Antología Literaria 2

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ANTOLOGÍA LITERARIA.

ALUMNO: ADRIÁN JIMÉNEZ SÁNCHEZ.


PROFESORA: MARIA ELIZA LÓPEZ.
GRUPO 304.
LINEA DEL TIEMPO DE LAS EPOCAS
LITERARIAS.
LITERATURA ANTIGUA: Literatura antigua significa el conjunto
de obras literarias que fueron escritas, aproximadamente, entre el siglo V a.c.
y principios de la Edad Media, cuando la literatura comenzó a tomar forma
como se la conoce, es decir, el arte de la expresión retórica y poética.

Literatura Medieval: Se denomina literatura medieval a todos aquellos


trabajos escritos principalmente en Europa durante la Edad Media, es decir,
durante aproximadamente mil años transcurridos desde la caída del Imperio
Romano de Occidente hasta los inicios del Renacimiento a finales del siglo
XV.
Literatura Del Renacimiento: La literatura renacentista forma parte
de un movimiento más general del Renacimiento que experimenta la cultura
occidental en los siglos XV y XVI, aunque sus primeras manifestaciones
pueden ser observadas en la Italia de los siglos XIII y XIV. Se caracteriza por
la recuperación humanista de la literatura clásica grecolatina y se difunde con
gran fuerza gracias a la invención de la imprenta hacia 1450.

Literatura Del Barroco: La literatura del Barroco, o literatura


barroca, es un estilo literario europeo que se desarrolló durante el siglo XVII
en España. Se caracterizaba por el triunfo de la ornamentación, los juegos de
palabras, la búsqueda de la emoción y el placer estético. A diferencia del
Renacimiento, el Barroco se caracteriza por la idea del desengaño y por el
pesimismo. Las temáticas frecuentes en esta literatura son la vida como lucha,
sueño o mentira y la fugacidad de los hechos humanos, plasmadas en un estilo
suntuoso y recargado.
Literatura Moderna: La literatura Moderna se centra mayormente en la
filosofía, conocidos como los grandes representantes del Iluminismo. Entre
ellos se destacan: Voltaire, Rousseau y Montesquieu.
La producción literaria de este período tiende al culto a la razón y el rechazo a
los dogmas religiosos. Se caracteriza principalmente por sus fábulas y obras
de teatro, aunque la poesía neoclásica también gozó de gran popularidad.

Literatura Del Romanticismo: El Romanticismo es un movimiento


cultural que se originó en Alemania y en Reino Unido a finales del siglo
XVIII como una reacción revolucionaria contra la Ilustración y el
Neoclasicismo, confiriendo prioridad a los sentimientos. Es considerado como
el primer movimiento de cultura que cubrió el mapa completo de Europa. En
la mayoría de las áreas estuvo en su apogeo en el período aproximado de 1800
a 1850. Luego, cedió su lugar al positivismo, que fomenta el pensamiento
crítico y el empirismo como bases del conocimiento y la sociedad.
Literatura Del Realismo: El realismo literario es una corriente
estética que supuso una ruptura con el romanticismo, tanto en los
aspectos ideológicos como en los formales, durante la segunda mitad del
siglo XIX. Se extendió también a las artes plásticas en Latinoamérica,
lugar donde hasta entonces no había gran proliferación en este arte. Este
se caracterizaba por una extensa y muy detallada información de los
personajes, paisajes, escenas, etc. De esta forma, podían ser imaginados
con mayor facilidad.

Literatura Del Modernismo: En la literatura en lengua española,


el término modernismo denomina a un movimiento literario que se
desarrolló entre los años 1880-1917 que empezó en el país americano
Nicaragua, fundamentalmente en el ámbito de la poesía, que se
caracterizó por una ambigua rebeldía creativa, un refinamiento narcisista
y aristocrático, el culturalismo literario y una profunda renovación
estética del lenguaje y la métrica.
Literatura Contemporánea: La literatura contemporánea es
aquella producida en las épocas recientes y la actualidad. El
límite respecto a cuándo comienza dicho período “reciente” es
objeto de debate. Puede considerarse que comienza a fines del
siglo XIX, pero en general se toma como momento de cambio el
término de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).
Textos (Literatura Antigua).
1- Rio Sagrado – Wilbur Smith
El río fluía a través del desierto, lentamente, brillante como el metal
fundido que cae del horno candente. En el cielo flotaba la neblina
producida por el calor, mientras el sol golpeaba el agua como el
martillo de un herrero. En el espejismo, las colinas que flanqueaban
el Nilo parecían temblar con los golpes. Nuestra embarcación
navegaba cerca de los lechos de papiros, lo bastante cerca para que
el crujido de los baldes de agua del cigoñal, en sus brazos largos y
equilibrados, se oyera desde los campos. El sonido armonizaba con
el canto de la muchacha de proa. Lostris tenía catorce años. La
última crecida del Nilo coincidió exactamente con su primer ciclo
lunar como mujer, una coincidencia que los sacerdotes de Hapi
consideraron muy propicia. Sustituyeron su nombre infantil por uno
de mujer, Lostris, que significa «Hija de las Aguas.» La recuerdo
vívidamente aquel día. Con el paso de los años crecería en belleza,
serenidad y nobleza, pero jamás volvería a irradiar con tanta fuerza
aquel resplandor virginal. Todos los hombres de a bordo, incluidos
los guerreros en los bancos de los remos, éramos conscientes de ello.
No podíamos apartar la mirada de ella. Lostris me hacía sentir mi
propia impotencia y lograba que todo mi ser se viera invadido por un
deseo profundo y doloroso; pues, aunque era un eunuco, conocí el
placer junto al cuerpo de una mujer antes de ser castrado. —
¡Cántame, Taita! —me pidió. Cuando obedecí, sonrió de placer. Mi
voz era uno de los muchos motivos por los que, siempre que podía,
me tenía a su lado; mi voz de tenor complementaba a la perfección
su hermosa voz de soprano. Entonamos una de las antiguas
canciones populares de amor que y o le había enseñado y que seguía
siendo una de sus favoritas: Mi corazón aletea como una codorniz
herida cuando veo el rostro de mi amada y mis mejillas florecen
como el cielo del alba ante el sol de su sonrisa… Otra voz se unió a
la nuestra desde la popa. Era una voz de hombre, profunda y
poderosa, pero que no tenía la claridad y pureza de la mía. Si mi voz
era la del zorzal que saluda a la aurora, aquella otra era la voz de un
joven león.

2- El Antiguo Testamento – Anonimo


Dios crea esta tierra y su cielo y todas las formas de vida en seis
días — Se describen los hechos de cada día de la Creación — Dios
crea al hombre, varón y hembra, a Su propia imagen — Se da
dominio al hombre sobre todas las cosas, y se le manda multiplicarse
y henchir la tierra. En el a principio creó Dios los cielos y la tierra. Y
la tierra estaba a desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la
faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las
aguas. Y dijo Dios: Haya a luz, y hubo luz. Y vio Dios que la luz
era a buena, y separó Dios la luz de las tinieblas. Y llamó Dios a la
luz Día, y a las tinieblas llamó Noche. Y fue la tarde y la mañana el
a día primero. Y dijo Dios: Haya un a firmamento en medio de las
aguas, y separe aquel las aguas de las aguas. E hizo Dios el
firmamento, y separó las aguas que estaban debajo del firmamento
de las aguas que estaban sobre el firmamento. Y fue así. Y llamó
Dios al firmamento a Cielos. Y fue la tarde y la mañana el día
segundo. Y dijo Dios: a Júntense las aguas que están debajo de los
cielos en un lugar, y descúbrase lo seco. Y fue así. Y llamó Dios a
lo seco Tierra, y a la reunión de las aguas llamó Mares. Y vio Dios
que era bueno. Y dijo Dios: Produzca la tierra a hierba verde, hierba
que dé semilla; árbol de fruto que dé fruto según su especie, que su
semilla esté en él, sobre la tierra. Y fue así. Y produjo la tierra
hierba verde, hierba que da semilla según su naturaleza, y árbol que
da fruto, cuya semilla está en él, según su especie. Y vio Dios que
era bueno.
3- Cuando La Madre Antigua Reverdece – Lope De
Vego
Cuando la madre antigua reverdece; bello pastor, y cuanto vive
aplace; cuando en agua la nieve se deshace por el sol, que el Aries
resplandece, la hierba nace, nacida crece, canta el silguero, el
conderillo pace, tu pecho, a quien su pena satisface, del general
contento se entristece.
No es mucho mal la ausencia, que es espejo de la cierta verdad o de
la fingida; si espera fin, ninguna pena es pena.
¡Ay del que tiene por su mal consejo el remedio imposible de su
vida en la esperanza de la muerte ajena!

4- El Asno De Oro – Apuleyo, Lucio


La observación del caminante muestra su disconformidad con la
verosimilitud de la narración y nos indica que se trata de un relato
fantástico. Por otra parte, los ejemplos que aduce forman parte de la
tradición literaria del adínaton, una figura que implica una negación
indirecta, puesto que, sin afirmar o negar explícitamente la
veracidad de un hecho, hace tales cosas indirectamente recurriendo a
nuestro conocimiento pragmático del mundo, pues los ejemplos son
evidentemente verdaderos o (como en este caso) falsos. El incrédulo
es un personaje casi obligado en los relatos fantásticos, pues sirve
para dramatizar y a veces también para interiorizar y hacer
problemática dentro de la narración la dualidad de modelos de
mundo implicados por el texto y la disyuntiva ante la que ha de
encontrarse el propio lector con respecto al pacto narrativo. Ahora
bien, más tarde, ya dentro del propio relato de Aristómenes, uno de
los personajes, la bruja Méroe, nos va a ser presentado en términos
muy parecidos: «Saga» inquit «et divina, potens caelum deponere,
terram suspendere, fontes durare, montes diluere, manes sublimare,
deos infimare, sidera extinguere, Tartarum ipsum inluminare». Lo
que antes le servía al caminante para establecer la imposibilidad,
según su opinión, del relato aparece ahora presupuesto por éste.3
Similares serán también más adelante los poderes de otro personaje
de la novela, Pánfila. Se trata de un ejemplo más de un motivo
literario tradicional: en la poesía elegiaca aparece, por ejemplo,
reiteradamente el tema de la capacidad de la maga para afectar al
macrocosmos.
5- Afrodita – Anónimo
Desde el primer instante comprendió él que volvería a caer a los pies
de la cortesana. Cuando ésta se quitó del cinturón el espejo de pulido
bronce, se miró un momento en él antes de entregarlo al sacerdote y
le brillaron los ojos de un modo estupendo. Cuando, para tomar la
peineta de cobre, posó la mano sobre sus cabellos con el brazo
doblado, según la actitud de las Gracias, toda la hermosa línea de su
cuerpo se desarrolló bajo la tela, y el sol abrillantó en su axila un
rocío de sudor luminoso y menudo. Por último, cuando, para
levantar y soltarse el collar de pesadas esmeraldas, separó la seda
plegada que le cubría el pecho hasta el dulce lugar lleno de sombra,
en donde sólo es posible deslizar un ramillete, se sintió Demetrios
presa de un loco frenesí por apoyar allí los labios y desgarrar el
vestido… Pero Khrysís había comenzado a hablar.
Habló, y cada una de sus palabras fue un sufrimiento para él. De
propósito parecía insistir y recrearse en la prostitución de este vaso
de belleza que era ella misma, blanco cual la misma estatua y lleno
de un oro que manaba en cabellera. Se jactaba de tener abierta la
puerta de la ociosidad de los que pasaban, de abandonar la
contemplación de su cuerpo a los indignos y encomendar a las
chiquillas inhábiles el encenderle las mejillas. Se gloriaba de la
venal fatiga de sus ojos, de sus labios alquilados de noche, de sus
cabellos entregados a manos brutales, de su divinidad trabajada.
El exceso mismo de las facilidades que inducían a abordarla
arrastraba hacia ella a Demetrios, resuelto a tomarla para sí solo y
cerrar la puerta a los otros. Tan cierto es que una mujer no logra
seducir plenamente sino cuando da ocasión a los celos.
Textos (Literatura Medieval).
1- Infierno – Dante Alighieri
Por mí se llega a la ciudad del llanto;
por mí a los reinos de la eterna pena,
y a los que sufren inmortal quebranto.
Dictó mi autor su fallo justiciero,
y me creó con su poder divino,
su supremo saber y amor primero
y como no hay en mí fin ni mudanza,
nada fue antes que yo, sino lo eterno...
Renunciad para siempre a la esperanza.
Estas palabras vi escritas con letras negras sobre una puerta, y
exclamé: — Maestro, me espanta lo que dice ahí. —Y él, como
quien sabía la causa de mi terror, respondió: —Aquí conviene no
abrigar temor alguno; conviene que no desmaye el corazón. Hemos
llegado al sitio que te había dicho, donde verás las almas
acongojadas de los que han perdido el don de la inteligencia. —Y
después, asiéndome de la mano, con alegre semblante, que reanimó
mi espíritu, me introdujo en aquella mansión recóndita.
En medio de las tinieblas que allí reinaban, se oían ayes, lamentos y
profundos aullidos, que desde luego me enternecieron. La diversidad
de hablas y horribles imprecaciones, los gemidos de dolor, los gritos
de rabia y voces desaforadas y roncas, a las que se unía el ruido de
las manos, producían un estrépito, que es el que resuena siempre en
aquella mansión perpetuamente agitada, como la arena revuelta á
impulso de un torbellino.
2- La Muerte De Arturo – Thomas Malory
Dieron espuelas a sus caballos, siguieron aprisa, y al poco rato vio
Arturo a Morgana el Hada. Entonces la persiguió cuanto más podía.
Cuando ella vio que la seguía cabalgó a más andar por la floresta,
hasta que llegó a un llano; y cuando vio que no podía escapar, fue
hacia un lago cercano, y dijo: «Me pase lo que me pase, no tendrá
mi hermano esta vaina.» Y la arrojó a lo más profundo del agua, y se
hundió, ya que era pesada por el oro y las piedras preciosas.
Entonces entró en un valle donde había muchas grandes piedras; y
cuando vio que iba a ser alcanzada, tomó forma por encantamiento,
hombre y caballo, de una gran piedra de mármol.
Y fue derechamente a su cámara, y ningún hombre osó desobedecer
su mandamiento; y halló dormido a Arturo en la cama, con
Excalibur desnuda en su mano diestra. Cuando vio eso, le pesó
mucho no poder conseguir la espada sin despertarle, ya que sabía
bien que la mataría. Entonces tomó la vaina y emprendió su camino
a caballo.
Cuando el rey despertó y echó de menos su vaina, se enojó y
preguntó quién había estado allí; y le dijeron que su hermana la reina
Morgana había estado allí, que había ocultado la vaina debajo de su
manto y se había ido.
[...]
Al punto estuvieron el rey y Ontzlake bien armados, salieron en pos
de esta dama, y llegaron junto a una cruz donde hallaron un vaquero,
y preguntaron al pobre hombre si hacía poco había pasado alguna
dama por allí. —Señor —dijo este pobre hombre—, hace bien poco
ha pasado una dama con cuarenta caballos, y hacia aquella floresta
iba.
3- Mal Amor – Fernando Iwasaki Cauti
Después de doce años en un colegio masculino de curas, la
inminencia de las clases universitarias me turbaba cada día más
porque allí me encontraría con chicas que llegarían a ser mis
compañeras, mis amigas, mis dulces quimeras. El hermano Carmelo
nos advirtió en una de las charlas de orientación vocacional que las
mujeres sólo iban a la universidad en busca de novio, y a mí me
embargó una dichosa ilusión. «Qué coincidencia -pensé-. Yo
también quiero encontrar novia en la universidad».
Paso por alto los meses y meses que invertí en preparar el examen
de admisión, pues la alegría del ingreso desvaneció en mi memoria
las privaciones y penalidades de aquellos días. Al entrar a la
universidad me había convertido en un «cachimbo» y me rasuré el
cráneo según la costumbre, pues en Perú los universitarios
comenzamos nuestras carreras con la cabeza limpia y despejada, y
en el peor de los casos las concluimos con el colodrillo bien
cultivado y la pelambrera renovada. Era 1978 y ello colmaba las
modestas expectativas de mis dieciséis años.

4- Dos Rosas A través De Una Luna (William Morris)


Había una dama que en un gran salón vivía,
de ojos grandes, apariencia alta y esbelta;
que siempre cantaba de mediodía en mediodía,
Dos rosas rojas a través de la luna.
Cierta vez un caballero llegó cabalgando
en primavera, cuando los caminos estaban resecos;
y oyó a la dama cantar al mediodía,
Dos rosas rojas a través de la luna.
Sin embargo, no se detuvo del todo,
montó al galope más allá del salón;
y dejó a la dama cantando al mediodía,
Dos rosas rojas a través de la luna.
Porque, de hecho, la batalla pronto se dispuso,
y el escarlata y el azul llegaron a encontrarse,
y así montó hasta el próximo y cálido mediodía;
Dos rosas rojas a través de la luna.
Pero el combate se dispersó de colina en colina,
de molino en molino;
y se dijo a sí mismo, mientras se acercaba el mediodía,
Dos rosas rojas a través de la luna.
Apenas podía verse entre el escarlata y el azul
un yelmo o un zapato dorado;
entonces gritó, mientras la batalla recrudecía al mediodía,
¡Dos rosas rojas a través de la luna!
En verdad el oro perforó a través
de las lanzas teñidas de azul y escarlata;
y clamaron, al ser cortadas al mediodía,
¡Dos rosas rojas a través de la luna!
Pensé que se detenía cuando cabalgó de nuevo
por el salón, aunque empapado y sucio por lluvia;
y sus labios fueron capturados para besarlos al mediodía,
Dos rosas rojas a través de la luna.
Bajo el signo de mayo ella se inclinó ante la corona,
todo era dorado, nada de color marrón;
y entonces los cuernos soplaron en el salón al mediodía,
Dos rosas rojas a través de la luna.

5- Nuestra Señora De París – Victor Hugo


Cuando, después de haber subido a tientas durante mucho tiempo
por la tenebrosa espiral que atraviesa perpendicularmente la espesa
muralla de campanarios, se desembocaba por fin en una de las dos
plataformas inundadas de luz y de aire, el cuadro que por todas
partes se extendía bajo los ojos era bellísimo: un espectáculo sui
generis del que sólo pueden hacerse una idea aquellos lectores que
hayan tenido la fortuna de ver una villa gótica entera, completa,
homogénea como todavía existen algunas en Nuremberg, en
Baviera, Vitoria, en España, o incluso algunas muestras más
reducidas, siempre que estén bien conservadas, como Vitré en
Bretaña o Nordhausen en Prusia. Aquel París de hace trescientos
cincuenta años, el París del siglo XV, era ya una ciudad gigante.
Generalmente, los parisinos nos equivocamos con frecuencia acerca
del terreno que desde entonces creemos haber ganado. París, desde
Luis XI, apenas si ha crecido un poco más de una tercera parte; claro
que también ha perdido en belleza lo que ha ganado en amplitud.
París nació, como se sabe, en esa vieja isla de la Cité, que tiene
forma de cuna, siendo sus orillas su primera muralla y el Sena su
primer foso.
Textos (Literatura Renacentista)
1- El Paraíso Perdido – John Milton
La potestad suprema le arrojó de cabeza, envuelto en llamas, desde
la bóveda etérea, repugnante y ardiendo, cayó en el abismo sin
fondo de la perdición, para permanecer allí cargado de cadenas de
diamante, en el fuego que castiga; él, que había osado desafiar las
armas del todopoderoso, permaneció tendido y revolcándose en el
abismo ardiente, juntamente con su banda infernal, nueve veces el
espacio de tiempo que miden el día y la noche entre los mortales,
conservando, empero, su inmortalidad. Su sentencia, sin embargo, le
tenía reservado mayor despecho, porque el doble pensamiento de la
felicidad perdida y de un dolor perpetuo le atormentaba sin tregua.
Pasea en torno suyo sus ojos funestos, en que se pintan la
consternación y un inmenso dolor, juntamente con su arraigado
orgullo y su odio inquebrantable. De una sola ojeada y atravesando
con su mirada un espacio tan lejano como es dado a la penetración
de los ángeles, vio aquel lugar triste, devastado y sombrío; aquel
antro horrible y cercado, que ardía por todos lados como un gran
horno. Aquellas llamas no despedían luz alguna; pero las tinieblas
visibles servían tan sólo para descubrir cuadros de horror, regiones
de pesares, oscuridad dolorosa, en donde la paz y el reposo no
pueden habitar jamás, en donde no penetra ni aun la esperanza.

2- El Príncipe – Nicolas Maquiavelo


Cuando se trata, pues, de juzgar el interior de los hombres, y
principalmente el de los príncipes, como no se puede recurrir a los
tribunales, es preciso atenerse a los resultados: así lo que importa es
allanar todas las dificultades para mantener su autoridad; y los
medios, sean los que fueren, parecerán siempre honrosos y no faltará
quien los alabe. Este mundo se compone de vulgo, el cual se lleva de
la apariencia, y sólo atiende al éxito: el corto número de los que
tienen un ingenio perspicaz no declara lo que percibe.
(…)
El príncipe que no sepa ser amigo o enemigo decidido, se granjeará
con mucha dificultad la estimación de sus súbditos. Si están en
guerra dos potencias vecinas, debe declararse por una de ellas, so
pena de hacerse presa del vencedor, sin ningún recurso, y
alegrándose el mismo vencido de su ruina; porque el vencedor no
podrá mirar con buenos ojos a un enemigo incierto, que le
abandonaría al primer revés de la fortuna, y el vencido nunca le
perdonará que se haya mantenido tranquilo espectador de sus
derrotas.

3- El Desafío De Florencia – Alejandro Corral


Leonardo contempló a la mujer que posaba en su estudio y luego se
contempló a sí mismo. El espejo le devolvió la imagen de un
hombre alto y ciertamente hermoso, pero aquella belleza poco
común ya empezaba a ser víctima del desgaste que provoca el efecto
del paso del tiempo. Leonardo da Vinci tenía cincuenta y dos años.
De pie y concentrado frente a la mujer de Francesco del Giocondo,
vestía una túnica púrpura y zapatos dorados con plataforma. Su
cabello castaño y veteado de gris caía ondulado sobre sus hombros,
y la barba sobre el pecho. Sus ojos brillantes y del color de la miel se
centraron de nuevo en la mujer que desde hacía un año retrataba y
que ahora lo miraba con una devoción creciente. En el atardecer del
7 de septiembre, Leonardo da Vinci y Lisa Gherardini, también
conocida como Lisa del Giocondo, se encontraban en el estudio
superior de Santa Maria Novella, la basílica en cuyas dependencias
anexas el pintor residía desde que los gobernantes florentinos le
encargaran pintar un gran fresco representando la victoria en la
batalla de Anghiari, librada en 1440 entre Florencia y Milán. En la
sala de abajo, cuatro o cinco de sus aprendices, entre ellos Salai,
empleaban el recurso de hacerles escuchar música y cantos.
Maravillado por la increíble capacidad humana de transformar la
realidad en imágenes pintadas, Leonardo da Vinci alternaba la
mirada entre la pintura y quien posaba cuando se percató de que,
frente a sí, una excitación insospechada iba apoderándose
gradualmente de aquella joven de veinticinco años. Él, perplejo y
asombrado, sin apartar un ápice la vista de su modelo, le preguntó
con palabras cordiales cómo se encontraba. Mona Lisa del Giocondo
sacudió la cabeza y lo miró con gesto sugerente. —Quizá algo...
alterada —respondió dejando escapar un leve suspiro—. Maestro Da
Vinci, observa mi cuadro..., y luego obsérvame a mí. Deseo que,
mientras turnas la mirada, expliques en voz alta lo que has pintado.

4- Ojos Tristes – Francesco Petrarca


Ojos tristes, en tanto que yo os lleve
al rostro de quien muerte os da y tormentos
os ruego estéis atentos
que en mal mío os desafía Amor aleve.
La muerte es sólo quien mi pensamiento
cerrar puede el camino que lo adiestra
al dulce puerto que sus males sana;
se oculta en cambio a vos la lumbre vuestra
con más pequeño y pobre impedimento,
pues sois hechos de esencia más liviana.
Y por ello, pues ya se halla cercana,
antes que del llanto halléis la hora
tomad al fin ahora
a tan largo martirio alivio breve.
5- El Giro – Stephen Greenblatt
En el invierno de 1417, Poggio Bracciolini cruzó a lomos de su
caballo los boscosos montes y valles del sur de Alemania rumbo a su
remoto destino, un monasterio del que se decía que ocultaba
antiguos manuscritos tras sus muros. Como seguramente
comprobaron los aldeanos que lo veían pasar desde las puertas de
sus cabañas, era un extraño en tierras lejanas. De constitución
menuda y perfectamente afeitado, es probable que vistiera un ropón
y una capa de corte sencillo, pero todo bien confeccionado.1
Resultaba evidente que no era un hombre del campo, y, sin embargo,
su aspecto tampoco correspondía al de los individuos de las ciudades
o de la corte a los que de vez en cuando veían pasar los habitantes de
aquella región. Ni que decir tiene que, desarmado y sin la protección
que ofrecían las ruidosas armaduras metálicas, distaba mucho de
parecer un caballero teutón: habría bastado un simple golpe de maza
de algún patán para derribarlo de su montura. Aunque no parecía un
mendigo, tampoco se observaban en él los signos habituales que
indicaban poder y riqueza: no era un miembro de la corte, ataviado
con ropas lujosas y con el cabello perfumado y trenzado, ni tampoco
un noble que hubiera salido de caza con su halcón.
Textos (Literatura Del Barroco)
1- Sueños y Discursos – Francisco De Quevedo
Refiérete, no sé si por modo de cuento gracioso y ficticio, que
estando una vez muy enfermo un soldado muy preciado de cortés y
ladino, entre muchas de sus oraciones, plegarias y protestaciones
que hacía, finalmente vino a rematarlas diciendo: -Y Dios me libre
de las manos del señor Diablo-, tratándole siempre con esta cortesía
todas las veces que le nombraba. Reparó en esto último uno de los
circunstantes, preguntándole juntamente luego por qué llamaba
señor al diablo, siendo la más vil criatura del mundo. A que
respondió tan presto el enfermo diciendo: -¿Qué pierde el hombre en
ser bien criado? ¿Qué sé yo a quién habré de menester ni en qué
manos he de dar? Digo esto, señor lector, porque supuesto que
nuestra lengua vulgar, a diferencia de la latina, tiene un vuesa
merced y otros varios títulos, mayormente cuando no se conoce la
calidad y estado de la persona con quien se habla, por no parecer a
nadie descortés, y por el consiguiente, malquisto y aborrecido de
todos, me ha parecido tratar a v. m. con este lenguaje y término, bien
diferente de cuantos yo he podido ver en todos los prólogos de los
libros al lector escritos en romance, donde tratan a v. m. con un tú
redondo, que si no arguye mucha amistad y familiaridad, por fuerza
ha de ser argumento de que quien habla es superior y mandón, y a
quien se habla inferior y criado.
2- El Condenado Por Desconfiado – Tirso De Molina
¡Dichoso albergue mío! Soledad apacible y deleitosa, que en el calor
y el frío me dais posada en esta selva umbrosa, donde el huésped se
llama o verde yerba o pálida retama. Agora, cuando el alba cubre las
esmeraldas de cristales, haciendo al sol la salva que de su coche sale
por jarales, con manos de luz pura, quitando sombras de la noche
oscura salgo de aquesta cueva, que en pirámides altos de estas peñas
naturaleza eleva, y a las errantes nubes hace señas para que noche y
día, ya que no otra, le hagan compañía. Salgo a ver este cielo,
alfombra azul de aquellos pies hermosos. ¿Quién, oh celeste velo,
aquesos tafetanes luminosos rasgar pudiera un poco para ver?... ¡Ay
de mí! Vuélvome loco. Mas ya que es imposible y sé cierto, Señor,
que me estáis viendo desde ese inaccesible trono de luz hermoso, a
quien sirviendo están ángeles bellos, más que la luz del sol hermosos
ellos, mil gracias quiero daros por las mercedes que me estáis
haciendo sin saber obligaros.
3- El vergonzoso Palacio – Tirso De Molina
DUQUE: Lengua es la espada, pues parece lengua; y pues con ella
estáis, y así os provoca a dar quejas de mí, puesto que en vano,
refrenando las lenguas de la boca, 20 hablen solas las lenguas de la
mano si la ocasión que os doy, que será poca para ese enojo poco
cortesano, a que primero la digáis no os mueve; pues mi valor
ningún agravio os debe. CONDE: (Bueno es que así disimuléis los
daños que contra vos el cielo manifiesta! DUQUE: )Qué daños,
conde? CONDE: Si en los largos años de vuestra edad prolija, agora
apresta, duque de Avero, excusas, no hay engaños 30 que puedan
convencerme. La respuesta que me pedís, ese papel la afirma con
vuestro sello, vuestra letra y firma.
4- El Parnaso Español – Quevedo
Al mismo toro y al propio tiro En dar al robador de Europa muerte,
de quien eres señor, monarca ibero, al ladrón te mostraste justiciero
y al traidor a su rey castigo fuerte. Sepa aquel animal que tuvo suerte
5 de ser disfraz a Júpiter severo, que es el León de España el
verdadero, pues de África el cobarde se lo advierte. No castigó tu
diestra la victoria, ni dio satisfacción al vencimiento: 10 diste al uno
consuelo, al otro gloria. escribirá con luz el firmamento duplicada
señal, para memoria, en los dos, de tu acierto y su escarmiento.
5- Busco En La Muerte La Vida – Miguel De
Cervantes
Busco en la muerte la vida, salud en la enfermedad, en la prisión
libertad, en lo cerrado salida y en el traidor lealtad. Pero mi suerte,
de quien jamás espero algún bien, con el cielo ha estatuido, que,
pues lo imposible pido, lo posible aún no me den.
Textos (Literatura Vanismal)
1- El Murmullo De Las Abejas – Sofia Segovia
La facultad cognoscitiva es ambas cosas: ratio e intellectus. El
pensar discursivo está acompañado y entretejido por la visión
comprobadora y sin esfuerzo del intellectus, una facultad “no activa,
sino pasiva, o mejor dicho, receptiva; una facultad cuya actividad
consiste en recibir” .El murmullo de las abejas de Sofía Segovia
hace una constante distinción entre ratio e intellectus, pues mientras
el resto de los personajes siente sosiego al instalar su facultad
cognoscitiva en la ratio, Simonopio adopta como natural el
intellectus. Simonopio suele atender la simplex intuitus, practicar la
pura contemplación receptiva que le ofrece la naturaleza, en la que
descubre certezas al ejercitar, además, la conjetura (ratio); todo ello,
sin embargo, se completa con la intuición (intellectus). Al chico lo
adoptó con cariño Reja, una vieja que parecía de madera y nana de
la familia Morales (Segovia 38), los hacendados de Linares que, a su
vez, fueron padrinos del recién llegado. El niño destaca por su
habilidad para observar y comprender la naturaleza y sus señales,
desde sus abejas, a las que instaló en la hacienda La Amistad, hasta
los cambios climáticos, las conductas de la fauna y otros fenómenos
que gustaba contemplar.

2- Cuando No Me Queden Más Estrellas Que Contar –


María Martínez
Quizá Antoine tenía razón y la culpa era mía. Las cosas no iban bien
entre nosotros desde hacía semanas. Discutíamos demasiado y
siempre por el mismo motivo: mi actitud. Según él, yo estaba
cambiando. Ya no era la misma de antes. Me mostraba fría y
desinteresada. Ausente. Y, en cierto modo, así era. Los últimos seis
meses habían sido una tortura para mí. La operación y la
convalecencia en el hospital. La vuelta a casa y las semanas de
rehabilitación. Los reproches constantes de mi abuela y su facilidad
para hacerme sentir culpable por cada mal que asola la Tierra.
Probablemente, los casquetes polares se están derritiendo porque,
por una sola vez, hice algo sin su aprobación. Solo porque yo lo
deseaba. Una sola vez, y el castigo fue tajante. Creo que en el fondo
se alegraba por el accidente. La satisfacción en su cara cada vez que
pronunciaba un «Te lo dije» o un «Si me hubieras obedecido» era un
cruel deleite en el que parecía regocijarse. Su mirada me gritaba «Te
lo mereces» cada vez que se posaba en mí, para después brindarme
su perdón a través de una sonrisa condescendiente, siempre y
cuando le ofreciese a modo de sacrificio cada segundo de mi
existencia.
3- El Jardín De Las Mariposas – Dot Hutvhison
Los técnicos le informan que la chica que está al otro lado del cristal
no ha dicho ni una sola palabra desde que llegó. Al principio no le
sorprende, tomando en cuenta los horrores por los que ha pasado,
pero al contemplarla desde el otro lado del falso espejo, comienza a
cuestionárselo. Está desplomada sobre una silla de metal, con la
barbilla apoyada en una mano vendada, mientras que con la otra
traza símbolos sin sentido en la superficie de acero inoxidable de la
mesa. Tiene los ojos entornados y, debajo de ellos, unas sombras
oscuras magullan su piel; su cabello negro, que lleva recogido en un
chongo desaliñado, se ve sucio y sin vida. Es evidente que está
exhausta. Pero no diría que está traumatizada. Mientras le da un
trago a su café, el agente especial del FBI Victor Hanoverian
observa a la chica y espera a que lleguen los demás miembros de su
equipo. O al menos su compañero.
4- Tan Poca Vida – Hanya Yanahigara
En el undécimo piso solo había un armario y una puerta corredera de
cristal que se abría a un pequeño balcón. Desde ahí se veía el
edificio de enfrente, donde un hombre sentado fumaba al aire libre
en camiseta y pantalón corto pese a ser octubre. Willem levantó una
mano a modo de saludo, pero él no respondió. Jude estaba abriendo
y cerrando la puerta del armario que se plegaba en acordeón cuando
Willem entró en el dormitorio. —Solo hay un armario —comentó.
—No importa —respondió Willem—. De todos modos no tengo
nada que guardar en él. —Yo tampoco. Sonrieron. La
administradora de fincas apareció detrás de ellos. —Nos lo
quedamos —anunció Jude. Sin embargo, de vuelta en la oficina la
administradora les comunicó que no podían alquilar el piso. —No
ganan lo suficiente para cubrir el alquiler de seis meses, y no tienen
ahorros. —De pronto se mostraba tensa. Tras comprobar las cuentas
bancarias y su crédito, por fin se había percatado de que era un poco
extraño que dos hombres de veintitantos años que no eran pareja
intentaran alquilar un piso de un solo dormitorio en un tramo soso
(aunque caro) de la calle Veinticinco—. ¿Cuentan con alguien que
pueda avalarlos? ¿Un jefe? ¿Sus padres? —Nuestros padres han
muerto —se apresuró a responder Willem. La administradora
suspiró. —Entonces les sugiero que bajen sus expectativas. Nadie
que gestione correctamente un edificio querrá alquilar a unos
solicitantes de su perfil financiero. —Se levantó con actitud tajante y
miró hacia la puerta de manera elocuente. Sin embargo, cuando más
tarde le contaron a JB y a Malcolm lo ocurrido, le dieron un aire
cómico: el suelo del piso de pronto estaba tatuado de excrementos
de roedor, el hombre del edificio de enfrente era poco menos que un
exhibicionista y la administradora se disgustó cuando intentó flirtear
con Willem y él no le siguió el juego.
5- Mar - Filippo Tomasso Marinetti
¡Oh grande, rebelde y feroz mar¡
Mar vengador,
mar como huele incoloro… ¡Anda¡ ¡salta¡
saltar con salto elástico
hasta las nubes, hasta el cenit.
¡… Y luego botar y rebotar, sin cansarte
como una enorme bola¡
¡ Inundar orillas, puertos, muelles, agachados
como búfalos bajos sus retorcidos cuernos de humo¡
… Aplasta, oh mar, las ciudades con sus corredores de catacumbas
y aplasta eternamente a los viles,
los idiotas y los abstemios, y siega, siega
de un solo golpe las espaldas inclinadas de tu cosecha.
Machucar los pozos de los millonarios,
tocándolos como tambores,
y lanzar, lanzar, mar vengador,
nuestro cráneos explosivos entre las piernas de los reyes.
Y decid, Vagabundos y bandidos
si no es este el boliche que esperabais.
Textos (Literatura Realismo)
1- Humillados y Ofendidos – Fiódor Dostoyevski
Desde la mañana me sentía algo indispuesto, y al ponerse el sol me
encontraba muy mal; me parecía tener algo de fiebre. Además, no
había parado de andar en todo el día y estaba rendido. Al atardecer,
antes del crepúsculo, me dirigí al Vosnesenskii Próspekt. Adoro el
sol de marzo en Petersburgo, sobre todo cuando se pone, en un
atardecer radiante y frío. Toda la calle rompe de pronto a
chisporrotear, salpicada de clara luz. Las casas parecen de pronto
lanzar destellos. Sus colores grises, amarillos y de un verde sucio
pierden en un momento toda su fealdad; se diría que se hace la luz
en tu alma, como si te estremecieras o alguien te diese con el codo.
Nueva mirada, nuevo pensamiento. ¡Es portentoso lo que puede un
rayo de sol en el alma del hombre! Pero el rayo de sol se fue; el frío
arreció y empezó a picar en la nariz; las sombras se hicieron densas,
y refulgió el gas de los almacenes y tiendas. Al pasar frente a la
pastelería de Müller me quedé parado, como esperando algún
acontecimiento, algo que presentía extraordinario, y, efectivamente,
al momento pude ver en la acera de enfrente a un anciano con su
perro. Recuerdo cómo se estremeció mi corazón bajo el peso de una
sensación desagradable, sin poder explicarme por qué. No soy
ningún místico; no creo en corazonadas ni en presentimientos y, sin
embargo, me han sucedido cosas muy difíciles de explicar como
fenómenos conocidos y naturales. Por ejemplo, ¿por qué la aparición
de aquel viejo me pareció el anuncio de algo fuera de lo común? ¿Es
que mi fiebre y mi malestar me hicieron concebir engañosas ideas?
El viejo se dirige a la pastelería, se acerca con paso lento, inseguro,
descansando.
2- Guerra y Paz – León Tolstói
La princesa lo miró con asombro. No comprendía siquiera que
pudiera hacerse semejante pregunta. Pierre entró en el despacho. El
príncipe Andréi, a quien halló muy cambiado, vestía de paisano.
Indudablemente parecía haber mejorado de salud, pero tenía una
nueva arruga vertical en la frente, entre las cejas; hablaba con su
padre y el príncipe Mescherski y discutía con energía y pasión.
Hablaban de Speranski: la noticia de su súbito destierro y supuesta
traición acababa de llegar a Moscú.
—Ahora lo juzgan y lo culpan todos aquellos que hace un mes lo
ensalzaban y aquellos que no eran capaces de comprender sus fines
— decía el príncipe Andréi. —Es muy fácil juzgar al caído en
desgracia y achacarle todos los errores ajenos. Pero yo les digo que
si algo bueno se ha hecho durante este reinado, a él se lo debemos y
a nadie más.
Se detuvo cuando vio a Pierre. En su rostro hubo un ligero
estremecimiento y al instante adoptó una expresión adusta.
—La posteridad le hará justicia— terminó, y se volvió a Pierre: —
¡Hola! ¿Cómo estás? ¡Sigues engordando!— sonrió animadamente.
Pero la arruga reciente de su frente se hizo más profunda.
3- Espectros – Henrik Ibsen
Regina: (a media voz) ¿Qué quieres? A ver si te estás quieto. ¡Estás
chorreando!

Engstrand: Es la lluvia de Dios, hija mía.

Regina: Querrás decir del diablo.

Engstrand: ¡Jesús, cómo hablas, Regina! (da unos pasos cojeando) quería
decirte que...

Regina: Bueno, pero no hagas tanto ruido con tu pie, porque el señorito
está durmiendo arriba, precisamente encima de nosotros.
Engstrand: ¿Duerme aún a estas horas? ¡En pleno día!

Regina: Eso no te importa.

Engstrand: Anoche me corrí una verdadera juerga.

Regina: Lo creo sin esfuerzo.

Engstrand: Ya ves, hija mía, uno es hombre y es débil...

Regina: Eso, por descontado.

Engstrand: ...y abundan las tentaciones en este bajo mundo. Sin embargo,
Dios sabe que estaba entregado a mi trabajo a las cinco de la mañana.

Regina: Bien, bien. ¿Y si te fueses ahora? No quiero permanecer aquí de


rendez vous contigo.

Engstrand: ¿Cómo dices? ¿Que no quieres qué? No lo he captado bien.

Regina: Que no quiero que te encuentren aquí. ¡Anda, vete!

Engstrand: (dando unos pasos hacia ella) No, Dios mío, no me iré sin
haberte hablado. Esta tarde terminaré mi faena ahí, en la escuela que se
acaba de construir, y esta noche tomaré el vapor para regresar a mi casa
de la ciudad.

Regina: (entre dientes) Buen viaje.

Engstrand: Gracias. Mañana se inaugura el asilo y habrá comilona con


bebidas fuertes. Aun así, no podrá decir nadie que Jakob Engstrand no
sabe resistir la tentación cuando se tercia.

Regina: ¡Lo que es eso!...


Engstrand: Sí. Va a reunirse aquí mañana mucha gente empingorotada.
Entre ella, el pastor Manders, ¿no?

Regina: Llega hoy.

Engstrand: Ya lo suponía. Y, a fe mía, me propongo que no tenga ningún


motivo para recriminarme a ese respecto.

4- Miau – Benito Pérez Galdós


A las cuatro de la tarde, la chiquillería de la escuela pública de la
plazuela del Limón salió atropelladamente de clase, con algazara de
mil demonios. Ningún himno a la libertad, entre los muchos que se
han compuesto en las diferentes naciones, es tan hermoso como el
que entonan los oprimidos de la enseñanza elemental al soltar el
grillete de la disciplina escolar y echarse a la calle piando y
saltando. La furia insana con que se lanzan a los más arriesgados
ejercicios de volatinería, los estropicios que suelen causar a algún
pacífico transeúnte, el delirio de la autonomía individual que a veces
acaba en porrazos, lágrimas y cardenales, parecen bosquejo de los
triunfos revolucionarios que en edad menos dichosa han de celebrar
los hombres... Salieron, como digo, en tropel; el último quería ser el
primero, y los pequeños chillaban más que los grandes. Entre ellos
había uno de menguada estatura, que se apartó de la bandada para
emprender solo y calladito -6- el camino de su casa. Y apenas
notado por sus compañeros aquel apartamiento que más bien parecía
huida, fueron tras él y le acosaron con burlas y cuchufletas, no del
mejor gusto. Uno le cogía del brazo, otro le refregaba la cara con sus
manos inocentes, que eran un dechado completo de cuantas
porquerías hay en el mundo; pero él logró desasirse y... pies, para
qué os quiero. Entonces dos o tres de los más desvergonzados le
tiraron piedras, gritando Miau; y toda la partida repitió con infernal
zipizape: Miau, Miau.
El pobre chico de este modo burlado se llamaba Luisito Cadalso, y
era bastante mezquino de talla, corto de alientos, descolorido, como
de ocho años, quizá de diez, tan tímido que esquivaba la amistad de
sus compañeros, temeroso de las bromas de algunos, y sintiéndose
sin bríos para devolverlas.

5- Receta Para Un Nuevo Arte – Emilio Ferrari


Mézclense sin concierto, a la ventura,
el lago, la neurosis, el delirio,
Titania, el sueño, Satanás, el lirio,
la libélula, el ponche y la escultura;
disuélvanse en helénica tintura
palidez auroral y luz de cirio,
dese a Musset y a Baudelaire martirio,
y lengua y rima pónganse en tortura.
Pasad después la mezcolanza espesa
por alambique a la sesera vana
de un bardo azul de la última remesa
y tendréis esa jerga soberana
que es Góngora vestido a la francesa
y pringado en compota americana.
Textos (Romanticismo)
1- Orgullo y Perjuicio – Jane Austen
Cuando el señor Darcy le entregó esta carta no esperaba Elizabeth
que renovase en ella sus ofrecimientos, pero tampoco esperaba, ni
mucho menos, un contenido semejante. Es fácil suponer con qué
ansiedad leyó cuanto decía y qué emociones más contradictorias
levantó en su pecho. Sus sentimientos no podían definirse
claramente mientras leía. Vio primero con asombro que aún
encontraba Darcy disculpas a su conducta, cuando ella estaba
firmemente convencida de que era incapaz de encontrar explicación
alguna que un justo sentido del decoro no le obligase a ocultar.
Empezó la lectura de lo ocurrido en Netherfield poseída de un fuerte
prejuicio contra todo lo que él pudiera decir. Su curiosidad era tan
intensa que apenas le dejaba lugar para la reflexión, y la impaciencia
por saber lo que veía después le quitaba capacidad para atender al
sentido de la frase que tenía delante de los ojos. Juzgó en el acto una
solemne falsedad el que Darcy dijese estar convencido de que Jane
era insensible al afecto de Bingley. La exposición de las verdaderas
y peores objeciones que hacía a la boda despertaron de tal manera su
indignación que le quitaron todo deseo de hacer justicia a Darcy.
Elizabeth no se contentaba con aquellas expresiones de sentimiento
por lo que había hecho; su estilo no era el de un arrepentido, sino el
de un hombre altanero. Toda la carta era puro orgullo e insolencia.
2- Los Miserables – Víctor Hugo
Su conversación era afable y alegre; se acomodaba a la mentalidad
de las dos ancianas que pasaban la vida a su lado: cuando reía, era su
risa la de un escolar. La señora Magloire lo llamaba siempre
"Vuestra Grandeza". Un día monseñor se levantó de su sillón y fue a
la biblioteca a buscar un libro. Estaba éste en una de las tablas más
altas del estante, y como el obispo era de corta estatura, no pudo
alcanzarlo. -Señora Magloire -dijo-, traedme una silla, porque mi
Grandeza no alcanza a esa tabla. No condenaba nada ni a nadie
apresuradamente y sin tener en cuenta las circunstancias; y solía
decir: Veamos el camino por donde ha pasado la falta. Siendo un ex
pecador, como se calificaba a sí mismo sonriendo, no tenía ninguna
de las asperezas del rigorismo, y profesaba muy alto, sin cuidarse
para nada de ciertos fruncimientos de cejas, una doctrina que podría
resumirse en estas palabras: "El hombre tiene sobre sí la carne, que
es a la vez su carga y su tentación. La lleva, y cede a ella. Debe
vigilarla, contenerla, reprimirla; mas si a pesar de sus esfuerzos cae,
la falta así cometida es venial. Es una caída; pero caída sobre las
rodillas, que puede transformarse y acabar en oración".
Frecuentemente escribía algunas líneas en los márgenes del libro
que estaba leyendo. Como éstas: "Oh, Vos, ¿quién sois? El
Eclesiástico os llama Todopoderoso; los Macabeos os nombran
Creador; la Epístola a los Efesios os llama .Libertad; Baruch os
nombra Inmensidad; los Salmos os llaman Sabiduría y Verdad; Juan
os llama Luz; los reyes os nombran Señor; el Éxodo os apellida
Providencia; el Levítico, Santidad; Esdras, Justicia; la creación os
llama Dios; el hombre os llama Padre; pero Salomón os llama
Misericordia, y éste es el más bello de vuestros nombres". En otra
parte había escrito: "No preguntéis su nombre a quien os pide asilo.
Precisamente quien más necesidad tiene de asilo es el que tiene más
dificultad en decir su nombre". Añadía también: "A los ignorantes
enseñadles lo más que podáis; la sociedad es culpable por no dar
instrucción gratis; es responsable de la oscuridad que con esto
produce. Si un alma sumida en las tinieblas comete un pecado, el
culpable no es en realidad el que peca, sino el que no disipa las
tinieblas". Como se ve, tenía un modo extraño y peculiar de juzgar
las cosas.
3- La Luz Que Perdimos – Jill Santopolo
Nunca olvidaré nuestra conversación al salir del edificio de
Filosofía; aunque las palabras en sí no tuvieran nada de especial, la
tengo grabada a fuego en mi memoria como parte de aquel día.
Habíamos empezado a bajar juntos la escalera. Bueno, juntos
exactamente no, pero cerca. Hacía un día claro, con el cielo azul y…
todo había cambiado. Solo que aún no lo sabíamos. A nuestro
alrededor, la gente comentaba: «¡Se han caído las Torres Gemelas!»,
«¡Se han suspendido las clases en los colegios!», «Yo quiero donar
sangre. ¿Sabéis dónde se puede donar sangre?». Me volví hacia ti.
—¿Qué ha pasado? —Vivo en el East Campus —dijiste, señalando
hacia la residencia de estudiantes—. Vayamos a averiguarlo. Te
llamas Lucy, ¿verdad? ¿Dónde vives? —En el Hogan —contesté—.
Y sí, me llamo Lucy. —Encantado, Lucy. Yo soy Gabriel. —Me
tendiste la mano. En medio de todo el follón, te la estreché y, sin
soltarla, levanté la cara para mirarte a los ojos. Tu hoyuelo volvió a
aparecer. El azul de tus ojos brilló. Fue entonces cuando pensé por
primera vez: «Qué guapo». Fuimos a tu estudio de la residencia de
estudiantes a ver la tele con tus compañeros, Adam, Scott y Justin.
La pantalla escupía una sucesión de imágenes en bucle: personas
tirándose en picado desde los edificios, montañas chamuscadas de
escombros lanzando señales de humo al cielo y las torres
derrumbándose. Nos quedamos como alelados ante la devastación.
4- Palabras Que Caen Como La Lluvia – Caroline
March
Harold Shelby escribió: «La piel de una mujer, cuando es acariciada
por el ser amado, reverbera al igual que una hoja en primavera
recibiendo el sol y la lluvia. Su tersura es comparable a la superficie
más brillante que hayas tenido la suerte de contemplar jamás». El
toque de aquellas letras, ligero como una pluma, sobrevolaba el
contorno de tu propia piel, erizando el vello, tensándolo expectante
para recibir la tan ansiada caricia en un lenguaje que buscaba la
excelencia, no el simple entretenimiento, poniendo frente a ti el
sentimiento que nacía de las entrañas, apresándote. Fue el momento
en el que le declaré amor eterno a Harold Shelby, en el que me
prometí que le sería fiel hasta el final de mis días. Mi padre me lo
presentó un día cualquiera, a cualquier hora, lanzándome un libro
suyo al regazo. Levanté la vista del teléfono molesta por la
interrupción y enarqué una ceja. —Dale una oportunidad —me
instó. —No tengo tiempo para leer, casi no tengo tiempo para nada.
—Ésa es la misma excusa que ponen todos a los que no les gusta
hacer algo, como si el tiempo les perteneciera sólo a ellos. —Está
bien, lo leeré cuando termine de ver estos vídeos. Al amanecer
siguiente, en otro día cualquiera, ya había examinado todo lo que se
podía encontrar en la red del misterioso autor. Me había recreado
repitiendo sus entrevistas, sonriendo ante su forma calmada de
expresarse, apenas gesticulando. Y comprendí lo que escondía tras
esta pregunta: —¿Qué lo motivó para escribir la primera novela? —
Aquella mujer me mató y únicamente encontré esta forma para
defenderme del dolor que mi propia muerte me produjo. Suspiré por
tercera vez tras visionar su rostro apacible, sin ver menguar su
atractivo, pese a que fuera bastantes años mayor que yo, de
complexión rechoncha, aspecto bonachón y con escaso pelo rubio
peinado hacia atrás en un inconcluso perfil de seriedad. Aunque
tuviera la odiosa manía de ajustarse una y otra vez las gafas
redondas metálicas en el puente de la nariz. Sin embargo, estaba
dotado de unos peculiares ojos azules pequeños e inquisitivos, su
mayor atractivo.

5- Hubo Un Tiempo… ¿Recuerdas? – Lord Byron


Hubo un tiempo… ¿recuerdas? Su memoria, vivirá en nuestro pecho
eternamente…Ambos sentimos un cariño ardiente; el mismo, ¡oh
virgen! que me arrastra a ti.
¡Ay! desde el día en que por vez primera, eterno amor mi labio te ha
jurado, y pesares mi vida han desgarrado, pesares que no puedes tú
sufrir; desde entonces el triste pensamiento, de tu olvido falaz en mi
agonía: olvido de un amor todo armonía, fugitivo en su yerto
corazón. Y sin embargo, celestial consuelo llega a inundar mi
espíritu agobiado, hoy que tu dulce voz ha despertado recuerdos,
¡ay! de un tiempo que pasó.
Aunque jamás tu corazón de hielo palpite en mi presencia
estremecido, me es grato recordar que no has podido nunca olvidar
nuestro primer amor. Y si pretendes con tenaz empeño seguir
indiferente tu camino…Obedece la voz de tu destino, que odiarme
puedes; olvidarme, no.
Textos (Literatura Moderna)
1- El Viejo y El Mar – Ernest Hermingway
Decía siempre “la mar”. Así es como le dicen en español cuando la
quieren. A veces los que la quieren hablan mal de “ella”, pero lo
hacen siempre como si fuera una mujer. Algunos de los pescadores
más jóvenes, los que usaban boyas y flotadores para sus sedales y
tenían botes de motor comprados cuando los hígados de tiburón se
cotizaban alto, empleaban el artículo masculino, lo llamaban “el
mar”. Hablaban del mar como de un contendiente o un lugar, o
incluso un enemigo. Pero el viejo lo concebía siempre como
perteneciente al género femenino y como algo que concedía o
negaba grandes favores, y si hacía cosas perversas y terribles era
porque no podía evitarlo. La luna, pensaba, le afectaba lo mismo que
a una mujer.
2- Un Mundo Feliz – Aldous Huxley
La enorme pieza del piso bajo estaba orientada hacia el Norte. A
pesar del calor del exterior y de la temperatura casi tropical del
interior, solo una luz cruda, pálida e invernal, se filtraba a través de
los cristales buscando con avidez algunos ensabanados cuerpos
yacentes, algún trozo de carne descolorida, producto de disecciones
académicas; pero solo hallaba cristal y níquel y las pulidas y frías
porcelanas del laboratorio. Invierno respondía a invierno. Blancas
eran las batas de los que allí trabajaban con manos enfundadas en
guantes de goma de color cadavérico. La luz era helada, muerta,
fantasmal. Solo los tubos amarillos de los microscopios le prestaban
algo de vida mientras resbalaba lúbricamente sobre su pulidez,
formando una larga serie de ricos destellos a lo largo de las mesas de
trabajo.
3- El Corazón De Las Tinieblas – Joseph Conrad
La tierra parecía algo no terrenal. Estamos acostumbrados a verla
bajo la forma encadenada de un monstruo dominado, pero allí, allí
podías ver algo monstruoso y libre. No era terrenal, y los hombres
eran... No, no eran inhumanos. Bueno, sabéis, eso era lo peor de
todo: esa sospecha de que no fueran inhumanos. Brotaba en uno
lentamente. Aullaban y brincaban y daban vueltas y hacían muecas
horribles; pero lo que estremecía era pensar en su humanidad -como
la de uno mismo-, pensar en el remoto parentesco de uno con ese
salvaje y apasionado alboroto. Desagradable. Sí, era francamente
desagradable; pero si uno fuera lo bastante hombre, reconocería que
había en su interior una ligerísima señal de respuesta a la terrible
franqueza de aquel ruido, una oscura sospecha de que había en ello
un significado que uno -tan alejado de la noche de los primeros
tiempos- podía comprender. ¿Y por qué no? La mente del hombre es
capaz de cualquier cosa, porque está todo en ella, tanto el pasado
como el futuro. ¿Qué había allí, después de todo? Júbilo, temor,
pesar, devoción, valor, ira -¿cómo saberlo?-, pero había una verdad,
la verdad despojada de su manto del tiempo. Que el necio se
asombre y se estremezca; el hombre sabe y puede mirar sin
parpadear.
4- Una Temporada En El Infierno – Arthur Rimbaud
Antaño, si mal no recuerdo, mi vida era un festín en el que todos los
corazones se abrían, en el que todos los vinos se escanciaban.
Una tarde, me senté a la Belleza en las rodillas. - Y la encontré
amarga. - Y la cubrí de insultos.
Me armé contra la justicia.
Escapé. ¡Oh brujas, miseria, odio: a ustedes se les confió mi tesoro!
Logré que se desvaneciera en mi espíritu toda la esperanza humana.
Sobre toda alegría, para estrangularla, salté como una fiera,
sordamente.
Llamé a los verdugos para, mientras perecía, morder las culatas de
sus fusiles. Llamé a las plagas para ahogarme en la arena, en la
sangre. La desgracia fue mi dios. Me tendí en el lodo. Me dejé secar
por el aire del crimen. Y le hice muy malas pasadas a la locura.
Y la primavera me trajo la horrorosa risa del idiota.
Ahora bien, últimamente, habiendo estado a punto de soltar el
último ¡cuac!, se me ocurrió buscar la clave del antiguo festín, en el
que había, quizá, de recobrar el apetito.
La caridad es esa clave. - ¡Semejante inspiración demuestra que todo
fue un sueño!
"Seguirás siendo hiena, etc.", exclama el demonio que de tan
amables adormideras me coronó. "Gana la muerte con todos tus
apetitos, y tu egoísmo, y todos los pecados capitales."

5- Dolor, Dolor Eterna Vida Mia – José Martí


¡Dolor! ¡Dolor! eterna vida mía,
Ser de mi ser, sin cuyo aliento muero!
Goce en buen hora espíritu mezquino
Al son del baile animador, y prenda
Su alma en las flores que el flotante lino
De mujeres bellísimas engasta:
Goce en buen hora, y su cerebro encienda
En la rojiza lumbre de la incasta
Hoguera del deseo:
Yo, embriagado de mis penas, me devoro,
Y mis miserias lloro,
Y buitre de mí mismo me levanto,
Y me hiero y me curo con mi canto,
Buitre a la vez que altivo Prometeo.
Textos (Literatura Contemporánea)
1- Cien Años De Soledad – Gabriel García Márquez
Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel
Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su
padre lo llevó a conocer el hielo. Macondo era entonces una aldea de
veinte casas de barro y cañabrava construida a la orilla de un río de aguas
diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y
enormes como huevos prehistóricos. El mundo era tan reciente, que
muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que
señalarlas con el dedo.

José Arcadio Buendía, que era el hombre más emprendedor que se vería
jamás en la aldea, había dispuesto de tal modo la posición de las casas,
que desde todas podía llegarse al río y abastecerse de agua con igual
esfuerzo, y trazó las calles con tan buen sentido que ninguna casa recibía
más sol que otra a la hora del calor. En pocos años, Macondo fue una
aldea más ordenada y laboriosa que cualquiera de las conocidas hasta
entonces por sus trescientos habitantes. Era en verdad una aldea feliz,
donde nadie era mayor de treinta años y donde nadie había muerto.

Vio una mujer vestida de oro en el cogote de un elefante. Vio un


dromedario triste. Vio un oso vestido de holandesa que marcaba el
compás de la música con un cucharón y una cacerola. Vio a los payasos
haciendo maromas en la cola del desfile, y le vio otra vez la cara a su
soledad miserable cuando todo acabó de pasar, y no quedó sino el
luminoso espacio en la calle, y el aire lleno de hormigas voladoras, y
unos cuantos curiosos asomados al precipicio de la incertidumbre.
Entonces fue el castaño, pensando en el circo, y mientras orinaba trató de
seguir pensando en el circo, pero ya no encontró el recuerdo. Metió la
cabeza entre los hombros, como un pollito, y se quedó inmóvil con la
frente apoyada en el tronco del castaño.

2- La Chica De Nieve – Javier Castillo


Lo peor siempre se fragua sin que lo puedas intuir.
Grace levantó la vista e ignoró durante algunos momentos la
majestuosidad de la cabalgata de Acción de Gracias para observar a su
hija, subida a hombros de su padre, radiante de felicidad. Se fijó en que
sus piernas colgaban juguetonas y en cómo las manos de su marido
sujetaban los muslos de la pequeña con una firmeza que más tarde
recordaría como insuficiente. El Santa de Macy’s se acercaba sonriente
en su gigantesco trono y, de vez en cuando, Kiera señalaba y chillaba de
felicidad a la comitiva de duendes, elfos, galletas de jengibre gigantes y
peluches que desfilaban delante de la carroza. Llovía. Una suave y fina
cortina de agua empapaba chubasqueros y paraguas, y aquellas gotas,
quizá, siempre tuvieron aspecto de lágrimas.
—¡Allí! —gritó la niña—. ¡Allí!
Aaron y Grace siguieron el dedo de Kiera, que señalaba un globo blanco
de helio alejándose hacia las nubes, haciéndose diminuto mientras volaba
entre los rascacielos de Nueva York. Luego bajó la vista hacia su madre
con ilusión y Grace supo al instante que no podía decirle que no.
Grace observó una de las esquinas de la calle, en la que había una mujer
vestida de Mary Poppins, con el paraguas en alto bajo un montón de
globos blancos, que regalaba a todo aquel que se acercaba.

3- La Insoportable Levedad Del Ser – Milian Kundera


Sintió en su boca el suave olor de la fiebre y lo aspiro como si quisiera
llenarse de las intimidades de su cuerpo. Y en ese momento se imaginó
que ya llevaba muchos años en su casa y que se estaba muriendo. De
pronto tuvo la clara sensación que no podría sobrevivir a la muerte de
ella. Se acostaría a su lado y querría morir con ella. Conmovido por esa
imagen hundió en ese momento la cara en la almohada junto a la cabeza
de ella y permaneció así durante mucho tiempo.....Y le dio pena que en
una situación como aquella, en la que un hombre de verdad sería capaz
de tomar inmediatamente una decisión, él dudase, privando así de su
significado al momento mas hermoso que había vivido jamás (estaba
arrodillado junto a su cama y pensaba que no podría sobrevivir a su
muerte). Se enfadó consigo mismo, pero luego se le ocurrió que en
realidad era bastante natural que no supiera que quería: El hombre nunca
puede saber que debe querer, porque vive solo una vida y no tiene modo
de compararla con sus vidas precedentes ni de enmendarla en sus vidas
posteriores. No existe posibilidad alguna de comprobar cual de las
decisiones es la mejor, porque no existe comparación alguna. El hombre
lo vive todo a la primera y sin preparación. Como si un actor
representase su obra sin ningún tipo de ensayo. Pero que valor puede
tener la vida si el primer ensayo para vivir es ya la vida misma? Por eso
la vida parece un boceto. Pero ni un boceto es la palabra precisa, porque
un boceto es siempre un borrador de algo, la preparación para un cuadro,
mientras que el boceto que es nuestra vida es un boceto para nada, un
borrador sin cuadro.

4- Nunca Me Abandones - Kazuo Ishiguro


Hace un par de días estuve hablando con uno de mis donantes que se
quejaba de que los recuerdos, incluso los más preciosos, se desvanecen
con una rapidez asombrosa. Pero yo no estoy de acuerdo. Mis recuerdos
más caros no se desdibujan jamás en mi memoria. Perdí a Ruth, y luego
perdí a Tommy, pero no voy a perder mi memoria de ellos.
Supongo que perdí también Hailsham. Sigues oyendo historias de
algunos ex alumnos que aún lo buscan, o al menos buscan el lugar donde
un día estuvo. Y de cuando en cuando algún rumor que otro sobre
aquellas cosas en las que ha podido convertirse hoy Hailsham: un hotel,
un colegio, unas ruinas. Yo, a pesar de todo lo que viajo, nunca he
tratado de encontrarlo. No estoy realmente interesada en verlo, sea lo que
sea lo que es hoy.
Entiéndaseme: aunque digo que jamás busco Hailsham, no niego que a
veces, cuando conduzco por el país, de pronto creo divisarlo en la
distancia. Veo un pabellón de deportes a lo lejos y estoy segura de que es
el nuestro. O una hilera de álamos en el horizonte, junto a un enorme
roble algodonoso, y durante un segundo tengo la certeza de que estoy
llegando al Campo de Deportes Sur desde el extremo opuesto. Una
mañana gris, en Gloucestershire, en un largo tramo de carretera, pasé
junto a un coche averiado, apartado en el área de descanso, y tuve la
convicción de que la chica que estaba de pie delante de él, mirando con
expresión vacía a los coches que se acercaban, era Susanna C., que
estaba un par de cursos delante de nosotros y era una de las monitoras de
los Saldos. Estos momentos me sobrevienen cuando menos lo espero,
cuando estoy conduciendo pensando en algo completamente diferente.
Así que, en cierto nivel inconsciente, quizá también yo estoy buscando
Hailsham.
Pero como digo, no lo busco deliberadamente, y de todas formas a
finales de este año ya no estaré viajando continuamente de un sitio para
otro. Así que, con toda probabilidad, ya no se me aparecerá en ninguna
parte, y, pensándolo bien, me alegro de que así sea. Es como con mis
recuerdos de Tommy y Ruth. En cuanto pueda llevar una vida más
tranquila, sea cual sea el centro al que me destinen, Hailsham estará
conmigo, a salvo, en mi cabeza, y será algo que ya nadie me podrá
arrebatar jamás.

5- Te Voy A Querer Siempre – Anónimo


No te voy a perdonar que te hayas ido, no esperes un adiós civilizado, no
muere nuestro amor, tú lo has matado, si vienes al entierro no hagas
ruido.
¨Te voy a querer siempre¨ me disparas, la frase superventas del olvido,
qué broma del destino me has traído, mejor hubiera sido que callaras.
Qué típico el amor cuando es eterno, qué falsos los finales de los
cuentos, qué fácil es mentir cuando es invierno.
Te vas y no me quedan argumentos, ni fuerza ni valor para ser tierno. Me
quedan, de tu piel, solo fragmentos.
Bueno la Antología Llego A Su Fin.

Agradezco el tiempo dedicado a revisarlo, gracias y que


tenga un buen día, tarde o noche hasta pronto aquí se despide
el alumno Adrián Jiménez.

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