(1library - Co) Hechizo de Amor Alice Hoffman
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~2~
SUPERSTICION
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caba, podría ver su reflejo a través de los zócalos del
comedor o el pasamanos que tan rápido te hace correr
esas escaleras. Cada cuarto era oscuro aun al mediodía,
en la calurosa brisa de julio. Cualquiera que se animaba a
pararse frente al porche dónde la hiedra crecía salvaje,
podría contar las horas observando a través de las venta-
nas y nunca ver nada. Lo mismo si uno miraba hacia
afuera; el vidrio teñido de verde era tan viejo y tan espeso
que el otro lado parecía un sueño, incluso el cielo y los
árboles.
Las jóvenes fueron criadas por sus tías que, por mucho
hubiesen querido no pudieron rechazarlas. Después de
todo, las niñas, eran huérfanas cuyos descuidados padres
estaban tan enamorados que no notaron humo que ema-
naba de las paredes del bungalow dónde ellos disfrutaban
una segunda luna de miel, después de dejar a las niñas
con una niñera. Nadie se preguntaba la razón del porque
las hermanas compartían la cama durante
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las tormentas; ya que a ambas les aterrorizaba los true-
nos y nunca podían hablar ni siquiera cuando el cielo
comenzaba a temblar. Cuando ellas finalmente se dorm-
ían, sus brazos envolvían una a la otra y a menudo tenían
los mismos sueños. Hubieron veces que una podía com-
pletar la frase de la otra; o tal vez cerrar sus ojos y adivi-
nar lo que la otra quería para postre el día siguiente
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perezosa. Ella nunca creyó que eso podía ser probado con
hechos y figuras.
Cuando Gillian apuntó a una estrella fugaz, Sally le re-
cordó que lo que estaba cayéndose a la tierra era sólo una
piedra vieja, calentada por su descenso a través de la
atmósfera. Sally era una persona que se hacía cargo de
algo desde el principio, no le gustaba la confusión y el
desorden, ambas cosas que ocupaban espacio en la casa
de las tías desde el ático hasta el sótano.
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Las hermanas podrían haber criticadas por sus diferen-
cias, haber crecido de una manera poco convencional y
para luego separarse, si ellas hubieran tenido algún ami-
go todo hubiera sido distinto, pero los demás niños del
pueblo las evitaban. Nadie quería jugar con ellas, y la
mayoría de los niños cruzaban sus dedos cuando Sally y
Gillian dibujaban algo, como si eso fuera alguna clase de
protección. Los niños más valientes y salvajes seguían a
las hermanas a la escuela, pero solo a una determinada
distancia que les permitía volverse y correr si eso fuera
necesario. A estos muchachos les gustaba tirar manzanas
o piedras a las niñas, pero aun los mejores atletas, que
eran estrellas de las Ligas Pequeñas, nunca conseguían
dar un golpe si el objetivo eran las hermanas Owens.
Cada piedra, cada manzana, siempre aterrizada a los pies
de ellas.
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jemos que se coman sus palabras. Espera y veras. Un día
ellos nos rogaran que los invitemos a nuestra casa, y no-
sotras nos reiremos en sus caras."
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vestíbulo vacío y encontrar una excusa para llevarla hacia
otra dirección. Cuando los gatitos se alejaron de esa dis-
tancia, los maestros le sonrieron extrañamente a ella, y
quizás no tuvieron miedo. Los gatos negros hacen eso
con algunas personas; hacen que tiemblen, tengan miedo
y también les recuerda a la oscuridad, y las pesadillas. Sin
embargo, los gatos de las tías, no daban miedo en particu-
lar. A ellos les gustaba estirarse durmiendo en sus camas
y todo ellos tenían nombre de pájaros: ellos eran Cardi-
nal, Raven, Crow y Goose. También había un gatito torpe
llamado Dove, y uno de mal genio llamado Magpie que
mantenía el orden. Era difícil creer que un manojo sarno-
so de criaturas tenía como plan avergonzar a Sally, pero
eso era lo que parecía por lo que sucedió, aunque ellos la
pudieron haber seguido ese día simplemente porque su
almuerzo era un sándwich de atún, para ella sola, ya que
Gillian pretendía estar enferma y así se aseguraría que-
darse la mayor parte de la semana, leyendo revistas y
comiendo dulces y barras de chocolate sin pensar que
pudieran caer restos de estos, ya que era responsabilidad
de Sally el lavado.
Esa mañana, Sally aun no sabía que los gatos estaban
tras de ella, hasta que se sentó en su escritorio. Algunos
de sus compañeros de clase estaban riéndose, pero tres
muchachas habían saltado hacia la estufa y estaban gri-
tando. Cualquiera habría pensado que una banda de de-
monios había entrado en el cuarto, pero solo eran ese ma-
nojo de pulgas que habían seguido a Sally a la escuela.
Ellos desfilaban por las sillas y escritorios, negros como
la noche y aullando como las hadas que anuncian la
muerte. Mientras que Sally los espantaba, los gatos ven-
ían cada vez más cerca.
Ellos caminaban de un lado a otro frente a ella, con sus
colas en el aire, maullando con un horrible sonido podr-
ían cortar la leche de una taza.
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"Fuera", Sally susurró cuando Magpie se metió en su
regazo y empezó a estirar sus garras en su vestido azul.
"Vete‖, ella le pidió.
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ían los resultados de la prueba de ortografía que el maes-
tro de ingles con cara de perro bulldog se había comido.
Fue una teja que colgaba del techo, cayó sobre la cabeza
de ese niño. Él se derrumbó al suelo y cayo como algo sin
vida, con su rostro lleno de polvillo y su cutis pecoso.
Sally lloró durante casi dos horas. La cosa que ella ado-
raba a esos gatos. Ella sacaba sus platos de leche y los
llevaba al veterinario de la Calle Endicott en una bolsa
tejida en donde ellos se peleaban a pesar de sus heridas.
Ella adoraba a esos gatos horribles, sobre todo a Magpie,
aun sentada en su aula, avergonzada más de lo que uno
podría soportar, el gatito la miraría alegremente como se
inunda un cubo de agua helada o tiro con un arma de BB.
Sin embargo, ella se dispuso a cuidar a Magpie, tan
pronto como salió del colegio, limpiando su cola y envol-
viéndola en gasa, sabía que lo había traicionado en lo más
profundo de su corazón. A partir de ese día, Sally pensó
menos en ella misma. Ella no le pedía favores especiales
a las tías, o incluso no pedía esos premios pequeños que
merecía. Ella no podría ser una jueza más rebelde e in-
flexible; puesto que se había encontrado con falta de
compasión y fortaleza, desde ese momento su castigo era
la abnegación.
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Después del incidente del gato, Sally y Gillian eran más
temidas de que ignoradas. Las otras muchachas en escue-
la ya no las fastidiaban; en cambio, se alejaban rápida-
mente cuando las hermanas de Owens pasaban, con sus
ojos mirando al piso. Los rumores de brujería pasaban de
escritorio a escritorio; las acusaciones se escuchaban
desde los vestíbulos hasta los baños. Aquellos niños que
tenían un gato negro rogaban a sus padres que le compren
una mascota diferente, un perro labrador, un hurón o in-
cluso un pez dorado. Cuando el equipo del fútbol perdía,
o si explotaba el horno en el salón de arte, todo el mundo
apuntaba a las chicas Owens. Ni siquiera los chicos más
rudos se atrevían a pegarles con sus pelotas durante los
recreos o apuntar hacia su dirección con manzanas o pie-
dras.
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Las tías no eran invitadas a los almuerzos de sus vecinas
o a la apertura de alguna biblioteca, pero cuando una de
ellas se peleaba con su amante, o descubría estar emba-
razada por alguien que no era su esposo, o descubría que
su esposo le era infiel, después del crepúsculo; recurrían a
las Owens, en la hora cuando las sombras podían escon-
der sus formas, para que nadie pudiera reconocerlas. Se
pararían bajo una enredadera de uvas que colgaba cerca
de la puerta.
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las mujeres que querían el esposo ajeno eran las peores.
Ellas harían absolutamente todo por amor. Ellas se pegar-
ían como banditas elásticas así como el calor de su deseo,
y no lo dejarían en paz ni por los buenos modales.
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amor podría controlarte desde la cabeza a los pies, sin
mencionar lo que se tiene en medio de las piernas.
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ratones no se aventurarían a salir del agradable calor de
las paredes de la alcoba; y los cisnes en el parque se ali-
mentarían de las hiedras heladas si todavía se encontra-
ban hambrientos. La temporada era fría y el cielo parecía
no tener corazón y su color era tan púrpura que hacía a
las muchachas se estremecieran cuando miraban hacia
arriba.
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Sally y Gillian se sentaban en los últimos escalones en
la completa oscuridad, rozando sus rodillas, y con sus
pies sucios y descalzos. Estaban temblando de miedo,
pero aun se sonreían una a la otra y murmurando la frase
al mismo tiempo que las tías lo hacían: ―El corazón de mi
amante sentirá este alfiler, y su devoción yo ganaré‖. No
habrá manera en la que él pueda descansar o dormir,
hasta que venga a mí. Sólo cuando él me ame, encontrara
la paz, y con la paz descansara." Al decir esas palabras,
Gillian hacia pequeños movimientos con una navaja co-
mo los que la joven debía hacerle al corazón de la paloma
cuando repita esas palabras durante siete noches seguidas
antes de acostarse.
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aunque ahora Gillian era la que estaba muy desconcertada
al no saber cuál era su meta.
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tro, pero Sally notó mirando de reojo; que sus ojos esta-
ban nublados, como si él no hubiera dormido durante
siete noches. Esa noche las chicas no fueron a cenar, a
pesar que Sally les prometió a las tías que ella condimen-
taría las chuletas de cordero y cocinaría los frijoles.
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preparaba los sundaes de dulce de chocolate caliente y
alcanzaba las prescripciones para antibióticos y jarabe de
la tos.
"¿Cómo lo sabes?‖
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quería. "Veamos lo que podemos tomar y lo que no‖, ella
murmuró.
~ 21 ~
¿Puedes sacarme los ojos de encima al menos por un
minuto? eso era lo que le decía a su amado. ¿No puedes
darme un minuto de paz?
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para mantener alejados a los niños del vecindario con
gusto a fresa y a menta.
~ 23 ~
Ellas no deseaban verse involucradas por ningún moti-
vo con esa muchacha. A algunas personas se les puede
advertir sobre el desastre que se les puede venir. Lo pue-
des intentar, pelear contra aquello, con cada advertencia
dada, pero al final siempre se hará la voluntad del involu-
crado.
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cuando se dio cuenta lo que le había sucedido a su her-
mana.
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El amor verdadero era algo peligroso, lo consiguió con
su firmeza, y si no haces que se vaya tan rápido puede ser
algo muy inteligente para mantenerte a salvo. Si la chica
de la tienda hubiera sido inteligente, hubiera pedido un
antídoto no un hechizo. Al final, ella había conseguido lo
que quería y aún no había aprendido una lección sobre lo
que le sucedió. Había una persona en el jardín que si lo
había hecho. Había una muchacha que conocía muy bien
como entrar y salir tantas veces que no derramo una la-
grima cuando pico las cebollas. Que le podrían haber
hecho más que llorar esa noche.
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no podían mantenerse alejados de ellas, especialmente de
Gillian. Ella no podía ir al mercado a comprar una lata de
arvejas sin toparse con algún muchacho en la sección de
congelados. Para que al final en vez de comida ella se
lleve helado, dinero que salía del bolsillo del muchacho.
Quizás el jabón negro con el que ella se higienizaba hacia
que su piel estuviera más iluminada cualquiera sea la
razón. Ella era tan impulsiva y pasional que su simple
roce era imposible de ignorar. Los muchachos que la mi-
raban se sentían tan mareados al contemplarla que era
necesarios llevarlos a un doctor para que les de oxigeno o
sangre. Por otro lado, se encontraban los hombres feliz-
mente casados y lo bastante mayores para ser su padre.
De repente, la volteaban a ver y le proponían ofrecerle el
mundo, o por lo menos una versión de él.
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dona y verbena, cuidadosos de no pisar los cebollines los
cuales eran absolutamente fuertes para poner entre los
dedos de cualquier muchacho si este no prestara atención.
Las chicas eran chicas, esa era la manera en que las tías
pensaban, y eso era especialmente una verdad para las
Owens. Eso también lo pensaban para Sally.
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así los pañuelos y toallas olían de manera fresca y dulce.
Las tías trataban de animarla a que nos sea tan buena. La
bondad, en su opinión no era una virtud, sino una falta de
determinación.
Y el temor se disfrazaba de humildad. Las tías pensa-
ban en que había cosas más importantes en que preocu-
parse que sacarle polvo a los conejitos que se encontraban
bajo de las camas o recoger las hojas que se caen del por-
che. Las mujeres Owens ignoraban esas actitudes; eran
inteligentes y pensantes, siempre fueron así. Aquellos
primos que se habían casado siempre habían insistido en
mantener su apellido, y sus hijas también fueron Owens.
La madre de Gillian y Sally, Regina había sido muy difí-
cil de controlar. A las tías siempre se les llenaban los ojos
de lágrimas al recordar como Regina caminaba con sus
pies descalzos por el borde del Porche a las noches, cuan-
do ella bebía demasiado whisky, con sus brazos fuera de
equilibrio.
Ella pudo haber sido algo tonta, pero Regina supo co-
mo divertirse, una habilidad que las mujeres Owens esta-
ban absolutamente orgullosas. Gillian había heredado de
su madre su aspecto salvaje, mientras que Sally no reco-
nocería esos buenos momentos ni aunque estuvieran sen-
tados frente a ella.
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piernas cruzadas y con su mente vagando por cualquier
lugar.
Sus tías le compraban lápiz labial y le traían sales de
baño de España. También le ordenaron por correo vesti-
dos de fiesta, cintas para el cabello y botas de cuero, pero
Sally le regalaba todo eso a Gillian, que podría usar todos
esos objetos. En cambio, Sally leía libros los sábados a la
noche, así como iba a la lavandería los jueves. No era que
Sally no hacia su intento para enamorarse. Era pensante y
reflexiva con sorprendentes poderes de concentración.
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de sus antiguos novios, hermanos que poseían demasiado
orgulloso para refugiarse durante un picnic tormentoso.
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hermanas y estaban a punto de separarse. Se pararon en
frente de la ventana abierta abrazándose una a la otra llo-
rando para luego jurar que solo seria por un tiempo.
―Lo he tenido todo con las tías. Quiero tener una vida
real. Quiero ir a algún lugar donde nadie haya oído algo
acerca de los Owens‖. Gillian decía eso vistiendo un ves-
tidito blanco que lo quería seguir estirando para no mos-
trar sus muslos.
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corazones de los chicos de Princeton, Providence y Cam-
bridge esa misma semana.
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hermana correr por la vereda, y lloro toda la noche e ima-
gino oír sus pasos cuando nada se movía allí afuera.
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¿Y usted qué piensa? ¿Cuál es mejor para el suelo de
la cocina? ―ella le preguntaría al empleado, un joven gua-
po que estaba tan desconcertado por su pregunta que sim-
plemente le apuntaría, al Lysol.
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Sally, con su miedo de mirar a los pájaros en vuelo, se
había atado una bufanda alrededor de su cabeza, pero
ahora vio que no había necesidad. Ningún pájaro había
entrado por la ventana o a través del agujero del tejado
que el reparador no había podido encontrar. No voló tres
veces para anunciar infortunio. Ni siquiera taladró a la
ventana con su pequeño pico afilado.
Las tías se miraban azoradas. Pero Sally se rió ruido-
samente.
Ella, con su insistencia de una prueba, se había asegu-
rado la más poderosa: Las cosas cambiaron. Ellas cam-
biaron. Un año no era como el siguiente y así fueron los
otros.
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viera lastima a su hermana que permanecía en aquella
casa vieja. Pero a Sally no le importaba.
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tonia tuvo el apellido Owens por insistencia de las tías y
en acuerdo con la tradición familiar.
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Para celebrar la llegada del bebe, Michael había invita-
do a todo el mundo que concurría a la tienda y a toda la
gente que vivía en la cuadra para la fiesta. Para sorpresa
de Sally todos vinieron. Cada uno de esos invitados que
habían tenido miedo alguna vez de cruzarse por su cami-
no en las noches oscuras parecían ansiosos en asistir.
Mientras ellos bebían cerveza helada comían torta y bai-
laban en la vereda. Antonia estaba usando un vestido de
hilo, y con un círculo de admiradores a su alrededor la
aplaudieron cuando Michael la levanto sobre una vieja
mesa de picnic para poder cantar ―The old Gray Mare‖ y
―Yankee Doodle.‖
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Ellos cenaban juntos todas las noches, cuando Michael
llegaba de trabajar, y las tías no hacían gestos con su ca-
beza cuando veían los sanos platillos de vegetales que
Sally insistía en servirles a sus hijas. Aunque ellas hacían
todo el trabajo en la casa, no mostraron ningún desagrado
cuando Antonia limpio la mesa. No se quejaron cuando
Sally inscribió a Antonia al jardín maternal del pueblo, a
donde ella le enseñaron a decir ―por favor‖ y ―gracias‖
cuando quería galletitas y cuando se le pedía que sería
mejor que no lleve lombrices en el bolsillo si quería que
otras niñas jugaran con ella.
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Gillian que no volvería si no fuera por su propia voluntad.
Gillian había confesado que cuando pensaba en el nom-
bre de su pueblo, le daba urticaria. El solo ver el mapa de
Massachusetts hacía que se revolviera el estomago.
El pasado era tan desagradable que se rehusaba pensar
en eso; ella aún se despertaba por las noches recordando
cuan patéticas habían sido como huérfanas. Olvidar una
visita. Olvidar cualquier tipo de relación con las tías que
nunca entendieron lo que significo para las hermanas sen-
tirse forasteras.
Alguien le tendría que pagar a Gillian un cuarto de
millón para que viniese o que cruce a nado el Mississippi,
no importaba cuanto ellas amaba a sus sobrinas que por
supuesto, siempre estaban en sus pensamientos.
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"Tonterías", ella dijo, y se rió ruidosamente. Todavía
toleraba a las clientes que todavía venían de vez en cuan-
do a la puerta trasera en el crepúsculo, y ahora no permi-
tiría que la estupidez de las tías afectara a su familia.
La práctica de las tías era basura y nada más, una espe-
cie de avena que alimentaba los engaños de los desespe-
rados. Sally no oiría ni una palabra más sobre eso. No
miraría cuando las tías insistían en señalar a un perro ne-
gro que había tomado por costumbre sentarse fuera en la
acera cada tarde. Ella no escucharía cuando ellas juraron
que el perro siempre apuntaba su cara al cielo siempre
que Michael se acercaba, y aullaba alejándose de él rápi-
damente con la cola entre las patas.
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Sally no creyó ni una sola palabra de lo que las tías le
decían. Aun ella se ponía nerviosa al mencionar la pala-
bra muerte. Su piel se lleno de manchas, su pelo perdió
brillo, perdió el apetito y no podía dormir, sin mencionar
que odiaba el hecho de dejar a Michael lejos de su vista.
Ahora cada vez que el la besaba, ella lloraba y deseaba no
haberse enamorado de él a primera vista. Eso la hizo sen-
tir sin esperanzas. Porque eso era lo que el amor hacía.
No hay manera ni forma de pelear contra eso. Ahora si
ella perdía, lo perdía todo. No era eso lo que decían las
tías. Ellas eran unas charlatanas de hecho. Sally había ido
a una librería pública y había examinado cada capítulo de
referencia un libro de etimología. El escarabajo venenoso
comía madera y nada más. ¡Como las tías hacían eso! Los
muebles y los adornos de madera podían estar en peligro,
pero la carne y los huesos estaban a salvo o eso era lo que
Sally creía.
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Pero las tías lo habían intentado todo, y aun el escara-
bajo seguía al lado de la silla de Michael. Algunos desti-
nos están garantizados, no importa quién intervenga. Una
noche de primavera, la cual era placentera y templada,
Michael salió camino a la ferretería y fue arrollado por un
auto lleno de adolescentes que celebrando de su coraje y
juventud habían bebido demasiado.
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na que había aparecido en la cocina de las tías aquella
tarde, la rozagante chica llena de esperanza.
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―No te hagas pedazos‖ Gillian le insistiría con su ur-
gente voz.
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Sally se quedaba pensando durante horas cada vez que
terminaba de hablar con su hermana por teléfono. Ella
pensaba en la chica de la farmacia y el sonido de los pa-
sos de Antonia por las escaleras cuando se iba a la cama
sin su beso de las buenas noches. Ella pensó en la vida
con Michael, su muerte y en cada segundo que pasaron
juntos.
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Otra vez era primavera, y el cielo era tan azul que podía
quitarte la respiración. Era tan azul y ella podía verlo, el
color de los ojos de él, las venas bajo su piel y la esperan-
za de ver las camisas sujetadas para la lavandería. Sally
podía ver cada sombra y matiz que se había perdido todo
el año, aunque todavía no podía distinguir el naranja, el
cual era el color más cercano al color del signo de stop
que los adolescentes no vieron el día que atropellaron a
Michael, y no lo vería nunca más. Pero el naranja nunca
fue el color favorito de Sally, una pequeña perdida consi-
derada por otros.
~ 48 ~
hamaca, y un campo donde los jóvenes realizaban juegos
de soccer y baseball hasta el atardecer.
Sally podía oír las voces de los niños jugando, y así fue
que ella entro al parque ansiosamente. Sus mejillas eran
rosadas, y su largo cabello negro volaba como si fuera
una cinta, sorprendentemente, ella había descubierto que
aun era joven.
~ 49 ~
Aprender a ser silencioso como un ratón. Concentrarte
hasta estar tranquilo como una araña en el césped.
~ 50 ~
hacías daño, sus tías que podían hacer explotar a un sapo
de jardín y después cocinarlo en una cacerola para servir-
lo a la hora de la cena, y su madre Sally, que estaba tan
enojada y protectora que podría congelarte en ese preciso
momento, asegurándose de que estarías atrapado en ese
césped con la edad de diez u once años.
~ 51 ~
Sally tomo la ruta 95 y se dirigió al sur y no se detuvo
hasta que Kylie se despertó adorable, a la vez algo con-
fundida y extremadamente acalorada bajo su manta negra
de hilo que olía a lavanda, la fragancia que las tías rocia-
ban en las ropas. Kylie había soñado que era hechizada
por un rebaño de ovejas, ella gritaba baaa baaa con una
voz temible, para luego saltar de su asiento y acercarse a
su madre.
~ 52 ~
Esa es tu opinión, Sally dijo inteligentemente, aunque
en el fondo la había herido. Mientras movía la postal en
frente suyo con el propósito de refrescarse.
~ 53 ~
Hubo una tormenta aquella noche cuando Gillian y Sa-
lly hablaron con sus padres y estos no regresaron, y fue
su mala suerte que una tormenta atrapó al avión en su
camino a Massachusetts.
~ 54 ~
Eventualmente tendría que buscar algún trabajo, pero
tenía algo de dinero ahorrado de la póliza de seguro de
Michael y francamente ella no pensaba en el pasado o el
futuro.
~ 55 ~
Cada verano, exactamente en agosto, ellas visitaban a
las tías. Ellas contenían la respiración cada vez que do-
blaban en la esquina de la calle Magnolia y podían espiar
la antigua casa con su cerco negro y sus ventanas verdes.
Las tías siempre les hacían tortas de chocolate y llenaban
a Antonia de una pila de regalos. Por supuesto, no había
historias antes de dormir, y no había comidas nutritivas y
balanceadas. No había reglas de no dibujar, el papel tapiz,
o que la bañera estuviera tan llena de burbujas que las
mismas llegarían hasta el techo de la sala.
~ 56 ~
Sally había esperado que Antonia sea una gran hermana
mayor de la misma manera que lo había sido ella, pero no
era el estilo de Antonia. Ella no sentía responsabilidad
alguna, no era niñera de nadie. Desde el comienzo, mo-
lestaba a Kylie sin piedad y podía hacer que su hermana
rompiera a llorar con solo una mirada. En el único lugar
en donde se convertían en aliadas, era en la casa de las
tías, incluso amigas se podría decir. Allí donde todo era
viejo y usado, excepto los muebles siempre lustrados, las
chicas siempre pasaban horas juntas. Recogían la lavanda
y tenían picnics bajo la sombra del jardín. Luego se sen-
taban en una salita fresca el resto del día o descansaban
en el segundo piso, el cual estaba decorado con finas
líneas color limón, mientras jugaban interminables parti-
dos de rummy.
~ 57 ~
Cada año, sus vacaciones pasaban lentamente, las mu-
chachas dormían muy tarde, que círculos negros aparecie-
ron alrededor de sus ojos. Ellas comenzaron a quejarse
sobre el calor, lo cual hacia que se cansasen tanto. Incluso
caminar hasta la farmacia por un helado o por un refres-
co, aunque ellas entraron a la vieja mujer que aun traba-
jaba allí, era fascinante verla, aunque ella no hablaba ni
una sola palabra, podía prepara una torre banana split en
segundos, pelar la banana, verter el jarabe para luego co-
locar los malvaviscos en un abrir y cerrar de ojos.
~ 58 ~
Sally siempre las esperaba hasta que lleguen a la casa,
antes de ir a la cama. La mañana siguiente, ella le daría
sus excusas y se las llevaría dos días antes de lo acorda-
do. Ella despertaría a sus hijas y aunque se quejaban por
haberse levantado temprano y por el calor estarían mal-
humoradas todo el día por estar amontonadas en el auto.
~ 59 ~
PREMONICIONES
~ 60 ~
Tener una hermana perfecta, por lo menos en su exterior,
era bastante malo. Tener a alguien así te hace sentir co-
mo una pequeña mota de polvo unas palabras bien-
escogidas que Kylie solía utilizar.
~ 62 ~
Después de dejar Massachusetts Sally había trabajado
como asistente del vice director en la preparatoria.
En todo este tiempo, ella había tenido al menos una doce-
na de citas, y algunos intentos de romance fallidos por
algunos de los vecinos, arreglos que nunca se concretaban
ya que ellos jamás volvían a cruzar por su puerta. Ahora
Sally se sentía cansada y con mala predisposición, y aun-
que su aspecto no era fatal, ella no se consideraba tan
joven.
Antonia era tan popular que durante tres años fue esco-
gida para protagonizar la obra escolar. Kylie, aunque ella
parecía no tener ningún amigo íntimo que Gideon Barnes,
fuera campeona en el concurso de ortografía en el Con-
dado de Nassau y el presidente del club de ajedrez. Las
muchachas de Sally siempre han ido a fiestas de cum-
pleaños y han tomado lecciones del ballet. Ella tenía la
absoluta certeza que nunca perderían sus citas del dentista
y que siempre llegarían a tiempo en la escuela todas las
mañanas de cada día de la semana. Ellas hacían su tarea
antes de mirar la televisión y no se les permitía quedarse
hasta pasada la medianoche holgazaneando o quedarse
colgadas en el portón o ir al centro comercial. Las hijas
~ 63 ~
de Sally habían hecho raíces allí; ellas eran tratadas como
cualquiera, simplemente como niños normales, como
cualquier niño de la cuadra.
~ 65 ~
Algo no andaba bien. No era nada aparente, nadie vendría
y le daría una bofetada en la cara; era menos que un agu-
jero en un suéter, que un dobladillo raído colgado de un
hilo. El aire en la casa se sentía cargado, como para que
el vello en el cuello de Sally erice, y su camisa blanca
comience a dar chispas.
Toda la tarde, Sally se encontró esperando el desastre.
Ella se decía así misma que era con un chasquido de de-
dos había que sacarlo; ni siquiera creía en predecir el fu-
turo, desde luego nunca ha habido documentación cientí-
fica que esos fenómenos visionarios existen. Pero cuando
hizo la prueba, agarró una docena de limones y antes de
que pudiera detenerse empezó a llorar, como si ella se
sintiera repentinamente nostálgica por esa antigua casa en
la Calle de Magnolia, a lo largo de todos esos años.
~ 66 ~
Pero viendo como Kylie y el jugaban ajedrez, sentía una
ola de alivio. Kylie se reía de los tropiezos de Gideon con
semejantes botas puestas cuando hacia juegos con la pe-
lota. Ella no estaba ni herida ni secuestrada, estaba en ese
campo, corriendo tan rápido como podía. Era una tarde
calurosa, y pesada, un día como cualquier otro, y a Sally
le haría bien un descanso. Ella era tan tonta por haber
creído que algo malo iba a suceder. Eso era lo que se de-
cía a sí misma, pero no era lo que pensaba. Cuando Anto-
nia regresaba a la casa, asombrada por haber conseguido
un trabajo de verano en el local del helado cerca de los
portales, Sally tenía tantas sospechas que insistía en lla-
mar al dueño y averiguar las horas y responsabilidades de
Antonia. Ella lo interrogaría pidiendo la historia personal
del dueño, incluso la dirección, estado civil, y número de
personas a cargo, también.
~ 67 ~
Pero a Sally lo que le preocupaba es Antonia terminará
escapándose con alguien, así como Gillian lo hizo. Tam-
bién la mortificaba pensar que una de sus hijas podría
seguir en los pasos de su hermana, un sendero que ha
llevado a sólo autodestrucción y la pérdida de tiempo,
que incluían tres matrimonios fugaces los cuales ninguno
rindieron un centavo de pensión.
~ 68 ~
¿Quieres decirme algo? , Kylie le preguntó al propósito
cuando se cruzo con ella por el vestíbulo. Su pelo castaño
se le había pegado en el rostro y sus mejillas color car-
mesí estaban sonrojadas por el calor. Ella era un blanco
perfecto y lo sabía muy bien. Te puedes duchar primero
Antonia le respondió con una voz tan triste que no se pa-
recía en lo absoluto a ella.
~ 70 ~
Igualmente, Sally poco antes se quedó dormida a pesar
del tiempo, ella se deslizo bajo una fina blanca sabana y
dejo todas las ventanas del cuarto abiertas para que se
ventilen un poco.
~ 71 ~
Por encima del vecindario, el anillo había comenzado a
moverse sobre su propio eje, una serpiente iluminada de
posibilidad, dobló y quedó tensa y firme por la gravedad.
En una noche como esa, era posible salir para una mujer
silenciosamente de su automóvil sin que ninguno de los
vecinos se dé cuenta. Cuando hace tanto calor, como en
junio cuando el cuelo está tan nuboso y espeso, que un
golpe en la puerta no se escucharía ni el eco. Entra en sus
sueños, como una piedra en el arroyo, hacen que uno se
despierte de repente, haciendo que su corazón comience a
latir como loco, hundiéndote en el mismo pánico.
―Oh dios, eres tú‖ Gillian lanzo esa frase como si Sally
fuera la visitante inesperada. En dieciocho años, ellas
apenas se habían visto solo tres veces, cuando Sally se
fue al este. Gillian nunca cruzo el Mississippi, eso era lo
que había jurado en el momento de haberse marchado de
la casa de las tías.
~ 73 ~
Hace dos días Sally le mando una carta a Gillian a su di-
rección más reciente en Tucson. Ella la mandaría al in-
fierno y le contaría sobre su vida, sus sueños rotos y las
oportunidades perdidas, ella sería tan brusca en esa carta
que se alegraba de que Gillian no recibiera esa carta. Pero
su alivio no duraría por mucho tiempo.
~ 74 ~
Si no estuviera desesperada, no estaría allí, corriendo a su
hermana mayor por ayuda, cuando paso toda su vida
creyéndose autosuficiente como una piedra. Todos los
demás tenían familias, iban al este u oeste o bajaban a la
cuadra para pascuas o el día de acción de gracias pero no
Gillian. Ella siempre podía tomarse unas pequeñas vaca-
ciones y de repente encontrarse en el mejor bar de la ciu-
dad, donde había menues especiales para días festivos,
huevos pintados de rosa, pavos o burritos. En un día de
acción de gracias Gillian fue hacerse el tatuaje en la mu-
ñeca. Una tarde calurosa en Las Vegas, Nevada y el cielo
era de un color pastel mientras que su pareja que se en-
contraba en el salón de tatuajes le diría que no la lastimar-
ía pero finalmente lo hacía.
~ 77 ~
―Aun no puedo creer que haya hecho algo como esto‖
Gillian dijo. ―Tenía que haber salido de la cama a la mi-
tad de la noche y luego dejarlo que se congele hasta mo-
rir. Tenía cristales de hielo en su piel‖
~ 80 ~
No eran sólo las azaleas que Sally podría perder. Eran
once años de trabajo y sacrificio. Los anillos alrededor de
la luna eran ahora tan luminosos que Sally se había con-
vencido que todo el mundo en el vecindario se despertaría
a causa de esto. Ella tomó del brazo a su hermana y le
hundió sus uñas en la piel. Además tenía a dos niñas por
quien velar y las cuales se encontraban durmiendo en la
casa. Y por ultimo tenía una tarta de manzanas pendiente
para la fiesta del cuatro de julio que era la próxima sema-
na. ―¿Por qué ellos vendrían por ti?‖
De repente Gillian cambio su expresión y se intenta alejar
de Sally pero en este caso ella no la dejara ir.
~ 81 ~
la oscuridad ellos parecían algo así como mariposas
purpúreas, como si fuera algo bonito.
"Jamás estuve involucrada con otro hombre", Gillian con-
fesó. Cuando Sally le devolvió la mirada, Gillian le insis-
tiendo que había terminado con el amor. ― He aprendido
mi lección", dijo. ―maldita sea ahora ya es tarde‖. Agregó
finalizando su frase. Deseo siquiera tener solo esta noche,
y llamar a la policía mañana." Su voz sonaba más pre-
ocupada que antes, y más aguda aun. "Podría cubrir a
Jimmy con una manta y dejarlo en el auto. No sé si seré
capaz de hacerlo por mí misma. Creo que no podré hacer-
lo." Gillian sonaba como si se estuviera riendo. Tenía un
temblor en su mano que le hacía imposible encender otro
cigarro.
Aunque ellas eran solo unas niñas cuando sus padres mu-
rieron, Sally tuvo que tomar decisiones precipitadas que
parecían sirvieron para fortalecerlas a ambas. Después
haber sido cuidadas por sus padres y al ser abandonadas
se encontraban en un estado histérico, por lo que Sally
tuvo que hablar por teléfono con el oficial de policía para
oír las noticias de la muerte de sus padres, ella le pidió a
Gillian que escogiera dos de sus animales favoritos y que
~ 82 ~
deshiciera de todos los demás, porque en aquel instante
viajarían hacia la luz, y así podrían cuidarse ellas mismas.
Ella fue la que le dijo a la tonta niñera que buscara el
número de teléfono de las tías en el agenda de su madre, e
insistió que le permitan llamar y anunciar que Gillian y
ella serian dadas a la guarda estatal si ningún pariente se
hacía cargo de ellas.
Esa expresión de determinación que la caracterizaba en
los momentos difíciles era la misma que ahora se encon-
traba en su rostro, una combinación improbable de al-
guien soñador y de un ser endurecido. "La policía no lo
tiene que saber", Sally le dijo. Su voz sonaba raramente
segura. "¿En verdad?‖
~ 83 ~
"Tenías razón, Sally dice. ―Él era muy atractivo." Él era,
por lejos, el tipo mejor bien parecido que Sally ha visto
alguna vez, vivo o muerto. Ella podía asegurar, por el
arco de sus cejas y la sonrisa en sus labios que él ya co-
nocía como era el infierno. Sally puso su rostro frente al
vidrio. El brazo de Jimmy se encontraba estirado sobre el
asiento y Sally pudo ver el anillo en él su mano izquier-
da—era gigante: un cactus del saguaro grabado en el ta-
blero lateral, un crótalo enrollado en el otro, y en el cen-
tro había un vaquero a caballo. Incluso Sally comprendía
la razón del por que no querría golpear a un hombre ese
anillo puesto; la plata te lastimaría el labio, y eso te cor-
taría profundamente.
―Él era amable a medias‖ ―Oh dios, sí‖ ―Pero solo cuando
el bebía‖ Gillian confesó irónicamente. El resto del tiem-
~ 84 ~
po era grandioso. Era muy bueno para comer y no estoy
bromeando. Y creo que tengo una idea de porque era
amable, ya que comencé a ponerle belladona en su comi-
da todas las noches. Y en su bebida antes de que se pu-
siera violento. Todo ese tiempo estuvo perfectamente
bien, hasta que todo eso fue recorriendo su torrente san-
guíneo y fue ahí cuando se ―durmió.‖
―Yo también‖ Sally acordó con ella. Sally creyó que las
tías las juzgaron como algo demasiado ordinario para
cualquier interés real. Gillian se sentía segura de que algo
tenían en común. Aunque esto sea algo temporáneo. Ten-
ían la sensación de que sería mejor de ser cuidadosas
acerca de lo que decían y a quien se lo revelaban.
~ 85 ~
A decir verdad, ellas nunca compartieron su miedo a las
tormentas con las tías, aun sí las pesadillas, dolor de es-
tomago, fiebres y alergias a la comida, que podían ser el
último eslabón que las tías particularmente no querían
compartir en primer lugar.
~ 86 ~
―Todavía no he vivido. En verdad no. Quiero conseguir
un trabajo y tener una vida normal. Quiero ir a las barba-
coas. Y también tener un bebé." "Bueno, eso lo deberías
haber pensado antes." Este es consejo que Sally le había
dado Gillian desde el principio ya que sus conversaciones
telefónicas habían transformado de breves a inexistentes
en los últimos años.
Esto fue lo que ella escribió en su más reciente carta, la
cual Gillian nunca recibió.
~ 89 ~
Era sorprendente, los lugares donde el amor te puede lle-
var. Era sorprendente cuán lejos podías llegar a ir.
En noches como estas, era mejor dejar de pensar en el
pasado, en todo lo que fue ganado y perdido. En noches
como esta te metes en la cama, y deslizarte a través de
sabanas limpias era un gran alivio. Era una noche de ju-
nio, como cualquier otra, salvo por el calor, lo verdoso en
el cielo y la luna. Y todavía faltaba lo que pasaba con las
lilas en el momento que dormimos era algo totalmente
extraordinario. En mayo había unos brotes lánguidos,
pero ahora las lilas florecían de nuevo, fuera de estación y
toda la noche, en un solo ramillete, las flores con una
esencia tan fragante que el propio aire se ponía dulce y
purpúreo. Antes de que las abejas crezcan sin control. Y
los pájaros no recordarán donde se encuentra el norte.
~ 94 ~
de millas, por ejemplo en un lugar como Tucson dónde la
vida era mucho más interesante.
~ 95 ~
Era muy de noche, Kylie se despertó y oyó un grito. Ella
salió de cama y fue a su ventana. Allí, al lado de las lilas,
estaba su tía Guillan, llorando. Kylie la observo durante
unos minutos, hasta que Gillian se secó sus ojos y sacó
un cigarrillo de su bolsillo. Así como ella salió de la ca-
ma, Kylie estaba completamente segura que algún día
ella, también, estaría llorando en un jardín a medianoche,
diferente su madre que siempre estaba en la cama a las
once y quién parecía no tener algo en su vida que valga la
pena. Kylie se preguntó si su madre habría llorado alguna
vez por su padre, o si quizás el momento de su muerte
fuera cuando ella había perdido la habilidad de llorar.
~ 100 ~
―Feliz cumpleaños", Gillian le anunció. ―Este será el me-
jor de todos‖. La esencia de las condenadas lilas se estaba
mezclando con el desayuno que Sally había preparado en
la cocina.
~ 104 ~
Sally que estaba de espaldas se voltea y le dice. ―Tiempo
para que?‖ ―Nada‖ Kylie le responde como cualquier
adolescente malhumorado. ―Charla de chicas‖ Gillian se
excusa por ambas ―Hey‖ dice, mientras metía la mano en
el bolsillo de su pantalón. ―Casi me olvido.‖
~ 105 ~
―No te estoy gritando. ¿Satisfecha? Simplemente te estoy
diciendo que Kylie es mi hija‖
~ 106 ~
―Oh vamos no digas eso‖ la voz de Sally sonaba algo
apenada. Ella quería decir algo sobre la culpabilidad y
también de los hombres que se habían arruinado a lo lar-
go de los años, pero ella se calla cuando ve a Gillian
arrodillada en el césped y empieza a llorar.
~ 107 ~
Las hermanas se abrazan y se levantan del césped. Ellas
quieren entrar a la casa pero su mirada va directamente al
seto de lilas.
Las lilas han crecido demasiado que casi llegan a los ca-
bles del teléfono, con flores tan abundantes que algunas
de sus ramas comenzaron arquearse hacia la tierra.
~ 110 ~
Kylie usaba pantalones cortos, y una vieja camiseta de los
Knicks, la sigue a Gillian obedientemente al baño de da-
mas, aunque no tiene la más mínima idea de lo que está a
punto de transpirar.
~ 113 ~
Antonia vuelve a llamar al mozo pero inmediatamente
retrocede. Sus mejillas son de color carmesí y está cubier-
ta de sudor.
~ 114 ~
―Creo que esa es mi camisa‖, Gideon le dice lastimosa-
mente, y de hecho lo era. El la compro en un viaje a St
Croix la última navidad y la dejo la semana pasada en la
casa de las Owens en el lavadero. Antonia estaba absolu-
tamente mortificada al saber que la camisa en la parte de
atrás decía SOY VIRGEN con letras negras.
~ 116 ~
¿No lo ves? Gillian le dice.
~ 119 ~
Está bien, responde Gideon mientras retrocede. ¿No te
molestaría dejarme salir? Le pide irónicamente.
~ 123 ~
Bueno es una pena, Kylie se lamenta. Porque es mi cabe-
llo. Mirando para todas partes, Antonia le hace una mo-
risqueta. No es de tu incumbencia, Sally le respondió
secamente, mientras espera que Antonia entre a la casa
seguida de Kylie.
Discutiremos esto mañana. Por favor entra a la casa.
~ 125 ~
Pero eso no sucede. Las cosas no pueden ser deshechas.
Es ridículo, pero Kylie podría jurar que vio un extraño en
el patio. Ella se para en la puerta y aprieta el picaporte
con el propósito de entrar a la casa. El sujeto la ve y le
hace un guiño. Kylie no lo puede creer, ya que todavía se
encontraba allí bajo el arco de las lilas y él se parece a la
clase de hombre que nadie en su sano juicio querría en-
contrar en una noche oscura como esta. El tiene mucho
valor para estar en una propiedad privada, para tratar ese
patio como propio. Pero es claro que el no maldice ni el
decoro ni la buena conducta. El está sentado esperando, y
si Kylie lo aprueba o no. Le importa un comino. Él está
allí, admirando la noche a través de sus ojos fríos visto-
sos, listo para hacerle pagar a alguien.
CLARIVIDENCIA
SI UNA MUJER estuviera en problemas, debería usar
algo azul para protección. Sus zapatos o un vestido. El
suéter el color del huevo de un petirrojo o un echarpe
color cielo. Una cinta de raso delgada, cuidadosamente
enhebrada en el ruedo de la prenda. Algunas de esas co-
sas podrían hacerse. Pero si la llama de la vela es azul hay
algo más, que no especialmente suerte, significa que hay
un espíritu en la casa. Y si la llama está a punto de desva-
necerse, para luego crecer con más intensidad, significa
que el espíritu se encuentra establecido. Su ser envuelve
el mobiliario hasta el sótano, clamando en los armarios y
alacenas y pronto sacudiendo ventanas y puertas.
~ 126 ~
A veces tarda un rato darse cuenta de lo que está suce-
diendo. Las personas suelen ignorar lo que no pueden
entender. Ellos estarán buscando la lógica cueste lo que
cueste. Una mujer puede pensar fácilmente que es bastan-
te tonta como para extraviar sus aretes cada noche. Ella
puede convencerse que una cuchara de madera perdida es
la razón que el lavaplatos constantemente está bloquean-
do, y que el retrete sigue inundando debido a las cañerías
defectuosas.
~ 128 ~
Ayer, ella había salido la puerta principal medio dormida,
y cuando iba a entrar a su viejo Oldsmobile, se había es-
fumado de su vista. Ella llegaría tarde a trabajar y supuso
que algún que algún joven había robado su automóvil
entonces ella llamaría a la policía cuando ella llegue a la
Casita de la Hamburguesa. Pero cuando llegó allí, sus
pies estaban matando hace mucho tiempo que había per-
dido el significado de lo que era caminar, y allí se encon-
traba el Oldsmobile, estacionado al frente, como si la
estuviera esperando, incentivándola para hacer algo.
~ 143 ~
Algunas noches todos los miembros de la casa tenían una
pesadilla al mismo tiempo. Otras noches dormían tan
profundamente que sus despertadores no podían sacarlas
de la cama. De cualquier modo, Kylie siempre sabe que
él esta tan cerca que cuando ella despierte encontrara a
Gillian llorando en sueños. Ella lo sabe cuando baja al
vestíbulo y se dirige al baño y ve que el retrete no funcio-
na y cuando el cuerpo de un pájaro muerto se desliza por
el agua. Hay gusanos en el jardín, insectos en el sótano, y
los ratones han empezado a hacer su nido en el par de
tacones altos que Gillian, compró en L.A. Mirar a un
espejo y que la imagen empiece a cambiar. Pasar por una
ventana y que el vidrio se moviese. Era el hombre en el
jardín el responsable de todo eso, cuando la mañana em-
pieza con una maldición murmurada en la respiración de
alguien, o un dedo del pie aplastó, o un vestido favorito
tan metódicamente desgarrado que uno pensaría alguien
lo habría rebanado a través del tejido con un par de tijeras
o un cuchillo de la caza.
"¿Oh, sí?" Gillian dice. Ella estaba más que lista para
pelear. Ella tomo el cheque en la palma de su mano y lo
arrojo al suelo como confetti. "Debajo de toda esa bonda-
dosa apariencia, eres una perra en primer grado"
~ 145 ~
Ella abre su puño y los diamantes se caen en la mesa de
la cocina. "No creo que me digas la verdad.", mencionó.
~ 146 ~
"¿Quién dijo eso?" Gillian se opuso orgullosamente a esa
orden, después de haber decidido, quizás un poco tarde,
ya que hubiera sido mejor que Kylie siguiera siendo una
niña, al menos por un par de años más.
~ 151 ~
"¿Yo?" Gillian había intentado sacar un cigarrillo del
paquete con sus manos temblorosas como las alas de un
pájaro. Ella no tiene ninguna intención de dirigirse hacia
allá. "Ahora", Sally dice, con esa extraña autoridad que
poseía algunas veces, en los momentos más difíciles,
momentos de pánico y confusión cuando el primer instin-
to de Gillian siempre era correr en la otra dirección, tan
rápido como le fuera posible.
~ 152 ~
Uno de los sapos de la laguna estaba en la mitad del
césped, en un camino hacia el seto vivo de lilas. Ahora
que están afuera, ambas hermanas sienten frío, como si
fuera un día de invierno cuando ellas se envolvían en una
colcha vieja en el cuarto de huésped de las tías y miraban
por la ventana como el hielo se formaba entre las ranuras
del vidrio. Al mirar las lilas, Sally se le escapa una frase.
~ 153 ~
En un patio vecino, una mujer estaba colgando sus saba-
nas y jeans en la soga de la ropa. ―No lloverá mas‖ eso
era lo que decían en la radio. Estará lindo y sólido toda la
semana, hasta fines de julio.
~ 154 ~
En cuanto ella se encuentro finalmente sola, Sally se
dirigió hacia el patio. El sapo aún estaba allí; esperando
de frente a Sally. Se encuentra más acomodado en el
césped cuando Sally va al garaje por las tijeras de podar,
y está allí cuando ella las trae, junto con la escalera de
mano, que ella usa siempre para cambiar las bombillas o
investigar los cajones de la despensa.
~ 159 ~
Cada mujer Owens había heredado esos ojos grises cla-
ros como María y el conocimiento que no había ninguna
defensa real contra el mal. María era ningún cuervo inte-
resado en atormentar a los granjeros y a sus campos. El
amor era que la había herido. El hombre que era el padre
de su niña quien María había seguido a Massachusetts en
primer lugar, había decidido que para él ya era suficiente.
Su pasión se había apagado, por lo menos hacia María,
era por eso que él le enviaba una suma grande de dinero
para que ella mantenga su boca callada y que se mantu-
viera al margen de su vida. María se negó a creer que él la
trataría esa manera; inclusive él se esquivo verla al menos
tres veces. Fue cuando ella no pudo más. Hubo un día que
fue a su casa en Newburyport, algo que él le había prohi-
bido absolutamente, y ella con su brazo vendado y su
mano derecha lastimada golpeaba a la puerta.
El hombre a quien ella amó no contestaría sus lamentos;
en cambio le gritó que se marchase, con una voz tan dis-
tante cualquiera que los hubiese visto podrían creer que
ellos eran nada menos que extraños. Pero María no se
marcharía, ella golpeó y ella golpeó, y ni siquiera notó
que sus nudillos sangraban; tanto que los ribetes habían
empezado a aparecer en su piel.
~ 161 ~
En el retrato pequeño que las tías le habían enviado a
Kylie para su cumpleaños llego con dos semanas de de-
mora. María lucia su vestido del azul favorito y su cabe-
llo oscuro tirado hacia atrás con una cinta de raso azul.
Esa pintura al óleo estuvo colgada en la escalera en la
casa de las Owens durante cien noventa y dos años, en la
esquina más sombría del descanso, al lado de las cortinas
de color damasco. Gillian y Sally lo cruzaron miles de
veces antes de irse a la cama manera, pero sin darle una
segunda mirada. Antonia y Kylie jugaban juegos de
Parchéese en el descanso durante el verano de agosto y
nunca notaron que había algo en la pared, más que arañas
y polvo.
~ 168 ~
Ellos hicieron el amor todo el tiempo que pudieron en
aquel vestíbulo, para que a continuación ellos se acosta-
sen en la alcoba y durmieran por varias horas, como si
ellos estuvieran narcotizados. Al momento de dormirse,
Gillian pudo haber jurado oír de la boca de Ben la palabra
destino —como si ellos debieron estar juntos desde un
comienzo y que cada sola cosa que alguna vez habían
hecho en sus vidas había llevado a este momento. Si lo
pensabas de esa forma, uno podía dormir sin culpa. Podr-
ías poner tu vida entera en el lugar, con toda la tristeza y
el dolor que se sintió alguna vez, pero al final obtendrás
lo que siempre quisiste. A pesar de las desigualdades y
las decisiones desacertadas, podrás descubrir realmente
que eres el único que ha ganado.
~ 172 ~
Ella se aovilló y comenzó a llorar, tampoco le importo
que el conejo este lejos. Buddy había pasado mucho
tiempo en la guardia de niños del Hospital cerca de Turn-
pike.
Durante el acto de magia de Ben, se sacaba un viejo
sombrero con olor a alfalfa y sudor todos los sábados.
Buddy estaba acostumbrado a las luces y ver a las perso-
nas llorar por eso cuando él veía eso, se comportaba muy
bien. El jamás mordió a un niño, incluso cuando alguno
de ellos lo haya maltratado. Ahora él se balanceaba con
sus piernas, así como le habían enseñado.
"Él es."
~ 173 ~
Ben estaba parado cerca de la ventana, y en la luz pálida
parecía como si hubiera dormido un sueño profundo con
ángeles; nadie supondría que él se había aterrado cuando
despertó y vio a Gillian en su cama. Él estaba listo para
escapar y llamar a la policía y pedir una patrulla.
En esos momentos, recostado en su cama, él se había
preguntado, que hubiese hecho al perderla, como lo todo
lo que había perdido a lo largo de su vida, pero ella estaba
allí, envuelta en una sabana a su lado. Si él fuera honesto
consigo mismo, el tenia que admitir que su miedo era que
las personas que él amaba desaparecieran, es por eso que
el recurrió a la magia en primer lugar. En su acto siempre
hacia aparecer a un anillo o a su mascota Buddy. A pesar
de eso, el se enamoro de la mujer más impredecible que
había conocido. Él no podía combatir contra eso, ni si-
quiera lo intentó.
El deseaba tenerla atada en su cuarto, con unas sogas de
seda. Luego se arrodillaría a su lado con la mayor con-
ciencia de que le iba a pedir matrimonio. Él quería casar-
se con ella, que nunca lo abandone, en vez de eso saco
bajo su almohada una delgada zanahoria. Por primera vez
en la vida, Buddy ignoro la comida, en cambio se acercó
aun mas a Gillian
~ 179 ~
Está muy claro, ella expresa. La matemática mas el deseo
es el equivalente a lo que eres. Por primera vez, ella había
comenzado a apreciar sus ojos grises
~ 180 ~
¿Ocurre algo? Gillian le pregunto un día a su sobrina
cuando se dio cuenta que ella la estaba observando.
~ 182 ~
que tendrían que verterlo en un pedazo de tostada al día
siguiente o medirlo con una cuchara.
~ 183 ~
"Eso lo hace parecer que como si él fuera algo que recogí
en una tienda. Como si fuera una toronja, o algo a la ven-
ta, que yo conseguí." Gillian arruga su nariz. "De todos
modos, no fue la suerte que me trajo hacia a él."
~ 185 ~
Sally mira a su hija y se preocupa. Ella sabe lo que suce-
de cuando uno se encierra en su dolor, ella lo sabe por-
que lo ha hecho con ella misma ella, las paredes que le-
vanto en su momento, la torre que había construido pie-
dra por piedra. Pero esas eran paredes de pena, y la torre
estaba cubierta por sus lágrimas, y eso no es de protec-
ción; te hará caer a la tierra con un solo golpe. Cuando
ella ve a Kylie subir los escalones hacia su alcoba Sally
se da cuenta que otra torre fue construida, y quizás con
una sola piedra, lo suficiente como para que a ella le pro-
duzca escalofríos. Ella intenta hablar con Kylie, pero ca-
da vez que se le acerca, Kylie corre a su cuarto, dando un
golpe seco a la puerta.
~ 192 ~
Ella se da cuenta quiénes son y qué es lo que quieren
cuando los observa de reojo. Los hombres de la taberna
que la han cruzado, han estado siguiéndola. Ellos son tan
grandes y sus sombras tienen un color carmesí, la persi-
guen gritándole cosas como ―NENA‖ o frases como
―¿NO ENTIENDES INGLÉS?‖ ―¡ESPERA!‖
~ 193 ~
El la estaba maldiciendo, y ¿Por qué razón lo debería
escuchar? Ahora sus largas piernas comenzaban a tener
valor para ella. En ese momento, ella ve las luces del cen-
tro comercial, ella se da cuenta que si continua en la
misma dirección, aquel hombre puede alcanzarla. Le dice
que cuando apenas la alcance, se va a aprovechar de ella
en todas sus formas. Además tiene la certeza que no se le
escapará. El la cuidara como si fuera una mascota, y ella
jamás lo olvidará.
~ 196 ~
―Vamos‖ Ella agarra la mano de Kylie y la lleva hacia el
cuarto donde se guardan los trapeadores, las escobas y las
salsas de jarabe. Scott las sigue.
~ 198 ~
da. En vez de eso, hacia que su pulso enloquezca con el
simple roce de su mano.
~ 199 ~
Ellas nunca pudieron hablar sobre esa noche, y por su-
puesto eso cambiara todo entre ellas. A partir de ese mo-
mento, ellas hablaran de cada noche oscura, se llamaran
sin ninguna razón en particular para luego no colgar
cuando no hay nada que decir.
Ellos no son las mismas personas que eran hace una hora
atrás, y nunca lo serán. Se conocen demasiado para re-
troceder.
Cuando amaneció, la delgada línea de celos que Antonia
había estado arrastrando sobre si misma, se había ido,
dejando un débil contorno verde en el lugar donde ella
descansa.
~ 201 ~
rrerte con la escoba. ¿Deberías salir? ¿Qué es lo que te
detiene? ¿Tus hijas salen, porque tu no?
A raíz de esto, Ben hizo algo que ningún mago hace, lle-
vo al niño a su lado y le revelo que Buddy estaba sentado
tranquilamente dentro de un fondo falso de la desapareci-
da caja. Pero el niño se rehusaba a ser consolado. Quizás
no era el mismo conejo, no había prueba de eso después
de todo. Un conejo blanco era una cosa cotidiana, uno
podría comprarse una docena en una tienda de mascotas.
Por lo que el niño continuo llorando y Ben podría haber
llorado junto a él, que no había tenido la suerte suficiente
de entender los trucos de su oficio. Rápidamente, él saco
una moneda de plata detrás de la oreja del niño.
~ 206 ~
amor. Deseaba en lo más profundo de su ser decirle que
aceptaba mudarse con él.
~ 207 ~
Si hay algo que Gillian sabía era la autocompasión y la
desesperación del individuo. Ella pudo hacer ese diagnos-
tico en apenas dos segundos, ya que ella sufrió de esa
enfermedad miles de veces y sabe muy bien qué tipo de
cura puede sanar. Ella ignora las protestas de sus sobrinas
y las envía a la cama, luego va a la cocina una jarra de
margaritas. Ella toma el jarrón, dos vasos con sal gruesa y
hojas que se encontraban desparramadas cerca del peque-
ño jardín donde los pepinos crecían con mayor vigor.
"Márchate no me molestes."
~ 209 ~
―Eso fue porque él era muy pesado‖ Sally le dice. ―Si
hubieras tenido una carretilla a mi no me hubieras necesi-
tado‖
~ 211 ~
―Al este de Mississippi‖ Gillian continua con la broma.
Mientras que la luz nocturna daba un reflejo increíble al
cabello de Gillian.
~ 212 ~
LEVITACIÓN
~ 213 ~
nuevos hermanos que encontrara en su madre estará or-
ganizando para el próximo fin de semana. Temerosa de la
reacción que su hijo podría tener, Jeannie Barnes había
aplazado ese anuncio durante algún tiempo, pero que aho-
ra ella se lo ha contado, Gideon reflexiona. Él lo piensa
cuidadosamente, mientras que su madre espera una res-
puesta y finalmente dice: ―Grandioso mamá‖ ―Estoy feliz
por ti‖
~ 214 ~
se deslizan por su rodilla. Ella no presta atención en eso.
Tampoco presta atención de que hay un avión sobrevo-
lando encima de ella, o que su piel siente más calor que
hace un minuto atrás.
~ 215 ~
El levanta su vaso de té helado y bebe algunos sorbos,
de la misma forma que lo hacía cuando ellos eran amigos.
~ 216 ~
Ella toma a Gideon por sorpresa, mientras mueve un
peón que él no había prestado atención. Ella lo tiene ro-
deado, mientras que le permite un último movimiento
como gesto de bondad, antes que él sea jaque mate.
~ 217 ~
Kylie derrama el resto del té helado en el césped y deja
el viejo cobertor donde está. A ella no le importa si Gide-
on está con alguien más. El tiene tanta energía que las
ideas fluyen de su cabeza que una línea naranja se dibuja
por encima de él. No tiene ningún temor de que la gente
vea lo que en realidad es, porque una vez que miras en el
interior de alguien como Gideon, la decepción y des-
honestidad son ajenas a él, tarde o temprano el tendrá que
tomar un cursillo en el ABC de las estupideces para no
ser devorado vivo en el mundo exterior, al cual está an-
sioso por entrar.
~ 218 ~
Cuando ellos llegan al campo se dan cuenta que la
sombra cubre al verde césped y que también tendrán
tiempo para pensar las cosas. Por un momento, cuando
doblan la esquina, Kylie tiene el presentimiento de que
ella debería quedarse en su patio. Ella deja la casa atrás.
Por la mañana ellas se habrán ido, hacia la casa de las
tías. De modo que han intentado que Gillian las acompa-
ñe, pero simplemente se rehúsa.
~ 219 ~
Ellas se meterán en el automóvil, de la misma forma
que lo hacen cada agosto, y llegaran antes de las siete de
la tarde, así evitan el trafico. Solo ese año Antonia pro-
metió que lloraría todo el camino hacia Massachusetts. La
razón es que le confió a Kylie que no sabe lo que ella
hará cuando Scott regrese a Cambridge. Probablemente,
pasara la mayor parte de su tiempo estudiando, ya que su
meta es poder entrar a una escuela en el área de Boston, o
quizás poder levantar sus aspiraciones.
Durante el viaje hacia la casa de las tías, ella insistirá
en detenerse en todos los descansos recreativos para
comprar tarjetas postales, y luego de haberse acomodado
en la casa de las tías, ella planeaba pasar todas las maña-
nas descansando en sobre una manta de hilo en el jardín.
~ 220 ~
―Yo quiero que entiendas una cosa‖ le dijo a Kylie.
―Todavía eres mi sobrina favorita. De hecho, si yo hubie-
ra tenido una hija hubiera querido que fuera como tú‖
~ 221 ~
gastar en esas vacaciones de verano, o ¿Por qué de re-
pente Kylie le da esa sensación de no poder subir sus
maletas ni siquiera al automóvil?
~ 222 ~
ayer cuando la vio corriendo por el parque, agitando los
brazos y gritando ferozmente que los cisnes ni siquiera se
atrevieron a acercarse. En vez de eso, levantaron un vue-
lo, pero eso era tan bajo, que sus alas tocaban el agua del
estanque, al cual no volvieron jamás.
~ 223 ~
se pregunta si la podrá alcanzar, por supuesto que podrá
hacerlo, solo si Kylie se deja caer en el campo donde los
altos y frondosos árboles hacían sombra.
~ 224 ~
rato en darse cuenta que era el mismo el que se estaba
moviendo, y ese sonido era el de sus huesos que golpea-
ban contra el asfalto.
~ 225 ~
Eso lo golpeo y lo arrojo a las nubes. Por un segundo
pensó que jamás volvería a tocar tierra. El golpe tuvo
tanto voltaje que la ropa que usaba quedo hecha cenizas,
y si no hubiera tenido la idea de meterse en el estanque
con agua verdosa donde bebían sus patos, el se hubiese
quemado vivo. Las consecuencias fueron terribles, sus
cejas nunca volvieron a crecer, no necesito volver a afei-
tarse de nuevo. Pero a partir de ese día el no volvió a be-
ber. Ni un solo sorbo de whisky, tampoco una cerveza
fría. Sonny Hallet se apego al café, mínimo dos jarras de
café negro por día, y a raíz de lo que sucedió estuvo listo
para cuidar a Gary en el momento que sus padres no pu-
dieron hacerlo.
~ 226 ~
fue investigador durante siete años. Antes de eso, tuvo un
trasfondo de malas decisiones.
Él era alto y larguirucho y pudo considerar al basket-
ball como una posibilidad, pero aunque él era bastante
obstinado, no tenía la suficiente agresividad necesitada
para los deportes profesionales. Al final, volvió a la uni-
versidad a la escuela de derecho, por ese entonces decidi-
do en no pasar todos esos años estudiando encerrado en
un cuarto cerrado. De todos modos, el resultado fue que
hizo lo mejor para él. Lo que lo separa del resto de sus
colegas es que a él le gusta el asesinato. Le apasiona tanto
ese tema que sus compañeros lo apodaron el buitre mexi-
cano, una criatura de carroña que caza a sus víctimas por
su aroma.
A Gary no le molesta bromear con eso, tampoco le mo-
lesta que la mayoría de la gente tenga la respuesta fácil
que les permita creer que han encontrado la razón del
porque él esta tan interesado en el homicidio. Ellos apun-
tan directamente a su historia familia---su madre murió
de una disfunción en el hígado, y probablemente a su
padre le hubiese pasado lo mismo, si él no hubiera sido
asesinado en Nuevo México. Su cuerpo nunca fue encon-
trado y francamente nadie parecía haber hecho el esfuer-
zo. Pero las hechos del paso no son los que Gary maneja
muy bien, no importa lo que sus amigos pienses. Siempre
esta deduciendo el porqué de las cosas, el factor final que
motiva a una persona en actuar de modo evasivo, y en lo
que siempre encuentra un estimulo para continuar estu-
diándolo detenidamente. La mala palabra dicha en un mal
momento, es un arma mala en la mano, la mujer equivo-
cada que te besa en el lugar justo.
~ 227 ~
podría haber sido, como se hubiera reaccionado si se tu-
viera el tiempo suficiente.
~ 228 ~
su oponente, para luego golpearlo ferozmente con su ani-
llo de plata.
El actuaba como si nadie pudiera detenerlo, pero al-
guien debía ponerle un fin a la carrera del Sr. Hawkins.
~ 229 ~
a una carta abierta, incluso para alguien como Gary, que
se ha resistido demasiado en su vida.
Sus amigos lo conocen suficiente para no ofrecerle una
cerveza, así también sabían que no debían preguntarle
sobre la joven que iba a casarse con él, pero de una mane-
ra fugaz, después del secundario. Ellos hacen todo esto
porque saben que su amistad vale la pena. Convencidos
que él jamás los engañara o los pueda defraudar, esa fue
la manera en la que fue educado, y todo se lo debe a su
abuelo.
Pero esta carta era algo más; que lo tentaba, y cedió an-
te eso, y, si él estaba siendo honrado, en ese momento
poco le importaba.
~ 230 ~
cuando se iría a dormir, lo que comería en el desayuno, lo
que invariablemente era barras de trigo los días de sema-
na y panqueques con mermelada de melaza los domingos.
Gary había estado cerca de tanta gente y había tantos
amigos, pero nunca sintió antes tuvo esa sensación de
percibir que a esa mujer la conocía desde siempre. Era
como si alguien hubiera metido en la cabeza y robado un
pedazo de su alma. El estaba tan involucrado con las pa-
labras que había escrito, que cualquiera podría haber pa-
sado y empujarlo de su silla con el dedo. Un buitre carro-
ñero podría aterrizar a sus espaldas, gritando en su oreja y
Gary no hubiese oído sonido alguno.
~ 231 ~
Gary recogió varias direcciones y una lata de refresco
en la estación de servicio en Turnpike. A pesar de su mal
giro en el campo Y, el se las arregla para encontrar la
dirección correcta. Sally Owens se encontraba en la coci-
na cuando el llego con su automóvil alquilado.
~ 232 ~
sin mangas de Antonia, su perfume es de tomate y cebo-
llas. Todo el día estuvo muy malhumorada e impaciente.
Porque como todos los veranos, ella tiene que organizar
el viaje hacia la casa de las tías.
Ella es bonita, bueno es al menos la estimación de Gary
Hallet. Ella es exactamente de la forma en que se la ima-
gino cuando leía su carta. Bueno ahora ella está ahí, y en
frente de él. A Gary se le hace un nudo en la garganta
cuando la mira. Él ya está pensando en las cosas que
podrían hacer si estuvieran solos en un cuarto. Pero no
puede olvidarse de la razón que lo ha traído hasta ese
lugar, y si no tenia cuidado. Podría cometer un error estú-
pido.
~ 233 ~
―Yo creo que usted está en la dirección equivocada‖
ella le dice a él, algo perturbada por la forma que él la
mira. El problema son sus ojos oscuros. Esa misma sen-
sación es la que tiene el, cuando se siente reflejado en los
ojos de ella.
~ 234 ~
Gary agita su cabeza, pero eso no aclara las cosas. To-
do lo que hace es que el vea doble.
~ 235 ~
―Viví durante un largo tiempo en Tucson,‖ Gary conti-
nua diciendo. Apuesto que usted lo que voy a decir es
algo chauvinista, pero estoy convencido que es el lugar
más grandioso que existe sobre la tierra‖
~ 236 ~
Gary la sigue a la cocina, y observa como ella bebe un
vaso de agua. Él es tan alto que tiene que agacharse para
atravesar la puerta de la cocina, y cuando se sienta que
tiene que estirar sus piernas para que sus rodillas encajen
bajo la mesa. Su abuelo siempre le decía que él tenía
todas las características de una persona que se preocupa
por todo lo que sucede a su alrededor y en efecto tenia
razón.
~ 237 ~
donde se esconde Hawkins y Gary puede esperar en tratar
con eso.
~ 238 ~
lágrimas hacia que se vacíen de a poco, hasta que un día
tu cabeza explota y no queda nada más. Gary ha llorado
más de lo que llora un hombre alguna vez. El lo ha hecho
en rodeos como en la corte, parado al costado de la ruta,
llorando a la vista de un halcón que fue disparado en el
cielo, o antes de recibir un golpe por la espalda para ser
llevado a la parte de atrás de un camión para que el pueda
ser enterrado como un cadáver.
Llorando en la cocina de esa mujer no lo avergüenza; él
ha visto los ojos de su abuelo llenarse de lágrimas cada
vez que miraba a un caballo bonito o una mujer con el
cabello oscuro.
"Oh, no", Gary dice. "El café está bien." Sus ojos son
tan oscuros como las plumas de un cuervo. Él tiene la
habilidad de atrapar a alguien cuando lo mira, y desear
que lo siga mirando. "Generalmente el café me provoca
esto. Me recuerda a mi abuelo que murió hace dos años.
Él era muy adicto al café. Él bebía tres tazas antes de que
abriera sus ojos por la mañana."
~ 239 ~
Ella corrió hacia al cuarto de Kylie y encendió la luz.
Era casi el alba cuando Gillian llego de la casa de Ben,
donde la mitad de sus pertenencias ocupaban la mayor
parte de su armario. Desde que llego, su plan era dormir
lo más que podía, luego ir de compras y pasar por la bi-
blioteca por un libro de estructura celular. Pero en cam-
bio, las sombras se lanzaban abiertamente para que la luz
del sol divida al cuarto en espesas rayas amarillas. Gillian
se retuerce bajo los cobertores; está bastante tranquila,
quizá es porque todos se marcharan pronto.
~ 240 ~
"Le serví un poco de café", dice Sally. "Él está en la
cocina."
~ 241 ~
―No lo sé. No podré sentarme allí y solo mentir. Es por
la manera en que me mira…‖
"Recuerda. No lo mires."
~ 242 ~
fuera a saludarlo en un evento social. Pero cuando lo mi-
ra, puede sentir esa firmeza en su mano. A Gillian eso la
pone nerviosa. Este sujeto no será tan fácil de engañar.
Ha oído demasiadas historias, visto otras y por supuesto
era demasiado astuto. Ella lo puede notar cuando lo mira.
Él es muy inteligente.
~ 243 ~
saca el registro legal de Jimmy para que Gillian lo pueda
ver.
~ 244 ~
culpa, Gillian nunca se detuvo en considerar que ella no
era responsable de todo lo que iba mal. Por lo que obser-
va, puede apreciar la reacción de Sally, pero Sally está
mirando a Gary y ella tiene una graciosa expresión en su
rostro. Esa es una mirada que preocupa a Gillian, porque
Sally es totalmente diferente. Allí parada, recostada sobre
el refrigerador, ella parecía demasiado vulnerable.
¿Dónde estaba su armadura, donde estaba su guardián y
donde estaba la lógica que era algo que unía con todo lo
demás?
~ 245 ~
Gillian está escuchando a Gary, pero también está pen-
sando en cómo las cosas solían ser. Agosto en el desierto
de Tucson podría ser sofocante.
En una semana ardiente, fue cuando Gillian y Jimmy se
habían visto por primera vez, para luego no salir de la
casa, prendieron el aire acondicionado, bebieron cerveza
y tuvieron sexo de la manera que a Jimmy le gustaba.
~ 246 ~
nalo. Ven a tu lugar, una casa que se siente sola sin ti,
ven a casa, ven a casa pronto.
~ 247 ~
―Naturalmente‖ Gillian dice eso mientras piensa. ―Si
somos afortunadas, este tipo se habrá ido en dos minu-
tos”. ―Adelante prosiga‖
~ 248 ~
De hecho, ella también se ira. Sus hijas y ella saldrán
de allí en cuestión de horas. Si ellas se iban temprano, y
no se detenían para tomar café, estarían llegando a Mas-
sachusetts casi al mediodía. Podrán estar abriendo las
cortinas en las habitaciones oscuras de las tías para que
entre la luz del sol después de almorzar
~ 249 ~
―Lindo anillo‖ Gary les sugiere. ―Muy inusual‖
~ 250 ~
orgullosa de sí misma. ―Es demasiado grande para cual-
quiera de nosotras‖
~ 251 ~
gran velocidad. Él no estaba seguro cual era el límite que
podía llegar para cubrir a alguien. Nunca antes había es-
tado en esa posición y no le gustaba experimentarlo por
el momento. Y allí estaba parado en la cocina de una
completa desconocida en Nueva York, en un día de vera-
no. Preguntándose si esto podía ser de otra forma real-
mente.
Y luego piensa en su abuelo camino a la corte para pe-
dir legalmente su custodia en un día de calor tan sofocan-
te como ese día de agosto en la cocina de Sally Owens
Y entonces él piensa sobre su abuelo que camina al pa-
lacio de justicia para exigirlo legalmente en un día cuan-
do era cien y doce en la sombra. El aire comenzaba a so-
plar a chirriar; el mescal y el cardo ruso estaban en lla-
mas, pero Sonny Hallet había pensado en llevar una bote-
lla de agua fresca consigo, para así no estar tan cansado
cuando ingresara a la corte. Si te pones en contra de lo
que crees no eres nada, por lo tanto el mejor remedio es
pegarte un tiro con un arma.
Al día siguiente Gary volara a casa y le entregara el in-
forme del caso a Arno. Luego fingirá que todo estará
bien, que Hawkins se rendirá, y que las hermanas Owens
son declaradas inocentes de sospecha de asesinato, y el
mismo podrá contárselo a Sally. Si él lo hacía, tal vez ella
no sería capaz de tirar sus cartas, las leería una y otra vez,
de la misma forma que él lo hizo con la suya, antes que la
conociera.
~ 252 ~
camino, y le dio un gran empujón a Gary que nunca antes
estuvo tan agradecido por tener un neumático pinchado.
~ 253 ~
estuviese mirando a través de esa cosa. Pero cariño, a fin
de cuentas engañamos al investigador, hicimos un buen
trabajo no‖
~ 254 ~
―No me refiero a la cena‖ Sally se lo decía mientras
agarraba las llaves del auto y su cartera. ―Estoy hablando
de la verdad‖
―¿Estás loca?‖ Gillian la comienza a perseguir y cuan-
do Sally llega a la puerta, su hermana la sujeta del brazo.
~ 255 ~
Sally mira a su hermana, imaginándose las consecuen-
cias. Mientras abre la puerta del auto.
~ 256 ~
Pero Sally ha tomado su decisión. Se rehúsa a escuchar,
de manera que entra a su automóvil y se estaciona detrás
del Honda para bloquearla. Llena de impotencia, Gillian
se queda parada sin hacer nada y solo puede ver como su
hermana se aleja. Por varios minutos se queda mirando,
hasta que la calle se queda vacía.
~ 257 ~
está ayudando en lo absoluto; él está practicando sus
eructos lo cual está poniendo algo histérica a Kylie. Scott
Morrison es el peor, algo melancólico por pensar en la
perspectiva de una semana sin Antonia. "¿Cuál es el pun-
to? " era su contestación a casi todo esa noche, a pregun-
tas tales como "¿Te gusta el arrollado de huevo? " o si
"¿quieres refresco de naranja o Pepsi?"
De repente, Antonia rompe en lágrimas y corre a su
cuarto cuándo Scott no le responde con exactitud si le
escribirá mientras ella esté lejos en lo que solo puede
repetir su vieja pregunta ¿cuál es el punto?" Por esta
razón, Kylie y Gideon le suplican a Scott que vaya a bus-
carla a Antonia y si era necesario que le pida perdón en
caso que no abriera la puerta de su alcoba. La cena cul-
mino de una manera feliz, ya que Antonia y Scott se des-
pidieron con un beso apasionado en el vestíbulo. Por lo
que Gillian decide que esa noche fue suficiente para ella.
~ 258 ~
Ella conoce con exactitud que Kylie tenía suficiente dine-
ro ahorrado en su unicornio, y si Gillian le pediría presta-
do algunos billetes para así sacar un boleto de media cla-
se en autobús. El único problema que tenia, era que eso
ya no lo podía hacer más. Tenía otras prioridades, una
mejor o peor depende el punto de vista con el que se lo
mire: Ben Frye.
~ 259 ~
Gillian se dirige al fregadero y pretende seguir lavando,
pero Ben pone sus manos en su cintura y la sujeta contra
él. Por lo tanto no se convencerá tan fácilmente, y dios
solo sabe cuán terco es cuando quiere algo.
~ 260 ~
Ella lo besa profundamente y le promete toda clase de
cosas, que ella no recordara hasta la próxima vez que
estén en la cama y él se lo recuerde.
~ 261 ~
‖Oh no‖ Kylie dice cuando observa al alto seto de espi-
nas que ha crecido desde que Gideon y ella jugaban en el
césped.
Las ramas del seto eran negras, pero lo que mira cuida-
dosamente son las espinas que eran tan rojas como la
sangre.
~ 262 ~
oído eso en las noticias y han salido a comprar todo lo
necesario para que eso no los sorprenda desprevenidos.
~ 263 ~
Ahora la lluvia era muy intensa, era como una cortina
sobre ese patio, una manta llena de lágrimas. En el lugar
donde ellas lo habían enterrado la tierra parecía esponjo-
sa. Si no tenias cuidado podrías ser arrastrado en la pro-
fundidad del lodo y si tratabas de librarte de todo eso te
podías quedar sin aliento hasta perecer.
~ 264 ~
El cabello se les había aplastado como un yeso, y sus ro-
pas tendrían que ser escurridas.
~ 265 ~
llana: la persona que estaba allí no iría a ninguna parte,
excepto a la cocina para preparar un poco de té de camo-
mila para calmar a sus sobrinas.
~ 266 ~
pletamente dañado y en peligro de caerse cada vez que
apretaba el acelerador
Pero era más que eso, había estado tan limpio y tan
bien cuidado, exactamente la manera que Sally se imagi-
naba a Gary manteniendo su automóvil.
Pensar en él y en su mirada angustiosa, ponían más
nerviosa a Sally. Una vez que ella entro al motel, acomo-
do la correa de su cartera encima de su hombro, y deslizo
su lengua por sus labios.
Ella se siente como si estuviese caminando por un bos-
que el cual ni conoce el camino a tomar. La mujer detrás
del escritorio, está en el teléfono, y parece que ella en el
medio de una conversación que podría haber durado va-
rias horas.
~ 267 ~
―Estoy buscando a Gary Hallet.‖ Una vez que Sally
hizo este anuncio pensó que iba a enloquecer. ¿Por qué
debería buscar a alguien cuya presencia era sinónimo de
calamidad? ¿Por qué condujo hasta allí toda la noche es-
tando tan confundida? No podía concentrarse en nada,
por más obvio que sea. Incluso no podía recordar la capi-
tal del estado de New York. Tampoco podía recordar que
lácteo era más calórico, si la manteca o la margarina o si
las abejas reinas invernan.
~ 268 ~
Había sido muy golpeada por las circunstancias de su
niñez, para luego salir y arruinar las cosas para ella mis-
ma como un adulto.
~ 269 ~
de ellas que resuelvas todos sus problemas para nunca
darte el mínimo de crédito‖
~ 270 ~
―Tuve mis razones,‖ Gillian respondió. Ella estaba sen-
tada en frente del espejo, aplicando rubor en sus mejillas.
―Y ellas se deletrean de esta forma E-F-E-C-T-I-V-O‖
~ 271 ~
―Te das cuenta lo que conseguiste‖ Sally le advirtió.
―Ahí es donde la codicia te ha llevado‖
~ 272 ~
mente perdida. Una mas y jamás encontraría el camino
para salir de ese bosque.
~ 273 ~
era real. Gary se acerca más al Honda y encoge sus ojos.
Ese era el auto de Sally.
~ 274 ~
―¿Has cenado?‖ él le pregunta levantando el paquete de
pollo. También había comprado anillos de cebolla y pa-
pas fritas.
―Yo no podría comer‖ Sally le dice.
~ 275 ~
tros por que el dueño del rancho se negó a contratarlo en
un trabajo de verano. A cada uno los disparo en la cabe-
za‖
~ 276 ~
Por momentos Gary Hallet sentía que sus piernas se
acalambraban dentro del Honda, pero estaba seguro que
no iría a ninguna parte. Su abuelo le decía que la mayoría
de los parientes tenían todo el mal. El verdadero asunto
era, tú podías dirigir a un caballo al agua, si el agua era
fresca y si era lo suficientemente clara y dulce, no podrías
obligar al caballo a beberla.
Esa noche Gary se siente más como un caballo que el
jinete. Él ha tropezado en el amor, y ahora está allí atas-
cado. Él no estaba acostumbrado a conseguir lo que quie-
re, y tratar con él, todavía no puede ayudar con eso pero
se pregunta si es porque él no quiso a nadie demasiado
como lo hizo ahora. Él observa el estacionamiento. Por la
tarde regresará donde pertenece; sus perros se volverán
locos cuando lo vean, su correo lo estará esperando en la
puerta principal, la leche en su refrigerador todavía estará
lo bastante fresca para usar en su café. El problema es,
que no se quiere ir. Él está muy bien allí, enrollado en ese
Honda diminuto, mientras su estómago le gruñe de ham-
bre, y su deseo es tan fuerte que no sabe si será capaz de
ponerse de pie. Sus ojos le arden y sabe que no podrá
detenerse cuando comience a llorar. Será mejor no inten-
tarlo.
~ 277 ~
―Sally‖ le susurra.
~ 278 ~
¿Qué bueno seria para ella involucrarse con un hombre
como él?
A ella le agradaba mucho esa idea, pero no era de esa
clase. Y ella sabía cuál.
~ 279 ~
―Está bien. Sé que tengo razón,‖ él le dice, eso es un
argumento que Sally no podía soportar.
―Sal‖ Ella pide a Gary. ―Sal de mi auto‖
~ 280 ~
ser. Pero ella se mantendrá alejada de él para siempre,
distante como las estrellas, ilesa e intocable hasta el fin de
sus días.
Sally se dirige a la estación de servicio, sabiendo que si
se voltea a ver, se lo encontraría parado en el mismo lu-
gar en el estacionamiento. Pero ella no mira hacia atrás,
porque si lo hiciera también descubriría cuánto ella lo
quiere, y lo bueno que fue con ella.
~ 281 ~
―Muy mal‖ Gillian le responde. ―Pensé que lo habías
hecho. Creí que lo habías pasado bien con él. Tenías esa
mirada en tu rostro.
―Al menos, ¿hiciste un trato con él? ¿Le dijiste que no-
sotras no somos sospechosas no?
~ 282 ~
que se tenía que decir y hacer en estos casos. Respiro
hondo y le dolió admitirlo en voz alta.
~ 283 ~
resadas en tener una cortes conversación con el chofer.
En la parada de autobuses, llamaron a un taxi, y tan pron-
to que llego le indicaron al conductor donde exactamente
querían ir.
~ 284 ~
do su cabello. Ella era la clase de niña que se rehusaba a
vestirse cuando llegaban visitas. Pero de todos modos, la
visita había llegado. El aire era tan denso como una torta
de chocolate, la cual era hecha sin harina. La luz del te-
cho se balanceaba de un lado a otro, su cadena de metal
hacia un sonido constante, como si estuviera colgada de
un hilo. De pronto, Gillian dio un tirón a las cortinas en lo
que su mirada se dirigió hacia el estacionamiento.
~ 285 ~
―¿Quiénes son esos murciélagos? La rebautizada Isabe-
lla le pregunto a su madre.
Las palabras de aquella jovencita se dispersaron por el
césped, cada desagradable silaba caía en la entrada de
Sally con un martilleo. En ese momento, las tías se dieron
vuelta y observaron a Isabella con sus grises ojos claros,
ella sintió que algo extraño corría entre sus dedos, una
sensación tan atemorizante y extraña que tuvo que correr
hacia su casa y meterse a la cama tapándose completa-
mente. Pasaran semanas antes que la joven se queje con
su madre o con alguien más, e incluso si lo hace lo pensa-
ra dos veces, ella lo reflexionara con un ―por favor‖ y
―gracias.‖
~ 286 ~
tampoco tenía la noción de cuantos años tenían. En su
recuerdo siempre las imaginaba unidas, y ahora ella ve
que tía Francés es un poco más alta que su hermana, y tía
Bridget, que también la llamaban tía Jet actualmente era
alegre y regordeta, como una gallina vestida con faldas y
botas negras.
~ 287 ~
mada por teléfono a mitad de la noche hace muchos años
atrás.
~ 288 ~
Las causas podían ser neumonía, complicaciones por
gripe a la edad de noventa y dos o noventa y cuatro años.
Pero ellas pasaron por alto algo, o tal vez lo que no puede
predecir el destino. Las tías nunca hubieran imaginado
que una pequeña y seria voz telefonearía en el medio de
la noche, pidiendo que la pasen a buscar, interrumpiendo
todo. Ese era el fin de los frijoles y patatas a la hora del
almuerzo. En cambio las tías se tuvieron que acostumbrar
a la crema de cacahuate, a la mantequilla y la mermelada,
las galletitas con dulce y la sopa con letras que tanto les
gustaba a las niñas. Qué extraño era estar agradecidas por
tratar con dolores de garganta y con pesadillas. Sin esas
dos niñas, ellas no hubiesen nunca cruzado a mitad de la
noche por todo el vestíbulo con sus pies desnudos, para
ver cuál de ellas sufría dolor de estomago y cuál era la
que dormía bien.
~ 289 ~
―Por el problema en el patio,‖ Tía Francés explica.
~ 290 ~
no deseara que el tiempo fuera una entidad movible para
que ella volviera todo atrás y besar a ese joven otra vez.
~ 291 ~
otros chicos en el jardín de niños, le tiraban del cabello y
la llamaban niña-bruja. A Gillian jamás se le ocurrió con-
tarle a Sally lo terrible que eso fue, como la perseguían
con apenas tres años. Era tan vergonzante que ella no
tenía el valor de admitirlo.
~ 292 ~
chispas de chocolate, o quizás un pastel Sara Lee, pero
las tías no estaban interesadas en postres. Directamente se
ocuparon de lo peor de los niños, aquellos que tiraban a
Gillian de sus cabellos o que le ponían apodos. Las tías
no tuvieron que usar maldiciones o algunas hierbas, o
jurar alguna clase de castigo. Simplemente se sentaron
cerca de la mesa de bocadillos y cada niño que había hos-
tigado a Gillian inmediatamente comenzaba a sentir dolor
de estomago. A causa de esto, estos niños corrieron a sus
padres y les rogaron ser llevados a casa, en donde perma-
necerían por varios días, temblando bajo los cobertores de
lana, tan nauseabundos y llenos de remordimiento que el
cutis se había tornado de un tinte débil verdoso, y sus
pieles despedían un olor tan agrio, lo cual siempre acom-
pañaba a una culpable conciencia
~ 293 ~
Con mucha emoción se acercaron a abrazar a su sobri-
na. Era tan poco común que en su estilo fresco y despre-
ocupado a Gillian se le escape un sollozo de su garganta.
Para crédito de ellas, las tías han aprendido una o dos
cosas desde que han emprendido la tarea de criar a esas
dos pequeñas niñas.
~ 294 ~
dice: ¿Quién habría pensado que me iba a poner tan sen-
timental?
~ 295 ~
―No creo que debamos discutir esto enfrente de las ni-
ñas‖ Sally exigió.
~ 296 ~
algo, saben de las consecuencias que puede traer la bella-
dona. Aquella dosis no podría matar a un fox terrier, pero
dejaría casi como muerto a un hombre de la contextura de
Jimmy.
~ 297 ~
―Pudo haber sido cualquier cosa‖ Jet se encogió de
hombros
~ 298 ~
pan que ella fue quien ordeno aquellas pizzas a la casa del
Sr. Frye. Al final, se lleno de valor y marco al lugar, en lo
que ordeno dos pizzas grandes, una de anchoas, para las
tías y otra con queso y champiñones con salsa extra.
~ 299 ~
―Hey, Josh,‖ Antonia le grita cuando ella pasa a buscar
las pizzas. Ella estaba usando una bata vieja encima de su
camiseta negra y polainas. Su cabello se encontraba atado
por la humedad y su pálida piel lucia fresca y humectada.
Ese joven, era incapaz de hablar en su presencia, aunque
cuando regrese al restaurant hablara de ella por un buen
rato antes que los empleados de la cocina le ordenen que
se calle. Al cerrar la puerta, Antonia se ríe sin darse cuen-
ta que ha regresado algo que había perdido una vez.
Ahora entiende que la atracción es un estado en la men-
te del individuo.
~ 300 ~
―Se supone que tiene que ser así‖ Jet respondió com-
placida
~ 301 ~
Esa noche, Ben lo ha dejado a Buddy solo entre las ve-
las, sin embargo sabe cuán ansioso esta el conejo cuando
escucha los truenos.
Esto sucede cuando Ben quiere ver a Gillian, el tiene
que ir sin importar las consecuencias. Todavía no se acos-
tumbra el ser tan espontáneo y cada vez que se le ocurre
hacer algo como esto, tiene una ligera picazón en las ore-
jas.
Cuando regresa a su casa, encuentra su guía telefónica
hecha pedazos y sus zapatos favoritos completamente
masticados, pero todo eso valió la pena, si estuvo con
Gillian.
~ 302 ~
para observar la reacción de las tías. Ben no se dio cuenta
el clima de ansiedad que envolvía al ambiente lo que si
puede darse cuenta era ese aroma ardiente que se levanta-
ba de la olla en la cocina. El podía presumir que el aroma
emanaba de algún líquido especial de limpieza o algún
detergente, quizás de alguna pequeña criatura, una pe-
queña ardilla, o un sapo anciano que había quedado atra-
pado en la puerta de atrás.
~ 303 ~
Tía jet acerca de su viaje desde Massachusetts. Eso fue
hasta que Francés se dio cuenta que Gillian se acerca.
~ 304 ~
―Te llamare en la mañana‖ promete. ―Vendré a la hora
del desayuno‖
~ 305 ~
bucear en esa agua oscura y pantanosa, aun si ellos estu-
vieran vestidos con sus ropas de domingo.
~ 306 ~
derramar la olla. ―Realmente esto es muy pesado,‖ lo dice
con una insegura voz.
~ 307 ~
―Retrocede‖ Las tías le dicen al a ellas, cuando la tierra
comenzó hacer burbujas. Las raíces de los espinos se
están disolviendo a causa de la mezcla. Pero ellas no se
alejan demasiado, aun hay algo que circula bajo los pies
de Kylie.
~ 308 ~
Pero las tías no se quieren arriesgar. Ellas han llevado
veinte piedras azules en su maleta más grande, piedras
que María Owens ha guardado en la casa de Magnolia
Street por más de doscientos años.
~ 309 ~
hace mucho tiempo sufrían de insomnio. Ellas durmieron
toda la noche.
La lluvia era cada vez más fuerte, eso era como si qui-
siera lavar esas piedras azules para dejarlas como nuevas.
―Serian muy estúpidas si estuvieran decepcionadas‖ Sa-
lly le respondió. Ella puso su brazo alrededor de su her-
mana. Ahora en verdad puede decir lo que está pensando
y dijo. ―Definitivamente las tías no son para nada estúpi-
das‖
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alguna vez, vestidas con sus negros abrigos, caminando
entre medio de hojas caídas hacia una casa donde nadie
podía ver por las ventanas, y nadie podía ver fueras. A la
hora del crepúsculo, pensaran en todas esas mujeres que
hicieron todo por amor. Y a pesar de eso, y por encima de
todas las cosas, descubrirán que esa es su hora favorita.
Esa es la hora cuando recuerden todo lo que las tías le
enseñaron. Era la hora en la que se sentían muy agradeci-
das
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―Conozco de pimienta‖ ―Demasiado diría yo‖ Gillian
insiste.
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Uno de los ojos de Magpie ya no se abrían, pero su ojo
sano lo tenía puesto en el pavo, el cual se estaba enfrian-
do en una fuente en el centro de la mesa de madera. Bud-
dy fue llevado al ático, Ben esta allí y lo alimenta con las
zanahorias del jardín de las tías, desde que Magpie fue
conocido como el cazador de conejos entre las hileras de
los repollos.
―Ni siquiera lo pienses‖ Gillian le decía al gato cuando
lo vio agazaparse contra el pavo, pero en cuanto se dio
vuelta Sally la sorprendió tomando un pedazo de carne
blanca, algo que nunca comía pero que alimentaba a
Magpie con la mano.
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abuelito que le gritaba a Antonia, y la razón era que con-
sideraba que ese era su jardín, y que todos los repollos
que estuvieron recogiendo todo el verano y otoño tam-
bién.
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de Vehículos Automotores, lo cual era más o menos la
verdad.
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dejen de hacerlo, por lo menos por un rato. Esta vez ca-
sarse, tiene un significado diferente para ella.
―La cuarta vez tiene su encanto‖ ella le dice a la gente
que le pregunta cuál es el secreto de un feliz matrimonio,
pero esa no es la manera que lo siente por él. Sabe bien
que cuando estas a punto de perderte en la oscuridad,
puedes encontrar el amor en el lugar menos pensado, y
esa es la única receta que hasta ahora conoce.
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ra alcanzarlo, y luego coloca el puré de patatas dentro del
horno para mantenerlo caliente, junto al budín de almen-
dras.
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auto con señales de apuro. ―¿Qué paso con aquella chi-
ca?‖ ―¿Esa que no podía hablar?‖
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Pero a Sally no le importa si fue Gillian quien telefoneo
a Gary la semana anterior y le pregunto que diablos esta-
ba esperando. No le importaba si el tenia la dirección de
las tías guardada en el bolsillo de su saco después de esa
llamada. En el momento que ella corría por ese sendero
de piedras azules, no le importaba la diferencia de lo que
la gente pensaba o creía. Después de todo, había muchas
cosas que Sally sabía con seguridad: Siempre arroja sal
por encima de tu hombro izquierdo. Mantén una planta de
romero en tu jardín. Agrega pimienta a tu puré de patatas.
Planta rosas y lavandas para tu buena suerte. Y siempre
enamórate cada vez que puedas.
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