido en la escuela, aunque me trataron bien. Creo que la igle-
sia católica influyó mucho sobre mis padres acerca de que yo tenía que
emigrar, o sea, los sacerdotes y el director de mi escuela. Después vino la
expulsión de Cuba de los religiosos, de las monjas, de los sacerdotes, y eso
fue lo que impulsó a mis padres a tomar esa decisión.
84
alrededor de quince muchachos, entre los que fui escogido, y vivíamos
bajo la dirección de Bryan Walsh, que es ahora monseñor Walsh.
85
¿Cuántos años estuvo separado de sus padres?
Estuve separado de mis padres diez meses. Ellos llegaron en agosto
de 1962, pero mi padre se enfermó y yo le pedí a monseñor Walsh que me
dejara quedarme con él mientras mi padre y mi madre fueran a casa de
un familiar y él aceptó. Mi padre murió en abril del año sesenta y tres,
de un ataque al corazón.
No lo sentía así…
La separación familiar es dura y se vive actualmente, porque todas las
personas que llegan aquí se separan de la familia.
¿Usted?
Estaban en el campamento y lloraban por sus padres. De madrugada
se escuchaban niños gritando: «Papi», «Mami»; y yo con trece años lloré
muchas veces, cada vez que me acuerdo me emociono, porque fue un
trauma, para mí es un trauma todavía.
86
momentos malos, en los buenos, en los difíciles, hacíamos deporte jun-
tos, y cuando él me necesitaba, ahí me tenía a su lado.
¿Usted cree que Walsh está un poco arrepentido de todo aquello, de aceptar
los niños, de ayudar buscando visas waivers, un poco mirando hacia atrás?
Walsh era un sacerdote recién ordenado, vino de Irlanda y fue asig-
nado aquí, al sur de la Florida, y creo que no estuvo engañado, porque
no fue engañado nunca, pero nunca llegó a imaginar ni a pensar que iba
a ser un éxodo tan grande como en realidad fue. Él pensó que sería un
mínimo de doscientos o un poco más y no catorce mil, dieciséis mil
jóvenes.
¿Regresaron a Cuba?
A Cuba y aquí, al sur de la Florida. Pidieron a monseñor Walsh que
los regresara y él hizo todo lo que pudo para poder satisfacerlos a todos.
87
Acuérdese de que en un período de casi tres años vinieron miles y miles
de jóvenes. De monseñor Walsh hablan mucho, muchos lo critican, pero
hay que ser mal agradecido, ¡con todo lo que hizo por nosotros! Monse-
ñor Walsh no necesitaba ese dolor de cabeza que tuvo gratuitamente. Él
viene de una familia prominente, no millonaria, pero sí pudiente, de
Irlanda, incluso tenía su bote, una avioneta pequeña y su carro del año
sesenta y uno. Cuando la situación se puso un poco delicada, que empe-
zaron a llegar jóvenes y jóvenes, él vendió todo eso para mantenernos a
todos nosotros.
Dicen que Walsh ha comentado que el Departamento de Estado lo
llamó y le pidió hacerlo. ¿No cree que realmente Walsh no tuvo otra
alternativa? Es cierto que el Departamento de Estado tuvo que ver con
el éxodo de miles y miles de jóvenes para que salieran del país.
88
ma acá para una persona mayor es diferente que para los jóvenes. Ellos
sufrieron bastante, pero no me lo decían para que yo no sufriera.
¿Qué piensa que sería bueno para los jóvenes Peter Pan?
Es como un sueño poder reunirnos todos en Cuba con monseñor
Walsh y ver; dicen que recordar es volver a vivir, visitar las escuelas, el
lugar donde jugábamos, donde hacíamos deportes, todavía hay amigos,
amistades. Yo he tenido la oportunidad de haber regresado a Cuba y ese
calor humano que hay no lo he encontrado en ninguna parte del mundo.
¿Y usted cree que se haga realidad que los Peter Pan puedan regresar
juntos en una visita a Cuba?
Con la ayuda de todos y con la ayuda de Dios, yo creo que sí. Tanto
los que estamos aquí como los que están allá somos hermanos y tenemos
la misma sangre, y creo que es hora de que termine la discordia, el desa-
cuerdo. Mi ilusión sería regresar con la mayoría de todos y darnos un
fuerte abrazo en Cuba.
Hay una pregunta que no me ha hecho. Actualmente estoy divorcia-
do y tengo un hijo de veintidós años, está estudiando Ingeniería en la
Universidad de Miami, y si me pregunta que si por problemas políticos
mandaría a mi hijo al extranjero y me quedaría yo, la respuesta es no;
nos vamos todos o nos quedamos, y si tengo que hacer lo que mis padres
hicieron por mí, no lo haría, porque esa separación familiar es terrible.
Me dejó una huella y un trauma muy grandes. Es duro lo que hemos
pasado, el sufrimiento no material ni económico, sino humano.
Cuando visité La Habana pude ver que en las familias siempre hay
alguien en el extranjero y la alegría que sienten cuando reciben cartas o
hablan por teléfono. Yo quisiera que hubiera un acuerdo entre ambos
gobiernos, porque no se puede tener a un país cuarenta años bajo un
embargo. Hay un cuento que dice que en Cuba para poder vivir bien
hay que tener FE, no fe religiosa, sino «Familiares en el Extranjero» y es
89
un precio muy alto el que estamos pagando por ayudar a nuestros fami-
liares allá en nuestra patria. Si quitaran el embargo sería un alivio para
todos y tiene que haber ciertas reformas, pero creo que todos nos podía-
mos ayudar, unos a los otros.
Estuve en Cuba en el año noventa y lo pasé un poco mal, habían ocurrido
varios problemas y estuve siete días sin salir ni quedarme con mi familia.
Después he estado en dos ocasiones y ha sido diferente. No hay nada como
la patria, la tierra colorada, las palmas, el calor humano.
¿Usted sabe que hay quien ha dicho que Walsh fue el responsable de parte
de esa tragedia, de haber traído a tantos niños, separarlos de sus padres?
Bueno, creo que fue el gobierno de los Estados Unidos y nadie vino
obligado. No se le puede echar la culpa a monseñor Walsh, al contrario,
gracias a monseñor Walsh somos los hombres y mujeres de ahora.
ELLY CHOVEL: Es muy simple echarle la culpa a un individuo, cuando
fueron muchas razones y no una o un individuo. Hubo una combina-
ción: la guerra fría, la Revolución acababa de empezar y pasaban dema-
siadas cosas, quizás ni siquiera el gobierno cubano se daba cuenta de que
tantos niños estaban saliendo. Monseñor Walsh me ha dicho que él pen-
saba que como todos los papeles estaban en orden, las personas en el
aeropuerto solo chequeaban los papeles y dejaban que los niños se fue-
ran. Todo estaba en orden, llevaban el pasaporte, válido o falso, no se
sabía, tampoco se sabía si las visas waivers eran falsas o auténticas.
En aquel momento monseñor Walsh, o el padre Walsh, tenía treinta
años, y se hizo cargo de los niños cubanos que venían. Él lo hizo por
1
Elly Chovel estuvo presente durante la entrevista a Manuel Ramos.
90
calidad humana, porque desde que nació hasta que muera lo que ha
hecho es ayudar a todos los que necesitan ayuda, y hoy lo que quiere es
lo mejor para Cuba, que haya entendimiento. Él no condena a nadie.
¿El embargo?
ELLY CHOVEL: ¿El embargo? Es el primero que está completamente en
contra del embargo, porque eso religiosa, ética y moralmente es una in-
moralidad. Él puede decir que no quiere que haya presos políticos en
Cuba, pero al mismo tiempo dice que el embargo no es justificable.
91
MANUEL RAMOS: Hay una cosa que yo aprendí de niño en la escuela, es
una poesía que decía: «Si deshecha en menudos pedazos / llega a ser mi
bandera algún día, / nuestros muertos alzando los brazos, / la sabrán
defender todavía».2
ELLY CHOVEL: ¡Pero nosotros somos los vivos y la vamos a defender!
2
Última estrofa del poema Mi bandera, del poeta cubano Bonifacio Byrne, que se
estudia en la enseñanza primaria, en Cuba.
92
MARÍA DE LOS ÁNGELES (CANDI) SOSA
LOS
¿Y su hermano?
Bueno, él ha pasado una vida muy sufrida, muy difícil, ¡pobrecito mi
hermano! A él lo afectó mucho la separación de la familia y la estancia
en el campamento, y por un tiempo parecía que estaba bien.
1
Famoso cabaret habanero.
2
Se refiere a un grupo de fotos familiares que la entrevistada observa y describe
durante la entrevista.
95
Mi relación más íntima con mi familia siempre fue mi hermano, inclu-
so después de venir. Yo pensaba que éramos jimaguas, gemelos, y que
habíamos sido separados porque no cabíamos en el vientre de mami y
que él tuvo que esperar un poquito para salir. Tenemos fotos de niños,
cuando estábamos en Long Beach, en el campamento, y parecemos igua-
litos, tenemos gestos, cosas que dicen que tienen los hermanos así.
Parecía que estaba bien, y de repente, como a los quince o dieciséis
años, empezó con amistades con algo de droga, se fue a Miami y regresó
muy mal, sufrió, le dieron electroshock cuando estaban experimentan-
do, ¡se dañó tanto! y empezó a tomar medicinas para mejorarse. Con el
tiempo fue diagnosticado con esquizofrenia paranoide. Está bajo medi-
camentos. Ha sido muy duro para mí, fue la última separación, mi últi-
ma afinidad y romper con él fue como quedarme sola en el mundo, de
muchas maneras. Él ha tenido una vida muy difícil, tiene una lucha inter-
na muy grande, ¡y tiene un corazón tan lindo, tan noble, tan tierno!
96
Foto de Candy Sosa, a su salida de Cuba.
era una aventura, ver jugar a los indios y los cowboys, en vivo y a todo
color, y como iba a ser una cosa de dos meses o algo así, me sentí de
lo más entusiasmada con la idea. No recuerdo haber llorado al princi-
pio, sí cuando empecé a despedirme de los amigos. Yo tenía un noviecito.
Estaba en la Academia de Coros de La Habana y él fue, nos vimos un
ratico en el parque, al frente, y estuvimos agarrados de la mano, fue la
primera vez que me tomó de la mano, para mí eso era como amor
confirmado. Nunca se me olvidará, porque la sensación fue maravillosa,
y hablamos, sentados en un banco, que algún día nos íbamos a encon-
trar para casarnos. Se llamaba Santiago. ¡Qué simple y lindo es el amor
de los diez años!, ¡qué maravilla! Pensé que sí, que nos íbamos a encon-
trar y el romance seguiría. No sé qué fue de él, nunca supe, así es…
97
¿Por qué los padres no podían ir con ustedes?
No sé exactamente, pero esas visas nada más que las estaban recibien-
do los niños; se pensaba que los padres iban a ir dos o tres meses después,
porque las visas eran para recibir a los niños en los campamentos y
supuestamente de ahí se les buscaba becas, orfanatos o foster homes don-
de se pudieran tener, pero mis padres siempre dijeron que nos encontra-
ríamos antes de que llegáramos a eso.
98
que era un hombre soltero y no le daban el cuidado de los niños si no era
casado.
Sabía que íbamos a ir a un sitio donde iba a haber muchos niños y que
nos atendería una familia junto a otra cantidad de niños. Pensábamos
que estaríamos dos meses, tal vez tres, y que nos volveríamos a reencon-
trar con mis padres. Obviamente no fue así, pasaron tres años. Estuvi-
mos seis meses en el campamento y dos años y medio en Long Beach,
California.
¿Y recuerda el campamento?
Al principio el campamento fue un cambio drástico, no fue necesa-
riamente feliz, porque hubo un cambio muy grande, extrañábamos
mucho a nuestros padres, estábamos desubicados, tristes, separados.
Me separaron de mi hermano y eso fue algo duro, porque mi hermano
era la persona más cercana a mí, pero con el tiempo comenzamos a
tener amistades nuevas, niños con quien compartíamos juegos, tenía-
mos con quien jugar, nos fuimos aclimatando y llegamos a sentirnos
ubicados. Fue entonces cuando nos tocó volver a vivir otra separación,
a distanciarnos más, y estuvimos solos, con una familia desconocida, con
un idioma desconocido, porque por lo menos con los niños éramos todos
cubanos, estábamos dentro de la misma cultura, todavía con las raíces,
fue más fácil. Los niños se ubican y se adaptan fácilmente, hicimos lo
mejor y nos sentíamos bien cuando nos volvieron a desarraigar.
99
Cuando llegaron nosotros ya éramos adultos, habíamos pasado por
una serie de situaciones y circunstancias que nos marcaron mucho y
exigían que un niño se hiciese muy maduro y tuviera una inocencia
perdida prematuramente. Mis padres tampoco eran los mismos. Las
personas que se reunieron tenían los rostros familiares, pero los seres
que habitaban esos rostros ya no eran conocidos.
Si pasar los años de la niñez y la adolescencia es difícil, pasarlos se-
parados de la familia, aislados de un cariño genuino, de sentirse ama-
do, perdonado, cuidado, atendido, además de lo difícil que implica el
proceso mismo, sin el amor de los padres, que es lo supremo, es
triplemente duro.
100
qué situación y circunstancia me iba a encontrar, o sea, que la opción
era esa o quedar callada. Es obvio por cual opté. Por necesidad, creo que
para protegerme, como defensa, muchas cosas de esa época las he borra-
do. Sé que era asqueroso para mí, que le tenía un miedo terrible, que
me sentía encarcelada dentro de ese carro y que salía corriendo a con-
fesarme. No se cuántas veces sucedió, lo que sé es que él me daba un
dólar para que no dijera nada, me llevaba a una tiendecita y yo com-
praba unos carritos para armar, lo único que sé es que tenía muchos
carritos.
¿Su hermano?
No, mi hermano era un niño. A mi tío optamos por no decirle, por-
que había que seguir con la vida, subsistir. Cuando llegaron mis padres
hacía falta toda la energía vital para echar para adelante, sobrevivir,
trabajar muy duro y así fue. Hubo que barrer muchas cosas, no solo eso,
tantas otras, mías, de mi familia, de todo el mundo. Era necesario poner
a un lado y barrer por debajo de la alfombra porque los retos eran
continuos, uno tras otro, tan seguidos, que no había tiempo para brin-
darle al pasado.
101
Pasó algún tiempo porque ellos tenían que localizarse, buscar un sitio
donde vivir, tenían que dar ciertas muestras de que estaban capacitados
para recibirnos. Ellos vinieron, nos vieron y se tuvieron que ir. Nosotros
nos quedamos un tiempo más hasta que pudieron llevarnos con ellos.
102
ANA M. MENÉNDEZ
Miami, 1999
1
Osvaldo Farrés (1902-1985). Compositor cubano.
105
Cuando Candi hizo la visita a Cuba fue a Covadonga, ese era su sue-
ño de toda la vida, y cuando regresó me dijo que había entrado a la casa
donde vivíamos, el piso estaba igualito, pintada diferente, pero el piso,
el fogón, todo, está igualito a como nosotros lo habíamos dejado. Fue
una emoción muy grande. Fíjate que mandé a buscar, con una persona
que iba a ir a Covadonga, una piedrecita y me la trajo, ahí la tengo,
porque a mí me gusta coleccionar piedras. La tengo marcada, yo le puse
Covadonga a la piedrecita.
¿No extraña?
¿Cómo no voy a extrañar si llevo treinta y ocho años aquí? ¿Qué más
quisiera que ver a mi patria? Pero… no sé, no estoy tan segura.
Mi hermano fue el primero que vino, el único hermano que tenía;
murió ya. Él fue el primero que vino para Miami y después lo relo-
calizaron para California. Entonces fue cuando empezó el proyecto, eso
fue lo que nos dijo a nosotros, que no sabíamos nada. Nos llamó y nos
dijo que había el proyecto ese de Peter Pan, que iban a venir muchachos,
que la Iglesia… ahora no me acuerdo, que el monseñor…, no me acuerdo
cómo se llamaba…
Walsh.
Sí, que era el que estaba haciendo todos los trámites. Mi hermano nos
preguntó si nosotros queríamos. Le dije que sí, que cómo no. La más
106
chiquita no pudo venir porque era muy pequeñita. Le dije que hiciera
los trámites y ellos salieron los tres en el sesenta y dos. A ellas les gusta
mucho todo lo latino, Puerto Rico y Miami son la vida para ellas. El
varón lloró mucho por la separación, se pasaba el tiempo llorando,
abrazado a mí, pero yo tomé la decisión y estoy contenta.
¿Sufrió mucho?
Terriblemente. Yo sufrí muchísimo, me enfermé de los nervios, después
nunca quise hablar con ellos; mi hermano me decía que él los sacaba. Él
se fue para California y a ellos los llevaron para California también. Él me
decía que me los iba a poner para que hablara por teléfono y yo le decía:
«No resisto hablar por teléfono, prefiero escribirles y no oír la voz de
ellos, porque creo que me muero». Yo estuve muy mal, muy mal esos dos
años, y eso que tenía a la más pequeña allá, que se me enfermó de hepa-
titis, estuvo gravísima y la enfermedad de la más pequeña me sirvió un
poco para mitigar el dolor que tenía.
¿Usted imaginaba…?
No imaginé que iba a ser tanto tiempo.
107
cuando teníamos experiencia, lo habría denunciado, para que ningún
niño pudiera ir allá, porque ellos lo hacían por conveniencia, para coger la
plata. No me dijeron nada porque María, la mayor, no quería, decía que
la separación era larga y significaba hacernos sufrir por gusto. Ella no
quería eso.
Personas que hemos entrevistado nos han dicho que si se presentara otra
vez la oportunidad de enviar a sus hijos solos no los mandaban.
Unos estaban muy bien, divinamente bien, pero eso no fue así con
todo el mundo. Al mismo Willy Chirino2 una vez le preguntaron, ha-
blando del proyecto Pedro Pan, y dijo: «La verdad que mis padres tuvie-
ron el valor, pero no sé si yo lo tuviera para mandar a mis hijos».
2
Wilfredo José Chirino (Willy Chirino), cantante.
108
quiero ver a mami». Eso le fue haciendo daño y después todos los pro-
blemas que ha tenido.
Cayó en la droga.
Sí, pero gracias a Dios ya salió. Se quitó él solo, él solo lo hizo. Dejó el
cigarrillo, dicen que es más difícil que la droga, y dejó de fumar. Otras
veces había tratado y nada, no terminaba el tratamiento. Pero él estuvo
mucho tiempo en eso y le afectó el cerebro también, porque afecta, afec-
ta mucho. Él tendría como dieciséis o diecisiete años, es que, además, a él
le afectó el divorcio de nosotros, porque su papá y yo nos divorciamos y
a él le afectó mucho.
Iba a buscarlo a los lugares donde yo sabía que estaba, iba a recogerlo
y lo llevaba para la casa. Él estuvo encerrado varias veces.
Mary tiene la vida normal y la más chiquita ya tiene un doctorado,
muy inteligente, ella es matemática.
109
FLORA GONZÁLEZ
FLORA
«... fue una espada que partió en dos a todos esos niños. Por
muchos años yo pensé que odiaba la historia, me negaba a
leer libros de historia, porque pensé: “La historia me hizo
esto a mí, pero yo soy una ficha y no un jugador en la histo-
ria”, siento esto».
Boston, 1999
113
que ir a las escuelas en el campo a recoger tomates, estar lejos de nuestros
padres y ser adoctrinados en el comunismo. Por eso creo que decidieron
mandarnos. Al mismo tiempo creían que mi hermana y yo podíamos
terminar en la Unión Soviética, yendo a un colegio o a una universidad,
en lugar de quedarnos en la Isla.
114
Flora González y su hermana en los Estados Unidos.
¿Por qué sus padres no salieron con ustedes?, ¿por qué las mandaron solas?
Mis padres pensaron que la Revolución Cubana no iba a durar, que
íbamos a venir a los Estados Unidos a recibir una educación en inglés y
regresar a Cuba para reunirnos con ellos. También tengo la vaga idea de
que fue difícil para ellos conseguir visa, así que la idea era que íbamos a
reunirnos en los Estados Unidos o nosotras regresar a Cuba, pero yo
tuve el presentimiento de que no los iba a ver de nuevo.
En el aeropuerto mi mamá me dijo que cuidara a mi hermana, lo que
hice, como la niña buena que fui. Mis padres estaban al otro lado del
cristal y podía comunicarme con mi mamá a través de mímica. Ella se
veía muy triste y muy ansiosa. Yo estaba muy excitada porque no había
estado en un avión antes, era excitante poder viajar, lo que siempre
pensé hacer, pero ver a mis padres al otro lado y la ansiedad y la tristeza
en la cara de mi madre lo interpretaba como un adiós para siempre.
Cuando entré en el avión fue imposible verlos, mis padres me dijeron
que mirara, porque ellos iban a estar en el balcón, y que los saludara; no
los veía, pero seguí saludando, porque tenía un presentimiento de que
nunca iba a verlos de nuevo.
115
¿La experiencia de su hermana fue diferente?
La única cosa que puedo decirte es que recuerdo muy poco de esa
experiencia. Mi hermana, que tenía once años, tiene más recuerdos, no
solo de la salida, sino también del internado, en California.
Ella se acuerda del día que nuestro padre vino para ser reunificado
con nosotros. No recuerdo nada de eso, he bloqueado esa parte de mi
experiencia alrededor de dieciocho años. Cuando decidí sentarme y es-
cribir sobre eso fue que la memoria regresó a manera de ficción, así
tengo las escenas de todo ese evento, de antes, durante y después de
haber dejado Cuba, pero no sé si yo lo inventé o realmente lo recuerdo.
116
que la vida puede ser buena, sé dónde estoy y lo que mi hermana es
ahora. Debimos haber tenido buenísimas experiencias como cubanas
viviendo en Cuba, con nuestra familia y con nuestra escuela, para con
trece años cruzar ese puente y ser la persona fuerte que soy ahora. Así que
llevé mucho conmigo y también perdí mucho, estoy constantemente
dándome cuenta de eso.
Con mi hija, y ahora que tengo una nieta, me gustaría que ellas no
tuvieran que tener esa experiencia, pero también sé que no puedes prote-
ger a tus hijos de la vida. Mi hija ha pasado por muy difíciles momentos y
yo he estado al lado de ella, pero no podía resolver sus problemas.
1
ICAIC, 1995. Documental sobre la Operación Peter Pan, con guion y dirección de
Guillermo Centeno, Marina Ochoa, Manuel Pérez y Mercedes Arce, filmado en los
Estados Unidos.
2
Alejo Carpentier (1904-1980). Escritor cubano, prominente figura de la van-
guardia estética y del pensamiento latinoamericano y caribeño.
117
ser un viajero y que cada vez que regresaba al Caribe, a Cuba, comprendía
mejor qué era ser cubano, pero es siempre una comprensión de afuera,
y siempre hay nostalgia de comprender desde adentro y eso es lo que yo
perdí, eso se ha ido, eso no está.
118
historia, porque pensé: «La historia me hizo esto a mí, yo soy una ficha
y no un jugador en la historia», siento esto.
Mirando atrás la Operación Peter Pan, ¿cómo analiza todo esto? Hay
todavía muchas preguntas que no han sido contestadas.
Estoy feliz de que haya mucha literatura y documentales. Ahora los
Peter Pan son adultos y la mayoría ha tenido sus propios hijos y han
hecho distancia entre la experiencia y las emociones. Estoy feliz de que
haya un grupo grande de gente que empieza a expresar sus emociones, a
investigar y a conseguir más información, porque parte de la ansiedad y
del dolor de toda la experiencia fue no saber bastante de qué se trataba,
de todo lo que fue. Hay gente que ve la experiencia catastrófica, cons-
tructiva. Esta experiencia fue vivida por otros niños que también fueron
separados de sus padres en otros momentos del siglo XX.
Cuando comparamos en el tiempo lo que ha pasado a otros niños, la
Operación Peter Pan no es tan mala como en otros casos, pero no im-
porta, para cada uno de nosotros fue muy difícil. Yo he escrito sobre el
tema y en este momento estoy escribiendo en español. Ahora, voy a
escribir en inglés, pero encuentro difícil enfrentarlo otra vez. Pensé que
lo había colocado en el pasado, pero siento que para poder seguir con
nuestras vidas necesitamos encontrar quiénes fueron los jugadores, por
qué fue hecho y ponerlo en un lugar en nuestros corazones, que no esté
ahí haciendo daño a nuestra vida.
¿Y qué ha encontrado?
Estaba interesada en conocer por qué en mi niñez en Cuba por un
período de seis meses no había escuela y no sabía por qué. Después he
leído que era para que los niños mayores pudieran ir a la alfabetización;
119
no estoy segura de que supiera eso cuando niña, y si lo sabía, lo había
olvidado.
Estoy contenta del lugar donde yo estaba, se llamaba Liberty City. En
mi memoria nada más tenía el nombre Homestead. El pueblito se lla-
maba Homestead, pero el campamento Liberty City. Ese detalle tiene
significado y no lo tenía antes. También encontré que había gente en
Cuba que estaba arriesgando su vida para que nosotros tuviéramos
visas, para poder irnos, lo malo es que podía estar en prisión por mu-
chos años como resultado de eso. Pensé que las visas venían de la iglesia
católica de los Estados Unidos y del área de Miami. Hay agencias en los
Estados Unidos que no quieren que sepamos toda la información, nece-
sitamos tener la información.
En los Estados Unidos, durante ese período, recuerdo la Crisis de los
Misiles. En la escuela secundaria donde yo estaba, oí hablar sobre eso y
alguien me preguntó: «¿Qué piensas de la Crisis de los Misiles?», y mi
respuesta fue que no me importaba nada la Crisis de los Misiles. Mis
padres llegaron de Cuba una semana antes y era la única cosa que me
importaba. Quería ser una persona privada y no parte del momento
histórico, y no tuve posibilidad de elegir.
¿Cómo era la vida de ustedes, las condiciones que tenían no eran tan
malas como las de otros niños?
Otro muchacho y yo éramos los mayores del grupo, la más joven era
una niña de cinco años. Era una escuela católica, dirigida por monjas
dominicanas. Los varones y las niñas estaban separados en diferentes
edificios.
Ese varón y yo, como éramos los mayores, estábamos en la escuela
secundaria en la ciudad. ¡Me sentí tan bien al ir a una escuela con otros
niños que tenían vidas normales! Me acuerdo que me invitaron a sus
120
casas. Era como tener una vida normal, de familia y no tener que ir de
vuelta a un albergue donde se duerme uno al lado del otro. Cuando la
primera Navidad una familia cubana, en California, que había ido en
los años treinta, nos llevó a todos a su casa, nos dieron regalos, celebra-
mos con ellos y nos divertimos.
¿Y no se defendían ustedes?
Sí, mi hermana sí, porque ella se exaltaba fácil, era una de las perso-
nas a la que ellos provocaban, a veces le pegaban y le tiraban sus libros.
Como esas cosas pasaban, los niños cubanos se acercaron más todavía y
se enfrentaron a esos ataques como un grupo. Una vez un niño le puso
un ojo negro a mi hermana y las monjas vieron que era demasiado; una
de ellas, que fue mi maestra en octavo grado, cuando recién llegué,
buscó a todas las niñas y las llevó al comedor y les dio una conferencia
sobre todas las experiencias por las que nosotros, los niños cubanos,
estábamos pasando. Hablaba en inglés y no podía entender todo lo que
estaba diciendo, pero sé que tuvo un efecto en todos los niños. Después
de eso la violencia física no era tan difícil para mí y para otros, como la
violencia de no tener el constante cuidado que tuvimos de nuestras fami-
lias en Cuba. Había una monja para cuarenta niñas.
3
Brigada de solidaridad con Cuba, fundada en los Estados Unidos, en 1969. Ha
organizado, a lo largo de más de cuatro décadas, la visita a la Isla de más de nueve
mil norteamericanos.
121
Cuba, organizó un grupo de graduados y fui con ellos, en 1980, por una
semana, con un grupo de académicos. Sentí que fue una buenísima y, a
la vez, frustrante experiencia, porque tenía que estar con el grupo, hablar
inglés todo el tiempo, en lugar de hablar español cuando estaba
intercambiando con cubanos. Quería visitar a mi familia en Camagüey,
pero solo lo pude hacer por tres días. Fui a ver a mi tía, la hermana de mi
mamá, y a mi primo, con quien yo crecí. Tuve dificultades para comuni-
carme desde La Habana, entonces terminé tocando a la puerta. Fue una
experiencia increíble, porque salí de ahí cuando tenía doce años y ella no
me había visto desde aquel tiempo. Toqué a la puerta, en esa buenísima y
vieja casa de Camagüey, con una gran puerta de roble, eran como las seis
de la tarde, y preguntaron:
–¿Quién es?
–Soy Florita.
–¿Qué Florita?
–Florita, la hija de tu hermana Flora.
Abrió la puerta y empezamos a llorar. Pasé dos días con ella, mi tío,
mi primo y otros miembros de la familia que todavía están en Cuba.
Dejar Camagüey, después de dos días, fue una experiencia terrible por-
que me podía haber quedado ahí tres semanas. Sentí la dificultad de ser
una cubana que regresaba, cuando el resto de la familia no. Mi familia
que quedó en Cuba se sintió abandonada por nosotros y quería saber
cómo estábamos todos y que regresaran como yo regresé. Y tuve la tarea
difícil de decirles que ellos no, que la única que iba a regresar era yo, y
después de eso, regularmente, regresaba.
122
Algunos dicen que regresan a Cuba a buscar sus raíces y que ello ayuda
a sanar.
Regresar a Cuba ayuda a sanar. Una de las razones por la que puedo
decir que soy cubana-americana es porque he regresado a Cuba. Después
de tantos años de ausencia no hablo el mismo lenguaje de los cubanos
cuando hablo español, tengo un acento diferente; no tengo que enfrentar
las limitaciones que los cubanos tienen en el sentido económico, pero
cada vez que regreso visito mi familia y mis amistades en Cuba. Ellos me
consideran cubana, me siento cubana, pero no es lo mismo. He podido
regresar y ver el presente de Cuba, el presente de mi primo, cada vez que
regreso puedo sanar más.
¿No cree que hay una herida, aun dentro de los que han triunfado?
Antes utilicé la palabra herida para describir, para referirme a la se-
paración de la familia, del país y de la identidad. Ahora yo siento que
cada vez que hablo sobre estos temas estoy al borde de llorar todo el
tiempo. Más que como una persona herida me siento como un manan-
tial que se desborda todo el tiempo y tengo la presión de agua dentro de
mí que sale en lágrimas, y sigo escribiendo y hablando sobre esa expe-
riencia. Tengo la impresión de toda esa agua dentro de mí. Algún día
podré hablar sobre eso sin lágrimas, que siguen aún saliendo, siempre
salen, así que vivo con eso.
¿Cree que sería buena experiencia para los Peter Pan regresar como gru-
po a Cuba?
Sería otro paso en el proceso de sanar. Creo que regresando a Cuba
con otros Peter Pan sería una experiencia en la que me gustaría partici-
par, ser parte de eso.
Cuando regresé a Cuba con mi hermana, ella sabía lo que yo estaba
sintiendo y podía entender mis reacciones. He regresado con mi esposo,
con académicos y siempre me siento muy diferente. Sería bueno ir con
los Peter Pan, pero me doy cuenta de que tienen posiciones políticas y
puntos de vista diferentes, que tienen otras formas de expresarse en los
Estados Unidos, especialmente los que viven en Miami y nosotros, que
vivimos en el Norte, como decimos aquí.
Creo que es una experiencia muy necesaria, pero va a ser difícil: va-
mos a reunirnos, pero vamos a ver que somos muy diferentes, depende de
dónde crecimos: en Los Ángeles, Boston, Nueva York, Minnesota o Miami,
hay una diferencia muy grande.
123
¿Qué sabía de los Peter Pan, de la palabra?
Hay muchos mitos. Creo que necesitamos conseguir toda la informa-
ción sobre la Operación Peter Pan, y mientras tanto hay muchos mitos y
gente, como yo, que no podemos llegar a entender, a estar tranquilos con
la relación entre nuestra experiencia, la Cuba de 1960 y la de nuestros
padres y sus decisiones. Mientras no tengamos toda la información, no
podremos pensar en una forma más razonada, más intelectual, en lugar
de reaccionar como niños chiquitos que fueron heridos porque los arran-
caron de sus padres. No soy más una niña, soy una adulta que puede
analizar, pensar y sentir. La mayor parte del tiempo sigo razonando la
experiencia de Peter Pan solo en términos emocionales y me gustaría pen-
sar en otros términos.
La primera vez que escuché hablar de la Operación Peter Pan fue en
los años setenta, en Miami. Sabía que había gente en Miami tratando de
organizar a quienes siendo niños vinieron de Cuba sin sus padres, y así
poder compartir nuestra experiencia, fue cuando asocié mi experiencia
a la Operación Peter Pan. Sabía que había otros niños, por ejemplo en
California, pero no que eran catorce mil, y que los Estados Unidos, en la
administración de Kennedy,3 tuvo que ver con eso, pero sabía muy poco,
¡sé muy poco ahora! Quisiera conocer más. Sé que hay gente que está
tratando de conseguir información y escribir sobre eso. Estoy esperan-
do por la salida de ese libro.
Siento que fue un juego político, una táctica política de los Estados
Unidos, entre otras, para desestabilizar el gobierno de Castro, no hay
dudas sobre eso, pero no siento que las consecuencias fueran en realidad
la desestabilización del gobierno de Castro; fueron más grandes para
los niños, para las familias que se quedaron atrás, para los padres que
no vieron a sus hijos y para los hijos que no vieron a sus padres. Creo
que los Estados Unidos tuvieron éxito en desestabilizar al gobierno cu-
bano, en el orden económico o con el gran éxodo de un millón de cuba-
nos en un período de diez a veinte años.
Sé bastante de la política de los Estados Unidos hacia América Latina
para entender que esto fue organizado, preparado, por organizaciones
en los Estados Unidos para desestabilizar el gobierno de Castro, seguro,
pero no sé los detalles y mucha gente no sabe los detalles. Especular
sobre eso es una pérdida de tiempo.
3
John Fitzgerald Kennedy (1917-1963). Presidente de los Estados Unidos entre
1960 y 1963. Asesinado en Dallas, Texas, el 22 de noviembre de 1963.
124
Hay una profesora en Chicago, cuyo nombre es María de los Ángeles
Torres, a quien conozco porque yo viví allí, que está investigando en
el sentido sociológico todo lo de la Operación Peter Pan, y sé que la
CIA se niega a dar los archivos. Ella ha hecho un juicio contra la CIA
para conseguir los archivos. Así entenderé más de la operación en la que
yo participé siendo una niña, lo que rompió mi corazón.
125
De alguna manera la forma suya de pensar hoy día…
Soy un producto de los años sesenta en los Estados Unidos. Llegué a
ser una feminista, llegué a ser progresista en términos políticos, no soy
republicana como otros cubanos. Mi familia sabe esto y lo acepta. Por
muchos años, cuando viajo y regreso, les cuento cosas positivas de Cuba
y no quieren escucharme. He publicado sobre escritores cubanos que
mi familia piensa que son comunistas, pero se trata de artículos acadé-
micos sobre autores que escriben sobre Cuba y la experiencia latinoame-
ricana hoy día.
4
Excilia Saldaña Molina (1946-1999). Reconocida poetisa cubana, maestra, tra-
ductora, editora y autora de literatura para niños.
126
GABRIEL OROZCO FIGUEROA
Miami, 1999
1
El padre, de igual nombre, también participa en la entrevista.
129
¿Qué hacía usted dentro de Cuba?
PADRE: Conspiraba abiertamente contra el régimen, haciendo la la-
bor que podía hacer dentro de las zonas que estaban inclinadas a mis
ideas; dentro del comercio, de la industria, de los trabajadores. Era una
labor que conocía, que venía haciendo desde que era un jovencito, con-
tra el régimen de Machado y después contra el señor Batista, en una
época también violenta de Cuba. Estaba conspirando desde los catorce
años y lo mío era, sigue siendo, una enfermedad, y por eso a ellos yo los
quise sacar de ese ambiente, y evitar cosas trágicas y violentas que po-
dían producirse debido a mi actividad.
¿Y usted no lo era?
PADRE: En cierto modo sí, porque yo ayudaba a un amigo que lo era.
Las relaciones mías con ese amigo me llevaron a estar prácticamente
dentro de los cuadros de la Agencia Central de Inteligencia. Quiero
aclarar que siempre, siempre, trabajé de forma indirecta para el Minis-
terio de Estado americano, desde la guerra mundial. Era secretario de un
ministro de Estado y pusieron bajo mi control el fichero de los posibles
espías que estuvieran en Cuba, de las naciones que estuvieran frente a la
democracia. Trabajé para los tres cuerpos de inteligencia, de espionaje y
contraespionaje más grandes del mundo, dentro del Ministerio de Esta-
do de Cuba.
130
Padre e hijo durante la filmación.
131
En esos momentos en Cuba había mucha tensión y una propaganda
muy grande sobre una posible invasión. Las amistades se habían roto,
las familias se habían dividido. Era un momento de mucha incertidum-
bre, así que cuando mi padre decidió que nos mandaba sabía que estaba
haciéndolo a conciencia y yo estaba de acuerdo. Y mi hermano pequeño,
inteligentísimo, se dio cuenta de que yo era mamá y papá para él, que
salíamos de veraneo, pero un veraneo un poco más extendido. Estuvi-
mos casi siete años sin ver a nuestra madre y diecisiete sin ver a mi padre.
¿Y no extrañaba?
HIJO: Extrañé el primer año. Teníamos la idea de que regresaríamos
pronto, porque como mi familia era activa en la política imaginaba que
iban a triunfar, que el pueblo cubano se iba a dar cuenta de que vivía en
una propaganda. Ya después, a los dos años más o menos, me aclimaté,
132
me conformé, mis amigos fueron mis hermanos, eran mi familia, mi
realidad. Siempre pensé que mi padre iba a ser el héroe, que nunca más lo
iba a ver, por valiente. Estaba dispuesto a pelear cuando fuera hombre,
así que había aceptado ese futuro y mi hermano me seguía porque yo
era el mayor. Estábamos dispuestos a cualquier cosa, y verdaderamente
extrañábamos, pero no sentíamos rencor ni abandono.
133
Lo único que le quedaba a mi madre en Cuba eran unos hermanos
que salieron a España. Además, su familia éramos sus hijos, que no nos
vio por siete años, así que no tenemos una razón para ir de visita, por-
que voy a ser exiliado hasta el día de mi muerte, voy a ser cubano exilia-
do. Iría únicamente si cambiase el Gobierno, si volvemos a una patria
democrática, mejor de la que hubo anteriormente; entonces sí vuelvo a
Cuba, para hacer una labor de ayuda, pero mi vida la hice aquí ya, no
puedo ir a Cuba a desplazar a un cubano que siempre ha estado allá.
134
alguien manifestándose y veo que la Seguridad del Estado o alguien del
Gobierno los ataca, yo entro en la pelea.
¿Pero se hizo?
PADRE: No lo pudieron hacer por la movilización general que hubo y
porque felizmente surgió Pedro Pan y empezamos todos a enviar a nues-
tros hijos a través del programa que nos solucionaba la preocupación
de perder a nuestros hijos para siempre, porque hay niños que se fue-
ron de Cuba para Rusia y nunca más regresaron, se quedaron por allá.
Se estaba gestando esa ley y al perderse la patria potestad –que era la
fuerza normal, natural, legal, de los padres con sus hijos– y podérselos
arrebatar, quitar con violencia y llevarlos a otros lugares, especialmen-
te para Rusia, eso creó intranquilidad, dentro de un ambiente difícil que
había en el país.
¿Piensa que en eso de enviar a los niños tuvo que ver la CIA?
PADRE: No, la CIA no tuvo nunca participación en eso, fueron los
centros de educación de carácter religioso y los centros privados, en
combinación con algunos líderes políticos de aquí y de allá. La CIA no
tuvo que ver con los Pedro Pan, jamás.
135
Grau en su libro dice que era de la CIA.
PADRE: ¿Mongo? Ah… bueno, él era de la CIA, pero no tuvo que ver la
CIA con el movimiento Pedro Pan, fue una cosa privada, de civiles, po-
líticos y amigos.
¿Y las embajadas?
PADRE: Hubo participación de algunas embajadas, pero especialmen-
te dentro del Ministerio de Estado de los Estados Unidos a través de
algunos funcionarios, no porque ese ministerio estuviera forzando. Era
algo muy privado, de políticos.
HIJO: En Cuba había una red.
¿Qué dice?
HIJO: Había una red que era como underground, secreta, que se dedica-
ba a procurar las visas. Eran grupos, como mi padre explicó, que a
través de las escuelas tenían los contactos. Tu contacto era alguien de tu
confianza y te decía: «Mira, hay la posibilidad de sacar a los muchachos
del país», y fue así como se fue ramificando. No fueron solo los catorce
mil, sino la cantidad de familias que quisieron hacerlo y que no tuvieron
la oportunidad. La ley sobre la patria potestad quizás no existió, pero
sutilmente sí la había, se llevaban a los pioneros, disponían de esos ni-
ños, los llevaban a otras provincias, a veces no estaban en sus casas por
meses. Así que eso es lo mismo que la famosa ley, lo hacían de otra
forma, pero lo hacían, era parte de la maquinaria.
PADRE: Mire, la visa de ellos fue a través de una empresa naviera, por
eso digo que en el problema de las visas waivers intervenían comercian-
tes, industriales.
¿Cómo?
HIJO: Era el viaje de un estudiante que iba fuera del país, no era de
turista, no era de comerciante. Como explicaba mi padre, muchos de
los que se vieron involucrados no tenían nada que ver con el Gobierno,
simplemente tenían conexiones y facilitaban que eso sucediese. No tuvi-
mos que pagar por el viaje.
136
Y las líneas aéreas que también ayudaron.
PADRE: Las líneas estaban también de acuerdo para ayudarnos, era un
engranaje de organizaciones completamente privadas.
¿Me puede decir, de forma resumida, qué significó para usted los Peter
Pan, venir a los Estados Unidos y la llamada patria potestad?
HIJO: Para mí fue la manera de salir de un peligro que corría y, al
mismo tiempo, estar acá un sacrificio, pero honroso. Me trataron bien,
las personas con las que tuve la suerte de encontrarme siempre me die-
ron cariño, todavía veo a algunos de ellos, otros, tristemente, han muer-
to. Pedro Pan fue la manera de salir de un peligro que corría una juventud,
desde los más pequeños hasta los mayores, de no crecer con las ideas que nos
querían imponer. Fue la forma de salir del país para no tener que sufrir el
hostigamiento o dejar mi casa, me dio la oportunidad de tener aquí
cierta libertad.
PADRE: Aquí teníamos un embajador maravilloso, monseñor Walsh.
Ese fue el padre de todos los muchachos, los dirigió, los protegió, los
aleccionó, los hizo morales, trabajadores, profesionales. Esa es la la-
bor de Pedro Pan.
137
Algunos estuvieron en lugares lejísimos, usted tuvo suerte. ¿No tuvo
más suerte que otros?
HIJO: En ciertos aspectos, porque no se me envió a otros lugares; mis
primos que fueron a Nebraska no pasaron trabajo tampoco y están tan
felices que se quedaron allá, nunca regresaron a Miami.
Es duro verse fuera de la patria, fuera de la familia en un lugar que
sea hostil, en un orfanato, en ese tipo de situación, pero muchas veces es
inevitable.
En Cuba también los mandaban a otros países. Yo conocí a mucha-
chos que enviaron a otros países y sufrieron mucho también y no eran
Pedro Pan, eran niños que el Gobierno mandaba a otros lugares para
que se educaran.
138
vida, les dieron futuro. Así que no se puede generalizar. Es triste que no
se pueda generalizar, porque no todos van a tener el mismo destino. Hubo
de todo, hubo quien sufrió, quien no quiere acordarse de esos tiempos,
pero hay una mayoría que conozco que todavía somos hermanos y bus-
camos las oportunidades de reunirnos, de celebrar, de recordar, y nos
mantenemos con una misma ideología.
139
ANA MENDIET
MENDIETAA
143
medio de la selva, no era una selva, pero para mí era como una jungla, y
estaban las monjitas. En el dormitorio de las niñas había catrecitos de
lona y otros como de metal.
Llegó un momento en que yo me sentía muy bien en el campamento,
porque tenía muchas amistades. Mis primas hermanas estaban en Miami
y nos venían a buscar todos los fines de semana. Ellas eran un poquito
mayor que nosotras, tenían como dieciocho y diecinueve años.
Un fin de semana llamamos a Cuba, porque mis primas se querían
quedar con nosotras y mi padre se negó absolutamente y nos dijo: «Si
ustedes están en ese país, se van para el Norte a aprender inglés con los
americanos». La tángana que dimos cuando nos enteramos de que nos
mandaban para Iowa, fue tremenda, porque en Kendall ya me sentía
como en mi casa. Fue increíble, escribí cartas a Cuba diciéndoles horro-
res. A nosotras nos mandaron, a mi hermana y a mí, y a otras dos parejas
de hermanas, a un orfanato. Nos fue a recoger un cura al aeropuerto.
Pero no era un orfanato como tal, allí estaban los niños que los padres
no los querían, que se habían escapado de la casa o delincuentes que los
padres no podían controlar, mandados allí por un juez. Era un orfanato
católico. Había niños y niñas, separados, por supuesto. Eran de todas
las edades, hasta los dieciocho años. La más pequeña tenía cinco años,
Olguita Álvarez, la hija de Olga y Tony.1 Ella era la más joven. No me
acuerdo de los varones, porque no los veíamos.
Allí estuvimos como un año, hasta que apareciera una familia con la
que pudiéramos estar. Nosotras teníamos sesiones con un psicólogo,
nos decían que era para tratar de conocernos y buscarnos una familia
donde pudiéramos encajar bien, y para ayudarnos a ajustar. En reali-
dad yo me puse muy rebelde cuando vi que tenía que sobrevivir como
mejor pudiera, porque en el orfanato ese ponían la comida en la mesa y
si uno no se tiraba arriba de las bandejas, sencillamente, no comía. Había
una competencia increíble. Me puse muy rebelde, así que parte de lo de
hablar con el psicólogo era para quitarme un poco la rebeldía.
Al cabo del año nos pusieron a mi hermana y a mí, porque nos trata-
ron de colocar juntas, en la casa de una familia de ascendencia alemana
que tenía ocho hijos, pero éramos las criaditas de la familia. Teníamos que
limpiar y lavar los platos, mientras que ellos no lo hacían. La cosa esta-
ba tan fea que como a los seis meses decidimos que preferíamos regre-
1
Olga Chorens y Tony Álvarez, cantantes cubanos, formaron el dúo Olga y Tony. En la
década del sesenta se radicaron en Miami.
144
Ana Mendieta. Tomada del libro Ana Mendieta. Earth Body, de Olga M. Viso, Hirshhorn
Museum and Sculpture Garden, 2004.
sar al orfanato que vivir con esa familia. Desde ahí comenzó la odisea
de nosotras, porque tengo la fama de no durar más de un año en nin-
guna de las situaciones en que me pusieron, y esa era parte de mi van-
guardia, ¡nadie me iba a quitar mi cubanía, mi manera de ser ni mi
manera de pensar!
De allí volvimos al orfanato y mi hermana, como siempre, «metió la
pata», tenía un noviecito. Ella cursaba el penúltimo año del bachillera-
to y enseguida las monjas decidieron que estaba en una edad peligrosa y
teníamos que mudarnos del pueblo ese. Nos mandaron para un colegio
de monjas, de pupilas. Era muy estricto, por supuesto, pero por lo me-
nos las niñas de allí eran normales, no eran delincuentes, tenían moda-
les, tenían padres que las querían. Era un colegio privado.
Allí también me enteré un poco de la odisea cubana, porque había
ocho o nueve niñas cubanas que las habían mandado directamente al
colegio y ellas me contaron los cambios en los campamentos, que vivían
con familias cubanas en apartamentos. Eso sucedió después, como en el
año sesenta y cuatro o sesenta y cinco.
Ya entonces mi hermana se graduó del bachillerato, y de nuevo el
problema, porque nada más nos quedamos en el colegio de pupilas seis
meses. Llegó una carta, porque ellos tomaban las decisiones así, jamás
nos preguntaban qué nosotros queríamos hacer, nos decían: «Vas para
tal lugar», así mandaban en la vida de nosotros. La directora del colegio
145
nos dijo que nos venían a buscar para pasar el verano con una familia
americana, que el colegio se iba a cerrar por el verano y que todas las
niñas se iban. Esa parte era verdad.
Nos vino a buscar una trabajadora social y en el carro, la señora, la
pobre, ella ni sabía que nos habían mentido, cuando le preguntamos
adónde nos llevaban nos dijo que a un orfanato del Estado. ¡Se podrán
imaginar lo que sentimos!
Llegamos y allí, la verdad, nos trataban mejor que en el orfanato
católico, eran menos estrictos. Los encargados tuvieron más visión y a
mi hermana y a mí nos daban ciertos privilegios, nos dejaban, en las
tardes, ir a comer helado, cosas que no les permitían a las otras niñas.
Por tener ellos esa visión tuvieron más cooperación de nosotras. Esa
fue la primera vez que el trabajador social que me habían asignado
me preguntaba qué quería hacer, en qué me podía ayudar. Hacía
cuatro años que había salido de Cuba.
Ya mi hermana iba a la Universidad, su futuro estaba un poco escri-
to y la cuestión era qué iban a hacer conmigo. Él me consiguió una
familia americana, con la que me llevé bastante bien, una familia joven,
pero la mujer salió embarazada, y no tuvieron lugar para mí. Estuve allí
nada más que un año, de ahí fui a otra familia, y ya después me gradué y
me fui.
¿En algún momento ustedes sintieron que no querían ser cubanas, que
querían ser americanas? ¿Se sentían inferiores o discriminadas?
Sí. Yo nunca negué mi patria, es más, escribía a mi familia diciéndo-
le que odiaba aquello, que los odiaba a ellos, que me iba a matar, que
iba a hacer aquello, que iba a hacer lo otro, y siempre era la gracia:
«Mira a Ana María, siempre tan exagerada». Todos tratando de calmar
las cosas y además recibía cartas de familiares en Cuba diciéndome: «No
le digas eso a tu madre, con lo que está sufriendo ella separada de uste-
des», como ella era la persona mayor, los niños no tenían derecho a
sufrir…
Cuando estaba en el tercer año de bachillerato tuve muchos proble-
mas porque me cambiaron para un colegio donde había como ochocientos
estudiantes, y las únicas de una cultura diferente, o lucíamos diferentes,
éramos una negra americana y yo. A mí me discriminaban por ser prie-
ta, por tener acento, por tener otra manera de ser, de mirar la vida, por
hacer gestos con las manos, es más, una americana me dijo que ella creía
que la única gente que hacía señas cochinas con las manos cuando ha-
146
blaban eran los italianos y por mí había aprendido que también los
latinos hacíamos eso.
Siempre he tenido un espíritu muy rebelde y, gracias a Dios, me pude dar
fuerza moral a mí misma, pero llegó un momento en que no pude aguan-
tar tanto ostracismo, ese aislamiento que tenía en una edad, en la ado-
lescencia, en la que todo el mundo busca el grupo para salir. Ese año lo
pasé muy mal, bajo tratamiento médico. Por la mañana tomaba pas-
tillas para que me diera ánimo y por la noche pastillas para dormir, si
no ese año no llego a soportarlo. Vomitaba mucho, es más, una vez me
hicieron una prueba para ver si tenía un tumor en el cerebro, lo que
tenía era emocional, pero llegó un momento en que creían que había
una causa física. En aquel tiempo me llevaba bastante bien con la familia
donde vivía, pero el grupo, la gente de mi edad, no me aceptaba. Pero
todo eso no me llevó a no hablar español o a sentirme contra mi cultura.
Me discriminaban porque yo era prieta, porque soy prieta, porque ha-
blo español.
Yo lo que siento es no haber tenido con quién abrirme y que me hubieran
podido dar un poco de fuerza moral, porque en el Norte no había cultu-
ra latina ni manera de unirnos y de mantener nuestros sentimientos.
147
JUAN MONJE
151
muchacho que quería lavar también. Le dije que sí, llegamos a ser cinco.
Como estaban las luces encendidas y todo aquello era una bulla, tocó a
la puerta el hermano Maximiliano, director del campamento, y nos
preguntó qué estábamos haciendo allí. Era obvio, ¡estábamos lavando
la ropa! Preguntó quién era el encargado, y como a mí me habían dado
permiso dije que era yo. Inmediatamente me dio un galletazo y me hizo
arrodillarme delante de él para pedirle perdón de parte mía y de los
otros, porque dijo que lo que estábamos haciendo eran actos sexuales.
Claro, nosotros dijimos que era mentira. ¡Estábamos todos vestidos
haciendo una lavandería! Nos dijo que éramos unos mentirosos, que
íbamos a ir al infierno, nos llevó y nos puso entre las astas de las dos
banderas, la americana y la cubana, con las manos en cruz e hizo que el
campamento pasara por delante de nosotros para que vieran a aquellas
personas que él había agarrado teniendo sexo y ¡todo era mentira!
Al día siguiente, para revelarnos, fuimos a misa al mismo tiempo que
él, y como supuestamente uno comulga en gracia de Dios, libre de peca-
do, entonces nosotros nos arrodillamos a comulgar al mismo tiempo que
él, a su lado, para demostrarle que nosotros estábamos libres de pecado.
152
¿Y su padre le dijo algo?
Mi padre me dijo una vez que se había arrepentido de haberme man-
dado a los Estados Unidos y que yo pasara por la experiencia que pasé.
Él había comprendido que habían hecho de mí otra persona, no lo que
él pensaba. En realidad, yo llegué a odiar mucho en el campamento,
odié mucho a todo el sistema del campamento, a los Hermanos Maristas, a
los jesuitas después. A aquellas personas que se congraciaban con noso-
tros, ellos inmediatamente los sacaban del campamento, decían hasta
horrores nada más que para sacarlos de allí.
Ahora yo trabajo para Cuba Travel, que es una de las organizaciones
que lleva cubanos a Cuba, o sea cubanos de la comunidad, aquí en el
exterior, una agencia de pasajes. Además, soy parte del segundo contin-
gente de la Brigada Antonio Maceo.
Yo fui a Cuba en febrero. Antes mi idea era buscar mis raíces, ir a ver
a mi familia. Fui y vi esta parte, pero también me di cuenta del trabajo
tan grande que se necesita en Cuba. Es un país donde el trabajo es muy
importante y quiero ser parte de ese trabajo. Antes era que quería ver a
mi familia, al pueblo donde nací, pero ya eso no es lo importante en mí,
sino cuánto es lo que yo puedo dar por esa Revolución. En las cartas que
escribo a la gente que conocí en Cuba les digo: «Déjenme llamarla tam-
bién mi Revolución, porque sé que es de ustedes, ustedes lucharon allí,
pero déjenme llamarla así porque yo quiero trabajar con ustedes».
Estoy haciendo ya parte de ese trabajo, estoy dándole a la gente la
oportunidad de ver a Cuba. Muchos vienen y me dicen: «¡Qué maravi-
lla!». Otros no, pero muchos vienen con una idea ya cambiada, eso es lo
importante, y cuando vienen nos llaman y nos dicen que es verdad que
ha cambiado aquello. Con un bloqueo delante, ese país sigue y va a
seguir hasta el último momento le quiten o no el bloqueo, y ojalá se lo
quiten, para que siga más adelantado todavía.
Cuando vi la bandera en el Morro –porque aquí la bandera cubana
siempre está al lado de la americana, pero allí estaba sola–, lloré, lloré
como un niño delante de aquella bandera, porque allí sí que estaba
soberana, radiando por ella sola, y espero que esté toda una vida así.
153
ZENÓN ARRIBALZAGA
157
tuve que responder por mí mismo. Pensando hacia atrás, como cinco a
seis años después, me di cuenta de la seriedad de la situación.
Cuando llegué a Miami no sabía lo que iba a pasar, me encontré en el
aeropuerto a un hombre que dijo: «Los muchachitos que vinieron en
el vuelo de Pan American sin familiares, que vengan para acá». Era un
señor mayor, que hablaba mucho, que, por cierto, me preguntó en el
avión que si El Encanto, la tienda,2 ya la habían quemado, y eso ocurrió
unos días después, o sea, que él sabía que iba a pasar.
Llegamos al campamento como a las once o doce de la noche, un
lugar muy oscuro, solamente veía las luces de las torres del aeropuerto
de Miami y de los aviones. Nos dieron cake, leche, nos acostamos y lue-
go, cuando amaneció, vi compañeros de mi escuela que habían salido
antes y no habían dicho que iban a salir, o sea, el descubrimiento era
que todos estábamos en ese campamento. Era un lugar que había sido
una escuela para niños con problemas mentales. Era el campamento de
Kendall.
Cuando llegué una pareja de cubanos eran los administradores del
campamento y estaban monjas ursulinas americanas de los colegios de
la alta sociedad en Cuba. Ellos trataban de ser lo más cariñosos posible
con nosotros y, sinceramente, la primera semana era como un pa-
satiempo de maravilla, como un juego, pero algo muy importante
ocurrió en esa semana: el fracaso de la invasión por Playa Girón. Eso fue
para nosotros un tremendo golpe, muchos teníamos familiares envuel-
tos en la invasión. El campamento se vino abajo, muchos llorando, los
sueños de derrocar la Revolución se vinieron abajo. Después de eso la
pareja cubana fue cambiada y trajeron una pareja americana. El señor
había sido guardia de una prisión para delincuentes juveniles en Nueva
York, antes de ser el administrador del campamento y cuando llegó nos
reunió, la mujer no hablaba español pero él sí, y nos dijo que sabía
cómo tratarnos, como lo hizo con los delincuentes juveniles puertorri-
queños en las cárceles. Se formó una gran revolución dentro de Kendall,
decidimos irnos a huelga de hambre, cogimos los colchones, los tiramos
al suelo, con las mangueras para evitar el fuego mojamos todo el edificio
y muchos cogimos nuestras maletas y nos escapamos para la calle.
Monseñor Walsh vino y dijo que sí, que nos entendía, que esas perso-
nas habían sido muy fuertes con nosotros y que por tanto él iba a cam-
2
Sabotaje perpetrado, el 13 de abril de 1961, contra la mayor tienda por departa-
mentos de La Habana, la que resultó totalmente destruida. Dieciocho personas
resultaron lesionadas y falleció una empleada: Fe del Valle Ramos.
158
biar los administradores, trajo a los padres escolapios y a las monjitas
del colegio de Lourdes, las filipenses.
Yo había llegado en abril, como en junio me fui para New Jersey,
donde mi padre tenía un amigo, a vivir. Estuve en New Jersey una sema-
na y volví nuevamente al campamento, donde me quedé hasta media-
dos de julio del sesenta y uno y con eso de las becas que ellos llamaban
–que no eran becas nada– nos mandaron para un orfelinato y me fui
para Indiana. Esa es mi experiencia en el campamento de Kendall.
Una de las cosas que monseñor Walsh nos dijo es que él mandó a la gente
a hogares en otros Estados para que recibieran el calor de padres adoptivos.
¿Qué puede decir sobre eso?
Primero que todo, no teníamos para escoger, cuando nos asignaban
las becas, como le llamábamos, no podías rechazar ninguna o te queda-
bas en la calle, sin Kendall, y por supuesto había que cogerla. A mí me
mandaron a Fort Wayne, Indiana. Nos fue a buscar una americana con
una cara bien seria, bien fría; ella nos recibió tratando de ser lo más
amable posible, la pobre, pero no le salía ningún calor de dentro.
Cuando llegamos era un orfanato de niños huérfanos, como un cas-
tillo con diferentes salones, todo muy oscuro y muy triste. Estuve allí
por tres meses, después otro muchacho y yo nos mudamos con una fa-
milia de descendencia irlandesa, extremadamente católica. Estuve con la
misma familia hasta el año sesenta y cinco en que salieron mis padres de
Cuba. En cambio, a los demás compañeros, que eran como treinta y
cinco, nunca les asignaron familias americanas, como se les había pro-
metido, y, al final, las monjas del orfanato los botaron porque eran
demasiado rebeldes y no cumplían las leyes. Los mandaron para una
casa que no tenía supervisión, no tenía administrador, y entonces a cada
muchacho, estamos hablando de muchachos de quince, dieciséis, dieci-
siete años de edad, que nunca habían vivido solos, le daban una canti-
dad de dinero, diez pesos semanales, para que con eso pudieran vivir y se
compraran comida y pagaran los gastos de lo que necesitaran. Un día
fui a esa casa y era un completo chiquero, no tenían ropa de cama,
algunos colchones estaban rotos, era un asco. Así terminaron esos mu-
chachos.
Los padres del muchacho que vivía conmigo en la casa de los irlande-
ses llegaron en enero o febrero del sesenta y dos, para mí eso fue tremen-
do, porque sabía que él se iba con ellos y como a mi padre no le permitían
entrar en los Estados Unidos, yo no sabía cuándo nos reuniríamos. Esa
noche, cuando supimos que sus padres habían llegado, me eché a llorar
159
y lloré sin control ninguno, me encontré totalmente perdido, porque
no sabía cómo bregar con el resto de mi vida, porque lo que me estaba
manteniendo, que era la reunificación con mis padres, no existía y tampo-
co el regreso a Cuba. Estuve llorando horas y horas, toda la madrugada.
En ese momento me di cuenta de que el regreso a Cuba no venía y que
la estancia en los Estados Unidos, el acostumbrarnos, el tratar de sobre-
vivir, había que hacerlo y fue cuando empecé a darme cuenta de lo mu-
cho que me resentía con la decisión tomada por mis padres, por haberme
sacado de Cuba.
160
Cuando él fue al aeropuerto para venir a los Estados Unidos, no pudo
embarcarse. La reunificación, que iba a ser inmediata, se convirtió en
algo que no sabíamos cuándo iba a ser. Ellos salieron cinco años más
tarde de lo que habíamos planeado, lo que se convirtió en otro trauma.
1
Integrada por emigrados cubanos en los Estados Unidos, jóvenes que salieron de la
Isla a muy temprana edad. Su primer contingente visitó Cuba en 1977, para
reencontrarse con sus raíces y mantener una relación estable con su país de origen.
Uno de ellos, Carlos Muñiz Varela, quien fuera fundador de la Brigada y director de
la Agencia Viajes Varadero, que promovía excursiones de la comunidad cubana,
de norteamericanos y puertorriqueños a Cuba, fue asesinado el 28 de abril de
1979 por elementos terroristas de la ultraderecha cubano-americana, por simpa-
tizar con la Revolución y promover vínculos estables con su patria.
161
Veinte años después, en 1999, Zenón Arribalzaga, en un segundo
encuentro con Estela Bravo, aporta el siguiente testimonio:
162
De izquierda a derecha Zenón Arribalzaga, Ana Mendieta y Juan Monje,
Nueva York, 1979.
grande que tenía antes del regreso a Cuba. Lo que me da más tristeza es
lo difícil que fue para nosotros, los cubanos en los Estados Unidos, po-
der mantener una relación con nuestra patria por el bloqueo, un blo-
queo que después de tantos años no tiene razón, que perjudica a los
cubanos porque limita el acceso a comida, a medicinas, y a los norte-
americanos la posibilidad de tener contacto con otra cultura. Creo que es
hora de crecer y decidir que son dos países, que pueden coexistir juntos.
163
NELSON VALDÉS
167
cubanas estuvieran dispuestas a enviar a sus hijos sin conocer en realidad
las particularidades de dónde iban a parar. Eso me ha llamado especial-
mente la atención.
¿Por qué cree que sucedió? ¿Cuáles fueron las razones por las que los
padres permitieron que salieran o enviaron a sus hijos?
Creo que hay varios elementos. En primer lugar «el sueño america-
no», que no es un sueño solo en los Estados Unidos, sino de muchas perso-
nas que tienen la idea, la esperanza, de mejorar el nivel de vida. Eso se
encuentra no solo en América Latina, sino también en otros lugares, y
existía en Cuba, a lo que se unía la cercanía de la Isla con los Estados
Unidos y que existiera la oportunidad, política o económica, de man-
dar a un hijo, creo que también jugó un papel.
En segundo lugar, la propaganda política que en aquel momento se
desarrolló en torno a la llamada patria potestad o la pérdida de la pa-
tria potestad. Se decía que las autoridades del gobierno cubano estable-
cerían una serie de regulaciones y que no iban a permitir que los padres
decidieran qué hacer con sus hijos. Históricamente se pudo demostrar
que el gobierno cubano no estaba considerando eso, pero jugó un papel.
Por otra parte, muchas personas pensaban que en pocos meses, con
la participación de los Estados Unidos, con fuerzas directamente dirigi-
das por norteamericanos, con soldados norteamericanos o una fuerza
exiliada militar, podía originarse una guerra civil, por lo que algunos
padres pensaron que lo más deseable era enviar a sus hijos al exterior. Yo
diría que aquellos que enviaron a sus hijos antes del 21 de abril de 1961
consideraban que sus hijos iban por poco tiempo y que, una vez que la
invasión triunfara, podrían volver. Quienes los envían después del 21 de
abril lo hacen con una premisa diferente, ya no con la tesis, la confianza
o la esperanza, de que sus hijos van a volver a Cuba, lo hacen como un
proceso para que vayan primero los muchachos y ellos más adelante
seguirlos.
¿Recuerda cómo fue que consiguió la visa?, ¿de dónde era la visa?, ¿qué
decía su pasaporte?
No recuerdo qué decía el pasaporte, pero sí que fue la mamá de uno de
mis amigos del Instituto Edison quien me explicó, y después a mi padras-
tro, el procedimiento que había que seguir. Teníamos que conseguir un
permiso del gobierno cubano, que en aquellos momentos se llamaba
«permiso de vigencia», e ir a buscarlo a un lugar de la Habana Vieja.
En el caso de mi pasaporte y mi pasaje, yo tuve que ir al edificio de
Carlos III donde está la Logia de los Masones, estoy hablando de abril
168
de 1961. Allí nos dieron esos papeles, incluyendo el pasaje, que era en
una línea aérea holandesa, KLM. Me informaron que el avión iría pri-
mero a Bahamas, de ahí a Londres y de Londres a Miami. No fue como
sucedió y fue directo a Miami. Al llegar, un oficial de inmigración entró al
avión y leyó los nombres de una serie de personas, incluyendo los de cua-
tro o cinco niños. Yo era uno de ellos.
Una vez me habló de un amigo que usted quería y que después murió.
Sí. Como le dije, yo salí el 13 de abril y el 12 salió mi amigo Faustino
Menéndez. Él murió de cáncer en el año noventa y cuatro y nunca volvió
169
a Cuba. Fue su mamá quien hizo los trámites para que yo saliera de
Cuba. Ella era una de las personas encargada de conseguir algunos mu-
chachos para sacarlos del país, y para mí era una madre cuando llega-
ron a los Estados Unidos. Estuve muy conectado con los padres de
Faustino hasta el año 1977. Mi padrastro murió en Cuba y, por tanto, no
fui de los muchachos que pudieron reunirse con su familia en los Estados
Unidos. Después, cuando vine en el primer contingente de la Brigada
Antonio Maceo, esas personas, particularmente la madre, decidieron
que yo no era una persona grata en su hogar. Eso sucede.
Faustino decidió que era más importante tener la cercanía de sus
padres que volver a Cuba, y nunca volvió, aunque él sí quiso hacerlo.
¿Dónde fue la primera vez que usted oyó hablar, refiriéndose al éxodo
de niños cubanos, de la Operación Pedro Pan o Peter Pan?
No le puedo decir exactamente cuándo fue que oí la frase por primera
vez. No fue durante el tiempo que estuve en ese programa, durante los
años 1961-1962 y parte de 1963. En aquel momento no se usaba esa
frase. Es posible que la viera por primera vez en un artículo que apareció
en una revista que se llama South of Florida, que debe haber salido a
finales de los ochenta, inicio de los noventa, y tengo entendido que en
algún momento un periodista en los años setenta usó ese término; no sé si
porque lo inventó o porque se usaba dentro de la Iglesia Católica o por
parte del gobierno norteamericano. Sí me llamó la atención cuando leí la
frase, pero no puedo decir como académico de dónde proviene. No sé.
170
¿Y cómo fue el tiempo en Kendall?
Yo estuve en Kendall en un momento muy singular. La invasión por
Playa Girón fue el 17 de abril y lo que en los Estados Unidos se llamó el
desastre de esa invasión se reconoce el día 21, por tanto, estuve allí desde
los momentos en que empieza la invasión, durante su desarrollo y cuan-
do se reconoce su fracaso, lo que tuvo un impacto tremendo en aquellos
muchachos que habían salido de Cuba pensando que en poco tiempo, en
cosa de semanas, iban a volver, que serían unas breves vacaciones en la
Florida. La noticia del fracaso significó un impacto emocional, psicológi-
co, tenían entonces que adaptarse a esa nueva realidad.
En ese campamento estaba una familia que se llamaba Pruna, que
cuando yo llegué tenía todo bajo control, sin problema alguno, hasta
que se sucede la invasión. Una de las noticias que da la radio cubana un
par de días después de haber comenzado esta, es la captura de una serie de
hombres-ranas, que fueron los primeros que llegaron, y dieron los nom-
bres. Uno de ellos era Andy Pruna, hijo de esa pareja, que al conocer que
su hijo había sido apresado abandonó Kendall, dejaron a los muchachos
solos y se creó, como dicen los mexicanos, «el desmadre», o «acabaron
con la quinta y con los mangos», como dicen los cubanos.
Algunos de los mayores decidieron tomar el campamento donde
estábamos. El objetivo era tratar de forzar al gobierno norteamericano a
que hiciera algo contra el gobierno cubano, militarmente, que enviara
marines, algo así. Y no solo toman el campamento, sino que comienzan
a destruir ese lugar, quemar colchones, ropas y cosas de ese tipo. Otros
se fueron del campamento para áreas de este, donde se cuidaban caballos
de carrera.
Cuando eso comenzó yo agarré un poco de ropa y tomé una carrete-
ra que estaba cerca de allí, Dixie Highway, la carretera número uno, y
caminé hacia la ciudad de Miami, no sabía si quedaba al Norte o al Sur,
pero vi que decía Miami y hacia allá me encaminé.
En aquel momento no estaba preocupado por dónde iba a dormir o
a comer, ni nada de eso. Cuando se tienen catorce o quince años no se
piensa en esas cosas. Pero para mi dicha o para mi suerte, cuando llegué
a la ciudad de Miami y al Down Town, que era mucho más pequeño
que hoy día, inmediatamente encontré a un amigo, que también había
salido por la Operación Peter Pan, pero que no estaba en ese campamen-
to, sino en una casa privada con otros veinte o veinticinco muchachos. Él
me llevó para esa casa donde estuve dos o tres días, hasta que el padre
Walsh descubrió que yo estaba allí, me sacó y me llevó nuevamente al
campamento. En ese tiempo pensé: «Mira qué buena suerte para estos
171
muchachos que los pusieron aquí, pero a mí me pusieron en otro lugar».
Con el correr del tiempo he tratado de averiguar, y no he podido, a qué se
debió que a un grupo lo pusieron en una casa privada. Allí tenían la
atención del padre Walsh que en ocasiones residía y comía con los mu-
chachos.
172
a la ciudad de Albuquerque, Nuevo México, junto con otros muchachos,
había una trabajadora social dedicada a trabajar con nosotros que no
sabía español, y tenía que lidiar con nosotros. Ese es un estado, por su
Constitución, bilingüe, sin embargo, a la mayoría nos enviaron a vivir
con familias de habla inglesa, bajo la premisa de que teníamos que apren-
der inglés y socializarnos con la cultura norteamericana tan pronto como
fuera posible. No se tuvo en cuenta, por tanto, el aspecto psicológico-
emocional y que hubiera sido más fácil si nos conectaban con familias
de habla hispana.
173
a establecer raíces y estabilidad a una edad muy temprana. Fui conserje
durante seis años.
Limpiando un día un aula, la oficina de un profesor de Historia, él
estaba leyendo un libro de Cuba, escrito por Hebert Matthews, del New
York Times, y en aquellos momentos –ya no soy así– aun cuando no me
preguntaban yo tenía opiniones, y le dije a ese profesor, un profesor
importante de la Universidad de Nuevo México, que ese libro era, para
decirlo muy en cubano, una mierda. Él me miró y me dijo: «¿Cómo
sabes eso?», y le respondí: «Porque yo he leído el libro». «Pero ¿tú, con-
serje, lo has leído?». «Sí, yo lo he leído». Y me dice: «Bueno, si tú sabes
tanto ¿por qué no tomas un curso que imparto sobre América Latina?»,
a lo que le respondí que el curso que impartía era para estudiantes gra-
duados y que no lo podía tomar, y entonces me dice: «Si tú eres tan sabio
y sabes tanto, yo te dejo que lo tomes». Tomé el curso y fue lo mejor que
hice, porque me ofreció un trabajo como asistente de investigación, así
que salí de conserje y pasé al mundo universitario.
¿Y actualmente?
Soy profesor en esa misma Universidad, de Historia y Sociología,
tengo un doctorado en ambas especialidades desde el año 1978.
174
Ahora, cuando mira hacia atrás, esto de la Operación Peter Pan, ¿cómo
lo analiza?
Es obvio que, tanto para los muchachos como para las familias que
participaron en la Operación Peter Pan, por su impacto, constituye un
aspecto trágico de nuestra historia. Los cubanos, en muchas ocasiones,
hemos sido objeto y no sujetos de ella. En mi caso particular, ¿cómo
llego a los Estados Unidos?, por una coyuntura especial, por un conflic-
to a nivel global, donde soy una mera pieza. En ese momento yo no lo
entendía de esa manera y puede que muchas de las familias que partici-
paron tampoco, pero es lo que éramos y fuimos. Fuimos una pieza de un
juego mucho más grande que nosotros.
Los Peter Pan son adultos ahora y con relación a Cuba tienen posiciones
diferentes.
Algunos de los que ya estaban buscando sus raíces en los setenta, en
los ochenta, vinieron con la Brigada Antonio Maceo o en esos viajes que
se podían dar durante la administración Carter.
Hay que tener en cuenta que muchos de los que llegaron con la Ope-
ración Peter Pan se reunieron con su familia, terminaron en la Florida,
fueron impactados por ese ambiente conservador y, por tanto, fueron
renuentes a venir, a reencontrarse con su historia, con su país, con su
cultura. En esto quizás están jugando tres elementos: el elemento bio-
lógico, que es ineludible, nos estamos poniendo viejos, y los que no han
venido tienen que empezar a pensar: «Quizás deba, por fin, ir a ver
aquella escuela que dejé, aquel barrio que dejé», hay mucho de eso.
Otro elemento es que la propia visita del papa legitimizó, aun para los
más conservadores, venir a Cuba; y un elemento cultural norteamerica-
no: si uno analiza la cultura popular de la clase media norteamericana
hay un proceso en los adultos tratando de redescubrir su niñez, el niño
que llevan dentro, pero que lo han reprimido. Pienso que ese aspecto
cultural también está impactando. A mí me parece que son tres cosas
que se concatenan en esta misma coyuntura.
175
esa autoridad y, sin embargo, instituciones ajenas a la cultura y a la historia
de Cuba, y un gobierno ajeno a los cubanos, terminan administrando y
financiando ese proyecto. O sea, que si la premisa era no perder la custo-
dia, fue lo que sucedió al enviar a sus niños al exterior. Algo singular. Los
padres que adoptan esa decisión materializan, precisamente, lo que no
querían que sucediera.
Muchos de esos niños no entendieron, no los más pequeños, que no
se lo preguntaban, o los mayores que podían más o menos afrontar el
nuevo mundo, pero los que tenían once, doce, trece años, que de un día
para otro se encuentran con que sus padres los enviaron al exterior y
estaban en hogares que hablaban inglés, que no sabían cómo telefonear
a Cuba, no podían entenderlo.
El padre Walsh dice que todo eso fue por respetar los derechos de los
padres y para que los hijos tuvieran una educación religiosa.
En aquellos momentos es posible que se hayan reclutado muchachos
en las escuelas religiosas bajo ese argumento, que no es aplicable a mí. Yo
no iba a una escuela religiosa, por tanto, si ese es el argumento se con-
fundieron al permitirle al Instituto Edison que mandara o que reclutara
muchachos para ese proyecto.
176
FRANCISCO MÉNDEZ
Boston, 1999
Ese tiempo…
El proyecto Peter Pan envuelve muchas emociones. He tratado de
verlo objetivamente, primero reconocer cuál fue la intención. Hoy día
se dice: «Sacamos a los niños para salvarlos». ¿Salvarlos de qué?, no
fueron las mismas circunstancias de cuando la persecución de los judíos
en Alemania o los desaparecidos de Chile. Lo interesante es que nos
estaban salvando de rumores. Lo que a mí siempre me ha molestado es
que me dicen: «Bueno, yo te saqué por tu bien, te saqué para salvarte del
comunismo», pero ¿salvarme de qué? «Te van a mandar a Rusia, te van
a adoctrinar…». Sabemos que en Cuba ningún niño fue enviado a Rusia
ni se lo quitaron a los padres.
Existía división entre las familias, creo que ese era uno de los terrores
que tenían. Había familias que simpatizaban con el gobierno de Castro
y parte de la misma familia que no simpatizaba, y había ciertas discusio-
nes, ciertos debates y ciertos argumentos. Pero esa no era razón para
enviar a los niños a otro país. Creo que fue la influencia de mentiras y
179
patrañas creadas por grupos religiosos, por un país extranjero, y nues-
tros padres se dejaron manipular, creyeron eso. Había rumores, algunos
de los que recuerdo decían: «Este muchacho fue a estudiar a Rusia y
mandó una carta que decía que quería estar con su abuelito que estaba
muerto y era una forma de decir que él quería estar muerto…», pero
eran rumores, eran mentiras de la gente.
Hoy día yo quisiera que cualquiera me demostrara que a un menor
cubano la Revolución lo mandó a Rusia o a cualquier otro país sin el
permiso de los padres. ¡Sabemos que no!, ¿cuál fue la razón?, propagan-
da, engaños… También estaba la Campaña de Alfabetización y se decía
que a las niñas las iban a mandar al campo a trabajar y a alfabetizar a los
campesinos, y que los guajiros estaban violando a las niñas y que enton-
ces venían encintas, con bebés.
Era la clase media que estaba completamente asustada y acomplejada
por los cambios que se sucedían. Una revolución significa cambios, y el
mundo que ellos conocían, al que estaban acostumbrados, se desbara-
taba y también tenían que reconocer que había mucho incentivo para la
juventud. Por ejemplo, los barbudos que bajaban de la Sierra eran una
cosa muy romántica, eran héroes, venían con las barbas, el pueblo ente-
ro salía a abrazarlos, estaban esas nuevas canciones y eslogan que todos
estábamos aprendiendo y quizás muchos de nuestros padres pensaban:
«¡Oh!, mira a mi hijo, ya se está aprendiendo la Internacional, está apren-
diendo la canción de las Brigadas Conrado Benítez», y «¡Cuba sí, yan-
quis no!». «¡Me lo están volviendo comunista!». «¡Hay que sacarlo de
Cuba porque me lo están adoctrinando!». «¿Qué me hago con un mu-
chacho comunista?». Yo no sabía lo que era el comunismo, sabía lo que
decían los curas.
¿Y el ambiente?
Era un ambiente en el que salía eso de «los niños bitongos, que se
vayan para el Congo» y nosotros no queríamos ser bitongos. Nosotros
éramos los bitongos, los hijos de la clase media.
180
muchachos. Yo me acuerdo de que mi familia tenía que coger los niños
de varios guajiros para criarlos, para darles de comer. A veces seguían
teniendo niños, y niños y no había pan, ni leche para darles de comer…
y nadie quiere hablar de eso, todo el mundo cree la patraña de que Cuba
era el país más democrático de América.
Yo les diría a mucha de esa gente: «¿Tú mandarías a tus hijos en esas
condiciones?». Tengo dos hijos, yo no lo haría, soy una persona inteli-
gente, lo usaría si los factores son reales, ¿no?, no rumores o mentiras
o propaganda.
181
llegué porque no había lugar en el otro, que era Kendall, y la idea era que
iba a estar provisionalmente. Pero una vez que estuve en Matecumbe era
difícil salir.
182
¡Ah, no, aquí no, aquí se les dice patriotas!, ¿patriotas de qué? Uno
era un primo mío que da la casualidad que lo cogieron y lo cambiaron
por tractores y tuvo suerte. Y esas ideas que teníamos, porque acabába-
mos de venir de Cuba, de buenas a primera, al momento, teníamos que
cambiarlas, cambiar la manera de pensar, de ser y de hablar a la forma
en que se hablaba en Miami y en Matecumbe. Yo era un muchacho, tenía
trece años y la política no era mi cosa, a esa edad eran los estudios, los
juegos, los deportes y hacer arte, que siempre me ha gustado.
Las clases se daban al aire libre y no eran clases. Las maestras se po-
nían a jugar con los muchachos y no había nada que hacer, entonces
todo era como un sitio ficticio, era un never, never land. Era un limbo.
La comida mucha, mucha comida, pero siempre era lo mismo, mala.
Uno comía siempre todo lo que quería, pero había mucha leche. No
eran alimentos a los que uno estaba acostumbrado, no había diversi-
dad. Yo nunca comí frijoles en Matecumbe, nunca comí arroz, nunca
comí tostones, nunca comí yuca, ¡todo era hamburguesa! No había
pan cubano y sí mucha leche, mucha leche. Yo me tomaba los litros de
leche, era lo único que me podía tomar. Ah… y a poco de llegar, me dio
«la china» y me mandaron a la enfermería hasta que se me quitó.
¿Y…?
En tres semanas estoy en el avión para Carnegie. Carnegie era un
orfanato. Yo fui para un High School y a las muchachas las mandaron
para Saint Mary, un orfanato de monjas. ¡Caballeros!, nosotros éramos
católicos, pero yo no iba a una escuela católica en Cuba y no estaba
acostumbrado a eso. La cuestión era que mi abuelo siempre se opuso a
que fuera a cualquier cosa de los curas y las monjas. He visto a las mon-
jas pegarles a los niños hasta con bates de pelota y a mí quien me diga
183
que no, que me lo diga en la cara. Uno tenía que dormir con las monjas
mirando, había que darse la ducha con las monjas mirando, iba a los
inodoros y las monjas mirando, las monjas siempre lo estaban chequean-
do a uno.
El orfanato era peor, y un día –había un cubano que vivía en un
pueblo cerca que era como un trabajador social– le digo a un grupo de
los que llegamos: «Vámonos de aquí». Nos escapamos y caminando,
caminando, caminando llegamos hasta su casa, pues le habíamos pre-
guntado la dirección a él. Cuando llegamos estaba con sus hijos y su
esposa, y me acuerdo que le dije tanto…, de lo que nos habían mentido,
de lo que estaba pasando, que las monjas nos pegaban, que nos estaban
chequeando, que nosotros no estábamos acostumbrados a que nos tra-
taran así, que yo quería mi privacidad, que parecía mentira que él fuera
cubano, y el hombre y la mujer se echaron a llorar.
Él volvió, le dijo a las monjas y las cosas cambiaron, ya no nos pega-
ron más, no pudieron pegarnos, pero la vigilancia siguió y aparte del
prejuicio, porque eran mayormente monjas americanas y muchos de
los que estábamos en ese orfanato, aunque no había negros, éramos
puertorriqueños, latinoamericanos y nosotros los cubanos, y había
muchos prejuicios contra los latinos, las monjas eran blancas.
Me acuerdo de un muchacho puertorriqueño, que como era puertorri-
queño enseguida se acercó a nosotros, y me empieza a decir toda una
retahíla de nombres, de cómo le decían a los irlandeses, a los judíos, a los
italianos, a nosotros, a los húngaros. Me pongo a pensar, pero «¿y esto
no son los Estados Unidos?, ¿no son americanos?, ¿y por qué tienen un
nombre despectivo para cada grupo?», y digo: «¡Pero si yo pensé que
aquí todo el mundo se llevaba bien, que todos eran americanos!». Por
primera vez aprendo que hay una definición para cada grupo. Un día me
estoy peinando y se mete uno de los americanos delante y le digo: «Mira,
por favor, que estoy usando el espejo» y me ofende y ¡pum!, me fajo con él
y tenemos una pelea. Yo salgo mejor y después viene el hermano, que era
mayor, tenía dieciséis años, y me entra a palos. Esa fue la primera ocasión
con la cuestión racial o étnica o cultural o nacional. No era una cues-
tión de raza sino de quién eres, de dónde vienes…
Al cubano aquel que era el trabajador social le dije: «Si ustedes no
cambian esto voy a escribir a Cuba y voy a decir todo lo que está pasan-
do», pero claro, en las cartas que le mando a mi mamá nunca le digo
nada, a mi padrastro yo sí le contaba esas cosas, a mi mamá nunca le
decía nada, pero nosotros teníamos unos amigos, un amigo de mi fami-
184
lia en Miami, y le dije a mi mamá que me quería ir a vivir con ellos. Mi
mamá tuvo que darle la patria potestad sobre mí y él tuvo que hacer
como que me adoptaba porque yo era como una propiedad del gobier-
no, el gobierno de los Estados Unidos estaba a cargo mío.
¿Y así fue?
Así fue que salí del orfanato.
185
¿Pero no ha regresado?
No, pero de eso no quiero hablar y no tiene nada que ver con el
gobierno cubano.
¿Cree que la CIA tuvo algo que ver con la Operación Peter Pan?
Es posible.
¿Qué ha escuchado?
Que el proyecto Peter Pan tuvo fondos o las intenciones, algunas de
las intenciones, eran de la CIA.
Es triste.
Triste. Y yo veo tantas cosas que están pasando, por ejemplo en
Haití, o en otros lugares como en Chile. Durante Pinochet nadie se
ocupó de sacar a esa gente, pero a nosotros nos sacaron y no estába-
mos en peligro de muerte, en Cuba no nos estaba pasando físicamente
nada. Hay gente que dice: «Te van a tirar contra la Iglesia», bueno,
estoy muy feliz de haber ido a Matecumbe porque nunca más puse un
pie en una iglesia.
Monseñor Walsh decía que era cosa de derechos humanos, para ayudar
a los padres a que los niños tuvieran una educación religiosa.
¿Qué es lo que va a decir él? Claro que la educación religiosa es la
mejor, pero yo no iba en Cuba a escuelas religiosas, iba a Waldorf y mi
abuelo, que era quien pagaba mi educación, no quería, definitiva-
mente, que yo fuera con los curas, el creía que los curas… y claro, no
quiero decir esto porque los curas fueran todos pederastas, esa era la
opinión de mi abuelo que era un guajiro macho de Oriente.
186
Francisco Méndez y su mamá, en La Habana.
187
¿Recuerda cómo fue cuando llegó su madre? ¿Cómo se enteró?
Yo estaba feliz de que ella hubiera llegado, estaba feliz, pero cuando
llegó era como una extraña en cierto sentido. Yo tendría dieciocho o
diecinueve años, habían pasado cinco o seis años. Por ejemplo, cuando
mi madre trataba de decirme cómo tenía que hacer las cosas le decía:
«Mira, estuve aquí tanto tiempo solo, ya no me digas que te tengo que
pedir permiso para nada, no me digas lo que puedo hacer, no me digas a
qué hora tengo que llegar». En cierto sentido perdió la autoridad sobre
mí y la quiero y la adoro, pero decir: «Tienes que estar en casa a las doce…»,
después de tanto tiempo de vivir solo… y se lo dije con respeto: «Tú no
puedes ahora esperar de mí que yo obedezca un reglamento, me crié
solo, sé lo que puedo hacer y lo que no puedo hacer».
Mi mamá me mandó para no perder la patria potestad, pero la iro-
nía es que no la perdió en Cuba, la perdió aquí, cuando vine a los Esta-
dos Unidos por su propia decisión y no tiene nada que ver con los
sucesos de Cuba, la perdió cuando ella decidió enviarme fuera de Cuba.
¿Por qué cree que el gobierno cubano dejó salir tantos niños? ¿Por qué no
lo paró? ¿No se dio cuenta?
Es una gran pregunta. No tengo idea de por qué el gobierno cubano
no paró esto. Yo he hablado con algunos cubanos que viven en Cuba,
que nunca se fueron. Algunos dicen que no sabían nada, que lo descu-
brieron después; además, el hecho de ser una campaña organizada, un
proyecto planeado y organizado del que ellos no tenían conocimiento,
no lo creo.
Era el principio de la Revolución y en Cuba estaban pasando muchas
cosas. Hay que reconocer que la Revolución estaba muy envuelta en lo
que pasaba en todos los aspectos de la vida en Cuba y la idea de intervenir
quizás hubiera sido peor. Era, al final, una decisión de los padres. A mí me
mandaron por decisión de mi madre, si ella no quería hacerlo pues no
había quien lo hiciese. Quizás el gobierno cubano si se oponía a esto
podían decirle: «Ustedes están tratando de quitarle la autoridad a los
padres» e iban a confirmar los rumores que se oían en Cuba de que la
Revolución quería quitarle los niños a los padres. Eso es una posibilidad,
pero he oído a algunos cubanos que dicen que no tenían conocimiento.
Tengo amigos cubanos que como artistas en residencia o visitantes
han venido aquí y hemos hablado, o intelectuales que también dicen:
«Bueno, también nosotros pensamos que era cuestión de los padres,
que eran padres muy abusivos y tratamos de decirle que era algo mal
hecho, que no debían hacerlo, que cómo iban a abandonar a sus hijos,
pero era la decisión de ellos».
188
¿Qué pudiera haber hecho el Gobierno?
De momento pudiera haber dicho que no les daban el permiso de
salida, pero entonces iba a caer en mano de los rumores. Era una posición
donde no iba a quedar bien. ¿Qué podía haber hecho? La decisión final
era de los padres. ¿Qué iba a hacer el gobierno ante una madre, un padre,
cuando se trataba de su hijo? Si le decían que no podían, pues dirían que
los comunistas les quitaban la autoridad sobre sus hijos, que la autoridad
era entonces del Gobierno y que ellos decidían sobre sus hijos.
Hay quien dice que fue una cosa buena, porque hay mucha gente de
éxito. Mirando hacia atrás ¿cómo lo analiza?
Desde el punto de vista mío hubiera preferido haber adoptado mi
propia decisión. Estamos hablando de una iglesia que trata de decidir
por otras personas sobre el aborto, en cómo uno vive, cómo uno se casa.
Sabemos la posición de la Iglesia, decide por sus súbditos. Prefiero to-
mar mis propias decisiones. Yo era uno de los mayores pero había
mucho más pequeños, de cuatro años y menores de cuatro. De esa cues-
tión no tengo información ninguna. Tengo hijos, no dejaría a mi hijo de
trece años tomar esa decisión y no la tomaría por ellos. Creo que algu-
nos que dicen que fue lo mejor que les ha pasado están negando mucho
del sufrimiento que tuvieron.
En enero de 1998, en un artículo en el New York Times, en primera
plana, de dos páginas, fue la primera vez que leí en la prensa nortea-
mericana sobre los Peter Pan. El que me lo mencionó es un amigo mío,
norteamericano, profesor universitario conmigo, y me dijo: «Mira, tengo
que leerte». Me dio el original y saqué dos copias y se lo he dado a mucha
gente. El New York Times ha encontrado a muchos y no todo el mundo
ha sido feliz. Algunos tienen tremendos problemas psicológicos. Men-
ciona el caso de un hombre que no lo pueden dejar solo, ni la mujer, si lo
dejan solo se echa a llorar y no deja que los hijos vayan a ningún lugar.
Hay muchos traumas, ha habido muchos traumas. Claro, entre catorce
mil, algunos quizás hayan salido muy bien y muy fuertes, y estoy seguro
de que hay otros que están bien jodidos.
En el caso mío me afectó. En cierto sentido me ha hecho más fuerte,
más independiente, pero al mismo tiempo mató muchas emociones, me
hizo duro, no soy la persona que era cuando era pequeño, me volví
mucho más duro, más seco, más cínico, y aunque no soy un individuo
malo, y lo puedo comprobar, tengo un filo bastante duro, y creo que fue
a través de esa experiencia.
Hace un tiempo yo vi a una terapeuta porque tenía un carácter terri-
ble, no con los seres queridos míos, pero podía, por un parqueo, fajarme
189
con alguien y, por ejemplo, si alguien me iba a quitar un parqueo no lo
aguantaba, me bajaba del carro, sin razón. Era una cuestión estúpida,
por un parqueo, porque alguien se adelantaba en una fila. Un día un tipo
me dijo en una luz: «¿Qué te pasa?, te voy a pegar un tiro», y dígole: «¡Go
ahead!» [¡Adelante!]. Yo estaba casado con otra americana, y me dijo:
«Tienes que tener cuidado, ese hombre te pudo haber pegado dos tiros
por una estupidez», y me puse a pensar: «¡Contra, es verdad eso!». En-
tonces fui a ver a una terapeuta por la cuestión esa del carácter, por la
agresividad que me salía de buenas a primeras, y empezamos a hablar y lo
de los Peter Pan salió. Incluso fue muy interesante, ella era una afroa-
mericana y me trajo un documento en el cual los norteamericanos hacen
un perfil psicológico sobre los cubanos en el que se dice que los cubanos
tienen mucho orgullo por la Madre Patria, y esa obsesión se puede usar,
se puede manipular muy bien para lograr cosas de ellos.
190
Se habla de organizar un grupo para regresar a Cuba, para poder cerrar
un capítulo de su vida.
Yo le voy a decir con franqueza, yo quiero ir a Cuba mucho, mucho,
pero quiero ir a Cuba sin ningún grupo y sin ninguna agenda. ¿Por qué
no voy?, no lo quiero explicar, se lo digo después y no tiene que ver con
Cuba ni con el gobierno cubano.
Me han invitado, por ejemplo, con los técnicos del City College que
hicieron un viaje, había grupos religiosos, no quiero ir con la religión,
no quiero ir con los Peter Pan. Esa gente tendrá su agenda, yo posible-
mente conozco a algunos de ellos individualmente, con algunos tendré
quizás mucho en común, quizás nos hagamos amigos y quizás manten-
gamos relaciones, pero no puedo ahora decir: «¡Ah!, estos son los Peter
Pan, abrácenme». Tengo que ver la manera del individuo, no del grupo.
191
MARINA OCHOA
195
Cuando nació mi hija y experimento lo que es el amor de madre,
venía a mi mente la separación de mi madre y de mi hermano más pe-
queño –¡porque era el más pequeño, tenía siete años!– y volvía a mi
memoria, con cierta reiteración, aquella escena de mi madre separán-
dose de mi hermano en el aeropuerto. Miraba a mi hija y me decía: «¡Yo
no me puedo separar nunca de ella, no podría de ninguna manera!», ¡y
entendía mucho menos todo aquello!, ¡me lo explicaba mucho menos!
196
Se habían pasado en ese tiempo algunos documentales, noticieros de
cine, donde se hablaba de círculos infantiles en los países socialistas y eso
incidió en mucha gente que pensaron que simplemente se estaba prepa-
rando el terreno para crear los círculos infantiles donde a los niños
desde pequeñitos los iban a adoctrinar, enseñarlos a no querer a sus
padres, a querer a la patria por encima de todas las cosas.
Por otra parte, lo que se planteaba era que irían a a escuelas privadas
norteamericanas y ya aquí había un hábito de enviar a los hijos a estu-
diar a los Estados Unidos, pero en este caso de cuatro y hasta de dos años
de edad. El grado de manipulación de los sentimientos de la familia fue
tan alto que conozco madres que entregaron sus bebitos a aeromozas
para que los salvaran del comunismo y esos niños ni sabían ni tenían
una referencia familiar. Obviamente esos niños se perdieron.
Y su mamá…
Mi mamá, como la mayor parte de los padres que tomaron esa deci-
sión, pensaba que la separación iba a ser por un tiempo más o menos
corto.
Muchas personas estaban absolutamente convencidas de que los nor-
teamericanos no iban a permitir el comunismo en Cuba y que iban a
intervenir directamente y las cosas regresarían a la normalidad en tres,
cuatro, seis meses.
Cuando esos padres se despedían de sus hijos, y eso es lo trágico, no
sabían que a muchos de ellos jamás los volverían a ver, jamás se imagi-
naron los sufrimientos que les estaban causando con esa decisión, pero
es más, en el caso de los niños que lo pasaron mejor, entre comillas, el
solo hecho de separarse de su familia, de enfrentar solos otra idiosincra-
sia, otro país, otra lengua, otra forma de pensar, era algo muy fuerte,
además enfrentar la discriminación, porque eran niños latinos educados,
eran de la burguesía, pero eran niños latinos, eran trigueñitos.
197
llenas, del principio al fin de la hoja, por delante y por detrás, con dos
palabras solamente, que se repetían y se repetían: «Mami ven, mami
ven, mami ven», de arriba a abajo.
Mi hermano se llamaba Francisco Javier Ochoa, después su nombre
norteamericano fue Frank Ochoa. Le decíamos Panchito cuando era
niño, pero allá en los Estados Unidos él se sentía mal cuando lo llama-
ban así, había que decirle Frank, porque asumió de tal forma la cultura
norteamericana que no le gustaba esa reminiscencia de procedencia la-
tina, no le gustaba que se lo recordaran.
1
Puente aéreo que se establece entre Cuba y los Estados Unidos, en 1965, a partir
de la firma entre los dos países de un Memorándum de Acuerdo. Por esa vía
viajaron a los Estados Unidos más de doscientos sesenta y ocho mil personas.
198
Pasaporte de Francisco Javier Ochoa.
1
tomaron otro y los padres en el medio. Los planes no salieron como
ellos pensaron.
El conflicto Cuba-Estados Unidos ha sido bien drástico, bien difícil
desde el principio y ha tenido y tiene mucho que ver con la separación de la
familia cubana. Es uno de los casos en que considero que se ve, de forma
más clara y diáfana, cómo estas situaciones influyen en las vidas particu-
lares de los seres humanos.
¿Y habló con sus padres alguna vez cuando supo lo que pasó con su
hermano?
Mi madre en ese momento decía que eso era por poco tiempo, que
todos nos íbamos a reunir allá. La ilusión de ellos era que toda la familia
se fuera, era como una avanzada, primero los niños por el problema de
la patria potestad, los más chiquitos, porque decían que los iban a llevar
a los círculos infantiles todo el tiempo, a las escuelas, y que vendrían a
ver a sus padres una vez al mes, porque los niños no eran de los padres,
eran de la patria.
Todo eso se hablaba en mi casa y venían otras familias de la misma
capa social y ese era el tema de conversación, un monotema: el proble-
ma de la patria potestad y los niños y una supuesta ley que había salido,
sobre la que hablaban por teléfono y la llevaban de una casa a otra.
Recuerdo cuando mis padres leyeron la ley y llamaron a otras familias.
Después supe que era una ley falsa.
200
¿Y no intentó regresar?
¡No, le tenía pánico al comunismo! Tenía pánico de regresar y que
cuando viniera lo fueran a dejar aquí. Yo nunca pude volver a hablar
con él, lo que sabía era a través de las pocas cartas a mis padres, de
esporádicas llamadas por teléfono que fundamentalmente hacía mi
mamá. Supe después, cuando murió, que fue muy desdichado.
201
supo en 1965 cuando en el interrogatorio que se hizo a Mongo Grau,
cuando fue acusado de los atentados a Fidel, junto con Pola Grau, él
habla por primera vez de ese éxodo de niños como una operación de la
CIA. Es él quien habla por primera vez, en el año sesenta y cinco. Se
trataba de una operación muy bien montada.
202
MONSEÑOR BRYAN W
BRYAN ALSH
WALSH
«El gobierno, el Departamento de Estado, me llamó para
decir que querían ayudar a unos padres en Cuba a mandar a
sus hijos aquí y que necesitaban una agencia social como la
Iglesia que pudiera tener responsabilidad por los muchachos
y que nosotros podíamos contar con la ayuda del gobierno,
con dinero y todo eso, pero que necesitaban alguien para
firmar y dijimos sí, estamos listos. Nosotros ayudamos a sa-
lir de Cuba y a entrar en este país a más de quince mil niños».
205
¿Entonces las visas waiver fueron especialmente pensadas para los niños?
La visa waiver es una cosa que existe dentro de la Ley de los Estados
Unidos, el Gobierno tiene derecho de decir quién puede venir sin visa.
Dieron una carta diciendo eso para presentar en la aerolínea, porque el
capitán de un bote o un piloto de una compañía aérea tiene problemas
si no es así, y tiene que regresar a la persona a su país y pagar una multa.
Cuando iban a comprar el pasaje en Cuba tenían que enseñar eso como
una visa, que no era tal, sino una carta firmada por mí, la visa waiver. En
verdad me dieron una carta blanca, sin restricciones.
206
Estuvimos en contacto con unos representantes de Eisenhower,1 que
estuvieron aquí investigando la situación de los cubanos en Miami, para
ver qué podía hacer el gobierno federal. El Gobierno aprobó un contra-
to con nuestra agencia2 para cuidar a niños que estaban en Miami sin la
protección de sus padres, pensamos que de vez en cuando iba a venir un
niño y otro. Nunca pensamos en el tema de ayudar a familias en Cuba,
que mandaran los niños no era ninguna idea de nosotros.
Teníamos un hogar para niños y cuidábamos de estos, chinos, mexica-
nos, cubanos, haitianos. Más o menos dos meses después, en diciembre,
vino a mí un grupo de comerciantes norteamericanos de La Habana. Me
dijeron que por la situación de Cuba los americanos estaban saliendo
del país, pero que tenían varios amigos cubanos que querían mandar a
sus hijos aquí, a un colegio internado, y que alguien les dijo que debían
hablar conmigo. Yo les respondí: «Bueno, tenemos un dinero del go-
bierno, pero pensamos que un colegio internado no es la solución, por-
que un colegio internado depende de una familia para resolver los
problemas, nosotros tenemos que cuidar a esos niños en lugar de sus
padres». Ellos aceptaron y dijeron que podían arreglar las salidas de
Cuba, si nosotros recibíamos a los niños.
El 23 o el 24 de diciembre del año sesenta recibí una llamada de
Washington, del Jefe de la Sección de Visas de los Estados Unidos. Ese
hombre habló conmigo y dijo que tenía una lista de doscientos niños en
la embajada en La Habana, que sus padres querían mandar a los Esta-
dos Unidos, pero que el Departamento de Estado, el gobierno, no po-
día, hacerse cargo de esos niños, que necesitaban de una agencia social
como la Iglesia, para que tuviera la responsabilidad por los muchachos
y que nosotros podíamos contar con la ayuda del Gobierno, con el
dinero; que el Departamento de Estado daría las visas y que si nosotros
aceptábamos la responsabilidad de cuidar a los niños que vendrían sin
sus padres debíamos firmar un documento diciendo que estábamos lis-
tos. Entonces les dije: «Sí, vamos a firmar» y firmé el documento, que
garantizaba que podíamos buscar hogares, familias, para que los ni-
ños pudieran tener seguridad en este país, y los padres, que sus hijos
iban a recibir ayuda y protección. Los primeros niños llegaron el 26 de
diciembre de 1960.
1
Dwight David Eisenhower (1890-1969), presidente de los Estados Unidos en el
período 1953-1961.
2
Catholic Welfare Bureau.
207
Entonces, ¿nuestro gobierno lo ayudó en todo?
Me ayudó en todo. Siempre el dinero era un poco corto, teníamos
que hacer muchos sacrificios, pero en general teníamos las cosas básicas
pagadas y con eso podíamos empezar y seguir con la seguridad de que
no dependeríamos de la comunidad, pidiéndole dinero, ayuda. El dine-
ro venía por medio del Departamento de Salud, Educación y Bienestar
en Washington.
Eso fue en los años sesenta y mucha gente en Cuba, de la clase media,
sus chicos, había estado fuera de Cuba. Eran familias de la clase media
que mandaban a sus hijos a colegios católicos como La Salle y Belén.
Ellos tenían la ilusión de que iba a ser una cosa de unos meses, que
pronto se iba a resolver el problema dentro de Cuba, pero querían que sus
hijos estuvieran en un lugar seguro.
La preocupación de esos padres por los niños creo que tenía varias
raíces, primero la experiencia de España, que estaba muy viva en Cuba,
cuando en el año 1939 miles de niños salieron del país, fueron a Rusia
unos, por el deseo de sus padres que eran comunistas, y otros a México,
seiscientos niños de Barcelona, antes de la caída de Barcelona; los anar-
quistas mandaban a sus hijos en un barco a México, ese era un viaje
tremendo, tremendo, otros fueron a Inglaterra, a Francia.
208
Estados Unidos mientras nosotros hacemos cosas clandestinas, movi-
mientos contrarrevolucionarios y todo eso». Tenían la esperanza que
todo estaría bien. Después de Bahía de Cochinos, de Playa Girón, per-
dieron las esperanzas de un cambio en Cuba y trataron de mandar a sus
hijos aquí para ellos seguirlos después.
Usted estaba dando esa ayuda a los niños que venían sin sus padres,
¿también le preocupaba lo que sucedía en Cuba?
Aquí nosotros hablábamos mucho, teníamos muchas discusiones
sobre nuestra misión y nuestro papel y lo primero era que si el niño
estaba aquí, sin sus padres, teníamos que cuidar de ellos, que los padres
en Cuba supieran que la Iglesia estaba cuidándolos, que podían mandar-
los con confianza. La discusión era si debíamos o no tratar de ayudar a los
niños a salir de Cuba, y siempre llegamos a la conclusión de que no
podíamos solucionarlo, era un derecho de los padres y no podíamos ne-
garle que lo ejercieran, el derecho de decidir dónde querían la educación
209
de sus hijos. Lo único que hicimos fue darles la oportunidad de tomar la
decisión, si los padres adoptaban la decisión nosotros teníamos que
responder, pero la decisión era de los padres.
¿Lo visitaban?
No… sí… Me visitaban porque yo participaba en otras cosas de Cuba.
¿Era muy peligroso para la gente de ustedes ser parte de la operación que
se desarrollaba?
Era peligroso para la gente en Cuba, después cogieron a unos y estu-
vieron muchos años en la cárcel por su participación en eso. Un punto
clave de la Operación en La Habana fue Mongo Grau y… Polita y Penny
Powers. Penny era el enlace clave en el grupo de La Habana. Polita Grau,
210
la sobrina del expresidente de Cuba, Ramón Grau San Martín, pasó
catorce años en la cárcel. Parte de su problema era el programa de los
niños. Ellos hablan muy francamente de su papel en este programa.
¿Cuáles fueron las razones por las que relocalizaron a los niños?
No teníamos capacidad en Miami. Yo llegué a tener camas para mil
quinientos aquí en Miami, en edificios de apartamentos. Alquilamos
ciento cincuenta apartamentos, todos en dos calles que cerramos, pusi-
mos una cerca, un comedor y todo el día familias mexicanas viviendo
allí, un matrimonio cuidando de ocho a nueve niños, ese era el sistema
Matecumbe. Por algunos meses tuvimos que usar carpas. El problema
era que siempre teníamos lugar para niños menores de doce años, pero
el setenta y cinco por ciento eran jóvenes de trece a diecisiete y nadie
quería tratar con esos grupos. La suerte es que pudimos encontrar ma-
trimonios muy bien preparados que ya tenían hijos adolescentes y po-
dían comprender cómo cuidarlos, teniendo la experiencia de cuidar los
adolescentes cubanos, personas muy bien preparadas, profesores, mé-
dicos. Siempre estuve preocupado por el nivel cultural de esas personas.
¿En aquellos tiempos qué usted pensaba que era mejor, los orfelinatos
o los…?
Un hotel, un edificio de apartamentos, donde teníamos tres o cuatro
matrimonios cuidando cada uno a cinco o seis muchachos, había una
figura de autoridad, y entonces los adolescentes podían aguantar eso y
esas personas a los adolescentes. El problema de los muchachos varones
adolescentes es muy difícil, toda familia sabe eso.
211
Salida de La Habana
y llegada a Miami
Campamentos en Florida
214
¿Y cuándo estaban con familias norteamericanas?
Había una buena relación, pero cuando llegaban los problemas de la
adolescencia, cuando los muchachos querían más libertad, esas fami-
lias, incluyendo también a los parientes, no podían aguantarlos… eran
los niños sin los padres aquí en este país.
Yo tenía algunos, pocos, dos o tres, que tenía que decir a las autorida-
des: «A este muchacho nosotros no lo podemos seguir cuidando», eran
problemas de la adolescencia, pero también mentales y otras situaciones.
¿No se sentían enojados los niños con sus padres por haberlos manda-
do solos?
No, en general, no, porque nosotros hacemos una distinción entre
separación y abandono. Por ejemplo, en el sistema de servicio social
nosotros nos encontramos con niños que los padres han abandonado y
es la misma cosa, el niño no va a comprender por qué su padre lo aban-
donó, también niños acosados por sus padres. Los niños cubanos que
venían procedían de una familia normal, era por amor que sus padres
hicieron el sacrificio de la separación. Nosotros hablábamos con ellos y
le decíamos: «Ustedes no deben hacer nada que vaya a ser una vergüenza
para sus padres» y ellos comprendían muy bien.
215
¿No se podían entender con sus padres?
Los niños perdían todo el español y no querían hablar en español.
Eso pasó con niños muy pequeños, de siete, ocho años, separados de sus
padres. Nosotros ayudamos mucho, con el trabajador social, aconse-
jándoles, ayudando a hacer el puente. Era muy difícil. Tenían que apren-
der español de nuevo, los padres inglés o los dos spanglish.
¿En los controles que usted tiene, está el dato de los niños que se pudieron
unir con sus padres y los que no se unieron?
Oiga, nosotros tenemos datos de todos los niños que estuvieron en
nuestros hogares, del que estuvo dentro, bajo nuestros cuidados, pero
los que se fueron con sus parientes desde el aeropuerto no tenemos
muchos.
216
Se ve que las familias cubanas son muy unidas.
La familia cubana es muy unida, pero es la familia grande, los abue-
los, los padres, los tíos, los primos y casi primos y todo eso.
Usted dijo que a los treinta años empezó el programa de los niños cuba-
nos y si hubiera tenido la experiencia que tiene ahora no se hubiera envuel-
to. ¿A qué se debe esa reflexión?
Cuando se tienen sesenta años se ha adquirido demasiada experien-
cia y uno tiene más cuidado en empezar algo nuevo. Hay muchas pre-
guntas que es imposible contestar.
Hay un muchacho que tenía muchas buenas experiencias con noso-
tros, estuvo viviendo conmigo y tenía muy buena memoria. Un día me
invitó a almorzar a su casa, con sus hijos que eran adolescentes y
me dijo: «Yo no sé, no puedo mandar a mi hijo de quince años a otro
país, no sé cómo mis padres lo hicieron». Sus padres estaban presentes,
él fue muy sincero. Yo le respondí: «Le voy a decir, no está en las mismas
circunstancias en el mismo ambiente, usted no está en esa situación, así
que usted no sabe qué va a hacer o qué tiene que hacer ante la misma
circunstancia». Quedó un momento pensando, hasta que dijo: «Monse-
ñor, usted dice que sí, que acepta la responsabilidad, y yo tengo que
saber si ahora acepta la responsabilidad. Vamos a dar permiso a dos-
cientos niños, esa es la primera lista, ¿qué va a explicar al obispo, que
aceptó la responsabilidad por doscientos niños cubanos?».
Yo dije que sí pensando cómo iba explicar al obispo que había acepta-
do la responsabilidad por doscientos niños cubanos. Una semana des-
pués el obispo me llamó, y me dijo que alguien del Departamento de
Estado está hablando de doscientos niños, y le respondí: «Ah, sí, mon-
señor, yo tenía que hablar con usted sobre eso», y él me dijo: «¿Qué es
eso de doscientos?, ¿quién está poniendo la limitación de doscientos?»
Le expliqué que doscientos era la primera lista y entonces respondió:
«Está bien, acepto a todo el mundo». Yo escapé de esa situación, pero
¿quién sabe?
217
Pedro Pan, de los niños separados de los padres, es una cosa tremenda
que debemos publicar», yo explicaba que todavía estábamos recibien-
do niños y los periodistas de Miami respetaron eso, ellos mismos decían
que era como un Peter Pan, algo clandestino, «pero mejor, no sabemos,
no queremos saber mucho». Cuando mandamos niños a otros lugares,
en Cleveland uno de los vecinos era un periodista y preguntó quiénes
eran esos niños cubanos viviendo con familias americanas, empezó a
preguntar, en fin, el periódico de Cleveland rompió la publicidad, aquí
fue como un chiste eso de Pedro Pan y creo que no fue hasta el año
setenta y cinco, o más tarde, casi el ochenta, que salió en los periódicos
la palabra Pedro Pan.
Monseñor, hay personas que piensan que la Iglesia, que usted, y perso-
nas de buena fe, tanto en los Estados Unidos como en Cuba, fueron utiliza-
das con un objetivo que no tenía nada de humanitario, sino que pretendía
desestabilizar al gobierno cubano con fines políticos, ¿qué opina?
Mire, hablando en general, todos los gobiernos del mundo hoy en
día, no solamente con la situación cubana, no toman decisiones huma-
nitarias, toman decisiones políticas, de vez en cuando la decisión políti-
ca coincide con la decisión humanitaria, eso es lo que yo creo. Entonces
era una motivación política del Departamento de Estado que me dio el
permiso para firmar y estoy seguro que era una decisión política. Dar-
nos el dinero para cuidar a los niños fue una decisión política, no tenía
nada de humanitaria, aunque creo que sí la tenía, pero los gobiernos
hacen cosas políticas.
Los que tienen responsabilidades con los hijos son los padres de fa-
milia y lo más que podemos hacer aquí o en otro país, por la Iglesia, es
ayudar a los padres, darles la oportunidad de ejercer los derechos hu-
manos, especialmente en el nivel educacional de sus hijos. Ni este país, ni
cualquier otro, tiene derecho a negar a los padres de familia que edu-
quen a los hijos como ellos quieren, en primer lugar es un derecho de los
padres. Para mí esa es la motivación, no importa qué régimen estuviera
en Cuba: si los padres quieren eso, vamos a tratar de ayudarlos… y
para mí eso es política. Don Juan Pablo II dijo que el programa políti-
co de la iglesia católica es los derechos humanos, qué más podemos
decir… nada más.
218
JAMES BAKER
Florida, 1999
221
¿Y por qué los padres no vinieron junto con sus hijos?
En muchos casos no podían, porque tenían responsabilidades en Cuba
y personas mayores, viejitos que cuidar, pero querían que sus hijos estu-
vieran a salvo.
¿Qué hizo?
La mayor parte del trabajo que hice fue en el aeropuerto. Estaba
como doce o catorce horas al día, porque no sabíamos cuántos venían,
así que tuvimos que estar ahí, preparados para cuando llegaran. Castro
tenía una política de demorar los vuelos y un vuelo podía llegar cuatro
o cinco horas tarde.
Sí.
Berta [de la Portilla] y su esposo Frank [Francisco Finlay], Serafina
[Lastra] y su esposo Sergio [Giquel Echevarría] y Penny Powers. Berta y
Penny eran profesoras en la Ruston Academy.
222
James Baker cuando era director de Ruston Academy, en La Habana.
223
como a los otros, pero mostró interés desde el principio y por eso le pedí
que trabajara en el Comité.
¿Y los Finlay?
Ella tenía pasaportes. Cuando Playa Girón la detuvieron y también a
su esposo, pero dos días antes ella había dejado cincuenta pasaportes
que tenía en su casa con la esposa del embajador de Holanda. Los retu-
vieron pocos días, fueron liberados.
Alguna gente ha dicho que durante años Penny trabajó con la inteligen-
cia británica.
No sé, es posible. Penny era una mujer inteligente y dedicada, era la
clase de persona en la que la inteligencia británica podría encontrar
ayuda, eso no la desacreditaría según mi forma de pensar.
224
Pero ¿pasó?
No, no pasó, pero había miedo.
Solo miedo.
Alguien me dijo una vez que si no había pensado en los niños que
vinieron aquí, solos; no, estábamos tratando de salvarlos de algo mu-
cho peor, estábamos tratando de ayudarlos a escapar del adoctrina-
miento comunista.
225
MART
MARTAA NÚÑEZ
La Habana, 1999
¿Y conoció a Baker?
¿Cómo no? Fue el director de la escuela donde estudié, desde que
entré hasta que salí, y su esposa, la señora Baker, fue mi profesora de
Inglés y directora del coro donde mi hermano y yo participábamos. Mi
formación básica fue en esa escuela.
229
olvidado totalmente el español. Mi tío ya estaba en prisión y cuando mi
mamá lo iba a visitar le llevaba las cartas que yo traducía.
Mis primos se fueron y no los vi en el aeropuerto, pero mis tíos y mis
padres explican que no se querían ir, eran muy niños y se iban solos.
Cuando mis tíos llegan a los Estados Unidos ya mi primo formaba
parte del núcleo familiar donde fue adoptado y su padre le era ajeno,
tenían relaciones pero muy lejanas, no eran relaciones filiales, esas las
tenía con su nueva familia norteamericana. Mi prima sí tuvo relaciones
con mis tíos, volvió con ellos, pero tuvo muchos traumas durante su vida.
¿Qué cree que sus tíos esperaban?, ¿qué imaginaban cuando mandaron
a sus hijos tan pequeños?
Creo que si tomaron esa decisión fue porque de verdad creyeron en la
propaganda contra la Revolución en aquellos momentos, que manipu-
laba los sentimientos más cercanos de una persona, más íntimos, los de
padres e hijos, y aseguraba que si se mantenían en Cuba las familias iban
a ser destrozadas, porque el comunismo desintegraba a la familia. Por
ello le ofrecían la posibilidad de enviar a sus hijos, antes que esto ocurriera
en Cuba, donde la familia era una institución muy sólida. Creo que ese
fue el caso de muchas personas que decidieron separarse de sus hijos y,
como en el de mi tío, lo que ocurrió fue una verdadera desintegración
familiar, fueron objeto de una manipulación muy grande.
230
namente tiene que haber existido ese proceso, porque fue una respon-
sabilidad que asumieron por la decisión que tomaron. Ahora, ¿cómo
fueron los trámites?, de eso no tengo detalles.
Psicológicamente…
Psicológicamente fue algo muy duro. Mi tío ya murió y creo que no
lo pudo superar, aunque nunca lo reconoció, y creo que es lógico, es
muy difícil para una persona reconocer un error tan grave como ese.
Hay un grupo de Peter Pan que quiere volver y encontrar sus raíces, cerrar
un capítulo de sus vidas regresando a encontrar a su gente.
¡Cómo no!, creo que debe haber de todo, los que no quieren olvidar.
Tengo entendido que hay personas que llegaron al suicidio. Este ha sido
uno de los planes de manipulación más criminal que ha existido en la
historia, porque no fue para hacerle bien a ninguna de las dos partes que
separaban, ¡de ninguna manera fue para hacer bien!
Walsh dijo que lo hicieron por los derechos de los padres, para que pudie-
ran seguir su educación religiosa.
Pero mi primo dejó el catolicismo y se convirtió al judaísmo o al
protestantismo, o sea, lo contrario; es un ejemplo de quien dejó su reli-
gión, y esto empezó, como he leído en investigaciones muy serias, en la
escuela donde yo estudié, en la Ruston. La escuela mía era laica, donde
había judíos, protestantes, personas ateas, yo era de procedencia católi-
ca. Creo que todo eso no tuvo un sentido católico, sino sumamente
político: desbaratar, abrir un hueco en el proyecto revolucionario que
estaba empezando.
231
padres y yo éramos miembros de «Con la Cruz y con la Patria». Desde el
año sesenta y dentro de mi escuela, Ruston, pertenecí a la Juventud Es-
tudiantil Católica y recibía muchas críticas por ser revolucionaria y
por ser de la asociación «Con la Cruz y con la Patria». Sin embargo, para
mí, ser revolucionaria fue bastante natural, porque vi que se acabaron
los mendigos, las personas que pedían en las calles. Tenía doce años
cuando triunfó la Revolución y creía en las cosas que se estaban hacien-
do en el campo, sin embargo, empezaron cuando yo iba a misa, las
pastorales, que eran diatribas contra la Revolución y eran diatribas
mentirosas.
En los años cincuenta y nueve y sesenta comencé a pensar que si la
religión hablaba de bondad, del bien, ¿cómo era que estaba en contra
de algo que yo veía que hacía el bien?, y me preguntaba: «¿Dónde está el
bien?, ¿dónde está el mal?».
Para mí el bien estaba donde estaba la Revolución y esa organización
«Con la Cruz y con la Patria». A mí me costaba ya mucho trabajo con-
fesarme con mi cura, que era un sacerdote español, porque en el confe-
sionario me preguntaba mucho de la Revolución. La confesión era algo
que no podía decir a nadie y la estaba utilizando para hacer labor de
zapa en contra.
232
fue de ellos, la tomaron los padres influidos por la propaganda que
había en esos momentos, oyeron más esa propaganda que lo que real-
mente sucedía en Cuba.
233
LEOPOLDINA (POLIT A) GRA
(POLITA) GRAUU ALSINA
Miami, 1999
¿Cómo se llamaba?
Roberto Lago. Ese era mi marido, pero estuve casada nada más que
unos meses, pues se me murió. Se me murió en Miami y lo enterré en Cuba.
Mi familia estuvo muy integrada a Ramón Grau San Martín, era el jefe.
¿Me pudiera contar cómo fue toda esa historia que hoy día llaman Peter Pan?
Que Fidel Castro se metió con la paternidad de los cubanos, la gente
cogió miedo y empezamos a correr para acá, para poner a salvo a los
muchachos. Haríamos bien o mal, pero lo hicimos.
237
¿Quién era Penny Powers?
Penny Powers era una señora profesora de la Academia Ruston, muy
buena profesora. La conocíamos como tal nada más, pero al meterse
ella en el grupo1 este pues fue la jefa. Penny Powers era nuestra jefa.
Monseñor Walsh era como el jefe y ella era la jefa.
¿Y era la jefa?
Sí.
Hay varias personas que han dicho diferentes cosas de esta historia, ¿us-
ted cree que fue una operación de la CIA?
No, no creo. Yo he visto a la CIA. Yo he estado cerquita de la CIA,
conviviendo con ellos, los he tenido en mi familia, pero no, la CIA sabía
dónde tocaba y dónde no. Esa Operación Pedro Pan es auténticamente
cubana, cubana y del padre monseñor Walsh.
1
Grupo de personas vinculadas a la organización y ejecución del éxodo de niños
cubanos hacia los Estados Unidos, organizadores de la Operación Peter Pan.
238
Pero ayudó el Departamento de Estado.
Por supuesto, nos ayudaron muchísimo.
Pero hay algunas historias de los niños enviados. Unos dicen que fue una
cosa muy buena, otros que fue inhumano, otros que los derechos humanos,
¿qué piensa usted mirando atrás?
Mirando atrás, viendo esa cantidad de muchachos que sacamos de
Cuba, llorando los padres… Esa gente toda siguió para adelante, echa-
ron para adelante, se hicieron hombres y mujeres de valer. Yo creo que
era necesario y muchas veces tú tienes que hacerte una operación salvaje
para salvarte la vida y tienes que hacértela, ¿verdad? Y en este caso es
igual. Tenía que operarse radicalmente. Y se hizo la Operación Peter
Pan.
¿Y qué desea usted para el futuro de los Estados Unidos y de Cuba? ¿Es
bueno seguir con el embargo o cree que ya es tiempo para paz?
Yo creo que sí, pero a mí lo que me interesa, sobre todo, es Cuba,
que sea libre, que haya respeto a los cubanos y a todos los derechos
fundamentales de la vida, ¿verdad?, que Cuba vuelva a brillar como
239
brilló siempre, porque era un brillante, era como un foco, como un faro
que iluminaba: esa era Cuba. Y yo quiero que siga igual.
Dígame una cosa, ¿usted cree que si los muchachos se hubieran quedado
en Cuba hubiera sido mejor para ellos? La mayoría se quedó y los padres no
perdieron la patria potestad.
Mira a ver lo que ganaron en los Estados Unidos.
Hay de todo.
Bueno, hay de todo, pero mucho más bueno que malo.
¿Es verdad que falsificaron la ley de la patria potestad? ¿Era una ley falsa?
No sé, no me quiero meter en eso, porque yo he falsificado tantas
cosas, que no sé. Nosotros para poder vivir y hacer las cosas teníamos
que falsificar.
¿Sabían ellos…?
Sí, cuando lo supieron ahí fue cuando me cogieron.
Eso es triste.
Es triste, pero es edificante también, con esas cosas se hace patria y
con esas cosas se hace gente. Como esa gente hay que vivir, no vivir
pisoteados ni amarrados, no. Vivir como viven los hombres.
240
Pero los niños necesitan a sus padres y no hay que dividir una familia.
Pero muchos niños tuvieron a sus padres. Muchos, se lo digo yo.
¿Y Mongo en ella?
De cierta manera, sí.
241
¿Mongo era mujeriego?
No. Y era muy extraño en ese sentido, te parecía que se estaba enamo-
rando y mentira, no se enamoraba nada. Penny sí lo quiso mucho.
¿Y Penny también?
Sí, también.
242
¿Cómo si fuera un niño?
Y salió vestido de Belén.
¿Pasaportes falsos?
Sí, sí, pasaportes falsos, y me acuerdo que yo firmaba como Walter Q. Q.
No sabía lo que quería decir, pero bueno.
¿Nunca lo vio?
Nunca lo he visto.
2
Antonio de Varona y Loredo, Tony Varona, fue primer ministro del gobierno de
Carlos Prío Socarrás (1948-1952). Fundó el movimiento Rescate Revolucionario
y formó parte del Consejo Revolucionario Cubano, concebido como gobierno
provisional que se instalaría en Cuba durante la invasión por Bahía de Cochi-
nos, en abril de 1961.
243
¿Su tío sí lo conoció?
Sí, tío sí lo conoció, y lo conoció profundamente. Lo conocía muy
bien.
¡Castro, hombre!
Brillantísimo. Castro es un hombre brillante también, lo que pasa es
que la cogió por la maldad, por el vicio. Así que esa es la situación.
Le agradezco muchísimo.
Yo creo que todo, todo ha quedado dicho, mal dicho pero…
244
ALBERTINA O’FARRIL DE LA CAMP
O’FARRIL A
CAMPA
Miami, 1999
247
¿Siguió mucho tiempo más?
No te puedo decir tiempo, todo se descalabró, fue como la contrarre-
volución, se terminó en el año sesenta y dos. Después cada uno seguía,
unos asilando gente, otros haciendo otras cosas, cada uno lo que podía,
pero la operación Peter Pan terminó, aunque los niños siguieron salien-
do del país, por otros países.
248
ramente, no hubo ningún contacto de la CIA, yo no sé si ella lo ten-
dría o algún otro.
Pero en aquel tiempo no fueron los muchachos los que escogieron, fue-
ron los padres.
Los padres fueron los que escogieron y los sacaron, los muchachos,
muchos de ellos, no sabían que venían para acá, se enteraban en el aero-
puerto.
Los padres venían a pedirnos de favor que los sacáramos, por el pro-
blema de la patria potestad, pero desde antes esto estaba funcionando.
Cuando empezaron a cerrar los colegios todos los padres empezaron a
querer sacar a sus niños del país y que alguien se ocupara. Algunos los
enviaron con sus familiares. Entonces la Operación Pedro Pan fue la
solución para todos ellos, porque los recibían aquí y los ponían en dife-
rentes casas para que los niños tuvieran un futuro, y así mismo fue.
Ahora leí que algunos de ellos fueron abusados, pero entonces noso-
tros no lo supimos en Cuba, porque estábamos completamente inco-
municados en aquellos momentos, nuestro único contacto era a través
de las embajadas y de Penny Powers.
249
¿Penny era amiga de Polita?
Sí, ella fue amiga de todas, siempre tuvimos contacto, por la Opera-
ción y como amistad, nos encontrábamos socialmente en las embaja-
das, hizo una gran labor.
250
Todo el que caía decía que lo habían embarcado y yo considero que
no, yo considero que se cogieron dos maletas: una de ganar y otra de
perder. Perdimos, esta es mi idea personal.
¿En qué año salió de la cárcel?
En 1977 y llegué aquí en 1979, porque me tuvieron años en prisión
domiciliaria.
¿En la célula suya quién estaba?
Yo estaba con Mongo, con Pola Grau y con una cantidad de gente
bárbara.
¿Y Penny Powers?
Y Penny Powers, pero eso era en la Operación Pedro Pan. Nosotros,
además de la Operación Pedro Pan, teníamos otras actividades, diferen-
tes cosas.
¿Y Penny Powers no participaba en otras cosas?
No, no, era nada más que para los niños, para sacar los niños. Ellos
empezaron con Baker en la operación. Cuando los Finlay se fueron que-
dó Penny en Cuba como contacto con nosotros para seguir sacando
niños del país y cuando nos fuimos no supimos más de ella.
¿Usted era buena amiga de ella?
Yo la quería mucho y la respetaba mucho aparte de la Operación
Pedro Pan, como ser humano era un ser maravilloso, la parte que vi de
ella también te digo que es dura y fuerte. Ahora me han dicho que hasta
ha sido condecorada por la Reina de Inglaterra, que le han dado una
condecoración.
251
¿Y la supuesta ley de la patria potestad?
La patria potestad era una ley y perdían la patria potestad los padres
entonces, aunque nunca se dijo.
¿Era verdad?
Claro que lo era. ¿Tú no te das cuenta que todos esos niños, desde el
momento que nacen, Fidel los sigue todo el tiempo?
¿Existía la ley?
No existía como ley de patria potestad, pero lo era. Todos los niños
en Cuba, cuando nacen, el gobierno es su padre, los llevan de las casas, se
los iban a llevar a Rusia, porque a muchos niños se los llevaron a Rusia.
¿Pero había alguna ley que decía que los padres iban a perder sus hijos?
¿Perder sus hijos?, ¡cómo no! La ley de patria potestad se vio por
todas partes en Cuba, por eso los padres estaban sacando a sus hijos,
después se cerraron los colegios católicos. Con ley comunista de la
patria potestad, el niño no pertenece más que al Estado.
¿De Batista?
¿De Batista? Magnífico.
¿Usted se siente feliz del papel que jugó en la Operación Peter Pan?
Lo volvería a hacer. Yo me siento muy feliz de haber sacado a todos
esos niños del país. En resumen, me siento muy orgullosa de haber he-
cho la Operación Pedro Pan y considero que los que participaron en ella
se deben sentir muy orgullosos, y como todo en la vida hay cosas buenas
y cosas malas. La desgracia es el mundo que nos ha tocado vivir, es esta
transición de este mundo tan horrible, tan frío, donde no existe ni Dios
ni familia.
2
Gerardo Machado Morales (1871-1939). Presidente de la República de 1925 a
1933. Se sostuvo en el poder bajo un régimen de represión y asesinatos.
252
WAYNE SMITH
«Francamente, pienso que fue irresponsable e insensible se-
parar a las familias con la intención de desestabilizar al go-
bierno cubano. Sé que había gente de la iglesia católica que
creía en esos rumores y estaban haciendo eso de buena fe,
pero aquellos de la CIA sabían perfectamente bien que los
rumores no eran ciertos, y quien inspiró todo eso hizo un
terrible daño al dividir a las familias».
Washington, 1999
¿Esta emisora anunció que los niños iban a ser separados de sus padres?
Me dijeron que Radio Swan había transmitido eso, los que lo es-
cucharon. Muchos cubanos estaban convencidos de que los niños
iban a ser separados de sus padres y enviados a la Unión Soviética o
a granjas colectivas. Hasta donde yo sé, nada de eso pasó. Más tarde
debían pasar un tiempo en áreas rurales durante el verano, traba-
jando en la cosecha. Era una suerte de combinar el estudio con el
trabajo de campo en el verano, pero no fueron separados de sus pa-
dres como se rumoró en 1960.
255
¿Y muchos padres se asustaron con esto?
Muchos padres sí se volvieron histéricos. En 1960 hubo un creciente
conflicto entre la iglesia católica y el gobierno cubano, especialmente
los padres que eran devotos católicos y cercanos a la Iglesia estaban muy
temerosos de que sus hijos fuesen enviados a escuelas ateas y a la Unión
Soviética y perdieran a sus hijos.
La Operación Peter Pan, tanto como yo sé, empezó a finales de 1960 y
la mayoría de nosotros en la embajada no sabía nada. Más tarde me
dijeron que había algunos oficiales de la CIA agregados a la embajada
que estaban trabajando con la iglesia católica para facilitar la salida de
esos niños. Ellos hicieron algo que llamaron visa waiver, que les permitía
ir a los Estados Unidos y evitar el proceso de conseguir visa.
¿Y usted piensa que esa operación fue realizada por la Iglesia, por la CIA
o por una combinación de ambas?
Entiendo que fue inspirada por la CIA o auspiciada, en el sentido que
facilitó la operación, con la cooperación de alguna gente de la iglesia ca-
tólica. De cualquier manera, si tuvo la aprobación del arzobispo yo no
sé, pero ciertamente hubo aquello de la iglesia católica que cooperaba
con la CIA para sacar a esos niños.
¿Cómo fue que Penny Powers no fue nunca tocada, no fue enviada a
prisión? No sé si encontraron cuál fue el papel de ella en eso, pero nadie fue
realmente enjuiciado por emitir una visa waiver.
No pienso que por obtener una visa waiver hubiese sido violada algu-
na ley, no una ley cubana. Si una persona obtuviera una visa waiver en la
embajada americana, la mayoría de la gente diría: «¡Oh!, magnífico,
bien por usted».
256
No sé si hubiera una base para acusar a Penny Powers. Ella se quedó en
Cuba. Como dije, cuando yo regresé, en 1979, era la directora de la
Escuela Internacional. Tuvo la aprobación del gobierno cubano para
abrir esa escuela y era apreciada. Luego recibió la orden del Imperio
Británico.
¿Usted piensa que los cubanos no se daban cuenta de lo que estaba pa-
sando con la salida de tantos niños de Cuba? ¿Cómo puede ser que dejaran
salir de Cuba a tantos niños y no hicieran nada?
No sé si las autoridades cubanas sabían o no, pero había muchos
cubanos marchándose. Quien tenía una visa waiver podía irse, lo deja-
ban salir. Muchos de nosotros en la embajada, a finales del sesenta, igno-
rábamos esto y era perfectamente aceptable que tampoco el gobierno
cubano supiera, quizás no, hasta después.
¿Y por qué dieron visas waivers solo a los niños?, ¿por qué no a toda la
familia? Así no hubiese sido separada la familia.
Como yo no sabía nada sobre las visas waivers, tampoco sabría por
qué se la daban solo a los niños y no a toda la familia, pero había decenas
de miles de gente en las listas de espera para obtener una visa. Pienso que
tuvieron que hacer una excepción con los niños con las waivers. Si tú
comienzas a dar waiver a los adultos podías tener un pandemonio en tus
manos si la gente reclama que ha estado esperando por meses y meses y
hay quien pasa delante de ellos.
¿Eso es legal?
Es legal si ellos quieren hacerlo, seguro.
257
Hay muchas historias relacionadas con reuniones entre Frank Auerbach1
y monseñor Walsh y alguien llamado David Philips.2 ¿Usted los conoce?
Yo conocí a Auerbach. Era el jefe de la Oficina de Visas cuando yo
ingresé en el Servicio Exterior. Conocí a David Philips. Él era un operativo
encubierto de la CIA en La Habana, no lo sabía entonces, lo supe más
tarde, pero lo conocí en La Habana.
¿Piensa que esta operación era para desestabilizar, para separar fami-
lias? ¿Qué papel jugaría?
No veo que la operación fuera efectiva en la desestabilización. Su-
pongo que fue calculada para infundir miedo en las familias católicas,
tanto miedo que mandaban a sus hijos afuera, pero no creo que tuviera
la posibilidad de desestabilizar al gobierno cubano. Francamente, pien-
so que fue irresponsable e insensible separar a las familias con la inten-
ción de desestabilizar al gobierno cubano. Sé que había gente de la Iglesia
católica que creía en esos rumores y entonces estaban haciendo eso de
buena fe, pero aquellos de la CIA sabían perfectamente bien que los
rumores no eran ciertos y quien inspiró todo eso hizo un terrible daño
al dividir a las familias.
1
Frank Auerbach, jefe de la Sección de Visas del Departamento de Estado en
Washington, quien el 30 de diciembre de 1960 le aseguró a Walsh, mediante
comunicación telefónica, que el gobierno norteamericano tenía la voluntad de
otorgar doscientas visas de estudiantes, solicitadas por James Baker.
2
David A. Philips, oficial CIA, conocido como Harold Bishop. A partir de la
segunda mitad de la década de los años cincuenta dirigió en Cuba una agencia
publicitaria y de relaciones públicas, que le sirvió de cobertura para un centro de
la CIA en La Habana.
258
está tratando de hacer la historia de Peter Pan: ¿qué pasó realmente?, ¿por
qué?, ¿quién estaba detrás?, y más aún. Ella está demandando a varias
personas en el gobierno de los Estados Unidos, tratando de llegar al cora-
zón del asunto, a la verdad. Entiendo que hasta ahora ha chocado contra
una pared de ladrillos, pues no ha obtenido información del gobierno de
los Estados Unidos.
Ahora los niños de Peter Pan tienen una organización y la gente habla de eso.
Creo que este ha sido un episodio casi ignorado, solo conocido por
quienes lo sufrieron. La mayoría del pueblo de los Estados Unidos nunca
supo de la Operación Peter Pan. Ahora algunas personas empiezan a
hablar y después de todo fue una experiencia muy traumatizante en la
vida de los Peter Pan. Debe haber surgido entre ellos un lazo profundo,
la experiencia compartida ahora los hace buscarse unos a los otros,
formando grupos y organizaciones. Creo que es muy natural y sorpren-
de que les haya llevado tanto tiempo hacerlo.
Por esta infeliz experiencia muchos tienen enojo contra el gobierno
cubano, algunos tienden a creer los rumores que condujeron a la separa-
ción de sus familias, otros están enojados con el gobierno de los Estados
Unidos y la CIA, y otros hasta con la Iglesia Católica, quizás más que
con el gobierno cubano.
Muchos de los niños Peter Pan han regresado, fueron a Cuba a visitar
a sus familias, como turistas, por ejemplo, Nena Torres.
259
probablemente tienen poco arrepentimiento. Yo puedo entender eso y,
al mismo tiempo, pienso que lo que pasó fue lo más desafortunado e
innecesario, porque el hecho real fue que no hubo ningún plan para
quitarle los niños a sus familiares.
260
ÁNGEL FERNÁNDEZ VARELA
Miami, 1999
El padre Walsh dijo que fue por razones humanas, para que los hijos
pudieran tener una educación religiosa.
Creo que monseñor Walsh estuvo en su papel como sacerdote; como
sacerdote poner una mano definitiva en el asunto.
263
Dice Walsh que esto fue una acción del Gobierno norteamericano y no de
la CIA.
Bueno, él sabrá, él debe tener mayor información que yo. Creo que
obedece a la CIA.
264
ÁLVARO FERNÁNDEZ P
ÁLV AGLIERY
PAGLIERY
La Habana, 2009
267
Miami, recibía a los niños, casi quince mil muchachos que acabaron
participando en este plan. De ahí en adelante se conoce la historia, se ha
escrito mucho sobre ello, pero siempre he pensado que es importante
que se sepa que fue idea del gobierno de los Estados Unidos, puesta en
funcionamiento por la CIA.
Se habla mucho de la cuestión de la separación de familias, se le echa
mucha culpa al gobierno cubano por esa separación, y sí, en los cin-
cuenta años de Revolución ha habido muchos errores de los dos lados,
pero es importante que se sepa que el Gobierno que primero usó la
familia como arma política fue el de los Estados Unidos y puedo decir
también que en los últimos años lo repitieron, lo han repetido. En 2004,
por las leyes que puso en vigor el gobierno de George W. Bush, se dejaba
viajar –a los cubanos que residen en los Estados Unidos– una vez cada
tres años a Cuba; el gobierno americano llegó al punto de definir quién
era familia. Por eso creo que por razones históricas se necesita saber.
Su padre era religioso, ¿cree que uno de los problemas que él tenía en su
vida era eso de los Peter Pan, por eso habló?
Lo que está diciendo es que en términos religiosos fue como una con-
fesión. No sé, yo sí sé que él llevaba muchas cosas por dentro, durante
los años él fue evolucionando con la cuestión de Cuba y la Revolución
Cubana, su misma relación con Fidel Castro.
Él fue profesor de Fidel Castro en Belén, y creo que todo eso tuvo que
ver también al final, tenía ochenta años y quería que se supiera la ver-
dad. Algo que sí puedo advertir es que mi padre no mentía, así que no
tengo duda ninguna de que lo que me dijo sobre la Operación Peter Pan
fue verdad.
Ahora viene un grupo de Peter Pan a Cuba, como grupo, y también creo
que se publica bastante en el Miami Herald sobre los Peter Pan, ¿por qué ha
salido otra vez a la luz pública todo eso?
No sé por qué le han dado tanta importancia recientemente en Miami
a Peter Pan, no sé, verdaderamente no sé, pero creo que es importante
que de nuevo se diga. A Peter Pan lo sacan cada tanto tiempo y siempre
268
muestran a los Willy Chirino, a las personas que les ha ido muy bien en
los Estados Unidos y que fueron Peter Pan, pero de lo que no se habla
bastante es del noventa y nueve por ciento de esos niños que salieron
para allá y que en cierta manera les marcaron la vida, y a muchos que se
la destruyeron, que han padecido muchas cosas, que fueron marcados
por esa operación que los separó de sus padres, niños de seis, siete años
y menos, que los mandaron solos. Es importante decir también que se
les daba la visa, ¿por qué se les daba la visa a los niños nada más y no a los
padres? Eso demuestra que había un tipo de conspiración para desesta-
bilizar al Gobierno, porque si le iban a dar la waiver, la que entregaron
a esos niños, lo lógico era que se la entregaran a la familia completa.
¡Y quizás haya algunos Peter Pan que no sepan que eran Peter Pan!
Puede ser, puede ser, posiblemente haya más niños así que los que se
han contado. ¡Es horrible!
269
¿Ella apoyaba las ideas de su papá?
Sí, ella apoyó siempre a mi padre. Es interesante que mencione a mi
madre, porque fíjese, somos ocho hermanos y salimos los ocho junto
con mi mama y mi abuela, nos fuimos todos para Miami. Mi padre se
queda en Cuba y va después, y como él decía ella era la gallina con los
ocho pollitos, ella sí que no se hubiese separado de nosotros de ninguna
manera.
¿Es cierto una historia que escuché, que una vez Fidel se encontró con su
padre en un lugar?, ¿qué pasó ahí?
Esto es un cuento que me hizo mi padre, debe haber sido en el año
sesenta, después de abril, nosotros en abril fuimos para Miami. Papi se
encuentra con Fidel en Casa Potin, el restaurante, estaban hablando y
Fidel le dijo que sabía que Irene, mi mamá, y los muchachos, los ocho
hijos, ya estábamos en Miami, y le preguntó que por qué nos habíamos
ido. Mi padre le dijo: « ¡Ay, Fidel, tú sabes por qué!». Sí, Fidel sabía que
nos habíamos ido. Tengo la impresión, y mi padre también, de que Fidel
sabía lo que estaba haciendo mi padre: trabajando con los americanos y
la CIA.
270
sí puedo decir es que han respaldado mi trabajo, así como el de mi
padre. Los ocho nacimos en Cuba, somos cubanos que vivimos en los
Estados Unidos, y siempre hemos respaldado a Cuba como nación.
¿Cuándo fue la primera vez que habló del papel de su padre en la Opera-
ción Peter Pan?
Cuando admite su papel en lo que fue Peter Pan, lo puse por escrito en
Progreso Semanal, porque yo siempre he dicho que si se pone por escrito
está para el resto de la historia, para que la gente lo sepa. Lo que me
estimuló a escribir eso fue cuando el Miami Herald empezó una campa-
ña sobre Peter Pan. Han creado una base de datos donde puedes comu-
nicarte, tienen casi todos los nombres de las personas que participaron
en esa operación. Es lo que me estimuló a escribir, para que se sepa lo
que el Miami Herald y otras personas en los Estados Unidos no están
dispuestos a hablar.
271
¿Y usted mismo siente un alivio también?
No se si es un alivio, pero son cosas que tengo que hablar.
¿Cree que su padre hubiera querido que diera esa información pública?
Sí, mi padre llegó al punto en que estaba dispuesto a dar él mismo la
información, ya al final estaba enfermo, le costaba trabajo hablar, no le
era fácil comunicarse y el orgullo que tenía no lo dejaba hacer entrevis-
tas. Yo creo que usted tiene la última entrevista a mi padre.
272
RUPERTO HERNÁNDEZ RODRÍGUEZ
La Habana, 1999
275
Fragmento de la falsa ley sobre la patria potestad.
276
¿Usted nunca creyó eso?
Yo nunca lo creí.
277
FRANCISCO ARUCA
«Yo no quiero ni culpar a los padres ni culpar a los mucha-
chos, lo importante es que ese plan fue basado en la mentira,
porque era una de las tantas maneras de crearle problemas al
gobierno revolucionario, y lo que se logró fue que miles de
niños cubanos viajaran solos al exterior».
Miami, 1999
281
vamos a hablar claro. Y, por supuesto, eso fue falso, ese proyecto de ley
nunca existió, o sea, que se tomaron la molestia hasta de escribirlo con
la terminología necesaria y reproducirlo en forma sigilosa porque así lo
hacían creíble. Ese proyecto de ley nunca existió, pero la gente se lo creía
y eso motivó que miles de padres enviaran a sus hijos para el exterior
solos, lo que llevó a una gran tragedia.
Yo no quiero ni culpar a los padres ni culpar a los muchachos, lo
importante es que ese plan fue basado en la mentira, porque era una de
las tantas maneras de crearle problemas al gobierno revolucionario y lo
que se logró fue que miles de niños cubanos viajaran solos al exterior.
Tengo muy buenos amigos que son Peter Pan, entre ellos los que se
alegran de que los hayan mandado, porque les fue muy bien con la
familia con que los alojaron, hicieron muy buena carrera, y le dan gra-
cias al gobierno de los Estados Unidos y a sus padres. Pero tengo amigos
que los cuentos que me han hecho son para «ponerle los pelos de punta
a uno», por los enormes sacrificios, las experiencias tortuosas que tuvie-
ron, de todo tipo. Algunos de ellos los pusieron en lugares con otros
niños que nadie sabía de dónde venían, y el problema no era que una
familia los maltratara, a veces caían en ambientes donde, entre otras
cosas, había quien abusaba de la condición de niños con prácticas sexua-
les, por quienes supuestamente los tenían a su cuidado.
Es decir, el producto de lo que fue en realidad una mentira, llevó a
que muchos padres cubanos, creyendo que estaban haciendo lo mejor,
mandaran a sus hijos solos al exterior y provocó una situación de trage-
dia enorme y de trauma para miles de niños cubanos, algunos de los
cuales, todavía hoy, no pueden hablar del tema sin sentirse muy conmo-
vidos. Fue algo dañino y absurdo, el gobierno cubano jamás intentó
quitarle los hijos a sus padres, nunca sucedió.
Hay una versión, vamos a decir moderada, de: «No, no le quitaron
los hijos a los padres pero les lavaron el cerebro», y ¿ustedes saben que
esa versión también es estúpida? Claro, en aquella época se hablaba de
que los comunistas le «lavaban el cerebro» a los muchachos; se pudiera
haber dicho lo mismo de los católicos, porque yo salí con algunas con-
clusiones raras en mi cerebro, y, sin embargo, si algo demuestra la vida
es que el ser humano se recupera de toda una serie de esfuerzos por
meterle cosas en la cabeza, lo mismo religiosas que políticas. Y, sin hacer
un análisis profundo del caso, la mejor prueba de que no existe tal cosa es
cuántos jóvenes cubanos que nacieron en el período revolucionario es-
tán aquí, vinieron para acá, están en desacuerdo con esa sociedad o
282
Fragmento de la falsa ley que circuló en Cuba sobre la patria potestad.
283
Nosotros hemos oído como argumentos que se trataba de los derechos
humanos de los padres que deseaban otra educación para los hijos, una
educación religiosa y también sobre el papel de la iglesia católica, ¿qué usted
piensa sobre eso?
Está por demostrarse si la Iglesia sabía de verdad lo que había aquí o
no. Sin duda alguna la Iglesia desempeñó un papel, los niños eran reci-
bidos por la iglesia católica y aquí hay sacerdotes, monseñor Walsh,
uno de ellos, que fue importantísimo el trabajo que realizó. No tengo
pruebas que demuestren que la Iglesia supiera que era un plan de la
CIA. Aquella Iglesia de los años sesenta era profundamente anticomunista
y fanática, de la misma manera que los comunistas de entonces eran
anticatólicos fanáticos. Tenemos que ubicarnos en la época, pero no hay
dudas de que la Iglesia de aquella época veía como algo positivo sacar a
los niños del comunismo, y desempeñó un papel relevante. Es un poco la
mentalidad de los tiempos. Pienso que la Iglesia no tiene una posición
similar ahora.
Lo interesante, si se va a hablar de la CIA, es que hay investigadores
que están tratando de hacer libros sobre el tópico, incluyendo a los que
son opositores al gobierno cubano, y no han logrado que la CIA, to-
davía, elimine la prohibición a toda una serie de documentos de esa
época, y estamos hablando de 1960 al presente. Hay investigadores frus-
trados, porque no se desclasifican los materiales, y mi opinión es que si
se llega a demostrar que fue un plan de una institución oficial, el nivel
de vergüenza para el gobierno de los Estados Unidos de aquella época
será innegable.
284
EUSEBIO LEAL SPENGLER
La Habana, 2009
287
Existía un conflicto planteado con la jerarquía de la Iglesia y la Revo-
lución, se habían escrito ya las pastorales de los obispos, en las cuales
señalaban su gran preocupación ante el auge de lo que llamaban enton-
ces las ideas del comunismo soviético, una profundización en la ideología
del ateísmo; había todo tipo de rumores, todo tipo de comentarios,
cuando ya estaba desencadenada la Revolución.
No se puede dejar de subrayar que en ese momento se estaba res-
quebrajando la antigua sociedad cubana, total. La Iglesia, que partía
de la hipótesis de que seis millones de cubanos eran católicos por el
hecho de estar bautizados, estaba dándose cuenta de que no era cierto,
sino que había una gran masa de cubanos que creían a su manera, que
no llevaban una vida sacramental cerca de la Iglesia, que se casaban
sin cumplir los preceptos mínimos de la confesión y de la comunión,
por solamente ponerte algún ejemplo, y se estaban produciendo en las
iglesias enfrentamientos porque una parte de esos católicos ingresaba
en las milicias, y otros, que habían sido hermanos de comunión, se
iban del país.
Se estaban produciendo, unas tras otra, las leyes revolucionarias, las
que muy pronto abordaron el tema de la educación, sobre todo porque
los principales colegios confesionales eran poderosas organizaciones sus-
tentadas en el capital, sustentadas en los bienes materiales de la Iglesia,
las fincas, la propiedad inmobiliaria, las contribuciones de los fieles.
Ciertos sectores de esa fidelidad estaban en fuga porque pertenecían a
los grandes templos de la Quinta Avenida, de los principales lugares de
La Habana donde estaba la alta, mediana y pequeña burguesía. Había
también un fenómeno dentro de la Iglesia, y es que existía una gran
mayoría del clero que era regular, quiere decir de las órdenes religiosas
que no tenían su obediencia al obispo, al ordinario, como se le llamaba al
obispo, sino que la tenían a sus cabezas de órdenes que estaban gene-
ralmente en España, era un clero español que había sobrevivido a la
Guerra Civil Española, que venía con el terror de que se reprodujesen
en Cuba esos acontecimientos.
Era un momento de confusión y de confrontación, eso es claro y lo
recuerdo perfectamente. Dentro de las organizaciones de la Iglesia ha-
bía también un gran desasosiego porque se temía, y era lo que decían
los clérigos españoles, que se repetirían en Cuba los mismos sucesos de la
república española. Hablaban de los niños que se llevaban a la Unión
Soviética, hablaban de que la escuela privada iba a ser sustituida por
una educación atea y anticlerical, que la Revolución terminaría pronto,
que habría una intervención norteamericana o de los cubanos que esta-
288
ban en el exterior. Era un conjunto de noticias alarmantes que a su vez
tenían como contexto las leyes revolucionarias, las emisoras de radio
que comenzaban a ser escuchadas durante la noche y que transmitían
noticias alarmantes y un rumor, por sobre todos, que era el más sobre-
cogedor y el más preocupante para muchos padres ignorantes y para
muchos predicadores de la necesidad de enfrentar a la revolución atea y
era que se iba a quitar la patria potestad a las familias sobre sus hijos, no
solo en la educación sino que eso llegaría a todos los límites.
¿Tú te acuerdas?
Me acuerdo perfectamente, luego la desgracia de que muchas amigas
y amigos míos, de mi propia generación, partían; no ya niños de ocho y
nueve sino de catorce, de quince años, menores que yo en tres o cuatro
años, que salían también, de los cuales en muchas oportunidades no vol-
vimos a saber nunca más, porque o los padres se fueron o ya no supimos
de ellos hasta después. Ahora, recientemente, he conocido de una de
esas amigas mías de quien me despedí hace casi cuarenta años, ahora sé
que está en Chicago, y hemos tenido hace unos días una interesante con-
versación tratando de llenar el tiempo perdido.
289
¿Y la nacionalización de las escuelas religiosas?
Bueno esa fue una gran batalla, porque ahora nos parece todo muy
distante, pero también nos parece todo que fue ayer. Cuando triunfa la
Revolución apenas habían pasado diez, doce años, de una gran campa-
ña que se llevó a cabo en Cuba, por los sectores progresistas de la
intelectualidad cubana, enfrentando el intento de eliminar el laicismo
en la enseñanza y llevar la enseñanza religiosa a la escuela pública. Eso
había sido una victoria alcanzada, se había frenado. Como respuesta al
tema de la educación religiosa crecieron y se multiplicaron las escuelas
confesionales, en detrimento de una pública que el Estado atendía poco
o casi nada. Como resultado de todo eso, al triunfo de la Revolución las
escuelas privadas, católicas, protestantes y laicas, pero privadas, eran
un emporio de riqueza, donde poco tenían que hacer los niños de las
clases más infelices. Había una escuela, por ejemplo, que estaba en la
calle 23, que tenía un cartel que decía afuera: «Escuela para niñas po-
bres», que era sufragánea de una de estas escuelas privadas de religiosas.
¿Entonces el resultado cuál es? El resultado es que al producirse la
nacionalización de la escuela, al declararse la educación pública, ge-
neral, universal y laica, pues sucedió otra tremenda y gran confronta-
ción, una confrontación que será respondida con pastorales de los obispos,
con predicaciones airadas de los clérigos en los púlpitos los domingos y
con la resistencia que –un grupo de católicos revolucionarios, que esta-
ban con la Revolución, que querían la justicia social y los cambios–,
hacían a todo esto.
Se crean incluso organizaciones, recuerdo una: «Con la Cruz y con la
Patria», de la que formaban parte varios sacerdotes, recuerdo nombres
de sacerdotes ilustres, personas muy progresistas, muy respetadas, y
que no estaban de acuerdo con las medidas de reacción anticubanas que
se iban tomando, justificadas también en el sectarismo que aparecía
como un espectro en el lado de allá.
Dentro de la Revolución se estaba produciendo un fenómeno acele-
rador de los acontecimientos –también causante de no pocos errores en
aquella época y posteriormente–, y que bajo el manto de un radicalis-
mo revolucionario quería anticiparse a los resultados verdaderos de la
Revolución, a veces forzar el desarrollo de la conciencia humana, había
pequeñas mezquindades, apartamientos a veces de creyentes por no ser
«personas confiables», y todo esto debilitaba la posición de cristianos y
creyentes revolucionarios, los hacía acudir a dirigentes de la Revolución
caracterizados por su sentido común, por su humanidad. Te voy a citar
290
casos como Celia,1 como Haydee.2 Todo esto era el caldo de cultivo de la
época; en realidad, era un momento de gran confusión, y más que con-
fusión podía definirse que estaba ocurriendo una revolución y cuando
ocurre una revolución no hay un límite, sobre todo en los países hispa-
nos, para dónde termina la razón y comienza la pasión.
1
Celia Sánchez Manduley (1920-1980). Heroína de la Revolución Cubana. Figura
legendaria desde los preparativos de la expedición del Granma y del inicio de la
lucha guerrillera en la Sierra Maestra. Primera mujer combatiente del Ejército
Rebelde, desempeñó importantes tareas y responsabilidades.
2
Haydee Santamaría Cuadrado (1923-1980). Heroína de la Revolución Cubana.
Participó en el asalto al Cuartel Moncada, el 26 de julio de 1953. Fue fundadora y
presidenta, por muchos años, de la Casa de las Américas.
3
Considerada la iglesia más antigua de Cuba. Ubicada en un barrio popular de La
Habana colonial.
291
que si hay un fuego, que si pusieron una bomba, había un gran acon-
tecimiento realizándose en el país, y, al mismo tiempo, una acción muy
fuerte del enemigo.
Ya yo pierdo la noción del tiempo: Playa Girón, la Crisis de Octubre,
todo sucesivamente, todos los días había algo nuevo. Los que nos mon-
tamos en la Revolución, los que estábamos en ella vistiendo los unifor-
mes de la milicia, en los Comités, etc., decididamente, no éramos bien
vistos por nuestros compañeros de fe, y lo más grave es que, en determi-
nados aspectos, tampoco nuestros propios hermanos y compañeros de
la Revolución creían del todo.
¿Crees que alguna gente de la Revolución sabía que estaba saliendo tanta
gente? Hay quienes plantean que por qué el gobierno cubano no hizo nada
para pararlo.
Si el Gobierno hubiese complacido la trampa y hubiese frenado la
salida, entonces daría la razón a los que afirmaban que estaba prepa-
rándose para impedir que los padres pudiesen determinar sobre el des-
tino de sus hijos. Lo que sí estuvo claro es que, si en el aeropuerto o en
cualquier lugar, un niño daba un escándalo diciendo: «No me voy», no
se lo podían llevar. Quiere decir que a la fuerza no se podía sacar un niño
de Cuba, esto era así. Se exigía, además, que ambos padres estuviesen de
acuerdo con la salida de su hijo, porque de lo contrario se violaba el
derecho de un determinado padre y había algunos que decían: «No, yo
no estoy de acuerdo que se lo lleven».
Era un momento muy difícil. No cabe la menor duda de que en una
revolución verdadera y en una gran revolución ocurren todas estas co-
sas, sobre todo cuando un factor externo tan fuerte, como era la inje-
rencia norteamericana en los asuntos de Cuba, iba a caracterizar este
proceso de una forma muy radical. Estaban también los temores del
clero español, que era mayoritario, de que se repitiesen en Cuba los
incidentes de la Guerra Civil Española, por eso la Revolución toma la
sabia determinación de que saliera el clero español, para evitar que estas
provocaciones trajesen como consecuencia lo que muchos deseaban: el
incendio de la primera iglesia. Por eso esta es la única revolución en este
continente, quizás la única en el mundo, en la que no hubo un sacerdote
fusilado ni una iglesia incendiada. Hubo curas presos, los hemos cono-
cido, los conocí y sé por qué estuvieron presos, pero de ninguna manera
hubo ni religiosas ni sacerdotes en estas circunstancias.
292
listado diciendo: «Juan, Pedro y Antonio se tienen que ir». Es probable que
en ese contexto se cometiese alguna injusticia, es decir, que se fuese alguien
que verdaderamente no hubiese estado comprometido en esa idea.
Yo recuerdo que en República Dominicana, en ocasión de una visita
oficial de nuestro Comandante en Jefe Fidel Castro, monseñor Arnáez,
que es obispo auxiliar de la capital de República Dominicana, se acerca,
en el saludo oficial en Palacio, y le dice: «Yo, jesuita, fui expulsado de
Cuba». El Comandante le abre las manos y le dice: «Padre, perdonemos a
nuestros enemigos, olvidemos el pasado», y el jesuita le da un abrazo,
muy conmovidos el uno y el otro. Es decir, estaban evocando aconteci-
mientos de la Revolución que habían creado confrontaciones circunstan-
ciales y que el tiempo había borrado.
293
imposible –lo que hasta ese momento no había sido recomendable aho-
ra era conveniente– una unión entre creyentes y no creyentes en la bús-
queda de la paz, de soluciones sociales. Eso aquí todavía estaba muy
distante en la mentalidad de la jerarquía católica. Entonces la Iglesia
decía: «Apoyamos las medidas justas, estamos de acuerdo con las trans-
formaciones, pero no estamos de acuerdo ni queremos el comunismo ni
queremos el ateísmo ni queremos todo esto», y fueron conformando un
cuerpo de doctrina que los lleva, con profundos temores, cada día ma-
yores, me consta, a la gran confrontación. Sin embargo, abajo, la feli-
gresía, que no era tanta, se sentía aprisionada en esas circunstancia, y los
que dentro de esa feligresía, que conocí muchísimos, sentían por la Re-
volución una simpatía natural porque habían padecido en su carne las
desventuras de una vida muy poco favorecida en el período prerrevolu-
cionario, que estaban hartos del crimen, de la discriminación, de no
poder llevar a sus hijos a una escuela digna, conservaban su fe, pero
vestían el uniforme de la milicia y estaban luchando por la Revolución.
294
Yo le pregunté a Walsh si creía que la CIA sabía y dijo: «Bueno, si la CIA
no sabía era negligente». ¿Tú crees que la CIA tenía que ver con todo esto?
Hay quien dice que empezó como una operación de la Ruston Academy
y que la CIA se montó sobre eso.
Todas las cuestiones cubanas de esa época, absolutamente todas, han
sido manejadas desde los Estados Unidos por la Agencia Central de In-
teligencia, no cabe la menor duda. No es una obsesión, no es una para-
noia cubana, ellos lo han hecho, y lo podrán repetir, más en algo que era
de tanta importancia y en lo cual estaba comprometido, según se sabía,
el Departamento de Estado, tenía que estar la Agencia, sobre todo por-
que se había creado un dispositivo para la salida de Cuba con una base
en Cuba, donde actuaban personas.
Yo te podría decir que hoy, mirando hacia el pasado, independiente-
mente del triunfo individual, de las penas y los sufrimientos de otros, las
lágrimas de los niños, el dolor de las familias, que yo vi, hacen de esta
operación, que hoy se conoce con el nombre de Peter Pan, una página
oscura y triste de la historia, no solo en las relaciones cubano-norte-
americanas, sino en la historia de este proceso político en el que partici-
pan algunos cubanos de quienes ya la historia ha promovido un fallo
muy particular, un fallo identificativo. Los conocemos, sabemos cómo
actuaron, y yo te diría que actuaron en un proceso de manipulación
política del sufrimiento de la gente, de un sufrimiento que podía ser real
o imaginario, de algo que estaba ocurriendo o de algo que supuestamente
iba a ocurrir, que los niños iban a ser llevados a la Unión Soviética, que
iban a ser socializadas las mujeres, que la Campaña de Alfabetización,
en medio de un país lleno de gente con necesidades angustiosas, como
había planteado la Juventud Universitaria Católica, la Agrupación Ca-
tólica Universitaria, dirigida por la Compañía de Jesús, que había hecho
un estudio sociológico que todavía hoy se cita como fundamental para
la comprensión de la Cuba prerrevolucionaria, donde eminentes jesui-
tas habían trabajado realizando una prospección real sobre la situación
de Cuba.
Entonces la Campaña de Alfabetización, que era la transformación
del país, que era llevar a los jóvenes al campo, a encontrar lo desconoci-
do, porque los jóvenes iban a cruzar ríos, a subir montañas, a vivir en
los bohíos, se crearon relaciones enteramente nuevas... y ellos afirma-
ban que se trataba de una fiesta lasciva, que los jóvenes iban a un ver-
dadero acto de corrupción, que las jóvenes volverían embarazadas, en
fin, era una campaña poco limpia la que se libraba en torno a lo que el
295
país estaba realizando. La Revolución buscaba a tientas el futuro y ellos
trataban de aferrarse desesperadamente al pasado.
¿Y Polita Grau?
La familia Grau todos sabemos el lugar que ocupa en la historia de
Cuba. Es también nuestra historia, no podemos desconocer que eso ha
ocurrido, el expresidente murió en Cuba, rodeado de la fidelidad de un
grupo limitadísimo de sus colaboradores, y con la inmensa decepción
del pueblo cubano, porque el profesor de Medicina, el hombre que en su
juventud había significado una esperanza, en el desarrollo de su vida
política significó para Cuba el amparo de la corrupción, el reino de la
venalidad, de la pobreza imaginativa desde el punto de vista político e
intelectual, independientemente de su simpatía y de su carácter tan iró-
nico que tanto recordamos.
Creo que Polita Grau pertenece a ese grupo de personas que vivieron
a la sombra del presidente, y que incluso trataron de decir y de hacer
pensar que este podía tener alguna relación con los acontecimientos que
estaban sucediendo en Cuba. No es cierto, Grau estaba en otro mundo,
el doctor Grau pertenecía ya a otra galaxia, estaba rodeado de algunos
colaboradores, algunos de los cuales viven en Cuba, aún hoy, algunos de
sus ministros, como por ejemplo Segundo Curti;4 yo he tenido la oportuni-
dad de hablar con el doctor Lancís,5 conocí a varias de las personas de
4
Segundo Curti. Fundador del Partido Auténtico, creado en 1934. En 1944, el
entonces presidente Ramón Grau San Martín lo designó ministro de Goberna-
ción; en 1949 y 1950, fue ministro de Defensa en el gobierno de Carlos Prío
Socarrás.
5
Félix Lancís Sánchez. Fundador del Partido Auténtico. Fue nombrado primer
ministro durante el gobierno de Ramón Grau San Martín, en 1945.
296
Niños en campamentos. Imágenes tomadas
de la película The lost apple, 1963
297
su entorno y puedo asegurarte que él estaba ya, como se dice en Cuba,
más allá del bien y del mal, y quizás el símbolo del respeto que la Revo-
lución tuvo siempre para este tipo de personas, es que él vivió hasta su
muerte en su casa, que fue sepultado en Cuba y que ese día apareció
una nota en el periódico anunciando que el expresidente de la República
de Cuba había fallecido y señalaba la hora de su inhumación.
298
No estamos diciendo en forma alguna que esta es una época exenta de
errores, al contrario, la Revolución marcha como un ciclón social hacia
adelante, muchas de las cosas que pudieron haber sido errores con per-
sonas, con individuos, o errores en la sociedad, en la construcción de una
sociedad nueva, todavía hoy, y por mucho tiempo, lo rectificaremos.
299
¿Qué edad tenías al triunfo de la Revolución?
Dieciséis. Yo tenía dieciséis años. Somos de la generación de la Segun-
da Guerra Mundial, 1942-1945. Lo que recordamos de aquel momento
son también las impresiones que como jóvenes teníamos, habíamos sido
formados para otra sociedad y de pronto estábamos en una revolución
social, en medio de una revolución y estábamos, además, con nuestra
formación católica, con nuestra idea de que se podía transformar la
sociedad por el mejoramiento humano, por una experiencia justa, por
la caridad cristiana, por la búsqueda de la perfección, por la justicia.
Teníamos un lema que decía: «Justicia primero, caridad siempre».
Nos dábamos cuenta del trabajo que costaban nuestras iniciativas,
los ricos en las iglesias eran muy duros de pelar para obtener de ellos
contribuciones para las obras de caridad, había que ir prácticamente
mendigando para ir obteniendo fondos para nuestras iniciativas, apo-
yar a determinados pobres, a determinadas familias. ¡Qué hablar de los
niños negros! No tenían cabida en ninguna escuela católica, que no
fuese la escuela parroquial, porque en ninguna escuela instaurada, y
podemos ver los anuarios de las escuelas católicas, había un solo niño
negro. Lógicamente los que parten a la alfabetización, a los campos, se
dan cuenta también de otra realidad. En los campos no existían las
iglesias, a los campos iban solo las misiones y sobre todo los misioneros
protestantes. Era un campo de confrontación frente a un campesinado
animista, cargado de necesidades apremiantes, adolorido de pobreza,
para quienes la Revolución era una esperanza, era una transformación.
La Revolución venía buscando a los hijos del guajiro y le decía: «No, no
será un labrador, no será un guajiro como tú, irá a las escuelas de arte
que están ahora en la Quinta Avenida». Y veíamos aquellos palacios,
que hoy en su mayoría son embajadas, con sus puertas abiertas, porque
los burgueses se habían ido el día antes y estaban llegando las niñas
campesinas que venían a estudiar arte o corte y costura.
La Revolución tenía un ideal redentor, cuando hablo de ideal pienso
hasta en un sentimiento idealista. Se decía que las prostitutas de La Ha-
bana fueron convertidas en choferes de alquiler, que habían ido a una
escuela de rehabilitación. La Revolución quería cambiarlo todo, quería
borrar de la mañana a la noche el pasado y construir una sociedad
nueva, ¡y es verdad, quería demolerla, la Revolución estaba demoliendo
la vieja sociedad cubana!, de la cual hoy podemos detenernos a salvar
valores, que en medio de una revolución se pueden extraviar o perderse
300
en el oleaje del movimiento social. Hoy podemos rescatar una estatua,
se fundaron los museos, se trataba de salvar el patrimonio, pero en reali-
dad la intención de los revolucionarios y la nuestra, como generación
joven, ya incorporada a ella, era contribuir a destruir y a cambiar ese
pasado de injusticia.
La Iglesia no tenía una buena conciencia, ¿por qué?, era muy reciente
todavía, en cincuenta años, en medio siglo, su compromiso con la socie-
dad colonial, de la cual solamente estaban exentos individuos y lumi-
narias como un Félix Varela,6 y otros tantos que habían protestado contra
un orden en el cual aparecían juntos el trono y el altar, el poder colonial,
la esclavitud y la Iglesia. En la República luchó contra el sentimiento
librepensador y laico de la masonería, que había inspirado tan profun-
damente con sus sentimientos de solidaridad, humanismo y anticle-
ricalismo el concepto del cubano en general.
Un concepto de honorabilidad cubana era ser creyente, pero a su ma-
nera, sobre todo porque el clero mayoritariamente en Cuba era español y
el primer sacerdote negro cubano fue ordenado en 1947, por el cardenal
precedente, monseñor Arteaga, y fue el padre Arencibia, un cura que fue
a trabajar a un barrio marginal, a la iglesia de Santa Bárbara. No encon-
trabas monjas negras, más que en las Oblatas,7 y un sacerdote negro, en
una Cuba mestiza, donde la población negra era tan importante. Te
podrás imaginar cuántas cosas había en esa lucha social del año 1959,
contra la escuela privada y católica, que había sido elitista y exclusivista.
6
Félix Francisco José María de la Concepción Varela y Morales (1788-1853). Tam-
bién conocido como el padre Varela. Sacerdote, maestro, escritor, filósofo y po-
lítico cubano que tuvo un importante desempeño en la vida intelectual, política y
religiosa en la Cuba de la primera mitad del siglo XIX. El padre Varela es conside-
rado uno de los forjadores de la nación cubana.
7
Orden religiosa católica, las Hermanas Oblatas Misioneras de María Inmaculada.
301
¿Y qué reacción tendría el gobierno cubano al saber que hay un grupo de
los Peter Pan que quieren regresar como delegación?
No puedo hablar de lo que podría decir nuestro gobierno, pero sí
puedo hablar de lo que ha hecho sistemáticamente la Revolución, y es
que vendrían, que vendrían como vino la Brigada Antonio Maceo, que
vendrían como ha venido la Brigada Venceremos, que vendrían como
todo el que venga a Cuba con una bandera de amistad, haya nacido o no
en Cuba. Vendrán a Cuba y yo estoy seguro de que ese viaje será una
búsqueda de su raíz, un reencuentro con su pasado, y quizás se produz-
can a partir de ese encuentro interesantes transformaciones y medita-
ciones en muchos de aquellos jóvenes, muchísimos de los cuales
conocimos.
302
CERRANDO EL CÍRCULO EN CUBA
CÍRCULO
SILVIA WILHELM: Somos los niños Peter Pan, nos llamaron así. ¿Ustedes
saben quién es Peter Pan en la historia, en los cuentos infantiles?
NIÑA: Es un personaje infantil, un niño que no le gusta crecer y que
vive en el país del Nunca Jamás.
SILVIA WILHELM: Perfecto. Nosotros somos todos cubanos y de niños
nos llevaron fuera del país, por diferentes razones, muy complicadas,
muy complejas, que no creo que es el momento de elaborarlas aquí, pero
eventualmente salieron muchos niñitos como nosotros y como ustedes,
de todas las edades, algunos chiquiticos, y nos llevaron a los Estados
Unidos. Estoy hablando de hace casi medio siglo, casi cincuenta años, y
hemos vivido la mayor parte de nuestras vidas en los Estados Unidos,
pero nunca nos hemos olvidado de que somos cubanos.
ED CANLER: Lo importante es que salimos sin nuestros papás, salimos
solos, a veces con hermanos, y a veces solitos. Alex salió solo. Entramos
en un país completamente diferente, nadie habla español, todo el mun-
do inglés. Los amigos que teníamos aquí los perdimos, y después nos
mandaron a orfanatos, donde hay niños sin padres, nos mandaron a
todo tipo de situaciones y pasamos mucho tiempo solitos sin los padres.
Afortunadamente creo que todos nosotros vimos a nuestros papás. Yo
esperé un año entero, otros estuvieron tres años y algunos nunca vieron
a sus papás, y eso es parte de la historia…
CANDI SOSA: Y no conocíamos a nadie ni el idioma…
CARLOS ALBERTO CREMATA: Cuando nos dijeron que ustedes venían y nos
explicaron quiénes eran, los niños inmediatamente buscaron mucha
información en internet, y ellos saben mucho, tendrán preguntas que
hacer, pero ellos saben.
305
Carlos Alberto Cremata, director de la Compañía de Teatro Infantil La Comenita.
306
SILVIA WILHELM: Yo creo que lo importante es que estamos de vuelta en
Cuba, que nunca nos desconectamos de nuestras raíces cubanas y que
estamos felices de estar de vuelta. Creemos que muchísimos más van
también a hacer este peregrinaje, de volver a reconectarse con nuestra
nación y con nuestro pueblo, y que al fin va a ser un cuento muy feliz. No
crean que es un cuento triste, fue triste, pero como todos los cuentos, a
veces son tristes y después terminan en un cuento muy feliz. Estamos en ese
proceso de terminar un cuento que va a ser muy feliz, porque todo en la
vida es una combinación de tristeza y felicidad. Nada en la vida es perfecto.
ED CANLER: Esta es la primera vez que nosotros regresamos a Cuba en
grupo, hemos estado antes, pero nunca como grupo. Con nosotros está
aquí la hermana de Candi Sosa. Ella no fue Peter Pan porque era de-
masiado jovencita y sus papás no la dejaron irse, pero entonces un día
despertó y sus hermanitos ya no estaban en la casa, pasaron tres años
para verlos, estuvo cuarenta y cinco sin venir a Cuba y está aquí por pri-
mera vez.
ALEX LÓPEZ: Creo que es interesante lo que acabamos de decir, hemos
hablado de un cuento y creo que sí, va a terminar feliz, pero lo más
importante que debe tener este cuento es que esto no vuelva a pasar, no
solamente en Cuba, en cualquier país del mundo, que puede pasar y que
ha pasado. Para mí eso sería la parte más feliz del cuento, que hemos
regresado con mucho amor, con mucha paz, y hubiera querido ser uno
de ustedes y haber participado en esto tan bello que ustedes nos acaban de
regalar.
NIÑO: ¿Han visto algunos de los niños que fueron a los Estados Unidos
por la calle?
SILVIA WILHELM: Tenemos muchos amigos que son Peter Pan. Son ca-
torce mil que ya no son niños. Yo tengo nietos mayores que tú, así que ya
no somos niños.
NIÑA: Cuando llegaron allá ¿los pusieron como en una beca o algo así,
no en un orfanato?, ¿los pusieron a vivir juntos?, ¿y en esa convivencia se
protegían entre sí?, ¿jugaban?, ¿a qué jugaban?
FLORA GONZÁLEZ: Yo fui con mi hermana que es menor. Yo tenía trece
años y mi hermana once. Como era la mayor, mi mamá me dijo que
tenía que proteger a mi hermana y así lo hice. Tuve la suerte de que
llegué a una escuela en California, en un pequeño pueblo al norte de San
Francisco. Éramos diez niños que habíamos llegado más o menos du-
rante la misma época.
Yo llegué a los Estados Unidos en enero de 1962 y fui a un orfanato
donde había muchos niños que no tenían padres y por otras razones.
307
Éramos diez cubanos y podíamos hablar español, lo más gracioso era
que al principio para nosotros poder hablar español era lo más impor-
tante, porque es parte de nuestra cultura.
Al principio, cuando los otros niños nos veían tan unidos, se ponían
bravos con nosotros porque hablábamos español. Tuvimos que fajarnos
de vez en cuando para poder hablar español, y después nos separaron
para que aprendiéramos inglés, pero esos diez niños que ahora están
por todas partes en los Estados Unidos de vez en cuando nos reunimos, nos
mandamos fotografías de nuestros hijos, de nuestros nietos. Cuando yo
me casé, una de las muchachas estuvo allí, era mi mejor amiga, la invité a
que fuera mi dama de honor en la boda. Nos hemos mantenido en contac-
to, aunque tenemos vidas muy distintas, vivimos en diferentes lugares
de los Estados Unidos, pero de vez en cuando nos reunimos. Hay ese es-
píritu de familia que teníamos porque no estaban nuestros padres.
A mí me gusta mucho el hecho de que La Colmenita se considere
como un grupo, como una familia, por eso me emocioné mucho cuan-
do conocí cómo se formó, porque para nosotros esa idea de reunificación
familiar es muy importante, no solamente la reunión de mi hermana y mía
con mis padres, que ocurrió un año y medio después, sino la reunificación
de la familia cubana que está en el exterior y la cubana que está aquí en
Cuba.
NIÑA: Cuando eran niños ¿cómo pudieron encontrar el orfanato?
FLORA GONZÁLEZ: Bueno, tuvimos mucha suerte porque había algunas
personas mayores que nos cuidaron, no estábamos completamente so-
litos, había algunas personas que nos llevaron de la mano y nos cuida-
ron. Es como Peter Pan que cuidó a Wendy y a todos los niños que
estaban en la tierra del Nunca Jamás, por eso tenemos ese nombre.
NIÑO: ¿Cómo se sintieron ustedes cuando los separaron de sus familias?
CANDI SOSA: ¿A ti te han separado de tu familia alguna vez? ¿A algunos
de ustedes los han separado de sus familias?
NIÑO: Solo cuando hemos ido de viaje, pero siempre ha sido por corto
tiempo.
SILVIA WILHELM: Nos sentíamos obviamente muy mal, extrañábamos
mucho a nuestra familia, pero pensábamos que la separación iba a ser
muy corta, que nos íbamos solamente por unos meses, como cuando
uno se va de vacaciones, al interior del país por un mes a ver a la abuela,
y vuelve. Pensábamos que era por unos meses, jamás pensaron nuestros
padres, la mayoría de ellos, por lo menos en mi casa, que la separación
iba a ser de cinco años. Yo, por ejemplo, llevo más de cuarenta y ocho años
308
fuera de este país, pero no sabía cuando me fui lo larga que iba ser nuestra
separación, no teníamos conocimiento de lo larga que iba a ser.
ED CANLER: A nosotros nos dijeron que iban a ser dos o tres meses,
unas vacaciones en los Estados Unidos, pero creo que todos sabíamos
que no era tan así tampoco.
NIÑA: Yo los busqué en internet y lo que encontré fue que a los padres
de los niños Peter Pan les dijeron que la Revolución se los iba a comer y
por eso se los llevaron para allá, eso fue lo que leí. Mi primo es Peter Pan,
se lo llevaron para Miami, se encontró con su mamá en México y ahora
vive en México.
NIÑO: A algunos de ustedes los adoptaron allá, los recogieron fami-
lias…
ALEX LÓPEZ: Yo viví con una familia un tiempo, me sacó del orfanato
una familia norteamericana del estado de Michigan, él es profesor de
Biología y mi mamá postiza, o como yo le llamaba, es enfermera. Viven
en un pequeño pueblo ahora en New Jersey, exactamente en el mismo
pueblo donde mis padres, cinco años después, fueron a residir y donde
vivieron hasta que regresaron de vuelta a Cuba, repatriados.
CANDI SOSA: Yo fui a un campamento para niños, era un espacio que te
buscaban donde te podían reubicar y después de ese campamento fui-
mos con una familia mexicana en California, donde todavía resido. Yo
había cumplido los diez años para entonces.
ED CANLER: Yo tenía diez.
SILVIA WILHELM: Yo tenía catorce.
ALEX LÓPEZ: Yo, trece.
FLORA GONZÁLEZ: Yo, trece, y en el grupo en el que estaba en California
había una niña de cuatro años y su hermanito de cinco.
NIÑO: Y la familia que los adoptaron ¿los trataron bien, eran amables
con ustedes?
CANDI SOSA: No es adoptar, es que ellos tenían cierto permiso del Go-
bierno para cuidarnos en ese tiempo hasta que los padres pudieran ir. Es
una pregunta muy difícil para responderte a ti, pero de alguna manera
sí, nos ofrecieron llevarnos a las escuelas, nos atendían, nos daban de
comer, tuvimos donde dormir. Yo personalmente tuve alguna experien-
cia mala con el que se supone que era mi papá, pero de alguna manera sí
nos cuidaron.
ED CANLER: En mi caso yo estaba en un orfanato de monjas, nos cuida-
ban, pero de vez en cuando en los días festivos, días feriados, navidades,
pascuas, normalmente buscaban familias de la ciudad que nos adoptaran
309
el fin de semana, por unos días, y nosotros nos pasábamos unos días con
ellos. Me negué siempre, preferí quedarme en el orfanato, quería estar
allí, porque yo decía: «Vivo en un orfanato pero no soy huérfano, tengo
padres en Cuba y no voy a buscar padres aquí ni por un fin de semana».
Yo era uno de los difíciles en el orfanato, las monjas querían sacarnos
para ellas descansar, pero recuerdo que me quedé solo con otro mucha-
cho, teníamos todo el orfanato, éramos los dos solos y nos negamos a ir
con otras familias que no eran las nuestras. Yo esperaba a mis padres que
estaban en Cuba.
SILVIA WILHELM: Me fui a los catorce años, primero a una casa en Miami
donde nos cuidó muy bien una pareja cubana que se había ido de Cuba,
que de verdad se portó como si fueran nuestros padres. No los olvidaré
nunca. De ahí, doce de nosotras, todas niñas, nos fuimos para una ciu-
dad que a lo mejor nunca ustedes han oído, que se llama Buffalo, donde
hay mucho frío, en el norte de los Estados Unidos, y estuvimos las doce
juntas en un orfanato por dos semanas, mientras nos compraban abri-
gos, botas, porque veníamos de Cuba donde nos vestíamos sin mangas,
con ropa de algodón y en Buffalo estaba nevando, había mucho frío.
Luego nos fuimos a un colegio católico donde las doce vivimos juntas e
íbamos todos los días al colegio y nos convertimos en muy amigas. Éra-
mos madres las unas de las otras. Tuve una experiencia muy solidaria
que nunca olvidaré, fui tratada muy bien, tanto las monjas como el
sacerdote que se ocupaba de nuestro grupo. Para nosotras fue una expe-
riencia enriquecedora poder estar solas pero juntas en un momento
difícil. Después, a los diez meses, fue mi madre y nos fuimos para Miami,
donde resido.
Mi abuelo me dijo: «No te vayas a casa de nadie porque tú no eres
huérfana y tú no vives en casa de nadie, tú te vas para un colegio cuando
haya la oportunidad de un colegio». Ya había estado en los Estados Uni-
dos antes de la Revolución, me habían enviado a un colegio de monjas, así
que sabía lo que era el inglés, sabía lo que eran los Estados Unidos, lo que
era vivir separada de mi familia, había tenido esa experiencia.
Cuando me voy no era tan extraño para mí ese vuelo y esa estancia,
porque ya había tenido una experiencia similar, aunque, por supuesto,
fue de un año nada más y volví para Cuba. En este caso te ibas sin saber
cuándo volvías.
Todos salimos sin haber tomado la decisión, obviamente éramos ni-
ños y nuestros padres se encargaban de tomar las decisiones por noso-
tros, pero ahora estamos aquí por nuestra propia decisión. Nunca se
debe olvidar que llega un momento en que uno tiene que tomar su pro-
310
pia decisión y gracias a Dios que hemos tenido el coraje de estar aquí. Es
importantísimo.
NIÑO: ¿Ustedes ya se van a quedar a vivir aquí en Cuba?
SILVIA WILHELM: No, nosotros nos vamos esta semana.
NIÑA: A ustedes les dijeron dos meses, pero cuando vieron que pasó
más tiempo y más tiempo ¿se decían «qué estamos haciendo aquí»? ¿Pen-
saban en algún momento que iban regresar con sus padres o no?
SILVIA WILHELM: A veces pensábamos que no íbamos a ver nunca más a
nuestros padres ni nunca más regresaríamos a Cuba.
CANDI SOSA: Sin saber qué haríamos ni a dónde íbamos…
ALEX LÓPEZ: Lo que sucede es que el tiempo va pasando y uno pensaba
que sería el mes que viene, que sería la próxima Navidad, el próximo
fin de año y así iban pasando los años. Mis padres llegaron seis años
después que yo, tenía diecinueve y me encontré en una situación muy
rara, porque eran para mí unos extraños, habían también envejecido un
poco.
NIÑO: ¿Eras muy chiquitico?
ALEX LÓPEZ: Yo tenía trece años cuando me marché.
NIÑO: Y cuando ustedes vieron que pasaba el tiempo, ¿no hicieron lo
posible por contactar con Cuba y su familia?
CANDI SOSA: No teníamos manera de hacer contacto.
ED CANLER: Casi no había manera ni se podía hablar por teléfono.
CANDI SOSA: No había la oportunidad, se escribían cartas que tarda-
ban muchísimo tiempo en llegar y muchísimo para recibirlas, así que
pasaba mucho tiempo sin tener comunicación con ellos.
ALEX LÓPEZ: Mi viaje de regreso a Cuba por primera vez demoró dieciséis
años, pero desde ese momento he perdido la cuenta de las veces que he
regresado. Siempre se siente el regreso, antes esta era mi casa y yo vivía
aquí, me marché. Uno forja una nueva casa y entonces lo más importan-
te es que tenemos dos casas.
NIÑO: En la oportunidad que tuvieron de regresar ¿se encontraron
con sus familias, con personas que ya habían visto de su familia o con
otras personas que dejaron de ver de su propia familia?
SILVIA WILHELM: Dejé de ver a mi familia aquí por treinta y tres años, lo
que pasa es que estoy viniendo desde 1994, he mantenido ese vínculo con
la familia que no veía hacía muchísimo tiempo, y cada vez que vengo a
Cuba, en los últimos quince años, he mantenido ese vínculo que, obvia-
mente, no lo vamos a romper jamás.
311
EN LA CASA DE LAS AMÉRICAS
ANA MENDIETA
313
Un desierto, como el desierto
que encontraste en los orfelinatos,
un desierto amarillo y gris te alcanza
y te sujeta por los aires.
314
esparcida sobre las raíces enormes de una ceiba cubana
de hojas oscuras, espesamente verdes.
315
PALABRAS DE SILVIA WILHELM,
INTEGRANTE DEL GRUPO DE PETER PAN QUE VISITARON CUBA
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Este grupo reunido aquí no habla a nombre de ninguna organiza-
ción ni pretende hablar por los más de catorce mil niños cubanos que
hace casi medio siglo dejaron su tierra en calidad de menores que viaja-
ban solos. Solo hablamos en nombre de nosotros mismos, a título muy,
pero muy personal.
Aunque muchos de nosotros hemos regresado a Cuba en varias oca-
siones –en mi caso lo he hecho más veces de las que puedo contar–, este
regreso juntos nos ha dado la oportunidad de compartir nuestras emo-
ciones y nuestras confusiones. Ha sido una experiencia tremendamente
enriquecedora.
Salimos de Cuba a principios de los años sesenta por una decisión
que, en aquel momento, nuestros padres tomaron pensando en nuestro
bien. Hoy, la decisión de regresar ha sido nuestra.
Junto a la felicidad de estar aquí con ustedes sentimos una cierta
tristeza pues nuestra buena amiga y fundadora de la organización Pe-
dro Pan Group, Elly Chovel, no pudo hacer este viaje que tanto añoraba.
Elly falleció hace dos años en Miami y solo regresó a la Isla durante la
visita del Santo Padre en enero de 1998. Pero ella está aquí con nosotros
sonriendo… de eso no hay duda alguna.
Confiamos de todo corazón en que este viaje y este documental
incentive a miles de otros Peter Pan a regresar. Esperamos que futuras
generaciones de cubanos, no importa dónde vivan, puedan, gracias a lo
que hemos intentado hacer aquí esta semana, tener un mejor entendi-
miento de la Operación Peter Pan y de la trascendencia del regreso. Y que
en la historia de Cuba y de ningún otro país jamás este episodio se repita.
Queremos que nuestros hijos y nuestros nietos puedan comprender
con mayor claridad por qué nos fuimos y eso los haga entendernos un
poco mejor.
Nos unimos al mensaje de todos los artistas y del pueblo cubano que
el pasado domingo en la Plaza abogaron por la paz,2 la paz entre todas
las naciones, la paz entre los seres humanos, la paz dentro de la familia
cubana, que es una sola.
Nosotros, el primer grupo que vuelve a Cuba como Peter Pan, hemos
regresado a cerrar este círculo de nuestras vidas, a reconciliarnos y a
hacer paz con nosotros mismos, nuestra historia y nuestra tierra.
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Se refiere al Concierto por la Paz realizado en septiembre de 2009, en la Plaza de
la Revolución, en La Habana.
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Despedida en la Casa de las Américas.
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ÍNDICE
Prólogo / 7