Identidad de Hijo de Dios ¿Qué Significa Ser Un Hijo de Dios?
Identidad de Hijo de Dios ¿Qué Significa Ser Un Hijo de Dios?
Identidad de Hijo de Dios ¿Qué Significa Ser Un Hijo de Dios?
La primera identidad que cualquier creyente debe tener es que son hijos e hijas de Dios. Cuando
recibimos a Jesús como nuestro Salvador nos es dado el privilegio de ser hijos de Dios.
Tenemos que creer que somos hijos de Dios. No le permita al enemigo mentirle diciéndole que
usted no es lo suficientemente bueno para ser un hijo o hija. Sea cual sea el caso, Dios aún le dá la
autoridad de ser llamado Su hijo.
Dios es nuestro Padre celestial. Padre significa fuente de vida, el lugar de origen. Dios es nuestra
fuente, Él es su origen, su provisión y usted tiene que confiar en Él como su fuente de vida porque
Él lo es.
“Porque aunque tengáis diez mil ayos en Cristo, no tendréis muchos padres; pues en Cristo Jesús
yo os engendré por medio del evangelio” – 1 Corintios 4:15
El rol de un padre:
“Engendrar” significa “dar luz a” Pero un padre es más que ser un donador de esperma, se trata
también de invertir tiempo, dinero, recursos, y oración en sus hijos. Es formarlos hasta que
alcancen la madurez. Es alguien que tiene una relación con su hijo. Que le profetiza y moldea su
vida.
La palabra de un padre le dará forma a su destino.
LA SALVACIÓN
Es el mayor beneficio que obtenemos como hijos de Dios, el hijo legítimo y heredero de Dios es
Jesucristo, nosotros somos criaturas que podemos ser herederos si aceptamos recibir a Jesús en
nuestros corazones como nuestro salvador, en el libro de Juan 1. 11.13, se puede apreciar
claramente la oportunidad que el hombre como criatura creada por Dios tiene para poder
convertirse en un hijo adoptado por él:
A lo suyo vino y los suyos no le recibieron. Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su
nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni
de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.
El beneficio de ser hijos de Dios es más trascendental de lo que nos podemos imaginar, y queda
demostrado en:
1. de Juan 3:2, Amados ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de
ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal
como él es.
Esto es una gran bendición, saber que tenemos la esperanza de vernos cara a cara con nuestro
creador.
1. de Pe.1. 5 Que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe para alcanzar la salvación que
está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero.
HEREDEROS Y COHEREDEROS
Y si somos hijos también herederos de Dios y coherederos por medio Cristo, al ser justificados por
medio de la muerte de Jesús en la cruz, pasamos a ser de la familia de Dios y no un siervo bajo la
ley.
Gálatas 4. 4-5. Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envío a su hijo nacido de mujer
y nacido bajo la ley, para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la
adopción de hijos.
Somos hijos de Dios por medio de la fe en Cristo: ya no hay distinción de personas, ni culturas,
para él todos somos sus hijos a quien ama por igual.
Y si somos de Cristo somos linaje de Abraham herederos según la promesa, justificados por fe.
Somos partícipes de la bendición por medio de la fe de Abraham.
Gal.3.8 Y la Escritura previendo que Dios había de justificar por la fe a los gentiles, dio de
antemano la buena nueva a Abraham, diciendo: En ti serán benditas todas las naciones. De modo
que los de la fe son bendecidos con el creyente Abraham. Todos los hijos de la fe somos partícipes
de la bendición dada a Abraham por haberle creido a Dios.
SU ESPÍRITU SANTO
Y por cuanto sois hijos, Dios envío a vuestros corazones el Espíritu del Hijo, el cual clama ¡Abba
Padre! Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de
Cristo. Gal. 4.6-7
Recibimos como herencia su Espíritu Santo, al oír la palabra de verdad, su evangelio de salvación y
creer en Dios, somos sellados con el Espíritu Santo el cual es las arras de nuestra herencia, osea
nuestra garantía para recibir la gran bendición de ser sus hijos y ya no ser esclavos atados al
pecado, ni alejados de Dios, y sin sus bendiciones. Su Espíritu intercede por nosotros ante el padre.
Solo los llamados hijos de Dios, que han aceptado tener una comunión con Dios, pueden ser
partícipes de la obra del Espíritu santo de Dios, la cual se manifiesta siendo:
Consolador:
Juan 14. 16-17 : Y yo rogaré al padre y os dará otro consolador, para que esté con vosotros para
siempre: el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve ni le conoce;
pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros y estará en vosotros.
Quien redarguye:
Juan 16.8. Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio.
Por medio de su Espíritu somos sellados, osea, elegidos, apartados, con mucho valor para él, hasta
el día de la redención, como hijos de Dios eternamente:
Efesios 4.30. Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuistes sellados para el día de la
redención.
Este amor de Dios está por encima de cualquier amor humanamente hablando, y tiene la
capacidad de fortalecernos, guiarnos, impulsarnos y motivarnos.
Juan 3.16. Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que
todo aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna.
Al enviar a su único hijo a morir por nuestros pecados quedó confirmado y demostrado lo grande y
eterno de su amor, que nunca cambia y que permanece fiel.
Amor en el que podemos confiar, Dios como padre nos da el privilegio de que tengamos seguridad
en que no nos dejará caer, así como un niño se siente seguro en brazos de su padre, convencido
de que no lo dejará caer, así Dios desea que nos depositemos en sus manos y que tengamos la
plena seguridad de que él nos sostendrá, y cuando atravesamos por enfermedad poder conocer
un padre sanador, dificultades y angustias para conocer un padre que nos fortalece y nos rescata,
dolor y tristeza para conocer su consuelo, así que es necesario pasar por todas estas circunstancias
de la vida para poder conocer el carácter paternal de nuestro Dios.
Mateo 6. 32 Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro padre celestial sabe que
tenéis necesidad de todas estas cosas.
Filipenses 4. 19. Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria, en
Cristo Jesús.
Estos versículos dejan más que claro que Dios como padre, conoce cada necesidad que tenemos
como humanos, pero la buena noticia es que él las suple, y el remedio para el afán es que
confiemos y descansemos en su cuidado paternal.
PEDIR CON LA CERTEZA DE RECIBIR
Sal. 2. 7-8 “Yo publicaré el decreto, Jehová me ha dicho: Mi hijo eres tú; Yo te engendré hoy,
pídeme y te daré por herencia las naciones, y como posesión tuya los confines de la tierra”.
Darnos por herencia las naciones y como posesión, los confines de la tierra; esto simboliza todo lo
que Dios como padre tiene dispuesto para sus hijos, solo demanda que le creamos y le tengamos
la confianza de pedirle.
Apocalipsis. 21. 7, El que venciere heredará todas las cosas, y yo seré su Dios, y él será mi hijo.
Vencer al pecado y a la tentación, para heredar como hijos la gran bendición que nos tiene
preparada nuestro padre celestial:
1 Pedro 1.4, Para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los
cielos para vosotros.
¿Cuáles son las responsabilidades que deberes del creyente con la iglesia?
1.-El bautismo en agua lo constituye miembro de la iglesia local. “Así que, los
que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas.”
(Hecho 2:41).
2. Traer los diezmos al alfolí, que es la iglesia local. “Traed todos los diezmos al
alfolí y haya alimento en mi casa; y probadme ahora esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os
abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde.”
(Malaquías 3:10)..
Cuando leemos esta porción nos lleva a entender que Dios desde la eternidad, antes que Dios
fundara el mundo ya se había fijado en nosotros, Él veía nuestra maldad y toda nuestra
corrupción, y precisamente esto hace que la gracia mostrada para con nosotros brille con más
fuerza.
A pesar de nuestro pecado Dios decidió ver a su Hijo Jesucristo quien moriría en la cruz y luego
resucitaría, para que todos aquellos que Él escogió por medio de este sacrificio nuestra maldad
fuese alejada (Salmo103:12) y así por medio de este sacrificio fuésemos justificados. Debemos
entender que sin en este sacrifico era imposible ser adoptados como hijos suyos
Entender esto nos debe llevar a comprender que no somos hijos por nuestras habilidades, moral o
algo especial en nosotros, fue antes de que existiésemos; pero también esto nos debe guiar a
mostrar gracia por todos nuestros hermanos que de igual forma han sido adoptados, ya que todos
somos imperfectos y sin merecer gozamos de pertenecer a la familia de la fe debemos procurar
que los demás también disfruten de esta gran familia; Además debemos ser impulsados a llevar el
evangelio a otras personas para que nuestra gran familia siga creciendo y así honremos a nuestro
Padre que nos adoptó.
Sin duda entender nuestra adopción tiene grandes implicaciones para nuestra vida diaria,
glorifiquemos a nuestro Padre viviendo como hijos.
Cuando una persona nace físicamente, hereda la naturaleza de pecado como resultado de la
desobediencia de Adán en el Jardín del Edén. Nadie tiene que enseñar a un niño a pecar. Él por
naturaleza sigue sus propios deseos erróneos, que lo conducen a pecados tales como mentir,
robar y odiar. En lugar de ser un hijo de Dios, él es un hijo de ira y desobediencia.
“Y Él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, en los cuales
anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la
potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, entre los cuales
también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la
voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los
demás” (Efesios 2:1-3).
Como hijos de ira, merecemos estar separados de Dios en el infierno. Afortunadamente, Efesios
2:4-5 dice “Pero Dios, que es rico en misericordia, por Su gran amor con que nos amó, aun estando
nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos)” (Efesios
2:4-5).
¿Cómo somos vivificados con Cristo / nacidos de nuevo / hechos hijos de Dios? ¡Debemos recibir a
Jesús por fe!
“Recibir a Jesús”
“Mas a todos los que le recibieron (a Jesús), a los que creen en Su nombre, les dio potestad de ser
hechos hijos de Dios” (Juan 1:12). Este pasaje explica claramente cómo convertirnos en hijos de
Dios. Debemos recibir a Jesús mediante la fe en Él. ¿Qué debemos creer acerca de Jesús?
Primero, el hijo de Dios debe reconocer que Jesús es el eterno Hijo de Dios quien se hizo hombre.
Nació de la virgen María, por el poder del Espíritu Santo. Jesús no heredó la naturaleza
pecaminosa de Adán. Por esto, Él es llamado el segundo Adán (1 Corintios 15:22). Mientras que la
desobediencia de Adán trajo la maldición del pecado sobre el mundo, la vida perfecta de
Jesucristo trae una bendición. Nuestra respuesta a esto debe ser el arrepentimiento (volvernos del
pecado) y el buscar el perdón en Cristo.
Segundo, el hijo de Dios debe tener fe en Jesús como el Salvador. El plan de Dios era sacrificar a Su
perfecto Hijo en la cruz, para pagar el castigo que merecemos por nuestros pecados: la muerte. La
muerte de Cristo libra del castigo y del poder del pecado a aquellos que lo reciben (Romanos
4:25).
Finalmente, el hijo de Dios debe seguir a Jesús como el Señor. Después de que Cristo resucitó
victorioso sobre el pecado y la muerte, Dios le confirió toda autoridad (Efesios 1:20-23). Jesús guía
a aquellos que lo reciben; Él juzgará a todos los que lo rechacen (Hechos 10:42). Por la gracia de
Dios, nacemos de nuevo a una vida nueva como hijos de Dios. Solo aquellos que reciben a Jesús –
no los que apenas saben de Él, sino los que confían en Él para salvación, se someten a Él como su
Amo y Señor, y lo aman como el supremo tesoro – son hechos hijos de Dios.
Un hijo crece para parecerse a sus padres. De manera similar, Dios quiere que Sus hijos se vuelvan
más y más como Jesucristo. Aunque solo en el cielo podremos ser perfectos, un hijo de Dios no
pecará habitualmente y sin arrepentirse. “Hijitos, nadie os engañe; el que hace justicia es justo,
como Él es justo. El que practica el pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el principio.
Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo. Todo aquel que es nacido de
Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar,
porque es nacido de Dios. En esto se manifiestan los hijos de Dios, y los hijos del diablo: todo aquel
que no hace justicia, y que no ama a su hermano, no es de Dios” (1 Juan 3:7-10).
No nos equivoquemos, un hijo de Dios no puede ser “repudiado” por pecar. Pero alguien que
“practica” el pecado (por ej. que consistentemente disfruta el pecar sin hacer caso de seguir a
Cristo y Su Palabra), revela que nunca ha nacido de nuevo. Jesús dice de tal gente, “Vosotros sois
de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer” (Juan 8:44). Por otra
parte, a los hijos de Dios ya no les atrae la gratificación del pecado, sino el deseo de conocer,
amar, y glorificar a su Padre.
La recompensa de ser hechos hijos de Dios es inmensurable. Como hijos de Dios, formamos parte
de Su familia (la iglesia), tenemos prometido un hogar en el cielo, y nos es dado el derecho de
aproximarnos a Dios en oración (Efesios 2:19; 1 Pedro 1:3-6; Romanos 8:15).
Responde al llamado de Dios a arrepentirte del pecado y a creer en Cristo. ¡Conviértete en un hijo
de Dios hoy mismo!