Melodrama
Melodrama
Melodrama
A) Más allá del olvido (Hugo del Carril, 1956), melodrama de la conciencia;
María Candelaria (Emilio Fernandez, 1944), indigenismo, catolicismo y
representación.
DEL RESUMEN
Link lee el género como algo que encarna una verdad o una pregunta social.
Los géneros resumen una idea que está en la sociedad. El melodrama puede
ser resumido en: sin el o ella me muero, desde la perspectiva del castrado.
Recibe del teatro la pasión y los problemas familiares y del relato popular el
embrollo narrativo y las pruebas sucesivas. Una historia de amor trágica y una
historia con drama familiar. En el melodrama, si cae el amor cae el sentido total
de la existencia.
Cuenta las pasiones de los cuerpos, pero desde la castración, no hay
concreción. La castración es transitiva y extensiva, se la van pasando entre los
personajes. La imposibilidad de realizar el deseo es la castración y que me
hace vivir esa castración en la totalidad de la existencia.
La hipótesis central =
el melodrama de la mujer desconocida deriva de las comedias de rematrimonio
y el mecanismo de derivación es el rechazo de las características de las
comedias por parte de los melodramas. Ambos géneros toman su energía de la
historia de la mujer, de su poder y de su proceso de crear y deshacer. Ambos
se preguntan:¿qué es lo que la mujer quiere conocer ?¿cómo quiere ser
conocida?
1. El signo de la virtud
El momento de sorpresa en el melodrama es ese instante en que la moral se
impone y se hace reconocer.
La característica moral que hace posible una conducta tan ejemplar es la
generosidad heroica: es esta nobleza de alma, este conocimiento y este
cumplimiento de sí los que permiten al héroe triunfar moralmente sobre las
ambiciones mundanas y los cálculos mezquinos.
Si el término “melodrama” nos hace pensar en principio en un drama
apasionante y espectacular de la inocencia perseguida y de la virtud triunfante,
importan comprender que en los ejemplos “clásicos” del género, el conflicto y
la estructura no apuntan únicamente al “suspenso”; las peripecias y los golpes
de teatro no son extrínsecos a las apuestas morales tales como el melodrama
las concibe. Bien al contrario, esta obra y el melodrama en general, no solo se
sirve de la virtud perseguida como resorte de su dramaturgia, pero tiende a
volverse la dramaturgia de la virtud desvalorizada y finalmente reconocida. Su
tema mismo es la virtud que se destaca, se manifiesta para ser saludada, el
drama de un reconocimiento. ... La recompensa de la virtud [al final de la obra
de Pixérécourt]... no es más que una manifestación secundaria del
reconocimiento de la virtud. Esta distinción puede ayudarnos a comprender el
verdadero propósito del melodrama. Sería interpretar mal las pruebas de la
virtud sitiada si solo se viera allí una lucha para salvar la virtud de la
persecución y obtener una recompensa que repare las desgracias
padecidas. ... La articulación de los mensajes del melodrama en un tal lenguaje
de signos nos indica hasta qué punto las ocultaciones y los rechazos reiterados
del mensaje, la necesidad de aclararlo y de acordarlo de modo repetido, no son
sólo los instrumentos del melodrama: constituyen su tema mismo. Los medios
de expresión del melodrama son todos predicados de este tema: corresponden
todos a la lucha por el reconocimiento del signo de la virtud y de la inocencia.
El repertorio de los procedimientos retóricos y dramáticos, los decorados y los
estilos del juego concurren todos a poner en escena las pruebas y la victoria
final del signo.
2. Estructuras de lo maniqueo
En el melodrama “clásico” la obra se abre con la presentación de la virtud y de
la inocencia... Y sin embargo, de manera característica... los títulos de las obras
de melodrama... hacen alusión a misterios o a ambigüedades que rondan el
mundo, a enigmas irresueltos. Y entonces, rápidamente, surge una amenaza:
una situación –y lo más a menudo una persona- que pondrá en causa la
supervivencia misma de la inocencia y de la virtud, velará su identidad y
desencadenará el combate por el reconocimiento. Por esa ruta, en ese espacio,
un malvado, el perseguidor de la inocencia, va a deslizarse ya sea bajo la
máscara de la amistad (o del amor) ya sea simplemente como un intruso. El
intruso puede ser expulsado provisoriamente, pero volverá triunfante porque la
virtud aun no ha establecido completamente la prueba de su signo ni resuelto
los enigmas iniciales.
La violación y la expoliación del espacio de la inocencia representan de manera
reiterada el dilema al que la inocencia debe hacer frente. Expulsada de su
dominio natural, su identidad puesta en cuestión por signos engañosos, debe
errar en la aflicción hasta que pueda encontrar
los signos verdaderos que aportarán la prueba de su naturaleza.
Reformulaciones
En el melodrama, la anagnórisis tiene pocas relaciones con un cumplimiento
psicológico [como en las novelas de Dickens o de Balzac]. Se trata mucho más
de reconocimiento, de liberación del desconocimiento, de un puro significante,
el emblema de una identidad establecida. En un universo de signos tan puros,
estamos liberados de una preocupación por su referencia... para no prestar
atención más que al juego de sus relaciones y de su jerarquía. ... El melodrama
promete siempre implícitamente que el universo de referencia –“la vida real”-,
colmará, a condición de mirarla como es necesario, la espera de la imaginación
moral: lo que es común, pequeño y banal se revelará rico de sensaciones, de
pasiones y de peripecias causadas por el juego de fuerzas morales
cósmicas. ... En este sentido, el melodrama responde a la definición de la
sentimentalidad dada por T. S. Eliot: una emoción que excede el “correlato de
objeto” o símbolo que se supone lo encarna. ... Así el modo de existencia del
melodrama debe ser fundamentalmente, radicalmente hiperbólico, el modo de
lo gigantesco, postulado sobre una referencia incierta a un dominio
nouménico. ... Tanto desde el punto de vista psíquico como moral, conviene
definir el melodrama como un género expresionista. Si hemos comenzado por
la estética de la sorpresa, era para proceder de la impresión a la expresión,
para sugerir que lo impresionante, el momento dramático que impacta con
admiración, encarna de modo ejemplar una preocupación omnipresente de la
expresión. El melodrama, podría decirse, es el expresionismo de la imaginación
moral. Una definición tal comienza a señalar la importancia del modo
melodramático en la literatura romántica y posromántica.
B) La cifra impar (Manuel Antin, 1962), el fantástico, la conciencia y el
melodrama estilizado; La pasión según Berenice (Jaime Humberto Hermosillo,
1976), critica del melodrama patriarcal, erotismo e hibridación; Vidas secas
(Nelson Pereira dos Santos, 1963), neorrealismo como crisis de la imagen
acción del melodrama.