Existió o No Existió Derecho en El Imperio Inca

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UNIVERSIDAD PRIVADA ANTENOR ORREGO

FACULTAD DE DERECHOS Y CIENCIAS POLÍTICAS

ESCUELA PROFESIONAL DE DERECHO

Curso: Historia del derecho

Apellidos: Gonzales Vargas

Nombres: Luis Fernando

Profesor: Mg. Gustavo Benjamín Vereau Álvarez

NRC: 1295

2023
 ¿Existió o no existió derecho en el imperio
inca?
El derecho penal inca era intimidatorio y cumplía una finalidad
aleccionadora, motivo por el cual sus penas eran severas. El Inca era el
encargado de decretar las leyes y dentro de éstas se encontraban las
correspondientes a la pena de muerte.

Por eso si existió el derecho en el imperio inca, pese a que no había leyes
escritas puesto que los incas no conocían la escritura. Se trataba de normas
transmitidas de forma oral que se basaban en principios muy claros y
precisos; por ejemplo: un mismo acto punible constituía mayor ofensa si lo
cometía un miembro de la élite social que si el autor era alguien del pueblo
llano; si una persona instigaba a otra para que cometiera un delito, se
castigaba al instigador y no al autor material; si la conducta sancionable la
llevaba a cabo un menor, se castigaba a su padre; y la pena podía
extenderse a toda la comunidad en la que residiera el delincuente.

Estas disposiciones de derecho consuetudinario (basadas en el respeto a la


costumbre) abarcaban normas que, hoy en día, agruparíamos bajo los
ámbitos del Derecho Civil y el Derecho Penal, siendo mucho más importante
el segundo porque en Tahuantinsuyu no existía la propiedad privada, no
había dinero y tampoco un auténtico comercio.

A los ojos de esta sociedad, quebrantar una ley era algo más que cometer
un simple delito porque el sujeto había desobedecido al Inca (el soberano),
cuya sagrada persona era fuente de toda ley del Estado; por ese motivo, la
violación de una norma era, al mismo tiempo, un sacrilegio, una blasfemia y
una alteración del orden basado en el culto al Sol.

Aunque no existían tribunales, tal y como hoy los entendemos como


órganos del poder judicial donde se administra la justicia, sí que había
“jueces” –los curacas– que solían ser miembros de la baja nobleza
encargados de controlar a los administradores locales. En función de la
gravedad del asunto a enjuiciar, el caso podía recaer en los inspectores del
Estado e incluso, si afectaba a la seguridad nacional, el propio Inca podía
actuar como magistrado.

El procedimiento judicial se iniciaba a instancia de parte o de cualquier


persona. El acusado era detenido y, antes de que transcurrieran cinco días,
tenía que celebrarse el juicio. Como ocurría en la Antigua Grecia, los
procesos se celebraban al aire libre y, casi siempre, en público. Se
escuchaba a las partes y los testigos (siempre hombres porque las mujeres
eran indignas de crédito) y se daba el veredicto. La sentencia era
inapelable.

La pena más habitual era la condena a muerte por lapidación (a los reos de
asesinato), ahorcamiento (parricidas y filicidas), despeñamiento o mediante
animales de presa o serpientes venenosas. A los altos funcionarios
imperiales se les arrojaba encima una enorme piedra (hivaya) que si no los
aplastaba los dejaba tullidos de por vida. Otras posibles sentencias podían
ser el exilio, la amonestación pública, los azotes o la tortura.

El peor delito que se concebía era la alta traición y, en correlación, su


condena era la más terrible: con la piel del traidor debía hacerse un tambor
(runatinya) y con sus huesos, flautas traveseras; además, se demolía su
vivienda y sus campos se cubrían con sal para que nunca volvieran a ser
fértiles. Otras conductas terribles eran el ateísmo, la blasfemia o penetrar
en el convento de vírgenes del Sol; asimismo, se “tipificaban” el aborto (con
pena de doscientos azotes si el feto era de hembra y ejecución si era de
varón), el incesto (que no dejaba de ser singular en una cultura cuyos
monarcas se casaban con sus hermanas), el robo, la piromanía…. Y así
hasta condenar a los ociosos y haraganes.

Entre los incas no existían las cárceles pero sí que disponían de unas
prisiones temporales (sancay o zuacay) en donde se introducía al
condenado a morir por las bestias. Si sobrevivía 24 horas a los animales de
presa o serpientes encerrados con él, se le dejaba en libertad.

En el momento de mayor florecimiento del Imperio, se cree que el Inca


Pachacuti –en torno a 1450– trató de codificar la normativa penal para que
tuviera validez general.

Se trató, en suma, de un derecho tan riguroso y draconiano que los


primeros cronistas que llegaron a Perú coincidieron en señalar que la
legislación incaica era muy efectiva, por su severidad y crueldad, al
acobardar a los posibles delincuentes, con lo cual, el índice de criminalidad
era muy bajo.

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