Clase 1 - 2021

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Violencia Institucional, Discursos Sociales y

Derechos Humanos

Módulo 1- Introducción a los Derechos Humanos y a los


principios de Igualdad y No Discriminación

Índice de contenido

Introducción ........................................................................................................................ 2

Los Principios de Igualdad y No Discriminación ................................................................. 2

¿Violencia Institucional o Violaciones a los Derechos Humanos? ...................................... 7

El Principio de Igualdad y las luchas contra todas las formas de discriminación ............. 10

Metadatos: Módulo 1 clase N° 1 - CampusDH / Curso Violencia Institucional, Discursos Sociales y


Derechos Humanos / publicado: jueves, 5 de marzo de 2020
Palabras clave: educación, derechos humanos, estado, sociedad, violencia institucional, principio de
igualdad y no discriminacion, violaciones a los derechos humanos
páginas: 13 / palabras 3555 / caracteres 20415 / imágenes 2 / tablas 1
Nombre del archivo: Clase 1_2019

Secretaría de Derechos Humanos ● Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación 1


Introducción

Les damos la bienvenida al primer módulo del curso. Este módulo apunta a presentar los
núcleos centrales de la reflexión respecto de las nociones de derechos humanos,
igualdad y no discriminación. En este sentido, esperamos poder brindarles elementos
para comprender la relación intrínseca que existe entre promoción y defensa de los
derechos humanos, equidad y lucha contra la discriminación.

La perspectiva central de esta unidad se orienta a sentar las bases para una
reflexión en profundidad sobre los diversos aspectos puestos en juego desde el
paradigma de los derechos humanos.

Los Principios de Igualdad y No Discriminación

Cuando hablamos de Derechos Humanos partimos de la premisa de que “todos los seres
humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos”, tal como lo establece la
Declaración Universal de los Derechos Humanos. Es así como llegamos a decir que el
paradigma de los derechos humanos se organiza alrededor de los principios de igualdad
y no discriminación. Sumado a ello, hablar de derechos humanos supone tener presente
que todos los derechos humanos son “universales, indivisibles e interdependientes”, no
hay jerarquías entre ellos, son progresivos y se encuentran en constante expansión.

En este sentido, la Conferencia Mundial de Derechos Humanos de 1993 estableció


que:
“la comunidad internacional debe tratar los derechos humanos en
forma global y de manera justa y equitativa, en pie de igualdad
y dándoles a todos el mismo peso. Debe tenerse en cuenta la
importancia de las particularidades nacionales y regionales,
así como de los diversos patrimonios históricos, culturales y
religiosos, pero los Estados tienen el deber, sean cuales
fueren sus sistemas políticos, económicos y culturales, de
promover y proteger todos los derechos humanos y las libertades
1
fundamentales.”

1 Conferencia Mundial de Derechos Humanos (1993): Declaración y Programa de Acción de Viena, punto 5.

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Estas consideraciones nos llevan a la necesidad de repensar y problematizar la
noción de comunidad. Una primera aproximación a la noción de comunidad podría
remitirnos al vínculo que establecemos con otros/as. Sin embargo, es importante
considerar que la noción de comunidad no involucra simplemente instancias de
intersubjetividad (es decir, los intercambios discursivos, simbólicos, económicos
concretos y situados) sino que su análisis requiere reponer aquella trama más densa que
hace posible la inscripción social de dichas situaciones de intersubjetividad. En el mismo
sentido, debemos estar atentos a las limitaciones propias de pensar la comunidad
meramente como conjunto de personas que pueden ser caracterizas a partir de
determinados rasgos dados en común (entre otros, como señala Nancy, sangre,
sustancia, filiación, esencia, origen, naturaleza, consagración, elección, identidad
orgánica o mística2): en estos casos, nos encontramos ante la puesta en escena de los
presupuestos de teorías que plantean una homogeneidad intrínseca para cada
comunidad. En todo caso, resulta de importancia tener presente que al reflexionar
sobre la comunidad no hacemos referencia a ella como un ‘valor’ sino como la
condición y el carácter propio de la existencia humana.

Desde el paradigma de los derechos humanos, pensar la comunidad implica


reflexionar sobre el lazo social que hace posible la vida-en-común de todas y todos; esto
es, el desarrollo sobre bases equitativas de las expectativas de vida buena y plena, libre
de condicionamientos y desigualdades. La idea de bien común o de vida buena, que es
lo que desde el paradigma de los derechos humanos sustenta la idea de comunidad, no
puede desconocer las desigualdades sociales y mucho menos desatender el hecho de
que esas desigualdades tienen consecuencias diferenciales para distintas personas y
grupos de personas. Como veremos más adelante, tanto las situaciones
socioeconómicas de pobreza y exclusión social como el género operan como variables
amplificadoras de las desigualdades. Dentro de este marco, las violaciones y

2 NANCY, Jean-Luc. 1999. “Conloquium”.En ESPOSITO, Roberto. 2003.Communitas: origen y destino de la comunidad, Amorrortu, Buenos Aires

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vulneraciones de derechos se intensifican para aquellas personas que, en determinado
momento, presentan determinaciones existenciales marcadas por estas variables3.

Las prácticas sociales discriminatorias, lejos de ser un problema de ‘minorías’


(noción que desde el paradigma de los derechos humanos resulta problemática en tanto
hace pensar en la variable numérica como criterio para el acceso y garantía a derechos),
aparecen ligadas inseparablemente a las condiciones sociales de existencia. En el
contexto latinoamericano, estas condiciones están claramente marcadas por fuertes
desigualdades e inequidades sociales.

El principio de igualdad anclado en el paradigma de los derechos humanos no se


orienta a suprimir y/o desconocer las diferencias que existen entre las personas sino a
sentar las bases para que ellas –se trate de diferencias de sexos, culturas, colores de piel,
de lenguas, orientaciones sexuales, religiosas, entre otras– dejen de ser el presupuesto
sobre las que se fundan y legitiman formas de dominación, jerarquías sociales, prácticas
sociales discriminatorias y otras formas de desigualdad social.

En este contexto, resulta de suma importancia comenzar a abordar toda cuestión


social y política desde un horizonte que permita dar cuenta del trasfondo de las
prácticas sociales discriminatorias. Es así prioritario enfatizar una concepción de
comunidad no homogénea, donde las diferencias no sean presentadas como ‘elementos
extraños’ que requieren ser ‘segregados’, ‘expulsados’, ‘valorados’ y/o ‘preservados’ sino
como la estructura constitutiva de lo comunitario.

Es en este marco que debemos reflexionar sobre las diversas formas de negación en
el acceso a derechos y, en particular, sobre las vulneraciones y violaciones concretas que
ocurren de forma cotidiana. Es en este escenario que la “violencia institucional” se
presenta como principal obstáculo para el ejercicio pleno de los derechos humanos.

Pero, ¿qué es la violencia institucional?

3 VVAA. (2005): Hacia un Plan Nacional contra la Discriminación, Buenos Aires, INADI.Pág. 67

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Hablamos de violencia institucional para hacer referencia a un amplio conjunto de
situaciones que, ejercidas desde instituciones públicas por medio de sus
funcionarios/as, tienen como consecuencia la vulneración y violación de derechos de las
personas. Si quisiéramos precisar las formas más graves que adoptan estas prácticas en
la actualidad haríamos referencia a graves violaciones a los derechos humanos, abusos e
ilegalidades que van desde detenciones arbitrarias y torturas hasta asesinatos por
“gatillo fácil”. Estas prácticas se desarrollan de forma sistemática y estructural (como
acciones y omisiones) y tienen como resultado retardar, obstaculizar o impedir el acceso
y garantía a los derechos humanos. En la próxima clase centraremos la reflexión en la
forma en que se desarrollan estas prácticas.

Al intentar puntualizar de qué hablamos al decir “violencia institucional” debemos


enfrentarnos al problema de caracterizar estas prácticas: no es lo mismo hablar de un
asesinato que de un mal trato verbal. Es por ello que es importante y complejo
establecer el alcance de las prácticas consideradas como “violencia”, en tanto se trata de
un término polisémico y ambiguo que da cuenta de “acciones tanto individuales como
colectivas, organizadas como espontáneas, ritualizadas o rutinizadas, legales o ilegales,
intencionales o no intencionales”4.

Nuestra mirada parte de considerar que el paradigma de los derechos humanos nos
brinda un horizonte para abordar, analizar y modificar prácticas sociales que establecen
valoraciones distintas para distintos grupos de personas. Este tipo de prácticas se
fundamentan en distintos “motivos” que varían a lo largo del tiempo y los lugares: el
color de la piel, el lugar de nacimiento, los ingresos familiares, el sexo y la identidad
sexual, etc. Todas estas formas de violencia tienen como presupuesto la consideración
de que todos los seres humanos no son igualmente dignos.

La violencia institucional se caracteriza por impactar sobre personas y grupos de


personas marcadas por determinadas características como “la condición

4 GARRIGA ZUCAL J. y NOEL G. 2010. "Notas para una definición antropológica de la violencia: un debate en curso", Publicar, año VIII N° IX.

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socioeconómica, el encierro, las afecciones en la salud mental, la edad, el género, la
identidad sexual, la migración irregular, entre otros”. Las personas y grupos de personas
que resultan mayormente victimizadas por éstas prácticas suelen encontrar numerosas
restricciones para acceder a una protección efectiva por parte de la administración
pública y acceso a la justicia5.

A pesar del avance de la conciencia democrática, su difusión y aceptación por parte


de la sociedad seguimos naturalizando diversas formas de desigualdad y legitimando la
limitación de derechos. Los medios de comunicación, entre otros actores, favorecen la
construcción y difusión de imaginarios y estereotipos que avalan y legitiman la violencia
contra aquellas personas que son conceptualizadas como “el Otro”. Nuestro objetivo es
poder desnaturalizar tanto las prácticas discriminatorias y violentas perpetradas por
agentes policiales y de seguridad como su difusión por parte de los medios de
comunicación.

8 de mayo Día Nacional de lucha contra la Violencia Institucional


El 8 de mayo de 1987 ocurrió la llamada “Masacre de Budge”, en la que la policía bonaerense
mató a tres chicos. Ese día los jóvenes Oscar Aredes (de 19 años), Agustín Olivera (de 20 años) y
Roberto Argañaraz (de 24 años) fueron asesinados por efectivos de la policía bonaerense en la
localidad de Ingeniero Budge, Provincia de Buenos Aires. Ese día tres suboficiales de la Policía
asesinaron a balazos a estos tres amigos que conversaban y tomaban una cerveza en una
esquina. Agustín recibió doce balazos (siete en la espalda), Roberto, diez y Oscar, siete.

Trece años más tarde, los policías recibieron la primera condena. Sin embargo, el juicio
fue anulado por un error técnico. Tras un nuevo juicio, en 1994, los tres policías fueron
condenados a 11 años de prisión por homicidio simple. Aun así, recién en el año 2007 los policías
fueron efectivamente apresados y enviados a prisión.

El 28 de noviembre de 2012 se instituyó el 8 de mayo como “Día Nacional de la Lucha Contra la


Violencia Institucional” por medio de la sanción de la Ley N° 26.811.

En esta línea la prevención y la erradicación de la violencia institucional implican


diversas líneas de acción, entre ellas:

5 Resolución PGN N°455/13 Procuración General de la Nación, creación de la "Procuraduría de Violencia Institucional"

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1. Empoderamiento de las personas para que puedan conocer y ejercer sus
derechos;
2. Diseño de estrategias institucionales para que los/as perpetradores/as no violen
los derechos de las personas
3. Fortalecimiento de estrategias institucionales y judiciales para prevenir la
impunidad;
4. Diseño de estrategias institucionales para el acceso a la justicia;
5. Fortalecimiento del rol de la justicia para investigar y sancionar a los/as culpables
de este tipo de hechos, reparar a las víctimas y garantizar la no repetición de
estos hechos.

¿Violencia Institucional o Violaciones a los Derechos Humanos?

Al analizar cuestiones relativas a los derechos humanos uno de los aspectos centrales a
tener en consideración se refiere a la tipificación de determinados hechos como
“violaciones a los derechos humanos”. Como sabemos, los/as agentes, funcionarios/as y
autoridades públicas, son quienes tienen la responsabilidad concreta de respetar,
garantizar, proteger y velar por el real cumplimiento de los derechos y libertades
fundamentales que estamos analizando6. El trabajo que estas personas desarrollan, cada
una de sus acciones u omisiones, es considerado como una acción del Estado y ello
significa que estas acciones acarrean responsabilidad para el Estado.

Ante la ocurrencia de situaciones que vulneren derechos consagrados en un


instrumento internacional de derechos humanos, la cuestión central es determinar si la
situación de vulneración implica también una responsabilidad por parte del Estado. Es
únicamente el Estado quien está obligado a respetar y garantizar la vigencia de los
derechos humanos y, en tal sentido, es el único que puede violarlos. Es por ello que
cuando un/a funcionario/a público/a incumple sus obligaciones o abusa del poder que le

6 En este punto vale la pena recordar que, siguiendo la definición propuesta por Max Weber, la característica distintiva del Estado moderno es monopolizar la
violencia física legítima; esto es, que toda forma de violencia legítima se concentra en sus instituciones. Sin embargo debemos resaltar que esto no significa que la
única forma de acción posible sea el uso de la fuerza sino que mayormente la función del aparato represivo se ejerce de esta forma. Véase WEBER, Max. 1967.El
político y el científico, Alianza, Madrid.

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fue conferido –negando derechos o dejando de hacer lo necesario para garantizarlos-
nos encontramos frente a una violación de derechos humanos.

Cuando una persona resulta víctima de cualquier tipo de agresión, abuso o


violencia puede recurrir a las autoridades, quienes determinarán si se trata de un delito
y cuál es la sanción que corresponde a ese tipo de acción. Para estos casos (delitos
cometidos por particulares), los Estados han desarrollado diversas medidas para
prevenirlos y sancionarlos: cada país dispone de legislación donde se especifican las
acciones consideradas delictivas y, a su vez, cuenta con normativa relativa a la
investigación, juzgamiento y sanción de dichos actos.

Mientras que los delitos cometidos por particulares reciben este tipo de
tipificación, las acciones u omisiones de los/as funcionarios/as públicos/as que vulneran
un derecho consagrado en un instrumento internacional de derechos humanos reciben
el tratamiento de “violación de derechos humanos”. Esto significa que, en los casos en
que el agresor es la propia autoridad estatal, hablamos de violación a los derechos
humanos. Sin embargo, debemos tener presente que existen casos en los que un
particular también puede cometer una violación a los derechos humanos: esto ocurre
cuando esta persona o grupo de personas actúan en complicidad, en conexión o bajo
órdenes de agentes estatales.

Un punto importante a considerar es que la noción de “violación de derechos


humanos” no se aplica a una determinada clase de actos (como la tortura, la
desaparición forzada o el asesinato, entre otros) sino a la comisión de estos actos por el
Estado o sus agentes. El hecho de que esta acción u omisión comprometa la
responsabilidad del Estado a nivel internacional es lo que habilita el funcionamiento de
los mecanismos internacionales de protección de derechos humanos, constituyendo un
control externo de la conducta y actuación de los/as funcionarios/as estatales. El motivo
por el cual existen estas instancias de control supranacional es que los Estados han
considerado necesario que exista una garantía para que, en caso de verse afectados

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derechos fundamentales, el/la damnificado/a pueda contar con una instancia de
protección supranacional con capacidad de verificar el respeto a estos derechos.
Retomemos, en este sentido, algunos aspectos señalados por Nikken:
“Las ofensas a la dignidad de la persona pueden tener diversas
fuentes, pero no todas configuran, técnicamente, violaciones a
los derechos humanos. (…) La nota característica de las
violaciones a los derechos humanos es que ellas se cometen
desde el poder público o gracias a los medios que este pone a
disposición de quienes lo ejercen.
No todo abuso contra una persona ni toda forma de violencia
social son técnicamente atentados contra los derechos humanos.
Pueden ser crímenes, incluso gravísimos, pero si es la mera
obra de particulares no será una violación de los derechos
7
humanos.”

Vale la pena destacar que esta calificación (“violación a los derechos humanos”) se
utiliza en todos los países que han incorporado a su legislación interna el Derecho
Internacional de los Derechos Humanos. Cuando hablamos de tratados internacionales
hacemos referencia a pactos entre gobiernos. Es en este sentido que destacamos que
los sujetos obligados por los pactos internacionales de derechos humanos son los
Estados, no las personas ni organizaciones privadas. Resulta pertinente avanzar en este
punto respecto de los aspectos centrales de los marcos e instrumentos jurídicos
internacionales. El marco internacional de los Derechos Humanos establece obligaciones
y deberes que los Estados deben respetar. Al firmar y ratificar los distintos instrumentos
internacionales, los Estados asumen las obligaciones y los deberes, en virtud del derecho
internacional, de respetar (abstenerse de interferir o limitar el disfrute de los derechos
humanos, sea por acción u omisión), proteger (impedir todo tipo de abusos y violaciones
de los derechos humanos) y garantizar (adoptar medidas de todo tipo tendientes a
promover y asegurar el ejercicio de los derechos humanos) los derechos humanos.

En este contexto, cuando por conductas imputables al Estado –es decir relativas a la
acción u omisión de sus agentes, realizadas al amparo de su carácter oficial, aún si
actúan fuera de los límites de su competencia– se violan derechos fundamentales y no

7 Nikken, Pedro, 1994. “El concepto de Derechos Humanos”, en: VVAA, Estudios Básicos de Derechos Humanos, T.I, San José, C.R., IIDH, Pp. 27-28.

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se garantizan las medidas adecuadas de protección (por ineficacia, imposibilidad o
retardo), las personas pueden interponer acciones ante órganos internacionales. Este
tipo de recurso supone que, en el caso de que el sistema jurídico nacional no brinde
recursos judiciales efectivos a las víctimas, puedan ponerse en funcionamiento los
mecanismos de protección internacional. Ampliaremos este tema en la Clase 2 del
próximo módulo.

El Principio de Igualdad y las luchas contra todas las formas de discriminación

Cuando hablamos de discriminación hacemos referencia a un amplio conjunto de


prácticas sociales, acciones y procedimientos que, sobre la base de la asignación de
atributos estereotipados, tienen como resultado menoscabar, restringir o anular la
capacidad de las personas para poner en práctica y gozar plenamente de sus derechos.
Estas prácticas incluyen desde la difusión de estereotipos hasta el hostigamiento y
maltrato de personas, incluyendo el establecimiento de distinciones jurídicas.

Entre los presupuestos sobre los que se asientan las prácticas sociales
discriminatorias podemos dar cuenta de la vigencia de nociones que postulan la valencia
diferencial de las personas (basadas en conjuntos cambiantes de atributos, socio-
históricamente delimitados) y que tienen como presupuesto la consideración de que
todos los seres humanos no son igualmente dignos. Asimismo, encontramos creencias
que presuponen la existencia de una correspondencia entre una determinada sociedad
humana y un conjunto poblacional definido por un cierto conjunto de características,
sean estas simbólicas, aspectuales o de otro tipo. Desde esta perspectiva, la
encarnación, portación y/o exhibición de estas características resultaría un criterio
básico para delimitar la pertenencia a esa determinada sociedad, estableciendo un
'nosotros' en contraposición a unos 'otros' que resultan caracterizados de acuerdo a
otros aspectos, generalmente negativos. Esta idea de comunidad se construye sobre un
presupuesto y una pretensión de homogeneidad (biológica y/o social) que no responde
(ni podría responder) a la realidad y diversidad del género humano. En la mayoría de los
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casos, lo que encontramos son sociedades que, sobre la base de esta pretendida
homogeneidad, segmentan a su población distribuyendo prerrogativas a quienes
ostentan caracteres considerados positivos y negando derechos a quienes no lo hacen.

En este sentido, como hemos visto, el paradigma de los derechos humanos nos
habilita la reflexión respecto del carácter constitutivamente no homogéneo de cualquier
sociedad y comunidad humana. Desde una perspectiva de este tipo las diferencias entre
las personas no son vistas como rasgos salientes de una pretendida homogeneidad de
base sino como elementos constitutivos de lo humano. Por tanto, sobre la base del
abandono de las representaciones binarias en relación a la pertenencia comunitaria
(‘nosotros - los otros’), el paradigma de los derechos humanos sienta las bases para
desarmar matrices discriminatorias basadas en estereotipos identitarios esencialistas.

De forma similar, podemos decir que la vigencia de prácticas sociales


discriminatorias da cuenta de la existencia de matrices que, para cada momento socio-
histórico, regulan los intercambios e interacciones entre las personas. Estas matrices
operan sobre la base de la reproducción de estereotipos, a la vez que habilitan
construcciones de sentido respecto de los roles socialmente asignados y las expectativas
vitales de las personas. Los estereotipos son imágenes, ideas o referencias de contenido
reduccionista que resultan comúnmente aceptadas en el seno de las sociedades sobre la
base de la naturalización de los contenidos transmitidos. Estas referencias proponen
pautas de identificación y caracterización para distintos grupos de personas
(generalmente sobre la base de caracteres atribuidos y asociados a valoraciones
negativas), reduciendo la complejidad social a un aspecto saliente vinculado a prejuicios
y “lugares comunes”. Los estereotipos son el resultado de una selección de predicados
posibles que, por fuerza de la costumbre y de las representaciones dominantes de la
cultura, termina instalándose como la forma natural de pensar.

En este contexto debemos tener presente que tanto las costumbres (hábitos,
tradiciones, rituales, etc.) como las instituciones sociales (familias, organizaciones

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sociales, órganos estatales) vehiculizan y reproducen estos patrones de interacción
social. Asimismo, sobre estas bases se sustenta la reproducción de las relaciones de
dominación vigentes para una sociedad. En este sentido, podemos decir que estas
instituciones pueden contribuir a afirmar o a contrarrestar los procesos discriminatorios
que se dan en cada sociedad. Desde el siglo XVIII, con la conformación de los Estados-
nacionales, podemos dar cuenta de un despliegue de la idea de homogeneidad que ha
sido en gran medida responsable de la configuración de las matrices discriminatorias
actualmente vigentes.

En este contexto, hablamos de construcciones ideológicas para hacer referencia a


estas formas sutiles de construcción de relatos y representaciones que hacen que las
personas interpreten su propia realidad de manera fragmentaria8. Esta construcción
(elaboración o reelaboración) de representaciones fragmentarias se vincula de forma
directa con las prácticas discriminatorias. Estas construcciones tienen una larga vigencia
y es a través de ciertas instituciones que estas representaciones – puestas en
funcionamiento a través de un conjunto de discursos y tópicos discursivos dominantes–
permean, se naturalizan y se perpetúan en el seno de una sociedad. La internalización
progresiva de conductas, significados y representaciones respecto de los roles
socialmente asignados tiene como resultado la reproducción de diferencias de trato
entre las personas, ya sea entre varones y mujeres, entre ciudadanos y no ciudadanos o
entre las muchas dicotomías discriminatorias posibles. Estas prácticas se asientan en
pautas sutiles, micro-prácticas, que analizadas desde una perspectiva macro pueden
adquirir sentidos que los propios actores y actoras desconocen o no alcanzan a valorar
en su justa medida.

Desde el paradigma de los derechos humanos, una de las premisas para pensar la
vigencia actual del principio de igualdad y la lucha contra todas las formas de

8 Al hablar de discursos socialmente dominantes (o hegemónicos) hacemos referencia a un amplio conjunto de significados que circulan a nivel de la sociedad, sin
desconocer que existen otros discursos posibles y efectivamente circulantes. Una prevención que debemos tener en nuestro análisis es que, en la mayoría de los
casos, no se trata de discursos construidos con la direccionalidad y finalidad explícitas de perpetuar prácticas sociales discriminatorias. Esto es lo que Rita Segato
llama “racismo automático”. Véase, Segato, .Óp. Cit.

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discriminación se asienta en poner en cuestión el reduccionismo implicado en discursos
de este tipo: pensar los derechos humanos implica tener presente que toda identidad se
estructura sobre la base de una multiplicidad de variables. Las pautas discursivas y los
patrones de interacción social permeados por las diversas formas de racismos y
discriminaciones restringen la posibilidad de pensar en términos de identidades
múltiples, donde la conformación identitaria de las personas se vincula a diversos
campos de experiencia, sean políticas, culturales, sociales u otras.

Volviendo sobre las citas con las que comenzamos el módulo, vemos que pensar la
igualdad requiere siempre pensarla en el marco de la comunidad, ya que es la
comunidad la que nos permite dar sentido, contenido y alcance a aquello que
entendemos por igualdad. El desafío es, entonces, pensar y desarrollar el principio de
igualdad ante las condiciones actuales de cada comunidad. Asimismo, resulta de
importancia notar que es sobre esta base que el “derecho a tener derechos” – planteado
por Arendt y retomado por Lechner, entre otros– deviene tanto una máxima para
orientar la intersubjetividad (esto es, que toda instancia de interacción plena requiere
del reconocimiento de nuestro/a interlocutor/a como par) como un requisito de
configuración de lo social, en la medida en que la pertenencia comunitaria es la que
hace posible la protección de todas las personas o grupo de personas frente a la
posibilidad de ser colocado/as en condición de inferioridad y/o discriminación.

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