Carta Abierta de Rafael Marín en El Nueva Dimensión 141

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PALABRAS, LONGITUDES E HISTORIAS:

CARTA ABIERTA A JAVIER REDAL.


En el «Se escribe» de ND 138 te preguntas, amigo Javier, por qué los
autores de SF españoles no somos capaces de escribir más que relatos
de pocas páginas. En tu calidad de tal, supongo que habrás buscado una
respuesta. Por mi parte, aleccionado por tus palabras, he intentado
también encontrar la solución. Paso a contarte mis reflexiones y mis
penas sobre lo que nos preocupa, que es a fin de cuentas el estado
actual y el futuro de nuestra SF.
¿Por qué los escritores españoles solo rellenamos media docena de
folios? Primera respuesta no computable: No lo sé. Cada autor es un
mundo, y las contradicciones y las manías, la estrechez o amplitud de
miras de cada cual, no pueden dejarse de lado en este balance. Unos
escribimos en un estilo, otros en otro, y la razón de que apenas ninguno
haya llegado a superar esa barrera de las 40.000 palabras tiene por
fuerza que responder a varios factores. Empecemos.
Escribir una novela, por lo pronto, es muy difícil. Supone un trabajo
pleno, una dedicación, y una preparación de la que muchos de nosotros
carecemos. Al redactar una novela hay que calcular personajes,
situaciones, tiempos, actitudes, descripciones. Hay que apuntalar cada
palabra, cada frase. Hay que manejar los elementos del idioma como un
albañil maneja los de la construcción, pieza tras pieza. Una novela, y
menos una novela aceptable, no la puede escribir cualquiera.
Todavia menos, hoy por hoy, en nuestro país y en nuestro género. Al dar
forma literaria a una idea, al desarrollar un argumento en forma de
novela, hay que corregir y repasar, volver atrás cuantas veces sea
necesario, suprimir pasajes, elaborar otros, pulir cada expresión para
que se ajuste lo máximo posible a aquello que pretendemos narrar.
Esto también debe suceder en el cuento, aunque se le conceda menos
importancia. No sé tú, pero yo a veces tengo la impresión de que
muchos de los cuentos que leemos en ND y en los otros pocos sitios de
que disponemos (cuentos de autores españoles, aunque a los foráneos
también les luzca el pelo), han sido escritos a la ligera, sin reflexionar,
amontonando ideas al tuntún y, por supuesto, sin repasar ni corregir, sin
un dominio esencial de la sintaxis. Así que, primera respuesta válida:
Nos falta preparación, eso es indiscutible.
Creo haber leído hace tiempo, también en ND, que preguntabas otra
cuestión fatídica: ¿Los lectores españoles de SF solo leemos SF? Yo la
amplío, la hago todavía más terrible: ¿Los autores españoles de SF
solo leemos SF?
Escribir significa manejar el idioma, trabajar con él. La única forma
medianamente decente de conocer las posibilidades expresivas de
nuestra lengua estriba en leer a los autores españoles (de literatura
general, se entiende). En la SF, nos dedicamos a leer, por ejemplo, a
Asimov, y con esto basta. Asimov, persona a quien respeto, es un
científico y no un literato. Escribe, además, en inglés, en lo que yo llamo
estilo multicopista. O sea, que al influir en los lectores-escritores
hispanos lo hará por fuerza de una manera que por propia definición no
es artística, sino aliteraria, y con el riesgo de que el traductor de turno
no conozca bien ni el inglés ni nuestro idioma. Segunda respuesta válida:
Tenemos que aprender a leer en español, aunque no sea SF. La única
manera de llegar a las 40.000 palabras que apuntas y no repetirnos ni
aburrir al personal consiste en ampliar nuestro léxico, y eso es algo que
no vamos a encontrar precisamente leyendo malas traducciones del
inglés.
Llegamos a la pregunta clave: ¿Quién se anima a publicar una novela de
SF escrita por un españolito de a pie? ¿Quién puede admitirnos en el
mercado? Ahora mismo, en el momento en que tecleo estas letras (y no
es publicidad), llevo escritas trescientas páginas de una novela; supongo
que la extensión total me ocupará más de cuatrocientas (puedes
calcularlo por palabras, no sé si rebasará el número tope). Te hago una
apuesta: Cuando me la rechacen de algún sitio (que lo harán), ¿quieres
ver como no será por causa de su calidad (que creo que la tiene,
modestia aparte), ni por cuestiones de carencia de renombre, sino por su
extensión? El papel, los costes, —me dirán—, los fotolitos, muchacho,
pagarle al linotipista, la imprenta... ¿Quieres verlo?
Ante semejante panorama, ¿qué estúpido se anima a emborronar
trescientas páginas, a consumir tres veces más papel para hacerlo
sabiendo que le va a costar Dios y ayuda encontrar un Lara? Aquí no se
nos publica una novela porque no tenemos hecho un nombre, y no
tenemos hecho un nombre porque no nos publica nadie una novela. Este
argumento, por supuesto, sirve para justificar a más de uno. A mí no me
vale.
El que la pescadilla se muerda la cola no me arredra. Voy a seguir
estrellándome contra esta paradoja. Y sé que no estoy solo.
Alcanzamos el punto crucial: Es casi absurdo escribir historias
medianamente largas en un país donde no hay mercado para publicarlas.
Recapacitemos. Unicamente contamos con un par de editoriales que
-dicen— han tenido pérdidas cada vez que han publicado autores
españoles (Acervo y Martínez Roca, con Gabriel Bermúdez y Joan Trigo),
un puñado de fanzines, dos revistas, y Kandama, un producto a caballo
entre una y otra cosa, un interzine.
Descartadas las editoriales por las razones apuntadas más arriba, nos
queda el resto. Pasemos revista: La batalla desde los fanzines es larga y
mayormente infructuosa. A mí, al menos, no me interesa una guerra de
desgaste desde este medio, que obliga por sus características a
argumentos cortos, auténticas short stories. ¿Revistas? Solamente
tenemos dos: Zikkurath y Nueva Dimensión. La primera, con esa postura
de querer aclararnos constantemente lo que es bueno y lo que es malo
según su gusto (el que no piense como yo es imbécil, parecen sugerir
suspáginas), nos repele a más de un autor, puedo dar fe de ello. Nueva
Dimensión... aquí está, capeando el temporal como puede, y que sea por
mucho tiempo. Kandama, con su estilo nuevadimensionero, como se le
acusa (sì yo fuera Barceló lo tomaría como un halago), puede ser el
futuro del género, tiempo al tiempo.
A lo que ibamos: ND se convierte en el punto de mira de los autores
hispanos: ¿Y qué puede un aspirante a escritor enviar? Cuentos, relatos
cortos. Si alguien es más atrevido y envía una novela, como ha hecho
recientemente mi paisano y sin embargo amigo Angel Torres, se le tiene
que publicar en dos partes y el público, que naturalmente no es tonto y
pretende relatos en una revista de relatos y novelas en libros
independientes, protesta. Tercera respuesta válida: No tenemos sitio.
Cada argumento, por otra parte, debe tener su espacio y su tiempo.
Eso de ampliar una gag-story yo no lo veo, no lo comprendo. Un cuento
es un cuento y una novela algo muy distinto, más que un simple guión
alargado. Cuarta respuesta válida: No todas las ideas son ampliables.
Suma a todo este desbarajuste la cantidad de escritores o aspirantes a
tales que estamos aflorando por el país, creando una especie de mini-
boom de compadreo que cuenta con todo menos con un servicio
editorial, y llegarás a la conclusión (y la experiencia, tú lo sabes) de que
tenemos que hacer pasillos, turnarnos unos a otros en las páginas de
Kandama o ND, porque lo que no sería justo es que unos cuantos
coparan el mercado. La solución a base de seudónimos que propone el
señor Toyos (sobre cuya carta en ND 136 habría mucho que discutir) me
parece injusta con respecto a los demás compañeros de fatigas. Me
parece competencia desleal, juego sucio. Yo, personalmente, no
entiendo mi labor en la literatura como una lucha de unos contra otros
para ver quién llega primero (¿llegar adónde?). Seré un estúpido, pero no
lo veo así. Un grano no hace granero. Si la SF llega alguna vez a ser algo
en este país, debe ser por el trabajo de todos juntos, no por las
ambiciones de verse publicado de cada uno.
La odisea del autor español. Lo tenemos todo en contra y encima no
cobramos. Resulta gracioso desde esta perspectiva, pero si a los
autores extranjeros se les lee, a nosotros se nos destroza, se nos
devora. Nos tratan como si fuéramos profesionales cuando todo lo más
somos alumnillos aventajados. Me debatí entre la risa y la pena cuando
en su citada carta el señor Toyos se consideraba «un profesional de la
SF».
¿Escribiendo media docena de relatos cortos? ¿Sin haber cobrado un
duro? Reconozcamos que, hoy por hoy, no existen profesionales de la SF
en España, ninguno de nosotros come de esto. Si alguien pudiera ser
considerado como tal, serían los autores de la denostada novela de a
duro. Ellos son los únicos que cobran regularmente por su trabajo,
aunque no les llegue para pagar los garbanzos. Son los únicos que
podrían llamarse profesionales de la SF, y sin embargo están situados en
el escalón más bajo, casi ausentes de toda polémica.
Porque aquí se nos critica a diestro y siniestro sin tener en cuenta que
destrozar un libro es destrozar un hombre, sin considerar que no
percibimos por nuestro trabajo ni para el café, que no nos dan ni por las
molestias. Quinta solución válida-utópica: Si se espera de nosotros que
escribamos conforme a un número fijo de palabras, como en América,
que se nos pague como en América, a tanto por palabra. Si se nos exige
como a verdaderos profesionales, que nos retribuya como a tales.
Así está la situación. Así al menos es como yo la veo: Un par de docenas
de chiflados con pretensiones de gloria (porque a pesar del panfleo
materialista fue acabo de largar, la fortuna es secundaria), emperrados
en sacar la SF del ghetto. Y cuanto más trabajamos, más nos hundimos
en él. Si llegamos al momento de repartir la culpa, la culpa la tenemos
todos: autores, editores y lectores.
No sé cuándo lograremos terminar con todo esto, quizá el día en que un
desconocido oportunista (u oportuno) se lleve el Premio Planeta con una
novela de más o menos SF. Ya lo han conseguido antes novelas
psicológicas, históricas, sociales e incluso policíacas. Ya únicamente
queda que gane una novela de SF. Me asusta pensar que mientras eso
suceda estaremos esperando cruzados de brazos.
En nuestro favor tenemos, supongo, la juventud y la ilusión, aunque me
haya dolido la desaparición del género de, por ejemplo, Luis Vigil.
Sería interesante hacer la media de edades de los escritores españoles
de ciencia ficción, lo mismo que del público lector de ND (apunta la idea,
Santos). Pero mientras esperamos un nacimiento de la SÉ en este país
(no podemos hablar de renacimiento), continuaremos siendo un grupo de
individualidades divididas entre sí, empeñados en escupir sistemática y
tercamente contra el viento.
Eso es todo. Tal como yo lo veo, tal como yo lo siento, las razones de por
qué en España no existe prácticamente novelística de SF están
apuntadas en estas líneas. Quizá me pase por alto alguna, quizá se me
haya ido la mano al apuntar otras. Yo, desde mi perspectiva de señor
que pretende salir a escena, lo veo de esta forma.
Javier Redal, Angel Torres Quesada, Domingo Santos, José Vicente Rojo,
Elia Barceló, Roberto R. Toyos, Enrique Lázaro, Carlo Frabetti, Carlos
Saiz Cidoncha, Joan Trigo, Juan Francisco Guerrero, Gabriel Bermúdez,
Guillermo Solana y tantos otros que me olvido: ¿tenéis algo que objetar?
¿Tenéis algo que añadir? ¿Estáis de acuerdo conmigo?
RAFAEL MARÍN

ND. — Creemos que la mejor respuesta a tu carta (independientemente


de lo que pueda decir su destinatario directo) se halla en el editorial de
Domingo Santos de este mismo número. Somos conscientes de lo
arriesgado de un lanzamiento como el que estamos preparando.
tenemos la confianza en que una mayoría de nuestros lectores están
aprendiendo que llamarse Smith no es más garantía que llamarse Pérez,
aunque llamarse Asimov si sea más garantía que llamarse Santos
(perdonamos, on magnánimo director. En España existen novelistas de
SF podemos garantizarlo: en nuestras mesas hay media docena de
originales dignos de ser conocidos por el público, y se nos anuncian
mas. Hemos decidido lanzarnos a la aventura Ahora, la última respuesta
ya no está en nuestras manos. Lamentaríamos, dentro de unos meses,
tener que dar la razón a los (¿profetas? ¿agoreros?).
Respecto a lo demás que dices en tu carta, en lo que estamos
completamente de acuerdo, cedemos la palabra (y nuestras páginas) a
Javier
Redal, a los demás autores que citas, y a todos nuestros lectores.

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