IGLESIA Y EDUCACIÓN. Cuando Perón Atacó La Educación Laica

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HISTORIA / EDUCACIÓN

IGLESIA Y EDUCACIÓN. Cuando


Perón atacó la educación laica
Un capítulo específico de la relación entre el Estado y la Iglesia se escribió
en la década del 40, cuando la segunda logró la derogación de la ley 1420.

Paula Schaller
Licenciada en Historia

Sábado 11 de agosto de 2018


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En el marco de la lucha por el derecho al aborto legal, seguro y gratuito, las y los
jóvenes pusieron en discusión la relación del Estado con la Iglesia y la injerencia de
esta sobre la educación. Aunque esta injerencia es permanente por la vía de los
subsidios estatales a la educación religiosa y la intromisión en las políticas
educativas provinciales, un capítulo específico de esa relación se escribió en la
década del 40, cuando la Iglesia logró la derogación de la ley 1420.

La educación laica: blanco del ataque clerical

Desde la sanción de la ley 1420 de 1884, donde la oligarquía roquista estableció la


instrucción primaria obligatoria, laica y gratuita, la Iglesia profundizó su disputa
con un Estado en proceso de secularización que avanzaba sobre funciones
históricamente dominadas por aquella. Mientras los claustros universitarios
seguían estando bajo el dominio clerical, la oligarquía, de matriz ideológica liberal
y necesitada de la modernización relativa del país para consolidar su integración al
mercado mundial, confrontaba a la Iglesia avanzando en la laicización de la
instrucción pública obligatoria. Así, en las décadas siguientes al establecimiento de
la 1420 una de las reivindicaciones históricas centrales de la Iglesia católica giró en
torno a la necesidad de establecer la instrucción religiosa en las escuelas públicas
en el horario de clase, y no fuera de este como establecía explícitamente la ley.

El mito de la nación católica

El carácter laico del sistema educativo comenzó a ser fuertemente atacado durante
la década de 1930, en el contexto de la restauración conservadora operada con el
primer golpe de estado que derrocó al gobierno radical de Yrigoyen. En esta etapa
se produjo una crisis de la hegemonía liberal y la conformación de un bloque
conservador-nacionalista articulado en torno a la Iglesia y el Ejército, pilares del
llamado “mito de la nación católica” que en ruptura con la tradicional oligarquía

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fundadora del Estado

tendió a identificar
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catolicismo con nacionalidad.
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La creciente militarización y confesionalización de la vida política fueron un
emergente de este proceso y sentaron las bases de un “nuevo orden cristiano”
sustentado sobre la idea de la religión católica como representación del núcleo de
la nacionalidad argentina, factor de integración e identidad nacional. En este
marco, el debate sobre la enseñanza religiosa tuvo centralidad política a nivel
nacional durante la década del treinta y del cuarenta. Mientras el presidente del
Consejo Nacional de Educación, Octavio Pico, realizaba declaraciones contra la
“escuela sin Dios”, el Congreso Eucarístico Internacional celebrado en Buenos Aires
en 1934 movilizó a civiles y militares en torno a las consignas antilaicistas de la
Iglesia. Así, entre 1936 y 1937 se sancionaron leyes, decretos o resoluciones que
implantaron la enseñanza de la religión católica en Buenos Aires, Santa Fe,
Córdoba, Corrientes, San Luis, La Rioja, Catamarca, Salta y Jujuy.

La presión de la Iglesia estaba ligada, a su vez, al reforzamiento del estereotipo de


mujer como transmisora de la moral católica “Las mujeres han sido las principales
custodios de la fe durante los años de liberalismo con su inevitable secuela el
laicismo (...) Las que enseñaban a los adultos, las que enseñaban a los niños, las
que organizaban misiones, las que bajo la dirección de la Jerarquía enseñaban en
las escuelas fuera del horario de clase”, planteaba la revista Criterio en el año 1947.

Esta presión ascendente de la Iglesia dio sus frutos con el golpe de 1943 que
posibilitó el acceso del integrismo católico a las decisiones en materia de política
educativa. El gobierno de Pedro Ramírez emitió el decreto 18411 que derogó el art.
8 de la ley 1420 y estableció la impartición de la religión católica como materia
ordinaria en los planes de estudio “en todas las escuelas públicas, de enseñanza
primaria, secundaria y especial (…) quedando excluidos aquellos niños cuyos
padres manifiesten expresa oposición, por pertenecer a otra religión, respetándose
así la libertad de conciencia. A esos alumnos se les dará instrucción moral.”

Este decreto estuvo fundamentado, al igual que lo hicieron diversos senadores en


el debate sobre la interrupción voluntaria del embarazo, en la invocación a Dios
que aparece en el preámbulo de la Constitución nacional de 1853, que a su vez
establece
 la obligación del
encabezan
Estado de sostener el
INICIO el poder ejecutivo
culto católico y que quienes
deben ser católicos.
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Perón y la educación religiosa

Una vez electo democráticamente (luego de haber sido vicepresidente del


gobierno de facto de Farrell) Perón mantuvo una continuidad con la obra educativa
de la dictadura impulsando en el año 1947 la sanción de la ley n° 12978 que
ratificaba el decreto de 1943. Los argumentos de los diputados peronistas que
defendieron la ley en el Congreso se fundamentaron en los principios del
catolicismo integrista que venía consolidándose desde la década anterior a la
cabeza del Estado.

La identificación entre hispanidad, catolicismo y nacionalidad, la consideración de


la religión como fundamento del cuerpo social y del liberalismo/laicismo como
elemento de su desintegración fueron los principales ejes del discurso
parlamentario peronista. El diputado Lasciar, por ejemplo, afirmó durante el
debate: “Nuestra tradición es Cristo y estar contra ella es estar contra Cristo. Dios
es el alma nacional”. Mientras Díaz de Vivar, designado por Perón para conducir el
debate parlamentario, planteó “... [hemos] sido víctimas de un percance histórico
de muy grandes proporciones (...) Con España, el catolicismo era el otro gran
calumniado; se estableció la siguiente sinonimia: hispanidad, catolicidad,
oscurantismo. Y así comenzó, señores diputados, todo el proceso de
descastización, una de cuyas afloraciones más eminentes fue precisamente, en mi
opinión, la ley 1.420. Entre otras cosas, eso significó la ley que tratamos de
modificar: una ruptura violenta con la más pura y rancia tradición argentina”. Pero
la importancia de la enseñanza religiosa no residía para el peronismo sólo en la
recuperación de una tradición, sino en la posibilidad de introducir un elemento
tendiente al orden y la armonía social “... el trabajador argentino se siente solidario
con la enseñanza religiosa en las escuelas, amén de apreciar la trascendencia de la
misma en lo que se refiere principalmente a la formación de la conciencia y a la
jerarquización de los sentimientos como factores de orden y disciplina [...] La
enseñanza religiosa, al suavizar las asperezas entre los hombres, coopera
eficientemente a destruir todo asomo de anarquía y atropello...” (1).

Entre los principios y metas de la escuela argentina, la ley señalaba que las metas

de la escuela
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 a Dios en las conciencias,
eran “entronizar
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exaltando sobre lo ×
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material y lo espiritual” (2). Con esto Perón cumplía las promesas que había hecho
durante la campaña electoral, tal como había declarado seis días antes de los
comicios del año 1945 en el diario La época: “He jurado escuchar y satisfacer los
anhelos del pueblo argentino, y como el pueblo argentino, por mayoría
abrumadora, quiere para sus hijos la enseñanza religiosa, he de mantenerla y
acrecentarla con el mayor empeño, ya que responde, además, a una íntima
convicción de mi espíritu”.

La Iglesia había logrado introducir esta discusión como tema de campaña, al punto
que la jerarquía católica en su pastoral de septiembre de 1946 prohibía a sus fieles
votar por los partidos que incluyeran en sus programas la enseñanza laica. En el
mensaje de la pastoral, se señalaba “(…) La Iglesia ha recibido el derecho de
enseñar de Dios mismo. Puede, pues, exigirlo también en nombre de los intereses
del niño que exigen se les imparta una educación integral haciéndole conocer su
origen divino, sus destinos inmortales y los derechos sagrados de su persona.
Puede exigirlo en nombre de la Constitución, como también de la tradición
argentina…”.

Miles de jóvenes fueron educados en las escuelas públicas según las concepciones
de la Iglesia católica, que incidió sobre planes de estudio tal como permitía le ley,
impuso festividades religiosas y tuvo injerencia en distintas actividades en el
ámbito escolar. La enseñanza religiosa en las escuelas públicas se sostuvo hasta
1955, cuando Perón resolvió retroceder de esa concesión a una Iglesia ya pasada al
campo de la oposición política al peronismo y activa organizadora del golpe que
llevó a la “fusiladora”. Pero este pasaje al campo golpista no significó una ruptura
de relaciones entre la Iglesia y el peronismo, que se mantiene hasta nuestros días.
Sin dudas en esa relación anida parte importante de la explicación del rechazo en
el Senado a la ley IVE bajo argumentos retrógrados y oscurantistas, así como el
pedido de Cristina Kirchner a las pibas y pibes de “no enojarse con la Iglesia”. Por
fortuna, las y los miles de jóvenes que se apropiaron de la consigna “Iglesia y
Estado, asuntos separados”, parecieran no estar dispuestos a hacerle mucho caso.

1. Jorgelina Silvia Sassera. (2004). “La enseñanza religiosa durante 1943 y 1947:

una nueva
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mirada”. VI

Jornadas
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de Sociología.

Facultad
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de CienciasINTERNACIONAL
Sociales,
Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires.

2. C. Pitelli, “La enseñanza religiosa en las escuelas públicas durante el primer


peronismo” en: Estudios de historia de la educación durante el primer peronismo
1943- 1955, H. R. CUCUZZA, comp., Editorial Los libros del Riel, 1997.

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