Situación Jurídica Del Adquirente de Inmueble Embargado : Pedro F. Sáenz
Situación Jurídica Del Adquirente de Inmueble Embargado : Pedro F. Sáenz
Situación Jurídica Del Adquirente de Inmueble Embargado : Pedro F. Sáenz
resumen
palabras clave
1. Introducción
* Edición revisada, corregida y adaptada para la Revista del Notariado del trabajo homónimo presentado en el XX
Congreso Nacional de Derecho Registral (San Fernando del Valle de Catamarca, 2019), que fue galardonado por
el jurado del congreso con un accésit.
Situación jurídica del adquirente de inmueble embargado Doctrina 75
pues confluyen en este menester diversos aspectos e intereses que extienden su ámbito
de influencia sobre bastas dimensiones del ordenamiento jurídico.
Sabido es por todos que estamos ante una materia que ha generado –y aún genera–
una ardua disputa tanto en la doctrina como en la jurisprudencia, habiéndose consagrado
soluciones totalmente opuestas en fallos de los más altos tribunales de las provincias
y del poder judicial nacional. Soy consciente, entonces, del desafío que me apresto a
enfrentar. Aclaro desde ahora que mi finalidad es simplemente enriquecer el debate y
poner a consideración de los operadores del derecho en general los argumentos que me
han llevado a la convicción en cuanto a extender la obligación del tercero adquirente al
crédito y sus accesorios –independientemente del monto publicitado– pero limitando su
responsabilidad, en principio, a la cosa embargada.
A los fines de un mejor abordaje de la materia, se impone la necesidad de delimitar,
con la más alta estrictez posible, el objeto de estudio, procurando destinar el mayor
esfuerzo y extensión de páginas a las dos cuestiones nucleares arriba indicadas. Desde ya,
pido las dispensas del caso por no poder abordar con mayor ahínco tópicos de extrema
relevancia vinculados a nuestro cometido, a los que solo haremos referencia de manera
tangencial. En este orden de ideas, la metodología que se propone como estructura
de trabajo será abordar primeramente –y de manera concisa– una serie de conceptos
preliminares que sirvan de base a este tratamiento, para luego abordar de lleno el objetivo
central, presentando las distintas posiciones sostenidas en la doctrina y la jurisprudencia,
y, así, finalmente, exponer las conclusiones.
2. Conceptos preliminares
No se podría abordar el efecto del embargo en relación con el tercero adquirente sin antes
establecer –al menos someramente– determinados conceptos básicos cuyo conocimiento
es presupuesto necesario para analizar el núcleo de estas c consideraciones. En primer
lugar, y siguiendo a Falcón, se puede definir el sistema cautelar como
… una medida o conjunto de medidas tendientes a resguardar los derechos de las personas,
ya sea por anoticiamiento (judicial o extrajudicial) por actuaciones sobre bienes o personas
(de modo judicial o extrajudicial), por actuación sobre las pruebas del proceso o sobre la
pretensión. 1
Dentro de ese sistema de cautelas se inscriben, como una especie dentro del género, las
medidas cautelares decretadas en el marco de un proceso judicial.
Sin perjuicio de las disquisiciones que la doctrina especializada ha formulado
respecto de la denominación y el concepto con respecto a este instituto jurídico, 2 a los
fines de nuestro trabajo podemos conceptualizar las medidas cautelares como el acto
procesal, dictado por el órgano jurisdiccional, que tiene por finalidad evitar que el
derecho cuyo reconocimiento o actuación se pretende obtener a través de un proceso
1. Falcón, Enrique M., Tratado de derecho procesal civil y comercial, t. 4, Santa Fe, Rubinzal-Culzoni, 2013, p. 9.
2. Arazi, Roland y Rojas, Jorge A., Código Procesal Civil y Comercial de la Nación. Comentado, anotado y
concordado con los códigos provinciales, t. 1, Santa Fe, Rubinzal-Culzoni, 2014 (3ª ed.), pp. 931 y ss.
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pierda su virtualidad o eficacia durante el tiempo que dure la sustanciación del mismo. 3
Efectivamente, el proceso que debe sustanciarse para que el juzgador resuelva acerca de la
procedencia de la pretensión puesta a su conocimiento insume necesariamente un tiempo
más o menos prolongado, planteándose, en consecuencia, la probabilidad de que, en ese
lapso, tenga lugar algún hecho o acto que de alguna u otra forma ponga fuera del alcance
del poder jurisdiccional bienes o pruebas necesarios o conducentes para la concreción de
los derechos en juego. En lo que a aquí respecta, nuestras reflexiones se han de enfocar
en las medidas precautorias tendientes a establecer resguardos patrimoniales, afectando
uno o más bienes del obligado, para dotar de potencialidad efectiva a la sentencia que
eventualmente se dicte en el proceso.
El presupuesto generalmente exigido para la traba de una medida cautelar es, en
primer lugar, la “verosimilitud en el derecho”, en cuya protección se pretende dictar
la medida. Desde luego, no se trata de una prueba acabada de los extremos de la
pretensión pero sí de la existencia de suficientes indicios que le permitan al juzgador,
al menos prima facie, considerar creíble aquella. La sola circunstancia de que exista
tal verisimilitud no es suficiente para la procedencia de una medida cautelar, pues a
ello debe agregársele el otro presupuesto indispensable, consistente en el “peligro en
la demora”. Esta se configura cuando las circunstancias que rodean al proceso hacen
presumir, con cierto grado razonable de probabilidad, que, de no dictarse la providencia,
el reconocimiento del derecho llegaría demasiado tarde, esterilizando la sentencia
que eventualmente se dicte. Finalmente, se exige la “contracautela”, consistente en la
garantía que debe brindar quien solicita la medida a los fines de asegurar la reparación
de los daños que podrían generarse al afectado en el supuesto de haberse dispuesto
indebidamente aquella. 4
Lo hasta aquí dicho busca dejar establecido que las medidas cautelares no son
un fin en sí mismas sino que revisten un carácter instrumental, pues su razón de ser
es garantizar el eventual resultado del proceso en cuestión. De allí que su procedencia
requiere que se den los presupuestos referenciados.
Sabido es que el embargo es la medida cautelar de mayor aplicación práctica a
la hora de procurar el resguardo de bienes patrimoniales en el marco de un proceso
judicial, y, sin perjuicio de la dificultad de dar una definición genérica, podemos decir
que el embargo es “«la afectación, por orden del órgano judicial, de uno o de varios
bienes del deudor, o del presunto deudor, al pago del crédito sobre el cual versa el
proceso»”. 5 De la definición dada surge lo que –a mi entender– es la esencia del embargo:
la afectación del bien al pago del crédito, esto es, establecer una ligazón entre el bien
3. CNCiv., Sala E, 12/4/1985, “Delbue, Ana M. c/ Ortiz, Francisco M.” (La Ley, t. 1985-E, p. 40; Doctrina Judicial,
t. 1986-1, p. 459; cita online AR/JUR/971/1985); citado por Falcón, Enrique M., ob. cit. (cfr. nota 1), t. 4, p. 86
(al pie, Nº 3).
4. Debe tenerse presente que “este elemento no es considerado por la mayoría de la doctrina como un presupuesto
de la cautelar, sino una condición de su ejecutoriedad”. Existen incluso supuestos en los que la propia norma
establece que la contracautela no es necesaria para disponer la medida cautelar (art. 200, 531 CPCCN etc.).
(Falcón, Enrique M., ob. cit. [cfr. nota 1], t. 4, p. 128).
5. Palacio, Lino E., Derecho procesal civil, t. 7, §1009, p. 230; cita obtenida de Cossari, Nelson G. A., “Embargo
de bienes registrables, anotación registral y límites de la responsabilidad del adquirente (la cuestión en el
ámbito nacional y en la provincia de Santa Fe)”, en La Ley Litoral, Buenos Aires, La Ley, 2002 (cita online AR/
DOC/11325/2001).
Situación jurídica del adquirente de inmueble embargado Doctrina 77
Como afirmar Eisner, el embargo puede tener por finalidad garantizar la solvencia para
asegurar el cobro de un crédito o conservar la misma cosa objeto del contrato. 7 En
efecto, en algunas ocasiones, el bien sobre el cual habrá de recaer el embargo será el
mismo objeto de la pretensión procesal, tal como puede ocurrir en el caso del ejercicio
de una acción de escrituración o de una acción reivindicatoria, 8 mientras que, en otros
supuestos, el embargo se va a establecer en el marco de un proceso en el que se persigue la
ejecución de una obligación cuya prestación no tiene por objeto el bien embargado sino
el cobro de un crédito, constituyéndose en este caso el embargo en una medida tendiente
a garantizar la solvencia del deudor, afectando un bien que eventualmente podrá ser
ejecutado para satisfacer, con su producido, la acreencia.
Tal como lo adelantáramos, nuestra hipótesis de trabajo estará dada por la
enajenación de la cosa embargada, para analizar en qué situación jurídica queda el
adquirente. Por lo tanto, debemos dejar claramente establecida la enajenabilidad de la
cosa sujeta a embargo.
Si bien se ha sostenido una posición autoral y jurisprudencial en el sentido de
negar la posibilidad de transmitir válidamente los bienes sometidos a embargo, 9 la mayor
parte de la doctrina se ha inclinado por una postura afirmativa. En ese orden de ideas,
durante la vigencia del Código Civil (en adelante, “CCIV”), y a la luz de las disposiciones
contenidas en los artículos 1174 y 1179, 10 no podía sino sostenerse la posibilidad
6. Guasp Delgado, Jaime, Derecho procesal civil, Madrid, Instituto de Estudios políticos, 1961, pp. 432 y 433; cita
obtenida de Eisner, Isidoro, “Sobre la posibilidad y efectos de la venta privada de bienes embargados judicialmente”,
en La Ley, Buenos Aires, La Ley, t. 155, 1974, p. 959 (cita online AR/DOC/3504/2009).
7. Ibídem.
8. En este caso, por lo que veremos más adelante en este trabajo, es conveniente que el embargo se complemente
con otras medidas, como la anotación de litis o la prohibición de contratar, para evitar que la enajenación de la
cosa deje al accionante sin la posibilidad de obtener el objeto mismo de su pretensión.
9. En este sentido se ha sostenido: “El efecto del embargo no es otro que el poner la cosa a disposición del
juez que lo ordenó, si cuyo conocimiento no puede dársele otro destino o someterlo a una afectación diferente.
Importa una limitación a la libertad patrimonial del embargado” (Highton, Elena I. y Nabar, María J., “Ven
ta del inmueble embargado”, en La Ley, t. 1985-C, p. 1194, cita online AR/DOC/1297/2001 [las autores refieren
a la opinión de Alsina, Hugo, Tratado teórico práctico de derecho procesal civil y comercial, t. 5, Buenos Aires,
1962, p. 64, y Molinario, Alberto D., “El embargo es trámite esencial en el cumplimiento de la sentencia de
trance y remate, aun cuando se trate de un juicio ejecutivo en el que se persigue la realización de un crédito
garantizado con hipoteca”, Jurisprudencia Argentina, t. 1957-II, p. 277]). No obstante esta premisa, en el desarro
llo de sus ideas, las autoras citadas se acercan a la posición mayoritaria, inclinándose por una indisponibili
dad relativa que acarrea no la nulidad sino la inoponibilidad del contrato. Así ocurrió también en el fallo CSJN,
“Bodega del Estado de San Juan en Ares (José) c. Provincia de San Juan” (Jurisprudencia Argentina, t. 46, 1934,
p. 454).
10. Art. 1174 CCIV: “Pueden ser objeto de los contratos las cosas litigiosas, las dadas en prenda o en anticresis,
hipotecadas o embargadas, salvo el deber de satisfacer el perjuicio que del contrato resultare a terceros”. Art. 1179
CCIV: “Incurre también en delito de estelionato y será responsable de todas las pérdidas e intereses quien contratare
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de mala fe sobre cosas litigiosas, pignoradas, hipotecadas o embargadas, como si estuviesen libres, siempre que la
otra parte hubiere aceptado la promesa de buena fe”.
11. Ver Andorno, Luis O., “Quantum de la deuda que asume el adquirente de un inmueble embargado”, en
Jurisprudencia Argentina, Buenos Aires, LexisNexis, t. 2001-IV, p. 104; Dodda, Zulma, “Hipoteca y Embargo. Su
Registración”, en Revista Notarial, La Plata, Colegio de Escribanos de la Provincia de Buenos Aires, Nº 972, 2012,
pp. 664 y ss. [N. del E.: ver aquí; fuente: Revista Notarial; última consulta: 23/1/2020]; Eisner, Isidoro, ob. cit.
(cfr. nota 6), p. 964; Spota, Alberto G., “Efectos del embargo frente el tercer adquirente de la cosa embargada”, en
Jurisprudencia Argentina, Buenos Aires, Jurisprudencia Argentina, t. 1956-II, p. 110; Lafaille, Héctor, Derecho
civil. Contratos, t. 1, Buenos Aires, La Ley-Ediar, 2009 (2ª ed. act. y ampl. por Alberto J. Bueres, Jorge A. Mayo y
otros), §183, p. 329.
En la jurisprudencia, asimismo, se ha sostenido la inoponibilidad en los siguientes fallos (entre otros): Ju
risprudencia Argentina, t. 1945-III, p. 904; t. 106, p. 1962; t. 46, p. 453; La Ley, t. 84, p. 51; La Ley Cuyo, t. 2007,
p. 195. También se sostuvo la posibilidad de “efectuar válidamente la enajenación de un inmueble embargado e
inscribirlo en el registro respectivo” en la IX Jornada Notarial Argentina (Salta, 1962), por unanimidad [N. del
E.: ver aquí {p. 55}; fuente: CFNA; última consulta: 23/1/2020], y en la IV Reunión Jurídico Notarial de Santa Fe
(Santa Fe, 1971).
12. Ver Acquarone, María T., Cosola, Sebastián J. y Roca, Ricardo, (comentario al art. 1009), en Clusellas, G.
(coord.), Código Civil y Comercial de la Nación comentado, anotado y concordado. Modelos de redacción sugeridos,
t. 3, Buenos Aires, Astrea-FEN, 2015, p. 751; Ariza, Ariel, (comentario al art. 1009), en Lorenzetti, R. L. (dir.),
Código Civil y Comercial comentado, t. 5, Buenos Aires, Rubinzal-Culzoni, 2015, p. 734.
13. Nuta, Ana R., Prósperi, Fernando F. y Rotondaro, Domingo N., Medidas cautelares y bloqueo registral,
Buenos Aires, La Rocca, 2001, p. 41.
Situación jurídica del adquirente de inmueble embargado Doctrina 79
monto, no surgirían las dudas que constituyen la cuestión central de nuestro estudio,
referida a la extensión de la suma por la cual debe responder el adquirente.
Finalmente, las disquisiciones a desarrollar a continuación solo tienen razón de ser
cuando el tercero adquirente de la cosa embargada no asume la deuda, pues en caso de
así hacerlo, no existirían dudas en cuanto a que, habiéndose voluntariamente emplazado
en la relación obligacional de fondo, no podría pretender liberarse sin efectuar el pago
íntegro al acreedor.
14. Sin perjuicio de recurrir a otras fuentes, en los mentados fallos se resumen los argumentos sostenidos por
la doctrina y la jurisprudencia. En consecuencia, en la exposición de este capítulo, cuando no se cite autor o
jurisprudencia específicos, debe entenderse que se están desarrollando las consideraciones emergentes de aquellos
plenarios.
15. CNCom., en pleno, 10/10/1983, “Banco de Italia y Río de la Plata c/ Corbeira Rey, Teresa” (La Ley, t. 1983-D,
p. 476, cita online AR/JUR/675/1983 [N. del E.: ver aquí; fuente: SAIJ; última consulta: 23/1/2020]).
16. CNCiv., en pleno, 23/8/2001, “Czertok, Oscar y otro c/ Asistencia Médica Personalizada SA y otro” (La Ley,
t. 2001-E, p. 655; Jurisprudencia Argentina, t. 2001-IV; Doctrina Judicial, t. 2001-3; El Derecho, t. 194 [N. del E.: ver
aquí; fuente: SAIJ; última consulta: 23/1/2020]).
80 Revista del Notariado 936 Pedro F. Sáenz
Uno de los razonamientos seguidos por la mayoría del plenario comercial radica
en advertir que, conforme al artículo 22 de la Ley Nacional 17801,
La plenitud, limitación o restricción de los derechos inscriptos y la libertad de disposición,
solo puede acreditarse con relación a terceros por las certificaciones a que se refieren los
artículos siguientes.
Este, que es un principio básico del sistema registral –no solo inmobiliario–, no puede
llevar sino a concluir que no es posible endilgarle al adquirente una obligación mayor
al monto publicitado, pues, de lo contrario, se consagraría la oponibilidad o eficacia de
situaciones no publicitadas o gravámenes ocultos, contrariando las normas del derecho
de fondo. En efecto, la expectativa del embargante no puede ser otra que la cuantía fi
jada por la inscripción de la medida, toda vez que el ordenamiento jurídico establece
que las adquisiciones o modificaciones de los derechos reales no pueden ser opuestas
a terceros si no cuentan con la publicidad suficiente. En el caso de los embargos sobre
cosas registrables, esa suficiencia en la publicidad estará dada inexorablemente por la
información emergente del pertinente asiento registral.
Se ha considerado contrario a derecho pretender imponerle al adquirente la
obligación de acudir al expediente judicial donde se dispuso la medida para imponerse
de la real extensión de la obligación en cuestión, por ir ello contra el espíritu y la razón
de ser del sistema registral inmobiliario. Así, pues, se ha manifestado:
Y los terceros, para cumplir con la diligencia debida a los efectos de conocer los embargos
que afecten un inmueble, sólo están obligados a consultar las constancias que surjan de los
respectivos Registros; no parece razonable obligarlos a inmiscuirse en el juicio principal
para conocer el estado y alcance de la deuda que garantiza la medida, siendo que muchas
veces se trata de algún complejo (sic), y sobre todo, cuyo tenor definitivo no puede saberse
hasta que existe sentencia definitiva y firme en todos sus aspectos y cuestiones. 17
Si el comprador de una cosa embargada no pudiera confiar en la publicidad registral,
quedando expuesto a “sorpresas” emergentes eventualmente del expediente en el que se
decretó la medida cautelar, se estaría obstaculizando el tráfico jurídico, pues no podría
el adquirente saber con certeza, al momento de concretar el negocio jurídico, el monto
al que ascendería el precio total de la cosa objeto de adquisición porque su esfuerzo
patrimonial (contraprestación) no sería definitivo sino hasta lograr la liquidación final
del crédito judicializado y sus accesorios. Es por ello que se ha afirmado:
Desde esta perspectiva, entonces, resulta inasequible interpretar que la adquisición de un
bien embargado incluya al redimensionamiento del crédito con posterioridad a la venta,
pues ello importa la obstrucción al derecho de comprar ejercido honestamente y, de alguna
manera, discrimina al derecho del adquirente, al prejuzgar su mala fe sin elementos aptos
siquiera para presumirla. Así las cosas, pensamos, y con nosotros gran parte de la doctrina
y jurisprudencia […] que la hermenéutica más acertada es la que promueve la circulación
de riqueza, teniendo en cuenta que su fluencia dinámica constituye la esencia de la vida
comercial y la base del progreso. 18
17. Voto del Dr. Roberto G. Loutayf Ranea, por la mayoría, en C. Civ. y Com. de Salta, en pleno, 31/3/1997,
“Banco Provincial de Salta c/ Ledesma Carlos A. y Ledesma Luis Darío - Preparación vía ejecutiva y emb. prev.”
(Expte. 3007/94) [N. del E.: ver completo aquí; fuente: Poder Judicial Salta; última consulta: 23/1/2020].
18. STJ de Córdoba, Sala Civil y Comercial, 2001, auto interlocutorio N° 319, “Fisco de la Provincia de Córdoba
SA - Apremio - Recurso de Casación”; citado por Ahumada, Daniel E., “Oponibilidad del embargo frente a
Situación jurídica del adquirente de inmueble embargado Doctrina 81
los adquirentes de inmuebles”, Revista Notarial, Córdoba, Colegio de Escribanos de la Provincia de Córdoba,
Nº 83-84, 2004, p. 190 [N. del E.: ver aquí; fuente: Revista Notarial; última consulta: 24/1/2020]. Según surge de
la recapitulación de fallos en la jurisprudencia del Superior Tribunal y de las Cámaras de la Provincia de Córdoba
hecha por el autor, el criterio prevaleciente hasta esa fecha coincide con lo resuelto en el plenario comercial (cfr.
nota 15). No obstante, como veremos más adelante, advertimos un cambio de criterio en la actualidad, al menos
por parte de la Sala Laboral.
19. Voto de la minoría, en forma impersonal, en el plenario civil mencionado (cfr. nota 16).
20. STJ de Córdoba, Sala Civil y Comercial, 2001, auto interlocutorio N° 97, 29/2/1996, “Cuerpo de ejecución en
Cuello Inés Edit c/ Oscar Moisés - Ejecutivo - Recurso Directo - Hoy Recurso de Ejecución”; citado por Ahumada,
Daniel E., ob. cit. (cfr. nota 18), p. 188.
21. Voto de la minoría, en forma impersonal, en el plenario civil mencionado (cfr. nota 16). En igual sentido, se
ha sostenido que ello implicaría quebrar el principio de instancia y premiar la negligencia, en perjuicio de terceros
(Nuta, Ana R., Prósperi, Fernando F. y Rotondaro, Domingo N., ob. cit. [cfr. nota 13], p. 62).
22. Cfr. nota 15.
82 Revista del Notariado 936 Pedro F. Sáenz
23. Ibídem. Varios autores han visto en el embargo una figura asimilable a un derecho real, así pues: Segovia,
Lisandro, El Código Civil de la República Argentina (copia de la edición oficial íntegra) con su explicación y crítica
bajo la forma de notas, t. 2, Buenos Aires, La Facultad, 1933, p. 347 (citado por Highton, Elena I. y Nabar, María
J., ob. cit. [cfr. nota 9], p. 1196); Guasp Delgado, Jaime, Derecho procesal civil, Madrid, Instituto de Estudios
políticos (citado por Ferrari Ceretti, Francisco, “Venta de bienes embargados”, en Jurisprudencia Argentina,
t. 1973, p. 60). En sentido concordante, se ha sostenido: “podríamos hallarnos en presencia de un instituto del
derecho procesal configurado a la manera de los derechos reales” (Gatti, Edmundo, Teoría general de los derechos
reales, p. 159 [citado por Highton, Elena I. y Nabar, María J., ob. cit. {cfr. nota 9}, p. 1196); Alterini, María E.,
“El embargo como derecho real procesal”, en El Derecho, Buenos Aires, UCA, 4/2/2005 (consultado en Revista del
Notariado, Buenos Aires, Colegio de Escribanos de la Ciudad de Buenos Aires, Nº 879).
Por mi parte, considero que el embargo no es un derecho real, en virtud de los siguientes fundamentos. En primer
lugar, no está incluido dentro de la nómina del artículo 1887 CCCN ni en ninguna otra normativa de fondo. En
segundo lugar, en materia de derechos reales de garantía (figura a la cual se pretende asimilarlo), rige para su
constitución el principio de convencionalidad (art. 2185 CCCN) (Highton, Elena I. y Nabar, María J., ob. cit. [cfr.
nota 9], p. 1197). En tercer lugar, el supuesto ius preferendi atribuido al embargo no es más que la consecuencia
acordada por el principio de prioridad registral (art. 19 y cc. Ley 17801; art. 745 CCCN; art. 218 CPCCN). “El
embargo no engendra privilegio a favor del embargante […] El embargo determina a favor del acreedor una
preferencia para cobrarse antes que los demás acreedores, sobre el producto de la cosa y esta preferencia no cede
sino ante los privilegios especiales que pudieran tener sobre el bien, salvo concurso civil o quiebra del deudor”
(Alsina Atienza, Dalmiro A., “Condiciones y efectos jurídicos de la disposición de bienes embargados”, en
Jurisprudencia Argentina, t. 1933, p. 212). Finalmente, el ius persequendi no es tal sino el efecto de la afectación
o ligazón que el embargo ha establecido entre la cosa embargada y las resultas del proceso en que se dispuso la
medida, lo que se traduce en la inoponibilidad del acto de enajenación respecto del embargante.
24. Eisner, Isidoro, ob. cit. (cfr. nota 6).
Situación jurídica del adquirente de inmueble embargado Doctrina 83
25. “Por las razones expuestas y las que resultan de la naturaleza del embargo, que constituye un instituto de
derecho público que interfiere en la circulación de los bienes para dar eficacia a los pronunciamiento del órgano
jurisdiccional, pensamos que si bien el embargo inmobiliario es ordenado para amparar ciertos créditos, la
determinación de su montante al tiempo de la traba y su anotación mediante el pertinente asiento en el folio del
inmueble, lejos de fijar en dicho importe el máximo de la responsabilidad pecuniaria a que queda sometido el
inmueble embargado, significa que la medida cautelar ha sido dictada en amparo de un crédito pecuniario, cuyo
importe definitivo resultará de la liquidación que oportunamente se practique en forma previa a su levantamiento
toda vez que el monto que recogió el asiento registral no constituye sino un mero indicio del alcance del crédito al
tiempo del dictado de la medida cautelar” (Adrogué, Manuel I. y Amuy, Juan C., “La proyección del embargo en el
tráfico jurídico inmobiliario”, en Revista del Notariado, Buenos Aires, Colegio de Escribanos de la Ciudad de Buenos
Aires, Nº 795, 1984, p. 669). Profundizando este razonamiento, se ha llegado a considerar que es conveniente
que no se anoten los embargos a los fines de inseguridad en cuanto a la oponibilidad con relación a los terceros
adquirentes (Dodda, Zulma, ob. cit. [cfr. nota 11], p. 665).
En posición contraria, se ha entendido que el monto es un elemento esencial del embargo pues es la única forma de
establecer a ciencia cierta la preferencia otorgada entre los sucesivos embargos que recaen sobre una misma cosa
(Nuta, Ana R., Prósperi, Fernando F. y Rotondaro, Domingo N., ob. cit. [cfr. nota 13], p. 57).
26. Cabe preguntarse: “¿Y por qué, una circunstancia que es totalmente ajena a su voluntad [del acreedor
embargante] habría de privarlo de la preferencia bien ganada beneficiando, sea a los acreedores posteriores, sea al
deudor y facilitando el fraude?” (Alsina Atienza, Dalmiro A., ob. cit. [cfr. nota 23], p. 214).
27. Highton, Elena I. y Nabar, María J., ob. cit. (cfr. nota 9), p. 1203.
Ver también CNCiv., Sala B, 16/12/2016, “Rojas, Jorge Armando c/ Koltai, Tomás s/ medidas precautorias” (La Ley,
t. 2017-B, p. 249, cita online AR/JUR/83013/2016).
28. Ferrari Ceretti, Francisco, ob. cit. (cfr. nota 23), p. 64.
No debemos olvidar, por otro lado, las enseñanzas de Von Ihering en cuanto a que, detrás de las acciones que
ejercen los individuos en defensa de sus intereses particulares, subyace la consecución de la justicia como valor
84 Revista del Notariado 936 Pedro F. Sáenz
También se ha echado mano oportunamente al texto del artículo 218 CPCCN, según el
cual:
Si bien el artículo se refiere a la prioridad entre embargantes, parece claro que el primer
embargante tiene derecho a cobrar íntegramente su crédito, intereses y costas y no solo
el monto inscripto. 30 Ante el artículo 745 CCCN, que replica la norma de forma arriba
transcripta, algunos autores han visto ratificado aquel argumento, considerando zanjada
la cuestión en favor de la tesis amplia. 31
Finalmente, otro de los argumentos esgrimidos por quienes adhieren a esta
posición –probablemente, el más convincente– se funda en el concepto de buena fe del
adquirente. En este sentido, aclaran que para que la misma se configure no puede bastar
el mero acceso a las constancias registrales. Una actitud pasiva es incompatible con el
concepto de buena fe en nuestro derecho. Así, pues, Dodda sostuvo:
ideal (Von Ihering, Rudolph, La lucha por el derecho, Madrid, Imprenta de J. M. Pérez, 1881 [traducción de Adolfo
Posada y Biesca]).
29. Dodda, Zulma, ob. cit. (cfr. nota 11), p. 664 (donde se cita a Vegas Torres, Jaime, El reembargo, Madrid,
Cuadernos de Derecho Registral, 2004, p. 134). La autora aclara, en párrafo siguiente, diciendo: “Mencionamos la
doctrina española porque, si en un país donde rige la fe pública registral, donde lo publicitado es lo único oponible
a los terceros, se concluye que adquirentes y acreedores responden por el total de la deuda, con más fundamento
aún debe aplicarse este criterio en nuestro país, donde –como ya dijimos– conviven distintas formas de publicidad”
(ibídem). Por su parte, Roca Sastre y Roca Sastre Muncunill ratifican ese criterio (ver Adrogué, Manuel I. y Amuy,
Juan C., ob. cit. [cfr. nota 25], p. 673, al pie Nº 38).
30. Cossari, Nelson G. A., ob. cit. (cfr. nota 5); Adrogué, Manuel I. y Amuy, Juan C., ob. cit. (cfr. nota 25), p. 673
(al pie Nº 37).
31. Ver Zalazar, Claudia E., “Las medidas cautelares y el nuevo Código Civil y Comercial de la Nación”, en La
Ley Cuyo, Buenos Aires, La Ley, 2015 (septiembre), cita online AR/DOC/2979/2015; Badrán, Juan P., “El incidente
de levantamiento de embargo frente al art. 745 del Código Civil y Comercial de la Nación” [online], en Revista
Argentina de Derecho Civil, Buenos Aires, IJEditores, Nº 2 (8/8/2018), cita online IJ-DXXXVII-412 (allí se cita el
fallo STJ de Córdoba, Sala Laboral, 18/12/2017, “Cuerpo de cancelación de embargo iniciado por María E. Boue en
autos: ‘Barrera, Claudia Marcela c/ Editorial R.Q. SRL y otros, Ordinario, Despido”). No obstante, cierta doctrina
considera que la norma debe ser interpretada siempre poniendo como tope el monto de los respectivos embargos
a la hora de establecer la prioridad (Nuta, Ana R., Prósperi, Fernando F. y Rotondaro, Domingo N., ob. cit.
[cfr. nota 13], p. 61; Arazi, Roland y Rojas, Jorge A., (comentario al art. 218), en ob. cit. (cfr. nota 2), t. 1, p. 1052;
Kemelmajer de Carlucci, Aída y Puerta de Chacón, Alicia, “El embargo anotado el en registro inmobiliario
y la venta o la subasta judicial de la cosa”, en Idearium. Revista de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la
Universidad de Mendoza, Mendoza, Universidad Nacional de Mendoza, Nº 10/12, 1984-1986, p. 150 [N. del E.: ver
aquí; fuente: Idearium; última consulta: 24/1/2020]).
Situación jurídica del adquirente de inmueble embargado Doctrina 85
El tercero interesado es de mala fe no sólo cuando conoce la situación jurídica que quiere
oponérsele, sino además cuando con una razonable diligencia hubiera podido conocerla.
Como dice el proyecto del Código Civil del año 1998, en su art. 1843, no pueden invocar la
falta de publicidad quienes conocían o hubieran de haber conocido la respectiva situación
jurídica. 32
3.3. Mi opinión
32. Dodda, Zulma, ob. cit. (cfr. nota 11), p. 666. Es dable destacar que el art. 1843 del proyecto citado por la
autora es el actual art. 1893 CCCN [N. del E.: ver proyecto de 1998 aquí; fuente: Universidad de Salamanca; última
consulta: 24/1/2020].
33. Highton, Elena I. y Nabar, María J., ob. cit. (cfr. nota 9), p. 1197.
En sentido concordante, reciente jurisprudencia ha sostenido: “La intención del legislador fue que la eficacia del
embargo subsista hasta la total cancelación del crédito que lo motivó con más sus accesorios e, incluso, las costas del
juicio, sin condicionar tal subsistencia al eventual monto que pudo haber sido informado al registro respectivo en la
oportunidad de la solicitud de la anotación de la medida, el cual posee una finalidad informativa para los terceros
quienes, en todo caso, podrán tomar vista de las actuaciones judiciales en las que tal medida fue dispuesta para
estimar el monto total de la deuda comprendida en dicho embargo (arts. 213 y 218 del CPCCN)” (CNTrab., Sala X,
31/8/2013, “Páez, Andrés Antonio c/ Sinkevicius Laimutis s/ despido” [Expte. Nº 46.367/2010, sent. int. Nº 20.257]).
34. Considero que la tesis restrictiva encuentra su causa en un abordaje aislado de la cuestión, ya que centra sus
reflexiones en principios estrictamente registrales (en especial, la regla consagrada en el art. 22 Ley 17801), lo que,
a mi entender, resulta una hermenéutica cuestionable –conforme se explicará–. Tampoco resulta convincente
la pretendida aplicación analógica de las normas hipotecarias, ya que el tercero adquirente del bien gravado no
necesariamente limita su responsabilidad al monto del gravamen porque la norma contenida en el art. 2199 CCCN
debe ser interpretada no solo atendiendo al art. 2189 sino también al 2193, ambos del citado cuerpo legal. Es por
ello que se ha dicho: “El poder de agresión del acreedor sobre el objeto gravado puede desplegarse ‘hasta el máximo
del gravamen’. Esta expresión debe matizarse según se trate de un derecho real de garantía de créditos determinados
(‘cerrados’) o bien de créditos indeterminados (‘abiertos’). En el primer caso, la cuantía del gravamen coincide con
el monto del capital del crédito y, por su carácter provisional, luego se propaga de acuerdo al art. 2193. En cambio,
la cuantía del gravamen en los derechos reales de garantía indeterminados (‘abiertos’) se precisa definitivamente”
(Alterini, Jorge H., Alterini, Ignacio E. y Alterini, María E., Tratado de los derechos reales, t. 2, Buenos Aires,
La Ley, 2018, §1861, p. 817). En sentido concordante, a la luz del CCIV, se habían pronunciado Highton, Elena I.
y Nabar, María J., ob. cit. (cfr. nota 9), pp. 1196 y ss.
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35. Highton, Elena I. y Nabar, María J., ob. cit. (cfr. nota 9), p. 1201.
Situación jurídica del adquirente de inmueble embargado Doctrina 87
“[…] Si se adopta una actitud despreocupada e indiferente se desecha la buena fe, pues
la buena fe no puede invocarse por quienes no despliegan todo el cuidado y el esmero
razonablemente necesarios para no quedar supeditados a una realidad registral inexacta.
Para ser de buena fe no hay que conocer ni deber conocer”. 36
Por último, y con apoyo en el concepto de buena fe, creo que la tesis amplia, a la que
adhiero, encuentra también un fundamento axiológico: en el contexto inflacionario que
atraviesa la economía nacional desde hace más de una década, considerar que el tercero
adquirente ha podido razonablemente entender que el monto publicitado al trabar un
embargo –que, conforme al plazo de caducidad previsto en el artículo 37 inciso b) de la
Ley 17801, puede llegar a tener un antigüedad de casi cinco años– refleja íntegramente
el crédito que lo ha motivado es una afirmación que roza los contornos de la burla. 39
36. Cossari, Nelson G. A., (comentario al art. 1893), en Alterini, J. H. (dir. gral.) y Alterini, I. E. (coord.), Código
Civil y Comercial comentado. Tratado exegético, t. 9, Buenos Aires, La Ley-Thomson Reuters, 2016 (2ª ed.), p. 144
(con cita de Alterini, J. H., “La buena fe y la titulación como desmitificadoras de las llamadas legitimación y fe
pública registral”, en La Ley, Buenos Aires, La Ley, 14/9/2006 [t. 2006-E, p. 1126]). Y, ampliando la idea, el autor
agrega: “El cuarto párrafo del art. 1893 del Código Civil y Comercial deja muy clara la necesidad de la buena fe
subjetiva al establecer que ‘No pueden prevalerse de la falta de publicidad quienes participaron en los actos, ni
aquellos que conocían o debían conocer la existencia del título del derecho real’. Es decir, se utiliza la expresión
no conocía o debía conocer y si bien se refiere al título del derecho real, es obvio que muchas veces por el hecho
del ejercicio material del derecho real puede inferirse la existencia del título y una averiguación mayor dará con
él” (ídem, p. 145).
Asimismo, se ha dicho: “No puede admitirse que el adquirente sea de buena fe, tanto si existe prueba directa de su
mala fe, como también si adoptó la actitud cándida de tomar conocimiento de la existencia de un juicio a través
del embargo y, pese a su condición de sucesor, en vez de asumir todas sus consecuencias, se escudó en la frágil
y equívoca apariencia del asiento registral en cuanto al monto de esa medida precautoria” (Alterini, María E.,
ob. cit. [cfr. nota 23], p. 109).
37. Dodda, Zulma, ob. cit. (cfr. nota 11), p. 665.
38. Kemelmajer de Carlucci, Aída y Puerta de Chacón, Alicia, ob. cit. (cfr. nota 31), p. 148.
39. Resulta ilustrativo en este sentido un reciente fallo de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, en el marco
de un reajuste contractual de un contrato de compraventa inmobiliaria, en el cual el tribunal, destacando el agudo
proceso inflacionario, consideró que para la determinación del reajuste equitativo los jueces de la causa no debieron
juzgar la cuestión como si se tratara de “obligaciones dinerarias” sino que debieron darle el trato de las “obligaciones
88 Revista del Notariado 936 Pedro F. Sáenz
Habiendo definido la extensión respecto del quantum de la obligación del tercero ad
quirente de la cosa embargada, corresponde indicar ahora “hasta dónde” puede extender
el acreedor embargante su agresión o, dicho de otro modo, “con qué” responde el
adquirente. En este sentido, la doctrina y la jurisprudencia son pacíficas en cuanto a
limitar la responsabilidad del adquirente a la cosa embargada, no pudiendo el acreedor
embargante pretender avanzar sobre los restantes bienes del adquirente, salvo que este
haya asumido la deuda que motivó el proceso judicial en el que se decretó el embargo.
Son aplicables a nuestra temática lo dispuesto en los artículos 1937 y el 2199
CCCN. Comentando el primer artículo, Cossari ha dicho:
El único detalle que puede agregarse en estos últimos dos supuestos es que salvo que el
adquirente asuma personalmente la deuda en el caso de una hipoteca, o un embargo, su
responsabilidad se limita a la cosa adquirida… 40
Ante ello, resultan de suma importancia las palabras que se emplean en la escritura
pública de adquisición a la hora de indicar el “reconocimiento” del embargo, toda
vez que una manifestación confusa podría acarrear gravísimas consecuencias para el
adquirente. 41 En ese orden de ideas, considero que si la intención del adquirente no es
incorporarse a la relación jurídica obligacional, el notario autorizante del instrumento
debe ser absolutamente cauto en su redacción, utilizando expresiones de las cuales surja
claramente que no es intención del adquirente asumir la deuda. Como contrapartida,
sería conveniente que el asiento registral destinado a publicitar el reconocimiento del
embargo esté confeccionado de manera tal que permita saber si ha habido o no asunción
de deuda. Por último, y en base a lo expuesto, resultan criticables normas como el artícu
de valor”, para restablecer el equilibrio de las prestaciones (CSJN, 19/2/2019, “Di Cunzolo, María Concepción
c/ Robert, Rubén Enrique s/ nulidad de acto jurídico” -516/2016/RH1 [N. del E.: ver aquí; fuente: Secretaría de
Jurisprudencia; última consulta: 11/2/2020]).
Por otra parte, y respecto a embargos en periodos inflacionario, cierta jurisprudencia ha sostenido que si bien
en principio frente a terceros la cuantía (del embargo) no es otra que la que surge registrada y por tal medio
publicada erga omnes, cuando su traba se remonta a períodos inflacionarios el monto nominal inscripto no
debe ser considerado definitivo pues la depreciación monetaria ha de considerarse comprendida en los
daños y perjuicios que resultaren a terceros (CNCiv., Sala I, 11/8/1998, “Richter de Schulze E. c/ López, José
[Jurisprudencia Argentina, t. 2002-II, [índice: pp. 67-68]); citado por Falcón, Enrique M., ob. cit. (cfr. nota 1),
p. 196 (al pie Nº 60).
40. Cossari, Nelson G. A., (comentario al art. 1937), en Alterini, J. H. (dir. gral.) y Alterini, I. E. (coord.), Código
Civil y Comercial comentado. Tratado exegético, t. 9, Buenos Aires, La Ley-Thomson Reuters, 2016 (2ª ed.), p. 347.
En sentido concordante, y al abordarse la responsabilidad del propietario no deudor en materia de hipoteca
(regulada en el citado art. 2199 CCCN), se ha concluido: “Por de pronto, la norma limita el poder de agresión
del acreedor al objeto del derecho real de garantía, pues el “propietario no deudor” no integra la relación jurídica
obligacional y, en ese sentido, los restantes bienes que integran su patrimonio no pueden ser atacados” (Alterini,
Jorge H., Alterini, Ignacio E. y Alterini, María E., ob. cit. [cfr. nota 34], p. 817). Conf. Ferrari Ceretti,
Francisco, ob. cit. (cfr. nota 23), p. 65; Highton, Elena I. y Nabar, María J., ob. cit. (cfr. nota 9), p. 1201
41. Son sumamente ilustrativas y pedagógicas las consideraciones hechas al respecto en Nuta, Ana R., Prósperi,
Fernando F. y Rotondaro, Domingo N., ob. cit. (cfr. nota 13), pp. 68 y ss.
Concordantemente, puede citarse la sentencia CNCom., Sala B, 10/3/1986, “Ingeniería Sánchez SA c/ Depe
tro, Salvador A.” (Jurisprudencia Argentina, t. 1986-II, p. 140), en la que se interpretó que la manifestación de
los compradores en el sentido de que “reconocen y toman a su cuenta y cargo” el embargo preventivo informado
constituye una delegación de la deuda.
Situación jurídica del adquirente de inmueble embargado Doctrina 89
5. Conclusiones
7. Bibliografía
42. “El Registro General no inscribirá con carácter definitivo documento alguno en el que se invoque certificación
por la que se haya hecho saber la existencia de algún gravamen o medida cautelar sin que consten cancelados en
el mismo o tomados expresamente a su cargo por el adquirente. Tratándose de inhibiciones no es lícito a estos
efectos que las tomen a su cargo las partes contratantes extrañas a las mismas”. La misma norma fue reproducida
en el art. 1 de la derogada DTR Nº 6-ORPI-2006 del Registro de la Propiedad Inmueble de la Provincia de San Luis.
90 Revista del Notariado 936 Pedro F. Sáenz
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