Fundacion de Los Colegios

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CAPÍTULO 3

LOS COLEGIOS DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS:


TRES MOMENTOS DE SU EVOLUCIÓN HISTÓRICA

La vocación educativa de la Compañía de Jesús arranca de sus mis-


mos orígenes y se ha mantenido ininterrumpidamente a lo largo de su
historia hasta el día de hoy. La razón de esta tenaz dedicación hay que
buscarla en la finalidad de la Orden. La Compañía se fundó para la pro-
pagación y defensa de la fe y para provecho de las almas 1. Es ésta una
finalidad tan amplia que, por lo mismo, es capaz de concretarse en múl-
tiples formas de acción apostólica. Los jesuitas aprenden desde la pri-
mera página de los Ejercicios a estar «indiferentes a todas las cosas cre-
adas», mientras no les conste cuál es la voluntad de Dios sobre ellas;
pero cuando se despeja esta incógnita deben hacer opciones decididas,
usando las cosas de este mundo o los medios humanos «tanto cuanto
le ayuden para su fin». Lo que, expresado en otros términos, equivale
a decir que los jesuitas en particular y la Compañía como cuerpo han
de estar disponibles y abiertos para toda clase de ministerios y han de
emprender con decisión aquéllos que parezcan más eficaces. Por eso,
la dedicación a la enseñanza de la juventud, tan eficaz y decisiva para
el destino de los pueblos, ha sido una misión constante en la Compa-
ñía. La apertura vocacional de la Orden, su espiritualidad de servicio y
su capacidad para emprender acciones coordinadas y eficaces, le han
hecho volcarse en la tarea educativa de manera continua y sistemática.
El ministerio de la enseñanza ha sido ejercido en la Compañía co-
mo medio para un fin, fin que en los documentos jesuíticos viene ex-

1
Formula Instituti, en la bula fundacional de Paulo III (27 de septiembre de
1540).

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ONCE CALAS EN LA HISTORIA DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS

presado generalmente mediante la armonía de un binomio: defensa


de la fe y salud de los prójimos, o gloria de Dios y salvación de las
ánimas. Siempre se hace una doble referencia a Dios y a los hombres,
a Cristo y a los prójimos, recogiendo la quintaesencia del espíritu cris-
tiano, en el que son inseparables el amor a Dios y el amor al hom-
bre, porque la verdadera fe se ejercita en la caridad. De ambos ele-
mentos podríamos decir que el que hace referencia a Dios es el menos
problemático, mientras que el que hace referencia al hombre (y con
él, indirectamente, a la sociedad concreta que vive en el mundo en
un momento determinado) reviste formas variables y participa de las
contingencias de la historia humana. Por eso podemos adelantar que
el servicio al prójimo, ejercitado por la Compañía en el ministerio de
la enseñanza, aparecerá, a lo largo de la historia, revestido de unos
condicionamientos temporales, que en tiempos del renacimiento o del
barroco serán distintos a los de la época de la revolución industrial o
de la era atómica. La evolución histórica de los colegios jesuíticos pue-
de resumirse en esquema muy simple que muestre cómo un mismo
ideal educativo queda marcado por los imperativos de la historia. To-
da la historia pedagógica de la Compañía es un noble intento por con-
seguir la síntesis y armonía cristiana:
1º Fe y humanismo (Antigua Compañía, siglos XVI-XVIII).
2º Fe y razón (Compañía restaurada, siglo XIX y parte del XX).
3º Fe y justicia (Compañía actual).

1. FE Y HUMANISMO

En la bula fundacional de 1540 sólo se mencionan los colegios-


residencias para los jóvenes jesuitas que estudiaran en las universi-
dades. Pero desde 1545 (fundación del colegio de Gandía) los je-
suitas dan clase al mismo tiempo a los jóvenes religiosos y a los
alumnos externos. Comenzaba un nuevo apostolado, la enseñanza
pública. En adelante los colegios iban a tener un destino doble: la
formación de los jóvenes jesuitas y la instrucción moral y literaria de
los jóvenes externos que frecuentaban las mismas aulas. En años su-
cesivos los estudiantes jesuitas se concentran, sobre todo, en cole-
gios de ciudades universitarias, mientras se van fundando en gran
número de sitios muchos colegios destinados a la enseñanza de los
jóvenes no pertenecientes a la Compañía, en régimen generalmen-
te de externado. San Ignacio impulsó decididamente esta nueva fór-

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LOS COLEGIOS DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS: TRES MOMENTOS

mula de colegios para externos, pues estaba convencido de que la


instrucción de la juventud «en letras y buenas costumbres» era efi-
cacísima para «el bien común, ayuda de las ánimas y aumento y di-
latación de la religión cristiana» 2.
Eran tiempos críticos para la Iglesia, que se veía amenazada por
dos grandes peligros. El renacimiento paganizante exaltaba la auto-
nomía del hombre y cultivaba un humanismo cerrado a la trascen-
dencia. La reforma luterana, por otra parte, propagaba una exalta-
ción de la sola fe. Era urgente en aquel momento conseguir una
formación integral del hombre poniendo en armonía todos sus va-
lores y cualidades con su fe religiosa. Tal era el ideal del humanis-
mo cristiano, una pedagogía optimista que acepta al hombre con to-
das sus facultades y lo cultiva y perfecciona para hacerlo elemento
útil a la sociedad y a la Iglesia 3.
Toda la pedagogía jesuítica pretende la integración armoniosa de
la fe y el humanismo. A ello se endereza la aventura educativa de los
antiguos colegios y el monumento pedagógico de la «Ratio Studio-
rum». La obra de los colegios es, junto con las misiones de infieles, la
gran aportación de la antigua Compañía a la historia universal y el
instrumento más eficaz para la defensa y propagación de la fe. Pero,
2
Documento del P. Polanco escrito por comisión de San Ignacio en 1553. Cita-
do por L. LUKÁCS: «De origine collegiorum externorum deque controversiis circa eo-
rum paupertatem obortis»: Archivum Historicum S.J. 27 (1960), 231.
3
F. CHARMOT, La pedagogía de los jesuitas. Sus principios. Su actualidad, Ma-
drid 1952. Texto de la Ratio y comentarios: M. BELTRÁN QUERA, La pedagogía de los
jesuitas en la «Ratio Studiorum». La fundación de los colegios. Orígenes, autores y
evolución histórica de la «Ratio». Análisis de la educación religiosa, caractereológi-
ca y cultural, San Cristóbal Caracas 1984. E. GIL (ed.), C. LABRADOR, E. DÍAZ-ESCAN-
CIANO, J. MARTÍNEZ DE LA ESCALERA, El sistema educativo de la Compañía de Jesús, Ma-
drid 1992. E. GIL (ed.), La pedagogía de los jesuitas ayer y hoy, Madrid 2002. Otros
trabajos sobre el mismo tema: J. VERGARA CIORDIA (coord.), Estudios sobre la Com-
pañía de Jesús: los jesuitas y su influencia en la cultura moderna (siglos XVI-XVIII),
Madrid 2000. Este libro recoge los interesantes trabajos presentados en un semina-
rio interdisciplinar de la UNED en Madrid 2000. I. LANGE CRUZ, Carisma ignaciano
y educación, Madrid 2004. VV. AA., Cuarto centenario de la Ratio Studiorum: Anua-
rio del Instituto Ignacio de Loyola, nº 6, San Sebastián 1999. M. BATLLORI, «San Ig-
nacio y la fundación de los jesuitas. La pedagogía de la Ratio Studiorum. Los pri-
meros colegios», en B. DELGADO, Historia de la Educación en España y América, II,
pp. 56-79. G. CODINA MIR, Aux sources de la pédagogie des jésuites: le «modus pari-
siensis», Roma 1968. E. HERRERA ORIA: Historia de la educación española desde el Re-
nacimiento, Madrid, s. a., pp. 136-166; E. GUERRERO: «Valores permanentes del “Ra-
tio Studiorum”»: Razón y Fe 146 (1952) 439-452. J. NONELL: El Ratio Studiorum de la
Compañía de Jesús, Barcelona 1878.

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ONCE CALAS EN LA HISTORIA DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS

además, los colegios hicieron un magnífico servicio cultural y social


a la sociedad de aquellos siglos. Esta vertiente social aparece de ma-
nifiesto en una enseñanza que era al mismo tiempo gratuita, popular
y de gran calidad técnica y formativa.
— Colegios populares y enseñanza gratuita. La gratuidad de ministe-
rios, peculiar de la Compañía, se aplicaba también a la ense-
ñanza, lo que hacía posible la asistencia a las aulas jesuíticas de
toda clase de alumnos. La gratuidad era posible porque los fun-
dadores dotaban a los colegios con rentas suficientes. Es falso
que los colegios estuvieran dedicados preferentemente a la aris-
tocracia o a las clases privilegiadas. En España, por ejemplo, ha-
bía al tiempo de la expulsión 114 colegios, de los que solamente
cuatro eran seminarios (internados) de nobles, cuya fundación,
por otra parte, es tardía, pues datan del siglo XVIII.
En los colegios estudiaron multitud de niños y jóvenes de fa-
milias pobres y modestas, como Miguel de Cervantes o el huér-
fano Juan de Yepes (San Juan de la Cruz). Gracias a los nume-
rosos colegios, los hijos de familias humildes pudieron tener
acceso a una cultura que les abría la posibilidad de integrarse
en las clases medias. San Ignacio vio ya con gran perspicacia
esta faceta social de los colegios. En una carta de propaganda
a los posibles fundadores el santo menciona la triple utilidad
que los colegios prestan a la Compañía, a los alumnos y a los
pueblos o provincias. Una gran ventaja para los alumnos era
«que los pobres, que no tienen con que pagar los maestros or-
dinarios, ni menos los pedagogos domésticos, aquí hallan gra-
tis lo que con coste mucho apenas podrían haber para salir con
las letras» 4. Los pronósticos y deseos de San Ignacio no fueron
vanos. Minuciosos estudios estadísticos sobre algunos colegios
de Francia en el siglo XVII han demostrado la gran afluencia de
alumnos, en los que vemos mezclados a los hijos de nobles,
burgueses, profesionales, mercaderes, obreros y artesanos. Las
clases trabajadoras estaban representadas entre un 60 a 65% en
aquellos colegiales 5. En España se daba una situación parecida;
4
Carta al P. Araoz, Roma 1 de diciembre de 1551; Monumenta Ignatiana IV, 8.
5
F. DE DAINVILLE: L’éducation des jésuites (XV e-XVIII e siécles). Les Editions de Mi-
nuit, Paris 1978, especialmente pp. 148ss, 157-160. En cuanto al número de alumnos,
este autor distingue tres categorías de colegios en Francia: el colegio pequeño de 200
a 300 alumnos, el medio de 500 a 800 y el gran establecimiento de 1.000, 2.000 y has-
ta 3.000 alumnos.

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LOS COLEGIOS DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS: TRES MOMENTOS

y los datos que poseemos indican que los colegios de Jesuitas


alcanzaban cifras asombrosas para aquella época. Según el P. As-
train, hacia el año 1575 los alumnos de Sevilla llegaban enton-
ces a 900, los de Córdoba a 800, los de Valladolid, Palencia, León
y Monterrey a 600, los de de Soria y Belmonte a 400, los de Bur-
gos y Segovia a 300. «En varias partes el colegio de la Compa-
ñía era la escuela del pueblo, y como la instrucción se daba en-
teramente gratis, todo niño que podía tenerse en pie era
mandado por su madre a nuestro colegio, para que aprendiese
al menos el catecismo y las primeras letras» 6. Los colegios fue-
ron un excelente medio de promoción social, por eso eran enor-
memente populares.
— Una enseñanza de calidad. Es éste el aspecto más conocido e
indiscutible de la enseñanza jesuítica, como lo reconocen todos
los comentaristas de la «Ratio Studiorum». Este monumento pe-
dagógico es obra colectiva de la Compañía docente, pues fue

6
A. ASTRAIN: Historia de la Compañía de Jesús en la Asistencia de España, t. III,
Madrid 1909, 201s. Excelente resumen general, con datos, bibliografía y mapa de
los 114 colegios en España, en J. MARTÍNEZ DE LA ESCALERA, «Los colegios de jesuitas»,
en B. DELGADO (coord.), Historia de la Educación en España y América, II, Madrid
1993, pp. 417-438. B. BARTOLOMÉ, «Los colegios de jesuitas y la educación de la ju-
ventud», en ÍD. (dir.), Historia de la acción educativa de la Iglesia en España. t. I,
Madrid 1995, pp. 644-682. Cabe destacar los bien documentados artículos de A. BO-
RRÁS, «La fundación del col.legi de la Universitat de Gandía», en Primer Congreso de
Historia del País Valenciano, Valencia 1976, III, pp. 153-164, y sobre los colegios
de Zaragoza y Cataluña (Betlem, Cordelles y Nobles de Barcelona, Gerona, Man-
resa, Seo de Urgel, Tortosa). E. RIVERA VÁZQUEZ, Galicia y los jesuitas. Sus colegios y
enseñanzas en los siglos XVI al XVIII, La Coruña 1989. J. MALAXECHEVARRÍA, La Com-
pañía de Jesús por la instrucción del Pueblo Vasco, San Sebastián 1926. J. B. VILAR,
«La residencia-colegio de la Inmaculada Concepción de Orihuela», en Studia … in
honorem M. Batllori, Roma 1984, pp. 527-547. W. SOTO ARTUÑEDO, La fundación del
Colegio de San Sebastián. Primera institución de los Jesuitas en Málaga, Málaga
2003. ÍD., Los jesuitas de Málaga y su expulsión en tiempos de Carlos III, Málaga 2004.
ÍD., La actividad de los jesuitas en la Málaga Moderna, Córdoba 2004. J. SIMÓN
DÍAZ, Historia del Colegio Imperial de Madrid, 2 vol., Madrid 1952-1959. L. FERNÁNDEZ
MARTÍN, «El Colegio de los jesuitas en Medina del Campo en tiempo de Juan de Ye-
pes», en Nueva Miscelánea Vallisoletana, Valladolid 1998, pp. 295-315. J. BURRIEZA
SÁNCHEZ, El poder de la enseñanza y del sermón. Presencia de la Compañía de Jesús
en el ámbito geográfico de Valladolid, Valladolid 2003 (tesis doctoral). C. PÉREZ PI-
CÓN, Un colegio ejemplar en letras humanas en Villagarcía de Campos, Santander
1983. Un ejemplo de la crítica a los colegios por algunos ilustrados del siglo XVIII:
E. GIMÉNEZ LÓPEZ, «Gregorio Mayans y la Compañía de Jesús. Razones de un desen-
cuentro», en ÍD. (ed.), Y al tercero perecerán, Alicante 2002, pp. 163-193.

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ONCE CALAS EN LA HISTORIA DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS

elaborado después de medio siglo de experiencias internacio-


nales. La «Ratio» es un plan de estudios y al mismo tiempo un
espíritu pedagógico. Su principal innovación consiste en la sis-
tematización de los estudios medios, basados entonces en el co-
nocimiento de las lenguas clásicas, llave del saber y requisito
indispensable para acceder a las facultades universitarias. Los
grandes valores de la «Ratio» están en los principios pedagógi-
cos de valor perenne, ordenados a la formación integral del
hombre y al desarrollo armónico de todas sus facultades. El
alumno, animado por estímulos y sugerencias, aprende por su
propio esfuerzo con abundantes ejercicios prácticos. El profe-
sor ha de ser un modelo de vida que debe entregarse a los alum-
nos con solicitud y dedicación. Cervantes alabó «el amor, el tér-
mino, la solicitud y la industria con que aquellos benditos padres
y maestros enseñaban a aquellos niños».
Favoreció en parte aquella calidad la autonomía educativa que
la Compañía antigua, al igual que otras instituciones docentes,
disfrutaba en la edad moderna. Los estados ejercían entonces
una labor de tutela, pero no de monopolio, en materia de en-
señanza. Esto proporcionaba a los jesuitas gran libertad para de-
sarrollar sus propios métodos. Sus colegios cubrieron un in-
menso vacío y al mismo tiempo proporcionaron a la antigua
Compañía un gran influjo en todas las clases sociales. La pre-
potencia jesuítica, lograda en parte con su dedicación a la en-
señanza, se trocó, a mediados del siglo XVIII, en motivo de con-
flicto para las monarquías absolutistas, que, en su afán por
conseguir el control total de sus estados, asestarán a la Compa-
ñía un golpe de muerte.

2. FE Y RAZÓN

La Compañía de Jesús, suprimida en 1773, fue restablecida por Pío


VII en 1814 con la esperanza de que, por medio, sobre todo, de la
educación de la juventud, actuara como fuerza restauradora después
de la revolución. Las novedades de la época contemporánea que más
afectaban a la enseñanza procedían de tres ámbitos: las filosofías ra-
cionalistas, la política educativa de los nuevos estados y la revolución
científica e industrial.
Es época de fuertes tensiones ideológicas. Las pruebas que sufre la
Iglesia no consisten solamente en la expropiación de sus bienes (de-

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LOS COLEGIOS DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS: TRES MOMENTOS

samortización) o en el recorte de sus privilegios, ni se limitan a las


ofensas al clero (anticlericalismo). En el siglo XIX surgen concepcio-
nes filosóficas que defienden la total autonomía del hombre respec-
to de Dios (liberalismo filosófico), o que minan los fundamentos mis-
mos de la religión revelada (racionalismo, idealismo, positivismo,
marxismo). Estas concepciones tienden a divulgarse desde la escue-
la. La enseñanza se convierte entonces en palestra ideológica a favor
o en contra de la religión.
La segunda novedad es la política educativa de los estados
contemporáneos, que es generalmente centralista y monopolizadora.
El estado se convierte en enseñante, impone sus planes de estudio y
se reserva la colación de títulos académicos o la permisión de centros
de enseñanza no estatales. La autonomía académica de los tiempos
antiguos queda con ello gravemente lesionada, cuando no desapare-
ce en absoluto bajo la horma estatalista.
Por último, el avance de la técnica y de las ciencias positivas guar-
da estrecha conexión con una nueva serie de revoluciones. La llama-
da revolución industrial acelera en el siglo XIX las desigualdades so-
ciales. Las nuevas ciencias, por otra parte, arrinconan la antigua cultura
humanística y plantean la necesidad de una educación con nuevos
contenidos que se acomode al dominio de la técnica.
Todas estas circunstancias dejan honda huella en los colegios de
jesuitas, especialmente en los que se fundan durante la segunda mi-
tad del siglo XIX, que generalmente han logrado mantenerse hasta
nuestros días. Los desafíos de la época contemporánea provocarán en
estos colegios un claroscuro de respuestas fecundas y limitaciones la-
mentables.
El desafío ideológico es el más importante y a él se pretende res-
ponder de manera gallarda, aunque tal vez exagerada, como corres-
ponde al encono de una lucha en la que se opone, de manera irre-
conciliable, una educación en libertad frente a una educación en la
fe, dos ideales que no tenían por qué haberse disociado. Los nuevos
colegios forman parte de la gran reacción católica contra el espíritu
del mundo contemporáneo. La Iglesia adopta una postura defensiva
frente a las corrientes laicistas y secularizadoras. La educación católi-
ca se organiza para defender a la juventud de la educación raciona-
lista. El P. Pedro Beckx, General de la Compañía, expresaba muy bien
estos criterios en una carta escrita en 1872, con motivo de la funda-
ción del colegio de Zaragoza: «Me alegro especialmente, decía, de que
os dediquéis a la enseñanza de la juventud. Hay que dar preferencia

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ONCE CALAS EN LA HISTORIA DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS

a este servicio y apoyarlo con doctrinas sólidas y puras y con verda-


dera estima de la piedad, pues la impiedad ha urdido en este campo
una extensa red para difundir el error y corromper las costumbres.
Por eso estáis realizando una obra que, si siempre fue laudable y san-
ta, hoy es, además, necesaria» 7. La síntesis que aquí se busca es la
unión de la piedad con la pureza de doctrina. El énfasis se pone en
la función apologética de luchar contra el error. Frente a un mundo
racionalista, que pretende demostrar la oposición entre la ciencia y la
religión, los colegios de la Compañía deben cultivar la educación de
la razón en armonía con la fe. El mayor vacío de la educación católi-
ca se daba a finales del siglo XIX en la enseñanza media. Los obispos
y los católicos españoles lamentaban la escasez de colegios católicos,
y así se explican las constantes demandas que hicieron a los jesuitas,
que eran, por tradición, los grandes especialistas en la enseñanza me-
dia. La Compañía restaurada atendió en lo posible esta demanda, con
el convencimiento de que cumplía un gran servicio a la Iglesia y de
que llenaba un vacío en la sociedad 8.
El monopolio estatal fue recibido con disgusto tanto por los cató-
licos como por los propagadores de la enseñanza libre. Los jesuitas
tuvieron que retirar de los colegios la venerable «Ratio» para someter-
se por razones prácticas a los planes siempre cambiantes del bachi-
llerato oficial. Las nuevas asignaturas requieren muchos profesores y
el montaje de museos y laboratorios. Las ciencias naturales se con-
vertían en una demostración de la armonía entre la ciencia y la fe,

7
Carta del P. Beckx al P. José Pujol, Roma 21 de febrero de 1872, AHSI, Regis-
tro, Arag. fol. 129.
8
M. REVUELTA GONZÁLEZ, Los colegios de jesuitas y su tradición educativa (1868-
1906), Madrid 1998. ÍD., «Los jesuitas», en B. BARTOLOMÉ (dir.), Historia de la acción
educadora de la Iglesia en España, II, Madrid 1997, pp. 449-491 (es un resumen de
la historia de los colegios de 1815 a 1976). ÍD. en B. DELGADO (coord.), Historia de la
Educación, III, Madrid 1994, pp. 87ss, 291ss, 568ss (sobre siglo XIX). R. Mª SANZ DE
DIEGO, en ibid., pp. 568ss, 869ss (sobre siglo XX). Monografías sobre colegios: L. FER-
NÁNDEZ MARTÍN, Historia del Colegio San José de Valladolid 1881-1981, Valladolid 1981.
J. FERNÁNDEZ, Colegio del Salvador, 125 años de historia, Zaragoza 1997. F. J. DE LASA-
LA, Orihuela, los jesuitas y el Colegio de Santo Domingo, Alicante 1992. C. LÓPEZ PEGO,
Historia del Colegio San José de Villafranca de los Barros, Villafranca 1994. E. LULL
MARTÍ, Jesuitas y pedagogía. El Colegio San José en la Valencia de los años veinte, Ma-
drid 1997. ÍD., «Los jesuitas ante la incautación de sus colegios por la II República. La
alternativa de las academias»: Miscelánea Comillas 52 (1994) 139-163. M. P. DE LA PEÑA,
El Colegio San José de Villafranca de los Barros, Villafranca 1991. E. RIVERA VÁZQUEZ,
Colegio Apóstol Santiago, Vigo 1993. I. VILA, Sant Ignasi (Sarriá). Història d’un col.legi
centenari, Barcelona 1995.

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LOS COLEGIOS DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS: TRES MOMENTOS

mientras se procuraba mantener, ya que no la letra, el espíritu de la


pedagogía de la «Ratio» 9.
La creciente distorsión de las clases sociales en la época contem-
poránea afectaba también a los servicios educativos de los jesuitas. Si
es cierto que cubrían el vacío de la enseñanza media católica, tam-
bién lo es que aquella enseñanza aparecía entonces vinculada casi ex-
clusivamente a las clases medias y altas, incluso en los centros ofi-
ciales. Además, los colegios decimonónicos, a diferencia de los
antiguos, se fundaron sin rentas, con lo que fue preciso sostenerlos
mediante el cobro de pensiones. Esta barrera excluía de los colegios
a los hijos de familias proletarias. A este inconveniente se sumaba la
preferencia por los internados, que, a diferencia de que pasaba en la
antigua Compañía, se consideraban ideales para formar a la juventud.
Los tutelares muros aislaban al colegial del mundo pervertido. Los in-
ternados, sin ser exclusivos, eran los que daban la nota a los colegios,
elevando todavía más las barreras sociales.
No se puede olvidar que, simultáneamente a la enseñanza dada en
los colegios de bachillerato, los jesuitas se preocuparon también por
promover en gran escala la enseñanza de las clases populares. En
1931, por ejemplo, en vísperas de la disolución decretada por la se-
gunda República, los jesuitas tenían en España 6.798 alumnos en 21
colegios de enseñanza media; pero controlaban además una extensa
red de instituciones docentes gratuitas destinadas a las clases humil-
des. En el recuento apresurado que entonces se hizo con fines apo-
logéticos, aparece una abigarrada relación de escuelas de primera en-
señanza elemental para niños, escuelas nocturnas para obreros, escuelas
dominicales para muchachas y centros de enseñanza profesional. La
lista de estos centros no deja de ser impresionante, y no lo es menos
el número de esos alumnos «de las clases más necesitadas y para pre-
parar técnicamente a los obreros», que pasaba de los cien mil 10. Sin
embargo, este ingente número de alumnos gratuitos, que superaba
casi en quince veces a los alumnos de pago de los colegios clásicos,
no llegó entonces a contrapesar debidamente la imagen de una Com-
pañía a la que se acusaba con demasiada ligereza de dedicarse ex-
clusivamente a la educación de las clases elevadas. El reproche era

9
La toma de postura de los jesuitas de la época sobre estos problemas apare-
ce claramente en los libros de PABLO HERNÁNDEZ: Juicio crítico sobre la educación an-
tigua y la moderna, Madrid, 2ª ed., 1888, y de FLORIÁN RIESS: El estado moderno y la
escuela cristiana, Madrid 1879.
10
Los jesuitas en España. Sus obras actuales, 2ª ed., Madrid 1931, pp. 25-44.

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ONCE CALAS EN LA HISTORIA DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS

exagerado, pero no pueden ignorarse detalles que lo explican, espe-


cialmente si se compara el número y la dedicación de los jesuitas a
uno u otro sector. En los colegios de bachillerato había 416 jesuitas
(la sexta parte de los residentes en España en 1931) con dedicación
directa y exclusiva. En los centros de enseñanza popular, en cambio,
los jesuitas, pocos en número, se limitaban a ejercer la alta dirección
o una acción indirecta, pues se trataba de escuelas creadas a la som-
bra de los colegios o residencias, o regidos por personas o asocia-
ciones vinculadas a la Compañía: patronatos, círculos, congregacio-
nes, etc. En aquella fronda de centros educativos empezaban a destacar
los primeros ensayos de formación profesional. Pero las verdaderas
escuelas dignas de tal nombre eran demasiado pocas todavía para
ofrecer el debido contrapunto a los colegios jesuíticos de la época.
El colegio modelo del siglo XIX y principios del XX es, pues, un
colegio de elites, caro, monumental, bien equipado, con una nu-
merosa comunidad educativa casi exclusivamente jesuítica, que im-
partía una educación de artesanía. El alumnado, preferentemente
(aunque no exclusivamente) de internos, procedía en su mayor par-
te de las clases medias y acomodadas. Los condicionamientos his-
tóricos habían desviado la tradición de aquellos ágiles colegios de
humanidades, tan abundantes y populares en la antigua Compañía.
En el tenso ambiente de una sociedad distorsionada por la lucha de
clases y minada por el anticlericalismo, los nuevos colegios, a pesar
de su meritoria labor cultural y recristianizadora, no pudieron librarse
de la nota de clasismo.

3. FE Y JUSTICIA

A medida que avanzaba el siglo XX y especialmente a partir del


Concilio Vaticano II y de su paralelo jesuítico, la Congregación Ge-
neral XXXI del año 1965, la enseñanza impartida en los colegios ha
sido objeto de sinceras reflexiones. Pero estas reflexiones no surgie-
ron por generación espontánea. En España, al menos, fueron la ma-
nifestación de inquietudes previamente sentidas, y, además, estuvie-
ron precedidas por un hecho singular en la historia educativa de la
Compañía de Jesús. Nos referimos a la proliferación de las escuelas
profesionales regentadas por jesuitas.
El fenómeno se inicia inmediatamente después de la guerra civil
y alcanza su techo hacia 1965, en los años del revisionismo conciliar.
Los orígenes de cada escuela profesional son muy variados, aunque

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LOS COLEGIOS DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS: TRES MOMENTOS

lo más frecuente ha sido su perfeccionamiento progresivo desde una


modesta escuela o taller hasta un complejo de edificios perfectamente
equipados con modernas instalaciones técnicas. El movimiento de
las escuelas profesionales tiene importancia y significado histórico 11.
En primer lugar, por su volumen cuantitativo: en 1965, cuando el mo-
vimiento se estabiliza, la Compañía tiene en España 37 escuelas pro-
fesionales frente a 26 colegios de bachillerato. Todas esas escuelas,
excepto dos, se fundan después de la guerra civil, la mitad de ellas
en la década de los 40 12. En cambio, en ese tiempo sólo se crean seis
nuevos colegios, de los que dos son meros traslados. En pocos años
el número de alumnos en ambos sectores queda prácticamente equi-
parado al igual que el de los profesores jesuitas con dedicación ple-
na en cada uno de ellos 13. Esta dedicación a un nuevo tipo de ense-
ñanza y de alumnos durante los nuevos años de la posguerra fue a
un tiempo respuesta y estímulo. Porque surgió como un afán, casi
instintivo, por llenar un campo descuidado, dedicándose a él de mane-
ra personal y directa. Y al mismo tiempo la cercanía con las clases
populares avivó en los educadores su conciencia social y les hizo
sentir la necesidad de una educación en la justicia, antes de que se
la inculcaran desde arriba. De este modo, las escuelas profesionales
venían a ser un complemento de los colegios clásicos y, en parte, ve-
nían a posibilitar aquella enseñanza popular y gratuita que parecía
perdida desde el siglo XVIII. Lógicamente aquellas aspiraciones no

11
M. BERMUDO DE LA ROSA, SAFA, medio siglo de educación popular en Andalu-
cía. Historia de las Escuelas Profesionales de la Sagrada Familia. 1940-1990, Uni-
versidad de Jaén 1996. E. PUIG I JOFRA, L’Escola del Clot. Cent anys educant i aprenent,
Barcelona 2000. J. M. FERNÁNDEZ MARCO, Jesuitas en Vitoria. Año cincuentenario de «Je-
sús Obrero», Bilbao 1975. Referencias a los fundadores: F. VILLOSLADA PEULA, ¿Cómo sur-
gen las Escuelas Profesionales de la Sagrada Familia? Selección de textos y prólogo
de J. MORALES FERRER, 1986. J. ROYO SÁNCHEZ, «Un Quijote en Alicante». Semblanza del
P. Fontova y su obra», Alicante 1996. Papeles de Plata. Historias del Hogar de San Jo-
sé, Gijón 2002.
12
Un testimonio de la atracción que sentían los jesuitas hacía el mundo obrero
en aquellos años, con interesantes datos sobre el nacimiento de otras iniciativas so-
ciales, en A. GARMENDÍA DE OTAOLA: Jesuitas y obreros, Bilbao 1948.
13
Los alumnos de la Compañía en España en 1973 alcanzaban un total de 142.709,
que se distribuían así: preescolar: 1.603, EGB: 36.106, Bachillerato: 16.748, COU: 2.255,
Profesional 1º: 16.836, Profesional 2º: 2.099, carreras cortas: 9.755, escuelas universi-
tarias: 824, Facultades universitarias: 7.994. Postgraduados: 2.800, residentes en Co-
legios Mayores: 1.376, en Colegios menores: 2.662, adultos: 1.729, alumnos por ra-
dio: 29.922. Los alumnos de EGB se reparten igualmente entre los colegios y las
escuelas profesionales. Datos tomados de Información S.J., n. 25 (1973) p. 141.

87
ONCE CALAS EN LA HISTORIA DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS

quedaban encerradas en las escuelas profesionales, sino que fueron


compartidas por los educadores de toda clase de centros. Entre tan-
to se acortaban cada vez más las distancias entre las nuevas escue-
las profesionales y los clásicos colegios de bachillerato. Las primeras
significaban una voluntad decidida por consagrarse a la enseñanza
de los sectores populares, y los segundos iban perdiendo aquel ha-
lo de distinción y elitismo que los había caracterizado en los tiem-
pos decimonónicos 14. Los educadores de unos y otros centros inter-
cambiaron experiencias y compartieron inquietudes e iniciaron
revisiones y reflexiones.
Los nuevos problemas planteados a la enseñanza hacían necesa-
ria una honda revisión y puesta a punto de los métodos educativos.
A los problemas ya conocidos de la edad contemporánea se añade
ahora la masificación del alumnado, la democratización de la ense-
ñanza, el revisionismo de los métodos apostólicos, la selección de
ministerios, la crisis de vocaciones religiosas y su repercusión en la
disminución de jesuitas educadores. En medio de tantas dificultades
quedan los colegios, inmersos en un mar de centros docentes simila-
res, agobiados por problemas de todo tipo, amenazados de perder
su personalidad. ¿Qué justificación o qué sentido puede tener ya es-
te ministerio?
Para responder a esta pregunta el P. Arrupe dio abundantes y lu-
minosas respuestas, que vienen a ser como el eco de las reflexiones
colectivas de muchos educadores jesuitas. La toma de postura del P.
General puede resumirse en los siguientes puntos:
— Reafirmación de la vocación educativa de la Compañía en los
centros de segunda enseñanza. En 1969 el P. General dijo que
«los colegios son hoy más actuales que nunca y representan uno
de los grandes apostolados característicos de la Compañía, no
sólo por su trascendencia intrínseca, sino por su actualidad». En
1980 reafirmaba estas convicciones sobre la importancia de los

14
En el libro arriba aludido de LUIS FERNÁNDEZ: Historia del Colegio San José de
Valladolid, aparecen en el Apéndice II unos datos muy elocuentes al respecto, que
confirman la democratización de la enseñanza. En el curso 1979-1980 se calcula en
un 10,52% el número de alumnos procedentes de familias de clase alta; en 19,31%
de clase media alta; en 56,65% de clase media baja y en 12,72% de clase baja. La prin-
cipal causa en este cambio social del alumnado se pone «en las ayudas en forma de
subvención otorgadas por el Estado a los alumnos de EGB para hacer realidad el
principio de la igualdad de oportunidades, principio básico de todo régimen que
quiera llamarse democrático» (p. 302).

88
LOS COLEGIOS DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS: TRES MOMENTOS

colegios en sí, porque la segunda enseñanza es el momento en


que se forma sistemáticamente la mentalidad del joven y en el
que éste realiza «la síntesis armónica de fe y cultura moderna» 15.
— Sincera autocrítica a la labor educativa de los colegios. En uno
de los primeros documentos como General, el P. Arrupe reco-
gía ya una serie de objeciones contra el trabajo realizado en los
colegios, y lanzaba una consigna general de adaptación de los
mismos «al mundo que se está forjando ante nuestros ojos y al
que ya se prepara». Adaptación significaba eficacia, audacia y
apertura, «sin miedo ninguno a las transformaciones psicológi-
cas, culturales y sociales que se están produciendo hoy en el
mundo a un ritmo acelerado» 16. El proceso de autocrítica de los
colegios quedaba abierto y comenzó una profunda revisión de
la labor en ellos realizada, hecha desde una exigente concien-
cia social 17. En el congreso de Antiguos Alumnos de 1973, en
Valencia, el P. Arrupe reconocía las deficiencias del pasado con
humilde sinceridad: «¿Os hemos educado para la justicia? ¿Estáis
vosotros educados para la justicia? Respondo: Si al término jus-
ticia y si a la expresión educación para la justicia le damos to-
da la profundidad de que hoy la ha dotado la Iglesia, creo que
tenemos que responder los jesuitas con toda humildad que no;
que no os hemos educado para la justicia, tal como hoy Dios
lo exige de nosotros» 18. Esta confesión implicaba necesariamente
la adopción de nuevas orientaciones.
— Rectificaciones y nuevos rumbos. Las directrices del P. Arrupe
sobre los ideales educativos de los colegios son demasiado ri-
cas y sugestivas para poder recogerlas en un breve esquema.
Muy en síntesis podríamos decir que el P. General confirma los
principios perennes de la educación de la Compañía, añadien-

15
Charla del P. Arrupe sobre los colegios en Medellín, en Información S.J., 1
(1969) 21, y su alocución sobre «Nuestros colegios: hoy y mañana», en ibid., n. 70
(1980) 277.
16
«Importancia y fuerza apostólica de los colegios (25 de agosto de 1965)», en
el libro La identidad del jesuita en nuestros tiempos, Santander 1981, pp. 203ss.
17
Puede servir de ejemplo la sincera crítica de TOMÁS ALVAREZ: «Por qué no nos
gustan los colegios»: Información S.J., 1 (1969) 31-38, matizada en algunos aspectos
por otras opiniones, ibid., 38ss.
18
«La promoción de la justicia y la formación de las Asociaciones de A.A.»: In-
formación S.J., 27 (1973) 230; véase también «Preguntas y respuestas sobre la justi-
cia, los colegios y los A.A.» (ibid., 216ss), así como el mensaje al congreso de A.A. en
México, ibid., n. 17 (1972) 18.

89
ONCE CALAS EN LA HISTORIA DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS

do nuevas exigencias impuestas por los signos de los tiempos.


Entre los ideales inmarcesibles el P. Arrupe insiste en que el co-
legio ha de seguir siendo, como siempre, un centro de educa-
ción en la fe, un foco de irradiación de vida cristiana en un mun-
do que va perdiendo el sentido religioso. También debe
mantenerse la calidad de la enseñanza, que debe ser orientada,
si no por la letra, por el espíritu de las tradiciones pedagógicas
de la Compañía.
Estos principios e ideales tienen que ser acomodados a las exi-
gencias de nuestro tiempo. El concepto empleado para designar el
nuevo rumbo impuesto a los colegios es el de «promoción de la jus-
ticia», empleado por el P. General en Valencia en 1973 y consagrado
por la Congregación General XXXII de 1975 en el famoso Decreto 4º.
El término «justicia» describe, más que define, una nueva conciencia
apostólica, que opta por una mayor inserción en el mundo, una ma-
yor colaboración entre los miembros de la Iglesia, una solidaridad y
preferencia hacia los más pobres y abandonados y una transforma-
ción pacífica de las estructuras sociales injustas. Servicio de la fe y
promoción de la justicia quieren ser la expresión actualizada del men-
saje evangélico: «La promoción de la justicia es parte integrante de la
evangelización. Así seremos los testigos del Evangelio, que liga indi-
solublemente amor de Dios y servicio del hombre» 19. Es la eterna sín-
tesis cristiana, adaptada a la sensibilidad y exigencia de nuestra épo-
ca. La decidida opción por la justicia ha provocado una honda revisión
de actitudes y una selección de ministerios y muy especialmente del
ministerio de la enseñanza.
Las normas de la Congregación General XXXII y las directrices del
P. Arrupe no podían menos de calar en los colegios de la Compañía.
Las alocuciones de éste sobre la segunda enseñanza (13 de septiem-
bre de 1980) eran al mismo tiempo un balance de lo mucho que se
había hecho («la Compañía ha dado pasos de gigante en estos últimos
años»), y una indicación del rumbo que debía seguirse en adelante.
Dos cuestiones fundamentales quedaban allí sometidas reflexión:
1º la extensión de la comunidad educativa en el colegio de la Com-
pañía, en el que ha de realizarse una sincera colaboración con los se-
glares, y 2º la intensificación de una educación en el servicio de la fe
y la promoción de la justicia. La descripción que el P. Arrupe hace del
alumno que se pretende formar en los colegios expresa los principios
eternos de la pedagogía cristiana, aplicados a las exigencias de la ho-

90
LOS COLEGIOS DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS: TRES MOMENTOS

ra presente. El concepto paulino del hombre nuevo es recogido por


el P. General para modelar a unos alumnos que deben ser hombres
de servicio según el Evangelio, hombres para los demás, abiertos a su
tiempo y al futuro 20.
Los años de la transición política de España coincidieron con una
serie de cambios en los colegios, que venían impuestos por las trans-
formaciones sociales del país y las ideas renovadoras en los campos
pedagógicos y religiosos. En todos los colegios se admitió la gratuidad
de la EGB, que abrió los colegios a gran número de familias modestas.
La presencia de profesores seglares era cada vez más numerosa e in-
fluyente. Se suavizaron las viejas normas de disciplina, y cesaron los ac-
tos religiosos obligatorios. Sin embargo, la Compañía seguía teniendo
gran peso en el sector católico educativo de la enseñanza media.
Bajo el generalato del P. Peter Hans Kolvenbach han proseguido
las directrices arrupianas 21. Mientras en la enseñanza universitaria se
notaba un claro afianzamiento, en la enseñanza elemental y media se
19
Congregación General XXXII, Decreto IV, nn. 30 y 31.
20
Alocuciones del P. Arrupe en la inauguración y clausura del simposio de Roma:
«Colaboración con los laicos, promoción de la justicia», y «Nuestros colegios: hoy y ma-
ñana»: Información S.J. n. 70 (1980) pp. 270-289. Véase también la importante ponen-
cia del P. Ramón María Torrelló en el congreso de Gante: «Nuestros colegios en el pro-
ceso del desarrollo social»: ibid., n. 68 (1980) pp. 191-201, y la luminosa charla del P.
Ignacio Iglesias en Burgos sobre «Constantes del pensamiento del P. Arrupe sobre la
educación»: ibid., n. 75 (1981) pp. 160-168. Una muestra del interés que anima actual-
mente a los educadores jesuitas ha sido la iniciativa, tomada en Burgos en 1981, de fo-
mentar la reflexión y diálogo sobre los problemas, iniciativas e inquietudes de las co-
munidades educativas, en las que se incluye a los profesores seglares, alumnos y padres
de familia. Con este fin la CONED (Comisión Nacional de Educación S.J.) ha elabora-
do, por iniciativa del Delegado Nacional, Vicente Parra, unos Materiales para un nue-
vo Colegio S.J., utilizando el sistema ECCA, que combina grabaciones con material im-
preso, este último con ágiles diseños, dibujos y textos.
21
P. H. KOLVENBACH, Selección de escritos. 1983-1990, Madrid, s. a., pp. 367-455.
En este libro se publican cinco discursos del P. General sobre universidades, uno
sobre apostolado teológico, y seis sobre colegios (visión ignaciana, papel de los laicos,
padres de familia, formación del espíritu y el corazón, formación integral, valores y di-
ficultades de la educación). La última Congregación General (1995) promulgó un de-
creto (nº 18) sobre la educación secundaria, primaria y popular, animando a proseguir
la renovación educativa emprendida hacía 20 años, procurando unir la calidad de la
enseñanza con los principios educativos de la Compañía, ampliando la comunidad es-
colar incluso a pobres y marginados del vecindario, potenciando la colaboración con
los laicos y su formación en el carisma y pedagogía ignaciana, y animando a la edu-
cación infantil y popular. «Como medio para la promoción de la justicia este ministerio
de educación popular está plenamente de acuerdo con la misión de la Compañía». Cf.
Decretos de la Congregación General 34, Roma 1995, pp. 351-352.

91
ONCE CALAS EN LA HISTORIA DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS

ha conseguido un avance en la identidad y en la cohesión, dos valo-


res que se hacen imprescindibles ante las variaciones constantes de
los planes de estudios y la masificación del alumnado. La unidad de
acción y de criterios ha encontrado de nuevo su inspiración en la tra-
dición educadora de la Compañía. Una comisión de expertos elabo-
ró dos textos pedagógicos sobre la enseñanza primaria y secundaria,
que fueron aprobados por el P. General y extendidos por todos los
países: Características de la educación de la Compañía de Jesús (1987)
y Pedagogía ignaciana: Un planteamiento práctico (1993) 22. El primer
texto aplica al mundo de hoy los principios, ideales y objetivos de la
tradición educadora de la Compañía. El segundo señala las aplica-
ciones prácticas para llevarlos a cabo. Estos documentos se conside-
ran como la Ratio Studiorum para el mundo actual. En España la ani-
mación y coordinación de la labor educativa han sido realizadas por
la dirección inteligente y tenaz de la comisión de educación (CO-
NEDSI), que ha procurado renovar los ideales, modernizar las prácti-
cas pedagógicas y conseguir la identidad de los profesores seglares
con los jesuitas 23. Todos los años, desde 1969, se han celebrado con
mucho éxito jornadas educativas con asistencia de profesores de todos
los centros 24. La revista Educación S.J. difunde noticias, mensajes y
estadísticas en los centros de toda España. Entre tanto se mantiene el
alto número de centros docentes y de alumnos. La estadística del año
22
Aparecen publicados, a continuación de la Ratio Studiorum, en el libro de E.
GIL (ed.), La pedagogía de los jesuitas ayer y hoy, Madrid 2002.
23
El P. General Kolvenbach dirigió unas palabras muy cordiales a los seglares
que participaron en el IV Congreso de Directores de Colegios de Jesuitas de Euro-
pa, celebrado en Varsovia, del 16 al 20 de octubre de 2002. Ante el hecho del cre-
ciente número de directores seglares en los colegios, les pedía que no se conten-
tasen con ofrecer su trabajo profesional, pues se les invitaba a promover el carácter
y misión «específicamente jesuita» de los colegios, haciendo propia una tradición
de más de 450 años. «Los jesuitas hemos estado hablando de nuestros colegios. Ello
significaba colegios con personal casi exclusivamente compuesto por padres, her-
manos y escolares jesuitas. Esto ha cambiado. Nuestro ha adquirido un significado
mucho más amplio. Os incluye a vosotros y os valoramos como compañeros nues-
tros en la labor educativa. Os agradecemos la aportación que haréis precisamente
como seglares. Sabemos que nuestros colegios se enriquecerán y mejorarán con
vuestra presencia. Por nuestra parte, los jesuitas prometemos compartir con voso-
tros nuestra experiencia, nuestros recursos, nuestra confianza y nuestra amistad».
Información S.J., nº 95 (enero-febrero de 2003), p. 10.
24
La variedad de los temas tratados aparece en dos de estas jornadas: CONEDSI,
25 Jornadas Educativas S.J. Dimensión evangelizadora del centro. Salamanca 6, 7 y
8 de julio de 1999. F. DE LA PUENTE (ed.), 28 Jornadas Educativas S.J. Pedagogía Ig-
naciana e Innovación Tecnológica. 11, 12 y 13 de julio de 2005. Deusto-Bilbao.

92
LOS COLEGIOS DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS: TRES MOMENTOS

2005 señala un total de 68 centros (incluidos 26 de SAFA), con un to-


tal de 73.490 alumnos y 4.682 profesores, de los que, al menos el 93%
son seglares.
Como conclusión de esta breve síntesis histórica podríamos resu-
mir la aventura educativa de los jesuitas en tres rasgos permanentes:
1º La vocación educativa de la Compañía y, en concreto, la dedica-
ción a los colegios, se ha mantenido sin interrupción desde sus
orígenes, y sigue considerándose hoy como un apostolado
prioritario.
2º La formación integral del alumno ha sido un objetivo perma-
nente de la pedagogía jesuítica. Las formulaciones serán dis-
tintas en las diversas épocas. San Ignacio ponderaba lo mucho
que ayudaba al bien común la formación de la juventud «en
letras y buenas costumbres». La «Ratio» pretende la educación
del joven en letras humanas y virtudes cristianas. El P. Arrupe
aspira a que los alumnos salgan de los colegios con un equi-
librio integrador de valores académicos, evangélicos, de servi-
cio, de apertura, de sensibilidad ante el presente y el futuro.
Y el P. Kolvenbach alienta los mismos deseos: «nuestro reto es
maravilloso: educar de una manera verdadera a hombres y mu-
jeres jóvenes en nuestras escuelas, para que se conviertan en
hombres y mujeres para los demás» 25. Las expresiones pueden
variar. El ideal permanece: la formación integral del hombre y
del cristiano.
3º La obra de los colegios ha sido un ministerio al servicio de la
sociedad y de la Iglesia. En los colegios siempre se ha dado
una educación en la fe unida a una formación humana. Este
segundo elemento ha estado siempre sometido a las variables
exigencias históricas. Por eso nos hemos referido a una fe in-
tegrada en el humanismo, en la razón o en la justicia, indicado
con ello los esfuerzos por acomodar el servicio de la ense-
ñanza a las demandas del bien común en los sucesivos mo-
mentos históricos. Se trata, en definitiva, de una gloriosa tra-
dición, nunca interrumpida, aunque sí modulada, por los signos
de los tiempos.

25
P. H. KOLVENBACH, o.c., p. 434 (Discurso a los Rectores de los colegios de Ita-
lia sobre la visión ignaciana de la comunidad educativa, Turín 13 de diciembre de
1986).

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