Policia Nacional Del Perú Huaraca

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POLICIA NACIONAL DEL

PERÚ
ESCUELA DE SUBOFICIALES
AYACUCHO

MANUEL CARREÑO (MANUAL DE


URBANIDAD)
ALUMNO:
HUARACA ALHUAY, MARCO ANTONIO

DOCENTE:
 S1 PNP GAMBOA SANTA CRUZ
DEDICATORIA
Dedico esta monografía completamente a mis padres quien me ha
mantenido enfocado y en el camino correcto para la finalización
exitosa de este trabajo. Agradecido por tu preciosa orientación. Y a la
maestra por su atención dedicada durante todo el proyecto de mi
monografía.
ÍNDICE

I. INTRODUCCIÓN...............................................................4

II. CITAS AL AUTOR..............................................................4

1. CAPITULO I.............................................................................................................4

PRINCIPIOS GENERALES..................................................................................................4

2. CAPITULO II DEL ASEO............................................................................................8

3. CAPITULO III: DENTRO DE CASA AL VESTIRNOS, AL LEVANTARNOS, CON LA FAMILIA


Y VECINOS.............................................................................................................8

4. CAPITULO IV: FUERA DE CASA: LA CALLE, EL TEMPLO Y CASAS DE EDUCACION........8

5. CAPITULO V: CON LA SOCIEDAD..............................................................................8

6. CAPITULO VI; APLICACIONES DE LA URBANIDAD.....................................................8

III. CITAS DIRECTAS...............................................................8

IV. CITAS INDIECTAS.............................................................8

V. CONCLUSIÓN...................................................................8
VI. BIBLIOGRAFIA.................................................................8

VII. ANEXO............................................................................8

INTRODUCCIÓN.

Este trabajo trata sobre las normas de urbanidad y buenas


costumbres escritas por Manuel Antonio Carreño, en su Manual
de Comportamiento, Urbanidad y Buenas Costumbres, en donde
escribió la forma de comportarse bien y en forma positiva como
seres humanos, en la familia y en la sociedad.

El trabajo trata de estas normas de urbanidad y buenas


costumbre , que se deben haber leído en el Manual o en textos
que traten sobre este manual, además de relacionarlas con la
importancia de la Urbanidad y los Buenos Modales en la
formación de los futuros protagonistas de Venezuela.

Las normas de urbanidad, se refieren a las de las personas


como seres humanos, su comportamiento con la familia y en el
hogar, y en la comunidad donde viven y comparten con otros
seres humanos, además de las normas de comportamiento en la
escuela o en el trabajo.

Principios

RBANIDAD CAPITULO I generales Llamase URBANIDAD el conjunto de reglas


que tenemos que observar para comunicar dignidad, decoro y elegancia
a nuestras acciones y palabras, y para manifestar a los demás
la benevolencia, atención y respeto que le son debidos.
II. La urbanidad es una emanación de los deberes morales, y como tal,
sus prescripciones tienden todas a la conservación del orden y de la
buena armonía que deben reinar entre los hombres y estrechar los
lazos que los unen, por medio de impresiones agradables que
prodúzcanlo unos sobre los otros.

III. Las reglas de la urbanidad nos enseñan a ser metódicos y exactos


en el cumplimiento de nuestros deberes sociales: a dirigir nuestra
conducta de manera que a nadie causemos mortificación o disgusto; a
tolerar los caprichos y debilidades de los hombres; a ser atentos,
afames y complacientes, sacrificando, cada vez que sea necesario y
posible, nuestros gustos y comodidades a los ajenos gustos
y comodidades; a tener limpieza y compostura en nuestras personas, en
nuestros vestidos y en nuestra habitación, para fomentar nuestra
propia estimación y merecer la de los demás, y a adquirir, en suma,
aquel tacto fino y delicado que nos hace capaces de apreciar en
sociedad todas las circunstancias, y proceder con arreglo a lo que cada
una exige.

IV. Por medio de un atento estudio de las reglas de la urbanidad, y por el


contacto con las personas cultas y bien educadas, llegamos a adquirir lo
que especialmente se llama buenas maneras o buenos modales, lo cual
no es otra cosa que la decencia, moderación y oportunidad en nuestras
acciones y palabras, y aquella delicadeza y gallardía que aparecen
en todos nuestro Movimientos exteriores, revelando la suavidad de las
costumbres y la cultura del entendimiento.

V. La etiqueta es una parte esencialísima de la urbanidad. Dase este


nombre al ceremonial de usos, estilos y costumbres que se observan en
las reuniones de carácter elevado y serio, y en aquellos actos cuya
solemnidad excluye todos los grados de la familiaridad y la confianza.

VI. Por extensión se considera igualmente la etiqueta, como el conjunto de


cumplidos y ceremonias que debemos emplear con todas las personas, en
todas las situaciones de la vida. Esta especie de etiqueta comunica al
trato en general, aun en medio de la más íntima confianza, cierto
grado de circunspección que no excluye la expansión del alma ni los actos más
afectuosos del corazón, pero que tampoco admite aquella familiaridad sin
reserva y sin freno que relaja los resortes de la estimación y
del respeto, base indispensable de todas las relaciones sociales.

VII. De lo dicho se deduce que las reglas generales de la etiqueta,


deben observarse en todas las cuatro secciones en que están divididas
nuestras relaciones sociales, a saber: la familia o el círculo doméstico:
las personas extrañas de confianza: las personas con quienes tenemos
poca confianza; y aquellas con quienes no tenemos ninguna.

VIII. Nada hay sin embargo, más repugnante que la exageración de la


etiqueta. Si bien la malentendida confianza destruye, como hemos
dicho, la estimación y el respeto que todos nos debemos, la falta de
discreta naturalidad puede convertir las ceremonias de la etiqueta en
una ridícula afectación.

IX Grande debe ser nuestro cuidado en limitarnos a usar con cada persona de la
suma desconfianza a que racionalmente nos consideremos autorizados.
Todo exceso en este punto es propio de almas vulgares, y nada
contribuye más eficazmente a relajar, y aun a romper los lazos dela
amistad.

X. Las leyes de la urbanidad, en cuanto se refieren a la dignidad y


decoro personal y a las atenciones que debemos a los demás, rigen en
todos los tiempos y en todos los países civilizado desde la tierra; pero
en ciertos casos pueden estar sujetas a la índole, a las inclinaciones y
aun a los caprichos de cada pueblo.

XI. Es una regla importante de urbanidad, el someternos estrictamente a los


usos de etiqueta que encontremos establecidos en los diferentes pueblos que
visitemos, y aun en los diferentes círculos de un mismo pueblo donde se
observen prácticas que les sean peculiares.

Xll. El imperio de la moda, a que debemos someternos en cuanto no


se aparte de la moral y delas buenas costumbres, influye también en
los usos y ceremonias pertenecientes a la etiqueta propiamente dicha,
haciendo variar a veces en un mismo país la manera de proceder en cierto sector
y situaciones sociales.
XIII. Siempre que en sociedad ignoremos la manera de proceder en casos
dados, sigamos el ejemplo de personas más cultas que en ella se
encuentren; y cuando esto no nos sea posible, decidámonos por la
conducta más seria y circunspecta.

XIV.El hábito de respetar las convenciones sociales contribuye también a formar


en nosotros el tacto social, el cual consiste en aquella delicada mesura
que empleamos en todas nuestras acciones y palabras, para evitar
hasta las más leves faltas de dignidad y decoro: complacer siempre a
todos y no desagradar jamás a nadie.

XV. Las atenciones y miramientos que debemos a los demás, no pueden usarse
de una manera igual con todas las personas indistintamente. La urbanidad
estima la sociedad y el mismo Dios; así es que obliga a dar preferencia
a unas personas sobre otras, según su edad, el predicamento de que
gozan, el rango que ocupan, la autoridad que ejercen y el carácter de
que están vestidas.

XVI. Según esto, los padres y los hijos, los obispos y los demás
sacerdotes, los magistrados y los particulares, los ancianos y
los jóvenes, las señoras y las señoritas, la mujer y el hombre, el jefe
y el subalterno, y en general, todas las personas entre las cuales
existen desigualdades legítimas y racionales, exigen de nosotros actos
diversos de civilidad que se indicarán más adelante, basandose los
dictados de la justicia y de la sana razón, y en las prácticas que rigen
entre gentes cultas y bien educadas.

XVII. Hay ciertas personas para con las cuales nuestras atenciones
deben ser más exquisitas que para con el resto de la sociedad, y son
los hombres virtuosos que han caído en desgracia. Debemos
manifestarles con actos bien marcados de civilidad, que sus virtudes
suplen en ellos las deficiencias de la fortuna.

XV III. La civilidad presta encantos a la virtud misma; y haciéndola de


este modo agradable y comunicativa, le conquista partidarios e
imitadores en bien de la moral y de las buenas costumbres.
XIX. La civilidad presta igualmente sus encantos a la sabiduría. Al hombre
instruido no le bastan los conocimientos científicos, por extensos que
sean, para hacerse agradable en sociedad: necesita para ello poseer
además las dotes de una buena educación, mostrarse siempre atento ,amable y
complaciente.

XX. La urbanidad necesita a cada paso del ejercicio de una gran


virtud, que es la paciencia. Y ala verdad, poco adelantaríamos con
estar siempre dispuestos a hacer en sociedad todos los sacrificios
necesarios para complacer a los demás, si en nuestros actos de
condescendencia encubriera la violencia que nos hacíamos, y el disgusto
de renunciar a nuestras comodidades, a nuestros deseos, o a la idea
ya consentida de disfrutar de un placer cualquiera.

XXI. La mujer encierra en su ser todo lo que hay de más bello o


interesante en la naturaleza humana, y esencialmente dispuesta a la
virtud, por su conformación física y moral y por la vida apacible que
lleva, en su corazón encuentran digna morada las más eminentes
cualidades sociales. Pero la naturaleza no le ha concedido este
privilegio, sino en cambio de grandes privaciones y sacrificios y de
gravísimos compromisos con la moral y con la sociedad; y si aparecen
en ella con mayor brillo y realce las dotes de buena educación, de la
misma manera resaltan en todos sus actos, como la más leve mancha en
el cristal, hasta aquellos defectos insignificantes que en el hombre
pudieran alguna vez pasar inadvertidos.

XXI . Piensen, pues, las jóvenes que se educan, que su alma, templada por el
Creador para la virtud, debe nutrirse únicamente con los conocimientos útiles que
sirven a ésta de precioso ornamento: que su corazón, nacido para hacer la
felicidad de los hombres, debe caminar a su noble destino por la senda
de la religión y del honor; y que en las gracias, que todo puede hacerlo
y todo pueden malograrlo, tan sólo deben buscar aquellos atractivos
que se hermanan bien con el pudor y la inocencia.

XXIII. La mujer tendrá por seguro norte, que las reglas de la


urbanidad adquieren, respecto de su sexo, mayor grado de severidad
que cuando se aplican a los hombres; y en la imitación de los que
poseen una buena educación sólo deberá fijarse en aquellas de sus
acciones y palabras que sea justen a la extremada delicadeza y demás
circunstancias que le son peculiares. Así como el hombre que tomase el
continente y los modales de la mujer, aparecería tímido y encogido,
de la misma manera, la mujer que tomara el aire desembarazado del hombre,
aparecería inmodesta y descomedida.

XXIV. Para llegar a ser verdaderamente cultos y corteses, no nos


basta conocer simplemente los preceptos de la moral y de la urbanidad: es,
además, indispensable que vivamos poseídos de la firme intención de
acomodar a ellos nuestra conducta, y que busquemos la sociedad de las
personas virtuosas y bien educadas, e imitemos sus prácticas en
acciones y palabras.

XXV. En ningún caso nos es lícito faltar a las reglas más generales de
la civilidad respecto de las personas que por algún motivo creare os
indignas de nuestra consideración y amistad. La benevolencia, la
generosidad y nuestra propia dignidad, nos prohíben mortificar jamás a
nadie; y cuando estamos en sociedad, nos lo prohíbe también el respeto
que débenos a las demás personas que la componen.

XXVI. Consideremos, por último, que codos los hombres tienen defectos, y que
no por esto debemos dejar de apreciar sus buenas cualidades. Aun respecto de
aquellas prendas que no poseen, y de que rin embargo suelen envanecerse sin
ofensa de nadie, la civilidad nos prohíbe manifestarles directa ni
indirectamente que no se las concedamos.

La
norma
, por ejemplo, es más amplia que la regla. Se refiere a todas las pautas alineamientos que
rigen la conducta o comportamiento de una colectividad, como una empresa, una
comunidad o la sociedad en general. ... En este sentido, las
reglas
pueden referirse a cuestiones más puntuales de la convivencia en sociedad.
El concepto de
reglas de urbanidad
está asociado a una serie de
comportamientos que se espera que tengan las personas
con el fin de convivir pacíficamente en sociedad. En la medida que vivir en sociedad
implica necesariamente coexistir con personas con las que uno no tiene relación
directa ni sabe demasiado sobre sus vidas, será necesario que existan ciertas
pautas implícitas correspondientes a que todos vivan en un ambiente de cordialidad y
buen gusto:
las reglas de urbanidad competen al comportamiento personal e individual de cada
persona, pero sin embargo en conjunto hablan sobre el comportamiento social. La idea
de ‘urbanidad’ es cuanto menos discutible, ya que se puede pensar que implica cierta
carga peyorativa hacia los modos de vivir que no se dan en ciudades sino en ambientes
más rurales o pueblerinos. Sin embargo, se puede pensar desde la óptica de que la
definición formal de lo urbano es como las
aglomeraciones en las que viven más de 2000 habitantes
(entre2000 y 20000 será un pueblo, si la suma lo excede será una ciudad) y entonces la
definición adquiere otro sentido: los 2000 habitantes se pueden pensar como una
especie de frontera en la que las relaciones que se establecen entre las personas no se
hacen a través del conocimiento y los sentimientos individuales, sino simplemente
como personificaciones destinadas a satisfacer necesidades. Más sencillamente, un
espacio urbano es uno en el que las personas tienen que relación otras de las que
seguramente desconocen su nombre, su historia y sus características al tiempo que
un lugar que no alcanza la categoría de urbano es uno en el que la mayoría de
las personas se conocen, pudiendo tener sus propios códigos de comportamiento, así
como cada hogar tiene los suyos. Las reglas de urbanidad se pueden entender como
los lineamientos cuando no existen relaciones entre las personas más allá de
las obligadas por la mutua necesidad .Las reglas de urbanidad no aparecen
formalizadas en ninguna reglamentación, y sobre todo
no suelen tener ninguna sanción ante su incumplimiento
: como mucho será una contravención legal, pero sobre todo existirá un repudio desde
el núcleo de la sociedad a quien las incumple. La
educación, especialmente la que se enseña en las escuelas de nivel primario, es una
dela responsables principales de la difusión de este tipo de regla , y es frecuente que
los primeros docentes sean quienes acaben por internalizar con mayor fuerza en los
niños esta clase de modales: esto sucede porque la escuela es uno de los primer
espacios donde se verifica el cumplimiento de estas reglas, al interactuar el niño
por primera vez con gente que no conoce.
Es habitual que los países de menor nivel de escolarización sean a su vez los que
mayores problemas tienen respecto a las
normas de urbanidad..

1. Antes de cualquier relación entre dos personas, deben saludarse entre sí.

2. La confianza con las personas se adquiere con el tiempo, y no debe hablarse de


intimidades con quien no se conoce.

3. Los defectos que uno nota en otra persona no deben decirse, para
no ofenderlo.

4. El trato con una persona con superioridad jerárquica o etaria debe hacerse
formalmente, excepto que sea mutua la preferencia.

5. Al estornudar, las personas deben taparse la nariz.

6. A la hora de jugar a un juego, la opción de perder siempre existe y debe


asumirse en ese caso.

7 .Cuando una persona se encuentra con dos conocidos que no se conocen entre ellos,
debe presentarlos.
8 Se debe bregar por la comodidad de las personas mayores, ya sea en
el transporte público como en la calle.

9 Las opiniones de los demás deben respetarse.

10 Cuando el criterio de turnos es el orden de llegada, se debe respetar con


honestidad.

11. Los pedidos deben hacerse siempre con ‘por favor’.

12. No se debe ensuciar las instalaciones de ningún lugar.13.


Se debe controlar a las mascotas, teniendo en cuenta que a muchas personas no
lesgustan.14.

Cuando los pedidos son atendidos, se debe responder con ‘gracias’.

15. Las comparaciones entre las personas deben evitarse en tanto se pueda.

16. Cuando una persona está trabajando, se debe intentar no interrumpirla.

17. Las reglas de seguridad en el espacio público deben respetarse.

18. Las personas deben asearse y mantenerse limpias.

19. El tono de voz debe ser suficiente para que nos escuchen, pero no superior a eso.

20. Antes de entrar a algún lugar en el que no se sabe que uno llegará, debe tocar la
puerta.Fuente:

Las Reglas de Urbanidad tuvieron su inicio cuando el hombre comenzó a


mezclarse socialmente, entonces estableció formas, reglas, conceptos y
modales de respeto al prójimo y de la forma más elegante y apropiada de
relacionarse con las demás personas. Todas estas reglas fueron mejorando y
cambiando de acuerdo a las épocas y a la evolución del hombre .Fueron
adaptadas a las diferentes sociedades, climas y clases, en las diferentes
escalas sociales y nacionalidades. Cada grupo étnico adoptó las más
adecuadas a sus criterios, idiosincrasia, religiones y formas de pensar; pero
siempre respetando las relaciones humanas.

Principios básicos de urbanidad:


I. CITAS DIRECTAS
 Carreño, Manuel Antonio, Compendio del manual de urbanidad y buenas
maneras, México, s/d, 1875
 chrome-extension://efaidnbmnnnibpcajpcglclefindmkaj/https://
lafuentedelconocimiento.weebly.com/uploads/3/1/7/2/31720447/
urbanidad_carreno.pdf

II. CITAS INDIECTAS


Torres Septién, Valentina, "Literatura para el "buen comportamiento" los manuales de
urbanidad y buenas maneras en el siglo XIX," en Belém Clark de Lara y Elisa Speckman
Guerra (edición), en La República de las letras asomos a la cultura escrita del México
decimonónico, México, UNAM, 2005, v. 2, pp. 313 - 328 (ida y regreso al siglo XIX).
NORMAS DE URBANIDAD EN LA ESCUELA , FAMILIA Y SOCIEDAD

Conclusiones

1. Hoy en día la sociedad ha cambiado a través del paso del tiempo,


pero en ese cambio ha perdido ciertas costumbres y ciertos modales que
ayudaban a mantener la armonía entre la gente; y hasta el momento
nadie se ha preocupado por recuperar estos modales; se ha perdido
hasta el simple hecho de decir gracias de pedir por favor.
2. Cultivar la urbanidad y los valores éticos y morales en las personas
en especial en los niños y en los jóvenes que serán los futuros
constructores de una sociedad mejor en la cual todos seremos valorados
como personas integras y seremos tomados en cuenta; así llegaremos a
conseguir el respeto que es la base de toda sociedad por que los buenos
modales y las buenas actitudes son el principio para construir una
sociedad en paz y en valores.
Bibliografía[editar]

 Carreño, Manuel Antonio, Compendio del manual de urbanidad y buenas


maneras, México, s/d, 1875.
 Carreño, Manuel Antonio (1859). D. Appleton y Cía., ed. Manual de urbanidad y
buenas maneras para uso de la juventud de ambos sexos. Nueva York. Consultado el
11 de febrero de 2020.
 García, Gretel, y Torrijos, Eduardo, Manual de Carreño para niños, México, Quarzo,
2006. Disponible en línea:
https://books.google.com.mx/books/about/Manual_de_Carreno_Para_Ninos.html?
id=gSB0fi4gBjsC
 Torres Septién, Valentina, "Literatura para el "buen comportamiento" los manuales de
urbanidad y buenas maneras en el siglo XIX," en Belém Clark de Lara y Elisa
Speckman Guerra (edición), en La República de las letras asomos a la cultura escrita
del México decimonónico, México, UNAM, 2005, v. 2, pp. 313 - 328 (ida y regreso al
siglo XIX).

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