Miedo A Hablar en Público

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HABLAR EN PÚBLICO EN EL S.

XXI

Hace años, los discursos públicos estaban reservados a los grandes oradores. Poca gente
estudiaba o practicaba el arte de hablar en público.
Hoy en día, no es así.
En un mundo donde todo está conectado y el intercambio de información es una de las claves del
éxito, a muchos de nosotros se nos presentan con frecuencia situaciones que exigen nuestra
habilidad oratoria: presentar las conclusiones de un estudio en nuestra empresa, divulgar una
información ante un auditorio, convencer a un grupo de inversores para que apoyen tu start-up,
hablar en una reunión de vecinos, presentar un proyecto en clase, etc.
¿Sufres con sólo leer y proyectar mentalmente estas situaciones? No te preocupes, es un
fenómeno común.
De hecho, está tan generalizado que hasta tiene un nombre técnico: glosofobia.( Miedo a hablar en
público
No sería extraño que, en unos años, la industria farmacéutica nos ofrezca una píldora que nos
convierta en súper-oradores-sin-miedo y no haga falta aprender cómo hablar bien. Pero hasta que
eso pase, tendrás que solucionarlo de otra manera.
Para conocer las soluciones primero sepamos de dónde proviene el problema.

¿De dónde viene el miedo a hablar en público?


El fenómeno del pánico escénico se explica a menudo por dos grandes teorías.
La más aceptada defiende que ese miedo se ha ido creando desde la infancia con experiencias
que han provocado que veamos el hablar en público como algo peligroso. Estas experiencias
generan creencias que son las que te transportan a ese estado de miedo cuando se presenta una
experiencia similar.
Imagina a Jorge, un niño de 7 años que, a petición del profesor, sale delante de toda su clase a
explicarles a sus compañeros en qué han consistido sus vacaciones. Durante su exposición el niño
comete varios “errores”: se equivoca en la formación de un tiempo verbal, falla en la dicción de una
palabra, explica alguna intimidad parental que hace reír al profesor, etc. En una sociedad donde el
fracaso está tremendamente penalizado, estos “errores” provocan en sus compañeros risas y
burlas y Jorge experimenta una sensación de vergüenza lo que acarrea un dolor emocional.
Su cerebro almacena en el subconsciente un mensaje simple:
“Salir a hablar en público = dolor”
Para algunas personas, una sola experiencia de este tipo puede conducir a la ansiedad y el
nerviosismo ante una eventual experiencia similar. Para otras, harán falta más experiencias
parecidas que refuercen la primera para que su subconsciente las asocie con “dolor”.
Varios estudios (como el de los psicólogos Stein, Walker y Forde o el de Hofmann, Ehlers y Roth)
demuestran que las personas suelen adquirir este miedo en la adolescencia siendo la edad media
13 años.
La segunda explicación va más allá de lo racional y sitúa el nacimiento de este miedo en nuestra
parte del cerebro más primitiva. A la que el gran Emilio Duró llama “la reptiliana”.
El estar sólo, enfrente de una multitud, le da al cerebro una señal de peligro: “Hay 100 individuos
delante, como se cabreen puedo pasar las de Caín. Alarma, alarma, ¡mi supervivencia está en
peligro!”
Ese temor proviene de una parte no lógica de nuestras mentes. Todos sabemos que nuestra
audiencia no nos va a lanzar flechas si pronunciamos mal una palabra ni nos dará un hachazo por
quedarnos en blanco unos segundos, pero, aun así, sin haber un peligro real, parte de nuestra
mente lo percibe como tal.
Así que ya sea por experiencias de nuestra niñez, por el instinto de supervivencia de nuestro
cerebro primitivo o por una mezcla de ambos, el simple hecho de ponernos delante de un grupo de
personas para divulgar un mensaje, hace que aparezca la fobia a hablar en público.

Síntomas del miedo escénico


Si no lo has sufrido nunca no te creas que esto es una broma o una de esas nuevas enfermedades
diagnosticadas para vender más medicamentos.
No, esto es real y afecta a tu cuerpo y a tu mente.
Los síntomas se engloban en varias áreas:
Afecta al sistema cognitivo reduciendo la capacidad de recordar datos, la capacidad de
concentrarse y la de generar nuevos pensamientos. Esto es de lo que hablaba mi desconocido
George Jessel.
Influye en el sistema autónomo aumentado el ritmo cardíaco, la tensión de los músculos,
produciendo el efecto “boca seca” y haciendo que te sonrojes.
También debilita el sistema motor haciendo que tu voz vibre o se quiebre y que tus manos
tiemblen como si estuvieses viendo una peli de miedo.
Hablo en serio cuando digo que no es una broma. Es real y si te toca sufrirlo, jodido.
Ahora ya sabemos qué es lo que nos pasa y por qué nos pasa. Es el momento de hablar de las
soluciones.

Cómo perder el miedo a hablar en público

Empieza haciéndote esta pregunta:

¿Cuál es tu mayor miedo cuando sales a hablar en público?


Hacer el ridículo.
Existen sub-categorías dentro de esta categoría (no dar la talla, quedarte en blanco, no saber lo
suficiente, etc.) aunque el miedo subyacente es siempre el mismo.
¿Cómo percibes que podrías hacer el ridículo?
 Miedo a olvidar parte del discurso.
 Miedo a cometer algún error de dicción.
 Miedo a no saber contestar posibles preguntas.
Es normal. Estás en un contexto de evaluación, probablemente fuera de tu zona de confort y tu
cuerpo y tu mente están juntos, sentados en una sala buscando excusas para volver a terreno
conocido. No les culpes, ellos miran por tu bien.
Pero son cortoplacistas. Sí, rajarte y no salir te evitará pasar un mal rato. ¿Pero cómo afectará a tu
futuro profesional y personal?
I know.
Entonces, ¿cómo vencer el miedo?

5 tips para hablar en público sin nervios

1- Prepárate
En mis cursos de oratoria siempre reparto tarjetas de visita a los participantes. Tengo varias
distintas.
Y es que si me preguntas cuál es la mejora técnica para hablar en público sin nervios te diría:
“estar preparado”.
Sé que te gustaría oír algo que cueste menos. Una pastilla, un abracadabra o un baile de lluvia
pero no hay un ascensor para el éxito. Hay que coger las escaleras.
Como casi todo en la vida, cuánto más preparado estés para algo, menos posibilidades tienes de
“fracasar”.

Piensa en lo nervioso que estabas ese día que estudiaste así así para el examen y compáralo con
aquél otro que te lo sabías tan bien que ni siquiera abriste el libro el último día.
Si fuiste tan mal alumno que nunca pasó eso imagínate a ti mismo haciendo algo que se te da
realmente mal delante de mucha gente. Tal vez, ¿bailar? ¿Cantar en un karaoke? ¿Dibujar un
perro?
Ahora imagínate haciendo algo que se te da realmente bien. Algo de lo que puedas fardar. ¿Notas
la diferencia?
Cuando tu cerebro percibe que las posibilidades de fallar son pocas, ¿sabes qué hace?
Se pone cachondo.
Ya no está conspirando con tu cuerpo en aquella habitación. Ahora esta crecido esperando el
beneplácito de de tu audiencia. El miedo escénico se ha evaporado y lo único que queda es
excitación y ganas de salir a darlo todo.
Por eso el aspecto clave es la PREPARACIÓN.
Ensaya tu discurso antes de darlo.
Ensaya delante del espejo, delante de amigos, delante de tu pareja o en el coche.
Ensaya solo, con tus padres, con tu amante, con tu jefe, con tus compañeros o con la de la
panadería.
Ensaya, ensaya, ensaya.
Tienes muchísimas oportunidades diarias para hacerlo así que no quiero excusas.
Una buena medida es imponerse haber practicado un discurso 25 veces antes de darlo. Y mejor
aún es superar ese número.
Practica hasta que te aburras.
Cuando llegues a pensar: “Me lo sé. ¡Estoy preparado!”, en ese momento es cuando sólo te
quedarán media docena de prácticas más.

Un ejercicio interesante es pensar también en las posibles preguntas que podría hacer el público y
avanzar unas respuestas. Te servirá para poder ofrecer unas “improvisaciones” de alto nivel.
Mark Twain dijo una vez: “Se tardan tres semanas en preparar un buen discurso improvisado”.
A Mark Twain sí que lo conocía antes de escribir esto.
¿Qué crees que le gustaría saber a la gente? ¿Qué podría preguntar alguien que quiera demostrar
que sabe igual o más que tú? ¿Usas algún tecnicismo que puede hacer que alguien del público se
pierda?
Piensa en todas esas cosas y prepárate para responderlas.
Recuerda que cuanto más sepas del tema, menos miedo tendrás a hacer el ridículo pues tu
percepción es que habrá poca gente que sepa más que tú.

Por cierto, si te encuentras alguien enfadado o colérico en el público que te hace preguntas
malintencionadas, NO entres en debate directo. Desvía esas intervenciones con un
educado: “Parece que tenemos distintos puntos de vista sobre el asunto. Creo que no es el sitio
adecuado para prolongar nuestro debate, pero estaré encantado de hacerlo en privado si a usted
le apetece”.
Estilo + educación = Poder.

2- Respira
Vamos no me jodas Nacho. ¿Me vas a decir que lo mejor para vencer el miedo a hablar en público
es respirar?
No, lo mejor es prepararse. Respirar es lo segundo mejor.
Cuando uno está nervioso tiende a hacer respiraciones cortas y superficiales lo que no oxigena
lo suficiente la sangre.
Lo más normal es que esto te suceda, pero no te des cuenta. Estás respirando como si estuvieses
acompañado en la cama, pero estás sentado en una butaca esperando a que digan tu nombre.
¿Mi sugerencia?
Respira hondo.
¿Cómo?
Aguanta la respiración. Eso sí lo sabrás hacer, ¿no?
Aguántala hasta que no puedas más y luego expulsa el aire lentamente. Intenta que esa expiración
dure más de diez segundos. Repítelo un mínimo de tres veces para conseguir que tu respiración
vuelva a un ritmo normal.
Con la respiración se debería mover tu abdomen, no tu tórax. Practícalo.
Hacer respiraciones largas es una de las mejores opciones para hablar correctamente y sin
nervios. Además, no necesitas receta y es gratis.

3- Bebe agua
Esta no es gratis, pero por treinta céntimos lo tienes solucionado.
Bebe agua antes de de salir ante la audiencia y, si puedes, hazlo también durante tu discurso.
Funciona.
Algunos relacionan este suceso con la segunda teoría sobre la creación de la gloso fobia que
expuse al principio.
Si nuestro cerebro “detecta” que estamos bebiendo agua, automáticamente desinhibe la sensación
de peligro. ¿Cómo íbamos a pararnos a beber agua teniendo delante a 100 personas dispuestas a
atacarnos y cocinarnos? ¿No estaríamos pensando en salir por patas?
No hay pruebas sobre ello así que no te diré que sucede por eso. Pero suceder, sucede.
Otra posible lectura es que cambiar de actividad provoca un cambio de estado. Ponernos a hacer
otra cosa que requiera nuestra atención aparta los pensamientos de angustia y el nerviosismo que
nos provocaba estar pensando en nuestra intervención. Y eso sirve para cualquier otra actividad.
Beber agua, además de combatir los nervios, es una buena solución contra el “bocasequismo”
propio de las intervenciones en público.
Sea cual sea la razón que más te convenza, bebe agua. Si lo haces y no te funciona te devuelvo el
dinero de la botella.

4- Adopta poses de poder


En todo momento tenemos una postura determinada: Por ejemplo, ahora mismo yo estoy sentado,
con las piernas cruzadas, la espalda no demasiado recta y mis antebrazos apoyados en la mesa
mientras escribo. Tú puedes estar leyendo esto sentado desde el sofá de tu casa, de pie en el tren
o, si eres muy afortunado, tumbado en la playa.
Aunque creamos que son nuestras emociones las que nos hacen estar de una manera u otra,
varios estudios (como el de Amy Cuddy y su socia) demuestran que el estar de una manera u
otra también influye en nuestra conducta.
¿Crees que no puedes provocarte intencionadamente estados de ánimo? Prueba esto:
Mira al suelo, encoge tu cuerpo, piensa en algo lúgubre. Mantelo unos segundos. ¿Cómo te
sientes? Apuesto a que no es tu mejor estado.
Ahora haz lo contrario.
Ríete fuerte (si estás leyendo esto desde la oficina córtate un poco), mira hacia arriba, abre los
brazos, recuéstate sobre tu silla como si fueras tu jefe. Ahora dime, ¿Te sientes igual que antes?
Lo imaginaba.
Nuestro cuerpo tiene la habilidad de guiar nuestro estado de ánimo y nosotros tenemos la
capacidad de guiar a nuestro cuerpo.
Los minutos previos a dar un discurso adopta posturas de poder. ¿Que cuáles son? Pues manos
entrelazadas detrás de la cabeza, brazos extendidos hacia los lados, piernas cruzadas encima de
la mesa…. En general cualquier cosa que le hayas visto hacer a Gordon Geckko.
Aplicar estas sencillas posturas ha demostrado subir los niveles de testosterona y bajar los de
cortisol lo que tiene un impacto brutal en nuestra confianza.

5- Haz ejercicio
Una de las recomendaciones para hablar en público que acostumbro a hacer es el ejercicio físico.
Puedes hacerlo por la mañana y te irá bien, pero de lo que te hablo ahora es de hacer algo de
ejercicio (10 flexiones, 10 abdominales, 10 dominadas) en los minutos previos a tu ponencia.
El ejercicio físico libera endorfinas y te permite afrontar mucho mejor el estrés.
Además, cuando estás sufriendo en la sexta flexión, tu mente se ha olvidado por completo de esos
nervios al hablar en público. Ahora toca aguantar todo tu peso, ya tendrá tiempo de preocuparse
después.
¿Has hecho natación alguna vez? ¿Has salido a correr? ¿Has jugado un partido de fútbol, de
básquet o de pádel?
¿Te has dado cuenta en qué estás pensando mientras juegas?
En nada.
No le das vueltas a las cosas, no piensas en tus problemas ni en lo que hay de cenar esa noche.
Simplemente juegas.
Ese es el poder del ejercicio físico. Aprovéchalo y conviértelo en tu aliado para vencer el miedo
escénico.
Espero de verdad que alguno de estos ejercicios para hablar mejor en público y hacerlo sin nervios
te sea útil y que cuando vuelvas a oír ese cóctel de oratoria, escenario y público seguido de tu
nombre seas capaz de cambiar esos nervios traicioneros por una sonrisa de confianza. (Nacho
Tellez)

Confrontar documento con la película “EL DISCURSO DEL REY “


(Buscar en you tube - Audio Latino)

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