Textos de Locke Filosofc3ada Polc3adtica

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Textos de Locke Filosofía política

Ensayo sobre el gobierno civil

Sobre el estado de naturaleza


Para comprender bien en qué consiste el poder político y para remontarnos a su verdadera
fuente, será forzoso que consideremos cuál es el estado en que se encuentran naturalmente los
hombres, a saber: un estado de completa libertad para ordenar sus actos y para disponer de sus
propiedades y de sus personas como mejor les parezca, dentro de los límites de la ley natural sin
necesidad de pedir permiso y sin depender de la voluntad de otra persona.

Es también un estado de igualdad, dentro del cual todo poder y toda jurisdicción son recíprocos,
en el que nadie tiene más que otro, puesto que no hay cosa más evidente que el que seres de la
misma especie y de idéntico rango, nacidos para participar sin distinción de todas las ventajas
de la Naturaleza y para servirse de las mismas facultades, sean también iguales entre ellos, sin
subordinación ni sometimiento […]

Estado de naturaleza y ley natural


El estado natural tiene una ley natural por la que se gobierna, y esa ley obliga a todos. La razón,
que coincide con esa ley, enseña a cuantos seres humanos quieren consultarla que, siendo
iguales e independientes, nadie debe dañar a otro en su vida, salud, libertad o posesiones […[

Y como están dotados de idénticas facultades y todos participan en una comunidad de


Naturaleza, no puede suponerse que exista entre nosotros una subordinación tal que nos
autorice a destruirnos mutuamente, como si los unos hubiésemos sido hechos para utilidad de
los otros, tal y como fueron hechas las criaturas de rango inferior, para que nos sirvamos de ellas.

De la misma manera que cada uno de nosotros está obligado a su propia conservación y a no
abandonar voluntariamente el puesto que ocupa, lo está así mismo, cuando no está en juego su
propia conservación, a mirar por la de los demás seres humanos y a no quitarles la vida, a no
dañar ésta, ni todo cuanto tiende a la conservación de la vida, de la libertad, de la salud, de los
miembros o de los bienes de otro, a menos que se trate de hacer justicia en un culpable.

La ley natural y el derecho a castigar


Y para impedir que los hombres atropellen los derechos de los demás, que se dañen
recíprocamente, y para que sea observada la ley de la Naturaleza, que busca la paz y la
conservación de todo el género humano, ha sido puesta en manos de todos los hombres, dentro
de ese estado, la ejecución de la ley natural; por eso tiene cualquiera el derecho de castigar a los
transgresores de esa ley con un castigo que impida su violación. Sería vana la ley natural, como
todas las leyes que se relacionan con los hombres en este mundo, si en el estado natural no
hubiese nadie con poder para hacerla ejecutar, defendiendo de ese modo a los inocentes y
poniendo un obstáculo a los culpables, y si un hombre puede, en el estado de Naturaleza, castigar
a otro por cualquier daño que haya hecho, todos los hombres tendrán este mismo derecho, por
ser aquel un estado de igualdad perfecta, en el que ninguno tiene superioridad o jurisdicción
sobre otro, y todos deben tener derecho a hacer lo que uno cualquiera puede hacer para imponer
el cumplimiento de dicha ley.
Inviabilidad del estado de naturaleza (I)
Esto es lo que saca a los hombres del estado de naturaleza y los coloca dentro de una sociedad
civil: el hecho de establecer un juez con autoridad para decidir todas las disputas y reparar todos
los daños que pueda sufrir un miembro cualquiera de la misma. Ese juez es el poder legislativo,
o los magistrados que él mismo señale.

Inviabilidad del estado de naturaleza (II)


Pero aunque los hombres, al entrar en sociedad, renuncian a la igualdad, a la libertad y al poder
ejecutivo que tenían en estado de naturaleza (…), lo hacen con la exclusiva intención de
preservarse a sí mismos y de preservar su libertad y su propiedad de una manera mejor, ya que
no puede suponerse que criatura racional alguna cambie su situación con el deseo de ir a peor.

Inviabilidad del estado de naturaleza (III)


Por eso, rara vez encontramos a cierto número de hombres viviendo juntos por algún tiempo en
ese estado. Los inconvenientes a que están expuestos, debido al ejercicio irregular e incierto del
poder que tiene cada cual para castigar los atropellos de que pueda ser objeto por parte de los
demás, les lleva a refugiarse en las leyes establecidas por los gobiernos, buscando en ellas la
preservación de sus propiedades. Es esto lo que los hace renunciar, de tan buena gana, a su poder
individual de castigar, colocándolo en las manos de una persona elegida entre ellos para que lo
ejerza conforme a las normas que establezca la comunidad, o aquellos que han sido autorizados
por los miembros de la misma, de común acuerdo. Y ahí radica, pues, el derecho y el nacimiento
de ambos poderes, el legislativo y el ejecutivo, y también el de los gobiernos y las sociedades
políticas.

El contrato
Por tanto, donde quiera que cualquier número de personas se unan en una sociedad dispuestas
a abandonar cada una su poder ejecutivo de la ley de la naturaleza, y a renunciar a él a favor del
poder público, allí y sólo allí habrá una sociedad política o civil.

Y esto ocurre donde quiera que un número cualquiera de hombres, en estado de naturaleza, pase
a formar una sociedad con el fin de construir una persona o cuerpo político bajo la soberanía de
un gobierno supremo, o también cuando cualquier particular se une e incorpora a un gobierno
ya hecho. Ya que en este caso autoriza a la sociedad o, lo que es lo mismo, al poder legislativo
de ella a hacer leyes para él, tal y como el bien público de dicha sociedad requiera, para la
ejecución de las cuales es preciso (como para sus propios decretos) su colaboración. Y esto pone
a los hombres fuera del estado de naturaleza y dentro de aquella república, estableciendo un
juez en la tierra con autoridad para la determinación de todas las controversias de derecho que
surjan entre ellos, y para reparar las injurias que pudieran ocurrir contra cualquier miembro de
la república, lo cual será juzgado por el poder legislativo o por los magistrados señalados para
tal fin.

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