UD3.3.David Hume

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David Hume: crítica de las ideas de

sustancia y de causalidad

(Edimburgo, 1711 - id., 1776) Filósofo inglés, junto a Locke y Berkeley, uno de los máximos
representantes del llamado empirismo inglés; su análisis crítico del conocimiento, ejerció una importante
influencia en la filosofía de Kant. Nació en el seno de una familia emparentada con la aristocracia, aunque
de modesta fortuna. Estudió durante un tiempo leyes en la Universidad de Edimburgo por voluntad de su
familia, pero su falta de interés determinó que abandonara la carrera y se dedicase a la filosofía.

Obras

 Tratado sobre la naturaleza humana: Un intento de introducir el método de razonamiento


experimental en las cuestiones morales.(1739–1740)
 Resumen de un libro recientemente publicado: Titulado Tratado sobre la naturaleza
humana (1740)En ocasiones atribuido a Adam Smith, en la actualidad se cree que fue un intento
de Hume de popularizar su Tratado.
 Ensayos sobre moral y política (primera edición: 1741–1742)Colección de ensayos escritos
durante muchos años y publicados en varios volúmenes antes de ser reunidos en uno hacia el
final de la vida de Hume.
 Investigación sobre el entendimiento humano (1748)Contiene revisiones de los puntos
principales del Tratado, Libro 1, con la adición de material sobre el libre albedrío, milagros, y el
argumento del diseñador.
 Investigación sobre los principios de la moral (1751)Otra revisión de temas tratados en
el Tratado con un enfoque más didáctico. Hume lo consideró el mejor de sus trabajos filosóficos,
tanto por sus ideas filosóficas como por su estilo literario
 Diálogos sobre la religión natural (1779)
David Hume (1711-1776)

Contenido
1. Introducción.......................................................................................................................................... 2
2. La teoría del conocimiento de Hume ........................................................................................................ 2
2.1. Impresiones e ideas ............................................................................................................................ 2
2.2. La asociación de ideas: formación de ideas complejas ...................................................................... 3
2.3. Tipos de conocimiento ...................................................................................................................... 4
a) El conocimiento de relaciones entre ideas .................................................................................. 4
b) El conocimiento de hechos ......................................................................................................... 5
3. Los problemas metafísicos derivados de su teoría del conocimiento. ...................................................... 5
3.1. La crítica humeana a la idea de causa. ............................................................................................... 6
3.2. La negación de la metafísica: crítica de la idea de substancia. .......................................................... 7
3.2. a. Crítica a la concepción lockeana de substancia ......................................................................... 7
3.2. b. Crítica de la substancia extensa ................................................................................................. 8
3.2. c. Crítica de la substancia infinita (Dios) ....................................................................................... 8
3.2. d. Crítica de la substancia pensante (el yo) .................................................................................... 9
4. A modo de conclusión: Fenomenismo y escepticismo ............................................................................. 9

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David Hume (1711-1776)

1. Introducción
En su introducción al Tratado de la naturaleza humana, Hume señala que todas las ciencias
guardan alguna relación con la naturaleza humana, así, la lógica se interesa por los principios y
operaciones de nuestra facultad de razonar, la moral por nuestros sentimientos y la estética por
nuestros gustos, la política considera al hombre en relación con la sociedad, etc.
En definitiva, la naturaleza humana es el centro capital de todos nuestros conocimientos y por
ello es imprescindible desarrollar una ciencia del hombre. ¿Cómo ha de hacerse esto?
Aplicando el método experimental, que tanto éxito ha tenido en las ciencias naturales, al
estudio del hombre, es decir, tomando como fundamento para esta ciencia la experiencia y la
observación. Así pues, la intención de Hume es extender los métodos de las ciencias naturales
(se refiere Hume a la física newtoniana) tanto como sea posible, a la misma naturaleza humana,
llevando más lejos el trabajo iniciado por otros empiristas como John Locke.
Esta ciencia, que Hume se propone desarrollar contiene dos investigaciones fundamentales:
Por un lado, es un estudio del entendimiento humano, donde se trata toda la
problemática del conocimiento analizando los procesos psicológicos que en él
intervienen, sus principios, sus causas y el alcance de tal conocimiento. (Es una teoría
del cocimiento o epistemología)
Por otro, tal ciencia alberga un propósito relacionado con la moralidad, a saber,
descubrir los principios y fuerzas que gobiernan nuestros juicios morales y nuestro
comportamiento moral. (Filosofía moral)
Aquí expondremos en líneas generales la teoría del conocimiento de Hume y sus
consecuencias: la crítica a las ideas de sustancia y causalidad.
2. La teoría del conocimiento de Hume
2.1. Impresiones e ideas
En líneas generales, el análisis del conocimiento de Hume coincide con el de otros empiristas,
Locke por ejemplo, en el sentido de que todos consideran que la experienciaes la única
fuente de conocimiento, y, por lo tanto, todos los contenidos de nuestra mente proceden de
los datos suministrados por los sentidos. Hume, sin embargo, a diferencia de otros empiristas,
llevará hasta sus últimas consecuencias este principio general lo que lo abocará, como veremos,
a un fenomenismo y a un cierto escepticismo. Veamos su teoría.
Hume denomina percepciones a cualquier contenido de la mente en general, "todo aquello que
puede estar presente en la mente humana”
Y divide las percepciones en impresiones e ideas.
Las impresiones son, para Hume, aquellas percepciones que se presentan a la mente con mayor
fuerza o vivacidad, son los datos inmediatos de la experiencia. En general, son las sensaciones,
las pasiones y las emociones.

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David Hume (1711-1776)

Las ideas son imágenes atenuadas de las impresiones, copias de las impresiones que tenemos en
nuestra mente al acordarnos o pensar sobre ellas.
Así, por ejemplo, tengo una impresión o impresiones de mi habitación cuando se encuentra
presente a la vista, y tengo una idea de esa misma habitación cuando la recuerdo o pienso en
ella sin tenerla delante.
Como vemos la diferencia entre impresiones e ideas es de intensidad.
Hume piensa, según esto, que ideas e impresiones siempre aparecen correspondiéndose unas a
otras: a cada idea corresponde una impresión. Ahora bien, esto debe matizarse.
Hume distingue entre percepciones simples y complejas, distinción que aplica a ambas clases
de percepciones, es decir, ideas e impresiones. Hay, pues ideas e impresiones simples y
complejas.
La percepción de una mancha roja es una impresión simple y el pensamiento o imagen de ella es
una idea simple. Pero si subo a cualquier mirador y desde él contemplo la ría de Arosa, recibo
una impresión compleja de la ría, sus ciudades, el mar, etc... Y cuando pienso después en esa ría
recuerdo esta impresión compleja. En este caso la idea compleja corresponde en cierta medida a
la impresión compleja aunque no sea de un modo exacto y adecuado.
Pero consideremos otro caso: puedo imaginar una ciudad cuyo pavimento sea de oro y las
paredes de diamante, aunque no haya visto nada semejante. En este caso mi idea compleja no
corresponde a una impresión compleja. Por ello no podemos decir que a cada idea corresponda
una impresión. Sin embargo, la idea de esa ciudad puede descomponerse en ideas simples y
cada una de esas ideas simples sí tiene una impresión simple que se le asemeja y a cada
impresión simple corresponde una idea.
Según esto puede observarse que las impresiones son anteriores a las ideas y éstas, en última
instancia, derivan de aquellas.
Las impresiones pueden dividirse en impresiones de sensación e impresiones de reflexión. Las
impresiones de sensación provienen de los sentidos, surgen en la mente por causas externas
desconocidas y mediante ellas conocemos las cualidades de los objetos del mundo exterior (un
color, un sabor determinado).
Mediante las segundas, las de reflexión, conocemos nuestros estados internos y de conciencia
(por ejemplo, la tristeza, el miedo, etc.)
2.2. La asociación de ideas: formación de ideas complejas
Según lo dicho, todos nuestros conocimientos derivan directa o indirectamente de las
impresiones. Incluso las idas o nociones más complejas, aquellas que parecen más alejadas de
la sensibilidad provienen también ellas de impresiones.
En consecuencia, la mente humana no tiene otra posibilidad como no sea la de mezclar o
componer, dividir o unir los materiales que las impresiones suministran. Y en esta actividad el
espíritu se conduce siguiendo, según Hume, las tres leyes básicas de asociación de las ideas:

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asociación por semejanza, asociación por contigüidad en el tiempo y en el espacio, y asociación


por causa y efecto
a) Ley de semejanza: opera en casos tales como cuando ante un retrato decimos que "la
niña de la foto es María", y también cuando a una diversidad de individuos los
denominamos con el mismo nombre: "vaca", "joven", etc. Es decir, agrupamos ideas en
virtud de su parecido o identidad.
b) Ley de contigüidad en el espacio y en el tiempo: tendemos a establecer una relación
entre las ideas en función de su proximidad espacial o temporal. Así, agrupamos un
color amarillo, una superficie de madera lisa y cuatro patas, que se encuentran todos
unidos en determinada posición en un mismo espacio y en un mismo tiempo, formando
una idea compleja: una mesa.
c) Ley de causalidad (relación causa-efecto): Con frecuencia esta ley podría ser reducida
a la anterior ya que en toda relación causa-efecto lo que en realidad vemos es que a un
hecho sigue otro hecho contiguo. Por ejemplo, vemos que una bola de billar golpea a
otra y la segunda sale disparada. De ahí inferimos que la primera es la causa del
movimiento de la segunda, pero lo que en realidad vemos, de lo único que tenemos
impresión, es de que una bola avanza, que llega junto a otra, y que la otra sale
disparada. Aunque no haya un fundamento real para la relación causal, como veremos
más adelante, sí que lo hay en nuestra mente. Es una ley de nuestra mente establecer
relaciones de causa efecto y creer en su necesidad.
2.3. Tipos de conocimiento
Además de la diferenciación entre impresiones e ideas, Hume introduce una importante
distinción relativa a los modos de conocimiento. De acuerdo con esta distinción sólo hay dos
modos de conocimiento válidos: el conocimiento de relaciones entre ideas y el conocimiento
de hechos.
a) El conocimiento de relaciones entre ideas
Pertenecen a este tipo "las ciencias de la Geometría, Álgebra y Aritmética y, en resumen, toda
afirmación que sea intuitiva o demostrativamente cierta". La característica de los objetos de
estas ciencias es que pueden ser conocidos independientemente de lo que exista "en cualquier
parte del universo". Dependen exclusivamente de la actividad de la razón, ya que una
proposición como "el cuadrado de la hipotenusa es igual al cuadrado de los dos lados de un
triángulo rectángulo" expresa simplemente una determinada relación que existe entre los lados
del triángulo, independientemente de que exista o no exista un triángulo en el mundo. Las
proposiciones de este tipo no se refieren a hechos sino a las relaciones existentes entre las ideas
que se establecen respetando únicamente el principio de no contradicción.

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b) El conocimiento de hechos
Está constituido por todas las proposiciones que se refieren a hechos obtenidos a partir de la
experiencia, esto es, de las impresiones. Este tipo de proposiciones no se basan en el principio
de no contradicción; así, una proposición como "por la tarde hará calor", es tan válida como
"por la tarde hará frío". La verdad de estas proposiciones no se puede establecer, por lo tanto de
manera puramente lógica, sino que sólo encuentra justificación en la experiencia, en las
impresiones.
¿A qué debemos recurrir, pues, para determinar si una cuestión de hecho es verdadera o falsa?
Todas los razonamientos sobre cuestiones de hechos parece estar fundados, nos dice Hume, en
la relación de causa y efecto.
Si estamos convencidos de que un hecho ha de producirse de una determinada manera, es
porque la experiencia nos lo ha presentado siempre asociado a otro hecho que le precede o que
le sigue, como su causa o efecto. Si oímos una voz en la oscuridad, estamos seguros de la
presencia de una persona: no porque hayamos alcanzado tal seguridad mediante un
razonamiento a priori (independiente de la experiencia), sino que "surge enteramente de la
experiencia, cuando encontramos que objetos particulares cualesquiera están constantemente
unidos entre sí". Las causas y efectos, por lo tanto, no puede ser descubiertas por la razón, sino
sólo por experiencia.
Cuando razonamos a priori y consideramos meramente un objeto o causa, tal como aparece a
la mente, independientemente de cualquier observación, nunca puede sugerirnos la noción de
un objeto distinto, como lo es su efecto, ni mucho menos mostrarnos una conexión inseparable e
inviolable entre ellos. Un hombre ha de ser muy sagaz para descubrir mediante razonamiento,
que el cristal es el efecto del calor, y el hielo del frío, sin conocer previamente la conexión entre
estos estados.

El conocimiento de hechos se funda en la experiencia, pero ¿en qué se funda la experiencia?


Por lo general, se tiende a pensar que el empirismo supone la aceptación de la existencia de
objetos externos al sujeto, "las cosas", que son la causa de todas mis impresiones y, por lo tanto,
de todos mis conocimientos. Esta interpretación del empirismo puede ser aceptada, siguiendo a
Hume, siempre que se tenga en cuenta que ello significa una concesión al "sentido común", una
"creencia razonable", pero que no se puede demostrar que los supuestos objetos externos sean
la causa de mis impresiones.
Son esas las dudas escépticas que muestra Hume y que se verán ampliadas y reforzadas por su
crítica de la idea de conexión necesaria entre la causa y el efecto que veremos a continuación.

3. Los problemas metafísicos derivados de su teoría del conocimiento.


La teoría del conocimiento de Hume tiene unas consecuencias importantes en el plano
metafísico:

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David Hume (1711-1776)

Supone una crítica al modo ordinario y tradicional de entender causalidad como


conexión necesaria entre dos hechos.
Supone una crítica a la idea de substancia sea esta divina (Dios), extensa (mundo) o
pensante (yo).
3.1. La crítica humeana a la idea de causa.
Como hemos visto en la explicación del conocimiento, el conocimiento de hechos está fundado
en la relación causa y efecto. Esa relación se había interpretado tradicionalmente, bajo la noción
del principio de causalidad (Todo lo que empieza a existir tiene una causa) como uno de los
principios fundamentales del entendimiento, y como tal había sido profusamente utilizado por
los filósofos anteriores, tanto medievales como antiguos, del que habían extraído lo fundamental
de sus concepciones metafísicas. (Recordemos, por ejemplo, la utilización que hace Aristóteles
de la teoría de las cuatro causas)
¿Pero qué contiene exactamente la idea de causalidad? Según Hume, la relación causal se ha
concebido tradicionalmente como una "conexión necesaria" entre la causa y el efecto, de tal
modo que, conocida la causa, la razón puede deducir el efecto que se seguirá, y viceversa,
conocido el efecto, la razón está en condiciones de remontarse a la causa que lo produce.
No existen ideas, de las que aparecen en metafísica, más oscuras e inciertas que aquellas de
poder, fuerza, energía o conexión necesaria, las cuales surgen siempre en todas nuestras
disquisiciones.

¿Qué ocurre si aplicamos el criterio de verdad establecido por Hume para determinar si una idea
(en este caso la idea de conexión necesaria) es o no verdadera? Una idea será verdadera si hay
una impresión que le corresponde. ¿Hay alguna impresión que corresponda a la idea de
"conexión necesaria" y, por lo tanto, es legítimo su uso, o es una idea falsa a la que no
corresponde ninguna impresión?
Si observamos cualquier cuestión de hecho, por ejemplo el choque de dos bolas de billar, nos
dice Hume, observamos el movimiento de la primera bola y su impacto (causa) sobre la
segunda, que se pone en movimiento (efecto); en ambos casos, tanto a la causa como al efecto
les corresponde una impresión, siendo verdaderas dichas ideas. Estamos convencidos de que si
la primera bola impacta con la segunda, ésta se desplazará al suponer una "conexión necesaria"
entre la causa y el efecto: ¿Pero hay alguna impresión que le corresponda a esta idea de
"conexión necesaria"? No, dice Hume. Lo único que observamos es la sucesión entre el
movimiento de la primera bola y el movimiento de la segunda; de lo único que tenemos
impresión es de la idea de sucesión, pero por ninguna parte aparece una impresión que
corresponda a la idea de "conexión necesaria", por lo que hemos de concluir que la idea de que
existe una "conexión necesaria" entre la causa y el efecto es una idea falsa.

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¿De dónde procede, pues, nuestra idea de conexión necesaria, es decir, nuestro convencimiento
de la necesidad de que la segunda bola se ponga en movimiento al recibir el impacto de la
primera? Del hábito, o la costumbre, responde Hume : el haber observado siempre que los
dos fenómenos se producen uno a continuación del otro, produce en nosotros el convencimiento
o la creencia (no el saber) de que esa sucesión es necesaria.
¿Cuál es, pues, el valor del principio de causalidad? El principio de causalidad sólo tiene valor
aplicado a la experiencia, aplicado a objetos de los que tenemos impresiones y, por lo tanto, sólo
tiene valor aplicado al pasado, dado que de los fenómenos que puedan ocurrir en el futuro no
tenemos impresión ninguna. Contamos con la producción de hechos futuros porque aplicamos la
inferencia causal; pero esa aplicación es ilegítima, por lo que nuestra predicción de los hechos
futuros no pasa de ser una mera creencia, por muy razonable que pueda considerarse.
Dado que la idea de "conexión necesaria" ha resultado ser una idea falsa, sólo podemos aplicar
el principio de causalidad a aquellos objetos cuya sucesión hayamos observado: ¿Cuál es el
valor, pues, de la aplicación tradicional del principio de causalidad al conocimiento de objetos
de los que no tenemos en absoluto ninguna experiencia? Ninguno, dirá Hume. En ningún caso
la razón podrá ir más allá de la experiencia, dice Hume, lo que le conducirá a la crítica de los
conceptos metafísicos (Dios, mundo, yo) cuyo conocimiento estaba basado en esa aplicación
ilegítima del principio de causalidad.
3.2. La negación de la metafísica: crítica de la idea de substancia.
3.2. a. Crítica a la concepción lockeana de substancia
Según lo que hemos visto, nuestra certeza acerca de hechos no observados no se apoya en el
conocimiento, sino en la creencia. En la práctica esto no es grave, ya que tal creencia nos basta
y nos sobra para entender el mundo y vivir en él. Pero, ¿hasta dónde es posible extender esta
creencia?
El mecanismo psicológico de la costumbre o hábito, es la clave que nos permite responder a esta
pregunta. La inferencia causal sólo es aceptable entre impresiones: de la impresión actual del
fuego podemos inferir que a continuación tendremos una impresión de calor, porque las
impresiones de fuego y calor se nos han dado unidas repetidas veces en la experiencia. Por lo
tanto, podemos pasar de una impresión a otra, pero nunca de una impresión a algo de lo
cual nunca tuviésemos experiencia o impresión. Tomemos este criterio y apliquémoslo al
problema de la existencia de una realidad distinta de las impresiones y exterior a ellas, es decir,
a la existencia de una substancia.
Locke consideraba la idea de substancia como una idea compleja que surgía de la actividad
combinatoria de la mente. Esto es coherente con sus presupuestos empiristas, pero, a
continuación, le atribuía a esta idea un correlato en la realidad, lo que va en contra de esos
mismos presupuestos.

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En efecto, para Locke, sólo tienen validez las ideas surgidas de la experiencia; pero no hay
experiencia alguna de la idea de substancia. Todo lo que nos ofrece la experiencia es una serie
de cualidades que aparecen agrupadas siempre de la misma manera.
Por ejemplo: unas figuras rojas, de textura suave y húmeda, unidas a una figura verde, de
textura más seca y dura, que emanan un agradable olor, que aparecen unidos en algo que
llamamos rosa. Pero ¿dónde está ese algo que llamamos rosa?, ¿dónde nos lo ofrece la
experiencia?, ¿dónde está la impresión de ese algo? No hay sensación (o impresión diría Hume)
de tal cosa y, sin embargo, Locke cree que aunque sea incognoscible (es decir, aunque no haya
impresión de sustancia) es necesario suponerla como el soporte o sustrato que une las
cualidades, de modo que la substancia es puesta, por Locke, como la causa de nuestras
impresiones. Entra así en abierta contradicción con el principal presupuesto empirista según el
cual todo conocimiento deriva de la experiencia.
Contrariamente a Locke, Hume es un empirista consecuente: la idea de substancia es fruto de la
dinámica combinatoria de la mente y no de las impresiones, por lo tanto, no responde a nada
real (al menos nunca podremos estar ciertos de que tal idea tenga un correlato en la realidad). El
argumento de Locke es, según Hume incorrecto, porque no va de impresiones a impresiones,
sino de las impresiones a una pretendida realidad que está más allá de ellas y de la cual no
tenemos, por lo tanto, impresión ni experiencia alguna. Decir, por ello, que existe una
substancia distinta de nuestras impresiones y que es causa de las mismas, es a juicio de Hume,
injustificable.
3.2. b. Crítica de la substancia extensa
Después de negar la validez de la noción de sustancia de Locke, Hume hace una crítica del
empleo que Descartes hace de ella:
Como hemos visto al hablar del racionalismo, Descartes distinguía entre cualidades primarias y
cualidades secundarias. En lo que respecta a las cualidades secundarias (colores, olores, etc.) el
propio Descartes estaba de acuerdo en que no son objetivas, es decir, no existen en los objetos,
sino que son percepciones subjetivas, que sólo existen en la mente del sujeto, sin realidad
alguna, o substancia alguna a la que correspondan.
Por lo que respecta a las cualidades primarias (figura y movimiento) Hume, igual que Berkeley,
y a diferencia de Descartes, pensaba que tales cualidades son dependientes de las secundarias,
ya que sólo a través de éstas llegamos a aquéllas; en efecto, no percibimos un movimiento si no
percibimos una figura que se mueve. Y no percibimos una figura si ésta no posee un color, una
textura, etc. Pero si estas cualidades no responden a nada objetivo, como el mismo Descartes
pensaba, ¿por qué suponer que la figura sí?
3.2. c. Crítica de la substancia infinita (Dios)
De Dios no hay percepción, en eso está de acuerdo todo el mundo. Aquéllos que defienden la
existencia de Dios, la demuestran recurriendo al principio de causalidad (Tomás de Aquino,

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Descartes, Locke…) o a ideas innatas (Descartes y, en general los racionalistas). Pero Hume
niega valor a las ideas innatas, no puede haber ideas sin la impresión correspondiente. Y
también hemos visto que niega validez objetiva al principio de causalidad, éste no es más que el
fruto de la actividad combinatoria de la imaginación. Luego, no hay base alguna para sostener la
existencia de Dios.
Como vemos la existencia de una realidad objetiva distinta de nuestras impresiones y la
existencia de Dios, son realmente injustificables. ¿De dónde proceden nuestras impresiones? El
empirismo de Hume no nos permite responder a esta pregunta.
Sencillamente, no lo sabemos, ni podemos saberlo: pretender contestar a esta pregunta es querer
ir más allá de nuestras impresiones, y estas constituyen el límite de nuestro conocimiento.
Tenemos impresiones, no sabemos de dónde proceden. Esto es todo.
3.2. d. Crítica de la substancia pensante (el yo)
De las tres realidades o substancias cartesianas (Dios, mundo, yo) sólo nos queda ocuparnos del
yo como substancia distinta de nuestras impresiones. La existencia del yo, de una substancia
cognoscente distinta de sus actos, fuera considerada indubitable no sólo por Descartes, sino
también por Locke. Hume no puede aplicar aquí su crítica de la idea de causa, porque la
existencia del yo no fue considerada por sus predecesores como resultado de una inferencia
causal, sino como objeto de una intuición inmediata (“yo pienso, luego yo existo”)
Sin embargo, la crítica de Hume alcanza también la realidad del yo como substancia, como
sujeto permanente de nuestros actos psíquicos. Contra Descartes y contra Locke,
Hume establece que la existencia de un yo no puede justificarse apelando a una pretendida
intuición de mi mismo, puesto que sólo tenemos intuición de nuestras ideas e impresiones, y
ninguna impresión es permanente, sino que unas se suceden a otras de manera ininterrumpida.
No cabe, pues, afirmar la existencia del yo como una substancia distinta de las impresiones y de
las ideas, como sujeto permanente de la serie de actos psíquicos.
Esta afirmación tan radical de Hume, no permite explicar fácilmente la conciencia que todos
tenemos de nuestra identidad personal: en efecto, cada sujeto humano se reconoce el mismo a
través de sus distintas y sucesivas ideas e impresiones. (Quien está leyendo esta página tiene
conciencia de ser el mismo que antes miraba por la ventana o escuchaba música). Pero si no hay
yo, ¿cómo puede el sujeto tener conciencia de ser el mismo?
Para explicar la conciencia de la propia identidad Hume recurre a la memoria. Gracias a ella
reconocemos la conexión que existe entre las distintas impresiones que se suceden. El error está
en que confundimos sucesión con identidad.
4. A modo de conclusión: Fenomenismo y escepticismo
El empirismo de Hume lo lleva, en último término al fenomenismo y al escepticismo.

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El fenomenismo es una posición filosófica, según la cual no existe otra realidad que los
fenómenos. Por fenómeno se entiende lo que aparece, la apariencia, aquello que se muestra a la
conciencia a través de la experiencia.
El empirismo defendido por Hume sostiene como tesis central, según hemos visto, que en
realidad no vemos las cosas sino impresiones de las cosas, apariencias, fenómenos.
Ahora bien, no podemos garantizar que detrás de estos fenómenos se escondan las cosas reales
puesto que estamos confinados a este mundo de las impresiones. Lo único que puedo conocer
con verdad son mis impresiones, cualquier otro contenido (la existencia de una supuesta
substancia divina, o extensa o pensante) está bajo sospecha.
No podemos encontrar, en efecto, ningún fundamento real de la conexión de las percepciones,
ningún principio de unidad que sea distinto de ellas mismas: no conocemos ninguna realidad
exterior (sea substancia extensa o divina) distinta de las percepciones que les sirva de causa; ni
tampoco una substancia pensante o yo que les sirva de sujeto. La realidad conocida queda
reducida a meras percepciones, a meros fenómenos, a meras apariencias, en el sentido
etimológico de esta palabra.
Este fenomenismo nos cierra la posibilidad de fundamentar nuestro conocimiento en alguna
certeza, pues si sólo tiene valor lo obtenido a través de las impresiones, pero no conocemos su
procedencia ni su causa, ¿dónde fundamentar el conocimiento que poseemos? Habremos de
contentarnos con las apariencias.
Esta posición que niega la posibilidad de un fundamento de nuestro conocimiento y por ello la
posibilidad de un conocimiento cierto se conoce como escepticismo, y, en este sentido, Hume
se aproxima a posiciones de los antiguos sofistas.

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