Nicora - Independencia Vs Accountability
Nicora - Independencia Vs Accountability
Nicora - Independencia Vs Accountability
Accountability:
Dilema de los
Ministerios
Públicos
latinoamericanos
Por Guillermo Nicora
Síntesis
Uno de los problemas de diseño organizacional más conflictivo en los nuevos
Ministerios Públicos latinoamericanos se vincula con la posibilidad de
sincronizar los intereses reales y concretos de la sociedad (el “interés público”
que dice representar), sin perder independencia (esto es, capacidad de resistir
injerencias indebidas de los factores de poder. Los intereses sociales y la
importancia de su registro se vinculan en la primera parte con el problema de
la selectividad regresiva del sistema penal. En la segunda parte, se presentan
algunas características relevadas en cuatro Ministerios Públicos de la región,
relacionadas con este problema. Palabras clave: Ministerio Público,
independencia, accountability, selectividad.
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Las campañas de ley y orden que tuvieron su etapa dorada en los ’90, hoy no tienen
tantas facilidades (y por eso necesitan ser más y más virulentas) porque cada día más
ciudadanos advierten que existen millones de compatriotas empujados a la boca de
entrada del sistema penal por su situación de marginación.
1
RIEGO, Cristián, entrevistado por L. Lorenzo en el podcast “CEJA y la actualidad Judicial #2”,
del 19/4/2010, http://www.podcaster.cl/2010/04/ceja-y-la-actualidad-judicial-2/ (visitado el
20/1/11)
2 “Existe una creciente demanda de seguridad. Esta demanda, que muchas veces los medios de
comunicación o las clases dirigentes interpretan como una demanda de violencia, debe ser
interpretada en su punto justo: ella es, antes bien, una de las demandas sociales más genuinas
desde el punto de vista de una sociedad democrática; se trata del reclamo para que se construya
una sociedad sin abuso de poder (…) y todos sabemos que en toda su historia América latina no
ha podido hacerlo” BINDER, Alberto. M., “Reforma de la justicia penal: del programa político al
programa científico”. En Ideas y materiales para la reforma de la justicia penal, Ad-Hoc, Buenos
Aires, 2000, p. 19.
3 “El Ministerio Público es actualmente objeto de una expectativa ciudadana muy importante en
relación con el tema de la seguridad ciudadana (…) Esta demanda ha constituido una de las
principales formas de relación que ha tenido el Ministerio Público con la comunidad en los
distintos países de América Latina. De hecho, a partir de estas demandas, se ha cuestionado
seriamente el trabajo de los Ministerios Públicos, ya que ellos se han mostrado en general
bastante insensibles frente a las mismas. (…) En nuestra opinión, en los tiempos actuales resulta
bastante imperativo que el Ministerio Público asuma algún nivel de responsabilidad frente a los
problemas de seguridad pública. Es posible discutir cuál será el alcance de estas
responsabilidades, pero no parece haber espacio para eludir completamente este desafío.”
(CEJA, Desafíos del Ministerio Público Fiscal en América Latina, Centro de Estudios de Justicia
de las Américas, Santiago de Chile, s/d, ca. 2006, pp. 79-82)
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Las campañas de ley y orden presentan entonces a los derechos individuales, políticos y
sociales como la herramienta de los “enemigos públicos” (“los derechos humanos de los
delincuentes” es una frase enormemente gráfica en este sentido); su abdicación,
entonces, es el necesario tributo a la seguridad4. Hace casi mil años, en Europa, una
lógica similar derivó en la reafirmación del poder feudal, y la posterior concentración de
ese poder en las monarquías.
Es que las agencias estatales a las que compete el control de la criminalidad, aunque
merezcan ser despegadas de la dinámica electoral, no pueden abstraerse de las
condiciones generales en que se desenvuelve la vida social, mucho menos ser
insensibles a los problemas de exclusión. Por el contrario, necesitan un fino registro de
las inquietudes, ambiciones, problemas y carencias de todos los sectores de la sociedad,
para generar una política criminal que sea compatible con la democracia inclusiva.
En las líneas que siguen, procuraremos esbozar algunos problemas que vienen
enfrentando los Ministerios Públicos latinoamericanos en esta línea, y algunos intentos
de solución. Nuestros Ministerios Públicos, por representar el interés general de la
4 El pensamiento liberal norteamericano ha debido hacerse cada vez más enfático en procura de
resistir este mismo fenómeno, en ese caso vinculado al fervor con el que (sobre todo a partir de los
muy funcionales hechos del 11 de septiembre de 2001) se instaló al terrorismo internacional como
quintaesencia de las amenazas a la seguridad. Podrían seguirse, por ejemplo, las fuertes
intervenciones de Noah CHOMSKY en el debate público estadounidense de la última década, pero
creo que el camino más corto (y sin duda menos académico, pero más efectivo) para relacionar ese
fenómeno con el que aquí tratamos y advertir la matriz común, es ver en sucesión las películas
“Bowling for Columbine” y “Fahrenheit 9-11”, ambas del documentalista norteamericano Michael
MOORE.
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sociedad en la región más desigual e injusta del planeta, necesitan, tanto como cualquier
otra agencia estatal, y más aún que sus pares del mundo desarrollado, un diseño
institucional que les facilite ser eficaces y al mismo tiempo, democráticos.
La dominación española instaló el modelo inquisitivo y la justicia del rey como único
sistema de justicia. Adviértase que en el Reino de Castilla (al que se vincularon los
Reinos de Indias) nunca rigió el derecho foral (relativamente más cercano al derecho
germánico), sino las Partidas, los Ordenamientos de Alcalá y Montalvo, y ya instalada la
conquista (1567) la Nueva Recopilación. Por tanto, puede decirse que en el derecho
indiano nunca hubo el menor resabio de formas acusatorias6.
Ese sistema judicial (penal y civil) resistió inmutable a los procesos independentistas, ya
que, pese a que todos éstos fueron influenciados por las ideas de la Revolución
Francesa, las reformas judiciales de ésta ya habían cedido a la restauración napoleónica,
y el sistema mixto había comenzado a regir en Francia dos años antes que los primeros
movimientos emancipadores. Por lo tanto, y aun cuando puede leerse en los textos de
los líderes de la independencia americana, e incluso en algunos textos constitucionales
la clara percepción de que las instituciones jurídicas de la inquisición eran funcionales al
modelo monárquico y contrapuestas a la República, el cambio no fue posible. Como lo
explica BINDER,
5
BINDER, “Reforma…”, cit. nota 2, p. 17 (nota 1)
6 Excepción hecha, claro está, de los pueblos originarios que pudieron conservar sus instituciones
y costumbres judiciales –del todo ajenas a la idea de inquisición, como todos los pueblos antiguos-
en tanto no fueron sometidos; pero en todos los países de la región aún se habla de “justicias
alternativas”, lo que deja claro el lugar subalterno que en general se le confiere a esos sistemas a la
hora de pensar la “cultura jurídica” continental.
7BINDER, Alberto M., “La cultura jurídica, entre la innovación y la tradición”, Política Criminal
Bonaerense, 2, 2007, p. 257-258
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Ello da una pauta de la trascendencia de los cambios, y explica en buena medida el
porqué de las resistencias. Sin embargo, la configuración histórica acaso no puede dar
cuenta bastante de otro fenómeno, que presenta una curiosa y sostenida paradoja.
No creo que sea justo ni apropiado hablar de “neopunitivismo”8, sino que, por el
contrario, el fenómeno demuestra que la impunidad es un mal grave, que atenta contra
la paz social tanto como cualquier otra forma de abuso de poder, y que se trata de un
problema urgente que requiere tanta atención como las afectaciones a las garantías del
individuo en el desarrollo de un proceso penal. También nos dice que la defensa de los
derechos humanos fundamentales no puede hacerse “cortando por lo sano”: antes bien,
cualquier decisión tomada a la ligera produce tantos males como los que dice querer
evitar. La falta de eficacia del sistema penal no es una bendición libertaria, sino un
problema grave, con graves consecuencias.
¿Hemos superado esta falsa antinomia? Creo honestamente que no. En los últimos años
hemos participado de innúmeros procesos que pretendieron (y en general, lograron)
ganar eficacia en la persecución penal no a costa de las garantías, sino simplemente,
eliminando esos agujeros negros que producen el formalismo, la burocratización, la
exasperante pervivencia del expediente y el fenómeno cuasi metafísico de la
imperceptibilidad de la dimensión temporal en la actividad cotidiana de los operadores
del sistema judicial. Sin embargo, en todos esos procesos hemos presenciado acerbas
críticas a la búsqueda de eficiencia, identificándola con todas las formas de perversión.
El tema merece un desarrollo mayor. Pero baste decir aquí que así como los críticos a los
planes de mejoramiento de gestión muchas veces confunden defensa de la libertad con
sabotaje al sistema penal, otras tantas veces los planes se agotan en la superficie, y una
vez que se logra reducir la ineficiencia en la persecución de los casos sencillos, no se
avanza contra la impunidad de los poderosos, dándole cierta razón a los detractores.
Es que en casi toda la región es casi imposible distinguir entre un fiscal y un juez: ambos
provienen no sólo del mismo grupo social, sino que además, se mantienen integrando la
misma “familia judicial” (que muchas veces incluye también a los defensores públicos, lo
que es más grave aún). La indistinción de roles produce un enorme vacío a la hora de la
8PASTOR, Daniel, “La deriva neopunitivista de organismos y activistas como causa del
desprestigio actual de los derechos humanos”. Nueva Doctrina Penal , 2005/A, pp. 73-114.
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toma de decisiones políticas (qué perseguir, qué no perseguir, prioridades, promoción de
alternativas, etc.) y a la hora de dar cuenta a la comunidad del modo en que se defiende
su interés.
Esta última posición es la que genera una de las falsas antinomias de las que suele
hablar Binder: la independencia se interpreta como ausencia de toda obligación de
responder social y políticamente por lo obrado, y cualquier pretensión de pedir
explicaciones es calificado como “indebida intromisión” y “ataque a la independencia”
del Ministerio Público.
9 Pero ni siquiera nos hacemos cargo a fondo, y confundimos “independencia del juez” con
“independencia del poder judicial”. En realidad, el juez independiente es una rareza en nuestros
países. Por lo general, el juez es terriblemente dependiente de su tribunal superior (y éste del
suyo), hasta llegar a la cabeza de la pirámide judicial, donde generalmente predominan criterios
más bien políticos de designación, y en casi todos lados, se juega el juego de la política estatal y
partidaria. Así, si el gobernante de turno anhela controlar a la Justicia, le basta con tener cierto
poder (de imposición, o de negociación) sobre un pequeño número de personas (los jueces
supremos) y estos se encargarán de disciplinar al resto. Un poder judicial piramidal es la negación
rotunda de la imparcialidad.
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profesional y declaración de derechos y deberes fundamentales de los fiscales” que los
fiscales deben “desempeñar sus funciones de manera imparcial” (1.3.a), desmintiendo
así el carácter de parte que necesariamente desempeña el fiscal10.
Lo cierto es que mientras las normas pongan a los fiscales (y no a la policía) en el rol de
dirección de las investigaciones, y faculten a los fiscales (y no a la policía) a decidir qué y
cómo perseguir, es imprescindible que esta conducción de la persecución penal tenga
algún tipo de anclaje en la real y concreta voluntad popular. Lo contrario es,
indefectiblemente, una postura oligárquica: los fiscales saben (o deberían saber) qué le
conviene a la gente, sin necesidad de pedirle opinión a esa misma gente antes ni
después de decidir por ellos. ¿Inspiración divina?
Cuando la sociedad pretende indagar sobre qué se decide y por qué, y especialmente
cuando se le cuestiona al Ministerio Público lo que hace o deja de hacer, la respuesta
institucional es diametralmente opuesta a la esperable por una agencia estatal de una
república: en lugar de abrir el juego y la discusión, en procura del favor público, las
fiscalías tienden a abroquelarse, a taparse los oídos y a afirmar quejosamente que “la
gente no entiende nada”.
Es muy ilustrativo de este problema, otra vez, ver cómo aborda el punto la IAP, que
afirma en sus “Standards” que los fiscales deberán “permanecer ajenos a los intereses
individuales o sectoriales, como a las presiones del público o de los medios, y sólo
deberán tener en cuenta el interés público” ¿Cómo se supone que se compone el
“interés público” en una democracia, si no es como resultante de todos los intereses
individuales y sectoriales, armonizados por las reglas del consenso, y plasmados en las
decisiones normativas? ¿Existen acaso intereses superiores a los del conjunto de
personas que componen una comunidad? A mi modo de ver, toda apelación al “bien
común” y a otros intereses trascendentes al ser humano concreto, se acerca demasiado
al “sano sentimiento del pueblo” que invocaba el Código Penal nazi para exterminar a
una parte de ese pueblo. Siempre parece haber “alguien” capaz de decir lo que la gente
necesita, por encima de esa misma gente. Nada más lejos de una democracia.
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1.5. Reacción pendular: fiscales funcionales al poder
En este punto, aparece otro tipo de soluciones, tan peligrosa como el elitismo que acabo
de criticar: Ministerios Públicos perfectamente conciliados con la voluntad popular que
expresa el gobierno.
La misma reflexión política cabe hoy para el Ministerio Público: no es posible hoy pensar
en que la elección popular de Fiscales cierre la brecha señalada en el apartado anterior
entre el interés genuino de la comunidad y las decisiones de política criminal. Fiscales
acompasados con el gobierno en turno, no brindan ninguna seguridad para las libertades
públicas y para el predominio del interés general11. Por el contrario, si a los poderes
fácticos virtualmente incontrolados de la policía12, se suma el compromiso gubernativo
de los fiscales, la suerte de las libertades públicas estará sellada.
11 La historia argentina reciente muestra cómo en los años del terrorismo de Estado, se designaron
fiscales cuya tarea principal era la de asegurar el cierre casi inmediato de las investigaciones por
los crímenes políticos de los grupos paraestatales.
12
Debe tenerse en cuenta, no obstante, que las policías de muchos países de América no son
estrictamente “esbirros del gobierno”: por una compleja historia de desaciertos, las policías se han
autonomizado, y sólo son funcionales al gobierno (que en realidad no domina a la policía) por vía
de lo que Binder llama el “doble pacto”: por un lado la policía mantener la paz pública a condición
de que el gobierno no interfiera en el modo en que esto se logra, y por el otro, las cúpulas
policiales pactan con las cúpulas criminales mantener los negocios sucios por debajo del umbral
del escándalo público, a cambio de una participación que le permite sostener esta estructura de
poder paralelo.
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Por razones de espacio, en algunos tópicos se profundizará más que en otros, y en
ningún caso se pretende agotar el tema, sólo poner a la vista los que considero rasgos
salientes, como orientación para posteriores investigaciones.
Del mismo modo, y por las limitaciones propias de este trabajo, que es sólo la
insinuación de una futura y necesaria investigación que abarque toda la región, se ha
puesto énfasis en la comparación de cuatro sistemas, cuya elección respondió a la
disponibilidad de información del autor más que a ninguna otra razón: tres ministerios
públicos de Argentina (el federal, el de la provincia de Buenos Aires y el proyectado para
la provincia de Santa Fe13) y el de Chile. Los datos fueron obtenidos de las leyes
orgánicas, de los sitios oficiales, de fuentes propias, y especialmente de una excelente
investigación14 que, desde otra perspectiva, notable profusión de datos empíricos y alto
nivel de análisis, aborda buena parte de los problemas que se tratan aquí.
En la tabla anexa que se presenta al final de este trabajo podrá consultarse una sinopsis
de los aspectos que se desarrollan a continuación.
Dentro del Poder Judicial, pueden verse situaciones bien diversas en materia de
autonomía. En la mayoría de estos modelos, el ministerio público está encabezado por
un “Procurador General” que la Constitución pone dentro de la Corte Suprema (o similar),
13
Al momento de redactarse este artículo, la provincia de Santa Fe está en pleno inicio de la
reforma: ha sancionado un Código Procesal acusatorio que reemplaza al procedimiento inquisitivo
escrito y las leyes orgánicas para los nuevos tribunales penales, ministerio fiscal y sistema de
defensa pública, pero salvo para situaciones puntuales, no han entrado en vigencia aún ni se han
cubierto los nuevos cargos creados.
14GORANSKY, Mirna, Hacia un Ministerio Público eficaz, eficiente y democrático, Ed. Del Puerto,
Buenos Aires, 2008.
15
En cierta forma podría decirse que el Ministerio Público canadiense tiene una ubicación distinta,
ya que su jefe político, el Attorney General, es un miembro del gabinete y como tal, pertenece al
Parlamento. Pero en una monarquía parlamentaria como la de Canadá no son aplicables categorías
republicanas tales como la división de poderes.
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como un miembro más. En la mayoría de estos modelos, para peor, el mismo Procurador
es a la vez el jefe de los fiscales y los defensores oficiales. Esto explica buena parte de
las confusiones de rol y la pertenencia a una “familia judicial” antes mencionadas.
La provincia de Buenos Aires es un ejemplo de esto, aunque desde hace más de diez
años se ha establecido una política de relativa autonomía interna: si bien el presupuesto
judicial es único, las partidas pertenecientes al Ministerio Público son administradas por
la Procuración, y la Corte no interviene sino a la hora de pedir al gobierno el presupuesto
anual. De todas formas, la autonomía es relativa: el personal del Ministerio Público y el
de los tribunales comparten un mismo estatuto y reglamento, un mismo escalafón y un
mismo sindicato, aunque formalmente la Procuración suele dictar normas propias de
adhesión a las modificaciones de la Corte, o bien se adoptan resoluciones “conjuntas” de
la Corte y la procuración (no olvidemos que el Procurador “integra” la Corte)
Digamos por último que tanto el Ministerio Público Fiscal de la jurisdicción federal
argentina, y el Ministerio Público de Chile son claramente órganos extra poder, que no se
encuentran dentro del poder judicial ni el ejecutivo. A primera vista, esta ubicación
parece la más favorable para la autonomía, aunque por varias razones que veremos más
adelante, esto no es automático: hay ciertos grados de autonomía posibles sin ubicación
extra poder, y hay ciertas afectaciones a la autonomía que no se evitan por no depender
orgánicamente del ejecutivo o el judicial.
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2.1.2.1. Designación
Los procesos de designación de la persona a cargo de la conducción del Ministerio
público (que suelen presentarse como uno de los primeros resguardos para la autonomía
institucional) podría decirse que siempre presentan una voluntad coadyuvante del Poder
Ejecutivo y el Poder Legislativo. El Ejecutivo dispone de la mayor discrecionalidad (caso
Buenos Aires) o ciertas limitaciones (período de opiniones públicas sobre candidatos,
caso Argentina Federal) o directamente una selección dentro de un numerus clausus
(terna por concurso administrado por un jurado ad-hoc en Santa Fe, quina por concurso
administrado por la Corte en Chile). En todos los casos analizados, el parlamento
(generalmente el senado donde existe un congreso bicameral) se limita a prestar o negar
el acuerdo a la propuesta unipersonal del Ejecutivo, aunque ello no es un paso menor,
porque suele implicar una importante difusión pública de las virtudes y defectos del
propuesto.
2.1.2.2. Duración
El segundo aspecto a considerar (también gravitante a la hora de la mayor o menor
autonomía, está vinculado con la duración en el cargo del jefe del Ministerio Público. En
ninguno de los casos analizados se trata de un cargo de confianza que pueda ser
removido a voluntad del gobierno. Pero en el plano federal de Argentina y en la provincia
de Buenos Aires, el cargo es vitalicio, mientras que en Santa Fe y Chile tiene un término
limitado (seis y diez años, respectivamente). Suele razonarse que un cargo vitalicio
asegura independencia del gobierno. Yo creo que no es así: en primer término, la gratitud
(o derechamente, compromiso) con el gobernante que designa al funcionario, es difícil de
ignorar. En segundo lugar (y no menos importante) el que ya está en un cargo vitalicio,
tiene mucho más para perder que aquél que conoce de antemano cuándo le toca cesar
(en los dos casos analizados, la reelección inmediata no está permitida), y
consecuentemente crece su vocación por evitar problemas graves (que le pueden
ocasionar una destitución, por más que ésta requiera de ciertas condiciones o mayorías
parlamentarias especiales). No parece que el carácter vitalicio (tan repulsivo a la
República) sea una garantía de no injerencia.
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sobre la función de los fiscales que aprobara el Octavo Congreso de las Naciones Unidas
sobre Prevención del Delito y Tratamiento del Delincuente (La Habana, 1990).
Las diferencias pueden advertirse en que en Chile, todo el proceso de designación (tanto
el concurso como la designación) son internos del Ministerio Público. En cambio, en los
tres ministerios públicos argentinos estudiados, intervienen los poderes Ejecutivo y
Legislativo, desde ternas vinculantes elevadas por el propio Procurador General
(Federal), el Consejo de la Magistratura (Buenos Aires) o un concurso público con un
jurado ad-hoc (Santa Fe). El caso de la provincia de Buenos Aires es significativo, ya que
el mecanismo es idéntico (incluso interviene exactamente el mismo Consejo de la
Magistratura en la conformación de la terna) para la selección de jueces, fiscales y
defensores oficiales, lo que una vez más, ratifica la fuerte cultura de pertenencia a la
“familia judicial”
Del mismo modo, la remoción puede darse por mecanismo de sumario interno (en Chile),
por el mismo Tribunal de Enjuiciamiento de Magistrados que remueve jueces (Buenos
Aires), o por jurados de enjuiciamiento propios del Ministerio Público en el que también
participan los otros poderes (Federal y Santa Fe). En todos los casos, el procedimiento
tiene forma de juicio y se habilita ampliamente el derecho de defensa, ya que las
causales de remoción están taxativamente previstas en la ley.
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determinado, y el Fiscal adjunto debe cumplirlas, bajo la responsabilidad del Regional.
Incluso el propio Fiscal Nacional, que tiene funciones de conducción, puede en casos
excepcionales, tomar a su propio cargo la dirección de la investigación y el ejercicio de la
acción, o bien disponer que un Fiscal Regional la asuma.
En la ley de Santa Fe, en cambio, se ha facultado a los Fiscales regionales para que,
además de las instrucciones generales, pueda impartir instrucciones particulares
vinculantes para el fiscal a cargo del caso, de manera que puede afirmarse que es en
este nivel (el del Fiscal Regional) donde en los hechos estará asentada la potestad
persecutoria o dispositiva de la Fiscalía.
En lo que hace a este trabajo, creemos valioso destacar este punto, ya que el Fiscal
Regional dura seis años en su función y puede ser reelecto, tras un concurso público de
alta exposición, y también debe rendir cuentas anualmente en audiencias públicas. Es
decir, sus decisiones pueden determinar su permanencia en el cargo, y por tanto, existe
un mayor nivel de control social (y menor independencia, claro) que cuando las
decisiones las toman fiscales de carrera con cargos vitalicios.
Es de lamentar que no exista mayor difusión de este tipo de materiales, que darían un
enorme servicio a los procesos de reforma, para facilitar la capacitación de los fiscales y
funcionarios auxiliares, para estandarizar prácticas que en algunos casos (provincia de
Buenos Aires, especialmente) presentan un grado de dispersión tal en cuanto al alcance
de las normas penales y procesales, que en ocasiones cuesta reconocer que se están
observando dos fiscalías de la misma provincia, regidas por las mismas normas.
Es de esperar que en los próximos años, los Ministerios públicos de la región inviertan
recursos humanos y materiales en la generación de documentos y otros mecanismos de
aprovechamiento de experiencias, y de normalización y estandarización de aquello que
realmente valga la pena estandarizar.
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2.2.1. Controles internos
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También tiene función disciplinaria, ya que investiga las denuncias, e incluso actúa como
acusador ante el Tribunal de disciplina.
Como todo lo dicho respecto de Santa Fe, el sistema no ha sido puesto en marcha, por lo
que sólo estamos describiendo los diseños normativos que, aunque interesantes, aún
deben ser vistos en acción antes de formular juicios sobre ellos.
2.2.5.1. Víctimas
El primer control de cada fiscal está a cargo de las víctimas. En la mayoría de los diseños
procesales modernos, ellas cuentan con:
Falta aún desarrollar, no obstante, una estrategia central, que está vinculada con la
capacitación de los fiscales y la cultura organizacional del Ministerio Público: una
correcta percepción de quién es el cliente de los servicios de las Fiscalías, y una
consecuente orientación de los esfuerzos a su satisfacción. Cuando los ministerios
públicos lleguen a desarrollar esos objetivos, habrá un natural y fluido control sobre las
decisiones acusatorias, de la mano de la autorregulación de los fiscales y su aumentada
percepción sobre los deseos de sus clientes, y la mejor forma de satisfacerlos.
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3. Conclusiones
3.1. Los sesgos del Ministerio Público
El Ministerio Público es el último bastión de la selectividad penal. Creo que esto es
evidente; no sé si lo es tanto que de todos los caminos posibles para revertir la
selectividad regresiva, el más promisorio pasa por elevar la conciencia y el compromiso
de los fiscales a este respecto. La batalla contra la inflación legislativa estará perdida
hasta que logremos desarrollar instrumentos contundentes de evaluación de políticas
públicas (con los que poner en evidencia la inutilidad del voluntarismo normativo), y la
corrección de los problemas endémicos de nuestras policías parece una tarea más
inabarcable aún.
La elección directa de las autoridades del Ministerio Público sólo trasladaría los
problemas que tienen nuestros imperfectos sistemas electorales. Sin embargo, no
podemos ignorar que la mayoría de los fiscales de nuestros países provienen del mismo
sector social aventajado del que provienen los jueces y –en cierta medida- buena parte
de las clases dirigentes. No podemos confiar ciegamente en su capacidad de decodificar
las necesidades de los sectores sociales postergados, ni mucho menos, la espontánea
inclusión de los marginados. Una sociedad más humana, más respetuosa de las
oportunidades de cada individuo, requiere una activa política inclusiva en todas las
áreas, especialmente, en la vinculada a la persecución penal.
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Tabla 1. Sinopsis de las leyes orgánicas consultadas
Argentina (Federal) Argentina (Buenos Aires) Argentina (Santa Fe) Chile
Función promueve la actuación de Fiscales, defensores oficiales y ejercicio de la persecución penal pública dirigir en forma
la justicia en defensa de asesores de incapaces (…) en defensa procurando la resolución pacífica de los
la legalidad y de los del interés general de la sociedad y la conflictos penales exclusiva la investigación de los
intereses generales de la vigencia equilibrada de los valores hechos constitutivos de delito (…)
sociedad consagrados en las disposiciones y, en su caso, ejercer la acción
constitucionales y legales penal pública
Ubicación Extrapoder Poder Judicial Integra el Poder Judicial pero tiene Organismo autónomo
autonomía funcional y administrativa y (extrapoder)
autarquía financiera
Presupuesto Pedido del Procurador, Cuenta propia dentro del presupuesto Pedido del Fiscal General, deciden el PE y Pedido del Fiscal Nacional,
deciden el PE y PL general que pide la Corte, deciden PE y PL, más recursos propios deciden el PE y PL
PL
Informe anual sí (se presenta por escrito no Sí, en audiencia pública ante el Parlamento Cuenta Pública anual
obligatorio por no existir la y difusión pública obligatoria
comisión)
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Argentina (Federal) Argentina (Buenos Aires) Argentina (Santa Fe) Chile
Designación Propuesta del PE, previo Propuesta del PE y acuerdo del senado Propuesta del PE desde terna por concurso Propuesta del PE desde quina por
jefe período de opiniones en sesión pública público de oposición y antecedentes, y concurso administrado por la
públicas, y acuerdo del acuerdo de la asamblea legislativa Corte, y acuerdo del Senado
Senado en audiencia
pública
Término del vitalicio (a los 75 años de Vitalicio Seis años, sin reelección inmediata Diez años, sin reelección
mandato edad se renueva acuerdo inmediata
cada 5 años)
Remoción Juicio Político Juicio Político Juicio Político Ante la Corte Suprema
Designación Propuesta del Procurador Propuesta del PE desde terna del Propuesta del PE desde terna por concurso Designa el Fiscal Nacional de una
fiscales desde concurso y acuerdo Consejo de la Magistratura y acuerdo público de oposición y antecedentes, y terna formada por el Fiscal
del Senado del senado en sesión pública acuerdo de la asamblea legislativa Regional tras concurso de
oposición y antecedentes
Órganos no Consejo de Fiscales Generales 1) Junta de Fiscales Regionales: asesora, Consejo General (Fiscal Nacional
consultivos (Procurador + Fiscales Generales) revisa instrucciones del Fiscal General y + Fiscales Regionales): Asesora y
Dictamina s/ asuntos que le somete el participa en su remoción. 2) Consejos opina sobre decisiones político-
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Argentina (Federal) Argentina (Buenos Aires) Argentina (Santa Fe) Chile
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Trabajos citados
ASOCIACIÓN INTERNACIONAL DE FISCALES, “Normas de responsabilidad profesional y declaración
de derechos y deberes fundamentales de los fiscales”, del 23 de abril de 1999. Versión en
castellano en Manual de Derechos Humanos para Fiscales ,2ª ed., Ministerio Público
Fiscal, Buenos Aires, 2009
BINDER, Alberto M., “Reforma de la justicia penal: del programa político al programa científico”.
En Ideas y materiales para la reforma de la justicia penal, Ad-Hoc, Buenos Aires, 2000,
pp. 17-36
--- “La cultura jurídica, entre la innovación y la tradición”, Política Criminal Bonaerense, N° 2,
2007, p. 247-274.
CEJA, Desafíos del Ministerio Público Fiscal en América Latina, Centro de Estudios de Justicia de
las Américas, Santiago de Chile, s/d, ca. 2006
PASTOR, Daniel, “La deriva neopunitivista de organismos y activistas como causa del desprestigio
actual de los derechos humanos”. Nueva Doctrina Penal , 2005/A, pp. 73-114.
RIEGO, Cristián, entrevistado por L. Lorenzo en el podcast “CEJA y la actualidad Judicial #2”,
del 19/4/2010, http://www.podcaster.cl/2010/04/ceja-y-la-actualidad-judicial-2/
(visitado el 20/1/11)
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