Avance Proyecto c.1
Avance Proyecto c.1
Avance Proyecto c.1
I.1 Belleza
La belleza, desde tiempos inmemoriales, ha sido un concepto que ha intrigado a filósofos,
artistas y pensadores de todas las épocas. ¿Qué es la belleza? ¿Es algo objetivo o subjetivo?
Estas son preguntas fundamentales que han desencadenado debates apasionados y reflexiones
profundas en el ámbito filosófico.
La belleza, en su esencia, trasciende la mera apariencia física. A menudo se la ha asociado
con la armonía, la proporción y la simetría, pero su significado va más allá de la estética
superficial. En la filosofía griega antigua, Platón consideraba la belleza como una forma
ideal, una manifestación de la perfección que existía en un mundo más allá de lo terrenal.
Según él, la belleza auténtica residía en la contemplación de ideas abstractas y universales,
más que en la observación de lo material. Aristóteles, por otro lado, abordó la belleza desde
una perspectiva más práctica y realista. Él creía que la belleza se encontraba en la proporción
y la armonía presentes en la naturaleza y en las obras humanas. Para él, la belleza estaba
intrínsecamente ligada a la función y al propósito de las cosas.
Estas diferentes interpretaciones filosóficas sobre la belleza continúan siendo relevantes
en la actualidad. La estética, como disciplina filosófica, explora los principios que rigen la
belleza, el arte y la apreciación estética. La estética se sumerge en cuestiones que van más
allá de lo meramente visual, involucrando aspectos sensoriales, emocionales e incluso éticos.
En la era contemporánea, la noción de belleza ha adquirido una dimensión aún más amplia y
subjetiva. Se reconoce que la belleza puede ser percibida de manera diferente por cada
individuo, influenciada por experiencias personales, contextos culturales y sociales. Lo que es
bello para uno puede no serlo necesariamente para otro, y esta diversidad de percepciones
enriquece la discusión en torno a este concepto.
El arte, por ejemplo, juega un papel crucial en la expresión y exploración de la belleza, las
obras artísticas, ya sean pinturas, esculturas, música o literatura, provocan emociones y
reflexiones en quienes las experimentan. La belleza en el arte va más allá de lo estético;
puede ser disruptiva, desafiante o incluso perturbadora, desafiando las normas establecidas y
ampliando los límites de la percepción estética.
Además, la relación entre la belleza y la moralidad ha sido un tema recurrente en la filosofía,
algunos filósofos argumentan que la belleza está vinculada a la bondad y a la verdad,
sugiriendo que la apreciación de lo bello puede conducir a una vida más ética y plena.
En la sociedad contemporánea, la influencia de los medios de comunicación y la cultura
popular ha moldeado, en cierto sentido, los estándares de belleza. Sin embargo, cada vez más
voces se alzan para desafiar estos estándares preestablecidos, abogando por la diversidad y la
inclusión en la percepción de la belleza.
En última instancia, la belleza sigue siendo un concepto complejo y multifacético en la
filosofía. Su naturaleza subjetiva, su conexión con el arte y la cultura, y su potencial impacto
en la ética y la moralidad continúan siendo temas de reflexión y debate. Más allá de
definiciones precisas, la belleza persiste como una experiencia profundamente humana, capaz
de despertar emociones, inspirar y desafiar nuestras percepciones del mundo que nos rodea.
Desde las antiguas filosofías hasta las percepciones contemporáneas, la belleza ha sido
objeto de reflexión, debate y nuevas interpretaciones, explorar este concepto implica
adentrarse en una comprensión más profunda que va más allá de lo estético, abarcando
dimensiones culturales, filosóficas y psicológicas. Platón entendía la belleza como algo más
que una apariencia física; para él, la belleza era una manifestación imperfecta de una forma
ideal y pura que residía en el mundo de las Ideas. En sus diálogos, hablaba de la belleza
como un reflejo de la perfección, algo que trascendía lo físico y se relacionaba con aspectos
más profundos del ser humano, como el alma y la esencia.
En la actualidad, la cirugía estética a menudo se centra en la búsqueda y creación de
estándares de belleza física, a través de procedimientos que alteran la apariencia externa del
cuerpo. Sin embargo, esta búsqueda de la perfección física puede distanciarse del concepto
platónico de belleza, ya que este filósofo griego consideraba que la verdadera belleza residía
en algo más trascendental que la apariencia externa.
[Platón, trad. en 1988] dice que
debe considerar más valiosa la belleza de las almas que la del cuerpo, de suerte que si
alguien es virtuoso de alma, aunque tenga un escaso esplendor, séale suficiente para
amarle, cuidarle, engendrar y buscar razonamientos tales que hagan mejores a los
jóvenes, para que sea obligado, una vez más, a contemplar la belleza que reside en las
normas de conducta y en las leyes y a reconocer que todo lo bello está emparentado
consigo mismo, y considere de esta forma la belleza del cuerpo como algo
insignificante. [p.262].
Platón luchaba por la contemplación y el amor por la belleza en su forma más pura, lo
cual implicaba ir más allá de lo físico y conectar con aspectos más profundos del ser humano,
pudiendo entenderse como la exploración de su alma, dando más peso al valor de belleza
interior, amor propio, ser capaces de observar y reconocer las virtudes, en lugar de los
defectos, es por ello que se hace referencia a que en ocasiones se considera la belleza física
como algo subjetivo y entendiendo las diferentes normas de belleza según el lugar o la
persona con la que se encuentre.
Desde la perspectiva de Platón, la belleza auténtica no se limita a la apariencia externa,
sino que abarca la armonía del alma y la mente. Así, la cirugía estética, enfocada
principalmente en la modificación física, podría considerarse como una aproximación
superficial a la belleza en comparación con la idea platónica, que aboga por la belleza que
trasciende lo meramente visual para alcanzar una dimensión más profunda y espiritual del ser
humano.
El concepto de la belleza física ha sido una cuestión debatida a lo largo de la historia,
evolucionando con el tiempo y variando según las culturas y las percepciones individuales. El
cuerpo humano, en su expresión física, ha sido objeto de admiración y estudio,
desencadenando debates sobre si su apariencia es intrínsecamente bella y en qué aspectos lo
es. En primer lugar, la belleza física puede ser apreciada en la armonía de las formas y
proporciones del cuerpo humano. Desde la antigüedad, se han valorado las proporciones
equilibradas, la simetría y la gracia en las formas corporales como elementos de belleza. La
estética clásica, por ejemplo, consideraba la simetría facial y la proporción áurea como
elementos que reflejaban la belleza ideal. Además, la capacidad del cuerpo para expresar
fuerza, salud y vitalidad se percibe como hermosa. La firmeza muscular, la postura erguida y
la energía en el movimiento son atributos que pueden ser considerados bellos, ya que
sugieren bienestar y vitalidad. Sin embargo, la belleza física también puede ser subjetiva y
variar ampliamente según los estándares culturales y las percepciones individuales. Lo que se
considera bello en una cultura puede ser diferente en otra, y las preferencias personales
juegan un papel crucial en la percepción de la belleza del cuerpo.
Es importante reconocer que la belleza física es sólo una faceta de la belleza humana. La
profundidad emocional, la singularidad de la personalidad y la conexión con otros aspectos
del ser humano son componentes igualmente importantes de la belleza integral.
[Platón, trad. en 1988] menciona que
Es preciso, en efecto -dijo- que quien quiera ir por el recto camino a ese fin comience
desde joven a dirigirse hacia los cuerpos bellos Y, si su guía lo dirige rectamente
enamorarse en primer lugar de un solo cuerpo y engendrar en él bellos razonamientos;
luego debe comprender que la belleza que hay en cualquier cuerpo es afín a la que hay
en otro y que, si es preciso perseguir la belleza de la forma, es una gran necedad no
considerar una y la misma la belleza que hay en todos los cuerpos. (p.262).
En última instancia, la belleza del cuerpo físico puede encontrarse en su diversidad y
singularidad. La belleza está en la individualidad de cada cuerpo, en sus rasgos distintivos y
en la capacidad de expresar historia, experiencias y emociones. La verdadera belleza del
cuerpo puede residir en su capacidad para contar una historia única y reflejar la diversidad de
la experiencia humana.
Autoconcepto
El autoconcepto puede ser definida como la percepción que tiene un individuo de sí
mismo, el autoconcepto engloba lo que se denomina identidad, nos permite comprender la
continuidad y la coherencia del comportamiento humano a lo largo del tiempo. Esclarece
como una persona interactúa con otras y lidia con áreas relacionadas con sus necesidades y
motivaciones, el autoconcepto en la estructura emocional nos ayuda a comprender el
autocontrol, porque una persona inhibe o desarrolla determinada conducta o comportamiento
o porque ciertas emociones surgen en determinados contextos, por otro lado, se relacionan
con rasgos, actitudes y personalidad.
Alisiardi (2010), dice que el autoconcepto es
Estructura mental de carácter psicosocial que implica una organización de aspectos
conductuales, afectivos y físicos, reales e ideales, acerca del propio individuo; que
funcionan como un código subjetivo de acción, hacia el medio ambiente interno y
externo que rodea al sujeto. (p.20)
Desde una perspectiva filosófica, el autoconcepto es un tema que ha sido abordado por
diversos pensadores y escuelas de pensamiento a lo largo de la historia.
El término autoconcepto se refiere a la percepción o comprensión que una persona tiene
de sí misma, esto incluye sus características, habilidades, valores y creencias.
Desde la filosofía se han explorado los orígenes, la naturaleza y la construcción de la
autoimagen y su relación con la identidad y la existencia humana, para entender el concepto
de uno mismo desde la filosofía, es importante remontarse a figuras como Sócrates, quien
dijo la famosa frase: "Conócete a ti mismo".
Esta afirmación no sólo fomenta la introspección, sino que también insinúa la importancia
de examinar el propio ser para obtener sabiduría y verdad.
Sócrates defendió la idea de que el autoconocimiento es esencial para el desarrollo humano
porque permite la exploración de la virtud y la comprensión de la propia verdadera
naturaleza.
Por otro lado, buscando una certeza incuestionable, filósofos como Descartes propusieron
la dualidad de mente y cuerpo y la idea de que el yo se construye a través del pensamiento.
Sus famosas palabras “Cogito, ergo sum” (“Pienso, luego existo”) enfatizan la primacía de la
conciencia y el pensamiento como elementos fundamentales en la formación del yo
individual. Esta idea cartesiana contribuyó a la idea moderna de la autoconciencia como base
del autoconcepto.
El movimiento existencialista, liderado por pensadores como Jean-Paul Sartre y Martin
Heidegger, estaba profundamente preocupado por la relación entre la existencia individual y
la formación de la autoimagen, Sartre sostenía que la existencia precede a la esencia, es decir,
el individuo primero existe en el mundo y luego define su esencia a través de sus decisiones y
acciones.
Esta libertad de elección es central para la formación de la autoimagen, ya que cada
persona es responsable de definir su propia existencia a través de las decisiones que toma.
Autoestima
Un aspecto muy importante de la personalidad, del logro de la identidad y de la
adaptación al entorno y la sociedad, la autoestima; es decir el grado en que los individuos
tienen sentimientos positivos o negativos acerca de sí mismos y de su propio valor. De
acuerdo a la definición de autoestima, se mencionan algunas características propias de la
autoestima:
● La capacidad que tiene un individuo de valorarse, amarse, apreciarse y aceptarse a sí
mismo.
● Percepción evaluativa de cada individuo
● Conozco una sola definición de la felicidad: ser un buen amigo de sí mismo [P.
Solignac].
● Es el amor que cada persona tiene de sí mismo
La autoestima puede condicionar a actuar de cierta forma, dentro de nuestro entorno más
próximo y nosotros mismos, estas conductas pueden ser promotoras del bienestar del
individuo, sin embargo, pueden ser inhibidoras del mismo, esto podría tornarse en conductas
destructivas o dañinas hacia la persona.
Referencias
Platón. (1988). Diálogo Libro III. (Obra original publicada ca. 385 - 370 A.E.C.)
Editorial Gredos.