Mireya Frédéric Mistral

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MIREYA

POEMA CORONADO POR LA ACADEMIA FRANCESA .


ES PROPIEDAD.
de

MIREYA

POEMA PROVENZAL

DE

FEDERICO MISTRAL

PUESTO EN PROSA ESPAÑOLA


POR

D. CELESTINO BARALLAT Y ALGUERA

Abogado del Iltre. Colegio de Barcelona


y Académico numerario de la Real Academia de Buenas Letras.

ILUSTRADO POR

ENRIQUE SERRA.

Fotograbados de Goupil y al zinc de Verdaguer.

UNIV . OF

BARCELONA.

BIBLIOTECA « ARTE Y LETRAS » .


Administracion : Ausias March , 95.
1882 .
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TIPO-LIT. DE C. VERDAGUER. - BARCELONA.


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Biblioteca
ARENALES
LOS
EN
MIREYA
PRÓLOGO .

IJO de una razada solar » segun la


frase gráfica de un amigo nuestro es
« el po e e
em de Mirey . Y n fecto ,
a
este poema en que se concentra laavida y la belleza
de las comarcas provenzales tiene toda la luz , todo
el colorido de la poesía jónica , madre fecundísima
del ingenio europeo .
Los Orfeonistas de Aviñon entonan la Cancion
del Sol, compuesta en 1861 por Mistral , aplicán-
dole una conocida marcha de Kucken , y este canto ha venido
á ser el himno nacional de los poetas de Provenza , quienes
reconocen de este modo el patronazgo del astro del dia sobre
su inspiracion y sobre su vida entera . « Tus llamas nos vivi-
I
TO VIMU
PRÓLOGO .

fican , dice el himno , y cuando llega el verano , Aviñon , Ni-


mes y Marsella te reciben como un dios . » « ¡ Luzca siempre
tu roja lámpara ! ¡ vence á las sombras y á los males ! » « ¡ Pron-
to , pronto , pronto ! ¡ Haz que podamos verte , sol esplendo-
roso ! »
No es dificil confrontar estas invocaciones con las similares
de la poesía griega en que se considera al altísimo Apolo como
divinidad del bienestar y de la potencia curativa ; y bien se
justifica con este motivo el dictado de Homéride ó discípulo
de Homero que supo aplicarse á sí mismo el autor de Mireya
y que la crítica imparcial le ha reconocido con justicia .
Por su culto poético del Sol la Provenza, como ha indicado
Lentheric , viene á ser una concentracion del Oriente . Lo re-
cuerda ademas por sus inmensos horizontes , por sus vastas
soledades y por su espejismo , no menos que por la belleza
proverbial de las mujeres arlesianas , entre las cuales creen
distinguir algunos claramente el tipo romano y el tipo helé-
nico.
Las investigaciones históricas por otra parte han estable-
cido que esta relacion entre la Provenza y las comarcas de
donde viene la luz del Sol puede considerarse como perma-
nente . Bajo una invasion aryana desaparecen las poblaciones
ligurias del litoral ; los pueblos navegantes, fenicios y griegos ,
colonizan las costas provenzales y aportan á ellas sus costum-
bres, instituciones y cultos ; más tarde á través de la bellísima
leyenda cristiana de las santas Marías entrevemos una nueva
influencia oriental con la cual vinieron tesoros de fe religiosa
y de delicadezas morales. Bien puede gloriarse , pues , la Pro-
venza de su abolengo , y bien pueden elevar sus poetas can-
tares de gratitud celebrando la fuerza animadora á la cual
deben sus hermosos trigos chamorros y su vino real , impe-
rial, pontifical, de Castel Nuevo del Papa .
Ya de antiguo habia sido venerado especialmente el grande
Sol de la Provenza . En 1598 se encontró en la ribera izquier-
da del Ródano , cerca de Arles , un precioso mármol que no
era sino una estatua mutilada de Mithra , el dios del Sol . La
cabeza estaba rota, pero es cosa cierta que tenia forma de leon
y representaba la fuerza solar . El torso estaba rodeado por
una vigorosa serpiente que representaba el zodíaco y tenia
grabadas las constelaciones . Este mármol , que pasó á formar
PRÓLOGO . III

parte del Museo de Arles, indica el arraigo que habia tomado


en Provenza el culto de Mithra importado por los soldados
de Pompeyo en el siglo primero antes de nuestra era. Hoy el
culto religioso vuela más alto : no se detiene en los sacrificios
taurobólicos á Mithra ; pero el culto poético continúa siendo
el mismo en las cercanías de Arles , como era el mismo en la
época de los trovadores y del rey Renato .
Al decir que Mireya es hija de una razada solar se reconoce
pues en este poema la encarnacion viva , genuina , de la be-
llísima Provenza histórica.

Por otro concepto es hijo del Sol el poema de Mireya ,


puesto que los rayos solares hiriendo á la pobre niña en la
frente junto á la salada marisma determinan su muerte en la
capilla de las Santas Marías y con ella el desenlace de la obra .
Nuestro eminente literato don Juan Eugenio Hartzenbusch
no acertaba á darse cuenta del valor poético de este desenlace ,
y decia en tono de extrañeza que el morir de un tabardillo no
le parecia tema á propósito para ocupar á las Musas . En ver-
dad , sin ofender la memoria de tan distinguido hombre de
letras , bien podemos esperar que la época actual más abierta
á la comprension de la belleza popular , mejor dispuesta para
admirar los ideales griegos , no oponga semejante objecion al
precioso canto X y al tiernísimo canto XII de Mireya.
Separándose de modernos convencionalismos de escuela ,
seria preciso olvidar la introduccion de la Ilíada para desen-
tenderse del valor poético que el corazon humano ha sabido
encontrar en todos tiempos en el misterioso dardo Apolíneo
del cual pende con tanta frecuencia la vida de los mortales .
« El hijo de Zeus y de Latona , dice el poema Homérico ,
irritado contra Agamenon hiere el campamento con un con-
tagio cruel y los guerreros perecen . » << Porque el anciano
sacerdote Chryses ha pedido al dios Febo que con sus dardos
castigue al hijo de Dánao . » « Y Apolo ha oido su plegaria ; y
abalanzándose desde la cima del Olimpo , enojado el corazon y
con el arco y la aljaba á las espaldas , aparece pavoroso como
la noche . >» «< Párase lejos de las naves y lanza su primer dar-
do . El arco de plata produce un sonido terrible . Mueren
IV PRÓLOGO.

los animales de carga y los ágiles perros . Dirige el dios su


dardo contra los guerreros y hay necesidad de elevar nume-
rosas piras para consumir los muertos . Durante nueve dias los
dardos de Apolo vuelan sobre el campo . Solo al décimo dia
Hera, la diosa de los blancos brazos , compadecida de los Ar-
givos indica al ligero Aquiles que reuna al pueblo en el agora
para aplacar la cólera del dios potente . »
Los que saben admirar como es justo la elevacion del estilo
Homérico , no solamente dejarán de hacer un reproche á los
pasajes análogos de Mireya, sino que rendirán en tales pasajes
un tributo de respeto al autor que á la distancia de tantos si-
glos , sin menoscabo de la originalidad , ha sabido reproducir
aquella sencillez grandiosa tan impenetrable para los pseudo-
clásicos como para los pseudo - románticos .
El desenlace en el poema de Mireya no proviene de mez-
quinas combinaciones humanas . Los grandes sentimientos ,
los caracteres definidos determinan la accion , pero esta se
decide por las leyes fisicas y morales inaccesibles al poder
humano, y sólo la cadencia religiosa permite al poeta escapar
á la consideracion de la fatalidad buscando un motivo supe-
rior para conservar la serenidad del arte .
Respétese , pues , el dardo mortífero que vibra el cielo sobre
el estanque del Vacares y sobre las dunas de Aguas Muertas, y
reconózcase en él un elemento esencial de nuestra Provenza
poética , tan semejante á la Hélade cuyos ideales por antono-
masia han merecido el nombre de clásicos .

De este modo , no achicando el poema de Mireya , no preten-


diendo reducirle á las proporciones de un cuadro de salon ,
podrá reconocerse la importancia que ha tenido y el sitio ele-
vadísimo que le corresponde en la literatura moderna .
Como todo el arte literario de los provenzales distínguese
el arte de Mistral por su amor á lo concreto y lo caracterís-
tico que avalora estéticamente su estilo . « En tanto que allá
en el Norte la poesía francesa muere agostada por la niebla y
por la sequedad , escribia en 1862 el poeta Juan Brunet , la
poesía provenzal que, gracias al Señor , bebe el agua clara en
la mesa del pueblo , más jóven y más ufana de dia en dia ,
PRÓLOGO .

canta á las orillas del Ródano como una muchacha de quince


abriles .>>
No hay palabra ociosa en la literatura provenzal , ni que
deje de entrañar imágen viva ó fuerza notable de expresion ;
no hay frase que no revele de cerca la intensidad de la con-
cepcion ó del sentimiento ; no hay descripciones que apartán-
dose de toda vaguedad dejen de ser adecuadas á las formas y
al colorido local . Así el poema de Mireya es un repertorio de
la flora, de la fauna , de las costumbres , de los modismos , de
todo lo que constituye la vida de un pueblo trabajador y ar-
tista ; y no deben buscarse en él ciertas elucubraciones abs-
trusas y á menudo falsísimas con las cuales se han deslucido
otras producciones literarias . El arte provenzal se apoya
ciertamente en la ciencia , no rehuye la extension de conoci-
mientos , antes demuestra erudicion verdadera , pero al dar
vida á la composicion se presenta independiente y gallardo y
atento de un modo especial á sus fines peculiares .
Por esto ha podido conquistarse un lugar distinguido , y ha
venido á ser la señera en la obra de restauracion literaria po-
pular que se lleva á cabo en nuestro siglo . Por esto ha venci-
do en cierta manera á las obras literarias como el Hermann y
Dorotea de Goethe , ó como los Mártires de Chateaubriand ,
en las cuales , á despecho del talento de los autores , la vida
real no acertaba á concordarse con el estilo clásico , resultan-
do el conjunto amanerado y frio .

El número de traducciones que se han hecho del poema de


Mireya demuestra el aprecio con que fué recibido en el mun-
do de las letras .
Ademas de la version francesa del autor , existe otra en el
mismo idioma de Hennion y otra de Rigaud .
La señora Dorieux-Brotbeck lo ha traducido en aleman re-
produciendo la estancia mistraliana.
Tres versiones se han hecho en lengua inglesa ; una de
Grant, otra bajo el pseudónimo de Crichton , y otra de Pres-
ton ( la mejor segun Gustavo Dorieux ) dispuesta en sextinas
rimadas.
Francisco Pelayo Briz lo ha traducido en lengua catalana ,
y Mauricio Rivière en dialecto del Delfinado .
VI PRÓLOGO .

Con nuestra version española publicada en 1868 , y descon-


tando la interpretacion del autor , forman un total de nueve
traducciones en que se revela el afan de considerar á esta
obra como clásica.
El compositor Gounod , inspirándose en el libreto de Mi-
reille, contribuyó á popularizar el asunto y á llamar la aten-
cion sobre los paisajes y las costumbres arlesianas .
La Academia francesa que ya en 1864 coronó el poema, dió
un voto autorizadísimo á favor de la literatura meridional que
tan bella y robusta se le presentaba .
Bien puede decirse , pues , de Mireya , lo que decia Agustin
Duran de las obras de Lope de Vega : « El poeta presentó su
obra al pueblo y le dijo : hé aquí tu poema . Y el pueblo ató-
nito y embelesado aceptó el presente del gran poeta , y ciñó
sus sienes con inmarcesible corona de gloria , de gratitud y
respeto, y la fama llevó su nombre á los otros climas. » No
hay peligro de que estas palabras encierren hoy una adula-
cion hacia Federico Mistral , puesto que recibió verdadera-
mente un homenaje popular en el teatro de Nimes , y puesto
que los ensayos literarios para traducir su obra corroboran
el merecido aplauso de sus compatricios .

Las reminiscencias clásicas que intencionalmente se hallan


en el poema de Mireya , revelan la maestría del autor , para
quien es cosa de juego dominar las inspiraciones de diversa
índole y reducirlas al estilo peculiar de su comarca .
A la manera de Píndaro sabe Mistral hacer una digresion
súbita con motivo de un nombre ; y sus digresiones, como en
el arte antiguo , se intercalan directamente y no por palabras
de referencia.
Como en el canto IV de la Odysea se nos presenta el dios
marino Proteo transformándose en leon de largas melenas ,
dragon, leopardo, jabalí, agua y árbol corpulento, así tambien
se nos presentan en el poema de Mireya las transformaciones
de Magali y de su amante perseguidor ( tema conocido en di-
ferentes literaturas populares ) sin que la metamorfosis dañe
aquí poco ni mucho al sentido religioso , cosa que fué siempre
un peligro en las producciones del arte greco-romano .
PRÓLOGO. VII

Como en Virgilio nace el amor de Dido al final del canto


primero de la Eneida , así tambien con el arrobamiento de la
doncella termina el canto primero de nuestro poema. Como
Virgilio nos conduce al antro de la Sibila, así tambien Mistral
nos conduce á la gruta de las Hadas y nos hace trabar cono-
cimiento con la Bruja de Baus que llama á los portales nebu-
losos del porvenir, mientras invoca el sentido íntimo de las
tradiciones populares y fuerza al mal á que engendre el bien
por la virtud de los sortilegios . Como en la Odysea presenta
Menelao á Telémaco uno copa de oro y plata , así tambien el
pastor Hilario presenta á Mireya una copa tallada en boj para
lograr su afecto .
No faltan en nuestro poema recuerdos de Macbeth en el
modo de presentar la escena de la bruja , ni recuerdos del
Sueño de la noche de verano donde figura el Espíritu capri-
choso tan conocido en las comarcas provenzales .
Y si fuéramos á buscar concordancias de mera forma lite-
raria , las encontraríamos ciertamente en todos los grandes
modelos . « Dáme á Cloe por mujer, dice Daphnis , en las Pas-
torales de Longo . Yo sé tañer la zampoña con maestría , po-
dar viñas y plantar árboles . Sé tambien arar la tierra y aven-
tar la mies con el bieldo . » Por igual manera propone Vicente
en el canto VII , su peticion de matrimonio . Tiemblan los
dioses homéricos al fruncir de las cejas de Zeus , y por
igual manera al fruncir de las cejas de San Trofimo cae de
su marmoreo pedestal la Venus de Arles . En las Actas de los
Apóstoles el pueblo toma á san Pablo y á Bernabé como en-
carnaciones de Zeus y Hermes, y por igual manera el pueblo
de Tarascon toma á santa Marta por Diana , ό por Minerva
la casta y la fuerte . « El temor y el espanto se han apoderado
de mí , dice Elifaz en el libro de Job , y todos mis huesos se es-
tremecieron. Y pasando por delante de mí un espíritu , erizá-
ronse los pelos de mi carne . » Y por semejante modo expresan
sus impresiones el Maran y el mayoral Antelmo . «Yo espero
que veré los bienes del Señor en la tierra de los vivientes »> ,
dice el salmo hebreo . Y la bruja de Baus aparece como un
eco de estas palabras entreviendo una tierra nueva y un sol
que alegra y las arriscadoras bailando la farandola ante los
frutos que penden del árbol .
Podríamos prolongar ciertamente estas indicaciones com-
VIII PRÓLOGO.

parativas. Podríamos entrar en el estudio de los elementos


poéticos debidos á la imaginacion popular , relacionando, por
ejemplo , la Lavandera del Vantur con las Lavanderas Ven-
deanas. Podríamos recordar la noche de Walpurgis cuando
se retuercen las encinas al paso furioso del baron Castillon .
Podríamos referir la noche de San Medardo al canto XI de
la Odysea ó al canto VI de la Eneida, y tambien á la Electra
de Sófocles . Podríamos citar bellísimas frases casi reproduci-
das en el poema de Mireya , como por ejemplo : « Que si tú
quisieras sacrificios ciertamente te los ofreciera : mas tú no te
complaces con holocaustos : el espíritu compungido es el sa-
crificio más grato á Dios . » ( Salmo 50. ) O bien : « El divino
Maestro hizo muchas otras cosas , y si se escribiesen el mun-
do no podria contener los libros que habrian de escribirse . »
( San Juan , 21. ) O bien : « Si el grano de trigo no muere cuan-
do se le echa al suelo se queda solo , pero si muere lleva mu-
cho fruto . » ( San Juan , 12. )
Y á la postre de tales comparaciones y de tales estudios
habríamos evidenciado cuán frescas y saludables son las fuen-
tes en que bebió el autor de Mireya , sin que acertásemos á
nuestro entender á calificar de plagio la más mínima de las
aludidas reminiscencias .
Porque Federico Mistral , en efecto , supo tomar de los
grandes modelos la vida , la entonacion , el sentido de la ver-
dad , é inspirándose luego directamente en la naturaleza con-
siguió que apareciese como original , como cosa nuevamente
nacida , áun aquello que para el erudito tiene antecedentes
en la historia literaria.
De ahí que en el prólogo de las Mariposas azules de Wyse
haya podido Mistral aseverar justamente que su arte no per-
tenece á Grecia ni á Roma sino al terruño de su comarca ,
puesto que áun siendo discípulo de Homero ha vivido y sen-
tido ante todo y sobre todo como hijo de Mellana .

Del nombre de Mireio, ¿ qué puede decirse etimológicamente


que satisfaga por completo la curiosidad de los lectores ? A la
verdad , preciso es confesar que el origen de esta palabra no
ha podido fijarse , pero las interpretaciones que ha tenido en
PROLOGO . IX

Provenza concuerdan, como era natural, con el buen sentido


filológico .
Juan Rebul hizo patente la analogía de Mireio con el espe-
jo ( en provenzal mirau) y pronunció este brindis : Béve á Mi-
reio ; lou plus beu mirau ounte la Prouvenço jamai se fugue
miraiado , es decir : Brindo por Mireya , el más claro espejo
que haya tenido la Provenza para mirarse .
Romanil en su poesía á Justina le dice : « Si hay mujeres
adorables vienen de Arles , y por esto te regalé á manera de
ramillete un nombre que significa admirable. Te marchabas ,
Justina , y yo te dije : ¡ Adios ! ¡ adios , Mireio ! ¡ Eres una
Mireio, Justina ! ¡ Pobre de mí que no puedo ser un Vicente
porque llevo cuatro cruces á la espalda ! »
El sentido de cosa admirable parece ser el que más natural-
mente se adapta al nombre de Mireio , y es el que ha prevale-
cido recordando la invocacion Mater admirabilis y tomando
en el órden religioso el significado de María.
Una de las lindas hijas del poeta Romié , de Bellcaire , lleva
el nombre de Mireio , y bien lo enaltece por cierto y lo hace
simpático .
Mistral nos dice que fué su madre quien le enseñó el nom-
bre de Mireio . Durante su adolescencia y mientras seguia sus
estudios en Aviñon , Mistral alimentaba su fantasía y los sen-
timientos de su alma con el recuerdo de la granja donde ha-
bia pasado sus primeros años ; con el recuerdo de la cancion
de Santa Magdalena y otras semejantes encomendadas al ca-
riño de la Musa popular ; con el recuerdo de las operaciones
del labrantío y de las costumbres agrícolas , frugales y vigoro-
sas al mismo tiempo que expansivas ; con el recuerdo de la
fiesta de Navidad , bajo el nombre de Calendo, celebrada en
familia por los cortijeros de Provenza ; con el recuerdo de su
venerable padre que explicaba junto al hogar las guerras en
que habia tomado parte en circunstancias azarosas ; y entre
estos recuerdos se cernia aquel nombre de Mireio , nuevo ,
extraño en cierta manera , que ha venido á ser como el sello
y el emblema de tales impresiones juveniles y que determinó
al par de las mismas la creacion del poema .
El nombre de Mireio constituye pues una herencia materna ,
una joya de engaste que Mistral ha engarzado en la diadema
de su Musa poética.
X PRÓLOGO .

Desde el punto de vista de la literatura catalana Mireya ha


sido un lazo de union y un estímulo poderosísimo en pro del
arte característico y de los sentimientos locales , que bien pue-
den ser intensos sin que lleguen á pecar por exclusivistas.
¡ Cosa notable ! Cuando la escuela catalana y la provenzal se
han dado la mano parece que se ha borrado la frontera entre
ambas comarcas , y al propio tiempo el amor á cada una de
ellas ha reaparecido más vivo que nunca.
La restauracion literaria de Provenza coincidió con la de
Cataluña, y el nombre de Mireio pronunciado por Víctor Ba-
laguer en nuestros Juegos florales vino á recordarnos la época
del conde Berenguer y de la princesa Doucinello.
Muy pronto la traduccion de Dámaso Calvet nos familiarizó
con la bella cancion de Mistral Lou bastimen ven de Maiorco ;
y no se pasó mucho tiempo sin que se hablase en Barcelona ,
como en Provenza , de la coleccion de sentidas poesías publi-
cada por Teodoro Aubanel con el título de « La granada en-
treabierta » , de la « Farandola » de Anselmo Matié , cuyas tres
partes se denominan « Albadas , Solazadas y Serenatas » ; de
las << Obritas » de Romanil el maestro de los literatos proven-
zales ; del « Din-din de la azada », publicado por el labriego
poeta Tavan , y de las composiciones de Luis Romié , ora
burlescas , ora llenas de sentimiento y siempre bien entona-
das y agradables.
La imágen ideal de Antonieta la poetisa de Bellcaire , pudi-
mos entreverla desde Barcelona antes de que la muerte pre-
matura la arrebatase ; y en el año 1864 el Consistorio presidido
por Cortada distinguia una delicada composicion debida á la
señora de Romanil, premiada ya como poetisa el año anterior
en los Juegos florales de Santa Ana de Apt .
Desde entonces el sentimiento de fraternidad facilitó las re-
laciones todas, y llegó un dia en que la cumbre de San Jeró-
nimo de Montserrat vió reunidos á Mistral , á Romié , á Bo-
naparte-Wyse y al romanista Pablo Meyer , los cuales en
nombre de Provenza dieron allí el ósculo de cariño á los que
en aquel momento representaban á Cataluña . Más tarde el
venerable Romanil y Anselmo Matié , el poeta de los capullos
PROLOGO. XI

y de los besos , visitaron tambien el Montserrat y pudieron


comprobar las singulares analogías que existen entre la tierra
provenzal y la catalana.
La hospitalidad en Provenza para los catalanes ha sido
siempre agasajadora y afectuosa , y en distintas ocasiones las
fiestas que allí se han celebrado han tenido el carácter de ob-
sequios á nuestros literatos . La copa del festin es ya comun á
entrambas escuelas poéticas , y Santa Estrella invocada por
los provenzales no ha dejado de extender hasta nosotros su
influencia benéfica .
Canciones provenzales conocidas en Cataluña ( lou Maset
de Meste Roumié, por ejemplo ) han sido como la contrase-
ña de afinidad entre los cultivadores de formas literarias se-
mejantes ; pero sobre todo el nombre de Mireya ha sido el
símbolo más preciado de los amores comunes .
Ni el poema de Calendau publicado posteriormente por
Mistral , con ser más viril y más enérgico, ha podido amen-
guar el prestigio de Mireya . En ésta se siente mejor la natu-
raleza ; la inspiracion espontánea y fresca se manifiesta en
ella de una manera inimitable , y por esto ha bastado una es-
trofa, un solo verso del poema de Mireya para que un pro-
venzal y un hijo de Cataluña se considerasen hermanos .
El dia en que Mistral y Romié entonaron la cancion de
Magali en Montserrat , el poema de Mireya tomó carta de na-
turaleza entre nosotros , y España adquirió en cierta manera
el derecho de considerarle como una manifestacion de aquel
espíritu provincial tan variado y tan rico que ha dado á Gali-
cia el renombre literario de Rosalía Castro, y ha engalanado
las comarcas andaluzas con los cuadros de costumbres de
Fernan Caballero .

Bajo este aspecto el poema de Mireya simboliza el amor á


la patria . Como Alejandro Petoefi , como Miguel Vorosmarti
en Hungría , los poetas provenzales han reanimado el cariño
al hogar, y la veneracion á lo bello y respetable de las cos-
tumbres tradicionales, al propio tiempo que el sentimiento de
la libertad, cuyo fogoso emblema ha sabido encontrar Mistral
en las yeguas blancas de Camarga .
XII PRÓLOGO .

« A tu patria, hijo de Hungría , permanece fiel eternamente ,


escribia Vorosmarti . Ella ha sido tu cuna : cualquiera que sea
tu destino ven á buscar en ella un sepulcro . >»
« Para tí en el mundo inmenso no existe mejor lugar de re-
poso . Sea maldita ó bendecida tu suerte , aquí debes pasar la
vida ; aquí y no en otra parte debes morir . »>
Iguales sentimientos resplandecen en el felibrige ó asocia-
cion de los poetas provenzales , y entre los blasones y divisas
que ostenta en sus tarjetas cada uno de los felibres , bien lo
expresa la leyenda de Luis Romié : Chasque auceu trouvo soun
nis beu, que quiere decir : Todo pájaro encuentra su nido her-
moso .
¿ Quién podria buscar un lado perjudicial en este dulce
afecto de la patria ? En su famosa Oda á los poetas catalanes,
Mistral hizo notar sabiamente que las cuestiones políticas son
en cierto modo completamente ajenas al verdadero cultivo
de las literaturas populares, ya que si bien éstas con el trans-
curso de los tiempos vienen á ser factores del problema polí-
tico , la resolucion del mismo se presenta siempre más com-
plicada y dependiente en mayor grado de otra clase de inte-
reses . La geografía por su parte más que la lingüística , y áun
más que la etnografía , ha influido en los problemas políticos .
Por esto dice Mistral : « En el órden divino todo se hace para
el mayor bien. Y es preciso que los rios vayan á la mar y las
piedras al monton . Los provenzales con ardor unánime per-
tenecemos á la grande Francia. Y vosotros , los catalanes , con
toda voluntad perteneceis á la magnánima España . »
El amor de la patria en lo más íntimo de la literatura pro-
venzal , se presenta, pues, depurado , superior á todo interes
momentáneo , exento de mácula como fuerza moral y como
fuerza estética .

Por tales méritos , la literatura provenzal y especialmente


el poema de Mireya han atraido en muchos puntos de Euro-
pa la consideracion de las personas estudiosas , y han sido
parte á que se tomara con nuevo empeño el análisis y la his-
toria de las lenguas romanas . Testigos son en Suecia , nues-
tros amigos Eduardo Liddfors y Federico Wulf que enseñan
PRÓLOGO . XIII

á la juventud los idiomas meridionales , escribiendo el prime-


ro el catalan como un hijo de Cataluña . Testigo es ante la
Irlanda, Guillermo Bonaparte-Wyse que más atento á la poe-
sía que á sus títulos nobiliarios , se ha convertido en felibre
de corazon escribiendo versos provenzales y dando calor á
las fiestas del castillo de Font-segugno donde nació el felibri-
ges, y á las de la fuente de Valclusa donde se venera el recuerdo
de Petrarca y de Laura.
¿ Será pues oportuna la publicacion de Mireio en lengua
castellana , de suerte que puedan apreciarse lo mejor posible
sus quilates ? Lo tenemos por indudable .
Nuestras ediciones de ensayo , por un conjunto de circuns-
tancias especiales no han salido apenas del círculo de los afi-
cionados á las bellas letras . Hay más : la literatura catalana-
provenzal en todas sus manifestaciones , extendida en Valen-
cia , extendida en Mallorca , es poco conocida en el centro de
España .
La edicion que hoy ofrecemos al público convenientemente
ilustrada , puede llenar en parte este vacío , fomentando con el
conocimiento de Mireya el deseo de conocer en conjunto la
escuela poética de Aviñon y de San Remigio , tan relacionada
con la escuela catalana, restaurada ya desde la Oda de Aribau,
y poseedora de cualidades de primer órden , segun opinion de
los críticos más respetables.
Del trabajo ímprobo que ha costado nuestra version espa-
ñola y del resultado que hemos obtenido , poco hemos de de-
cir. Recibida galantemente por provenzales y catalanes , nues-
tra Mireya tiene contraidas varias deudas de gratitud . Séanos
lícito aquí desquitarnos de esta deuda para con todos, y espe-
cialmente para con Gustavo Dorieux que la calificó de muy
acertada , y para con el « Diario de Barcelona » , que bajo la
firma de Miquel y Badía, llegó hasta lisonjearla acordándose
quizas involuntariamente de amistades particulares .
Una traduccion no puede ser hoy lo que era en tiempos de
madame Dacier. El vicio de las paráfrasis está completamente
desacreditado, y hoy pecamos quizas por el extremo opuesto ,
es decir por el literalismo y por la sequedad . Entre ambos
escollos tiene que navegar el traductor . Hay que dar el senti-
do , la cadencia prosódica, el ritmo , las imágenes exactas del
original , y hay que combinar todo esto con la índole y las
XIV PRÓLOGO .

exigencias del idioma propio . El problema es muy arduo , y si


algun estilo tiene dificultades especialísimas es el estilo de
Mireya. Ciertos lunares quedan corregidos en esta edicion .
La perfeccion completa es en cierto modo inasequible . Si hay
quien desee saborear toda la belleza de un modelo , siga el
consejo que ha dado Siscar el traductor de las Geórgicas :
<< Vuelva los ojos al original que por su riqueza de sentimien-
to, por las galas de su estilo y por la gallardía y propiedad de
la frase , descollará siempre sobre todas las traducciones . >>
Una cosa deben tener presente los lectores españoles , y es
la satisfaccion con que Federico Mistral recibió la noticia de
que emprendíamos la version en nuestro idioma. Habíase ya
traducido el poema de Mireya en ingles y aleman ; y en 29 de
abril de 1861 nos escribia Mistral lo siguiente : « Puedo asegu-
raros que la traduccion en vuestra noble lengua castellana me
causa mucho placer. Vuestras costumbres y gustos , vuestros
amores y enconos , vuestro país y su historia tienen gran se-
mejanza con los nuestros . Vosotros sois frente á frente del
Norte los más altivos representantes de nuestra generosa raza
del Mediodía. >»
Sea nuestra publicacion actual una nueva prenda de amis-
tad entre Cataluña y Provenza , y extiéndase este vínculo á
todo el territorio español, ya que el idioma que hemos usado ,
no obstante las palabras y giros provinciales , proviene del
fondo comun beneficiado por Calderon y Cervantes .
Barcelona , Octubre de 1881 .

C. Barallat y Falguera.
DEDICATORIA .

A LAMARTINE .

Te consagro Mireya : es mi alma y mi corazon, -es laflor


de mis años; es racimo de Crau que con todas sus hojas - te

ofrece un aldeano.

MISTRAL.

Mellana ( Bocas del Ródano ) 8 Setiembre de 1859.


CANTO PRIMERO .

LA GRANJA DE LAS ALMEZAS .

2
Exposicion . — Invocacion á Cristo nacido entre pastores . - Un
anciano cestero llamado Maese Ambrosio y su hijo Vicente pi-
den acogida en la Granja de las Almezas . - Mireya , hija de
Maese Ramon dueño de la Granja , les recibe con agrado.- Los
trabajadores despues de la cena piden á Maeṣe Ambrosio que
cante . - El anciano que en otro tiempo habia sido marinero
canta un combate naval del Baile Sufren. - Mireya entabla con-
versacion con Vicente . - Narracion de Vicente : la caza de las
cantáridas , la pesca de las sanguijuelas , el milagro de las Ma-
rías , las corridas de Nimes.— Arrobamiento de Mireya y naci-
miento de su amor.
ANTO una niña de Provenza . En los amores de
C su juventud , á traves de la Crau , hácia la mar,
por entre los trigos, yo , humilde discípulo del grande
Homero , quiero seguirla ... Como fuese una zagala de
los campos , su nombre lejos de Crau muy poco se ha
extendido ...

Aunque en su frente no resplandecia sino la juven-


tud , aunque no tenia diadema de oro ni manto de
Damasco , quiero que sea glorificada como reina , y
que nuestra lengua despreciada la enaltezca y la aca-
ricie , pues canto para vosotros , pastores y cortijeros .
20 MIREYA.

Tú , Señor , Dios de mi pátria , que naciste en pas-


toria , inflama mis palabras y dáme aliento . Tú lo sa-
bes : entre el verdor cuando el sol y el rocío han sazo-
nado las higueras , llega el hombre ávido como un
lobo y arranca al árbol todos sus frutos .
Pero en el árbol cuyos vástagos desgaja , tú preservas
siempre alguna rama á donde el hombre voraz no
puede alzar la mano , bello y temprano renuevo virgi-
nal y oloroso , renuevo de hermoso fruto maduro por
Santa Magdalena donde acude el pájaro del aire à sa-
ciar su apetito .
Yo diviso aquella ramita y su frescura incita mis
deseos ; yo veo al soplo de las brisas agitarse en el
azul del cielo sus hojas y sus frutos inmortales ... ¡ Buen
Dios , Dios protector , en alas de nuestra lengua pro-
venzal , haz que yo alcance la rama de los pajaritos !...
A la orilla del Ródano , entre los álamos y los sauce-
dales de la ribera , en una pobre cabaña lamida por el
agua , vivia un cestero que con su hijo recorria las
granjas de la comarca, recomponiendo las cestas rotas
y los canastos agujereados . Un dia que los dos andaban
por la campiña como de costumbre llevando á cuestas
sus largas haces de mimbres , dijo Vicente á su padre :
-Padre , mirad el sol , ¿ no veis allá abajo sobre Ma-
galona los pilares de nubes que le apuntalan ? Si aque-
llos torreones se amontonan , padre , tal vez nos
mojaremos antes de llegar á la granja . — ¡ Oh ! no : el
viento de mar agita las hojas , mientras no sople el
Rau no creo que tengamos lluvia, contestó el anciano .
-¿Cuántas yuntas tiene la granja de las Almezas , pa-
CANTO I. 21

dre ? dijo Vicente .- Seis , contestó el cestero , y es una


hacienda de las más ricas de Crau ... Mira , ¿ ves el
olivar ? ¡ cómo resaltan entre los olivos las líneas de
cepas y de almendros !... Pero lo más hermoso , repuso
interrumpiéndose , lo más hermoso y que no tiene
par en la cuesta , es que hay tantas calles de árboles
como dias tiene el año , y en cada liño hay otro igual
número de troncos .- Mas ¡ cuántas arriscadoras serán
necesarias para coger las aceitunas de tanto árbol ! ex-
clamó Vicente . - Todo se lleva a cabo , dijo el padre ;
llega el dia de Todos los Santos y empiezan las mu-
chachas de Baus á llenar sacos y lienzos de aceitunas
bermejas y almendradas . Cantando sus canciones , aun
cuando hubiese más aceituna la recogerian gustosas...
En tanto que maese Ambrosio continuaba hablando ,
el sol desaparecia por detras de los cerros y teñia las
nubecillas de los colores más hermosos , los boyerizos
tras de sus yuntas llegaban poquito á poco á la cena
llevando en alto las ahijadas , y allá abajo en los sala-
dares empezaba ya á cerrar la noche .

– Ea , ya se divisa en la era la cima del pajar , dijo
Vicente , estamos á cubierto de la lluvia . — Este lugar
es á propósito para las ovejas , repuso el cestero ; en
verano tienen el bosque de pinos y en invierno la lla-
nura pedregosa . Ciertamente aquí no falta cosa alguna
y todo en este sitio es maravilla : las arboledas frondo-
sas que sombrean el tejado ; la hermosa fuente que
mana en el vivero ; las colmenas de abejas que en
otoño se despueblan , y que al sonreir el mes de mayo
suspenden cien enjambres á los altos almeces...—¡ Oh !
22 MIREYA.

y lo que a mi me gusta más en esta tierra, padre , dijo


Vicente , es la hija de la granja , la que el verano pasa-
do , si se os acuerda , nos mandó hacer dos canastas de
arriscador y nos hizo poner asas á su esportillo ...
Conversando de esta suerte llegaron á la puerta de
la granja . La muchacha acababa de dar hojas ȧ los gu-
ganos de seda , y sentada en el umbral tomando el
fresco empezaba en aquel momento á retorcer un copo .
- Buenas noches á toda la compañía , dijo el cestero
dejando en el suelo los mimbres . Maese Ambrosio ,
Dios os las dé felices , contestó la muchacha , aquí es-
toy poniendo el rocadero à la rueca , vedlo ... ¿ y vos-
otros ? ¿ર cómo llegais tan tarde ? ¿ૐ venis de Valabrega ?
- Justo , dijo el cestero , y encontrándose la granja de
las Almezas en nuestra ruta , hemos dicho : vamos
allá , dormiremos en el pajar.
En esto maese Ambrosio y su hijo fueron á sentarse
en un rodillo de labranza , y sin más razones se pusie-
ron un momento á trabajar una banasta empezada ; y
del manojo desatado cruzaban y torcian los flexibles.
mimbres .
Vicente no tenia aún diez y seis años ; pero era cier-
tamente un hermoso muchacho , bien plantado y de

rostro agradable . Sus mejillas , asaz morenas , á decir


verdad ; más tierra negruzca siempre da buen trigo , y
en viña de racimos negros sale el vino de más chispa .
Sabia perfectamente cómo deben prepararse los mim-
bres y los trabajaba con habilidad . No es que se ejer-
citase por lo comun en labores finas , sino en hacer se-
rones para las bestias de carga y todo lo demas nece-
UNIV. OF

Vicente y su padre en el camino de la Granja.


CANTO I. 23

sario en las granjas . Y rojos cuévanos para llevar tierra ,


cómodos cofines , cestos de cañas adelgazadas de
aquellos que se venden presto , escobas de mijo y mu-
chas otras cosas , las hacia con gran rapidez , pulidas
y bien acabadas cual obra de mano maestra .
Habian ya regresado del barbecho y del erial los tra-
bajadores de la granja , dando por terminada su faena ,
y Mireya , la gentil zagala de las Almezas , para que
cenasen al fresco habia puesto sobre la mesa de piedra
la ensalada de legumbres. Ya de la ancha fuente , que
vacilaba segun era de llena , cada uno de los mozos
con la cuchara de boj sacaba las habas y ȧ grandes
cucharadas iba llenando su plato . Mas el cestero y su
hijo continuaban entretejiendo los mimbres .
Vamos á ver , ¿ૐ venis á cenar ó no , maese Ambro-
sio ? dijo maese Ramon , el dueño de la granja , con su
manera un tanto avinagrada ; vaya , dejad esa cesta ,
¿ no veis que salen las estrellas ?... ¡ Mireya ! trae una
escudilla , y vosotros pronto á la mesa , que debeis de
hallaros cansados . - Vamos allá , dijo el cestero . Y le-
vantándose con su hijo , se acercaron á un canto de la
mesa de piedra y se cortaron pan . Mireya lista y com-
placiente , con el aceite de los olivos les aderezó un
plato de habillas , y luego fué corriendo á entregárselo
con su propia mano .
Mireya estaba en los quince años . Cuestas azules de
Fuente vieja , colinas de Baus , llanuras de Crau , vos-
otras no habeis visto jamas otra niña tan linda . Era
un capullo que el sol alegre habia desabotonado . Su
rostro candoroso y fresco tenia un hoyuelo en cada
24 MIREYA.

mejilla , y su mirada era un rocío que disipaba toda


pesadumbre , más pura y suave que la luz de las es-
trellas . Brillaban sus negras trenzas que caian ensorti-
jadas , y su pecho redondeado era un albaricoque do-
ble y no bien sazonado todavía . Y era juguetona y
bulliciosa y un si es no es montaraz . ¡ Ah ! ¡ si dentro
de un vaso de agua hubieseis visto tanta gracia , toda
de un sorbo os la habriais bebido !
Cuando los mozos , segun costumbre , hubieron ha-
blado uno por uno de su trabajo del dia ( ¡ como en la
granja , Dios mio ! ¡ como en el tiempo de mi padre ! )
-Vaya , maese Ambrosio , dijeron , esta noche ¿ no
vais à cantarnos algo ? Ved que esto parece la cena del
sueño. - Chito , amigos mios , contestó el cestero ; al
que se burla Dios le castiga , y con un soplo le hace
rodar como una peonza . Cantad vosotros , muchachos,
que sois jóvenes y robustos . - Maese Ambrosio , no
hablamos de burlas , contestaron los mozos ; ved , el

vino de Crau rebosa en el vaso : ¡ ea , pues ! ¡ brinde-


mos , abuelo ! ¡ Ay ! dijo entonces el cestero ; en mis
buenos tiempos era yo un cantador ; pero ahora , ¿ qué
quereis ? la cigarra es vieja y los timbalillos se han ro-
to . - Sí , maese Ambrosio , eso recrea ; cantad un po-
- Hermosa niña , contestó el anciano ,
co , dijo Mireya . —
mi voz es una espiga desgranada que no tiene más
que aristas , mas para complacerte siempre está pron-
ta . Y dicho esto apuró de un sorbo su vaso lleno de
vino , y empezó esta cancion :
CANTO I. 25

EL BAILE SUFREN .

I.

El Baile Sufren que en el mar comanda ha hecho


en Tolon señal de partir : - partimos quinientos hijos
de Provenza .
De asir al Ingles el ansia era grande , no regresare-
mos a nuestros hogares- hasta haber visto al Ingles
en derrota .

II.

Pero al primer mes de navegacion — no vimos á na-


die sino a las gaviotas- volando á centenas por entre
las vergas .

Y al segundo mes de navegacion - tuvimos qué ha-


cer con una tormenta , —dia y noche afanosos vacian-
do el navío .

III .

Pero al tercer mes cogiónos la ira , -bullianos la


sangre no encontrando á nadie -
— á quien el cañon pu-
diese barrer .

Mas Sufren entonces : ¡ Muchachos arriba ! -dice , y


al instante el gaviero encorvado― acecha á lo lejos la
costa de Arabia .

IV.

¡ Oh rayos del cielo ! exclamó el gaviero , - tres


grandes bajeles hácia aquí nos llegan : -¡alerta ! ¡ ca-
ñones á la portañola !
26 MIREYA .

Mandonos muy luego el grande marino : -¡ Que


prueben ahora los higos de Antibes ! -- ¡ despues les
daremos manjar de otro cesto !
V.

No bien lo hubo dicho , reluce una llama , - -cuarenta

balazos cual rayo han partido — á horadarte , Ingles ,


tus reales navios .
-
Quedole à un bajel nada más que el alma ; — se es-
cucha tan sólo el ronco cañon , - las tablas que crujen
y el mar que rebrama .

VI .

Ya del enemigo un paso á lo más - nos tiene aparta-


tados ¡ qué dicha ! ¡ qué gusto ! - El Baile Sufren in-
trépito y pálido ,
Y que sobre el puente inmóvil estaba : - Muchachos ,

ordena , cesad vuestro fuego , - y untadles de firme
con aceite de Ex .

VII .

No bien lo hubo dicho , la tripulacion- reparte ala-


bardas , bodollos y hachas , y el cloque en la mano
el buen Provenzal

Clama ¡ al abordaje ! con un grito unánime . — En


el barco ingles entramos de un salto , y empiezase
entonces la gran mortandad .
VIII .

¡ Oh cuánto golpear ! ¡ oh cuánto carnaje ! -¡ qué


rudo fracaso hace el mástil roto y bajo los piés el
puente que estalla !
CANTO I. 27

Más de un ingles se sumerge y muere ; — más de un


provenzal á un ingles se agarra , -le oprime en sus
brazos y se hunde con él...

Aquí se interrumpió el buen anciano . — Parece que


esto no es creible ¿ verdad ? dijo á los que le escucha-
ban . Sin embargo , sucedió tal como reza la cancion .
Ciertamente podemos contarlo sin temor de ser des-
mentidos , pues yo estaba allí de timonero , y aun
cuando mi vida durase mil años , mil años quedaria
grabado en mi memoria . - Qué , ¿ vos os hallasteis en
aquel destrozo ? dijo uno de los mozos . Me parece que
siendo tres contra uno , debieron machacaros como el
martillo á la guadaña . -
—¿ Quién ? ¿ los ingleses ? res-
pondió el anciano marino encendido en cólera ... Mas
poniéndose sobre si trocó en sonrisa el enojo , y con-
tinuó con orgullo su canto empezado .

IX.

Con el pié en la sangre les dimos combate ― de las


dos del dia hasta anochecer . - Cierto , cuando el humo
dejó de cegarnos ,
Faltaban cien hombres á nuestra galera , mas fué-

ronse à pique aquellos bajeles , - tres bellos bajeles


del rey de Inglaterra.
X.

Despues al volver à la tierra ansiada , - llevando


cien balas en nuestros bordajes , - la vela en girones ,
la verga en pedazos ,
Afable nos dijo el Baile amistoso : - Muy bien lo ha-
28 MIREYA.

beis hecho , bravos camaradas, ― el rey de Paris sabrá


de vosotros.

XI.

¡ Oh noble almirante ! tu palabra es franca , — dijí-


mosle entonces, el rey te oirá, -mas, pobres marinos ,
¿ en qué ha de valernos ?
Lo dejamos todo , la casa y la rada , - corriendo á la
guerra para defenderle , -- y tú ves ahora cómo el pan .
nos falta.

XII .

Mas yendo allá arriba recuerda , oh Sufren , —cuan-


do al pasar tú se inclinen los grandes , - que nadie te
quiere cual tus marineros .
Porque , oh buen Sufren , si hubiesen poder , --
— antes
de tornar á su pueblo amado , — llevándote en palmas
te alzaran por rey.

XIII.

Es un Martegal quien à la velada - hizo esta cancion


tendiendo el trasmallo . -- El Baile Sufren volvióse á
Paris .
Y diz que los grandes de aquella comarca - tuvie-
ron envidia de su gran renombre , —y ȧ verle no han
vuelta sus viejos marinos .

A tiempo el anciano de los mimbres acabó su can-


cion marina, pues su voz iba á anegarse en llanto ; mas
acabóla demasiado pronto para los mozos de la hacien-
CANTO I. 29

da que sin decir palabra , atento el rostro , entreabier-


tos los labios , mucho tiempo despues del canto le es-
cuchaban todavía . — Ved aqui , dijo maese Ambrosio ,
las canciones que se cantaban cuando hilaba Marta ;
eran hermosas , muchachos , y entretenian el rato . La
tonada es antigua , pero ¿ qué le hace ? Ahora se can-
tan otras más nuevas , en frances ; tienen vocablos
más finos ; pero ¿ quién las entiende ?
Tras estas palabras del anciano los boyeros se le-
vantaron de la mesa y condujeron las seis yuntas al
manantial del agua corriente , y mientras abrevaban
los animales bajo la parra colgadiza , repetian entre
dientes la cancion del viejo de Valabrega .
Mireya, empero , se habia quedado solita y risueña...
solita con Vicente , el hijo de maese Ambrosio , y los
dos hablaban juntos , y sus cabezas se inclinaban la una
hácia la otra , semejantes à dos floridas manzanillas
cuando las mece una fresca ventolina.- Oye , Vicente ,
dijo Mireya ; cuando llevas á cuestas las haces y andas
de aquí para allá recomponiendo canastos , en tus ca-
minatas debes ver seguramente muchos castillos anti-
guos , y muchos pueblos , y sitios agrestes , y fiestas y
romerías ... ¡ Nosotros siempre cerca del palomar ni
más ni menos que los palomos ! - Decis bien , niña ,
contesto Vicente ; la dentera que dan las groséllas apa-
ga la sed como el beber en bocal ; y si para buscar el
trabajo hay que sufrir las inclemencias del tiempo ,
tambien tiene su placer la jornada , y la sombra del
camino hace olvidar el calor . Ahora por ejemplo , en
cuanto llega el estío , luego que los olivos se habrán
30 MIREYA .

llenado de racimos de flores , en los olivares emblan-


quecidos y en la copa de los fresnos , olfateando , va-
mos á cazar las cantáridas que verdean y relucen con
el ardor del sol... Las llevamos luego á las boticas y
alli nos las compran . Otras veces en los carrascales
cogemos el quermes rojo , ó vamos á los lagos á pes-
car sanguijuelas . ¡ Qué pesca tan hermosa ! No se ne-
cesitan redes ni cebo . Basta con entrarse en el agua
fresca y removerla , y la sanguijuela viene á pegarse
á las piernas...
¿ Pero no habeis visitado nunca a las Santas , Mire-
ya ?... ¡ Oh ! alli todo el mundo canta himnos a las tres
Marías ; allí de todas partes llevan á los enfermos ... Nos-
otros pasamos por allí el dia de la fiesta . Ciertamente la
iglesia es pequeña ; pero ¡ cuántos clamores y cuántos
ex-votos ! ¡ Oh Santas , grandes Santas , tened piedad
de nosotros !... Era el año de aquel gran milagro ; ; qué
cosa más sorprendente , Dios mio ! Un niño enfermito
estaba tendido en el suelo y lloraba. Era hermoso como
san Juan Bautista , y con voz triste y plañidera decia :
i Oh Santas , volvedme la vista y os traeré mi corderi-
llo ! A su alrededor , cuantos le miraban derramaban
lágrimas . Al mismo tiempo las urnas bajaban lenta-
mente del techo sobre el pueblo amontonado , y cada
vez que aflojaba un poco la cuerda , como un fuerte
: ¡ Grandes
viento en los tallares la multitud exlamaba :i
Santas , venid á nuestro amparo ! El niño estaba en
brazos de su madrina , y así que pudo alcanzar con sus
débiles manecitas las reliquias de las tres bienaventu-
radas , asióse à las urnas milagrosas con la fuerte gar-
CANTO I. 31

fiada del náufrago á quien el mar arroja una tabla , y


no bien tocó su mano con amor los huesos de las San-

tas , ¡ yo lo ví , Mireya ! dijo de pronto el cieguecito


con admirable fe : ¡ yo veo las urnas milagrosas ! ¡ yo
veo á mi abuela que llora ! ... ¡ vamos presto , presto ,
vamos á buscar mi corderillo ! Y en verdad os lo digo ,
niña , Dios os conserve siempre feliz y hermosa ; más
si alguna vez un perro , un lagarto , una serpiente , un
lobo ó cualquiera otro animal dañino os hace sentir su
agudo diente , si la desgracia os abate , corred , corred
à las Santas , y al momento encontrareis alivio .
Así pasaba la velada . La carreta desuncida proyec-
taba la sombra de sus grandes ruedas por allá cerca .
De tiempo en tiempo se oia el sonido de una campa-
nita en los marjales , y el pensativo mochuelo juntaba
su queja lastimera al canto de los ruiseñores . — Ya que
esta noche da la luna en los árboles y en las balsas ,
prosiguió Vicente , ¿ quereis que os cuente cómo una
vez en una corrida estuve en poco de ganar el premio ?
-De buena gana , dijo la muchacha . Y más que di-
chosa la amable niña , conteniendo su aliento se acercó
á Vicente. Era en la explanada de Nimes , continuo
éste , donde se daba la corrida . En Nimes , ¡ oh Mi-
reya ! el pueblo aglomerado , más espeso que los ca-
bellos de la cabeza , estaba reunido para ver la fiesta .
Descubierta la cabeza , descalzos los piés y sin capas ,
habia ya varios hombres en medio de la liza . Mas de
pronto vieron llegar á Lagalante , el rey de las corri-
das ; á Lagalante , aquel forzudo , á quien de seguro
habreis oido nombrar mil veces , aquel célebre Marse-
32 MIREYA .

lles que habia desalentado á los hombres más robus-


tos de Provenza , y áun á los de toda Italia . Sus pier-
nas y muslos eran como los del senescal Juan de Cosa .
Tenia un vasar lleno de anchos platos de estaño , donde
estaban escritas sus corridas , y ademas tenia colgadas
en los clavos de las vigas tantas y tan ricas bandas que
habriais jurado , Mireya , que el arco iris se habia des-
plegado en el techo . Los que iban á correr bajaron al
instante la cabeza y recogieron las capas . Nadie se atre-
via á competir con Lagalante . Un jóven de traza en-
deble , pero que no tenia flacas las piernas , á quien
llamaban el Crí , habia ido aquel dia á conducir vacas
ȧ Nimes , y este solo tuvo ánimo para luchar con él .
Yo , que me encontraba allí cerca por casualidad : ¡ En
nombre del diablo ! exclamé : ¡ yo tambien sé correr !
Mas ¡ qué dije , aturdido de mi ! Ved aquí que todos
me rodean : ¡ Vaya , es preciso que corras ! vocean de
todos lados . Juzgad , Mireya , de mi apuro ; ¡ yo que
sólo habia corrido en los oteros tras los perdigones ,
sin más testigo que los robles ! En fin , tuve que ir allá .
Al verme Lagalante vino á encontrarme y me dijo : Ya
puedes atar bien fuerte las correhuelas de tu calzado ,
muchacho . Y diciendo esto , aprisionaba sus recios
muslos en un calzon de seda que tenia cosidos en der-
redor diez cascabeles de oro . A fin de reposar el aliento
pusímonos en la boca una ramita de sauce ; los tres
como amigos nos estrechamos rápidamente la mano ,
y agitada la sangre y temblando de impaciencia , con
el pié en la raya esperamos la señal . Dióse la señal :
como un rayo nos lanzamos los tres á la llanura :
CANTO I. 33

¡ A tí !... ¡ á mí ! ... Y en la carrera un torbellino de pol-


vo envuelve nuestros saltos , y el viento nos lleva y el
cabello nos humea... ¡ qué ardor ! ¡ qué corrida tan
loca ! Tal era el ánimo que nos alentaba que por un
buen rato se creyó que llegaríamos juntos al término.
Yo por fin tomé la delantera , pero esto fué mi des-
gracia , porque sin reflexion me abalancé como un or-
gulloso foleto , y en el preciso momento de dejarles
atras , faltóme el aliento , y pálido sin sentido cai de
cara al suelo . Mas ellos corrian con paso acompasado ,
siempre acompasado , como los caballitos que danzan
en Ex. El famoso Marselles creia tener la partida por
suya . Se ha dicho que no tenia bazo . Lagalante sin em-
bargo encontró un rival en el Cri de Muriés . Entre las
oleadas del pueblo tocaban ya casi al fin de la carrera .
¡ Si hubieseis visto , Mireya , brincar el Cri ! Ni en el
monte ni el cercado hay ciervo ni liebre que corra con
tanta ligereza. Lagalante se alejó aullando como un
lobo . El Crí coronado de gloria abraza el poste de los
premios. Los habitantes de Nimes se precipitan gano-
sos de saber el nombre de su patria . El plato de es-
taño brilla con el sol ; los tejos suenan ; óyese tocar
el obué y el Cri recibe el plato de estaño.-¿ Y Laga-
lante ? preguntó Mireya . - Acurrucado en medio de
la polvareda que el pisoteo del pueblo levantaba à su
alrededor , tenia ceñidas las rodillas con ambas ma-
nos , contestó Vicente ; y afligida el alma por la der-
rota que tanto le humillaba , mezclaba sus lágrimas.
con el sudor de su frente . El Crí va á encontrarle y le
saluda. Bajo el emparrado de una cantina , le dice ,
3
34 MIRE .
YA

vamos á sentarnos , camarada ; ven presto y bebamos


las estrenas . Hoy es dia de regocijo ; dejemos para
mañana los lamentos , que allà abajo , tras las grandes
Arenas , aún queda bastante sol para alumbrar tu for-
tuna y la mia . Mas Lagalante , á quien temblaban las
carnes , alzó su rostro pálido , y quitándose con vio-
lencia los calzoncillos con cascabeles de oro , le con-

testó : Pues que la edad se lleva mis fuerzas , toma :


esto es para ti ; á tí la juventud te equipara en ligereza
con un cisne ; tú puedes honrosamente llevar el dis-
tintivo del más fuerte . Tales fueron sus palabras . Y el
fuerte campeon de las corridas , triste como un alto
fresno al que desmochan , desapareció por entre la
apiñada multitud , y desde aquel dia , ni por la fiesta
de San Juan ni por la de San Pedro se le ha visto ja-
mas correr en ninguna parte ni saltar el odre hin-
chado .

Delante de la granja de las Almezas así Vicente iba


explicando las cosas que sabia , y sus mejillas se colo-
raban , y sus negros ojos lanzaban llamas . Mientras
hablaba gesticulaba con entusiasmo , y sus palabras
salian con facilidad y abundancia , como turbion re-
pentino sobre un ricial de mayo.
Los grillos que cantaban entre los terrones más de
una vez se pararon para escucharle ; los ruiseñores y
el pájaro de noche suspendieron su cantar en los bos-
ques , y hasta el fondo del alma impresionada , ella ,
sentada sobre la hojarasca , hubiera esperado la pri-
mera luz del alba sin cerrar los ojos.
- Paréceme , dijo ella á su madre , que aunque es
Granja
V
.en
la
Mireya
yicente
CANTO I. 35

hijo de un cestero , su hablar es muy agradable . Ma-


dre , en invierno es muy bueno el dormir , pero ahora
la noche es demasiado clara . Escuchémosle , escuché-
mosle todavia ... ¡ Yo pasaria escuchándole mis veladas
y mi vida entera !
CANTO SEGUNDO .

LA DESHOJADURA .
Mireya está arrancando hojas de morera para los gusanos de se-
da. - Por casualidad Vicente el cestero pasa por el sendero
vecino. La niña le llama. - El muchacho acude y para ayu-
darla sube al árbol con ella.- Conversacion de los dos jóvenes :
Vicente habla de su hermana Vicentita y la compara con Mi-
reya.- El nido de abejarucos . — La rama desgajada. — Mireya
y Vicente caen del árbol.- La enamorada niña declara su
amor.- El muchacho se muestra apasionado . —La Cabra de
oro , la higuera de Valclusa.— Mireya es llamada por su ma-
dre .-Inquietud y separacion de los dos amantes .
ANTAD , cantad , gusanille-
C ras , que la deshojadura
gusta de los cantos ! Hermosos
son los gusanos de seda y duer-
men su tercera dormida . Las mo-
reras están pobladas de mucha-
chas á quienes el buen tiempo ha
puesto alegres y juguetonas co-
mo un enjambre de rubias abejas que va robando la
miel á los romeros del pedregal .

Deshojando las ramas ¡ cantad , cantad , gusanilleras !


Mireya está cogiendo la hoja en una hermosa mañani-
ta de mayo . Aquella mañana por arracadas á sus ore-
jas la coquetuela se habia puesto dos cerezas ... Vicente
A
40 MIREY .

aquella mañana pasó por allí de nuevo . A su gorro de


escarlata como los usan los ribereños de los mares
latinos , llevaba garbosamente una pluma de gallo , y
andando por las veredas ahuyentaba las vagabundas
culebras, y con su baston golpeaba los sonoros mon-
tones de guijarros haciendo saltar las peladillas .
¡ Vicente ! ¡ Vicente ! exclamó Mireya desde las
verdes calles de árboles , ¡ pasas muy de prisa ! Vicente
al momento volvió la cabeza hácia la plantacion , y di-
visó á la muchacha posada sobre una morera como
una alegre cogujada , y voló hácia ella gozoso . -¿ Va
bien la deshojadura , Mireya ? le dijo al llegar. — Todo
se deshoja poco a poco , contestó la niña . —¿ Quereis
que os ayude ? —Sí . Y en tanto que ella reia desde ar-
riba á carcajadas como una loquilla , Vicente , dando
con el pié sobre el trébol , se encaramó en el árbol más
diestro que un liron . - Ved , Mireya , que maese Ramon
no tiene otra hija : deshojad las ramas bajas y yo al-
canzaré las cimas , dijo á la muchacha . Y ella deshojan-
do el árbol con su ligera manecita dijo á Vicente :
Esto de tener compañía para el trabajo quita el mal
humor: ¡ cuando una está sola le viene tal pesadez ! -
Ved aquí lo que siempre me enoja , respondió el mu-
chacho . Cuando estamos allá en la choza donde oimos
tan sólo el estruendo del Ródano tormentoso que en-
gulle el cascajo , ¡ algunas veces me da un fastidio ! En
estio no tanto , porque entonces hacemos las caminatas
con mi padre de alquería en alquería . ¡ Mas cuando el
acebo se llena de bayas y los dias se hacen frios y las
veladas largas ; cuando cerca del rescoldo mientras en
CANTO II. 41

el picaporte silba ó maúlla algun duende , sin luz y


con pocas palabras me es preciso aguardar el sueño á
solas con mi padre !...— ¿ૐ Pues y tu madre ? interrum-
pió la niña, ¿ dónde está ? —¡ Está muerta ! dijo el mu-
chacho , y permaneció un instante silencioso . Luego
continuó : - Cuando mi hermana Vicentita era más
niña , estaba con nosotros en la cabaña y aquello daba
-
gusto... Pues qué , ¿ tienes una hermana ? preguntó
Mireya. —Sí , dijo el cestero , y hacendosa y hábil
para todo... ¡ ojalá no lo fuese tanto ! porque tuvo que
ir con los segadores á Fuente del Rey , que está allá
abajo en la tierra de Bellcaire , y tanto agradó su ha-
bilidad y buen modo , que por sirvienta la tomaron y
sirvienta se ha quedado . —¿ Se te parece tu hermani-
ta ? dijo Mireya . -¿A quién , á mí ? contestó el ceste-
ro , ¡ mucho le falta ! Ella es rubita y yo soy, ya lo veis,
negro como un gorgojo . Pero à quien se parece más
bien es á vos , Mireya. Vuestras cabezas vivas y des-
piertas , vuestras cabelleras abundantes como las hojas
del mirto , no se diria sino que son gemelas . ¡ Mas para
atar la clara tela de vuestra gorrita mucho mejor que
ella vos teneis la cinta ! Mi hermana no es fea ni des-
cuidada ; pero tú , Mireya , ¡ cuánto más hermosa eres !
Aquí , Mireya , soltando de pronto la rama á medio
deshojar : -¡Oh ! exclamó , ¡ picaro Vicente ! ...
¡ Cantad , cantad , gusanilleras , que la deshojadura
gusta de los cantos ! Hermoso está el follaje de las mo-
reras , hermosos son los gusanos de seda y duermen
su tercera dormida . Las moreras están pobladas de
muchachas á quienes el buen tiempo ha puesto alegres
42 MIREYA .

y juguetonas como un enjambre de rubias abejas que


va robando la miel á los romeros del pedregal .
- Conque te parezco linda ? ¿ más que tu hermana ?

dijo la niña á Vicente.- Mucho más , respondió éste .


-¿Y qué tengo de más ? —¡ Madre divina ! ¿ y qué tie-
ne de más el jilguero que el delgado reyezuelo , sino
la misma hermosura y el canto y la gracia ? —¿ Más to-
davía ? dijo Mireya . —¡ Pobre hermanita mia ! ¡ no vas
á llevar lo blanco del puerro ! contestó el muchacho .
Como el agua del mar , Vicentita tiene los ojos claros
y azules ; mas los tuyos , Mireya , son negros como
azabache , y cuando sobre mi centellean me parece
que bebo un vaso lleno de vino cocido . Cuando mi
hermana con su voz delgada y clara cantaba La Peiro-
nela , yo escuchaba con sumo placer sus dulces ento-
naciones ; pero cualquiera de tus palabras ¡ oh niña !
más que ninguna cancioncita encanta mi oido y turba
mi corazon . De andar por las dehesas , como un raci-
mo de dátiles mi hermana se ha quemado el rostro y
el cuello con el sol ; pero tú , Mireya , eres , á lo que
entiendo , como la flor del asfodelo , y la mano tostada
del estio no se atreve à acariciar tu blanca frente . Como
una señorita de arroyo , mi hermana está todavía del-
gada , ¡ pobrecita ! ha hecho en un año todo su creci-
miento. ¡ Pero á tí , Mireya , de la cabeza á los piés
nada te falta para ser completamente hermosa ! ... De
nuevo dejó escapar la rama la muchacha , y poniéndo-
se colorada : ¡ Oh ! exclamó , ¡ picaro Vicente ! ...
Deshojando las ramas ¡ cantad , cantad , gusanille-
ras ! ... Así los hermosos muchachos , ocultos entre el
CANTO II . 43

ramaje del árbol frondoso se ensayan en el amor con


la inocencia de su edad . Y entre tanto las sierras iban
apartando el manto de niebla que las envolvia , y allá
arriba sobre las rocas peladas , sobre las grandes tor-
res derruidas , donde aparecen por la noche los anti-
guos príncipes de Baus, remontaban su vuelo los sacres
deslumbrantes de blancura , y sus alas centelleaban
con los rayos del sol , que empezaba á calentar las cos-
cojas .
-¡Oh qué vergüenza ! ¡ no hemos hecho nada ! ex-
clamó de pronto Mireya haciendo un mohin de
disgusto. Ese tunante dice que viene para ayudarme
y luego no sirve más que para hacerme reir... ¡ Vamos ,
presto , lista la mano ! O si no , mi madre dirá que
soy desmañada y que no puedo casarme ; ¿ verdad ?
Vaya , amigo mio , tú que te jactabas de listo , me pa-
rece que si te contratases para coger la hoja á quinta-
les , áun cuando toda estuviese en ramitas habrias de
vivir del aire . - ૐ Vos creeis , pues , que soy zurdo ?
contestó el muchacho un poco confuso ; pues vamos á
ver quién deshoja más de prisa , niña . Y ardorosos los
dos , con ambas manos se pusieron sin descanso á tor-
cer y deshojar el ramaje , y por un buen rato no des-
plegaron los labios , como si recordasen el refran que
dice : oveja que bala pierde bocado . La morera que les
sostiene va quedando sin hojas . Bien pronto cesaron
pues en su tarea ... ¡ Deliciosa tarea la de los años ju-
veniles ! ... Como en el mismo saco los dos echasen la
hoja , una vez los adelgazados dedos de la niña se en-
contraron en el aro entremezclados con los dedos ar-
44 MIREY A.

dientes del muchacho , del picaro Vicente , como ella


decia. Ella y él se estremecieron ; sus mejillas se colo-
raron con las rosas del amor , y los dos á un tiempo
sintieron el violento ardor de un fuego desconocido . Y
cuando ella trémula sacaba la mano de entre las hojas,
él conmovido y turbado todavía : ¿ Qué teneis ? le
dijo os ha picado alguna avispa escondida ? - No sé,
contestó ella bajando la frente y á media voz . Y sin
decirse otra cosa , se pusieron cada uno por su lado á
coger algunas ramitas , y mientras tanto , con ojos ma-
lignos se atisbaban á hurtadillas para ver quién solta-
ria primero la risa , y su pecho palpitaba . Mas luego
volvieron a la deshojadura ; la hoja cayó en abundan-
cia como lluvia , y cuando llegó el momento de poner-
la en el saquito , la mano blanca y la morena , adrede
ό
ó por acaso , se dirigian la una hácia la otra , y halla-
ban el trabajo sumamente placentero .
¡ Cantad , cantad , gusanilleras , cantad deshojando
las ramas ! - ¡ Mira, mira ! exclamó de pronto Mireya ,
¡ mira , Vicente ! —¿Qué hay ? dijo éste . Con el dedo en
la boca , viva como una calandria en una cepa , enfren-
te de la rama donde se habia sentado señalaba con el
brazo , y alegre decia : ¡ Es un nido ! ¡ vamos a tener
un nido ! Aguarda , dijo Vicente ; y callandito de
rama en rama , como un gorrion sobre un tejado se
dirige hacia el nido , conteniendo la respiracion . Al
fondo de un agujero que naturalmente en la dura cor-
teza se habia formado , veíanse los pequeñuelos em-
plumecidos y bulliciosos . Vicente cruzó sus vigorosas
piernas al rededor de una rama torcida , y sostenién-
CANTO II . 45

dose con una mano , empezó con la otra á escudriñar


el hueco . Un poco más arriba , Mireya , sonrosada por
la inquietud , preguntó con precaucion : -¿Qué es ,
qué es ? — Hermosos abejarucos azules , dijo al poco
rato Vicente . La niña se echỏ á reir . — Oye , dijo á su
compañero ¿ no sabes lo que se dice ? Cuando un jó-
ven y una niña encuentran un nido en la cima de una
morera ó de otro árbol parecido , no se pasa un año
sin que la santa Iglesia les una. Los proverbios dice
mi padre que siempre son verdaderos . — Sí por cierto ,
replicó Vicente ; pero hay que añadir que la esperanza
se desvanece si los pequeñuelos se escapan antes de
ser enjaulados .— ¡ Jesus ! ¡ Dios mio ! ten cuidado , dijo
la niña , ¡ sin demora , guárdalos bien , porque esto
nos interesa ! A fe mia , contestó el jóven , no será
malo que los guardeis vos misma en el corpiño . — ¡ Ah ,
toma ! sí, ¡ es verdad ! dijo ella . Y el muchacho volvió
á introducir la mano en la cavidad del árbol , y la
mano que salió llena habia sacado del hueco cuatro
abejarucos. ¡ Buen Dios ! ¡ hay muchos ! exclamó la
niña tomándolos en la mano , ¡ qué hermosa nidada !
¡ pobres pequeñines ! dejad que os dé un beso !... Y
loca de placer , con mil besitos les halaga y les acari-
cia , y con amor los va colocando suavemente en el
corpiño que se abulta . -Toma , toma , pon la mano ,
dijo de nuevo Vicente . -¡ Oh , qué hermosos ! decia
ella , ¡ las cabecitas son azules y los ojitos como alfile-
res ! Y presto , en la blanca y suave prision oculta tres
abejarucos , y en el tibio seno de la niña la pequeña
nidada se acurruca creyendo hallarse de nuevo en el
YA
RE
46 MI .

fondo de su nido .-Pero ¿ de veras, Vicente ? ¿ hay más


todavía ? - Aún hay más. - ¡ Virgen santa ! estoy por
creer que tu mano es hada . -¡Oh niña ! los abejaru-
cos cuando se acerca el dia de San Jorge , ponen diez
ó doce huevos y áun á veces catorce ... Mas toma , to-
ma , ahi van los más pequeños ... Y tú , lindo agujero ,
¡ quédate con Dios !
Apenas el jóven se descuelga de la rama , apenas ella
acaba de arreglar con delicadeza los abejarucos en su
pañuelito adornado de flores , cuando súbitamente
con voz cosquillosa exclama : ¡ Ay , ay ! ... Y vergon-
zosa la pobrecita apretaba su pecho con ambas manos .
-¡Ay , ay ! ¡ voy a morirme ! ¡ ay ! decia llorando ,
¡ me arañan ! ¡ ay ! ¡ me arañan y me pican ! ... ¡ Corre ,
aprisa , Vicentito , aprisa ! ... Era que hacia un mo-
mento ... ¿ lo diré ? ... en el escondrijo , grande y vivo
era el hormigueo . Era que en la banda alada los más
pequeños habian introducido el desórden . Y en el es-
trecho vallecico la juguetona nidada no pudiendo
acomodarse á su gusto , habia empezado á mover
patas y alas , y en el declive rodaba con graciosas vol-
teretas . ¡ Ay , ay ! ¡ ven á buscarlos , corre ! decia
ella suspirando. Y como el pȧmpano movido por el
aura y como una becerra al sentirse picada de avispo-
nes , asimismo gime , salta y se dobla la muchacha de
las Almezas . Él entre tanto ha volado hacia ella ...
Cantad deshojando las ramas ! Deshojando las
ramas ¡ cantad , cantad , gusanilleras ! Hácia la rama
donde ella llora él en tanto ha volado . -¿ૐ Vos temeis ,
pues , mucho , el cosquilleo ? le dice con gesto de ca-
CANTO II. 47

riño , ૐ cómo lo haríais si tuvieseis que andar á menudo


como yo por los campos pisando las ortigas con los
piés desnudos ? Mientras tanto , para colocar los abeja-
rucos que tiene en el corpiño le presenta sonriendo su
gorro de marino . Ya Mireya bajo la tela hinchada por
los abejarucos introduce la mano y uno á uno los va
colocando en el gorro,... Bajó la frente avergonzada y
vuelta un poco de lado la pobrecita , y bien pronto el
sonris empezó á mezclarse con sus lágrimas . Tal su-
cede por la mañanita , cuando el rocío moja las blancas
correhuelas y rueda en perlas sobre sus campanillas ,
y se evapora á la primera luz del alba...
Y hé aquí que de pronto , bajo el peso de los dos
muchachos la rama estalla y se rompe . Al cuello del
cestero precipitase la niña asustada dando un grito
⚫agudo , y enlaza los brazos á su alrededor , y del fron-
doso árbol que se desgaja , con una rápida voltereta
caen ambos abrazados sobre el blando cominillo .
Frescas ventolinas , viento de mar y Gregal que agi-
tais el dosel de los bosques , ¡ sobre la jóven pareja cese
un momento vuestro alegre murmullo ! Juguetonas
auras , ¡ respirad suavemente ! i¡ Dadles tiempo de con-
cebir un dulce sueño de ilusiones ; dadles tiempo de
que sueñen la dicha pura ! Tú que murmuras en tu
cauce , corre lentamente , lentamente , arroyito claro ;
entre las guijas sonoras no hagas tanto ruido ; no tanto
ruido , porque sus dos almas se hallan unidas en un
mismo rayo de fuego como un enjambre que jabar-
dea... ¡ Dejadles que se pierdan en los aires llenos de
estrellas !
YA
RE
48 MI .

A poco de haber caido , ella se libro del abrazo y


levantóse mas pálida que las flores del membrillero .
Sentáronse en un recuesto los dos jóvenes , uno junto
al otro , miráronse un corto instante , luego dijo el
cestero : ¿ Os habeis hecho daño , Mireya ? ¡ Oh , ver-
güenza de la plantacion , árbol del diablo , árbol funesto
plantado en viernes ! Permita el cielo que la consun-
cion se apodere de ti , que la carcoma te devore y que
tu dueño te aborrezca . Mas ella , con un temblor que
no podia contener , respondió : -Yo no me he hecho
daño , nada de esto ; pero como un niño en pañales ,
que muchas veces llora sin saber por qué , tengo algo
que me atormenta , y esto me impide el ver y oir , y
mi corazon bulle , y mi frente sueña , y la sangre de

mi cuerpo no puede estarse quieta . Quizas , dijo
Vicente , es el temor de que vuestra madre os riña por *
haber perdido demasiado tiempo en la deshojadura ,
como me sucedia á mí cuando llegaba tarde à la caba-
ña , desgarrados los vestidos y pintorreado como un
-
moro , por haber ido á coger moras . ¡ Oh , no ! dijo
Mireya ; otra pena me inquieta . O tal vez , añadió
Vicente , los rayos del sol os han dañado . Conozco á
una vieja que se llama Taven y vive en las montañas
de Baus ; es hechicera , y con un vaso de agua , apli-
cado en la frente , hechiza los rayos del sol , y del ce-
rebro ardoroso pasan á traves del cristal y entran en
el vaso . —No , no , contestó la hermosa zagala ; el
ardor del sol de mayo no es bastante para amedrentar
á las hijas de Crau ... Mas ¿ por qué no he de decirtelo
si ya no cabe en mi pecho ? Vicente ... Vicente ... ¿ quie-
CANTO II . 49

res saber lo que tengo ?... es que estoy enamorada de ti.


A la orilla del arroyo el aire límpido y el césped y los
viejos sauces tallares quedaron maravillados de placer.
-¡Ah ! princesa , que siendo tan hermosa teneis la
lengua tan picarona , exclamó el cestero ; hay motivo
para echarse por el suelo con semejante sorpresa .
i Cómo ! ૐ Vos enamorada de mi ? En nombre de Dios ,
Mireya , no vayais á jugar con mi pobre vida , que
hasta hoy ha sido dichosa ; no me hagais creer cosas
que una vez encerradas aquí dentro serian la causa de
mi muerte ; no os burleis más de mí , por piedad , Mi-
reya. — Que Dios no me dé paraiso si hay mentira en
lo que digo , repuso ella , puedes creerlo : te quiero y
esto no hará que te mueras , Vicente . Mas si usas con-
migo de crueldad y no me quieres por novia , seré yo
la que me pondré enferma de disgusto y me verás
consumirme à tus piés abatida por la tristeza . —¡Oh,
no digais cosas semejantes ! respondió balbuciente el
hijo de maese Ambrosio ; de mí á vos hay un laberinto .
De la granja de las Almezas vos sois la reina , y todo
se somete ante vos ; yo , cestero de Valabrega , yo soy
un nada , Mireya , soy un pobre pisaterrones . — ¿ Y qué
me importa que mi amado sea un baron ó un cestero,
con tal que me agrade ? contestó ella , presta y encen-
dida como una atadora de garbas . Si no quieres que
el tedio consuma poco a poco mi sangre , Vicente ,
¿ por qué me pareces tan hermoso con tus andrajos ?
Ante la encantadora doncella , Vicente permanecia
desconcertado , ni más ni menos que un pájaro fasci-
nado por un reptil que de las nubes le hace bajar po-
4
50 MIREYA.

quito á poco.- Tú eres , pues , mágica , dijo luego


bruscamente , porque tu vista me enajena de este
modo , y tu voz se me sube á la cabeza y me desvanece
y me pone fuera de mi como un ebrio . ¿ No ves que tu
abrazo ha introducido el fuego en mis pensamientos ?
Porque ¡ toma ! si quieres saberlo , y á riesgo de que á
mí , humilde cestero , me tomes por objeto de burla ,
te diré que yo tambien te amo , Mireya , te amo con
tanto amor , que te devoraria . Te amo hasta tal punto
que si tus labios me dijesen quiero la Cabra de oro ,
la cabra que ningun mortal apacienta ni ordeña , que
bajo los peñascos de Baus lame el musgo de las rocas ,
o yo me perderia en las canteras ó me verias traerte
la cabra del vellon dorado . Yo te amo , niña encanta-
dora , tanto , que si dijeses : quiero una estrella , no
hay travesia de mar , ni bosque , ni torrente impetuo-
so , no hay verdugo , ni fuego , ni hierro que pudiese
detenerme á los más altos picos de las montañas que
tocan el cielo yo iria á buscarla , y el domingo tú la
llevarias pendiente de tu cuello . Porque eres tan her-
mosa, que cuanto más te veo más me deslumbro ... Oye ,
Mireya , yo ví una vez en el camino una higuera que
habia echado raices en la roca pelada junto à la gruta
de Valclusa , y estaba tan delgada y tan seca que á los
lagartos daba menos sombra que una mata de jazmin .
¿ Y sabes cómo vive aquella higuera ? Una vez cada
año la onda vecina sube á bañar sus raices , y entonces
el triste arbolillo bebe en aquella fuente toda el agua
que quiere y apaga su sed para todo el año . Esto se
me puede aplicar como la piedra al anillo . Porque yo
CANTO II. 51

soy , Mireya , el árbol triste , y tú eres la fuente y el


frescor. Y plegue al cielo que yo , pobrecito , una vez
al año siquiera , pueda como ahora solazarme de ro-
dillas con los rayos de tu rostro , y sobre todo que
pueda levemente besar tus dedos con mi beso temblo-
roso . Mireya , palpitante de amor le escuchaba . Mas
él enajenado coge por el talle á la niña , enajenada
tambien , y va á estrecharla contra su robusto pecho .
-¡Mireya ! exclamó de pronto una voz de vieja entre
la arboleda , ¡ Mireya ! ¿ Los gusanos de seda no han
de comer nada este mediodía ?...¿ૐ Habeis visto posarse
en la copa de un pino una bandada de gorriones al
fresco de la tarde , y luego al caer de improviso la
piedra de un espigador que les acechaba dispersarse
todos espantados , y huir á los bosques ? Asimismo
turbada y asustada huye por la llanura la enamorada
pareja. Ella se dirige presurosa hácia la granja sin decir
palabra , llevando en la cabeza las hojas recogidas . Él
inmóvil y como alelado , la mira correr á lo lejos en el
erial.
OF

ORNIA

Vicente.
F!ནམ—ནི 4
CANTO TERCERO .

EL DESEMBOJO .
Las cosechas de Provenza.- En la granja de las Almezas un ale-
gre y jovial corro de muchachas está quitando los capullos de
seda de las bojas . —Juana María , madre de Mireya. — Taven la
bruja de Baus. — La mala mirada. - Las desembojaderas por
pasatiempo hacen castillos en el aire.- La orgullosa Laura,
reina de Pamparigusta. - Clemencia , reina de Baus . -El Vantur ,
el Ródano , la Duranza . - Adelaida y Violante.- La corte de
amor.- Los amores de Mireya y Vicente descubiertos por No-
rada. - Chanzas de las niñas . — Taven , la bruja , les impone
silencio . -- El ermitaño del Luberon y el santo pastor . - Nora
canta la cancion de Magali .
UANDO las
C cosechas son
abundantes y los
64 . olivares à barriles
llenos derraman el
1411
amarillo aceite en

las tinajas de arcilla ; cuando por campos y veredas


el carro lleno de garbas rechina y bambolea y choca en
56 MIREYA.

todas partes con su frente altiva ; cuando aparece Baco ,


desnudo y vigoroso como un luchador , y dirige la fa-
randola de los lagareros en las vendimias de Crau ; y
del lagar rebosante cuando la bebida bendita , llenando
el canal de la compuerta , hácia la espumosa tina se
escapa , y el mosto pintarrajea las piernas de los que
pisan la uva ; y diáfanos á la retama cuando los gusa-
nos de seda suben como en fiesta para hilar sus blon-
das prisiones , y luego rápidamente aquellas orugas ,
artistas consumadas , se amortajan á millares en sus
capullos tan sutiles , que parecen fabricados con un
rayo de sol ; entonces en la tierra de Provenza hay más
que nunca diversion y alegría ; bébese entonces con
holgorio el buen moscatel de Bauma y el vino de to-
millo , y se canta y se celebran deliciosos banquetes ,
y los jóvenes y las muchachas danzan placenteros al
son del tamboril.
- En verdad
soy afortunada , vecinas , pues el em-
bojo de mis cañizos está lleno de hermosos capullos .
Una enramada tan sedosa , una cosecha tan rica como
esta , no recuerdo haberla visto en la hacienda desde
mis verdes años , desde el año de Dios en que me casé .
Mientras se desembojaban los capullos , así decia
Juana Maria , del anciano maese Ramon esposa honra-
da , y madre orgullosa de Mireya , y las vecinas y co-
madres con deseos de reir y de trabajar estaban reuni-
das á su alrededor en el cuarto de los gusanos de seda .
Trabajaban en el desembojo , y la hermosa Mireya
les iba presentando las ramitas de coscoja y las matas
de romero , donde la noble oruga atraida por la fra-
CANTO III . 57

gancia de la montaña se aprisiona en sus capullos con


tan buena voluntad . Las ramas estaban llenas de ca-

pullos y parecian palmas de oro .


- - Sobre el altar de la buena Madre de Dios , decia

á las comadres Juana María , ayer , mujeres , fuí á de-


jar como primicia la más hermosa de mis ramitas . Así
lo hago todos los años , porque al fin ella es la que con
mano liberal ordena , si le place , á los gusanos de seda ,
que suban . Por mi parte , dijo Isea , la de la granja
del Huésped , mucho temo que no he de tener ese tra-
bajo . El dia en que soplaba tan fuerte el Levante , ya
os acordareis , aquel dia tan malo , por descuido dejé
abierta de par en par la ventana del cuarto , y ahora,
hace poco , he contado en los zarzos más de veinte gu-
sanos alandreados.
Taven , la bruja de Baus , habia tambien acudido á
la granja para prestar su ayuda . Taven dijo ȧ Isea :-
En todo , vosotros los jóvenes, creeis entender más que
los viejos , pero mal que os pese es necesario que nos
agobie la edad , es preciso haber llorado y haber su-
frido , y sólo entonces , aunque demasiado tarde , se
llega á ver claro y á conocer las cosas . Vosotras , mu-
jeres atolondradas , si al abrirse los capullos prometen
buena cosecha, luego os vais charlando por todas par-
tes más de lo que conviene . Parece increible lo her-
mosos que están mis gusanos de seda ; ¡ venid ȧ verlos !
decis á las vecinas . Y en tanto la Envidia no se queda
rezagada ; y cuando subis al cuarto de los gusanos de
seda , ella sube detras murmurando . Y la vecina ex-
clama : ¡Qué hermosos están ! ¡ da gusto el verlos ! ¡ no
58 MIREYA.

hay que decir sino que naciste vestida ! Más no bien


has vuelto la cabeza , la envidiosa les asesta una mala
mirada que te los quema , y les echa una ligadura ma-
léfica . ¡ Es el viento , decis luego vosotras ; es el viento
que me los ha alandreado ! ·—No diré que esto no pue-
da hacerlo , respondió Isea ; mas como quiera ¡ ojalá
hubiese yo aquel dia cerrado la ventana ! -¿ Conque
tú dudas de los maleficios que lanza el ojo cuando baila
y chispea en su cuenca ? replicó Taven fijando en Isea
sus ojos encendidos . ¡ Oh necios , que con el escalpelo
escudriñando la muerte , pretenden conocer la virtud
de la abeja y el secreto de la miel ! ¿ Estás tú bien se-
gura de que una mirada luciente y firme no puede ma-
tar antes que nazca el feto de una mujer en cinta ,
agotar las ubres de una robusta vaca ? Los pajaritos
quedan fascinados con sólo ver un mochuelo ; caen del
cielo las ocas si las mira una serpiente , ¿ y quieres que
bajo la influencia del ojo humano no pueda enfermar
un gusano de seda ? Contra la mirada de un jóven
cuando echa amores y llamas y arrebatamiento , ¿ dón-
de está la doncella asaz prudente , que baste á guar-
darse ?

Cuatro jovencitas , al oir esto , soltaron los capullos


que en las manos tenian . — Vieja culebra , dijo una de
ellas á Taven ; sea en junio ó en octubre siempre tu
aguijon está pronto . ¿ Muchachos dices ? ¡ Cuida que
se acerquen ! -No , exclamaron alegremente las niñas ,
no queremos á los muchachos ; ¿ verdad , Mireya ? —
El desembojar los capullos no es cosa de cada dia , dijo
ésta ; voy a la bodega por una botella que de seguro
CANTO III. 59

ha de gustaros . Y Mireya salió del aposento con pres-


teza para ocultar el rubor que coloraba sus mejillas .
– Amigas mias , empezó á decir la orgullosa Laura ,
yo soy bien pobre , ya lo sabeis. Pues bien , si yo la
hubiese dado en no escuchar á nadie , áun cuando el
mismo rey de Pamparigusta me ofreciese su mano ,
mi gusto , mi deleite seria verle siete años á mis piés
agonizar de amor . -Pues yo , al contrario , dijo en-
tonces Clemencia ; si algun rey por casualidad se ena-
morase de mí , sobre todo si fuese jóven y airoso , y
aventajase en gallardia á todos los caballeros de su rei-
no , podria bien suceder que sin tantos caprichos me
dejase conducir por él á su palacio . Mas luego que me
hubiera hecho reina y señora , y me hubiera dado un
manto magnifico con ramajes de orofre , y hubiera ce-
ñido mi ardorosa cabeza con una corona deslumbrante
de perlas y esmeraldas , entonces me vendria , yo , la
reina , á Baus , mi pobre lugarejo . De Baus haria yo
mi capital. Sobre la peña donde hoy descansa , yo
reedificaria de nuevo nuestro viejo castillo y le añadiria
un torrejon que alcanzase las estrellas con su blanca
punta . Y despues cuando quisiera un poco de solaz ,
sin manto ni corona gustaria de subir con mi príncipe
á la azotea de mi torre . Y alli á solas los dos , y apo-
yados en el parapeto uno junto á otro , seria cosa de-
liciosa , à fe mia , tender la vista en derredor . Y ver
desplegarse ante los ojos mi alegre reino de Provenza ,
hermoso como un cercado de naranjos , y su mar azul
muellemente extendida bajo sus colinas y sus llanuras,
y las grandes barcas empavesadas que suben á toda
60 MIREYA .

vela hasta el castillo de If. Y el Vantur que trabaja el


el rayo , el Vantur venerable que por encima de las
montañas agachadas en torno de él , alza orgulloso
hasta los astros su blanca cabeza , parecido á un an-
ciano mayoral de pastores que apoyado en el baston
contempla su rebaño . Y el Ródano en cuyas orillas
riendo y cantando se hallan tantas villas y ciudades en
hilera que bajan á beber á lo largo del rio ; el Rodano
tan orgulloso de su cauce y de sus riberas, y que á pe-
sar de ello , consiente en torcer el curso cerca de Avi-
ñon para saludar á Nuestra Señora de Doms . Y la Du-
ranza , aquella cabra ligera , salvaje , voraz , que roe á
su paso sargas y oxicedros ; aquella niña traviesa, que
vuelve del pozo con su cantarito y que derrama el agua
jugando con los muchachos que encuentra en el ca-
mino...
Esto diciendo , Clemencia , la gentil reina de Proven-
za , levantóse de la silla y fué á vaciar en la canasta su
delantal lleno . Adelaida , niña morena , y Violante , su
hermana melliza , cuyos padres del castillo de Estoblon
cuidaban las tierras , Adelaida , niña morena , y Vio-
lante su hermana melliza , iban juntas con frecuencia
á la granja de las Almezas . El amor , aquel duende
terrible que se complace burlando á las almas tiernas
y sencillas , habia inflamado á las dos por un mismo
jóven .
Alzando la cabeza , dijo Adelaida : - Niñas , puesto
que estamos de fiesta , supongamos que yo á mi vez
soy la reina , y que Marsella con sus buques , y la Cio-
tat que rie con ella , y Salon con sus almendras , y Bell-
CANTO III. 61

caire con su prado , todo me pertenece . Señoritas é


hijas de los campos de Arles , de Baus y de Barben-
tana, diria yo , volad á mi palacio como pájaros . Quiero
escoger las siete más hermosas y ellas pesarán en la
balanza el amor engañador y el ardiente de deseo .
Juntas las siete , venid alegremente à tener consejo .
¿ No desalienta ver que si una pareja se mira con bue-
nos ojos , la mayor parte de las veces no pueda unirse ?
Pues yo Adelaida , la reina , os lo aseguro , si alguna
vez en mi reino alguna pareja se ve contrariada por al-
gun tormento injusto y odioso , en el tribunal de las
siete niñas encontrará ley de clemencia . Mas la que
por joya ó por oro venderá su ropa de honor , y quien
á su querida hará traicion o insulto , en el tribunal de
las siete Bailías hallará ley terrible y venganza de
amor . Y cuando para una niña se hallen dos amantes ,
ó al contrario , cuando haya dos niñas enamoradas de
un mismo jóven , quiero que el Consejo decida quién
ama mejor , quién mejor galantea , y por consiguiente ,
quién es más digno de ser amado . En fin , y por com-
pañía de las hermosas niñas , quiero que vengan siete
poetas, y en palabras consonantes, con las cuales exal-
tarán al noble corro , quiero que escriban en cortezas
de árboles ó en hojas de parra silvestre las leyes del
amor , y fluyan de sus labios suaves coplas , como fluye
de las colmenas la buena miel.
Así en otro tiempo Estefanía de Gantelmo , bajo el
cobertizo de pinos debió hablar seguramente , cuando
su frente estrellada iluminaba los cerros de Romanin
y de las Alpinas ; así la condesa de Die , cuando tenia
corte de amor , debió hablar seguramente .
62 MIREYA .

Con un frasco en la mano , bella como el dia de Pas-


cua , entró Mireya en el cuarto donde estaban las mu-

jeres . ¡ Ea ! les dijo , ¡ á beber un poquito ! ¡ Esto
alegra el trabajo , mujeres ! ¡ Llenemos las copas antes
de proseguir ! Y del frasco guarnecido de esparto , el
licor que recalienta fluyó como un hilo de oro llenando
una tras otra las tazas . - Yo misma hice este licor ,
dijo Mireya. Se le deja cuarenta dias en la ventana
para que el sol endulce su agrura y minore su fortale-
za . Entran en él tres yerbas del monte , y el sobre
mosto que las baña guarda de ellas un olor que aro-
matiza el pecho .
-Oye , Mireya , dijo de pronto una de las niñas ,
aquí cada una nos ha dicho lo que haria y lo que
más estimaria si algun dia fuese reina y se hallase en
la opulencia ; dínoslo tú tambien , Mireya ; sepamos
cuál es tu pensamiento . -¿Qué quereis que os diga ?
contestó ella ; dichosa con mis padres , contenta en nues-
tra granja de Crau , no hay fuera de esto nada que me
tiente. ¡ Ah ! dijo entonces una jovencita , es verdad ,
lo que te gusta no es oro ni plata . Pero una mañana , yo
me acuerdo , perdóname si no lo callo , Mireya ; era un
martes , yo volvia de recoger leña menuda , y al llegar
á la cruz blanca llevando el haz de támaras apoyado en
la cadera , te vi por entre el ramaje hablando con alguien
bastante despejado . -¿Quién es , quién es ? pregun-
taron las niñas , ¿ de dónde es hijo ? - Como los árboles
me impidiesen ver claro , prosiguió Norada , pude
apenas distinguirle , mas á no engañarme parecióme
conocer á aquel que trabaja tan bien los cestos , á aquel
Serra

Las desembojaderas .
CANTO III. 63

muchacho de Valabrega que se llama Vicente .— ¡ Oh !


¡ qué picarona ! exclamaron las niñas riendo á carca-
jadas , ¡ deseaba seguramente tener una linda cesta y
ha hecho creer al cestero que le queria por novio !
¡ Ved å la más hermosa del terruño , que ha escogido
por galan a Vicente el de los piés descalzos ! Y todas
se chanceaban con ella ...
Mas Taven , paseando entonces en derredor una mi-
rada de reojo , exclamó : -¡ Mal año para vosotras ,
pécoras ! ¡Pueda la Rumeca dejaros embobadas á todas!
¡ Pasaria el Buen Dios en su camino eliseo y esas lo-
quillas lo tomarian á burla ! ¡ Es muy bonito eso de
reiros á tontas y á locas del pobre Vicente ! ¿ Sabeis
acaso lo que vale por más pobre que sea ? Escuchad lo
que voy á contaros . Es un milagro que hizo Dios ante
su tabernáculo , y puedo aseguraros que es verdad
porque ha sucedido en mi tiempo . Érase un pastor
que habia pasado toda su vida hecho un salvaje guar-
dando las ovejas en el áspero Luberon . Entrado ya en
años sintió que su cuerpo de hierro se doblaba hácia
el cementerio ; quiso confesarse como era su deber , y
acudió al ermitaño de San Eucario . Errante y solita-
rio en la Valmasca , no habia entrado en iglesia ni en
capilla desde su primera comunion , y hasta las oracio-
nes se habian borrado de su memoria. Dejando su
cabaña subió como digo á la ermita , y ante el ermi-
taño se inclinó hasta el suelo . ¿ De qué os acusais ,
hermano le preguntó el buen sacerdote . ¡ Ay de mí !
contestó el anciano , me acuso de que una vez que re-
voloteaba sobre mi rebaño una aguzanieve , que es un
64 MIREYA.

pájaro amigo de los pastores , tiré una piedra y sin


querer maté á la pobre nevatilla . Si no lo hace á pro-
pósito , dijo para si el ermitaño , este hombre debe de
ser idiota . Y para probarle interrumpió la confesion ,
y observando su fisonomía le dijo : Hermano , id á col-
gar vuestro capote de aquella percha y os daré entre
tanto la santa absolucion . La percha que el sacerdote
le mostraba no era sino un rayo de sol que penetraba
al sesgo en la capilla . Mas el buen viejo se quita el
capote, y crédulo le suelta en el aire , y el capote queda
suspendido en la raya luminosa . ¡ Hombre de Dios !
exclamó el ermitaño ; y luego abrazando las rodillas
del anciano y llorando á lágrima viva : ¿ Puedo yo absol-
veros ? le dijo ; ¡ ah ! ¡ salga el llanto de mis ojos y ex-
tiéndase vuestra mano sobre mí , porque vos sois un
gran santo y yo un pecador !
Terminó aquí Taven su relato , con el cual habia
cortado la risa á las niñas . Esto enseña , dijo Laura,
y es la pura verdad , que no hay para qué burlarse del
vestido , y que bajo mal vellon puede haber un buen
cordero. Mas , hijas , volvamos a lo de antes . Como un
grano de uva nuestra jóven mayorala se ha puesto co-
lorada no bien ha oido el nombre de Vicente . Aqui hay
algo . Veamos , hermosa : ¿ cuánto tiempo duró el coger
la hoja ? Porque teniendo compañía se olvidan las
horas y con un amante siempre falta tiempo . —¡ Tra-
bajad , desembojaderas ! ¿ૐ no hay bastante todavia , bur-
lonas ? contestó Mireya ; vosotras hariais condenar à
un santo . Ahora , pues , para confundiros , antes de
tomar marido quiero encerrarme en un convento de
CANTO III. 65

monjas á la flor de mis años . - Ta , ta , dijeron à una


las mujeres eso será como la hermosa Magali , que
tenia horror tan grande á los amores y quiso sepul-
tarse en vida en el convento de San Blas de Arles ...

Nora , tú que cantas tan bien ; tú , que cuando quieres


maravillas el oido , cántale à Mireya la cancion de Ma-
gali ; cántale cómo escapaba por mil subterfugios al
amor , haciéndose pámpano , y pájaro volador, y rayo
brillante , y sin embargo , acabó por enamorarse á su
vez .

¡ Oh Magali , idolatrada ! ... empezó Nora , y las


mujeres redoblaron el trabajo y la alegría del corazon ,
y como al resonar de una cigarra la cancion veraniega ,
todas las demas en coro se unen á ella , así tambien las
niñas entonaron á coro el estribillo :

MAGALI .

Oh Magali idolatrada , —asómate al ventanillo y


oye un poco mi alborada ― de gaita y de tamboril .

Lleno está el cielo de estrellas , - echadas están las


auras , - mas las estrellas , Magali , - - al verte se pon-
drán pálidas.

Menos que el rumor del bosque - me interesa tu


cantar ; voyme á las ondas azules - á hacerme anguila
del mar .

Oh Magali , si te haces tú - pez de la mar , - - yo


pescador me haré ; -te pescaré .

Pues si te haces pescador, - y echar quieres el tras-


5
66 MIREYA.

mallo , ―― yo cambiada en avecilla - cruzaré los anchos


campos .

Oh Magali , si te haces tú ave del aire , yo caza-


dor me haré ; — te cazaré .

Si á perdices y á currucas - vienes tú á tender tus


lazos , - yo me haré yerba florida - y esconderėme en
el prado .

Oh Magali , si te haces tú - margaritilla , yo agua


limpida me haré ; - te regaré .

Si tú te haces agua límpida , -


—- yo me haré nubarron
grande , ― y á las Indias de este modo- verásme huir
por los aires .

Oh Magali , si quieres ver - Indias lejanas , — yo


brisa de mar me haré ; - te llevarė .

Si te haces brisa marina — aun así te he de escapar,


pues me verás convertida – en sutil rayo solar.

Oh Magali , si te haces tú - rayo de sol , -verde la-


garto me haré ; — te beberé .

Si tú te haces salamandra — que se oculta en la ma-


leza , yo me trocaré en la luna - que alumbra á las
hechiceras .

Oh Magali , si te haces túluna serena , - yo bella


niebla me haré ; - te envolveré .

Si la niebla me rodea - no por esto me obtendrás ;

-yo , abierta entre los espinos , - seré rosa virginal .

Oh Magali , si cambias tú - en rosa bella , — yo ma-


riposa me haré ; - te besaré .
CANTO III. 67

Corre , corre , amante mio , -que nunca me alcan-


zarás , -
— allá en el bosque sombrio - hecha un roble
me verás.

Oh Magali , si cambias tú - en árbol triste , -- mata


de yedra me haré ; — te abrazaré .

Pues si quieres abrazarme -


— sólo un tronco estre-
charás , -yo me haré blanca monjita- del convento
de San Blas.

Oh Magali , si te haces tú - blanca monjita , — yo


tú confesor me harė ; -- te escucharė .

Aquí las mujeres se estremecieron , y los dorados


capullos escaparon de sus manos , y le decian á Nora :
— Vaya , di pronto lo que hizo siendo monjita la pobre
Magali , di lo que hizo despues de haber sido florecita
y roble ; y luna , y sol , y nube ; y pájaro , yerba y pes-
cado . - Voy á cantar el resto de la cancion , repuso
Nora. Estamos , si mal no me acuerdo , donde ella dice
que se refugia en el claustro , y el amante le contesta
que se hará confesor . Pues oid el nuevo estorbo que le
opone :

Si entras tú en el monasterio - cantos fúnebres oirás ,


―y rodeada por las monjas - con mortaja me hallarás.

Oh Magali , si te haces túla pobre muerta , — yo


la tierra me haré ; -te poseeré .

A creer empiezo en fin que de veras me hablas ya,


889
68 MIREYA.

-toma , oh jóven , por recuerdo - mi anillito de cris-


tal.

¡ Oh Magali ! esta fineza - te la agradezco en el alma;


¡ vé allá arriba las estrellas - que al verte se han pues-
pálidas !

Nora calló : nadie decia palabra . Tan bien cantaba


Nora , que las otras á una acompañaban su canto , sim-
páticas , como las matas de juncia que pendientes y
dóciles se dejan arrastrar unidas por la corriente de
un arroyo . — ¡ Oh qué hermoso está el tiempo ! excla-
mó Nora al acabar . Ya los segadores lavan en el vivero
las hoces para quitarles la goma. Cógenos , Mireya ,
algunas manzanas de San Juan , tráenos un queso
fresco , y salgamos á merendar debajo de los almeces .
CANTO CUARTO .

LOS NOVIOS .
La estacion de las violetas.- Los pescadores de Martega.- Tres
pretendientes solicitan á Mireya : Hilario el pastor , Veran el
yegüerizo , Elzear el boyero. — Hilario : sus riquezas en ganado .
- El esquileo . - Descripcion de un rebaño trashumante que
baja de los Alpes yendo á invernar.- Entrevista de Hilario con
Mireya. - El mausoleo de San Remigio llamado Las Antigua-
llas. — Ofrenda del pastor : la copita de boj esculpida.—Hilario
es despedido . - Veran el guardian de yeguas.- Las yeguas
blancas de Camarga .- Veran pide la mano de Mireya á maese
Ramon.- El anciano le acoge con grande alegría.- Mireya le
rehusa.-Elzear el domador de toros .- Los toros negros salva-
jes . El herradero.- Elzear y Mireya en la fuente . -El boyero
es desechado.
LEGUE el tiempo en
L que se abren las vio-
letas cubriendo y ador-
nando las frescas prade-
ras : ciertamente no es-
casean las parejas que
van á cogerlas á la sombra. Llegue el tiempo en que
apacigua el mar su pecho fiero, y respira suavemente
con todas sus mamilas : no faltan entonces botes y
chalupas que parten á bandadas de Martega , y exten-
diéndose en alas de sus remos por la mar calmosa ,
van á enredar el pescado con sus trasmallos . Llegue el
tiempo en que aparecen entre las mujeres florecientes
enjambres de niñas , ya pastoras , ya condesas , que
alcanzan renombre por su hermosura : no faltan por
cierto novios en la Crau ; no faltan novios en los casti-
llos . En la granja de las Almezas se presentaron tres
72 MIREYA .

novios : un yegüerizo , un boyero y un pastor ; los tres ,


soberbios mozos .

El primero que se presentó fué Hilario el pastor .


Dicese de él que poseia mil cabezas de ganado lanar,
que en invierno pacian á orillas del lago Entresen ,
donde crece la buena grama salada . Dicese que al lle-
gar al mes de mayo , y en la época en que el trigo for-
ma sus nudos , él mismo conducia su rebaño à las
frescas alturas de los Alpes . Se dice tambien , y yo lo
creo , que por San Marcos trabajaban para él tres dias
seguidos nueve diligentes esquiladores , sin contar al
que llevaba los tusones de blanca y pesada lana , y al
zagal que sin descanso conducia à los esquiladores un
cántaro prontamente vaciado .
Mas hacia el tiempo en que disminuye el calor , y
la nieve empieza á caer en torbellinos sobre los paises
montañosos , era de ver aquel su hermoso rebaño
cuando bajaba de los altos valles del Delfinado á pacer
la yerba invernal de la extensa llanura . ¡ Era de ver
aquel hato tan rico cuando desfilaba por los caminos
pedregosos ! Marchaban llevando la delantera los cor-
deritos primales , cabriolando con alegría y formando
hileras, conducidos por el borreguero que los cuidaba .
En pos de los borregos seguian en desórden los asnos
llevando campanillas , y los pollinos y las borricas ,
puestos al cuidado del asnero que á horcajadas sobre
la albarda iba con ellos . Sirven los asnos para llevar
en los serones de esparto , sobre el basto , la comida y
la bebida y el equipaje de los pastores , y á más apro-
vechan para transportar los corderos fatigados y las
CANTO IV. 73

pieles sanguinolentas de las reses muertas . Despues


iban de frente como capitanes de la falanje cinco orgu-
llosos machos cabrios de astas retorcidas y mirar ses-

gado , los cuales hacian sonar los esquilones cabecean-


do con gesto de amenaza . Detras de los machos cabrios
iban las madres y las juguetonas cabrillas y los mansos
cabritos , tropa comilona y vagabunda gobernada por
el cabrero . Y luego seguian levantando el hocico los
grandes moruecos conductores , conocidos por sus
largas astas tres veces ensortijadas al rededor de la
oreja , y porque en señal honrosa de ser los señores
del rebaño llevan los lomos adornados con borlas . A la
cabeza de la tropa marchaba el mayoral de los pastores
envueltos los hombros en su capa burda , y luego tras
de él se apiñaba el grueso de la armada . Y entre una
nube de polvo se veian primero y con gran priesa apa-
recer las ovejas madres respondiendo con prolongados
balidos al balido de sus hijuelos , las cuales traian la
nuca ornada con borlillas rojas , y corriendo en tropel
llenaban de polvo á los borros y á los carneros de lana
que seguian despues andando á paso lento . El rabadan
y los zagales de tiempo en tiempo daban voces á los
perros , diciéndoles : ¡ A la vuelta ! Y llegaba por último
la innumerable multitud plebeya marcada con pez en
los ijares las reses jóvenes , las ovejas tardías , las
cerradas por segunda vez , las deshijadas , y las fecun-
das melliceras que arrastraban con pena su vientre
embarazoso . Y luego cerraban la retaguardia las ove-
jas estériles , las cojas , las desdentadas y los carneros
viejos vencidos ya en los combates amorosos , reses
74 MIREYA.

inválidas y estropeadas que habian perdido á la vez las


astas y el honor . Y todo ello , cabras y ovejas , cuantas
contenia el camino , reses viejas y jóvenes , rollizas y
lisiadas , todo era de Hilario. Y cuando bajaban de la
montaña y á centenares desfilaban por delante de él ,
sus ojos se deleitaban . Al ver al joven pastor acompa-
ñado de sus corpulentos y blancos mastines que le se-
guian á los pasturajes , con sus polainas de piel aboto-
nadas hasta la rodilla , llevando á guisa de cetro un
grueso cayado de arce , sereno el continente y tran-
quila la faz , hubierais creido contemplar al hermoso
rey David cuando en su juventud abrevaba los gana-
dos al caer la tarde , en el pozo de sus abuelos .
Hé allí á Mireya , que va y viene por delante de la
granja de las Almezas , dijo el pastor . ¡ Oh , Dios mio!
es verdad lo que me han dicho de ella , pues ni en el
llano ni en la montaña , ni en pintura ni en realidad ,
no he visto ninguna que le llegue á la pretina por lo
hermosa y agraciada .
Porque es de saber , que sólo por verla Hilario se
habia alejado de su rebaño . Acercòse á ella , y con voz
temblorosa le dijo : -
—¿ Podrias enseñarme un camino
para atravesar los cerros ? que si no , hermosa niña ,
temo mucho que no saldré de ellos . - No hay más que
tomar por este camino en derechura , contestó la jóven
campesina ; seguid luego por el desierto de Peiramala ,
y andad por el valle tortuoso hasta que descubrais un
arco con una tumba que sostiene dos generales de pie-
dra... Es lo que se llama Las Antiguallas ...- Muchas
gracias , contestó el pastor. Mil reses que llevan mi
CANTO IV. 75

marca atraviesan hoy la Crau , para subir mañana al


monte . Heme adelantado al rebaño para indicarle el

camino a traves de los campos , y para señalarle las


dehesas y los sitios buenos para hacer noche . Y cier-
tamente mi ganado es de la mejor calidad . Y siempre
que yo me case , mi pastora oirá todo el dia el canto
del ruiseñor ... Y si yo tuviese la dicha , hermosa Mi-
reya , de que aceptases mi regalo , te ofreceria , no jo-
yas de oro , sino un vaso de boj que hice para tí y está

todavía nuevo y flamante . Dicho esto , sacó del seno


como una reliquia , una copa tallada en boj , obra de
sus horitas de descanso , en las cuales , sentado en una
piedra , gustaba de distraerse haciendo estas cosas.
Con solo un cuchillo trabajaba primorosamente , y con
mano caprichosa esculpia tarreñas para guiar el ga-
nado durante la noche , y sobre el collar de las esqui-
las , y en el huesecito blanco que servia de badajo ,
hacia cortes y tajos , y pájaros y flores , y todo lo que
queria .
Si hubieseis visto el vaso que acababa de mostrar,
habriais negado que cuchillo de pastor hubiese pasado
por allí . Una estepa florida le rodeaba , y en sus blan-
cas flores pacian dos cabras monteses , que formaban
las asas. Mas abajo se veian tres niñas como tres ma-
ravillas , y un pastorcillo dormido bajo un oxicedro .
Las niñas juguetonas se inclinaban hácia el pastorcillo
con cautela , y acercaban á su boca un racimito de uva ,
de que tenian llena una cesta . Y el muchacho que so-
ñaba se desvelaba sonriendo , y una de las niñas pare-
cia conmovida. A no ser por el color de la raiz , hu-
YA
76 MIRE .

bierais dicho que las figuras vivian en aquella obrita .


La copa era nueva , y no se habia estrenado .
- En verdad , la ofrenda que mostrais tienta la vis-

ta , dijo Mireya contemplándola , pero mi novio tiene


una que es más bella ... y es su cariño . Y cuando él me
mira apasionado , me hace bajar los ojos , y siento en-
tonces una dicha inefable . Dijo la muchacha , y dando
un salto echó á correr, y como un duende desapareció .
El pastor Hilario volvió á poner su copa donde antes
la tenia , y lentamente , à la luz del crepúsculo , se
apartó de la granja , turbado con el pensamiento de
que una niña tan hermosa , por otro y no por él sin-
tiese tanto amor.

Presentose tambien à la granja de las Almezas un


guardian de yeguas llamado Veran, que vivia en Sam-
bú . Allá en las grandes praderas de Sambú , donde
florece la manzanilla , tenia el tal Veran cien yeguas
blancas que desmochaban las altas cañas de los mar-
jales . ¡ Cien yeguas blancas , cien yeguas de crin fron-
dosa como la meseta de los saladares , yondeante
y jamas tocada por las tijeras ! Cuando en ardiente
abalanzamiento partian desenfrenadas , como la trena
de una hada por encima de su cuello la hermosa crin
flotaba en el aire.

¡ Vergüenza para ti , oh raza humana ! Las yeguas


blancas de Camarga , á la punzante espuela que des-
garra sus ijares , ni á la mano que las acaricia , jamas
se han sometido . Encabestradas á traicion , he visto
desterrar algunas lejos de las praderas saladas . Mas
un dia han derribado á su jinete de un salto fiero y
CANTO IV. 77

repentino ; y las he visto entonces al galope atravesar


veinte leguas de marjales aspirando el viento , y vuel-
tas al Vacares donde nacieron , despues de diez años
de esclavitud , respirar al fin la emanacion salada y
libre de la mar . Porque aquella raza salvaje tiene su
elemento en la marina . Del carro de Neptuno tal vez
escapada , la salpican todavía las espumas . Y cuando
el mar se embravece y se oscurece el cielo , cuando se
rompen los cables de los buques , los potros de Ca-
marga relinchan de placer . Y hacen dar chasquidos
como un látigo á su larga cola que arrastra , y escar-
ban el suelo , y sienten en sus carnes el tridente del
Dios terrible que en horroroso desórden mueve la
tempestad y el diluvio, y trastorna de abajo arriba los
abismos de la mar .
Veran apacentaba de ordinario sus yeguas en Ca-
marga. Un dia que sus quehaceres le llevaron à la
Crau , Veran dirigió sus pasos á la alquería de Mireya .
Porque en Camarga , y hasta allá abajo donde des-
aguan las anchas bocas del Rodano , se decia que Mi-
reya era hermosa , y aún se dirá por mucho tiempo .
Presentòse gallardo con su capa arlesiana larga y ru-
bia , echada sobre el hombro á guisa de manto , con
ceñidor de varios colores como la espalda de un lagar-
to , y con sombrero de tela encerada, donde reflejaban
los rayos del sol . Y cuando estuvo ante maese Ramon ,
le dijo : - Buenos dias y buen estar : yo soy un ribe-
reño del Rodano camargues ; soy el nieto de Pedro el
yegüerizo ; ya quizas podreis conocerlo en mi fisono-
mía , pues á lo menos veinte años seguidos mi abuelo
78 MIREYA.

ha trillado con sus yeguas las mieses de vuestra era .


En la marisma que nos rodea , mi venerable abuelo
tenia tres cobras ... ya se os acuerda . Mas ¡ si vieseis
el rico aumento que ha tenido la levadura ! ¡ Ya pue-
den las hoces derribar mieses ! Actualmente poseemos
siete cobras y siete pares...- Largos años , hijo mio ,
contestó el anciano , puedas verlos multiplicar y con-
ducirles á los pastos . Conozco á tu abuelo y por cierto
he tenido con él amistad muy antigua . Pero al llegar
al tiempo en que la edad nos hiela , permanecemos en
quietud á la luz de nuestra lámpara , y entonces ¡ adios
amigos ! No es esto todo , añadió el jóven , no sabeis
aún lo que os quiero . Más de una vez cuando á Sam-
bú llegan las gentes de Crau á buscar carretadas de
paja , mientras les ayudamos á atar las ligaduras de la
carga solemos hablar de las niñas de Crau , y todos me
han pintado à vuestra Mireya tan de mi gusto , que si
al vuestro encontrais à Veran , ha de ser vuestro yer-
no. - Veran , ¡ pueda yo verlo ! exclamó Ramon , por-
que el vástago florido de tu ascendiente , de mi amigo
Pedro el yegüero , no puede menos de honrarme. Y
como dando gracias al Señor , levantó ambas manos
al cielo y añadió : -Con tal que gustes à la chica (pues
siendo sola es la bien amada ) , como primicias de la
dote doyte desde ahora mi bendicion , y santas eter-
nidades te sobrevengan .

Dicho esto, sin perder un momento, llama a su hija


y le dice en dos palabras de qué se trata . Ella , tem-
blorosa , pálido el rostro y azorados los ojos , habló
así : - Mas vuestro santo conocimiento en qué pien-
CANTO IV. 79

sa , padre mio ? ¿ Cómo quereis tan jóven alejarme de


vos ? Habeisme dicho alguna vez que eso de prome-
terse debe hacerse con tino, que antes es necesario
conocer bien al novio y ser una conocida de él... ¿ y
sabeis aún si es bastante el conocer à una persona ?...

Cesó de hablar, y un dulce pensamiento asomó de


pronto en sus turbadas facciones , como aparecen por
la mañana , cuando ha llovido , las florecitas anegadas
por entre el agua turbia . La madre de Mireya aprobó
sus palabras , y el yegüero , sonriendo , dijo : ·- Maese

Ramon , me retiro , porque un yegüero camargués , á


fe de quién soy, conoce perfectamente la picadura del
mosquito .
Durante el mismo verano , desde los pastos de la Ca-
marga Salvaje acudió á la granja para ver á la niña ,
Elzear el domador de toros . Negros son los toros de la
Camarga Salvaje , negros y bravos y renombrados por
doquier . Expuesto á los ardores del sol , á las escar-
chas y á las lluvias diluvianas , allí , solo con su vaca-
da , Elzear la apacentaba todo el año . Nacido entre el
ganado , criado en medio de los toros , tenia de los to-
ros la estructura y el ojo salvaje , y el color oscuro , y
como ellos tenia fiero el continente y dura el alma .
Cuántas veces , echando al suelo el capote y cogiendo
un palo, habia destetado bruscamente á los becerros ,
arrancándoles del pezon de sus madres , y luego , rom-
piendo sobre la vaca furiosa un manojo de garrotes ,
habia logrado que huyese de la sacudida por entre los
pinos dando bramidos y volviendo la cabeza amena-
zante ! ¡Cuántos erales y terneras habia derribado en
80 MIREYA.

los herraderos de Camarga ! Como que guardaba to-


davía entre las cejas una herida que le asemejaba á la
nube desgarrada por el rayo , y recordaba que un dia
los almajos y las nevadillas se habian teñido con su
sangre.
Era un dia de grande herradero . Para reunir los to-
ros las villas de Santas Marias , Faraman , Albaron y
Aguas-Muertas habian enviado á los eriales cien jine-
tes de los más valientes y experimentados . En el lugar
prefijado y cerrando un vasto redondel estaba espe-
rando la entusiasmada muchedumbre . Sobrecogidos
en la llanura salada se ven venir á carrera tendida
más de trescientos toros y novillas , como una mu-
giente bocanada de viento , machacando espadañas y
centauras. Los animosos boyeros , que habian ido á
sorprenderles en los pastos , les aguijonean al galope
con el hierro de sus picas. Bien pronto llegan al lugar
de la operacion . El tropel boyuno se detiene azorado
y silencioso . Mas los boyeros sin cesar espoleando los
lomos de la torada , le hacen dar tres vueltas al rede-
dor del anfiteatro , persiguiéndola incansables , como
el perro tras la marța , como el águila del Luberon
tras los cernícalos . ¿ Quién lo creeria ? De su yegua ,
contra la costumbre , Elzear se apea . Aglomerados los
toros á las puertas de la arena , súbito se alteran terri-
blemente . Pronto se lanzan á la arena cinco becerros
que echan llamas por los ojos y amenazan horadar el
cielo con sus cabeceos . Como el viento , Elzear se pre-
cipita hácia ellos ; como el viento tras las nubes , les
persigue á la carrera , á la carrera les pica , ya les gana
CANTO IV. 81

la delantera , ya con su lanza les aguijonea , ya danza


delante de ellos , ya les aturde con un vigoroso puñe-
tazo . Todo el pueblo aplaude con delirio . Elzear , cu-
bierto de polvo olímpico , coge por fin à uno de los to-
ros por las astas , y frente á frente con él forcejea para
sujetarle . Quiere desenredar sus torcidas astas el ne-
gro monstruo , y vuelve grupa , y muge de furor , y re-
suella y echa espumarajos y sangre y humo . ¡ Vano
furor ! i Esfuerzos impotentes ! El boyero apoya con
destreza en su espalda la horrible cabeza del bruto
torciéndole el cuello , y empujando de pronto al ani-
mal en direccion contraria, le derriba con violencia , y
cual una fuerte muralla que se derrumba , el toro y el
domador ruedan por el suelo . Un clamoreo de espanto
hace estremecer los tamariscos . ¡ Bravo , Elzear , bra-
vo ! exclama el pueblo . Y acuden cinco robustos man-
cebos que sujetan al toro, mientras Elzear, para mar-
carle el bautismo coge un hierro candente y le quema
los lomos . Una banda de jóvenes arlesianas montadas
á la jineta sobre blancas hacaneas , se acercan al galo-
pe , agitado el seno y coloradas las mejillas . Llegan ,
ofrecen á Elzear una grande aliara llena de vino, y se
alejan por la llanura entre nubes de polvo . Una ban-
dada de ardorosos jinetes va siguiendo sus huellas .
Presto el torbellino se disipa . Elzear no ve sino los to-
ros ni piensa más que en sujetarlos . Cuatro quedaban
todavía , pero trabajan con más ardor los guadañeros
cuanta mayor es la abundancia de heno , y así el to-
reador, sosteniendo la lucha con vigoroso esfuerzo , de
cuatro animales enervó los lomos . El último , que era
6
82 MIREYA.

manchado de blanco y tenia soberbias astas , se habia


puesto con sosiego á pacer la verde yerba . Elzear se
dirige hácia él . ¡ Basta , Elzear , basta ! le dicen los va-
queros viejos. ¡ Vana represa ! Hácia el toro de las
manchas blancas, enristrada la pica , se abalanza , des-
nudo el pecho y empapado en sudor . El toro espera
inmóvil la embestida y recibe de lleno el hierro en el
hocico . Vuela en astillas la pica , y el toro al sentir la
dolorosa herida se pone furioso . Elzear da un salto y
le coge por las astas ; llévale el toro consigo , y juntos
corriendo tronchan y aplastan los almajos del llano.
A caballo , apoyados en sus largas picas , los vaqueros
de Arles y de Aguas-Muertas contemplaban la terrible
lucha . Furiosos y encarnizados los dos contendientes
forcejean : el hombre para sujetar al toro ; éste para
desasirse del domador á quien arrastra . Con la lengua
llena de espuma, el toro mientras corre lame su hoci-
co ensangrentado . ¡ Misericordia ! ¡ El toro alcanza vic-
toria !... Como una vil rastrillada el hombre ha roda-

do ante él en el ímpetu de su carrera . ¡ Hazte el muer-


to ! ¡ Hazte el muerto ! le dicen de todos lados . Le afer-
ra el toro con las puntas , y levantando su cabeza feroz ,
á siete varas de altura le lanza hácia atras . Un clamo-
reo de espanto hace estremecer los tamariscos . Lejos
del toro cayó el desgraciado Elzear de cara al suelo ,
mal herido . Desde entonces no se habia borrado de
su rostro la cicatriz que le desfiguraba ,..
Llegó, pues , Elzear , en busca de Mireya, armado
con la pica y montado en su yegua . Aquella mañana
la doncella estaba solita en la fuente , y habia arre-
Mireya en la fuente.
OL
AMBORLIAO
MIA
CANTO IV. 83

mangado sus mangas y su zagalejo para limpiar unas


encellas con la yerba pulidora que llaman cola de ca-
ballo . ¡ Santas de Dios , qué bella estaba bañando sus
piececitos en el claro manantial ! Elzear le dijo : -Bue-
nos dias, hermosa : mientras refrescais las encellas , si
lo permitis , abrevaré mi yegua blanca en la corriente.
-¡Oh ! aquí no hay escasez de agua , respondió ella ,
en la esclusa podeis dar de beber à vuestra yegua
cuanto os plazca.- Hermosa , replicó el mancebo , si
como esposa ó peregrina fueseis à Selva Real , donde
se oye el rumor del mar, no tendriais que tomaros el
cuidado de limpiar encellas , porque la vaca de raza
negra se pasea libre y feroz y jamas se la ordeña , y allí
las mujeres viven descansadas . - Jóven , dijo ella, en
el pais de los toros las niñas mueren de languidez .
Hermosa , donde se tiene pareja no existe el fastidio .
-Jóven, aquí se dice que el que se extravia por aque-
llas lejanas comarcas bebe unas aguas muy amargas
y se quema el rostro con el sol . - Hermosa , bajo los
pinos cuando quisieseis , hallariais sombra . — Jóven ,
se dice que á los pinos suben unas serpientes verdo-
sas y enroscadas . -Hermosa , los flamencos y las gar-
zas reales , desplegando su manto rosado , dan caza á
las serpientes en las orillas del Ródano.- Jóven , escu-
chad y perdonadme si os interrumpo ; ¡ vuestros pinos
se hallan tan distantes de mis almeces ! - Hermosa ,
dice el adagio que curas y niñas no saben dó comerán
el pan el año que viene . —Jóven , con tal que yo le
coma con mi amado , no he menester nada más para
desanidarme . Hermosa , si es así dadme vuestro
84 MIREYA .

amor.- Os lo darė , jóven , dijo Mireya , mas primero


estos nenúfares darán uvas columbinas, primero echa-
rá flores vuestra pica , primero estos collados se ablan-
darán como cera y primero se irá por mar á la villa
de Baus .
La declaracion de Elzear.
H
CANTO QUINTO .

LA LUCHA .
El boyero se aleja furioso por la repulsa de Mireya. —Amores de
Vicente y Mireya. - La yerbecilla rizada. - Elzear encuentra
á Vicente.- Brutal provocacion del boyero.- Insultos . - Juan
del Oso .-Lucha mortal de los dos rivales en medio de la vasta
y desierta llanura de Crau.— Victoria y generosidad de Vicen-
te.- Felonía del boyero.- Elzear hiere á Vicente con la pica y
huye á todo el correr de su yegua. - Llega al Ródano.- Los
tres barqueros fantásticos.- Sublévase la barca bajo los piés
del asesino . La noche de San Medardo.- Procesion de los
ahogados en la ribera del rio . -Elzear se sumerge. - Danza de
los duendes sobre el puente de Trinquetalla.
A sombra de los álamos blancos se prolongaba .
L Soplaba la brisa del Vantur . Faltábanle al sol un
par de horas para trasponer el horizonte . Los labra-
dores que estaban en el campo volvíanse de cuando
en cuando á mirar el sol , porque deseaban ya la vuelta
del sereno para ver á sus mujeres sentadas en el um-
bral de la casa.
88 MIREYA.

El vaquero se alejaba , y revolvia en su imaginacion


el desaire que acababa de recibir junto à la fuente . Su
cabeza estaba trastornada , y á ratos la vehemencia de
su concentrado furor agolpaba en su frente la sangre
y la vergüenza . Galopando á traves de los campos se
aumentaba más y más su cólera cuanto más conside-
raba la afrenta recibida , y era tal su despecho , que á
los guijarros que abundan en Crau como las endrinas
en un ciruelo silvestre hubiera buscado contienda para
batirse ; era tal su rabia , que hubiera con la pica tala-
drado el sol . Asimismo un jabalí arrojado de sus ma-
lezas, corre por las desiertas lomas del negro Olimpo ,
y antes de volverse contra los perros que le persiguen
eriza el áspero pelo de su espalda y aguza sus colmi-
llos en los troncos de las encinas .
Hácia el vaquero á quien el resentimiento aguijonea
y quebranta , por el mismo camino avanzaba el airoso
Vicente, que sonriendo de felicidad soñaba en las dul-
ces palabras que la enamorada virgen le habia dicho
una mañanita bajo las moreras . Andaba tieso como los
cañaverales de la Duranza , y en su semblante resplan-
decia la dicha y el amor y la paz , y el aura muelle-
mente penetraba en su camisa entreabierta . Ligero y
vivo como un lagarto , caminaba con los piés desnu-
dos sobre los chatos y pulidos guijarros .
Con frecuencia á la hora fresca en que la tierra se
cubre de sombra y en los prados las hojas del trébol
se replegan friolentas , iba Vicente á mariposear al re-
dedor de la alquería donde habitaba la hermosa , y se
ocultaba , é imitaba luego hábilmente el canto agudo
CANTO V. 89

del verderon dorado ó el de la agachadiza entre los


terrones , y entonces la enamorada niña , que conocia
bien el reclamo , acudia con presteza y á escondidas al
seto de las espinas blancas con el corazon dulcemente
agitado. Y la luz de la luna que da sobre los botones
del narciso , y el aura veraniega que al caer del dia
roza las aristas de las altas espigas, y en mil y mil on-
dulaciones bajo su roce las hace estremecer como un
pecho agitado por el amor , y la dicha infinita que
siente la gamuza cuando perseguida por los cazadores
en las rocas del Queiras , despues de haber huido un
dia entero se encuentra al fin sola entre las malezas,
sobre un pico escarpado como una torre y rodeada de
montañas de hielo : todo esto no vale una gota de rocio
comparado con aquellos breves momentos de felicidad
que disfrutaban entonces Mireya y Vicente . Mas ha-
blad bajo , labios mios , que los zarzales tienen oidos ...
Ocultos en la sombra protectora , poco a poco sus ma-
nos se juntaban y se estrechaban. Luego se estaban
callados por un buen rato y hacian rodar los guijarros
con el pié . Y no hallando cosa mejor que decir , el
amante novicio contaba riendo las malandanzas que
solian sucederle , y cómo dormia algunas noches al
raso , y cómo habia recibido en las alquerías algunas
dentelladas de los perros , cuyas cicatrices conservaba .
Y ella le relataba sus quehaceres del dia y de la vela-
da , y los proyectos de su padre y de su madre , y las
fechurías de la cabra , que habia deshojado completa-
mente una parra florida . Una vez Vicente no fué ya
dueño de sí mismo . Entre las altas yerbas llegó arras-
90 MIREYA .

trándose como un gato montés hasta los piés de la


muchacha . Mas hablad bajo , labios mios , que los zar-
zales tienen oidos... ¡ Mireya ! déjame que te dé un
beso , le dijo Vicente ; ¡ Mireya ! yo no cómo ni bebo,
¡ tanto es el amor con que tú me animas ! ¡ Mireya , qui-
siera encerrar dentro de mi sangre tu aliento que el
aire me roba ! ¡ Déjame al menos que pueda besar la
orla de tu vestido ! ¡ déjame que de aurora en aurora
pase yo el tiempo cubriéndola de besos ! ...- ¡Vicente ,
esto es un pecado feo ! dijo Mireya , y las currucas y
las pendolinas van en seguida á divulgar el secreto de
los amantes. No temas que se hable de ello , replicó

el muchacho , porque mañana mismo despoblaré de


currucas la Crau entera hasta el confin de Arles ...
¡ Mireya , en ti veo el paraíso puro ! ... Escúchame , Mi-
reya , decia el hijo de maese Ambrosio , en el Rodano
hay una yerba que nosotros llamamos la yerbecilla ri-
zada . Aquella yerba tiene dos flores separadas , una
en cada mata , y retiradas al fondo de las frescas on-
das . Mas cuando llega para ellas la estacion del amor,
una de las flores , solita , sube á la superficie del agua
sonriendo y deja al buen sol que abra su capullo . Y
viéndola tan bella la otra flor se estremece , y la verias
que llena de amor náda cuanto puede para darle un
beso , y cuanto puede desarrolla sus zarcillos , aleján-
dose del alga que la aprisiona ; hasta que la pobrecita
rompe el pedúnculo , y libre al fin , pero moribunda ,
besa con sus labios pálidos à su blanca compañera ...
¡ Mireya ! ¡ un beso y despues la muerte ! ... ¿ no ves
que estamos solos , Mireya ?... Ella estaba pálida ; él ,
CANTO V. 91

arrobado entre mil delicias , la contemplaba . En su


turbacion , como un gato montés se endereza de pron-
to . La niña , con presteza y espantada , aparta la mano
atrevida que ciñe su talle , pero él la coge de nuevo ...

Mas hablad bajo , labios mios , que los zarzales tienen


oidos...— ¡ Déjame ! decia ella gimiendo ; ¡ suėltame ! de-
cia doblándose y luchando con él . Pero el joven , con
ardorosa caricia , la estrecha y va à tocar su mejilla .
La niña le da un pellizco , se agacha y escapa riendo.
Y luego desde lejos la vivaracha , mofándose de él , le
cantaba : i Vuelve por otra ! ¡ Vuelve por otra ! ... De

este modo á la hora del crepúsculo sembraban ambos


su trigo , su hermoso trigo de luna , regalo florido , di-
cha placentera que Dios envia en abundancia tanto à
los aldeanos como á los reyes .

Marchaba , pues , al anochecer atravesando la vasta


llanura el airoso cestero por el mismo camino que se-
guia Elzear. El rayo de una tempestad se dirige contra
el primer árbol que le atrae , y devoradas las entrañas
por la ira , ved aquí cómo habló el domador de bue-
yes : - ¿ Eres acaso tú , hijo de ramera , el que ha he-
chizado à Mireya ? En este caso , haraposo , pues que
te vas hacia allá bajo , dile que no me cuido de ella , ni
de su hocico de comadreja , ni tampoco del viejo pe-
dazo de tela que te cubre las carnes. ¿ Oyes , hermoso
pisaverde ?... Vicente se estremeció ; encendiose de
pronto su alma como una llama , y el corazon brinco
dentro de su pecho como un cohete cuando se dispa-
ra. - Villano , ¿ quieres acaso que te deslome y que
entre mis garras te doble por la cintura ? contestó el
92 MIREYA.

jóven con una terrible mirada de leopardo hambriento .


Y mientras esto decia la agitacion de la cólera hacia
temblar sus morenas carnes . ― Sobre el cascajo irás á

dar de cabeza , dijo el otro , porque tus manos son de-


masiado débiles , ladron , y no sirves más que para
doblar un mimbre , para caminar á la sombra y para
gandulear . - Si : como tuerzo los mimbres , responde
Vicente exasperado , como tuerzo los mimbres voy á
torcerte el pescuezo . Huye si puedes , cobarde , huye
de mi cólera , ó por Santiago de Galicia que no has de
ver más los tamariscos de Camarga , porque ahí va
este puño de hierro á molerte los huesos . Admirado y
contento de encontrar un hombre sobre quien desaho-
gar su coraje , puso el vaquero mohino el gesto y re-
plicó : Aguarda un momento , majadero , deja que
encienda la pipa . Y diciendo y haciendo sacó del bol-
sillo un bolson de cuero de macho cabrio y una negra
cachimba que se puso en la boca, y mientras encendia
la pipa con ademan desdeñoso dijo ȧ Vicente :-Cuan-
do te mecia al pié de una anserina ¿ no te contó jamas
tu madre gitana la historia de Juan del Oso ? Juan del
Oso era un hombre de mucha fuerza , y al enviarle su
amo con dos yuntas de bueyes para que arase el ras-
trojo , como el pastor coge una mosca de carnero co-
gió los animales uncidos , y animales y arado los tiró
por los aires sobre un álamo de alta cima . Y tú , mise-
rable , dá gracias á la suerte de que no haya por aquí
ningun álamo . — Insolente bribon , repuso el cestero ,
tú no eres capaz de echar un asno de la linde de un
campo , verraco , ¡ no tienes más que lengua ! Y Vicen-
CANTO V. 93

te de parada , como un perro de muestra delante de


un animal montés, impedia el paso á su rival . — Bája-
te , bájate del rocin , decia Vicente desgañitándose ,
¿ no bajas , orgulloso haragan ? ¿ Bajas ó te bajo yo ?
ૐ Te acobardas ? ¿ Flojeas ahora que vamos á saber
quién ha mamado mejor leche ? ¿ૐ Y tú , malvado , eres
hombre de barbas ? Te he de estrujar , infame , como
si atase una gavilla de mieses . ¿ Eres tú quien ha ofen-
dido á la niña de esa granja , á Mireya , la flor de la
comarca ? Si , yo mismo , el miserable cestero , yo , su
amante , lavaré las injurias con tu sangre , si es que la
tienes . Mas el vaquero aullando contestó : — - - Arre ,

arre , gitano , amante de cocina , espérame , que allá


voy. Y sin perder un instante echa pié á tierra . Por el
aire las capas vuelan ; baten las palmas de las manos ;
el aire tiembla ; bajo sus piés ruedan los guijarros ; uno
contra otro se abalanzan como dos toros . Así dos toros
bravos cuando en medio de los páramos donde lanza
el sol sus ardorosos rayos han divisado á lo lejos el
pelo luciente y el ancho lomo de una vaca jóven y mo-
rena , mugen de amor al instante por entre las espa-
dañas , y como si explotase en ellos un rayo , de amor
al instante ciegan y enloquecen ; y patean y se miran
uno a otro , y toman aliento , y se embisten , y de nue-
vo toman aliento , y con más fuerza bajan la cabeza y
vuelven a embestirse haciendo resonar sus cabezadas .

Y su combate es largo y cruel , porque es el amor


quien les embriaga , porque es el amor poderoso quien
les incita y les aguijonea . Asimismo herian los dos
campeones : así furiosos se apuñeaban la cabeza .
94 MIREYA.

Elzear ha recibido un golpe en los dientes, y viéndose


amenazado con otro aún más fuerte , levanta exaspe-
rado su mano enorme , y como una maza la deja caer
sobre Vicente . - ¡ Toma ! ¡ toma ! ¡ recibe esta puñada ,
miserable ! —¡ Prueba , baladron , si soy hombre de
pelo en pecho ! decíanse el uno al otro . —¡Aquí , va-
liente ! ¡cuenta , bastardo , los cardenales donde se
hunden mis dedos ! -¡ Y tú , malvado , cuenta si pue-
des las onzas de sangre viva que derraman tus carnes !
Entonces se agarran el uno al otro , se sacuden , se en-
cogen y se enderezan pié con pié y hombro con hom-
bro retuercen los brazos y se estregan como dos ser-
pientes enroscadas . Por largo tiempo se están tiesos é
inmóviles . Óyense los latidos de su pecho como el
batir de las alas de una pesada avutarda . Firmes , la
lengua muda , apoyados uno contra otro , semejan los
grandes estribos del puente prodigioso que une las
riberas del Gardon . Y de repente se separan , y de
nuevo cierran los puños ; de nuevo el majador muele
al mortero , de nuevo el furor les estrecha uno contra
otro , y se muerden y se arañan . ¡ Dios mio ! ¡ qué gol-
pes Vicente le asesta ! ¡ Dios mio ! ¡ qué mojicones lan-
za el boyero ! Terribles son las puñadas que éste des-
carga á puño cerrado ; mas el de Valabrega , dándole
con la rapidez de un granizo espeso y repentino ,
al rededor de su rival salta y vuelve á saltar como una
honda que voltea . De pronto dice el boyero : - ¡ He
aquí el golpe que te descalabra ! Mas cuando se dobla
hacia atras para arremeter mejor á su adversario , el
vigoroso boyero le coge súbitamente por las ijadas , á
CANTO V. 95

la manera provenzal , le tira tras de sí como al trigo


con la pala , y va el jóven á dar de costillas en medio
-
de la llanura . —¡ Recoge tu cosecha , recógela en la
yugada de tierra que has arado con el hocico, y si gus-
tas del polvo , gusano , come y bebe cuanto te plazca !
- Basta de palabras , necio ; sólo el tercer golpe acaba
la lucha , responde el muchacho , en quien se acumula
amarga ponzoña . La sangre se le sube á la cima de los
cabellos . Levántase el cestero como un dragon , y cual
fiero luchador , sediento de volver por su nombre , à
riesgo de perecer , arremete al salvaje camargues , y
con valor y fuerza maravillosa para su edad , le tira al
pecho un mortal puñetazo . El camargues vacila : prue-
ba á sostenerse en piè , mas sus ojos se anublan , pa-
récele que rueda la tierra , un sudor helado baña su
rostro , y con estrépito como una torre , cae el fornido
Elzear en medio de la llanura ...
La Crau estaba tranquila y silenciosa . A lo lejos su
extension se perdia en el mar, y el mar en el aire azul .
Los cisnes , las cercetas lustrosas y los flamencos de
alas de fuego iban á saludar en la orilla de los estan-
ques los últimos resplandores de la luz moribunda .
La yegua blanca del vaquero atusaba las ramas de
las coscojas , y bajo su vientre oscilaban vacíos los
grandes estribos de hierro . -¡ Muévete aún y te re-
viento ! ¡ Ahora sabrás , ladron , si se miden los hom-
bres con la vara ó con el palmo ! ... En medio del erial
silencioso , el cestero con su pié vencedor apretaba el
pecho de Elzear que yacia derrengado . Bajo el pié que
le sujeta lucha todavía Elzear, y á borbotones por boca
96 MIREYA.

y narices vomita sangre negra y asquerosa . Tres veces


probó á desaferrar el pié forzudo del jóven cestero , y
otras tantas le tendió éste sobre el cascajo , donde caia
echando espuma , los ojos huraños y la boca abierta
como un horrible balderaya . —¿ Has visto ya , bribon,
que los hombres no son todos hijos de tu madre ? le
dijo Vicente . A los toros de Selva Real vé à contarles
ahora lo que es mi puño . Vėte á esconder tus carde-
nales y tu arrogancia y tu vergüenza al fondo de la Ca-
marga en medio de los becerros . Dicho esto dejó libre
al monstruo feroz . Del mismo modo un esquilador en
el corral sujeta entre sus piernas à un carnero , mas
apenas le ha despojado de sus vestidos le da una pal-
mada en el anca y le suelta.
Lleno de rencor y cubierto de polvo , se levanta de
un salto el vaquero y se aleja . Un pensamiento maldi-
to le guia á traves de los campos. Va echando impre-
caciones y aullando como un lobo , y sus carnes tiem-
blan . ¿ Qué busca por entre las coscojas y las retamas ?
¡ Ay ! párase de pronto y blande sobre su cabeza la
terrible pica y embiste à Vicente . Al verse acometido
con la pica , encontrándose indefenso y sin esperanza ,
Vicente palideció cual si se hallase en el momento de
la muerte. No es que se le haga duro el morir , pero le
abate el verse presa de un desleal á quien la perfidia
tan sólo le hacia ser el más fuerte. -¿Te
ૐ atreverias ,
traidor ? dijo Vicente , y resuelto como un mártir ,
aguarda inmóvil á su adversario . A lo lejos , oculta en-
tre los árboles , estaba la granja de su amada . Volvióse
hácia allá con gran ternura , como para decir á la za-
CANTO V. 97

gala¡ Héme aquí , Mireya , por ti voy á morir ! ¡ Po-


bre Vicente ! ¡ En aquel duro trance su alma suspiraba
todavía por su bien amada ! -Ya puedes encomendar-
te ȧ Dios , dijo Elzear con voz de trueno , despiadada
y ronca ; y al mismo tiempo le hirió con el hierro de
su pica, y el infortunado jóven exhalando un doloroso
gemido cayó rodando por el suelo . Con el peso de su
cuerpo se dobla la yerba ensangrentada , y á poco rato
las hormigas de los campos hacen ya camino por en-
cima de sus piernas terrosas . En tanto el vaquero ga-
lopaba y en su fuga iba murmurando entre dientes :
-Esta noche á la luz de la luna , decia el malvado , los
lobos de Crau celebrarán su banquete sobre los guijar-
ros. ¡ Cómo han de alegrarse hallando preparado se-
mejante festin !
La Crau estaba tranquila y silenciosa . A lo lejos su
extension se perdia en el mar, y el mar en el aire azul .
Los cisnes , las cercetas lustrosas y los flamencos de
alas de fuego , iban á saludar en la orilla de los estan-
ques los últimos resplandores de la luz moribunda .
Y el vaquero galopa , galopa , galopa sin descanso .
¡ Hala ! ¡ hala ! decian los cangrejeros á su yegua . Y la
yegua amusgaba las orejas , y los ojos y las narices .
Pronto alcanzaron á ver el Rodano . Dormitaba el rio
en su lecho descubierto , con la misma tranquilidad
que un peregrino de la Santa Cueva cuando rendido
por el calor y el cansancio se echa y se duerme al fon-
do de un barranco . El resplandor de la luna rielaba
en las aguas tranquilas . Bogando en el rio se ven tres
barqueros . ¡ Ah de la barca ! exclama el cobarde ase-
7
YA
RE
98 MI .

sino, en la cubierta ó en la bodega ¿ quereis pasarme á


mí y á mi yegua ? - Ven , apresúrate , buena pieza ,
contesta una voz burlona , ya sube la lámpara de la
noche , y para verla subir , entre los remos y el bota-
dor los peces bulliciosos circulan . La pesca lleva prisa ,
el pescado se remueve : acércate valiente , la hora es á
propósito ; entra en la barca , entra sin perder tiempo .
Siéntase el malvado en la popa . La yegua nadaba si-
guiendo á la barca , atado el cabestro á los estrovos.
Los grandes peces de lucientes escamas , dejando las
profundas grutas , saltaban en torno de la proa y re-
movian el agua calmosa.- Piloto , exclama uno de los
remeros , la barca cojea segun parece ; ¡ ten cuidado ,
piloto ! El que habia dicho esto , apoyando el pié en el
banco , dóblase de nuevo sobre el remo á manera de
un sarmiento . — Hace un rato que lo he notado , dice
el piloto , de seguro llevamos en la barca algun peso
maldito . El piloto calló . La vieja barca se zarandeaba
de un lado á otro , bamboleaba espantosamente como
un ebrio . La vieja barca se hallaba mal parada , sus ta-
blas estaban medio podridas. — ¡ Trueno de Dios ! dijo
el boyero , agarrándose al timon y levantándose horro-
rizado . Empujada por una fuerza invisible la nave se
agita más y más , como una serpiente à la que un pas-
tor ha roto el espinazo con una piedra. -Compañeros ,
¿ por qué estas sacudidas ? ¿ quereis que me anegue ?
Así apostrofa á los galopines el boyero , pálido como
un argamason . Yo no puedo gobernar más la barca,
responde el piloto . A pesar mio la barca se empina y
salta como una carpa . ¡ Tú has muerto á alguno , mi-
CANTO V. 99

serable ! Yo ? ¿ૐ Quién te lo ha dicho ?... Si esto es


verdad , ¡ que Satanás al instante me tire con su hurgon
al fondo de los abismos ! ¡ Ah ! prosiguió el piloto ,
livido , ¡ me engaño ! ¡ me engaño ! Olvidaba que hoy
es la noche de San Medardo ... Esta noche todos los
miseros ahogados en el rio han de salir de los espan-
tosos sumideros y de los remolinos sombríos , y han de
volver la faz á la tierra por grande que sea la profun-
didad donde el agua los tenga sepultados . ¡ Mira ! ya
van saliendo y forman una larga procesion ... i¡ Hélos
allá ! ¡ Pobres almas llorosas ! ¡ Hélos allá , que suben
con los piés desnudos á la pedregosa ribera ! De sus
vestidos limosos , de su cabellera emborrada caen
gruesas gotas de agua turbia . En la sombra , bajo los
álamos caminan en hileras llevando un cirio encendi-
do . ¡ Vé cómo miran las estrellas !... Vé cómo arran-
cando sus contraidas piernas de la arena que les apri-
siona , con los brazos lividos y con las cabezas llenas
todavía de cieno hacen traquetear y oscilar la barqui-
lla como lo haria una tempestad . A cada instante sale
una nueva sombra que sube á la ribera con ardor .
¡ Con cuánto placer aspiran el aire limpido y el suave
olor que viene de los sembrados ! ¡ Cómo tienden la
vista hácia la llanura de Crau ! Despues de un pro-
longado entumecimiento ¡ cuán agradable es para ellos
el moverse y el mirar cómo gotean sus vestidos ! A
cada instante aparece una nueva sombra que viene
del fondo del cenagal. Todos sacuden con horror el
fango del abismo . Hay entre ellos ancianos , jóvenes y
mujeres , formas descarnadas y sin dientes , pescado-
100 MIREYA.

res que pretendian coger la perca y la lamprea, y á las


lampreas y á las percas han ido à servir de pasto . Mira :
¿ ves aquella multitud desconsolada que por la playą
se desliza ? Son las niñas hermosas , las locas de amor,
que viéndose alejadas de su amante pidieron asilo al
Rodano para anegar su dolor inmenso . ¡ Hélas alla !
¡ pobres jovencitas ! En la oscuridad entreclara se ve
palpitar su desnudo seno ensuciado por el alga , y so-
llozan tan amargamente , que dudo si lo que gotea de
la cabellera que vela su rostro es el agua ó las lágri-
mas amargas ... Aquí cesó de hablar el piloto . Los ane-
gados llevaban una llama en la mano , y andaban si-
lenciosa y lentamente por la orilla del rio . Reinaba tal
quietud , que habriais percibido el vuelo de una mos-
ca. —Piloto , dijo el camargues poseido de terror y
espanto, no os parece que buscan algo por entre la
oscuridad ? — Si ... buscan algo ; ¡ infortunados ! Mira
cómo vuelven la cabeza por todas partes... Buscan las
buenas obras y los actos de fe , pocos ό
ó muchos , que
sembraron á su tránsito sobre la tierra . No bien en-
cuentran lo que desean , se precipitan en tropel como
las ovejas que corren á buscar el frescor placentero . Y
una vez cogida , entre sus manos , la buena obra se
convierte en flor , y cuando hay bastantes flores para
formar un ramillete , se lo llevan á Dios con alegría, y
la florecita sirve al que la cogió para que se le abran
las puertas de San Pedro . Así , Dios , á los anegados
caidos dentro las fauces inmensas de la muerte , les
concede un término dilatorio para redimirse. Mas hay
algunos que al aclararse el dia volverán á sepultarse
CANTO VALORMIA

bajo la masa oscura del agua . Renegadores de Dios ,


opresores de los pobres, traidores, matadores de hom-
bres , rebaño carcomido , buscan en vano una obra
que pueda salvarles , y entre las arenas del rio no co-
gen sino grandes pecados y crimenes en forma de
guijarros , donde tropiezan sus piés desnudos . Muere
el mulo y se acaban los garrotazos ; mas ellos en la
onda mugidora , por un tiempo sin fin estarán aguar-
dando el perdon celeste ... Súbito como un salteador
en un recodo , Elzear coge al patron por el brazo . ―
¡ Agua en la barca ! exclama el desventurado . - Ahi
está el achicador , responde tranquilamente el piloto.
Con ardor Elzear se pone a vaciar la barca y trabaja
como un desesperado ...
Aquella noche sobre el puente de Trinquetalla los
duendes danzaban ... ¡ Valor ! ¡ Trabaja , Elzear ! ¡ Tra-
baja sin descanso ! La yegua quiere romper el cabes-
tro furiosa. — Blanca , ¿ qué tienes ? ¿ tienes miedo de
los muertos ? le dice su dueño , erizados los cabellos
de horror. El líquido abismo se presenta más y más
sombrio . Llega ya el agua al último tablon . —Yo no sé
nadar , patron , ha dicho Elzear , ¿ salvareis la barca ?
No , contesta el piloto . Dentro un abrir y cerrar de ojos
la barca se habrá ido á pique . Mas las sombras que
andan por la ribera en procesion , las sombras que
tanto te horrorizan , desde la orilla van á echarnos un
cable . Dijo , y en el Ródano la barca se sumerge .
Entre la oscuridad se vió salir de las pálidas y tem-
blorosas lámparas de los anegados un largo rayo de
luz , como un relámpago , que atravesó el rio desde
102 MIREYA.

una á otra ribera . Y como una araña que al despuntar


el sol se deja resbalar á lo largo de su hilo , asimismo
los barqueros , que no eran sino duendes , se agarran
al rayo de luz , y rápidamente se deslizan á lo largo .
Elzear , á quien el agua embozala , extiende tambien
hácia el cable sus manos crispadas ... ¡ Aquella noche
en Trinquetalla los duendes bailaron sobre el puente !
UNIV.

&C. .oupil
GFotog yLetras
Arte
.Biblioteca
OF

ELZE
DE AR
MUERTE
CALFORNIA
CYTILOKMI
CANTO SEXTO .

LA BRUJA .
Al despuntar el alba cuatro ganaderos encuentran á Vicente tendi-
do en los yermos de Crau y le llevan en brazos á la granja de las
Almezas . - Digresion : el poeta invoca á sus amigos los poetas
de Provenza. - Dolor de Mireya. - Llevan á Vicente á la caverna
de las Hadas , guarida de los espíritus de la noche y habitacion
de la bruja Taven que cura por ensalmo todos los males .- Las
Hadas . Mireya acompaña á su amante por entre las cavidades
de la montaña.- La mandrágora.- Apariciones de la caverna :
los duendes , el espíritu caprichoso , la lavandera del Vantur.
-Narraciones de la bruja : la misa de los difuntos , el Sábado ,
la Garamauda , el Gripé , la Bambarocha ; la Pesadilla , los Es-
carinches , los Dragones , el Perro de Cambal , el Baron Casti-
llon. - El Cordero negro , la Cabra de oro . - Taven cura por
ensalmo la herida de Vicente . — -Exaltacion y profecías de la
bruja .
ESPUNTA clara el alba , y únese en amoroso lazo
D con ella el canto claro de los picofinos . La tierra

enamorada espera al sol vestida de frescor y de aurora ,


como la niña que se deja robar, ataviada con sus galas
más hermosas aguarda al jóven que le ha dicho : par-
tamos presto ..
Por la Crau marchan tres hombres . Son tres ganade-
ros que han ido al mercado de San Chamas el rico á
vender sus ganados , y ahora están de vuelta , y sobre
el hombro segun costumbre llevan el dinero envuelto
en los capotes , y conversan alegremente para entre-
tener el camino.-Silencio , camaradas , dice súbita-
106 MIREYA.

mente uno de los tres. Hace un rato que me parece


oir suspiros por entre los matorrales . -- Será la cam-
pana de San Martin ó de Malsana , dijeron los otros , ó
quizas la tramontana que agita pasando las matas de
coscoja . Apenas habian dicho estas palabras cuando
en medio de las retamas percibieron claramente un
quejido que les hizo detener , un quejido tan plañidero
que desgarraba el corazon . — ¡ Jesus ! ¡ Maria ! dijeron
los tres. ¡ Aquí sucede alguna cosa rara ! Y en esto hi-
cieron la señal de la cruz , y se encaminaron poco ȧ
poco al lugar donde se oian los lamentos cada vez más
fuertes. Y no bien hubieron andado algunos pasos
cuando descubrieron el más triste espectáculo que
darse pueda . En medio de las yerbas y sobre los gui-
jarros yacia el desgraciado Vicente de cara al suelo .
Veiase removida á su alrededor la tierra y los mim-
bres desparramados . Su camisa estaba hecha girones ,
la yerba ensangrentada y su pecho herido . Abandona-
do en medio de los campos , sin más compañía que las
estrellas , allí el pobre jóven habia pasado la noche , y
el alba húmeda y luminosa hiriendo sus párpados , en
sus venas moribundas reanimó la vida y le abrió los
ojos . Con presteza los tres hombres dejaron al instante
el camino , y abajándose desplegaron sus capas y le
hicieron con ellas una camilla , y entre todos le toma-
ron en brazos y se encaminaron con él á la granja de
las Almezas que era el cortijo más cercano .
¡ Oh dulces amigos de mi juventud , bravos poetas
de Provenza , que escuchais atentos mis cantares de
otro tiempo ; tú que sabes , oh Romanil , entremezclar
CANTO VI. 107

en tus armonías los llantos del pueblo y el reir de las


muchachas y las flores de la primavera ; tú , que de
los bosques y de las riberas buscas la sombra y el fres-
co para tu corazon consumido en ilusiones de amor .
arrogante Aubanel ; tú , ilustre Crosillat , que con tus
obras granjeas à la Tolobra más fama de la que nunca
le ha dado Nostradamus el sombrio astrólogo ; y tú ,
ademas , Anselmo Matié , que gustas de sentarte bajo
los emparrados y contemplar pensativo las niñas se-
ductoras ; y tú , querido Pablo, fino chanceador ; y tú ,
pobre labriego Tavan , que juntas tu cancion humilde
á la de los negros grillos que examinan tu azada ; y tú ,
Adolfo Dumas , que te inspiras todavía en las avenidas
de la Duranza , tú que á la lengua francesa prestas el
calor de nuestros soles del Mediodía , tú que has con-
ducido por la mano ȧ mi pobre Mireya hasta Paris ,
cuando ella crecida apenas , novicia y avergonzada , se
ha atrevido á dejar su granja y á lanzarse al mundo ;
y tú , en fin , poeta elevado , á quien un viento de fuego
agita y arrastra y azota el alma : tú , Garcin , hijo fer-
viente del mariscal de Aleins... vosotros todos , poetas ,
amigos mios, hacia el fruto hermoso y sazonado á me-
dida que yo escalo mi altura , oread el camino con
vuestro santo aliento !...
- Maese Ramon , buenos dias , dijeron al llegar los
tres ganaderos . Hemos encontrado allá abajo en el erial
á este pobre jóven ; buscad pedazos de tela fina , pues
trae en el pecho una grande herida . En esto colocaron
ȧ Vicente sobre la mesa de piedra . Al rumor del fatal
suceso acudió Mireya presurosa y acongojada . Volvia
108 MIREYA .

del huerto y llevaba apoyada en la cadera una cesta


llena de legumbres . Todos los trabajadores de la granja
acudieron tambien al momento . Mireya eleva los bra-
zos al cielo . ¡ Madre de Dios ! exclama dando un grito
desgarrador , y dejando caer al suelo la cesta ; ¡ Vicen-
ૐ qué te han hecho ? ¡ Dios mio ! ¿ quién te ha cu-
te ! ¿
bierto de sangre ? ... Alza suavemente la cabeza de su
amado y le contempla un buen rato , muda , conster-
nada y como petrificada por el dolor , y al mismo tiem-
po de gruesas y rápidas lágrimas se inunda la débil
prominencia de su seno . Vicente ha conocido la mano
de la enamorada niña , y con voz desmayada le dice :
– Compadecedme , Mireya , y rogad á Dios que venga
en mi socorro, que bien lo necesito . - Deja humedecer
tu boca con ese licor de guindas silvestres, dijo maese
Ramon. Si , bebe pronto, que esto reanima , añadió
Mireya . Y lista la muchacha tomó el frasco y dióle á
beber gota á gota de aquel licor vivificante , y mientras
tanto le dirigia palabras de consuelo y le quitaba el
malestar. Libreos Dios de semejantes desgracias , y
os pague vuestros cuidados , dijo el muchacho . Y lue-
go añadió : - Esta herida me la hice con el cuchillo
adelgazando un verduguillo de mimbre . Tenia el
mimbre apoyado en el pecho , y el cuchillo resbaló y
me hirió con fuerza . No quiso decir que por ella se
hubiese peleado como un leon ... mas sus palabras por
sí mismas acudian al amor como las moscas á la miel .
-El dolor de vuestro semblante , continuó á poco rato ,
es para mí más penoso que mi herida . La hermosa
canasta que habiamos empezado se quedará sin con-
CANTO VI . 109

cluir á lo que parece , y la trenza deberá deshacerse ...


¡ Por mi parte , Mireya , yo sé bien que hubiera que-
rido verla llena de vuestro amor ! ... Mas no os alejeis ,
Mireya , dejad que vea vuestros dulces ojos , dejad que
beba en ellos la vida por un momento al menos . Es lo
único que os pido , Mireya . Y os pido ademas , si po-
deis hacer algo por el cestero , que recordeis que tengo
allá abajo á mi pobre padre ya viejo , debilitado por la
edad y muerto por el trabajo . Mireya se desconsolaba
y lavaba la herida del jóven , y entre tanto uno de los
mozos estaba preparando hilas y otros se dirigian pre-
surosos hácia la Alpina á recoger yerbas medicinales .
Mas de pronto Juana Maria exclama : -¡ A la caverna
de las Hadas , à la caverna de las Hadas , llevadle !
Cuanto más peligrosa es la herida , más poderosa es la
bruja .

Siguióse este parecer , y cuatro hombres , cogiendo


en brazos à Vicente , se encaminaron hacia la caverna
de las Hadas , que está en el valle del Infierno . En las
murallas de roca que forman la cadena de los montes
de Baus, y en un lugar frecuentado por la salamandra ,
é indicado por el revoloteo de los sacres , se halla un
agujero que las matas del romero encubren y ocultan .
En las profundidades de aquel antro , desde el dia en
que el sonoro bronce de las Basilicas empezó á tocar
el Ave-María en honor de la Virgen , se hallan escon-
didas las Hadas , que antiguamente habitaban el mun-
do , y que ya no han de ver más la luz del sol . Espiri-
tus ligeros , misteriosos , intermedios entre la forma
y la materia , andaban errantes y rodeadas de una
110 MIREYA.

aureola luminosa . Dios las habia creado semiterrestres


y las habia dotado de las gracias femeniles para que
fuesen el alma visible de las campiñas , y á fin de que
amansasen la ferocidad de los primeros hombres . Mas
eran tan hermosos los hijos de los hombres , que por
ellos las Hadas se inflamaron de amor, y en vez de ele-
var á los mortales hacia los celestes espacios , se apa-
sionaron las insensatas con nuestras pasiones , y qui-
sieron compartir nuestro oscuro destino dejándose
caer como pájaros fascinados de las regiones supe-
riores donde vivian .
Los que llevaban á Vicente le dejaron á la estrecha
y escabrosa entrada de la cueva sombría para que ba-
jase deslizándose . Con él por la senda oscura se aven-
turó tan sólo Mireyita , encomendando su alma á Dios
en el camino . Al fondo de la cavidad que iban siguien-
do se hallaron en una gruta vasta y fria , y en el centro
de ella divisaron á la bruja Taven , acurrucada , ro-
deada de una nube de sueños , y teniendo en la mano
un tallo de grama que contemplaba con atencion , y al
parecer con profunda tristeza . — ¡ Pobre yerbecilla que
tantos servicios prestas ! murmuraba la bruja , ¡ las
gentes te llaman trigo del diablo , y eres , sin embargo ,
uno de los signos de Dios ! Mireya entonces la salùda ,
y apenas empieza á exponer con inquietud el motivo
de su venida , cuando la vieja sin levantar la cabeza
contesta : -i Lo sabia ya ! Y luego su voz trémula se
á la grama : -¡ Pobre flor del césped ,
dirige de nuevo à
decia , todo el año roen los ganados tus hojas y semi-
llas , y tú , pobrecita , cuanto más hollada te ves, mul-
CANTO VI. III

tiplicas más tus espigas y revistes de verdor el Norte


y el Mediodía ! Aqui Taven hizo una pausa . En una
concha de caracol ardia una débil luz que alumbraba
con rojizos resplandores las húmedas paredes de la
gruta. Sobre un baston que terminaba en horquilla
estaba agachada una corneja , y á su lado una gallina
blanca , y pendiente de las rocas se veia una criba .
- Quienes quiera que seais , dijo la bruja exaltada

súbitamente y como delirante , qué me importa ? La


Fe marcha con los ojos vendados ; la Caridad lleva
tambien una venda , y no se desvian por eso del surco
que han de seguir. Cestero de Valabrega , ¿ tienes fe ?
-La tengo , contesta el cestero . - Sigue mis pisadas ,
dice la bruja. Y apresurada como una loba que huye
golpeando sus ijares con la cola , desaparece por un
agujero de la cueva . Entre las temerosas tinieblas se oia
por delante de la bruja cloquear la gallina y aletear la
corneja . __ ¡ Bajad presto ! ¡ Es ya hora de ceñirse de
mandrágora ! exclama la hechicera , y los dos mucha-
chos , asidos uno á otro por el terror , obedecen silen-
ciosos á la voz que les manda , y van siguiendo por
entre las rocas, arrastrando unas veces y deslizándose
otras poco áa poco . Hasta una gruta más grande que la
primera se prolongaba el antro infernal. Allí exclamó
Taven -¡ Oh planta santa de mi señor Nostradamus ,
rama de oro , palo de San José , vara mágica de Moi-
ses ! ... Y diciendo estas palabras se arrodilló , y coronó
con su rosario los renuevos de grama que llevaba en
la mano. Luego levantándose repitió : -¡ Es la hora ,
es la hora de ceñirnos de mandrágora ! Coge tres reto-
112 MIREYA.

ños de aquella planta crecida en las hendiduras de la


roca coronase á sí misma , y corona despues al jóven
y à la niña : —¡Adelante otra vez ! exclama . Y más y
más exaltada se engolfa en las cavidades sombrías . Una
bandada de escarabajos andan delante de ella con una
luz en las espaldas para alumbrar la oscuridad . — Jó-
venes , todo camino de gloria tiene su travesía de pur-
gatorio. ¡ Tened valor ! Vamos á franquear los espan-
tos del Sábado ... No bien acaba de hablar , un viento
impetuoso azota su rostro y le corta el aliento . —¡ Pros-
ternémonos ! ¡ Hé aquí el triunfo de los duendes !...
Como una granizada , por el subterráneo pasa el innu-
merable enjambre vagabundo chillando , revoloteando
como un torbellino . Y mientras pasa , los tres mortales ,
bañados de sudor frio , sienten abanicadas sus sienes y
azotadas por el ala de las fantasmas , desnuda y helada
como un carambano.- ¡ Idos más lejos á batir las tinie-
blas ! exclamó Taven . ¡ Ea ! ¡ banda cabezuda ! matado-
res del buen trigo , idos lejos de aquí , donde mejor os
cuadre ! ¡ Oh qué molestos son y qué fanfarrones ! ¡ Y
qué triste cosa emplear tal linaje para el bien que po-
demos hacer en la tierra !... Porque , habeis de creerlo ,
asi como el médico con frecuencia saca lo bueno de lo
que es malo en si mismo , tambien nosotras las brujas ,
por la virtud de los sortilegios , forzamos al mal á que
engendre el bien . Y a nuestra vista no hay cosa que se
oculte , y donde el vulgo ve una piedra , un látigo , una
enfermedad o una percha , nosotras distinguimos una
fuerza que se agita dentro de la corteza , como se agita
debajo del bagazo un vino nuevo que fermenta . Rom-
CANTO VI. 113

pe la tinaja y el liquido rebosará bullendo descubre la


Ilave de Salomon si á tanto bastas . Háblale á la piedra
en su lenguaje , y las montañas á tu voz bajarán á los
valles... Mientras esto decia la vieja , continuaban ba-
jando por entre las cavidades de la montaña . De pronto
se oye una vocecita burlona parecida al grito de un
jilguero . —¡Hola ! ¡ hola ! ¡ comadre Taven ! dijo á la
bruja, y luego se puso á cantar : -« Da vueltas al torno
mi tia Juana : da vueltas al torno y luego devana , de
noche y de dia el hilo de lana... » ¡ y la necia se figu-
raba hilar lana y es heno ! ... Y dicho esto , la maligna
vocecita rie que te rie en el aire de un modo que pare-
cia un potro destetado cuando relincha . -¿De quién
es esta voz ? preguntó temblando Mireya . ૐ¿ Quién es el
que rie y canta de este modo ? ¡ Hola ! ¡ hola ! prosi-
guió la voz infantil soltando una carcajada . ¿ Quién es
esta niña tan hermosa ? Déjame , linda carita , que alce
un poquito el pañuelo ; déjame ver si llevas ahí dentro
avellanas o granadas ... Asustada la pobre zagala iba á
exclamar ¡ Ay ! Mas Taven le dijo : -¡ Silencio ! no
temas nada : este es un duende que sabe únicamente
hacer burletas : es aquel ligero de cascos á quien llaman
el Espíritu caprichoso . Cuando está en los momentos
de buen humor barrerá la cocina , triplicará los huevos
de tus gallinas , atizará el fuego y dará vueltas al asa-
dor. Mas si le coge alguno de sus caprichos , entonces
desgraciada de tí , porque es lo más enredador que se
conoce . Si estás soplando el fuego , impedirá que se
encienda ; si tienes el puchero á cocer , le echará un
cuarteron de sal ; si entras en el cuarto para acostarte ,
8
114 MIREYA .

mata la luz y te deja á oscuras ; si quieres ir á vísperas


á San Trofimo , oculta ó echa à perder tu adorno de
los domingos . —¡ Echa , echa , viejo garabato , replicó el
travieso. i Remacha los clavos ! ... ર No ois à la polea
mal untada ? Si , aceituna desecada , si : de noche
cuando duermen las niñas yo tiro suavemente de la
ropa de su cama , y ellas muertas de miedo se encogen
y rezan . Y yo las estoy atisbando mientras su seno
palpita . Y entonces me hacen reir mucho ... mucho ...
Esto diciendo y prosiguiendo sus carcajadas se alejó el
Espíritu caprichoso . Suspendiéronse los hechizos de la
gruta y todo quedó en silencio , de modo que se oia
claramente la filtracion de las bóvedas que de cuando
en cuando goteaba sobre el suelo cristalino . Mas hé
aquí que en el fondo de la negra inmensidad , una
ancha forma blanca que estaba sentada sobre una roca ,
se levantó poco á poco , con un brazo apoyado en la
cadera . Quedose Vicente inmóvil como un poste y do-
minado por el terror ; y Mireya si hubiese visto abrirse
un sumidero á sus piés , de miedo se hubiera echado
en él. ¿ Qué quieres , embaucador ? dijo al fantasma
la hechicera . ¿ Por qué mueves la cabeza á uno y otro
lado como la copa de un álamo ? Y luego volviéndose
á la pareja que tenia la muerte en los huesos prosiguió :
Compañeros : ¿ૐ no conoceis á la Lavandera ? ¿ૐ No la
habeis visto alguna vez sobre el monte Vantur que es
su silla ? Desde abajo parece una neblina blanca ; mas
al verla , oh pastores , presto , presto recoged el hato
y retiraos al redil , porque la Lavandera de desgracia
va reuniendo á su alrededor las nubes errantes . Y
CANTO VI. 115

cuando tiene las que ha menester para la colada , se


arremanga los brazos y empieza á golpear la ropa con
furia . Y luego retorciendo las nubes hace salir á cán-
taros los aguaceros , y entonces explota el rayo , y en la
mar encrespada y furiosa pálidos los marineros enco-
miendan la nave al amparo de la Virgen , y el boyero
apresurado guia sus bueyes hacia el establo ... Un es-
pantoso tumulto al llegar aquí la deja de nuevo con la
palabra en la boca . Era un ruido extraño : una mezcla
de hipócritas maullidos y estruendo de picaportes y
pipios y palabras à medio decir sólo inteligibles para
los diablos . ¡ Zin , zin ! ¡ Pun , pun ! ¿ Quién golpea de
este modo sobre calderas fantásticas ? Óyense gritos de
dolor , y risotadas , y pujos como de mujeres abisma-
das en los dolores del parto , y despues bostezos y vo-
cingleria y quejidos horrorosos . -Dadme la mano, dijo
Taven , y tened cuidado que no se os caiga la corona
mágica que os ciñe la frente . Al propio tiempo sintie-
ron correr por el suelo á toda prisa una bandada de
animales gruñendo y resollando como una piara en
desorden : el uno chilla , el otro ladra , el otro gruñe ,
el otro relincha ... Asimismo cuando duerme la natura-
leza bajo una sábana de nieve , si en una noche ven-
tosa y clara van los cazadores á la caza nocturna con

fuego y sacuden los zarzales en la orilla de los arroyos ,


despiertan sobresaltados en el nido gorriones y mo-
chuelos , y azorados huyen à engolfarse en las redes
produciendo un sordo rumor como los fuelles de las
fraguas . La ensalmadora exclamò : ¡ Arre : langostas
de mala vida , peste á vosotros ! ¡ Arre ! ¡ lejos de mí! Y
116 MIREYA .

azotando á la horda impura con su criba , en las tinie-


blas trazaba circulos y figuras y rayas luminosas del
color del quermes . -¡ Agazapaos en las madrigueras,
malhechores ! continuó , ¿ quién os arremolina de este
modo ? En los aguijones de fuego que os pican las car-
nes no sentis que brilla todavía el sol dorado sobre
las Alpinas ? ¡ Colgaos de las rocas salientes ! ¡ Para los
murciélagos hay todavía demasiada luz ! El tropel rui-
doso salió por todas partes , y el estrépito fué cesando
á poco y acabó por extinguirse . - Debeis saber,
poco a
dijo Taven á los dos jóvenes , que este lugar es la gua-
rida de los fantasmas mientras el dia derrama su rocio
sobre los amarillentos barbechos . Mas desde que las
sombras tienden su velo de muerte , hacia el tiempo en

que la Vieja irritada lanza al Febrero su coz , en la igle-


sia desierta, y cerrada con tres vueltas de llave , no va-
yais , mujeres retrasadas , à quedaros dormidas con la
frente inclinada sobre una silla . En las tinieblas po-
driais ver agitarse en derredor las losas del pavimento
y encenderse por sí solas las luces del altar y levantar-
se uno a uno los muertos amortajados y ponerse de ro-
dillas , y poco despues salir un sacerdote pálido como
los mismos difuntos , y celebrar la misa y cantar el
Evangelio, y las campanas echarse al vuelo por sí mis-
mas produciendo un triste clamoreo . Preguntȧdselo ,
preguntádselo á las lechuzas que durante el invierno
bajan de los campanarios para chupar el aceite de las
lámparas ; preguntadles si yo miento , y si no es ver-
dad que el único sér viviente de aquella ceremonia es
el cura que celebra los oficios , el que vierte el vino en
El
sábado
.
10. VIMU
CANTO VI. 117

el cáliz . Hácia el tiempo en que la Vieja irritada lanza


al Febrero su coz , si no quereis , oh pastores , quedar
con las reses siete años encantados en el mismo lugar
con las piernas inmóviles y los cabellos erizados de
miedo , recoged temprano vuestro rebaño , entrad tem-
prano en los apriscos , porque el Antro de las Hadas ha
soltado su escuadron . Y todos los que han hecho el
pacto , ȧ cuatro patas o de un vuelo se transportan á la
Crau, y por los senderos tortuosos los mágicos de Va-
rigula y los brujos de Fanfarigula llegan farandolean-
do entre los tomillos para beber en la taza de oro . ¡ Ved
cómo danzan los carrascales ! Aquella que viene tem-
blorosa es la Garamauda que aguarda al Gripė . ¡ Quita ,
picara sucia endemoniada ! ¡ Gripé , véte á morder la
carroña y arrancale las tripas con las uñas ! ¡ Ah ! ¡ Ya
desaparecen ! Mas no , ¡ hélos allí todavía que dan asco
y horror ! Aquella que allà abajo va huyendo por entre
las lechetreznas , rozando la tierra y agachándose co-
mo un ladron nocturno , es la Bambarocha de hocico
prolongado . Entre sus largas garras coge á los niños
desnudos y llorosos , y los coloca entre sus cuernos y
se los lleva . ¿ No veis por allá á la Pesadilla ? Esta es
la que baja furtivamente por el cañon de la chimenea
sobre el pecho sudoso del dormido que se revuelve , y
calladamente se acurruca y le oprime como una torre ,
y atraviesa en su espíritu sueños que causan horror y
visiones dolorosas . ¿ર Ois cómo arrancan las puertas de
sus goznes ? Son los Escarinches que andan corriendo
por los campos . Corren por los campos el Marman y
el Barban , formando espesa niebla en medio de la lla-
118 MIREYA.

nura desde las Cevenas y ȧ centenares acuden los


Dragones de vientre de salamandra y á su paso arran-
can las tejas de las casas de campo . ¡ Qué batahola !
¡ Oh , Luna ! ¡ Oh , Luna ! ¿ Qué desgracia te aqueja ?
¿ Qué es lo que te incita á bajar tan roja y tan ancha
sobre los Baus ? ¡ Guárdate del Perro que ladra , oh
Luna imprudente ! Si te alcanza te engullirá como una
torta ; porque el Perro que te acecha es el Perro de

Cambal . Mas ¿ por qué se bambolean las carrascas y se


doblan como helechos ? Saltan en torbellino las torci-
das llamas de los fuegos de Santelmo , y resuenan pata-
das en la Crau estéril , y se oye ruido de campanillas .
¡ Ah ! es el galope furioso del baron Castillon ...
Aqui , ronca , jadeante y sofocada , se calló la bruja
de Baus. Mas á poco rato , volviéndose de súbito á los
dos jóvenes : - Cubríos , les dijo , cubríos ojos y oidos
con el delantal , porque nos llama el Cordero negro . –
¿ Quién ? ¿ Este corderillo que bala ? dijo Vicente.-
¡ Oidos sordos , y alerta ! replicó la bruja ; ¡ desgraciado
aquí el que tropieza ! Más peligroso es el paso del Cor-
dero negro que el paso de la Sambuca. Su balido es

tierno y suave , como ya lo habeis oido , y con él incita


a los incautos á que le sigan . Para los cristianos im-
prudentes que se vuelven á escucharle hace lucir el
imperio de Herodes y el oro de Judas , y les indica el
lugar donde la Cabra de oro fué escondida por los
sarracenos . En tanto que viven los desgraciados orde-
ñan cuanto quieren la Cabra de oro ; mas cuando lle-
ga el momento de la agonía , cuando se apodera de
ellos el estertor, que prueben á pedir el divino Sacra-
CANTO VI. 119

mento, y entonces el negro enemigo les contestará


con una tempestad de golpes en las costillas ... Y con
todo, con todo , en el tiempo que atravesamos, tiempo
de corrupcion y de maldades , ¡ cuántas almas existen
secas y sedientas de lucro y marcadas por la morde-
dura de todos los vicios , que pican el anzuelo del Cor-
dero negro y á la Cabra de oro queman su incienso !
Resonó el canto de la gallina tres veces en la oscura
cueva , y la vieja dijo á los muchachos : - A la gruta
décimatercera hemos llegado por fin . Mireya y el ces-
tero , bajo una grande chimenea vieron seis gatos ne-
gros calentándose al hogar. Vieron en medio de los
seis gatos una olla de hierro suspendida de los llares .
Vieron dos dragones en forma de tizones , que arroja-
ban á boca llena unas llamas azules debajo de la olla.
-¿Para cocer vuestra papilla empleais este leño ,
abuela ? preguntó Vicente.- Si , hijo mio , contestó la
bruja. Esto arde mejor que otra leña ninguna , porque
son sarmientos de labrusca .-Sarmientos , sarmientos ,
repuso Vicente . Vos lo decis y es forzoso creerlo ... mas
despachemos , que esto no es cosa de risa ...
En el centro de la estancia en que se hallaban habia
una grande mesa de porfido . En derredor se veian mi-
llares de blancas columnas, transparentes como los ca-
nalones de los tejados , que procesionalmente y en hi-
leras se extendian por debajo las raíces de las encinas
y por debajo los cimientos de las lomas, formando in-
mensas galerías , obra todo ello de las Hadas que habi-
tan aquellos lugares . Allí se representaban pórticos
majestuosos envueltos en una media luz nebulosa y
120 MIREYA.

vaga ; alli se manifestaba un revoltillo maravilloso de


templos y de palacios y peristilos y laberintos , tales
como no los construyeron jamas Corinto ni Babilonia ,
y prontos á desaparecer al menor soplo de una hada .
Por aquellos sitios divagan las Hadas semejantes à
rayos luminosos en medio de la oscuridad. Con los
caballeros á quienes encantaron en otro tiempo , con-
tinúan la vida de amor en los sombrios corredores de

aquella tranquila cartuja . Mas ¡ silencio ! ¡ paz á las


amantes parejas que se ocultan en la sombra !
Ya eleva al cielo sus desnudos brazos la vieja hechï-
cera ; ya los deja caer hácia el suelo . Sobre la mesa de
porfido , sin decir palabra , semejante à Lorenzo el
santo mártir, estaba tendido Vicente con su herida en
el pecho . Más y más la bruja se presenta exaltada por
el espíritu que la inspira, y un viento profético llena
su garganta . Diríase que su talla es más elevada que
de ordinario . De repente en la marmita cuyo conteni-
do hierve y rebosa , introduce la espumadera . A su al-
rededor los gatos formaban círculo . La bruja venera-
ble con la mano izquierda saca la espumadera , y es-
calda el pecho del joven con la mistura, y fijos los ojos
en la dolorosa herida , hace sus conjuros , y luego mur-
mura con voz apagada : - Cristo ha nacido , Cristo ha
muerto , Cristo ha resucitado ... ¡ Cristo resucitará !...
Triunfante como el tigre de los bosques que desgarra
las sangrientas entrañas de la víctima temblorosa , asi
la bruja imprime con el pulgar tres veces la señal de
la cruz sobre la herida . Y de su boca desordenada-
mente la palabra sale precipitada , y llama á los porta-
CANTO VI. 121

les nebulosos del porvenir.- Sí , resucitará . Lo creo .


De la colina en medio de las zarzas y de los guijarros ,
le veo á lo lejos que sube , y de su rostro se despren-
den gruesas gotas de sangre . Y por entre piedras y
zarzales , solo , enteramente solo , remonta su altura ,
y la cruz le abate . ¿ Dónde está Verónica para enjugar
su rostro ? ¿ Dónde está aquel buen hombre de Cirene
para ayudarle á levantar cuando sucumba bajo el peso
del madero ? Las Marías que en otro tiempo le siguie-
ron llorando y destrenzado el cabello , ¿ dónde están ?
¡ Ah ! no hay nadie ... Y allá abajo entre la sombra y el
polvo , ricos y pobres le contemplan , y dicen : ¿ A dón-
de va con su madero al hombro , á dónde se dirige
aquel que sin descanso asciende por la colina ? Sangre
de Cain , almas carnales , para el que lleva la cruz no
tienen piedad . No , no tienen más piedad de él que la
tendrian de un perro apedreado por su dueño en me-
dio del erial . ¡ Ah ! ¡ Raza de judíos , que muerdes con
furor la mano que te sustenta , y encorvada besas la
que te desloma y te muele á golpes ! ¿Lo quieres ? Pues
bien ; hasta los tuétanos de tus vértebras descenderán
los calofríos de horror. Y lo que es piedra se conver-
tirá en polvo . Y de la espiga y del cascabillo el carbon
amargo te asustará en los dias de tu hambre . ¡ Oh ,
cuántas lanzas ! ¡ Oh , cuántos sables ! ¡ Sobre inmensos
montones de cadáveres veo saltar el agua de los bar-
rancos ! ¡ Calma tus ondas , oh mar tempestuosa ! ¡ Ay!
la antigua barca de Pedro se ha roto en astillas sobre
las rocas quebradas... Mas ved : el Maestro pescador ha
dominado las rebeldes olas . En una barca nueva y
122 MIREYA.

hermosa sube por el Ródano, y se mece en la corrien-


te con la cruz de Dios plantada en el timon . ¡ Oh divi-
no arco iris ! ¡ Inmensa , eterna y sublime clemencia !
Hé aquí que veo una tierra nueva y un sol que alegra ,
y las arriscadoras bailando la farandola ante los frutos
que penden del árbol , y los segadores echados sobre
las garbas de ladilla chupando los barriles con placer .
Y patentizado por tan grandes muestras de su omni-
potencia Dios es adorado en su templo ...
Esto dicho , la bruja de Baus señala con el dedo á los
dos muchachos un camino , á la extremidad del cual
se divisa un rayo de luz muy débil. Parten apresura-
damente , coloradas las mejillas , agachándose y bajan-
do la cabeza . Por el camino subterráneo al Antro de
Corda , la hermosa pareja llega por fin y sale á gozar
la luz del sol . Cubriendo las peñas con sus vetustas
ruinas, Monte Mayor , la Abadía de los monjes , les
aparece como si despertasen de un profundo sueño .
Abrázanse entonces los dos muchachos , y siguen ca-
minando por entre los juncales .
CANTO SÉPTIMO .

LOS ANCIANOS .
El anciano cestero y su hijo , sentados ante el umbral de la ca-
baña , están trabajando una cesta.- Paisaje de las orillas del
Ródano . - Vicente se empeña en que su padre vaya á pedir la
mano de Mireya.- Denegacion y amonestacion del anciano . -
Vicentita, hermana de Vicente , cuenta la historia de Silvestre
y Adelarda.— Maese Ambrosio , persuadido al fin , parte hácia
la granja de las Almezas.- Llegada y merienda de los segado-
res.- Maese Ramon.- La labranza . -- Proposicion de Ambro-
sio. Respuesta de Ramon.- La mesa de Navidad . - — Mireya
declara su amor por el hijo del cestero . - Enojo , imprecacio-
nes y denegacion de su padre . — Indignacion de maese Ambro-
sio.-Napoleon y las grandes guerras. — Cólera de maese Ra-
mon.- El soldado campesino.- Farandola de los segadores al
rededor del fuego de San Juan .
S digo , padre , y os repito que estoy loco
-O por ella. ¿ Creeis que me burlo ? Esto decia
Vicente á su anciano padre fijando en él sus ojos tur-
bados , y el maestral , poderoso encorvador de los al-
tos álamos de la comarca , unia sus aullidos á la voz
del jóven .
Delante de su cabaña , espaciosa como una cáscara
de nuez , estaba maese Ambrosio sentado en el tronco
de un árbol , y resguardado allí del viento se ocupaba
en descortezar mimbres , en tanto que Vicente , acur-
rucado en el umbrai de la puerta , recogia las blancas
varillas , y con sus manos diestras y robustas las do-
blaba , y empezaba con ellas á tejer una cesta.
126 MIREYA.

El Rodano , alterado por el viento , iba empujando


hácia el mar sus olas turbias , las cuales , corriendo
atropelladamente , asemejábanse á una manada de va-
cas cuando en desorden se precipita . Cerca de la choza ,
entre los tallos de mimbres que daban sombra y abri-
go , formábase lejos de las ondas una balsa de agua
azulada que el viento apenas removia . A la orilla del
rio acudian los cuervos marinos para roer la amarga
corteza de los sauces , y allá abajo , á traves del cristal
transparente del agua , se divisaban las nutrias de color
oscuro errantes en las profundidades azules , y ocupa-
das en pescar los peces, los hermosos peces plateados .
Expuestos al continuo balanceo del viento mecedor ,
las pendolinas habian suspendido sus nidos á lo largo
de la ribera , y los blancos niditos , tejidos como una
blanda ropa con la borra que el pájaro saca de los ála-
mos blancos cuando están en flor , se agitaban en las
cañas y en las ramas de aliso .
Una donosa niña , rubia como una tortada , extendia
sobre una higuera las dobleces de una ancha trama de
pescador empapada en agua . Los cuervos que en la
ribera se hallaban , y las pendolinas de las mimbreras ,
no se asustaban más de verla que de ver á los juncos
balanceantes. Aquella hermosa niña era Vicentita , la
hija de maese Ambrosio , la de los ojos azules como la
endrina , cuyo seno estaba apenas abultado , y cuyas
orejas no habian sido agujereadas por nadie , espinosa
flor de alcaparra que el Rodano amoroso gustaba de
salpicar.
Maese Ambrosio, venerable con su barba blanca que
Vicente declara á Ambrosio su amor por Mireya.
CANTO VII. 127

le llegaba a la cintura , contestó a su hijo : - Atolon-


drado , tú debes estar seguramente sin seso , pues no
eres dueño de refrenar tu lengua . Para que el asno
se descabestre , padre , preciso es que el prado sea
muy hermoso , replicó el jóven . Pero ¿ૐ á qué fin he de
gastar mis razones ? Vos sabeis perfectamente lo que
ella vale . Si entrase en Arles , las niñas de su edad se
ocultarian llorando , porque despues de ella se ha roto
el molde . ¿ Qué le contestareis à vuestro hijo cuando
sepais que ella me ha dicho : te quiero ? — Riqueza y
pobreza te contestarán , insensato , replicó el anciano .
Mas el muchacho le dijo : - Padre , partid de Valabre-
ga, idos á la granja de las Almezas y sin tardanza con-
tádselo todo á sus padres . Decidles que en el hombre
se ha de buscar la virtud y no la riqueza ; decidles que
yo sé binar y despampanar las viñas , y arar los terre-
nos pedregosos ; decidles tambien que sus yuntas , bajo
mi direccion , ahondarán doble ; decidles que soy hom-
bre que respeto á los ancianos ; decidles que si nos
separan cierran para siempre nuestros corazones , y á
mí y a ella nos entierran sin remedio . —¡Ah ! dijo
maese Ambrosio ; eres jóven é inexperto , ya se ve , y
no adviertes que estás pidiendo el huevo de la gallina
blanca . Esto es como el verderon sobre la rama : po-
seerle seria tu mayor gusto , y para conseguirlo le lla-
marás , y le prometerás torta con azúcar , y gemirás
hasta el sepulcro ; ¡ pero jamas el verderon irá á po-
sarse en tus manos , porque eres pobre ! ¿ Conque
el ser pobre es la peste ? exclamó Vicente golpeándose
la cabeza. ¿ Y el Señor que permite tales cosas es justo ?
128 MIREYA.

ર Es justo que se me prive de lo único que me hace


amar la vida ? ¿ Por qué somos pobres ? ¿ Por qué del
viñedo cargado de racimos unos cogen todo el fruto y
otros alcanzan tan sólo las heces desecadas ?... Maese
Ambrosio alzando el brazo contestó : — Trabaja , necio ,
trenza los mimbres , y quita eso de tu mollera . ¿ Cuán-
do has visto que las garbas reprendan al segador ?
¿ Crees tú que el gusano y la serpiente pueden incre-
par á Dios y decirle : eres mal padre porque no hiciste
de mí una estrella ? ¿ Crees que el buey puede tambien
quejarse porque el Señor no le criỏ boyero , y porque
ha de comer la paja mientras éste se queda con el
grano ? No , hijo mio , no es así . Trabajosa o alegre ,
todos sumisos siguen la via que se les trazó . ¿ Los cinco
dedos de la mano son acaso iguales ? Si el Señor te ha
criado lagarto , tranquilo en la grieta bebe tu rayo de
sol y dá gracias al Señor . - Pero ૐ no os he dicho que
la adoro ? repuso el joven , ¿ no os he dicho que la quie-
ro , más que á mi hermana , más que á mi Dios ? ¡ Lo
necesito , padre , lo necesito , porque sin ella yo mue-
ro ! ... Y dicho esto , como para desterrar lejos de sí el
pensamiento que le atormentaba , echó á correr por la
ribera del rio exhalando de este modo su agudo dolor .
Vicentita , la hermana de Vicente , se acercó enton-
ces llorando , y dijo á su padre : - Padre , antes de
desesperar á mi hermano , escuchad lo que voy á con-
taros . Habia un mozo en la granja donde yo servia que
estaba enamorado como él . Estaba enamorado de la
hija de la granja que se llamaba Adelarda , y él se lla-
maba Silvestre . En el trabajo se las apostaba con todo
CANTO VII. 129

el mundo porque el amor aumentaba sus brios . Era


diestro en todo , económico , madrugador , dócil . Los
amos , es claro, no sospechaban cosa alguna y dormian
tranquilos. Mas una mañana ( considerad , padre , si
esto no es triste ) una mañana la madre de Adelarda
oyó que Silvestre á escondidas hablaba de amores á la
niña , y aquel dia á la hora de comer cuando entraron
los trabajadores y se pusieron á la mesa , los ojos del
amo se encendieron : Traidor , dijo á Silvestre , hé aquí
tu salario y marchate ; todo lo sé . El pobre muchacho
partió . Nosotros nos mirábamos unos á otros , confu-
sos y descontentos de que se le echase de la granja .
Por tres semanas le vimos andar errante en los nova-
les al rededor de la granja , triste y descolorido , estro-
peadas las ropas y huraña la fisonomia . Ora estaba
echado por el suelo , ora corria como un loco á
traves de los campos , y por la noche le oíamos aullar
entre las cepas como un oso , llamando á grandes vo-
ces á su Adelarda . Mas un dia el fuego vengador se
apoderó del pajar que ardió por sus cuatro costados ,
y á la mañana siguiente la cuerda del pozo sacó un
ahogado . Maese Ambrosio se levantó murmurando : -
. Cuando el hijo es pequeño la pena es pequeña , cuando
el hijo es crecido la pena es grande . Y al momento su-
bió al piso de la cabaña , púsose las altas polainas que
él mismo se habia hecho en otro tiempo , calzòse los
zapatos con tachuelas , y cogiendo su gorro colorado
emprendió el camino de la Crau .
Era el tiempo en que las tierras tienen las cosechas
en sazon , como que aquel dia era la víspera de San
9
130 MIREYA .

Juan, y por los caminos á lo largo de los setos bajaban


de la montaña numerosas cuadrillas de segadores mo-
renos y polvorientos que venian á segar nuestros cam-
pos . Iban de dos en dos llevando las hoces en bando-
lera con sus correspondientes aljabas , y cada pareja
llevaba su atadora de garbas . Traian consigo una chifla
y un tamboril adornado con lazos y cintas , é iban se-
guidos de varias carretas donde los ancianos cansados
del camino estaban recostados .
Y mientras andaban , contemplaban con placer los
trigos chamorros, cuyas espigas movidas por el viento
graciosamente ondulaban. -¡ Oh Dios , qué trigos tan
hermosos ! decian los segadores . ¡ Qué trigos tan espe-
sos ! este año la siega ha de dar gusto . ¡ Ved cómo la
brisa los inclina y cómo ellos se enderezan al momento!
Hé aquí que maese Ambrosio alcanzó á los segadores
y siguió marchando con ellos . -¿ Todos los trigos de
Provenza están sazonados como éstos , abuelo ? pre-
guntó uno de los jóvenes .-Los trigos rojos se hallan
retrasados todavia , contestó el cestero , más si dura
ese viento vereis faltar hoces para la siega . ¿ Notásteis
las tres candelitas de Navidad ? Parecian tres estrellas .
Recordad , muchachos , que esto es buen agüero y que
habrá grano que será una bendicion ... - Dios os oiga
y en vuestro granero lo coloque , buen anciano , di-
jeron ellos . Así , avanzando por entre los sauces , bue-
namente departian los segadores con el cestero ; y
acertó á dar la casualidad de que los segadores iban
tambien à la granja de los altos almeces .
Maese Ramon habia salido paseando á ver qué de-
CANTO VII. 131

cian los trigos del impetuoso Maestral que desgrana


las espigas . Y mientras de la planada cubierta de mie-
ses de arriba abajo atravesaba á grandes pasos la ex-
tension amarilla , los rubios trigos murmurando le
decian Dueño , es la hora , ved cómo la brisa nos in-
clina y nos vuelca y nos aja : presto , id á buscar los
dedales de caña y aprestaos á la siega . Otros añadian :
Las hormigas ya nos invaden y apenas cuajado nos
echan á perder el grano : ¿ no vienen todavía las hoces ?
Volvió los ojos maese Ramon hácia la parte por don-
de llegaban los segadores y entre los árboles divisó á
la comitiva . Y ellos no bien estuvieron á distancia tal
que pudieron ser vistos , desenvainaron las hoces de
sus aljabas de higuera y las agitaban en el aire hacién-
dolas brillar con el sol , y sobre su cabeza las blandian
para saludar y hacer fiesta . Y apenas le pareció á maese
Ramon que podian oirle , alzó la voz y les dijo : —¡Bien
venidos todos ! ¡ Salud à toda la cuadrilla ! ¡ Llegad en-
horabuena , porque es Dios quien os envia ! Y á los
pocos momentos se halló rodeado de atadoras de gar-
bas que le saludaban regocijadas .-- Venga acá esa ma-
no , le decian . Bienestar podais tener para siempre ,
nuestro amo . ¡ Habrá garbas en abundancia , Santa
Cruz ! ¡ Alegraos , que la era estará llena ! -No hay que
juzgar por las apariencias , amigos , respondió maese
Ramon. Cuando habrá pasado por la hemina , enton-
ces sabremos si hay mucho grano . Se han visto años
que prometian una cosecha de veinte heminas por he-
minada , y luego no han dado sino tres . ¡ Pero es pre-
ciso contentarse con lo que nos da el Señor ! Y mien-
132 MIREYA.

tras hablaba , con la cara risueña apretaba á todos la


mano , y luego se puso á conversar amistosamente
con maese Ambrosio ; y apenas tomaron el camino de
árboles que conduce à la granja , dió voces diciendo :
-¡Mireya ! ¡ pronto , adereza achicorias y vé à sa-
car vino !
Presto la muchacha sacó en el delantal provisiones
para la cena , las cuales vació sobre la mesa . Sentóse
el primero maese Ramon á la cabecera , y luego le imi-
taron los demas , y al momento empezaron todos ȧ
hincar el diente en el pan cortezudo , y á comer ale-
gremente la raiz de barba cabruna . La mesa estaba
limpia como una hoja de avena , y daba gusto el mi-
rarla . Veíanse sobre ella el queso aromático , y el ajo
que resquema el paladar , y las berenjenas à la parri-
Ila , y los pimientos , manjar picante , y las blandas ce-
bollas , todo lo cual estaba esparcido profusamente .
Señor , en la mesa , como en el trabajo , maese Ramon
tenia á su lado el cantarito de estaño , y de cuando en
cuando lo tomaba en la mano y llenaba el vaso de los
segadores .—¡ Ea ! bebed otra vez , decia él . Cuando
hay piedras en el campo se moja el corte y adelante ...
¡ Sí , mojemos el corte ! respondian los segadores .
Y uno despues de otro presentaban el vaso á maese
Ramon , y el vino colorado y claro desde el vaso pa-
saba á remojar sus ásperas gargantas.- Cuando ha-
breis saciado el apetito y reanimado vuestras fuerzas ,
dijo el dueño de la granja , para inaugurar la siega
segun la vieja costumbre , idos á los bosques tallares ,
y corte cada uno una fagina de ramas y amontonadlas
CANTO VII. 133

en rimero. Y cuando esté pronta la pira cumpliremos


con lo demas , porque hoy es la velada de San Juan ,
hijos mios , la fiesta de San Juan el segador , de San
Juan el amigo de Dios .
Esto les ordena el amo . Nadie como él podia jactarse
de poseer la importante y noble ciencia necesaria para
cuidar una hacienda , para dirigir los trabajos y hacer
brotar la rubia espiga de los terrones regados por el
sudor. Su vida era paciente y sobria. En verdad , el
continuo trabajo y el peso de los años le habian en-
corvado un poco ; mas á pesar de esto , en el tiempo
en que las eras están llenas , muchas veces los traba-
jadores jóvenes le habian visto , ufano y alegre , llevar
todavía en la palma de la mano dos sextarios llenos de
trigo . Conocia la influencia de la luna , cuándo es fa-
vorable , cuándo es dañosa , cuándo hace, circular la
sávia , ó cuando la detiene . Y si la luna tiene un cír-
culo en derredor , ó está pálida , ó blanca , ó rojiza ,
sabia lo que esto anunciaba y las mudanzas de tiempo
que predecia. Para él los pajaritos , el pan enmohecido ,
los dias infaustos de la Vaca , las nieblas de agosto , los
parelios y las albas de San Cler , eran otras tantas se-
ñales de cuarentenas húmedas , ó de sequías ruinosas ,
ó de temporadas de escarcha , ó de cosechas abun-
dantes .

En las tierras de cultivo , cuando el trabajo se hace


en tiempo propicio , yo he visto más de una vez un ci-
dos al arado seis animales gordos y nervudos . Era un
placentero espectáculo . La tierra , desmenuzada por
delante del arado , se entreabria silenciosa y lenta-
134 MIREYA.

mente dando paso á los rayos del sol ; y las seis mulas ,
hermosas y sanas , seguian el surco sin parar. Parecia
que entendiesen la necesidad del laboreo ; tanto era el
animo con que tiraban , sin dejarse abatir por la pere-
za ni abalanzarse con ímpetu , con la cabeza baja y el
cuello enarcado . El experto labrador , sin quitar el ojo
del surco y con la cancion en los labios , las seguia á
pasos tranquilos , atento sólo á dirigir la esteva que no
se torciese . Tal sucedia en la hacienda que maese
Ramon cuidaba , y cuyos trabajos dirigia ufano como
un rey en su reino .
Elevando al cielo la cabeza , dió el amo las gracias á

Dios y se persignó , y luego la tropa de los segadores


se marchó gozosamente à preparar el fuego de alegría .
Los unos van à recoger hojas de juncia , los otros á
picar y cortar las ramas de los negros pinos.
Quedáronse á la mesa los dos ancianos , y maese
Ambrosio tomó la palabra , y dirigiéndose á maese Ra-
mon le dijo : -Yo vengo , oh Ramon , á pediros un
consejo me ha sobrevenido un tropiezo que antes de
tiempo temo que me conduzca al llanto , porque no
veo el cómo ni el cuándo se ha de desatar el nudo de

la desgracia que me aflige . Vos sabeis que tengo un


hijo que hasta hoy me ha dado pruebas continuas de
buen comportamiento y admirable prudencia . Menti-
ria si dijese lo contrario . Pero toda piedra tiene aspe-
rezas , y áun los corderos tienen momentos de convul-
sion , y la ola más pérfida es la que duerme . Y es el
caso que el muy soñador de imposibles se ha ido á
meter en la cabeza que ha de alcanzar una niña que ha
CANTO VII. 135

visto y que es hija de ricos cortijeros . Y la quiere de


todos modos el insensato, y tan violenta es su desespe-
racion y tal su amor, que me da miedo . En vano he pro-
curado hacerle ver su locura . En vano le he dicho que
en este mundo la riqueza realza y la pobreza humilla .
Corred a decir á sus padres que la quiero de todos mo-
dos , me ha contestado . Decidles que en el hombre se
ha de buscar la virtud y no la riqueza ; decidles que yo
sé binar y despampanar las viñas , y arar los terrenos
pedregosos ; decidles tambien que sus yuntas , bajo mi
direccion , ahondarán doble ; decidles que soy hombre
que respeto á los ancianos ; decidle que si nos separan
cierran para siempre nuestros corazones , y á mí y á
ella nos entierran sin remedio . Ahora , maese Ramon ,
ya veis lo que hay en eso . Decidme , pues , si con mis
andrajos debo pedir á la niña , o si he de resignarme
á que mi hijo se muera . -
—¡ Bah ! dijo Ramon , no des-
plegueis vela bajo tal viento . Ni él ni ella se morirán
por eso ; yo os lo digo , Ambrosio , no temais. Amigo ,
yo en vuestro puesto y lugar no haria tantas marchas
inútiles , sino que cogeria al muchacho y le diria sin
rodeos : ¡ Oyes , chico ! procura estarte quedo , porque
si á la postre tus caprichos llegan á levantar la tempes-
tad , te enseñaré tu deber con una estaca . Entonces
Ambrosio replicó : - Cuando el asno rebuzna , no va-
yais pues , á darle forraje , sino empuñad una tranca y
sacudidle fuerte . Mas Ramon contestó : - El padre es
el padre y su voluntad debe cumplirse . Rebaño que
arrastra al guardian tarde o temprano cruje entre los
dientes del lobo . Si en nuestros tiempos un hijo hu-
136 MIREYA.

biese alzado la voz delante de su padre , ¡ guardárale


Dios ! su padre le hubiera muerto quizas . Eso si : en-
tonces veíamos á las familias fuertes y unidas , sanas ,
resistentes á todos los embates , como el ramaje de los
plátanos. Tenian sus querellas , ¿ quién lo duda ? mas
cuando la velada de Navidad bajo su tienda estrellada
reunia al abuelo y á su prole , ante la mesa presidida
por él , con su mano arrugada el venerable abuelo lo
anegaba todo en su bendicion .
Presa de la fiebre y pálida la niña enamorada dijo

entonces á su padre : — De este modo vos me matareis,
padre , porque soy yo la que Vicente quiere , y delante
de Dios y Nuestra Señora nadie tendrá mi alma sino
él ...Reinó por un momento un silencio sepulcral . Juana
María la primera se levantó de la silla . - Hija , dijo
ella juntando las manos , las palabras que se te han
escapado son un insulto que nos mancha , una espina
de espino serval que nos ha herido el corazon para
mucho tiempo . Tu has rehusado al pastor Hilario que
poseia mil cabezas de ganado ; has rehusado á Veran
el yeguerizo ; has alejado con tus maneras desdeñosas
á Elzear el rico en becerras , y á la postre un cualquiera ,
un tunante , ha bastado para engañarte . Bien pues :
irás con él de puerta en puerta , irás con tu mendigo
á recorrer los campos . ¡ Eres libre ! ¡ Parte , gitana ! Jún-
tate con las mendigantas . Véte con la Rocana y con
Isabel la Rubicana , véte con la Perra á cocer el potaje
sobre tres piedras al abrigo de algun puente . Maese
Ramon dejaba decir sin hablar palabra ; mas sus ojos
brillaban y lanzaban rayos bajo sus blancas y espesas
CANTO VII. 137

pestañas . De su cólera la esclusa por fin se levanta y


la ola á borbotones furiosa se precipita á la ribera . —
Sí , tiene razon tu madre , parte , y que el huracan se
disipe á lo lejos ... Mas no , tú te quedarás , ¿ oyes ?
Aun cuando tuviese que sujetarte con las maniotas y
meterte en las narices un hierro como se hace á los

onotauros ; aun cuando viese caer de repente el fuego


del cielo ... aunque te viese yo triste y enferma del dis-
gusto y tus mejillas se derritiesen como la nieve de las
colinas al calor del sol ... ¡ Mireya ! como aquella losa
sostiene el ascua del hogar , como el Rodano hinchado
por las lluvias se desborda , y como esto es una lám-
para , ¡ acuérdate bien de mis palabras ! te juro que no
le volverás á ver . Y con un fuerte puñetazo hizo es-
tremecer la mesa en toda su anchura. Como el rocio
sobre los berros , como un racimo cuyos granos dema-
siado maduros se desprenden al soplo del aura , asi-
mismo perla á perla Mireya en el entretanto derra-
maba lágrimas . —¿Quién me asegura ¡ maldicion ! re-
puso el anciano tartamudeando de cólera , Ambrosio ,
quién me asegura que vos y vuestro villano hijo no
hayais maquinado en vuestra cabaña este rapto infa-
me ? La indignacion volvió al cestero todo el vigor de
su juventud . —¡Ira de Dios ! exclamó súbitamente ,
si tenemos la fortuna escasa , sabed desde hoy que
tenemos el corazon elevado . Hasta ahora , que yo sepa ,
la pobreza no es vileza ni mancha . Yo tengo cuarenta
años de buen servicio en la armada , donde of más de
una vez el estampido de los cañonazos . Apenas mane-
jaba el botador cuando partí de Valabrega como gru-
138 MIREYA .

mete . Corriendo las llanuras de la mar , ya tempes-


tuosa , ya en bonanza , he visto el imperio de Melinda,
he visitado las Indias con Sufren , y he tenido dias más
amargos que el agua del Océano . Soldado , á más , de
las grandes guerras , he recorrido todo el Universo con
el gran guerrero que subió del Mediodía y paseó su
mano destructora desde España hasta los desiertos de
Rusia , haciendo que al redoble de sus tambores se
estremeciese el mundo como un peral salvaje . Y en el
horror de los abordajes , y en la angustia de los nau-
fragios , los ricos ciertamente no vinieron á ocupar mi
puesto . Y yo , hijo del pobre , yo , que no tenia en mi
patria un terron donde plantar la reja del arado , por
mi patria cuarenta años seguidos maltraté mis carnes .
Y nos acostábamos al sereno , y comiamos pan de
perro , y ganosos de morir , corriamos al carnaje para
defender el nombre de Francia . i¡ Mas de esto nadie se
acuerda poco ni mucho ! Dijo esto indignado el cestero ,
y arrojó con furia por el suelo su capa de jerguilla . —
¿ Qué vais á buscar á Monte de Verga , el Santo Pilon ?
contestó maese Ramon encolerizado . Yo tambien he
oido el horrible trueno de las bombas cuando resonaba
en el valle de los Toloneses , y he visto hundirse el
puente de Arcola , y las arenas de Egipto empaparse
en sangre humana . Mas á la vuelta de aquellas guerras ,
á cavar , á remover la tierra nos pusimos como hom-
bres hasta secarnos la médula de los huesos . El jornal
se empezaba antes del alba , y la luna al salir por la
noche me ha visto más de una vez encorvado sobre el
azadon . Se dice que la tierra es generosa , pero es
CANTO VII. 139

como los avellanos que no golpeándolos no dan nada ;


y si se contasen palmo á palmo los terrones de esta
hacienda que mi trabajo me ha conquistado , se conta-
rian las gotas de sudor que han salido de mi frente .
¡ Santa Ana de Apt ! ¡ Y será preciso callarse ! ¡ Yo
habré , pues , trabajado como un sátiro en los campos
y habré comido granzas , para hacer entrar en casa la
abundancia , para aumentarla de continuo , para ganar
un puesto honroso en el mundo , y despues de todo
daria mi hija á un mendigo de pajar ! Idos á la buena
de Dios . Guarda tu perro y yo guardaré mi cisne .
Tal fué de maese Ramon el rudo hablar . Y el otro
anciano , levantándose de la mesa , tomó la capa y el
palo , y añadió estas solas palabras : -¡ Adios ! ¡ Ojalá
que algun dia no tengais remordimientos ! ¡ Y entre
tanto el buen Dios con sus ángeles guie la barca y las
naranjas !... Mientras se retiraba el anciano cestero , á
la caida del dia , y mugiendo el maestral , elevose del
monton de ramas una larga lengua de fuego . Al rede-
dor, los segadores , locos de alegría , hacian ya la fa-
randola , y dando vueltas y moviendo sus cabezas li-
bres y orgullosas , saltaban todos á un tiempo , y todos
ȧ un tiempo herian la tiera al caer. La anchurosa y
alta llama agitada por la borrasca proyectaba en su
rostro lucientes reflejos . Las chispas en torbellinos su-
ben furibundas hasta las nubes . Al crujido de los
troncos echados en la hoguera , se mezcla la música de
la chifla, viva y juguetona como el verderon entre las
ramas...
¡ San Juan ! ¡ La tierra en cinta se estremece cuando
140 MIREYA.

vos pasais ! El fuego gozoso chisporroteaba , el tam-


boril resonaba grave y continuado , como el murmullo
de la mar profunda cuando bate apaciblemente las ro-
cas. Las hojas fuera de sus vainas y blandidas en el
aire , relucian . Los morenos danzantes tres veces alre-
dedor de la hoguera dan vuelta con grandes alaridos ,
y saltan luego por cima de las llamas , y echan al fuego
las ristras , y llenas las manos de hipérico y de verbe-
na las bendicen en el fuego purificador . ¡ San Juan !
¡ San Juan ! ¡ San Juan ! clamaban . Todas las colinas
chispeaban como si lloviesen estrellas en la sombra.
En tanto las ráfagas que soplaban llevaban el incienso
de las colinas y el rojizo resplandor de los fuegos al
Santo bendito , que se cernia en la azulada atmósfera
en medio del crepúsculo de la noche .
La
noch
de
San
Jua
. ne
CANTO OCTAVO .

LA CRAU.
Desesperacion de Mireya. - Traje de arlesiana. - La niña en mi-
tad de la noche deja la casa paterna.- Se dirige á la tumba de
las tres Marías , patronas de Provenza , para suplicar á las
Santas que muevan el corazon de sus padres . — Las constela-
ciones . En su camino á traves de la Crau , Mireya encuentra
á los pastores de la granja. - La Crau.- La guerra de los gigan-
tes . - Los lagartos , los saltones y las mariposas disuaden á
Mireya de su propósito . - Mireya abatida por la sed y el calor
implora el socorro de San Gent.- Encuentro de Andresillo el
recogedor de caracoles.- Panegírico de Arles . —- Leyenda del
Antro de la Capa . — Mireya pasa la noche bajo una tienda con
la familia de Andresillo .
UIÉN Contendrá à la terrible leona cuando de
¿ vuelta á la covacha no encuentra en ella á su
Q
cachorro ? Rugiente , ligera y trashijada , se precipita
por las montañas berberiscas y corre sin descanso ...
Un cazador moro se ha llevado al leoncillo , y huye à
galope tendido entre los espinosos retamales...
¿ Quién os contendrá , niñas enamoradas? en su cuar-
tito oscuro donde la noche clara introduce un rayo de
luz, Mireya está acostada , y llora sin cesar con la fren-
te entre las manos . - Madre del Amor hermoso , ex-
144 MIREYA .

clamaba, decidme , ¿ qué debo hacer ? ¡ Oh suerte cruel


que me matas á pesares ! ¡ Oh padre duro que me hu-
millas ; si vieses la amargura y la turbacion de mi
alma , tendrias piedad de tu hija ! Tu hija ȧ quien lla-
mabas tu lucero, y á quien hoy, cual si fuese un potro
destinado al trabajo , haces doblar el cuello bajo un
duro yugo. ¡ Ah ! ¿ por qué el mar no se desborda , y
no inunda la Crau con sus olas ? Gozosa viera yo tra-
garse las aguas esta hacienda , sola causa de mis lágri-
mas . ¿ Por qué no nací de una mendiga en alguna ma-
driguera de serpientes ? Entonces , entonces quizas , si
un muchacho me gustase , aunque fuese pobre , me
fuera permitido el quererle ; entonces , si Vicente pi-
diese mi mano, pronto , pronto me casarian con él .
¡ Oh hermoso Vicente mio ! ¡ con tal que yo pudiese
vivir contigo y abrazarte como la yedra , gustosa iria
á apagar mi sed en los arroyos del camino , y tomaria
por solo alimento tus dulces besos !

Es tanto que de este modo en su camita la hermosa


niña se desconsuela , ardoroso el pecho de fiebre y
trémula de amor , en tanto que recuerda las horitas
deliciosas de los primeros tiempos de sus amores , le
viene de repente á la memoria un consejo de Vicente .
—Sí , exclama ; un dia que viniste à la granja me lo
dijiste si alguna vez un perro , un lagarto , una ser-
piente , un lobo , ó cualquiera otro animal dañino , os
hace sentir su agudo diente , si la desgracia os abate ,
corred , corred á las Santas , y al momento encontra-
reis alivio . Hoy la desgracia me abate ; parto , sí ; irẻ á
visitar á las Santas , y volveré consolada .
CANTO VIII. 145

Hecho este pensamiento , aparta la blanca sábana


que la cubria , y salta ligera de la cama . Abre con la
reluciente llave el arca donde guarda su ajuar , sober-
bio mueble de nogal floreado por el cincel , y presén-
tanse á su vista sus pequeños tesoros de doncella : la
coronita que llevó el dia de su primera comunion , una
brizna ya seca de espliego , y una candela bendita para
disipar los rayos , la cual estaba quemada casi por en-
tero . Con un cordoncillo blanco sujeta prontamente à
la cintura un zagalejo colorado , adornado por sus ma-
nos con una fina bordadura recamada , que era una
obra maestra de labor . Sobre el zagalejo colorado ci-
ñose otro todavía más hermoso , y luego se puso un
corpiño negro , con el cual prensó ligeramento su es-
belto talle , sujetándolo con un alfiler de oro . Recoge
los negros y largos cabellos que como un manto caian
sobre sus blancas espaldas ; junta entre sus manos los
esparcidos rizos , y envolviendo las matas de pelo con
un fino y transparente encaje , les da luego graciosa-
mente tres vueltas con una cintita azul , diadema arle-
siana de su frente jóven y pura . Pónese despues el de-'
lantal , y cruza sobre el pecho , formando pequeños
pliegues, el virginal tejido de su pañuelo de muselina .
Mas olvidose por desgracia el sombrerito de proven-
zala ; olvidó el cubrirse la cabeza con aquel sombrero
de anchas alas tan bueno para resguardarse de los
mortales calores . Puestos ya sus vestidos , la enamo-
rada doncella toma en la mano su calzado , baja pasito
á paso los escalones de madera , levanta la pesada barra
que asegura la puerta , se encomienda á las buenas
ΙΟ
146 MIREYA.

Santas y parte veloz como el viento en medio de la no-


che que infunde pavor.
Era la hora en que las constelaciones á los navegan-
tes hacen agradable señal . Del Águila de San Juan que
acababa de posarse á los piés de su Evangelista , sobre
las tres estrellas donde reside el Santo veíase pesta-
ñear la reluciente mirada . El cielo estaba sereno y en
calma y las estrellas centelleaban . Y precipitando sus
aladas ruedas el gran carro de las almas , allá arriba
en las llanuras estrelladas , cargado con su carga bien-
aventurada tomaba la brillante subida del paraiso ; y las
montañas envueltas en sombras contemplaban el paso
del carro volador . Mireya iba delante de la constelacion ,
como en otro tiempo Magalona , aquella que llorando
entre los bosques buscó por tanto tiempo á su amigo
Pedro de Provenza que arrastrado por las olas violen-
tas la habia dejado abandonada .
En tanto en el redil , allá en los límites del terreno
cultivado , los pastores de la granja empezaban ȧ or-
deñar las ovejas . Los unos sujetando las madres por el
hocico , inmóviles ante los abrigaños , hacian mamar á
los mansos corderos , mientras sin cesar se escuchaba
uno que otro balido en el rebaño . Los otros conducian
las deshijadas al ordeñador , el cual , sentado en la os-
curidad sobre una piedra y mudo como la noche , ex-
primia las ubres hinchadas , haciendo salir á copiosos
chorros la buena leche caliente y espumosa que se ele-
vaba á ojos vistas hacia los bordes del jarron . Los her-
mosos y grandes perros , blancos como el lirio , estaban
echados á lo largo del aprisco , con el hocico tendido
CANTO VIII. 147

sobre los tomillos . Todo era sosiego en derredor y sue-


ño y reposo en la aromática llanura . El cielo estaba
sereno y en calma y las estrellas centelleaban .
Hé aquí que de pronto pasa Mireya como un relám-
pago por entre los zarzales , y pastores y ovejas se
amontonaron como lo hacen al sentir sobre su cabeza

un repentino temporal . Mas la zagala dijo : —¿ Con-


migo á las Santas Marías no quiere venir ninguno de
los pastores ? Y se deslizó delante de ellos como una
sombra , y desapareció . Los perros de la granja la ha-
bian conocido y no se movieron de su reposo . Y en
tanto la muchacha , ligera como un perdigon , iba ro-
zando las matas de coscoja , y volaba sobre el cardo
corredor y las alcanforadas , y sus piés tocaban ape-
nas el suelo . Varias veces à su paso turbó el sueño de
los chorlitos que dormian acurrucados entre las yer-
bas al pie de las carrascas , los cuales asustados huian
veloces por la Crau pelada y sombría , y decian : Ca-

roli ! ¡ caroli ! ¡ caroli !


Veíase en tanto cómo la aurora de las montañas des-
plegaba poco a poco sobre la plana sus cabellos lucien -
tes de rocío, y el vuelo cantador de las alondras mo-
ñudas la saludaba , y las altas cumbres de la Alpina
cavernosa parecia que se moviesen con los rayos del
sol . Veíase á la mañana descubrir poco á poco la Crau
inculta y árida , la Crau inmensa y pedregosa , la Crau
antigua , donde , si son dignos de fe los relatos de los
antepasados , bajo un diluvio terrible fueron sepulta-
dos los orgullosos gigantes . ¡ Qué necios ! Con una es-
cala , con un esfuerzo de sus hombros , creian derribar
148 MIREYA .

al Todopoderoso . Ya habian arrancado con la palanca


el pico de Santa Victoria , ya acudian á buscar la Alpina
para añadir al Vantur las horrendas peñas escarpadas .
Empero Dios abre la mano : el maestral con el rayo y
el huracan de su mano como águilas parten : de la mar
profunda y de sus barrancos y de sus abismos van pre-
surosos á desempedrar el lecho de mármol , y en se-
guida se levanta una pesada y oscura niebla . El Aqui-
lon , el rayo y el huracan , con una extensa cobertera
de almendrilla aplastan allí á los soberbios colosos . La
Crau abierta á los doce vientos , la Crau muda , la Crau
desierta , desde entonces ha conservado el horrible
cobertor.
Más y más Mireya de las tierras de su padre se ale-
ja. La irradiacion y el calor ardiente del sol producian
en el aire un temblor luminoso , y de las cigarras de
la llanura tostadas por la yerba caliente , las membra-
nitas bulliciosas repetian sin cesar su monótona tara-
villa . No se veia un árbol , ni una sombra , ni un alma
viviente. Porque los numerosos rebaños que raen du-
rante el invierno la yerbecilla corta pero gustosa de la
extensa plana salvaje , huyendo de los ardores del es-
tio , habian ido á los Alpes frescos y sanos en busca
de los pastos siempre verdes . Bajo los fuegos que ju-
nio derrama Mireya anda , y anda , y anda ... Y los
grandes lagartos grises al borde de sus lagarteras de-
cian entre si preciso es estar loco para andar por el
pedregal con ese sol que hace danzar los enebros de
los collados y los guijarros de la Crau . Y los saltones
á la sombra de las aliagas : ¡ Oh peregrina ! vuélvete ,
CANTO VIII. 149

vuélvete , le decian ; el buen Dios ha puesto en las fuen-


tes agua clarita , bajo los árboles ha puesto sombra : y
tú quemas tu rostro con el hálito del estío . En vano la
advirtieron tambien las mariposas que la vieron . Las
alas del Amor y el viento de la Fe la llevan como el
aura de mar lleva las blancas gaviotas que vagan so-
bre las playas saladas de Aguasmuertas .
De tarde en tarde se veia aparecer en la llanura al-
gun aprisco cubierto de espadañas , profundamente
triste , abandonado por los pastores y por las ovejas .
Cuando empero la niña se encontró sedienta en aque-
llos lugares abrasados , sola , sin arroyo ni arroyito , se
estremeció ligeramente y exclamó : -¡Oh glorioso San
Gent , ermitaño de Bauset , hermoso y jóven labrador
que uncisteis à vuestro arado el lobo de la montaña ;
divino solitario que abristeis la dura roca é hicisteis
brotar un manantial de agua y otro de vino para apa-
gar la sed de vuestra madre cansada y muerta de
calor ! ¡ Vos que habiais abandonado como yo á vues-
tra familia à la hora en que el mundo duerme ; y
fuisteis encontrado por vuestra madre , solo con Dios ,
en las gargantas del Bauset ! i Enviadme como á ella
un chorrito de agua límpida , oh buen santo ! ... ¡ Los
guijarros sonoros abrasan mis plantas y muero de sed !
El buen santo desde el empíreo oyó el ruego de Mi-
reya , y Mireya al momento vió brillar en la rasa cam-
piña la blanca piedra del brocal de un pozo , y hendiendo
el ardor de los rayos del sol , se abalanzó con presteza
como el vencejo que atraviesa una onda . Era un pozo
viejo revestido de yedra donde los rebaños iban á
150 MIREYA.

beber. Murmurando à media voz algunas palabras de


una cancion , estaba jugando un muchacho sentado
debajo de la pila donde buscaba la poca sombra que
podia darle . Cerca de él habia un cesto lleno de blancos
caracoles , y el chico en su mano morena los tomaba
uno a uno á los pobres caracoles del rastrojo y les can-
taba : - << Caracol , caracol monjita , sal pronto de tu
celdita : caracol, buen caracol , saca los cuernos al sol»...
¡ si no los sacas rompo el conventico !
La hermosa hija de Crau , colorada por el camino, y
que en la pila acababa de humedecer sus labios , alzó
de repente su carita encantadora . — Chico , ¿ૐ qué haces
ahí ? preguntó al muchacho . Momento de pausa . -
¿ Entre la yerba y las piedras recoges caracoles ?—
¡ Justo ! Lo habeis adivinado , dijo el niño . Mirad cuán-
tos tengo en la cesta : monjitas , carniceros y rastroje-
ros... ¿ Para comerlos ? preguntó la niña . -¿ૐ Yo ? no ,
contestó el chicuelo . Mi madre los vende todos los

viernes en Arles , y nos trae buen pan tierno . ¿ૐ Habeis


estado en Arles , muchacha ? -Nunca . -¿Qué ? ¿ No
habeis estado nunca en Arles ? Pues yo he estado allí ;
yo que os hablo . ¡ Ah ! ¡ pobrecita ! ¡ Si supieseis lo
grande que es Arles ! Tan lejos se extiende , que del
gran Rodano copioso alcanza las siete bocas . Arles
tiene toros marinos que pacen en los islotes de su
playa ; Arles tiene caballos salvajes ; Arles en un solo
verano cosecha bastante trigo para mantenerse si
quiere siete años seguidos : tiene pescadores que le
carretean el pescado de todas partes , tiene navegantes
intrépidos que van á mares lejanos á hacer frente a las
tempestades ...
UNIV . OF

Encuentro de Mireya y Andresillo.


CANTO VIII. 151

Y recordando las glorias maravillosas de su ciudad


que el sol esplendente baña , contaba el gentil mucha-
cho en su lengua de oro sus alabanzas , y hablaba del
mar azul que se agita , y del Monte Mayor que da á mo-
ler á las galgas llenas cestas de blandas aceitunas , y
del alcaravan que deja oir sus chillidos en los marjales .
Mas ¡ oh ciudad dulce y brúna ! de tu maravilla supre-
ma se olvidó el muchacho. El cielo , fecunda tierra de
Arles , da la belleza más pura á tus hijas , como el per-
fume à las montañas y las alitas à los pájaros .
Distraida la zagala estaba allí de pié y pensativa.—
Hermoso niño , dijo , si quieres venir conmigo ven al
instante . Antes que se oiga cantar la rana bajo los sau-
ces , es preciso que mi pié se pose á la otra parte del
Ródano á la guarda de Dios . El muchacho contestó :
- Pues toma : no podiais encontrarlo mejor. Nosotros
somos pescadores. Esta noche os acostareis en nuestra
tienda al pie de los álamos , y mañana á la primera luz
del alba mi padre os pasará en nuestro barquichuelo .
-¡Oh ! no . ¡ Yo me siento bastante fuerte para andar

errante por esta noche ! —¡ Dios os guarde de hacerlo !


replicó el muchacho . ¿ Quereis ver acaso la banda pla-
ñidera que sale de la cueva de la Capa ? ¡ Ay , ay de
vos si os encuentra , porque os precipitará con ella en
el sumidero ! —¿Y qué es esta cueva de la Capa ? dijo
Mireya. ― Yo os lo contaré mientras andemos por el
pedregal , muchacha . Y el niño empezó : - Érase una
vez una era muy grande que rebosaba de montones de
garbas . Desde la ribera , mañana vereis el lugar donde
sucedió todo esto . Hacia un mes que una cobra de ca-
152 MIREYA .

ballos de Camarga estaba sin cesar pateando las gar-


bas que sacudian el grano . ¡ Ni un instante de descan-
so ! Siempre los cascos cubiertos por el trigo , y sobre
la era polvorienta siempre montañas de espigas para
trillar ! ¡ Hacia un sol ! ... La parva dicen que parecia
inflamada . Y las horcas de boj sin cesar hacian saltar
torbellinos de mieses en el aire , y el tamo y las aristas
del trigo continuamente eran lanzados á las narices de
los caballos como flechas de ballesta . Por San Pedro y
por San Carlos ¡ podíais tocar, campanas de Arles ! ¡ Ni
fiesta ni domingo para los pobres caballos ! siempre la
trabajosa faena , siempre la punzante ahijada , siempre
los gritos roncos del guardian , inmóvil en medio del
turbion caluroso . El amo avaro , por colmo de ruindad
habia embozalado à los blancos caballos trilladores .
Llegó el dia de la Virgen de Agosto . Sobre las garbas
humeantes y dispuestas para la batida , los caballos ,
uncidos como de costumbre rodaban todavía , mojados
de espuma, el hígado pegado á las costillas y el hocico
baboso . He aquí que de repente aparecen la tempestad
y el viento helado . ¡ Ay ! Un golpe de maestral barre
la era . De los famélicos que renegaban del dia de Dios
los ojos se vacian , el campo de la batida vacila y se
entreabre como un negro caldero . El ancho monton
rueda furioso : trilladores , guardianes , mozos , nadie

pudo salvarse . El dueño , la era , el aventador , las


cabras del aventador , las faginas , los corceles conduc-
tores , la yeguacería entera , todo quedó tragado por
el abismo sin fondo . ¡ Esto espanta ! dijo Mireya , -
¡ Oh ! todavía hay más , muchacha . Mañana , ( direis
CANTO VIII. 153

quizás que yo he perdido el juicio ) , mañana vereis las


carpas y las tencas jugar en el agua azulada , y al rede-
dor del estanque oireis cantar los mirlos de laguna .
Mas llega el dia de la Virgen . A medida que el sol ,
coronado de fuegos , sube á su pontificado , poned el
oido en el suelo y aguardad sin hacer ruido : el sumi-
dero , que estaba claro y tranquilo , se ensombrece
poco a poco con la sombra del pecado ; y de lo más
hondo del agua turbia se oye salir un zumbido como
del ala de una mosca : luego parece claramente un so-
nido continuo de campanillas , y despues , poco á
a poco,
entre los berros crecidos diriais que resuenan voces
dentro de una tinaja de arcilla , y por fin se convierte
aquello en un estruendo terrible que hace temblar de
miedo . Se percibe en seguida un trote de caballos ma-
gros á quienes en medio de la parva el guardian re-
gañon azuza con juramentos ; un patear penoso sobre
una tierra inclemente , dura , seca y llena de horror, que
resuena como una era donde se trilla en verano . Mas

al paso que declina el santo sol se van amortiguando


los ruidos y las blasfemias del sumidero ; se extingue
debajo de los berros el claro tañido de las esquilas , y
cantan de nuevo los mirlos en las puntas de las largas
cañas .
Hablando de estas cosas , andaba el niño delante de la
muchacha con su cesta de caracoles . Límpida , serena,
colorada por la puesta del sol , la árida colina junta ya
con el cielo sus altos picos azules y sus cumbres rojas .
Y el sol que se recoge lentamente en su hermosa cintra,
deja la paz de Dios á las lagunas , al estanque grande
154 MIREYA.

y á los olivos del Valle largo , al Ródano que corre ale-


jándose , y á los segadores que levantan por fin su es-
palda encorvada y aspiran el viento del mar .
Y hé aquí que de pronto dijo el muchacho : - Joven-
cita , ¿ૐ no veis allá abajo la tela de nuestra tienda ? ¿ no
veis cómo la agitan las ventolinas ? Ved el álamo blanco.
que le dà sombra y abrigo ; ved , à mi hermano Este-
banillo que se encarama. De seguro está buscando ci-
garras o bien mira si yo vuelvo à la tienda . ¡ Ah ! ¡ Ya
nos ha visto ! Mi hermana Teresita que le ponia la
espalda para subir , se vuelve , y ved cómo corre hacia
nuestra madre para decirle que se despache en prepa-
rar la cena. Mirad a mi madre dentro de la barquilla
cómo se abaja y coge los pescados que tiene á refres-
car ... Y en esto como los dos se daban prisa y escala-

ban el dique , viólos el pescador y exclamó : -¡ Mira,


mira , mujer ! ¡ Está eso bueno ! Bien pronto , por mal
que vaya nuestro Andresillo , promete ser un pesca-
dor de los más duchos . ¡ Héle aquí que nos trae la
reina de las anguilas !
CANTO NOVENO .

LA CONVOCACION DE LOS TRABAJADORES .


Desconsuelo de maese Ramon y de Juana María al no encontrar
á Mireya. El anciano manda llamar á todos los trabajadores y
los reune en la era. - Los dalladores : las rastrilladoras : la siega
del heno. Los carreteros : carga y conduccion del heno.- Los
aradores. - Los segadores : la siega del trigo : las espigadoras-
- Los pastores . - Relato de Lorenzo de Gult , mayoral de los
dalladores : la herida causada por la guadaña.- Relato del se-
gador Juan Buquet : el nido invadido por las hormigas . — Relato
de Maran, mayoral de los mozos aradores : presagio de muerte.
- Relato de Antelmo , mayoral de los pastores . - Antelmo ha
visto á Mireya que iba á las Santas Marías . -
— Arrebato é invec-
tivas de la madre.--Partida de la familia en busca de Mireya.
os altos almeces lloraron ; afligidas se encerraron
L en sus colmenas las abejas olvidando la campiña
llena de titímalos y ajedreas . ¿ Habeis visto ȧ Mireya ?
preguntaban los nenúfares á los hermosos alciones.
azules que revolaban en torno del estanque .
El anciano maese Ramon y su esposa , lleno el rostro
de lágrimas y con la muerte en el corazon , sentados
en la granja uno junto a otro , maduraban poquito á
poco su pesadumbre . - ¡ Cierto , es preciso tener el alma
en delirio ! decian . ¡ Desgraciada ! ¡ mal advertida ! ¡ ter-
rible y pesada caida de la loca juventud ! Nuestra her-
158 MIREYA.

mosa Mireya , ¡ oh desatino ! ¡ oh llantos ! se ha dejado


robar, se ha dejado robar por un gitano , por el último
de los truhanes ... ¿ Quién nos dirá , desvergonzada , el
lugar , la escondida cueva á donde el ladron te ha
conducido ? Y diciendo esto los dos ancianos balan-
ceaban su frente tempestuosa .
Con el asna y los serones de esparto , llegó , segun
costumbre , el escanciador , y de pié en el umbral --
:-
Buenos dias , dijo , vengo à buscar los huevos y la
bebida, nuestramo . — ¡ Vuélvete ! ¡ maldicion ! exclamó
el anciano , porque faltándome ella , parece que me
han descortezado como un alcornoque . De una sola
corrida vuélvete allí de donde vienes , escanciador . A
traves de los campos parte como un rayo : que dalla-
dores y labradores dejen las guadañas y los arados ; á
los segadores diles que dejen las hoces , á los pastores
que dejen el hato ; que vengan á encontrarme .
Al punto más ligero que las cabras parte el criado
fiel atraviesa en los pedregales las hermosas zullas
encarnadas , pasa por entre las encinas de los altos
oteros , franquea de un salto los caminos bajos , siente

ya la fragancia del heno recien segado. Entre las fron-


dosas mielgas altas y de azul floridas , oye crujir de
lejos el dalle ; ȧ pasos iguales ve avanzar los robustos
dalladores , doblados hacia el espacio que deja vacío la
guadaña . Ante el acero que quita el verdor de los cam-
pos se tiende el heno formando líneas que alegran la
vista . Muchachas y niñas risueñas rastrillaban sobre
la verde alfombra . El escanciador ve cómo unos amon-
tonaban el heno y cantaban , y los grillos que huian
CANTO IX . 159

de las guadañas escuchaban sus cantares . En una


carreta de fresno donde están uncidos dos rojos bue-
yes , allá más lejos , ve cómo se carga la yerba segada .
El hábil carretero , dentro del carro , à grandes braza-
das , del forraje que le llega á la mitad del cuerpo
aumenta sin cesar la altura , cubriendo adrales , y rue-
das y lanza . ¡ Altiva mole que al avanzar luego , arras-
trando el heno , parecia el casco de un inmenso buque !
Hé aquí que el carretero como un justador se ende-
reza y dice súbitamente á los que siegan la yerba : -
¡ Dalladores , parad vuestro trabajo ! ¡ Sucede alguna
novedad ! Los mozos que á horca llena le presentaban
la yerba segada enjugaron el sudor que goteaba de su
frente , y los dalladores , descansando el recazo de las
guadañas en el cinturon y afilando las hojas , volvieron
la vista hacia la llanura , donde centelleaban los rayos
del sol .

-i Hombres , escuchad lo que ha dicho el amo ! ex-


clama el mensajero rústico . Escanciador , me ha dicho ,
parte como un rayo ; que dalladores y labradores dejen
.
las guadañas y los arados ; á los segadores diles que
dejen las hoces ; á los pastores que dejen el hato ; que
vengan á encontrarme .
Al punto más ligero que las cabras parte el criado
fiel ; atraviesa á grandes zancadas los caballones donde
crece la rubia , precioso recuerdo de Altén , ve por
todas partes la Madurez , que dora la tierra con el res-
plandor de su antorcha . En los barbechos , estrellados
por las centauras , ve caminando detras de sus mulos
á los aradores vigorosos , encorvados hácia el arado ;
160 MIREYA .

ve la tierra desperezarse del sueño invernal , levantán-


dose en disformes terrones ; ve en el ancho surco las
nevatillas bulliciosas que juguetean tras del arado .
-¡ Hombres , escuchad lo que ha dicho el amo ! ex-
clama el mensajero rústico . Escanciador , me ha dicho ,
parte como un rayo ; que dalladores y labradores dejen
las guadañas y los arados ; à los segadores diles que
dejen las hoces ; á los pastores que dejen el hato ; que
vengan á encontrarme .

Al punto más ligero que las cabras parte el criado


fiel : salta los hoyos cubiertos de yerbas praderales , se
abre paso a traves de los campos de avena ; en los
grandes bancales de trigo cubiertos de rubias mieses
se pierde á lo lejos . Cuarenta segadores , cuarenta , pa-
recidos á llamas devoradoras , de su frondosa vestidura
graciosa y fragante despojaban à la tierra . ¡ Sobre la
miés que segaban se abalanzaban como lobos ! ¡ De su
oro , de su flor virginal privaban á la tierra y al estío !
Tras de los hombres y en largas hileras , como las
cepas de una viña , caia la gavilla con órden . En sus
brazos las diligentes atadoras de prisa recogian el ma-
nojo , y apretando de prisa la garba con la rodilla , la
echaban luego hácia atras .
Como las alas de un enjambre relucian las hoces ,
relucian como las ondas del mar cuando juegan las
acedías al sol . Y confundiendo sus rudas aristas las
altas garbas en montones puntiagudos , se elevaban á
centenares . Parecíase aquello á los pabellones de un
campo militar , como el de Bellcaire en otro tiempo ,
cuando Simon y la Cruzada francesa y el legado que
CANTO IX . 161

los mandaba vinieron impetuosos como una horda


salvaje á degollar á la Provenza y al conde Raimundo .
Mas en tanto las espigadoras de aquí para allá van ju-
guetonas con espigas en la mano ; en tanto en los caña-
verales ó á la sombra caliente de los rimeros de garbas ,
alguna de las niñas , bajo una mirada que la fascina,
se abandona lánguidamente á la hoz del Amor que
tambien siega .

-¡ Hombres , escuchad lo que ha dicho el amo ! ex-


clama el mensajero rústico . Escanciador , me ha dicho ,
parte como un rayo ; que dalladores y labradores dejen
las guadañas y los arados ; á los segadores diles que
dejen las hoces ; á los pastores que dejen el hato ; que
vengan á encontrarme .
Al punto más ligero que las cabras parte el criado
fiel : por entre los verdes olivos toma los atajos , va
como el rayo, de los viñedos rompe los pámpanos como
una ráfaga de cierzo , y héle que se halla solo donde
canta la perdiz . En la vasta extension de la Crau árida ,
bajo las coscojas desmedradas , descubre á lo lejos los
rebaños que reposan . Los zagales jóvenes y el mayoral
dormian la siesta sobre el marrubio . En paz corrian
las aguzanieves sobre la espalda de las ovejas que se
hallaban en actitud rumiante . Vapores diáfanos , lige-
ros y blancos , de la mar poco a poco se elevaban .
Quizas en las alturas inmateriales alguna santa del
cielo , de su velo de monja se habia aligerado rozando
el sol.
-¡ Hombres , escuchad lo que ha dicho el amo ! ex-
clama el mensajero rústico . Escanciador , me ha dicho ,
I1
162 MIREYA .›

parte como un rayo ; que dalladores y labradores dejen


las guadañas y los arados ; á los segadores diles que
dejen las hoces ; á los pastores que dejen el hato ; que
vengan á encontrarme .
Entonces à un tiempo se pararon las guadañas é hi-
cieron alto los arados . Los cuarenta montañeses que
derribaban el trigo dejaron las hoces y se pusieron en
marcha , como un enjambre que parte de su colmena
cuando retoñan sus alas , y con rumoroso bullicio va
á posarse en un pino . A la granja llegaron las atadoras
de garbas , llegaron las rastrilladoras , llegó el carre-
tero con sus mozos ; llegaron los pastores , los espiga-
dores y los hacinadores de garbas , dejando las garbas
al pié de los montones .
Tristes y silenciosos en la era cubierta de césped , el
dueño de la granja y su esposa esperaban la reunion .
Y los hombres admirados de que así se interrumpiese
su trabajo , al rededor del dueño.comparecian , y le de-
cian à medida que llegaban : -Nos habeis llamado ,
nuestramo ; vednos aquí .
Maese Ramon alzó la cabeza . - Siempre en tiempo
de cosecha viene la gran tempestad , les dijo . ¡ Infortu-
nados de nosotros ! Por más que usemos de cautela ,
siempre topamos con la desgracia. ¡ Ah ! continuó el
anciano , sin que me explique más , buenos amigos ,
os suplico que presto me diga cada uno qué es lo que
sabe , qué es lo que ha visto .
Lorenzo de Gult avanza entonces. Este Lorenzo no
habia faltado desde su infancia de encaminarse cada
año con su aljaba hácia los llanos de Arles , cuando las
II
CANTO IX . 163

mieses empiezan á tomar color dorado . Era una vieja


roca que el mar azota en vano con sus olas y tenia la
tez quemada como una piedra de iglesia . Viejo capitan
de la hoz , que el sol abrasase ó que bramase el maes-
tral , siempre al trabajo el primero . Tenia consigo á
sus siete hijos , rústicos, tostados como él , como él ro-
bustos . Los segadores con justicia le habian todos á
una elegido por capataz .
— Si es verdad lo que se dice de que arreboles de la
mañana por la noche son agua , lo que yo he visto ,
comenzó a decir Lorenzo , de seguro , nuestramo , nos

presagia lágrimas . ¡ Señor ! ¡ disipad la tormenta ! Era


de mañana . El alba corria la oscuridad hácia poniente .
Mojados de rocio , ibamos , como de costumbre , á
hacer la segazon . ¡ Compañeros , dije yo , recordemos
que el trabajo debe ir bien y al avio ! Me arremango
para empezar mi tarea , me abajo alegremente : con el
primer golpe , maestro , me hiero . ¡ Hacia treinta años ,
buen Dios , que no me habia sucedido semejante cosa !...
Diciendo estas palabras muestra sus dedos ensan-
grentados por una profunda herida , y los padres de
Mireya renuevan sus gemidos . Juan Buquet , uno de
los segadores de yerba , tomó la palabra á su vez . Era
hijo de Tarascon y caballero de la Tarasca , robusto y
agigantado , pero cariñoso y buen amigo . ¡ Ah ! Cuando
corria la antigua bruja á las voces de ¡ la Tarasca , la
Tarasca !, cuando la villa triste se animaba con danzas ,
con gritos de alegría y alboroto , nadie habia en Con-
damina que hiciese voltear en el aire con mejor gracia
que él , el venablo ó la bandera. Entre los dalladores
164 MIREYA .

experimentados hubiera podido conquistarse un pues-


to distinguido si hubiese seguido con más constancia
el recto camino del trabajo ; mas al llegar el tiempo de
las fiestas ¡ adios las hoces ! A las bulliciosas orgías en
la cantina ó bajo el cobertizo de árboles , á las largas
farandolas y á las corridas de toros , acudia como apa-
sionado , como furioso .
-Nuestramo , dijo el jóven , en tanto que nosotros
dallábamos á grandes brazadas , bajo una mata de
cominillo he descubierto un nido de francolines que
agitaban las alitas. Inclinéme alegremente hacia la
mata para ver si habia muchos . Mas¡ oh suerte fatal !
¡ pobres animalitos ! unas hormigazas rojas acababan
de apoderarse del nido y de la nidada . Tres habian ya
muerto , y los demas , infestados por aquella peste ,
sacaban la cabeza fuera del nido , y parecian decirme :
¡ Venid á nuestra ayuda ! Empero una nube de aque-
llos insectos más picantes que ortigas , furiosa , encar-
nizada , les heria con avidez. Y yo , pensativo y apoya-
do en el mango del dalle , escuchaba à la madre que
en el carrascal piaba llorando y se dolia de ellos.
Este relato de desgracia es una nueva lanzada que
del padre y de la madre aumenta el amargo presenti-
miento. Y como sucede en junio cuando la tempestad
avanza silenciosamente hacia el llano , que la tramon-
tana va soplando en ráfagas cada vez más fuertes , y
el cielo se ilumina con los relámpagos , y más y más
se va encapotando por todas partes , asimismo salió el
Maran... En las granjas el Maran tenia renombre : y
aún hoy dia , durante las veladas de invierno , mien-
Los labradores.
THAT OF
CANTO IX . 165

tras los mulos atados al arrendadero comen la mielga


de los pesebres , los mozos de las granjas dejan con
frecuencia que se acabe el aceite de los fanales ha-
blando de lo que hizo una vez que se ajustó . Se habia
ajustado en tiempo de sementera . Cada uno de los
aradores empezó á trazar el surco , y el Maran , sin mo-
verse de su sitio , estaba golpeando desmañadamente
las orejeras , el cepo y los tirantes , como si en toda su
vida no hubiese tocado herramienta de campo. ¡ Te

has ajustado para trabajar y no sabes montar un ara-


do, torpe ! díjole el cachican . ¡ Yo creo que un verraco
con el hocico labra la tierra mejor que tú , galopin !
Las prendas que habeis soltado yo las recojo , contestó
el jóven. Hagamos una apuesta , mayoral : el que tucr-
za el surco perderá dos luises de oro : tocad el clarin .
Los dos arados á la vez hienden el barbecho . Los dos
gañanes toman por guias dos álamos blancos que es-
tán al extremo del campo . Los dos arados no se apar-
tan una sola vez de su direccion . Los rayos del sol do-
ran las aristas . ¡ Rayo de Dios ! dijeron entonces los
mozos , vuestro surco , mayoral , es de hombre ejerci-
tado y de mano experta ; mas digámoslo todo , es tan
recto el del otro que una flecha podria seguirle segu-
ramente á lo largo . Y el Maran ganó la apuesta .
Al consejo ya perturbado , el Maran vino tambien á
echar su palabra amarga . — Hace poco , dijo con la pa-
lidez en el rostro , hace poco, mientras trabajaba me
entretenia silbando . Estaba aquello un poco duro y yo
me proponia prolongar el trabajo á fin de acabar . De
repente veo que mis animales erizan los pelos de la
166 MIREYA.

piel, veo el temblor y el terror juntos que hacen que


se pare la yunta y que amusgue las orejas. En cuanto
á mí , yo veia doble . Veia las yerbas del barbecho in-
clinarse hacia el suelo y descolorarse . Aguijoneo á mis
bestias : la Baya me mira con triste ademan pero no
se mueve, y el Gris huele el rastrojo . Les tiro un lati-
gazo en los jarretes y parten despavoridos . La cama
del arado , una cama de olmo , se rompe , y arrastran
consigo el timon y el yugo . Me siento pálido y opri-
mido, me coge una convulsion , un movimiento invo-
luntario hace crujir mis quijadas , un frio repentino
me acomete , y sobre mis carnes temblorosas , y sobre
mi cabeza erizada como las cabezas del cardo , he sen-
tido la muerte pasar como un viento...
-i Buena Madre de Dios , cubre con tu manto á mi
hermosa niña ! exclama la pobre madre dando un gri-
to desgarrador , y cae de rodillas , y hacia las nubes
abre por largo rato sus labios . He aquí que llega á
grandes zancadas el mayoral Antelmo , pastor y orde-
ñador . -¿ Qué le acontecia tan de mañana , para pa-

searse en los tallares de enebros ? dijo el mayoral An-


telmo entrando en el consejo . Nosotros estábamos
encerrados en las encañizadas ordeñando las ovejas , y
por encima de las vastas llanuras pedregosas las es-
trellas de Dios tachonaban el cielo . Un alma , una som-
bra ligera , un espectro , pasa rozando el cercado . De
espanto quedan mudos los perros y el hato se hace
un peloton . Si eres alma buena , háblame ; si eres alma
en pena, vuélvete á las llamas, dije para mis adentros .
No tuve tiempo siquiera para empezar una Ave María
El
pastor
Ansel
relata
la
fuga
de mo
.Mirey a
CANTO IX. 167

á Nuestra Señora . ¿ Conmigo á las Santas Marías no


quiere venir ninguno de los pastores ? dijo una voz
conocida . Y al momento desapareció la vision por el
erial. Lo creeriais , nuestramo ? Era Mireya. ર Es

posible ? exclamaron á la vez cuantos estaban en la


era. —Sí , era Mireya , continuò el pastor ; yo la he
visto à la claridad de las estrellas , yo la he visto os
digo, y se ha deslizado ante mi ; pero no era la que
solia ser comunmente , y en su fisonomía triste y mar-
chita se conocia que sólo un penetrante dolor la sos-
tenia sobre la tierra .

Al oir la fatal nueva , gimiendo golpearon los hom-


bres à una sus manos terrosas . A las Santas lle-
!
vadme presto , muchachos ! exclama la pobre madre .
Yo quiero donde quiera que vaya , donde quiera que
vuele , seguir á mi pajarito , á mi perdigon de los cam-
pos pedregosos . Si las hormigas te atacan , mis dien-
tes hasta la última comerán hormigas y destrozarán
el hormiguero . Si la avara muerte descarnada quiere
hacer presa en ti , yo sola mellarė su vieja guadaña , y
tú entretanto huirás á traves de los juncales . Y por
los campos , Juana María á quien el temor hace des-
variar, desparrama corriendo sus locas invectivas . —
Carretero , prepara la carreta , unta el eje , moja los
cubos, y pronto unce la negrilla , porque es tarde , de-
cia el amo , y tenemos que hacer larga jornada . Y en
el carro rechinante Juana Maria sube , y el aire se lle-
na más que nunca de lamentos y exclamaciones deli-
rantes. - Hermosa hija mia ! decia la madre . ¡ Pedre-
gales , yermos de Crau , vastas playas salinas , y tú
168 MIREYA.

tambien , sol esplendente , á mi hija que languidece ,


sedle propicios ! Mas la abominable mujerota que hizo
entrar en su cueva á mi niña , sin duda le hizo beber
en su vaso, sin duda le hizo tragar sus filtros y sus
venenos. ¡ Taven ! ¡ Que todos los demonios que es-
pantaron á San Antonio vayan á arrastrarte bajo las
rocas de Baus ! ... Con el traqueo de la carreta se pier-
de la voz de la desgraciada . Y los hombres de la granja
examinando si en la Crau lejana se divisaba álguien ,
volvian lentamente al trabajo . ¡ Dichosos en las largas
calles de árboles que parecen juntarse á lo lejos , di-
chosos los enjambres de mosquitos que gozan de la
fresca sombra !
CANTO DÉCIMO .

LA CAMARGA .
Mireya pasa el Ródano en la barca de Andresillo y prosigue su
camino á traves de la Camarga . -Las riberas del Ródano entre
el mar y Arles . — Descripcion de la Camarga. -— El calor. — El
espejismo . - Las dunas . —Los areniscos salados . Los rayos
del sol hieren de muerte á Mireya á la orilla del estanque de
Vacarés. Los mosquitos la hacen volver en sí.-La peregrina
de amor llega vacilante á la iglesia de las Marías.-La oracion .
- Aparicion de las Santas ; vanidad de la dicha de este mun-
do ; necesidad y mérito del sufrimiento .-Las Santas para for-
talecer á Mireya le relatan sus tribulaciones terrenas.
ESDE Arles hasta Venza , gentes de Provenza ,
D escuchadme ! Si sentis calor, amigos mios , va-
mos á reposar todos juntos à la orilla de las Duranzo-
las . Mas de Marsella á Valenzola , ¡ cántese en loor de
!
Mireya y compadezcase á Vicente !
Hendia el agua la pequeña barquilla , sin hacer más
ruido que un lenguado . El muchacho Andresillo diri-
gia la barquilla , y la amante á quien yo he cantado
con Andresillo se habia aventurado sobre el vasto Ró-
dano , y sentada contemplaba las ondas con mirada
triste . Y el muchacho remero le decia à Mireya :
¡ Mira qué ancho está el cauce del Ródano , muchacha!
172 MIREYA.

¡ Entre la Camarga y Crau qué hermosas justas po-


drian hacerse ! Esta isla es la Camarga , muchacha , y
se extiende á tanta distancia , que del rio Arlesiano ve
abrirse las siete bocas. Mientras el niño hablaba, el
Rodano resplandecia con los rojizos resplandores que
la mañana derramaba sobre él , y varios laúdes remon-
taban lentamente el curso del rio . El aura de mar,
hinchando la lona de las velas , las hacia marchar de-
lante de sí , como una pastora á su rebaño de blancos
corderos . ¡ Oh magnificas sombras ! De los fresnos y
de los álamos de altura desmesurada veíanse reflejar
en la orilla los blanquecinos troncos. Viejas y torcidas
parras silvestres los rodeaban con sus zarcillos , y de
la cima de las fuertes ramas dejaban colgar sus vasta-
gos nudosos . El Ródano , con sus ondas fatigadas , dor-
midas , majestuosamente tranquilas , parecia echar á
menos el grande palacio de Aviñon , y las farandolas,
y las músicas ; y como un anciano que agoniza estaba
melancólico y entristecido , viendo que iba a perder en
la mar sus aguas y su nombre. Mas la amante á quien
yo he cantado habia saltado á la ribera . - Marcha , di-
jole el niño : anda mientras halles camino . Las Santas
à su capilla milagrosa en derechura te conducirán .
Esto dicho hace fuerza de remos y vira la barquilla .
Bajo los fuegos que Junio derrama Mireya anda , y
anda , y anda... De Oriente à Poniente , y de Septen-
trion á Mediodía , no ve más que una llanura inmensa ,
sábanas á que la vista no alcanza fin ni término, y á lo
lejos el mar que aparece . De cuando en cuando , y por
toda vegetacion , algunos raros tamariscos y asperillas ,
llanura
.La
CANTO X. 173

y almajos , salgadas y sosas , cubren aquellas amargas


praderas de las playas marinas , donde vagan errantes
los toros negros y los caballos blancos , aspirando go-
zosos la ventolina del mar impregnada de humedad .
La bóveda azulada , donde se cierne el sol , se despliega
cóncava y brillante , coronando los marjales con su
vasta redondez . A veces en la claridad lejana del hori-
zonte se ve volar una gaviota ; otras veces una de las
grandes aves , ermitaño zancudo de los estanques ve-
cinos , proyecta volando su sombra en el suelo . Ora es
un caballero de piernas bermejas , ora una garzota de
hosca mirada que endereza con orgullo su penacho
compuesto de tres plumas blancas .
En tanto el calor es sofocante y la niña , para alige-
rarse , desabrocha las puntas del pañuelo , que llevaba
rodeadas á la cintura . Y el calor es cada vez más vivo ,
cada vez más ardiente , y del sol , del grande sol que
se remonta al cenit del cielo , el hálito y los rayos llue-
ven á cántaros como un turbion . Asimismo un leon
cuando le atormenta el hambre devora con una mira-
da los desiertos abisinios ... ¡ Debajo de una haya qué
bueno seria recostarse ! Los dorados rayos del sol que
centellean simulan enjambres furiosos , enjambres de
avispas que vuelan , y suben , y bajan , y relucen cual
hojas de acero que se están aguzando . La peregrina de .
amor à quien el cansancio abate y el calor desalienta ,
de su corpiño ha quitado el alfiler , y su seno , agitado
como dos ondas gemelas de una límpida fuente , se
parece á las campanillas del nardo maritimo , que du-
rante el verano ostentan su blancura en las playas .
174 MIREYA.

á poco ante su vista el pais


Mas hé aquí que poco a
pierde su tristeza , y á lo lejos aparece un extenso lago
que se mueve , y los fresnos y las salgadas al rededor
de la llanura que se convierte en agua , se agrandan y
se truecan en bello cobertizo de sombra . Era una vi-
sion celestial , una fresca ilusion de tierra prometida.
Á la orilla del agua azul , pronto , à lo lejos , se levanta
una poblacion , con sus arrabales , con su fuerte mu-
ralla que la cine , con sus fuentes , iglesias , tejados y
puntiagudos campanarios , que crecen con el sol . Bar-
cazas y bateles con velas blancas entraban en la dárse-
na, y en los juanetes el viento , que era flojo , juguetea-
ba con los gallardetes y las banderolas . Mireya con su
delgada mano enjugó las gotas abundantes de su fren-
te , y á vista de tal espectáculo :—¡ Dios mio ! dijo para
sí ; ¡ esto es un milagro ! y corria , y corria , creyendo
que estaba allí la tumba santa de las tres Marias. Mas
à medida que corre va cambiándose la ilusion que la
deslumbra , y el cuadro luminoso aparece cada vez
más lejano. Obra vana , sutil, alada ; el espíritu capri-
choso la habia urdido con un rayo de sol , tiñéndola

con los colores de las nubes , y su trama delgada acabó


por vacilar y oscurecióse y se disipó como una niebla .
Mireya se quedó sola y atónita en medio del calor
de la llanura , y de nuevo camina por entre los gran-
des montones de arena , abrasadores , movibles , fati-
gosos ; y camina por los llanos areniscos de la corteza
salina que el sol abofolla y enlustrece , y que cruje y
deslumbra ; y camina por entre las altas yerbas panta-
nosas, y por entre las cañas y las juncias , albergue de
CANTO X. 175

los mosquitos. Con Vicente en el pensamiento hacia


ya largo rato que costeaba la playa reentrante del Va-
carés . Ya en la mar lejana y encrespada veia la rubia
iglesia de las grandes Santas , que se iba acercando y
se agrandaba , como un bajel que á vela desplegada
hace rumbo á la ribera . Mas de repente los abrasadores
rayos del sol lanzan sus dardos á la frente de la pobre
niña . Vedla , ¡ infortunada ! vedla que vacila y á la ori-
lla de la mar , herida de muerte , cae sobre el arenal .
¡ Oh Crau , tu flor se ha doblado ! ¡ Oh jóvenes , llo-
radla !... Cuando el cazador del valle , à la orilla de un
arroyo divisa palomas inocentes que beben y alisan
sus plumas , á traves de los matorrales llega de prisa
con su arma de fuego , y siempre la que hiere con el
plomo es la más bella . Tal hizo entonces el despiadado
sol.
La desdichada yacia desvanecida sobre las dunas.
Por casualidad pasó por allí una bandada de mosqui-
tos , y viéndola que suspiraba , y que su blanco seno
se agitaba palpitante , y que no tenia ni una ramita de
enebro que la protegiese contra el ardor del sol que la
quemaba , piadosamente empezaron á revolotear en
torno de ella , y dándole música con su zumbido , pa-
recia que decian : Pronto , hermosa , levántate ; leván-
tate pronto , que es muy malo el calor de los pantanos
salados . Y al mismo tiempo picaban su cabeza incli-
nada , y el mar al mismo tiempo de sus finas gotitas á
las rosas de su cara echaba el amargo rocío . Mireya
se levantó , doliente y gimiendo : —¡Ay , mi cabeza !
exclamó. Y á pasos lentos , lánguidamente , de alma-
176 MIREYA .

jos en almajos , á las Santas de la mar llegó vacilante .


Y con llanto en las pupilas , sobre el pavimento de la
capilla que el mar humedece con su infiltracion , pros-
ternó su cabeza . ¡ Pobrecita ! En alas de la brisa , ved
cómo su plegaria en tanto volaba al cielo en suspiros :

-que podeis en flores - trocar


i Oh Santas Marías ,
nuestro llanto , - inclinad el oido - hácia mi dolor !

Cuando veais ¡ ay Dios ! -mi agudo tormento , -


- piado-
mi triste congoja , — os pondreis de mi parte —
samente .

Yo soy una niña - que amo á un mancebo , — el


hermoso Vicente , — yo le quiero ¡ oh Santas ! — con
toda mi alma .

Yo le amo , yo le amo , como el arroyo — ama el


correr , -·como el pajarito - ama el volar .

Y quieren que mate - este fuego ardiente -


— que
-
nunca se apaga , — y quieren que rompa -el almen-
dro florido.

¡ Oh Santas Marías , - que podeis en flores - trocar


nuestro llanto , - inclinad el oido - hácia mi dolor !

Venido he de lejos - buscando la paz : -ni Crau ,


ni arenales , - ni madre doliente - me han detenido .

Y del sol que lanza- sus clavos agudos , -sus crue-


les espinas , - - siento las razadas ―― que punzan mi cé-
rebro.

Mas i podeis creerlo ! - dadme á Vicente , -y ale-


CANTO X. 177

gres , risueños , -vendremos juntitos - á veros de


nuevo .

El mal de mis sienes -· cesará entonces , - -y mis


ojos que ora- se inundan de llanto , - brillarán de
gozo .

Mi padre se opone- á nuestra union : - tocarle en


el pecho , os es fácil cosa , - bellas Santas de oro .

Por fuerte que esté -la aceituna , el viento - que


sopla en Adviento - tambien la madura - — luego que
conviene .

La serba y el níspero - se cogen tan acres- que dan


estremezo ,-y les basta paja — para que sazonen .

¡ Oh Santas Marias , -que podeis en flores - trocar


nuestro llanto , - inclinad el oido -hácia mi dolor !

Mas ¿tengo deslumbres ? —¿qué es esto ? ... ¿ el Pa-


raiso ? -La Iglesia se agranda :— un monton de estre-
llas - se entreabre allá arriba .

¡ Oh cuál soy dichosa ! -Las Santas ¡ Dios mio ! -del


cielo , sin nube , — bajan radiantes , — bajan hácia mí .

¡ Oh bellas Patronas ! - ¿ Sois vosotras , cierto ? --


Ocultad los rayos — de vuestras coronas - ò yo mo-
rirė .

Vuestra voz me llama . —¿Por qué no os velais-


detras de una nube ? -que mis pobres ojos se ha-
I2
YA
178 MIRE .

llan ya cansados ... -¿ Dónde está la capilla ?... Santas ,


¿ me hablais ? .

En el éxtasis que la desvanece , jadeante , medio


muerta , estaba allí Mireya de rodillas sobre las baldo-
sas , los brazos levantados , la cabeza hácia atras ... y
dentro de las puertas de San Pedro sus ojos inmóviles
parecian ver el otro mundo á traves del velo de la car-
ne . Tiene los labios mudos . Su hermoso rostro se
transfigura , y su alma y su cuerpo nadan en la con-
templacion con embeleso celestial . En la Aurora que
corona de oro la frente de los álamos blancos , la lám-
para que velaba á un hombre en perdicion así palidece
y se extingue.
Tres mujeres de divina hermosura por un sendero
de lucientes estrellas bajaban del cielo , y como un re-
baño que se dispersa al despuntar el dia , los altos pi-
lares de la capilla con el arco que sostiene la bóveda ,
para abrirles camino se apartaban delante de ellas . Y
blancas en el aire límpido las tres Marías radiantes de
gloria bajaban de la celeste altura. La una contra su
seno tenia apretado un vaso de alabastro : en las no-
ches serenas el astro que dulcemente alumbra á los
pastores, nos puede sólo recordar su frente de paraiso .
A los juegos del aura la segunda suelta sus trenzas y
camina modesta con una palma en la mano . La terce-
ra , jovencita todavía , con el blanco y transparente
manto oculta un poco su moreno rostro , y las negras
niñas de sus ojos lucian más que diamantes .
CANTO X. 179

Hácia la doliente marchaban , y cuando estuvieron


cerca de ella se pararon y empezaron á hablarle . Tan
dulce y claro era su decir, y su sonrisa tan afable , que
las espinas del martirio florecian para Mireya con
abundosos encantos .

Consuélate , pobre Mireya , nosotras somos las Ma-


rías de Judea. Consuélate , decian , nosotras somos las
Santas de Baus . Consuélate , nosotras somos las pa-
tronas de la barquilla que se lanza á los peligros de la
mar furiosa , y la mar al vernos se pone en calma .
Mas fija allá arriba la vista . ¿ૐ Ves el camino de San-
tiago ? Hace poco estábamos juntas en él , allá abajo al
otro extremo, y mirábamos desde las estrellas las pro-
cesiones de fieles que van en romería á Compostela á
orar sobre la tumba de nuestro hijo y sobrino . Y desde
allí escuchábamos las letanías. Y el murmullo de las
fuentes , y el movimiento de las campanas echadas al
vuelo , y el caer del dia , y los peregrinos que andaban
por los campos , todo rendia gloria de consuno al
Apóstol de las Españas , nuestro hijo y sobrino , San-
tiago el Mayor. Y gozosas por el tributo de adoracion
que alcanzaba su memoria , sobre la frente de los ro-
meros derramábamos el rocio del sereno , y en su es-
piritu vertiamos gozo y calma . Punzantes como cente-
llas , entonces hasta nosotras han subido tus quejas .
¡ Oh , niña ! tu fe es muy grande , mas ¡ cuánta pesa-
180 MIREYA.

dumbre nos dan tus ruegos ! Tú quieres beber , insen-


sata , en las fuentes del amor puro ; antes de la muer-
te , insensata , quieres probar la fuerte vida que à Dios
mismo nos transporta .

¿ Desde cuándo acá abajo has encontrado la felicidad ?


¿ર La has visto en el rico ? Hinchado , acostado con dejo
en su triunfo, niega á Dios en su corazon y ocupa todo
el camino ; mas la sanguijuela cuando está llena se
cae . ¿ Y qué va á hacer él con su orgullo cuando se
verá delante del Juez que entró en Jerusalen sobre un
asno ? ¿ La has visto en la frente de la madre cuando
por primera vez toda conmovida da su leche á su hijo
recien nacido ? Basta una mamada nociva , y héla ya
inclinada sobre la cuna descubierta , cubriendo de be-
sos al pobre pequeñito muerto . ¿ La has visto en la
frente de la desposada , cuando á lentos pasos camina
hacia la iglesia con su novio ? ¡ Ay ! Para la pareja que
lo recorre , este sendero tiene más espinas que el en-
drino de los campos .

Porque todo lo de aquí abajo no es más que prue-


bas y trabajos prolongados . Y aquí abajo , la onda
más clara cuando has empezado á beberla se vuelve
amarga : aquí abajo con el fruto nuevo nace el gusano ,
y todo se gasta y todo se corrompe . En vano escogerás
en la cesta : la naranja tan dulce al gustarla , con el
tiempo llegará á ser amarga como la hiel . Y tal te pa-
recerá que respira en vuestro mundo , ¡ y suspira !
Mas quien tendrá deseos de beber de un manantial
que no se agota ni se aceda , comprarlo puede con su-
frimientos . La piedra debe ser rota en pedazos si quie-
CANTO X. 181

re extraerse de ella la lentejuela de plata . ¡ Dichoso ,


pues , quien toma resignado las penas , y llega á la
muerte haciendo bien , y llora cuando ve llorar á sus
hermanos, y echa la capa de sus hombros sobre la po-
breza desnuda y macilenta , y con el humilde se humi-
lla , y para el que tiene frio hace brillar su hogar ! Y
la grande palabra que el hombre olvida , héla aquí : la
muerte es la vida . Y los mansos , y los buenos , y los
misericordiosos , ¡ bienaventurados ! Al soplo de un
viento sutil al cielo remontarán el vuelo tranquilos , y
blancos como un lirio dejarán ese mundo , donde los
santos son de continuo apedreados .
¡ Si pudieses ver , oh Mireya , desde lo más alto del
empireo , cuán pobre nos parece vuestro universo , y
cuán locos y miserables vuestros ardores por la mate-
ria y vuestro temor del cementerio ; si pudieses verlo ,
infortunada, clamarias por la muerte y el perdon ! Mas
antes que el trigo suba en espigas , preciso es que fer-
mente dentro de la tierra . Es la ley. Y nosotras tam-
bien , antes de tener rayos de gloria hemos bebido el
brebaje amargo . Y ȧ fin de que tu valor reciba nuevas
fuerzas , queremos contarte las tribulaciones y las an-
gustias de nuestro viaje .

Callaron las tres Santas dicho esto . Y las ondas que


acarician la playa , para escuchar lo que iban á decir
corrian en tropel á lo largo de la ribera . Los bosques
de pinos hicieron signo á los alisales , y las gaviotas y
las sarcetas vieron el inmenso Vacarés aplacar sus
oleadas. Y el sol y la luna , desde lo más lejano de los
182 MIREYA .

marjales, dieron muestra de adoracion inclinando sus


anchas frentes carmesinas , y la Camarga impregnada
de sal se estremeció ... Las bienaventuradas , para dar
fuerza á la enamorada niña , al cabo de un rato empe-
zaron así :
CANTO UNDÉCIMO .

LAS SANTAS .
Las tres Marías refieren que despues de la muerte de Cristo fue-
ron abandonadas con otros discípulos á merced de las olas , y
que desembarcaron en Provenza y convirtieron á los pueblos
de la comarca. —La navegacion. - La tempestad . - Llegada de
los santos proscritos á Arles. - Arles romana.- La fiesta de
Vénus . - Sermon de San Trofimo.- Conversion de los Arle-
sianos. Los habitantes de Tarascon imploran el socorro de
Santa Marta. - La Tarasca. - San Saturnino en Tolosa. - San
Eutropo en Orange . - Santa Marta sujeta la Tarasca y en se-
guida convierte á la ciudad de Aviñon. - Los Papas en Aviñon.
-San Lázaro en Marsella . - Santa Magdalena en la cueva.—
San Maximino en Ex. - Las tres Marías en Baus . - El rey Re-
nato.- La Provenza unida á la Francia. - Mireya vírgen y
mártir.
+

L árbol de la cruz joh


Ε Mireya ! allá en el mon-
te de Judea estaba plantado
todavía. De pié sobre Jerusa-
len y húmedo aún con la san-
gre de Dios , daba voces à la
ciudad del crimen adormecida
en el fondo del abismo : ૐ¿ Qué
has hecho , qué has hecho del
Rey de Belen ? Y de las calles silenciosas no subian ya
186 MIREYA .

los grandes clamores . El Cedron sólo se lamentaba á lo


lejos, y el Jordan melancólico iba á esconderse en las so-
ledades para desahogar sus lamentos á la sombra de los
lentiscos y de los verdes terebintos. Y el pobre pueblo
estaba triste , porque bien conocia que era su Cristo
aquel que alzando el cobertizo de la tumba , habia
vuelto á mostrarse á sus compañeros y discípulos , y
despues , dejando las llaves á San Pedro , se habia
como el águila remontado al cielo . ¡ Ah ! Se le echaba
á menos en la tierra judaica al hermoso carpintero de
Galilea , al carpintero de los cabellos de oro , que
amansaba los corazones con la miel de las parábolas ,
y con largueza en los collados alimentaba à la mu-
chedumbre con pan ácimo , y curaba los leprosos y
resucitaba los muertos. Mas los doctores , los reyes ,
los presbíteros , la horda entera de los vendedores á
quienes de su templo santo el Maestro habia echado ;
¿ quién contendrá á la multitud , murmuraban entre
sí en voz baja , si en Sion y en Samaria el resplandor
de la Cruz prontamente no se extingue ? Entonces las
iras tomaron creces y los mártires dieron testimonio
de su fe . Entonces unos , como Esteban , eran apedrea- ·
dos vivos ; Santiago moria bajo el filo de la espada ;
otros eran aplastados bajo una peña . Mas en la hogue-
ra ó bajo el cuchillo todos clamaban muriendo : Sí , Je-
sus es Hijo de Dios.
Nosotras las hermanas y los hermanos que le seguia-
mos por todas partes , en una mala embarcacion sin
velas y sin remos al furor de la mar fuimos echados .
Las mujeres vertíamos un torrente de lágrimas ; los
CANTO XI. 187

hombres hacia el cielo elevaban la mirada . Ya , ya


veíamos alejarse olivares , palacios y torres ; ya veía-
mos las crestas desiguales del alto Carmelo diseñarse
á lo lejos en el horizonte . De pronto llega hasta nos-
otros un grito. Nos volvemos , y vemos en la playa á
una mujer jóven . Aquella mujer levantaba los brazos
clamándonos con voz ahogada : ¡ Oh , llevadme en
vuestra barcada , amas mias , llevadme ! Por Jesus , yo
tambien quiero morir de amarga muerte . Era nuestra
sirvienta Sara la que daba estas voces . ¡ Mira hoy aca
en el cielo cuál reluce su frente como un alba de abril !
Lejos de allí el Aquilon nos arrastra . Mas Salomé á
quien Dios inspira , echa su velo sobre las aguas del
mar. ¡ Oh poderosa fe ! Sobre la onda que se encrespa ,
clara y azulada , la jóven desde la ribera llegó sin hun-
dirse á nuestra frágil navecilla . Y el Aquilon la empu-
jaba , y el velo la conducia... Cuando empero vimos en
las lejanas nieblas desaparecer una tras otra las cum-
bres de nuestro querido país y crecer la mar , preciso
es haberla sentido para comprender la nostalgia pro-
funda que se apoderó de nosotros . ¡ Adios , adios , tierra
sagrada ! ¡Adios , Judea desdichada que persigues à tus
justos y crucificas á tu Dios ! Ahora los racimos de tus
viñedos y los dátiles de tus palmeras serán pasto de
los fieros leones , y tus murallas serán guarida de pon-
zoñosas serpientes . ¡ Adios , patria , adios , adios !
Una ráfaga de viento tempestuoso sobre la mar es-
pantosa inclinaba el bajel . Marcial y Saturnino se po-
nen de rodillas en la proa . Pensativo se envuelve en
su manto el viejo Trofimo . Cerca de él estaba sentado
188 MIREYA.

el obispo Maximino . De pié sobre el entrepuente , Lȧ-


zaro , que de la tumba y del sudario guardaba todavia
la mortal palidez , parecia hacer frente al huracan mu-
gidor. Con él la nave perdida lleva á Marta su herma-
na , y á Magdalena , que está tendida á un lado y llora
su quebranto . La nave á quien empujan las fuerzas
del infierno , conduce à Eutropo , conduce à Sidonio ,
ȧ José de Arimatea , y á Marcelo y á Cleon , y apoya-
dos en los escalamos , al silencio del reino azul hacian
oir el canto de los Salmos, y nosotros repetiamos jun-
tos : ¡ Te alabamos , oh Dios ! ¡ Oh ! ¡ Cómo corria la
navecilla sobre las aguas centelleantes ! Parécenos ver
todavia aquellas ráfagas furibundas que arremolina-
ban el polvo líquido del abismo , y despues converti-
das en ligeras columnas se desvanecian á lo lejos como
espiritus .
El sol subia de la mar y se ponia en la mar , y siem-
pre errantes sobre la vasta llanura salada , íbamos á
merced del viento . Mas de los escollos Dios nos pre-
serva , porque en sus miras nos tiene reservados
para reducir á su ley á los pueblos provenzales . Una
mañana más que las otras el tiempo estaba calmoso .
Delante de nosotros vemos huir la noche con su lám-
para en la mano , como una viuda madrugadora que
va al horno á cocer sus panes . Las olas allanadas como
una era , batian apenas los tablones de la nave . En lo
más lejano del horizonte nace y se aumenta por ins-

tantes mugiendo y llevando el horror al alma , un rui-


do espantoso , un rumor desconocido que aulla y gi-
me, y nos penetra hasta los huesos , y nos deja mudos
CANTO XI . 189

de estupor. Por todas partes hasta donde alcanzaba la


vista no se distinguia más que agua . Y sobre el mar
que se encogia de espanto , la ráfaga se acercaba rápi-
da , formidable , y en derredor de nosotros las olas es-
taban muertas , y ¡ negro presagio ! inmóvil como por
encanto tenian á la barca . De repente se alza á lo lejos
una montaña de agua de espantosa altura . Coronada
de nubarrones llegábase á nosotros la mar entera ar-
remolinada , mugiendo y rebramando . Súbito un gol-
pe de mar nos precipita al fondo del sumidero , y lue-
go nos levanta á la cima de las olas , aterrados , mori-
bundos. ¡ Qué trance ! ¡ qué trastorno ! Prolongados
relámpagos alumbran la oscuridad hendiendo el espa-
cio , y uno tras otro retumban espantosos truenos ; y
todo el infierno se desencadena para tragar nuestra
quilla . El terrible Labeche silba, muge y sobre el com-
bės abate nuestras frentes . Ora nos iza la mar sobre el
lomo de sus olas ; ora en lo profundo de los negros
abismos donde vagan los pavos marinos , las focas y
los grandes tiburones , vamos á oir el triste lamentar
de los anegados á quienes la onda barre . ¡ Ay , Dios !
Nos vimos perdidos . Sobre nuestras cabezas se estrella
una grande oleada , cuando Lázaro exclama : ¡ Dios

mio ! ¡ Sírvenos de timon ! Tú me has librado una vez


de la tumba. ¡ Ayúdanos ! ¡ La barca se vuelca ! Como
el vuelo de la paloma torcaz , su palabra hiende la tem-
pestad y vuela al cielo . Desde el alto palacio donde se
sienta triunfante , Jesus le ha visto . Sobre el líquido
mar ve Jesus á su amigo , á su amigo , que dentro un
instante va a ser sepultado bajo las aguas . Sus ojos
190 MIREYA.

con piedad profunda nos contemplan . Súbito aparece


en medio de la tempestad un prolongado rayo de sol .
¡ Aleluya ! Sobre el agua amarga subimos y bajamos
todavía , y mojados y fatigados vomitamos el amargor.
Mas los espantos á un tiempo huyen , las olas fieras se
dispersan , los nubarrones á lo lejos se disipan . La
tierra verdeante aparece en la claridad como un capu-
llo que se abre . Por largo tiempo con choques espan-
tosos nos balancean todavía las ondas . Empero se
aplacan por fin ante la delgada nave bajo un soplo que
las calma . La delgada nave como una colimba hiende
las rompientes , y corta su quilla los anchos copos de
espuma. En una costa sin rocas ¡ aleluya ! la nave
aborda . Sobre la húmeda arena nos prosternamos , y
exclamamos todos : ¡ Has salvado á nuestras cabezas de
la tempestad ! ¡ hélas aqui prontas, aunque sea bajo el
cuchillo , à proclamar tu ley , ¡ oh Cristo ! Lo juramos .
A este nombre de inefable alegría , la noble tierra de
Provenza parece estremecerse ; á esta voz nueva el
bosque y la llanura se han conmovido de gozo , como
el perro que oye venir á su dueño y corre à él y le ha-
ce fiestas . El mar habia arrojado mariscos : ¡ Padre
nuestro que estás en los cielos ! á nuestra prolongada
hambre tú enviaste un festin : para nuestra sed en me-
dio de los almajos salados , tú hiciste brotar una fuente
milagrosa que límpida y sana mana todavia en la igle-
sia donde están nuestros huesos.

Llenos de la fe que nos abrasa tomamos la orilla del


Ródano , y de pantano en pantano marchamos á la ven-
tura. Pronto reconocemos gozosos en la tierra la señal
CANTO XI. 191

del arado , y luego vemos á lo lejos las torres de Arles


que enarbolan el estandarte de los emperadores . Hoy
dia eres segadora , ciudad de Arles , y reclinada sobre
tu era sueñas con honor de tus antiguas glorias , mas
entonces eras reina , y madre de un pueblo de reme-
ros tan numeroso que de tu puerto el viento no podia
atravesar la inmensa flota . Roma te habia vestido de
nuevo con piedras blancas bien labradas, y á tu frente
habia ceñido las ciento veinte puertas de tus grandes
Arenas . Entonces eras princesa del imperio , y para
explayar tus caprichos tenias el circo y los suntuosos
acueductos , y el teatro y el hipodromo .
Entramos en la ciudad . La multitud subia en tropel
al teatro . Nosotros subimos con ella. En medio de los
palacios , á la sombra de los templos de mármol se pre-
cipita el pueblo impetuoso como un aguacero que en
los barrancos ruge sobre los arces . i Oh maldicion !
¡ Oh vergüenza ! Al son muelle de la sambuca , en el
podio del teatro , una cuadrilla de muchachas voltea-
ban y repetian á coro un estribillo con voz estridente ,
y doblando el cuerpo ejecutaban ardorosas danzas en
derredor de un pedazo de mármol á que llamaban Vé-
nus. La popular embriaguez les incitaba con sus cla-
mores. Muchachas y mancebos repetian : ¡ Cantemos ,
cantemos á Vénus , la grande diosa de quien viene toda
alegria ! cantemos á Vénus , la soberana , la madre
de la tierra y del pueblo Arlesiano ! Alta la frente ,
abierta la nariz , el ídolo coronado de mirto entre las
nubes de incienso parecia henchirse de orgullo , cuan-
do indignado de tanta audacia, interrumpiendo gritos
192 MIREYA.

y danzas , el anciano Trofimo se abalanza extendiendo


sus brazos sobre la muchedumbre admirada , y con
voz fuerte exclama : Pueblo de Arles , escucha , escu-
cha mis palabras , escucha en nombre de Cristo ... No
dijo más . Al fruncir de sus cejas , hé aquí que el idolo
vacila , gime y cae de su pedestal . Con la diosa las bai-
larinas caen aterrorizadas . No hay más que un grito ;
no se oyen más que aullidos . La muchedumbre atro-
pelladamente se precipita á los portales y derrama el
espanto por la ciudad . Los patricios arrancan sus co-
ronas, los jóvenes furiosos nos rodean y vociferan con-
tra nosotros . Mil puñales de repente relucen en el
aire... Empero la sal cuajada de nuestras vestiduras ,
la frente serena de Trofimo como rodeada de santas
claridades , y la Magdalena más bella que su Vénus
aterida , velada con una nube de lágrimas , todo esto
por un instante les hizo retroceder. Mas entonces Tro-
fimo : Arlesianos, oid mis palabras , les dijo de nuevo ;
oid mis palabras y despues me cortareis la cabeza .
Pueblo de Arles , acabas de ver derribado tu idolo ,
frágil como el vidrio , al nombre de mi Dios . No atri-
buyas á mi voz este poder . Nosotros no somos nada .
El Dios que ha derribado á tu idolo no tiene templo so-
bre la colina ; mas el dia y la noche no ven más que á
él allá arriba . Su mano , severa para el crimen , es ge-
nerosa para la plegaria . Él solo ha hecho la tierra , él
solo ha hecho el cielo , y el mar , y las montañas . Un
dia , desde su alta mansion , ha visto su bien comido
por las orugas ; ha visto al esclavo beber sus lágrimas
y su odio sin que nadie le consolase ; ha visto el Mal ,
CANTO XI. 193

en hábito de sacerdote , tener escuela en los altares : á


tus hijas las ha visto correr á los brazos de los liberti-
nos á buscar su afrenta . Y para lavar tales inmundi-
cias , para poner fin al prolongado suplicio de la raza
humana atada al pilar , ha enviado á su Hijo . Sin un
rayo de sol que le dorase , su Hijo ha bajado á encer-
rarse en el seno de una Virgen , y ha nacido sobre pa-
jas en un pesebre . ¡ Oh pueblo de Arles , penitencia !
Compañeros de su vida somos y podemos afirmarte
sus milagros . En las lejanas comarcas donde corre el
claro Jordan , en medio de una multitud haraposa y
hambrienta , nosotros hemos visto la blancura de su
ropaje de lino . Y él nos decia que debíamos amarnos
unos á otros , y nos hablaba de Dios , infinitamente
bueno y todopoderoso , y del reino de su Padre , que
no será para los mentirosos , para los altivos ni para
los usurpadores , sino para los pequeños, para los sen-
cillos , para los que lloran . Y su doctrina la atestiguaba
caminando sobre el mar ; los enfermos con una mira-
da , con una palabra suya , quedaban curados ; los
muertos á pesar de la oscura muralla , volvian á la
vida ; veis allá á Lázaro que se corrompia en la mor-
taja... Mas por estos solos motivos , henchidos de celos.
los reyes de la nacion judaica , le han preso , le han
conducido á una colina , le han clavado en un madero ,
le han dado á beber hiel amarga , han cubierto su
rostro santo de salivazos , y despues le han levantado
en el espacio mofándose de él... ¡ Gracia , gracia ! in-
terrumpió el pueblo ahogado por los sollozos : ¡ gracia
para nosotros ! ‫ ن‬Qué hemos de hacer para desarmar el
13
194 MIREYA.

brazo del Padre ? Habla , hombre divino , habla ; si es


sangre lo que quiere , nosotros le ofreceremos cien sa-
crificios . Inmoladle vuestros placeres , inmoladle vues-
tra hambre de vicio , respondió el Santo postrándose
en el suelo. No , lo que te place , Señor , no es el olor
de una víctima sacrificada , ni los templos de piedra :
tú prefieres el pedazo de pan que se presenta al ham-
briento , ó la jóven virgen que dulce y temerosa se lle-
ga á Dios á ofrecer su castidad como una flor de mayo .
De los labios del grande apóstol así fluia á raudales
como un santo óleo la palabra de Dios . Y cuantos le
oian derramaban llantos en abundancia. Y enfermos y
pobres trabajadores besaban sus vestidos . ¡ Y hé aquí
que por todas partes cayeron entonces los ídolos sobre
las gradas del templo ! Al mismo tiempo en testimonio
de la verdad , el ciego de nacimiento , que era Sido-
nio , mostraba á los Arlesianos las niñas de sus ojos
clarificadas por el Cristo ; y Maximino les contaba la
resurreccion del Crucificado , y les explicaba cómo es
necesario el arrepentimiento para obtener la gracia .
Arles en aquel mismo dia se hizo bautizar.
Mas como un viento que barre delante de sí la ma-
leza , sentimos el espíritu de Dios que nos empuja .
Y hé aquí que cuando partíamos llega presurosa una
embajada y se proterna á nuestros piés . ¡ Un instante !
nos dice ; ¡ extranjeros del Dios bueno , quered escu-
charnos ! Al rumor de los grandes milagros y de los
nuevos oráculos , à vuestros piés nos envia nuestra
ciudad desgraciada . Estamos helados de terror. Avido
de sangre humana y de cadáveres , en nuestros bos-
CANTO XI. 195

ques y barrancos anda errante un monstruo , un azote


de Dios . ¡ Tened piedad de nosotros ! El animal tiene
cola de dragon , y sus pupilas son más rojas que cina-
brio . En la espalda tiene escamas y dardos que dan
miedo. Tiene el hocico como de un grande leon : tiene
seis piés humanos para mejor correr : á su covacha ,
bajo una roca que domina el Ródano , se lleva cuanto
puede. Cada dia nuestros pescadores se hacen más
raros . ¡ Ay de nosotros ! Y los tarasconeses , dicho esto ,
se echan á llorar. Mas sin retardo ni vacilacion Marta
exclama: ¡Yo iré con Marcelo ! ¡ El corazon me dice que

corra á este pueblo y que le liberte ! Por última vez en


la tierra nos abrazamos con la esperanza de volver á
vernos en el cielo , y nos separamos . Limoges tuvo á
Marcial : Tolosa fué la esposa de Saturnino ; y en Oran-
ge la fastuosa , Eutropo fué el primero que sembrò el
buen grano .
Mas tú , á dónde vas , oh dulce virgen ? Con una
cruz y un hisopo , Marta , con sereno semblante , mar-
chaba al encuentro de la Tarasca . Los bárbaros , no
pudiendo creer que se libertase del monstruo , para
mirar el insigne combate habian subido en tropel á
los pinos del lugar. Despertado de improviso , provo-
cado en su mismo echadero , ¡ hubieses visto saltar el
monstruo ! Mas en vano se retuerce y gruñe ; en vano
silba y resuella , porque le domina el agua bendita .
Marta, con un delgado cordel, le ata y se lo lleva á pe-
sar de sus resoplidos . El pueblo entero corre á adorar-
la. ¿ Quién eres ? decian á la doncella cristiana . ¿ૐ Eres
Diana la cazadora , ó Minerva la casta y la fuerte ? No,
196 MIREYA.

no, respondia la doncella ; yo no soy más que la sierva


de mi Dios. Y entonces les instruyó , y con ella ante
Dios doblaron la rodilla . Con su palabra virginal hiriỏ
la roca de Aviñon : y la fe de tal modo brotó á grandes
oleadas , que los Clementes y los Gregorios más tarde
fueron á beber alli . Por su gloria Roma allá abajo se-
tenta años temblỏ .
En tanto de la Provenza se elevaba ya un canto de
regeneracion que alegraba à Dios . ¿ No has observado
cuando han llovido algunas gotas de agua , como todo
árbol y toda vegetacion levanta presto su follaje son-
riente ? Asimismo todos los corazones ardorosos cor-
rian á refrescarse . Tú misma , altiva Marsella , que
sobre la mar abres tus pestañas , y que por nada qui-
tas el ojo de tu mar , y que á despecho de contrarios
vientos no sueñas más que oro , á la voz de Lázaro
dentro de tus murallas abriste los ojos , y contemplaste
la noche en que estabas sepultada . Y en la Huveauna
que se alimenta con las lágrimas de Magdalena lavas-
te ante Dios tu fea inmundicia ... Hoy dia levantas la
cabeza de nuevo : antes que sople la tempestad¡ re-
cuerda en medio de tus fiestas que los llantos de Mag-
dalena bañan tus olivos !

Colinas de Ex , crestas desiguales de Sambuca , vie-


jos enebros , grandes pinos que cubris los barrancos
del Esterel, y vosotros enebros de Fenicia que poblais
la Trevaresa, ¡ volved á decirnos de cuánta alegria fue-
ron transportados vuestros valles cuando pasó Maxi-
mino llevando la Santa Cruz !

¿ Mas no ves allá abajo aquella que con los blancos


CANTO XI . 197

brazos cruzados sobre el pecho está orando al fondo


de una cueva ? ¡ Ah , pobre infortunada ! Sus rodillas
se magullan en la roca dura , y por todo vestido tiene
su blonda cabellera , y la luna la vela con su pálida
antorcha . Y para verla en la cueva el bosque se inclina
y acalla sus rumores . Y los ángeles conteniendo el la-
tido de su corazon la contemplan por una grieta , y
cuando sobre la piedra como una perla cae alguna de
sus lágrimas , con grande anhelo van á recogerla y la
guardan en un cáliz de oro . ¡ Basta , basta , oh Magda-
lena ! El viento que alienta en el bosque te lleva hace
ya treinta años el perdon del Señor . Con tu llanto la
roca misma llorará eternamente , y tus lágrimas , eter-
namente , como un viento de nieve , sobre todo amor
de mujer derramarán la blancura ... Mas del pesar que
.
la consume, nada consuela á la desgraciada , ni los pa-
jaritos que para ser bendecidos anidaban á bandadas
en el Santo Pilon , ni los angeles que la elevaban en
sus brazos siete veces cada dia y la mecian en el aire
sobre los vallecicos .
¡ A tí , Señor , á tí sea dada toda alabanza ! ¡ Y per-
mite que podamos contemplarte para siempre en tu
completo esplendor y en tu realidad ! Pobres mujeres
desterradas pero ébrias de tu amor , nosotras tambien
hemos derramado algunos rayos de tu eterna gloria .
Colinas de Baus , Alpinas azules , vuestros silenciosos
barrancos , vuestras agujas , de nuestra predicacion
hasta el fin de los siglos guardarán el recuerdo gra-
bado en la piedra . En las soledades pantanosas al fon-
do de la isla de Camarga, la muerte nos alejó de nues-
YA
198 MIRE

tros dias de trabajo . Como sucede à todas las cosas


caidas , el olvido ocultó bien pronto nuestras tumbas .
La Provenza cantaba y el tiempo transcurria , y como
en el Rodano la Duranza pierde al fin su corriente , el
hermoso reino de Provenza en el seno de Francia por
fin se reclino. ¡ Francia , lleva contigo à tu hermana !
dijo su último rey , ¡ yo muero ! ¡ Dirigíos las dos jun-
tas hacia el porvenir á cumplir la grande tarea que os
llama ! Tú eres la fuerte , ella es la hermosa : vereis la
noche rebelde huir ante el resplandor de vuestras
frentes unidas ... Renato cumplió este hermoso hecho .
Una tarde que dormitaba en su lecho de plumas , nos-
otras le mostramos el lugar donde estaban nuestros
huesos . Con doce obispos , con sus pajes , con su bri-
llante corte y sus ricas vestiduras , el rey vino á la
playa y bajo los almajos encontró nuestras fosas.
Adios , Mireya , el tiempo vuela . Nosotras vemos la
vida que tiembla en tu cuerpo como una luz que se
apaga... Antes que el alma la deje , partamos , herma-
nas , partamos presto . A las hermosas alturas preciso
es que lleguemos antes que ella ... preciso y nece-
sario . Virgen y mártir de amor , Mireya va á morir.
¡ Floreced , celestes avenidas ! ¡ Santas claridades del
empireo, desplegaos ante Mireya ! ¡ Gloria al , Padre , y
al Hijo , y al Espiritu Santo !
CANTO DUODECIMO .

LA MUERTE .
El país de las naranjas.- Las Santas se remontan al cielo.- Lle-
gada del padre y de la madre . — Los habitantes de la villa de
Santas Marías suben á Mireya á la capilla más alta donde es-
tán las reliquias . — La iglesia de las Santas . -— Las preces. — La
playa de Camarga.- Llegada de Vicente y explosion de su do-
lor. - Cántico de los habitantes de Santas Marías . - Postrera
vision de Mireya. - Las Santas se le aparecen en alta mar. —
Últimas palabras y gloriosa muerte de la doncella. — Duelos y
llanto .
MIREYA

N el país de las naranjas , à la hora en que el


Ε dia de Dios se evapora , cuando los pescadores
despues de haber tendido sus nasas conducen las bar-
cas al abrigo de las rocas y las muchachas soltando las
ramas se ayudan entre si para cargar sobre la cabeza
las cestas llenas ó para ponerlas debajo del brazo : de
las riberas donde el Argens serpentea , de las llanuras,
de los cerros , de las veredas , se eleva á lo lejos un
prolongado coro de canciones . Mas balidos de cabras ,
cantos de amor , sones de churumbela , poco á poco

en las parduscas montañas se pierden y llegan la som-


bra y la melancolía.
202 MIREYA

Asimismo de las Marias que remontaban su vuelo


las palabras se extinguian ... se extinguian poco á poco ,
de nube de oro en nube de oro , semejantes al eco de
un cántico , semejantes á una música lejana que por
encima de la antigua iglesia se apartase con el aura.
Ella al parecer duerme y sueña de rodillas , y un ex-
traño resplandor del sol corona su frente de nuevas
hermosuras . Más en los páramos y en los juncales sus
ancianos padres la han buscado tanto , que al fin la
han descubierto , y de pié en el pórtico de la capilla la
miran asombrados . Toman agua bendita , llevan á la
frente su mano humedecida , y sobre las sonoras losas
la mujer y el anciano avanzan . Despavorida , como un
pajarito que de improviso divisa á los cazadores . —

¡ Dios mio ! exclamó ella , ¡ padre ! ¡ madre ! ¿ á dónde


vais? Y viendo lo que veia Mireya se cayó al suelo . Su
madre , lleno el rostro de lágrimas , acorre y la coje en
sus brazos . --¿Qué tienes ? le dice ¿ por qué abrasa tu
frente ?... No, no es un sueño que me engaña ; es ella
que yace á mis piés ; es ella , es mi niña ... Y la pobre
madre lloraba y reia à la vez.¡ Mireya ! ¡ Hermosa
hija mia ! ¡ Soy yo que estrecho tu mano , yo tu pa-
dre !... Y el anciano á quien sofocaba el dolor calenta-
ba entre las suyas las manos inanimadas de la niña .
Ya en tanto el viento ha llevado la grande nueva .
Llenando la puerta los habitantes de Santas Marías se
-
reunen en la iglesia . —¡ Subid á la enferma á la capilla
más alta , dicen , subidla sin perder un momento ; que
toque las santas reliquias ; en las urnas milagrosas que
bese á nuestras buenas santas con sus agonizantes la-
CANTO XII. 203

bios ! ... Dos mujeres al instante la toman en brazos...


En el testero de la hermosa iglesia hay tres altares ,
hay tres capillitas labradas una sobre otra en la roca
viva. En la capilla subterránea está Santa Sara , vene-
rada por los morenos gitanos . - La segunda es más
elevada , y en ella está el altar de Dios . Sobre los pila-
res del santuario la estrecha capilla mortuoria de las
Marías eleva su bóveda hasta el cielo , y guarda las
reliquias , sacro legado del cual fluye la gracia á rau-
dales . Cuatro llaves cierran las urnas . Las urnas y sus
tapas son de ciprés . Una vez cada cien años se las
abre . ¡ Dichoso , sí , dichoso cuando se descubren las
reliquias el que puede verlas y tocarlas ! Buen tiempo
tendrá su barca y buena estrella , y los renuevos de
sus árboles darán fruto á cestadas , y su alma creyente
gozará los bienes eternos . Protege á aquella sagrada
herencia una puerta de madera ricamente esculpida ,
regalo de los habitantes de Bellcaire . Más sobre todo ,
lo que la defiende , no es la puerta que la encierra , ni
el muro que la ciñe , sino el favor que le llega de los
espacios azulados .
A la capillita por la escalera de caracol suben á la
enferma . El sacerdote , con blanca sobrepelliz , empuja
la puerta. Como un campo de cebada , cuyas espigas
se abaten súbitamente bajo un torbellino , asimismo
todo el pueblo se prosterna sobre las baldosas excla-
mando : ¡ Oh bellas Santas , benéficas Santas de
Dios , Santas protectoras de la comarca , tened piedad
de esa pobre niña ! - Tened piedad de ella ! exclamó
la madre , y os traeré cuando esté curada , mi sortija
204 MIREYA

de oro , mi cruz florida , y por las ciudades y por los


campos iré á pregonar vuestro milagro ! -¡Oh San-
tas , es mi chorlito real , oh Santas , es mi tesoro ! de-
cia maese Ramon gimiendo y balanceando la cabeza
en la oscuridad . ¡ Oh Santas , á ella que es hermosa ,
inocente y jóven , la vida le conviene , yo no soy mas
que vieja osamenta , enviadme á mí á estercolar las
malvas !

Cerrados los ojos y sin voz , Mireya estaba tendida .


Era al caer de la tarde . Para que la brisa de los tamaris-
cos reanimase á la joven campesina , se la habia colo-
cado sobre el techo a la vista del mar . Porque la puerta

(párpado de la bendita capilla ) mira sobre la nave de


la iglesia , y desde allí en la lejana extremidad del ho-
rizonte , se divisa el blanco límite que á la vez une y
separa el cóncavo cielo y la onda amarga , y se vé del
grande mar el movimiento eterno . Se ven las olas
atrevidas que suben incesantemente unas sobre otras,

jamás cansadas de estrellarse , mugiendo entre las du-


nas , y por el lado de tierra una llanura sin límites ,
sin un solo altillo que ciña su horizonte , y un cielo
inmenso y claro sobre páramos asombrosos , claros
tamariscos que se mueven al menor soplo del viento ,
extensas planadas de almajos , y de vez en cuando una
bandada de cisnes que se purifica cerniéndose sobre
las ondas , ó bien en la estéril marisma una manada
de bueyes que pace ò que atraviesa nadando el agua
del Vacarés .

Mireya en fin , con voz apagada suelta algunas pala-


bras vagas. Del lado de tierra , dice , y del lado de
CANTO XII. 205

mar, siento venir dos hálitos distintos : el uno es fresco


como el soplo de la madrugada , el otro empero es fa-
tigoso , ardiente , impregnado de amargor . Callòse di-
cho esto Mireya , y los habitantes de Santas Marías
hácia la llanura y hácia las ondas saladas volvieron la
cabeza , y vieron llegar un joven que levantaba á su
paso torbellinos de tierra movediza . Delante de él los
tamariscos parecian huir y empequeñecerse . Era Vi-
cente el cestero . ¡ Pobre muchacho ! ¡ Cuán digno era
de compasion ! No bien su padre maese Ambrosio le
hubo dicho : hijo mio , no será para tus labios el her-
moso retoño de las Almezas , cuando para verla una
vez todavía , partió al instante de Valabrega como un
rayo. En Crau le dijeron : ha ido á las Santas . Ródano ,
marjales , Crau fatigosa , nada habia podido detener
su carrera hácia los arenosos islotes de la playa .
Mas apenas llega á la iglesia , apenas ve tanta gente
reunida , pálido el rostro , se levanta sobre la punta
de los piés exclamando : -¿Dónde está ? ¡ Decidme
donde está ! - Está allá arriba en la capilla , le contes-
tan : está temblorosa y agonizante . Al instante , fuera

de sí , sube arriba el desgraciado , y al divisar á Mireya


levanta al cielo las manos y la cabeza . —Para recibir
sobre mi frente tales infortunios , clamaba el desdi-
chado , ¿ qué le hice yo à Dios ? ¿ He cortado acaso la
cabeza á la que me dió su leche ? ¿ Se me ha visto en- *
cender la pipa en la lámpara de una iglesia , ó bien ar-
rastrar el crucifijo por los cardos como un judio ? ¿ૐ En
qué he faltado , mal año de Dios , para sufrir tantos
males ? ¡ No bastaba que me negasen su mano , y ellos
206 MIREYA

me la han martirizado ! ... Vicente abrazó á su amiga,


y las gentes que le rodeaban , viéndole que se lamen-
taba tan amargamente , sentian palpitarles el corazon ,
y participaban de su pena y lloraban con él .
Y como el ruido de un torrente que se despeña de
las hondonadas de un valle formando catarata , y va á
conmover al pastor en las elevadas cumbres , subia del
fondo de la iglesia la voz del pueblo que cantaba , y
todo el templo resonaba con el hermoso cántico que
suelen entonar los habitantes de Santas Marias .

<<¡ Oh Santas, bellas marineras , que habeis escogido


nuestros marjales para elevar hácia el cielo la torre y
las almenas de vuestra rubia iglesia ! ¿ Qué hará en su
barca el marino cuando el mar se desencadena si pron-
tamente no le enviais vuestra apacible brisa ? »
«¿Qué hará sin vuestro amparo la pobre ciega ? ¡ Ah !
No hay salvia ni búgula que pueda curar su lamenta-
ble desgracia , y sin decir palabra pasa el dia pensando
en su triste vida . ¡ Oh , Santas ! volvedle la vista , que
la sombra y siempre la sombra es peor que la muerte ! »
« ¡ Reinas del paraiso , Señoras de la amarga llanura ,
vosotras llenais cuando os place de pescados nuestras
redes ; mas à la multitud pecadora que à vuestras
puertas se lamenta , blancas flores de los areniscos sa-
lados , si es paz lo que le falta , colmadla de santa paz ! »
Así oraban los buenos habitantes de Santas Marias ,
y sus clamores enternecian . Y hé aquí que las Santas
á la pobre enferma infundieron un poco de vigor, y en
su cara sonriente apareció una dulce alegría , porque
el ver á Vicente fué para ella un placer indecible .
CANTO XII . 207

-Hermoso amigo mio , ¿ de dónde vienes ? le dijo . Di ,


¿ te acuerdas de aquella vez en que hablábamos allá
abajo en la granja , los dos juntos , sentaditos bajo el
parral ? Si algun mal te aflige , me dijiste entonces ,
corre luego á las Santas Marías y tendrás pronto con-
suelo y alivio . ¡ Oh , querido Vicente ! ¡ Que no puedas
ver en mi corazon como dentro de un vaso ! De con-
suelo , de santo consuelo rebosa mi corazon ... Es un
arroyo que no cabe en su cauce . De delicias de toda
clase , de gracias y dichas está colmado ... De los án-
geles del buen Dios entreveo los coros .
Aquí Mireya cesó de hablar y tendió su mirada por
los espacios . Parecia como que viese á lo lejos en los
confines del aire azul , cosas maravillosas. A poco rato
se oyó de nuevo su temblorosa voz : -¡ Dichosas , decia ,
dichosas las almas á quienes la carne no retiene ya
sobre la tierra ! Vicente : ¿ has visto cuando se eleva-
ban en el aire los rayos de luz que derramaban ? .. ¡ Ah !
¡ Qué libro tan bello se escribiria , si se escribiesen una
por una las palabras que ellas me han dicho ! Vicente ,
á quien el llanto oprimia , rompió en sollozos hasta
entonces contenidos . —¡ Pluguiese á
à Dios que yo las
hubiese visto , exclamó , pluguiese à Dios ! .. Yo me
hubiera asido á sus ropas suspirando , y les hubiera
dicho : ¡ Oh , Reinas del cielo , único refugio que nos
queda , tomad los ojos de mi cabeza y los dientes de
mi boca y los dedos de mi mano ! ¡ mas á ella , á mi
hada hermosa ! ... ¡ oh ! ¡i volvédmela sana y salva !
¡ Hélas aqui , hélas aquí que vuelven con sus vestidu-
ras de lino ! exclama ella súbitamente ; y al mismo
208 MIREYA

tiempo se esforzaba por apartarse del regazo de su


madre , y con la mano señalaba á lo lejos hácia el mar.
Todos al momento se levantaron : todos hácia el
mar fijaron sus miradas con la mano en la frente . —
A lo lejos , decian , no descubrimos nada por ahora ,
si no es el blanco límite que junta el cielo con el agua
amarga... no se ve venir cosa alguna . —Sí , sí , mi-
radlo bien , ¡ van en una barca sin vela ! exclamó Mireya ,
¿ No veis cómo las olas delante de ellas aplacan sus
remolinos ?... ¡ Oh , sí , son ellas ! ... El aire está claro ,
y el vientecillo que las trae sopla tan blandamente
como puede... Las aves marinas las saludan á banda-
das... —La pobre niña delira , dijeron . En la mar ro-
jiza no vemos más que el sol que se va á poner . -
– Si ,
si , son ellas , repuso la enferma , creedlo : mi vista no
me engaña , y ora elevada , ora hundida , ¡ oh milagro
de Dios ! su barca viene hácia aquí ...
La niña iba poniéndose descolorida como una blan-
ca margarita á quien queman los rayos del sol apenas
abierta. Vicente , con el temor en el alma , de rodillas
cerca de su amada , la encomienda á Nuestra Señora,
la encomienda á las Santas y los Santos del Paraíso .
Se habian encendido los cirios . Con la estola morada
llegóse el sacerdote llevando el pan evangélico á la
enferma para refrescar el ardor de su boca . Inmedia-
tamente le administra la Extrema-Uncion y la unge
con el Santo Crisma en siete partes del cuerpo segun
el rito católico .
En aquel instante todo era calma . No se oia en la
iglesia más que el rezo del sacerdote . En el ángulo de
CANTO XII. 209

la pared el moribundo dia , que iba á sepultarse en las


ondas , proyectaba su débil y dorada claridad , y el
mar iba estrellando sus olas en la playa una tras otra
con pausado rumor . De rodillas el tierno amante con
el padre y con la madre , exhalan de tiempo en tiempo
algun sordo y ronco sollozo .
¡ Vamos ! dijo todavía Mireya . La separacion se
acerca . ¡ Vamos ! Démonos las manos , que de la frente
de las Marías aumenta el resplandor . Delante de ellas
los flamencos de color rosado acorren ya desde las
orillas del Rodano . Los tamariscos en flor empiezan á
adorarlas ... ¡ Oh buenas Santas ! Me hacen señas , me
llaman para que vaya con ellas : me dicen que no tema
nada , que como entienden las constelaciones su barca
en derechura nos llevará al Paraíso .
Maese Ramon le dice : -Amada mia , el haber des-
montado tantos jarales , ¿ de qué me servirá si te vas
de la granja ? Porque el ánimo que me alentaba de tí
provenia el calor sofocaba ; el fuego de los terrones
me ponia sediento ; mas al verte , el calor y la sed des-
aparecian por milagro . — Cuando veais , padre mio ,
alguna mariposa nocturna que va á quemar sus alas
en vuestra lámpara , seré yo , buen padre ... Las Santas
están de pié en la proa donde me aguardan ... sí ... Es-
peradme un momento ... Voy poco a á poco porque es-
toy enfermita ...
La madre en esto prorumpe : ¡ Oh , no , no ! ...

Basta ya... No quiero , no ; no quiero que te mueras ;


quiero que te quedes conmigo ... Y despues , oh Mi-
reya, cuando te pongas buena , iremos á casa de tu tia
14
210 MIREYA

Aurana à llevar una cesta de granadas . De Baus no


está muy lejos Mellana, y en un dia se puede ir y ve-
nir...- No está lejos , no , madre mia ; ¡ mas ved ! ... vos
hareis solita el camino ... Madre mia , dadme el vestido
blanco ... ૐ No veis los hermosos y blancos mantos que
llevan sobre los hombros las Marias ? Cuando ha ne-
vado en los collados , menos deslumbrante es el ampo
de la nieve ...
El moreno cestero exclama entonces : - Vida mia ,
hermosa mia, tú, que habias abierto para mí tu fresco
palacio de amor , tu amor , limosna florida ; tú , por
quien mi cieno como un espejo se habia aclarado , sin
temor jamas de los malos rumores ; tú , la perla de
Provenza ; tú , el sol de mi juventud , ¿ૐ será verdad
que he de verte sudar tan pronto el hielo de la muer-
te? ૐ Será verdad ¡ oh Santas poderosas ! que vosotras
la habreis visto agonizar y abrazar en vano vuestros sa-
grados umbrales ? A esto la niña respondió con voz dé-
bil :-¡Oh pobre Vicente mio ! ¿ Qué es lo que tienes
delante de los ojos ?... La muerte , esa palabra que te
engaña , ¿ qué es ?... Una bruma que se disipa con el
clamoreo de las campanas : un sueño del cual se des-
pierta al fin de la noche ... No , yo no muero ... Con pié
ligero entro ya en la navecilla... ¡ Adios , adios ! Ya co-
gemos el viento del mar... La mar , hermosa llanura
agitada , es la avenida del Paraíso , porque el azul del
espacio toca en derredor por todos lados el agua amar-
ga... ¡ Ay ! ¡ Cómo nos balancea el agua ! ... Entre tan-
tos astros suspendidos allá arriba , yo encontraré uno
donde dos corazones amantes puedan quererse libre-
CANTO XII. 21 I

mente... ¡ Santas ! ... ¿ qué escucho ? ... ¿ es la voz de un


órgano que canta á lo lejos ?...
Dijo la agonizante , y suspiró, é inclinó su frente há-
cia atras como para dormirse . Por su carita sonriente
se hubiera dicho que hablaba todavía . Mas ya los ha-
bitantes de Santas Marias se adelantan uno tras otro ,

y con un cirio que pasan de mano en mano , hacen so-


bre ella la señal de la cruz . Consternados los padres
la contemplan . En lugar de verla lívida la ven lumino-
sa . En vano la sienten fria : en el golpe inconsolable
no quieren ni pueden creer . Vicente , empero , luego
que la ve con la cabeza caida , los brazos tiesos , los
ojos vidriados : -¡Está muerta ! ... exclama. ૐ¿ No veis
que está muerta ?... Y como se tuercen los mimbres ,
desesperado , retuerce sus puños . Y empiézase enton-
ces el fúnebre duelo .
-¡No serán los llantos para ti sola ! exclama Vicen-
te . Dejándome tú , se ha arrancado el árbol de mi
vida… ¡ Está muerta ! ... ¡ muerta ! ... No , no es posible ...
Será algun espíritu infernal que me lo dice al oido ...
Hablad en nombre de Dios , buenas gentes que aqui
estais vosotros habeis visto muertos : decidme ; al
pasar los umbrales de la vida ¿ sonreian de este modo?
En verdad ‫ ن‬no tiene el semblante casi festivo ?... Mas
¿ qué hacen ?... Todos vuelven la cabeza , todos sollo-
zan... ¡ Ah ! Basta , basta...· i¡ Tu voz , tu dulce hablar no
lo oiré ya más ! ...

Aquí el corazon de todos parece arrancárseles del


pecho . Derrámase un torrente de lágrimas , y el dolor
212 MIREYA.

une de repente al triste lamentar de las ondas un des-


bordamiento de sollozos . Asimismo en un rebaño nu-
meroso, cuando una becerra ha sucumbido , al rededor
del cadáver nueve tardes consecutivas toros y vacas
llegan entristecidos á llorar á la desgraciada , y los
marjales , y las olas y el viento retiemblan nueve dias
consecutivos con sordo mugido de dolor .
- Anciano maese Ambrosio , llora á tu hija , ¡ ay de
mí ! decia Vicente . Yo quiero que con ella me lleyeis á
la fosa... Allí , hermosa mia , me hablarás de las Marías
al oido tanto y más que ahora ... y allí ¡ oh tempesta-
des del mar ! nos cubrireis de mariscos . Buenos habi-
tantes de las Santas , yo confio en vosotros : haced por
mí lo que os digo : para un dolor semejante no basta
con los llantos . Cavad en la arena mojada un solo
lecho de muerte para entrambos . Poned encima un
monton de piedras á fin de que jamas las olas puedan
separarnos . Y mientras en los lugares donde ella vivió
ellos abajarán su frente hasta el suelo agobiados por
el remordimiento , ella y yo , envueltos en el sereno
azul bajo las aguas movedizas ... sí ... tú y yo , hermosa
mia... para siempre y sin fin mezclaremos nuestros
besos.
Y fuera de si el cestero échase delirante sobre el
cuerpo de Mireya... y el desdichado con abrazos frené-
ticos estrecha à la difunta . El cántico abajo en la iglesia
oyese de nuevo resonar :

<< ¡ Bellas Santas , soberanas de este llano de amar-


gor , vosotras llenais cuando os place de pescados
CANTO XII. 213

nuestras redes ; mas à la multitud pecadora que á


vuestras puertas se lamenta , blancas flores del arenisco ,
si es paz lo que le falta , colmadla de santa paz ! >>

Mellana ( Bocas del Ródano ) .


Dia de la Candelaria del año 1859 .
NOTAS DEL AUTOR.

CANTO PRIMERO.

LA GRANJA DE LAS ALMEZAS.- (Lou Mas di Falabrego.) Las alque-


rías de Provenza se designan con los tres nombres de Granjo,
Bastido y Mas . En la Provenza oriental se emplea con preferen-
cia el de Bastido, en el condado el de Granjo, en el distrito de
Arles y en el Languedoc el de Mas . Cada una de las alquerías
lleva un nombre característico y distintivo : Mas de la Font, Mas
de l' Oste, etc. La falabrego es el fruto del falabreguié (celtis
australis) . Tanto la palabra falabrego como la palabra Mas tienen
´orígen céltico . La etimología de Marsella (Massalia) suele deri-
varse de Mas Salyum, habitacion de los Salyos .
LA CRAU.- Deriva el nombre de esta comarca de una palabra
griega que significa árido . Se halla situada entre la cordillera
de las Alpinas , los estanques de Martega, el mar y el Ródano.
Puede considerarse como la Arabia Pétrea de Francia. Este ter-
ritorio es poco fértil , pero el canal de Crapona le atraviesa y
forma en él varios descansos placenteros.
MAGALONA.- De esta ciudad , que fué colonia griega y estaba si-
tuada en el litoral del departamento del Herault, queda hoy tan
sólo una vieja iglesia arruinada. El señor Moquin- Tandon, poeta
y socio del Instituto , ha compuesto con el nombre de Carya Ma-
galonensis una ingeniosa crónica en lengua romana sobre los
216 MIREYA .

principales sucesos que acaecieron en ella á principios del si-


glo xiv .
EL RAU.- Viento de Poniente que suele traer la lluvia.
BAUS.- La ciudad de Baus fué antiguamente capital donde ha-
bitaron los príncipes de su nombre . « A tres leguas de Arles y
en una vertiente de las Alpinas , dice Julio Canonge en su histo-
ria de Baus , se hallan esparcidos los restos de una poblacion
que por lo grandioso del sitio que ocupa , por lo antiguo de su
fundacion y por la importancia que siempre ha tenido en los
anales del país , atrae los pasos del viajero , exalta la imaginación
del artista y ofrece abundante incentivo á la curiosidad de los
arqueólogos , aunque irrita y confunde á menudo su docta saga-
cidad . » -
— Hé aquí el modo como el mismo Julio Canonge des-
cribe la ciudad y la primera impresion que recibió de ella : —
« Siguiendo por el estrecho valle , dice , inclinéme ante una cruz
de piedra cuyas ruinas santifican el camino, y al levantar de
nuevo la cabeza quedé asombrado viendo ante mí un conjunto
de torres y murallas posadas sobre una roca , de un modo que
yo no habia visto jamas en parte alguna , como no fuese en obras
de pintura inspiradas por las fabulosas narraciones del Ariosto .
Pero si grande fué mi asombro en aquel momento , lo fué mucho
más cuando hube subido á un altillo desde donde se veia toda
la poblacion. Era aquello un cuadro de grandeza y desolacion
como los que nos hace entrever la lectura de los Profetas . Era
una cosa cuya existencia no habia yo imaginado siquiera . Era
una villa casi monolita. Los primeros que tuvieron el pensa-
miento de habitar aquellos peñascos labraron su mansion cor-
tando la roca viva. Este nuevo sistema de arquitectura fué del
gusto de sus sucesores , porque la masa era extensa y compacta;
y bien pronto se vió convertido en ciudad lo que antes era
peña. De la misma manera que el artista labra una estatua des-
bastando la corteza del mármol que la encierra , asimismo fué
labrada aquella ciudad que no tardó en ser una poblacion impo-
nente, con fortificaciones , iglesias y hospitales . Brillantes he-
chos de armas le conquistaron un lugar honroso en la historia ,
mas á pesar del sistema de construccion que parecia asegurarle
vida eterna, no resistió más que las otras á los embates del
tiempo.>>
El nombre de Baus , en provenzal , significa escarpamiento ,
precipicio, derrumbadero , y se aplica á la cadena de rocas donde
se halla esta ciudad . La accion del poema comienza al pié de las
ruinas de Baus.
VALABREGA . - Aldea situada en la ribera izquierda del Ródano ,
entre Aviñon y Tarascon .
NOTAS DEL AUTOR . 217

FUENTE VIEJA.-Aldea situada en un valle de los Alpes no lejos


de Arles .
LOS TIMBALILLOS SE HAN ROTO.— (Limirau soun crebá. ) Las mem-
branas sonoras y lucientes que las cigarras tienen bajo el abdó-
men , se denominan en provenzal mirau , espejos . Es frase pro-
verbial el decir tiene los espejos rotos, por tiene la voz gastada.
MARTEGAL. - Hijo de Martega. Martega es una villa de Proven-
za , poblada casi enteramente de pescadores , edificada sobre is-
lotes , en medio del mar y de muchos estanques , lo que le ha
valido el sobrenombre de Venecia Provenzal. Es patria de Ge-
rardo Tenque , fundador de los Hospitalarios de San Juan de Je-
rusalen.
LAS CANCIONES QUE SE CANTABAN CUANDO HILABA MARTA.- Frase pro-
verbial en Provenza que significa : en tiempos más dichosos ; en
el tiempo viejo. Tal vez aluda esta expresion á Marta , la hués-
peda de Cristo, la que despues de haber librado á Tarascon del
monstruo que asolaba su territorio, segun dice la leyenda , acabó
sus dias en una casita en las orillas del Ródano , donde hilaba
modestamente el copo rodeada de sus neófitos .
LAS SANTAS. - Santas Marías de la Mar , es una pequeña poblacion
de quinientas almas situada en la isla de Camarga , á la orilla del
mar entre las bocas del Ródano . Una venerable y poética tradi-
cion hace que acudan á ella el 25 de mayo de cada año multitud
de gentes de todos los puntos de Provenza .
La tradicion refiere que despues de la muerte de Nuestro Se-
ñor Jesucristo los judíos forzaron á algunos discípulos predilec-
tos á que entrasen en una nave desmantelada , y les abandona-
ron á merced de las olas . Hay una cancion francesa que refiere
dicho suceso en estos términos : - « Entrad , Sara, en la navecilla,
-Lázaro , Marta y Maximino , - Cleon , Trofimo , Saturnino , - las
tres Marías y Marcelo , - Eutropo y Marcial , - Sidonio y José de
Arimatea , - vosotros perecereis en esta nave . -Id sin velas y
sin jarcias , — sin mástil , sin áncora ni timon , — sin alimentos y
sin remos. -Id á naufragar tristemente.--Idos de aquí , dejadnos
en reposo.- Id á morir en medio de las olas . » - Conducida por
la Providencia , la barquilla llegó á las costas de Provenza y
abordó al extremo de la isla de Camarga. Los pobres desterra-
dos , salvados milagrosamente de los peligros de la mar , se dis-
persaron por la Galia meridional y fueron los primeros que allí
propagaron la fe . María Magdalena se retiró al desierto de la
Santa Cueva para llorar sus pecados. Las otras dos Marías , Ma-
ría Jacobé, madre de Santiago el Menor , y María Salomé , madre
de Santiago el Mayor y de san Juan Evangelista, acompañadas
de Sara, su criada, despues de haber convertido á la nueva fe
218 MIREYA.

algunas poblaciones vecinas, fueron á morir en el mismo lugar


donde habian desembarcado . El señor Laurens que ha narrado
y dibujado en el periódico La Ilustracion ( tomo xx , pág. 7 ) la
peregrinacion de las tres Marías, dice : — « Es opinion comun la
de que un príncipe cuyo nombre no se designa, sabiendo que
los cuerpos de las Santas yacian en aquel lugar, mandó edificar
allí una iglesia en forma de ciudadela para que estuviesen á cu-
bierto de las invasiones de los piratas . Hizo construir ademas
en derredor de la iglesia varias casas y muros para su defensa.
Las construcciones que se ven en el dia coinciden perfectamente
con esta tradicion.- En 1448 , despues de haber oido un sermon
sobre la dicha que tenia la Provenza en poseer las reliquias de
las tres Marías , el rey Renato fué á visitar la iglesia construida
en honor de las Santas y mandó que se hiciesen excavaciones
para encontrar los santos huesos . El buen éxito de la empresa
fué señalado por un olor maravilloso que despidieron las reli-
quias bienaventuradas en el momento de ser descubiertas . In-
útil es decir los muchos honores que se tributaron á tales reli-
quias y el cuidado que se tomó por su conservacion .»><
Del mismo señor Laurens , es la siguiente descripcion del es-
tado actual de la capilla y de la ceremonia que tiene lugar el dia
de la fiesta.— «El coro de la iglesia presenta la particularidad de
estar formado de tres pisos ; una cripta que se cree ocupa el
mismo lugar del antiguo oratorio de las Santas , un santuario
más alto de lo acostumbrado y una capilla superior donde se ha-
llan expuestas las urnas de las reliquias . Se encienden los cirios
que tienen en la mano todos los concurrentes , y por medio de
un cabrestante empieza á aflojarse un cable que sostiene la urna ,
la cual va descendiendo de la capilla superior. Este es el mo-
mento favorable para los milagros . En aquel instante se oyen
las preces de los fieles que asisten á la ceremonia : ¡ Santas Ma-
rías , curad á mi hijo ! Tal es el clamor penetrante de muchas
madres , que arranca lágrimas al hombre más empedernido .
Cuantos están en la capilla entonan cánticos devotos y aguar-
dan el momento de poder sentar sobre la urna á un pobre ciego ,
ó á un epiléptico , para que las Santas curen su enfermedad .>>
EL SENESCAL JUAN DE COSA. - Era un señor napolitano que habia
seguido al rey Renato . Fué gran Senescal de Provenza y murió
en 1476. Su nombre es muy popular en Tarascon , donde el
pueblo le atribuye la construccion del campanario de Santa
Marta. Está enterrado en la cripta de dicha iglesia y tiene sobre
la tumba su estatua yacente.
LOS CABALLITOS QUE DANZAN EN Ex.- (Chivau frus. ) Una de las
costumbres tradicionales que se conservan en Provenza y par-
NOTAS DEL AUTOR. 219

ticularmente en Ex para cooperar al regocijo público en el dia


de Corpus , son los caballitos de carton pintado , cada uno de los
cuales tiene un agujero en el centro donde se introduce un
hombre que sujetándolo á la cintura va luego danzando con el
caballito por las calles al son del tamboril.
MURIÉS. Aldea situada al sud de las Alpinas .

CANTO SEGUNDO.

DUERMEN SU TERCERA DORMIDA.- Los gusanos de seda se hallan


en estado de larva sobre treinta y cuatro dias y luego cambian
cuatro veces la piel . A cada muda se entorpecen y cesan de co-
mer, y á esto se llama la primera , segunda , tercera ó cuarta
dormida.
VINO COCIDO. -- Es el mosto que sali
endo del lagar se hace her-
vir en un caldero , y que despues de un año compite en gusto y
color con los mejores vinos españoles . Los provenzales lo be-
ben en sus festines y principalmente el dia de Navidad .
GREGAL . Viento Nordeste .
La cabra de oro.— Tesoro ó talisman que segun el pueblo fué
escondido por los sarracenos en uno de los monumentos anti-
guos de Provenza. Unos creen que está en el mausoleo de San
Remigio ; otros en la gruta de Corda ; otros debajo de las rocas
de Baus. « Esta tradicion , dice Jorge Sand en sus Visiones noc-
turnas en el campo , es universal . Pocas ruinas hay, pocos casti-
llos ó monasterios , pocos monumentos célticos donde no se su-
ponga escondido un tesoro , y siempre el tal tesoro está guardado
por un animal diabólico . M. Jules Canonge , en una preciosa co-
leccion de cuentos meridionales , ha presentado como graciosa
y benéfica la aparicion de la cabra de oro , guardadora de rique-
zas ocultas en las entrañas de la tierra.» La tradicion de un te-
soro que toma diversas formas , todas significativas , está verda-
deramente muy extendida . Se la encuentra en todos los pueblos
y va unida á los recuerdos más antiguos sin dejar de ser siem-
pre viviente . M. D'Anselmo , en su obra titulada Mundo Pagano,
tomos cuarto y quinto , explica el origen de esta tradicion con
todas sus transformaciones .

CANTO TERCERO .

EL MOSCATEL DE BAUMA Y EL VINO DE TOMILLO . -Bauma es una aldea


del departamento de Valclusa que produce moscatel muy rico .
El vino de tomillo se cosecha en las colinas de Graveson (Bocas
220 MIREYA.

del Ródano ) , y lleva este nombre por su fragancia , semejante á


la del tomillo .
HAS NACIDO VESTIDA. - (Literalmente : has nacido con gorra. ) El
nacer con una especie de membrana que envuelve la cabeza , es
á los ojos del pueblo señal de buena suerte .
PAMPARIGUSTA . - Pais imaginario .
EL VANTUR. - Alta montaña á 48 kilómetros nordeste de Avi-
ñon , aislada y escarpada , que se levanta hasta 1,911 metros
sobre el nivel del mar. La mitad del año está coronada de nieve
y se la ve á distancia de 40 leguas . Uno de sus apéndices se lla-
ma el Ventouret , y el viento que viene de aquel lado la Ventou-
reso ó sea la brisa del Vantur.
ESTEFANÍA DE GANTELMO . -Estefanía , de la noble familia de Gan-
telmo, presidia hácia el año 1340 la corte de amor de Romanin .
Sabido es que las cortes de amor eran tribunales poéticos don-
de las damas nobles y hermosas , instruidas en el Gay saber,
juzgaban las cuestiones de galantería y los litigios de amor y
adjudicaban los premios á la poesía provenzal. La bella y céle-
bre Laura , cantada por el Petrarca , era sobrina de Estefanía de
Gantelmo , y formaba parte del gracioso areopago . No lejos de
San Remigio , al pié de la vertiente septentrional de las Alpi-
nas , se ven todavía las ruinas del castillo de Romanin , á las
cuales ha dado la tradicion el nombre de Castillo de amor.
LA CONDESA DE DIE. -Célebre trobadora de mediados del siglo XII .
Los cantos que de ella nos quedan contienen versos más apa-
sionados á veces y más voluptuosos que los de la misma Safo.
LA RUMECA. - Especie de vampiro meridional , negro , y que
tiene 20 patas de araña , segun el marques de Lafaire-Alais en
sus Castagnados.
LUBERON . —Cadena de montañas del departamento de Valclusa .
VALMASCA. - - Valle de Luberon. ( Vau masco : valle de los bru-
jos.)

CANTO CUARTO .

ENTRESEN. - Uno de los lagos de Crau .


LAS ANTIGUALLAS.— A media hora de San Remigio , al pié de las
Alpinas se elevan , uno al lado de otro , dos hermosos monu-
mentos romanos . El uno es un arco de triunfo ; el otro un mag-
nífico mausoleo que consta de tres gradas , y sobre ellas diez
columnas corintias que sostienen una cúpula. Entre las colum-
nas se ven dos estatuas de pié . Son estos los postreros vestigios
de Glanum , colonia marsellesa destruida por los bárbaros.
LA CAMARGA.- Vasto delta formado por el Ródano . Esta isla ,
NOTAS DEL AUTOR . 22I

que se extiende desde Arles hasta el mar, contiene 74,727 hec-


táreas de superficie . La inmensidad de sus horizontes , el impo-
nente silencio de sus llanuras , su extraña vegetacion , su espe-
jismo , sus lagunas , sus enjambres de mosquitos , sus numero-
sos rebaños de bueyes y de caballos salvajes , admiran al viajero ,
y le recuerdan las pampas de la América meridional .
EL VACARÉS . - Es un grande conjunto de marjales , de estan-
ques salados y de lagunas , situado en Camarga . Vacarés signi-
fica en provenzal lugar de muchas vacas.
A LA LUZ DE NUESTRA LÁMPARA . -
— (A la clartá de nostro moco . ) La
moco es un tarazon de caña que se suspende en las granjas de las
vigas del comedor. En su extremo inferior sostiene la lámpara
romana llamada caléu.
LA CAMARGA SALVAJE . -– (En provenzal simplemente el salvaje, ó
el lugar salvaje.) Vasta comarca desierta llamada tambien Ca-
marga menor. Linda al Este con el Ródano que la separa de la
Camarga , al Sud con el Mediterráneo , al Oeste y Norte con el
Ródano Muerto y con el canal de Aguas Muertas . Es el principal
lugar donde viven los toros negros salvajes.
FARAMAN , ALBARON Y AGUAS MUERTAS. — Aldeas de Camarga . En
la última de ellas se embarcó dos veces San Luis para Tierra
Santa , y en 1539 tuvieron allí una entrevista Carlos V.y Fran-
cisco I.
Selva Real. —Bosque de pinos parasoles en la Camarga menor.
Un fuerte que domina la isla se llama tambien fuerte de Selva
Real.

CANTO QUINTO .

OLIMPO. Alta montaña en los confines de Var y de las Bocas


del Ródano .
QUEIRAS. - Valle de los altos Alpes .
LA YERBECILLA RIZADA. — (L' erbeto difrisoun . ) Es la valisneria
spiralis de Linneo , que se encuentra en el Ródano y en los es-
tanques vecinos .
SEMBRABAN AMBOS SU TRIGO, SU HERMOSO TRIGO DE LUNA. -Hacer trigo
de luna significa en provenzal robar trigo á la luz de la luna.
Trigo de luna en sentido figurado designa las citas amorosas .
JUAN DEL Oso. — Héroe de los cuentos de vieja , especie de Hér-
cules provenzal , al cual se atribuyen multitud de hazañas . Era
hijo de una pastora y de un oso que la habia robado , y tenia por
compañeros de sus glorias dos aventureros de prodigiosa fuerza,
llamado el uno Arranca-montaña y el otro Piedra de molino . M. Hi-
222 MIREYA .

pólito Babou ha narrado la historia de Juan del Oso en sus Pa-


ganos inocentes .
LA SANTA CUEVA. - Célebre gruta situada en medio de un bos-
que vírgen , cerca de San Maximino (Var) , donde se retiró Santa
Magdalena para hacer penitencia.
SOBRE EL PUENTE DE TRINQUETALLA LOS DUENDES DANZABAN. - Los
duendes de que aquí se habla son los llamados en provenzal
Trevo , que danzan sobre las olas cuando el sol ó la luna rielan
en las aguas. Trinquetalla es un arrabal de Arles situado en la
Camarga y unido á la ciudad por un puente de barcas .

CANTO SEXTO .

SAN MARTIN , MALSANA. - Aldeas de la Crau.


LA TOLOBRA.- Riachuelo que desagua en el estanque de Berre ,
despues de atravesar el territorio de Salon , patria del poeta
Crusillat.
NOSTRADAMUS . - Miguel de Nuestra Señora (de Nôtre Dame) ó
Nostradamus , nació en San Remigio en 1503 , y murió en Salon
en 1565. Practicó la medicina con grande éxito en tiempo de los
últimos Valois . Dedicóse ademas á las matemáticas y á la astrolo-
gía , y publicó en 1557 con el nombre de Centurias las famosas
profecías que han popularizado su nombre. Carlos IX le tomó
por médico y le colmó de honores.
EL ANTRO DE LAS HADAS . - M. Jules Canonge le describe de este
modo : - « Al fondo de una garganta á que se da muy bien el
nombre de Infierno , he bajado á la gruta de las Hadas ; mas en
lugar de los graciosos fantasmas con que mi imaginacion la ha-
bia poblado , no he encontrado allí más que bóvedas bajo las
cuales hay que arrastrarse ; peñas amontonadas , murciélagos y
profundidades tenebrosas . He dicho ya que era propio el nom-
bre de Infierno con que se ha designado á este lugar , y en efec-
to , en ninguna parte he podido ver un conjunto de rocas más
extrañamente dispuestas. Estas rocas se levantan , se ahondan ,
se prolongan sobre el vacío , formando gigantescos entablamien-
tos , jardines aéreos que sostienen vegetaciones desmelenadas ;
se abren por el mismo estilo que la peña de los Pirineos , hen-
dida por el puñal de Orlando . » (Historia de la villa de Baus .)
Comparando la descripcion del infierno del Dante con aquel
paisaje trastornado , ciclópeo y fantástico , uno se convence de
que el poeta florentino que viajó por aquellas comarcas y pasó
por Arles , visitó tambien la villa de Baus , 'sentóse en los der-
rumbaderos del valle del Infierno , y admirado de aquella gran-
diosa desolacion debió concebir en medio de aquel cataclismo
NOTAS DEL AUTOR. 223

de piedras la configuracion y el carácter sombrío de su Infierno .


Todo , en efecto , contribuye á corroborar esta idea , pues el
nombre que lleva la garganta , la forma de anfiteatro que pre-
senta, y las grandes rocas que forman las gradas , todo recuerda
las descripciones del poeta italiano , y ademas el nombre de balzo
con que éste designa los escarpamientos de su lúgubre embudo ,
es el mismo nombre de baus italianizado .
SAN TROFIMO. - Catedral de Arles levantada en el siglo vii por
el arzobispo san Virgilio . Federico Barbaroja fué consagrado
emperador en ella en 1 178.
HÁCIA EL TIEMPO EN QUE LA VIEJA IRRITADA LANZA Á Febrero su coz.-
Los aldeanos del Mediodía han observado que los tres últimos
dias de febrero y los tres primeros de marzo llevan casi siem-
pre consigo un aumento de frio , y hé aquí el modo como su
poética imaginacion explica este hecho : -Una vieja guardaba
una vez sus ovejas . Era á fines de febrero , el cual no habia sido
riguroso aquel año . La vieja creyéndose librada ya del invierno
se permitió mofarse del febrero diciéndole : « Adios , febrero ;
con tus heladas no me has levantado la piel . » La chanza de la
vieja enoja al febrero , el cual va á encontrar al marzo : « Marzo ,
hazme un favor. » « Dos si quieres , » contesta el oficioso vecino .
« Préstame tres dias , y con los tres que me quedan y los tres
tuyos , yo levantaré su piel . » Al momento se puso malo el tiem-
po , la escarcha mató la yerba de los campos , las ovejas de la
vieja murieron sin faltar una , y la vieja , dicen los aldeanos , re-
guignavo , echaba coces .
VARIGULA. - Profunda caverna del Luberon .
FANFARIGULA. — Valle de la Crau.
EL PASO DE LA SAMBUCA. - Desfiladero temido por los viajeros .
Está situado en las montañas de la Sambuca al oriente de Ex.
CORDA. « Al oriente de Arles se levantan dos colinas que pri-
mitivamente debieron formar una sola, pero que hoy están sepa-
radas por una laguna. En la cima pelada y chata de la más baja ,
los celtas practicaron una excavacion cubierta de peñas gigan-
tescas . Los sarracenos acamparon segun se dice sobre esta coli-
na, y en memoria de Córdoba le dieron el nombre de Corda que
ha conservado. Hay tradiciones maravillosas que animan y poe-
tizan este collado como la de la Culebra-Hada, Melusina proven-
zal , y más principalmente la de la Cabra de oro que muestra los
tesoros ocultos , pero vuelve tristes para siempre en medio de
sus riquezas á los que no las merecen . La otra colina que es más
grande lleva el nombre de Montemayor. » ( Julio Canonge : Ilus-
tracion de 29 mayo de 1852.)
Sobre esta colina se hallan las ruinas gigantescas de la célebre
224 MIREYA.

abadía de Montemayor. En cuanto á la gruta de Corda llevatam-


bien el nombre de Antro de las Hadas como la cueva de Baus , y
segun la creencia popular , estas dos grutas comunican entre sí.

CANTO SÉPTIMO.

PEDIR EL HUEVO DE LA GALLINA BLANCA.-


- (Frase proverbial en Pro-
venza , que equivale á pedir peras al olmo ó buscar tres piés al
gato.) Los brujos iban á las encrucijadas con una gallina blanca ,
por la noche y á la luz de la luna evocaban al diablo, repitiendo
tres veces esta expresion : « Por la virtud de la gallina blanca . »
Juvenal hablando de un hombre feliz le llama «hijo de gallina
blanca.»
LOS DIAS INFAUSTOS DE LA VACA.- (Li vaqueirieu) . Son los tres
últimos dias de marzo y los cuatro primeros de abril , período
temido por los aldeanos . Hé aquí la continuacion de la fábula de
la Vieja que da la razon de este temor : - Cuando la vieja hubo
perdido las ovejas compró una manada de vacas , y habiendo
llegado sin tropiezo á fines de marzo dijo imprudentemente :
« Escapándome del marzo he salvado mis vacas y mis añojos . »
Marzo picado de la broma va en busca del abril : « Abril , le dice ,
no tengo más que tres dias ; préstame cuatro de los tuyos y
arreglaremos cuentas con la vieja y sus vacas .» Abril consintió
en el préstamo . Una helada tardía destruyó toda vegetacion , y la
pobre vieja perdió su vacada.
LA MESA DE NAVIDAD, -- El dia de Navidad es la principal fiesta
de los provenzales . Hé aquí una descripcion de esta fiesta que
primitivamente formaba parte del poema , y que el autor supri-
mió para evitar prolijidades .

¡ Ah , Navidad , Navidad ! ¿ qué se ha hecho tu dulce paz ? ¿ Dón-


de están los rostros sonrientes de los muchachos y de las niñas?
¿ Dónde está la mano callosa y trémula del anciano que bendice
la mesa del convite ?
En aquel tiempo el mozo arador deja temprano el surco , y cria-
das y pastores se marchan diligentes . Descansando el cuerpo de
los duros trabajos , se dirigen á su casita de tapia á comer con
sus padres un grano de ajo , y á poner alegremente con ellos el
nochebueno en el fuego.
Sobre la mesa de álamo ya llega del horno el pan de Navidad
adornado con ramos de acebo . Ya se encienden las tres candeli-
tas nuevas , sagradas y claras , y en tres blancas escudillitas
germina el trigo nuevo , primicias de la siega .
Un negro y grande guadapero vacilaba de vejez . El hijo mayo-
NOTAS DEL AUTOR. 225

de la casa llega , le corta por el pié , le quita las ramas á grandes


hachazos , y cargándoselo al hombro viene á depositarlo con
respeto á los piés de su abuelo cerca de la mesa de Navidad .
El venerable abuelo no quiere renunciar en modo alguno á
sus viejas costumbres. Levanta por delante el ala de su ancho
sombrero, y vase apresurado á buscar la botella . Pónese su lar-
ga almilla con mangas hechas de jerguilla , y su cinturon y sus
calzas nupciales y sus polainas de cuero .
En tanto la familia á su alrededer se remueve gozosamente ..
Conque, echamos el tizon , chicos ? Sí, responden todos con
presteza. —¡ Alegría ! exclama el anciano ; ¡ alegría ! ¡ alegría !
¿ Que Nuestro Señor nos colme de alegría ! ¡ Y si otro año no so-
mos más , buen Dios , haced que no seamos menos !
Y llenando el vaso de clarete ante la cuadrilla placentera , lo
derrama tres veces sobre el frutal . El más jóven coge el árbol
por un extremo , el anciano por otro y los hermanos y hermanas
se colocan en medio , y por tres veces le hacen dar vuelta al fue-
go y por tres veces le hacen dar vuelta á la casa.
Y lleno de alegría el buen abuelo levanta el vaso de vidrio . —
¡ Oh fuego ! dice él , ¡ fuego sagrado , haz que tengamos bienes-
tar ! ¡ Haz que mi oveja dé á luz felizmente sus pequeños , y que
mi lechona sea fecunda, y que mi vaca nos dé muchos terneros ,
y que mis hijas y mis nueras alumbren felizmente !
¡ Tizon bendito , enciende el fuego ! Al momento , cogiendo el
tronco con sus manos morenas , lo echan entero en el grande
hogar. Entonces veriais tortillas con aceite , y caracoles con aji-
aceite, que inundan aquel bello festin , y vino cocido , y nuéga-
dos de almendra , y frutos de la viña.
Con una virtud fatídica veriais lucir las tres candelitas ; ve-
riais salir espíritus de las grandes llamas ; veriais el pábilo
inclinarse hacia el que el año siguiente ha de faltar al banquete ;
veriais los manteles quedarse blancos bajo un carbon encendido
y los gatos quedar mudos...

MONTE DE VERGA.- Colina al levante de Aviñon .


EL SANTO PILON.- Nombre del picacho donde está la cueva de
Santa Magdalena .
HABRÉ TRABAJADO COMO UN SÁTIRO.- Expresion de Provenza . Los
antiguos tomaron quizas á los negros salvajes por divinidades
de los bosques , á quienes llamaron sátiros . Por esto en la ima-
ginacion del pueblo , trabajar como un sátiro y trabajar como un
negro, habrán acabado por ser frases sinónimas.

15
226 MIREYA.

CANTO OCTAVO .

MAGALONA. - Segun un romance antiguo de caballería tan po-


pular como el de los cuatro hijos Aymon , el conde Pedro de
Provenza despues de robar á Magalona hija del rey de Nápoles ,
huyó con ella por montes y valles . Un dia que Magalona se ha-
bia dormido á la orilla del mar, un ave de rapiña robó un dije
de sándalo que brillaba en el cuello de la princesa . Su amante
se embarcó en una barquilla para seguir al ave robadora , mas
de repente se desató una tempestad y llevóse á Pedro hasta
Egipto , donde el Soldan le acogió y le colmó de honores. La
hermosa Magalona dispertó , y llorando se puso á buscar á su
amante . Despues de muchas aventuras romancescas se encon-
traron los dos en Provenza, donde Magalona convertida en aba-
desa habia fundado un hospital , á cuyo alrededor segun la fabu-
losa crónica se levantó más tarde la ciudad de Magalona .
EL PICO DE SANTA VICTORIA. - Está situado al oriente de Ex . Su
nombre deriva de la victoria que por allí cerca ganó Mario sobre
los Teutones .
SAN GENT.- Jóven labrador de Monteux que á principios del
siglo XI se retiró á la garganta de Bauset ( cerca de Vaucluse)
para vivir allí como ermitaño . Su ermita y la fuente milagrosa
que hizo brotar el santo tocando una roca con los dedos , son
objeto de continuas romerías .

CANTO NOVENO .

ALTEN.-Juan Altén fué un aventurero Armenio que en 1774


introdujo el cultivo de la rubia. En 1850 se le ha elevado una
estatua sobre la roca de Aviñon .
GULT. -Aldea del distrito de Vaucluse que ha dado su nombre
á una de las casas más ilustres de Provenza.
LA TARASCA. - Monstruo que segun la tradicion asolaba las cer-
canías del Ródano y que fué domado por santa Marta. Cada año
los habitantes de Tarascon celebran la sujecion de la Tarasca
sacando por las calles un simulacro de este monstruo . A veces
se anima esta fiesta con varios juegos . El del Venablo y el de la
Bandera que se mencionan en el poema consisten en hacerlos
voltear con gracia ó lanzarlos á gran distancia y alcanzarlos con
destreza.
A LAS VOCES DE ¡ LA TARASCA ! ¡ LA TARASCA ! —( ¡ Lagadigadeu , la
Tarasca ! ) Lagadigadeu es el célebre estribillo de una cancion
NOTAS DEL AUTOR. 227

popular que se atribuye al rey Renato y que se canta en Taras-


con en las fiestas de la Tarasca.
LA CONDAMINA.— (Campus domini.) Es un barrio de Tarascon . El
nombre de Condamina se encuentra en muchas poblaciones del
mediodía de Francia.
TRAMONTANA.- Nordeste . Viento Nordeste .

CANTO DÉCIMO .

VENZA.- Pequeña poblacion de Var, antiguo obispado .


DURANZOLAS.- Canales derivados de la Duranza.
VALENZOLA.- Pequeña poblacion de los bajos Alpes .
DE ORIENTE Á PONIENTE Y DE SEPTENTRION Á MEDIODÍA . - Literal-
mente : de sol á sol y de viento á viento , locucion usual de Pro-
venza.

CANTO UNDÉCIMO.

LA HUVEAUNA.- Riachuelo que nace en la Santa Cueva ( Var ) ,


pasa por Aubagna y desagua en Marsella, al extremo del paseo
del Prado. Una piadosa y poética leyenda atribuye su orígen á
las lágrimas de Santa Magdalena.
GUARDARÁ EL RECUERDO GRABADO EN LA PIEDRA.- Se ha visto en la
nota del canto primero sobre las Santas Marías que la barca de
los santos proscritos abordó á la extremidad de la Camarga . Es-
tos primeros apóstoles de las Galias siguieron el Ródano hasta
llegar á Arles , y desde allí se dispersaron por el Mediodía. De
José de Arimatea se dice que fué hasta Inglaterra . Esta es la
tradicion de los arlesianos . La tradicion de los habitantes de
Baus toma en este punto la Odysea de las santas mujeres y la
continúa. Segun esta tradicion , las santas predicaron la fe en las
Alpinas, y para eternizar el recuerdo de ello , grabaron milagro-
samente sus imágenes en una roca. Al oriente de la peña de
Baus se ve todavía el misterioso y antiguo monumento que acre-
dita esta tradicion . Es un enorme pedazo de roca que resalta en
la pendiente de un precipicio ; está tallado en forma de aguja, y
en su lado oriental tiene esculpidas tres figuras grandiosas , ob-
jeto de veneracion por parte de las poblaciones vecinas .

CANTO DUODECIMO .

ARGENS . - Riachuelo del departamento de Var.


MELLANA.- ( En provenzal Maiano; en frances Maillane . ) Lugar
del distrito de Arles , patria del autor.
228 MIREYA.

LIMOSNA FLORIDA.- Limosna dada por un pobre que la recibió á


otro pobre : poética frase , que significa por extension beneficio
raro.

NOTAS DEL TRADUCTOR.

CANTO PRIMERO .

LA GRANJA DE LAS ALMEZAS. - En el original lleva el nombre


genérico de Mas . Esta palabra es corriente en Cataluña , pero no
en Castilla , si bien la Academia de la lengua la admite como
provincial , sin duda por el uso de los aragoneses quienes con-
servan mayor analogía con la nomenclatura catalana.
SU FRESCURA INCITA MIS DESEOS . - Literalmente : Su frescura
me hace lingueto . Palabra intraducible que se repite riendo y
enseñando algo de lejos para incitar á alguno . Puede correspon-
der á dentera.
BUEN DIOS , DIOS PROTECTOR . - Literalmente : Dios bello , Dios
amigo.
EL VIENTO DE MAR AGITA LAS HOJAS . Textualmente : el vent-
larg. Llámase así el viento de alta mar en términos de náutica.
¡ CUÁNTAS ARRISCADORAS SERÁN NECESARIAS ! - En este pasaje
contiene el texto en boca de Vicente la exclamacion caracterís-
tica : ¡ Caspitello ! Su correspondiente en castellano : ¡ caspitina!
cambiaria la entonacion y afearia el estilo , no siendo fácil susti-
tuirla con otra alguna.
¡ BRINDEMOS , ABUELO ! — Literalmente : brindemos , padre . Este
es el título que suele darse á los ancianos en Provenza, como en
Aragon el de tio.
EL BAILE SUFREN . - Pedro Andres Sufren , que nació cerca de
Ex, fué baile y gran cruz de la órden de Malta. Hizo en 1747 sus
primeras armas contra los ingleses , y en 1778 era comandante
de bajel en la escuadra del almirante Estaing destinada á las In-
dias . En 1781 dirigió una expedicion para llevar refuerzos al
Cabo de Buena Esperanza , y en 1782 fué nombrado comandante
NOTAS DEL TRADUCTOR. 229

de la escuadra francesa en las costas de la India. La paz con


los ingleses se concluyó en 1783 , y en 1788 acaeció la muerte
de Sufren.
ANTIBES.- (Antibo . ) Es la Antípolis de la época grego-romana.
DESPUES LES DAREMOS MANJAR DE OTRO CESTO . - La expresion
dar higos de otro cesto , proverbial en Provenza y en Cataluña ,
equivale á dar lo malo despues de lo bueno ó lo peor despues
de lo malo. Esto son higos de otro cesto corresponde á la frase
española : esto es harina de otro costal. El texto dice literalmente:
que prueben ahora los higos de Antibes , que ya se los daremos
de otro cesto.
LLEVÁNDOTE EN PALMAS TE ALZARÁN POR REY.-- Literalmente:
te llevaríamos como rey en la punta del dedo .
CUANDO HILABA MARTA.- Segun puede verse en Lentheric
que cita un pasaje de Plutarco , llamábase Marta una Syria que
acompañaba á Mario en su expedicion contra los Cimbrios. Esta
Marta pasaba por profetisa y parece que dejó fama en la comar-
ca. No es imposible que su recuerdo aparezca hoy amalgamado
con los recuerdos de la historia evangélica.
¡ OH SANTAS , VOLVEDME LA VISTA Y OS TRAERÉ MI CORDERILLO !
- Literalmente : mi corderillo cornudo .
NIMES. ― Creen algunos que la ciudad de Nimes debió parte
de su esplendor á los Focios . Cuando los Romanos la conquista-
ron llevaba el nombre de Nemausus y era la capital de los Vols-
cos Arkómicos ( raza céltica) . En el dia es despues de Roma la
ciudad que conserva mayor número de monumentos romanos ,
entre los cuales es notable el Anfiteatro ó las Arenas que se
menciona en el poema. El estudio de los monumentos induce á
creer que el arte griego habia penetrado poco en ella formando
sobre este punto contraste con Arles .
DESCALZOS LOS PIÉS Y SIN CAPAS . — Úsanse en Provenza dos
clases de capas ó capotillos. La una llamada vesto forma parte
principal del traje de los aldeanos ; no es muy larga y suele lle-
varse echada simplemente sobre el hombro . La otra se llama
reboundo ; es de la misma forma que la vesto , pero es más larga
y la usan los ricos cortijeros y los guardianes de bueyes y caba-
llos . En los pasajes del poema se distingue una y otra clase de
capote.
Ex (Aix). - Atribúyese la fundacion de esta ciudad al cónsul
romano Cayo Sextio Calvino , quien encontró en su territorio las
aguas termales y quiso que llevasen su nombre . (Aquæ Sextiæ).
La palabra Aix debe interpretarse sencillamente en el sentido de
aguas (Aigs, Aigos) . La costumbre de salir los caballitos de car-
ton no es privativa de Ex ni áun de Provenza , pues ha existido
en Barcelona hasta una época muy reciente.
230 MIREYA.

¡ HUBIESEIS VISTO BRINCAR EL CRI ! -¡ Miradle ! añade el texto .


Esta vivacidad nos ha parecido harto atrevida en lengua de Cas-
tilla.
NO HAY CIERVO NI LIEBRE QUE CORRA CON TANTA LIGEREZA.—
Literalmente : con tanto nervio.
LOS TEJOS SUENAN . - Los discos que sirven de tejo en las fies-
tas provenzales son de acero y se llaman palet ó cimbaleto .
EL DISTINTIVO DEL MÁS FUERTE . - Literalmente : las bragas del
más fuerte .

CANTO SEGUNDO.

MEJOR QUE ELLA TENEIS LA CINTA.- Literalmente : teneis el


hilo.
DE LA CABEZA Á LOS PIES NADA TE FALTA. - Literalmente : de
los hombros á la cadera.
QUÉ TIENE DE MÁS EL JILGUERO QUE EL REYEZUELO.— El pájaro
de que aquí se habla no es propiamente el reyezuelo sino el mo-
tacilla troglodytes (en provenzal mistoulino ) . Empero á este no
le conocemos nombre vulgar en español y por su semejanza con
el reyezuelo se le suele llamar así.
HABRIAS DE VIVIR DEL AIRE. - Literalmente : podrias comer
regardello. Comer miradas , comer con los ojos .
LE DICE CON UN GESTO DE CARIÑO. Literalmente : le dice con
su boca amiga.
CAEN AMBOS ABRAZADOS SOBRE EL BLANDO COMINILLO. - Тоит-
bon embesouna : caen engemelados , abrazados como dos ge-
melos.
QUE BAJO LOS PEÑASCOS DE BAUS LAME EL MUSGO DE LAS ROCAS.
El texto concreta Baus-maniero , para distinguir el sitio alu-
dido de Baus-besso , Baus-mirano y otras localidades del mismo
territorio .
INMÓVIL Y COMO ALELADO . — Literalmente : inmóvil como un
sueña fiestas. Expresion provenzal que se aplica á los que se
quedan absortos y embobados cuando les domina un pensa-
miento .

CANTO TERCERO .

HACEN CASTILLOS EN EL AIRE. - Literalmente : castillos en Pro-


venza. Corresponde á la frase francesa : chateaux en Espagne.
EL CARRO LLENO DE GARBAS.-- Literalmente : el grande carro
del garbeador errante .
FARANDOLA. - Danza provenzal .
NOTAS DEL TRADUCTOR. 231

AGONIZAR DE AMOR . - Literalmente : alamparse .


EL CASTILLO DE IF.- La islita de If se encuentra enfrente de
Marsella junto á las islas fortificadas de Ratonneau y de Pome-
gue. La isla de If es una roca erizada de baterías en donde hay
torres y edificios que han servido de prision de estado . El nom-
bre de If corresponde á tejo ( taxus ) , árbol semejante al abeto
que lleva una frutilla venenosa.
EL VANTUR.- Es bastante comun entre algunos geógrafos el
designar á esta montaña con el nombre de Ventoux ó monte
Ventoso ; pero la pronunciacion local es Vantur , y el autor del
poema insiste sobre este punto haciendo notar que los deriva-
dos , como se ha visto , conservan la r.
ADELAIDA. — La forma provenzal de este nombre es Azaláis .

CANTO CUARTO .

MARTEGA.-- En francés Martigues. La situacion exacta de esta


villa se encuentra sobre la laguna de Caronte entre el estanque
de Berre y el golfo de Fos .
ELZEAR. - La forma provenzal de este nombre en el poema es
Urriás.
DE QUE ACEPTASES MI REGALO . - Literalmente : de que acepta-
ses mi librea.
EL HERRADERO . - En Theágenes y Chariclea cuenta Heliodoro
que Theágenes corre sobre un caballo blanco detrás del toro que
se habia escapado del sacrificio , le alcanza , le coge por el cuello ,
se deja arrastrar por el bruto y luego haciéndole la zancadilla le
obliga á bajar la cabeza hasta el suelo. Las corridas populares de
Provenza reproducen este episodio . Los guardianes y los lucha-
dores de Camarga renuevan la Keratisis griega tal como se
halla representada en las medallas de Lerissa , de Phere , de
Tricca y demás villas Thesalienses y que se encuentra tambien
en los bronces de Massalia .
FARAMAN , ALBARON Y AGUAS MUERTAS.- Es conocida la situa-
cion de la última de estas poblaciones en el golfo de su nombre ,
en medio de las charcas y junto al canal navegable que la une
con Bellcaire . Faraman se halla al occidente de la boca mayor
del Ródano , casi en el meridiano de Arles . Albaron está situada
junto al Ródano menor y en el sitio donde éste , retrocediendo
algo en su camino , forma una curva hácia el Norte .
EL TORO Y EL DOMADOR RUEDAN POR EL SUELO.- Literalmente :
el cristiano y la bestia.
232 MIREYA.

CANTO QUINTO .

ANTES DE VOLVERSE CONTRA LOS PERROS . - Literalmente : con-


tra las perras.
LE CANTABA : ¡ VUELVE POR OTRA ! - Literalmente : le cantaba :
lingueto! lingueto ! Una poesía de Roumanille dedicada á las bo-
das de Teodoro Aubanel tiene el siguiente estribillo : Nouvieto!
Nouvieto !- Urouso emé toun novi au bras -- Fas gau , e nous
fas - lingueto.
SU HERMOSO TRIGO DE LUNA REGALO FLORIDO.- Literalmente :
cestada florida.
SIENTASE EL MALVADO EN LA POPA.- Textualmente : lou fená ,
que significa mala pieza , hombre desalmado , etc. Mistral ha he-
cho notar que Horacio hablando de un hombre malo dicefenum
habet in cornu , y que este dicho proverbial de los Romanos te-
nia su orígen en la costumbre de poner heno entre los cuernos
de los toros bravos para advertir el peligro .

CANTO SEXTO .

SE HUBIESE BATIDO COMO UN LEON . -Literalmente : como una


granizada.
COMO EL TIGRE DE LOS BOSQUES.— Literalmente : como la tigra,
la hembra del tigre .
MONTEMAYOR. - «En los restos de la antigua abadía cuya fun-
dacion remonta al siglo x , se encuentran todos los estilos : las
plenas cintras severas del arte románico , las delicadas ojivas
de la edad media y la ornamentacion graciosa del renacimiento .
Todo ello no es más que una ruina, conservándose solamente en
pié una capillita que lleva el nombre de Santa Cruz. Los monjes
de San Benito , que obedeciendo á las inspiraciones de su fe y
guiados por una elevacion natural de carácter supieron siempre
escoger los lugares de residencia con exquisito gusto y nobleza
de imaginacion , encontraron á propósito para sus tareas la co-
lina de Montemayor y fueron allí depositarios de las ciencias . >>
(LENTHERIC : Grèce et Orient en Provence.)

CANTO SÉPTIMO .

MAESTRAL . -Viento intermedio entre el Poniente y la Tra-


montana, segun la denominacion que se usa en el Mediterráneo .
UN CUALQUIERA , UN TUNANTE HA BASTADO PARA ENGAÑARTE.—
En provenzal s` enconcourdá, que traducimos por engañarte, sig-
NOTAS DEL TRADUCTOR. 233

nifica propiamente comprar calabaza por melon y se aplica al


que se engaña , al que se malcasa. Corresponde á la frase caste-
llana tomar gato por liebre.
TRES VECES AL REDEDOR DE LA HOGUERA DAN VUELTA.- Lite-
ralmente tres veces hacen en las llamas la Bravado . « Bravado
significa las descargas de mosquetería que se hacian antigua-
mente en el momento de encender el fuego de San Juan ; y por
extension ceremonias preliminares y salto de este fuego .» De
este modo explica el autor el sentido de la palabra.

CANTO OCTAVO .

LA CRAU INMENSA Y PEDREGOSA.-- Segun los geólogos , en


época posterior á las últimas dislocaciones del suelo , se produ-
jeron dos formidables diluvios sobre las cuencas de la Duranza
y del Ródano , y cantidad innumerable de rocas desprendidas de
los Alpes fueron arrastradas y trituradas por las aguas hasta lo
que entonces era golfo donde formaron los cantos rodados un
amasijo de veinte metros de altura en una extension de bastan-
tes kilómetros . La que actualmente se llama Crau de Arles mide
unas 35,000 hectáreas , pero la Crau primitiva mucho más ex-
tensa puede observarse en San Remigio , en Languedoc, etc.
Plinio designa á esta region con el nombre de campos pedrego-
sos y dice que conservan el recuerdo de los combates de Hér-
cules.
LOS SALTONES . - (Mantis religiosa . ) Se llaman en provenzal
prego Dieu.
EL VALLELARGO .- ( Vaulongo. ) Valle de las Alpinas .
QUE SE DESPACHE EN PREPARAR LA CENA . — (Póu alesti lou bo-
uiabaisso. ) Lou bouiabaisso es un manjar que usan los pescado-
res provenzales . Consiste en una especie de guisado que se hace
con pescado cocido , condimentado con ajo y luego se vierte so-
bre un pedazo de pan y se come de este modo .

CANTO NOVENO.

CUANDO SIMON Y LA CRUZADA FRANCESA VINIERON IMPETUO-


sos . Se refiere á la lucha de los Albigenses. « Habiendo sido
asesinado Pedro de Castelnau , uno de los legados del Papa que
predicaban contra la herejía, se atribuyó este asesinato al conde
Raimundo de Tolosa , y el Papa resolvió unir la espada de san
Pablo con las llaves de san Pedro , y envió como legado á Milon .
encargándole que predicase una cruzada contra los herejes.
Este Milon reunió muchas tropas , las cuales bajo el mando del
234 MIREYA .

feroz Simon de Montfort ocasionaron grandes desastres . El con-


de Raimundo , para impedir los males de la guerra , se humilló
en extremo y pidió que se le absolviese de la excomunion; em-
pero sus enemigos le obligaron á hacer armas contra su misma
tierra , y el conde lleno de despecho abrazó de nuevo el partido
de los Albigenses y sostuvo la guerra con ellos . Terminó esta
guerra con la batalla de Muret en la cual fueron derrotados los
Albigenses.» ( Leon Morel : Historia de Provenza. )
CABALLERO DE LA TARASCA. - Llevan este título los jóvenes
principales de la comarca encargados de la direccion de las fies-
tas. La órden provenzal de los caballeros de la Tarasca fué fun-
dada por el rey Renato en 14 de abril de 1474.

CANTO DECIMO.

LA CAMARGA. - - La grande isla de Camarga, escribe Lentheric ,


tiene actualmente una extension de 75,000 hectáreas de las cua-
les corresponden 52.000 al municipio de Arles y 23,000 al de
Santas Marías. Divídese en tres zonas distintas : las tierras cul-
tivadas , las tierras de pasto , y la region de las dunas y panta-
nos . En las tierras cultivadas se hallan más de doscientas casas
de labranza, con bosquecillos , olivares y jardines , y se cosechan
cereales de superior calidad . El resto es un pais de caza y de
pesca, y en el litoral es muy extensa la zona de las dunas movi-
bles y de las charcas. El hombre se halla raramente en aquellas
soledades donde la fiebre palúdea es un peligro ordinario , y sólo
aprovechan tales terrenos para el ganado . Durante seis meses
del año más de 200,000 cabezas de ganado lanar , vigiladas por
algunos pastores , pacen allí la yerba salada. Los toros negros y
los caballos blancos vagan con toda libertad en aquellas estepas
cuyo silencio solemne produce una impresion indefinible de
tristeza. La sal aparece en todas partes, y sus eflorescencias blan-
quizcas relucen con el sol como carillas microscópicas de cristal
pulverizado . La flora de las dunas y marjales es deslucida y po-
bre . Algunos arbustos desmedrados aparecen sobre el terreno
fangoso de los estanques . Plantas leñosas de sabor amargo ,
sosas, juncos y algunas gramíneas raquíticas forman todo el tapiz
vegetal. Únicamente las aves indígenas y las del África y del
Oriente se encuentran á su gusto en aquellas tierras abandona-
das , en medio de un absoluto reposo . Largas bandadas de rosa-
dos flamencos , blancas gaviotas de vuelo circular , perdices y
avutardas animan con su presencia la inmensa superficie de los
dormidos estanques y dejan percibir sus notas roncas ó agudas
entre el ruido quejumbroso de las olas . La sal que disuelta en
NOTAS DEL TRADUCTOR. 235

los aluviones marinos se concentra lentamente, sube á la super-


ficie por los intersticios capilares del suelo y cristaliza formando
chapas que llevan el nombre de sansouiro. Pocos climas son tan
rigorosos en la Europa moderna como los de esta region : el in-
vierno es crudísimo en ella y las temperaturas estivales son
muy altas : la lluvia , mal repartida , cae pocos dias y forma ver-
daderos diluvios ; y durante la mayor parte del año los vientos
secos del norte y del noroeste barren desapiadadamente la lla-
nura que no tiene defensa ni abrigo .
ASPERILLAS. — Es el equisetum que lleva el nombre vulgar de
cola de caballo. ( V. el canto IV. ) Denomínase en frances prèle
(l' aprele) y tiene este vocablo su orígen en el italiano asperella .
Puede designarse con el nombre griego ephedra , y en proven-
zal se llama consoudo . No debe confundirse con la asperula ado-
rata.
CANTO UNDECIMO .
SE HABIA , COMO EL ÁGUILA , REMONTADO AL CIELO . - Literal-
mente como el aguilucho .
¡ TE ALABAMOS , OH DIOS ! ¡ PADRE NUESTRO QDE ESTÁS EN
LOS CIELOS ! - En el poema original están en latin estas frases .
UNA VIUDA QUE VA AL HORNO Á COCER SUS PANES . - Literal-
mente á cocer su ringlera.
CANTEMOS Á VENUS LA MADRE DEL PUEBLO ARLESIANO . —La cé-
lebre Venus de Arles , admirable modelo de escultura griega ,
fué encontrada en 1651 entre las ruinas del teatro . Regalada á
Luis XIV por la villa de Arles , se halla actualmente en el museo
del Louvre. Desnuda de medio cuerpo arriba como la de Milo ,
tiene el busto ligeramente inclinado y todas sus líneas son de
exquisita pureza. El mármol no es enteramente blanco , sino im-
pregnado de un tinte oscuro y casi dorado que no puede atri-
buirse exclusivamente al sol y á la accion del tiempo. Créese
que fué colorida y preservada por medio de encáusticos contra
los efectos de la humedad y del aire.
CANTO DUODECIMO .
BLANCAS FLORES DE LOS ARENISCOS SALADOS . ― Literalmente :
blancas flores de la sansouiro . (V. la nota del Canto X.)
236 MIREYA.

FLORA DEL POEMA DE MIREYA .

Acebo. - Aceituna almendrada . - — Aceituna bermeja. — Ajedrea .


Ajo. - Alamo. - Alamo blanco . - Albaricoque. - Alcanforada.
-
Alcaparra. - Alcornoque. - Alga. -Aliaga. —Aliso . — Almajo .
Almendro.- Almez. - — Anserina. - Asfodelo.- Asperilla ( cola de
caballo ).- Avellana. - Avena.
Barba cabruna . - Berengena.― Berros.
Caña. - Cardo corredor. - Carrasca. - Cebolla. -- Centaura. -
Cepa . - Cereza . - Césped. — Cola de caballo ( asperilla ) . - Comi-
nillo. - Coscoja.
Dátiles.
Encina. - Endrino . -Enebro . -Enebro de Fenicia.- Espadaña.
-Espino blanco . - Espino serbal. — Estepa.
Fresno .
Grama. Granada . — Granza. — Grosella . - — Guinda silvestre.
Habas. -- Helecho . - Heno . - Higuera. - Hipérico.
Jaras. - Jazmin . -— Juncia. - Junco.
Labrusca (parra silvestre) .- Ladilla . — Lechetrezna .
Lentisco.- Lino.- Lirio.
Mandrágora. — Manzanillo. — Manzano. — Margaritilla. — Mar-
— Mielga. - Mimbre. Mirto. - - Mora ( de
rubio. - Membrillero . -
márgen) . Morera (de seda) . - Moscatel.
Naranja.- Narciso.- Nardo maritimo.- Nenúfar. -Nevadilla.
-Nispero . - Nuez.
Olivos. - Ortiga. ~ Oxicedros.
Parra silvestre ( labrusca) . - Peral salvaje.- Pimiento . - Pino .
Plátano.-Puerro .
Quermes.
Retamales.- Roble.- Romero..- Rosa. -Rubia.
Salgada. - Salvia. - Sargas . -Sauce . - Serba . - Sosa.
Tamarisco. - Tejo ( If. ) — Terebinto . ·- Titimalos. Tomillo . -
Trébol. - Trigo.— Trigo chamorro.
Uvas columbinas.
Verbena. - Violeta.
Yedra. -Yerbecilla rizada.
Zarzales. - Zulla.

FAUNA DEL POEMA DE MIREYA .

Abejaruco.—Abejas. Agachadiza. — Aguila. Aguzanieve


(nevatilla) . Alcion . — Anguila. — Asnos . - Avutarda.
Balderaya. - Borregos . - Borricas. - Buey.
NOTAS DEL TRADUCTOR . 237

Caballero de piernas bermejas . — Cabra. -· Cabra montés. - Ca-


landria. - Cangrejero.- Caracol carnicero.- Caracol monjita . —
Caracol rastrojero.— Carnero . —Carpas.- Cerceta.- Cernicalo.-
Chorlito. - Chorlito real . - Ciervo . — Cigarra. -
- Cisne. - Cogu-
jada. - Colimba. - Cordero. - Corneja . -— Cuervo marino . -— Cule-
bra. - Curruca.
Escarabajo.
Flamenco. - Foca.- Francolin .
Gallina blanca . — Gamuza. - — Ġarza real. - Garzota . - Gato . -

Gato montés. - Gaviota.- Gorgojo. — Gorrion . - Grillo . - Gusano
de seda.
Hormigas. - Hormigas rojas.
Jabali. - Jilguero.
Lagarto.- Lamprea. — Langosta. - Lechuza. - Lenguado.-
Leon. Liebre . — Liron. - Lobo.
Machos cabrios . - Mariposa. - Mariscos . - Marta. - Mastines.
-Mirlo.- Mochuelo . -· Moruecos . - Mosca de carnero.- - Mosqui-
tos. - Mula .
Nevatilla (aguzanieve) . — Nutria.
Oca. - Onotauro . - Oso.
Pájaro de noche. - Paloma . - Paloma torcaz. - Pavo marino.—
Pendolina. Perca. ―- Perdigon.- Perdiz. - Perro. - Picofino.
Reyezuelo. Ruiseñor.
Sacre. —- Salamandra . - Saltones . - Sanguijuela . -- Sarcetas. -
-
Señorita de arroyo (libellula). — Serpiente.
Tencas. - Tiburones. - Tigre. — Toro.
Vacas. Vencejo . - Verderon . - Verraco.
Yegua.
INDIG FO

Pág.
PRÓLOGO. I
DEDICATORIA. A Lamartine. 15
CANTO I. La Granja de las Almezas .. 17
II. La deshojadura.. 37
-- III. El desembojo. 53
IV . Los novios 69
CANTO V. La lucha. 85
VI. La bruja. 103
VII. Los ancianos. 123
VIII. La Crau. 141
IX. La convocacion de los trabajadores. 155
X. La Camarga. 169
XI. Las Santas. 183
XII. La muerte. 199
NOTAS del Autor. 215
— del Traductor. 228

o Febr. 1882 0
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